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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACION UNIVERSITARIA


UNIVERSIDAD POLITRCNICA TERITORIAL DE LOS VALLES DEL TUY
ESTADO BOLIVARIANO DE MIRANDA
NUCLEO CRISTOBAL ROJAS
P.N.F: PSCOLOGIA SOCIAL
U.C APORTES PSICOANALITICO A LA PSICOLOGIA SOCIAL.
TRAYECTO: II-II

TEMA 7

Los aportes de Fromm:


“ Psicoanálisis de la sociedad Contemporánea”

Profesora: Participantes:
Elizaida Borges Arocha José. V-17.704.360
Piñango Rony. V-16.811.061

Hernández Marilú. V-10.070.556

Charallave, 30 de Junio 2021


LOS APORTES DE ERICH FROMM:

Los estragos provocados por el sistema industrial y el capitalismo moderno han llevado al
ser humano a huir de la libertad. Este libro, análisis de tal huida, se centra en el concepto de
la enajenación y presenta la alianza entre la psicología patológica y la ética humanista. Al
pretender resolver los conflictos que agobian a la sociedad moderna, se van dibujando los
conceptos esenciales del psicoanálisis humanístico de Fromm.
Erich Fromm consideraba que, para estudiar el estado de la salud mental del hombre
contemporáneo, era necesario hacerlo también con las influencias sobre la naturaleza
humana de los modos de producción y de la organización social y política. Este autor
escribió su obra a mediados del siglo pasado, pero sus estudios son válidos varias décadas
después, con un sistema económico consolidado, a pesar de sus crisis periódicas, y una
alienación más poderosa que nunca en los seres humanos. Fromm llamaba "carácter social"
al núcleo de la estructura de carácter compartida por la mayoría de los individuos,
claramente diferenciado del carácter individual, del cual es necesario hacerse una idea para
juzgar la salud mental y equilibrio del hombre. La función del carácter social sería moldear
y canalizar la energía humana, en una determinada sociedad, con el fin de que esa misma
sociedad funcione. En la sociedad industrial moderna, por ejemplo, para que triunfara fue
necesario exigir una energía de trabajo sin precedentes a los hombres, que se convirtiera en
una especie de impulso interior hacia esos fines. La sociedad produjo un carácter social al
que fuesen inherentes esos impulsos.

PSICOANÁLISIS DE LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA

La génesis del carácter social no puede entenderse con referencia a una sola causa, es
necesario el conocimiento de la interacción de factores sociológicos e ideológicos. Las
factores económicos pueden tener un predominio en esa interacción, debido a la necesidad
primera de sobrevivir, aunque Fromm no considera meras proyecciones secundarias las
ideas religiosas, políticas y filosóficas, enraizadas también en el carácter social e
importantes en su sistematización y estabilización. El hecho de que la estructura
socioeconómica de la sociedad moldee el carácter del hombre es uno de los polos de la
interconexión entre la organización social y el hombre. El otro, lo considera Fromm la
naturaleza humana, que a su vez moldea las condiciones sociales en que vive. Por lo tanto,
para comprender el proceso social es necesario conocer las propiedades síquicas y
fisiológicas del hombre, y estudiar la interacción entre su propia naturaleza y la naturaleza
externa en que vive y necesita dominar para sobrevivir.

El hombre no sería una especie de hoja en blanco sobre la que escribe su texto la cultura,
aunque sí tenga la capacidad de adaptarse a casi cualquier circunstancia. Fromm considera
que la felicidad, el amor, la armonía y la libertad son inherentes a la naturaleza humana y
constituyen también factores dinámicos del proceso histórico. Si esos factores se frustran,
tienden a producir reacciones síquicas y a crear las mismas condiciones para los impulsos
originarios. Si las condiciones objetivas de la sociedad y de la cultura permanecen estables,
el carácter social tiene una función predominantemente estabilizadora. Si las condiciones
externas cambian, y no coinciden ya con el carácter social tradicional, éste se convierte en
un elemento desintegrador.

Para comprender cómo la estructura del carácter es moldeada por una determinada cultura,
sin que se desdeñe el hecho de que parte del carácter de una persona se forma en su
infancia, hay que diferenciar entre los contenidos particulares del carácter social y los
métodos con que es producido el referido carácter. La estructura social, y la función del
individuo en ella, puede considerarse como determinante del contenido del carácter social.
Por otro lado, Fromm denomina a la familia "la agencia síquica de la sociedad", la
organización cuyo función es transmitir las exigencias de la sociedad al niño en
crecimiento. El carácter de los padres, de la mayoría al menos, no deja de ser expresión del
carácter social, y por ello transmiten al niño los rasgos esenciales de la estructura de
carácter socialmente deseable. Además del carácter de los padres, también los métodos
educativos dentro de una cultura cumplen la función de moldear el carácter del niño en una
dirección socialmente deseable. No obstante, los métodos educativos solo tienen
importancia como mecanismo de transmisión, no para explicar el carácter social, y solo son
comprensibles si se entiende primero qué tipos de personalidades son deseables en una
determinada cultura. Contradice aquí a los freudianos ortodoxos, que consideran los
métodos educativos en sí mismos como la causa de la formación específica de una cultura.

Fromm considera que el problema de las condiciones socieconómicas de la sociedad


industrial moderna, como creadora de la personalidad del hombre occidental moderno y
causa de las perturbaciones de su salud mental, requiere el conocimiento de los elementos
específicos del modo capitalista de producción. Se trata del sistema económico
predominante desde el siglo XVII, y si bien puede diferenciarse el de los últimos dos siglos
del anterior, hay una serie de rasgos comunes que serían los siguientes: la existencia de
hombres política y jurídicamente libres; el hecho de que los hombres vendan su trabajo al
propietario del capital en el mercado de trabajo, mediante un contrato; la existencia del
mercado de mercancías como mecanismo que determina los precios y regula el cambio de
la producción social, y el principio de que cada individuo actúa con el fin de conseguir una
utilidad para sí mismo (aunque se pretenda que la existencia de la competencia resulte para
todos la mayor ventaja posible). Lo que Fromm considera imperativo en el capitalismo
moderno es la necesidad de hombres que cooperen en grandes grupos sin rozamientos, que
deseen consumir cada vez más y cuyos gustos estén estandarizados y puedan ser influidos y
previstos con facilidad. La características primordial del carácter social sería el
conformismo, y sin autoritarismo como en épocas anteriores, sin un director claro, con la
sensación en los individuos de ser libres e independientes y de formar parte de un
mecanismo social.

Lo que Fromm considera punto central de carácter social del hombre en el capitalismo
contemporáneo es la enajenación. Considera que es un concepto que toca el nivel más
profundo de la personalidad y, además, resulta el más apropiado si consideramos primordial
conocer la interacción entre la estructura socioeconómica y la estructura del carácter del
individuo medio. A diferencia de los antiguos artesanos y campesinos, cuyos artículos iban
dirigidos a un grupo de clientes más bien pequeño y conocido, la moderna empresa no se
sustenta en observaciones concretas y directas. Ha habido una transformación de lo
concreto en abstracto, cuya máxima expresión en las relaciones económicas está
representada por el dinero. Otra característica de la moderna producción capitalista es la
creciente división del trabajo hasta la exacerbación, lo que hace que Fromm lo considere
también un proceso de "abstractificación". El trabajador en la empresa industrial moderna,
dedicado a una función especializada, no está en ningún momento en contacto con el
producto completo.

