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Movimiento ferrocarrilero

Hacia finales de los años 50’s los trabajadores ferrocarrileros comenzaron a


organizarse para mejorar sus condiciones de trabajo. Las percepciones salariales
no garantizaban una vida digna y la organización sindical estaba férreamente
controlada por el sindicato oficialista, anulando una representación eficaz de sus
intereses. No bien había terminado junio de 1958 cuando los trabajadores ya
habrían emitido la proclama de sus derechos (Plan del Sureste) y convocado a
paros estratégicos. Las manifestaciones ferrocarrileras de finales de junio fueron
recibidas con represión de las autoridades y la ocupación militar de las sedes
sindicales independientes. La fuerza del movimiento no pudo ser eficazmente
reprimida, por lo que se ven obligados a ceder a un proceso electoral interno que
gana Demetrio Vallejo. Las condiciones laborales, sin embargo no cambiaron
forzando a huelgas en febrero y marzo de 1959 en los ferrocarriles Nacionales y
del Pacífico respectivamente, mismas que fueron declaradas inexistentes. El
llamado sindicalista a una tregua que cumpliera las condiciones establecidas en
los contratos colectivos fue contestado con despidos y detenciones masivas,
entre las que se encontraba por supuesto el liderazgo sindical ferrocarrilero.
Manifestaciones posteriores exigiendo libertad de los compañeros presos fueron
igualmente reprimidas. Eventualmente se impondría una dirigencia afín al
sindicalismo charro, pero quedaría conciencia en el régimen del despertar social
de varios sectores y del costo incremental de la represión como alternativa.

Actualmente las manifestaciones en las calles son motivo de molestia de quienes


se ven afectados en sus trayectos laborales, escolares o cotidianos. Si bien es
cierto que se paga un costo alto en contaminación y productividad perdida,
también lo es que el derecho a manifestarse rara vez es la primera alternativa de
los afectados por decisiones públicas o privadas; también cierto es que hemos
comenzado a dar por sentado que las condiciones bajo las cuales nos
manifestamos no son una graciosa concesión desde el poder, sino un derecho
cuyo ejercicio y reconocimiento han costado libertad y vida a integrantes de varios
movimientos como el ferrocarrilero.

Movimiento médico

La lucha por condiciones dignas de trabajo en los hospitales de trabajo alcanzó


momentos muy álgidos a mediados de los 60´s. En 1964 tanto residentes como
internos del hospital 20 de noviembre (ISSSTE) se fueron al paro de labores por
que los aguinaldos no les habían sido cubiertos. La respuesta de la autoridad fue
el despido masivo de más de 200 doctores tanto residentes como internos, esta
actitud concitó la solidaridad de trabajadores de la salud en diferentes hospitales
del estado, transcendiendo el paro de una clínica al de 40 hospitales.

El paro se levantaría en diciembre tras el compromiso presidencial de atender sus


demandas; sin embargo, las pretensiones de conformar un movimiento sindical
independiente para los trabajadores agrupados en torno del AMMRI y el AMMAC,
fue confrontado con grupos de choque al servicio del sindicato oficial. Los paros
organizados en protesta desembocaron en más violencia cuando la policía toma
las instalaciones de los Hospitales 20 de noviembre Rubén Leñero y Colonia y
sustituye al personal por médicos militares. El 24 de noviembre incluso se llegó a
al secuestro de enfermeras por grupos de choque y el despido o encarcelamiento
de docenas de Médicos.

En nuestros días pudiera parecernos una respuesta excesiva ante demandas


laborales justas, sin embargo, desafiar a la autoridad en esos días implicaba
arriesgar el trabajo, la libertad o incluso la vida misma. El valor de médicos y
enfermeras y el ejemplo en la lucha por sus derechos son un legado para las
generaciones que sobrevendrían.

