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SEGUNDA PARTE.

Contextos.

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3. Las tradiciones del viejo mundo.

En 1226 muere Francisco de Asís. Su predicación quedaría asociada para siempre con la
vida en pobreza y con la caridad, sobre todo hacia los enfermos. De hecho, la historia de su
conversión es frecuentemente narrada junto a dos eventos: el despojo de todos sus bienes y
su convivencia con los leprosos.1. Nada más apropiado para la época. La iglesia hacía gala
de opulencia y de preocupación por asuntos más bien terrenales. Los leprosos representaban
el grado máximo de exclusión social. Francisco fue representante de un movimiento que
apostaba por una religiosidad interior: al despreciar las riquezas también despreciaba lo
externo, lo visible; y lo sustituía por lo que consideraba más valioso, lo interior, lo invisible,
lo personal. Así, no es casualidad que siglos después, cuando surge la reforma protestante,
las órdenes religiosas y entre ellas, principalmente, los franciscanos, fueran un bastión de la
lucha del catolicismo frente a sus críticos. Pues si los protestantes propugnaban una relación
directa con Dios, lo mismo hacían los franciscanos, aunque sin desconocer la autoridad del
papa. Si los protestantes denunciaban la venta de indulgencias, o el enriquecimiento de las
autoridades eclesiásticas, los franciscanos siempre podrían servir de ejemplo de vida
austera. Además, al principio de sola scriptura2 enfrentarían la erudición de los frailes, que

1 Por ejemplo, en el “Capítulo 1. Vida de francisco en el siglo” de la Leyenda mayor de San Buenaventura
se narra: “Revistióse, a partir de este momento, del espíritu de pobreza, del sentimiento de la humildad y
del afecto de una tierna compasión. Si antes, no ya el trato de los leprosos, sino el sólo mirarlos, aunque
fuera de lejos, le estremecía de horror, ahora, por amor a Cristo crucificado, que, según la expresión del
profeta, apareció despreciable como un leproso (Is 53,3), con el fin de despreciarse completamente a sí
mismo, les prestaba con benéfica piedad a los leprosos sus humildes y humanitarios servicios. Visitaba
frecuentemente sus casas, les proporcionaba generosas limosnas y con gran afecto y compasión les besaba
la mano y hasta la misma boca.
En cuanto se refiere a los pobres mendigos, no sólo deseaba entregarles sus bienes, sino incluso su propia
persona, llegando, a veces, a despojarse de sus vestidos, y otras, a descoserlos o rasgarlos cuando no tenía
otra cosa a mano.” Tomado de Guerra, José Antonio. San francisco de Asis. Escritos. Biografías.
Documentos de la época. Madrid, Biblioteca de autores cristianos, 1998. Versión digital en
http://www.franciscanos.org/fuentes/lma05.html, consultada en abril de 2017.
2 El principio de la sola scriptura es aquel que afirma que los textos bíblicos se interpretan a la luz de la
lectura de estos mismos textos en su integridad. Lo cual pone en cuestión el principio de la tradición
como clave para la comprensión de los textos. No se trata de lo que tradicionalmente se ha enseñado
acerca de un texto, sino de lo que verdaderamente dice ese texto. Esto suscita el interés por los textos más
antiguos, por la autenticidad de los mismos y por los textos escritos en sus lenguas originales, tanto para
rescatar el verdadero sentido de lo plasmado en ellos, como para hacerlo asequible a la población en
general (con esto debe entenderse a la población que supiera leer y escribir y que tuviera condiciones de
acceso a los documentos, es decir, la minoría, aunque poco a poco este grupo se haría más amplio, sobre
todo tras la invención de la imprenta), mediante la traducción en las lenguas vernáculas.

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hacia el siglo XVI habían desarrollado el estudio de las lenguas bíblicas y realizado
traducciones de las sagradas escrituras a diversos idiomas.

De hecho, la erudición franciscana y su relación con el ámbito educativo no se


circunscribió a lo meramente teológico. El estudio de las lenguas bíblicas, permitió la
traducción de diversas obras sobre physica, astrología, filosophia, etc. Y en la península
ibérica, las luchas contra los árabes permitieron a los europeos acceder a muchas obras de la
Grecia clásica. Este renacimiento no fue ajeno a las ordenes religiosas, que en muchos
sentidos fueron más bien impulsores de este movimiento. Para el caso de los franciscanos
en la península ibérica, fue de particular importancia la labor del Cardenal Cisneros quien
durante las últimas décadas del siglo XV y principios del XVI, además de implementar una
reforma en la estructura general del clero dentro de la monarquía hispánica; refundó la
universidad de Alcalá de Henares, realizó diversas traducciones de textos, entre los cuales
se encontraban las obras médicas de Avicena; y publicó la Biblia políglota, una Biblia en
texto latino, griego y hebreo. Además:

La obra editorial del gran cardenal no se redujo a la monumental Biblia, Cisneros


auspició la edición de una gran cantidad de obras místicas, filosóficas y científicas. Para
mencionar sólo algunas tenemos el misal y breviario mozárabe, las epistolas de santa
Catalina de Siena, la Escala de san Juan Clímaco, las Meditaciones del Cartujano, las
epístolas de Ángela de Foligno de Santa Matilde, todas las obras del Tostado y muchas
de Raymundo Lulio (cuyo estudio se introdujo en Alcalá por primera vez), la Agricultura
de Alonso de Herrera y las obras médicas de Avicena. 3
Así, de repente, las órdenes franciscanas aparecen al mismo tiempo como parte de
un movimiento general de impulso de ciertos conocimientos humanísticos y literarios, que a
su vez son impulsores del renacimiento4; y al mismo tiempo como referente moral de una

3 Rubial García, Antonio. La hermana pobreza. El franciscanismo: de la Edad Media a la evangelización


novohispana. México, UNAM-FfyL, 1996, p. 53.
4 En mi opinión, una de las revoluciones más importantes surgidas hacia finales de la edad media fue la que
se dio en el plano de la subjetividad. Esta surge principalmente en el terreno de lo religioso. Es decir, en
lugar de operarse una progresiva desacralización del mundo, pienso que el cambio fundamental ocurre en
el modo en que el hombre se relaciona con la divinidad. Para citar un texto clasico, Hegel ya había dicho
en sus Lecciones para la filosofía de la historia universal que el paso hacia la edad moderna ocurre
cuando se sustituye la exterioridad del catolicismo por una interioridad protestante. Lo que en este texto
hemos afirmado es que este movimiento se da también al interior del catolicismo. Por otra parte, el paso
a la modernidad también implica un nuevo modo de concebirse el hombre frente a la naturaleza. Al
respecto, puede verse el texto de Bolivar Echevarría, ¿que es la modernidad?, publicado en México por la
UNAM, que trata el tema desde un punto de vista filosófico, o bien el texto de Allen G. Debus titulado El
hombre y la naturaleza en el renacimiento, publicado en México por el Fondo de Cultura Económica, en
1985.

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vida cristiana comprometida con la pobreza, con la ayuda a los enfermos, con la vida
contemplativa y con la obediencia a los superiores.

Pero el cumplimiento de la regla no siempre se llevó al pie de la letra. Ni siempre la


postura franciscana frente a las riquezas fue tan clara. De hecho, muchas de las disputas
franciscanas durante los siglos posteriores a la fundación de la orden tuvieron que ver
precisamente con el modo de vida, la adquisición de riquezas, o la sujeción a los superiores.
Disputas que, por ejemplo, dividirían la orden entre observantes y conventuales5.

En la dominios de la monarquía católica, la balanza fue inclinándose hacia la


observancia. Impulsada en gran medida por las reformas cisnerianas. Hecho que imprimió
un carácter particular en los frailes enviados para la evangelización de los territorios
americanos recién conquistados. Así por ejemplo, con respecto a la provincia de San
Gabriel, en extremadura, lugar de partida de varios de los primeros frailes llegados a Nueva
España, Antonio Rubial nos dice que:

Los observantes llevaban ciertamente la regla de San Francisco bastante al pie de la


letra, pero las nuevas casas de San Gabriel la seguían hasta el extremos. Fiel a los
ideales de fray Juan de Guadalupe, la recién creada provincia continuó con su riguroso
ascetismo y pobreza tanto en sus viviendas como en sus vestidos y comidas: sus
conventos eran paupérrimos y se sustentaban de limosnas, pero no pecuniarias, se
vestían de sayal, andaban descalzos y dormían sobre tablas; no obstante la nueva
provincia presentaba, a diferencia de los villacrecianos, importantes casas de estudio
donde se enseñaba gramática artes y teología. 6
Así, ilustrando lo que se esperaba de los frailes en América, Mendieta nos narra en
su Historia Eclesiástica Indiana con respecto a fray Toribio de Benavente que:

Los indios se andaban tras ellos (como los muchachos suelen seguir a los que causan
novedad) y maravilláronse de verlos con tan desarrapado traje, tan diferente de la
bizarría y gallardía que en los soldados españoles antes habían visto. Y decían unos a
otros: ¿Qué hombres son estos tan pobres? ¿qué manera de ropa es esta que traen? No
son estos como los otros cristianos de Castilla. Y menudeaban mucho un vocablo suyo
diciendo: motolinea, motolinea. Y uno de los padres llamado Fr Toribio de Benavente
preguntó a un español, qué quería decir aquel vocablo que tanto lo repetían. Respondió

5 Acerca de estas disputas en particular y en general acerca de la historia de las órdenes franciscanas puede
consultarse el texto de Rubial García, Hermana pobreza, op cit., o el texto de Noel Muscat: History of the
franciscan movement. Volume 1. From the beginnings of the order to the year 1517. Curso en linea sobre
historia franciscana para la Unión teológica de Washington DC, Jerusalem, 2008, disponible en http://i-
tau.com/franstudies/notes/Sources/histfranmov1.pdf.
6 Op. Cit., p. 66.

