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Jean-Luc Nancy

EL OLVIDO DE LA FILOSOFÍA

Traducción de
PABLO PERERA VELAMIIZÁN

ARENA LIBROS
,
INDICE:
Título original:
L'oubli de la phílosophíe

NOTA PRELIMINAR 7

9
✓ EL ESQUEMA DEL RETORNO 12
LA VOLUNTAD DEL SENTIDO 16
✓ EL DESPLAZAMIENTO DEL SENTIDO 27
© Éditions Galilée, París, 1986
© ARENA LIBROS S.L. 2003 J EL PROYECTO DEL SUJETO 33
C/ SANTA CLARA, 10, 4º
28013 - MADRID ✓ EL SENTIDO SIGNIFICADO 39
TEL: 91 559 13 71 , EL AGOTAMIENTO DE LA SIGNIFICACIÓN 47
ÜCCIDENTE LLEGADO A SUS FINES 50
SER EXPUESTO AL LÍMITE 54
MAQUETACIÓN Y PORTADA: EDUARDO ESTRADA.
ISBN: 84-95897-14-8
11 LA SIMPLE VERDAD 56
' NOSOTROS SOMOS EL SENTIDO 62
DEL ASOMBRO 72
DEPÓSITO LECAL: M-43685-2003
DE LA PASIVIDAD 76

lMPRESO EN GRÁf'ICAS PEDRAZA


TELS. 91 542 3817 / 91 559 01 20
PZA. DE LOS MOSTENSES, 1 - BAJO
Pablo Perera Velamazán
28015 MADRID
EL TACTO DEL PENSAMIENTO 79

La edición de esta obra se beneficia del apoyo del Ministerio


Francés de Asuntos Exteriores y del Servicio de Cooperación y
de Acción Cultural de la Embajada de Francia en España, en el
marco del programa de Participación en la Publicación (P.A.P.
«García Lorca»)
NOTA PRELIMINAR

Desde varios lados se nos anuncia que nuestra época ha olvidado la ver-
dadera filosofía, sus deberes auténticos y la salud de su reflexión. En verdad,
muy a menudo esta llamada al orden es testimonio, más que de un olvido
de lo que la filosofía es, de aquello en lo que ésta se ha transformado, y de
lo que convendría hacer con ella o en su nombre. Me pareció deseable, y en
suma urgente, mostrar lo que de esta manera se deja en el olvido. Es decir,
mostrar simplemente lo que constituye, al menos en lo que se refiere a lo
esencial, la realidad presente de las condiciones y de las tareas filosóficas.
Por tanto, 'estas páginas no se proponen apenas descubrir nada� En un
sentido, analizan la situación, sin decir a menudo nada más que lo que debe-
ría ser conocido, y reconocido, pero que es útil, sin duda, al menos una vez,
no presuponer como tal, puesto que esta presuposición se revela la mayoría
de las veces engañosa (si se escucha lo que se dice y se lee lo que se escribe).
Habrá aquí algo de didáctica. No se trata tan sólo de que haya intentado
escribir también para quien carece por completo de cualquier conocimien-
to acerca de la historia y de la tecnicidad filosóficas. Sino que tampoco he
creído inapropiado simplificar, o poner en claro, para mí mismo, cosas que
se abandonan fácilmente a la penumbra del talante o del «bien entender».
Es evidente también que apelo a numerosos trabajos, a numerosos pen-
samientos que trabajan en nuestra historia reciente y actual. Pero no los
nombro. Por una parte, en efecto, he querido mantenerme a distancia de los
intereses y las crispaciones polémicas engendradas por los nombres propios
(sin ser, sin embargo, tan ingenuo como para pretender borrarlos sin res-
tos), y por otra, intento sostenerme en lo que, hasta cierto punto, pertenece
8 Jean-Luc Nav,c;9

a todos ellos y no es propio de nadie. No se trata, en cuanto al primer punto,


de una profesión de irenismo, pues es cierto que hoy se da una situación de
lucha en el pensamiento, que conocen bien Lodos aquellos que han cogido
las armas con el fin de fomentar el olvido de la filosofía. Pero no es una riña
entre individuos o círculos (no más, por otra parte, que simplemente un
combate entre antiguos y modernos), sino un enfrentamiento donde la ver-
dad está en juego. En cuanto al segundo punto, tampoco pretendo que se
puedan reunir en una síntesis anónima pensamientos que son también
siempre estilos singulares, cuyas diferencias, incluso liligios, hacen pensar.
Pero sí sostengo que hay, en esta partición de pensamientos y gracias a ella,
algo en común, que lleva la marca de la historia, algo que es nuestro en el sen-
tido que trataré de exponer. (Haciendo esto, comparto algo con ellos, tam-
bién diverso y semejante, en cuanto que Loman por blanco de sus ataques
«Lo que sin vergüenza podría aspirar al
una «modernidad» amalgamada. No comparto con ellos la amalgama, pero
nombre de sentido reside en lo que está abierto
sí la existencia de puntos de inflexión y límites en la historia, cuyos testigos
y no en lo que está cerrado sobre sí.»
tardíos y reactivos son ellos mismos.)
(Adorno, Dialéctica negativa)
Por otra parte, sin embargo, debe quedar claro que no avanzo tampoco
más que una proposición singular, y que ésta sólo me compromete a mi. Es
inevitable, y habrá, por tanto, dos registros distintos propuestos a la lectu-
ra.
La cuestión del sentido agita de nuevo, más o menos sordamente,
más o menos ruidosamente, al viejo Occidente que creía haberla
dejado atrás. No hay que apresurarse a decir que esta agitación es
vana. Hay forzosamente al menos un sentido en el que la cuestión del
sentido se plantea. Y este sentido no es tan sólo un sentido negativo;
como cuando afirmamos, con razón, que el sentido de la historia, o
el sentido de la ciudad, o el sentido de la guerra, o el sentido de la
comunicación se han interrumpido. (Esto puede decirse también
afirmando, con toda la ambigüedad de la expresión, que ya no tene-
mos sentido_ de la historia, de la comunidad, de la verdad; o bien, de
manera más inflexible, afirmando que ya no tenemos el sentido de la
historia, del destino, del misterio, de la existencia, etc.) Hay un sen-
tido positivo en el que la cuestión del sentido, de nuevo, se plantea ..
Pero el modo, o la naturaleza, de esta «positividad» no se deja deter-
minar fácilmente. Para que no sea vana o ilusoria es necesario que no
tenga nada que ver con las determinaciones del sentido que nuestro
pasado antiguo o reciente pueda representarnos. Es necesario tam-
10 Jecrn-Luc Nanc;� 1
El olvioo oe la filosofía l 1

bién que no tenga nada que ver con la idea no solamente positiva ¿Qué quiere decir esto? Estas páginas no tienen otro objetivo que
sino positivista de una «superación» de la cuesLión del sentido. Por- el de intentar decir en qué consiste, o al menos cómo se entabla, tal
que la idea de una «superación» depende de la simple dialéctica del k �ape�tura»i,?i el sentido �epende del pensamiento, en cuanto que es
sentido. Así, cuando el estructuralismo afirmaba que la· gente no el quien lo acoge, y no quien lo hace, el sentido que «reside en lo que
tenía nada que decir, sino que lo interesante era la manera como lo está abierto» acoge al pensamiento mismo en tanto que apertura. No
decían, instalaba al sentido, el mismo sentido convertido en red es una apertura del pensamiento, como se puede decir acerca de acti-
combinatoria, en el dominio impecable de su propia reposición, pues tudes intelectuales de estilo liberal o reconciliador (estas posturas
trataba de acreditar el sentido, ya no como mensaje, sino como fun- complacientes significan más bien el olvido del pensamiento). Sino
cionalidad, y la propia funcionalidad se convertía en el mensaje. que es el pensamiento en tanto que apertura en la cual y a través de la
Pero los últimos momentos de nuestra historia están lejos de con- cual puede acaecer lo que pertenece al sentido, precisamente porque
fundirse con el solo destino del estructuralismo y sus avatares, con- acaece, con su fuerza de anuncio, de llamada, o de exigencia'. (Aun a
trariamente a lo que algunos creen y a lo que otros fingen creer. No riesgo de repetirme, podría decir que la filosofía no es, no es tal vez
es del todo cierto que, reducidos al estado de funciones del lenguaje, nunca eso que acaece; sino que, más bien, el asombro ante el hecho
no tengamos ya nada que decir. No obstante, tampoco es del todo de que ello acaezca implica para Occidente el nombre y la forma de
cierto que seamos capaces de decirlo como si el lenguaje estuviera de lo filosófico.) Por tanto; la dimensión de lo abierto es aquélla según
nuevo simplemente a nuestra disposición. Hay algo que está suspen- la cual nada (nada esencial) se adquiere ni se depone, y según la cual
dido en la disponibilidad recíproca entre el sentido y la función todo lo que es esencial adviene. Es además también esta dimensión
hablante, y si para nosotros hay una pregunta por el sentido, ella es según la cual el pensamiento no tiene nada -ni cosas, ni ideas, ni
tributaria de esta suspensión, y de manera tan precisa y rigurosa que palabras- que esté simplemente a disposición de su (supuesto)
es el sentido mismo de la pregunta, como tal, el que se encuentra de dominio. Y es también, en consecuencia, la dimensión según la cual
entrada en suspenso. ¿Qué se demanda a partir de ahora cuando se el «sentido» está muy lejos de ser idéntico a la «significación». Por-
demanda sentido? ¿Qué es demandar sentido? ¿Qué sentido dar a que la significación es el sentido identificado, mientras que el senti-
esta petición? ¡ do, tal vez, no resida más que en la venida de una significación posi-
ble. Al menos hay que intentar pensar en esta direcció1;3
Me costaría mucho determinar cuál es el sentido, en verdad, del
retorno de la pregunta por el sentido. Pero no corresponde a nadie Pero es necesario, antes que nada, despejar el horizonte. Es decir,
operar esta determinación. Ésta es, o será, obra de la historia, que es necesario discernir en qué aspecto el retorno actual de la pregun-
nunca ha cesado de hacer surgir lo inédito, precisamente porque ella ta por el sentido se presenta lo más a menudo bajo el signo del «cie-
misma, la historia, no es alguien y no es un sujeto (un sujeto, tal vez, rre sobre sí». Al menos es de esta manera como las cosas se presen-
no puede más que reproducirse). Sin embargo, sé -con un saber tan en la opinión del momento y en aquellos que, en el nombre de
accesible a cualquiera que no pretenda dirigir el pensamiento, ni un «retorno» como éste, lo han solicitado con la mayor de las vehe-
convertirse en su censor, sino que quiera dejarle-pensar, o dejarle mencias en todos estos últimos años. Para poder avanzar hacia lo que
advenir-, sé que este sentido sólo puede asumir la forma (si es que nos acaece, y hacia aquello que nos va a solicitar en el orden del sen-
es una «forma») de una apertura, retomando la palabra de la que se tido, este discernimiento es indispensable. E incluso es, sin duda, en
sirve Adorno. el ejercicio de discernir los motivos y las estructuras de lo «cerrado
sobre sí», como se puede comenzar a reconocerse disponible a lo
12 Jean-Luc Nanc� E[ olvioo oe la filosofía ]3

«abierto», a lo que viene, que, porque viene, porque tiene su esencia manera idéntica, como si fuera la reproducción de un mismo episo-
en la venida, en lo por venir, carece de «sí» sobre el que cerrarse. dio. Por más variados que puedan ser los discursos sostenidos desde
este punto de vista, su tipología fundamental se reduce a un modelo
único: en la crisis, el sentido se ha perdido de vista, mas en el final
<le la crisis, cuando se disipan sus vapores y se agotan sus errancias o
sus extravagancias, la exigencia del sentido resurge, intacta e impo-
EL ESQUEMA DEL RETORNO sible de ignorar. El retorno significa, por tanto, en primer lugar, que
nada se había perdido verdaderamente, y que ni la duración de la cri-
sis, ni la abundancia y la intensidad de sus manifestaciones han podi-
• LA decir verdad, todo lo que se presenta en la forma del retorno, o
do alterar en e/fondo cierta Idea (un esquema, un paradigma, a veces
bien bajo el signo del retorno, está por principio cerrado sobre sí1 Si una norma) del Sentido. «Ahora todas las disciplinas se han restitui-
he hablado de «retorno», es por simple comodidad, y con la inten- do»: estas palabras de Rabelais emblematizan a todos los pensa-
ción de servirme, a modo de comienzo, de un enunciado de alguna mientos del retorno: renacimiento, restitución, restauración, redes-
manera estereotipado: «el retorno de. la pregunta por el sentido». cubrimiento ...
Pero las preguntas no retornan en la historia más que los rostros de
los individuos. La histeria es leibniziana en cuanto que obedece al Es de esta manera como desde hace algún tiempo algunos se afa-
principio de la imposibilidad de los indiscernibles. Sin duda, nues- nan, desde varios lados, enponer entre paréntesis nada menos que
tros aproximadamente veintiocho siglos de Occidente parecen los dos siglos que nos separan de Kant, a fin de proclamar el retorno
escandidos por la repetición periódica de crisis durante las cuales <le cierta Razón -crítica, ética, jurídica, reguladora y humanista-
una configuración de sentido se deshace, un orden filosófico, políti- cuya pureza y necesidad son consideradas como si no hubieran sido
co, espiritual se descompone, y en la vacilación general de las certi- prácticamente afectadas por los pensamientos de la dialéctica, de la
dumbres y las referencias se genera inquietud por el sentido perdido, historia, de la economía, ni por los pensamientos de la angustia, de
se procura recobrarlo, o bien inventar un sentido nuevo. Hemos la letra, del cuerpo, ni sobre todo por este pensamiento de sí (refle-
conocido de esta manera -al menos- una crisis del mundo griego xión, puesta en cuestión, radicalización, genealogía, superación, des-
arcaico, una crisis del mundo griego clásico, una crisis del mundo trucción, deconstrucción, etc.) en que la filosofía está comprometida
romano, una crisis del mundo cristiano, y conocemos hoy día (es (es decir, se nos explica, extraviada) desde Kant. Algunos otros pro-
toda la historia del siglo XX) una crisis del mundo moderno. Pero no ponen operaciones de mayor envergadura: es en Descartes, o en la
es cierto en absoluto que la sucesión de estos episodios críticos sig- Contrarreforma, o aún mejor, en los Padres de la Iglesia, donde es
nifique el «retorno» de sea lo que fuere (sino más bien el retorno de necesario hacer comenzar la crisis, y el proceso lento y silencioso del
cierta representación de la «crisis»), o más exactamente, no es cierto Retorno inmaculado. Y existe también, como es debido, una versión
que una interpretación en términos de «retorno» (que lo más a menos historizante por la cual lo que retorna o lo que debe retornar
menudo se encuentra en concordancia con la representación en tér- es cierto sentido común, una racionalidad obvia, verificable por
minos de «crisis») sea suficiente, por poco que el pensamiento no sea todos en lo ajustado de su medida y en lo limitado de sus pretensio-
demasiado perezoso. nes: razón sin edad, como el Solón del pensamiento. Desde sus
comienzos (volveré sobre ello), el Occidente que somos espera o pro-
El punto de vista del «retorno» se hace cargo de cada crisis de clama, alternativamente, el retorno de Solón, de aquel que debería de
Jean-LMC Na11C,'9 El olvioo oe la filosofía 15
14

«En lo que concierne al individuo, cada uno es hijo de su tiempo.


nuevo dictar las leyes prudentes y sensatas de la ciudad, civilizar su
Ocurre lo mismo con la filosofía. Ella comprende su tiempo en el
comunidad, sus costumbres y sus pensamientos.
pensamiento. Es tan insensato pretender que una filosofía, sea cual
Tan extraño es, sin duda, que este esquema se presente hoy día sea, pueda franquear el mundo contemporáneo para ir más allá,
con tanta simplicidad, como cierto que ya no es del todo posible, como suponer que un individuo pueda saltar por encima de su tiem-
en lo sucesivo, proponer al margen de esta forma de proceso la po ... Si su teoría va efectivamente más allá, si ella construye un
• 'neutralización de toda una cara de la historia. Aunque no fuera mundo tal como debe ser, este mundo sin duda existirá, pero sola-
más que para conformarse prudentemente con una especie de mente en su pensamiento, es decir, en una cera reblandecida donde
regla elemental de la conciencia moderna (ya no se autorizan cualquier fantasía puede imprirnirse.»
abiertamente todas las brutalidades de los pensamientos intem-
pestivos ... ), 'en cuanto que ya no es completamente posible, de La «caída de la noche» implica, por tanto, cierto cumplimiento, el
hecho, hacer como si no hubiera pasado nada que deba ser tenido acontecimiento y el advenimiento de un «tiempo presente», que es lo
en cuenta'. Se acordará entonces, aquí o allá, que sí había alguna real, y es la filosofía quien piensa la realidad presente (la única ... ),
necesidad parcial en tal o cual aspecto de la crisis, puesto que ya pensando el presente, la presencia y la presentación de la realidad.
no era posible, se entiende, permanecer en la metafísica clásica, no Cuando se opta, en la procedencia de este presente, por aquello que
más que en la Ilustración. En filosofía como en política -mas se tendrá en cuenta y que se identificará bajo la rúbrica de «delirios
todo esto no es sino, evidentemente, un asunto de política filosó- de la crisis», se ha desrealizado ya lo real.' Se ha «saltado por encima
fica y de filosofía política-, la reacción pura y dura no es en favor de su tiempo» hacia atrás con el fin de saltar mejor por encima hacia
de nuestros días. Aunque tal vez no sea ésta sino más insidiosa y adelante, hacia el retorno restaurador. Al hacer esta selección en la
más profundamente reactiva. Por eso/ si se concede que es �ecesa- historia; se ha impedido de principio pensar el movimiento real que
rio vivir con su tiempo, se rechaza de hecho que sea necesario pen- se realiza en el presente real, el movimiento del día que la noche con-
sar este tiempos Y es en este punto donde el esquema recobra toda la suma y presenta, y que nos pone en la víspera de otro día real'. Y no
fuerza de su simplicidad abrumadora. Es necesario pensar contra es que se trate de tornar en bloque todos los datos de nuestro pasado
este tiempo, o a pesar de este Liernpo, porque es aún el tiempo de para intentar tragarse, sin distinción, el conjunto entero .. .'Al pensar
la crisis. Contra él, y para darle fin, es necesario pensar la escan- la procedencia del presente, la filosofía piensa la historia, y la ordena
sión del retorno, y a partir de ella, más allá de este Liempo, es nece- según una nueva aprehensión (es decir, no solamente escribe otra
sario pensar la reforma y la renovación.' historia, sino que piensa de otra manera la idea misma de la historia)'.
• f Este rechazo o evasión ante un pensamiento del Liernpo presente Sin embargo, el filósofo no rehace de antemano una historia confor-
esya testimonio por sí solo del olvido de la filosofía}¡ En efecto, entre me a la norma del retorno de lo que precedió a esta historia.r Los deli-
las proposiciones inaugurales de la filosofía de la edad contemporá- rios, los excesos, los errores y los crímenes también exigen ser com-
nea, ninguna ha sido más olvidada, o desconocida, que la célebre prendidos por el pensamiento, y no es para hacer justicia a la demen-
frase de Hegel: «La lechuza de Minerva no emprende su vuelo más cia, a la necedad o ala voluntad del mal) sino para hacer justicia a la
que a la caída de la noche». El significado de esta frase queda esta- realidad que los ha permitido, que los ha suscitado, o que fue marca-
blecido sin ambigüedad por su contexto: da por ellos' Pues el crimen no se piensa preconizando simplemente
16 Jean-Luc Nanc� El olvioo oe la filosofía 17

