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El Poder de las Conversaciones

Artículo de Newfield Network


Paper de Estudio · Guía nº 4
ACP 2016
EL PODER DE LAS CONVERSACIONES

Las conversaciones siempre están presentes en nuestras vidas. Describimos,


hacemos juicios, pedimos, nos comprometemos, nos ofrecemos… Conversamos
en la interacción con otros e igualmente conversamos con nosotros mismos.
Estamos inmersos en familias, grupos, organizaciones o países, que pueden
verse, todos y cada uno, como redes de conversaciones.

A lo largo de este programa, hemos hablado del Observador, de la importancia


de escuchar, de las transparencias y quiebres, de las emociones, del cuerpo, de la
confianza, de los discursos históricos y de los actos del habla. Y lo que tienen en
común estas distinciones es que ocurren en las conversaciones.

¿Recuerdan los actos del habla? Cuando conversamos hay una danza en que
se promete, se declara, se afirma, se ofrece y se pide, y es en esa danza que
transcurren las conversaciones. Ahora, esa danza se produce dentro de un cierto
espacio emocional y desde un cuerpo que “sostiene” o no lo dicho: el texto
siempre está acompañado del contexto, que en este caso está dado por la
emocionalidad y corporalidad con que decimos lo que decimos.

Las conversaciones son espacios en donde se integran todas las distinciones


vistas, en una danza relacional, y también nuestra propia coherencia integrada por
los dominios lingüístico, emocional y corporal.

Dicho esto, ¿cómo vivimos en el mundo de las conversaciones? ¿Qué


podemos distinguir como conversaciones centrales? Propondremos en este texto
algunos tipos de conversaciones que ocurren en nuestro mundo relacional, que
juzgamos esenciales en el espacio del coaching, sin que sean estas las únicas
que existen.

Nos referiremos a aquellas conversaciones que aparecen a partir de los


quiebres: la conversación de juicios personales, la conversación de coordinación
de acciones, la conversación de posibilidades, la conversación sobre futuras
conversaciones, y la conversación de reclamo. De acuerdo con el tipo de
conversaciones que pongamos en juego tras un quiebre, será el mundo posible
que generemos.

En el coaching ontológico decimos que conversar es una danza en que nos


transformamos juntos. Vemos la conversación como una danza de historias,
narrativas, discursos, aprendizajes, emociones, recuerdos, gestos, ritmos,

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significados y sobreentendidos. Una danza cuyo compás cambia a medida que el
habla pasa de un interlocutor a otro.

En la comunicación humana no existe el hablar sin el escuchar, ni el escuchar sin


el hablar. Una conversación es una continua danza entre una y otra.

“Nos jugamos la vida en las conversaciones que tenemos


y también en las conversaciones que no tenemos”.
Álvaro González-Alorda1

Nuestras conversaciones se dan en nuestra coherencia Cuerpo-Emoción-


Lenguaje:

Ø Converso desde mi cuerpo y este se manifiesta y genera realidades con


sus acciones: gestos, llantos, respiración, transpiración, tensión, relajación,
cercanía, lejanía, miradas, contacto… y desde ese lugar se comunica. Mi
cuerpo actúa “sosteniendo” o no aquello que declaro o converso con otros.
También el cuerpo actúa respondiendo sensorialmente a aquello que es
dicho o expresado por el otro.

Ø Converso desde mis emociones, entendidas como “predisposiciones para


la acción”, y traen mensajes inmersos en su accionar: si juzgo injusto lo
sucedido doy lugar a mi rabia; si juzgo que ya no está aquello que
importaba, se asoma la tristeza; si juzgo que debo cuidarme porque puedo
perder algo que me importa, tiene lugar el miedo… o también puede ser la
alegría, el asombro o la culpa… En fin, cada emoción emite su mensaje al
interior y al exterior de mí. Las emociones hacen posible o no ciertas
acciones y, como el lenguaje es acción, las emociones hacen posible
ciertas conversaciones o no dependiendo de la emoción que habitamos.
También dentro de una conversación pueden aparecer nuevas emociones
que gatillen derivas conversacionales diferentes e impensadas al inicio de
la conversación.