La abstracción puede considerarse una característica del desarrollo cultural de la


humanidad. Podemos relacionarnos con el objeto de dos maneras: en su plena concreción,
apareciendo con todas sus cualidades específicas y sin que haya otro objeto totalmenta
igual a él; y de manera abstracta, teniendo en cuenta solo las cualidades que tienen en
común con otros objetos del mismo género, acentuándose siempre ciertas cualidades e
ignorando otras. Esta polaridad es imprescindible para  una relación plena y productiva con
un objeto, para percibirlo tanto en su singularidad como en su generalidad. Pero, en la
cultura contemporánea, esa polaridad ha abierto el camino a una referencia casi exclusiva a
las cualidades abstractas de las cosas y de las personas y al consecuente olvido de nuestra
relación con su concreción y singularidad. Se ha producido un proceso de abstracción en el
que la realidad concreta se han convertido en fantasmas que representan cantidades
diferentes, no cualidades diferentes. Las cosas se estiman como mercancías, como
representaciones de valor en cambio, incluso cuando se ha terminado una transacción
económica. En esta actitud "abstractificante" y "cuantificante", Fromm pone ejemplos, no
solo de cosas, también de fenómenos en los que el sufrimiento humano es importante y,
finalmente, incluso las personas se convierten en encarnaciones de un valor en cambio.

Este proceso de "abstractificación" tendría raíces muy profundas, que se remontan a los
orígenes de la edad moderna, en el que se habría producido una disolución de todo cuadro
concreto de referencia en el proceso de la vida. Hasta entonces, el mundo natural y social
del hombre era manejable, no se había perdido su concreción y precisión. El peligro se
inicia con la ruptura con las ataduras tradicionales, con el desarrollo del pensamiento
científico y con los descubrimientos técnicos. Los genocidios de la edad contemporánea se
producen ya de manera abstracta, apretando un botón y sin contacto alguno con la gente
que sufre, no hay relación aparente entre el ejecutor y su acto. Si se produjera una situación
concreta en la que se provoca el sufrimiento humano, puede darse una reacción de
conciencia común a todos los seres humanos normales. Fromm considera que la ciencia, los
negocios y la política han perdido todos los fundamentos y proporciones que hagan sentir
humanamente. El hombre se muestra perdido en un torbellino, originalmente creado por él,
en el que nada es concreto y nada parece real.
La cultura de la enajenación
Fromm considera que el resultado central de los efectos del capitalismo sobre la
personalidad es el fenómeno de la enajenación. Hablamos de ello cuando la persona se
siente respecto a sí misma como un extraño, sus actos no son ya suyos y las consecuencias
de los mismos han pasado a ser amos suyos, se subordina a ellos e incluso los idolatra.
Puede decirse que hablamos de un proceso de cosificación, en el que la persona no se
relaciona productivamente consigo misma ni con el mundo exterior. Antiguamente, las
palabras "enajenación" o "alienación" se referían a la locura, a la persona desequilibrada
por completo. En el siglo XIX, Marx y Engels utilizaron esas palabras, no ya como una
forma de locura, sino como un estado en el que la persona actúa razonablemente en asuntos
prácticos, pero constituye una desviación socialmente moldeada en la que los propios actos
se han convertido en "una fuerza extraña situada sobre él y contra él, en vez de ser
gobernada por él". Pero Fromm nos recuerda una acepción mucho más antigua, referida en
el Antiguo Testamento con el nombre de "idolatría".

La idolatría, tal y como sostiene la tradición, sería la situación en que el hombre invierte sus
energías y creatividad en fabricar un ídolo, para después adorarlo y verter sus fuerzas
vitales en esa "cosa". El ídolo no es ya el resultado de un esfuerzo productivo, sino algo
exterior al hombre y por encima de él, al que acaba sometiéndose. La enajenación es el
ídolo como representación de las fuerzas vitales del hombre. Todas las religiones
desembocan en este concepto de idolatría que explica Fromm, el hombre proyecta sus
capacidades en la deidad y no las siente ya como suyas, en un proceso de difícil reversión.
Toda subordinación puede considerarse un acto de enajenación e idolatría. Pero el
fenómeno idolátrico no se produce solo en un plano sobrenatural, tantas veces lo adorado
de ese modo es una persona (en el terreno personal, en el amor, o en el sociopolítico, con el
jefe o el Estado y, me atrevería a decir, en el vulgar caso de los ídolos deportivos). En este
caso, el ser alienado proyecta todo su sentimiento, su fuerza y su pensamiento en la otra
persona, sintiéndola como un superior. No se concibe al otro, ni a sí mismo, como un ser
humano en su realidad y se ve al "superior" como portador de potencias humanas
productivas. En la teoría de Rousseau, y en el totalitarismo posterior, el individuo renuncia
a todos sus derechos y los proyecta en el Estado como único árbitro. Se rinde culto, en
plena enajenación, a alguna clase de ídolo: estado, clase, partido, grupo...

También puede hablarse de idolatría y enajenación, no solo en relación a otra persona,


también en relación a uno mismo. Cuando uno se somete a pasiones irracionales, como el
ansía de poder, ya no se siente con las cualidades y limitaciones de un ser humano, sino que
se convierte en esclavo de un impulso parcial proyectado en objetivos externos y capaz de
someterle. Aunque se tenga la sensación de hacer lo que se quiere, la persona es arrastrada
por fuerzas independientes de ella, se siente una extraña para sí misma y para los demás. Lo
común a todo fenómeno idolátrico (a una deidad, a un jefe, al Estado, etc.) es la
enajenación, el hombre es ya un portador activo de sus propias capacidades y riquezas, sino
una "cosa" reducida dependiente de poderes externos en los que ha proyectado su fuerza
vital. Fromm insiste en que la enajenación forma parte de la historia de la humanidad,
aunque difiera de una cultura a otra en su especificidad y en su amplitud. En la sociedad
moderna, todas las cosas que el hombre ha creado han acabado situándose por encima de él
y no es ya el creador y el centro de las mismas, sino su servidor. La definición más acertada
sería que el ser humano, enajenado de sí mismo, se enfrenta con sus propias fuerzas,
encarnadas en cosas que él mismo ha producido.

En este escenario, en un proceso avanzado de industrialización, el trabajador se encuentra


despojado de su derecho a pensar y a moverse libremente. Apatía o regresión síquica, son
los resultados de acabar con la creatividad, con la curiosidad y la independencia de ideas en
el trabajador. Pero Fromm también atribuye a los jefes o directores un papel enajenador, a
pesar de manejar presuntamente el todo de la producción, se muestran enajenados del
producto como cosa concreta y útil. Director y obrero tratan con monstruos impersonales,
un descomunal gobierno político y/o económico, que determinan sus actividades. El
fenómeno más significativo de una cultura enajenada es el de la burocratización. Los
burócratas, políticos o económicos, se relacionan de modo impersonal con las personas, las
manipulan como si fueran cifras o cosas. Los directores al servicio de la burocracia son
inevitables en un contexto en el que el individuo se enfrenta a una vasta organización y a
una extrema división del trabajo que le impiden observar el conjunto y cooperar de forma
espontánea y orgánica con sus semejantes. Antiguamente, los jefes fundaban su autoridad
en un orden divino; en el capitalismo moderno, el papel de los burócratas se considera
sagrado al escapársele al individuo singular el funcionamiento de las cosas. La
exacerbación de esta situación de burocratización, como fenómeno de una cultura
enajenada, se dio en los Estados totalitarios, pero permanece en el Estado democrático y en
el mundo de los negocios del capitalismo. Por muy libre que se considere uno en una
situación personal, como es el caso de los pequeños propietarios, se sigue formando parte
de un mundo enajenado, en los aspectos económicos y sociopolíticos a nivel general

Las fuerzas que escapan al control humano.


El proceso de enajenación, afirma Erich Fromm, es tan firme en el consumo como en la
producción. Aceptamos como algo natural adquirir objetos por dinero, cuando la realidad es
que resulta una manera sumamente peculiar de obtener cosas. Que el dinero sea una forma
abstracta que representa trabajo y esfuerzo es una gran falacia, ya que se puede adquirir de
múltiples formas. Dejando, de momento, la cuestión de la explotación del trabajo ajeno,
clave para conseguir dinero en la sociedad capitalista, veamos lo que supone transformar
(supuestamente) el trabajo y el esfuerzo en una abstracción llamada dinero. Después de
haber obtenido dinero gracias a un esfuerzo, la forma de gastarlo es independiente de ese
esfuerzo empleado en el trabajo. Fromm considera que el modo auténticamente humano de
adquirir seria realizar un esfuerzo cualitativamente proporcionado con lo que se adquiere.
Obtener alimento y ropa dependería únicamente de la premisa de estar vivo; adquirir libros
y arte, de la capacidad para comprenderlos y usarlos. La manera de adquirir cosas, en la
sociedad de consuma, resulta independiente del modo como se usen (ostentación, estupidez,
destrucción...).

