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JAGUARIBE, H. - Un Estudio Crítico de La Historia (T. I) (OCR) (Por Ganz1912)
JAGUARIBE, H. - Un Estudio Crítico de La Historia (T. I) (OCR) (Por Ganz1912)
Helio Jaguaribe
Un estudio crítico
de la historia
Tomo I
S e c c ió n de O bras de H is t o r ia
I
Traducción de
C arlos Ávila F lores
G raciela N oemí Bayúgar Faigenbaum
A na P ulido R ull
HELIO JAGU ARIBE
UN ESTUDIO CRITICO
DE LA HISTORIA
i
https://tinyurl.com/y794dggv
https://tinyurl.com/y7k8sjjr
A F ederico M ayor,
quien, como director general de la unesco,
creyó en esta investigación cuando sólo
era el simple esbozo de un ambicioso proyecto
PREFACIO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL
9
SUMARIOS
T omo i
Introducción general
I. La aparición del hombre y la civilización
II. La civilización mesopotámica
III. Egipto
IV. La civilización egea
V. El antiguo Israel
VI. Persia
VII. Grecia
VIII. Roma
IX. La civilización bizantina
X. El Islam
Anexos
Tomo ii
XI. La India
XII. China
XIII. África
XIV. Civilizaciones precolombinas
XV. La civilización occidental 1. Formación de Europa
XVI. La civilización occidental. 2. El Renacimiento
XVII. El desarrollo de Occidente
XVIII. Reflexiones sobre el siglo xx
XIX. Conclusiones
Anexos
11
PREFACIO
Una obra extensa como ésta no habría sido posible sin la ayuda y las
aportaciones de m uchas personas. El autor está en deuda, ante todo,
con la confianza y el apoyo recibidos de Federico Mayor, director gene
ral de la unesco de 1987 a 1999, a quien dedica el libro. El creyó en esta
investigación cuando sólo era el simple esbozo de un ambicioso proyecto.
Vaya tam bién la gratitud del autor a un gran núm ero de personas.
Deseo m encionar en primer lugar a María Lucia, mi esposa, y a mi fa
milia en general, quienes con paciencia y generosidad soportaron d u
rante casi seis años mi total concentración en los preparativos de este
estudio, en detrimento del tiempo que debí dedicarles. También quiero
expresar mi gratitud al personal administrativo del Instituto de Estudos
Políticos Sociais, cuyo apoyo desinteresado ha asegurado la existencia
misma de la institución y posibilitó la culminación de este trabajo. Las
condiciones propicias para emprenderlo se debieron a un reducido gru
po de entusiastas empleados del instituto: la señora Regina Lúcia Cor
tes Lima, quien m ecanografió la obra en inglés sin conocim iento del
idioma, gracias a una minuciosa atención a cada letra; la señora Maria
Augusta Leal Soares, quien adm inistró con toda eficiencia mi oficina,
contando con el auxilio contable del señor Admar Cam pos Albo y los
servicios de archivo del señor Joaquim Gon^alves de Oliveira Brígido.
La señora Maria de Guadalupe Affonso M artinez prestó valiosa ayuda
secretarial al retirarse la señora Leal Soares.
Lo escrito directam ente por mí en lo que voy a llam ar "in glés de la
ontj// fue convertido en un "inglés oxfordiano" inicialmente por la doc
tora Alice Koller, encargada de la revisión lingüística de los capítulos n
al vi. El resto lo revisó con gran tino el doctor Geoffrey Lloyd Gilbert.
Me siento particularmente agradecido con los eminentes sociólogos e
historiadores cuyos nombres aparecen en seguida, quienes con ojo críti
co revisaron mis textos y me hicieron inapreciables comentarios, al igual
que con los profesores Ki-Zerbo, Heraclio Bonilla, Hugh Kennedy y Kees
Bolle, así como con el embajador José Calvet de Magalháes, por los exce
lentes textos que aportaron a este estudio.
Los profesores Vicente Barretto, de mi instituto, y A m o Wehling, pre
sidente del Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro, me dieron el más
valioso apoyo; el primero, entre otras cosas, seleccionando a los asesores
17
18 AGRADECIMIENTOS
PERSONAL CENTRAL
ASESOR GENERAL
ASESORES TEMÁTICOS
E gbo E gipto
Profa. Isabelle Ozanne Profa. Dominique Valbelle (directora)
Ifremer, Direction de LTngenierie, de la Institut de Papyrologie et d'Egiptologie
Technologie etde L'Informatique, París de Lille, París
19
20 COLABORADORES
G recia P ersia
Pro} ’ Roger S. Bagnall Pro} Richard N. Frye
Department of Classics, Hamilton Hall, Department of Near Eastem Languages
Columbia University, N ueva York and Civilizations, Harvard
University, Harvard
A ntiguo Israel
Prof. Mordechai Cogan L as civilizaciones precolombinas
Department of Jewish History, Pro} Heraclio Bonilla (relator)
The Hebrew University of Jerusalem, Universidad Nacional de Colombia,
Mt. Scopus, Jerusalén Bogotá
Islam El R enacimiento
Pro} W. F. Madelnng Pro} Ruggiero Romano
The Oriental Institute, University College de France, París
of Oxford, Oxford
R oma
Pro} Hugh Kennedy (relator de las sec Pro} Aldo Schiavone
ciones i a ni) Universidad de Roma,
Department of Mediaeval History, Roma
University of St. Andrews, St. Andrews,
Fife, Escocia, Reino Unido, St. Andrews D esarrollo del O ccidente
Pro}. Peter Gay
M esopotamia Department of History,
Pro/, jean Bottéro Yale University,
École Pratique des Hautes Études, París Yale
INTRODUCCIÓN GENERAL
C o n s id e r a c io n e s p r e l im in a r e s
21
22 INTRODUCCIÓN GENERAL
1. H i s t o r ia e h i s t o r ia
romano, que algunos son libres; el mundo germánico sabe que todos son
libres. Por consiguiente, la primera forma política que observamos en la
historia es el despotismo; la segunda es la democracia y la aristocracia,
y la tercera es la monarquía.
La fase con la que tenemos que empezar es el Oriente, la niñez de la
historia. La segunda etapa es la griega, periodo que puede compararse
con la adolescencia. La tercera fase, el ámbito de la universalidad abs
tracta, es el Estado romano. La cuarta fase es germ ánica. Es su vejez.
Em pezó con la reconciliación ofrecida por el cristianismo, pero sólo en
la etapa inicial, sin desarrollo nacional ni político.
La aportación de Hegel a la Historia, una vez liberada de sus supo
siciones m etafísico-religiosas, fue de la mayor im portancia y echó las
bases tanto para los conceptos de Marx como para los culturalistas.
La H istoria poshegeliana siguió tres rumbos distintos: la línea del
idealismo alemán, que generó el historicismo; la línea del positivismo,
que subrayó la adopción, por la Historia, de las mismas normas y m eto
dología de las ciencias naturales, y la línea del culturalismo, que exigía
una forma particular de entendimiento de los procesos socioculturales.
Leopold von Ranke (1795-1886) es la figura cumbre de la escuela históri
ca alemana, ya que combinaba el rigor en el estudio de los documentos
con una filosofía idealista y la convicción de que el historiador puede y
debe informar de los hechos históricos como en realidad ocurrieron.
La línea positivista encuentra sus dos principales expresiones en Henry
Thom as Buckle (1821-1862), con su History o f Civilization in England
(1857), e Hippolyte Taine (1828-1893), con Les Origines de la France Con-
temporaine (1874-1893). En su sentido más lato, el materialismo histórico
de M arx (1818-1883) y Engels (1820-1895) podría incluirse en la línea
positivista.
La línea culturalista empezó con la gran figura de Jacob Burckhardt
(1818-1897) y fue seguida por los neokantianos W ilhelm W indelband
(1845-1915), Heinrich Rickert (1863-1936) y Georg Simmel (1858-1918).
La mayor expresión del culturalismo alemán fue la de Wilhelm Dilthey
(1833-1911).
Estos historiadores, reaccionando contra el positivismo y su imposición
de conceptos de la ciencia natural sobre conceptos culturales, subra
yaron lo específico de las ciencias culturales y la necesidad de enfocar
las con diferentes métodos, capaces de tratar su característica esencial,
que es la existencia del significado, en oposición a la simple objetividad
de las ciencias naturales. La com prensión de los hechos significativos
exige una herm enéutica específica. El historiador ha de partir de una
expresión externa del pasado para colocarse en el estado interno conec
INTRODUCCIÓN GENERAL 27
5 C/ Collingwood, The Idea ofH istory, Oxford, Clarendon Press, 1949 (1946), p. 195.
INTRODUCCIÓN GENERAL 29
La nueva Historia
La Filosofía de la Historia
8 Karl Jaspers, Origen y meta de ¡a Historia, trad. al español, Madrid, Revista de Occidente,
1950.
9 Arnold Toynbee, A Study of History, 10 vols., Londres, Oxford University Press (1934-1951),
10 Erich Kahler, Man the Measure, Nueva York, George Braziller, 1961; The Meaning of History,
Nueva York, G. Braziller, 1964.
11 R. G. Collingwood, The Idea ofHistory, op. cit.
12 W. B. Gallie, Phtlosophy and the Histortcal LInderstandmg, Nueva York, Schocken Books, 2* ed.,
1968(1964). ‘
13 Patrick Gardiner, The Nature of Historical Explanation, Londres, Oxford University Press,
1968 (1991).
32 INTRODUCCIÓN GENERAL
14 Oswald Spengler, La decadencia de Occidente (trad. española del alemán Der Untergang des
Abmdlandes, 2 vols., 1918), Madrid, Espasa-Calpe, 4 vols., 1947.
15 Alfred Weber, Historia de te cultura (trad. española del alemán Kulturgeschichte ais Kultursozio-
logie [1935]), fc e , México, 1943 (1941).
INTRODUCCIÓN GENERAL 33
pales y los factores que han influido en un proceso histórico. Se trata, pre
dominantemente, de un ejercicio en el ámbito de la Sociología de la His
toria que tiene en cuenta todas las circunstancias y los factores condicio
nantes pertinentes.
En el caso de nuestro estudio, las tres secciones iniciales de cada capí
tulo constituyen un intento de resumir y ordenar la mejor inform ación
de que tuvo conocimiento este autor, presentada por competentes histo
riadores críticos (críticos en el primer sentido), acerca del lugar, el pue
blo y la principal evolución sociopolítica y cultural de la civilización de
que se trate. Luego se ha hecho un esfuerzo por identificar y analizar las
principales condiciones y factores que han influido en el curso de esa
civilización. Sem ejante ejercicio produce una cosecha abundante: nos
da, en primer lugar, una comprensión crítica de los procesos estudiados,
aclarando por qué las cosas han tomado cierta dirección en lugar de otra.
Nos permite ver las maneras en que se generaron acontecimientos deci
sivos, como los que condujeron al surgim iento, el desarrollo y, en su
caso, la decadencia de una civilización determinada. Además, ofrece ele
mentos de comparación entre diferentes civilizaciones de las principales
condiciones que influyeron sobre sus cursos.
16 Cf Wilhelm Bauer, Introducción al estudio de la Historia, traducción española del alemán (1922),
Barcelona, Bosh, 1957, p. 33.
17 Cf. Edward Hallet Carr, Wl:at is History?, Nueva York, Alfred Knopf, p. 35.
18 C f Erich Kahler, The Meaning of History, Nueva York, George Braziller, 1944, p. 17.
34 INTRODUCCIÓN GENERAL
tenidas por estudiosos como Croce, Karl Jaspers, Toynbee y, hasta cierto
punto, Erich Kahler.
Desde un enfoque distinto, Sorokin19 sostiene que el proceso cultural
está sometido a una circularidad en espiral, de manera similar a las ideas
de Vico. Las sociedades inician su curso histórico con una cultura idea-
cional, que después aspira a una formulación idealista, la que a su vez
tiende a una cultura sensorial. La forma extrema de esta última, la cul
tura hipersensorial, es autodestructiva y genera, por medio de un des
arrollo dialéctico interno o una intervención externa, una nueva cultura
ideacional. Las culturas ideacionales están im buidas de un profundo
sentido de lo sagrado y basadas en creencias incondicionales en dioses
o en un Dios. Las culturas idealistas introducen una exigencia de racio
nalidad en sus creencias religiosas, lo que convierte las m itologías en
teologías. Las culturas sensoriales se orientan hacia la prueba empírica
y el rigor analítico. Las culturas hipersensoriales son llevadas a un rela
tivismo completo, hasta perder su convicción de cualquier verdad.
Como se ve brevem ente en los capítulos xvm y xix de este trabajo, el
autor sostiene que el principio antrópico produce, entre otras muchas
consecuencias, el postulado de una esfera antrópica. Planteado por la
cosmología contemporánea, el principio antrópico (el cual afirma que el
surgimiento de la vida y del hombre en nuestro planeta sólo fue posible
porque la evolución del cosmos, desde la explosión prim ordial, ha se
guido exactamente el curso que siguió, y no otro) es un postulado pre
ñado de muchas consecuencias que implican, como ya se m encionó, la
esfera antrópica. Rem itiendo al lector al análisis de esta cuestión en el
tema de la posm odernidad, en el capítulo xvm, baste decir aquí que la
esfera antrópica delimita el ámbito de posibilidad de las acciones huma
nas. Dada su naturaleza psicofísica, el hombre dispone de un m uy vasto
— pero no ilimitado— repertorio de opciones, empezando por diversas
pautas culturales. Cada pauta cultural contiene, a su vez, otra gran va
riedad de opciones, eidéticas, pragmáticas y artísticas. Las fases históricas
más breves actúan dentro de los límites de una pauta cultural determi
nada. Las fases más prolongadas pasan de una pauta cultural a otra.
La afirmación de Sorokin acerca de la sucesión cíclica de las fases cul
turales, de la ideacional a la idealista y luego a la sensorial, es apoyada
por un vasto Corpus de pruebas empíricas inequívocas. Todas las civiliza
ciones conocidas surgieron en la historia con culturas ideacionales. Algu
nas pasaron después a una etapa idealista, como la griega y la romana, la
china, la india, la islámica y la occidental. Sin embargo, algunas, como
19 Cf. Pitirim Sorokin, Social and Cultural Dynamics, Boston, Eorter Sargent PubL, 1957.
INTRODUCCIÓN GENERAL 37
2. W eber v T oynbee
Alfred Weber
El estudio que hace Weber del proceso histórico empieza por tener en
cuenta las ''zonas históricas" que sucesivamente o de manera concom i
tante han aparecido, a saber: la cultura china, la de la India oriental, la
egipcia occidental, la babilónica (primer grado), la persa-judía, el círculo
de la antigua cultura mediterránea (segundo grado), la eslavo-bizantina
oriental, la islámica y la occidental (tercer grado). Estas culturas deben ser
representadas como cuerpos históricos cerrados, cuyos contornos y cor
poralidad pueden ser aprehendidos mediante la observación de algo que
también es visible y que puede ser externamente captado, lo que significa
considerar la formación de sus estructuras sociales y las mutaciones de
estas últim as. Tales estructuras sociales, aunque en m uchos aspectos
pasan por fases análogas en cada una de las zonas, siempre tienen algo
peculiar en sí mismas que es característico de cada una de las situacio
nes culturales. Todos estos cuerpos históricos están insertos en un gran
proceso unitario de m ovim iento gradual que abarca a toda la hum a
nidad. Este es el proceso civilizador que atraviesa el devenir histórico y
constituye su soporte. Todo esto significa que ofrece una serie de m e
dios variables para la construcción social, un m undo transform ado de
objetos físicos y espirituales.25
dentro del ám bito de cada pauta cultural. Habiendo llegado a los más
altos niveles de excelencia alcanzables dentro de una pauta cultural de
terminada, las ulteriores manifestaciones se ven obligadas a repetir los
m odelos de excelencia o bien a destruirlos. El nuevo progreso sólo es
posible con un cambio de la pauta cultural. Una vez generada la pauta
cultural culminante — como probablemente será el caso de la civilización
planetaria— , aunque aún se esté muy lejos de ello, en ese m om ento se
habrán alcanzado los límites del progreso. Y el hombre, como todos los
demás animales, se verá obligado a seguir haciendo lo m ismo o a des
truirse a sí mismo, lo que los otros animales no son capaces de hacer.
Arnold ]. Toynbee
7B Cf. Arnold J. Toynbee, A Study o/History, Londres, Oxford University Press, vols. i- xii, 1934
1961; D. C. Somervell, A Study o/History, compendio de los vols. i-vi, 1947, y de los vols. vn-x, 1957,
Londres, Oxford University Press; Arnold Toynbee y Jane Caplan, versión abreviada en un solo
tomo de A Study of Hístory, Londres, Thames y Hudson-Oxford University Press (1972), 1995.
44 INTRODUCCIÓN GENERAL
3. E l curso d e la H is t o r ia
Evolución y cultura
romana, ha llegado a su fase tardía. Así como hubo una civilización ro
mana tardía, correspondiente, hasta cierto punto, al periodo de la Roma
cristiana, así hay en la actualidad una civilización occidental tardía, que
comenzó a surgir tras la primera Guerra Mundial y, de forma más acele
rada, con la segunda. Así como la Antigüedad se convirtió en Antigüe
dad tardía en la medida en que su anterior cosmovisión cívico-pagana
fue remplazada por una visión cristiana del mundo, la civilización occi
dental se ha convertido en una civilización occidental tardía en la medi
da en que su cosmovisión cristiana ha sido remplazada por una visión
científico-tecnológica.
El proceso de formación de la civilización occidental tardía es conco
m itante — en grado considerable— a otro proceso más general: la for
m ación de una civilización planetaria, por la compleja interrelación de
influencias que ha conducido a la creciente occidentalización de las civi
lizaciones no occidentales que subsisten hasta hoy: la islámica, la india,
la japonesa y, de m anera más autónoma, la china. Tales civilizaciones
están siendo transformadas en variaciones de la civilización occidental
tardía, la que a su vez absorbe cada vez más elementos de civilizaciones
no occidentales desde Á frica, el Oriente y los am erindios del Nuevo
Mundo. Todo el proceso va marchando hacia la formación de una civili
zación planetaria, que a largo plazo será integrada por varias subespe
cies, expresión de las precedentes civilizaciones que fueron llevadas a
fundirse con la predominante occidental tardía. Las diferencias entre es
tas subespecies, hasta cierto punto, serán similares a las que hoy existen
entre anglosajones, germ anos, latinos, nórdicos y eslavos dentro de la
civilización occidental.
Otra cuestión importante para las próximas décadas es el curso que
más probablemente adoptará la actual sociedad de masas tecnológica y
consumista. El consumismo no es una novedad contemporánea: ha sur
gido recurrentem ente desde el prim er periodo interm edio egipcio (ca.
2175-1991 a.C.) o el babilónico tardío. Sin embargo, el consumismo con
temporáneo está adquiriendo cada vez más un carácter perm anente y
cobrando, con gran rapidez, proporciones alarmantes. Un consumismo
total y no transitorio llevaría a las sociedades contemporáneas a la pér
dida de su capacidad de autosustento. ¿Qué clase de valores correctivos
podrán llegar a prevalecer sobre un consumismo perenne?
La última parte del libro trata de las perspectivas de la sociedad con
temporánea. También, de la clase de orden mundial que más probable
m ente se formará en los años venideros tras el fin del régimen bipolar
que dominó al mundo hasta el desplome de la Unión Soviética en 1991.
¿El m undo, tal como hoy parece probable, será regulado por una Pax
INTRODUCCIÓN GENERAL 55
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I. LA APARICIÓN DEL HOMBRE Y LA CIVILIZACIÓN
1. E l p r o c e s o e v o l u t iv o
1 Véase a este respecto una breve presentación del principio antrópico y de la esfera antrópica en
el tópico H de la sección 3 del capítulo xvm, así como en el tópico Al de la sección 5 del capítulo xix.
2 Observaciones recientes con el telescopio espacial Hubble sugieren que el universo es más
joven, de cerca de 13000 millones de años de existencia, en lugar de los 20 000 millones antes acep
tados.
3 Basado en las teorías de H. C. Hurey, en 1953 S. I. Míller produjo en el laboratorio aminoácidos
en condiciones semejantes a \as que se piensa prevafecieTon en\a atmósfera y e\ océano primitivos.
59
60 LA APARICIÓN DEL HOMBRE Y LA CIVILIZACIÓN
Mesoli'tico
20000 W-IV
Magdaícniense
Solulrense s u p e rio r
30000 W-HI
Protomagdaleniense
Cromarion
Auriñaciense
40000
50000 M e d ie
Atico¿JuiL,t1SL,
]00000 W-II
W-I
Neandertal
Rjss-VVürm
III
ri SuptTXLTf
í
Riss
Devolinis
250000 Mindel-Riss Tai/acimse
Medio
Meridional
M in d e l Antiguo Pitecántropo
500000
D o n a u -G ü n z
Comienzo Primates
Periodo Época Etapa (miles de años) (al-homo)
F u e n t e : Theodosius Dobzhansky, Mankind Evolving, New Haven, Yale University Press, 1965,
Las características del capoide son más vagas y se asemejan a las del
mongoloide y hasta cierto grado, a las del bosquimano de África. Carle-
ton Coon declaró capoides unos fósiles de Homo erectus del norte de
África, con grandes arcos superciliares rectos, huesos frontales curvos,
un esqueleto facial superior plano, un prognatism o pronunciado y
grandes dientes con efecto de tracción.
64 LA APARICIÓN DEL HOMBRE Y LA CIVILIZACIÓN
2. E l e n t o r n o natural
Interglacial
(de Günz-Mindel)
500 000
480 000 Fase acheulense Segunda glaciación
(de Mindel)
300 000 Pleistoceno medio Interglacial
(de Mindel-Riss)
250 000 Tercera glaciación
(de Riss)
Fase inusteriense
100 000 Interglacial (Riss-Wünn)
Hombre de
Neandertal
3 . E l P a l e o l ít ic o
A. El Paleolítico inferior
No hay fecha precisa que marque el comienzo del Paleolítico. Los aus-
tralopitecinos, hace más de tres millones de años, se valieron de herra
mientas y útiles para cazar. El Paleolítico inferior duró, en la mayor parte
del mundo, hasta el fin de la glaciación de Riss (hace 250 000 años).
Resulta conveniente distinguir dos periodos de esta larga fase de la
historia: el Paleolítico arcaico, esencialmente en el sur y el este de Africa
(cultura de cantos tallados), y el Paleolítico inferior stricto sensu (entre
aproximadamente 1.3 millones y 100 000 años antes de la época actual),
con la aparición del acheulense y el Homo erectus. El territorio del Paleo
lítico inferior representó una quinta parte de las tierras del mundo. Aún
no estaban habitadas América, Australia y probablemente Asia septen
trional y Europa central.
.A APARICIÓN DEL HOMBRE Y LA CIVILIZACIÓN 67
Europa
Asia oriental
África
El regreso a Europa
Durante los 150 000 años del periodo interglacial de M indel-Riss, los
pueblos poseedores de hachas de mano avanzaron una vez más por
Europa, llevando consigo la cultura acheulense y alzándola a su mayor
desarrollo. La cultura acheulense cubrió m ucho más de la m itad del
mundo habitado por el hombre y cerca de 20% de las tierras del planeta.
Resulta notable que en tan inmenso territorio esta cultura haya manteni
do su unidad. La evolución fue lo bastante lenta para que la diseminación
se mantuviera a su mismo ritmo. A partir del Paleolítico superior, este
estado de cosas en general se invirtió: la evolución cultural, dentro de
regiones limitadas, fue más rápida que su diseminación.
La cultura acheulense dejó abundantes restos materiales; en cambio,
son raros los fósiles humanos. Lo que hasta hoy se ha descubierto pro
cede de distintas especies. El descubrimiento más antiguo son las man
díbulas de Atlanthropus (un ser paleoantrópico cercano al Homo erectus)
de Argelia. Esto indica que la tradición acheulense fue practicada por el
hombre de H eidelberg y por los pitecantropicinos. Tanto el hombre
de Swanscombe, que hacia fines del periodo cálido fabricaba hachas de
mano, como los cráneos de Kanjers son de Homo sapiens. Pueblos clacto-
nienses y acheulenses se encontraron y probablem ente fraternizaron,
pues se han hallado artefactos de ambas tradiciones en lugares como
High Lodge, en Suffolk, Inglaterra.
Con el retorno del hielo, al llegar la glaciación de Riss, aparece en Euro
pa, según ciertas opiniones, la cultura levalloisiense, caracterizada por
m aneras más eficaces de fabricar instrum entos de lascas. Esto proba
blemente se derivó de una mezcla de las tradiciones de hojuelas acheu
lense y clactoniense, mejor adaptadas a climas fríos. Conforme avanzaba
el hielo, algunos acheulenses se retiraron hacia el sur, al norte de Africa.
Sin embargo, según F. Bordes y José Garanger, la cultura levalloisiense
probablem ente no fue sino una variedad de la acheulense y la m us-
teriense.
Al este de los levalloisienses, en el oriente y el centro de Europa, se
encontraba la cultura tayaciense, más primitiva, extendida desde Fran
70 LA APARICIÓN DEL HOMBRE Y LA CIVILIZACIÓN
B. El Paleolítico superior
Visión general
Los chatelperronienses
Las tierras situadas más allá del extremo oriental del M editerráneo,
donde se iniciaría la revolución neolítica, desempeñaron un papel casi
de igual im portancia en las innovaciones culturales del Paleolítico su
perior. Ahí, según Jacquetta Hawkes, se encuentra la cuna de los cha
telperronienses que desplazaron al hombre de N eandertal en Europa
occidental. Sin embargo, los avanzados auriñacienses que los siguieron
acaso se hayan originado en el este de Europa. La cultura chatelperro-
niense se ha relacionado con la raza de Combe Capelle, probablemente
predecesora de la raza mediterránea. No obstante, José Garanger, en sus
com entarios al presente texto, subraya la extrema com plejidad de las
tempranas culturas del Paleolítico superior en el Cercano Oriente y con
sidera que la cultura chatelperroniense fue una derivación directa de la
musteriense, partiendo de la tradición acheulense.
Los auriñacienses
Los gravetienses
Figuras
Periodo Estilo Caballos humanas Señales
Magdaleniense
reciente
(10 000 años)
Reciente ■^eiA y Iv
Magdaleniense
medio
(13 000 años)
Temprano
^ <11
Magdaleniense
temprano III
(15 000 años)
Solutrense
(20 000 años) II
Gravetiense
(25 000 años)
AJ
Auriñaciense
(30 000 años)
Cha telperroniense
é.
QQ
(35 000 años) Prefigurativo
Los magdalenienses
África
América
Australia
C. El Epipaleolítico
Hace 7000 años, cuando el húmedo clima del Atlántico hizo más den
sos los bosques del norte dificultando la caza, los habitantes tuvieron
que desarrollar sus habilidades pesqueras. La cultura m aglem osiense
fue seguida por la del pueblo de Ertebolle, que ha dejado enormes yaci
m ientos arqueológicos de concha y hueso a lo largo de las costas de
Dinamarca. Estos pueblos echaron las raíces de la futura raza nórdica.
Las culturas mesolíticas fueron, en esencia, una adaptación de antiguos
cazadores de grandes presas a las nuevas condiciones clim áticas de la
época posglacial. Su ingente avance de recolectores a productores de
alimento se logró de forma gradual, en un área situada entre el extremo
oriental del Mediterráneo, el Mar Negro, el Mar Caspio y el Golfo Pérsi
co, es decir, entre o sobre el borde de las tierras altas que limitan el valle
del Tigris y el Eufrates. Existen huellas dispersas de cultura m esolítica
en esa zona. Entre ellas, es de suma importancia la cultura natufiense de
Palestina. Allí puede verse la transición del mundo de los cazadores a la
nueva vida de los agricultores. Los natufienses siguieron cazando, pero
con las cornamentas de los ciervos hicieron hoces para su agricultura, y
les gustaba adornarse con hermosos penachos y collares.
4. C a m p e s in o s y n ó m a d a s
A. El Neolítico temprano
B. Pastores y agricultores
5. E l s u r g im ie n t o d e l a c iv il iz a c ió n
A. Los estratos
Por lo general se acepta (véase Glynn Daniel, The First Ciuilizatíons, Nueva
York, Thomas Y. Crowell, 1970) que ha habido siete civilizaciones prima
rias: cuatro en el Viejo Mundo: las civilizaciones mesopotámica, egipcia,
harappa y shang, y tres en el Nuevo Mundo: la maya, la azteca y la inca.
El caso del Viejo Mundo es claro. Aunque hay influencias observables
de los mesopotamios sobre las culturas harappa y del río Amarillo, e in
fluencias recíprocas entre la m esopotám ica y la egipcia, cada una de
esas cuatro civilizaciones surgió directamente de un m edio neolítico y
sufrió un proceso evolutivo que no fue decisivamente influido por una
civilización anterior.
Menos claro es el caso de las civilizaciones precolombinas. La maya y
la azteca son consideradas civilizaciones primarias sobre la suposición
de que las sociedades antes existentes, como los olmecas, los toltecas y
la cultura de Teotihuacan, no habían alcanzado plenamente el nivel de
civilización. De igual manera, la inca es una civilización primaria en la
medida en que culturas anteriores, como la de Huaca Prieta, en el valle
del Chicama, y las culturas más desarrolladas de los mexicas, los chimus,
los nazcas y los teotihuacanos no habían alcanzado el nivel de civilización.
Cada una de estas siete civilizaciones prim arias cum plió al m enos
con tres de los cuatro requisitos mencionados. Los egipcios estuvieron
m ediocrem ente urbanizados pero satisficieron con plenitud las otras
tres condiciones. Los incas no tuvieron escritura pero sí un sistem a de
cuentas basado en el uso de quipus, y satisficieron cabalmente los otros
requerim ientos. Las otras cinco presentaron las cuatro características
antes mencionadas.
D. Nómadas y campesinos
Los pueblos sem íticos del desierto y los indoeuropeos, originarios del
Cáucaso, acosaron desde sus primeros días a las civilizaciones mesopo-
támica y egipcia. Los pueblos germánicos acabaron por someter al Impe
rio romano. Los normandos, hasta el siglo xi d.C., y los mongoles, hasta
el xiv, atacaron los centros civilizados de Europa y Asia. Aunque los
bárbaros, en el sentido propio de la palabra, han sido actualmente redu
cidos a minúsculas tribus en zonas remotas, el mundo contem poráneo
está produciendo un nuevo tipo de bárbaro: el bárbaro civilizado, ya sea
en el Tercer Mundo, como efecto de la ignorancia y la miseria, o en países
sumamente desarrollados, como resultado combinado de la enajenación
económica y social, las contraculturas primitivas y los ghettos urbanos.
Los bárbaros, en el sentido estricto del término (según Gordon Childe,
pueblos de cultura neolítica o pueblos no sedentarios con técnicas para
trabajar el m etal), a lo largo de la historia m antuvieron una relación
compleja con las sociedades sedentarias. O bien las asaltaban y saquea
ban, hasta acabar por destruirlas, o bien las penetraban y se fundían con
ellas, dándoles un nuevo im pulso de energía y una nueva visión, y
poniéndose a la cabeza.