el retorno a la ley que. violó: esto es evitar pensarlo, sin evitar, bien al glorias de salón ( el «parisianismo», vieja acusación cara a algunos
contrario, su posible repetición. parisinos) que dan cuenta de una sucesión impresionante de errores
, y debilidades. Jamás se plantea la cuestión de interrogarse acerca de
la causa de e'sta incapacidad, de estos apetitos o estas inclinaciones,
�i, sobre todo, acerca de los vínculos de causalidad o de expresión tan
espectaculares que se establecen entre algunas patologías colectivas o
LA VOLUNTAD DEL SENTIDO individuales y fenómenos tan poco consistentes, comunicables y
duraderos del pensamiento. La cuestión es que la crisis es simple-
mente enfermedad, y, sobre todo, enfermedad aprehendida de la
El esquema del retorno, reconducido de esta manera a la simplici- manera más superficial, es decir, como un desorden pasajero, debido
dad de su distracción calculada, o de su denegación, en relación con a causas contingentes, y que no altera lo esencial." f
lo real de la historia ( es su manera de practicar al revés la astucia de
la razón lo que le escandaliza tanto, pues obra con astucia con la pro- Si la filosofía adopta siempre, en mayor o menor medida, una pos-
pia razón) comporta dos implicaciones principales: por una parte, la tura médica, sangrando el alma o el entendimiento, los filósofos del
crisis es considerada solamente superficially, por otra, el retorno del retorno son los médicos más expeditivos, puesto que no diagnostican
sentido profundo debe ser el retorno de lo idéntico. más que resfriados sin gravedad o gangrenas que exigen amputacio-
nes masivas e inmediatas.'Es por esto por lo que la «crisis» no es ya
La crisis es superficial porque no consiste, a lo sumo, más que para ellos lo que su nombre quería decir para los médicos griegos y
en formaciones extravagantes, o bien se reduce a las desviaciones para la filosofía: el momento del juicio (krisis), del discernimiento de
ocurridas de improviso a partir de una acertada inspiración" Por la verdadera naturaleza de la enfermedad a través de sus manifesta-
ejemplo -y por poner el caso evidentemente ejemplar de la pro- ciones «críticas». Así, suponiendo que todo el idealismo romántico y
pia historia-, el pensamiento hegeliano de la historia no es más especulativo después de Kant no sea más que una «crisis», conven-
que una monstruosidad (de Marxo, silemus!), y las tendencias espe- dría aún diagnosticar de qué sufre y, en consecuencia, cómo se cons-
culativas de la historia en Kant no son más que un enojoso resba- tituyó este cuerpo filosófico en el que fluye también sangre kantiana
lón, rápidamente corregido por la vigilancia del kantismo ortodo- (y leibniziana, spinoziana, rousseauniana, etc.). Suponiendo que
xo. Pero la crisis tes superficial también en las causas de sus aberra- todo el pensamiento contemporáneo que proviene de Heidegger o de
ciones: es la desafortunada incapacidad de Alemania para conseguir Nietzsche (o de Marx, o de Freud) no sea nada más que una «crisis»,
su -unidad políticaIa que engendró el pensamiento especulativo sería necesario aún discernir de qué sufre y cómo funciona un cuer-
(poco ha faltado para que se emplearan aquí los recursos de una espe- po filosófico tan larga y duraderamente infectado. Porque, sin nin-
cie de submarxismo, mas, como por regla general no se es, o ya no se guna duda, es toda una constitución filosófica, y tal vez toda la cons-
es marxista, se prescinde incluso de este tipo de útil, y no se especi- titución filosófica en general, la que cada vez está en juego. Sin nin-
fica cuál es la causalidad que se pretende utilizar); a continuación guna duda, hay una gran fisiología del pensamiento, con sus com-
son las seducciones de la irracionalidad.los apetitos de apariencia o plejas circulaciones, que se despliega, por ejemplo, de Marx y Nietzs-
'de �der;"las inclinaciones mórbidas o herméticas' (subnietzsch�a-_ che a Heidegger, Benjamín y Wittgenstein, pasando por Kierkega-
nismo o subfreudismo representan esta vez el papel del submarxis- ard, Husserl, las «ciencias humanas», el positivismo lógico, Bergson,
mo); y, en definitiva, los talentos que se vuelven vacíos o las vana- Bataille, el estructuralismo, etc. Pero también por la experiencia y la
18 Jecr11-L1..-1c Nt1J1C.)? El oivioo oe la filosofía 19

conciencia modernas del vínculo social y de lu lucha, de las particio- debería dar que pensar... ), cada empuje, cada efervescencia y cada
nes del mundo, de las experimentaciones del arle, de la literatura y innovación del pensamiento es regularmente seguida de una llama-
del lenguaje. Y sería posible, sin ninguna duda, aplicar a esta consti- da a los mismos valores: es decir, al valor mismo, al hombre, al sujeto,
tución de humores, reflejos, metabolismos, el tipo de diagnóstico que a la comunicación, a la racionalidad, etc.; así como de una llamada a las
Nietzsche, precisamente, inauguraba en In lilosol'ía sobre la filosofía mismas virtudes filosóficas necesarias para la puesta en escena de
misma ... estos valores en una humanidad al fin re-valorizada: la claridad, la res-
... Salvo que se constate que c1 paradigma médico y los modelos ponsabilidad, la comunicabilidad, etc. Todo esto trae consigo varias
ortopédico o higiénico que comporta pertenecen a la constitución consecuencias.
filosófica más tradicional, y que no pueden ser empleados, a pesar de La primera consecuencia -a decir verdad, más bien un corola-
Nietzsche o gracias a él, sin ingenuidad filosófica. Pero entonces será rio- es que el conjunto de nociones o de motivos que componen el
necesario comprometerse en otras operaciones, en otros modos de sentido global cuyo retorno se anuncia no consiste en otra cosa que en
cuestionamiento y de discernimiento sobre la filosofía, para los que la colección completa de las evidencias recibidas a título de ideales o
ya no se tratará de una cuestión de crisis ni de d iagn<>sl ico. Serán los exigencias desde que el 'pensamiento moderno ha devenido para sí
modos diversos bajo los que el pensamiento contemporáneo ha teni- mismo una evidencia, o una repetición. ¿Quién no se apresuraría hoy
do que interrogar cierto cumplimiento (uunhicn llamado «fin», por a estar de acuerdo, al menos en tanto que se trata de declaraciones
Heidegger) de la filosofía como tal, y la nueva relación con ella fáciles y no de trabajo filosófico, con los valores de libertad, raciona-
misma o fuera de ella misma que de esta manera se ha abierto. Si no lidad, comunicación, responsabilidad, dignidad y con el derecho de
se quiere comprometerse con ello, se csui encerrado a priori en una los hombres a compartir estos mismos valores? Este acuerdo es el
filosofía olvidadiza de sí misma y de su historia y, cu consecuencia, verdadero lugar común en que pueden codearse, si no todos los pen-
dos veces «acabada». Si, por el conr rario, se reconoce que no se pueden samientos, sí al menos todas las declaraciones hechas en nombre de
reivindicar a menor precio la seriedad y el rigor filosóficos, se debe los pensamientos del mundo contemporáneo. (Ciertas inspiraciones,
acordar que uno de los precios a pagur (a decir verdad, el menor... ) es más aplicadas o preocupadas en apariencia en desmarcarse del
el abandono de los motivos de la crisis y del rcturno. humanismo, parecen sostenerse a distancia de este lugar común: esto
'Al carácter s.1!.Q_erficial ele la crisis responde l'I cunicrcr proíundq e puede extenderse desde un nuevo hedonismo a diversas formas de lo
inmutable del sentido cuya insistencia rcroruu. lis el retorno del sen- que se podría denominar el análisis simbólico general. Pero en cuan-
tido idéntico a sí mismo bajo la mnrcjuda ele los cunbios, Y esto no to que la cuestión del sentido, en estos casos, ya no es ni siquiera
tiene nada en común, es necesario prccisurk}, l'OII «el eterno retorno planteada, o bien en cuanto que es rechazada, el lugar común per-
de lo mismo» de Nietzsche. Ús1e piensa ln exposición del instante a manece silenciosamente, fantasmáticamente presente.) No se puede,
una eternidad de sentido o, más hicu, u l:1 l'll'rni1li1d en tanto que sin embargo, estar de acuerdo con este lugar común más que a con-
apertura infinita de sentido donde se ahis11111 :-.11 signilicm:ión. Aquél dición de olvidar, en el pretendido concierto de los pensamientos,
designa solamente el estado de couscrvuciou i111:1c1:1 de una signifi- algunas excepciones de talla: al menos, y a pesar de todo, puesto que
cación protegida, al abrigo de la his1oriu por 111111 l'XI rn1111 congelación desgraciadamente parece que es necesario decir a pesar de todo, las de
intelectual., Marx, Nietzsche, Freud, Heidegger, Wittgenstein, y de un sexto para
el que pueden mezclarse o intercambiarse los nombres de Mallarmé,
Desde hace poco más de dos siglos (y c:-:111 durncion, por sí sola,
· Rimbaud Picasso y Joyce ... Y no se puede tampoco, sino bajo la con-
' .
20 Jean-LIAC Nanc,IJ El olvioo oe la filosofía 21

dición de retener, en cada pensamiento, sólo algunas palabras (por la servidumbre, y que pone en juego otra esencia, u otro sentido. Esto
ejemplo, la de «libertad»), ellas mimas tornadas en el contexto limi- no quiere decir que, sin más, se ha acabado con «el hombre», «la
tado de algunas declaraciones generales de intención. Pero habrá que libertad» o «la comunidad», como se acabó con el tren a vapor. Quie-
guardarse bien, para conservar el acceso al lugar común, de examinar re decir que no hay nada esencial o verdadero que hacer con estas
de cerca la construcción exacta de los conceptos y el juego de las sis- Ideas, en tanto que no haya sido puesto en evidencia enteramente el
temáticas o las problemáticas en el seno de las cuales se han produ- sistema de su clausura, y de esta manera liberadas de las posibilida-
cido. El lugar común filosófico de lo que se quiere ofrecernos como des de sentido que sobrepasen, necesariamente, las significaciones
el retorno de la filosofía, este lugar común que huy que decidirse, del humanismo.
aquí todavía a pesar de todo, a llamar por su 110111hre: el humanismo La segunda consecuencia es que el retorno anunciado o reclama-
(en un valor de esta palabra que el hurnunisruo his16rico apenas sería do, en la medida en que es el retorno de lo idéntico, consiste en el
capaz de reconocer, ese humanismo que produjo una ruptura del fondo menos en un retorno de' que en un retorno' a'. Se podría aún
pensamiento y para quien «el hombre» fue llll pensamiento de rup- suponer que el retorno 'del sentido sería semejante al de Ulises, que
tura, no de consenso), este lugar común plll'<k dihcilmcntc ser carac- no regresa tal como partió, que regresa, por ejemplo, llamándose
terizado como otra cosa (a pesar de todo ... ) que rn1110 unu ideología, es Bloom, y que deshace, repitiéndola, su propia leyenda («deshace� s�
decir, un pensamiento que no critica y que no piensn su propia pro- leyenda» significa decir que hay otra cosa por decir). Pero esto exigi-
cedencia y su propia relación con la realidad. ría una reflexión específica sobre el retorno, sobre la repetición, exi-
Será sin duda bastante fácil durante 11111cl10 t icmpo aún estar de giría una elaboración precisa del nostos y de la diferencia o deriva que
acuerdo con la ideología de uu «Sl'lltido del humhrc». Pero este lo produce. El gesto de Joyce es una versión de esta elaboración. No
sonámbulo acuerdo se niega a saber (!lit' Sl' l111rl' l'11 presencia de una es, evidentemente, producido por azar en una época en que, después
humanidad desde hace mucho tiempo dl•s¡•:-,pcr:11111 o hastiada de las del romanticismo y de Nietzsche, la interrogación más o menos
llamadas hechas a su propio «scnt ido», 11iil·111 r11:-. qlll' siente que habi- directa sobre la esencia del retorno se había convertido en una preo-
ta en el menos humano de los 111t111dos posdilt•:-.. l'11ni los dos tercios cupación filosófica. Pero esta preocupación y, en consecuencia, toda
de esta humanidad, «el hombre» 110 l'S, l'll Nll11111, 111as que una dene- elaboración de una problemática del retorno (y, tal vez, de _Occiden-
gación, puesto que no se le deja 111:1:-. qui· t-.11li11•v1v1r. P11rn el otro ter- te y de la filosofía misma como retorno) son ajenas a los que exigían,
cio, es el nombre moderno que sv k d1111 N11n 11,0 p;·l'(lido ante la fuga en definitiva, un retorno a: a los valores, a la razón, a Dios, a Kant o
de su imagen. Desde luego, el disrnn,o 1k lo¡,, tkn·d1os del hombre al Diablo.
no deja de desempeñar de vez en cutuulo 1111111()11('), necesarias, en El retorno a parece suponer un extraño modo de andar. Propone
calidad de urgencia política o 11wr11I. N11 ct, ct,t11 111111 1·11zo11 para igno- retroceder para .avanzar (a menos que sea para saltar mejor... por
rar lo que ya sabemos: el homhre l'\1yrn, dnn 11111, 1,011 respetados está encima de su tiempo). Sin embargo, yo no le opondría la imagen de
abandonado a una libertad, a una l'o1111111lll11d 111vo M'lll ido se le dice una pura y simple marcha hacia adelante, que se apartaría de sí
ser, y que no tienen para él 11 i sen I ido, 111 v111 111 1 'no, 1111 Vl'Z, la causa misma bajo los modelos demasiado evidentemente datados del des-
de ello resida precisamente en esto, 1·11 q111· 111 ldw1 uul, l11 cmnunidad, cubrimiento o del progreso. Cristóbal Colón, Descartes, Condorcet o
etc., están cerradas y acabadas l'II d li111111111i•o1110 lilo1iolH·o. Una cosa Kant (a pesar de todo) ya no son de nuestra era, y sin duda, hoy día,
es denunciar la ignominia de la Sl'rvi1h111il111, y 11Ln1 11111y diferente es «dar un paso hacia adelante» muy difícilmente se deja analizar, por la
pensar la soberanía, que no es si111pll'11H·nt1 1 l 11·r;i• 111 lo contrario de filosofía, en términos de marcha decidida y de camino orientado.
22 Jecm-LMC Nanc,1; El olvioo oe la filosofía 23

Pero quien obedece de hecho a la lógica de la marcha hacia adelante distancia es demasiado grande, y no se dejaría de echar en falta, para
es el retorno a, con la condición de querer afrontar efectivamente el algunos, a Dios, para otros, al sujeto, para todos, la libertad y la voca-
caso en que se está equivocado de camino. Se vuelve al lugar en que ción del hombre) Esto supone reconocer qu� el retorno tiene límites,
se ha bifurcado mal, en que se ha divagado, y se vuelve a partir en la y que en «alguna parte» hay pasado queha pasado, en relación al cual
dirección apropiada. No ha ocurrido nada, el retorno hacia atrás es algo ha acaecidoj en relación al cual, en definitiva,. nosotros hemos
un gesto neutro o nulo, a decir verdad insrunranco: no tiene ningún • acaecido/Pero no se dice dónde ni cómo exactamente el pasado ha
peso en la historia, simplemente la vuelve a poner en el camino recto. cesado de pasar, para, con ello, dejar que suceda la crisis antes de
Basta con advertir de repente lo que saca al pensamiento de su curso emprender el retorno. En cuanto al pasado de la crisis misma, que
desde alrededor de 1795 (o 1580, o 402), y decidir volver al punto de era posterior al presente de nuevo presente del comienzo apropiado,
partida. Todo es positivo en este gesto, no huy retroceso, no es un no es propiamente pasado, no está depositado en los aluviones de la
gesto retrógrado. Es, más bien, un gesto rctrouct ivu: se puede anular historia, ni, en consecuencia, inscrito en su fecundidad: está supera-
la duración y encontrar en 1985 el comienzo apropiado que se malo- do, eso es todo. Desde hace algún tiempo, sacudiéndose el yugo de
gró en 1785. Las dos fechas son, por 1an10, id<:111kas en lo esencial, los pensamientos historiadores, hemos comenzado a enterarnos de
no habiendo nada que las distinga, o, en iodo caso, nada más que el . que hay pasado que sencillamente no ha pasado: Hegel, la muerte de
tiempo desdeñable de la crisis y la divagucion. J .us fechas interme- Dios, el proletariado o Auschwitz, a escoger, o todo a la vez.
dias no son, en el fondo, más que falsas fechas en la historia, o bien, Tercera consecuencia'¡ aquello a lo que se trata de retornar no es
solamente, las fechas del error o del cngano, i 11s1 ruct ivas cuando se tanto a un sentido determinado como al sentido mismo, absoluta-
las atiende a contrapelo. · mente, o bien a la categoría de sentido en general., (Más precisamen-
Pero, en estas condiciones, «Ióndc se cucout rara una verdadera te, sería necesario decir: el sentido determinado de la ideología
fecha y un verdadero comienzo en la histuriu? Adruitumos que sea humanista se presenta inmediatamente subsumido bajo la categoría
con Kant (ya que es de él de quien más a rucnudo se 110s habla, como del sentido en general, cuya tarea y apuesta asume.)
si, por añadidura, nosotros hubiéramos esperado la llamada al retor- [El sentido en general es el sentido comprendido como significa-
no para leer y releer a Kant...). Se adrnit ira desde ese mismo momen- cióri.La propia significación, es decir, el sentido en el sentido de «signi-
to que con Kant se produce una ruptura y uuu inuuuurución. ¿Qué ficación» (lo que es el sentido más común de la palabra «sentido» en
ley de la historia restringe la inaugurucion en Ka111? ¿Qué pensa- nuestra lengua y en la filosofía), no es exactamente o no es simple-
miento de la historia autorizaría una ley sc111vja11IL'r A falta de res- mente «el sentido» o «sentido», sino que es la presentación del senti-
ponder a estas preguntas, que no son por lo dL·111as 11i siquiera plan- do.ll,a significación consiste en el establecimiento o en la asignación
teadas, se procede a la vez como si K.1111 iuuunumru, y como si él de lá presencia, según el modo ideal (o inteligible: lo que se denomi-
mismo no fuera ya más que el retorno de y a 111w Idea cuya proce- na «el sentido»), de una realidad factual (o sensible), o mejor aún, y
• dencia, esta vez, no se precisará. La lógica del retorno es introducida recíprocamente, la asignación de la presencia según el modo sensible
en la historia, a la que niega y afirma si111ultam•11111e111e, que corrige (tal realidad, y/o la materialidad del propio signo) de una determina-
y experimenta en un mismo movimiento. l ,a coufinuación de esto ción inteligible. La significación es propiamente, de Platón a Saus-
nos la da el hecho de que nadie preconiza el retorno a la antigüedad sure, la conjunción de un sensible y de un inteligible, de tal manera
pre-cristiana (aquí o allá, sin embargo, se csbozu 11 veces un gesto en que uno y otro se presentan uno a otro. El sentido del sentido en
este sentido, a propósito del derecho, la moral, o In felicidad ... ):\. la tanto que «significación» es mostrado (significado) por la más ele-
24 Jean-Luc Nanc� El olvioo oe la filosofía 25