En la lucha por los derechos laborales los movimientos médico y ferrocarrilero


revisten particular importancia, pero distan de haber sido los únicos puesto que
telefonistas, electricistas, petroleros, y maestros también se organizaron y
manifestaron en los 50s y 60s. Aunque el propósito esencial es el respeto a la
dignidad laboral todos ellos coinciden en visibilizar la importancia de exigir los
derechos que nos sean menoscabados. Los tiempos no eran particularmente
afables para este tipo de manifestaciones o para permitir que se cuestionara la
autoridad del régimen, sin embargo, al manifestarse sembraron en el resto de la
ciudadanía la convicción de que toda lucha que busque transformar al súbdito en
ciudadano es valedera.

El 26 de julio de 1968 inició a un gran movimiento estudiantil, eco de otros


en el mundo pero con fuerte carácter nacional, y sacudió los cimientos del
régimen autoritario priista[1].
En la Ciudad de México, el 22 de julio de 1968 se reportó una
confrontación, en las cercanías del edificio de La Ciudadela, entre
estudiantes de la Vocacional 5 y 2, del Instituto Politécnico Nacional (IPN),
y los de la Preparatoria Isaac Ochoterena, particular, pero incorporada a la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). ¿La causa? El
resultado de un partido de futbol americano. La situación pudo no haber
pasado a mayores, pero terminó con la intromisión del cuerpo de
granaderos. Al día siguiente, los preparatorianos apedrearon la Vocacional
5. No hubo reacción por parte de las fuerzas de seguridad, pero el 24 de
julio sí: la policía ocupó esa Vocacional y la 2, golpeando a estudiantes y
profesores[2].
La Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET), organismo
estudiantil politécnico, convocó para el 26 de julio una manifestación
contra la represión a sus compañeros y profesores y por la desocupación
de ambas vocacionales. Sin embargo, esta organización estaba, para
entonces, cooptada por el Estado y su dirigencia era controlada por el
Partido Revolucionario Institucional (PRI) [3], por lo cual no fue del todo
escuchada.
Ese mismo 26 de julio, simultáneamente, la Central Nacional de
Estudiantes Democráticos (CNED), cuyos militantes estaban ligados al
Partido Comunista Mexicano (PCM), declaró que, al estar realizando un
mitin en apoyo a Cuba frente al Hemiciclo a Juárez, algunos estudiantes
del Poli habían sido golpeados por los granaderos en el cruce de las calles
de 5 de Mayo y Palma, Centro Histórico de la Ciudad de México, y se
habían acercado en busca de solidaridad. Se habían congregado 10 mil
jóvenes, para marchar hacia el Zócalo capitalino, pero antes de llegar
fueron atacados por mil policías. Se vieron obligados a regresar al
monumento, y cuando resolvieron dispersarse, una nueva embestida de
granaderos produjo heridos y destrozos[4].
Los granaderos interceptaron al contingente de estudiantes a la altura de
Isabel la Católica con Madero, calle que lleva directamente al Zócalo. Al
enterarse de las agresiones, llegaron muchos alumnos, más no pudieron no
dar cauce a más agresiones. Horas más tarde, a las ocho de la noche,
quienes aún permanecían en el Hemiciclo a Juárez ―entre ellos,
estudiantes que habían logrado escapar de la represión previa―, fueron
nuevamente agredidos[5].
El saldo de este ataque fue lamentable: 500 personas heridas, de acuerdo
a información de la agencia de noticias AFP. Significativamente, en esa
lista se encontraban: Raúl Mendiolea Cerecero, subjefe de la policía
preventiva; coronel Eduardo Estrada Ojeda, jefe del Servicio Secreto (SS),
y el capitán Pérez Meza, de la Dirección de Tránsito[6].
En la Asamblea de la Vocacional 5, los estudiantes denunciaron que el día
26 habían sido agredidos por los granaderos, las guardias presidenciales y
el servicio secreto, y reprobaron el llamado de la FNET a la policía para
intervenir en las manifestaciones[7].
Conforme a los hechos, aquel 26 de julio de 1968 hubo múltiples
violaciones a los derechos humanos, principalmente a la libertad de
expresión. Ese día, las fuerzas de seguridad cometieron delitos como el
lesionar a los manifestantes, además de engañar a la opinión pública con
sus justificaciones ante la prensa.

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