Los objetos se adquieren para "tenerlos", nos contentamos solamente con una posesión
inútil, no buscamos el placer del uso. Incluso, cuando sí se da un placer en el uso de cosas,
no deja de ser un factor importante el deseo de notoriedad. La publicidad nos ha hecho
perder el contacto con la cosa real y consumimos una fantasía de riqueza y distinción, en
muchos casos incluso hay una ausencia completa de realidad y solo la ficción creada por la
propaganda. De nuevo se apela a la concreción, esta vez al acto de consumir como un acto
verdaderamente humano en el que intervengan los sentidos, las necesidades orgánicas y el
gusto estético; en suma, en el que intervengamos los seres humanos con nuestra
sensibilidad, sentimiento e inteligencia, y no se sacrifique la experiencia significativa ni el
acto productor. Desgraciadamente, en la sociedad capitalista consumir supone una
satisfacción de fantasías artificialmente estimuladas y creadas por factores externos a
nuestro propio ser. Otro aspecto de la enajenación a destacar, dentro del acto de consumir,
es la cuestión de estar rodeados de objetos cuya naturaleza y origen se nos escapan.
Empleamos unos vagos términos adquiridos, sabemos cómo hacer funcionar las máquinas,
pero desconocemos los principios. Esto es válido para cosas cuya base es técnica y
científicamente compleja, pero también para otros objetos más mundanos (como puede ser
elaborar el pan o fabricar una mesa). Se consume como se produce, sin una relación
concreta con el objeto que manejamos.

La consecuencia de esta manera de consumir es que la satisfacción nunca se completa, ya


que no es la persona real y concreta la que consume algo real y concreto. Se produce la
necesidad de acumular más cosas, de consumir más. Naturalmente, si el nivel de vida de las
personas está por debajo de unas necesidades básicas, resulta legítima la necesidad de
consumo. Del mismo modo, Fromm también considera que cuanto mayor nivel cultural
existe, también es legítimo un mayor refinamiento en su consumo (calidad de los alimentos,
arte, libros...). Sin embargo, el ansia de consumo referido en nuestro sociedad
contemporánea ya no tiene como meta una necesidad real del hombre, resulta un fin en sí
mismo. El constante aumento de las necesidades nos obliga a un esfuerzo progresivamente
mayor y nos hace depender, tanto de esas necesidades, como de las personas e instituciones
que las crean. Puede decirse que con el incremento de los objetos de consumo crece el
campo de factores externos que esclavizan al ser humano. En definitiva, la acción de
comprar y consumir es compulsiva e irracional al resultar un fin en sí mismo, con escasa
relación con el uso o el placer de las cosas adquiridas.
La enajenación en el consumo no se limita al modo de adquirir y consumir mercancías,
también determina el tiempo libre del ser humano y es complicado que lo emplee de un
modo activo y con sentido. El consumo de películas, deporte, medios de comunicación o
libros, se hace igualmente de un modo abstractificado y enajenado. La cultura, y lo que no
es cultura (tal vez, la mayor parte de los casos, visto el panorama actual), está determinada
por la industria, al igual que los objetos de consumo. El valor de ocio no se mide en
términos humanos, está determinado por su valor en el mercado. Si una actividad creativa y
espontánea transforma al usuario (el acto de leer, de observar un escenario o de conversar
con amigos), en el proceso enajenado del placer no se produce nada a nivel interior,
únicamente queda el recuerdo de haber realizado algo. Fromm usaba ejemplo la cámara
fotográfica durante las vacaciones, la placentera experiencia de viajar es substituida por una
serie de instantáneas durante un viaje. Pensemos en cómo la tecnología nos ha hecho poder
capturar la "realidad" a comienzos del siglo XXI, de la forma más inane posible, y tal vez
nos dará motivos de reflexión lo que Erich Fromm afirmaba ya hace décadas.

Si hablamos de enajenación en el campo productivo y en el de consumo, no podemos


desvincular a las fuerzas que determinan la sociedad y las vidas de cuantos viven en ella.
En el capitalismo, no hay leyes sociales explícitas, únicamente el principio de que cada
individuo tiene que competir por sí mismo en el mercado, del cual surgirá el orden ("y no la
anarquía", ironiza Fromm). Las supuestas leyes económicas del mercado, que existirán, son
incognoscibles para el ciudadano medio. Las leyes del mercado, al igual que la providencia
o la "voluntad divina", pertenecen a un ámbito fuera del alcance de la voluntad y la
influencia humanas. Una de las manifestaciones más notables de enajenación es el estar
gobernados por leyes que no se controlan (y que, supuestamente no necesitan control).
Aunque resulte cuestionable que el poder político y el económico sean monstruos sin
control (hay quien dice que el laissez faire es una falacia, ya que el Estado y el capitalismo
se alimentan mutuamente), el análisis del Fromm para el hombre de la calle, y su actitud
enajenada, sí parece indiscutible.
En la sociedad capitalista, las relaciones personales están marcadas por el interés, por
considerar al otro una mercancia. Fromm considera que no se producen una gran cantidad
de amor ni de odio, más bien las relaciones se quedan en la superficie, aunque detrás esté el
distanciamiento y la indiferencia. En las diferentes fases del capitalismo se ha producido
una pérdida progresiva de los vínculos sociales del hombre, el motor de las relaciones
humanos no es ya el deseo de cooperación, no hay solidaridad hacia el prójimo y sí un
evidente egoísmo que busca solo el interés personal (un egoísmo que no duda en usar a
otros seres humanos para sus intereses, sin ninguna lectura de desarrollo individual). Los
reductos sociables que le quedan al ser humano están encarnados en el Estado, y de ahí que
se nos obligue (o algunas sientan la obligación) de pagar impuestos, votar o respetar las
leyes. Hay una rígida separación entre la sociedad y el Estado (identificado exclusivamente
con el quehacer político), por lo que éste se convierte en un ídolo en el que se proyectan
todos los sentimientos sociales. Fromm considera que esa idolatría hacia el Estado solo
desaparecerá cuando el hombre vuelva a incorporar a sí mismo los poderes sociales y no se
produzca una división entre su existancia privada y su existencia social.

El hombre es en el sistema capitalista, y así lo ve él mismo, una cosa para ser empleada
eficientemente en el mercado, no se siente como un agente activo y consciente, portador de
las potencias humanas. Está enajenado de sus potencias, de la capacidad de sentir y pensar,
por lo que su identidad surge de su papel socioeconómico. El éxito o el fracaso del
individuo está marcado por factores ajenos él mismo, no hay ya dignidad en la personalidad
enajenada (factor que Fromm considera con mucho peso en otras culturas). Esta "pérdida
de personalidad" de la que habla Fromm es vista por otros autores como algo natural; la
falta del sentido de la identidad sería un fenómeno patológico, ya que la "personalidad
única" no sería tal, y sí un resultado de los muchos papeles que representamos en las
relaciones con los demás (papeles que tienen la función de obtener la aprobación y evitar la
ansiedad resultante de la desaprobación). Fromm niega dicha teoría e identifica el
sentimiento de sí mismo con el sentimiento de identidad, el cual desaparece en la sociedad
enajenada y se busca la aprobación de los demás para confundirla con el éxito y convertirse
en una mercancía vendible; los demás no lo consideran ya una "personalidad única", sino
una entidad ajustada a uno de los modelos establecidos.
Para comprender el fenómeno de la enajenación es necesario tener en cuenta una
característica específica de la vida moderna: "su rutinización, y la represión de la
percepción de los problemas básicos de la existencia humana", en palabras del propio
Fromm. El hombre apenas sale del terreno de las convenciones y de las cosas establecidas,
difícilmente logra perforar la superficie de su rutina y, si lo intenta, lo efectúa con grotescos
intentos rituales (como el deporte, toda suerte de religiones y creencias, o las hermandades
de algún tipo). Fromm considera que el interés y la fascinación por el drama, el crimen o la
pasión no es solo expresión de un gusto cuestionable y del sensacionalismo, sino un deseo
profundo de dramatización de los fenómenos importantes de la existencia humana (la vida
y la muerte, el crimen y el castigo, el combate entre el hombre y la naturaleza...). En el
antiguo drama griego, se produciría un tratamiento profundo y de alto nivel artístico de esos
fenómenos. Por el contrario, el drama y el ritual modernos son toscos, no producen ninguna
catarsis y simplemente revelan la pobreza de esa solución para atravesar la superficie de la
rutina. Estaremos de acuerdo en que la revolución tecnológica, que hemos vivido en las
últimas décadas, se ha producido en el tipo de sociedad capitalista y consumista cuyos
fenómenos síquicos describe Fromm, por lo que sus tesis sobre los procesos de abstracción,
cuantificación y enajenación se refuerzan en un mundo en el que la tecnología parece
separarnos de la vida real.

