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D. Rosende, Filosofía para bípedos implumes.

A)
— Estimado, señor cura, ¿cree usted que debemos tener fe?
—Por supuesto, hijo mío, la fe es fundamental.
—Gracias. Estimado señor científico, ¿cree usted que debemos tener fe?
—Verás, en el ámbito privado yo podría tener fe, pero profesionalmente no trabajo con
ella, sino con el método científico.
—Me temo que está equivocado, señor científico. Trabaja sobre la base de la fe, aunque
no se haya dado cuenta.
—¡¿Cómo?!
El científico se ha puesto rojo de rabia y no entiende nada. Vamos a explicarle lo que
Hume le diría.
—Señor científico, usted, presuntamente, se dedica a observar hechos como que la
Tierra gira alrededor del Sol o que el agua hierve a cien grados centígrados cuando se
encuentra al nivel del mar. ¿Cómo puede estar completamente seguro de que en el
futuro la Tierra seguirá girando alrededor del Sol o de que el agua seguirá hirviendo a
cien grados?
—Como hasta ahora ha sido así, vamos a tener fe y esperanza en que las cosas sigan
siendo tal y como las conocemos.

Cuestión: ¿Puede desembocar el método científico en un escepticismo, o la ciencia


asume sus propias contradicciones?

B)

Antes de que llegara Kant, muchos filósofos creían en lo que vamos a conocer
como realismo ingenuo, que nosotros somos capaces de capturar las propiedades de un
objeto tal y como son y transferirlas a nuestra conciencia. Espera, ¿que tú también eres
realista ingenuo? ¿Pensabas que el conocimiento funcionaba así? Menos mal que estás
estudiando a Kant. Nosotros no podemos capturar las propiedades de un objeto tal y
como son y transferirlas a nuestra conciencia. A ver, aclárate, ¿la silla es roja, gris o
negra? Kant diría que los colores no son una propiedad del objeto en sí mismo —
noúmeno—, sino que el propio entendimiento es una actividad configuradora de la
realidad.
Kant distinguió entre el objeto en sí y el objeto tal y como se nos aparece —
fenómeno—. Yo no te puedo conocer tal y como eres, yo te conozco tal y como te me
apareces. Por esa razón eres un fenómeno, fenómeno en sentido kantiano. Tenemos una
especie de filtros o de moldes a través de los cuales percibimos la realidad. No podemos
saber cómo es el mundo en sí, solo podemos saber cómo se nos aparece. La pregunta
correcta ya no sería cómo es el objeto, sino cómo conozco el objeto. ¿Cómo se me
aparece el objeto? Kant decía que la razón solo veía lo que ella misma producía de
acuerdo con su configuración. Esta es la revolución copernicana en Kant. No es el
sujeto el que descubre las leyes del objeto, sino que es el objeto el que se adapta a las
leyes del sujeto. Dirá Kant que a priori solo conocemos de las cosas lo que nosotros
mismos ponemos en ellas.

Cuestión: Si “a priori solo conocemos de las cosas lo que nosotros mismos ponemos en
ellas”, ¿podemos decir que el conocimiento existe?

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