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el español: Padre, motolinea quiere decir pobre o pobres. Entonces dijo Fr Toribio: Ese
será mi nombre para toda la vida…7
Es claro, entonces, que entre los ideales de la evangelización franciscana en Nueva
España estaban el de pobreza y el de erudición. Pero había un tercer ideal que también
hundía sus raíces en el medievo: la caridad. Para el cristianismo, la asistencia de los más
desvalidos siempre fue un asunto de suma importancia. Pero para asistir al desvalido se
necesita de él. No hay caridad sin pobres, sin enfermos. Y la edad media solucionó dicha
problemática con los leprosos.

La biblia habla de distintas afecciones de la piel que habían de considerarse


impurezas y que obligaban a los sacerdotes del pueblo de Israel a separar al enfermo 8,
aislándole del pueblo, hasta que fuese limpio de nuevo. El asunto es que, al parecer, el
pasaje ofrece problemas en su traducción9. Lo más probable es que, en realidad, la lepra del
antiguo testamento no tuviera mucho que ver (tal vez nada) con lo que en la actualidad se
denomina lepra (la enfermedad causada por el bacilo de Hansen) 10. Sin embargo, a partir
del siglo XI, en Europa se comenzó a expulsar a los leprosos de la vida comunitaria,
separándoles de sus familias y construyendo a partir de sus dolencias la imagen del castigo
de Dios. Es decir, si la lepra era una impureza causada por el pecado, la enfermedad dejaba
de ser un asunto meramente corporal, se trataba de una cuestión moral 11. Ahora bien, es un
hecho que la verdadera lepra es una enfermedad poco contagiosa, y que la prevalencia entre
las poblaciones de la Europa de los siglos XI- XVI era más bien baja 12. ¿Porqué entonces la

7 Mendieta, Gerónimo (fray). Historia eclesiástica indiana. México, imprenta de F. Díaz de León y
Santiago White, 1870, p. 211. Disponible en https://babel.hathitrust.org/cgi/pt?
id=yale.39002005078275;view=1up;seq=9.
8 Levítico 13 y 14.
9 “Trabajando en Alejandría para descendientes bilingües que en la conversación cotidiana se sentían más
cómodos con el griego que con el hebreo, los estudiosos judíos realizaron una traducción griega del
Antiguo Testamente (Septuaginta). Cuando llegaron al Levítico, tradujeron el hebreo zara´at (“impureza
ritual”) por el griego leptra.” Watts, Sheldom. Epidemias y poder. Historia , enfermedad, imperialismo.
Barcelona, Andrés Bello, 1997, pp. 80-81.
10 “La arqueología también arroja dudas sobre la asociación entre el mal de Hansen y la dolencia que
menciona el Levítico. Los arqueólogos que han exhumado varios cientos de esqueletos de Palestina .de
los siglos sexto y quinto a. C., cuando el Levítico ingresaba en la tradición oral judaica- no han
descubierto restos humanos que revelen auténtica lepra. Aunque esta prueba negativa podría ser
desmentida en cualquier momento por un gran hallazgo de restos leprosos, el supuesto arqueológico
actual es que la auténtica lepra no existía en Palestina cuando se redactó ese libro del Pentatéuco.” Ibíd.
p. 80.
11 “Sobre esta base se elaboró la convicción de que la lepra era el castigo de Dios por el pecado y que era
preciso expulsar a los leprosos del campamento” Ibíd. p. 81.
12 El número de leprosos siempre ha sido objeto de manipulación para fines de control social. Por ejemplo,
Watts afirma que “(…) otra curiosa lagunaes la escasez de restos óseos de leprosos que daten de antes de

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abundancia de lazaretos (instituciones dedicadas a la atención de leprosos) y de leyes que
promovían la expulsión y la muerte social del leproso? Según Sheldon Watts, en su libro
Epidemias y poder, esto tuvo dos causas:

La primera es que, siendo una enfermedad de carácter moral, se atendió igualmente


en términos morales y no médicos. Se comenzaron a realizar juicios para determinar si un
individuo tenía lepra. Los jurados no estaban constituidos de médicos y el aspecto que más
se tomaba en cuenta para determinar si alguien padecía la enfermedad, era su calidad moral,
tal y como era percibida por parte del jurado que, constituido al menos en algunos casos por
“lugareños de buena reputación moral que conocían los antecedentes de las partes en
disputa”13, era todo menos objetivo e imparcial. Entonces, para ser condenado por lepra (lo
cual era equivalente a estar muerto, jurídicamente), bastaba presentar algunos síntomas de
cualquier enfermedad y la conveniente acusación de algún vecino de buena reputación. Por
ello, la cantidad de excluidos comenzó a aumentar proporcionalmente a su cacería. Una
cacería que de moral se volvió política. Este es el argumento de nuestro autor: las políticas
de exclusión y confinamiento aplicadas a los leprosos fueron una de las primeras formas de
control social de tipo moderno. Por lo tanto, fueron el antecedente directo de otras formas
de control social aplicadas en épocas posteriores que tuvieron como pretexto el control (real
o aparente, da igual) de alguna enfermedad.

La segunda causa de la proliferación de obras caritativas cuyo objetivo eran los


leprosos fue que para la iglesia católica había muchas vocaciones sin que hubiera lugares
para desarrollarlas. Si los leprososos tenían prohibido el contacto con las personas sanas, si
no podían asistir a misa, por ejemplo, entonces se hacía necesaria la construcción de
capillas propias con sacerdotes propios. Este fue el modo de dar empleo a una gran cantidad

1350. Usando la cantidad de leprosarios comocidos en 1300 como guía general, el médico historiador A.
Bourgeois calculó que en Pas-de-Calais habría de dos a tres leprosos por cada mil habitantes. Hasta la
fecha , esta hipótesis no está sustentada por la arqueología; los cadáveres normandos exhumados indican
toda clase de enfermedades, pero no el mal de Hansen” Ibíd. p. 91. Con respecto a su uso con el fin de
justificar recursos y políticas públicas, ya durante el siglo XIX y XX V. Ibíd. pp. 102 y ss.
13 Ibíd. p. 82.

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de sacerdotes desempleados14. Para financiar su labor, las buenas obras de quienes,
preocupados por sus pecados, querían pagar un lugar en el cielo, harían el resto15.

Hacia 1336 el papa Bededicto XII, mediante bula papal, declaró que los muertos son
juzgados inmediatamente después de morir, y que no esperan hasta el final del mundo para
llegar, bien sea al infierno, al purgatorio o al cielo 16. Esto estimuló a muchos individuos
ricos a pagar por misas y rezos que pudieran ayudar a sus familiares o a ellos mismos a
llegar al cielo. Pero al favorecer la venta de indulgencias, provocó que la institución y
manutención de lazaretos fuera considerado un método demasiado costoso para acceder al
cielo. Se sustituyó la responsabilidad por el prójimo por un método más directo y menos
difícil de acceder a la justificación, y, al mismo tiempo, lo que era un asunto popular se fue
haciendo un asunto de médicos. A partir de 1360,

las autoridades se interesaron cada vez menos en disuadir a los médicos de actuar
como jurados en los juicios por lepra. Como señalamos, el ex médico papal Guy de
Chauliac publicó su lista de indicios de la auténtica lepra en 1363. Valiéndose de
ella, los médicos humanitarios podían impedir que falsas acusaciones de lepra
causaran el ostracismo de gente inocente, y al parecer así lo hicieron 17
La lepra se fue volviendo cada vez más corporal, al mismo tiempo que el
mediterráneo y Europa en su conjunto comenzaban a afrontar un nuevo terror, esta vez
mucho más real: la peste. En 1347 fue su estallido. La gente moría tan rápido que no había
tiempo de enterrar a los muertos. Se trataba de una enfermedad que provocaba fiebre,
inflamación de los ganglios linfáticos hasta que estallaban contaminando la sangre con la
infección; aparición de manchas negras en la piel, gangrena, y finalmente, pocos días
después, tras un procesos de septicemia generalizada, la muerte. Otra variante de la misma
enfermedad ocurría cuando una persona aspiraba aire con gotas contaminadas por la

14 “A partir del supuesto del canon 23 -que para los leprosos era espiritualmente útil tener sus propias
capillas, con sus sacerdotes -, se puede interpretar la fundación de varios miles de leprosarios entre 1090 y
1260 (siete en la ciudad de Tolosa, con sus 20 mil habitantes) como un modo de dar trabajo a miles de
sacerdotes que de lo contrario no contaban con altares para celebrar los ritos sagrados” Ibíd, p. 88.
15 “Al crear la ilusión de que Europa estaba plagada de “leprososo”, a quienes se debía encerrar en
leprosarios construidos con ese propósito, la Iglesia lanzó al mercado una estimulante y nueva forma de
realizar Buenas Obras” Ibíd. p. 89.
16 “Creado en 1336, el nuevo sistema de ingreso instantáneo en el cielo o el purgatorio – la institución
intermedia entre el cielo y el infierno- aumentaba el interés de los deudos por el destino de sus difuntos
recientes. Acostumbrados a rezar por miembros de su linaje que nunca habían conocido, los laicos
recibieron con entuciasmo la nueva dispensa que sostenía que las “buenas obras” liberarían a una amada
esposa, un hijo o un colega de las desdichas del purgatorio para enviarlos directamente al cielo.” Ibíd. p.
100
17 Ibíd. p. 101.