mental y constante lección de la filosofía: suponiendo adquirida la pre inaprensibles, «arte oculto» de lo que bautizó como el «esquema-
división de un sensible y un inteligible, la significación es la resolu- tismo».[y basta con dejar esto inaprensible en su obscuridad, basta
ción dialéctica de esta división, cuya fórmula lapidaria podría ser: el con no preguntarse acerca de si esta obscuridad exige, no tanto un
sentido de las cosas presentado en el sentido de las palabras, y recí- suplemento de claridad, sino, tal vez, una forma distinta de abordar
procamente. O bien, de manera aún más lacónica: la logología (dis- la cuestión, basta con ignorar lo que, sin embargo, se revela al mismo
curso, ciencia y cálculo de las razones de lo real)J tiempo, es decir, que la significación no da de ninguna manera el «senti-
En términos kantianos -puesto que son aquí los más apropiados, do» de su propia producción o de su propio advenimiento ( que no
y es sobre todo nuestra relación con Kant lo que está en juego-{_la puede ser él mismo una significación, sino el acto o el movimiento
significación es propiamente aquello en lo que los conceptos ya no en el que se manifiesta la posibilidad del sentido, lo que a veces se ha
son vacíos y las intuiciones ciegas] Dicho de otra manera, la signifi- intentado denominar la «significancia-jjbasta con esto para hacer de
cación efectúa lo uno en lo otro y ambos conjuntamente. Relaciona a la filosofía entera una empresa general ?ie significación y de presen-
cada uno con lo otro como con lo que le confiere su verdadera pro- tación, e incluso se puede decir que ha sido preciso esto, el enigma
piedad: el concepto piensa y la intuición ve, el concepto piensa lo que abierto y cerrado del esquematismo, para comprometer a la filosofía
la intuición ve y la intuición ve lo que el concepto piensa. La signifi- moderna en la voluntad explícita y en el proyecto sistemático de la
cación es de esta manera el modelo mismo de la estructura o del sistema presentación total: sensible, moral, lógica, estética, política, metafísi-
cerrado sobre sí, o mejor aún en tanto que cierre sobre sl. Significación del ca. Aunque el pensamiento kantiano, en su tensión más viva, no haya
humanismo: la realiélad del hombre se presenta directamente en la olvidado nunca la cuestión del esquematismo, este proyecto no está
misma idealidad denotada «hombre». Humanismo ele la significa- menos comprometido en el propio Kant.[La significación puede
ción: la idealidad del hombre se presenta directamente en su reali- revestirse de diferentes modos, desde el modo ostensivo de la mate-
dad sensible, la de sus obras y/o la de sus signos. mática hasta los modos analógico, simbólico e incluso «negativo» de
ÍAnte el abismo terrorífico o enloquecedor abierto entre la posibi- la moral, la estética y la historia, pero siempre es, esencialmente, de
lidad de que el pensamiento sea vacío y la posibilidad correlativa de ella de lo que se trata, es la exigencia y la lógica de su cierre (Kant
que la realidad sea un caos (esto no proviene de Kant, aunque es en habla de «satisfacción» de la razón) lo que está en juego. Y de Kant a
él donde adquiere su traza moderna y perfectamente humana ), la sig- Husserl, la línea mayor de la filosofía no ha hecho otra cosa sino
nificación es la certeza que cierra la abertura restituyendo los dos modular diversamente la voluntad de la presentación]
lados homogéneos. La realidad comporta un orden y la razón orde- (Sin duda, esta gran modulación no ha dejado de llegar a tocar el
na lo real. El sí, el sí-mismo «sobre» el que se cierra este sistema (y límite de la significación y de interrogarla, no ha dejado de plantear
que, de hecho, él constituye, por este cierre mismo), es el lugar o la la cuestión del sentido de la procedencia del sentido, la cuestión de
instancia de esta homogeneidad, su soporte y su sustancia, es el suje- la apertura del sentido y de otro «sentido» del sentido. En verdad, ha
to capaz de presentar conjuntamente, es decir, lo uno por lo otro, el hecho que se manifieste esta cuestión como tal, y es precisamente de
concepto y la intuición] esta manera como la filosofía ha actualizado la cuestión de su propia
Por eso la significación o el sentido designan en Kant lo que tiene clausura, de su propio confín en la linde del sentido. Volveré a ello
lugar en tanto que presentación. La fuerza o el «golpe de mano» más adelante, pues es en ésto, es por esta obstinación en el límite de
(Handgriff) que opera esta presentación, Kant los declara para siem- la presentación significante, como la filosofía efectúa propiamente el
Jecm-Luc Nanc� El olvioo oe la filosofía 27
26

acto del pensamiento filosófico. El olvido de la filosofía es el olvido significación. Son sus predicados fundamentales, pues, no en vano,
la significación, o la presentación, debe ser· producida por el sujeto,
de esta obstinación.)
que se presenta a sí mismo (ésta es su «libertad») y que, de esta mane-
* ,lLa voluntad dela presentación no cesa de hacer que el sentido sí
ra, comunica y se comunica desde mismo. El humanismo es el sis-
retorne -la esencia sensata del sentido, la significación- �n el tema completo de la auto-donación del sentido. En cuanto al «valor» '
�.. conocimiento, enla historia, en el trabajo, en el Estado, en la' comu- . .
cuyo motivo no deja nunca de acompañar a las reivindicaciones del
nidad, en el derecho, en la ética , y hasta en el arte y en la fe, porque retorno, no es más que la significación en tanto que querida: el «valor»
esta voluntad es la presuposición del sentidoj se necesita que haya sig- es sentido aún no realizado, pero cuyo sentido (postulado) regula el
nificación, es decir, no se necesita que las Ideas sean vacías, ni que la paso y la dirección de nuestros recorridos. El humanismo es la pos-
� experiencia sea un caos.AEl límite de esta exigencia incondicionada tulación del sentido del hombre, y tal vez no confiere otro sentido al
. . se encuentra en la Idea de la presentación de lo incondicionado hombre que el de su infinita postulación. En cierto sentido, el huma-
mismo: lo sublime kantiano. Lo sublime -indisociablemente esté- nismo queda deliberadamente (voluntariamente) a la voluntad del
tico, moral, político y filosófico- eleva, sobre el fondo de la signifi- hombre. La inhumanidad de su mundo no debe sorprendernos
cación de la que se arranca, otra apertura del «sentido». Esto subli- demasiado.
me, como tal, no es tal vez ya para nosotros un recurso suficiente. No
deja de adherirse aún, aunque sea por vía negativa, a la lógica de la
presentación, y corre el riesgo de preservar una cumbre de significa-
ción. Pero es necesario remarcar al menos el hecho de que los partí-
diarios del retorno no se refieren al Kant de lo sublime, ni a los pen- EL DESPLAZAMIENTO DEL SENTIDO
samientos que han sido sus herederos.) 1
Se retorna, por tanto, cada vez a esta'voluntad del sentid�. Y si se
acuerda, con Kant y como, sin duda, es necesario hacerlo desde Intentaré decir cómo toda la filosofía, desde sus comienzos, ha
Montaigne y Pascal, que el hombre mismo no tiene o no es una sig- correspondido en un sentido a este pensamiento. Pero es necesario en
nificación ya producida, disponible, por lo menos tiene o es la signi- P:imer lugar medir hasta qué punto, en la filosofía (en Occidente),
ficación de esta voluntad y, de esta manera, la significación del suje- nmguna época anterior a la nuestra (si ésta es aún la nuestra: toda la
to de la significación o de la presentación. Es así como se define el cuestión reside ahí) estuvo hasta este extremo definida, estructurada,
humanismo contemporáneo: como la autopresentación de la volun- imantada por esta voluntad. La prueba de ello está en la constancia
tad del sentido o, más exactamente, como la autopresentación del y en las exigencias reactivas de los pensamientos del retorno: no nos
sentido de la voluntad del sentido. El proceso y el proyecto de la sig- soportamos sin un proyecto de significación, ni sin la significación
nificación es dirigido por esto; «el hombre» significa este proyecto y de un proyecto. El sentimiento de esta necesidad, con su demanda
este proyecto significa al hombre. febril, no se convirtió en general y permanente más que hacia el fin
del siglo XVIII. Y esto no es por el efecto de un progreso, porque el
Se comprende así que los pensamientos del retorno no cesen de 1
pensamiento
• d e 1 progreso' -que es, en suma,' la matriz de los pensa-
retornar a este lugar común compuesto de la «libertad», del «sujeto», mientos del retorno, que es el pensamiento de un desarrollo del sen-
de la «comunicación», etc., categorías o Ideas reguladoras que son, en tido presupuesto- no se constituyó más que en este momento y
suma, los trascendentales, en el sentido escolástico del término, de la • según este movimiento. Es, más bien, el efecto de una reacción de
Jean-Luc Nanc� El olvioo oe la filosofía 29
28
__,., \- l v-.' �vJ
salvaguarda contra 'él desamparo y la errancia en los que el hombre entonces, otro día, al que no podemos conferir el sentido de ninguno
moderno -digamos, el hombre del segundo «humanismo», el que de nuestros días y de ninguna de nuestras noche� La cuestión de un
no podía ya vivir de la imitación de los antiguos, el moderno en con- orden exterior a la significación no se plantea en las condiciones ni
secuencia- hacía la experiencia de sí mismo [ Montaigne, Shakespe- en los términos de la significación ( de esta manera, todas nuestras
are, Pascal, La Rochefoucauld, Sterne, Didefot, Lichtenberg, Rous- concepciones del «mito» no nos han permitido acceder nunca a una
seau ... El pensamiento del progreso (a veces en los mismos pensado- «vida en el mito», si es que esta expresión tiene algún sentido; o bien,
res) vuelve a actuar a través del proyecto de la significación. según otro punto de vista, todos nuestros pensamientos de la míme-
sis asumen como tarea propia el pensar este hecho de que no es posi-
Los pensamientos del retorno repiten esta vuelta a actuar. Esto no
ble significar lo que fueron los primeros modelos de Occidente, ni,
los justifica. Al contrario, los condena. Los condena sin remisión (y
más radicalmente, si hubo o si hay un modelo para la lógica de la
sin que sea necesario introducir el más mínimo prejuicio en esta con-
• mímesis)J.:ncluso s� hubo un orden exterior a la significación, e inclu-
dena: todo es tan visible, tan abrumador, depende tan poco de una
so aún estando presente en alguna parte entre nosotros, o en noso-
cuestión de preferencias ... ). Esto los condena porque el tiempo pasa-
tros, no sabríamos nombrarlo ni describirlo en nuestro discurso, no
do, el acontecimiento, el trabajo de la historia y la sospecha intrata-
sabríamos darle sentido en la lógica de la significación..:. )
ble de la propia filosofía han puesto en evidencia que la voluntad de
significación no es más que una reacción -«humana, demasiado Solamente se puede intentar decir que, en este orden, los pensa-
humana»- a la experiencia inaudita que hacía Occidente (o que, al mientos no podrían estar vacíos, y que la realidad no podría ser un
menos, se veía entonces hacer, pero en la que, tal vez, él estaba com- caos, porque la división presupuesta de esta manera entre «pensa-
• prometido desde el comienzo, y por la cual se define)./No era la expe- miento» y «realidad» no sería viable. Lo que quiere decir que el «pen-
riencia de una «péE.dida del sentido», como lo diría un pensamiento samiento» no sería la actividad representativa-significativa de un
de la crisis o del retorno. Pues tal fórmula está fundada sobre la sujeto y que la «realidad» no sería la cosa significada y presentada por
reconstitución posterior o sobre la ilusión retrospectiva- tan tenaz, ese sujeto y a sí mismo. Se podría decir también que, en este orden
y también tan primitiva en Occidente- según la cual habría habido, diferente, el caos mismo sería un pensamiento y el propio vacío de
«antes de», una significación adquirida, disponible y compartida, los conceptos una realidad ... Pero, una vez más, no se trata de inten-
que la crisis acabaría por alterar o recubrid Pero la experiencia de tar dar un significado a este orden, que no sería sino la ilusión supre-
Occidente, puesto que inventa la significación, y puesto que suscita, ma, y la más retorcida, de la voluntad de significación. (Hablar de un
en su forma moderna, la voluntad de la significación, no va, en rea- «orden» está de sobra.) No tiene, tal vez, por sentido más que abrir y
lidad, de significación perdida a significación recobrada o restaura- deshacer lo que se cierra en la significación. Al hacer la experiencia
da. Es, más bien, la experiencia de una entrada en el orden de la sig- de «entrar» en la significación, Occidente hacía la experiencia de no
nificación, al salir de un orden diferente. Este orden diferente, tal poder componérselas con nada que no pudiera significar y de no
vez, no existió jamás: para el historiador, en todo caso, durante un poder, en consecuencia, significar ni su propio advenimiento, ni la
medio milenio anterior al nacimiento de Occidente, nos encontra- instauración del régimen de la significación.
mos sin más con «la noche», según la expresión de Braudel, lo que Jamás, en consecuencia, hemos olvidado, perdido, confundido o
quiere decir que no es necesario intentar dar a este momento, en que enmascarado la significación, de tal modo que tuviéramos que reco-
«el Mediterráneo oriental retorna al plano cero, o casi, de la historia», brarla o reconstituirla. Siempre hemos entrado en ella, siempre tan
• una significación, ni siquiera una significación «nocturna». Hubo, sólo hemos tenido acceso a ella, y la edad moderna no fue sino el
30 Jecrn-Luc Nanc� E[ ofvioo oe [a fifos.ofía 3]

acceso a la significación en tanto que voluntad de producir la signi- misma estructura u operación de la significación, pues el sentido o
ficación, mientras que la edad antigua había accedido a la significa- el significado está presente, por principio y en el modo que sea, y la
ción en tanto que disposición del mundo. Cada vez, hemos dado a significación.consiste en recobrar esta presencia y presentarla en el
este acceso la significación de un proceso o de un progreso: salimos significante. El significante presenta significado el sentido que, de
de una pérdida o de una confusión de la significación, de un momen- antemano, se significaba en silencio. Este movimiento de retorno
to de balbuceo, de mentira o de delirio, de un caos o de un destino, del sentido, con�titutivo del propio sentido en la significación, es quien
de una condición animal o divina, de una ausencia cruel o leve de se expone desdoblándose en la representación de la pérdida o de la
leyes, etc. En este momento, el sujeto se representa solo, o mejor, en obliteración¡ del sentido cuya crisis precede y suscita la exigencia de
este momento acaecen juntos la «soledad», el «sujeto» y su descon-
/ su retornog,os pensamientos del retorno.piensan el sentido como
cierto, en este momento adviene una desorientación -Occidente aquello cuya esencia es una estructura de retorno, y como la re-
mismo- que exige la significación en la medida misma en que ella orientación prometida a Occident:·A
se significa a sí misma de entrada como una privación de significa-
Una estructura como ésta implica, en consecuencia, qw(la pér-
ción. Después de todo, la propia empresa del sentido comienza siem-
dida del sentido es también esencial al propio sentido, para que así
pre por significar la presencia anterior o trascendente de un sentido
él pueda retornar.)Y sin embargo, la crisis de la pérdida no debe
perdido, olvidado o alterado, que se trata por principio de recobrar,
aparecer, al mismo tiempo, más que como un accidente de super-
restaurar o reanimar.
ficie, a falta del cual es posible que se corra el riesgo de no saber
El hecho de que la pérdida previa y provisional del sentido sea -! cómo retornar al sentido.fAsí se desvela un equívoco fundamental
una pérdida representada, no impide para nada la realidad de sus de todo pensamiento de fa significación y del retorno: el sentido
efectos, poderosos como los de todos los fantasmas. No impide el debe estar presente, disponible, visible, indesplazable, y debe estar
desamparo y la errancia del hombre desorientado, y no evita, por al mismo tiempo ausente, ser de difícil acceso, estar muy por
tanto, hacerse cargo de este desamparo. Todo está en saber si con- detrás de las palabras y/o las cosas, alejado en un cielo de Ideas, o
viene desprenderse de los efectos del fantasma mediante el fantas- proyectado en el objetivo de una voluntadj Este equívoco le es
ma. No obstante, el hecho de que la pérdida (siempre provisional) indispensable a su estructura de retorno. Pero el retorno hace vol-
o la crisis (siempre curable) del sentido sean representaciones • ver sin fin el equívoco: [apenas hemos entrado en el sentido, ape-
adherentes, incluso consustanciales a la instauración del régimen nas nos hemos aproximado a él, es necesario que se aleje de nuevo,
de la significación, nos pone frente a lo que se podría llamar el fan- al cielo, a la historia o a la profundidad del significado] _., Sufre ese
tasma de la significación. En efecto, estas representaciones signifi- desplazamiento constante que es también su disimulación (Verste-
can, y ahí está su función y la razón de su necesidad, que la signifi- llung), tal como Hegel lo criticaba en la ley moral de Kant (esta ley
cación está siempre ya dada o presente, que siempre ya ha estado moral, en efecto, al menos estrictamente considerada según la eco-
disponible (aunque fuere bajo la forma de una «idea reguladora», de nomía filosófica del sentido, es uno de los mayores ejemplos de
un «valor», o incluso a veces de un «presentimiento»; que se pien- significación, ya que prescribe el sentido mismo, que está de esta
se la manera en que el cristianismo se ha afanado por representar- manera presente, pero el sentido de este sentido no es más que ser
se como ya presente �n germen en la Antigüedad, tanto como Pla- prescrito, lo que lo aleja infinitamente). El sentido de la significa-
tón se representaba como ya presente en Hesíodo o en los sacerdo- ción, o el sentido según la significación se relaciona de manera
tes de Egipto). No obstante, esta antecedencia obligada dirige la esencial con este desplazamiento y fuga infinitos: el sentido de la
32 Jean-Luc Nanc� El olvioo oe la filosofía 33
I

apariencia, por ejemplo, está precisamente en la realidad que ella EL PROYECTO DEL SUJETO
vela, el sentido del devenir está precisamente en la permanencia
que él recubre, el sentido del lenguaje está precisamente en el sen-
tido que él mantiene a distancia del significado ... O mejor aún, y Por seguir con las mismas pautas, se podría decir que, en el deseo
de manera simétrica: el sentido de la apariencia, del devenir o del del sentido, lo que es problemático no es el sentido, sino más bien el
lenguaje consiste siempre, en un último análisis, en su desvaneci- deseo. Dicho de otra manera, si el deseo del sentido caracteriza lo que
miento virtual en provecho de la presentación del sentido. está profundamente clausurado en el pensamiento de la significa-
ción, lo que lo retiene en la Verstellung metafísica, no es porque se pre-
[ Algunos se han complacido en subrayar, en los últimos años, lo
ocupe del sentido ( dicho esto, sin aguardar a poder decir más acerca
que pensaban que debían ser trazos constitutivos del pensamiento
del «sentido», en referencia a aquellos que creen o fingen creer que el
contemporáneo considerado como crisis, como patología, incluso
pensamiento actual no se ocupa más que del sinsentido, de lo insen-
como perversión del espíritu: un privilegio concedido a la ausencia
sato o de otras florituras ajenas al sentido), sino porque plantea el
contra la presencia, al vacío contra lo pleno, a la carencia contra la
sentido como objeto de deseo (y, en definitiva, a partir de esta posi-
satisfacción, al en otra parte contra el aquí. Pero, en realidad, es el
ción es como se engendró la determinación del sentido como signi-
pensamiento que reivindica la salud o la normalidad quien no cesa
ficación).
de insinuar la ausencia bajo sus presencias y de excavar el vacío en el
seno de sus plenitudes. El sentido que ese pensamiento invoca está El deseo de sentido marca de todas las maneras el acceso a sí
siempre en otra parte, está siempre desplazado o en desplazamiento mismo del sujeto moderno, en cuanto que este «deseo del sentido» no
o, más exactamente, la presencia del sentido abre instantáneamente es, sin duda, un tipo particular de deseo, sino que califica al deseo
la perspectiva inde?ni?a o infinita de su proyección en otra partel > como tal. De Montaigne o Descartes a Rousseau y Proust todo
Esto no quiere decir, sm embargo, que convenga tomar partido por comienza por una situación de pérdida o de extravío en la cual y
la ausencia. Algunas actitudes teóricas que han valorizado un orden desde la cual se yergue el deseo (figurado, según el caso o a la vez,
del «significante» y que han proyectado el orden del «significado» como necesidad, apetencia, nostalgia, voluntad ... ) de recobrar lo que
sobre una línea de fuga infinita han seguido, al menos en parte, pri- se perdió o de encontrar lo que no está presente (según los casos, o a
sioneras de la lógica de la significación, en la misma medida en que la vez, una identidad, una dirección, una historia, una intimidad,
conservan su léxico y sus conceptos. No habrán representado en una memoriaj, Pero, al mismo tiempo,tste sistema de la pérdida y
menor medida su papel de advertencia y de puesta en crisis. Pero del deseo provoca desde sí mismo y de entrada un rasgo decisivo de
habrán seguido siendo, a cierta profundidad, solidarias del pensa- este sentido: su ausencia o su alejamiento. Aunque el deseo dé el pri-
miento que hoy día busca desacreditarlas. Y esta solidaridad es una mer sentido de este sentido, no deja de estar a distancia, su presencia
solidaridad dentro del pensamiento de la significación en tanto que misma se presenta en)a distancia, y lo que tiene sentido es, en primer
deseo del sentido. lugar, tender hacia élj�l sujeto se define como el sujeto de su deseo, y
este deseo es el deseo de devenir sujeto (tal es la ley de la Verstellung).
Dicho de otra manera, el deseo es simultáneamente el apetito de la
satisfacción significante y el signo de la distancia del sentido o, más
precisamente, el signo de su presencia-a-distancia. El sujeto entra en
el régimen de la significación al comenzar por descifrarse a sí mismo
34 Jean-L1,1c Nanc¿7 El olvioo oe la filosofía 35