Las cuatro civilizaciones primarias del Viejo Mundo son resultado de
una interrelación pacífica y no pacífica entre cam pesinos sedentarios
de aldeas neolíticas y pastores nóm adas recién llegados, que después
serían seguidos por aún m ayores números de jinetes nóm adas. Los
campesinos neolíticos fueron portadores de culturas mágicas profundas y
generales, cristalizadas en sus prácticas rituales. Los recién llegados
nóm adas, habituados a los requerim ientos m ás enérgicos de la vida
pastoril o a los com bates a caballo, tenían un enfoque más racional de
las tareas colectivas y una propensión natural al liderazgo. La combina
ción de tales atributos con los de los campesinos sedentarios hizo surgir
las civilizaciones primarias a partir de anteriores aldeas neolíticas.
6. B reves r e f l e x io n e s so b r e l a P r e h i s t o r ia
A. Consideraciones generales
B. Fases
D. Rudeza y racionalidad
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II. LA CIVILIZACIÓN MESOPOTÁMICA
1. I n t r o d u c c i ó n
A. La tierra
6. Los pueblos
2 . S ín t e s is h is t ó r ic a
A. La Prehistoria
dió por toda Mesopotamia, desde el extremo sur hasta el extremo norte,
y llegó a ser la base del ulterior desarrollo urbano de las ciudades; esta
cultura constituyó la primera capa de la civilización sumeria.
Em pezando con el periodo de Uruk, cam bios sociales y culturales
ocurridos en el curso de unos siete siglos hicieron surgir la civilización
sumeria. Estos cambios fueron impelidos por la gradual urbanización
de la Mesopotamia meridional. Los avances de las técnicas agrícolas y el
creciente uso del riego fueron seguidos por el correspondiente aumento
de población y del núm ero y la densidad de las aldeas. En torno de
Uruk, el número de las comunidades pasó de 18 a 184 en un par de siglos
y la población se decuplicó. Al crecer las aldeas, gradualmente se com
binaron, en especial cerca de los lugares de culto, y así se formaron las
ciudades.
En este mismo periodo de Uruk, poco antes de 3000 a.C., se inventó la
escritura, al principio con pictografías que representaban esquem ática
mente el objeto designado. Después, la escritura de Uruk utilizó ideo
grafías cuneiformes que también podían designar sonidos.
A finales del cuarto m ilenio, cerca de 20 ciudades-Estado se habían
organizado en torno de un templo, con asambleas de ancianos. Es pro
bable que el sumo sacerdote llegara gradualmente a ser o fuera rempla
zado por un amo (en) o un gobernador (ensi), y en las unidades más nu
m erosas, por un rey (lugal). El largo curso histórico de la civilización
sumeria se inició a finales del cuarto milenio.
B. Snmerios y acadios
que floreció durante casi un siglo. A finales del siglo xx a.C., invasores
am oritas, semitas del oeste y elamitas destruyeron la Tercera Dinastía
de Ur. Sólo Lagash, con su rey Gudea, conservó su independencia.
C. Babilonia y Asiria
A . Características generales
3 Véase George Contenau, Everyday Life in Babylon and Asyria, Nueva York. Norton, 1966, parti
cularmente el cap. 3. Véase también George Roux, La Mesopotamie, op. cit., particularmente el cap. 6.
4 Jean Bottáro, en sus excelentes comentarios críticos sobre este capítulo, dice que en lugar de
"práctica mágica" debiera ponerse "exorcismo".
5 Bottéro sugiere que en lugar de "medicina mágica" se hable de dos prácticas médicas adopta
das independientemente: pragmática la una, basada en el exorcismo la otra.
LA CIVILIZACIÓN MESOPOTÁMICA 99
C. El Estado y el rey
D. La estructura de la sociedad
de los lidios en el siglo vii a.C.), la cebada era el medio de cambio habi
tual. Gradualmente, piezas de cobre y después de plata llegaron a ser de
uso más general. La rápida difusión por toda Mesopotamia de la m one
da, inventada en Lidia, se logró porque fijaba un patrón al intercambio
de bienes y servicios, y se aseguraban el peso y la calidad de las piezas de
plata y de oro al imponerles el sello real.
Los mesopotam ios, creadores de la primera civilización del m undo,
también organizaron el primer ejército permanente. El ejército se basaba
en el deber de los súbditos de servir a su rey; cada aldea tenía que aportar
un determinado contingente. El ejército estaba a las órdenes de oficiales
profesionales, con el rey como com andante supremo. Había cuerpos
especializados de arqueros, infantería, carros, lanceros montados, inge
nieros y artillería. Las fuerzas de choque incluían a los guardias perso
nales del rey. Las campañas militares eran cuidadosamente preparadas,
con espías que informaban acerca de las condiciones de cada lugar. La
guerra se hacía pragm áticam ente y sus métodos estaban íntim am ente
asociados con prácticas m ágico-religiosas. Aunque los preparativos
eran laboriosos y se adoptaban las maneras más eficientes de hacer la
guerra, se suponía que el dios de la ciudad o del campo era el vencedor
de las batallas. Las derrotas se atribuían a una decisión de los dioses,
que habían transferido la soberanía de la parte derrotada al dios de la
vencedora.
4. E l surgimiento
A. De la aldea a la ciudad-Estado
B. Sumerios y acadios
A. De la ciudad al Imperio
B. Asiría y Babilonia
D. Civilizaciones en competencia
trucción del poder de Urartu. Éste subsistió como potencia menor hasta
fines del siglo vii a.C., cuando los árameos conquistaron el reino.
La intervención de Egipto en Mesopotamia se relacionó con su disputa
con el reino de M itani por el dom inio de Siria-Palestina. Tutmosis III
(1504-1450) esperaba conquistar Palestina y trabó con los hurrienses
varias batallas que term inaron indecisas. Sin em bargo, Tutm osis IV
(1425-1417), temiendo la amenaza de los hititas, hizo la paz con Mitani y
cedió Siria a los hurrienses a cambio de que ellos renunciaran a sus pre
tensiones en Palestina. Posteriores conflictos con Nabucodonosor II ter
minaron en la victoria de este último.
A pesar de todo, el verdadero desafío a los reinos m esopotám icos
apareció con el surgimiento de los medos y los persas. Estos pueblos in
doeuropeos invadieron Irán desde ca. 1200, entrando por vía del Cáu-
caso, y se establecieron en torno del lago Urmiah. A comienzos del siglo
vii a.C., los persas descendieron de los montes Zagros para establecerse
en la región que es el actual Shiraz.
Los m edos fueron los prim eros en intervenir en M esopotam ia. En
ca. 625, Ciajares, nieto de Deioces, rey de algunas de las tribus medas,
logró unir a los medos en un solo reino, gobernado por él, con su capital
en Ecbatana. Ciajares se alió con Nabopolasar de Babilonia, dándole en
matrimonio a una de sus hijas. Después de organizar un poderoso ejército,
Ciajares y Nabopolasar se unieron en mortífero asalto contra los asirios,
conquistaron Nínive en 612 e infligieron sucesivas derrotas a Asur-uba-
lit II (611-609), hasta la aniquilación de los asirios en 609.
Los persas fueron el segundo pueblo que logró intervenir en Babilo
nia. A las órdenes de Ciro II el Grande (559-529), conquistaron Babilonia
en 539. Rebelándose contra su soberano medo, Astiages (585-550), Ciro
unió los tronos de Media y de Persia en 550 y fundó así el Imperio per
sa. Durante los años subsecuentes conquistó Lidia (547) y em prendió
una guerra contra el rey Nabonido de Babilonia (555-539). Con la com
plicidad de Gobrias, un general de Nabonido, Ciro ocupó Babilonia casi
sin lucha.
6 . L a decadencia
A. El problema de la decadencia
B. Sumerios y sumero-acadios
C. Asiria y Babilonia
los elamitas. Babilonia quedó como una pequeña zona rodeada por las
fuerzas de Ciro, quien en 539 derrotó a un contingente babilónico en
Opis, y allí fue muerto Baltasar. Este acontecimiento desencadenó una
rebelión general en Acad. Nabonido huyó a Babilonia, pero la ciudad se
negó a oponer resistencia a Ciro. Gobrias, el general de N abonido en
cargado de defender el ala izquierda del ejército babilónico, se pasó al
bando de Ciro y las puertas de Babilonia quedaron abiertas a los persas.
Ciro entró en la ciudad y fue triunfalmente recibido por los babilonios.
G obrias fue nom brado gobernador de la ciudad y N abonido enviado
lejos, como gobernador de la provincia persa de Carmania.
La conquista persa, como lo habían esperado los notables, no afectó el
estilo de vida babilónico. Ciro conservó y rindió pleitesía a los dioses
babilónicos y ejerció un gobierno benigno. Tal situación persistió hasta
la conquista de Babilonia por Alejandro, en 330.
Otros dos factores condujeron a la extinción final de la civilización
babilónica. El primero y más importante fue que los babilonios estuvie
ron continuam ente expuestos a la superior racionalidad de la cultura
griega. La visión mágico-cosmológica de los mesopotamios cedió ante el
logos helénico. El proceso recibió impulso por lo conveniente que resultó
a las clases alta y media adoptar la cultura griega como condición para
tener acceso a superiores niveles de influencia y poder. El segundo factor
fue la fundación de Seleucia en 300, que atrajo a la nueva metrópoli la
vida de Babilonia. Los seléucidas no se propusieron destruir Babilonia;
sencillamente, quedó como ciudad desierta.
D. Observaciones finales
persistió durante casi dos siglos. Pocas décadas después, Sumu abum
(1894-1881) y sus nómadas pastores amoritas fundaron la primera dinas
tía de Babilonia, y elevaron el poder y la cultura de este imperio a uno
de sus más altos niveles. Hammurabi (1792-1750) dominó toda Mesopo-
tamia y adoptó unas exaltadas normas de conducta que se reflejaron en
su célebre Código. Asurbanipal (668-627) llevó el predominio militar de
Babilonia a su punto culminante, y al mismo tiempo elevó la cultura asi
ria a su cúspide. Nabucodonosor II (604-562) encumbró a Babilonia has
ta su más alta categoría histórica al com binar su predom inio político
con sus más admirables realizaciones culturales. Después de los siglos en
que Babilonia estuvo subyugada por Asiria, Nabopolasar (625-605), con
la ayuda de los caldeos, restauró la independencia y el poder de Babilo
nia, explotando con soberbia habilidad política su alianza con los medos
y atrayendo a las hordas escitas a ponerse de su lado, con la prom esa
del botín asirio. Por último, Ciro II el Grande, después de ser vasallo de los
medos, unió a medos y persas bajo su corona, conquistó Lidia y exten
dió su imperio hasta las murallas de Babilonia, donde inspiró la forma
ción de un partido pro persa que le abrió las puertas de la ciudad (539),
por las que entró triunfante entre aclamaciones de los babilonios.
En todos estos ejemplos, como en otros que podrían m encionarse, la
historia de Mesopotamia da muestras extraordinarias de hasta qué grado
algunos grandes hombres pudieron torcer a su favor las circunstancias
que los rodeaban, adecuándolas a su voluntad y alcanzando así sus metas.
En cambio, la incapacidad y las flaquezas de los sucesores de N abu
codonosor II llevaron esta brillante herencia a un rápido declive. Una
sucesión de regicidas y usurpadores, entre 562 y 555, contribuyó a una
grave pérdida de la fe en el carácter sagrado del rey; no hizo ascender a
jefes hábiles al trono y terminó con el errático e irresponsable reinado de
N abonido (555-539) y la apertura de las puertas de Babilonia por los
propios babilonios, quienes traicionaron a su rey (m ientras, al mismo
tiempo, se sentían traicionados por él) para facilitar la entrada triunfal
de Ciro.
Sin embargo, las dificultades pueden acumularse hasta hacerse insu
perables. Los dos últimos reyes de Asiria nos ofrecen trágicos ejemplos.
La guerra civil (652-648) entre Sham ash-shum -ukin de Babilonia y su
hermano Asurbanipal de Nínive (658-648) terminó con la derrota de Ba
bilonia; no obstante, dejó com pletam ente exhausta a Asiria y conside
rablemente reducida la capacidad de sus militares. En estas circunstan
cias, Sin-shar-iskun, con un débil apoyo de Egipto, hubo de enfrentarse a
la superior fuerza militar de los ejércitos combinados de Ciajares de M e
dia y Nabopolasar de Babilonia. Su situación se hizo insostenible cuando
122 LA CIVILIZACIÓN MESOPOTÁMICA
las hordas escitas violaron su alianza con Asiría y se unieron a las fuer
zas de Ciajares. Heroicamente, Sin-shar-iskun resistió el ataque a Nínive,
y al verse rodeado por sus enemigos se arrojó a las llamas de su palacio.
A sur-uballit II, herm ano y sucesor de A surbanipal, reagrupó lo que
quedaba del ejército asirio y ofreció una desesperada resistencia desde
la fortaleza de Harrán, que finalmente cayó en 610. Los asirios, con la
ayuda de sus aliados egipcios, intentaron un últim o contraataque en
609, pero fueron aniquilados en definitiva. El largo dom inio de Asiria
sobre M esopotam ia, basado en su continuada superioridad militar,
finalmente hubo de enfrentarse al hecho de que para entonces los pape
les se habían invertido.
Una segunda notable observación que surge de un examen de la his
toria de Mesopotamia tiene que ver con el papel de los bárbaros. El pri
mer proceso de civilización, la transición gradual pero triunfante de
M esopotam ia al pasar del periodo neolítico para civilizarse, ocurrió
entre otros pueblos que conservaron su condición de bárbaros. Esos
pueblos, que habitualmente se encontraban en la fase de pastoreo nóma
da, fueron atraídos por la riqueza acumulada en las ciudades de M eso
potamia y por el estilo de vida de sus habitantes. Algunos de los bárba
ros vencedores saqueaban las ciudades conquistadas y volvían con el
botín a su vida nómada. Otros se ponían al frente de la sociedad con
quistada y absorbían rápidam ente su cultura. Por tanto, los bárbaros
desem peñaron dos funciones de gran im portancia: fueron un desafío
constante a las sociedades civilizadas, ya que las obligaban a mantener
se en estado de alerta para poder rechazarlos — reforzando así, involun
tariamente, la fuerza de sus adversarios— , pero también se convirtieron
en fuente de renovación y de liderazgo al infundir nueva energía e im
pulso a unas sociedades que empezaban a declinar por los efectos rela
jantes de la molicie de la vida urbana.
Una tercera observación sobresaliente concierne a ciertos aspectos y
consecuencias de los procesos de modernización. A pesar de la rigidez
cultural resultante de la visión mágico-cosmológica del mundo, las socie
dades mesopotámicas vivieron procesos de m odernización durante los
periodos del nuevo Imperio asirio (936-609) y el Imperio neobabilónico
(626-539).
La modernización consiste en la vasta propagación de la racionalidad
instrumental, el desarrollo del sentimiento de intimidad personal y una
búsqueda de ésta, y la adopción de una perspectiva cosmopolita. Sorokin,
quien analizó estos procesos en su Dynamics of Culture, llegó a la conclu
sión de que fueron llevados a una erosión de las creencias m orales y
religiosas, las que fueron sustituidas por un enfoque sensual y pragm á
LA CIVILIZACIÓN MESOPOTÁMICA 123
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III. EGIPTO
1. Introducción
A. La tierra
El antiguo Egipto creció como un área larga y estrecha al borde del cur
so del Nilo. Con una extensión de más de mil kilómetros de longitud y
cerca de 30 kilómetros en su máxima anchura, Egipto ocupó la región
situada entre el mar Mediterráneo al norte y Nubia al sur, en tanto que
los desiertos form aron sus fronteras oriental y occidental. Los lím ites
meridionales del antiguo Egipto llegaron a la primera catarata durante
el Reino Antiguo y a la cuarta catarata en el Reino Nuevo, en tiempo de
Tutmosis I. La frontera nororiental también se recorrió desde los bordes
de la península del Sinaí hasta el río Eufrates, cuando el Imperio egipcio
alcanzó su mayor extensión.
El paisaje egipcio ya había adquirido en el quinto m ilenio la mayor
parte de su carácter actual. El territorio está naturalmente dividido en el
Alto y el Bajo Egipto. El Bajo Egipto corresponde a la zona relativamen
te extensa del delta, desde Menfis hasta el mar. Durante el Reino A nti
guo, el Alto Egipto se extendía por el sur hasta la actual Asuán. Durante
el Reino M edio llegó al Kumné, y luego hasta la cuarta catarata en
la época del Reino Nuevo, cuando el Imperio se había extendido hasta
sus mayores límites.
El Bajo Egipto tiene un clima semitemplado y extremadamente seco,
sin precipitaciones pluviales pero muy bien regado por el Nilo, cuyas
ramificaciones en el delta y sus crecidas de temporada pueden emplearse
para el riego. El clima del Alto Egipto es tropical; hay algunas lluvias y el
río a menudo inunda sus estrechísimas riberas. Las inundaciones regu
lares del Nilo depositan en sus márgenes un aluvión fertilizante, que ase
gura excelentes condiciones agrícolas naturales a las zonas a las que lle
gan sus crecidas.
B. El pueblo
Los vestigios más antiguos de ocupación humana en Egipto son los ins
trum entos de pedernal descubiertos en las m esetas del valle del Alto
125
126 EGIPTO
Nilo. Proceden del Paleolítico medio, periodo muy anterior a que el mar
se retirara del Bajo Egipto.
Al llegar el sexto milenio, cambios clim áticos en el norte del África
m editerránea habían reducido la disponibilidad de alim entos. Tribus
cam iticas relacionadas lingüísticam ente con los sem itas del Cercano
Oriente, así como aborígenes paleolíticos buscaron mejores condiciones
en el delta egipcio. Los pueblos nilóticos probablemente llegaron del sur,
y del este provinieron tribus semitas neolíticas por vía de la península
del Sinaí, atravesando el Mar Rojo.
Las características étnicas egipcias proceden de diversos pueblos que
m ezclaron sus genes desde los tiem pos prehistóricos. El tipo de los
egipcios ya estaba formado en la época del periodo tinita (prim era y
segunda dinastías), y los distinguía de su cercanos vecinos, los libios y
los nubios. Cuatro estratos de herencia formaron el pueblo egipcio: 1)
una raza neolítica, de cráneos alargados (dolicocéfalos), procedente de
pueblos paleolíticos de Crom añón; 2) una raza del sur habitualm ente
llamada camita, conectada con los somalíes y con habitantes originales
de Arabia m eridional; 3) una raza de europoides del norte, de cráneos
redondos (braquicéfalos), cuyos tipos están reproducidos en las esta
tuas del periodo de Menfís y que corresponden a los semitas llegados
de Arabia, y, por último, 4) un considerable ingrediente libio.
C. Continuidad y cambio
D. Cronología
2. S í n t e s i s histórica
Casi nada se sabe acerca de la séptima y la octava dinastías. Tal fue una
época durante la cual los nomos fueron com pletam ente autónom os y,
como no había un poder centralizado, se desplomó el orden interno del
reino.
En H eracleópolis, Kheti I (Actoes), fundador de la novena Dinastía
(ca. 2240 a.C.), ejerció el poder independientemente de los otros nomos.
En contraste con la crisis sociopolítica, bajo la dinastía heracleopolitana
floreció la cultura. De este periodo procede el célebre libro de instruccio
nes para un futuro rey, Merikaré, escrito por su padre y predecesor. Otros
poderes independientes y locales se formaron y funcionaron en Tebas,
Intefs y M entuhoteps. También en esta época los tebanos se anexaron
Abidos.
Los reyes heracleopolitanos y tebanos se enzarzaron en conflictos, en
que triunfaron los segundos. La xi Dinastía conquistó todo Egipto, pero
su régimen fue impugnado. La xn Dinastía restableció el pleno dominio
sobre el Alto y el Bajo Egipto, bajo Amenemhet I, un tebano descendien
te de altos funcionarios de los reyes anteriores.
F. La guerra de liberación
Bajo los hicsos surgió una dinastía tebana independiente. Rahotep, que
procedía de un linaje local de la xm Dinastía, fue su prim er rey. En ca.
1650 a.C. se convirtió en la xvll Dinastía, según el papiro de Turín, que
enumera 15 reyes en esa dinastía.
Durante 75 años, reyes tebanos dominaron los ocho primeros nomos
del Alto Egipto, desde Elefantina en el norte hasta Abidos en el sur. Era
casi la misma área ocupada por los tebanos durante el Prim er Periodo
Interm edio. Puede decirse que la tradición egipcia data de ese p erio
do, porque se han conservado copias de textos clásicos. Entre ellos se
encuentra el papiro de Prisse, que contiene una versión de las máximas
de Ptahhotep, "Instrucciones a K agem ni", y la "C anción del arpista",
que decoró la tumba de Antef VII. Hasta tiem pos de este últim o, las
EGIPTO 133
relaciones con los hicsos fueron buenas y pacíficas. Apofis I fue descrito
como rey del Alto y el Bajo Egipto.
Taa I, el Viejo, sucesor de Antef VII, inició el conflicto con los hicsos.
Taa II, llamado el Valeroso, continuó las guerras. Seqenenré Taa II llevó el
conflicto hasta la zona que rodea Cusae. Después de su m uerte, su hijo
Kamosé extendió la guerra por el norte, hasta Beni Hassán; luego proce
dió, también por el norte, hasta Avaris, y asimismo hizo campaña contra
los nubios.
Ahm osis, herm ano de Kamosé, heredó la sucesión y fundó la xvm
Dinastía ca. 1570 a.C. Completó la expulsión total de los hicsos, a quie
nes derrotó en Sharuhen en Palestina, donde por último se habían refu
giado. Ahmosis murió de 50 o 60 años, después de un reinado de casi 25.
Lo sucedió su hijo Amenofis I, ca. 1545 a.C.
Amenofis tuvo que sofocar rebeliones en Nubia, por donde avanzó
hasta llegar al Pozo Superior. También hubo de rechazar a los libios que
habían invadido el occidente del delta, protegiendo así la frontera con
tra nuevos ataques. Su reinado señala el principio de la form ación del
Imperio egipcio.
G. El Imperio
Tutm osis III m urió cerca del año 1436 a.C. Había dado a Am enofis II
una sólida preparación en las artes m ilitares y en los deportes, porque
EGIPTO 135
su hijo estaba dotado de una fuerza tan excepcional que Tutmosis III
deseó desarrollarla hasta lo máximo.
En el tercer año de su reinado de Amenofis encabezó su primera cam
paña, provocada por la rebelión de algunos de los distritos del norte de
Siria que Tutmosis III había conquistado, entre ellos Takhsy, cerca de
Kadesh. Y logró tomar Kadesh. Lanzó nuevas cam pañas durante los
años séptim o y noveno de su reinado para extinguir rebeliones que
habían estado gestándose desde Karkemish. El faraón obtuvo una victo
ria completa. Su inmenso botín incluyó 3 600 apirus, que acaso fuesen
judíos. Amenofis II fue enterrado en el Valle de los Reyes, cerca de su
padre. Lo sucedió su hijo, Tutmosis IV.
Tutmosis IV ordenó excavar la Gran Esfinge, que había estado cubier
ta por las arenas. La habían esculpido con el rostro de Kefrén pobable-
mente por la época en que éste construyó su pirámide. Al morir Tutmo
sis IV, fue enterrado en el Valle de los Reyes, y su hijo, engendrado con
la gran esposa real Mutewiya, ascendió al trono como Amenofis III.
Amenofis III (1413-1377 a.C.) reinó pacíficamente durante 36 años de
prosperidad. Fue un activo cazador de leones. La única excepción a su
tranquilo reinado ocurrió durante su quinto año, cuando em prendió
una expedición para someter a las tribus nubias. Su victoria fue total, y
se llevó muchos cautivos que empleó como esclavos para hacer los tra
bajos pesados durante su m uy febril periodo de construcción de tem
plos. Ya estaba casado con Tiy, una hermosa plebeya, quien, pese a sus
orígenes modestos, fue elevada al rango de gran esposa real y, así, al de
reina consorte. Ella, de espíritu creador, tomó parte abiertam ente en la
vida pública, como puede verse en varias estatuas suyas con el faraón,
así como en escarabajos sagrados. Ordenó excavar un gran lago no lejos
del palacio real en la orilla occidental de Tebas.
Un hom ónim o, Amenofis, resultó im portante. Sería la figura clave
durante el reinado de Amenofis IV, pero también fue escribano, funcio
nario administrativo y jefe militar. Y — tal vez lo más im portante— fue
arquitecto. Probablemente, él edificó el magnífico templo de Luxor y el
templo mortuorio de su rey detrás de los colosos, al oeste de Tebas.
Amenofis III contrajo una grave enfermedad durante el año 34 de su
reinado. Al entrar en su última década, aseguró la sucesión de su hijo,
Amenofis IV, nacido de la reina Tiy. Como corregente, Amenofis IV ini
ció la construcción de su futura capital, Amarna. También m ostró su
interés por una religión centrada en el dios-sol, Atón, y por ello tropezó
con la enconada oposición de los sacerdotes de Amón en Tebas.
Las artes florecieron y la escultura alcanzó su más consumada expre
sión, pero también creció el descontento político, y cuando empezaron
136 EGIPTO
L Akenatón y la Reforma
/. Los ramsésidas
K. La decadencia egipcia
El de los ram sésidas — como se conoce a los reinados que van desde
Ramsés IV (1164 a.C.) hasta Ramsés XI (1116-1090 a.C.)— fue un periodo
de decadencia. Nubia siguió bajo el dom inio egipcio y fue goberna
da para el faraón por el "hijo del rey de Kush". Los asirios, bajo Tiglath-
Pileser I (1116-1078 a.C.), se adueñaron de Siria y Palestina, mientras los
hebreos tomaban posesión de las ciudades canaanitas.
Egipto cayó en la inestabilidad. La autoridad del rey se debilitó con la
pérdida de sus riquezas, m ientras que los sacerdotes de Amón se
engrandecían. Un oráculo, en el templo imperial de Karnak o en el tem
plo de Khonhsu, manifestaba las decisiones de Amón, compitiendo así
con el poder divino del rey. Al mismo tiempo, la naturaleza sacrosanta
de los reyes era profanada por ladrones de tumbas, y hubo que retirar
las momias de los grandes faraones de sus monumentos funerarios para
llevarlos a un pozo oculto en los riscos cercanos a los templos de Deir-
el-Bahari.
El verdadero poder recayó en el ejército. Sus más poderosos contin
gentes estaban bajo las órdenes del virrey de Nubia, como había sido
costumbre desde el comienzo del Reino Nuevo. Durante el reinado de
Ramsés XI, Penesi, com andante del ejército, nom bró a uno de sus ofi
ciales, Herihor, como sumo sacerdote de Amón en Karnak. El propio
Herihor pasó a ser virrey de Nubia, y algunos años después com andan
te en jefe del ejército, con lo que acaparó la m ayor parte del poder de
Egipto. Ramsés XI quedó sólo como rey titular, m ientras que Esm en-
des, el gobernador de Tanis, compartía el verdadero poder con Herihor.
A la muerte de Ramsés XI (1090 a.C.), Esmendes se proclamó rey, proba
blem ente habiéndose casado con la hija de Ram sés XI. A sí se fundó
la xxi Dinastía.
La xxi Dinastía (1090-945 a.C.) se caracterizó por una división del poder
entre el rey, en Tanis, y el sumo sacerdote de Amón, en Karnak y Tebas.
140 EGIPTO
pero siempre tropezó con la resistencia de los príncipes egipcios del delta.
Habiéndose rebelado contra los persas m andados por A m irteo, único
rey de la xxvm Dinastía, los egipcios fueron finalmente vencidos.
Durante un breve periodo, N ectanebo I (380 a.C.), prim er rey de la
xxx Dinastía, logró devolver su independencia a Egipto. Aunque la xxx
D inastía hizo un verdadero esfuerzo por reconstruir y reorganizar el
país, particularm ente en los ámbitos cultural, religioso e institucional,
los persas lo recuperaron en 343 a.C., sólo para perderlo a m anos de
Alejandro en 332 a.C.
Egipto bajo los Tolom eos, periodo de extrem o interés, será b reve
mente analizado en otro capítulo como uno de los más im portantes de
los reinos helenísticos.
A. Características generales
Las religiones intentan describir una supuesta realidad que, por defini
ción, está más allá de todo alcance empírico y se resiste a las reglas ana
líticas. La religión egipcia, con sus conceptos de consustancialidad y
multiplicidad de la identidad, introduce nuevos elementos de compleji
dad. Adem ás, la religión egipcia se presenta en distintos aspectos,
dependiendo de cómo la enfoquemos. Podemos considerarla desde una
perspectiva teológica en función de sus ideas acerca de la muerte y de la
vida después de la muerte, o de acuerdo con sus ideas acerca del origen
del universo. Podemos también considerarla como religión oficial, mar
cadamente condicionada por las características de cada dinastía y de su
lugar de origen, o podemos verla como una religión popular, imbuida
de concepciones y prácticas mágicas. La religión egipcia tam bién fue
afectada por los mismos cambios que incidieron sobre la cultura egipcia
en el curso de su historia.
Los egipcios tenían tres cosmogonías o creencias acerca del origen del
universo. Según la heliopolitana, que fue la primera y más importante,
en el principio fue Nun, un elemento líquido no controlado que repre
sentaba el caos. Nun no era intrínsecam ente negativo: era tan sólo un
elemento no creado que contenía todas las posibilidades de vida. Pero
también era una permanente división de la realidad que no desaparece
ría con la creación, y amenazaba con invadir el universo si se violaba su
armonía. Las almas que no recibían el beneficio de los ritos funerarios y
los niños nonatos habitaban en Nun. De ese caos surgió Atum, el Sol,
cuyo origen es desconocido pues se creó a sí mismo. Su aparición primi
genia ocurrió en un prom ontorio cubierto de arena pura que brotó de
las aguas. Una piedra levantada, el "Benben", de la cual creíase que era
la petrificación de los rayos del sol, fue objeto de un culto en el templo
de Hermópolis, considerado el sitio de la creación. Del semen de Atum
surgieron dos dioses: Chu, el Seco, y Tefnut, el Húmedo. Su unión gene
144 EGIPTO
ñero, intentó fundar un culto cuasi-monoteísta del Sol como Atón, pero
sus sucesores se vieron obligados a volver al culto de Amón. Generacio
nes posteriores considerarían hereje a Akenatón.
C. La muerte
D. El rey
Los egipcios crearon un Estado bastante com plejo, que funcionó con
gran eficiencia durante la mayor parte de su historia de 3 000 años. La
m aquinaria del Estado consistía en unas autoridades civiles, eclesiásti
EGIPTO 147
E. El gobierno
F. El ejército
4 . E l surgimiento
El periodo dinástico, que comenzó cerca del año 3100 a.C, ya contenía
los principales elementos de la cultura egipcia: el concepto de la divini
dad del rey, el carácter cosmológico de la religión egipcia, las técnicas
del Neolítico tardío que fueron incorporando gradualmente la metalurL
gia de la Edad de Cobre, y la escritura jeroglífica.
Las aportaciones de las dos prim eras dinastías a la configuración
final de la civilización egipcia fueron, esencialmente, sistematizar y con
solidar el concepto del rey-dios, y con ello legitimar un sistema social y
político basado en la autoridad total y exclusiva del rey.