Otras preguntas, acerca del proceso de la enajenacion, tienen que ver con qué ocurre con
factores como la razón y la conciencia en una sociedad de este tipo. Si entendemos por
inteligencia la habilidad para manipular conceptos con el fin de conseguir algo práctico, de
memorizar o de manejar ideas con rapidez, eso es lo a lo que nos limitamos en nuestros
negocios para resolver cosas. Fromm define la inteligencia como el pensamiento al servicio
de la supervivencia biológica. En cambio, la razón desea comprender, profundizar en la
realidad que nos rodea, y su meta sería impulsar la existencia intelectual y espiritual. El
desarrollo de la inteligencia, de la mera habilidad, ha ido en detrimento de la razón, la cual
requiere de individuo capaces de penetrar en las impresiones, ideas u opiniones, no
meramente compararlas y manipularlas. En el hombre alienado se da una aceptación de la
realidad tal y como aparece, desea consumirla, tocarla o manipularla, pero no se pregunta
por qué las cosas son como son ni adónde se dirigen. Aunque se lea el diario, o se consuma
cualquier otro medio, existe una alarmante falta de comprensión del significado de los
acontecimientos políticos. Junto a la falta de razón en la sociedad moderna, debido a la
inexistencia de personalidad en el individuo, está otro factor íntimamente relacionado que
es la imposibilidad de una conducta y un juicio éticos. Si el hombre de convierte en una
especie de autómata en la sociedad enajenada, díficilmente puede desarrollarse la
conciencia y ser la ética una parte importante de su vida. La conciencia existirá cuando el
hombre se escuche a sí mismo, no se vea como una cosa o una mercancía. Poseemos toda
una herencia ética recibida del pasado, fundada en un humanismo que niega toda institución
que se sitúe por encima del ser humano, aunque la historia suponga numerosas ejemplos
sociopolíticos de lo contrario. Pero, en la sociedad moderna, en lugar de dar mayor
horizonte a la razón y a la ética, lo que es únicamente una herencia indeterminada termina
por desaparecer y nos acercamos a la barbarie legitimada en una presunta eficacia técnica y
económica. Fromm consideró la premisa de luchar contra el conformismo, de ser capaz de
decir "no", para poder escuchar la voz de la conciencia. Esta consideración nos recuerda al
inconformismo del "hombre rebelde" de Albert Camus, capaz de destruir ídolos e
instituciones para construir un mundo libre.

El proceso de trabajo se identifica en Fromm con el proceso de moldear y transformar la


naturaleza externa al hombre, y de esa manera el hombre se moldea y cambia a sí mismo.
La naturaleza del hombre, sus potencialidades y las leyes naturales a las que está sujeto, son
un punto de partida para conquistar la naturaleza externa y desarrollar sus capacidades de
cooperación y de razón. Pero el trabajo ha pasado de ser una actividad satisfactoria en sí
misma y placentera, como sí puede haber sido en algunos momentos de la historia, a
convertirse en un deber y una obsesión. El trabajador industrial ejerce un papel
fundamentalmente pasivo, realiza una función pequeña y aislada en un proceso productivo
grande y complejo, se muestra enajenado del fin de su trabajo. El trabajo es un medio de
obtener dinero y no una actividad humana con sentido. Este carácter enajenado del trabajo,
profundamente insatisfactorio, da lugar a dos reacciones: por un lado, el ideal de la
ociosidad total; por otro, una hostilidad, consciente o inconsciente, hacia el trabajo y hacia
todas las cosas relacionadas con él. Fromm consideraba ya en su época que los medios de
comunicación, junto al desarrollo de la técnica, no hacían más que potenciar ese anhelo de
holganza, la ilusión de poder dominar la realidad sin apenas talento ni esfuerzo. En cuanto
al odio, parece más grave que la falta de sentido y el tedio del trabajo, ya que se manifiesta
tantas veces de modo inconsciente. Se acaba odiando el entorno, a los demás y, finalmente,
a uno mismo si se sacrifica el sentido de la vida por un éxito aparentemente embriagador.

El pensamiento de Fromm, también como sicoanalista de la sociedad, resulta fascinante y,


desgraciadamente, el tiempo ha consolidado lo que él ya tomaba como problemas graves de
la sociedad capitalista. La noción de trabajo de este autor era liberadora, herencia de unos
valores de la Ilustración pendientes de adquirir sentido en la existencia humana (es la única
manera de aceptar la posmodernidad, sin desesperanza alguna, otorgándole mayor campo y
sentido a los valores de emancipación). Las respuestas de Fromm a los males de la sociedad
moderna, que dejaremos para un nuevo artículo, solo podía pasar por un socialismo que se
encargara de la emancipación en todos los aspectos de la vida, sin dar predominancia al
factor económico sacrificando el resto, tal y como pretendió el marxismo y fracasó
estrepitosamente en su praxis. Un socialismo que solo puede ser calificado de libertario.

Las propuestas morales para un socialismo libertario, dentro de la sociedad industrial son
incuestionables. Sin embargo, las objeciones al respecto no son pocos, vamos a repasar
algunas de ellas con el propósito de desmontar lo que no son más que tópicos que quieren
legitimar un sistema establecido. Como dice Erich Fromm en Psicoanálisis de la sociedad
contemporánea, las objeciones son, tanto en la cuestión de la propia naturaleza del trabajo
industrial, como en la propia naturaleza del hombre y en las motivaciones sicológicas del
trabajo. Algunos objetores, siendo sinceros, reconocen que el trabajo industrial moderno es
mecánico, carente de interés y enajenado, además de estar basado en un grado extremo de
división del trabajo, por lo que no puede nunca ocupar todo el interés y atención del
hombre. No resulta difícil escuchar argumentaciones contrarios a toda vía socialista, en la
línea de considerar mero romanticismo la idea de hacer el trabajo interesante y otorgarle
algún sentido, ya que el sistema industrial resulta incompatible con semejante idea. Incluso,
lo deseable para muchos sería la automatización total del trabajo, de tal modo que el ser
humano trabaje pocas horas y realizando una rutina casi inconsciente. En cierto modo,
podríamos considerar esa idea de la evolución industrial como atractiva, una fábrica
totalmente automatizado y el trabajador liberado de todo trabajo sucio e incómodo. Sin
embargo, el análisis de Fromm, en aras de una sociedad sana, tiene unas cuantas
objeticiones respecto a la esperanza de esa idea (que, por otro parte, el tiempo ha
demostrado falaz, ya que la división de clases es igual o peor que la de del siglo pasado).