y su deseo (o bien, a sí mismo en tanto que deseo) como el signo, o menéutico, el análisis semiológico y, en definitiva, la concepción filo-
como el síntoma, de su propia presencia-a-distancia] En términos sófica del mundo son, o son presentados, como otros tantos aspectos
hegelianos: la desdicha de la conciencia presenta el sentido de la con- de una misma función general de significación. Estos diversos aspec-
ciencia, y el presente consciente. (Pero, ¿no estaba esta lógica ya en tos pueden entrar en conflicto, incluso encontrarse en contradicción,
Kant, aquella que dirige la crítica de la razón a partir de la ausencia pueden fracasar en significarse recíprocamente (lo que no es, por
• de una intuición intelectual en esta razón humana?)/El deseo -que cierto, «insignificante» ... ), pero esto no les impide a todos obedecer a
se convierte con Hegel en la calificación ontológica dél acceso al Sí- una misma lógica: la lógica del reenvío significante al sujeto que se
mismo- es el significante vacío del significado distante, o de la distancia significa, es decir, al sujeto deseante, que hace en el fondo el sentido
del sentido. No de otra manera él ordena el reino de la significació�j del arte, de la ciudad, de la filosofía, etc. Y siempre este sujeto está
presente-a-distancia, ya sea porque está puesto en la Idea o en el Valor
Por una parte, da su ley: la propia significación es deseo, tensión
(el Hombre, la Libertad, la Ciencia o la Filosofía), o porque está dado
del significante hacia el significado, o bien tensión del signo hacia la
como término de un proceso (histórico, poético, pedagógico) y de un
realidad. El pensamiento acerca de la finalidad del signo ocupa todo progreso del que, por definición, «no se ve el final», o bien aún por-
Occidente y se exacerba en su edad moderna: el signo tiene por obje-
que, a fin de cuentas y como para asegurar que no se verá su final,
to, tiene por sentido, conducir al sentido o presentar el sentido, mien-
este sujeto se identifica con el movimiento del propio proceso (lite-
tras que el significante tiene por objeto presentar el significado. Pero
rario, lógico-matemático, teórico, tecnológico, psicoanalítico, filosó-
el signo, o en él el significante, tienen por naturaleza el ser inade-
fico, humanitario ... ).
cuados a su propio fin, pues, o bien las lenguas están mal hechas
(desde el siglo XVIII al siglo XX no se dejará de insistir en la volun- A través de toda esta gigantesca operación, única y polimorfa pues-
tad de construir una «lengua bien hecha»), o bien la metaforicidad ta en obra del sentido, las marcas del deseo y los trazos de la significa-
devora al lenguaje. El instrumento de la adecuación o de la imitación ción son infinitamente homólogos o intercambiables. Se dejan reu-
significante es, por principio, capaz tan sólo de una aproximación, es nir bajo las dos rúbricas genéricas de la carencia y del proyecto.
decir, no puede más que conservar la distancia y conservar el senti- El sentido falta, y es esta carencia la que desencadena todas las for-
do a distancia. La teleología de la presentación significante está, por mas o todas las figuras del deseo, la impaciencia y la voluntad carte-
ello, condenada a lo inefable. Lo inefable mismo tiene sus signifi- sianas, la frustración humeana, la insatisfacción kantiana, la agita-
cantes, que son, en consecuencia, los significantes de su distancia, y ción fichteana, la desdicha hegeliana, la fiebre nietzscheana, la
que, según el caso, pueden ser la Ciencia, la Historia, el Estado, la angustia kierkegardiana, la historia marxiana, el élan bergsoniano, la
Libertad, el Valor, el Hombre, el propio Sentido. En estos signifi- intención husserliana, etc. (Este et caetera exige una precisión, pues,
cantes, no hay nada sorprendente en que llegue a cumplirse, es decir, evidentemente, el deseo del sentido no se detiene simplemente en
a morir, el sentido del significante «dios». Husserl. Sin embargo, sus figuras sin duda ya no se renuevan. Al
Por otra parte -aunque es, en suma, la misma operación- el pro- contrario, y como más adelante me veré llevado a analizar, algo ha
pio deseo se organiza en un sistema o, al menos, en una serie de prác- comenzado a suspender este deseo, o a interrogarlo, desde antes de
ticas significantes: la empresa literaria, el procedimiento experimen- Husserl pero manifestándose en otra época, como indicarán rápida-
tal, la acción histórica, la constitución política, la invención artística, mente, por el momento, los nombres de Benjamín, Heidegger o
la verbalización psicoanalítica, la formalización lógico-matemática, Wittgenstein. De ahí que me permita una periodización, que, aún no
la autogestión tecnológica, la valoración humanista, el proceso her- siendo inexacta, al menos sí es demasiado sumaria.)
36 Jea11-Luc Na11c:9 El olvioo oe la filosofía 37

_,,,. En cada una de estas figuras; el deseo se pone en obra con su pro- ausencia impide dar a priori la dirección, es el gesto mismo de lan-
pia potencia, que es la potencia de lo negativo: la división del sujeto zarse hacia delante el que proporciona la dirección, como por una
en relación -consigo mismo, la revelación de la que se desprende que especie de espontaneidad anticipadora del sentido] Descartes lo
su verdad, su valor y su fin están en otra parte, aunque esta otra parte explica literalmente: el viajero desorientado en el bosque debe andar
sea él mismo, y no cese, en consecuencia, de reabrir en él un espacia- recto hacia delante, sin tratar de elegir un sentido. En estas condi-
miento amenazante, lleno de fiebres y de problemas, fiebres y pro- ciones, la dirección, la orientación consiste esencialmente en la
blemas de una identificación de antemano condenada a un agota- pro-tensión del propio deseo. fEl deseo orienta, sin duda, pero
miento infinito.lFue Montaigne quien fijó, de una vez por todas, en orienta ante todo en tanto que es deseo de orientación. Por eso, su
el umbral de la' época del deseo, el exemplum de esta tarea sin fin. orientación es, por una par(e, siempre igual: la significación cumpli-
Además, es a causa de esto por lo que él asigna a la filosofía como da, «el hombre» realizado, y, por otra, infinitamente cambiante: ha
objetivo «enseñarnos a morir», es decir, enseñarnos a aceptar la dis- generado toda clase de «sentidos de la historia», así como toda clase
tancia infinita que nos separa de nuestra significación (o mejor aún: de «miras» definidas por valores ahistóricos, incluso antihistóricos.]
enseñarnos que la significación final es la suspensión de la significa- (En todos los casos, lo que está en juego es el propio valor de orien-
ción). (La excepción fascinante que representa desde muchas pers- tación: aquello que puede regular, dirigir, incluso normar la marcha
pectivas Spinoza en el pensamiento moderno en el fondo descansa de Occidente hacia lo que por esencia él ha perdido, el amanecer, la
esencialmente en el rechazo de la fórmula de Montaigne. Spinoza luz de la verdad, de la belleza, del bien, la aurora del sentido.ilnclu-
dice: «La filosofía es meditación de la vida, no de la muerte.» De so si esta luz debe ser declarada de una vez por todas claroscura,
alguna manera, Spinoza no ha buscado más que un pensamiento dotada de sombras inevitables (no otra es la versión de un huma-
del sentido sin distancia. Hegel también, a su modo. Con ellos, la nismo razonable, valeroso en el desencanto), su oriente sin estallido
metafísica tocaba ya el límite de la significación.) Con Montaigne, merece conducir nuestros pasos, antes que abandonarnos a las tinie-
el objetivo ha devenido el fin -el fin del sentido en tanto que su • blas-lLa orientación, y el pensamiento que se concibe como orien-
cesación-, y además un fin que es necesario aprender a querer tado y como proveedor de orientación, proceden del vacío ahonda-
como tal. Y el hecho de que Montaigne haya al mismo tiempo fija- do por la fuga del sentido.¡Es por esto también por lo que la orien-
do el exemplum o la matriz de aquello por lo que esta tarea mortal se. tación no pretende siempre significar y presentar el término de su
retribuye: la obra (en particular, la obra escrita) en tanto que sustitu- mira. Puede contentarse con designarlo de manera analógica o
ta del sentido y del sujeto que faltan - ese hecho no impedirá, más metafórica, indirectamente, provisionalmente, en un esbozo que
bien al contrario, que se ahonde la distancia que separa al sustituto perpetuamente se está rehaciendo.¡ �a meta puede permanecer figu-
de la presentación de la verdadera presentación, y que 12. Obra infi- rada, llámese «el paraíso», «las Indias occidentales» o «el reino de la
nita, inacabable, termine por perderse, del romanticismo a Mallarmé justicia y de la libertad». Lo importante es que la mira, más que sig-
y a Joyce, en el océano de su propio deseo. (Un mismo movimiento, nificar propiamente la meta, se significa a sí misma: significa el pro-
sin duda, agotaba, por tanto, a la obra en tanto que significacióny a yecto, y el proyecto como tal significa la verdad del sujeto. Curiosa-
la significación en tanto que obra - volveremos sobre este agota- mente, el hombre del humanismo no puede jamás ser donde está,
miento.) sino tan sólo en su proyecto y en tanto que proyecto. Lo que es debe
'>; r El proyecto responde a la falta: el sujeto se arroja hacia delante en devenirlo, por educación, por intención, por esfuerzo, por transfor-
/ la dirección del sentido ausente o, más exactamente, y porque esta mación, por progresión, por anamnesis. Este devenir puede cum-
38 Jean-Luc Nanc;g E[ olvioo oe la filosofía 39

plirse en la sucesión de las generaciones, o en el acto individual del repartir responsabilidades, a reducir violencias y a dominar apetitos.
proyecto y de las miras, pero nunca en el presente de la existencia. Pero de cientos de maneras, igualmente, el deseo de democracia no
Para el hombre del humanismo su presente y su presentación (su cesa de chocar hasta el infinito con su propio proyecto (ebueno para
sentido) no pueden coincidir. En el proyecto, al contrario, el sujeto un pueblo de dioses», como decía Rousseau) o de contemplarse en la
se apropia la presencia-a-distancia del sentido en el modo de la pro- inagotable repetición de su proyección. El fascismo, el nazismo y el
yección: las ideas, los valores, la idea y el valor del sujeto mismo, no stalinismo encontraron, cada uno a su manera, en la usura de esta
pueden ser más que proyectados sobre la pantalla de la representa- repetición un recurso para precipitar sus propias proyecciones, fan-
ción, puesto que su estatuto o su naturaleza son del orden de la sig- tasmas de inmediatez opuestos a la mediación indefinida. Pero su
nificación. Sobre esta pantalla, el ideal, el fantasma, la idea, la teo- fracaso final (si es que es un fracaso, si es que es final) no transformó
ría, el pensamiento, el valor y el sentido comunican, incluso comul- la naturaleza del pensamiento de la democracia. El proyecto del dere-
gan en la esencia de la proyección: visiones (o concepciones) del cho y de la libertad se satisfacía siempre con ser proyecto, y retorno
Mundo, del Hombre, de la Comunidad, del Derecho, etc. La pro- de proyecto, ya que esto es su esencia. Sin embargo, a cada día que
yección es, de esta manera, el verdadero régimen del sentido signi- pasa está menos claro, en la medida misma de la repetición de esta
ficado, es decir, del sentido puesto a distancia por la significación y proyección, que su esencia de proyecto -o que su significación- no
por su deseo. Y sólo en cuanto que, precisamente, el sujeto tiene por se tenga que enfrentar, cada vez más duramente, con las protestas que
verdad el proyecto y la proyección, la carencia de sentido -o su pre- vienen de la injusticia más flagrante (allí donde la miseria desafía al
sencia-a-distancia- se convierte dialécticamente en abundancia de sentido más modesto de la palabra «democracia»), así como con las
significación (al menos, es así como se define la dialéctica, como la interrogaciones más inquietas o desengañadas sobre el sentido mismo
conversión de una carencia que busca ganar sentido en una plusva- de lo político. No cabe duda de que todas las otras formas políticas
lía de significación, mediante una acumulación primitiva que es la en vigor dependen de los juegos más fantasmáticos y peligrosos con
de la voluntad de significar). En conclusión, el proyecto y la pro- la significación, y, sin embargo, esto no autoriza a contentarse con la
yección son, por naturaleza, inagotables. «democracia» imperturbablemente significada. ¿cúál es el sentido de
Estamos ante una nueva y última acomodación para el pensa- lo político cuando las significaciones políticas tocan su propia in-sig-
miento del retorno: el retorno mismo, que lleva de nuevo al proyec- nificancia? esto es lo que habría que saber pensar.
to y a la proyección, significa ya la verdad, porque la verdad se da en
la dimensión del proyecto. A riesgo de disgustar, a riesgo incluso de
parecer dar armas a los que aparentan identificar en los pensamien-
tos de crisis inclinaciones totalitarias (cuando lo que se denomina
«totalitarismo» representa, sin duda, el colmo del pensamiento sig- EL SENTIDO SIGNIFICADO
nificante y de la orientación), tomaré este único ejemplo: desde su
inauguración, la filosofía de la democracia no ha cesado de reflejar su El pensamiento de la significación determina a la filosofía como el
Idea, como proyecto y como proyección, de cientos de maneras posi- discurso que porta la proyección y que anuncia el proyecto: el dis-
bles que se extienden de Rousseau al Che Guevara, de Kant a Baku- curso «visionario» por excelencia. La filosofía, según esto, es la que
nin, o a Pannekoek, de Tocqueville a Gandhi, o a Arendt. De cientos da sentido, elaborando y presentando significaciones. Hace no
de maneras, esta filosofía ha contribuido a restaurar dignidades, a demasiados años, se podía leer en el periódico que carecemos de un
40 Jean-Luc Nanc:9 r:,l olvioo oe la filosofía 41

gran filósofo, es decir, de aquel que fuera capaz de comunicarnos una pesimismo, escepticismo y dogmatismo, duda y certeza, resignación
visión del mundo, de figurarnos su significación e insuflamos, al y voluntad, juego y seriedad, cordura y locura, separación y comu-
mismo tiempo, el alma y la energía de su proyecto. La carencia del nión, relativismo y unanimismo, etc. etc. (todo aquello que se
«gran filósofo» simbolizaba la carencia de la filosofía como donación podría llamar las macrosignificaciones filosóficas), así como todas
de sentido. El sentido, en tanto que puede ser dado por una opera- las combinaciones, todas las dosificaciones, contradictorias o insus-
ción de significación, es el sentido presente-a-distancia. Deplorar la tanciales, que se puedan hacer con ello. Desde el punto de vista de
ausencia de un «gran filósofo» es deplorar que no haya figura (por- la «lección», es decir, de la proposición (y a veces de la imposición ... )
que es necesaria una figura maestra, una proyección significante de de una significación dada a la existencia (y/o al universo, a la histo-
la voluntad de significación) que nos devuelva el sentido a distancia, ria, etc.), las reglas del juego, con sus variantes, son en este punto
para reorientamos y relanzamos hacia él haciendo que, de nuevo, contemporáneas de los comienzos de nuestra cultura, y están tan
todo en nosotros lo espere, lo desee y lo proyecte. (En otro sentido, íntimamente tejidas en su red de «ideas», de «mentalidades» o de
deplorar esta ausencia volvía a insinuar que no tendríamos pensador «actitudes» que es a la vez poco sorprendente y desconcertante
digno de este nombre. Cuando éste es, precisamente, desde hace cin- observar cómo incansablemente se propone el retorno a las mismas
cuenta años, el trabajo de cierto número de filósofos que no han deja- enseñanzas (de las que cada una, a fin de cuentas, tuvo en un
do de cuestionarse lo que quiere decir pensar cuando la significación momento dado su razón de ser y su función). Cuando se está desen-
está en las últimas. Son pensamientos de tallas y estilos diversos, gañado de imperios y de historias, es necesario volver a aprender el
pero al menos tienen en común el no olvidar la filosofía: ni sus exi- sentido de lo valores, o de la desconfianza; cuando de rechazo se está
gencias ni lo que ella ha agotado.) cansado de los ideales o de las sospechas, es necesario volver a las
La representación de la filosofía como «donadora de sentido» no acciones y a las fuerzas vivas. En este registro de nuestra cultura,
está, en principio, reservada a las filosofías -o a las que se dicen todo sucede, en suma, como si los contenidos de las lecciones
filosofías- que quieren comunicar un «sentido» pleno y positivo. importaran menos que el hecho de escuchar, o mejor, de volver a
Puede también ser adecuada a discursos que concluyen, de un modo escuchar una lección, de volver a mandar sin fin «a la escuela» o «a
pesimista, escéptico, prudente o poco riguroso, en el sin-sentido, en la escucha» de un anuncio cualquiera de significación.
el sentido incompleto, en un sentido débil o relativo. En efecto, Esta presentación de la filosofía como un discurso que anuncia,
incluso la imposibilidad de acabar con una significación, o de aca- que imparte lección, que da consejo, incluso como un discurso que
bar con la significación en general, incluso esta imposibilidad que incita por medio del ejemplo, no es tan sólo tributaria del pensa-
parece dominar la ideología contemporánea hasta el punto de que la miento de la significación. Constituye de por sí una significación
marca sin duda de parte a parte, aunque de diferentes modos según conferida a la filosofía: la significación de ser el lugar de invención y
los casos, puede ser representada perfectamente -y de hecho se pre- de comunicación de las significaciones (y en este sentido, una «filo-
senta a sí misma- como una significación, ya que el inacabamien- sofía» puede revestirse de toda clase de ropajes: religioso, moral, polí-
to es, en definitiva, la ley de la significación. La resignación a la tico, existencial...). Y, como es lógico, la significación de la filosofía
ausencia de sentido o el regocijo ante esta ausencia son lecciones obedece al régimen general de la significación: el significado es pre-
«filosóficas» o «semióticas» tan antiguas como la promesa o el desa- sente-a-distancia, y la filosofía no está nunca allí donde se la espera.
rrollo de un sentido íntegro y definitivo. En verdad, todas las «lec- O bien no está en el libro del filósofo, o bien no está en el ideal, o bien
ciones filosóficas» son tan antiguas como Occidente, optimismo y no está en la vida, o bien no está en el concepto: siempre inacabada,
42 Jetrn-Luc Nanc�
. '
E[ olvioo oe la filosofía 43