El concepto del rey-dios, que es el fundam ento m ism o del sistem a
de vida egipcio, tuvo que superar la polarización entre Horus y Seth, que
fue cuestión tanto de disputa teológica como de determ inar qué creen
cia local había de prevalecer. Seth fue el dios original del Alto Egipto, el
bando vencedor en el proceso de unificación, mientras que Horus era el
dios del Bajo Egipto, la más desarrollada y civilizada de las dos partes.
Las dos primeras dinastías tuvieron que enfrentarse a todas las conse
cuencias de dicha polarización. En cierta época, Seth llegó a prevalecer
sobre Horus, con Peribsén, pero finalmente quedó reducido a un papel
de menor importancia. La lógica de las concepciones religiosas egipcias
actuó en favor de un dios positivo, como Horus, y en contra de un dios
maligno, como Seth. También funcionó en detrimento de Osiris, que para
entonces había sido confinado a los límites del ámbito de los muertos.
A m ón-Ra y Horus eran expresiones de vida y esperanza y fueron los
dioses que prevalecieron.
Los requerimientos técnicos fueron el factor inicial de la civilización
egipcia. El segundo factor fue político: la unificación del poder y la
autoridad sobre las dos tierras en manos del faraón. Pero el último fac
tor formativo de este proceso fue la consolidación del concepto del rey-
dios; fue el fundamento de la legitimidad no sólo del rey y de su dinas
tía sino también de todo el sistema de vida egipcio.
154 EGIPTO
5. E l D E S A R R O L L O
4
A. La tendencia general
B. El Reino Antiguo
D. El Reino Medio
Tres factores perm itieron a los hicsos ocupar triunfalm ente Egipto a
com ienzos del siglo xvrn a.C. La autoridad central se redujo durante
la x i i Dinastía. Se habían formado dinastías en competencia — la x i ii en
Tebas v la xiv en Xois— v su existencia debilitó más aún a los últim os
j j
F Breve resumen
Desde sus principios en el Reino Antiguo hasta los primeros siglos del
Nuevo, puede decirse que el desarrollo de Egipto mostró cinco fases.
El principal factor que influyó en el desarrollo del Reino Antiguo fue
el hecho de que una rígida visión cosmológica del mundo, de la socie
dad humana, de Egipto y de su rey imbuyó todas las instituciones egip
cias. Los egipcios se consideraban inmersos en un orden global cosmo
lógico estático e inmutable, generado de una vez para siempre en el acto
prim igenio de la creación. Actuar de acuerdo con ese orden era básico
para la autoconservación. El mundo era bueno porque era divino en su
origen y divino en su gobierno por el rey-dios. Quienes servían al rey lo-
seguirían en su vida eterna.
El Primer Periodo Intermedio fue una época de crisis y de desencanto,
si no de desesperación. Pero también fue una etapa durante la cual los
valores egipcios y la visión egipcia del universo fueron sometidos a una
revisión. Se descubrió la subjetividad humana; la gente supuso que tenía
derechos y hubo una demanda de justicia, una esperanza de inm ortali
dad para todos los seres humanos por el hecho mismo de serlo. Se refor
mularon los valores. Ya no se les consideró como consecuencias fácticas
de un orden cosmológico, sino como imperativos éticos a las órdenes de
un dios cuasitrascendente que asignaría la salvación eterna a los justos
y aniquilaría a los malhechores. El Primer Periodo Interm edio no sólo
fue una fase crítica en lo político, social y económico, sino también una
etapa muy creativa en cuestiones culturales y espirituales, que introdujo
algunos elementos nuevos que llegarían a ser aspectos permanentes de
la civilización egipcia.
El Reino Medio constituyó una transición entre la sociedad antigua y
la nueva, entre la espiritualidad subjetiva e individualista del Prim er
Periodo Intermedio y la revaluación del poder real y la restructuración
de la sociedad que asegurarían la continuidad histórica de Egipto.
La invasión de los hicsos movió a los egipcios a afirmar su identidad
nacional, lo que generó el impulso y el compromiso que movilizaron el
Reino Nuevo y su expansión imperial. Esta última fase brillante del des
arrollo de la civilización egipcia se caracterizó por una buena adminis
tración interna, la cual generó un rico excedente alim entario anual. Su
expansión imperial arrancó un tributo a los pueblos conquistados, esti
muló el comercio y sostuvo su fuerza militar. Su visión del faraón como
el hijo físico de Amón-Ra, que gobernaba a sus súbditos con justicia y
eficiencia, lo presentó como jefe de una sociedad feliz, confiada en su
162 EGIPTO
éxito en la Tierra y segura de que las buenas alm as que había en ella
recibirían su recompensa eterna.
6 . L a decadencia
A. Características generales
D. La crisis de la usurpación
La abierta usurpación del trono fue un hecho mucho más grave para la
civilización egipcia que para la mesopotámica. En M esopotamia, la doc
trina según la cual lo que ocurre en la Tierra corresponde a los decre
tos de los dioses hizo de la usurpación de la corona una señal de que los
dioses habían cam biado a su representante terrenal. En cam bio, en la
cultura egipcia el propio rey era un dios. En el Reino Nuevo se creía que
EGIPTO 165
era hijo carnal de Amón-Ra, quien adoptaba los rasgos del soberano rei
nante para engendrar, en la reina, al futuro rey.
En dicha doctrina, la abierta usurpación de la corona no podía ser
compatible con el concepto de que el rey era un dios desde el momento
de su concepción. Sheshonq, descendiente de ex prisioneros de guerra
libios, asestó el primer golpe a la coherencia político-religiosa de la doc
trina egipcia en 945 a.C., al usurpar la corona para iniciar una nueva
dinastía libia, la xxn, en Bubastis. Otra embestida contra la ortodoxia del
origen del faraón ocurrió cuando el nubio Pianki se apoderó del trono
(747 a.C.) y fundó la xxv Dinastía. El último golpe llegó con la conquista
de Egipto por los asirios, su dominación por los babilonios y el ascenso
al trono egipcio del persa Cambises.
E. La disolución social
El efecto com binado de las cuatro fases críticas fue una profunda per
turbación del sistema egipcio. Cuando los nobles y los plebeyos respon
dían a las decisiones del rey y obedecían regularm ente sus órdenes,
estaban actuando movidos por un sentido de legitimidad que se basaba
en la naturaleza sacra del rey. La completa erosión de la fe en su carácter
sagrado convirtió la legitimidad del faraón en un reconocimiento pura
mente formal de su poder defacto. Formalmente se le siguió consideran
do como el hijo de Amón-Ra, pero sólo se le obedecía en la m edida en
que tenía suficiente poder coercitivo para imponer su voluntad. La con
secuencia práctica de socavar su naturaleza sacra fue que el rey quedó
dependiente, por completo, de tropas mercenarias. En todos los estratos
sociales dejó de existir el compromiso de mantener el Estado y los inte
reses colectivos.
Reyes vigorosos, como Samético I (664 a.C.) y otros monarcas saítas,
se vieron reducidos a depender de mercenarios griegos y de otras nacio
nalidades para mantener su poder y defender el país. Con los persas, así
como después con Alejandro y la instalación de los Tolomeos en el trono
egipcio, se hizo evidente que la independencia egipcia era incapaz de
oponerse a una agresión seria.
La civilización egipcia brotó con una rígida visión cosm ológica del
mundo, según la cual el mismo orden cósmico gobernaba a los dioses,
las estrellas y los seres humanos. A partir del Reino Medio, el rey fue vis
to como un dios encarnado que representaba a los seres humanos ante
los dioses, y el pastor bueno y competente de su pueblo. La coherencia de
la civilización egipcia se basaba en un sentido del orden global que, con
166 EGIPTO
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IV. LA CIVILIZACIÓN EGEA
1. In t r o d u c c ió n
El área egea incluye las islas situadas en el mar Egeo — Creta, las Cicla
das y Chipre— , la tierra firme griega frente al mar y la costa jónica de
Anatolia, lugar de la antigua Troya. La población del área consistía en
tesalios, chipriotas, isleños de los archipiélagos, cretenses y micénicos.
El pueblo era una m ezcla de las razas alpina, m editerránea, danubia,
armenia y dinárica. Desde el principio se hablaron muchos idiomas en
la zona.
La propia "civilización egea" es una expresión poco precisa que se
emplea para designar el proceso social que precedió al auge de las ciu
dades-estado griegas. Pero la civilización egea no presenta una unidad
comparable con la civilización asiria o con la egipcia. La unidad única
m ente fue alcanzada durante la época micénica. Sin embargo, hubo un
modo de vida egeo entre los marineros y campesinos que vivían en un
área físicam ente hom ogénea. El clima m editerráneo, con sus tórridos
veranos y relativamente fríos inviernos, es bastante árido; los ríos que
dan secos durante la mitad del año, pero con frescas corrientes que bro
tan de su suelo de piedra caliza.
B. Cronología general
2 . S ín t e s is histórica
A . La Prehistoria
Acontecimientos
Fechas Épocas Culturas principales principales
Dimini
(Sesklo II)
Raklhmani
Calcolítico
Lemba-Lakhus
Grotta-Pelos
3000 Edad de Bronce Lerna I
temprana Troya I
I Argissa Antiguo reino egipcio
Lakkudhes
Lerna II
II Keros-Symos
Lema III Troya II
2000 III Lerna IV Invasiones en Grecia
Troya III-XI Dinastía egipcia
Edad de Bronce Lema V Troya IV-XII Dinastía egipcia
media I
II Filakopi I Troya V
III
Troya VI
norte de Grecia y pueblos del Paleolítico medio y tardío a lo largo del río
Peneo, al oeste de Larisa.
El Neolítico
Algunos
acontecimientos
Fechas Chipriotas Cid adíeos Minoicos Meládicos principales
Tardío III
2000 Temprano IA Temprano Aparición de la
III Medio I III equitación
Medio Grecia
IB (?) septentrional
1980
Medio IIA XII Dinastía
Medio I egipcia
Hammurabi, rey
de Babilonia
1800
Medio II Medio II Medio IIB Medio
ría a mano, pero sólo tuvo una mínima vida social. Sus sitios principales
estuvieron en Cnosos y Khirokitia en Creta; Dhimini y Sesklo en Tesa
lia; Fosis en Elatea, y Queronea en Boecia. En Melos se ha descubierto
obsidiana. El Neolítico temprano empezó allí ca. 6500 a.C. y terminó ca.
a.C. El Neolítico medio fue de 5200 a 4200 a.C. y el N eolítico tar
dío terminó ca . 3600 a.C. Se cultivaron allí viñas desde 3600 a.C. A partir
del año 4200 a.C., los muertos fueron enterrados en cem enterios sepa
rados de las m oradas humanas. A partir del séptim o m ilenio se em pe
zaron a producir pequeñas estatuillas, en su mayoría fem eninas. Las
aldeas tenían entre 1000 y 4000 habitantes, que vivían en chozas ovala
das y también rectangulares.
El c neolítico (3500-2500)
ca. 1450 Minoico tardío 11 en Destrucción del asen Primer palacio en Micenas
Cnosos tamiento minoico en
Trianda (Rodas)
Influencia y conquista Asentamiento minoico
heládica en Cnosos. (Heládico tardío) en
Escritura lineal B Rodas (Heráclidas) y tal Orcomenos destruida por Tebas.
vez también en Mileto Tebas y la Argólida en guerra (los
"siete")
Dédalo en Cnosos. El
Atica queda tributaria Sinecismo del Ática bajo Teseo.
de Creta. Teseo en
Cnosos Empieza el Heladio tardío IR A.
Establecimientos de los paleópidas
Minos en Sicilia en la Argólida
F uente : The Cambridge Anáent History, vol. ir, primera parte, 3a. ed., pp. 822-823.
172 LA CIVILIZACIÓN EGEA
Del siglo xvm al xvu antes de nuestra era, varios desastres cayeron sobre
Creta. Los palacios de Cnosos y de Malia sufrieron enormes daños y un
incendio destruyó el palacio de Festos. Se desconocen las causas de esos
desastres; probablemente fueron ocasionados por terremotos.
En el M inoico tardío — la fase neopalacial— se reconstruyeron los
palacios que habían sido dañados por terrem otos, de acuerdo con
el plano del edificio anterior pero con m ejoras considerables. Cnosos
pasó a tener influencia dominante sobre Creta y extendió su comercio
marítimo. La "talasocracia" abrumó las Cicladas. Entonces, Creta inició
un contacto con la Grecia continental e impuso una especie de sobera
nía de señorío sobre A tenas, si es que el m ito de Teseo tiene alguna
base histórica. Creta alcanzó la cúspide de su grandeza durante los dos
174 LA CIVILIZACIÓN EGEA
Thera
Cerca de 1600 a.C., Santorín (Thera en griego) fue víctima de una terrible
erupción volcánica, que enterró la isla bajo una espesa capa de ceniza y
lava. A consecuencia de esta catástrofe se conservó la ciudad en bastante
buen estado para ser estudiada. Hoy se está excavando con ese propósito.
En particular, ciertos frescos bien conservados revelan una tierra de
ricos armadores que se dedicaban al comercio marítimo. El arte de San
torín es de estilo minoico, pero tiene un carácter propio. La influencia
m inoica predominó sobre Thera, que después cayó bajo la influencia y
el gobierno micénicos.
LA CIVILIZACIÓN EGEA 177
H. La Edad de Bronce
La Edad de Bronce empezó cerca de 3000 a.C. y continuó hasta 1800 a.C.
En Chipre, sus fases más importantes fueron el temprano II y el tempra
no III entre 2100 y 1900 a.C.
Floreció el arte de fundir pequeños objetos de bronce. En los cultos
religiosos se adoraba a un trío de dioses, a los que se sacrificaban toros.
Desde cerca del siglo xix a.C. se montaba a caballo, práctica surgida
en A natolia y que en Chipre se adoptó antes que en otras partes del
Egeo. La escritura empezó a difundirse en el segundo milenio, aunque
se desconoce qué lengua se hablaba.I.
La Edad de Bronce tardía tuvo lugar en Chipre entre 1900 y 1625 a.C.
A m enazas externas m ovieron a los chipriotas a construir fortalezas y
fortificar sus aldeas. Chipre se dedicó activamente a las relaciones exte
riores, y cada región y aldea desarrolló su propia especialidad para el
comercio exterior.
178 LA CIVILIZACIÓN EGEA
Restos arqueológicos del Heládico medio indican que los centros aqueos,
desde la época de su origen, fueron palacios fortificados y, al mismo
tiempo, residencias de los príncipes.
La ciudadela de Agamenón es un puñado de residencias y un palacio
rodeados por muros ciclópicos en lo alto de una colina de 278 metros de
altura que domina el golfo Argólico. El cercado tiene dos puertas: la de
los Leones, al oeste, y la del norte. En la acrópolis del cercado se encuen
tra el círculo de las tumbas.
En Micenas, en Pilos, se construyeron importantes palacios micénicos
fortificados; el palacio de Néstor, en la Argólida, en Micenas y Tirinto.
Los dos círculos de tumbas de Micenas datan de los siglos xvi y xvii.
Schliemann (1822-1890),2 habiendo descubierto el primer círculo, supu
so erróneamente que había localizado las tumbas de Agamenón, Casan-
dra y Egisto, pero ellos vivieron en la época de la Guerra de Troya, a
finales del siglo xm antes de Cristo.
2 Schliemann fue una persona extraordinaria que asoció a un serio conocimiento de la Antigüe
dad una gran imaginación y devoción de toda su vida a encontrar los restos de Troya, que logró
descubrir en 1873, iniciando así la exploración arqueológica de los egeos.
180 LA CIVILIZACIÓN EGEA
3 . P r in c ip a l e s r asg o s c u lt u r a les
A. La cultura minoica
B. La cultura micénica
C. La tradición épica
4. E l surgimiento
A . El cuadro general
B. Los minoicos
D. Los chipriotas
E. Los micénicos
F Observaciones finales
5. E l desarrollo
A. El cuadro general
B. Etapas principales
Creta
1 Cultura
Fecha Creta Chipre Cicladas Heládica
Tem prano ITÍ C alco litico desd e 300 0 N avegación desde el Destrucción de anterio
a. C Florecim iento del cuarto milenio a.C. C o res asen tam ien to s por
arte del bronce en pie- m ercio y piratería pastores de lengua grie
zas pequeñas. ga arcaica
Los micénicos
6. L a D E C A D E N C IA
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198 LA CIVILIZACIÓN EGEA
1 . In t r o d u c c ió n
A. La tierra
B . Los pueblos
Como Canaán es una tierra que une Asia Menor y Egipto, muchos pue
blos distintos la han habitado desde los tiempos paleolíticos.
Hay vestigios de una ocupación neandertalense que data de 40 000
a.C. en las cavernas del Monte Carmelo. En el décimo milenio, la tierra
empezó a ser ocupada por pueblos no emigrantes. En ca. 7800 a.C., el
Mesolítico natufiense ocurrió en Jericó. En el séptimo milenio, una cul
tura neolítica protocerámica fue sucesora de los natufienses. Hubo asen
tam ientos calcolíticos en 4000 o 3000, cuando un pueblo agricultor y
ganadero que empleaba instrumentos de piedra, pero también de cobre,
se instaló tan firmemente en la tierra que llegó a construir aldeas.
La Edad de Bronce tem prana ocurrió entre los siglos xxxm a xxix.
Entre 3200 y 2800 a.C., los primeros canaanitas, cuyo origen es oscuro,
organizaron varias ciudades-Estado. También puede verse allí influen
cia egipcia.
La Edad de Bronce media I ocurrió entre 2000 y 1800 a.C., aproxima
199
200 EL ANTIGUO ISRAEL
nico para absorber toda cultura que encontró en su camino, aun al pre
cio de confinarse dentro de su propia comunidad.
2 . S ín t e s is h i s t ó r ic a
Los prim eros hebreos fueron un pequeño grupo sem ítico relaciona
do con los áram eos. Llegaron originalm ente de M esopotam ia, donde
eran pastores nóm adas. Encabezados por Abram, después llam ado
"A braham " por Yahvé, emigraron de la zona de Ur en dirección a Siria
ca. 1800 a.C. Se detuvieron primero en Harra y luego continuaron ha
cia Canaán, en Palestina.
inicial de Ramsés II. Pero así como los hebreos entraron en Egipto, tam
bién salieron de él en oleadas sucesivas. Un m ayor contingente de
hebreos, encabezado por M oisés, se detuvo en la península del Sinaí,
donde recibió la ley teocrática de Yahvé, quien ordenó a Moisés entre
garla a su pueblo.
Según el pacto con Yahvé, que Moisés les relató, los hebreos eran el
pueblo elegido. Todas sus actividades espirituales y temporales debían
estar som etidas al reino de Dios, que ellos establecerían en la Tierra.
Moisés fue la figura de mayor relieve en la historia de los hebreos. Los
liberó de la esclavitud en Egipto, fue su legislador y, asimismo, el funda
dor del núcleo de sus creencias religiosas.
1 C/. Adolphe Lods, Israel, París, Albín Michel, 1969 (1930), pp. 327 ss.
204 EL ANTIGUO ISRAEL
Saúl ejerció una monarquía limitada. Su título era el de nagid, que signi
fica ''com andante". El honor que se rendía a los profetas era otra lim ita
ción a los poderes del rey.
Después de algunos triunfos contra los filisteos, Saúl cayó en la catas
trófica batalla de Gilboa, ca. 1002 a.C. Luego de una larga disputa con el
antiguo general de Saúl, Abner, David lo sucedió (1000-961 a.C.). David
había sido el principal asistente de Saúl, pero cayó en desgracia y tuvo
que huir del país para salvar su vida. Al principio, David fue nombrado
sólo rey de Judá, pero luego conquistó el poder sobre las tribus del nor
te, tomó Jerusalén y la hizo su capital. Devolvió el Arca a Jerusalén y la
colocó en un tabernáculo para salvaguardarla, reconstruyendo con ello
el antiguo santuario. La derrota final de los filisteos fue una victoria de
David, quien los sometió como vasallos. También subyugó a las nacio
nes circundantes, entre ellas los árameos por el norte, y extendió el reino
de Israel desde el Eufrates en el noreste hasta el golfo de Aqaba en el
sureste. El reinado de David fue una época de gran actividad literaria
y religiosa. Dispuso que fuesen recabadas las tradiciones de los jueces y
las mandó transformar en una epopeya, la llamada fuente yavística, la
mayor etapa en la historia de la tradición del Pentateuco.
David ya había adoptado unas innovaciones que rompían con las insti
tuciones religiosas y sociales tradicionales. Su hijo Salom ón siguió un
cam ino que transform ó cada vez más a Israel en una m onarquía del
Cercano Oriente. Edificó un templo dinástico idéntico al de C anaán y
rem plazó las estatuas religiosas en el cuerpo del tem plo (celia) por el
Arca. También construyó un gran palacio y una ciudadela en Jerusalén,
las fortificaciones de Gezer y de M egiddo, y una refinería de cobre en
Ezion-Gaber. Estableció un Estado centralizado para facilitar el cobro de
impuestos e impuso un trabajo no pagado para las obras públicas. Puso
fin a las tradicionales fronteras de las tribus y las remplazó por distritos
adm inistrativos, gobernados por funcionarios nombrados por la corte.
Salom ón extendió notablem ente el ejército perm anente y lo equipó
con carros de guerra. Formó una im ponente flota, en asociación con
Hiram de Tiro, para comerciar en el Mediterráneo, en el Mar Rojo y tal
vez hasta en el Océano índico. Organizó un intercam bio de carros y
caballos con Cilicia y Egipto. También estableció un control de las rutas
EL ANTIGUO ISRAEL 205
3. P r in c ip a l e s r a s g o s c u l t u r a l e s
A, La cultura israelita
cias centrales que M oisés transm itió como reveladas a él por Yahvé es
que Dios es uno y que ha hecho un pacto eterno con su pueblo elegido:
Israel.
A pesar de todo, la cultura del antiguo Israel pasó por cambios signi
ficativos durante su dilatada historia. En el núcleo mismo de su cultura
está la Biblia. Sus tres secciones — la Tora, el N evi'im y el K etuvim —
quedaron en su forma canónica definitiva entre el siglo vn a.C. y el siglo
i d.C. Es el texto fundador de Israel, que compiló y sistematizó antiguas
tradiciones orales e importantes documentos previos. La cultura israeli
ta se vio bajo dos distintas fuentes de influencia. La primera fue la anti
gua cultura hebrea de los patriarcas que precedió a las revelaciones
transmitidas por Moisés. La segunda fue el efecto producido en la cul
tura israelita por muchos acontecimientos de gran trascendencia: la pri
mera caída de Jerusalén (597 a.C.), las meditaciones exílicas, la reocupa
ción de Jerusalén después del exilio, el largo contacto con la cultura
helénica, la segunda caída de Jerusalén y, por último, la bifurcación de
la cultura israelita entre sus ramas cristiana y judía.
En vista de estas consideraciones, analizarem os los seis temas
siguientes: 1) la antigua cultura hebrea; 2) la cultura del Antiguo Testa
mento; 3) los mensajes proféticos preexílicos; 4) las fases exílica y post-
exílica; 5) el im pacto del helenism o, y 6) la bifurcación en judaism o y
cristianismo.
blem ente un antepasado deificado, y el clan cum plía un trato con ese
dios. La práctica de la circuncisión era un rito del paso de la niñez a la
edad adulta, celebrado de los seis a los 14 años de edad. Tal práctica era
común entre los pueblos del Cercano Oriente; sólo mucho después se
convertiría la circuncisión en un rito esencial de la religión israelita.
Antes de que los hebreos se establecieran en Palestina, puede suponerse
que su lengua era un dialecto semítico que se hablaba en el noroeste de
M esopotam ia, del cual se derivó el arameo. En Canaán, los hebreos
adoptaron un dialecto canaanita local, un hebreo arcaico.
ros en las entrañas de los animales, y los augures los veían en la direc
ción y la forma del vuelo de las aves. También Israel tuvo esos videntes
(Is. 28:7-20) y "falsos profetas". El rasgo exclusivo de la cultura del anti
guo Israel, particularmente en el periodo anterior al exilio pero también
durante éste y después, fue la aparición de algunos hombres excepcio
nales que estaban profundamente convencidos — en contra de sus pro
pios deseos y a riesgo de sus vidas— de haber sido elegidos por Yahvé
para reprender a los israelitas por sus pecados y advertirles de un casti
go inminente y terrible si no se arrepentían. Por consiguiente, los gran
des profetas israelitas no fueron pronosticad ores del futuro ni formula-
dores de augurios buenos o malos, como lo fueron los antiguos videntes
y los "falsos profetas" del propio Israel. Fueron m ensajeros de Yahvé,
profundamente convencidos de estar hablando en su nombre y bajo su
guía infalible.
La existencia de la profecía en el antiguo Israel expresó una com bina
ción de factores insólitos. En primer lugar, la convicción absoluta de que
Yahveh, quien era trascendente, omnipotente y el único dios verdadero,
había hecho un pacto con el pueblo de Israel y cumpliría su promesa en
la medida en que éste ejecutara su voluntad. En segundo lugar, apare
cieron algunos hombres excepcionales que transm itieron este m ensaje
durante el difícil periodo de los dos reinos y cuando la sociedad israeli
ta fue restaurada después del exilio. Esos profetas fueron movidos por
un profundo sentido de justicia e im parcialidad, y algunos de ellos
poseyeron una comprensión estratégica del contexto internacional y de
sus peligros para Israel.
Aparte de la importancia religiosa de Elias, los profetas Amos, Oseas,
Isaías y Jerem ías merecen m ención especial entre los que surgieron
antes del exilio. Amos y Oseas vivieron en el reino de Israel y fueron dos
de los llamados doce profetas menores. Amos, el primero de los profe
tas letrados, pastor de origen modesto, floreció durante un breve perio
do que comenzó en 760 a,C., durante el reinado de Ozías (769-734 a.C.).
Predijo que Israel sería devastado por un enem igo que destruiría las
m urallas, saquearía el palacio y deportaría a su población hasta un
lugar situado más allá de Damasco; esta profecía implicaba que los asi
rios eran el instrumento elegido por Yahvé para castigar a Israel por su
falta de justicia. Amos tenía una concepción universalista de Yahveh, de
quien creía que no sólo era el dios de la nación de Israel, sino también el
Dios absoluto del universo y de toda la humanidad.
Oseas predicó en el decenio de 740 o com ienzos del de 730 a.C., y
siguió una línea sim ilar a la de Amos. Predijo el fin de la dinastía de
Jehú, que había sido creada por el asesinato de los om ridas. También
212 EL ANTIGUO ISRAEL
advirtió que los asirios serían el instrumento del castigo de Yahvé por
los pecados de los israelitas si no enmendaban su modo de vida.
Isaías y Jeremías vivieron en el reino de Judá. Junto con el desconoci
do genio del exilio, llam ado el "D eutero-Isaías", se cuentan entre los
más grandes profetas israelitas. Isaías profetizó a fines del reinado de
Ozías, durante el reinado de su hijo Jotham y en el de su sucesor, el rey
Ajaz (734-715 a.C.). Como Amos y Oseas, predicó contra los pecados de
los israelitas, el peor de los cuales fue, para él, la rebelión contra Yahvé,
pues fue m otivada por la soberbia. Pronosticó la destrucción del rei
no por los asirios, quienes serían el instrumento del castigo divino si el
pueblo no se arrepentía. Encarecidamente rogó a Ajaz que no pidiera la
ayuda de los asirios para combatir la alianza que habían organizado el
rey Peca de Israel y el rey Rezín de Damasco contra Judá, porque predi
jo que la propia Judá tam bién sería destruida. Ajaz no atendió a sus
recomendaciones. Los hechos profetizados no ocurrieron en el tiempo
predicho, pero dos años después cayó Dam asco, y 10 años más tarde
Samaría. En 701 a.C., conflictos entre Egipto y Asiria, que se dirimieron
en territorio de Judá, devastaron el país.
La característica distintiva de Isaías fue su absoluta confianza en la
eficiencia de la intervención de Yahvé para cum plir su berith, o pacto
con los israelitas, siempre que ellos acataran sus órdenes y nunca per
dieran la fe en él. Recomendó a Ezequías confiar en el poder de Yahvé, y
no en la fuerza de sus ejércitos y la solidez de las murallas para derrotar
a los invasores asirios mandados por Senaquerib en 701 a.C. De hecho,
el rey se salvó gracias a que pagó un tributo. Eric Voegelin2 emplea su
concepto de "m etástasis'' para explicar la confianza inquebrantable de
Isaías en la eficiencia con la cual Yahvé podía intervenir en los asuntos
hum anos, aun cuando su profecía, al parecer inspirada, estuviera en
contacto directo con las pruebas empíricas.
Jeremías, que también vivió en Judá, representó la otra gran voz de la
tradición profética. Inició su carrera pública en 627 a.C. bajo Josías (640
609 a.C.), cuyas vastas reformas de las prácticas religiosas él apoyó ini
cialm ente. Más adelante, analizando las reformas y descubriendo que
sólo habían sido form ales en lugar de producir un verdadero cam bio
moral en la sociedad, empezó a predecir los terribles castigos que sobre
vendrían si el pueblo no cam biaba de vida. Sus profecías parecieron
improcedentes porque el país estaba gozando de gran prosperidad y en
general había sabido apreciar el gobierno de Josías. Sin em bargo, los
acontecimientos dieron un giro inesperado con la muerte de Josías en la
2 Cf. Eric Voegelin, Order and History, Baton Range, Louisiana University Press, 1991 (1950),
vol. i, p. 481.
EL ANTIGUO ISRAEL 213
ción de los m uertos (Dn. 12:2) para su eterna recom pensa o castigo
según el Juicio Final. La doctrina sacerdotal, apoyada por los fariseos,
decía que los seres humanos eran irremisiblemente mortales y que Yahvé
nos da nuestros castigos y recompensas durante nuestra vida.
El Libro de Daniel expresa de m anera conm ovedora la perspectiva
escatológica y la esperanza de la inmortalidad del alma, que fue im bu
yendo cada vez más el pensamiento judío desde el periodo siguiente al
exilio hasta el siglo i d.C. Creó un ambiente religioso y psicológico que
generaría las condiciones necesarias para la futura aparición de Juan el
Bautista y para las enseñanzas de Jesús de Nazaret.
La tendencia parroquial, que se desarrolló durante el exilio y después,
es otra característica de la cultura israelita que brotó de la autoprocla-
mada distinción étnica de los judíos y luego la reforzaría. Los desastres
que culminaron en la caída de Jerusalén y en la deportación de un gran
número de judíos influyeron poderosamente sobre esta tendencia. Yahvé
había abandonado y castigado severamente a su pueblo porque no siguió
sus instrucciones y traicionó el berith (pacto). Una vez que Yahvé per
donó al pueblo elegido y volvió a Sión a protegerlo, los judíos debieron
tener gran cuidado para asegurar la lealtad de él a ellos, y la de ellos a él.
Con este fin, había que codificar con el mayor detalle los deberes religio
sos y se pediría a los judíos que los observaran estrictamente.
Ezequiel (ca . 638-ca. 570 a.C.) fue el primero en formular esta tenden
cia particularista. Era miembro de una familia de sacerdotes que, según
la tradición, estuvo entre los primeros judíos que fueron deportados a
Babilonia en 597. Predicó la penitencia y el arrepentimiento de acuerdo
con las profecías que precedieron al exilio. Después de la caída de Jeru
salén anunció, desde Babilonia, que pasado el castigo un futuro mejor
restauraría a Israel. Para conservar el apoyo de Yahvé prescribió la res
tauración de un Estado teocrático, que excluyera a extranjeros y no cre
yentes, con un rígido cumplimiento de todos los ritos.