Ø Converso desde mi lenguaje, que me permite describirme y hablar


de mí, y también enjuiciar, pedir, ofrecer, afirmar, prometer o declarar.
Puedo contar sobre el ser que soy y lo que hago, hablar sobre los otros, los

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objetos y el mundo que me rodea, muestro mis discursos, mi historia, mi
cultura, develando el Observador que soy.

I. CONVERSACIONES Y QUIEBRES

Hemos definido los momentos en la vida en que estamos en un umbral mínimo


de conciencia como “estar en transparencia”. Es decir, ejecutamos una acción
pero no estamos en la conciencia reflexiva de estar realizando dicha acción.

Y también hemos definido un quiebre como aquel evento que interrumpe el


flujo de la transparencia de la acción en nuestras vidas y lo declaramos como tal.
Lo que antes nos era transparente, emerge ahora, concita nuestra atención y
tomamos conciencia de ello.

Nuestra invitación ahora es a ver los tipos de conversación que se producen a


partir de esos quiebres y cómo nos permiten, o no, hacernos cargo de ellos.

1. La conversación de juicios personales


El evento que interrumpe la transparencia no es un quiebre sino hasta que
alguien a través de una declaración lo constituye como tal. Una vez declarado el
quiebre, lo normal es entrar en una cadena de juicios que nos permiten explicar o
evaluar lo sucedido.

En las conversaciones de juicios personales aparecen frases como “Siempre


me pasan estas cosas a mí”, “Tenía que sucederme justo ahora”, “No puede ser”,
“Dios mío”, “¿Cómo es posible?”… entre otros, y podríamos quedarnos allí
emitiendo un sinnúmero de juicios y generando historias y más explicaciones
sobre lo ocurrido. Por tanto cuando estamos inmersos en la conversación de
juicios personales, aparecen un torbellino de reproches, explicaciones y/o
justificaciones, sin todavía hacernos cargo del quiebre.

Cuando estamos atrapados en ese mundo de juicios, justificaciones y


explicaciones personales puede pasar que busquemos culpar a los demás por lo
sucedido, o a las instituciones, o al clima, a veces a la vida misma, ya que lo que
sucedió pasó fuera de nuestra responsabilidad; pasó porque otro u otros lo
provocaron; de esa manera procedemos a emitir juicios contra ellos. “En este país
nadie hace las cosas bien”; “Si fueran más organizados”; “Tú fuiste negligente”,
“¿por qué la vida me castiga?”, y así…

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También puede pasar que nos juzguemos a nosotros como los responsables
del quiebre, y le damos rienda suelta a la generación de juicios con respecto a
nosotros: “como soy de tonta”, “si seré estúpido”, “Cuándo aprenderé” “eso me
pasa por bruto”…

Es decir, un mismo quiebre, puede producir juicios muy diferentes de acuerdo


con el Observador al que le sucede ese quiebre… y al mismo tiempo revela el tipo
de Observador que está siendo.

Los juicios en esta conversación se pueden ver de acuerdo a tres dominios


diferentes:

v El dominio de la responsabilidad: ¿Cuál fue la causa de lo que


sucedió?

¿A quién le otorgamos la responsabilidad del quiebre que nos sucedió?:


¿Soy yo mismo o es el mundo? Hay quienes siempre se hacen
responsables de lo que les sucede; hay otros que escasamente asumen
responsabilidad y culpan a los otros de todo lo que les pasa en la vida.
Es frecuente que sean personas que se vean a sí mismas como
“víctimas de las circunstancias”.

v El dominio de la particularidad: ¿Los quiebres son particulares


a un ámbito o se generalizan al resto de dominios?

Cada quiebre sucede en un ámbito en particular de la vida de las


personas. Por ejemplo, un accidente de tránsito o un error en un cálculo
matemático. Hay quienes derivan ese evento solo al dominio de la
conducción o de lo relacionado con las matemáticas, y podría decir algo
como: “Definitivamente no sé manejar en carretera” o “Esto prueba que
no soy bueno para las matemáticas”.

Por el contrario, existen personas que enmarcan lo sucedido y utilizan


dicho quiebre como una manera genérica, integral y global para
descalificarse a sí mismos y se alejan del dominio específico permeando
todos los dominios del Ser, por ejemplo. “Esto demuestra lo torpe que
soy”, “Yo no hago nada bien”, “Tenía que ser yo” o “No sé para qué me
meto, si me va mal en todo lo que hago”.