siempre inacabable, siempre prometiendo a la vez su esencia y su Sin embargo, la significación en cuestión no ha resultado formal-
existencia, e identificándose, en definitiva, con esta promesa, es mente la significación de la filosofía más que en relación con cierto
decir, con su propio inacabamiento. Ya no se trata solamente de una momento de ruptura filosófica en la historia de la filosofía. Esta
«filosofía de los valores», sino que la propia filosofía es un valor, representa la filosofía en el sentido de lo que se puede llamar, con
sumisa en consecuencia a la Verstellung permanente del valor. Por eso Nietzsche (y con aquellos que, Heidegger el primero, han retomado
la demanda de filosofía no cesa de alternar con la desconfianza o el de él este uso, que no se da, evidentemente, sin plantear a su vez cues-
desprecio hacia la filosofía, lo mismo que la elección de una «orien- tiones filosóficas), «la metafísica». Postulando libremente este térmi-
tación filosófica» no cesa de alternar con el eclecticismo que toma la no técnico, Nietzsche no le hacía representar otra cosa más que la
historia de la filosofía como un self-service de ideas de todo género, o idea general de la presencia-a-distancia, la idea del sentido situado en
aún con la llamada a la «gran filosofía», donde es necesario com- un trasmundo (cielo, porvenir, valor, además de profundidad del sen-
prender que es «filosofía» en la medida en que es «grande» y que es tido debajo del signo), la idea misma, en definitiva, de la significa-
«grande» en la medida en que proyecta muy lejos o muy alto el senti- ción y de la voluntad de significación.
do de su enseñanza. La «metafísica», en este sentido, no designa lo que ha sido el ejer-
U na significación de la filosofía como ésta nos parece que está cicio de la filosofía, de Platón a Nietzsche, en su historia efectiva (a
determinada desde hace mucho tiempo, de hecho desde que hay filo- pesar de las apariencias contrarias, el propio Nietzsche fo sabía muy
sofía. Se piensa, en la vulgata filosófica, o se dice, en la koiné filosófi- bien). No designa la realidad de acontecimiento y de sentido que
ca, que ése es en efecto el sentido de la propia palabra «filosofía». La supusieron las preguntas, lo trabajos y las luchas de los filósofos.
historia y la leyenda -la historia de una leyenda, o la historia legen- Designa la manera en que, a partir de cierto momento, esta historia
daria de la filosofía- quieren que esta palabra signifique lo que, en ha llegado a comprenderse a sí misma, la manera en que la filosofía
efecto, significa en la lengua griega (si, al menos, no se interroga más en su historia -es decir, también en la historia del mundo- se veía
adelante acerca del sentido de las significaciones que damos al grie- llevada a hacer de su propio discurso, de su propia existencia y de su
go del siglo VII, ni sobre nuestra posibilidad de transcribir, es decir, propia significación el objeto de una pregunta filosófica nueva.
incluso de significar, la semántica ya en obra, cuando nuestra semán- (Olvidar la filosofía, es, ante todo, olvidar eso: en cierto momento, la
tica occidental estaba engendrándose), es decir, «amor a la sabidu- filosofía puso en cuestión su significación, se puso en cuestión como
ría». Y el amor a la sabiduría implica la distancia de la sabiduría, el significación, y esta puesta en cuestión, cuya expresión sería necesa-
deseo de tender hacia ella con la consciencia intelectual y moral de rio entender en el sentido más fuerte de «plantearse un problema»,
la imposibilidad de alcanzarla y de realizarla hic et nunc. fue un paso de su historia y no una variación caprichosa ni una cri-
Sin duda, esta significación de la filosofía ha acompañado siempre sis enfermiza.)
a la propia filosofía. Sin duda, siempre ha sido, al menos, una parte ; La «metafísica» en este sentido está consagrada por esencia a la
de la comprensión de la filosofía y de su comprensión a partir de sí desdicha del deseo, es decir, al alejamiento de la proyección y al
misma, pues la filosofía ha elaborado también su propia leyenda sig- retorno permanente del proyecto. Incluso está consagrada dos veces
nificadora. (Pero el pensamiento filosófico, por otra parte - y volve- a esta desdicha.
ré sobre esta partición interna de la filosofía-, rechaza siempre la - � 1 Lo está, una primera vez, a causa de la estructura misma de la sig-
intimidación de las leyendas. De esta manera, no cree que «amor» y nificación. El sentido, en ella, es presente-a-distancia, y si la metafí-
«sabiduría» saturen -<:'en qué sentido?- el sentido de la «filosofías.)
44 J ean- Luc N anc;g E[ ofvioo oe [a fifosofía 45

sica se propone como una representación del mundo (representación la visión, de su adaptación, de su corrección, de su aclaramiento: son
de la que se extraen las promesas, los consejos, las donaciones de sen- pensamientos de la significación del sentido y nunca pensamientos
tido), todo sucede a priori según una disyunción entre el «mundo» y del sentido de la significación, cuando es este sentido el que está en
su «representación» o su «visiómJ!¿_n mundo del que hay que dar juego desde el mismo momento en que se trata de las «cosas», de su
una visión es un mundo que no está presente por sí mismo, que no «existencia» y de su «experiencia>] No son, sobre todo, nunca pen-
se ofrece desde sí mismo o, incluso todavía, que no es el lugar de samientos de esto: que la voluntad de la visión, de la concepción y
nuestra existencia/}En efecto, el «mundo» de la metafísica es opaco, de la significación ha sido una época de la experiencia occidental
caótico o ilusorio?JAdquiere forma y sentido en la representación del del mundo -una época tan necesaria como cualquier otra-, pero
sujet�ero, en cuánto tal, el sujeto de la representación (el sujeto del que esta época ha acabado, de manera no menos necesaria, por
querej-decir-el-mundo) no es de este mundo como tampoco lo es su cerrarse en su propio deseo de visión.
representación.' El sujeto significa la actividad autónoma, subsistente l
, ► La «metafísica» está consagrada, una segunda vez, a la desdicha
por sí misma y que se relaciona consigo, de la representación en tanto del deseo en cuanto que su mensaje significante no puede alcanzar a
que no es el mundo y lo significa a distanciaj De esta manera, el mundo casi ninguno de sus destinatariosj A la distancia del sentido le corres-
de una visión del mundo es siempre un mundo visto: el objeto de una ponde la distancia de los que deberían recibirlo o reconocerlo. La
visión, relacionado con el sistema óptico de ésta, con su orientación, filosofía habla para los hombres, para la comunidad humana, no
y con la distancia a la que el sujeto se mantiene para ver el objeto. Ni solamente en virtud de una exigencia pedagógica, terapéutica, moral
la elevación espiritual de esta visión, ni su poder de comprensión o o política, sino también en función del principio de la propia signi-
de explicación, ni sus exigencias éticas, ni su cuidado estético pueden ficación, según el cual el significado debe ser significable para cual-
cambiar nada de esta economía metafísica de la representación] quiera que disponga, al menos virtualmente, del significante, so pena
1
Así, cuando se nos invita a recobrar tal o cual concepción huma- de no hacer sentido (por ello, la metafísica define al hombre por esta
na, o racional, o razonable, del mundo - que está implicada, ade- disposición: es el animal que habla). Y, sin embargo, nada es más
más, en una concepción del hombre, de la razón y, en consecuencia, conocido, desde que hay filosofía (y no desde hace cincuenta años,
en una trabazón infinita de concepciones-, no se nos propone otra ni desde hace ciento cincuenta, como lo pretenden gustosamente
cosa que cambiar de óptica.} _Los retornos son retornos de sistemas los que piensan en términos de «crisis»), que la incomprensibili-
ópticos, y de los objetos o las perspectivas de objetos que hacen ver, dad del discurso filosófico, su esoterismo, incluso su hermetismo,
proyectados sobre sus pantallas, pero nunca son el retorno, que por o aún su «elitismo» (para denunciarlo, los pensamientos del retor-
eso ya no sería un retorno, de la cosa misma.¡ Que sea éste, sin embar- no se rodean de las «ciencias humanas» que disecan las determi-
go, el problema que se plantea, al menos en un primera y simple for- naciones psico-sociológicas de los pensamientos de la crisis, o de
mulación, es lo que testimonian tan acertadamente la risa de Nietzs- los pensamientos en crisis, con su gusto mórbido o snob por la
che, la cólera de Marx o la impaciencia de Husserl con su exhorta- oscuridad sacralizada del discurso, etc.). También esta pregunta es
ción: «ivolver a las cosas mismas!». Si cada uno de ellos ha seguido inevitable: si la filosofía da sentido, fa quién se lo da?
siendo, a su manera, tributario de la metafísica de la representación,. Hace tanto tiempo que no se lo da más que a los filósofos capaces
no por ello han designado menos el momento en que ésta acababa de leer los libros de filosofía, que ésta es una causa perdida (y dos
por tropezar, de algún modo, consigo misma.Íf'or el contrario, los veces perdida, pues es bien conocido que los filósofos rivalizan entre
pensamientos del retorno al «sentido» son siempre pensamientos de ellos más que se instruyen ... ) Para que, por el contrario, ella comuni-
Jea-n-Luc Nanc� El olvioo oe ia filosofía 47
46
(ignoro aquellos casos en que son simplemente deshonestos). En fin,
que este sentido a todos los humanos, tendría que elegir entre dos
soluciones: o bien, debería reformar todo su discurso, «popularizar- practican la Verstellung del discurso tanto como la de su objeto.
lo» (como se decía en la época de Kant, y como el propio Kant fingía
desearlo al mismo tiempo que se declaraba incapaz de ello), tradu-
cirlo al lenguaje ordinario. Lo que supondría una homología com-
pleta de la significación, de su sentido y su estructura, entre los dos
lenguajes. Si la «traducción» «empobrece» inevitablemente el pensa- EL AGOTAMIENTO DE LA SIGNIFICACIÓN
miento del filósofo - tal como lo dice siempre la metafísica-, sig-
nifica que esta homología no existe. Pero si no existe, en el discurso A- L Ahora bien, la «metafísica» no agota el sentido de la filosofía. Es
filosófico se pone en juego algo distinto de la significación (que no decir, para adelantar una primera aproximación a otro sentido de la
sería más que la posibilidad de ponerla en cuestión), y la metafísica palabra «sentido», no agota su destinación;
no lo dice. O bien, al filósofo sólo le queda declarar que hay que poner
(No podremos, tal vez, contentarnos cooesre término, al que Kant
la mira en la comunicación del sentido, a más o menos largo plazo.
confirió un uso filosófico. En el propio Kant, y más allá de él, per-
La propia comunicación se convierte, en consecuencia, en un valor o
manece al menos en parte ligado a una sistemática de la significa-
una Idea: la Idea de la comunicación de la Idea ... Se puede, sin
ción. Pero en Kant también, él indica el movimiento de lo que es
embargo, querer realizar esta Idea (abriendo con ello la era de la rea-
enviado, lanzado en una dirección o en un sentido cuya significación
lización de rodas las Ideas). Hay, entonces, que indicar y efectuar las
no se puede producir y que, tal vez, no tenga significación que producir.
mediaciones prácticas necesarias: reforma o revolución de la ciudad,
Y lo que tiene una destinación, incluso lo que es una destinación,
de las costumbres o del lenguaje. Pero si estas mediaciones sólo ope-
para Kant y más allá de él, es por principio el hombre, y la propia
ran poco a poco, dejan privadas de sentido a todas las generaciones
filosofía. No intentaré aquí otra elaboración del motivo de la desti-
que no acceden aún al momento histórico, o transhistórico, de la
nación como tal. Funcionará como un simple índice.)
comunicación. Si, por el contrario, operan instantáneamente, ofre-
ciendo de una sola vez la presencia acabada del Sentido, estamos ante La metafísica no agota el sentido de la filosofía, aunque agote su
lo que se denomina el Terror. En todas las hipótesis el sentido signi- significación (mientras que, más precisamente, fue denominado
ficado sigue estando presente a distancia metafísica y los destinata- «metafísico» en este sentido el agotamiento de la significación).
rios de su mensaje le siguen siendo inalcanzables. Representa el cumplimiento íntegro de lo que se puede llamar la sig-
ñificación de la significación, o de la presentación -es decir, la
Por estas razones, unas veces inconfesadas, otras reconocidas a
representación- del sentido presente-a-distanciaJEste cumplimien-
medias como inconvenientes inevitables del carácter ideal del senti-
to es exactamente un cumplimiento, un acabamiento pleno: de Pla-
do (de su carácter significado, o «sensato» ... ), los pensamientos del
tón a Hegel -después, aunque de otra manera, obstinadamente
retorno se contentan lo más a menudo con un término medio: sos-
hasta nosotros y sin duda más allá de nosotros-, la filosofía a la vez
tienen un discurso filosófico debilitado, asumen compromisos con
repite y refleja, desarrolla y cierra el círculo de la apropiación del sen-
las lenguas accesibles del consejo o de la exhortación, apartan a los
tido. En su forma acabada el círculo es éste: el sujeto de la significa-
textos filosóficos de sus complejidades y sus dificultades, es decir, los
ción se reconoce como el significado último. Lo que vuelve a querer
sustraen al trabajo del pensamiento, les hacen significar a toda costa
decir que el proceso o la estructura de la significación se reconoce, y
48 Jean-Lv1.c Nanc¿;¡ E[ olvioo oe la filosofia 49

se significa, como su propio sujeto. Así, el sentido del sujeto (y solo él) )I I
Que este acontecimiento haya acaecido, y que siempre esté en
se sitúa simultáneamente en una presencia-a-distancia constante e marcha (lo que no quiere decir que esté sólo en camino ... ), que la his-
infinita y en una identidad ontológica perfecta con el sujeto cuyo toria cuyo «sentido» mismo se ha suprimido implica al menos esta
sentido hace: la presencia uniformemente huidiza del sentido cons- profunda escansión, esta cesura o esta síncopa dé la significación -
tituye su sustancialidad y su subjetividad. Se podría denominar a y que esto nos entregue irresistiblemente a otra historia, abierta ante
esto, a través de una metáfora mecánica; la inercia de la sigruficacion: nosotros más allá de la significación y cuyo sentido jamás podrá con-
Inercia que puede cargar con la Historia, la Conciencra, el Estado, o sistir en un retorno del «sentido» {lo mismo que Platón hizo que
el Valor, el Derecho, la Fuerza, la Voluntad, el Trabajo, la Libertad, regresara el sentido de Egipto, o que el cristianismo hizo que regre-
el Arte, el Hombre... : semejante al Dios muerto encarnado en sara el sentido del socratismo, o que la sociedad industrial hizo que
Nietzsche loco, carga con «todos los nombres de la historia» porque regresara el sentido de la comunidad cristiana)- que esto le acaezca
cumple todas las significaciones en la subjetividad y en la inercia a nuestro tiempo como su destinación es lo que los pensamientos del
infinitas de la significación. retorno son incapaces de reconocer. Sin un reconocimiento de este
Por eso el cumplimiento de la metafísica conforma al mismo tiem- tipo, es rigurosamente imposible tratar de pensar su tiempo, ni para
po su agotamiento, que la muerte de Dios designa. La muerte de su tiempo. Porque la realidad de este tiempo está toda en la cesura
Dios -de la que hay que repetir que ha acaecido, o que no cesa de que inscribe por todas partes la falla abierta de la significación: en la
acaecer hoy día, y que por más que tal cosa sea «humana» o «divina», guerra mundial, en el exterminio, en la explotación, en el hambre, en
si todavía tiene sentido hablar de esta manera, no puede abrirse sino la técnica, en el arte, en la literatura, en la filosofía ... 1
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más allá de este muerte que carece, como la muerte misma, de resu- El acontecimiento es tan difícil de esquivar que muchos se ven
rrección-, la muerte de Dios es el advenimiento y el acontecimien- conducidos a estar de acuerdo con que, en efecto, ha sucedido algo
to de la metafísica en su acabamiento, en su agotamiento.(La signifi- en nuestra historia reciente, bautizándolo como el «fin de las ideolo-
cación se vacía precisamente porque cierra su proceso subjetivo: no gías» (sin tener en cuenta, dicho sea de paso, toda la historia de las
tiene por sentido más que a sí misma, en su inercia, es decir, a la vez significaciones filosóficas de esta palabra). Se quiere hacer creer de
su propio deseo, su propia proyección, su propia distancia de repre- esta manera que nuestra época ha enterrado cierto número de excre-
sentación, además de su propia representación de la distancia en cencias intelectuales, de especulaciones gratuitas o maníacas, inclu-
tanto que ésta constituye su propiedad esencial: la idealidad, la tras- so simplemente de desviaciones o crispaciones filosóficas surgidas
cendencia o el porvenir del sentido.] aprovechando una especie de trastorno pasajero del buen sentido y
Nietzsche conoció, hasta la locura (y tal vez Hegel antes que él) la de oscurecimiento de sus luces (ese siglo XIX que es de tan buen
postración y el extravío que embarga a la reflexión que no refleja, en tono hoy mirar con desprecio ... ). Se puede de vez en cuando, apenas,
todas sus proyecciones (Verdad, Bondad, Valor, Humanidad ... ), más lamentar la pérdida de cierta generosidad que coloreaba a veces las
que el destello vacío de la propia proyección. Un acontecimiento del susodichas «ideologías», pero en conjunto se registra con satisfacción
que no es posible regresar sin un estremeciniento tan profundo que el agotamiento de los fantasmas del pensamiento. En verdad, este
impide todo retorno a lo que lo precedía. La época de Nietzsche es la reconocimiento no es más que un término medio hipócrita, pues se
época en que todos los proyectos de Humanidad acaban por cono- evita de esta manera reconocer que la estructura entera de nuestro
cerse bajo el signo del «nihilismo», es decir, como consagrados de discurso filosófico ha acabado por medirse con su propia exhaución:
entrada y por esencia al agotamiento de su significación. la voluntad de significar se ha encontrado cara a cara con la proyec-
50 Jean-Luc Nanc;y¡ E[ olvioo oe la filosofia 51

• ción desnuda d� la significació�..{El «fin de las ideologías» es un rencia del sentido que se convierte en el único objeto de mi tentativa
motivo retorcido, gracias al cual se trata de seleccionar en aquello de explicación.
que la historia ha juzgado -lo que quiere decir: en aquello que ha
No tiene ningún sentido -ni dirección ni significación-querer
llegado al cumplimiento y al poder de juzgarse a sí mismo-, a fin de
«remontar» por encima de la metafísica. No hay nada que sea «ante-
procurarse la salida salvadora de un retorno a lo que no habría sido
rior» a Occidente, pues la idea misma de lo «anterior» está ya prisio-
«ideológico». En esto, la idea del «fin de las ideologías» es una idea
nera de una red de significaciones metafísicas (lo precedente, lo cau-
por definición ideológica, en el sentido en que no quiere saber nada
sal, lo arcaico, lo primitivo, lo originario, lo nativo, lo reprimido, lo
de sus presuposiciones. Pero representa, al mismo tiempo, una
olvidado, lo recordado, etc.) Y sin embargo, Occidente ha tenido
manera de confesión: la confesión embarazosa, indirecta, de que algo
" lugar, ha llegado y nada había cuando ha llegado ni allí adonde ha lle-
ha acaecido.��
gado, Pero su llegada consistió en significar que lo «anterior» se
había perdido, que lo «anterior» era el sentido perdido (Egipto, los
dioses, Homero, Salón ... ) y que el proceso de la significación se inau-
guraba a partir de esta pérdida ( o bien, lo que vendría a ser lo mismo,
que el sentido se había quedado mudo, inarticulado, aún no signifi-
ÜCCIDENTE LLEGADO A SUS FINES cado y presentado). Ha llegado la voluntad de (volver a) dar el senti-
do, o sentido: el lagos, la e-lágia» en general.
Lo que realmente ha llegado no ha llegado en un solo día. Así Esta llegada es llegada a sus fines. Es, tal vez, entre todos el rasgo
como esta llegada no ha terminado, ella tampoco ha comenzado en distintivo del lagos, la marca sorprendente de su propio poder, el de
1789 o en 1830. Comenzó con el comienzo de la metafísica, cuya llegar a sus fines, de lograrlos y de ser capaz de ir hasta su propio fin:
lenta y difícil toma de conciencia nos expusieron Nietzsche, Marx, él tiene la capacidad de encontrarse consigo mismo en su propio
Kierkegaard, Husserl, Freud, Bergson, Wittgenstein, Benjamín, límite (en definitiva, tal vez no esté hablando aquí más que de este
Heidegger: Occidente se ha destinado a designar su destino como «la encuentro) y, en consecuencia, de encontrar allí también lo que exce-
metafísica». de su significación. El lagos llegado a sus fines ha cercado el espacio
La «metafísica» no es una parte descarriada de la filosofía ( como general de la significación al anillar la historia del nihilismo. Pero
se la quiere entender cuando se acepta que es necesario, sin duda, cri- esto mismo, este cumplimiento, no tiene nada de nihilista en sí. El
ticar ciertos aspectos del «dogmatismo», del «idealismo» o del «racio- nihilismo consiste en que la significación se escapa infinitamente de
nalismo» metafísicos). En el momento mismo en que la metafísica es sí misma. Pero el cumplimiento, como tal, cumple el sentido de la
lo que la filosofía presenta de sí misma en su acabamiento, es tam- significación, todo el sentido significable del lagos. Sin este cumpli-
bién la filosofía. La filosofía, es decir, el modo occidental del pensa- miento, Occidente no habría tenido lugar, y, desde luego, Occidente
miento, o su modo desorientado -y por esta razón significaiue=, no es un accidente enojoso, aunque seamos incapaces de comprender
está comprometida de principio como metafísica, comprometiendo a su «necesidad», porque nuestra idea de la necesidad, como nuestra
través de este mismo gesto la posibilidad y la capacidad de manifes- idea de la libertad, está vinculada a la significación. Si tratamos de
tarse diferente de la metafísica, o de manifestar una diferencia esen- atrapar la significación de Occidente, nos toparemos con el agota-
cial de la metafísica en sí misma: la diferencia de sentido, o la dife- miento de la significación cumplida por Occidente. Podemos en
cambio encontrar, en un límite insignificable de la significación,
52 Jean-Luc Nanc�
l El olvioo oe la filosofia 53