Las ideas de Ezequiel fueron puestas en práctica por N ehem ías y
Esdras, dos dirigentes religioso-políticos que influyeron poderosamente
sobre la ulterior cultura judía: Nehemías fue un funcionario de alto ran
go de Artajerjes I Longimano (464-424 a.C.). Después de su primera visi
ta a Jerusalén, retornó en 445 com o gobernador nom brado por el rey.
Obtuvo autorización para reconstruir las murallas de la ciudad e intro
dujo una estricta observancia de los ritos tradicionales. Esdras, sumo
sacerdote que tam bién fue nombrado gobernador de Jerusalén por el
rey de Persia A rtajerjes II, reforzó enérgicam ente esta política algún
tiem po después. De acuerdo con las ideas de Ezequiel, Esdras exigió
que las reglas de Nehemías fuesen observadas aún más estrictam ente,
EL ANTIGUO ISRAEL 217
humanos en relación con Dios es amarse unos a los otros sin limitación,
y las intenciones que hay en el corazón de una persona son lo que ver
daderamente importa, no la práctica de ritos y la obediencia de reglas.
En segundo lugar, el reino de Dios es inminente, y muchos de quienes
aún viven llegarán a verlo. Consiste en el juicio universal de la humani
dad, de los vivos y de los muertos, en que los justos serán eternamente
salvados y los pecadores no arrepentidos serán condenados por toda la
eternidad.
La vida y la enseñanza de Jesús im presionaron profundam ente a
quienes lo conocieron, tanto por el contenido extraordinario de su men
saje de amor incondicional como por su ejem plo personal de reunirse
con personas despreciadas y m iserables — indigentes, prostitutas y
publícanos— , así como por su inmensa fama de taumaturgo y los asom
brosos milagros que se le atribuyeron. Su mensaje y su persona dejaron
una huella indeleble en sus discípulos. Su condenación y muerte hicie
ron surgir un momento de terrible duda entre sus seguidores inm edia
tos. La fe absoluta en su resurrección, a juzgar por el episodio de la tum
ba vacía y las varias ocasiones en que quienes lo vieron afirmaron haber
experim entado su presencia física (Mt. 18:1-20), transform ó entre sus
discípulos la aceptación de sus enseñanzas en una convicción de su
divinidad.
La propagación del mensaje de Jesús, después de consolidada la fe en
su resurrección, siguió un camino que llevó a sus seguidores a convertir
se de miembros de una secta judía en partícipes de una nueva religión: el
cristianismo. Al principio, la prédica de los Apóstoles se confinó a los
judíos en Palestina. Después de la conversión de Saulo y la notable
misión religiosa que emprendió, predicando una versión helenizada del
mensaje de Cristo, la palabra llegó gradualmente a los judíos heleniza-
dos de la diáspora y luego pasó a los gentiles de varias provincias del
Imperio romano. Sobre todo entre los judíos helenizados, algunos de
Palestina pero particularm ente los de la diáspora, el m ensaje de Jesús
generó la nueva religión cristiana. "C risto" es la palabra griega que sig
nifica "el ungido", y a los seguidores de Cristo se les llegó a llamar "cris
tianos".
Al principio, los discípulos exigieron que sus adherentes observaran
la ley judía, incluida la circuncisión, pues creían que el m ensaje de
Jesús, aunque mejorara la religión de la Biblia, retenía su esencia. Pero
quienes no observaban los ritos religiosos judíos se resistieron, por esta
razón, a volverse cristianos. Fue Pablo quien eliminó el requerim iento
de seguir los rituales de la ley judía. Al mismo tiempo proclamó que la
fe de Cristo dejaba atrás la tradición mosaica, porque el Mesías en reali
220 EL ANTIGUO ISRAEL
dad había venido y era el Hijo del Hombre, aun cuando el sanedrín no
lo hubiese reconocido y, de hecho, lo hubiese rechazado.
Con el cristianismo, la cultura judía se encontró ante dos creencias en
conflicto. El mensaje de Cristo era la formulación últim a y su p rem a de
la dimensión universal de la fe bíblica que habían articulado Isaías, Jere
mías y en particular el Deutero-Isaías. Por otra parte, la conversión del
Hijo del Hombre en Hijo de Dios era una blasfem ia desde el punto de
vista de la revelación mosaica. La mayoría de los judíos se mantuvieron
leales a la tradición mosaica, si bien aceptó la visión universal cristiana
de Dios. M uchos también aceptaron las enseñanzas de Jesús de amor
incondicional y de que debemos juzgar toda acción con base en las in
tenciones sinceras, y no en si esa acción simplemente se atiene a la letra
de la ley.
Con el transcurso del tiempo, la cultura israelita contribuyó a la for
mación del Islam, otra gran religión monoteísta cuyo efecto sobre la his
toria sería profundo. Sin embargo, la religión judía ha persistido hasta
nuestra época, junto con el sentimiento de una nación judía. Para algu
nos judíos, tam bién existe una etnicidad judía específica. Desde la
Inquisición medieval hasta el holocausto de Hitler, el judaism o ha esta
do expuesto a incontables persecuciones. A comienzos del siglo xx llegó
a quedar dividido entre las form ulaciones ortodoxa, conservadora y
liberal, y la idea de poseer su propio territorio como m oderno Estado
independiente volvió a surgir y se consumó. El m oderno hum anism o
judío que imbuyó los altos niveles de la cultura occidental desde finales
del siglo xvm brotó de la antigua cultura israelita.3 Después de la segun
da Guerra M undial, obligó a las naciones de Occidente a com prender
que el mensaje cristiano, en lo mejor que tiene, es idéntico al contenido
universalista de la fe judía en sus m ejores facetas, com o tan bien lo
expresó Eric Kahler.4
4. LOS ORÍGENES
3 Cf. Julius Guttmann, Philosophies of Judaism, Nueva York, Holt, Rinehart and Winston, 1964,
particularmente la parte tu.
4 C f Eric Kahler, Man the Measure, Nueva York, George Brasiler, 1961; y The Jews Among the
Nations, Nueva York, Transaction Books, 1989.
EL ANTIGUO ISRAEL 221
5. E l d e s a r r o l l o
A. Fases principales
B. El reino unido
E. La fase helenística
6. El d e s p l o m e p o l ít ic o
A. La vía romana
ñas eran muy tolerantes, y aceptaban como legítimas las culturas y reli
giones de otros m ientras no chocaran con los intereses y el régim en
romanos.
A finales de la República y comienzos del Imperio, la cultura romana
significaba esencialmente el derecho romano, las prácticas adm inistrati
vas romanas y el dominio militar romano. También se im puso el latín
como lengua oficial y el helenismo como dimensión suprema de la civi
lización. Un legado del helenismo fue la tolerancia religiosa, expresada
en un politeísm o ritualista combinado con una profunda superstición
mágica para las m asas, con el orfismo y otros cultos de los m isterios
para quienes se inclinaban a lo m ístico, y con el estoicism o filosófico
para la gente culta.
Dentro de esa perspectiva, el modo romano de vivir y de hacer las
cosas, en que la cultura de la clase superior era la helénica, fue conside
rado un privilegio al que los extranjeros podían ser admitidos por selec
ción después de ser debidamente romanizados y helenizados. Las con
sideraciones raciales eran secundarias, pues el proceso de romanización
era esencialm ente cultural y político. Por consiguiente, ni la rom aniza
ción ni la helenización fueron impuestas por la coacción hasta m ucho
tiempo después. Ser romano era una recompensa, no un deber. Por con
siguiente, dado que la religión judía era un culto religioso, una manera
entre muchas otras de relacionarse con los dioses, no sólo fue permitida
como religio licita , sino que quedó exenta del culto al em perador de
acuerdo con el ritual romano. Desde los días del Im perio tem prano, al
judaism o se le otorgó esta categoría a cambio de sus diarias plegarias
por el emperador en sus propios ritos.
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VI. P E R SIA
1 . In t r o d u c c ió n
A. La tierra
B. Los pueblos
1 Persia e irán, aunque empleados como sinónimos, podrían distinguirse, aplicando "Persia" a
la meseta, e "irán" o la "región iraní" al cúmulo de pueblos que hablan la lengua iraní (sogdienses,
bactrianos, etc.), que se extienden desde el norte del Cáucaso hasta las estepas de Siberia y las fron
teras de China.
234
PERSIA 235
El Neolítico
El Cercano Oriente es una de las áreas más antiguas del mundo neolíti
co. Se han descubierto testimonios mesolíticos en sitios de Karim, Sahir
y Sanidar. A sentam ientos neolíticos perfectam ente desarrollados, que
datan de fines del octavo milenio, fueron descubiertos en sitios cercanos
a los montes Zagros en Harme, Saráb, el Alto Ali Kosh y el Alto Gurán.
Cerca de 6 000 a.C., la agricultura de aldea y avanzadas pautas de agri
cultura habían cundido extensamente sobre gran parte de la m eseta ira
ní y por las tierras bajas del Kuzistán.
Por largo tiempo, Irán siguió siendo neolítico. Sus edades calcolítica y
de Bronce se desarrollaron en relativo aislam iento durante el m ilenio
siguiente, mientras por el sur los elamitas creaban una civilización urbana
en relación directa — aunque a menudo en conflicto— con M esopota-
mia. Los diversos asentamientos iraníes estaban separados por la acci
dentada topografía de la meseta y sus culturas paralelas se desarrolla
ron en aislamiento, pero mantuvieron relaciones com erciales entre sí y
con Elam, su contacto con la civilización y con Mesopotamia.
2 . S ín t e s is h i s t ó r ic a
A. La fase aqueménida
Los indoeuropeos
los asirios. Asur fue saqueada en 614 a.C., y Nínive tomada en 612 a.C.,
aunque la victoria final y decisiva llegó en 609. Los medos ocuparon las
tierras altas asirias y Babilonia las tierras bajas. Después de una guerra
de seis años contra Lidia, un tratado de 585 estableció el río Halys como
frontera entre los dos estados. El Im perio m edo no se basaba en un
gobierno central, sino en un sistema de reyes, todos los cuales eran sus
vasallos. Ciro, uno de estos reyes vasallos, unificó a los persas bajo su
gobierno en 555 a.C. Se rebeló contra Astiajes, rey de los medos, que era
su propio suegro, a quien derrotó y unió a medos y persas bajo su cetro.
Según la tradición, los reyes persas descendían de un antepasado,
Haxamanish o Aquemenes. La línea de descendencia venía de Teispes
hasta Ciro T, Cambises y Ciro II. En menos de veinte años, Ciro II con
quistó todo el antiguo Oriente: Lidia en 546 a.C. y Babilonia en 539 a.C.
La única potencia restante, Egipto, fue conquistada por el hijo de Ciro,
Cambises (530-522 a.C.). El triunfo de los persas puede atribuirse a una
combinación de capacidad militar superior con el trato magnánimo que
daban a los pueblos conquistados, cuya cultura y costumbres respeta
ban. En Babilonia, Ciro liberó a los judíos y rindió homenaje a Marduk
proclamándose rey de Babilonia.
El Imperio aqueménida
El Imperio aqueménida, que duró de 550 a 330 a.C., creció con relativa
rapidez si consideram os sus inmensas dimensiones y la diversidad de
los pueblos que abarcaba. Ciro el Grande edificó el Im perio durante su
reinado (550-530). Su hijo Cambises II (530-521 a.C.), de quien Heródoto
hizo un retrato de acre censura pero probablemente inexacto, ordenó el
asesinato de su propio herm ano Esm erdis (Bardiya), quien de otra
manera habría heredado el trono. Realizó el plan de su padre al con
quistar Egipto en 525 a.C., pero mientras dirigía su ejército de regreso a
Persia para sofocar una rebelión encabezada por Gaum ata (mago que
pretendía ser el príncipe asesinado Esmerdis) fue víctim a de un acci
dente. Uno de sus generales, Darío I (521-486 a.C.), hijo de H istapes,
miembro colateral de los aqueménidas, fue su sucesor.
Darío reconstruyó el Imperio. Dedicó los dos primeros años de su rei
nado a reprimir rebeliones en varias de sus provincias. Luego emprendió
la extraordinaria tarea de consolidar y administrar el Imperio; expandió
grandemente su territorio hasta penetrar en la India, y luego contuvo a
los escitas en el sur de Rusia. El imperio estaba dividido en 20 satrapías o
provincias. Además del gobernador o sátrapa, elegido entre la nobleza
240 PERSIA
Las Guerras Médicas —así llamadas por los griegos— fueron provoca
das en 499 a.C. por una revuelta de las ciudades jónicas contra Persia,
tal vez celosas de los privilegios otorgados por Darío a los fenicios.
Darío sofocó la rebelión y arrasó Mileto en 494 a.C. Trató de ganarse la
sim patía de las ciudades cesando a los tiranos persas y restaurando la
democracia. Sin embargo, los jonios, azuzados por Atenas, siguieron en
rebelión. Darío organizó entonces una expedición m ilitar, pero fue
derrotado por los griegos en Maratón (490 a.C.).
Después de la muerte de Darío, su hijo Jerjes I (486-465 a.C.) lanzó un
nuevo ataque por tierra y mar. Los persas lograron tom ar e incendiar
Atenas, pero los atenienses abandonaron la ciudad y derrotaron a la flo
ta persa en Salam ina (480 a.C.) y al ejército persa en Platea (479 a.C.);
luego atacaron de nuevo a la flota persa en Micala (479 a.C.), lo que obli
gó a los persas a quemar las naves para que no cayeran en sus manos.
A decir verdad, los persas siguieron siendo una tem ible am enaza
para Grecia durante un siglo. Sin embargo, desde el punto de vista per
sa, Grecia nunca constituyó una cuestión importante: sólo fue un desa
fío periférico del oeste al Imperio, y por lo demás no fue causa de mayor
preocupación.
La paz de Calias (449 a.C.) sin duda fue hum illante para Artajerjes I
(405-424 a.C.), pero restableció el statú quo en Asia Menor, donde las ciu
dades griegas siguieron bajo la soberanía persa.
PERSIA 241
B. La fase helenística
C. Los partos
Los arsácidas gobernaron Persia desde mediados del siglo m a.C, hasta
com ienzos del siglo ni d.C. La dinastía, inaugurada por A rsaces I (ca.
248-212 a.C.), terminó con la derrota y m uerte de Vologesio V (207-223
a.C.) y su hermano y rival Artabán V. El país fue dominado por Ardasir,
m iem bro de una familia de príncipes de Fars, quien fundó la dinastía
sasánida.
Los partos lucharon continuamente con los seléucidas, quienes trata
ban de im pedir que se formara un reino persa independiente en las
fronteras orientales de su imperio. Los partos siguieron luchando contra
los romanos cuando los territorios occidentales de los seléucidas caye
ron bajo el dominio de Roma, tras la conquista de Antioquía por Pom-
PERSIA 243
D. Los sasánidas
a ellas. A la postre, ésta fue una de las causas principales del final debili
tamiento del Imperio. No obstante, salvo en los periodos difíciles que se
hicieron más frecuentes a finales del siglo vi, los sasánidas mantuvieron
una sólida autoridad central, tanto en lo civil como en lo militar.
El nuevo Imperio persa heredó los continuos conflictos de los partos
con Roma, que se convertiría después — con la derrota y captura de
Valeriano en 260 d.C,— en un prolongado conflicto con Bizancio. Con
los diversos grados de éxito de tan continuos enfrentamientos, los sasá
nidas, bajo Cosroes II (590-628), estuvieron muy cerca de destruir el
Im perio bizantino. La extraordinaria energía y capacidad m ilitar de
Heraclio (610-641) salvaron a Bizancio al invertir las tornas de la guerra
e infligir una aplastante derrota a Cosroes, quien fue muerto por su pro
pio pueblo cuando intentaba huir después de la caída de Ctesifonte.
En los 14 años transcurridos entre la muerte de Cosroes II y el ascenso
de Yazdgard III, último de los sasánidas, el trono fue ocupado por toda
una sucesión de gobernantes que fueron m anipulados por facciones
rivales de la aristocracia. Cuando Yazgard III se ciñó la corona, ya estaba
muy avanzada la desintegración del Estado sasánida. El ejército había
perdido su unidad y cada general trataba de explotar la provincia que
tenía encomendada arrogándose su jurisdicción. El avance del feudalis
mo fue muy rápido, pues las satrapías se habían vuelto hereditarias.
En esta situación de extrema debilidad y desorganización, el Imperio
fue atacado por los árabes, impulsados por una fe fanática y por el empu
je de los beduinos. El general sasánida Rustam mandaba un numeroso
ejército, pero sufrió una grave derrota en Qadisiah, en M esopotamia, y
pereció en combate. Los árabes tomaron Ctesifonte y se llevaron un
inmenso tesoro. Un nuevo ejército levantado por Yazdgard se enfrentó a
los árabes en la llanura de Nihawand, al sur de Hamadán, pero nueva
mente fue derrotado. El rey huyó con su corte al este, pero, como el últi
mo rey aquem énida, fue asesinado cerca de Merv en 651. Tal fue el fin
del Imperio sasánida.3
A. La fase aqueménida
La civilización persa
La lengua
La religión
Tierra y Atar el fuego. Con el tiempo, este sustrato religioso original fue
transform ado por influencias de antiguos cultos locales asiánicos, por
creencias babilónicas y por las enseñanzas de profetas posteriores, en
particular Zoroastro y Manes.
En la fusión resultante, Ahura Mazda se convirtió en el dios supremo,
creador del Cielo, la Tierra y los seres humanos. El rey Darío dominaba
Persia y las otras naciones del Imperio porque así se lo había concedido
el dios supremo. Ahura Mazda, "el señor de la Sabiduría " o "el sabio",
reinaba sobre el universo y protegía la Tierra y a su gobernante, el rey
aqueménida. El rey era su virrey en la Tierra y gobernaba en su nombre.
Sin embargo, no surgió allí un culto imperial como en Babilonia y Egip
to, y el Estado no estaba fundado en la religión, aunque el rey era visto
como el representante de Ahura M azda en el mundo y gozaba de un
aura sagrada.
Los persas prezoroástricos adoraban a sus dioses con sacrificios san
grientos que debían ser celebrados por los magos, fraternidad que goza
ba de ciertos privilegios políticos y religiosos y que probablemente era
de origen medo. Además de dirigir las ceremonias religiosas y supervi
sar los sacrificios, sus otros deberes importantes consistían en mantener
el fuego sagrado, hacer predicciones con base en buenos y malos augu
rios y, con la ayuda del haoma — bebida em briagante— , presidir ritos
funerarios que consistían en exponer los cadáveres a las depredaciones
de bestias y aves carroñeras.
Herodoto supuso que los persas no tenían templos ni estatuas de sus
dioses, pero después de su época tuvieron am bas cosas. Levantaron
templos en forma de torres cuadradas. Cada cual tenía una sola habita
ción a la que se llegaba por una escalera y estaba reservada al fuego
sagrado. Las ceremonias religiosas se celebraban al aire libre. Bustos de
Ahura M azda en bajorrelieve, con un disco alado, abundaban en las
construcciones imperiales.
La religión original de los magos fue profundamente afectada por las
reform as de Zoroastro. No estamos seguros de cuándo haya vivido
Zoroastro. De acuerdo con la tradición iraní, vivió 258 años antes de la
conquista de Alejandro, y por ello podemos calcular que vivió entre 628
y 551 a.C., es decir, fue casi contemporáneo de Buda. "Z oroastro" es la
forma griega corrom pida de un antiguo nombre iraní, "Z aratu stra".
Probablem ente fue un "zoatar", un sacerdote que dirigía sacrificios y
encabezaba plegarias, y seguramente procedía de un clan de Espitama
de criadores de caballos. Su padre fue Purusaspa, un hombre casado
bastante pobre.
Cerca de cum plir los 30 años, Zoroastro tuvo una prim era visión de
PERSIA 247
La economía del Imperio persa fue muy sana y próspera. Las provincias
eran adm inistradas razonablem ente, m ediante la com binación de nor
mas centrales con prácticas locales. Había un sistema jurídico uniforme,
que se anticipó al concepto romano del derecho universal y que también
incorporaba costumbres locales. Una red de caminos y rutas marítimas,
un sistema equilibrado de impuestos, un considerable influjo de oro y un
sistema monetario bimetálico (introducido por vez primera por Creso en
Lidia) m antenían próspera la economía. Originalm ente, los salarios se
pagaban en especie — carne, cebada, trigo y vino— , pero esto fue susti
tuido de manera gradual por el pago en monedas. En menos de unos 50
años el dinero remplazó casi por completo a los pagos en especie.
Por todo el país se construyeron caminos, acueductos y canales sub
terráneos (ghanats) para regar las zonas áridas. Una inteligente política
agrícola destinada a mejorar el bienestar del pueblo tenía en cuenta las
diversas especies de árboles, plantas, cereales y anim ales dom ésticos
que habían sido llevados de diversas partes del Imperio para aclimatar
se en las regiones del país en que pudieran darse. También a los bosques
se les dio un empleo racional para no destruirlos. Por todo el Imperio se
explotaban extensamente los minerales.
Grandes latifundios eran la base de la producción agrícola. Los sier
vos, inseparables de la gleba, que eran comprados y vendidos con ella,
trabajaban en las granjas, así como los prisioneros de guerra. También
había pequeñas fincas en el Imperio, pero su importancia era muy rela
tiva. Los cam pesinos poseían sus propias tierras, principalm ente en
PERSIA 249
El arte
El gobierno
El ejército
B. La fase parta
La religión
El gobierno
C. La fase sasánida
La religión
Estakhr era atendido por los "herbados" o sacerdotes del fuego. El ante
pasado Sasán había ocupado un puesto importante en dicho centro reli
gioso. Sapur I continuó la tradicional asociación de la familia con este
culto y fundó un templo en la ciudad de Bisapur, donde el culto del
agua (Anahita) era asociado al del fuego (Ahura Mazda). En el noreste,
la antigua fe iraní se centraba en torno al gran santuario de Shiz, que era
atendido por la antigua fraternidad de los magos o "m obads", que eran
inazdaístas zoroástricos.
Sapur I (241-272) deseó dar una religión imperial al naciente Imperio
sasánida y simpatizó con las enseñanazas de Manes. Éste era de noble
cuna y, como Zoroastro, afirmaba haber recibido de Dios la m isión de
propagar sus revelaciones. Predicaba una nueva religión universal, diri
gida a todas las personas de cualquier clase social. Sus doctrinas, influi
das por los cultos de Babilonia y por el judaism o y el cristianism o, se
basaban en la oposición entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal.
El espíritu es luz y bondad, el cuerpo es tinieblas y m aldad. Cuando
toda la luz y todas las almas, que son prisioneras de la materia, queden
libres y asciendan al Sol, desaparecerán la Tierra y el Cielo, y el reino de
la luz durará para siempre.
Los fieles estaban divididos entre los "elegidos", sacerdotes que hacían
voto de celibato, se abstenían de comer carne y abjuraban de toda envidia
y mentira, y los "escuchas", gente común a la que estaba permitido casar
se y trabajar. Los maniqueos practicaban el bautismo y la com unión, y
antes de morir recibían la absolución de sus pecados. Fueron influidos
por el gnosticismo y sus himnos mostraron una inspiración babilónica,
mientras que sus ideas eran las que predicaba Zoroastro. A Jesucristo se le
daba un elevado lugar en una trinidad tomada del cristianismo.
Al parecer, Sapur I intentaba hacer de su m aniqueísm o la religión
imperial. Sin embargo, después de su muerte los m agos, encabezados
por un sacerdote llamado Kartir, convencieron a los sucesores de Sapur,
en particular a Bahram II (276-293), de proscribir el m aniqueísm o.
Manes fue ejecutado y perseguidos sus seguidores, después de lo cual
huyeron a Asia central, Asiria y Egipto.
Tras la m uerte de Kartir, N arsah (293-303) adoptó una política de
tolerancia. Después habría un resurgimiento del mazdaísmo. En el m ar
co de la expansión de las grandes religiones monoteístas, los "m obeds"
apoyaron a una especie de trinidad, con Ahura Mazda como dios prin
cipal y Anahita y Mitra como dioses secundarios. Com o los com pila
dores del A ntiguo Testamento, los m agos com pusieron el Avesta con
relatos de tradición oral. La unidad religiosa siguió a la unidad política.
Con el apoyo de los reyes, el zoroastrism o recibió la categoría de reli
256 PERSIA
El arte
El arte sasánida, como la última fase del arte parto, aceptó influencias
extranjeras, pero adaptándolas a las tradiciones de su tierra. Sin embar
go, al término del periodo sasánida prevaleció la iconoclasia en el arte.
Los sasánidas fueron grandes constructores de ciudades. Al princi
pio, siguieron el plano circular parto, pero luego cam biaron a disposi
ciones rectangulares. Estuvieron de moda los edificios de piedra decora
da, pero los materiales de construcción más frecuentem ente utilizados
fueron la cantera y el yeso. En la edificación de los palacios eran habi
tuales los relieves en los muros, con escenas de cacería o de batallas, y el
rey en el centro. A sim ism o, con frecuencia aparecieron decorados en
estuco, de influencia romana, así como abundantes frescos; los del pala
cio de Ctesifonte representaban la toma de Antioquía. El arte sasánida
produjo abundantes platos cincelados y tallados, así como tazas y bote
llas de plata y oro con escenas de cacería donde figuraban los reyes.
El arte sasánida dejó huellas de su influencia por toda la vasta zona
que va de China a Europa. Presenta al rey, representante de Dios en la
Tierra, entronizado en majestad y rodeado por una corte brillante. Los
bizantinos tom aron esta pauta como m odelo para m ostrar un Cristo
triunfante, rodeado por ángeles y santos. El gesto de respeto de los sasá
nidas — la mano derecha levantada con el índice curvado— fue repro
ducido en la escultura y en frescos de antiguas iglesias francesas, sin
que los artistas supieran su significado. Orfebres de la Europa central
tam bién im itaron los diseños de la m etalistería repujada sasánida
(toréutica) sin comprender el significado de sus im ágenes. Las pautas
de los textiles sasánidas igualmente influyeron sobre las de otras tierras.
Los sasánidas copiaron la literatura nacional iraní (que hasta entonces
había sido puramente oral) en textos escritos que se leían en las casas de
los nobles y en la corte. Obras extranjeras fueron traducidas del griego,
del latín y de lenguas indias en tiempos de Sapur I. Florecieron en la épo
ca de Cosroes I, cuyo reinado constituyó un renacimiento iraní. Su tole
rancia y amplitud de criterio atrajeron a su corte a filósofos y sabios, dis
gustados de la intolerancia de la Iglesia cristiana bizantina. Esta libertad
de pensamiento fue condenada por los sacerdotes zoroástricos, pero su
batalla contra las nuevas ideas estaba perdida de antemano.
258 P E R S ÍA
El gobierno
4. Los O R ÍG E N E S
unió a los medos bajo su reino y dio forma al Imperio medo. Ciro conso
lidó el reino persa y luego, al absorber a los medos, integró el núcleo de
un Imperio persa en rápida expansión. En cierto sentido, el Imperio per
sa fue una anticipación del Imperio romano. Los persas fueron los pri
m eros "rom anos". La élite persa estaba dotada de un considerable
talento político-militar que le dio capacidad para el liderazgo, pero lle
vaba consigo un sentido de la tolerancia que hizo fácilmente aceptable
su hegemonía. Con el transcurso del tiempo, el Imperio persa se convir
tió en el correlato oriental del Im perio romano. La persa y la romana
eran civilizaciones abarcadoras, sobreimpuestas a las distintas culturas
de sus respectivos imperios, que respetaban — y en cierto m odo prote
gían— sus peculiaridades.
El Im perio persa fue una vasta y com prensiva superestructura del
suroeste de Asia que desempeñó m uchas funciones al m ism o tiempo.
Mantuvo las características específicas de sus diversas unidades, forma
das por distintos pueblos que tenían su propia cultura, e impartió a esas
unidades la universalidad persa. Esa universalidad fue, al principio,
política, administrativa, jurídica y militar, pero coaligada en una civili
zación persa que tenía sus raíces en el mazdaísmo, intensificado por la
reforma zoroástrica; era movilizada por un Estado activo que regulaba
el comercio para mantenerlo fluyendo a lo largo de un sistema de cami
nos bien cuidados, y que lo ayudaba con sus medios de transporte y sus
comunicaciones.
D espués de la m uerte de Cam bises y una vez sofocada la revuelta
gaumata, la reorganización del Imperio, obra de Darío, derivó en reali
dad en el progreso que a la postre arraigaría los fundamentos de la civi
lización persa. Su poderoso gobierno central mantuvo las características
regionales y locales. Con la elevada ética de su versión zoroástrica,
Darío unlversalizó el mazdaísmo, sin imponer el culto del dios. Estable
ció una duradera pauta de relaciones entre las ciudades y los campos,
entre nobles, mercaderes y campesinos, y entre el gobierno central, los
sátrapas y los jefes de aldea. Al hacer todo esto, creó el marco en el cual
la civilización persa fue tomando paulatinamente su carácter distintivo.5
5. E l d e s a r r o l l o
6. La d e c a d e n c i a
Lo que para una civilización significa decaer es siem pre una noción
compleja que abarca distintos dominios: el político, el militar, el social y
el cultural. La decadencia política de una civilización ocurre cuando la
sociedad portadora de esa civilización pierde su independencia y su
autonomía. Su declive político a menudo no coincide con su desapari
ción cultural, y así las civilizaciones babilónica y egipcia sobrevivieron
durante largo tiempo a la pérdida de independencia de sus respectivas
sociedades. La decadencia cultural de una civilización — el declinar de
los aspectos esenciales de esa civilización— es aún más compleja, por
que también se debe tener en cuenta la relación que pueda surgir entre
una civilización y sus retoños. De ello es ejemplo la relación de Bizancio
con la civilización romana.
PERSIA 263
La Persia aqueménida
La Persia seléucida
El Irán parto
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VIL G R E C IA
1 . In t r o d u c c ió n
A. Lugares y pueblos
B. La civilización griega
2 . S ín t e s i s h i s t ó r ic a
Cf. Michael Grant, The Rise ofthe Greeks, Nueva York, Macmillan, 1989 (1987), p. xni.
272 GRECIA
B. Atenas
Lim itando nuestro breve análisis del sistema de la polis a los dos Esta
dos griegos más im portantes, descubrim os, en el caso de A tenas, la
transición de una monarquía — cuya fundación en el siglo vin se ha atri
buido generalm ente a Teseo— a la abolición de la sucesión hereditaria
en 683 a.C. y su remplazo por el gobierno de un funcionario anual, el ar-
conte basileos , con funciones religiosas, ayudado por un jefe militar, el
arconte polemarca, y el jefe civil, el arconte epónimo . Se crearon entonces
seis tesmotetas para aplicar el derecho consuetudinario y se form ó un
grupo de nueve arcontes, elegidos entre los nobles por el areópago, con
sejo de nobles que era la autoridad suprem a del Estado. La asam blea
del pueblo, la ecclesia, tenía entonces poca importancia.