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bacteria, entonces los pulmones se contaminaban directamente. La muerte llegaba
súbitamente. La bacteria se incubaba por varios días sin producir síntomas y de repente, el
afectado comenzaba a escupir sangre, anuncio de que en uno o dos días estaría muerto.

La enfermedad era propagada por las ratas, pero fue muy difícil la asociación. En
primer lugar, porque no existía una concepción de la enfermedad que postulara que su causa
era el “contagio” (al menos no hasta mediados del s. XV). Simplemente no se concebía la
posibilidad de que algo “invisible” se transportara de una persona a otra, y mucho menos de
un animal a un ser humano. En segundo lugar, el periodo de incubación de la bacteria hacía
que pasaran varios días entre el contacto con las pulgas de las ratas (que primero tenían que
matar a la rata, para a continuación pasar a habitar lugares como la harina o las telas) y el
desarrollo de síntomas18. En su lugar, la enfermedad se explicaba como un castigo divino, o
bien por el “aire corrupto”, o bien por la mala voluntad de algunas personas, como los
judíos, a quienes se acusaba de envenenar los pozos o la comida perversamente. Pero para
entender esto es necesario comentar, aunque sea brevemente, algunas de las concepciones
sobre la enfermedad, el cuerpo, y la physica.

Comenzaremos con las medicina de tradición hipocrático-galénica. En primer lugar,


debemos mencionar que no existe ningún escrito que pueda atribuirse, con plena certeza, a
Hipócrates. Sin embargo, hasta principios del siglo XX, se consideró que una serie de
tratados de muy diversa temática y temporalidad (“separados entre sí a veces hasta en más
de un siglo”19) eran producto de su mano. Todos estos tratados fueron escritos durante los
siglos V y IV a. de c., compuestos tal vez por médicos contemporáneos a Hipócrates, por
discípulos de Hipócrates, o por el mismo Hipócrates20. Los escritos fueron conservados y
hay quien piensa que constituían una biblioteca, propiedad de la escuela médica de Cos 21.
Carlos García Gual, por su parte, afirma que estos textos se encontraban reunidos en la

18 Cf. con Ibíd. p. 25.


19 Eggers, Conrado. “Introducción”. En Hipócrates. De la medicina antigua. Traducción de Conrado Eggers
Lan. México, UNAM, Colección Biblioteca scriptorvm graecorvm et romanorvm mexicana, 1987, P.
XLI.
20 García Gual, Carlos. “Introducción general” en . Tratados Hipocráticos. Tomo I. Introducción,
traducciones y notas por Carlos García Gual, et. al. Madrid, Gredos. 1983.
21 “En todo caso, puede ser correcta la tesis de Hones (1923) de que la “colección hipocrática es una
biblioteca, o, más bien, los restos de una biblioteca”. A lo cual sigue una hipótesis menos problable:
“¿Que hipótesis es más probable que la de que representa la biblioteca de la escuela hipocrática de Cos?””
Eggers Conrado, op. Cit. p. XLII.

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Biblioteca de Alejandría, hacia finales del siglo III a. de. c. 22 Después, hacia el siglo II, se
realizó una edición de los textos que sería la base de las versiones latinas y árabes de siglos
posteriores23. Dicha edición fue realizada por Dioscórides el Joven y Artemidoro Capitón 24.
Pero es hasta el siglo X que se constituye el corpus hipocraticum como corpus cerrado
constituido por sesenta libros, atribuidos al médico de Cos 25. La primera traducción
completa de las obras hipocráticas al latín fue realizada por Fabio Calvo, e impresa en
1525, en roma26. Los documentos hipocráticos que se conservan en nuestros días y que son
anteriores al siglo XII son: “el Laurentianus 74, 7 (B), que recoge los tratados de cirugía,
probablemente de comienzos del siglo X; el Marcianus Graecus 269 (M), de mediados del
siglo X; el Vindobonensis Med. Gr. 4 (θ) de mediados del siglo XI, con trece tratados; el
Parisinus Gr. 2253 (A) de fines del siglo XI o de comienzos del siglo XII; y finalmente, el
Vaticanus Gr. 276 (V) de fines del siglo XII.”27

Quienes practicaban este tipo de medicina eran élites formadas en las principales
instituciones educativas europeas. Su aprendizaje no sólo requería saber leer (que ya era
una habilidad poco frecuente), sino que requería el manejo de lenguas como el griego o el
árabe. De tal suerte que tan sólo unos pocos tuvieron acceso a dicho arte, que además
tampoco era tan valorado como para despertar un interés generalizado 28. Por otra parte,
parece que había gran distancia entre el espíritu de los trabajos hipocráticos y la lectura
medieval de los mismos, pues mientras los primeros estaban imbuidos por la interrogación
filosófica acerca physis29 del hombre, los segundos tomaban a los primeros como verdades

22 Op cit, p. 16
23 Ibíd, p. 19
24 Idem..
25 Ibíd. p. 21.
26 Ibíd. p. 22. Para una narración más detallada de esta primera edición y su relación con la medicina
renacentista puede verse: http://www.historyofinformation.com/expanded.php?id=2230. La página fue
consultada en noviembre de 2016.
27 García Gual, “Introducción general”, pp. 21-22.
28 “En el minúsculo mundo de los letrados, el saber aristotélico era esencial porque daba a los médicos el
derecho a usar largas togas y ser graves y respetables consejeros en la Iglesia o la sociedad civil. Aún así,
tenían menos autoridad que los intelectuales relevantes de la época, los teólogos y juristas”. Watts,
Epidemias y poder, Op cit. p. 35.
29 Es dificil definir el concepto de physis, o naturaleza. Para la grecia clásica es algo así como lo que hace
que las cosas broten naturalmente por sí mismas, de manera natural. Por ejemplo, a la pregunta, ¿cuál es
la physis de la semilla? , podría contestarse que su physis es ser flor, porque naturalmente deviene en flor,
pero también se puede decir que su physis es ser agua o tierra o aire, si se cree que del agua o del aire
brotan las cosas que son por naturaleza (como la flor).

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que había que aceptar dogmáticamente, y la única crítica que se hacía a los textos era la
crítica filológica, más de forma que de contenido30.

La medicina griega de los siglos V y IV a de C., se configuró como una labor


especializada que intentaba separarse de lo que ahora podríamos denominar como
“curanderos”31 y “sacerdotes” y construir su conocimiento con base en la observación de la
naturaleza de las cosas y no meramente en el azar o en el desvalimiento frente a lo divino.
La medicina se convirtió en techné. Pero, como afirma Gadamer, en su libro El estado
oculto de la salud, se trata de una techne bastante problemática32. Porque en la antigüedad,
la techné era un saber constituido en función de una obra que era propia de ese arte y que
constituía la causa final de ese saber 33. Hay quienes se dedican a la construcción de navíos,
hay quienes se dedican a la composición de discursos, pero ¿a qué se dedica el médico? La
medicina no produce nada. En lugar de ello, trata de restablecer algo natural, que ya existía
por sí mismo34, a saber, la salud, la cual no es ningún producto sino más bien un
equilibrio35.

