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Cada época construye sus lectores ideales.

Cada época tiene un tipo de lector ideal, un lector que se ajusta a una serie de patrones,

cánones, intenciones y tradiciones que soportan el orbe de la cultura escrita en una

determinada época. Cada época va exigiendo modelar un cierto tipo de lector. Cada

época construye el lector que necesita por motivos culturales, políticos, económicos,

históricos, pedagógicos, identitarios, entre otros, los cuales se deben concatenar e

integrar a la hora de formar lectores, sobre todo en las instituciones educativas las

cuales son uno de los principales puntos donde se siembran y germinan los lectores de

la sociedad del futuro.

Esta necesidad de construir un lector ideal o modelo que sea funcional para la sociedad

en la que existe, vive, convive e interactúa se hace más evidente a partir del

Renacimiento y de la reconfiguración del espacio geográfico del mundo conocido a raíz

de El Descubrimiento de América, de su exploración y colonización por parte de los

europeos. Esto originó que el mundo tuviera nuevos límites, había que describirlos y

descubrir ese Bravo Nuevo Mundo que ahora emergía para el ideario colectivo

occidental. A la par de describir y registrar estas nuevas tierras y el nuevo orden

espacial del mundo se requería que las personas que formaban parte de las

colectividades del Viejo Mundo conocieran y se enteraran de lo que iba pasando como

resultado de los viajes y exploraciones. Fue de este modo que Cristóbal Colón leyó a

Marco Polo y gracias a esta motivación de aventuras emergida de la lectura fue que

Colón se aventuró a ver que había más allá del Atlántico.

Es ya en pleno Renacimiento que la letra se vuelve mecanismo masivo de divulgación y

conocimiento pues gracias a la imprenta de tipos móviles de Gutemberg que el libro se

masifica como portador de información, de conocimiento, pero también de goce lúdico

y esparcimiento. Posteriormente esta imprenta llegaría las colonias europeas en América


posibilitando dos procesos muy importantes: La construcción identitaria de esas nuevas

naciones y La construcción de ideas emancipadoras y libertarias. Entrado ya el siglo

XVIII la lectura adquiere un valor como herramienta para la difusión de las ideas

libertarias y de igualdad, nace La Enciclopedia que será un puente para que todas estas

ideas se difundan, sobre todo en las colonias europeas en América. La lectura se

masifica a través de los periódicos y de las revistas, permitiendo con esto que la lectura

se vaya transformando en un mecanismo de interacción e integración social gracias a

que permite un campo común de diálogo e intercambio de ideas entra los ciudadanos y

ciudadanas de este nuevo orden social que se encamina a entrar en la Revolución

industrial.

De manera posterior se origina un cambio en las sociedades, en la forma de hacer

política y en las ideas sobre el individuo y su papel como constructor de la sociedad.

Como consecuencia de la invención de la máquina de vapor se vendrá una enorme

revolución industrial que generará profundos cambios políticos y sociales, ocasionando

la aparición del nacionalismo, del individualismo, del liberalismo, la idea de la

democracia y por ende el fin del absolutismo como menciona Giacinti (2014). Es

precisamente en esta revolución donde la lectura despuntará como un mecanismo de

afirmación del individuo y de su diálogo con el mundo que lo rodea.

Ya en pleno siglo XIX y en pleno apogeo de la industrialización, la lectura se afianza

como un fuerte mecanismo de cohesión social en las sociedades industriales a través del

cual la burguesía lectora legitima sus valores de progreso y orden social, rompiendo con

los valores e ideas del Romanticismo asociadas a lo fantástico, al exotismo y al

sentimentalismo que se contraponen a la tranquilidad, estabilidad y orden que propone

el nuevo orden burgués industrial.


Este nuevo orden industrial de la sociedad va a plantearla necesidad de educar a los

individuos de modo tal que puedan ser incorporados a la producción de la industria,

pero para ello precisan de ser capacitados y educados previamente. En este proceso

mencionado, la lectura adquirirá una importancia relevante como herramienta para

educar a los individuos que la sociedad industrial requiere para sostener sus procesos de

producción y mercantilización. En esta etapa el individuo lector se somete a la lectura

como un proceso a través del cual puede acceder por ejemplo y de manera muy

esquemática al conocimiento científico decimonónico revolucionado por las

investigaciones y planteamientos científicos y filosóficos tan disímbolos y

contrapuestos como los de Charles Darwin, Auguste Comte, Karl Marx, Federico

Engels o los anarquistas como Elisée Reclus o Peter Kropotkin. Igualmente el lector de

esta época pudo leer textos tan revolucionarios estéticamente como los creados por los

modernistas o los románticos.

Entrado el siglo XX, La Revolución Mexicana, La Revolución Rusa y la Primera

Guerra Mundial mostraron que el mundo debía transitar por otros derroteros menos

cruentos y más enfocados en transitar hacia sociedades más democráticas, participativas

e informadas para poder tener la posibilidad de construir estructuras sociales más

equitativas, justas y organizadas para el bien común, en las cuales se supriman los

cacicazgos y las tiranías sustentadas en la ignorancia y el analfabetismo de las masas

populares las cuales son el origen de las desigualdades y la pobreza económica y social.