Fromm considera pernicioso el trabajo mecanizado, ya que considera que el operario no


están en contacto con la realidad, se límita prácticamente a "soñar despierto". Como vemos,
esta visión se engloba en la tesis general de Fromm sobre la enajenación en la sociedad
contemporánea. Frente a ello, se reclama una plena concentración en el trabajo, al igual que
en cualquier otra tarea, lo que sí resulta verdaderamente vigorizante. Visto el mundo hoy en
día, no hay demasiados esperanzas para la revolución industrial, por sus propias
condiciones intrínsecas, y por la imposibilidad de que tantos lugares sufran un proceso de
industrialización (la confianza que se tuvo en esta forma de entender el progreso se
demostró un engaño más). Si, además, observamos que el trabajo resulta para una mayoría
cada vez más enajenado (entendiendo que exista el trabajo, dada la precariedad y las crisis
cíclicas del capitalismo), los efectos sociales y sicológicos son desastrosos. El trabajo
asalariado, tal y como lo entendemos al día de hoy, es plenamente criticable (aunque
dependamos de ello para subsistir). Sin embargo, hay que considerar el trabajo, como
actividad auténticamente enriquecedora, como una parte fundamental de la existencia
humana. Si hablamos de enajenación y automatización en el trabajo, entendemos que la
vida humana es en gran parte enajenada y automatizada.

Por lo tanto, hay que ser críticos con toda idealización de un trabajo absolutamente
automatizado, y reclamar un sentido y atractivo para el mismo. Veamos ahora algunas
objeciones al respecto, como es la propia idea que el trabajo industrial es por su propia
naturaleza carente de interés y de satisfacción, o el hecho de que existen tareas
desagradables que no pueden dejar de realizarse. Incluso, las críticas a una posible
autogestión obrera, que resultaría incompatible con las exigencias de la industria moderna y
conduciría al caos. Según estas críticas, el hombre debe conformarse en una rutina,
obedecer y someterse a una jerarquía establecida. En esta línea de críticas conservadores, y
reduciendo al ser humano notablemente, se le considera holgazán por naturaleza y es
necesario condicionarlo para que trabaje, dejando a un lado todo conflicto y sin que haya en
su labor demasiada iniciativa ni espontaneidad. Fromm se encarga de desmontar todas estas
vulgaridades, ocupándose del supuesto problema de la indolencia en el ser humano y del de
las motivaciones en el trabajo.

Lejos de considerar la indolencia como propia de la condición humana, resulta todo lo


contrario, un síntoma de desarreglo mental. No hay peor tortura existencial que la del tedio,
la no sabes qué hacer con uno mismo y con nuestra vida. Incluso si no existiera el concepto
de remuneración, el hombre estaría deseoso de emplear sus energías en una actividad que
tuviera sentido para él, ya que le resultaría insoportable la idea del tedio. En alguna ocasión,
he tenido alguna discusión en este sentido. Hay personas que les resulta insoportable la idea
de no trabajar, y no hablo de personas libres e independientes, sino de trabajadores
sometidos a la voluntad de otros. Es por eso que otros señalan la estupidez de permanecer
"atados" a un trabajo, con la cantidad de cosas que podrían hacerse en la vida. Sin embargo,
yo observo una polarización de actitudes que, profundizando, no son necesariamente
incompatibles ni antagónicas. La persona que rechaza la idea de dejar de trabajar, a pesar
de que las condiciones no sean las adecuadas, está tal vez manifestando su temor al tedio
(es decir, su labor le resulta gratificante en cierta medida). En cambio, el que observa los
males de un trabajo subordinado y reivindica otras labores a realizar en la vida, es posible
que le resulte imposible la idea de no hacer un trabajo productivo (como por ejemplo,
dedicarse exclusivamente a viajar). En la actitud del primero, tal vez pese bastante la
enajenación y la subordinación, males que hay que señalar. Sin embargo, en el segundo está
el peligro del anhelo de la holganza completa, una falacia que no conduce a una vida sana y
productiva.

No obstante, a pesar de esta categoría de la indolencia como patología, hay que tener en
cuenta la sociedad en la que nos encontramos. En ella, el trabajo resulta la más de las veces
enajenado e insatisfactorio, lo que lleva a hostilidad y tensión en gran proporción, y
consecuentemente se produce la aversión al trabajo que uno realiza y a todo lo relacionado
con él. Es por eso que llegamos de nuevo a ese "ideal" de la holganza completa, de no hacer
nada, que se convierte en un estado mental prácticamente incuestionable (cuando, podemos
hablar de nuevo de un estado patológico, resultante de una idea del trabajo enajenada y sin
sentido). Es por eso que las opininiones habituales, en cualquier tema, están condicionadas
por la sociedad en las que nos encontramos. Incluso, la idea habitual de que el dinero es la
principal motivación para trabajar puede tener otras lecturas. Si entendemos que el miedo a
pasar necesidad es la principal motivación para trabajar, resulta esa opinión
incuestionablemente cierta. Si un obrero no estuviera en la disyuntiva de, o aceptar ciertas
condiciones, o morirse de hambre, mucho trabajo no serían aceptado solamente por un
salario. Es, efectivamente, la necesidad la que empuja a la gente a realizar ciertos trabajos
desagradables, y no la voluntariedad. Es el mundo en el que vivimos, donde los incentivos
parecen ser el dinero, el prestigio, la posición y el poder. Sin embargo, como demuestra
Erich Fromm en su obra, ello no forma parte de una supuesta naturaleza humana, sino que
es el resultado de determinados mecanismos sociales y sicológicos producto de una
sociedad que puede calificarse de patológica.