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v El dominio de la temporalidad: ¿Los efectos del quiebre son
pasajeros o son permanentes?

Cada quiebre sucede en un momento y por tanto tiene consecuencias en


el tiempo. Hay quienes se viven sus quiebres enmarcados dentro de los
adverbios de tiempo “nunca y/o siempre”. Esto hace que la mayoría de
las veces, las consecuencias de los quiebres vividos por ellos parecieran
permanentes e inmodificables. Por ejemplo: “Después de esto mi vida
nunca será igual”, “Está claro que nunca podré desempeñarme en las
matemáticas” o “Siempre estaré solo”.

Para otros, los juicios son solo aplicables a la ocasión involucrada y se


relacionan con lo sucedido en el hecho presente, por tanto las
consecuencias operan en una temporalidad delimitada; por ejemplo:
“Esta área de las matemáticas me cuesta trabajo” o “Está claro que aún
debo aprender más sobre relaciones”. Fíjense que el ver los juicios en
una temporalidad limitada abre posibilidades. Cuando digo “Siempre
estaré solo”, cierro cualquier posibilidad, mientras que al decir “Aún debo
aprender de mis relaciones”, me abre la posibilidad del aprendizaje.

Quedarnos en la conversación de juicios personales y en las explicaciones de


que lo sucedido tiene algunas consecuencias:

Los seres humanos tenemos una capacidad infinita para contarnos historias
acerca de lo sucedido y cuando estamos metidos en este tipo de conversación,
podemos construir un sinnúmero de explicaciones, justificaciones, y narrativas que
sostengan nuestros juicios. Si no estamos atentos podríamos quedar presos de
nuestras historias de por vida. Esto se torna en un círculo vicioso que puede limitar
nuestra capacidad de acción. Las historias basadas en juicios personales
pueden, frecuentemente, ser una poderosa fuerza conservadora, a su vez
limitante, que nos invita a no salir de este relato.

Entonces en vez de ir a las acciones que podrían hacerse cargo del quiebre,
estas conversaciones llevan a explicaciones y más explicaciones de lo que
sucedió.

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2. La conversación para la coordinación de acciones
La conversación para coordinación de acciones nos permite hacernos cargo
de los quiebres que nos suceden en la vida. Son conversaciones que nos invitan a
actuar sobre ellos y nos dan herramientas para superarlos. Uno de los propósitos
fundamentales de esta conversación es lograr que algo pase, y para eso
generamos acciones futuras, involucramos a otros y buscamos elementos que nos
permitan hacernos cargo de las consecuencias que el quiebre ocurrido nos
genera.

Para que esto suceda contamos con algunos de los actos del habla que
favorecen el accionar y coordinar acciones con otros: los pedidos, las ofertas y las
promesas. Cuando digo “te pido que me ayudes a terminar este informe porque
me di cuenta de que yo solo no voy a poder terminarlo”, estoy en una
conversación de coordinación de acciones.

Sin duda una de las formas más efectivas de hacerle frente a los quiebres que
nos suceden en la vida es pedir ayuda. Sin embargo encontramos a muchas
personas con dificultad para pedir ayuda, quizás debido a los siguientes juicios:

Si pido ayuda:

• Muestro debilidad…
• Me pueden decir que no y me sentiré rechazado…
• Se darán cuenta que no soy autosuficiente…
• Quedará a la vista que no sé…
• Me veré obligado a brindar ayuda a quien me ayudó y por lo tanto,
pierdo independencia…

Como se dan cuenta, juicios y más juicios…

Algunas de las consecuencias de no pedir ayuda suelen ser, por lo tanto, la


prolongación del sufrimiento, manifestada en la soledad, la permanente auto
exigencia, la inefectividad, el agobio, la insuficiencia y el aislamiento, entre otros.

El ser humano es social y por su naturaleza está hecho para estar con y para
los otros; por tanto, es crucial generar redes conversacionales que nos permitan la
participación y la coordinación de acciones con otros. La emoción que sostiene la
coordinación de acciones entre las personas es la confianza.

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3. La conversación de posibilidades
Algunas veces nos encontramos en situaciones en las que no tenemos
claridad sobre las acciones que debemos realizar para hacernos cargo de los
quiebres que nos suceden. Cuando esto ocurre, tenemos la opción de iniciar otro
tipo de conversación. Esta es la conversación de posibilidades.