30 Es decir, importaba más saber qué había dicho Hipócrates,o determinar si un texto era auténtico o no, que
cuestionarse si lo que había dicho Hipócrates funcionaba o no, o si podía aplicarse a las condiciones de la
época. Evidentemente, también había críticos ante las auctoritates, aunque para medir el alcance de dicha
crítica quisiera remitir al lector al artículo de Antonio Bravo García titulado: “Aristóteles en la España del
S. XVI. Antecedentes, alcance y matices de su influencia”. En Revista Española de Filosofía Medieval,
no. 4, 1997, pp. 203-249. Entre otras cuestiones, el autor aborda la continuidad que supuso el llamado
Renacimiento con respecto a la Edad Media, y también el carácter de ruptura y crítica con respecto a la
autoridad y el pasado, que, en lugar de ser algo privativo del Renacimiento, hunde sus raíces siglos atrás.
31 Aquí es importante hacer una aclaración. En la actualidad el término “curandero” tiene un carácter
despectivo, pues se considera que su labor es inferior a la de los médicos profesionales. En todas las
épocas sucede lo mismo. Se relega al ámbito de la “supersticion” o la “superchería” a los saberes y
prácticas relacionadas con la preservación de la salud que no se ajusten o no estén sancionadas por los
conocimientos más institucionalizados y aceptados por la normalidad de una época. Esto no quiere decir
que dichos saberes subrepticios sean necesariamente menos eficaces, o menos complejos que los saberes
aceptados. Sin embargo, lo que suele ocurrir es que el saber aceptado e institucionalizado es poseedor de
las condiciones favorables a su desarrollo, mientras que el saber desplazado es frecuentemente atacado,
desvalorizado, fragmentado y simplificado. En nuestro texto, el uso del término ha querido resaltar esta
relación de subordinación más que entrar en polémicas con respecto al valor o efectividad de los saberes
que reemplazó la techné ietriké.
32 Véase Gadamer, Hans-George. El estado oculto de la salud. Barcelona, Gedisa, 1996, p. 46 y ss..
33 Ídem.
34 Ibíd., p. 48.
35 “Desde un comienzo, la medicina es una especie de hacer y de lograr, que no hace nada propio ni se
interesa por lo propio. Su saber y su capacidad se subordinan por completo al curso natural, a procurar
restablecerlo allí donde se ha visto perturbado, y a hacerlo en forma tal que su acción desaparezca dentro
del equilibrio natural de la salud. El médico no puede tomar distancia respecto de su obra como cualquier
artista puede hacerlo respecto de la suya.” Ídem.

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En este sentido, la vuelta al equilibrio tiene que pasar por la determinación de los
factores que influyen en dicho equilibrio. Y esto pone al médico frente a la complejidad que
implica ser humano. Los griegos entendieron así su arte y lo explicaron diciendo que el
médico se encuentra, de repente,tomando decisiones frente a la “totalidad de la
naturaleza”36, y por lo tanto, a medio camino entre lo que nosotros llamaríamos saber
científico-técnico y el humanismo. Al respecto, podemos mencionar el famoso pasaje de
Platón:

Fed- ¿Qué quieres decir con esto?


Sóc. - Que, en cierto sentido, tiene las mismas características la medicina que la
retórica.
Fed.- ¿Qué características?
Sóc.- En ambas conviene precisar la naturaleza, en un caso la del cuerpo, en
otro la del alma, si es que pretendes, no sólo por la rutina y la experiencia sino por
arte, dar al uno la medicación y el alimento que le trae salud y le hace fuerte, al otro
palabras y prácticas de conducta, que acabarán transmitiéndole la convicción y la
excelencia que quieras.
Fed.- Es probable que sea así, Sócrates.
Sóc.- ¿Crees que es posible comprender adecuadamente la naturaleza del alma ,
si se la desgaja de la naturaleza en su totalidad?
Fed.- Si hay que creer a Hipócrates el de los Ascleplíadas, ni siquiera la del
cuerpo sin este método.
Sóc.- Y mucha razón tiene, compañero. No obstante, con independencia de
Hipócrates, es preciso examinar en qué funda lo dicho y si tiene sentido
Fed.- Conforme
Sóc.- Pues bien, por lo que respecta a la naturaleza averigua qué es lo que puede
haber afirmado Hipócrates y la verdadera razón de su aserto. ¿No es, quizá, así como
hay que discurrir sobre la naturaleza de cualquier cosa? Primero de todo hay que ver,
pues, si es simple o presenta muchos aspectos aquello sobre lo que queremos ser
técnicos nosotros mismos, y hacer que otros puedan serlo; después, si fuera simple,
examinar su poder, cuál es la capacidad que, por naturaleza, tiene de actuar sobre algo,
o de padecer algo y por quién; y si tiene más formas, habiéndolas enumerado, ver cada
una de ellas como se veían las que eran simples, y qué es lo que por naturaleza hace y
con qué y qué es lo que puede padecer, con qué y por quién. 37

Para el caso del médico, la totalidad será el qué-es el cuerpo, cuáles son sus partes,
qué cosas lo afectan y de qué modo. Así pues, este texto toma por objeto los discursos con
respecto a la salud, la enfermedad y el hombre, en una época en que estos discursos eran
discursos propiamente antropológicos, pues el punto de partida era ¿Cuál es la physis del
antrophos? Pero se trata también de escritos cosmológicos pues si hay una physis del

36 Cf. Con Ibíd., p.56-57.


37 270 a-d., la edición utilizada es Diálogos. Tomo III. Madrid, Gredos, 1986.

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antrophos es por que hay una physis de todo lo que existe, por lo que el equilibrio del
hombre es el equilibrio del cosmos.

Pero poco de esto se encontraba en la utilización medieval tardía y renacentista de


hipócrates. Se trataba de un conjunto de prácticas que rescataban las enseñanzas de los
textos clásicos de estos dos autores, considerándolos autoridades para la práctica médica,
del mismo modo en que, por ejemplo, Aristóteles era una autoridad para asuntos de fe 38. Es

38 Véase por ejemplo, cómo había cambiado el significado de “naturaleza” reflejado en la descripción de lo
“natural” de la muerte por Francisco Hernández, en la segunda mitad del siglo XVI. Este largo pasaje es
particularmente ilustrativo pues además de mostrar la concepción de “naturaleza”, habla también del
cuerpo y de algunas causas de la enfermedad. Como vemos, aquí ya hay una cierta dicotomía entre los
aspectos “metheorológicos” y los humanos:

“De muchas maneras se puede entender ser una cosa natural. Lo primero, según que es contrario a lo
violento, y ansí habrá algunas muertes naturales, cuales son aquellas que se hacen por resolución
espontánea del húmido radical y extincción natural del calor innato, ora se juzquen súbitas, ora no, y otras
forzosas como aquellas que acaecen por abundancia de humor, que ahoga al calor natural, o por falta de
mantenimiento, o por violenta resoución de la humidad de que el calor del hombre se sustenta, o por
jugulación, estrangulación u otra cualquiera violencia o herida. Lo segundo se dirá natural, lo que es
contrario a lo que los griegos dicen […] Φύον, y los latinos praeter naturam. Y de esta manera distinguen
los médicos las cosas que tocan al cuerpo humano en naturales, de que nos componemos, como son
elementos, temple, spíritus, calor natural, húmido radical, humores, miembros y virtudes, y en no
naturales, sin las cuales, aunque no conste más de ellas, no podemos bivir, como son aire, mantenimiento
y bebida, movimiento y holganza, vacuación y repleción, sueño y vela, y los accidentes del ánimo,
llamadas ansí porque aplicadas al cuerpo humano recta y cómodamente, le son causa de salud, y mal
aplicadas le causan, por el contrario, enfermedad, y en otras que dizen praeter naturam, cuales son la
enfermedad, su causa y los accidentes, de que no hay más necesidad que tractar, de cuanto haze a nuestro
propósito y es que desta manera de tomar esta palabra natural se dirá no ser tan sólo la muerte, pero ni la
enfermedad, cualesquiera que ellas sean, antes, preternatural. Tómase, lo tercero, natural según que se
opone a lo que es contra natura, y desta manera no parece ser la muerte contra la naturaleza del hombre,
pues a cada uno le está constituida y determinada, ora sea por causa preternatural, ora por natural. Y ansí
natural el efecto que sucede de causa que naturalmente le haze y produze. Y desta manera seranlo todas
las muertes de cualquier causa que sucedan, ora sean violentas y forzosas, ora naturales y espontáneas. Lo
quinto, se dirá natural lo que no es sobrenatural ni milagroso y ansí también serán todas las muertes
naturales. Lo sexto, lo que se opone a lo monstruoso y que raras veces acontece y también desta manera,
pues, natural le es al hombre morir, y el no morir es sobrenatural y milagroso. Lo séptimo, lo que tiene
causas particulares o universales y no se refiere a sola voluntad divina. Y esto creo haver sentido Plinio
cuano dixo que mostrará ser las muertes súbitas naturales, porque pudiera alguno pensar por venir súbito
y sin aparentes causas acercer, por quererlo ansí el autor de Naturaleza, sin medio natural. Contra lo cual
dize que aún éstos son efectos de cosas que las hazen naturalmente, como sería disposición contraria del
cielo: una súbita opresión del calor natural, por abundancia de muchos o malos y venenosos humores, que
súbitamente se mueren ahogando y aparando el calor natural, o acudiendo a algún miembro de los más
principales, y estorvando que su influxo se comunique al resto del cuerpo, o por alguna fuerte resolución
de los espíritus, las cuales cosas suelen también acaecer de algunos vehementes afectos y accidentes del
alma, cual es el gozo, tristeza, fuerte imaginación y otros semejantes, que son con nosotros tan poderosos
que no solamente alteran nuestros cuerpos calentándolos, enfriándolos y templándolos, mas causan a
vezes total resolución o ahogamiento del calor y espíritus naturales. Y aún no ha faltado quien diga
(aunque falsamente) que no quedan sus efectos aislados en el proprio cuerpo del que padece la tal
afección, sino que también penetran al ageno y aun, algunos, han pasado tan adelante en este desvarío que
han osado afirmar que por esta vía se pueden mover vientos, agua, granizo y otras metheorológicas
impresiones.” Hernández, Historia natural de cayo Plinio segundo, libro séptimo, capítulo LII,

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decir, se utilizó dogmáticamente al texto, convirtiendo las enseñanzas escritas en esquemas
aplicables a diversas situaciones, ofreciendo explicaciones cultas para los males de ese
tiempo, como la lepra o la peste. Pero casi en ningún caso ofreciendo la cura para esos
males.

