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de 2022
Preparación Espiritual
Lc 16, 19-31
19 «Había un hombre rico que se vestía con ropa fina y lino, y cada día celebraba
grandes banquetes. 20 Junto a la puerta del hombre rico se hallaba tirado un pobre,
cubierto de llagas, llamado Lázaro, 21 a quien los perros iban a lamer sus llagas, y que
deseaba saciar su hambre con las migajas que caían de la mesa del rico.
22 Un día, el pobre murió y los ángeles lo llevaron y lo pusieron junto a Abrahán. El rico
también murió y fue sepultado. 23 Cuando estaba en el abismo, en medio de los
tormentos, levantó la mirada y, desde lejos, vio a Abrahán y a Lázaro, que estaba a su
lado. 24 Entonces gritó con fuerza: “¡Padre Abrahán!, te ruego que te compadezcas de
mí y envíes a Lázaro para que moje con agua la punta de su dedo y me refresque la boca,
porque este fuego me atormenta”. 25 Abrahán le respondió: “Hijo, recuerda que
recibiste bienes en tu vida y Lázaro, en cambio, recibió males. Ahora él recibe el
consuelo, mientras que tú eres torturado. 26 Además, entre nosotros y ustedes hay un
gran abismo, de modo que los que quieren pasar de aquí a donde están ustedes no pueden
hacerlo, como tampoco se puede cruzar desde allí a donde estamos nosotros”.
27 Entonces el rico le dijo: “Te ruego, padre Abrahán, que lo mandes a casa de mi
familia, 28 donde tengo cinco hermanos, para que les advierta y no vengan también ellos
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a este lugar de tormentos”. 29 Abrahán le dijo: “Tienen a Moisés y a los Profetas, ¡que
los escuchen!” 30 El rico replicó: “No lo harán, padre Abrahán, pero si alguno de los
muertos va a visitarlos se convertirán”. 31 Y Abrahán le respondió: “Si no escuchan a
Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos tampoco se
convertirán».
1. ¿Cuáles son los dos personajes de la parábola y cómo se lo describe a cada uno de
ellos?
2. ¿Qué les sucede a ambos? ¿Las diferencias sociales en la tierra se mantienen en el
seno de Abraham?
3. ¿Qué le pide el hombre rico a Abraham y qué le responde este?
4. ¿Qué otra cosa le pide el hombre rico a Abraham y qué respuesta obtiene?
5. ¿Qué hace falta para convertirse según la parábola?
Tan distintos en su forma de vivir, la muerte los sorprende a ambos, igualándolos ante el
destino común de todos los mortales. Pero sucede que después de la muerte el juicio de
Dios los vuelve a distinguir: el pobre es llevado por los ángeles al seno de Abraham,
"figura con la que los judíos representaban la compañía de los santos, gozando de su
intimidad y de su afecto"; mientras que el rico es, simplemente, sepultado, "cayó en los
tormentos del mundo de los muertos, representado por un pozo de fuego. La parábola
crea una incógnita para los lectores, porque no se ha dicho que Lázaro y el rico hayan
sido merecedores de esta distinta suerte por haber sido uno más bueno o más malo que el
otro" (L. H. Rivas).
Ahora que la está pasando mal, el rico se acuerda de la existencia del pobre Lázaro y es
él quien suspira por una migaja, o más precisamente, por unas gotas de agua. El rico
implora piedad para con él, pero ya es demasiado tarde pues no es posible cambiar de
destino después de la muerte. Abraham le recuerda que había recibido sus bienes en vida.
¿Y de quién los recibió? Al parecer, según la clásica mentalidad bíblica, podemos decir
que había recibido los bienes de parte de Dios. Por lo cual el pecado no está en haber
tenido muchos bienes, que son dones de Dios, sino en haberlos gozado de modo egoísta
y ostentoso, sin preocuparse de los demás, en especial del pobre-prójimo Lázaro. Aquí se
da la razón del diferente trato que reciben después de la muerte el rico y el pobre Lázaro.