Ø Esta conversación no aborda directamente la coordinación de


acciones para enfrentar el quiebre sino que se orienta hacia la exploración de
nuevas acciones posibles y a la expansión de nuestro horizonte de
posibilidades.

Ø Busca alternativas, nuevos escenarios; incluso puede permitirnos


traer nuevos juicios y construir nuevas y diversas historias sobre lo que nos es
posible hacer frente a la situación actual.

Ø Invita a una emocionalidad distinta, convoca el entusiasmo, la


creatividad e incluso se amista con el caos y la incertidumbre dando espacio
para soñar, siempre buscando alternativas de solución, que lleven a que lo
sucedido sea modificado y/o rediseñado.

Ø Es una conversación de “Qué hacer” y no de “Por qué ocurrió esto”.

Ø Podemos recurrir a otras personas para explorar nuevas


posibilidades, lo que nos permite ampliar nuestra red de ayuda. Esta
conversación trae consigo la apertura y la flexibilidad necesarias para recibir,
acoger, crear y diseñar.

Ø Cuando estamos inmersos en ella, buscamos construir un espacio


para la innovación y ampliar nuestras posibilidades.

Si mi quiebre es que he decidido salirme de mi trabajo porque estoy aburrido


del ambiente laboral, puede ser que no tenga claro para dónde quiero irme. Allí
podría ponerme en contacto con conocidos, amigos o expertos en mi campo para
que me ayuden a explorar qué posibilidades tengo abiertas o cerradas.

Estamos conscientes qué es una conversación contemplativa, que tiene como


propósito ampliar el panorama y expandir la visión del Observador que somos
frente al quiebre que afrontamos; por tanto sabemos que no necesariamente se
van a producir resultados inmediatos y tampoco se busca construir una receta o
fórmula. El objetivo es ampliar nuestro Observador a través de esta conversación
para poder ver otras posibilidades.

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4. La conversación para posibles conversaciones
Algunas veces las personas sentimos que debemos conversar con otro sobre
algún tema en particular, sea porque tenemos una conversación pendiente, un
tema por cerrar, algo que pedir, un límite por poner, en fin… y en ese instante, a
juicio nuestro, nosotros o la persona con la cual debemos tener la conversación
para la coordinación de acciones, siente o sentimos que no estamos abiertos o
listos para ella, o suponemos que será una conversación difícil que puede
desviarse del objetivo inicial. Es ahí cuando sentimos que necesitamos un
contexto o antesala que permita la fluidez de dicha conversación.

Cuando juzgamos que no podemos sostener una determinada conversación


con alguien, en lugar de quedarnos en la resignación, la queja o en los juicios
personales, podemos tener una conversación acerca del quiebre de no ser
capaces de abrir o concluir la conversación que, a nuestro juicio, deberíamos
sostener. A esto le llamamos “conversación para posibles conversaciones”.

Si yo tengo un problema con mi pareja, por ejemplo no me gusta cómo está


manejando las finanzas en la casa, sé que debo decírselo pero también siento que
se molesta cuando cuestiono su forma de actuar y no me escucha. Una acción
posible para mí, antes de hablarle de las finanzas, es tener una conversación
previa en que le exprese lo difícil que me resulta tocar este tema, dado mi juicio de
que se molesta y no me escucha cuando juzga que cuestiono su forma de ser.

Si bien en toda conversación la escucha y la validación son ingredientes


fundamentales, en esta cobra aún más sentido. Si la emocionalidad no es la
adecuada, por muy adecuado que sea el lenguaje, la conversación no será
oportuna; de ahí que nuestra habilidad para generar un contexto emocional
propicio cobre tanto valor al momento de tener esta conversación.

A veces es nuestro estado de ánimo el que impide que la gente converse con
nosotros. Esta conversación exige normalmente situarnos en una emocionalidad
del respeto mutuo, requiere apertura y plena disposición para legitimar a nuestro
interlocutor como un observador diferente de mí, válido y legítimo a su vez.

5. La conversación de reclamo
Cuando en una relación, alguien se siente perjudicado por el incumplimiento
de una oferta, o de una promesa, puede entrar en una conversación de reclamo.