En términos generales se redujo la medicina hipocrática a la teoría de los humores


(sangre, flema, bilis y bilis negra) . Tal como afirma Watts:

Los médicos de respeto aprendían de Galeno que la enfermedad era causada por
un desequilibrio de los cuatro humores corporales, que se correspondían con los
cuatro elementos que constituyen toda la materia (fuego, tierra aire y agua) y con
las cuatro cualidades (caliente, frío, seco y húmedo). En el caso de la peste
bubónica, que a falta de otras ideas los médicos consideraban una fiebre, la
ortodoxia galénica sostenía que la enfermedad se manifestaba con un incremento
del calor del corazón, que con el tiempo sofocaba ese órgano vital. Los doctores en
medicina también sostenían que el eslabón que unía el macrocosmos (la Tierra y las
esferas celestes) y el microcosmos (los seres humanos) era el aire. Como sabía todo
médico respetable (ignorando las ideas de los magistrados de las juntas de salud
después de 1450, que entendían que la enfermedad se propagaba por el contacto
entre una persona y otra, el contagio), el mal aire causaba la peste. 39
Por último, es casi innecesario decir que la medicina hipocrática influyó
grandemente en la medicina renacentista y, en particular, en la medicina novohispánica 40.
Como ilustración, basta recordar alguna de las descripciones del franciscano Gerónimo de
Mendieta:

Yo los conocí en un tiempo, que por maravilla hallaran indio que le vieran
estornudar, y lo noté por espacio de muchos días, maravillándome de ello. Y era
porque solo comían lo que naturaleza había menester para sustentarse, no más que

disponible en
www.franciscohernandez.unam.mx/tomos/04_TOMO/tomo004_007/tomo004_007_053.html consultado
en febrero de 2018.

39 Watts. Epidemias y poder, p. 36. V. también MITRE Fernández, Emilio. Fantasmas de la sociedad
medieval, enfermedad, peste, muerte. Valladolid, Universidad de Valladolid, 2004, pp. 125-126: “La
corrupción del aire acaba siendo un socorrido recurso para la explicación médica de la catástrofe. La
teoría se encontraba expuesta en ciernes en el De epidemia de Hipócrates y fue desarrollada por Galeno
en su De diferentiis febrium. Se habla en él de la corrupción miasmática del aire que, al ser respirado por
el hombre, infiltra el mal en todo el cuerpo produciendo la ruptura del equilibrio de los cuatro humores.”
Otro de los factores que influían en el bienestar del hombre era el movimiento de los astros. La astrología,
en consonancia con las ideas aristotélicas sobre el movimiento de las esferas celestes, fue otra de las
concepciones de élite desarrolladas en esta época. En realidad, se trataba de un aspecto del estudio general
de la physica del cosmos, basada en los textos clásicos.
40 Acerca de las relaciones entre medicina hipocrática y medicina novohispánica vease el libtro
Hipocratismo en México. En dos volúmenes, de Germán Viveros Maldonado, Mexico, UNAM. El primer
volúmen, de 1994, se refiere al siglo XVI, mientras que el segundo volúmen, de 2007, extiende el estudio
hasta el siglo XVIII.

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dos o tres tortillas de maíz y unas yerbezuelas cocidas con un poco de ají o chile,
que en España llaman pimienta de las Indias. De suerte que no criaban humores
superfluos, que tuviesen necesidad de expelerlos por aquella vía. Ahora estornudan
hasta los niños de teta, recibiéndolo de sus padres, porque comen carne y las demás
viandas que nosotros los españoles comemos, con lo cual crían humores gruesos y
superfluos, como nosotros los criamos, y por tanto estornudan como nosotros
estornudamos.41
O cualquiera de las descripciones de Francisco Hernández:

[La planta llamada yyauhtli] Es de temperamento caliente y seco en cuarto grado


casi, de gusto acre y un poco amargo, y de partes sutiles. Evacua la orina, estimula
las reglas, provoca el aborto y atrae los fetos muertos aplicando al cuerpo de
cualquier manera alguna partecilla de la planta; es favorable al pecho, alivia la tos,
quita la flatulencia, estriñe el vientre demasiado suelto, corrige el mal aluento,
aumenta la leche, combate los venenos, estimula el apetito venéreo, quita el dolor
de cabeza, alivia a los dementes y a los espantados y atontados por el rayo,
contiene el flujo de sangre, apaga la sed de los hirópicos, aleja los frios de las
fiebres (...)42

Cristianismo.

La segunda concepción que quisiera mencionar es aquella que se deriva


directamente del pensamiento cristiano, pues cualquier descripción de las enfermedades de
filiación43 europea pasa, forzosamente, por lo religioso. Esto es particularmente claro
41 Mendieta. Historia eclesiástica indiana. Op cit. pp. 508-509. El testimonio de este fraile es de particular
importancia puesto que el residió en el Convento de Tlatelolco algunos años después de haberse
elaborado el Libellus.
42 Hernández, Francisco. Historia de las plantas de Nueva España. México, UNAM- Instituto de Biología,
1924, p. 968. Disponible en
http://www.ibiologia.unam.mx/plantasnuevaespana/pdf/historia_de_las_plantas_III_6_4.pdf#page=5,
consultado en julio de 2017. Recordemos que Hernández fue nombrado por el rey Felipe II como
“protomédico general de nuestras indias, islas y tierra firme del mar Océano”. Evidentemente, la medicina
hipocrática era la medicina oficial, de élite, en la Nueva España del siglo XVI.
43 En la literatura antropológica es común encontrar el concepto de “Síndromes de filiación cultural”. Con
este concepto se ha querido dar a entender que lo que se está describiendo es un padecimiento que sólo
puede explicarse a partir de la cultura en que aparece. Por ejemplo, el “susto” sólo puede ser padecido
entre la comunidad de quienes creen que existe “el susto”. Cada cultura, entonces, crea y cree en sus
propios padecimientos, y los vive a su manera. Sin embargo, es curioso que se haya hecho una división
entre los “síndromes de filiación cultural” y algo así como las “enfermedades verdaderas”; siendo estas
últimas las sancionadas por la medicina hegemónica, “occidentalista”. Es decir, se relegó al ámbito de
“meras creencias” a todo lo demás. Pero es evidente que los padecimientos de “occidente” son también
“Síndromes de filiación cultural”, en tanto que son padecimientos vividos de una forma tal, sancionada y
producida por la cultura en que aparecen. En cada sociedad, la enfermedad o los desequilibrios se viven
de formas distintas, por lo que no se puede hablar de enfermedades más verdaderas que otras. En el
fondo, lo que existe es un racismo académico que desprecia el sufrimiento ajeno. Afortunadamente, son
cada vez menos los que utilizan el concepto en cuestión, o al menos en este sentido discriminatorio.
Nosotros, aquí, utilizamos la palabra filiación solamente para referirnos a la procedencia de los portadores
del conocimiento y vivencia de la enfermedad. Es decir, solamente estamos diciendo que tal o cual

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observando el nombre común de las enfermedades. La gente asociaba, por ejemplo, a “San
Mauro con la gota; a San Benito con la litiasis; a San Antonio con diversas manifestaciones
gangrenosas; a San Vito con la epilepsia; a San Blas con los males de garganta; a San Eloy
con las fístulas.”44

Pues bien, bajo esta concepción, las enfermedades eran causadas por el mal del
hombre, eran la consecuencia de su corrupción original. Según el libro del Génesis, la causa
de todos los males de la humanidad es el pecado original de Adán y Eva, quienes
desobedecieron a Dios y tomaron el fruto del árbol que les había sido prohibido. Sin
embargo, con la llegada de Jesucristo se anunciaba la redención de la tierra, la curación de
las enfermedades y la sanación del alma de los hombres. Jesucristo había venido a anunciar
el reino de los cielos y a hacerlo tangible, real. En el reino de los cielos, no habría más
sufrimiento, ni maldad45. Por eso el libro de San Mateo, afirma que en cierta ocasión la
gente presentó ante Jesús a un paralítico para que lo curase. Jesús le dijo “animate”
(Tharsei), tus pecados son perdonados”. Entonces, continúa la narración, algunos escribas
(especialistas de la época en los textos religiosos hebreos) pensaban “este blasfema”. Jesús,
conociendo sus pensamientos les preguntó qué sería más fácil, si perdonar pecados o decir
“levantate y anda”. Le dijo entonces al paralítico: “Levantándote, toma tu camilla y vete a
tu casa”, y así fue hecho46. De suerte que, un primer modo de vivir la enfermedad en el
mundo cristiano es el de la contaminación. Si el hombre hace mal, entonces se contamina.
Pero dado que el hombre no está separado de sí mismo, los malos pensamientos se traducen
en una vida/alma (psyché) mala, y a su vez en una manifestación corporal de este mal que
es la enfermedad.