algo que se presente como la realidad y como la necesidad de este ley es así porque la idea de la filosofía que está aquí supuesta es pre-
cumplimiento (sin tener los sentidos metafísicos de lo real y de lo cisamente la idea de querer la significación («el filósofo» no tendría
necesario), podemos encontrar que esto nos acaece, y recoger, o aco- ya que desearla). Es la Idea de la filosofía como búsqueda del senti-
ger, que esto nos comunica, en el choque, no una significación, sino do, de que ella reúne a través de fragmentos y símbolos, de que
una cantidad de movimiento, el impulso, la partida o el envío de una comunica sin poder ir más allá de la discusión, y de que, en conse-
destinación. Destinación que se propone, al menos, bajo la forma cuencia, debe siempre buscar una vez más y discutir de nuevo (se
siguiente: al cumplirse, Occidente no nos demanda ni resucitar sus reconoce aquí la imagen más comúnmente aceptada de la «filosofía»,
-;J.- significaciones, ni resignarnos a su anulación, sino (comprender que la imagen razonable que también proponen los pensamientos del
la exigencia del sentido pasa desde. ahora por el agotamienuuie.las signifi- retorno). Es el sin-fin del querer-significar (o presentar, o realizar) a
caciones. J la filosofía, al hombre filósofo, que hace el fin, en todos los sentidos de
• (; Este agotamiento no imp_lica que las significa�iones habrían sido la palabra, de la filosofía en tanto que metafísica. El humanismo es, •
mtlas o vanas. Ellas han temdo su sentido, han abierto las vías de esta a partir de este momento, lo que pone al hombre en fuga. A fin de
destinación que va más allá de ellas sin ir ella misma, tal vez, hacia cuentas, se encuentra incapacitado, vacilante, ante el turbación vio-
ninguna otra significació1:4El cristianismo o el empirismo nos han lenta o el horror desnudo del Sentido imposible, y el hombre real e§
conducido a nosotros mismos, nos han destinado, como lo han sacrificado a la sobrehumanidad o a la inhumanidad del Sujeto de
hecho también la democracia, y la axiomática, y la crítica de la razón, esta última significación, que puede revestirse con toda clase de figu-
y los derechos del hombre, y el arte por el arte, y el hombre total, etc. ras, el Filósofo, el Pueblo, la Raza, la Ciencia, la Técnica, la Iglesia,
0 Pero, al fin y al cabo, el sistema y la historia de la significación han la Historia, el Arte ... '
acabado por significar su propia anulación, volviéndose sobre sí �is- La inconsciencia o la ligereza de los pensamientos del retorno
mos para no revelar ya más que el alejamiento infinito del sentido consiste en querer distinguir y separar en la metafísica lo que habría
significado, inmóvil e inaccesible, o infinitamente huidizo, que sido imposición excesiva y dogmática de una significación totalitaria
deviene suavemente, y como ante nuestros ojos, insignificante. (Hegel es con mucha frecuencia su modelo, cuando es, precisamente
Ha habido este fin, o al menos, ha comenzado a llegar, porque la en él, donde el paso al límite del sistema se abre decididamente hacia
voluntad de la significación se levantaba sobre el fondo de una el fin de la significación), de una parte, y de otra, lo que sería la exi-
pérdida del sentido siempre-ya sobrevenida, y porque la mira o la gencia crítica de la distancia a sostener frente a lo absoluto: Kant es
pre-visión del sentido final no fue otra cosa sino la réplica a este entonces el modelo y la panacea, lo que implica que su pensamiento
hundimiento infinito. Cuando Kant declaraba que «la filosofía es reducido a esto, «hay que significar, pero no demasiado» ... Esta
misma no se encuentra en ninguna parte, mientras que la idea de su pobre lección hace retornar a Cándido más que a Kant. Pero, sobre
legislación se encuentra por todas partes en toda razón humana», - todo, su tenor miserable deja lo esencial intacto, pues en la voluntad
lo que, después de todo, no dice acerca de la filosofía nada esencial- de la significación, la presencia del Sentido y su distancia se abaten
mente diferente a lo que dijo Platón-, no hacía una constatación una contra otra, intercambian sin fin sus propiedades, y si el Sujeto
resignada (a pesar de un acento de resignación ante la imposibilidad quiere obtener un Sentido, el Sentido exige nutrirse del deseo de un
de encontrar al Señor del Sentido ... ), sino que exponía más bien la Sujeto. Doble voluntad que cierra a la metafísica sobre sí misma, y
ley misma de esta «legislación» metafísica: a saber, que su significa- que es importante reconocer como tal. Es decir, es importante reco-
ción propia y última no se presenta nunca más que a distancia. Y esta nocer nuestra destinación a través de todo lo que Occidente ha sig-
54 Jean-Luc Nanc�
l E[ olvioo oe la filosofía 55

nificado, y ejecutado, a través tanto de lo peor como de lo mejor. Y cia no es tan inédita como se la podría creer. Esta se eleva y se libera
no es que no haya que elegir, al contrario (esto es, precisamente, lo desde el interior de la filosofía desde que hay filosofía. Desde ese
que permite decidir acerca de lo «peor» y de lo «rnejor»), sino que hay momento, y por todo el tiempo de Occidente, el sistema de la signi-
que comprender cómo lo peor fue y sigue siendo posible en nombre ficación se monta, se cumple, y se desmonta y se excede también
del Sentido, y cómo lo mejor permanece suspendido en la fuga del necesariamente, irresistiblemente. Esta cópula, este «y» -que fun-
Sentido, en la misma clausura de la metafísica. ciona al mismo tiempo como una cesura- contiene la articulación,
la decisión y la potencia más propias de la filosofía: su exposición al
límite del sentido. Platón, Descartes o KaJt no proponen nunca una
«visión del mundo» sin hacer al mismo tiempo el gesto de tocar el
límite de toda visión del mundo. Sus discursos se hacen cargo siem-
SER EXPUESTO AL LÍMITE pre, de una manera o de otra, de una clausura de la significación, del
pago de una deuda infinita al Sentido y de la apertura de una brecha
o de un exceso, del abandono de la deuda y de su economía. Es en
¿Es necesario precisarlo? Esta «clausura» no quiere decir que la esto, y sólo en esto, en lo que se reconocen las «grandes» filosofías:
metafísica esté cerrada como un edificio abandonado. Está más bien nunca son simplemente visiones del mundo, no son nunca simplemente
generosamente abierta, abierta por su propio inacabamiento y por mensajes significantes. Y en esto también les debemos sus aporías o
esta potencia que hace que el lagos se confronte desde sí mismo con sus enigmas y, con ellas, la historia real, efectiva de la filosofía - el
su fin y su· límite. La metafísica reclama de todas las maneras posi- Bien o el Amor de Platón, la evidencia de Descartes, el gozo de Spi-
bles la interrogación, la investigación y la inquietud para actualizar noza, el esquematismo de Kant, la lógica de Hegel, la praxis de Marx,
el juego y la apuesta de la destinación a la que nos ha destinado. No etc.
hemos salido de la filosofía, estamos en ella y somos el momento y el
gesto en que la voluntad significante se conoce como tal, se sabe En un sentido, hay aquí un volver a comenzar permanente, pero
insignificante, y entrega desde sí otra exigencia de «sentido». sólo precisamente en cuanto que es vano apelar al «retorno». Occi-
dente siempre retorna a Occidente, retorna siempre sobre su límite.
Lo nuevo de esta exigencia es que en adelante ella se libera de la Pero de esta manera es como él se cumple y como, poniendo en evi-
significación y con respecto a ella, que ella «significa» expresamente dencia el límite en cuanto tal, manifestando su repetición, llega a sus
el límite de la significación y, en consecuencia, que impone, en el fines. La realidad planetaria, y a partir de ahora interplanetaria, nos
interior del discurso de la significación, desde ese momento preciso, lo expone todos los días. Todos los días nos expone que estamos un
una tarea indeterminada pero constante de paso al límite de este dis- poco más expuestos al límite( Filosofar no es reactivar los signos y las
curso, de desviación, de desnudamiento o de activación de sus posi- significaciones que están consumiéndose en esta exposición. Es pen-
bilidades (tal es la apuesta más general, hoy día, de todo aquello que sar la exposición misma.'
expone la filosofía a sus límites, realidades no occidentales, autono-
mía de las tecnoestructuras, artes y literaturas que descomponen el La filosofía se define sin duda desde su comienzo como el deseo o
uso de los signos, pero también, y siempre, la propia filosofía vuelta la voluntad de significar, pero se determina también, y desde su
sobre su límite, a veces incognoscible ... ). Pero hasta en sus conse- comienzo, según la exigencia de un sentido que excede la significa-
cuencias más visiblemente modernas o «postmodernas» esta exigen- ción. Se destina y nos destina g._encontrar esta exigencia al exponer-
nos a ella. Al cumplir y agotar el sistema de la significación, la filo-
/
56 Jetm-Luc Nanc� E[ olvioo oe la filosofia 57

sofía se cumple, se agota y se destina siempre más rigurosamente a ejemplos a Feuerbach, o también cierta idea moderna del Mito, o
este encuentro. Desconocerlo es olvidar la filosofía. incluso tal o cual invocación de la Existencia), resulta ser simple-
Sin duda, esto quiere decir que cuando este cumplimiento haya mente una significación más que se propone en el lugar de otra
concluido su historia (si tiene algún sentido hablar así: tal vez no se tachada como ilusoria, impotente o superada. Sin embargo, no es
trate de historia ni de porvenir, y sin embargo eso acaece ... ), cuando casual que tantas maneras de reivindicar la inmediatez, la vida, la
«estemos» en el extremo del agotamiento - hasta el punto de ya no existencia, la práctica, el mundo, la experiencia, la verdad del fenó-
reconocerlo como tal, porque «habremos» pasado entonces a otro meno, del cuerpo, de la obra de arte, del acontecimiento, y además la
lado, y no tendremos más conocimiento de ello que el que tuvieron irregularidad, el instante, la oscuridad, la heterogeneidad, estén
los primeros Occidentales que dieron comienzo a Occidente: por eso impacientes por la llegada de un momento tanto más histórico cuan-
puede que hayamos pasado ya a otro lado, puede que esto no cese de to que escande nuestra historia suspendiendo su significación. Estas
acaecer-, entonces, en este momento, «la exigencia de otro sentido» reivindicaciones podían sin problemas, en efecto, volver a jugar a su
u «otra exigencia del sentido», ella misma ya no tiene sentido. Por eso vez, y no sin riesgos, el juego de la significación -oponiendo a los
tampoco tenemos que dar significado a un «porvenir», aunque sí valores contravalores-, pero no tendían menos, como hacia su pro-
mostrarnos disponibles para el pensamiento de nuestro tiempo. En pio fin, a una presentación de la representación como tal.
esta medida no nos dirigimos hacia un futuro cuyo sentido nosotros (A menudo se ha glosado un instante de esta historia -mayo de
proyectaremos, sino que nos hacemos presentes en lo que no deja 1968- en el que este momento o este movimiento encontró, al
nunca de acaecer, en lo que siempre está por venir y que no provie- menos en parte, una especie de acting out fugitivo. También nos
ne de la significación. Esta tarea es siempre una tarea filosófica. No hemos burlado en gran medida de él, como sucede a menudo
excede el tiempo presente de la filosofía, comprendido el que parece cuando nos burlamos de aquello que somos incapaces de com-
dividir ésta consigo misma y apelar a «otro» pensamiento. El otro prender. Pero su verdad era simplemgpte ésta: se presentaba -con
pensamiento se presenta en el presente del agotamiento, hace que candor, a veces- la representación (política, social, universitaria,
este tiempo vuelva a sí mismo. espectacular, artística), se mostraba su clausura, se significaba -
con ingenuidad, a veces- su despido de la significación. Por un
instante, el grito jubiloso de «ila imaginación al poder!», a pesar de
su pathos postromántico, tuvo el sentido, el fragmento o el deste-
llo de sentido, de un paso al límite de la significación.)
LA SIMPLE VERDAD. Lo que fue happening en 1968 no ha acabado de llegar hasta noso-
tros, contrariamente a lo que creen los médicos o los guardianes del
[La realidad de nuestro tiempo, la efectividad y la necesidad de orden (in)significante, que ven en ello una simple crisis ya pasada.
nuestro presente, es presentar el límite como tal, es, de alguna mane- Raramente sin duda, desde el fin de Roma, una civilización o una
ra, llevar la significación a su límite. La representación se ha presenta- cultura ha hecho hasta este punto la experiencia de la inclinatio hacia
do como tal] No es otra presencia, inmediata, o práctica, o viviente, las últimas fuentes de sus significaciones, tanto en lo que se refiere a
que se ha presentado contra ella o en su lugar, porque cuando una la relación de Occidente consigo mismo como en sus relaciones con
presentación como ésta ha sido intentada (se podrían poner como el «Tercer Mundo» y con el «Cuarto Mundo». Es una crisis, en efecto
(de la que los pensamientos del retorno no son sino un síntoma), es
58 Jean-LHc Nanc�
l E[ olvioo oe [a fifosofía 59
nuestra crisis, la crisis de nuestra historia efectiva, en la que se dis- go el examen de estos tres pensamientos, ni de sus diferencias -a
cierne y juzga el cumplimiento de la metafísica en tanto que volun- veces considerables-, como tampoco de las relaciones que se tejen a
tad de significar. través de ellos. Quiero solamente indicar cuál es su testimonio más
En la crisis, y por ella, la filosofía es, por tanto, juzgada, conduci- esencial y común, que no suprime ni trasciende sus singularidades
da a discernirse a sí misma. (En este sentido, hay evidentemente una tan contrastadas, sino por el cual se inscriben en una misma necesi-
repetición de algo de la crítica kantiana; pero los datos son diferen- dad de la historia, y nos han inscrito a su vez en la necesidad de con-
tes: el esquematismo no demanda ser elucidado, sino que demanda tinuarlo. Este testimonio podría encontrar su expresión más directa
ser puesto en evidencia en cuanto límite, que él mismo representa, \ ..l. en esta fórmula de Benjaminl«La verdad es la muerte de la intencum.v,
del pensamiento de la significación.) Este discernimiento no invita a La verdad no depende de la intención, del objetivo que trata de
retomar una buena y sana filosofía (no dogmática, crítica, relativa, descubrir, de reconstituir o de constituir una significación. No
etc.) contra una filosofía malvada y enferma. Sino que la filosofía es depende del proyecto, del deseo ni de la voluntad del sentido. Al
puesta frente a lo que la separa de sí misma: la presencia-a-distancia contrario, pone fin en ello. Pone fin a la presencia-a-distancia, y al
del Sentido. Este punto de separación es, en consecuencia, el punto régimen de su presentación. Pero, en el mismo movimiento, hace
de su identidad. Se define por la intersección, si puede decirse así, de surgir otro sentido de la presentación o, al menos, de la presencia.
la presencia y de la distancia. Se puede pensar siempre en el relevo No se trata de ajustar una mira, sino de dejar que la cosa se pre-
dialéctico del punto: su identidad nula puede engendrar la función sente «en verdadxl De cierta manera, esta verdad no es en nada dis-
infinita, hiperbólica, de una aproximación asintótica a la significa- tinta a lo que la verdad metafísica quiere ser, sólo que con la dife-
ción. Pero es el sentido mismo de una función como ésta lo que la rencia de este mismo querer. Ya lo hemos visto, para la filosofía
filosofía discierne, desde entonces, como su nihilismo: movimiento representada como metafísica, la verdad se quiere presentable, y
cuyo fin es la presencia que se manifiesta a través de la distancia y esta voluntad forma ya la esencia de su presentación, que es su sig-
engendramiento de la distancia como verdad de la presencia. Queda, nificación. En esta lógica, la «presentabilidad» precede y dirige, en
por tanto, por abrir para este punto la posibilidad de otro movi- suma, la presentación. Precisa en verdad -en el sentido verdade-
miento, cuyo aspecto sería tal vez parecido al del precedente, pero ro- sus condiciones de posibilidad y de producción. La apropia-
que, en vez de mediatizar la presencia y la distancia entre sí, la una ción de estas condiciones y su puesta en obra define la subjetivi-
en función de la otra, se apoderaría de todo el sistema de esta media- dad, trascendental u operatoria, por y para la cual hay significa-
ción, lo arrancaría a su mira, y dejaría que trazase otra función, o ción. Y lo que, al contrario, la frase de Benjamin testimonia es, en
figura, de la filosofía. suma, que la verdad es arrancada d�stas condiciones: la sobera-
L No otra cosa sucede. En la crisis, la significación es arrebatada:J nía de lo que era deseado--el esple dor de lo verdadero, su nece-
sidad, su generosidad-, se eleva más allá de este deseo, y sin más
Tres nombres, tal vez, en nuestra más próxima procedencia, son los
principales testigos de lo que ha acaecido: Benjamin, Heidegger, relaciones con él. [!.,o que es verdader no es una conformidad de
Wittgenstein. (Entiendo que estos nombres valen aquí a la vez paraa lo presentable y de su presentación, que guardará siempre lo pre-
los pensamientos que ellos firman, y como una manera de señalar sentado a distancia de representación, sino el surgimiento de una
para toda una serie de nombres que arrastran consigo: Nietzsche y presencia. Esta presencia no se define ya, desde luego, como una
Marx, Bataille y Proust, Holderlin y Baudelaire, Apollinaire y Joyce, . (re)presentación de lo presentable, tampoco de lo impresentable
Frege y Einstein, Malevitch y Webern, y muchos otros.) No propon- (se sabe que para la metafísica tanto lo uno como lo otro, en el
60 Jean-Luc Na11c¿7 E[ olvioo oe la filosofía 61