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Hacemos una distinción acá entre reclamo y queja. El reclamo aparece
cuando alguien no cumplió las condiciones de satisfacción de una promesa o
de un ofrecimiento. El reclamo aparece como una conversación de coordinación
de acciones para reparar el daño y para abrir nuevas posibilidades.

La queja se refiere al malestar que nos genera la acción de otro u otros, sin
centrarse en un hecho en particular o basándonos en expectativas que nosotros
tenemos, sin que los demás las supieran. La conversación de la queja es un tipo
de conversación de juicios personales y no va a la acción, como el reclamo, sino
que se queda en un cierto inmovilismo. Frecuentemente solo sirve como
desahogo.

En la conversación de reclamo hay una promesa incumplida de por medio. La


promesa puede ser implícita: si, por ejemplo, mi pareja me reclama porque le fui
desleal, en ese reclamo está implícito que debíamos actuar con lealtad en nuestra
relación sin que hubiera una promesa expresa de por medio.

En la queja esa promesa es inexistente; nos quejamos de algo que nadie nos
ha prometido. Nos quejamos por un deseo o expectativa insatisfecha que no ha
visto la luz a través de un pedido concreto.

En la conversación de reclamo, el objetivo es ver cómo el daño en lo actuado


se puede minimizar o solventar, reparar el vínculo entre las partes que conversan
y aprender de la situación. Es decir es una conversación de coordinación de
acciones.

También puede ser que yo haga el reclamo y decida terminar la relación, por
ejemplo con un proveedor que no cumple.

Es muy importante la emocionalidad que aparezca en esta conversación. En


particular, en esta conversación entra en juego en toda su dimensión la confianza.

Recordemos que la confianza la basamos en la competencia, la sinceridad y la


confiabilidad del otro.

En el momento de reclamar, me puedo preguntar si juzgo que la promesa


envuelta no se ejecutó o las condiciones de satisfacción no se dieron por alguno
de estos elementos que componen la confianza. Incluso me puedo preguntar
¿Tiene esta persona la sinceridad, la competencia o la confiabilidad para reparar
el daño y para seguir acciones con ella? También puede ocurrir que la persona en
cuestión cumpla con alguna de estas características y no con otras. Así, podré
pensar que la persona es sincera y competente, y sin embargo su historia de
cumplimiento me dice que no es confiable.

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Si yo soy quien reclamo porque la otra persona no ha hecho lo que juzgo que
debió hacer, hago un juicio sobre su identidad pero igualmente puedo entrar en
una conversación personal sobre mí mismo. “Fui muy tonto en confiar en esa
persona”, “¿No cumplió porque cree que soy fácil de engañar?” o “¿Por qué no
establecí claramente todo lo que necesitaba establecer?

La conversación de reclamo es esencial en la construcción de dignidad


personal, pues es a través de ella que se puede articular la reparación frente a un
daño y hacer declaraciones que pongan en el mundo y en los otros la manera
como el incumplimiento de la promesa afectó a mi persona. La conversación de
reclamo dignifica a quien la ejerce.

II. CONVERSACIONES DEL MUNDO INTERIOR Y EXTERIOR

Desde que nacemos estamos inmersos en las conversaciones sostenidas por


nuestra cultura, nuestra familia o nuestro sistema de creencias, entre otras. Sin
haber articulado un lenguaje, ya estamos conversando desde que nos
encontramos en el vientre de nuestras madres, “danzando” en una conversación
profunda e íntima entre nosotros, pequeñas criaturas, y quienes posibilitan la
conexión con el mundo exterior.

Pareciera que una vez que los seres humanos nacemos y aprendemos un
lenguaje que nos permite articular lo que conocemos como ‘conversación’ en el
sentido que hemos venido desarrollando a lo largo de este texto, vamos creyendo
que el conversar pasa afuera de nosotros, que es un proceso transaccional y/o
quizás funcional. A medida que las conversaciones se convierten entonces en
espacios externos a la reflexión, se empobrece nuestro propio mundo interior.

Cuando estoy pensando, existe un conversar en que doy espacio a la


elucubración de mis ideas. El pensar es una conversación del Yo consigo mismo;
donde me encuentro con mis juicios, con mis preguntas, con mis respuestas, con
mis explicaciones, con mis creencias. Es un momento en el que puedo estar
inmerso en una conversación profunda, inexplicable y meditativa, o también en
una conversación caótica e incierta.