En el evangelio según San Juan, capítulo 9, versículos 1 al 3, se nos cuenta que en


otra ocasión Jesús vio a un ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron, “¿quien

enfermedad se sufría por españoles o mexicas (lo cual evidentemente crea nuevos problemas de
definición de los grupos sociales, trabajamos entonces en un nivel de abstracción que siempre reduce y
simplifica la realidad). Por otra parte, tampoco se debe malinterpretar la relación entre la enfermedad y la
cultura diciendo que ésta no posee realidad material y que sólo es un resultado de las creencias o
costumbres de la gente, pues no por dejar de creer en la viruela se deja de morir de ella.
44 Mitre Fernández, Emilio. Fantasmas de la sociedad medieval, enfermedad, peste, muerte. Valladolid,
Universidad de Valladolid, 2004, p. 33.
45 Mateo 8:17 dice de Jesús: “el tomó nuestras debilidades y borró nuestras enfermedades”. Las citas
bíblicas del nuevo testamento están tomadas de TAMEZ, Elsa & Isela trujillo. El nuevo testamento griego
interlineal. Sociedades bíblicas unidas, 2012.
46 Mateo 9: 1-7.

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pecó, el o sus padres”?, en otras palabras: ¿por causa del pecado de quién surgió dicho mal
(la ceguera)? Pero Jesús les respondió que la causa de la enfermedad no era el pecado, sino
que había nacido ciego para que se manifestara en él la gloria de Dios. Acto seguido, le
restableció la vista. Así que, aunque la causa del mal en la tierra sea el pecado, no todo mal
tiene su causa eficiente en el pecado. Por que existen las pruebas y tribulaciones, cuyo
sentido total no es comprensible del todo para el ser humano, pues son voluntad divina. En
la bien conocida oración de Mateo 6 se dice “y no nos conduzcas a pruebas, mas libranos
del mal.”47. Por otra parte, en el libro de Job se nos relata la historia de un hombre que es
sometido a diversos males y enfermedades, para probarle. Job resiste el mal y lo sufre
sabiendo que él nada puede hacer frente a los designios de Dios. Incluso en cierta ocasión
Job cuestiona a Dios el porqué de sus males y Dios le responde que no le toca a él saberlo,
ni cuestionar la voluntad divina. Así, la enfermedad como prueba es un segundo modo de
vivencia de la misma en el mundo cristiano.

Pero desde tiempos pitagóricos, la concepción del hombre dual, aquella que separa
el cuerpo del alma era frecuente. Así, en el pensamiento cristiano también existe una
concepción que tiende a asociar el cuerpo con lo terreno y el alma con lo uránico. Jesús
había dicho “mi reino no es de este mundo” 48 y el reino de los cielos se localizó en un
porvenir, en el final de los tiempos o en el lugar de la vida después de la muerte. Las almas
buenas irían con Dios, mientras que las almas malas irían a los infiernos (o al purgatorio, en
el caso de las almas perfectibles). Bajo esta concepción, la tierra era un lugar de paso que
había que trascender y el cuerpo era parte de esa tierra pues “polvo somos”. La enfermedad,
entonces, como tercer modo de vivencia, se convirtió en un transito de dos vías: la de la
degradación de cuerpo, su putrefacción y vuelta a la tierra; pero la liberación y
purificación del alma, o bien su condenación eterna. Una ilustración especialmente
dramática de estas concepciones es el relato de San Buenaventura acerca de la muerte de
San Francisco de Asís:

Era tal la armonía que reinaba entre su carne y su espíritu, tal la prontitud de mutua
obediencia, que, cuando el espíritu se esforzaba por tender a la cima más alta de la

47 Mateo 6. 13-14
48 Juan 18. 36

85
santidad, la carne no sólo le ponía el menor obstáculo, sino que procuraba adelantarse
a sus deseos.

A fin de que el varón de Dios fuera creciendo en el cúmulo de méritos que hallan su
verdadera consumación en la paciencia, comenzó a padecer tantas y tan graves
enfermedades, que apenas quedaba en su cuerpo miembro alguno sin gran dolor y
sufrimiento. Al fin fue reducido a tal estado por estas variadas, prolongadas y
continuas dolencias, que, consumidas ya sus carnes, sólo parecía quedársele la piel
adherida a los huesos. Y, a pesar de sufrir en su cuerpo tan acerbos dolores, pensaba
que a sus angustias no se les debía llamar penas, sino hermanas.

(…) Y, besando la tierra, dijo: «Gracias te doy, Señor Dios mío, por todos estos
dolores, y te ruego, Señor mío, que los centupliques, si así te place; porque me será
muy grato que no me perdones afligiéndome con el dolor, siendo así que mi supremo
consuelo se cifra en cumplir tu santa voluntad». Por ello les parecía a sus hermanos
ver en él a un nuevo Job, en quien, a medida que crecía la debilidad de la carne, se
intensificaba el vigor del espíritu.49

Finalmente,

Cumplidos, por fin, en Francisco todos los misterios, liberada su alma santísima de
las ataduras de la carne y sumergida en el abismo de la divina claridad, se durmió en
el Señor este varón bienaventurado.50

Por último, quisiera mencionar, aunque sea de pasada, algunas concepciones de las
cuales sabemos muy poco. Desgraciadamente para la comprensión del pasado, las élites
dejan mucho más testimonios que el resto de la sociedad. Sin embargo, se sabe que en la
edad media existían muchos empíricos, quienes atendían los problemas de salud sin poseer
una formación de carácter institucional. Más bien, por medio del ensayo y error, y a través
de la memoria de lo que alguna vez había funcionado frente a tal o cual enfermedad,
aplicaban los remedios con un éxito tal, que en la mayoría de los casos superaban a los
médicos cultos de formación galénica-hipocrática51. También, existían los saberes populares
y campesinos, que intentaban hacer frente al mal:

Los archivos registran varios ejemplos de campesinos que se negaban


violentamente a relacionarse con forasteros procedentes de ciudades apestadas. En
1628, cuando Lyon, segunda ciudad de Francia, fue atacada por la plaga, su
49 Buenaventura de Fidanza. Leyenda mayor de San Francisco (1263). Capítulo XIII. En GUERRA, José
Antonio. Op cit. Versión digital en http://www.franciscanos.org/fuentes/lma05.html, consultada en enero
de 2017. Con respecto a la estabilidad y permanencia de las concepciones que hemos descrito, es
interesante que aún en nuestros días puedan escucharse descripciones de padecimientos o enfermedades
en términos esencialmente idénticos, y no sólo en ámbitos de liturgia o enseñanza cristiana (aunque por
supuesto, la condición de dichas vivencias es la existencia de creyentes).
50 Idem.
51 Watts, Epidemias y poder, pp. 36 yss.

86
acaudalada burguesía huyó a sus fincas campestres, como era costumbre entre los
ricos. Pero cuando la plebe intentó dejar Lyon, los campesinos, a pedradas, la
obligaron a retroceder. Al año siguiente los campesinos de Provenza amenazaron
con bombardear Digne antes que permitir que refugiados de esa ciudad amenazada
por la peste invadieran su pays. Basados en una explicación derivada de su propio
horizonte mental, estos campesinos habían descubierto una sensata técnica de
control de plagas. La reducción del movimiento humano52.

Los últimos días.