En el aspecto étnico, el pueblo estaba dividido en cuatro tribus here
ditarias (phylai) integradas por cierto núm ero de fraternidades (phra-
triai), com puestas por m iembros de estos clanes (gennetai) y que des
pués contendrían cierto número de plebeyos (orgeones). Cada tribu
estaba dividida, para fines administrativos, en 12 naucrariai, que distri
buían los ingresos y eran responsables de la marina. En lo social, el pue
blo estaba dividido en tres clases: la clase alta de los hippei (caballeros),
la clase media de los zeugitai (quienes poseían una yunta de bueyes) y la
clase trabajadora de los thetes.
En 632 a.C., Cilón, un noble emparentado con el tirano de M egara,
Teógenes, intentó adueñarse del poder en Atenas; finalmente fue derro
cado y el arconte Megacles, del clan alcmeónida, violando el santuario
en que se habían refugiado algunos de los partidarios de Cilón, los hizo
matar, lo que dio lugar a la "maldición de los alcm eónidas".
En 620 a.C., Dracón, bajo el arcontado de Aristecm o, hizo el primer
intento de introducir leyes escritas que regularan los casos de hom ici
dio, eliminando así la libre interpretación de la ley por el areópago. Las
leyes draconianas fueron célebres por su excesiva severidad.
La m onetarización de la economía griega, a partir del siglo vn, hizo
surgir la práctica del préstamo. En las condiciones de la época, cuando
los cam pesinos poseían parcelas cada vez más pequeñas por causa de
las subdivisiones resultantes de las sucesivas herencias, esto causó un
progresivo endeudamiento y la esclavitud por deudas. El Estado quedó
cada vez más dividido entre una m inoría formada por agricultores
nobles que poseían grandes propiedades y mercaderes libres dedicados
a un lucrativo comercio internacional, junto a una gran mayoría de cam
pesinos sin tierras obligados a trabajar para las grandes fincas, que reci
bían como pago un sexto de los ingresos de las cosechas (los hectemoroi),
GRECIA 273
Solón
Con objeto de dar una solución legal a una crisis social cada vez más
aguda, Solón, que gozaba de gran respeto por su rectitud y competen
cia, fue nom brado arconte único en 594 a.C. Por medio de su seisacteia
(alivio de cargas), todas las deudas fueron canceladas, los deudores
vendidos como esclavos al extranjero fueron redimidos a expensas del
Estado, y los que había en el Ática quedaron libres. Se prohibió la escla
vitud por deudas. Las leyes de Dracón fueron revisadas y se les dio una
forma más benigna. Se creó un tribunal de todos los ciudadanos, la
héliea , para juzgar las apelaciones de los magistrados. A la ecclesia se le
concedió el derecho de seleccionar a sus magistrados, echando sus nom
bres a la suerte; se consideró que ésta era la forma más dem ocrática de
nombramiento porque así podía ser elegido cualquier ciudadano. Como
cuerpo deliberativo que iniciaba toda legislación, se creó un consejo de
400 hombres, la bulé, con 100 de cada una de las cuatro tribus. La asam
blea sólo podía aprobar o rechazar sus propuestas. El areópago, en lo
sucesivo com puesto por exarcontes, conservó su función de guardián
de la ley y supervisor de los magistrados.
Solón también intervino en la composición social de Atenas. Los ciu
dadanos fueron divididos en cuatro clases: los pentacosiomedimnoi (con
ingresos superiores a 500 medimni1 de trigo o metretas de vino o aceite),
los hippeis (con 300), los zeugitai (con 200) y los thetes (labradores). Estas
clases serían redefinidas después atendiendo al valor de sus propieda
des y no de sus ingresos. Sólo las dos prim eras eran elegibles para el
arcontado; la tercera tenía acceso a cargos m enores, y la cuarta sólo
podía participar en la heliea y en la ecclesia.
Solón devaluó el dracm a en cerca de una cuarta parte de su valor,
aumentó los tamaños de pesos y medidas y prohibió la exportación de
todos los productos agrícolas, salvo el aceite, para garantizar el abasto
interno de alimentos. Favoreció la inmigración de artesanos y también
reguló los festivales, base del calendario ateniense.
A pesar de todo, las reformas de Solón no dieron una solución defini
tiva a la crisis social. Como se negó a expropiar y redistribuir tierras, los
cam pesinos que no las poseían siguieron bajo el yugo del régim en de
Pisístrato
Clístenes
El sistema de suertes
C. Esparta
Cerca del año 800 a.C., Esparta se había adueñado de Laconia y colo
nizó la costa de Mesenia. A finales del siglo vm, con el rey Teopompo,
conquistó com pletam ente M esenia en el curso de la prim era Guerra
M esénica (ca. 736-716 a.C.) y redujo a su población a la condición servil
de ilotas. El territorio m esenio fue dividido en parcelas distribuidas
entre los espartanos, m ientras los habitantes locales, como ilotas, eran
obligados a trabajar la tierra para sus respectivos amos.
En su historia antigua, hasta la segunda Guerra M esénica (650-630
a.C.), Esparta fue célebre por su hospitalidad, por la belleza de sus
mujeres y por su estilo de vida agradable, enriquecido por la poesía, la
música y otras actividades artísticas. Alemán (654-611 a.C.), poeta lírico,
Taletos de Creta y Polim nasto, m úsicos, y Terpandro de Lesbos (647
a.C.), músico y poeta, fueron algunos de los artistas célebres que trabaja
ron en Esparta.
La enorm e dificultad que tuvieron los espartanos para sofocar la
rebelión durante la segunda Guerra M esénica m ovió a la aristocracia
espartana a introducir un régimen, cerca del año 610 a.C., que supuesta
mente instituía la eunomia o buen Estado por medio de una ley, la Rhe-
tra, después atribuida a Licurgo, la cual establecía un Estado totalitario
y militar.
Sólo los espartanos — que representaban 10% de la población— te
nían derechos de ciudadanía. Los demás lacedem onios eran perioikoi,
con un régimen de extranjeros legalizados, y los propios mesenios que
daron reducidos a la condición de esclavos o ilotas. Los niños — des
pués de elim inados los varones físicamente deficientes— eran som eti
dos desde los siete años a una disciplinada preparación para su futura
condición de soldados. El entrenamiento militar se iniciaba a los 13 años
y continuaba hasta los 30, al adquirirse la plena ciudadanía. Los espar
tanos o iguales eran asignados entonces a su regimiento tribal y someti
dos a una vida colectiva con comidas en común, aunque se les estimula
ba a casarse y tener su propia casa.
Las tres anteriores tribus dóricas fueron abolidas y remplazadas por
cinco tribus, con base en su localidad. Cada tribu formaba un regimien
to, dividido en pelotones y secciones, cada uno con su propio oficial.
Los ciudadanos debían tener tierras suficientes para poder mantenerse
de modo que pudiesen dedicar todas sus energías al servicio del Estado.
Sin embargo, la tierra era pública e inalienable. Este sistema convirtió a
Esparta en la más formidable e invencible máquina de guerra de Grecia,
pero al costo de sofocar sus capacidades intelectuales y artísticas.
Esparta fue uno de los pocos Estados que no pasaron por un periodo
de tiranía en el siglo vii . Conservó su doble monarquía tradicional, con
GRECIA 279
Visión general
5 Nicias llegó a ser a la postre el comandante máximo de la expedición, antes de finales de 415
a.C., después del retiro de Alcibíades, quien huyó a Esparta acusado de la mutilación sacrilega de
las Hermas.
GRECIA 291
6 Jenofonte narra en su Anábasis (escrita en 386 a.C.) su célebre retirada de Persia a Grecia, en
401-399 a.C., después de la muerte de Ciro, quien aspiraba al trono persa contra su hermano Arta-
jerjes, apoyado, entre otras fuerzas, por los 10 000 hombres de Jenofonte.
GRECIA 293
con la mala situación financiera de Atenas, que hizo cada vez más difícil
sostener el alto costo de su flota. Atenas se vio obligada a volver a fijar
im puestos a los aliados, como lo hiciera en su época im perial, lo cual
causó una rebelión que condujo a la llamada Guerra Social, de 357 a 355
a.C. Los atenienses, bajo el mando menos com petente de Cares tras la
muerte de Chabrias en 357 a.C., tuvieron que retirarse de Jonia y acep
tar la independencia de sus aliados rebeldes. La Segunda Liga dejó de
funcionar y los acontecim ientos de Grecia tomaron un curso distinto,
con el ulterior surgimiento de Macedonia.
H. Macedonia
I. Alejandro
/. El mundo helenístico
Características generales
8 Los tolomeos conservaron la religión egipcia, a la que, con razón, consideraron factor legiti
mador de su propio gobierno; reconstruyeron templos, edificaron otros nuevos (como en Filas) y
mantuvieron las prácticas funerarias tradicionales.
306 GRECIA
3. P r in c ip a l e s r a s g o s c u l t u r a l e s
A. Observaciones introductorias
B. La estructura social
9 Véase la nota 2.
310 GRECIA
10 Cf. Marcus M. Todd, The Cambridge Ancient Hislory, cap. i, vol. v, Cambridge University Press,
1969 (1958); véase también Michael Grant, A Social History ofG reece and Rome, Nueva York, Scrib-
ner, 1992.
11 Cf. Henri Wallon, Histoire de I'Escíauage dan$ TAntíquité, París, Laffont, 1985; M. I. Finley, The
Ancient Economy, Berkeley, University of California Press, 1974; e Ivon Garlan, Slavery in Ancient
Greece, traducción al inglés, Ithaca, Cornell University Press, 1988.
12 C f Marcus N. Todd, The Cambridge Ancient History, vol. v, p. 8, Cambridge University Press,
1969 (1935).
GRECIA 311
miso público norm al del ciudadano griego fue rem plazado predom i
nantemente por el individualismo privado, aunque los estoicos mantu
vieron un sentimiento del deber frente al Estado.
El mundo helenístico desarrolló un estilo social y una mentalidad un
tanto sem ejantes a los m odernos. Tenían, es cierto, la institución de la
esclavitud y también su sólido sentido religioso, pero su cosm opolitis
mo individualista, su espíritu de empresa y sus aspiraciones personales
fueron similares a los del ciudadano occidental contemporáneo. Las cla
ses sociales se basaban en la riqueza y el poder; prim ero estaban los
altos dignatarios, grandes terratenientes y comerciantes, luego una cla
se media de funcionarios y mercaderes, así como artistas y artesanos de
renombre representados por nativos tanto griegos como helenizados, y
por último una clase baja nativa de cam pesinos y artesanos com unes,
que incluía a griegos pobres y fracasados.
La religión griega
Para los griegos, la religión representaba algo a la vez más extenso y más
estrecho que lo que significaba para los creyentes monoteístas. Más vasto,
porque el ámbito de la religión en Grecia incluía el culto de los antepasa
dos y los héroes, y abarcaba un ámbito que iba desde las narraciones y
entidades mitológicas interpretadas como tales, pasando por una concep
ción politeísta de lo divino, hasta una especie de monoteísmo filosófico.
También representó una visión más estrecha de la religión, ya que se le
mantuvo dentro de los límites de una concepción inmanente de lo divino.
El politeísm o griego representó la sedimentación final — nunca muy
bien sistematizada— de un proceso sincrético en que creencias indoeu
ropeas en dioses celestiales se fundieron con anteriores ideas religiosas
de la cuenca m editerránea sobre diosas de la tierra y la fertilidad, e
incorporó creencias de Asia y, más tarde, de Egipto. Homero, Hesíodo y
los poetas trágicos intentaron hacer una descripción coherente del pan
teón griego. Hesíodo diferenció tres generaciones divinas: la prim era,
de los dioses cósmicos, constituía una cosmogonía mítica. La segunda
generación representó una transición, sobre todo a través de los titanes
—los hijos de Gaia y de Urano— , a unos dioses más personalizados. La
tercera generación fue la de los dioses olímpicos.
Vista desde otra perspectiva, la religión griega presenta cinco niveles
distintos: 1) el nivel familiar de los dioses dom ésticos y el culto de los
GRECIA 313
Entre los titanes, generados por Gaia y Urano, estaban seis divinida
des m asculinas y seis fem eninas, entre ellas Cronos y Rea. Cronos se
rebeló contra Urano, le cortó los genitales con una hoz y se apoderó del
reino de los dioses. Con las gotas de su sangre, Gaia concibió a los
gigantes, y de la espuma de los genitales de Urano fue creada Afrodita
en el mar.
Cronos y Rea tuvieron seis hijos, pero Cronos, para no ser destrona
do, los devoró. Sin embargo, Rea logró salvar al último de ellos, Zeus,
haciendo mediante un engaño que Cronos comiera una piedra en lugar
del niño; luego lo confió al cuidado de Am altea, concebida com o una
cabra o como una ninfa, que crió a Zeus en una caverna de Creta, ayu
dada por una banda de kouretes que cantaban y bailaban en torno del
niño para impedir que Cronos lo descubriera. Al llegar a adulto, Zeus se
enfrentó a Cronos, lo derrotó y lo obligó a vom itar a sus otros hijos:
Hera, Hestia, Hades, Deméter y Poseidón. Zeus se puso al frente de los
dioses, cedió el dominio de los mares a Poseidón y el infierno a Hades, y
tomó a Hera por esposa.
15 Según la leyenda, Deyanira, esposa de Heracles, engañada por el centauro Neso, dio a aquél
la sangre del centauro, provocándole insoportables dolores al héroe que lo llevaron a darse la
muerte.
GRECIA 315
Los griegos no tuvieron una concepción única sobre el destino del hom
bre y su vida después de la muerte. Dos ideas contradictorias acerca de
los muertos representaron sus creencias centrales. Por una parte, supo
níase que los m uertos vivían una vida fantasmal en sus tumbas y que
tenían el poder de ayudar o perjudicar a sus descendientes y a los habi
tantes de la ciudad. Tal convicción se encontró en la raíz misma del cul
to de los muertos. Por otra parte, como lo describe Homero, se suponía
que se convertían en som bras inm ateriales en el Hades: los buenos
paseaban por el Elíseo, pero carecían de todo poder.
Una distinta corriente presentaba el alma como un espíritu inmortal
que después de la muerte tendría un destino mejor o peor según que el
difunto hubiese o no sido iniciado en uno de los misterios salvíficos. Un
concepto más elevado sostenían los filósofos, quienes creían en la
inmortalidad del alma y asociaban el destino ultraterreno del hombre a
sus virtudes y cualidades. Esa idea se popularizó en tiempos posterio
res, en el periodo helenístico y en la Antigüedad tardía, habitualmente
asociada a religiones orientales, y allanó el camino a la concepción cris
tiana del paraíso y el infierno.
16 Había tres calidades de alma, como de la forma del cuerpo, según Aristóteles: la vegetativa,
que también existía en las plantas; la animal, que aportaba las facultades de percepción y movi
miento, y la racional. La razón era inmortal, pero estaba privada de sentimiento y personalidad,
como agente inmaterial de entendimiento. Por tanto, las almas eran perecederas y morían con el
cuerpo.
GRECIA 317
D. Cosmovisión
Observaciones introductorias
La visión griega del mundo sufrió una evolución gradual, desde unas
cosmogonías mitológicas hasta la búsqueda de una comprensión racio
nal de la naturaleza y de la realidad,17 seguida por un ulterior interés
operativo y filosófico en la naturaleza del hombre que, aun conservando
Los mitos cosm ogónicos, sistem atizados por Hesíodo y que después
recibieron aportaciones de los trágicos y los órficos, explicaban, según
se mostró en la sección anterior, cómo los elementos primordiales apa
recieron personificados en dioses cósmicos. Esos mitos cosm ogónicos
generaron otros mitos concernientes al origen del hombre.
Al igual que los hebreos, los griegos dividieron los orígenes del hom
bre en dos etapas: la de la hum anidad original, exterm inada por un
inm enso diluvio, seguida por una segunda hum anidad posdiluvial,
generada por la prudente familia que escapó de aquél. El hombre origi
nal fue concebido conform e a dos distintos m itos explicativos. Según
uno de ellos,18 el hombre surgió de las cenizas de los titanes fulminados
por el rayo de Zeus; según el otro,19 fue creado del barro por Prometeo.
La segunda etapa de la humanidad está representada en el mito de Deu-
calión, el Noé griego. Deucalión, rey de Fetia y de Tesalia e hijo de Pro
meteo, fue advertido por su padre de que Zeus se proponía inundar al
mundo; construyó entonces un arca de madera, la llenó de todo lo nece
sario y, con su esposa Pirra, flotó durante nueve días y sus noches hasta
desembarcar en el monte Parnaso. Deucalión rogó a Zeus que le permi
tiese formar una nueva especie humana. Zeus, atendiendo a su plegaria,
ordenó a él y a su esposa que dejaran caer piedras tras ellos al caminar,
y de esas piedras fueron engendrados nuevos hombres y mujeres.
Los presocráticos
18 C/. W. K. C. Guthrie, The Greeks and their Gods, Boston, Beacon Press, 1966 (1950), pp. 319-320.
39 Véase el artículo de Herbert Jennings Rose y Charles Martins Roberíson sobre "Prometheus",
en N. C. L. Hammond y H. H. Scullard (comps.), The Oxford Classical Dictíonary, pp. 883-884.
GRECIA 319
20 Cf. Werner Jaeger, Paideia, voi. i, Mueva York, Oxford University Press, 1945, p. 152.
320 GRECIA
dad empírica sólo una copia. Esa teoría antecedió las ideas de Platón e
influyó en ellas.
La escuela dialéctica está representada por Heráclito de Efeso (siglo v
a.C.), quien, refutando a los eleáticos, afirmó que todas las cosas están
en cambio perpetuo, representadas por parejas de opuestos, como día-
noche, guerra-paz, saciedad-hambre. No es posible — decían— bañarse
dos veces en el mismo río; la sabiduría se encuentra no tanto en apren
der, sino en el despertar de toda el alma del sueño de sus deseos y opi
niones privadas a una conciencia del orden mundial (dialéctico), y todo
conocimiento es autoconocimiento.
La escuela atómica está representada por Leucipo de Mileto (segunda
mitad del siglo v a.C.) y Dem ócrito de Abdera (nacido entre 460 y 457
a.C.), quien vivió más de cien años. Esta escuela significa un importante
avance analítico en la com prensión preexperim ental de la naturaleza,
pues afirma que todos los seres existentes son resultado de cierta combi
nación de unidades elem entales indivisibles: los átom os. Los átom os
han sido originalm ente dotados de movimiento, y las cosas se forman
por la ocasional colisión y acum ulación de ellos. Hay varios m undos,
resultantes todos ellos de combinaciones ocasionales. Demócrito, discí
pulo de Leucipo y el miembro más im portante de la escuela, sostuvo
una teoría evolutiva de la naturaleza, de lo sensible a lo complejo, hasta
llegar al hombre como etapa final. El alma, causa de la sensación y de la
vida, está hecha por finos átomos y es perecedera junto con el cuerpo.
La percepción es causada por el impacto de átomos de objetos sensibles
en el alma.
Los átomos de Demócrito, minúsculas partículas esféricas de materia
invisible son una abstracción distinta de la actual interpretación del sis
tema atómico, pero constituyen una extraordinaria intuición de la mate
ria como formada por partículas elementales. La ética de Demócrito era
un hum anism o evolucionista, su cultura era enciclopédica y escribió
sobre una vasta gama de disciplinas, desde m atemáticas hasta física y
ética, y de sus escritos aún se conserva un número considerable de frag
mentos breves.
Debemos citar a otros dos importantes filósofos presocráticos: Anaxá-
goras de Clazom enes (ca. 500-428 a.C.) y Em pédocles de A cragas (ca.
493 -ca. 433 a.C.). Anaxágoras, maestro y am igo de Pericles, no puede
clasificarse como eleático, si bien tuvo algunas ideas en com ún con
dicha escuela, ni como atómico, por más que sus conceptos sean cerca
nos a los de Demócrito. Aunque aceptando la negativa eleática del
"devenir" y del "vacío", sostuvo que el mundo es una mezcla de "sem i
llas" elementales o elementos primordiales, a los que Aristóteles llamó
GRECIA 321
Los sofistas
Sócrates
Platón
Aristóteles
El periodo helenístico
mía y autor de la teoría de los hum ores junto con su contem poráneo
Erasístrato de Ceos, anatomista y autor del prim er estudio de los ner
vios. Teofrasto (ca. 370-288 o 285 a .C ), continuando las ciencias natu
rales de su maestro Aristóteles, hizo una importante contribución a la
biología.
Un aspecto de enorme interés en la ciencia helenística fue su puesta
en práctica gracias a la invención de máquinas, y la aplicación de la tec
nología en un nivel sorprendentem ente avanzado. Las condiciones
sociales de la época, basadas en la mano de obra esclava, no favorecie
ron la aplicación económica de las invenciones helenísticas. Se emplea
ban con propósitos militares o prácticas médicas y para producir m ila
gros en los templos. Entre los inventores más notables del periodo debe
hacerse m ención especial de Ctesibio de A lejandría (floreció en 270
a.C.), descubridor de la compresión del aire e inventor de las bombas de
aire; Filón de Bizancio (ca. 200 a.C.), inventor de la succión y de la bom
ba im pelente; Apolodoro de A lejandría (siglo ii a.C.), farm acólogo; el
genial Arquímedes de Siracusa (287-212 a.C.), matemático y astrónomo
inventor de maravillosas máquinas de guerra y otros aparatos m ecáni
cos, y H erón de Alejandría (floreció en el siglo i d.C.), constructor de
aparatos "hacedores de m ilagros" para los templos.
E. El arte griego
21 C/. J. T. Sheppard, The Cambridge Ancienl History, vol. v, cap. v, Cambridge University Press,
1996.
22 Cf. Mustafá EZ-Abbadi, Life and Fate of tire Ancient Library of Alexandria, París, unesco , 1992
(1990). '
332 GRECIA
presenta una vivida historia de esa gran institución, cuya rica colección
de m anuscritos fue clasificada por Calim aco (ca, 305-240 a.C.) en un
catalogue raisonné en 120 volúmenes, la primera historia literaria cientí
fica del mundo.
La definición del hombre dada por Aristóteles, zoon politikón, fue emi
nentemente aplicable a los griegos mientras logró sobrevivir la autono
mía de las polei. En Grecia no hubo claras distinciones entre la vida pri
vada y la vida pública, entre la sociedad civil y el Estado, entre las
esferas política y religiosa. La autoridad dom éstica del padre tenía un
carácter político y religioso. No había fronteras bien definidas entre la
sociedad y el Estado, y el concepto griego de libertad era esencialmente
político: el derecho de ejercer una ciudadanía activa. Esta m entalidad
pasó por un cam bio significativo con la consolidación de las m onar
quías helenísticas, que desarrollaron condiciones sociales y culturales
muy similares a las occidentales del día de hoy.
En un pueblo tan empapado de vida política, el pensamiento político
presentó una gama extremadamente amplia, desde los discursos, trage
dias y comedias, hasta los tratados políticos (con la fundación por Aris
tóteles de la ciencia política como disciplina específica) y la manera de
concebir la historia como disciplina científica.23 Tucídides, como estadis
ta, historiador y orador, sintetiza la expresión m ultiform e del pensa
miento político en Grecia.
No es posible resumir en pocas palabras — sin hacer simplificaciones
burdas— el pensamiento político en Grecia ni tantos otros campos de la
ilim itada expresión de su genio. En el presente estudio hem os optado
por concentrar el breve trato de este tema en tres cuestiones centrales:
1) las divergentes opiniones políticas de Cimón y Pericles sobre la direc
ción de los asuntos atenienses; 2) las ideas opuestas de Isócrates y
Dem óstenes sobre la relación entre la polis (Atenas) y la Hélade y, por
tanto, sobre el proyecto panhelénico de Filipo, y 3) las diferentes ideas
acerca de la amenaza romana contra el mundo griego.
23 La Historia como disciplina, desde Hecateo de Mileto (mediados del siglo v a.C.) y Heródoto
(segunda mitad del v a.C.) hasta Tucídides (nacido de 460 a 491 a.C.), con quien alcanzó su más alta
forma, recibió entre el año 200 y después del 118 a.C. el carácter de reflexión política que le dio
Polibio.
GRECIA 333
Cimón y Feríeles
1Sócrates y Demóstenes
2<í Como lo subraya el profesor Roger S. Bagnall en sus comentarios a este capítulo, Pericles no
pudo prever ios desastres de la plaga de 430-429 a.C., que afectaron mucho la fuerza de Atenas y
causaron su muerte.
GRECIA 335
La llegada de Roma
Filipo V, previendo la amenaza, hizo la paz con los etolios para estar
libre de enfrentarse a los romanos. Sin embargo, por las divisiones de
4. E l s u r g i m i e n t o
5. El d e s a r r o l l o
nificó algo casi equivalente a lo que Europa representó para los euro
peos hasta la prim era mitad del siglo xx. Los conflictos entre las polei
griegas fueron tan frecuentes y tan naturales como los conflictos entre
las naciones europeas desde el Renacimiento hasta la segunda Guerra
Mundial.
Sin embargo, por otra parte, los griegos estaban conscientes de que
colectivamente formaban una cultura distinta y, hasta cierto punto, una
nación com ún que ellos consideraban incom parablem ente superior a
cualquier otra. Tampoco este sentimiento era muy distinto de aquel de
los europeos hacia Europa y el resto del mundo. Las Guerras M édicas
revelaron claramente hasta qué grado la división de las Ciudades-Esta
do las hacía vulnerables a toda agresión externa seria. Las Guerras del
Peloponeso dem ostraron el carácter suicida de los conflictos entre las
ciudades, y entonces muchos griegos buscaron una m anera en que la
independencia y el autogobierno de las polei pudiesen reconciliarse con
un sistema panhelénico capaz de ofrecer seguridad colectiva e intensifi
car la cultura helénica. Entre los interesados en el ideal panhelénico,
nadie tuvo mayor conciencia de su necesidad ni más congruencia en su
promoción que Isócrates (436-338 a.C.).
La tensión entre el particularismo de la polis y la comprensión racio
nal de la necesidad de un sistema panhelénico fue otra de las fuerzas
impulsoras de la civilización griega. Movió a Isócrates, inicialm ente, a
abogar por una jefatura conjunta de Atenas y Esparta en toda Grecia y,
después, a considerar que el liderazgo de Filipo en el ámbito de la liga
helénica era una manera, menos deseable pero posible, de lograr la uni
dad de Grecia, aun al costo de reducir la plena independencia de las
polei. Por su parte, Demóstenes, hablando en favor de la independencia
irrestricta de la ciudad-Estado, prefería cualquier otro com prom iso,
incluso transferir el liderazgo de Atenas a Tebas, con tal de oponerse a
Filipo.
El curso ulterior de los acontecim ientos mostró que la autonom ía
política de la ciudad-Estado no podía sobrevivir después del siglo iv
a.C. Pero los hechos también demostraron, contra los deseos de Isócra
tes, que no podía formarse un sistema panhelénico sano y equitativo (en
contraste con lo que la Europa contem poránea está en proceso de
lograr) por el irremisible localismo de las polei. Ni los intentos federati
vos de las ligas etolia y aquea ni la liga hélenica bajo la jefatura m ace
dónica lograron crear un sistema federal eficaz. Las ligas etolia y aquea
no fueron capaces de unir más que temporalmente a los dos principales
Estados griegos, Esparta y Atenas, y fracasaron entre otras cosas por
esta causa. La liga helénica quedó como un simple membrete para disi
344 GRECIA
mular la hegem onía m acedónica, así como la liga delia había sido un
simple disfraz del imperialismo ateniense.
La otra contribución importante al dinamismo de la civilización grie
ga, la oposición de ideas y estilos entre los partidos aristocrático y
popular en la democracia ateniense, desempeñó una función compleja
que terminó ocasionando consecuencias trágicas. La prim era etapa de
ese proceso correspondió a la equilibrada jefatura de Cim ón (504-440
a.C.). Las reformas de Clístenes llevaron a los eupátridas a aceptar gra
dualmente el carácter irreversible de la democracia ateniense y a jugar
de acuerdo con las nuevas reglas. Los eupátridas tenían la doble venta
ja de ser mejor educados y más conocidos para disputar la jefatura políti
ca en la ecdesia . Cimón, del partido aristocrático, hijo de Milcíades, gra
cias a su valerosa y competente acción en Salamina (480 a.C.) fue elegido
estratego y logró ser reelegido sucesivamente durante 10 años. En este
periodo de jefatura consiguió forjar el Im perio ateniense, y como co
mandante de la flota delia infligió graves derrotas a los persas en Asia
Menor y en el Quersoneso. Al mismo tiempo, pudo mantener relaciones
amistosas con Esparta e inducir a los espartanos (que se sentían seguros
mientras Atenas fuese gobernada por Cimón) a aceptar de buen grado
el creciente prestigio de Atenas.
M ientras tanto, la clase baja, encabezada por Efialto y después por
Feríeles, aumentó su influencia en la ecclesia. Las reformas de Feríeles,
que instituyeron una especie de democracia de masas en Atenas, trans
firieron los poderes de toma de decisiones en la asamblea a los tetes, de
la clase obrera, que también eran los remeros de la flota ateniense; y la
jefatura de Atenas fue correspondientem ente transferida de Cim ón a
Pericles.
Con Pericles, el juego entre el partido aristocrático y el popular entró
en una nueva fase. Las nuevas condiciones, dada la considerable mayo
ría de los tetes, aseguraban una superioridad casi automática al partido
popular en la asamblea. Como ya se observó en la sección 2 de este capí
tulo, Pericles, gracias a su insuperable capacidad de estadista, durante
los casi 20 años de su jefatura logró combinar el apoyo popular con la
m ovilización de m uchos de los mejores hom bres de A tenas, en su
m ayoría procedentes de la nobleza. Pero aunque La política interna de
Pericles convirtió a Atenas en la escuela de Grecia — en realidad, en la
escuela permanente de toda la humanidad— , su política exterior, im pe
rialista y antiespartana, condujo junto con las Guerras del Peloponeso a
la ruina de Atenas y, a la postre, al principio del fin de las ciudades-Esta
do griegas.
Durante la jefatura de Cimón, la tensión entre los partidos aristocráti
GRECIA 345
6. L a d e c a d e n c ia
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VIIL ROMA
1. I n t r o d u c c i ó n
B. La civilización romana
2. S ín t e s is h is t ó r ic a
A. La etapa inicial
de Alba Longa, que se convierte en capital del Lacio, y com ienza una
dinastía que tres siglos después se enfrenta al problema de la sucesión
por el conflicto entre dos herm anos, Numitor, el mayor, y A m ulio, el
menor. El segundo destrona al prim ero y obliga a la hija de éste, Rea
Silvia, a ingresar en la orden de las Vírgenes Vestales, para que así no
tenga descendientes que puedan competir con él. Sin embargo, el dios
Marte tiene con ella dos gemelos, Rómulo y Remo. Para librarse de ellos,
Amulio los deja en una cesta en el río Tíber. La corriente deposita la ces
ta al pie del monte Palatino. Una loba los amamanta y después los crían
unos pastores. Habiendo crecido, derrocan a Amulio y vuelven a colo
car en el trono a su abuelo Numitor.
