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El guaraguao

Joaquín Gallegos Lara

Un hombre que vivía en el campo tenía por mascota a un guaraguao.

El guaraguao es un ave líder, es el jefe de una bandada de gallinazos; así que si de por sí es extraño tener a un gallinazo
como mascota, es más peculiar tener a un guaraguao, porque significa domesticar a un ave de mucha fiereza.

Sin embargo, el guaraguao y él eran inseparables, como una familia. El ave acompañaba al hombre a cualquier sitio que
él iba; siempre se posaba sobre su hombro y se dejaba llevar por el rumbo de su dueño.

Al hombre lo habían bautizado con el apodo de "chancho rengo". Para sobrevivir se dedicaba a la venta de plumas. En el
campo recolectaba plumas de las aves y luego caminaba kilómetros enteros hasta la ciudad para venderlas. A veces obtenía
un buen recaudo por las ventas.

Un sábado que había salido a vender las plumas, un grupo de malhechores observó cómo chancho rengo recibía varios
billetes como pago, así que lo siguieron a escondidas.

Lo siguieron durante mucho tiempo, hasta que no había nadie alrededor; chancho rengo había emprendido el viaje de
regreso, y en la parte del camino en que se encontraba, ya no existía ningún rastro de vida humana. Los maleantes se habían
ocultado entre la maleza que se alzaba a los costados del sendero. Cuando uno de ellos dio la señal, todos saltaron desde los
montes y rodearon a chancho rengo. Sin que él tuviera apenas el tiempo de reaccionar, lo llenaron de machetazos para
robarle el dinero que llevaba. Después arrastraron el cuerpo herido a un lado del camino, lo dejaron entre la maleza y se
fueron.

El guaraguao seguía ahí. Chancho rengo aún estaba moribundo, y cuando vio al ave junto a él le dijo: "no debes comerte
mi cadáver, porque un hijo no se come el cadáver de su padre". Después murió.

Al día siguiente no tardaron en llegar los gallinazos, seducidos por el olor de la carne que empezaba a podrirse por el
calor de la Costa. Sin embargo, cuando vieron al guaraguao junto al cadáver prefirieron no acercarse. Debían esperar la
orden del líder antes de empezar con el banquete. Pero la orden no llegaba.

Pasaron más días, y llegaron más gallinazos, y el hambre y los jugos putrefactos de la carne los empujaba a romper las
leyes de la naturaleza. Empezaron a acercarse a pesar de que el guaraguao no daba señales de permiso.

El ave jefe, al verlos, se puso agresivo y alistó las garras.

Ocho días después encontraron el cuerpo de chancho rengo. También hallaron a un guaraguao raquítico, demasiado flaco
por no haber comido nada. Y en el cadáver no había un sólo picotazo.

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