MIEDO A LA LIBERTAD

Acerca del concepto de Libertad


Para comprender el sentido en el que Fromm dirige la problemática acerca de la libertad,
resulta necesario ubicar su pensamiento en las influencias que recibe del Marxismo y del
Psicoanálisis, esto significa comprender al ser humano como un sujeto que trabaja y que
está determinado por su situación de clase y, como un sujeto de deseo que debe reprimir el
principio del placer por la exigencia del principio de realidad. 
Su pertenencia a la Escuela de Frankfurt lo lleva a recorrer el siguiente trayecto teórico: un
marcado interés teórico-práctico por el marxismo; un concepto de filosofía como
teoría crítica de la sociedad, más que como creación de sistemas filosóficos o meras
descripciones de la realidad; un rechazo de la pura especulación filosófica, dedicándose
al conocimiento de lo que estos filósofos llaman "el mundo de la vida"; oposición a los
planteamientos del Neopositivismo y oposición al concepto de razón como razón ilustrada
y a la idea de progreso que surge en el Siglo XIX. 
En su primera etapa de formación la Escuela de Frankfurt en la década de 1920 se
encuentra centrada en el análisis de la teoría marxista; hacia el período de entreguerras se
produce una crisis de valores que desemboca en los años '60 a un replanteo acerca de la
pérdida de libertad en los países que habían adoptado el sistema comunista, que se había
transformado en totalitarismo. 
La experiencia de Fromm en un país capitalista como Estados Unidos lo conduce a
plantearse con mucho énfasis la categoría de alienación que estará presente en varias de sus
obras.  El sujeto debe liberarse de las formas alienadas propias de la sociedad de consumo
que centran su existencia en el tener y no en el ser. Es así que hablará del hombre
nuevo como aquel que puede vivir en la esencia de su humanismo dejando la apropiación
de los objetos en un segundo plano. 
"La función de la sociedad nueva es alentar el surgimiento de un Hombre nuevo, ser
cuya estructura de carácter tendrá las siguientes cualidades: 
Disposición a renunciar a todas las formas de tener, para poder ser plenamente.
Sentir seguridad, tener un sentimiento de identidad y confianza basados en la fe en lo que
uno es, en la necesidad de relacionarse, interesarse, amar, solidarizarse, con el mundo que
nos rodea, en vez de basarse en el deseo de tener, poseer, dominar el mundo, y así volverse
esclavo de sus posesiones.
Aceptar el hecho de que nadie ni nada exterior al individuo le da significado a su vida, sino
que esta independencia radical y la no cosidad pueden llegar a ser la condición de la
actividad plena dedicada a compartir e interesarse por sus semejantes. (...) "  1. 
En este sentido, el hombre nuevo es aquel que se libera de la alienación de los objetos para
constituirse como un sujeto pleno en su condición humana trascendental. Pero el hombre no
trasciende a través de la racionalidad, sino por medio del amor. En este sentido Fromm
define su postura como un Humanismo, para destacar que el sujeto no está condicionado o
determinado por su naturaleza (ello) o por las condiciones económicas propias de la
sociedad capitalista (lucha de clases); dado que él puede liberarse trascendiendo sus
pulsiones y su interés egoísta por poseer, a través de la relación amorosa con los otros. 
En el psicoanálisis el sujeto quiere conseguir la felicidad y mantenerla; Freud señala que
esto significa tanto acrecentar el placer como evitar el dolor, que el programa mismo del
principio del placer: uno de los principios que rige la vida psíquica. La consecución del
placer puede verse impedida por el sufrimiento proveniente de tres fuentes diversas: la
naturaleza, la fragilidad de nuestro cuerpo y las normas que regulan los vínculos recíprocos
entre los seres humanos. 
El principal conflicto  está entre el frágil equilibrio entre el principio de placer (ello) y el
principio de realidad (super yo). Tal estado de cosas genera un intenso sentimiento de
frustración ante la cultura, ya que esta nos pide grandes esfuerzos y renuncias sin
retribuirnos con la recompensa esperada. La cultura se edifica sobre la renuncia de lo
pulsional, y hay que explicar por qué mecanismos esto se logra y por qué esa renuncia
desemboca en un fracaso.  
Para comprender el esquema explicativo de Freud a este problema del malestar en la
cultura, lo primero que hay que apreciar es lo que podemos denominar el modelo pulsional.
El primer modelo pulsional distingue una dualidad entre autoconservación y sexualidad. Un
segundo modelo también dualista muestra los polos entre eros y thánatos: pulsiones de vida
y pulsiones de muerte. 
La conclusión de la interpretación freudiana es que el malestar es un rasgo esencial de la
cultura, no uno que obedezca a tal o cual coyuntura histórica, ni a algún aspecto particular,
sea de orden económico, social o político. Esto no lleva necesariamente a pensar que
entonces no hay salida; y que las esperanzas de una vida más dichosas deban sumarse a
causas perdidas de la humanidad. Pero sí indica que no puede desconocerse la naturaleza de
ese malestar, pues eso nos llevaría a acrecentar nuestro sufrimiento. 
" A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de sí - y
hasta qué punto - el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida
colectiva emanadas del instinto de agresión y de autodestrucción. En este sentido la época
actual quizá merezca nuestro particular interés.  Nuestros contemporáneos han llegado a tal
extremo en el dominio de las fuerzas elementales que con su ayuda les sería fácil
exterminarse mutuamente hasta el último hombre. Bien lo saben, y de ahí buena parte de su
infelicidad y su angustia. Sólo nos queda esperar que la otra de ambas 'potencias celestes',
el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer la lucha con su no menos inmortal
adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final?."  2. 
Para que exista civilización resulta necesaria la represión. A mayor presión superyoica,
mayor será el malestar.  Pero ¿es posible concebir una civilización sin malestar?.  
En definitiva, la cultura es para Freud un proceso al servicio del Eros, cuya finalidad es
reunir en el círculo más grande de la humanidad a todos los individuos. La pulsión agresiva
se constituye en obvio obstáculo para el éxito de este programa.
Fromm vincula las categorías del marxismo y del psicoanálisis para dar cuenta de la
paradoja que vive el sujeto en sociedad. Este debe reprimir sus deseos para convivir con
otros en armonía, pero también se encuentra enajenado en un mundo de objetos que lo
limita en su  elección libre de un estilo de vida.  
"La persona enajenada (...) no puede ser sana. Puesto que se siente a sí misma como una
cosa, como una inversión que puede ser manipulada por él mismo y por otros, carece del
sentido del yo, carencia que crea honda ansiedad.  (...) Si la edad contemporánea ha sido
llamada con razón la época de la ansiedad, se debe primordialmente a esta ansiedad
engendrada por la falta de un sentimiento del 'yo'. En la medida en que 'yo soy como usted
me desea', 'yo' no soy: estoy angustiado, dependo de la aprobación de los demás, procuro
constantemente agradar. La persona enajenada se siente inferior siempre que se cree en
desacuerdo con los demás."  3. 
El sujeto enajenado deja de verse a sí mismo, para verse a través de los demás; cuando su
aspecto o presencia no coincide con la expectativa de los otros siente culpa. Esta
culpalibilidad no es otra cosa más que el sentimiento de abandono, el no sentirse amado, la
falta de correspondencia de su sentimiento amoroso le genera culpabilidad. 
Es preciso, para Fromm, recuperar la visión humanista, que todavía no ha desaparecido en
la sociedad capitalista de consumo, para no reducir el amor a la búsqueda de placer físico y
para no confundir la plenitud de la vida espiritual con la adquisición de bienes. No se es
mejor persona por tener muchas cosas, sino por la forma en que comulgamos con los otros
a través del sentimiento amoroso, sea cual fuere la relación o vínculo que nos une a los
demás. En El arte de amar, Fromm nos habla de las diferentes relaciones amorosas y de qué
manera es preciso entregarse al otro sin dejar de ser uno mismo. 
EL MIEDO A LA LIBERTAD
Al comienzo de su obra El miedo a la libertad, Fromm hace referencia a la libertad como
una conquista o lucha de los oprimidos por emanciparse de la dependencia que sufrían
respecto de aquellos que gozaban de privilegios. 
Como apuntamos en los capítulos anteriores la impronta del marxismo y del psicoanálisis
llevan a su enfoque a retomar categorías propias de estas posturas; pero pronto observamos
que Fromm las orienta a lo que él llama "Socialismo humanista comunitario". 
En el libro citado hace una crítica a la noción de progreso de la modernidad que definía un
sujeto capaz de vencer las fuerzas de la naturaleza a través de la ciencia, y que había
"...sacudido la dominación de la Iglesia y del estado Absolutista". 
Pero el siglo XX mostró el lado oscuro de la libertad de dominación del hombre: la guerra