Después, Rómulo y Remo deciden fundar otra ciudad en el sitio del
Palatino en que los salvaron. Echan a suertes quién será el fundador y pri
mer rey, y le toca a Rómulo, quien con un arado marca los límites de la ciu
dad (753 a.C.) y prohíbe atravesarlos sin su consentimiento. Desafiándolo,
Remo cruza ese límite, y Rómulo lo mata. Como primer rey de Roma (753
715 a.C.), Rómulo establece un senado de 100 paires, cuyos descendientes
serán los patricios romanos. Para poblar la ciudad, organiza el rapto de las
sabinas. La guerra consiguiente llega a su fin gracias a la intervención de
las mujeres, mediante la reconciliación y la unión, por matrimonios, de los
dos pueblos, que da lugar a los quirites. Rómulo divide la población en 30
curias y tres tribus: los ramnes, los titios y los lúcéres.
La antigua Roma
La República temprana
La conquista de Grecia
B. La República tardía
Los Gracos
250 ingera para cada hijo del arrendatario, hasta llegar a un límite total
de 1000 ingera. Las fuerzas conservadoras y el Senado pidieron al tribuno
M. Octavio que vetara esta ley; Tiberio reaccionó convocando a un ple
biscito que depuso a Octavio, y así su sucesor aprobó la ley. Según dicha
ley, las áreas de tierras públicas que excedieran el límite legal debían ser
distribuidas a las personas sin tierras en parcelas cuyo tamaño no cono
cemos con precisión. Se dice que Mommsen descubrió pruebas de que
el tam año m áxim o era de 30 ingera. Se creó una com isión para aplicar
las reformas agrarias, comisión de la que formaron parte los dos Gracos
y el suegro de Tiberio, Apio Claudio Pulquer. Para financiar la ejecución
de su programa, Tiberio propuso por medio de la Asamblea que los in
gresos de Pérgamo, recién legados por Atalo III a Roma, se emplearan
con ese propósito. Esta directiva iba contra la costumbre según la cual
los asuntos extranjeros eran de la competencia del Senado.
Tiberio decidió presentarse a reelección en el verano de 133 a.C., lo cual,
aunque no era formalmente anticonstitucional, iba contra la tradición. Un
grupo de senadores sumamente conservadores, encabezados por P. Esci-
pión Nasica y sus partidarios, atacaron a Tiberio por sorpresa, matándolo
junto con muchos de sus seguidores. En el periodo inmediato al asesinato
de Tiberio, el Senado adoptó una posición marcadamente reaccionaria
y enjuició a muchos de los partidarios de aquél, aunque sin intervenir en
el funcionam iento de la comisión agraria. Tiberio fue sustituido en la
comisión por P. Licinio Craso Muciano, suegro de C. Graco. Poco tiempo
después, ingresaron en la comisión Cayo, Carbo y Fulvio Flaco, quienes
ocuparon sus cargos continuamente desde 130 hasta 122 a.C.
La labor de la comisión, al ser extendida a las tierras públicas de las
áreas latinas e italianas, exacerbó las pretensiones locales de igualdad
pública con los ciudadanos romanos, no sólo como aspiración a la ciuda
danía romana, sino, más aún, como aspiración a una parte equitativa de
los beneficios del Imperio. El primer objetivo era recuperar el excedente
de tierras ocupadas por terratenientes latinos e italianos para distribuirlas
entre el proletariado romano; sin embargo, el objetivo de mayor alcance
era conseguir la igualdad pública general con los romanos.
M. Fulvio Flaco, uno de los comisionados agrarios y cónsul en 125 a.C.,
trató de resolver la crisis con la propuesta de otorgar la ciudadanía roma
na a los aliados deseosos de volverse ciudadanos. Tal propuesta no fue
aprobada y, como consecuencia, estalló una rebelión en la ciudad de Fre-
gelles: ésta anunciaba el verdadero peligro de una insurrección en toda
Italia, la cual ocurriría 15 años después. A la vista del peligro, los roma
nos emprendieron una rápida acción para suprim ir la rebelión, im pi
diendo así que cundiera. Sin embargo, la cuestión se volvió apremiante.
366 RO M A
Mario
Sila
Cicerón y Pompeyo
3 La primera Guerra Esclava (135-132 a.C.) fue una rebelión de esclavos en Sicilia, encabezada
por un esclavo sirio, Euno. La segunda Guerra Esclava (103-99 a.C.) volvió a ocurrir en Sicilia,,,
encabezada por Trifón y Atenión, y fue sofocada por el cónsul M. Aquilio.
ROMA 371
César
5 Fecha citada por Mathias Gelzer en Ceasar, Oxford, Basil Blackwell, 1985 (1968), p. 288.
ROMA 377
los anales históricos con una infatigable determinación para alcanzar las
m etas más am biciosas, apoyado por una valerosa audacia para correr
riesgos calculados e inspirado por un espíritu noble y magnánimo. Mien
tras que Alejandro fue impelido por una fuerza irresistible, guiado por
una captación instantánea e intuitiva de las características principales
de una situación dada, César guió sus acciones de acuerdo con metas
bien sopesadas, orientado por una visión ilustrada y generosa de lo que
podía hacerse y, en circunstancias específicas, corriendo riesgos valero
sam ente calculados. Hay algo de un dios griego en Alejandro y de un
Prom eteo en César. El primero, como Mozart en la m úsica, gozaba de
una comprensión inmediata y a priori de lo que haría. El segundo, como
Beethoven, fue el ingenioso constructor de una obra calculada.
La doble lucha
C. El Principado
El edificio augustal
La dinastía Julia-Claudia
La sucesión de Nerón fue una época muy agitada, pues cuatro empera
dores se pusieron el manto purpúreo en el mismo año de 68 d.C. El pro
ceso comenzó con la rebelión de G. Julio Víndex, legado de la Galia Lio-
nesa, quien precipitó la caída de Nerón y propuso como em perador a
Servio Sulpinio Galba, el legado de mayor antigüedad en la Hispania
Tarraconense. La rebelión fue sofocada por L. Verginio Rufo, legado de
la Alta Germania. Al morir Víndex, Galba fue proclam ado em perador
por sus tropas. Nimfidio Sabino, prefecto de la guardia pretoriana, reco
ROMA 385
6 En realidad, con toda precisión, los Antoninos empezaron con Antonino Pío, primer empera
dor de este nombre. El linaje hispánico de Trajano y Adriano, quienes iniciaron el buen estilo de
gobierno continuado por Antonino Pío y por Marco Aurelio, justifica, en gracia a la simplicidad, la
retrocesión de la designación de Antoninos a los dos primeros gobernantes.
ROM A 387
Asiria (116), con el Tigris como frontera oriental del Imperio. Buscando
la defensa de las fronteras, construyó fortificaciones en sitios estratégi
cos. En asuntos internos fue un soberano excelente y progresista, que se
ganó por m éritos propios el título de optimus princeps. Por desgracia
para Rom a, falleció antes de consolidar sus conquistas finales, lo que
habría podido hacer en pocos años más.
Adriano, adoptado por Trajano en su lecho de muerte — según dijo su
esposa Plotina— , había prestado brillantes servicios militares a las órde
nes del emperador. Como Trajano, procedía de una familia romana em i
grada a H ispania en la época de los Escipiones. El abuelo paterno de
Adriano estuvo casado con Ulpia, una tía de Trajano que lo consideraba
su sobrino. Fue hombre de excepcional capacidad intelectual y determi
nación, autodisciplina y tenacidad, que combinaba una refinada educa
ción clásica, sostenida por su pasión por la cultura griega, con un gran
talento administrativo y una distinguida carrera militar. Por su extraor
dinaria personalidad y su desempeño al frente del Im perio se le debe
considerar como uno de los más grandes estadistas en la historia de
Roma. El Senado, al que siempre trató cortésm ente, aceptó todas sus
demandas y lo colmó de honores, pero mantuvo un encubierto resenti
miento contra él, que se manifestó en la renuencia de los senadores, des
pués de su muerte, a conferirle la deificación solicitada por su sucesor,
Antonino Pío.
Si Trajano fue el último gran conquistador del Imperio romano, Adria
no fue su gran consolidados Poseía un vasto y preciso conocimiento de
las condiciones de cada provincia y del gobierno central, así como de sus
recursos humanos y financieros. Ese conocimiento lo llevó a la creencia
de que el Im perio se había extendido en exceso: nuevas conquistas no
sólo causarían una inaceptable relación de costos y beneficios; incluso
algunas de las últimas adquisiciones debían ser abandonadas, o al menos
sometidas al régimen descentralizado de Estado cliente.
Esta política de consolidación defensiva — que contrastaba con la ex-
pansionista de Trajano— , adoptada en una época en que parecía que
nuevos esfuerzos podían conducir a la dom inación de los partos y de
zonas importantes de Germania, provocó una fuerte reacción en el Se
nado y entre los sectores "im perialistas" del círculo gobernante. Cuatro
de los anteriores generales consulares de Trajano intentaron organizar
una conspiración (118) a comienzos del gobierno de Adriano; como resul
tado, el Senado ordenó la ejecución de aquéllos, lo que proyectó una
im agen negativa del nuevo emperador. Adriano intentó disiparla al
regresar a Roma, después de pasar el año anterior poniendo en orden
varias provincias. D istribuyó extraordinarias recom pensas, prom ovió
388 ROMA
E. La Antigüedad tardía
Diocleciano
Abdicación y sucesión
Constantino
Juliano
La caída de Roma
suya propia, en 408; Honorio, que por entonces era un niño de 11 años,
recibió el Occidente y reinó hasta 423. La división correspondió a una
realidad social, económica y cultural, y tendió a abrirse cada vez más la
brecha entre el Oriente civilizado y relativam ente próspero y el O cci
dente más pobre y atrasado, penetrado además por colonos bárbaros.
La separación oficial y real de las dos mitades del Imperio fue — como
podía predecirse— nociva para el O ccidente, pues redujo de m anera
considerable su capacidad para sostenerse por sí solo.
Un segundo factor esencial fue que los emperadores de Occidente, a
partir de Honorio, quedaron reducidos a un poder puramente nominal,
pues el efectivo era ejercido por el magister militiae. Honorio, que ascen
dió al trono siendo niño, tuvo por tutor a Estilicón, su magister militiae,
quien lo siguió siendo hasta que, en un vano intento por ejercer el poder
efectivo, el emperador mandó asesinarlo en 408; pronto comprendió que
había m atado a un buen general sólo para quedar bajo el dom inio de
otro. En las condiciones que por entonces prevalecían en Occidente,
de continuos ataques de los bárbaros y de un reducido ejército imperial
que tenía enormes dificultades para reclutar nuevas fuerzas, el mando y
los recursos militares tuvieron que concentrarse, lo que inevitablemente
confirió el poder auténtico a su comandante. Estilicón (395-408), después
Aecio (430-455) y por último Ricimero (456-472) fueron los verdaderos
detentadores del poder imperial a finales del Imperio de Occidente.
El tercer factor relevante fue la baja de la capacidad defensiva del Im
perio, reducido a un número relativamente escaso de tropas com pues
tas casi en forma exclusiva por bárbaros m ercenarios a las órdenes de
generales bárbaros y privados de facilidades de reclutamiento. En tales
condiciones, una derrota grave amenazaría la supervivencia misma del
Imperio. Geserico, rey de los vándalos, habiendo llevado sus fuerzas de
Hispania a África (430-431), estableció allí una sólida base desde la cual
lanzó una victoriosa ofensiva contra Roma en 455, cuando conquistó y
saqueó la ciudad. Este acontecimiento prácticamente señaló la desapari
ción de los restos del Imperio romano de Occidente.
Las limitaciones militares romanas del siglo v explican por qué los ven
cidos visigodos pudieron ser los conquistadores de Roma unos cuantos
años después, en 410. Estilicón, obsesionado con su deseo de intervenir
en el Imperio de Oriente y posiblemente contenido por su solidaridad
étnica con los visigodos, no explotó como debía su victoria en 396-397,
suponiendo acaso que podrían ayudarlo después contra Constantino-
pla. De hecho, como ya se dijo, si no contra Constantinopla, los visigo
dos aportarían más tarde las fuerzas militares que perm itieron a Aecio
derrotar a A tila en 451.
ROMA 403
A. Observaciones introductorias
B. La estructura social
8 El as libralis era una moneda de bronce que originalmente pesaba 10 onzas. Al transcurrir e¡¡
tiempo, sufrió sucesivas devaluaciones y su peso se redujo a un tercio de libra, como as trientalis-
(fines del siglo m d.C.), un doceavo de libra como as íincialis (comienzos del siglo n d.C.) y media
onza en el siglo i d.C. El sestertius (Hs) de plata, en el siglo m d.C., valía 2,5 ases, el denarius, tam
bién de plata, 10 ases. En el siglo i, el sestertius de bronce pesaba 36.38 gramos. Un denarius de plata,
con peso de 3.89 gramos, valía cuatro sestercios. Un áureo de oro, con peso de 8.1 gramos, valía 2o
d enarios.
ROMA 405
entre la teoría y la práctica. También fue una fase de oro en el ámbito del
derecho, con la codificación, por Salvio Juliano (100-169), por órdenes de
Adriano, del Edictum Perpetuum y la elaboración de los Digesta, sistema
tización del derecho civil y pretoriano.
El cuarto periodo de la cultura romana, correspondiente al Dominado,
desde Septimio Severo (193-211) hasta Aureliano (270-275) y los empera
dores danubianos (276-283), fue una fase de turbulencia militar intema y
de ataques externos, en el curso de finales del siglo iii d.C., cuando el
Imperio romano estuvo a punto de desplomarse. Durante esta fase, cul
turalm ente muy yerma, el derecho civil, a partir de la codificación de
Juliano, fue sistematizado y mejorado en las primeras décadas por dos
generaciones de brillantes juristas. En contraste con la inestabilidad polí
tica y la militarización del Estado, el derecho romano alcanzó su más alto
nivel con Papiniano (m. 212), Paulo (floreció ca. 210) y Ulpiano (m. 228).
El último periodo de la cultura romana, correspondiente a la Antigüe
dad Tardía, desde Diocleciano (288-305) y Constantino (324-337) hasta
la caída de Roma con Alarico (416), G eserico (455) y la deposición de
Rómulo Augústulo (476), presenció el florecimiento final de las tradicio
nes clásicas, con los esfuerzos del emperador Juliano (360-363) por res
taurar el paganism o, la poesía de Claudiano (370-después de 404), la
poesía narrativa de Rutilio Nam aciano o las prim eras realizaciones
arquitectónicas en los reinados de Diocleciano y Constantino. También
fue la fase en que empezó a aparecer y dejar su huella la literatura cris
tiana, con escritores em inentes como san Am brosio, obispo de M ilán
(339-397), San Jerónim o (348-420) y el más grande de todos ellos, san
Agustín (354-430).
En cuanto a su influencia, las mejores m anifestaciones de la cultura
romana correspondieron a los periodos segundo y tercero mencionados,
es decir, desde finales de la República hasta el ocaso del Principado. La
aportación de Roma tiene particular importancia en las diversas formas
en que transmitió un mensaje político. Cicerón (106-43 a.C.) constituye
la máxima expresión de la literatura política romana, como orador en
sus Catilinarias y Filípicas y como ensayista, en Brutus y De República .
La historiografía romana, a pesar de contar con méritos específicos,
en gran medida fue sólo una manera de transmitir un mensaje político.
Esto es manifiesto en los dos notables comentarios históricos de César,
De Bello Gallico y De Bello Civili. También es el caso de la historiografía de
Salustio (86-35): Bellum Catilinae , Bellum Ingurthinum e Historiae, que,
aun cuando representen un serio intento de historiografía a la manera
de Tucídides, también expresan las ideas políticas de Salustio acerca de
los asuntos romanos, acerca de los grupos y personalidades sociales, y
416 ROMA
Las instituciones políticas de Roma, como casi todos los demás aspectos
importantes de su civilización, pasaron por cuatro fases principales: la
monárquica, la republicana, la imperial temprana y la im perial tardía.
La Roma m onárquica estuvo bajo la autoridad suprem a de un rey no
hereditario, quien era propuesto por el Senado después de consultar a
los dioses y elegido de por vida por la Comitia Curiata. El rey era el jefe
de los asuntos religiosos, del ejército y la justicia, y presidente del Senado.
Sus insignias eran una toga de color púrpura, una corona de oro, el cetro
y la silla curul. Era escoltado por 12 lictores.
El Senado, inicialmente de 100 miembros, que eran los paterfamilias
(paires conscripto más importantes, fue aumentado por Tarquino Prisco a
300 miembros, 100 por tribu. Los senadores eran nombrados por el rey.
Sus funciones principales eran mantener las costumbres de sus antepa
sados (mos majorum), aconsejar al rey, supervisar la A sam blea (patrum
auctoritas) y gobernar en el interregnum, el intervalo entre la muerte de un
rey y el nombramiento de su sucesor.
La Asamblea (Comitia Curiata), formada exclusivamente por patricios,
tenía las funciones de elegir al rey, de acuerdo con las propuestas del
Senado, y conferir su poder, el imperium; sancionar las leyes; decidir
funciones de guerra y paz; participar en la jud icatura, y nom brar los
duoviri perdueüonis para juzgar los delitos de Estado.
La República suprimió la función del rey. Sus responsabilidades reli
giosas fueron conferidas de por vida a un sumo sacerdote, el rex sacro-
rum, un patricio que no podía ejercer ninguna otra función. Las funciones
ejecutivas se entregaban a dos cónsules, inicialmente llamados praetores,
elegidos por el populus y aprobados por el Senado. Los cónsules, cuando
ambos tenían que salir de Roma, designaban a un praefectus urbi para
encargarse en su ausencia de los asuntos públicos. Esa función fue su
prim ida con la creación ulterior del praetor urbanus , quien asum ió las
anteriores responsabilidades del praefectus urbi.
Como ya se dijo antes, el periodo republicano temprano se caracteri
zó por el conflicto entre las órdenes, a partir del cual los plebeyos fueron
adquiriendo gradualm ente los mismos derechos que los patricios. El
primer paso en este proceso de cambio fue la creación de dos tribunos de
la plebe en 493 a.C., elegidos por la Comitia Tributa plebeya, ayudados
por dos ediles que después serían responsables de los edificios públicos.
Más adelante se crearían nuevas magistraturas. En 435 a.C-, entre los ex
cónsules fueron elegidos dos censores por la Comitia Centuriata, para
hacer cada cinco años un censo de la población. Los quastores, que origi
422 ROMA
F El sistema fiscal
G. El ejército
15 La annona se imponía de acuerdo con una serie de variables, periódicamente revisadas, rela
cionadas con la productividad calculada de cada iugum, el área de tierra que podía trabajar un
campesino.
426 ROMA
4. El s u r g i m i e n t o
Los principios
5. El d e s a r r o l l o
Un proceso triple
El aspecto militar
La pax romana
6. L a d e c a d e n c ia
Opiniones anteriores
m anos de los invasores bárbaros, desde los tiem pos antiguos el factor
m ilitar fue señalado como causa única o básica de la caída de Roma.
Rutilio Nam aciano, en su poema De Reditu Suo (417), consideró que el
Imperio había sido traicionado por Estilicón. Flavio Vegecio Renato, en
su interesante tratado De Re Militari (450), atribuyó las derrotas de Roma
al debilitamiento de su infantería, mal entrenada y mal equipada, que por
razones de comodidad abandonó el uso de la arm adura y otro equipo
defensivo con la consecuencia de que los soldados eran fácilmente heri
dos o muertos.
Un segundo factor habitualmente señalado es el de la decadencia mo
ral, con la pérdida del ardor guerrero y la generalización de la corrup
ción, como lo describe Amiano Marcelino (ca. 330-395) en Rerum gestarum
libriy1 También se mencionan con frecuencia factores de naturaleza polí
tica. Dión Casio (ca. 150-235) en su Historia de Roma y Herodiano (180-238)
en su Historia de los sucesores de Marco Aurelio sostuvieron que la deca
dencia de Roma, después de la edad de oro de Marco Aurelio, se debió a
la transformación del poder imperial en un despotismo autocrático. Se
gún Prisco (mediados del siglo v), quien conoció personalmente a Atila
y a Geserico, la decadencia de Roma se debió a la pérdida de combativi
dad de los romanos, que fueron remplazados en el ejército por bárbaros,
con la resultante "barbarización" de Roma.
Una quinta causa de la decadencia de Roma, com únm ente citada,
como en la Histoira nova de Zósimo (498), es de carácter religioso. Según
los escritores paganos, el cristianismo fue el culpable de la decadencia
del Imperio, porque los cristianos se negaron a dar su lealtad al Estado y
evadieron el reclutamiento en el ejército. A su vez, los cristianos también
invocaron la religión, ya sea al atribuir los desastres de los romanos a un
castigo de Dios por sus pecados, o bien, como san Agustín, al conside
rarlos com o prueba del carácter necesariam ente efím ero de todas las
obras humanas, pues la única realidad eterna — decía— es la Ciudad de
Dios. Para los escritores de la Ilustración, como Montesquieu, Voltaire y
G ibbon, la decadencia y la caída de Roma fueron, en últim a instancia,
consecuencias del debilitam iento del Estado y de la sociedad por obra
del cristianismo, que hizo que el ejército fuese incapaz de contener las in
vasiones bárbaras.
Autores m odernos han subrayado que la decadencia y la caída de
Roma deben verse como resultantes de un complejo proceso de interaccio
nes entre factores económicos, sociales, políticos y militares. Max Weber.
en su célebre ensayo sobre el tema, subrayó hasta qué grado el fin de las
guerras de conquista significó una pérdida de la básica fuente producto
ra de esclavos, que provocó la decadencia económica del Imperio y, con
la resultante inflación, una ineludible necesidad de hacer recortes ante la
falta de medios para mantener un ejército numeroso.
O. Seeck, en su Geschichte des Untergangs der Antiken Welt (Berlín,
1897-1925), considera que la falta de progreso técnico es el factor subya
cente tras el proceso de decadencia de Roma, al que contribuyen sobre
todo la destrucción de las élites por las guerras civiles y las intrigas polí
ticas. A. E. R. Boak, en su Manpower Shortage and the Fall of the Román
Empire in the West (Ann Arbor, 1955), sostiene que los excesivos im pues
tos arruinaron la econom ía al producir una baja de la población y la
consecuente pérdida de reclutamiento en el ejército. M. Rostovtzeff, en
Social and Economic History o f the Román Empire (Oxford, 1957), ve una
combinación de decadencia económica, peste, despoblamiento e indisci
plina militar, además de la animosidad rural contra las ciudades y la de
los soldados y campesinos contra las clases altas, como una serie de fac
tores interconectados que provocaron la decadencia y caída de Roma.
El factor m ilitar es reafirmado en L'Empire Chrétien (París, 1947) por
A. Pignariol, quien sostiene que fue la superioridad militar de los bárba
ros la que derribó a la civilización romana. En un reciente libro, intere
sante y bien documentado, The Fall of the Román Empire: A Military Expla-
nation (Londres, Thames & Hudson, 1986), Arther Ferrill considera este
factor como causa básica de la caída de Roma. Sostiene que graves erro
res estratégicos cometidos en los reinados de Honorio (395-423) en Occi
dente y Teodosio II (408-450) en Oriente, combinados con la pérdida de
eficiencia militar y disciplina entre las "barbarizadas" tropas romanas
de Occidente en el siglo v, condujeron a una sucesión de derrotas que cul
minarían en la desaparición del ejército romano y la caída de Roma. Sin
em bargo, Ferrill, como otros defensores de la explicación m ilitar de la
caída del Imperio, no aclara satisfactoriamente las condiciones que con
dujeron a la decadencia del ejército romano.
A. H. M. jones, en un libro que ha sido profusam ente elogiado, The
Decline o f theAncient World (Londres, Longman, 1978 [1966]), presenta la
opinión, hoy prevaleciente, de que aun cuando la enorme presión de los
bárbaros durante un largo periodo acabó por causar la caída de Roma,
la incapacidad del ejército romano para contenerlos se debió a factores
económ icos, sociales y políticos que desde la crisis del siglo iii habían
socavado casi continuamente la fortaleza del Estado. Como el Im perio
romano de Oriente estaba mejor protegido por fronteras naturales y por
las defensas inexpugnables de Constantinopla y sus condiciones econó
438 ROMA
B. Un proceso triple
La decadencia militar
La oppressio romana
Regionalismo y particularismo
C. La perspectiva histórica
siones irresponsables de una plebe cada vez más parasitaria, cuyos votos
eran manipulados por demagogos o comprados por financieros.
César intentó resolver esos problemas añadiendo a su autoridad ca-
rismática el apoyo institucional del consulado y de la dictadura romanos.
Probablemente aspiraba a una monarquía mitigada al ceñirse la corona
del Im perio romano y hacerse nombrar dictador-cónsul vitalicio en la
Roma propiamente dicha. Al respecto, como ya se ha observado antes
en este capítulo, las ideas de César no quedaron claram ente definidas.
Pero sin duda pudo ver con nitidez esta doble inadecuación de las institu
ciones republicanas, y comprendió la necesidad de unificar en una auto
ridad suprema el gobierno competente del Imperio y una representación
satisfactoria de los intereses de las provincias.
La solución a la crisis de la República, como ya se ha observado, fue
la concepción augustal del Principado, que combinaba la concentración
de la autoridad y el poder en el princeps con la conservación de las insti
tuciones republicanas. Tiberio, sucesor de Augusto, dio su forma final al
Principado, relevó a la Asamblea Popular de las formalidades de conferir
autoridad oficial al princeps y las reservó al Senado.
La solución dada por Augusto resultaba magnífica siempre que el prin
ceps fuese un gobernante capaz y representativo que conservara el equi
librio augustal entre su autoridad concentrada y el imperium con las for
malidades republicanas, y un equilibrio satisfactorio entre la hegemonía
de Roma y los intereses de las provincias y de sus clases gobernantes.
Lo malo del modelo augustal fue que las condiciones mencionadas, re
queridas para su éxito, no eran inherentes al modelo ni estaban sosteni
das por las condiciones sociales y culturales del Im perio. El principio
hereditario, como lo demostró el curso de la dinastía Julia-Claudia, no
fue el apropiado para conservar el modelo augustal. Otra posible solu
ción habría podido ser la institución de un Senado imperial que repre
sentara satisfactoriam ente a las principales fuerzas integrantes del Im
perio — las clases gobernantes de Roma y las provincias— y fuera capaz
de mantener a los militares eficazmente subordinados a la autoridad civil.
Sin embargo, ese Senado imperial, aunque fuese una posibilidad teórica,
nunca fue una proposición práctica en las condiciones sociales y cultura
les de Roma. Los romanos nunca concibieron, como los atenienses, una
autoridad representativa por delegación directa de los ciudadanos. La
representación fue primero por curiae y después por centuriae. Más ade
lante, la representación fue remplazada por una representatividad deri
vada de la cuna o del desempeño político-militar.
En consecuencia, el modelo augustal fue incapaz de regular la suce
sión del princeps de manera estable y legítima. Las sucesiones legítimas
446 ROMA
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IX. LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA
1 . In t r o d u c c ió n
A. El lugar y la gente
B. La civilización bizantina
451
452 L A C 1 V IL IZ A C IÓ N B IZ A N T I N A
1 El texto de Nicea en griego mencionaba la creencia "'en el Espíritu Santo". La Iglesia romana
añadió, en su traducción latina, "qui ex Patre Filioque procedí t", es decir, "que procede del Padre y
del Hijo". Esto fue considerado por Bizancio, desde el siglo ix, como una reflexión teológica, y no
como una verdadera traducción del credo original.
LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA 453
2. B reve s ín t e s is h i s t ó r ic a
A. Panorama general
C. La supervivencia de Oriente
Anastasio I (491-518) - .
D. La fase justiniana
2 A pesar del carácter autocrático del Estado bizantino, el pueblo mantuvo una considerable
fuerza política, manifestada particularmente en el Hippodromo por medio de las facciones verde
y azul, que, con las características de un partido político, rechazaban o apoyaban al emperador y
provocaban fácilmente peligrosos motines.
462 LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA
De Justino II a Focas
Hijo del exarca de Ravena, del mismo nombre, Heraclio organizó una
expedición y en 610 tomó Constantinopla con ayuda del pueblo. Focas
fue asesinado.
Heraclio (610-641) demostró ser un organizador, gobernante y gene
ral muy competente. Con el poderoso apoyo del patriarca Sergio, reor
ganizó el ejército y, después de resistir en 619 a los avaros que amenaza
ban Constantinopla, lanzó un efectivo contraataque contra los persas,
que habían tom ado A ntioquía, Apam ea, Emesa, Kaisarea, Dam asco
(613) y Jerusalén, y que en 619 conquistaron Egipto.
La campaña de Heraclio en la región transcaucásica de 622 a 630 ter
m inó con una decisiva victoria en la batalla de N ínive de 627, que le
perm itió al año siguiente atacar Ctesifonte. Cosroes fue destronado y
m uerto, y su sucesor, Kavad Sheroe, inició negociaciones de paz con
Heraclio. Los persas tuvieron que devolver toda la provincia conquista
da a Bizancio, además de la Santa Cruz tomada de Jerusalén. Durante la
campaña de Heraclio, los ávaros trataron de sitiar Constantinopla, pero
fueron derrotados en 626 por la guarnición local.
El Imperio bizantino alcanzó una nueva cúspide en los dos primeros
decenios del reinado de Heraclio. El emperador, que era llamado autó
crata en griego, adoptó el título de basileo . Antes de que los bizantinos
pudiesen descansar y recuperarse de los costos financieros y humanos de
la guerra en Persia, tuvieron que enfrentarse a la invasión de los árabes.
Mahoma murió en 632, y sucesivos califas entablaron una fanática guerra
de expansión del Islam en territorios persas y bizantinos.
Sin em bargo, en los últim os años de su reinado, H eraclio perdió a
manos de los árabes las tierras que había reconquistado de Persia; estas
tierras nunca volverían a Bizancio. La división m onofisita desem peñó
un papel importante en la conquista árabe, pues sirios y egipcios prefe
rían a los árabes a Constantinopla.
La dinastía heracliana tuvo que enfrentarse continuamente a invasio
nes árabes. Constantinopla fue sitiada por mar y tierra en 673, pero las
464 LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA
El periodo intermedio
Justiniano II, hijo de Constante, coronado a los 16 años, fue cruel y enér
gico. Venció a los eslavos en Tracia en 689, pero los bizantinos fueron
derrotados por los árabes en 692 en la batalla de Sebastopol. La política
de Justiniano contra la aristocracia y sus fuertes impuestos provocaron
a fines de 695 una rebelión encabezada por Leoncio, estratega de los
nuevos temas de la Hélade. Leoncio, con el apoyo de los A zules, fue
aclamado emperador. A Justiniano le cortaron la nariz y lo enviaron exi
liado al Quersoneso.
A ello siguió un periodo de dificultades, con grandes pérdidas para
los árabes, incluso la de Cartago. La flota bizantina se rebeló contra
Leoncio, y Apsimar, drungarius del tema de los Cibirreos, con el apoyo
de los Verdes fue proclam ado em perador con el nom bre de Tiberio II
(698-705).