fondo, son presentables en la significación, y que la impresentabi- sencia que requiere del pensamiento una tarea nueva. No se trata
lidad de la Verdad en sí misma constituye igualmente en definiti- de pretender que él mismo devenga la única realidad, pues esto
va la condición de posibilidad de su presentación - a distancia.). sería aún plantearlo en términos de significación, como el referen-
Se define como la venida a presencia de una presencia: algo, que t� exclusivo d,e� funci?namiento �ig�ficante. (No es en el fondo
de por sí no es ni presentable ni impresentable, que no se ofrece ni smo la metafi�1ca _quien acaba s1emp\e, a través de un sordo y
se sustrae a los signos, viene a la presencia, es decir, viene a sí constante nommahsmo, por plantearlo de esta manera: incluso lo
mismo y a nosotros a través de un mismo gesto. Se podría decir: la Sin-Nombre no es más que un nombre, un nombre que permite
verdad es una simple presentación y la simple acogida de esta pre- anillar toda la significación dejando todas las cosas a distancia de
sencia.l'Que ésta sea lo que Benjamin denomina, en su idioma, «las sentido.) Pero, a partir de ahora/se trata de interrogarnos acerca de
ideas», o que, en Heidegger, consista en el desvelamiento del ser en cuál es la presentación de la cosa que no es un fin del lenguaje; y
tanto que se vela, o que muestre la multiplicidad wittgensteiniana de cuál es la presentación lingüística que no es un instrumento
de los juegos del lenguaje, lo que importa antes que nada -y esto para significar las cosas (ni al lenguaje mismo). Se trata de inte-
es lo que aquí hace historia, 'lo que nos presenta nuestra historia- es rrogar la verdad en tanto que algo de la cosa en el lenguaje, y en
que sea presencia antes de ser significación.' tanto que algo del lenguaje en la cosa, es decir, también algo que se
No se trata, si lo entendemos adecuadamente, de poner la cosa retira de la cosa, algo que se retira del lenguaje, Pero este retiro no
en el lugar del signo (vieja obsesión de la metafísica, que no es más f pone nada a distancia: deja hacer la presentación.' Cuando algo se
que otra cara de su deseo). Para cada uno de los testigos, y ahí toda- presenta, nada desaparece, es, más bien, la presencia que se retira
en sí misma.,
vía a despecho de diferencias extremas, la presentación es pensada /
a través de una correlación esencial con el lenguaje. Esta correla- .-,( [cuando te presentas y te nombras, esto carece de significación;
ción no es la significación, porque ésta, en tanto que, precisamen- no es un concepto unido a una intuición; ni hay ni distancia ni
te, significa, sostiene la presencia a distancia. Pensar esta correla- intimidad; no es una representación, ni mucho menos la indistin-
ción, o tal vez, mejor aún, esta copertenencia del lenguaje y de la ción, puesto que te apartas a la vez del mundo y de las significa-
presencia, es decir, a fin de cuentas, pensar otro sentido del senti- ciones. Lo que sucede ahí, en un sentido, no tiene lugar en tanto
do, exige volver a poner en juego toda la comprensión del lengua- que no sea repetido y nunca entre en un conjunto de relaciones
je. Fue la necesidad histórica del agotamiento de la significación significativas. Esto no tiene lugar porque es, de principio, la pre-
la que planteó la cuestión del lenguaje como una cuestión inédita sentación de un lugar: el de tu presencia y tu nominación. Es una
y fundamental. Los pensamientos del retorno querrían volver más verdad muy simple, e incluso muy humilde. No reemplaza en
acá de esta cuestión, en la que no ven más que el prurito retórico absoluto a todas las demás «verdades», pero éstas no valen nada
de una reflexión desgajada tanto de la realidad como de sus valo- más que sus significaciones, si no hay esta simple verdad. Y de ella
res. No quieren saber nada de esto, de que los problemas del len- -que, por el momento, no quiere sin duda decir gran cosa- nues-
guaje pudieran parecer menores o subordinados - tanto, al tra época atestigua que debemos pensarla]
menos, se simplifican las cosas, olvidando el sitio real que han
tenido desde el comienzo de la filosofía ... - en tanto que este len-
guaje era comprendido como instrumento de la significación.
Cuando ya no puede serlo, se da en una copertenencia con la pre-
62 Jean-Luc Nanc¿7 El olvioo oe la filosofía 63

NOSOTROS SOMOS EL SENTIDO acabe por presentarse algo que trace el límite de todos sus sentidos,
y os haga sin embargo aún entender algo diferente. Para vosotros,
para ti, esto no se presentará, tal vez, más que en otros textos, con
Puesto que hablo el discurso de la significación -no hay otro, y otras palabras: es cuestión de estilo o de tono, establecidos o por
no se trata de reemplazarlo, sino de exponerse en sus límites-, se me inventar, es cuestión de cómo las palabras nos tocan por los bordes
preguntará: cqué significa, sin embargo, la presentación? No me de sus sentidos. Política o patética, o las dos juntas, queda esto: el tra-
ocultaré respondiendo que ella carece de sentido, nunca han respon- bajo filosófico no es una combinatoria de significaciones; él no cons-
dido de esta manera aquellos de cuyo testimonio me aprovecho. Me truye conceptos ni encadena razones más que para hacer posible el
sirvo aquí de esta palabra, «presentación», cada una de cuyas signifi-
movimiento que se dirige o se deja llevar hacia los límites de la sig-
caciones encubre sin duda una trampa o un atolladero para el uso que nificación, ahí donde acaece, siempre imprevisible y libre, siempre
hago de ella, con el fin de ir a otro lado, y a otras palabras; si esta vez de nuevo a la medida de la historia, esta «existencia en verdad de la
opto por ella, a causa de algunos privilegios filosóficos de los cuales cosa conocida» que Platón convertía en el último grado del conoci-
está o estuvo provista, no es para atribuirle un sentido nuevo, al miento. Lo que intento «significar» aquí no es nada más que esto: el
menos en este sentido: es, más bien, para escribirlo aquí de una mane- sentido en el límite de la significación.
ra que no sea simplemente la de la comunicación de un sentido, sino
Esto quiere decir en primer lugar, y al menos, que este sentido no
que sea también la de la exposición de una cosa, y la de una llamada,
o la de un guiño, la manera de una tachadura o de una notación consiste en una nueva interpretación del sistema de la significación.
Y que no consiste tampoco en una interpretación de la propia signi-
musical, como un dibujo o como una descarga de energía; nada de
esto significa algo preciso (pero se puede llevar, con toda seguridad, ficación como interpretación. Porque la interpretación pertenece por
a traducciones perfectamente claras), y todo ello significa lo que bor- completo al sistema. En el fondo, la interpretación es incluso el nom-
dea en todo discurso el sentido de las significaciones, y que es, tal bre más citado de la significación. Nombre que designa claramente
abiertamente, la distancia irreductible del sentido en el régimen
vez, una «presentación» del discurso y de las palabras, de vosotros a
metafísico. La interpretación es la palabra-clave de Occidente, así
mi, de unos a otros, irreductible al «sentido» y, sin embargo, siempre
como también la palabra-clave de su desencadenamiento y de su ago-
presente en sus bordes. Podría intentar decir que este sentido pasa
entre nosotros, y no entre significante, significado y referente. Pero tamiento. Los pensamientos reactivos no dejan de acogerla sino en el
este «entre nosotros» no estaría agotado por los códigos de la «signi- modo nietzscheano (que tiene un origen más antiguo en Montaig-
ficancia», ni de la pragmática de la enunciación ni de la psicología de n� ... ): «no hay más que interpretaciones de interpretaciones», en
la comunicación. Se trataría más bien -pero aún ahí, écómo enten- vigor hace algún tiempo. Pero esto supone no intentar comprender
der esta palabra?- de una política de la filosofía, de las elecciones y que esta frase, en última instancia, no significa sino que no hay más
decisiones que nos comprometen o no, y de qué manera, en el inter- r�alidades o hechos que los de la interpretación. Significa que el sig-
cambio o en la partición de estas palabras, de estos discursos, cuya nificado «realidad» o el significado «hecho» son tomados en el círcu-
lo y en la distancia de la significación, mientras el sentido es pensa-
apuesta es pública por naturaleza, comunitaria, incluso cívica. Se
do según su régimen. Significa, por tanto, en concreto, que apelar a
podría decir incluso, y esta vez, esto se asemejaría más bien a una
los «hechos» contra las «interpretaciones» está ya preso de la inter-
patética, o «lógica de las emociones», que desde la propia palabra
pretación, mientras no se ha pensado la presentación de un hecho
«presentación», o bien desde la palabra «verdad», es necesario que
sobre el límite de la significación. Para Nietzsche, había bellos y bue-
Jean-Luc Nc:mcri El olvioo oe la filosofía 65
64

nos hechos: y el principal de estos hechos consistía en que la metafí- sentido, no confiere significaciones (o, al menos, no es una actividad
sica del lenguaje está abocada al encadenamiento infinito de las que le sea más propia que a otros discursos), sino que presenta el sen-
tido, y lo presenta porque el sentido del sentido, anterior a toda signi-
interpretaciones.
ficación, es antes que nada esto: ser presentado, presentarse. El
La hermenéutica es el nombre de un pensamiento general de la «mensaje», término que durante mucho tiempo ha connotado la idea
interpretación (más activo en los países anglosajones que en Fran- de una significación rica, abundante en razones y en proyectos, y
cia), que constituye, por un lado, un reconocimiento de la clausura que, por este motivo, fue puesto en juego en toda la interrogación
de la significación, y por otro, a pesar de todo, su denegación (forma moderna acerca de la función literaria, el mensaje, es una significa-
como una variante, a menudo más generosa y aguda, de los pensa- ción con una dirección, es decir, una destinación y una presentación.
mientos del valor y del humanismo). Considerar el sentido como un
(Este límite de la hermenéutica desplegado por Heidegger comu-
proceso histórico, y este proceso a su vez como un desciframiento
nica ciertamente con algo esencial en la idea benjaminiana de la tra-
continuo, siempre renovado y relanzado, de significaciones siempre
inestables o inacabadas, implica, en suma, significar ya una especie ducción, como por otra parte con el motivo wittgesnteiniano de la
de agotamiento asintótico de la significación, e indicar que el sentido mostración opuesta a la explicación.)
(el sentido del proceso mismo y el sentido del gesto hermenéutico) Esto quiere decir, antes que nada, que el sentido -entendido como
se sostiene en otro lado. Pero es también sostener este sentido -la presentación o como venida a presencia- preexiste a la significación
fuente o el renovamiento infinitos del sentido- en una distancia y la excede. La verdad, esta verdad que tenemos insoslayablemente
también siempre renovada, e incluso proponer, en la lógica de esta que hacer y que nuestra historia nos presenta, no es que el sentido
distancia, una visión del mundo, de la historia y del sujeto del senti- tenga lugar en el interior de la significación y a causa de ella, sino que
do. La estructura profunda de la significación se conserva. el sentido sea, al contrario, el elemento en el que puede haber significacio-
nes, interpretaciones, representaciones. No es el lenguaje, ni el lagos
Hay, sin embargo, como en el extremo más fino del pensamiento
hermenéutico -un extremo tan fino que este mismo pensamiento lo en general, quien hace el sentido, sino al contrario. El sentido en este
olvida a menudo, aún conduciéndose en él e incluso acaeciendo en sentido no es un sentido, no es una significación, determinada o
indeterminada, acabada o progresiva, presente o por conquistar. El
él-, algo que desafía o agujerea la interpretación desde su propio
interior. Esto se manifiesta en concreto en la «interpretación» de la sentido es la posibilidad de las significaciones, es el régimen de su
presentación, y es e_l límite de sus sentidos. Es con eso, hoy, con lo que
«significación» de la palabra griega hermeneúein que Heidegger pro-
el pensamiento se encuentra insoslayablemente confrontado; y es a
puso, ofreciendo como su sentido más nuevo el sentido más antiguo,
eso, precisamente, a lo que está excluido hacer ningún retorno, por-
comprendido como el sentido de la transmisión de un mensaje, del
anuncio de una noticia y de su envío a través de un portador. El men- que la historia transcurrida no contiene para nosotros más que sig-
nificaciones: lo que es, por el contrario, del orden del sentido es que
sajero no es la significación del mensaje, y tampoco lo interpreta, no
le da sentido ni da su sentido, aunque, en otro sentido, el aspecto del esta historia haya pasado y que sea pasado, es decir, por ejemplo, que
se nos presente como esta gigantesca trayectoria occidental de la sig-
mensajero, su estilo, su propia relación con el contenido del mensa-
nificación venida a deponerse y a exponerse en su límite.
je (que puede no conocer, o no comprender) puede llegar a acompa-
ñar, incluso a contaminar, su significación, afectando al significado, El semiótico, al hablar por ejemplo de «significancia» o de «sernio-
como por sus bordes, mediante las modalidades de su presentación. génesis», concuerda al menos en esto con el filósofo, cuando afirma
Y éste sería el primer valor de la «presentación»: la filosofía no hace
Jei:m-Luc Nanc� E[ olvioo oe la filosof1a 67
66
quelel elemento del sentido nos es dado, que somos puestos, situados en lo que, o incluso esto como lo cual hay un ser del sentido, o un exis-
o arrojados a él como dentro de nuestra posibilidad más propia, lo tente cuya existencia está por sí misma, de entrada, en el elemento
que distingue de cualquiera otra la idea de un mundo significante Y del sentido, antes de toda significación. A este existente se le puede
el hecho de este mundo, puesto que un hecho como éste es, en este llamar el hombre, pero sería necesario poder separar esta palabra de
caso, estrictamente contemporáneo de la idea, es decir, puesto que el sus significaciones (cno es esta separación la que está en el horizon-
elemento del sentido es una realidad indiscernible y simultánea- te desde que Kant declaró que no se podía responder a la cuestión
mente empírica y trascendental, material e ideativa, física y espiri- «éQué es el hombre?», y desde que Marx, enunciando que «el hom-
tual, una especie inédita de «hecho de la razón» que manifestaríaª. la bre es la esencia suprema del hombre», hizo en suma pasar al límite
vez el diseño de una lógica y el espesor de una carne. Un mundo sig- la significación de esta esencia, tanto como, por lo demás, la signifi-
nificante es un mundo ofrecido a la comprensión, a la explicación o cación de la palabra «esencia» en general? Pero, al mismo tiempo, en
a la interpretación antes de tener ninguna significación. Nuestro cada caso, el movimiento hacia el límite se enrosca, de nuevo, en la
mundo es un mundo presentado como mundo de sentido más acá Y lógica de la significación y del humanismo, porque lo que se acaba
más allá de todo sentido constituido, por ejemplo, más acá y más allá diciendo, en cada contexto, es que el «hombre» es él mismo su pro-
de los sentidos de la palabra «mundo» tanto como de la palabra pia significación: y es, a fin de cuentas, de eso de lo que sería necesa-
«hombre». Esta presentación de su sentido o en el sentido, esta ele- rio poder separar el sentido del «hornbre»). Es posible también esfor-
mentaridad del sentido se sostiene de alguna manera en el lugar del zarse en denominarlo de otra manera, que es lo que Heidegger hizo
esquematismo. Pero, a diferencia del esquematismo, no implica una con el Dasein, del que toda su capacidad generadora de análisis no
operación, ni un «arte oculto», no es condición de posibilidad ni �e impide que pueda siempre reconducir a problemas de significación
producción de significaciones: si es nuestra posibilidad más propia, (o, más exactamente, que, aunque la cuestión fundamental indicada
lo es en el sentido en que «podemos el sentido», y en que lo podemos por la palabra Dasein sea la cuestión de una significación en el lími-
sin condiciones. La elementaridad del sentido no es tampoco un ori- te, esta cuestión queda disimulada en cuanto nos servimos de ella
gen primitivo de las significaciones. No está hecha de elementos pri- como de una palabra: no quiero, aquí, ir más lejos en este tema). Se
mitivos de significación, como tampoco las palabras significantes, puede en fin renunciar, al menos por un tiempo, a querer nombrar a
como ya lo observaba Platón, están hechas de fonemas significantes. este existente, e incluso abstenerse de significarlo como «un existen-
No hay procedencia sensata del sentido, ni, con toda seguridad, pro- te», contentándose con decir que nosotros estamos en el elemento del
cedencia no sensata, que presupondría aún el sentido. Simplemente, sentido. Como se sabe, en calidad de «conector» lingüístico, nosotros
no hay procedencia del sentido: ello se presenta, eso es todo. Por eso, si carece de significación. Aquí, por el momento, nosotros no significa
es un elemento más oculto que todo lo que podría asignar una lógi- ninguna comunidad, ni siquiera tiene el significado de «comunidad»
ca del elemento, es también algo perfectamente descubierto, ofreci- en general. Sin embargo, es la pertenencia común al sentido lo que
do directamente a nuestra existenci�·.( se enuncia, lo que, de alguna manera, se «conecta»: sentido que sólo
puede ser común, y común que sólo tiene lugar en el elemento del
Producir significaciones tiene toda clase de funciones, prácticas,
sentido (dicho de otra manera, fuera del sentido o bien en el orden
técnicas, morales, sociales, políticas y también filosóficas. Hay senti-
de la significación, se trataría, por ejemplo, de lo «molar», o bien de
do en poner en obra todas estas funciones, sin embargo ellas no
lo «colectivo»), Nosotros: la comunidad del sentido se conecta ella
hacen el sentido: están atrapadas en él, son sus testigos. De esta
misma como comunidad, lo que no quiere decir todavía más que la
manera, el sentido es, antes que nada, esto por lo que, o más bien esto
68 Jea11-Luc Nanc¿J El olvioo oe la filosofía 69

posibilidad de que esta comunidad elabore tal o cual significación, vez los unos a los otros, los unos por los otros, y cada uno a sí.
tanto como la posibilidad para esta comunidad de conferirse a sí Comparecemos, y esta aparición es el sentido.
misma tal o cual significación. «Nosotros» consiste, si puede decirse Este nosotros del sentido, que es el sentido, este sentido que es el ser
así, en el sujeto de enunciación de lo que ni siquiera es todavía un del «nosotros» anterior a toda antropología, anterior a todo huma-
enunciado, con una significación, sino que sería algo así como la nismo y a todo antihumanismo, exige una ontología que está aún por
comunicación general (podría decirse también: la performatividad venir, lo que no significa afirmar que vendrá, sino, tal vez, que está,
general, o la pragmática general...) que es inherente al elemento del en sí misma, en cuanto pensamiento, dispuesta en la dimensión de
sentido como tal. A fin de cuentas, éste no sería ni siquiera un suje- un «venir» o de un «sobrevenir»: el de nuestra comparición, que es
to de enunciación, sino que «nosotros» sería-o nosotros seríamos- el nuestra presentación en el elemento del sentido. Esta presentación
sentido del sentido, la apertura misma del sentido, y el sentido como carece en sí misma de significación, tan sólo tiene lugar, sin cesar, a
apertura. Es tan sólo en esta apertura, es decir, «en nosotros» o «entre través de innumerables significaciones. No procede como el recono-
nosotros» ( que quiere decir aquí lo mismo), donde se daría la posibi- cimiento ni como la identificación de aquellos - nosotros - que
lidad de decir nosotros, e incluso, y sobre todo, la posibilidad de decir están presentes. Procede como una exposición: somos expuestos, ahí
yo: se podría mostrar, en efecto, que ahí donde el ego cartesiano está está nuestro ser, o eso es el sentido del ser.
aún suspendido justo antes de toda significación, antes de sum (si Esto no quiere decir más, por el momento al menos, que, aquí y
esto es, al menos, una significación) y antes de cogito, este ego está ahora, a cada instante, para cada uno, esta exposición tiene lugar. Sin
tomado en el elemento de nosotros; el propio Descartes no está lejos ella, no existiríamos. Ella nos es tan necesaria, como se suele decir,
de decirlo, cuando asigna la evidencia de su proposición a esto -que como el aire que respiramos. Tiene lugar antes de toda significación,
es, ahí todavía, inextricablemente empírico y trascendental-: que antes de toda idealidad o toda finalidad que podamos significarnos.
todos nosotros hacemos la experiencia de nuestra existencia, y que esta No es, desde luego, que constituya otra significación, más potente o
certidumbre de antemano compartida es lo único que puede comu- más original. Sino que, sin esta exposición, ninguna significación ten-
nicarnos la evidencia de su filosofema. dría sentido: sería una pura indicación, o una pura denotación de las
., Nosotros somos el sentido. Antes de todo sentido producido o cosas, que no pondría su sentido en juego más de lo que lo hace una
descubierto, y antes de todo intercambio de sentido, nuestra exis- enumeración (en realidad, no hay, sin duda, enumeración como tam-
tencia se nos presenta como sentido, de tal manera que, cuando poco denotación que no ponga sentido en juego). Hay, por tanto,
digo «nosotros», en esta frase designo también, e indisociablernen- mucho sentido por significar, hay sentido que poner en obra de las
te, cada una de nuestras existencias singulares, cuya singularidad proyecciones y de los proyectos de sentido -o, al menos, los ha habi-
es cada vez el lugar de una presentación como ésta (no es nunca do y los habrá en tanto que seamos Occidente-, de la misma mane-
«colectiva» sino de manera secundaria y derivada) y el elemento ra que hay sentido, a partir de ahora, para significar el agotamiento
común del sentido en el que sólo puede tener lugar lo que tiene del pensamiento que pone el sentido en la significación, y para sig-
lugar de esta manera. Nuestra existencia se presenta como sentido nificar que estamos abocados, sin posible retorno, a nuevas tareas.
(que pueda al punto darse como no sentido, como sentido pobre o Pero este sentido no hay que buscarlo en las significaciones, las cua-
potente, eterno o innoble, etc., poco importa por el momento), y les tienen, al contrario, en él su posibilidad de sentido.
simultáneamente nos presentamos a nosotros mismos . Es decir, a la Hay sentido, de alguna manera, en el sentido de estos cinco sen-
70 Jean-Luc Nanc¿; El olvioo oe la filosofía 71