mundial, los campos de exterminio nazis, la amenaza de la bomba atómica, sacudieron el
ego del hombre moderno y llevaron a replantearse sus posibilidades existenciales. 
Plantea, entonces, unas cuantas cuestiones fundamentales acerca del problema de la
libertad, que resumiremos en cuatro:  
Si el deseo de libertad es inherente a la naturaleza humana.
Si la libertad es solamente ausencia de presión exterior o es también presencia de algo.
Si junto al deseo innato de libertad no existe a la vez un anhelo instintivo de sumisión.
Si el sometimiento se da siempre en relación con una autoridad exterior o existe conforme a
autoridades que se han internalizado. 
Al abordar entonces estas cuestiones centrales respecto de la cuestión de la libertad, Fromm
advierte que las condiciones de posibilidad del sometimiento y la consecuente falta de
libertad son psicològiacas. El fascismo pudo desarrollarse gracias a una fuerte acciòn
psicologica sobre los sujetos.
Hace referencia a los aspectos que destaca Freud en relación con el concepto de naturaleza
humana y la posibilidad de la creación de un mundo civilizado.
La pregunta pertinente aquí es la de pensar los motivos por los cuales surgió el nazismo en
el apogeo de la cultura europea contemporánea. 
"La concepción de la naturaleza humana consistía, sobre todo, en un reflejo de los impulsos
más importantes observables en el hombre moderno, análogos a los llamados instintos
básicos que habían sido aceptados por psicólogos anteriores. Para Freud, el individuo
perteneciente a su cultura representaba el 'hombre' en general, y aquellas pasiones y
angustias que son características del hombre en la sociedad moderna eran consideradas
como fuerzas eternas arraigadas en la constitución biológica humana. (...)
(...) El campo de las relaciones humanas, en el sentido de Freud, es similar al mercado: es
un intercambio de satisfacciones de necesidades biológicamente dadas, en el cual la
relación con los otros individuos es un medio para un fin y nunca un fin en sí mismo."  4. 
Es en este punto que Fromm va a disentir con Freud asegurando que el modo de relación
del individuo con la sociedad no es estático (satisfacción pulsional), sino dinámico
(histórico). El hombre es producto de la historia y la historia es producto del hombre. Las
pasiones, los deseos y las angustias son resultados de un proceso social; pero la sociedad no
sólo ejerce una función de represión, también ejerce una función creadora.  
El individuo debe adaptarse al medio social, pero esa adaptación no es estática, la cual
implica la adquisición de un nuevo hábito; es fundamentalmente una adaptación dinámica.
La forma en que un individuo satisface sus necesidades vitales está vinculada al proceso
histórico que marca la forma peculiar -epocal- de respuesta y de satisfacción de un deseo. 
Las necesidades fisiológicamente condicionadas pueden resumirse en la noción de una
necesidad de AUTOCONSERVACION. Pero el hombre trasciende la mera necesidad de
autoconservación de la especie y del individuo, en lo que Fromm denomina diversas formas
de COOPERACION.
En este punto esboza una relación entre el miedo al aislamiento y el miedo a la libertad.
Vivir con otros es una necesidad, el hombre es un animal social, necesita de los demás para
autoconstituírse como sujeto.  
El dilema de la libertad es que cuando más gana el individuo en márgenes de autonomía, la
posibilidad cada vez más cercana a la soledad y sobretodo a la soledad moral que es la más
grave; lo conduce a tener que decidir cuánto de su libertad está dispuesto a resignar para
poder convivir con los demás individuos. 
La ambigüedad de la libertad radica en este juego dialéctico entre libertad positiva y
libertad negativa, entendiendo la segunda como autolimitación a favor de la posibilidad del
encuentro con los otros. Fromm distingue la libertad para de la libertad de, la segunda es la
liberación de una rasgo instintivo que nos ata a una necesidad determinada. 
Desde el comienzo de su vida el hombre está obligado a elegir el curso de su acción y esa
exigencia provoca incertidumbre y angustia; toda elección implica un riesgo, la posibilidad
de equivocarse. Estas elecciones no son del orden natural, sino del orden social, político y
económico.  Liberarse para significa en sentido positivo, el desatarse de condicionamientos
externos para lograr una finalidad en nuestra vida. Es la libertad del proyecto. Tener un
proyecto de vida requiere de esta libertad para elegir un camino, para realizarnos en nuestro
particular manera de proyectarnos en el mundo cultural. 
Fromm nos ofrece el ejemplo del mito bíblico de la expulsión del hombre del paraíso. 
"El mito identifica el comienzo de la historia humana con un acto de elección, pero acentúa
singularmente el carácter pecaminoso de ese primer acto libre y el sufrimiento que éste
origina. Hombre y mujer viven en el jardín edénico en completa armonía entre sí y con la
naturaleza. Hay paz y no existe necesidad de trabajar; tampoco la de elegir entre
alternativas; no hay libertad, ni tampoco pensamiento. Le está prohibido al hombre comer
del árbol del conocimiento del bien y del mal: pero obra contra la orden divina, rompe y
supera el estado de armonía con la naturaleza de la que forma parte sin trascenderla."  5.
 La libertad es un acto de desobediencia, es el comienzo de la razón. El mito resalta el
sufrimiento de este acto de libertad; la angustia que produce tomar una decisión, correr un
riesgo, perder la otra oportunidad: la de no haber elegido o la de equivocarnos al tomar la
decisión. 
Cada vez que rompemos los lazos con aquello que nos ataba a una tradición nos
encontramos solos y atemorizados; al decidir ha perdido momentáneamente la identidad
que fue construida al hilo de una vieja atadura. Lo mismo ocurrió con el paso de la sociedad
feudal a la burguesa, el hombre rompe los lazos con una época y queda despojado de la
manta de seguridad que lo cubría. Debe construir una nueva subjetividad, una nueva
identidad histórica. 
"Para  superar el terror resultante de esa pérdida se ve obligado a la conformidad más
estricta, a buscar su identidad en el reconocimiento y la incesante aprobación por parte de
los demás. Puesto que él no sabe quién es, por lo menos los demás individuos lo sabrán, ...
siempre que él obre de acuerdo con las expectativas de la gente; y si los demás lo saben, él
también lo sabrá ...tan sólo con que acepte el juicio de aquellos."  6. 
En este libro Fromm marca sus diferencias con el enfoque de Freud respecto a la relación
del individuo y la sociedad con relación al problema de la libertad. 
En primer término destaca que el individuo no es solamente un sujeto atado a los
condicionamientos internos de la libido (pulsiones); en segundo lugar la libertad de
desligarse momentáneamente o no de esas necesidades pulsionales hacen del individuo un
sujeto que lucha por reprimir su deseo a la vez que busca gratificarse; en tercer lugar
la psicología no debe ser individual sino social o interpersonal, porque no existe un
individuo que pueda autocomprenderse aislado. 
La libertad para un proyecto de vida en comunidad; la constitución de una subjetividad con
otros y la cultura como función creadora son las tesis que Fromm defiende en esta obra.  
CONCLUSIONES
El problema de la libertad es un problema dialéctico entre la negación y la afirmación, que
son necesarias ante cada elección y decisión en nuestras vidas. La relación con nosotros
mismos y la relación con los otros traza límites difusos entre el ser para mí y el ser para o
por los otros. Cuánto de lo que soy depende de mi autoafirmación y  cuánto depende de la
negación que me impone la cultura y la sociedad para dejar de ser lo que soy y pasar a ser
otro. 
Como señala Jaques Lacan, ser un sujeto significa estar sujetado. Sujetado al deseo, a la
necesidad, al pasado, a la exigencia de proyectarme al futuro; cómo liberarnos de lo que
nos sujeta, porque lo que sujeta también nos sostiene: esta es la ambigüedad de la libertad. 
Fromm resignifica los conceptos de pulsión y represión en Freud. La relación con la cultura
produce el malestar de resignar mis deseos, pero también nos ofrece la dimensión creadora
que trasciende lo pulsional, que sublima y nos confirma como seres humanos. 
Somos sujetos históricos. La historia nos muestra ese movimiento dialéctico entre un
momento que deja de ser y otro nuevo que aparece. El horizonte de la libertad es esa
inquietante búsqueda por ser nosotros mismos en relación con otros en un mundo social,
económico, político que debe dejar de ser para dar nacimiento a un hombre nuevo y a un
mundo nuevo. 
En Fromm este acontecimiento revolucionario está expresado en el acto de amar a los
demás creciendo en identidades nuevas y en tiempos que tratan de dar cuenta del malestar
de esta cultura. Cultura  que algunos comprenden como postmoderna. 
Pero no es el fin de la historia, sino el fin de un modo de ser históricamente delimitado
entre los sueños de una época pasada y las aspiraciones de un nuevo tiempo, de un
porvenir.