Justiniano II escapó del Quersoneso y después de muchas peripecias
obtuvo el apoyo de Tervel, kan de los búlgaros, y logró penetrar en
C onstantinopla para reconquistar el trono en 705. Su nuevo reinado,
que se caracterizó por una cruel venganza, duró hasta que otra rebelión,
en 711, term inó en su ejecución. Interesado sólo en la venganza p er
sonal, Justiniano II abandonó los asuntos públicos, lo cual los árabes no
tardaron en aprovechar. Un armenio, Filípico Bardanes, fue entonces
proclamado emperador. Filípico se inclinaba al m onofisismo y abierta
mente estaba en favor del monotelismo.4 Los búlgaros, para vengar a su
aliado Justiniano II, invadieron Tracia y llegaron a los muros de Cons
tantinopla, asolando toda la región. Tropas bizantinas fueron transpor-
4 Cristo tenía dos naturalezas, la divina y la humana, pero sólo una, según el monotelismo. Esa
doctrina fue condenada por el vi Concilio Ecuménico.
LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA 465
H. Los Comneno
I. El primer desplome
/. La fase latina
3 . P r in c ip a l e s r a sg o s c u lt u r a les
A. La estructura social
B. La vida privada6
C. La economía8
hasta en Asia Menor, que antes fuera sólo pastoril, em pezó a desarro
llarse la agricultura. La ocupación bizantina de Cilicia dio uso agrícola a
sus tierras.
El gran problem a al que se enfrentó la agricultura bizantina desde
sus prim eros tiempos fue la absorción de las granjas pequeñas por las
grandes. Los denodados esfuerzos de muchos emperadores por invertir
esta corriente fueron vanos, pues casi todas las tierras term inaban en
manos de unos cuantos grandes granjeros y de los m onasterios, causan
do así la ruina del Imperio. Privado de impuestos y de agricultores que
sirvieran en el ejército, el Imperio se desplomó, primero, ante los solda
dos de la cuarta cruzada y, después, ante los turcos.
En el periodo bizantino temprano se mencionan dos tipos de colonos
(georgoi): los misthotoi, que eran libres y poseían sus herram ientas y su
ganado, pero que fueron atados a sus tierras al cabo de 30 años, y los
adscriptitii (enapographoi), carentes de propiedades y en una condición
cercana a la esclavitud. Sin embargo, Lemerle ha demostrado que el pri
mer grupo fue pequeño y transitorio, y que en realidad sólo hubo una
clase de coloni, o sea, los adscriptitii.
Basilio II (976-1025) defendió enérgicam ente los intereses de los
pequeños granjeros y los campesinos pobres, con cierto éxito temporal.
Sin em bargo, después de su m uerte, las grandes fincas lograron una
hegem onía absoluta sobre el mundo rural. Los dom inios aum entaron
constantem ente de tamaño, concentrados en manos de las principales
familias oligárquicas.
La economía agrícola de Bizancio recibió un golpe fatal con la derrota
de Romano VI a manos de los turcos en la batalla de Mantziker (1071) y
la consiguiente pérdida de las provincias de Oriente. Solim án logró la
adherencia de los campesinos, vacilantes bajo el doble yugo de la explo
tación de sus señores y las exacciones fiscales. Solim án alivió la carga
impositiva. De hecho, por entonces la población bizantina había perdi
do toda su lealtad al Imperio y abandonado la lucha de los aristócratas
provincianos contra los cruzados y los turcos, y preferido el gobierno
más benigno de éstos. La terrible explotación de los cam pesinos a
manos de los grandes granjeros produjo resultados suicidas.
Ya se había traducido y compilado un antiguo tratado sobre agricul
tura, pero sin influencia práctica: la agricultura seguía siendo muy pri
mitiva, basada en costumbres m ilenarias. La cría de ganado se practi
caba extensamente en Asia Menor y en los valles altos de los Balcanes.
La población era nómada y acostumbraba la trashum ancia, a menudo
creando dificultades con los propietarios de las tierras que atravesaba.
La vida pastoril se había idealizado por causa de sus precedentes bíbli-
478 LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA
El camino de la seda
La devaluación de la moneda
D. La religión
iconos había llegado a tales extrem os que las im ágenes llegaron a ser
consideradas sacras por sí mismas. De allí la reacción iconoclasta del
Concilio de 754, mientras el Concilio de Nicea, en 787, trató de conser
var las im ágenes como referencias a lo sagrado, pero subrayando que
no eran sagradas por sí mismas. Desde el siglo ix prevaleció la iconodu-
lia, que provocó una prodigiosa producción de iconos.
Todas las clases sociales tenían creencias mágicas, llegadas desde el
paganism o. Hasta em inentes sabios como Pselo, Cerulario y N icetas
Joniates creyeron en la magia. Se practicaba extensamente el exorcismo
para impedir los efectos de la magia negra. Pero la magia era condena
da tanto por el Estado como por la Iglesia. La astrología, favorecida por
los emperadores, era muy popular. Se aceptaban las profecías, que eran
com unes. Algunos em peradores, como León XI (886-912), fueron pro
fetas en el sentido de que predecían el futuro. También lo fue Teófilo
(829-842).
H abía un gran interés por discernir el juicio de Dios en asuntos
im portantes. Con ese propósito se discurrieron varias m aneras, como
las dos tablillas de Alejo Comneno antes de la victoria sobre los turcos
en Filom elion (1095). La interpretación de los sueños era uno de los
métodos preferidos, como lo muestra el Oneirokritis, tratado que los em
peradores solían llevar en sus campañas.
Paralelas a la ortodoxia también surgieron en Bizancio nuevas here
jías concernientes a la naturaleza de Cristo. Además de las ya viejas con
troversias sobre el nestorianism o y el m onofisismo, brotó el neom ani-
queísm o de los paulicianos, en tanto que los bogom ilos en Bulgaria,
centrados en Filipópolis en los Balcanes, también eran dualistas.
Judíos y musulmanes, que tenían un estatus especial, eran tolerados
pero a menudo víctimas de la hostilidad popular. Los emperadores no
deseaban dañar a los judíos, sino convertirlos. En Bizancio no había una
organización central judía; en cambio, los judíos se agrupaban en torno
de las sinagogas. Distintos a los de Occidente, los judíos bizantinos no
eran financieros, sino m ercaderes sobre todo. También a los árabes se
les perm itía practicar su religión, y en C onstantinopla se edificaron
mezquitas.
Además de la religión oficial practicada por el patriarca y los empera
dores, estaba la religión mística, tradicionalmente cultivada por los mon
jes, la cual representaba una corriente opuesta a las ideas de los sabios
de la universidad de Constantinopla. Según Simeón, la nueva intuición
mística teológica era incompatible con la vida en el mundo, pues exigía
la calma de los monasterios. Simeón abandonó sus estudios filosóficos e
ingresó en el monasterio de Studios (950-1022), donde tuvo por maestro
LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA 481
narlo, algunos com prom isos im portantes, sobre todo con respecto a
cuestiones religiosas. Sin embargo, el patriarca era nom brado y podía
ser depuesto por el emperador, lo que restringía considerablem ente su
independencia. Además, desde Constantino, los emperadores eran su
premos en cuestiones religiosas, pues se necesitaba su sanción para va
lidar las decisiones de los concilios ecum énicos. El acceso al trono se
hacía por vía de elección (principalm ente, por el ejército), m ediante
herencia, matrimonio o usurpación. El principio hereditario, aunque no
estaba form alm ente establecido, siempre había sido muy sólido en
Constantinopla, y al transcurrir el tiempo llegó a predominar cada vez
más. Por consiguiente, existía la tendencia a form ar dinastías y que
éstas continuaran mientras hombres lo bastante capaces lograran m an
tener la sucesión dinástica. Tal fue el caso de los Justinianos, Heraclia-
nos, Isáuricos, Amorienses, Macedónicos, Comneno, Angelo, Láscaris y
Paleólogos.
Además de la Iglesia y la religión, los em peradores debían tener en
cuenta el poder de los nobles, el ejército, el pueblo — particularmente el
de Constantinopla— y, hasta cierto punto, el Senado y la Asamblea de
Notables o Silcntium.
La aristocracia bizantina, representada inicialmente por los miembros
de la orden senatorial, desde la fundación de Constantinopla se había
extendido de m anera gradual gracias a la form ación de una nobleza
terrateniente, que de continuo aumentaba sus dominios, y por ende su
poder, con base en su creciente riqueza y sus ejércitos privados. Los em
peradores trataron de impedir que las pequeñas granjas fueran absorbi
das por los grandes terratenientes, así como de lim itar su poderío, y a
veces lo lograron, como en los casos de León III (717-741) o Basilio II
(976-1025), pero a la postre los terratenientes llegaron a prevalecer. La
concentración dé tierras y poder en manos de unas cuantas familias oli
gárquicas fue, finalm ente, la causa principal de la decadencia y caída
del Imperio bizantino.
El ejército era la fuerza más im portante de Bizancio después del
em perador; sin embargo, era menos independiente y menos poderoso
en lo político que el anterior ejército romano. Habitualmente, los miem
bros de la aristocracia desem peñaban los más altos cargos m ilitares.
Temas im portantes, como los de A natolikón y A rm eniakón, contaban
con fuertes contingentes militares y durante largo tiempo ejercieron la
influencia correspondiente.
La Iglesia era el otro importante factor de poder por debajo del empe
rador. En términos generales, abarcaba dos secciones: los m onjes y los
sacerdotes regulares, bajo la autoridad de obispos, arzobispos, metropo-
LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA 483
lítanos y el patriarca. Los monjes form aban un grupo sum am ente nu
meroso — y en continua expansión— de personas incultas procedentes
de las clases bajas. Tenían opiniones fanáticas y ejercían una poderosa in
fluencia en el pueblo. El movimiento iconoclasta, además de su im por
tancia religiosa como oposición a la idolatría de los iconos, revistió un
carácter político tendiente a contener la excesiva influencia y el número
de los monjes. El clero secular era una corporación culta, bajo el alto man
do del patriarca, cuya influencia aumentó considerablemente en el último
periodo del Imperio bizantino, al declinar el poder de los emperadores.
La importancia del pueblo, en particular de los habitantes de Cons-
tantinopla, era una realidad que los emperadores tenían que tratar con
cautela. Su poder político quedó considerablem ente reducido después
de que Justiniano sofocó la rebelión de Nika. Pero el pueblo desem
peñaba un papel im portante en la formación de la im agen pública de
los em peradores, que podía aumentar o reducir su autoridad y ser un
factor decisivo en momentos de crisis, como en los casos de Alejo Com-
neno (1081-1118) y Andrónico (1183-1185).
El Senado y el Silentium tenían una importancia institucional relativa,
el primero como cuerpo asesor y el segundo como Asamblea de N ota
bles, para aprobar sin com entarios (de allí el nombre de Silentium) las
decisiones importantes del emperador.
La organización territorial
La burocracia
El régimen financiero
El ejército y la armada
F. La cultura
9 Los estribos, tomados de Jos guerreros de las estepas, fueron adoptados por la caballería
bizantina en el siglo vm. Cf. Lynn White Jr., Medieval Technology and Social Change, Oxford, Oxford
University Press, 1965 (1962), p. 21.
LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA 487
Los análisis de esta índole, siem pre im precisos, oscilan entre dos
enfoques típicos. Uno de ellos consiste en comparar listas completas de
rasgos característicos de la Antigüedad tardía y de la Edad M edia occi
dental, y en intentar, de alguna manera estadística, llegar a una conclu
sión. Lo m alo de proceder así es la im precisa gradación de la im por
tancia de cada uno de los rasgos enum erados. El otro enfoque, el
"gestáltico", consiste en intentar determinar las características esencia
les de cada época — con el inherente riesgo de subjetivismo— y tratar de
sacar conclusiones de dicha com paración. Sin ahondar m ás en este
tema, me atrevo a sugerir que puede observarse una diferencia esencial
entre el hombre típico de la\Edad Media occidental y su contemporáneo
bizantino: en el modo en que ven en sí mismos sus rasgos universales y
sus rasgos particularistas. El hombre de la Edad M edia occidental se
ve a sí m ism o, universalm ente, como cristiano, y en partircular como
miembro de una minúscula comunidad, una baronía o una aldea, objeto
de su lealtad; de su familia, objeto de su afecto; y también como miem
bro de un gremio específico o un grupo social, que es el objeto de sus
intereses. El bizantino se ve como un cristiano que pertenece íntimamente
a su condición como miembro del Imperio y de la civilización de.Bizan-
cio, objetos indisolubles, ambos, de su lealtad. Sus rasgos particularistas,
de carácter local o familiar, así como sus nexos profesionales, pertenecen
a la esfera del apego emocional o del interés pragm ático. Estas típicas
concepciones oponen el universalismo clásico retenido por Bizancio al
localismo peculiar de la Edad Media occidental. Para Bizancio, la cultura
clásica era innata y correspondía a una tradición ininterrumpida. Para la
Edad Media occidental, los clásicos eran un tardío redescubrimiento del
mundo romano, penosamente adquirido por medio de los árabes, o por
la ardua labor de algunos monasterios ilustrados.
Vista en su conjunto, la cultura bizantina es predominantemente una
cultura form al y una cultura de las formas. Un intento (no siempre
logrado del todo) de conservar un griego ático puro, distinto de las len
guas habladas prevalecientes. También hizo hincapié en la filología, la
gramática, la retórica, la lógica y la filosofía moral. Su literatura, básica
m ente alejandrina, empleaba un sim bolismo pagano para expresar un
contenido cristiano. Sin embargo, los bizantinos lograron cultivar una
buena historia, pese a sus incursiones moralizadoras. Y, para ser una cul
tura de las formas, produjo una pintura y una arquitectura admirables,
incluido el arte sin rival de los mosaicos. En los temas siguientes hace
mos una breve descripción de la literatura, la historia, la filosofía y las
ciencias de Bizancio, así como de los modos de la enseñanza y del arte
bizantinos.
LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA 489
La literatura
La educación estaba muy difundida y era básica para las carreras ecle
siástica y pública. Un niño talentoso de orígenes m odestos recibía la
oportunidad de estudiar, en una época en que los occidentales vivían en
una profunda ignorancia. Sin em bargo, los hom bres de letras vivían
modestamente, dependiendo de la protección de los notables, si no eran
personalmente ricos, como Pselo o Ana Comnena.
Los "lib ro s" erán rollos de papiro, preferiblem ente de pergam ino,
que se emplearon cada vez más por ser más resistentes. Más tarde, los
pergaminos fueron encuadernados en forma de libro, por lo común de
360 hojas o 45 tetradia. La encuadernación fue un arte sum am ente des
arrollado.
La lengua hablada era la koiné griega. La lengua literaria era el griego
clásico, distinto del griego coloquial. Cierta contaminación del lenguaje
literario por el popular puede observarse a partir del siglo vi. Pselo res
tableció la pureza clásica de la lengua literaria; adoptó un tono atico,
pero sus declinaciones y conjugaciones son bizantinizadas.
La literatura bizantina es, básicamente, la literatura alejandrina tras
puesta a Constantinopla y se caracteriza por el predominio de la forma
sobre el contenido, la búsqueda de un lenguaje bello, el abuso de la
mitología y la pedantería. Los bizantinos continuaron la labor filológica
de A lejandría, y la biblioteca de C onstantinopla llegó a ser la más
im portante de Oriente. La literatura bizantina tiene form a pagana y
contenido cristiano; sus obras más importantes fueron los escritos de los
Padres de la Iglesia, que influyeron profundam ente en la literatura de
Bizancio.
La literatura bizantina es muy rica, con toda una m ultiplicidad de
inspiraciones, abierta a fuentes exóticas, como de la India, Persia o Siria.
Debe reconocerse la originalidad de esta literatura, cuya expresión más
importante se encuentra en la retórica. Entre los representantes destaca
dos del género debemos mencionar los nombres de Focio (siglo xi), su
discípulo N icetas de Paflagonia, Pselo, el gran intelectual, N icéforo
Basilakés (siglo xm), Nicéforo Gregoras (siglo xiv), M anuel Paleólogo
(1350-1425), Jorge Gemisto (Pletón), el cardenal Bessarión (ca. 1406-1472)
y Jorge Escolados, patriarca de Constantinopla (1454-1456).
O tras expresiones im portantes de la literatura bizantina fueron la
poesía y la novela. La poesía bizantina trata de seguir las pautas clási
cas, basando el verso en el número y la cesura. Los epigramas, la forma
favorita de dicha poesía, consistían en piezas breves compuestas con los
más diversos propósitos: lírico, satírico, votivo, etc. Fueron reunidos en
490 LA CIVILIZACIÓN BIZANTINA
La historia
La filosofía
Las ciencias
La enseñanza
La enseñanza religiosa
siglo ix. Los profesores eran diáconos de Santa Sofía y estaban bajo
la dirección del profesor ecuménico. La enseñanza era similar a la de la
universidad, dando especial importancia a la teología.
San Basilio de Cesárea intentó fundam entar la educación monástica
en los estudios clásicos; sin embargo, los monjes de Bizancio se inclina
ban al ascetismo y al misticismo, y esta orientación llegó a prevalecer. El
ideal m onástico era la hesychia o quietism o espiritual. Se m anifestaba
cierta oposición a los estudios clásicos y las ciencias. La educación gene
ral prescrita por las reglas de san Basilio se mantuvo, no obstante, como
preparación para los estudios teológicos.
El arte bizantino
Lorenzo de Milán (fines del siglo iv), Ravena (siglo v) y en las catedrales
de Parenzo y Trieste. La magnífica construcción de Santa Sofía fue obra de
Antem io de Tralles e Isidoro de Mileto. Una innovación arquitectónica
llegó con la invención de la iglesia en forma de cruz griega. Un ejemplo
sobresaliente es el de M irelaion, en Constantinopla, com isionado por
Romano Lecapeno (920-944), y, en el siglo xi, la iglesia de la Virgen de
los Caldereros, también en Constantinopla.
El arte del mosaico (al que ya nos referimos al tratar el tema de la pin
tura), continuando la tradición rom ana, recibió en Bizancio un trata
miento que intensificó la sensación de lo sacro y trascendente, como los
mosaicos de Ravena y el que decora el nártex de Santa Sofía. La edad de
oro de los mosaicos fueron los siglos xi y xu, correspondientes al apogeo
del Im perio. Entre los m osaicos más extraordinarios se encuentra el
Pantocrator de Dafne. También debe hacerse m ención especial de los
extraordinarios frescos del último período bizantino en Mistra, el monte
Atos, Grecia y Serbia. Los iconos y los manuscritos ilustrados también
son una extraordinaria aportación artística de Bizancio.
4. E l s u r g i m i e n t o
5. El d e s a r r o l l o
A. El factor cultural
B. Asuntos internos
C. La situación internacional
de los árabes, que dos veces sitiaron Constantinopla sin lograr tomarla.
Los inexpugnables muros de tierra y el fuego griego en las batallas nava
les impidieron que los árabes conquistaran la ciudad. A pesar de todo,
durante un largo periodo, desde fines del reinado de Heraclio (610-640)
hasta la segunda mitad del siglo ix, sucesivas incursiones árabes invadie
ron Persia, Egipto y zonas del Egeo; condujeron a la ocupación de Asia
Menor y los Balcanes, y privaron a Constantinopla de los recursos mate
riales y humanos necesarios para sostener el Imperio.
A comienzos del siglo xi, Constantinopla aún poseía fuerzas suficien
tes para rechazar las prim eras incursiones de los turcos seljukos y los
normandos. La asociación de los normandos de Sicilia con los cruzados
de Francia y Alemania superó los medios militares de Constantinopla.
El desastroso giro de los hechos internos con los tres últim os A ngelo
llevó la cuarta cruzada a Constantinopla y dio a los cruzados la oportu
nidad de dominar la ciudad y saquearla de la manera más abominable.
La lucha contra los turcos seljukos se volvió una batalla perdida ba
jo C onstantino X (1059-1067), hasta llegar a la catastrófica derrota de
M anzikert (1071). Desde entonces, C onstantinopla entró en un pro
ceso de decadencia, acelerado por el paso del Imperio turco de los sel
jukos a los otomanos en el siglo xm.
6. D e c a d e n c ia y c a íd a
A. Principales factores
El aislamiento religioso
El civismo religioso
D. La feudalización
Las intrigas que rodearon el trono de los últimos Ángelos abrieron las
puertas de Constantinopla a la cuarta cruzada y condujeron a la instala
ción del reino latino. Sin embargo, el Imperio bizantino ya estaba priva
do de todos los medios económicos, políticos y militares necesarios para
sostenerse. Los Paleólogos, al recuperar en 1261 el dominio de Constan
tinopla, heredaron el fantasm a de un im perio que, pese a su precaria
supervivencia durante otros dos siglos, nunca pudo recuperar un nivel
satisfactorio de sostenibilidad. Desde 1082, el Imperio se había visto obli
gado a pedir a los venecianos y genoveses que lo reforzaran con el pode
río naval que ya no tenía medios —si no determinación— de reconstruir.
A cambio, se vio obligado a cederles el control de su comercio.
La decadencia de Bizancio, vista en retrospectiva, fue un largo proce
so en el curso del cual acontecim ientos internos, relacionados con dis
tintos niveles y formas de disputas del poder,, redujeron los recursos
económ icos, políticos y humanos de que disponía el gobierno central.
La insuficiencia de riquezas causó derrotas militares, resultantes en pér
didas de territorio y de población, lo que produjo una nueva dism inu
ción de sus recursos. Para compensar tales reducciones se establecieron
acuerdos con potencias exteriores, como Venecia y Génova, a las que se
pidió que enviasen las flotas requeridas por la defensa y el comercio que
el Im perio había perdido la capacidad de restablecer. A cam bio, hubo
que ceder a esos países extranjeros recursos adicionales; de esta manera
Bizancio, incapaz en el curso de sus últimos siglos de administrar con
venientemente sus propios recursos y de vivir de sus ingresos, tuvo que
cederlos gradualmente para sobrevivir en condiciones cada vez peores.
Im plorar el apoyo militar de Occidente, que los últim os em peradores
desesperadam ente intentaron obtener, se volvió la últim a posibilidad
de Bizancio, pero que sólo dio por resultado hum illaciones inútiles.
Reducido a una situación de im potencia, C onstantino XI, en lugar de
rendirse o huir, prefirió luchar hasta la muerte en defensa de su ciudad
ya condenada.
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X. EL ISLAM*
1. I n t r o d u c c i ó n
A . El paisaje y el entorno
517
518 EL ISLAM
6. Los pueblos
2 . S ín t e s is h i s t ó r ic a
La palabra Rashidun ("bien dirigidos", en árabe) designa a los cuatro primeros califas.
EL ISLAM 521
Sam arra, al norte de Bagdad. Los m usulm anes, tanto árabes com o no
árabes, estaban ahora sometidos a los turcos y otros soldados extranje
ros. Desde el asesinato de al-Mutawwakil en 861 hasta 870, los califas en
realidad fueron prisioneros de estas tropas, que los elegían o deponían a
su capricho. A partir de 870 hubo un lento resurgimiento del poder de
los califas, ahora basados nuevamente en Bagdad, pero el reinado de al-
M uqtadir (908-932) presenció el com pleto desplome del califato. Des
pués de 945, los califas fueron figuras fantasmales sin ninguna autori
dad real fuera de los muros de sus palacios.
D urante los años de confusión y guerra civil, el califato em pezó a
desm em brarse: después de 809, el M aghreb conquistó su verdadera
independencia, y a partir de 868 Egipto fue independiente, bajo la
dinastía tulímida. En el este de Irán, los safáridas desde 867 y los samá-
nidas desde 875 establecieron dinastías independientes. El Irán occiden
tal fue tomado por los buyidas en 932, y en 945 se adueñaron del propio
Irak, corazón mismo de los califas abásidas. El título de califa también
fue usurpado por los fatimidas, otra rama de la familia del Profeta, en el
norte de Á frica, a partir de 909, y en 929 por los umayyad españoles.
A mediados del siglo x, la unidad política del mundo musulmán estaba
quebrantada y no se restauraría jam ás. Los abásidas sobrevivieron
como califas reconocidos por los musulmanes sunnitas durante varios
siglos, y a finales del siglo x i i y comienzos del xm recuperaron una parte
de su poderío político en Irak. Sin embargo, la llegada de los mongoles
puso fin a todo esto, y en 1258 el último califa de Bagdad fue ejecutado
por ellos. A partir de entonces, se estableció en El Cairo un im potente
califato fantasma.
El térm ino mameluco significa sim plemente esclavo, pues los m am elu
cos fueron originalm ente soldados esclavos llevados desde las estepas
del norte del Mar Negro para servir a los ejércitos de los reyes ayubíes.
Com o la guardia pretoriana de los em peradores rom anos, estos m ag
níficos soldados acabaron por adueñarse del poder. En 1260, Baybars
(1260-1277) ascendió al poder en Egipto, y ese mismo año pudo derrotar
a los mongoles en la batalla de Ain Jalut para establecerse como protector
de los musulmanes. Él y sus sucesores, Qala'un (1280-1290) y al-Ashraf
Khalil (1290-1294), lograron com pletar la tarea iniciada por Saladino y
expulsaron de Medio Oriente a los cruzados, obra que culminó en 1291
con la toma de San Juan de Acre.
Los mamelucos continuaron gobernando Egipto y Siria hasta comien
zos del siglo xvi. No constituían, en realidad una dinastía, aunque a
veces los hijos sucedieron a sus padres como sultanes; eran, antes bien,
una aristocracia militar. Se siguieron llevando mamelucos de las estepas
EL ISLAM 527
Desde com ienzos del siglo xvi, la historia política del mundo islám ico
en Medio Oriente pasó por un gran cambio. En lugar de cierto número
de Estados, algunos grandes, otros pequeños, algunos duraderos, otros
efímeros, surgieron dos grandes imperios: el Imperio otomano de Tur
quía, del oriente árabe, y el Imperio safávida de Irán. El sultanato oto
mano sobrevivió hasta la prim era Guerra M undial; los safávidas des
aparecieron en 1722, pero, tras un periodo de caos, fueron remplazados
por los qajar, que hasta 1925 gobernaron Irán. Sólo unas cuantas zonas
en los linderos del mundo musulmán estuvieron fuera del dominio de
uno de estos imperios; entre ellas, Marruecos en el extremo occidental,
Yemen y Om án en la Arabia m eridional y los khanados uzbecos de
Bujara, Khiva y Kokand en Asia central.
Irán (1722-1924)
Durante este periodo surgió una cultura islámica distintiva. Hubo tres
elem entos principales que coincidieron para form arla: la cultura tra
dicional de las tribus árabes preislám icas, las nuevas ideas religiosas
del Islam, y el legado de los antiguos imperios de Bizancio y la Persia
sasánida.
él era el últim o de los profetas, pero no dejó una guía que gozara de
general aceptación sobre quién debía ser su khalifa (califa) o sucesor
como cabeza de la com unidad. En los tres siglos que siguieron a su
m uerte se desarrollaron dos ramas principales. La prim era fue la de
los sunnitas, que apoyaban el califato histórico. Sostenían que el cali
fa debía ser el miembro más apropiado de la tribu del profeta, la de
quraysh, y sería nombrado por su predecesor, o elegido por los hombres
más poderosos de la comunidad musulmana. El califa ejercía el supre
mo poder ejecutivo en cuestiones religiosas y políticas, pero estaba obli
gado a actuar de acuerdo con la sunna del profeta y con la ley religiosa
elaborada por los sabios sunnitas (ulemas), y no detentaría el Poder
Legislativo. La otra rama era la del si'ah (partido) de Alí, por lo general
m encionada simplemente como los chiítas. Estos sostenían que la jefa
tura correspondía a ciertos miembros de la familia del profeta, o sea a su
primo Alí, esposo de su hija Fátima, y a sus descendientes. Argüían que
los jefes de la familia del profeta, habitualmente conocidos como imams
o imanes, habían sido elegidos por Alá y, por tanto, contaban con el apo
yo divino. Como los imanes eran en su mayoría dirigentes no políticos,
los chiítas los vieron básicamente como maestros de religión, y sus ideas
estaban revestidas de autoridad. Sin embargo, como los sunnitas, casi
todos ellos sostenían que los imanes estaban obligados por la sunna del
profeta y no podían tomar decisiones independientes en materia jurídi
ca y religiosa.
La disputa sobre el liderazgo de los m usulm anes brotó inm ediata
mente al morir Mahoma en 632, pero la división del mundo musulmán
en sunnitas y chiítas no se consumó hasta el siglo x. M ientras tanto, se
hicieron muchos intentos por levantar rebeliones contra los regímenes
umayyad y abásida, en nombre de la familia del profeta. Casi sin excep
ción fracasaron, pero el recuerdo del m artirio del nieto de M ahoma,
Husayn, en Karbala en 680, y de Zayd bin Alí en Kufa en 740 (ambos en
Irak) a manos de las fuerzas umayyad, ha servido para inspirar, hasta la
actualidad, a los chiítas.
La rápida difusión del Islam hizo que la nueva religión tuviera que ser
explicada y expuesta, y a ello se dedicó gran parte de la actividad inte
lectual en el periodo m usulm án temprano. Había dos intereses princi
pales: el prim ero, definir el Islam como algo distinto de las otras dos
religiones monoteístas, el judaismo y el cristianismo; el segundo fue dar
EL ISLAM 533
tes hasta la conquista otomana en 1517; más aún, los jenízaros que inte
graron los ejércitos del Imperio otom ano tem prano fueron un tipo de
mamelucos. Esto provocó una marcada división entre los m ilitares, que
en su mayoría eran mamelucos turcos, y los comerciantes, adm inistra
dores y otros civiles, casi todos árabes y persas. La mayoría de los regí
menes del mundo islámico eran, en realidad, dictaduras m ilitares.
La religión
La cultura literaria
La arquitectura y la ilustración
La religión
Las capitales
Tanto los gobernantes otomanos como los safávidas dedicaron gran cui
dado a embellecer sus capitales. En Estambul se lanzó un vasto progra
ma de construcción, empezando por la Mezquita de la Fe, poco después
de la conquista de 1453, y continuando con los grandes edificios de Soli
542 EL ISLAM
mán el Magnífico (1520-1566), entre ellos el com plejo Suleim aniye, que
domina el panorama de Estambul. Dicho complejo incluye la Mezquita
del Sultán, su tumba y las edificaciones que servían de hospitales y
bibliotecas. Al mismo tiempo, los sultanes construyeron el Palacio de
Topkapi, que domina el Bosforo y es casi una pequeña ciudad. Mientras
tanto, el sha safávida Abas el Grande (1588-1629) construyó todo un nue
vo barrio en Isfahán, que incluye una gran mezquita, un gran maydan o
plaza, y mezquitas y palacios más pequeños. Este barrio, que aún estaba
siendo em bellecido hasta la caída de la dinastía en 1722, representa el
último gran monumento de la arquitectura islámica persa.
Europa a Asia. Sin embargo, las tierras del Creciente Fértil, Irak, Siria y
Palestina permanecieron menos desarrolladas, y sólo el descubrimiento
de petróleo en el Golfo Pérsico a comienzos del siglo xx y el desplome del
Imperio otomano después de 1918 hicieron que estas zonas gozaran de un
difundido progreso económico.
La cabeza del Estado otomano era el sultán. Todos los sultanes descen
dían del fundador del imperio, Osmán (m. 1281), y el cargo era heredi
tario, aunque no siempre fuera el hijo mayor el que sucedía a su padre, y
en los siglos xvii y xviii hubo incontables intrigas palaciegas para decidir
la sucesión. El sultán era ayudado por el gran visir o primer ministro, y
las provincias tenían gobernadores locales llamados bajás o beyes. D es
pués de la conquista de Constantinopla en 1453, el palacio de Topkapi
Saray de la ahora llam ada Estam bul fue la residencia del sultán y, al
mismo tiempo, el centro del gobierno.