Si se nos pidiera una opinión impresionista de los últimos siglos medievales, diríamos que
la vida era difícil, y la muerte cercana53. Las epidemias, sobre todo la peste, tuvieron su
peso específico en que así fuera. Pero al mismo tiempo, fueron un factor para la
transformación de ese mundo, que a la postre daría origen a la modernidad. Hemos visto
que en el plano de la subjetividad, la reforma religiosa operó un gran cambio. Siglos antes
de Lutero ya existía una búsqueda por lo interior, por la relación directa con Dios, más allá
de señales y garantías exteriores como reliquias, imágenes o indulgencias. El
franciscanismo fue un ejemplo de este movimiento de reforma temprana. Su desprecio por
la riqueza era una sinécdoque del desprecio del mundo, al igual que lo era la liberación de
su alma de las ataduras del cuerpo. Este misticismo del encuentro subjetivo con Dios
perduraría por muchos años y llegaría, aunque diluido, hasta los conventos franciscanos en
Nueva España54. Cualquiera podía tener acceso a lo divino, siempre y cuando la situación
fuera propicia. Por ejemplo, ante la cercanía de la muerte:

En el pueblo de Xuchipila, a una india principal, mujer de un español, buen


cristiano, llamado Hernando Alonso, le dio una enfermedad que le duró tres o
cuatro meses. Al cabo de ellos, estando ya muy debilitada, después de haberla
confesado un religioso llamado Fr Gaspar Rodriguez, y dádoles el Santísimo

52 Ibíd. p. 38.
53 “Aunque manejando cifras diferentes, distintos autores han llegado a la misma conclusión; la población
de la Europa Occidental mantuvo un crecimiento sostenido desde el año mil hasta entrado el siglo XIV. A
partir de ese momento se iniciaría un incuestionable declive.” Mitre. Fantasmas de la sociedad medieval,
op. Cit. p. 11
54 No es casualidad que el primer concilio mexicano de 1555 se haya preocupado especialmente por prohibir
las prácticas eremíticas de los frailes, frecuentes en Europa. En consonancia con el concilio de Trento, el
concilio mexicano frenó el movimiento de subjetivización de la religión cristiana, para, en su lugar,
ofrecer una religión pública que hacía énfasis en procesiones, fiestas, uso de imágenes, etc. Al respecto v.
el artículo de Lara Cisneros, Gerardo. “Los concilios provinciales y la religión de los indios en la Nueva
España”, en María Pilar Martínez López-Cano, Francisco cervantes Bello (coord.) Los concilios
provinciales en Nueva España, Reflexiones e influencias, IIH-UNAM, IIS-BUAP, Seríe: Historia
Novohispana/ 75, 2005, pp.203-222.

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Sacramento del altar, la noche que pensaron se moriría, vino a ella la Madre de Dios
a la media noche, muy resplandeciente y cercada de santa compañía, y un fraile
menor venía delante alumbrando con una hacha. Y llegando la Virgen a la cama
donde estaba la enferma, la consoló diciendo, que se esforzase, y le mandó abrir la
boca y le dió unas cucharadas de cierto licor suavísimo, y le dijo que no la quería
llevar hasta que pasase un mes, porque más mereciese, y luego desapareció la
visión. Fue cosa de maravillar, que esta enferma luego tuvo mucha mejoría y se
levantó desde a pocos días, y contó esta visión a su confesor. Y al cabo del mes
tornó a recaer, y recibidos otra vez los sacramentos, la llevó el Señor para su
gloria55.

De igual modo, la vinculación medieval entre ciertas enfermedades y ciertos


santos, seguía presente. Incluso, cuando no se sabía bien a bien a qué santo le
correspondería tal o cual enfermedad:

(…) en el año de mil quinientos y setenta y seis, siendo yo indigno guardián del
convento de la ciudad de Xochimilco, cuatro leguas de México, y corriendo en
aquel año muy grave pestilencia por toda esta Nueva España, de que murieron (a lo
que creo) más de quinientos mil indios, y muriendo muchos en Xochimilco (como
en las demás partes), dije al pueblo que en aquella necesidad tomásemos un santo
por abogado, con promesa de hacerle un altar en aquella iglesia (que es bien
solemne, pues tiene sesenta tercias de vara en ancho con ser de una nave), y que lo
pidiésemos al Señor echando suertes con muchos nombres de principales santos.
Echamos las suertes, y cúponos el sagrado apóstol Santiago. Y aunque aflojó la
pestilencia, no dejaba de picar y morir harta gente. A cuya causa, llegando la
festividad del bienaventurado S. Sebastián en el año siguiente, nos pareció de
tomarlo por segundo abogado, pues generalmente lo es en toda la cristiandad para la
peste, con promesa de levantarle otro altar, con que cesó la mortandad de aquel
pueblo.56

Por otra parte, el medievo había colocado a los sacerdotes en una relación especial
con la enfermedad. Si por una parte eran los encargados de curar y atender a los enfermos,
por caridad; por otra parte eran ellos quienes tenían acceso a los textos clásicos y la
preparación necesaria para leerlos, comentarlos y traducirlos. El sacerdote, en consonancia
con la vivencia del mundo cristiano, adoptó el papel de curador, de almas y de cuerpos. Esta
es la enseñanza que dejó la lepra, y luego la peste, en Europa: que la enfermedad era,
principalmente, un asunto de moral y que por ende, se trataba de un asunto eclesiástico. En
América, el papel de los frailes como physicos, encargados de asuntos de salud pública se

55 Mendieta. Historia eclesiástica indiana, op cit. p. 460.


56 Ibíd, pp. 392-393.

88
ilustra con el siguiente testimonio, tomado nuevamente de la Historia eclesiástica de
Mendieta:

El padre guardián de aquel convento, llamado Fr. Juan Baptista, en el principio de


esta pestilencia (cuya fuerza habrá durado por espacio de dos meses) se previno de
las medicinas y recado que le pareció convenir. Y luego como los indios venían a
confesarse porque ellos, en dándoles el mal acuden con presteza por su pie, o
traídos a cuestas por sus parientes, o en andillas, o como mejor pueden a la
confesión), tenía aparejados barberos, que en confesándose luego los sangraban en
la portería del convento, y allí reposaban un rato, y luego se les daban jarabes de
cañafistola y agua templada, y lamedores a los que los habían menester por la
mucha tose. Y de este jarabe se gastaban algunos días cuatro lebrillos o barreñones
grandes, porque hubo días que pasaron de trescientos enfermos, y lo ordinario eran
doscientos o doscientos y cincuenta. A las preñadas, que no se les podían hacer
sangrías, les echaban ventosas sajadas en las espaldas, y se les daba la contrayerba
de su enfermedad, que en lengua de México se llama cohuanenepilli (…) A los más
necesitados daba el padre guardián carne de membrillo y otras conservas y regalos
que hizo traer en cantidad de México. Considérese qué parecería en estos días
aquella portería y patio del convento de Tezcuco, lleno de tantos enfermos,
confesando a unos, sangrando a otros, jaropando a otros, remediando y consolando
a otros. ¿Que de ángeles andarían en ayuda y esfuerzo de este ministerio! 57
Por último, a la subjetivización de la experiencia religiosa, la moralización de la
enfermedad y la aparición de las primeras políticas públicas encaminadas a combatir los
males del cuerpo y del alma, debemos agregar otro principio que, heredero del medioevo,
tomó gran fuerza entre los misioneros en América. Se trata de algo que podemos
denominar: principio de Redención del mundo.

El movimiento espiritual cuyo comienzo hemos situado alrededor del siglo XIII y
que culmina con la reforma protestante, adoptó muchas veces la forma de una vuelta a los
orígenes. Esto dio pie a la posterior búsqueda renacentista de los textos sagrados más
antiguos, más auténticos, en sus lenguas de origen. Se buscaba entender el sentido de lo
escrito, el verdadero carácter de las palabras que se leían. Pero más allá de las palabras, se
buscaba la vida en consonancia con lo que enseñaban esos textos. Había que vivir como
Jesucristo había enseñado, como vivieron los apóstoles. Había que hacer real lo que la
religión enseñaba. Había que hacer del espíritu, mundo. Había que construir un mundo
espiritual.

Pero, paradojicamente, a las pretensiones del espíritu se le oponían el mundo y su


materialidad. ¿Cómo vivir el reino de Dios en este valle de lágrimas?, ¿cómo volver a los

57 Ibíd, p. 516.

89
fundamentos de caridad, fraternidad y comunión, frente a las corruptelas de la misma
iglesia?, ¿dónde construir un nuevo cielo y nueva tierra, si por doquier abundaba la peste?,
¿cómo predicar la vida, cuando huele a muerte por todos lados? Las elites europeas se
atormentaban con semejantes preguntas. Y entonces apareció América. Si la vuelta a los
orígenes tenía que ser el principio de algo que se hiciera real en el siglo, para siempre, ¡que
mejor lugar para comenzar que en el Nuevo mundo, donde sus naturales se ofrecían como
un campo virgen que habría que cultivar y en el cual sembrar la semilla del evangelio, para
que diera los primeros frutos de la Nueva Jerusalén!58. El descubrimiento avivó la emoción.
Jesucristo prometió volver cuando se predicase el evangelio por todas partes59, y además
había dejado el mandamiento: “id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en
el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”60. El fin de los tiempos parecía
inminente ahora que se había completado el mundo al cual predicar, y los religiosos habían
sido convocados para ser ejecutores de la divina providencia.

De nuevo, los trabajos y los días.

El desencanto llegó pronto. Donde quiera que los europeos pisaban, dejaban tras de sus
pasos una ola de destrucción y muerte. Como portadores de enfermedades desconocidas en
América, ellos diseminaron la viruela, el tifo o el sarampión por todo el continente. Como
los pobladores de estas tierras no poseían inmunidad frente a estas enfermedades, alrededor
58 “Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas
postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Y me
llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que
descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra
preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal” Apocalipsis 21: 9-11, versión Reina-Valera
1960. Además, “Los grandes temas que ocuparon a los religiosos en este periodo [el autor se refiere al
periodo de 1524 a 1570, con respecto a todas las órdenes y no solo a los franciscanos] estaban
relacionados con la defensa de los indios contra los abusos de los encomenderos (fray Bartolomé de las
Casas), con el conocimiento de las prácticas idolátricas para su erradicación (fray Andrés de Olmos) y con
la exaltación de la labor misionera como base para la construcción de una Jerusalén indiana que se
confrontaba con una cristiandad europea en crisis por la reforma protestante (fray Toribio de Motolinia)”.
Antonio Rubial García, “Las órdenes mendicantes evangelizadoras en Nueva España y sus cambios
estructurales durante los siglos virreinales” en María del Pilar López-Cano (coordinadora). La iglesia en
Nueva España. Problemas y perspectivas de investigación, México, Instituto de investigaciones históricas
de la UNAM, 2010, p. 220.
59 “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y
entonces vendrá el fin.” Mateo 24:14, versión Reina-Valera 1960.
60 Mateo 18: 19, versión reina valera 1960.