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Dando por perdida su causa personal, el rico se preocupa por sus hermanos que viven en
situación similar a la suya y no quiere que terminen igual que él. Vuelve a pedirle a
Abraham que utilice a Lázaro de emisario, pero ahora para prevenir a sus hermanos. La
respuesta de Abraham es una negativa indirecta: "tienen a Moisés y los profetas, que los
escuchen". Sabemos que en la Torá (Moisés) y en los profetas abundan las prescripciones
sobre la ayuda al pobre, al huérfano y a las viudas; junto con la condena al uso egoísta de
los bienes. Es suficiente con escucharlos.
Más allá de la ficción, la parábola quiere dejar este importante mensaje para los que
estamos "vivos": hay que leer las Escrituras, hay que escuchar la voz de Dios para que se
nos cambie el corazón y aprendamos a compartir lo que tenemos, lo que se nos ha dado
como administradores en esta vida.
La parábola de hoy nos enfrenta con un mensaje claro sobre la certeza del juicio de Dios
al final de nuestra vida; y sobre su modo de retribuir a cada uno según lo que haya recibido
y según sus obras. En efecto, la intención principal de la parábola es la de advertir a los
hombres que viven como el rico de la parábola. Es una llamada a la conversión mediante
la escucha de la Palabra de Dios, antes de que sea demasiado tarde; pues si no se
convierten terminarán muy mal.
Así también la interpreta Benedicto XVI en su encíclica "Dios es amor" nº 15: "El rico
epulón (cf. Lc 16, 19-31) suplica desde el lugar de los condenados que se advierta a sus
hermanos de lo que sucede a quien ha ignorado frívolamente al pobre necesitado. Jesús,
por decirlo así, acoge este grito de ayuda y se hace eco de él para ponernos en guardia,
para hacernos volver al recto camino".
Además del llamado a la conversión, la parábola “es al mismo tiempo una exhortación al
amor a los pobres y a la responsabilidad que debemos tener respecto de ellos, tanto a gran
escala, en la sociedad mundial, como en el ámbito más reducido de nuestra vida diaria”
(J. Ratzinger). Como notamos, recién después de la muerte, cuando está sufriendo, el rico
"ve" al pobre Lázaro. Por tanto, al rico le faltó compasión y caridad, porque le faltó, ante
todo, un corazón que ve. Queda patente que uno de los peores peligros de la riqueza es
que causa ceguera hacia Dios y sus mandamientos; y hacia el prójimo necesitado. Hoy
diríamos que provoca insensibilidad del corazón. Bien podemos considerar como la
actitud positiva y diametralmente opuesta a la del rico epulón la del buen samaritano, que
"vio y se conmovió".
Pero como cristianos no podemos permanecer indiferentes ante el drama de las viejas y
nuevas pobrezas, de las soledades más oscuras, del desprecio y de la discriminación de
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quienes no pertenecen a “nuestro” grupo. No podemos permanecer insensibles, con el
corazón anestesiado, ante la miseria de tantas personas inocentes. No podemos sino llorar.
No podemos dejar de reaccionar. Pidámosle al Señor la gracia de llorar, la gracia de aquel
llanto que convierte el corazón ante esos pecados”.
1. ¿Leo o escucho las Escrituras como una palabra de Dios para mí?
2. ¿He tenido la gracia de alguna conversión al escuchar la Palabra de Dios?
3. ¿Logro ver y darle nombre a los rostros de la pobreza que me rodean?
4. ¿Busco compartir con los necesitados lo poco o mucho que Dios me ha dado?
5. ¿Cómo asumo y vivo las situaciones de pobreza personal que me toca vivir?
Jesús, dame un corazón que se apasione por los necesitados. ¿Cómo hag
las enseñ
Acción ¿A qué me comprometo
n para demostrar el cambio?
“Recuerda que cuando dejes este mundo, no puedes llevarte nada que hayas recibido; solo lo que has dado”,
(San Francisco de Asís).