En los primeros años, el ejército del pequeño sultanato otomano estu
vo compuesto por los seguidores tribales de los jefes y \osghazis, o musul
manes que habían llegado a luchar en la guerra santa contra los infieles
bizantinos. A com ienzos del siglo xv fueron rem plazados por los je n í
zaros (la palabra se deriva de Yeni Cheri o nuevo ejército). Éstos eran
jóvenes de los pueblos sometidos, habitualmente cristianos de Anatolia
y los Balcanes, que fueron sacados de sus casas a tem prana edad para
educarlos como musulmanes y emplearlos en el ejército o en el gobierno
civil del Imperio. Durante los siglos xv y xvi, este ejército de jenízaros se
contó entre los más poderosos del mundo, y los otomanos fueron nota
bles pioneros en el empleo de armas de fuego y la artillería de pólvora.
Pero a com ienzos del siglo xix, el ejército de jenízaros se había vuelto
ineficiente y corrompido. Incapaz de adaptarse a los nuevos modos de
la guerra, se había convertido en una privilegiada casta hereditaria con
escasa capacidad militar. En 1826, el sultán reform ador M ahm ud II
(1808-1839) acabó con su poder, dejando abierto el camino para que los
otomanos reclutaran un nuevo ejército siguiendo los modelos europeos.
que él observó mientras escribía su Historia, y sus ideas han ejercido una
profunda influencia en todos los ulteriores historiadores y sociólogos
interesados en el mundo musulmán.
4. El s u r g i m i e n t o
B. El núcleo de Medina
C. El Islam aglutinante
5. E l d e s a r r o l l o
B. Fases y épocas
C. El Islam árabe
Los tres primeros califas, desde Abu Bakr (632-634) hasta Uthman (644
656), recibieron de la fase fundadora de Mahoma un sistema religioso y
EL ISLAM 553
D. El Islam universal
La fase clásica
Desde la segunda mitad del siglo vm hasta la segunda mitad del ix, el
Imperio islámico, con el apoyo de un muy aguerrido ejército permanente
y con un competente servicio civil administrado por una serie de buenos
califas, constituyó, junto con Bizancio pero en condiciones mucho más fa
vorables y extensas que este último, un gran entorno cosmopolita y civi
lizado, en el que la vida fue regulada de manera ordenada, prosperaban
la producción y el comercio, y se respetaba y estimulaba la alta cultura.
Mientras seguía adelante la expansión m ilitar del Islam, con avances
continuos por el territorio bizantino y con la conquista de la Persia sep-
4 Las traducciones se hacían, habitualmente, en dos fases: primero del griego al sirio, en su
mayor parte por eclesiásticos cristianos, y luego del sirio al árabe, por eruditos musulmanes.
558 EL ISLAM
¥
E L IS L A M 559
recuperado por los abásidas. Los ikhshididas (935-969), otra familia tur
ca, actuando inicialmente como gobernadores de Egipto para los abási
das, declararon su independencia y gobernaron el país hasta la llegada
de los fatimidas. Éstos dominaron Egipto hasta la invasión de la prime
ra cruzada; la consiguiente inestabilidad política dio por resultado el
gobierno de Saladino y la form ación de la dinastía ayubí (1169-1260).
Los siguientes gobernantes, los mamelucos, mantuvieron su hegemonía
sobre Egipto hasta 1517, año de la conquista otomana.
En Persia, Hulegu fundó la dinastía ilkhanida (1260-1349), que gober
nó el país hasta la invasión de Timur. Fue sucedida por los tim úridos
(1370-1505), a su vez seguidos por los safávidas (1501-1732), y, ulterior
mente, durante un breve periodo, por los afsháridas (1735-1795), una
familia turca. Los kadjares (1799-1925) y los Pahlavi (1926-1979) fueron
las últimas dinastías, antes de la revolución del ayatola Jomeini.
En la India, el prolongado califato de Sind, después de la conquista
de 712, cedió ante los ghaznávidas (977-1186), de origen turco, quienes
establecieron un gobierno independiente. Los ghuridas (1146-1215), los
reyes esclavos (1206-1290) y los tughluquidas (1320-1413) fueron segui
dos, después de la invasión de Timur, por los sucesores nombrados por
este últim o, los sayyidas (1414-1451). Éstos fueron derrocados por un
cabecilla de los patanes, Bahlul Lodhi, quien fundó la dinastía de Lodhi
(1451-1526). Después de un breve periodo, los m ogules, encabezados
por Hum ayún, conquistaron el país en 1556 e inauguraron la dinastía
mogul, que gobernaría hasta que en 1858 llegaron los británicos.
La fragmentación territorial constituyó una tendencia natural en las
provincias importantes, como España, Egipto, Persia y la India, tan aleja
das de Bagdad. Al igual que le ocurriera a los imperios anteriores, como
la Persia sasánida y el Im perio seléucida, entró en acción la causación
mutua: un debilitam iento del poder central impele a los gobernadores
de provincias importantes a independizarse, y su independencia inten
sifica la flaqueza del poder central. La fragm entación territorial del
Im perio abasida serviría para debilitar la resistencia del Islam ante la
agresión occidental, inicialm ente en su enfrentam iento con la primera
cruzada y mucho después ante las potencias europeas. También contri
buiría al futuro surgim iento de Estados nacionales islám icos en el
M edio O riente. En los siglos que siguieron a la independencia de las
dinastías que gobernaron las anteriores provincias abásidas y hasta la
llegada de los otomanos, las consecuencias de la autonomía local fue
ron, por regla general, favorables a tales provincias.
El hecho de ser administradas por autoridades locales — que no eran
originarias del lugar, aunque sí de sitios cercanos a las zonas y pueblos
EL ISLAM 561
F. Los otomanos
6. L a d e c a d e n c ia
A. Consideraciones generales
B. La decadencia política
5 Cf. Femand Braudel, Grammaire des Civilizations, París, Flammarion, 1993 (1987).
6 En ese sentido, el actual Estado de Israel es parte de la civilización occidental tardía, aunque
conserve sus rasgos judíos específicos.
EL ISLAM 565
Los prim eros síntom as de decadencia del Im perio otom ano fueron la
pérdida de su superioridad militar y la resultante tendencia a convertir
una política de expansión territorial en una política defensiva. El primer
grave revés m ilitar ocurrió durante el reinado de Selim II (1566-1574),
hijo de Solim án el Magnífico , inm ediatam ente después del periodo de
máxima expansión islámica, con la devastadora derrota de la flota oto
mana a manos de don Juan de Austria en 1571 en Lepanto. La indecisa
guerra de 1593-1606 contra Austria fue concluida con el tratado de paz
de Zsitva-Tirok, de 1606, por el cual los austríacos dejaron de pagar tri
buto por su parte de Hungría. Pocos decenios después, los otom anos
intentaron renovar su ofensiva contra Austria y sitiaron Viena en 1683,
pero fueron rechazados con la ayuda de fuerzas alem anas y polacas
mandadas por Carlos de Lorena y Juan Sobieski. En adelante, el Islam se
encontraría a la defensiva frente a Austria y el naciente poder de Rusia.
Los encuentros militares de los siglos xvm y xix entre el Imperio oto
mano y las crecientes potencias europeas fueron, con pocas excepciones
— la guerra de 1711 y la Guerra de Crimea de 1853-1856— , desfavora
bles para los otomanos. Desde Pedro el Grande (1689-1725) y Catalina II
(1762-1796) hasta el siglo xix, Rusia y Austria vencieron a los turcos en
seis guerras. Las derrotas causaron la pérdida de sus territorios euro
peos — con la excepción de Constantinopla y su zona circundante— y
las tierras del norte del Mar Negro, que fueron tomadas por Rusia.
Un factor importante de la declinación militar de los otomanos fue la
decadencia de los jenízaros, tanto en su capacidad como con respecto a
su conducta de conjunto. Los jenízaros se habían convertido en el núcleo
m ismo del ejército otomano. Según el sistema devshhirme, jóvenes cris
tianos eran reclutados como soldados esclavos en los cuerpos de jeníza
ros después de haber sido sometidos a una intensiva educación militar
EL ISLAM 567
islám ica, que los convertía en una fuerza fanática y m ortífera. Con el
uso constante y mejorado de las armas de fuego, los jenízaros perdieron
su superioridad. En la secuela perdieron también la disciplina y se con
virtieron en una ingobernable fuerza pretoriana, que hacía y deshacía
sultanes a su capricho. Varios sultanes intentaron vanamente controlar a
los jenízaros, al costo de su trono y de sus vidas, hasta que M uhammad
II (1808-1839) logró form ar un nuevo cuerpo, integrado por reclutas
campesinos turcos, y desbandó a los jenízaros, quienes se rebelaron y en
1826 millares de ellos fueron masacrados en sus propios cuarteles.
Las condiciones militares que surgieron de los cambios introducidos
gradualmente por los países europeos a partir del siglo xvn obligaron al
Imperio otomano a abandonar su antiguo sistema feudal, en el cual, con
excepción de los jenízaros, las fuerzas militares eran aportadas por los
ocupantes de grandes tierras (timares), que formaban la caballería feu
dal de los sipahis. Ese sistema no exigía grandes medios financieros para
mantener el ejército, y hasta los jenízaros recibían más paga de la distri
bución del botín y de futuras concesiones de tierras que en efectivo. La
nueva situación militar exigía un ejército pagado y la compra de costoso
equipo bélico. Sin embargo, las atrasadas condiciones económ icas del
Imperio otomano eran incapaces de generar suficientes ingresos fiscales
para mantener un ejército así, una burocracia moderna y los esplendo
res del palacio del sultán. Las consecuencias de esta flaqueza financiera
se reflejaron en la decadencia del poderío militar otomano y en una cre
ciente corrupción en la esfera pública, para no m encionar siquiera la
explotación cada vez mayor de los campesinos.
D. El reformismo islámico
que ascendió al trono siendo todavía niño, cuando por fin llegó a presi
dir el Imperio intentó reducir el poder de los jenízaros suspendiendo el
enrolamiento de nuevos reclutas para disminuir su número. Reorganizó
el otro cuerpo del ejército y pudo entablar una guerra victoriosa contra
Persia, en la que tomó Tabriz (1629) y Bagdad (1640). Pero con su her
m ano y sucesor Ibrahim (1640-1648) retornó la indisciplina militar, así
como la plaga de las intrigas en el harén.
En la segunda mitad del siglo xvn y el curso del xvm, el proceso de
decadencia otom ana y derrotas m ilitares, interrum pido a veces por
algunos visires, como los de la dinastía Koprulu, o algunos sultanes
m odernizadores, como Ahm et III (1703-1730), continuó debilitando y
desm oralizando el sistem a central del Islam , el Im perio otom ano. Al
pasar al siglo xix, Selim III (1789-1807) se percató de que las flaquezas
militares del Imperio, aunque debidas en parte al deterioro corporativo
de los jenízaros, teman causas mucho más profundas, que en última ins
tancia se debían al creciente atraso del Im perio otomano en com para
ción con Occidente, Se convenció de la necesidad de aplicar reformas
trascendentes no sólo en las instituciones militares, sino además en las
civiles y religiosas. También pensó que aun a las reform as duraderas
debía llegarse por consenso y estableció entonces una asamblea consulti
va (mejlis meshveret), bajo su propia presidencia, para analizarlas. Em pe
zando por el ejército, creó una nueva milicia y unas escuelas militares
con instructores franceses y manuales de preparación, teniendo siempre
en m ente la desastrosa derrota infligida en 1798 por N apoleón a los
m amelucos de Egipto. Sin embargo, los jenízaros, al sentirse am enaza
dos, volvieron a rebelarse con el apoyo de los conservadores ulemas y
obligaron a Selim a abdicar. Su débil sucesor, Mustafá IV (1807-1808),
pronto fue depuesto, y se colocó en el trono al últim o príncipe de esa
dinastía, Mahmut II (1808-1839).
Al principio, Mahmut II tuvo un reinado muy difícil, pues heredó un
Estado caótico y unas fronteras am enazadas. No obstante, la incapa
cidad de los jenízaros para sofocar la rebelión griega de 1821 arruinó
definitivamente el prestigio de ese cuerpo, aun a los ojos de los ulemas.
Apoyado por nuevas tropas, el sultán aprovechó la oportunidad para
disolverlos, y cuando éstos, como podía predecirse, se insubordinaron,
los rodeó en sus cuarteles y masacró sin piedad a todos los rebeldes.
Con Mahmut II se inició un proceso de reformas (tanzimat) que carac
terizaría al últim o siglo del Im perio otomano. El proceso, continuado
por Abdul M ajis (1839-1861), entró en una nueva fase con los Jóvenes
Otomanos, bajo Abdul Hamid II (1876-1909), y en otra fase con los Jóve
nes Turcos, bajo Mehmet V (1909-1918). El resultado final de los largos
EL ISLAM 569
F. Mustafá Kemal
G. El Islam contemporáneo
7 EL hecho de que el kemalismo quedara como fenómeno casi exclusivamente urbano y no pene
trara en el mundo rural, que demográficamente constituye la mayoría y tiene las más altas tasas de
natalidad, ha dado por resultado, junto con otras circunstancias, el actual resurgimiento del tradi
cionalismo en Turquía.
574 EL ISLAM
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ANEXOS
C ándido M endes
Como se aprecia en los capítulos xvm y xix de este estudio, el autor sostiene que el prin
cipio antrópico produce, entre muchas otras consecuencias, el postulado de la esfera
antrópica. El principio antrópico que postula la cosmología contemporánea — según
el cual el surgimiento de la vida y del hombre en nuestro planeta sólo fue posible gradas
a que la evolución del cosmos, desde la explosión primordial, siguió exacta y estric
tamente el curso que en realidad siguió, y no otro— es un postulado preñado de muchas
consecuencias que implican, como ya se dijo, la esfera antrópica.
Esta visión se fundamenta en la interpretación de la historia como un proceso general
que al mismo tiempo supone, de hecho —en contra del enfoque final de Toynbee—, la
aceptación del principio antrópico como una teleología inmanente de fado. El estudio
presenta un modelo como un concepto paramétricamente definido de lo que es una civi
lización, resultante de un reconocimiento ex post de una pauta básica de repetición, en
cada caso, de los ejemplos examinados. A pesar de todo, la historia, sea como consecuen
cia o bien orientada por un propósito, se convierte en víctima de una entelequia oculta.
Este marco teórico general se basa en una búsqueda experimental de una constante
de regularidades sociales, y presupone al mismo tiempo una premisa lógica general que
imbuye todo el estudio. La "unicidad" de nuestra evolución hunde sus raíces en la
"adecuación" necesaria y última de la conducta del corpus social que se está estudiando,
y su dinamismo es, per se, su realización autentica y plena. No está en juego ningún otro
mundo más que éste, y éste es el mundo último y posible.
Por ello, debe hacerse una observación básica sobre esta suposición fundamental de
Un estudio crítico de la Historia. El llamado principio "antrópico" lo sostienen hoy, por
ejemplo, la perspectiva de Kahler o de Chardin en oposición a las actuales declaraciones
generales de estudios paleontoantropológicos, como por ejemplo los emprendidos por
Steven Jay Guld o lan Tattersall, los cuales, en contra del principio leibniziano desarro
llado por la filosofía de la Ilustración, aseguran que "hay muchas maneras de llegar a
ser un homínido, y la nuestra es sólo una de esas posibilidades" (Tattersall, 1999,
p . 209).
579
580 ANEXOS
Todo el proceso está avanzando hacia la formación de una civilización planetaria, que
quedará integrada, en un largo periodo, por varias subespecies, expresando las prece
dentes civilizaciones que fueron llevadas a fundirse con la civilización occidental tardía.
El presente estudio se basa en la suposición empíricamente confirmada de que la historia
no es impuesta por ninguna fuerza o principio externo a su propio proceso. El proceso
histórico es la secuencia, en el espacio y en el tiempo, de acciones humanas que afectan
e influyen, de alguna manera, otra acción humana.
Considerando la estructuración general del proceso íntegro de la civilización, el estu
dio sigue la gran visión de Alfred Weber. No obstante, nos preguntaríamos si todas la
riquezas de las triples corrientes de la causación histórica han sido exploradas en toda
su capacidad, con objeto de abarcar el contexto del siglo xx y considerar la condición
atípica y singular en que Occidente pudo escapar de la fijación de un curso de expan
sión y de decadencia enfocado, empero, en un interjuego bidimensional en los procesos
social, cultural y de civilización. Siguiendo la visión del propio Weber del posible des
membramiento de una civilización a partir de su anterior cultura nutricia, hoy la plane-
tarización puede ocurrir dentro de un condicionamiento general débil. Es decir, cuando
las pautas tecnológicas y de poder y organización puedan fundirse con diferentes cultu
ras, superando la dicotomía entre los modos zelótico y herodiano, para morir o rendirse
por completo al alma ajena del imperio. El grado de "reducción" o de "objetivación" del
proceso de civilización puede permitir una plena liberación de la apropiación "reifica-
da", especialmente cuando se ve expuesta a un abrazo selectivo, como la estricta produc
ción de civilización — técnicas y pautas de poder— se enfrenta a una poderosa cultura
ajena, como lo muestra hoy exactamente el mundo islámico. En este caso, la resistencia
fundamentalista puede convertirse en un diálogo fértil mientras el uis-á-vis con Occi
dente no implique el monolito precisamente descartado por Weber, conduciendo a una
plena y pura resistencia a un resultado final. En realidad, lo que presupone ese enfoque
ANEXOS 583
Siendo limitadas las posibilidades básicas de la expresión cultural, aunque muy amplias
en términos humanos, también es limitado el progreso dentro del ámbito de cada pauta
cultural.
Richard Rorty afirmará entonces que el dominio de la realidad inerte siempre será
captado por la simple operación epistemológica que queda, como su "advertencia" hus
serliana, pero sólo puede asegurarse la verdad de la subjetividad del hombre mediante
la evitación a partir del idealismo de su self atribuido y su forma perenne, y los atributos
tienden a ser una exterioridad intrínseca de su signo, salvada por la plena sintaxis de la
586 ANEXOS
BIBLIOGRAFÍA
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I. EL SURGIMIENTO DEL HOMBRE Y LA CIVILIZACIÓN
J o sé G a ra w g er
El proceso evolutivo
589
590 AN EXO S
El Paleolítico
Los magdalenienses
El Neolítico temprano
idea se debe matizar e incluso abandonar, pues hoy parece que también
en el mundo antiguo hubo varios diferentes focos de neolitización: la
cultura del mijo en las zonas de loes del norte de China, del arroz en
la zona tropical de Asia, del mijo en el Sahara (en el Air), para no hablar
sino del cultivo de cereales. Todavía tenem os que citar el sureste de
Asia, donde mucho antes de la introducción del cultivo del arroz fueron
"dom esticadas" plantas de tubérculos (ñame, taro...) y frutas: plátanos,
árboles de pan, cocoteros... Tras el descubrimiento del sitio de Kuk, se
ha planteado la hipótesis de que las tierras altas de Nueva Guinea tam
bién pudieron ser un centro independiente de "dom esticación" de las
plantas (la caña de azúcar es originaria de allí), pues hay pruebas de
que se practicaron la protohorticultura hace unos 9 000 años y la horti
cultura hace 6 000 años; se trataba de horticultura, y no de agricultura,
en aquel antiguo m undo indooceánico en que sólo se aprovechaba el
poder de reproducción vegetativa de las plantas, y no el de la sexuada
(por simiente de los granos, que se da por ejemplo entre los cultivadores
de cereales).
más antiguos de éstos datan de hace cerca de 31 000 años y, por tanto, son
muy anteriores a los del arte m agdaleniense de Lascaux y Altam ira en
particular. Las figuras de animales, tan evolucionadas como en estas dos
últimas (pero cuyo estilo y bestiario son un tanto diferentes), son testi
monio, pues, de una mayor antigüedad del arte del Paleolítico superior,
pero también nos hacen pensar en la existencia de dos provincias artísti
cas en Europa occidental: la llamada " franco-cantábrica", por una parte,
y una provincia mediterránea, por otra, que iba de España a Italia.
BIBLIOGRAFÍA
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IL MESOPOTAMIA
Jea n B o ttéro
594
IV. LA CIVILIZACIÓN EGEA
IZABELLE O ZA N N E
El surgimiento
El desarrollo
La decadencia
M o rd ech ai C ogan
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VI. PERSIA
R ic h a r d N. F rye
sal", gran parte del cual fue transmitido al Imperio romano. La insisten
cia de este último en el derecho tuvo un predecesor en las leyes im peria
les de los aquem énidas, la ley del rey, una especie de sistem a secular
que regía todo el Imperio, en tanto que códigos religiosos locales se cen
traban en la fam ilia y en los asuntos sociales de los diversos pueblos
conquistados por los persas. Ambos imperios se mostraron intolerantes
con quienes se rebelaban contra el Estado, y en los castigos prevaleció la
crueldad, pero, por lo demás, ambos fueron muy tolerantes de las dife
rencias religiosas, étnicas y lingüísticas que hubiera entre sus súbditos.
En m uchos aspectos, como los caminos, el servicio postal, la categoría
de los mercaderes y similares, los romanos fueron los herederos de los
persas aqueménidas.
Con la expansión de las religiones "m undiales" o "universalistas" en
los siglos ii y m de nuestra era, ocurrió un profundo cambio en las lealta
des del pueblo, tanto en los Estados romanos como en los sasánidas. El
súbdito dejó de sentirse orgulloso de ser identificado como ciudadano
romano o como seguidor del rey de reyes persa. La fe religiosa rem pla
zó a la adherencia política como primera señal personal de identidad.
Cundieron la mojigatería y la intolerancia en materia de religión, ya que
el cristianism o, el m aniqueísm o y, por entonces, tam bién el judaism o
y el zoroastrismo proclamaron la universalidad y la verdad absoluta de
su m ensaje, y el que no lo aceptara m anifiestam ente era un infiel y un
m alvado. Más aún: la antigua sabiduría que no coincidía con las ideas
de los dirigentes religiosos se volvió sospechosa y caduca. En Europa
occidental, a este periodo se le ha llamado la "Época de las Tinieblas",
pero en Bizancio y el Imperio sasánida sólo hubo una tibia reacción con
tra la enseñanza secular. Además, los soberanos sasánidas empezaron
a fomentar la traducción de obras griegas, sirias e indias a su lengua, el
persa medio, y ellas estimularon la ulterior cultura islámica.
Los sabios, que a veces huían de las querellas doctrinales y la intole
rancia del Estado bizantino, fueron bien recibidos en la Persia sasánida.
Así, en Oriente, la antigua cultura, ahora desdeñada en Occidente, reci
bió un im pulso y después fue transm itida a Europa occidental. Persia
fue un importante factor en esta fase de la historia universal.
Otro aspecto de la historia persa que no ha recibido la atención que
merece es el papel de varios pueblos iranios, como los sogdios de Asia
central, los bactrianos, los jw arazm ianos y los propios persas como
interm ediarios entre China y Occidente. El intercam bio de productos,
obras artísticas y artesanías, así como de alimentos, gracias al comercio
entre Asia oriental y Persia desarrolló nuevos gustos en ambas direccio
nes y extendió enorm em ente el com ercio internacional. Pieles, ámbar,
ANEXOS 603
R o g er S. Bag n a ll
A ld o Sch la v o n e
Observaciones generales
Introducción
La idea de que "la edad plena de la ciudad no se puede fechar más allá
del siglo vi" es discutible. Sugiero un enfoque más matizado.
El paso del mundo antiguo a la Edad Media es de suma importancia
histórica. Gwatkin simplemente toma la — en mi opinión inaceptable—
línea de Pirenne. Una vez más, en lugar de tratar de aportar una solución,
sugeriría establecer y estructurar el problema. Por último, sobre la di
visión en periodos, yo no colocaría la conclusión del tercero en la muerte
de M arco A urelio, sino en la de A lejandro Severo, pues fue entonces
cuando comenzó la verdadera crisis.
Síntesis histórica
Sugiero hacer evidente, desde el principio, que esta síntesis sólo con
cierne a la historia política; en otras palabras, es puramente una histoire
evénementielle: una historia de acontecimientos.
Las páginas sobre la Roma arcaica son demasiado rápidas y dem asia
do categóricas. El lector queda con la impresión de encontrarse ante una
reconstrucción definitiva, cuando en realidad el tema sigue siendo cau
sa de m uchos fascinantes debates (véanse, por ejem plo, las últim as
publicaciones de Tim Cornell y Andrea Carqndini).
Yo me negaría a definir a los patricios y los plebeyos como "clases";
asimismo, la fecha de la destrucción de Sagunto es incorrecta. Por otra
parte, no se hace ninguna mención a la batalla de Cannas, que es el acón-
610 ANEXOS
El surgimiento
El desarrollo
La decadencia
A ngeliki E. Laiou
Los com entarios siguientes pretenden poner de relieve los rasgos que,
en opinión del autor, son sobresalientes de la sociedad y la civilización
bizantinas, así como subrayar el desarrollo y la transform ación de su
Estado.
A la civilización bizantina se le ha llamado terciaria; sin embargo, a mi
parecer — que también es el predominante en este ámbito— , no fue una
sociedad estancada de la Antigüedad tardía, sino una sociedad m edie
val, que se había vuelto así debido a una serie de transform aciones.
Dejó de ser una sociedad laxamente organizada, basada en las ciudades
y unida por un sistema administrativo jerárquico, el ejército y un siste
ma jurídico común, para convertirse en una sociedad en que las ciuda
des perdieron toda independencia y se redujeron en número, tamaño e
im portancia durante el siglo vn, para reaparecer en el siglo x con dife
rentes funciones, una sociedad que desarrolló sus propios m edios de
cohesión: la aldea, el gran feudo, las élites locales y la familia. También
el Estado modificó su papel, y la religión constituyó una presencia po
derosa. Los rasgos son los de una sociedad m edieval, aun cuando se
conservaran las apariencias de la Antigüedad tardía, en especial en lo
tocante al Estado.
El Estado bizantino subsistió durante más de mil años, con una conti
nuidad ostensible en que él mismo insistió. Esto crea una trampa para
los historiadores, así como para los bizantinos, aunque en mucho menor
grado. Los bizantinos, como todas las civilizaciones medievales, ateso
raban la tradición, y toda innovación era considerada como una inver
sión del buen orden. La innovación se presentaba, entonces, revestida
de una forma tradicional, lo cual resultaba más factible que en Europa
occidental por las siguientes razones.
Por una parte, Constantinopla fue fundada como ciudad de la A nti
güedad tardía en 330, y su nacim iento (12 de mayo) fue celebrado du
rante siglos, consagrando así la idea de continuidad. Pero la realidad era
muy distinta, pues Constantinopla, su economía y aun su aspecto exterior
se modificaron a lo largo de los siglos. Al llegar el siglo vm o rx, el pueblo
había olvidado las realidades del periodo de la Antigüedad tardía, y a la
612
ANEXOS 613
Desde finales del siglo xi hubo guerra en tres frentes: tribus nómadas
atacaron por el norte; los turcos por el este, y el poder occidental más
expansionista, los normandos, por el oeste. Resulta extraordinario que
el Estado bizantino lograra sobrevivir, aun cuando se limitara a los Bal
canes y las costas de Asia Menor. Al principio, las derrotas militares fue
ron resultado de la guerra en los tres frentes, así como de luchas intes
tinas por el poder, cerca del trono. Luego, a finales del siglo xii y aún
después, el Im perio bizantino se vio atrapado entre dos fuerzas en
expansión: los europeos occidentales, que em pezaban a dom inar los
mares, y los turcos. Los seléucidas eran, por entonces, sedentarios y
estables y hasta se retiraron a mediados del siglo xiii; pero a finales de
ese m ism o siglo, los ejércitos turcos fueron engrosados por sucesivas
oleadas de nómadas. Atrapadas entre unos y otros, las tierras bizanti
nas pasaron por un periodo de fragmentación política, que b ien habría
podido convertirse en la génesis de Estados nacionales, pero que no
tuvo la posibilidad de llegar al final de este proceso. En cambio, la región
quedó integrada al Imperio otomano, y así la decadencia y destrucción de
una forma imperial de gobierno hizo surgir otra forma (mucho más po
derosa) de gobierno imperial.
En suma, la interacción entre el Estado y el desarrollo de fuerzas par
ticularistas fue sumamente rica, y hubo periodos de equilibrio en que la
sociedad en conjunto se benefició del sistema político; pero, a la postre,
el Estado y las fuerzas particularistas se debilitaron mutuamente. Podría
decirse que la transformación de Bizancio en unidades diferentes y via
bles fue obstaculizada por el poder m ismo del Estado, así como la su
pervivencia de un poderoso Estado centralizado fue obstaculizada por
el brote de otras fuerzas sociales y la estratificación de la sociedad.
La historia del Im perio bizantino nos plantea la pregunta de si una
forma particular de Estado o de contexto político es necesaria para el
desarrollo o la supervivencia de una civilización. Es indudable que la
civilización bizantina surgió dentro de un marco de Estado en particu
lar, y tanto el Estado como la civilización se desarrollaron al correr del
tiempo. Y, a la inversa, aspectos importantes de la civilización bizantina
(la religión, la lengua, las formas del arte y los modos de producción)
sobrevivieron largo tiempo tras el ocaso del Estado, en el Imperio oto
mano y los Balcanes. Sus bandas de transm isión fueron la Iglesia, una
élite que incorporó a cristianos, incluso a descendientes de la aristocracia
bizantina, y el pueblo.
X. EL ISL A M
W lLFR ED M ADELUNG
X. El I s l a m .......................................................................................................................... 517
1. In tro d u cció n ............................................................................................................ 517
A. Ei paisaje y el entorno, 517; B. Los pueblos, 519
2. Síntesis h istó rica.................................................................................................... 520
A. Mahoma y los Rashidun, 520; B. El califato umayyad (661-750), 522; C. El
califato abásida (750-1268), 523; D. El surgimiento de los otomanos (1281
1453), 528
3. Principales rasgos cu ltu rales........................................................................... 531
A. El periodo islámico temprano (ca. 600-ca. 950), 531; B. El periodo islámi
co medio (ca. 950-1500), 538; C. La época de los grandes imperios (1500
1922), 541
4. El su rg im ien to ........................................................................................................ 545
A. La singularidad del acontecimiento, 545; B. El núcleo de Medina, 546; C.
El Islam aglutinante, 547
5. El d e s a rr o llo ............................................................................................................ 548
A. Las tres dimensiones, 548; B. Fases y épocas, 550; C. El Islam árabe, 552;
D. El Islam universal, 555; E. La fragmentación del poder, 558; F. Los
otomanos, 561
6. La d e c a d e n c ia ........................................................................................................ 563
A. Consideraciones generales, 563; B. La decadencia política, 564; C. Fac
tores ostensibles de la decadencia, 566; D. El reformismo islámico, 567; E.
Las causas de la decadencia, 570; F. Mustafá Kemal, 571; G. El Islam con
temporáneo, 573
B ib lio g rafía................................................................................................................... 575
www.fce.com.mx
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9 7 8 9 6 8 1 ró63643 Fondo de Cultura Económica