Esas conversaciones privadas, en las que estamos con nosotros mismos, se


pueden dar de manera consciente y en otras ocasiones nos toman en nuestro
estar habitual sin que logremos darnos cuenta. Dichas conversaciones se inician
como resultado de una conversación interior (proceso reflexivo) y están nutridas
constantemente por las conversaciones que vienen del mundo exterior.

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Esas conversaciones con nosotros mismos nos pueden abrir o cerrar
posibilidades de maneras de las que a veces ni siquiera llegamos a ser
conscientes. A lo mejor esas conversaciones nos llevan a sentir que no podemos
o que no seremos capaces y nos hunden en la resignación. O nos alientan a
intentarlo y nos dicen que somos capaces y nos llenan de entusiasmo. Sean
cuales sean, nuestras conversaciones personales definen qué tipo de Observador
somos y las acciones que podemos tomar o no en el mundo.

Nuestras conversaciones personales nos acompañan incluso cuando estamos


en conversaciones con otras personas. Podemos, por ejemplo, estar coordinando
acciones con alguien, mientras pensamos “qué agradable es conversar con esta
persona” o, al revés, “no me inspira confianza; espero que no me esté
engañando”. Las conversaciones personales no se detienen en ningún momento.

Para identificar nuestra forma de relacionarnos con otros basta con reconocer
las conversaciones que somos capaces de sostener; de ahí la importancia de
convertirnos en Observadores de la forma como conversamos.

Nuestras relaciones personales se configuran a partir de las conversaciones


que sostenemos con otros. Una buena relación no es aquella que no genera
quiebres sino aquella que permite conversaciones para hacerse cargo de esos
quiebres.

Toda conversación es aquello de lo que se habla pero además se da dentro de


un contexto, entendido como el pasado que es traído, los acontecimientos y juicios
que anteceden a la conversación, lo que está ocurriendo en el presente junto a las
expectativas, la emocionalidad y la corporalidad, entre otros. Es decir, hay un
trasfondo desde donde escuchamos y somos escuchados.

Una comunidad —al igual que una familia o una Organización— es una red de
conversaciones. Existe una serie de prácticas, juicios, compromisos, explicaciones
y eventos históricos que son compartidos por un colectivo humano. Ese trasfondo
determina las conversaciones que son posibles y las que no y hace que se vayan
creando determinados estándares sociales y predeterminados usos y costumbres,
que nos constituyen como los seres sociales e históricos que somos. Es desde ahí
que surge nuestro ser conversacional y relacional.

Veamos algunos tipos de conversaciones:

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CONVERSACIONES

Mundo Interior Mundo Exterior

• Las conversaciones acerca de • Las conversaciones


nuestra historia, llega el pasado, los funcionales y relacionales: en donde
recuerdos. las personas estamos danzando con
el conversar de otro, lo que se dice y
• Los procesos reflexivos, lo que se escucha y a partir de ahí se
sobre las acciones realizadas, para construye el diálogo.
instalar aprendizajes.
• Las conversaciones
• La oración, es la corporativas: son las que se dan en
conversación con Dios. marcos institucionales, sean los
mensajes que generan las personas
• La meditación, es la jurídicas para sus oyentes, los
conversación aquietante, en donde particulares, y también allí existen
se acalla la conversación “privada”. otras conversaciones:
Es un espacio que proporciona Ø de contexto,
serenidad. Ø de aprendizaje,
Ø de objetivos,
• La intuición, es esa Ø de reclamo,
conversación proveniente de una Ø de reconocimiento
sensación, un pálpito, una sabiduría Ø de inicio
interna. Ø de cierre
Ø de especulación…
• Los sueños, la conversación
en el proceso onírico, las reflexiones • La conversación para
que nos llegan a partir de la coordinar acciones: donde se hace
ensoñación, los recuerdos que presente el ciclo de coordinación de
tienen lugar en el subconsciente, el acciones, partiendo de un pedido u
mensaje del inconsciente que se hace oferta, se genera una promesa, se
presente. establecen condiciones de
satisfacción, se declara el cierre con
• La conversación con el la declaración de satisfacción y
cuerpo: el diálogo privado con los gracias.
órganos, sus manifestaciones, a
través del dolor de la enfermedad,
de la sanación.