tidos gracias a los cuales estamos en el mundo, gozando y sufrien- exposición, que nos presenta al sentido y que nos presenta el senti-
do sin que eso signifique. O bien, en el sentido en que hay sentido do, estamos sustraídos a la captura en la presencia que es el hecho de
en que nos presentábamos eso que se denomina «arte», cuyo nom- la significación. Porque, en tanto que mantiene esta presencia a dis-
bre no es tal vez más que una inmensa pregunta acerca de la sig- tancia, la significación nos retiene frente a ella, inmóvil. Pero el sen-
nificación en general. O bien, en el sentido en que conjuramos - tido que se ofrece en el límite de la significación nos atrapa en el
sin efecto-, o bien contemplamos-sin visión- este fin de la sig- movimiento de una presentación a ... que es ruptura de la presencia
nificación denominada la muerte. O bien, el amor. O en el hecho misma: no solamente ruptura de las evidencias, las certidumbres y
de que ya no comprendemos, en la significación identificada como las seguridades (puede también haber un seguridad plena en el sur-
«política», más que un exceso o un defecto de significación. O en gimiento del sentido), sino más profundamente ruptura de la signi-
este otro hecho de que ninguna significación del «bien» o de lo ficación misma y de su orden. Por eso, esta presentación en el límite
«justo» puede impedir que estemos expuestos o que no nos expon- es una exposición: la presencia se retira ahí tan seguramente como el
gamos nosotros mismos al mal más innoble, más miserable o más presente del tiempo que viene y que pasa, tan ciertamente como la
atroz. Que haya sentido en este sentido no explica ni justifica presencia de una significación en la inauguración poética o filosófi-
nada, pero eso retiene nuestras significaciones, eso debe, en lo suce- ca de un lenguaje. Esta presencia no se difiere, por ello, como si fuera
sivo, disuadirnos de refugiarnos detrás de un retorno a lo que ellas remitida a más tarde y a otro lugar (es, al contrario, lo que propone
han podido significar. Por ejemplo -pero es el ejemplo mayor-, sin fin el pensamiento significante), sino que se presenta en la dife-
esto no invita de ninguna manera a dar sentido al mal convirtién- rencia consigo misma, porque el sentido no es otra cosa que este ahon-
dolo, de un modo u otro, en «bien», pero tampoco a ponerlo apar- damiento infinito de la presencia, que es la posibilidad e incluso la
te bajo la categoría de lo insensato, que puede constituir otra espe- naturaleza más propia de su venida, y por el cual estamos expuestos a
cie de significación. El hecho de que el mal surja en el elemento él, por el cual somos.
del sentido - en nosotros y entre nosotros - no le da un sentido, Todas las problemáticas modernas de la diferencia atraen las pro-
sino que le prohíbe alinearlo bajo una significación reparadora o testas de los pensadores del retorno, que ven en ellas una destrucción
exorcizan te, y obliga a abrir la cuestión a nuevos gastos, contraria- o frustración de la identidad, y de la posibilidad de identificar cual-
mente a lo que hacían no hace mucho las teodiceas, después las quier cosa. El retorno se propone siempre como un retorno al uno (a
dialécticas, y a lo que podrían hacer hoy día los pensamientos de veces incluso cuando se invoca, en política, el Contr'Un de La Boé-
un retorno al «derecho» y a los «valores». tie): se demanda un hombre, un derecho, un bien, un sentido iden-
Que el sentido, en este sentido, sobrepase infinitamente la signifi- tificables, y además, en las variaciones continuas sobre la necesaria
cación, y que no tenga ni dé significación, no lo convierte ni en el no- pluralidad, un pluralismo, un valor atemperado de la diversidad, que
sentido, ni en la fatalidad, ni en ninguna anodina necesidad. Está exige su reconocimiento moral, pero que se preocupa poco de pen-
hecho de una apuesta permanente, que no es otra sino la del ser sarla como tal, o que no la piensa más que como déficit relativo, sobre
expuesto: él es nosotros en tanto que expuestos, a un espacio y noso- el fondo de una humanidad presente-a-distancia. Eso es desconocer
tros mismos como un espacio, a un tiempo y nosotros mismos como que la diferencia no se opone a la identidad, sino que la hace posible,
un tiempo, al lenguaje, a nosotros mismos, es decir, a nos-otros, al y que, inscribiendo esta posibilidad en el corazón de la identidad, la
mal, al bien, a la elección, a la decisión, a las elecciones y a las deci- expone a esto, a que su sentido no pueda serle idéntico. Nosotros
siones, en el acontecimiento, de nuestras significaciones. Por esta somos nuestra identidad, y nosotros designa -una vez más en la refe-
72 Jean-Luc Nanc¿;¡ E[ olvioo oe la filosof1a 73

rencia simultánea e indecidible a nuestras «singularidades» y a nues- je en crisis y en disponibilidad; reside también en esta realidad des-
tra «comunidad» - una identidad necesariamente compartida, en pués de todo pasmosa: que nosotros existimos en tal usura o en tal
nosotros y entre nosotros. La diferencia tiene lugar en esta partición, miseria, que existimos despojados, desnudos, extraviados, es decir,
que es a la vez distribución del sentido en todas las significaciones y que nosotros o el sentido resiste, más allá de toda representación posi-
retirada del sentido de todas las significaciones, una retirada, por ble, tanto en el amontonamiento de las significaciones como en su
otra parte, que cada significación indica, en el límite. agotamiento.
El sentido que resiste es el sentido «abierto», la apertura del senti-
do o bien la apertura al sentido. Es decir, aquello que no se deja vol-
ver a encerrar en la finalidad y en el circuito significantes. Pero el
sentido como apertura no está abierto al vacío, así como tampoco
DEL ASOMBRO tiende al infinito en su cumplimiento. Abre directamente a nosotros.
Nos designa como su elemento y como el lugar de su advenimiento
o de su acontecimiento. Pero nosotros no somos una significación: ni
Cuando la metafísica de la significación llega a conocerse como su
una «humanidad», ni una «ciudad», ni un «proyecto». Somos el plu-
propio límite, se expone ella misma. Se expone a no poder ya retor-
ral que no multiplica un singular - como si fuéramos la figura colec-
nar a ninguna significación, y a volver a poner en juego todo el pen-
tiva de una única realidad ( todas las críticas materialistas del idealis-
samiento acerca del sentido, hasta concluir, tal vez, por pensar y
mo se han quedado aquí) - sino que, a la inversa, singulariza una
practicar de otra manera la propia significación.
dispersión común, esta vez irreductiblemente material y absoluta-
Esto quiere decir que estamos expuestos al riesgo de ya no poder mente espiritual. Somos la comunidad del sentido, y esta comunidad
comprendernos o interpretarnos a nosotros mismos, pero también carece de significación: no subsume bajo un Sentido la exterioridad
que estamos expuestos de nuevo, de ese modo, a nosotros mismos, de de sus partes ni la sucesión de sus momentos, ya que sólo en tanto
nuevo expuestos los unos a los otros, y a nuestro lenguaje, y a nues- que expuesta por y a esta exterioridad y a esta sucesión es el elemen-
tro mundo. De nuevo, nuestra existencia exige su sentido y su dere- to del sentido.
cho. Ya no podemos dejarnos presentar a distancia del Cielo, de la
Esto significa muy precisamente que es comunidad de no tener
Idea o de la Historia, ni en general a distancia de la significación.
significación y porque no tiene significación. Es nuestra exposición al
Debemos existir en el sentido que somos. Hay actualmente una exi-
sentido la que hace nuestro ser-en-común, y no la comunicación de
gencia imperiosa, escandalosa, de no volver ya a volver a poner el
las significaciones. La idea del «comunismo» ha representado en
sentido en la significación sin otra forma de proceso. Esta exigencia
nuestra historia a la vez el deseo de culminar esta comunidad de sig-
reside en la condición que nos pone nuestro mundo que tan fácil-
nificación y nuestro acceso al momento desnudo en que tenemos que
mente se denomina «insensato», en su dureza económica, técnica,
pensarnos sin significación: este momento en que es necesario pen-
política; reside en la pobreza, en la explotación, en la condena al
sar el enigma copioso e indigente del nosotros como la muy escasa cla-
hambre o al deterioro; reside en el robo de nuestros instantes y de
ridad en que el sentido mismo se manifiesta.
nuestra muerte por las potencias, las promesas, los valores o los pro-
yectos; reside en el desamparo o en la hipocresía de discursos que Parece como si estuviera suponiendo algo así como un secreto o
significan sin tener ya sentido; reside en aquello que pone al lengua- un misterio: sustraernos a nosotros mismos. Eso no es, sin embargo,
74 Jedn-Luc Nanc:9
l E[ olvioo oe la filosofía 75

ni disimulado como un secreto ni revelable como un misterio. Es dejarle que pese por todo el peso de su agotamiento y de su aventura
manifiesto, es tan manifiesto como el cara a cara o como el entre de sentido.
nosotros que nos constituye indefinidamente. Esta manifestación El agotamiento y la apertura no dicen otra cosa sino que hay sen-
carece de secreto, porque carece de significación. Pero eso es también tido en nuestra existencia, sentido en defecto o en exceso de toda sig-
porque ella no es el fenómeno de algo, sino que ella misma es la cosa nificación, que hay sentido en cada una de nuestras existencias, y
en sí. Nosotros somos la cosa, la cosa del sentido o el sentido en tanto tanto para el tiempo fugitivo de cada existencia como para las escan-
que cosa. Lo que viene a decir también que nosotros mismos somos siones de la historia, para nuestros proyectos y nuestras luchas, desde
«lo abierto» y que lo abierto es la cosa: lo real mismo. Lo que nos que la existencia o el propio proyecto se exponen a desbaratar la ser-
constituye es lo abierto o, si se prefiere, el descubierto que nos pone vidumbre a la distancia de la significación. Dicen que hay, aquí y
cara a cara. Este descubierto es el espacio del sentido, es el espacia- ahora, una eternidad soberana de sentido (la de Rimbaud). El traba-
miento en el que y como el que hay sentido, que precede a toda sig- jo del pensamiento, su disciplina, su rigor, no consisten en hacerse
nificación, y que también le sucede. Este espacio, esta cosa, nosotros, dueño de esta soberanía -es decir, significarla o representarla=-,
podría identificarse con la instancia del lenguaje, con la instancia de sino en experimentarla como soberana y en quedar expuesto a ella.
lo política, con la instancia de la pasión (amor y odio, terror y pie- Quedar expuesto, hoy día, al límite del «hombre», de «Occidente», de
dad), o con una combinación de las tres. Pero él está retrasado con la «historia», de la «filosofía». Algo que no tiene nada que ver con una
respecto a todas estas identificaciones, cuya «condición trascenden- contemplación beata, pues es un conjunto difícil, complejo, delicado,
tal», según el viejo estilo, es él mismo, o bien, si se quiere ensayar de decisiones, actos, posiciones, gestos de pensamiento y de escritu-
otro estilo, el espacio, el elemento, la carne y la diferencia. No hay el ra. Es lo que hace sentir el peso: nada que ver con la recombinación
nosotros, como puede haber el lenguaje, lo político o la pasión. No y el comentario más o menos azaroso de las significaciones. Todo que
hay más que nosotros: la cosa al descubierto, el ser sin subjetividad, el ver con lo que, se quiera o no, arroja la significación, a cuerpo des-
hombre finito y la procedencia insignificable del sentido. cubierto, a su límite. Ninguna bravata cabe aquí, ningún heroísmo
Desde su fundación, el asombro es la virtud propia de la filosofía. filosófico en la tradición del filósofo mártir de ( = significan te de) la
Asombrarse, hoy día, no es otra cosa que asombrarse ante esta resis- verdad. Simplemente, esto es verdad: no es posible instalarse en el
tencia y esta insistencia de nuestra extraña comunidad en el sentido, límite, no es posible mantenerse ahí como en un registro o en un
en la exposición al sentido. Esto no define ciertamente «una filoso- régimen de significación. Siempre de nuevo hay que dejar que el
fía», si es que, al menos, todavía es «una filosofía» lo que hay que límite se presente, y él se presenta siempre nuevo. A fin de cuentas,
ponerse a buscar. Define, más bien, la actitud y el acto filosóficos, el asombro no es nada más que lo que llega al límite. El asombro
que olvidamos, a partir de ahora, cuando queremos volver a una sig- mismo es una especie de signo sin significación, y el signo -o el
nificación del mundo: acoger el asombro ante lo que se presenta. índice, o la señal- de que la significación toca su límite, y de que el
Esta acogida produce el pensamiento. El pensamiento no da sentido, sentido es puesto al desnudo.
sino que experimenta la exigencia de sentido, nos experimenta, deja Habrá otras significaciones, habrá otras tareas de significación
que hable esta exigencia, nos deja hablar. Si «pensar» significa y habrá otras tareas distintas a la significación. Pero, para descu-
«pesar», es, antes que nada, en el sentido de dejar que pese lo que pesa, brirlas, es necesario, antes que nada, hacernos capaces de asom-
de experimentar hoy día el peso de Occidente llegado a destino, de brarnos de esto: que la significación haya tenido una historia, que
esta historia se haya cumplido, que este cumplimiento sea un acon-
76 Jea11-Luc Na11c¿7 El olvioo oe la filosofia 77

en él: no hay nada que penetrar, no hay ninguna profundidad en lo


tecimiento, y que nosotros estemos ya, sepámoslo o no, queriéndo- real que estaría esperando otra significación, o una ultrasignifica-
lo o no, comprometidos por el sentido y en el sentido de lo que nos ción. Pero este afuera, o lo real, la cosa misma, la cosa en sí, acaece
acaece de esta manera. (nosotros acaecemos). Acaece sin cesar, y su acaecer exige y libera a la
vez toda la posibilidad y toda la pasibilidad del sentido: es decir,
vuelve a poner en juego, poco a poco, el orden entero de la significa-
ción. Tal es, en efecto, la definición de lo real: no lo que está por sig-
nificar, sino aquello que tropieza con o violenta la_, significación ' la
DE LA PASIVIDAD apertura del sentido, o mejor, su puesta al desnudo.,.)
La desnudez del sentido contiene sin duda algo de la desnudez
Que esto nos acaezca y que haya que asombrarse, implica pasivi- tradicional de la Verdad. Sin embargo, la verdad significada presen-
dad. La pasividad no tiene buena prensa en los pensamientos de la taba (a distancia) un cuerpo deseable al sujeto («en verdad», el cuer-
significación, porque la significación, por esencia, es una actividad: po imaginado de su propio deseo). La verdad del sentido no ofrece
imprime el sentido, lo acuña en caracteres inteligibles, no lo recibe su desnudez como un cuerpo, ni en general como algo. Se presenta
(qué lo recibe, ese elemento de cera infinitamente dúctil, esa materia mucho más como el gesto mismo de la puesta al desnudo, pues des-
sin ley ni f�rma, la filosofía no pudo jamás decirlo). nudarse no es dar algo, es ofrecer el gesto mismo de desnudarse. Lo
aprensible del sentido, o su verdad, no es «algo» (ni «todo»), es que
Pero la pasividad de la que se trata aquí no se deja determinar por ofrece su desnudamiento, antes que ninguna identidad desnuda.
una oposición a la actividad. Ella no consiste en ser «pasivo»: con- Ofrece la acción de su «pasividad», ofrece el acto mismo del sentido
siste en ser, si puede decirse así, pasible al sentido. Es decir, capaz de hacerse pasible a su acontecimiento.
, recibirlo, susceptible de acogerlo\ El pensamiento no es un discurso,
es la disposición y la actividad pasibles del acontecimiento del senti- Pasando al límite de la significación, el lenguaje acusa el choque
do: deja venir este acontecimiento, lo que quiere decir que lo hace de la cosa. El hueco o la fisura desunen el orden significante. La ins-
advenir como tal, o que lo inscribe. Es, por tanto, un «hac_(!_r» y, sin cripción es el trazado de esta disyunción. Este trazado carece de figu-
embargo, no es una producción, (E, igualmente, es una «repetición» ra reconocible, no tiene rostro, no es ni «lógico», ni «poético», ni
del sentido y, sin embargo, no es una representación.) Inscribir no es «filosófico», en el sentido en que estas palabras están a punto de ago-
producir, tampoco es volver a copiar. Se podría decir que es algo así tar sus significaciones. No es tampoco simplemente «práctico». Es el
como «registrar», es decir, hacer que entre en un orden de marcas a trazo completamente singular de un paso al límite, y éste, por defi-
una realidad heterogénea a dicho orden, sin hacerla devenir homo- nición, es también el límite del trazado o de la trazadura. Por eso, la
génea.' «Pensar» inscribe en el lenguaje el límite de la significación. letra de la inscripción es menos significante que transformacional:
La inscripción es el gesto por el cual el lenguaje pasa al límite de la transformaciones, variaciones, desplazamientos constantes del pro-
significación: En este límite, el lenguaje no toca el absurdo o el sin- pio pasaje. Porque ella pasa de esta manera, la «pasividad» del len-
..¡, sentido, q�e no son má� q�e otras formas de la significación-LEste
guaje, o el pensamiento, es un acto, forma una potencia activa que
afuera no tiene que ser significado, y por ello el lenguaje no penetra requiere fuerzas, trabajo, esfuerzo y exigencia. Pero porque ella no
pasa por encima del límite, puesto que no hay nada adonde pasar, y
puesto que todo acaece al contrario sobre el límite, sobre este borde
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sin afuera que no es más que la ínfima apertura del sentido, porque
ella únicamente pasa directamente sobre el límite, esta potencia
reserva en sí toda la pasividad que consiste en ser pasible al sentido.
Esto no es ser capaz del sentido, como si se tratara de inventaro
fabricar nuevas verdades. (Porque la verdad nunca es nueva, es siem-
pre-de nuevo la misma, idéntica a esto que viene a bordear, desbordar
y tropezar con la significación.) Pero es ser capaz de recibir el choque
�l sentido. Esta capacidad no puede ser producida a golpes de sig-
nificación. No puede constituir lo que se llamó no hace mucho un
«mensaje», ni lo que se llama habitualmente una «filosofía» (cuando
hemos olvidado completamente, o poco falta para ello, la filosofía).
Esta capacidad -decimos, a pesar de todo, puesto que es necesario
un nombre, y puesto que hay algunos títulos que la hacen valer, que
esto es la filosofia- debe estar ella misma precedida: hay que haber
) sufrido el acontecimiento y la conmoción del sentido para ser pasi-
ble a él. El uso del sistema significante, el manejo del discurso, debe
haber sido ya, siempre-ya, emprendido, perforado, amenazado por:_ el
límite de la significación. Por eso, la representación original de la
filosofía -una «pérdida» de sentido o del sentido- debe compren-
derse de dos maneras: o bien como la desaparición imaginaria de una
significación anterior, o bien como esa retirada del sentido por la
cual el sentido acaece. En este sentido, es necesario que el sentido nos
abandone para que estemos abiertos a toda la apertura del sentido. Y
esto, a partir de ahora, no puede olvidarse: este abandono hace nues-
tra historia.

Mayo de 1986

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