El lector de esta época es un lector que a través de la lectura busca subsanar su

ignorancia y por medio del acto lector puede construir su libertad y la de los demás. La

lectura se vuelve un mecanismo que promueve el cambio revolucionario, que difunde

las ideas de cambio y de construcción de un nuevo orden social.


A partir de la segunda mitad del siglo XX La lectura y los procesos que la sustentan

comienzan a ser investigados de manera más sistemática al igual que los procesos a

través de los cuales se da la formación de lectores y la construcción de procesos lectores

activos. La lectura es identificada como un elemento crucial en la construcción de

sociedades más democráticas, pero sobre todo el papel de la lectura comienza a ser

destacado como un requisito y condición para aprender, para generar sociedades más

educadas que promuevan procesos pacíficos de convivencia y participación social,

además de promover la educación y formación de ciudadanos responsables ante los

retos ecológicos y ambientales de la sociedad del siglo XX.

Es en este pleno primer cuarto del siglo XXI cuando se ha profundizado y reconocido la

importancia del estudio de los procesos de formación de lectores y de la construcción

del sentido en la lectura que llevan a cabo los individuos. Autores como Colomer, Petit,

Garrido, han puntualizado en la necesidad de formar individuos lectores que descubran

las bondades de la lectura desde experiencias lúdicas, de goce estético y existencial

además de encontrarse con la lectura desde un sentido pedagógico, didáctico y

gnoseológico que le sirva para aprender toda la vida.

Como ya mencionamos al principio, el lector ideal se forma, construye o configura

desde ciertos parangones, parámetros o valores ideales que la sociedad establece ciertas

motivaciones políticas, históricas, pedagógicas, económicas, geográficas y muchas más

que componen una complejidad que podemos analizar para comprender de manera

integral los procesos de formación de lectores, sus principios teórico reflexivos y

prácticos fundamentales.

Como ejemplo de motivaciones políticas podríamos mencionar que una sociedad

integral, inclusiva y democrática se construye desde las interacciones de la ciudadanía,

desde el diálogo oral o escrito que establecen para construir acuerdos ciudadanos, reglas
de convivencia, leyes y otro tipo de códigos sociales y culturales que rigen la

convivencia entre los miembros de una colectividad. Además, a través de la lectura se

da una parte importante de la construcción de valores individuales y grupales o

comunitarios, por lo cual, la construcción de un estado de derecho basado en la equidad

requiere de construir y formar lectores críticos y reflexivos.

A las motivaciones históricas de una sociedad que forma un determinado tipo de lector

en una determinada época corresponde aquello que Miguel de Unamuno llama el

sentimiento de perseverancia de los seres humanos y de las sociedades y culturas a las

que dan origen en su devenir histórico. La sociedad y las culturas perduran y perseveran

gracias a la escritura y a la palabra, la lectura es una forma de que perduren y perseveren

las cosas del pasado que nos han hecho madurar como colectividad en tránsito a un

orden mundial de estabilidad y de paz. La lectura permite guardar memoria de los

errores del pasado y reconstruir el porvenir los vínculos del tejido social de la sociedad

Globalizada que pretende transitar a la Sociedad del Conocimiento. También desde la

lectura se promueven las construcciones identitarias tanto de individuos como naciones

que a través de la palabra sustentan y dan sostén a su identidad tanto individual como

colectiva en una constante dialéctica de edificación identitaria.

Las motivaciones pedagógicas de la lectura y de la formación de lectores tienen

implicaciones a todas luces evidentes ya que la lectura constituye uno de los

mecanismos más poderosos para aprender y construir conocimientos. Edificar una

sociedad informada, pero no sólo informada, también reflexiva, crítica, humanista y

comprometida con la Naturaleza y su preservación, conlleva crear una. Una sociedad

educada tiene indicadores más altos de desarrollo comparada con una sociedad

analfabeta o con bajos índices educativos y de lectura, pues la educación y la literacidad

entendida esta como la capacidad de comprender e interpretar textos, ambas agregan sin
duda un valor extra a las vidas cotidianas de las personas permitiéndoles disfrutar de

procesos vitales más plenos, conscientes y reflexivos aunados al goce de la diversidad

de experiencias gratificantes que produce el disfrute de la lectura.

Por último, un lector es producto de su espacio íntimo, de una geografía subjetiva, la

cual, recorre, desnuda y explora en una búsqueda ontológica por encontrarse consigo

mismo, con las otredades en un territorio fantástico que se revela a través de la

cartografía igualmente fantástica de la lectura.

Derivado de todo lo anterior podemos decir que el concepto de Lector que cada

sociedad de una determinada época histórica se plantea y define como lector ideal

obedece a diversas motivaciones y es un concepto dialéctico que se define desde una

serie de interrelaciones complejas en las cuales participan motivos y propósitos

económicos, políticos, pedagógicos, geográficos, entre otros, los cuales le dan a este

concepto características conceptuales muy complejas pero dignas de procesos reflexivos

sistemáticos y concienzudos para entender su enorme importancia y complejidad dentro

de la Cultura del primer cuarto del Siglo XXI.

Estas motivaciones nos remiten a la necesidad de cuestionarnos cuál es el mejor camino

o modo de enseñar a nuestros alumnos a leer, valorar, analizar, juzgar e identificar obras

literarias de manera sistemática, crítica, científica y metódica, pero también, alera,

lúdica y gozosa.

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