DEL TENER AL SER

Fromm nos explica que no es posible adquirir la sabiduría de la vida sin ningún tipo de
esfuerzo o de sufrimiento -un engaño alimentado por la ideología consumista-  y nos
propone que nos esforcemos en recuperar nuestra fortaleza física, psíquica y espiritual

En su libro  Erich Fromm "¿Tener o ser?" sostiene que en la sociedad actual el hombre se


ha habituado a vivir sobre una premisa: quien no tiene, no es. ... En él, describe cómo las
personas y las sociedades han ido evolucionando frente a dos orientaciones, la orientación
del ser y la del tener.

Erich Fromm "¿Tener o ser?" sostiene que en la sociedad actual el hombre se ha habituado
a vivir sobre una premisa: quien no tiene, no es. A continuación, nos adentramos en el
desarrollo de esta idea.

En la actualidad, vivimos en una sociedad que cada vez requiere más producción, ya sea de
bienes materiales o de procesos interiores, de carácter biológico o conductual. Pareciera que
si alguien no se somete a este cumplimiento de reglas internalizadas, que surgieron con la
industrialización, no tiene y, por lo tanto, no es.
Sin embargo la producción, esencia de la industrialización, no es sinónimo de
productividad. Para Fromm, productividad no significa hacer el mayor número de cosas en
el menor tiempo posible, ni alcanzar unos logros, ni poseer determinadas virtudes.
La productividad, tiene que ver más bien, con aquello que no se ve, nuestra historia, lo que
pensamos, como nos posicionamos ante cualquier dilema, las decisiones que tomamos, pero
si tener en cuenta un resultado determinado o un fin a conseguir. Se trata de un proceso de
ser.
La orientación del ser
Este foco en el ser de cada uno, es una máxima de la individualidad, en oposición al
egocentrismo, propio de la orientación del tener. A lo largo de sus páginas, Erich Fromm,
advierte que no hay que confundir la individualidad con el egocentrismo y viceversa.
En contraste al periodo de la preindustrialización, ya no se tiene para vivir, ahora se vive
para tener. La evolución de la sociedad industrial pasó por cosificar valores que antes eran
solo de la orientación del ser, y ahora pertenecen a la orientación del tener.

Desde la orientación del ser, no nos define nuestro coche, nuestro trabajo ni nuestro aspecto
físico, ni nuestras capacidades, nuestros defectos y ni siquiera nuestras virtudes vinculadas
al logro o éxito. Somos mucho más que eso.
En la esencia del ser, puedes ser feliz con lo que eres, pero no con lo que tienes. Tú eres
esencialmente más de lo que tienes o lo que haces. La orientación del ser significa ser fieles
a nuestra historia, idiosincrasia, forma de pensar, y por tanto, no cambiarse a una
orientación del tener, propia del materialismo extremo.
La orientación del tener

Erich Fromm situaba la orientación al tener, en vez de al ser, como base de la conducta


consumista o consumismo y advertía las con-secuencias del consumismo en la realización
del ser.
Esto se traduce que, si no se tiene “X” cosa, la condición humana ya no es; una crítica que
reitera a lo largo del libro, bajo la fundamentación humanista, que conceptualiza, valga la
redundancia, en el derecho a ser del ser humano, libre de condiciones materiales.
Otra de las consecuencias que se derivan de la orientación del tener es la equiparación del
humanismo con el animalismo. Erich Fromm criticaba la postura infantilizada del ser
humano, cuyo proceso vital era exclusivamente el de tener.
A nivel social, Erich Fromm consideraba que el exceso de organización de asuntos públicos
culmina en la organización de lo superficial, restándole valor al desarrollo del propio
individuo y de sus procesos; esto es, limitando el desarrollo del ser, por una reducción al
tener. Por ello, criticaba la cultura occidental cuyo proceso vital era el de tener.
En lugar de valernos por lo que tenemos, debemos pensar en la premisa de valgo por lo que
soy. Así, tus propósitos, decisiones, valores como la lealtad, el compromiso, la
comprensión, cómo ayudas, etc., dirían más de ti que lo que tienes, ya sean bienes
materiales o inmateriales.

Por medio del psicolingüista Chomsky, Fromm señala que esta confusión -en términos
psicológicos- se lleva produciendo desde hace 200 años, y que esta tendencia a sustituir
sustantivos –referidos a la posesión– por verbos, se ha vuelto más frecuente e
intensa, alimentada por la necesidad del consumo.
En la orientación del ser, una competencia o una discapacidad no nos identifica, porque
somos mucho más que eso. Somos nuestra historia exclusiva de nuestro propio ser; por
esto, Fromm decía que es importante referirse al tener y no al ser cuando uno posee, por
ejemplo, una competencia o discapacidad.
Así mismo, denominó carácter mercantil, a aquellas posesiones no materiales, como
características personales que se cotizan al alza en el mercado y que todo el mundo debería
seguir, olvidándose el concepto propio de la individualidad.

Bases filosóficas de la orientación del ser vs tener


El proceso, la actividad y movimiento como elemento de ser, supone que la idea de ser
implica un cambio constante, tal y como expresaban, Heráclito y Hegel. Sus formulaciones
defendían el ser como proceso y no como sustancia, diferenciándolos de Platón,
Parménides y los escolásticos. Por este carácter cambiante del ser y no tan centrado en el
tener, los principios de los primeros se asemejaron a los de la filosofía oriental.
Para Buda, nada es permanente, ni durable, ni para el yo, ni para las cosas. Lo único
permanente son los procesos. La importancia de la orientación del ser se puede observar en
que el pensamiento científico ha producido un renacimiento de los conceptos filosóficos de
la perspectiva del proceso al descubrirlos y aplicarlo a las ciencias naturales.
El conocimiento del origen y la potencialidad del ser, según Erich Fromm
Para Erich Fromm, es necesario conocer el origen del ser con independencia de su
naturaleza. Conociendo el origen del ser podremos llegar a conocer nuestras fortalezas y
debilidades. Fromm, influenciado por Freud, era consciente de muchos de los límites
del psicoanálisis ortodoxo, así como sus potencialidades, y por ello, consideraba ésta una
herramienta eficiente en cuanto al trabajo del ser reprimido.

Sin embargo, conocer el origen del ser, no es determinante, y adelantándose a la psicología


cognitiva, defendía la mayor importancia del pensamiento y los esquemas cognitivos, como
antesala de otros procesos como los emocionales.
En cuanto a la potencialidad del ser, Fromm defendía la necesidad de fomentarla y así
mismo reconocía, que el trayecto de la sociedad contemporánea supondría un obstáculo en
esa potencialidad, por la querencia de unos valores limitados al materialismo. En su análisis
social, defendía que las sociedades y la política tuviesen un diálogo real, a fin de preservar
la potencialidad del ser y las libertades o derechos individuales. Entre ellos, la alimentación
y la comunicación veraz, los consideraba esenciales, para la potencialidad del ser.

Ser, tener y hacer


El maestro Eckart, iba un paso más allá y consideraba que no somos lo que tenemos;
tampoco lo que hacemos. Para él, el ser humano no debe considerar tanto lo que debe
hacer, sino lo que es.

Un concepto, vinculado a esta línea de pensamiento del místico alemán Eckart, olvidado a
menudo en la sociedad occidental, es al que apela Fromm a lo largo de su obra: la
estructura del tener. La estructura del tener hace referencia al medio o a la forma para
alcanzar determinadas metas.
Aunque Erich Fromm se muestra distante con absolutismos, religiones y diferentes
ideologías, como la vinculación del nuevo testamento al nacimiento de la Iglesia, reconoce
el legado filosófico y antropológico del cristianismo en relación con los valores humanistas
y el desprendimiento del tener.
La Ilíada de Homero es una descripción de conquistadores y ladrones glorificados.
Agamenón despoja de los brazos de Aquiles a la protagonista, valiéndose de su poder. Las
características del mártir siempre han sido ser, dar y compartir, mientras que las del héroe
han sido las opuestas, como tener y explotar. Esto ha sucedido en la formación de muchas
sociedades a lo largo de la historia, y en sus enseñanzas, por lo que son una valiosa fuente
de aprendizaje.

Puede que estemos, viviendo en una materialismo consumista –de bienes y valores– o en el
pragmatismo férreo, en el cual nos olvidemos de la filosofía de dar, sin esperar nada
devuelta. Y puede, que pensando que ganamos, en esa búsqueda de ganancia, realmente, se
pierda parte de nuestro tesoro. 
BIBLIOGRAFIA

Psicoanálisis de la sociedad contemporánea (Erich Fromm ...


https://www.alibrate.com/libro/psicoanalisis-de-la-sociedad-contemporanea

El miedo a la libertad | lamarea.com


https://www.lamarea.com/2019/02/12/el-miedo-a-la-libertad/

Ser o tener, según Erich Fromm - La Mente es Maravillosa


https://lamenteesmaravillosa.com/ser-o-tener-segun-erich-fromm/

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