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• La conversación de • Las conversaciones de
propósito, en donde la persona trae reclamo: en donde hay posibilidades
sus talentos, habilidades y dones y le de realizar:
pone voz a algo más grande que su Ø Reclamos legítimos:
propio paso en el hacer y se permite con pedidos y solicitudes
solo ser. provenientes de un
incumplimiento o falla a una
• La conversación con quienes promesa establecida
ya no están, el traer a nuestro previamente, o también;
presente nuestros compañeros de Ø Reclamos implícitos,
vida, que hoy están en un plano que se dan producto de amplias
diferente al terrenal. promesas, que se constituyen y
pactan a través del tiempo, (por
• El intencionar: es aquella ejemplo cuando una pareja hace
conversación dirigida, con el “votos” en su boda)
propósito de movilizar la energía
con un propósito definido. • Las conversaciones de
feedback: de reconocimiento a la
• La conversación con la madre labor realizada, exaltando virtudes y
tierra, la “pachamama”, honrar la acciones y también de mejora,
sabiduría de lo esencial, de los cuando se requiere exaltar
elementos, del abuelo fuego, de la oportunidades a desarrollar o
pureza del aire, la limpieza del agua, cambiar con sus evidentes espacios
la fertilidad de la tierra… de aprendizaje.

• Las conversaciones con el • Las declaraciones de perdón,


mundo emocional: permitirnos de derechos humanos, de libertad,
escuchar el mensaje que nos brinda de éxito, de fracaso, esos grandes
nuestro sentir, el mensaje de la anuncios que generan y establecen
rabia, el miedo, la alegría, la compromiso social.
tristeza, entre otras.
• Las conversaciones en donde
se hacen llamados de “lealtad a la
tribu”, a las costumbres de familia,
de comunidad, de grupo, que buscan
prevalecer la historia.

• Las conversaciones para


construir relaciones y cultivarlas:
Invitaciones, llamadas, saludos,
celebraciones.

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Nuestras conversaciones, con los otros o con nosotros mismos, determinan
quiénes somos en el mundo. Y sin embargo nuestra sociedad genera pocos
espacios donde podamos aprender a conversar. Pareciera que se da por hecho
que el mero proceso de hablar permite las habilidades necesarias para la
conversación.
Postulamos que el mundo conversacional es mucho más que dos personas
hablando e intercambiando conocimientos. Una conversación es el encuentro de
dos mundos, y la riqueza de este encuentro depende mucho de la manera, como
cuando conversamos, podemos transformarnos y transformar a otros.
Y acá, podemos dejar varias preguntas: ¿Qué tipo de conversaciones
sostengo con los otros? ¿Qué conversaciones sostengo conmigo mismo? ¿Cómo
podría relacionarme si no sé compartir? ¿Si no estoy dispuesto a aprender del
otro? ¿Si no desarrollo conversación que generen confianza? ¿Cómo converso de
lo que me duele? ¿Qué conversaciones me son difíciles de sostener? ¿Cómo mi
cuerpo me sostiene en esas conversaciones que son importantes para mí?
¿Desde qué emociones converso? ¿Cuáles de mis conversaciones me abren
camino? ¿Cuáles me cierran posibilidades? ¿Cuáles me permiten nuevas formas
de hacer y ser? ¿Cuáles permiten salir el ser grande que hay en mí?
Poder conversar sobre lo que nos importa, nos inquieta o nos impide lograr lo
que queremos, nos desafía e invita a traer a la conversación una emocionalidad,
un lenguaje y una corporalidad que dé lugar legítimo a la validación del otro,
respetando su ser como un Observador distinto de mí.
Son las conversaciones las que forman el tejido social de nuestras relaciones.

¡¡Las conversaciones nos sostienen en el vivir con otros!!

Conferencia Julio Olalla, escrito por Lucila Mejía y José Luis Varela
y editado por
Paz Zagal y Juan Pablo Contreras

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1. Álvaro González-Alorda: consultor y socio de Emergap, empresa española especializada en


innovación en mercados emergentes. Autor de los libros “El Talking Manager” y “Los Próximos 30 años”.

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