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del 80 por ciento de la población murió. Los restantes, sometidos a fuertes exigencias
tributarias y maltratos por parte de los conquistadores, vieron pocas posibilidades de
recuperar su población. Además, las políticas coloniales de reunir poblaciones dispersas en
núcleos urbanos (congregaciones), para conformar Repúblicas de indios 61, en lugar de
permitir el control de la población y facilitar la evangelización, tuvieron como resultado
facilitar el contagio y aumentar el número de muertos.

Aquellos en quienes se iba a cimentar la Nueva Jerusalén morían por millares, al


tiempo que aquellos conquistadores que justificaban sus acciones bélicas con la misión de
predicar el evangelio pocas veces demostraron ser ejemplos de virtud. Toda la empresa
aparecía de repente como una gran mentira, pues su objetivo declarado era la
evangelización de las almas.

La monarquía católica quiso mostrarse como la defensora de la santa Iglesia 62. Pero
en este proceso había que demostrar que los indios eran susceptibles de evangelización, que
podían ser servidores del rey y del papa, e incluso, como ya se ha mencionado, que en ellos
se podía re-crear el mundo. En consonancia con lo anterior, la educación franciscana en
Nueva España adquirió como ejes la enseñanza de la doctrina, la enseñanza de artes y
oficios, y los estudios superiores. Los frailes aprendieron las lenguas habladas por los
naturales (en algunos casos incluso antes de su llegada a América 63) y comprendieron que
para lograr sus propósitos convenía conocer a profundidad la vida y costumbres antiguas de
sus educandos así como utilizar imágenes y elementos de la escritura antigua, para intentar

61 Un momento más en el perfeccionamiento de las políticas modernas de control de la población.


62 Entre los enemigos del catolicismo podemos nombrar: “moriscos”, ateos, judíos, idolatrías, etc., pero
también heterodoxias al interior del catolicismo, y por su puesto, al protestantismo.
63 “Ante todo, ¿a qué daban el nombre de barcada? Discurríamos el otro día si sería cuestión de cantidad,
puesto que a los 12 frailes del año 1524 se les consideraba como venidos en la primera barcada, siendo
así que merecía mejor ese nombre el grupo de los tres frailes flamencos que habían llegado un año antes.
Pero hoy, después de haber leído un pasaje de Mendieta (p. 187) me inclino a creer que sea, más bien,
cuestión de calidad. Llamóse barcada la de los 12 porque vino con permiso del Emperador, con autoridad
del Papa, y con sanción del general de la Orden de San Francisco; la venida de los tres flamencos fue,
ciertamente, con autorización de Carlos V, pero tal vez sin la sanción del Papa y de la Orden. Así es que
los antiguos franciscanos daban el nombre de barcada a lo que después se llamó misión: era barcada la
misión religiosa debidamente autorizada; y no llevaba ese nombre la que carecía de tal requisito. Bien
creo que de las Antillas y aun de España, hayan venido en aquellos primeros tiempos varios grupos de
frailes franciscanos sin despacho formal de la Orden, y éstos no entraban probablemente en el número de
las barcadas.” Ignacio Bernal (presentación) & Miguél León Portilla (notas). “Vida y obra de fray
Bernardino de Sahagún. Dos cartas de Paso y Troncoso a García Icazbalceta” en Hermández de León
Portilla, Ascensión (edición e introducción). Bernardino de Sahagún. Diez estudios acerca de su obra.
México, FCE, 1990. p 69

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transmitirles tanto conceptos doctrinales, como oraciones, mandamientos, credos o modos
deseables de conducta64. Se escribieron las grandes crónicas que relataban las costumbres
antiguas de los pueblos. Se tuvo el mayor cuidado en conocer a estas gentes del nuevo
mundo. Mucho es lo que estaba en juego.

Pero todo el esfuerzo no sería más que ilusión si no se podía hacer que lo que no era
más que exterioridad se arraigara en lo interior. ¿Qué más da, rezar el Padre Nuestro, si no
se entiende lo que se dice?, ¿y de que vale bautizar a miles sin fe?, ¿y cómo afrontar el
hecho de que aunque se llenaran las iglesias, los ritos antiguos se seguían realizando, de
noche, entre los cerros? Además, ¿no es cierto que, como nos lo dejan ver los cronistas de la
época, la religión antigua de los indios era semejante en muchos sentidos al catolicismo?.
¿Cómo acceder al pensamiento y al corazón de los hombres? Dos caminos se sugieren: el
primero, el convencimiento; el segundo, la fuerza65. Pero al final de ambos caminos, de
todos modos incertidumbre. Los más lúcidos de entre los frailes anduvieron con cuidado.

64 Cuenta Mendieta: “Hacían pintar en un lienzo los artículos de la fe, y en otro los diez mandamientos de
Dios, y en otro los siete sacramentos, y lo demás que querían de la doctrina cristiana. Y cuando el
predicador quería predicar de los mandamientos, colgaban el lienzo de los mandamientos junto a él, a un
lado, de manera que con una vara de las que traen los alguaciles pudiese ir señalando la parte que quería.
Y así les iba declarando los mandamientos. Y lo mismo hacía cuando quería predicar de los artículos,
colgando el lienzo en que estaban pintados. Y de esta suerte se les declaró clara y distintamente y muy a
su modo toda la doctrina cristiana. Y no fuera de poco fruto si en todas las escuelas de los muchachos la
tuvieran pintada de esta manera, para que por allí se les imprimiera en sus memorias desde su tierna edad,
y no hubiera tanta ignorancia como a veces hay por falta de esto.” Op cit. p. 250.
65 Al respecto, la controversia de Valladolid entre Sepúlveda y De la Casas, es ilustrativa. Fray Bartolomé
defendiendo la colonización pacífica, la conquista de almas mediante la persuasión, mientras que
Sepúlveda defendiendo una colonización a “Sangre y Fuego”.Ambos contendientes, tomando ejemplos de
lo que habían vivido en América, haciendo evidente que la llegada al continente abrió una fuente
inagotable de nuevas percepciones, un nuevo universo que, en su destrucción, también transformaría al
hombre europeo. Al respecto v. el artículo de José Manuel Gallegos Rocaful, “La filosofía en México en
los siglos XVI y XVII”. En DE LA CUEVA, Mario. (coord.). Estudios de historia de la filosofía en
México. México, UNAM, 1980, pp. 93-120. Otros modos de utilizar la fuerza, fueron los castigos
corporales, las penas de ex-comunion y las sanciones jurídicas. Entre estas últimas destaca la inquisición,
institución que sólo tuvo jurisdicción sobre los indios en los primeros años tras la conquista. Como bien
explica Gerardo Lara Cisneros, en su artículo “Los concilios provinciales y la religión de los indios en la
Nueva España”, Op cit., en general, en un principio, la actitud, tanto de los primeros frailes como del
primer obispo de Nueva España, fray Juan de Zumárraga, fue dura con respecto a idolatrías y herejías (v.
sobretodo pp. 204-209 y ss.). Un ejemplo de esto es el Auto de Tlatelolco contra Carlos Ometochtin, el
cual culminó con la muerte del noble tezcocano en la hoguera. Sin embargo, la actitud dura pronto se
convirtió en una actitud que se puede denominar “paternalista”. Por ejemplo, tras la muerte de Carlos
Ometochtin, se desencadenaron una serie de críticas contra Zumárraga por haber castigado con extrema
dureza a un recién convertido. Se argumentó que la inquisición solo tenía jurisdicción sobre los cristianos
viejos y que a los indios, puesto que eran nuevos en la fe, se les debía tratar como a niños pequeños. Se
comenzó entonces a entender la labor de la iglesia como la labor de un padre que tenía que proteger
moral, espiritual y legalmente a sus hijos pequeños, los indios. Actitud que se consolidaría con las
disposiciones del Primer concilio provincial mexicano.

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Había que proceder con arte, con conocimiento del otro66. Cual médico que, para obtener la
salud, primero debe conocer bien la enfermedad, su descripción, sus causas:

El médico no puede. Acertadamente aplicar las medicinas al enfermo sin que primero
conozca: de que humor, o de que causa procede la enfermedad. De manera que el buen
médico conviene sea docto en el conocimiento de las medicinas y en el de las
enfermedades para aplicar conveniblemente a cada enfermedad la medicina contraria.
Los predicadores y confesores, médicos son de la ánimas para curar las enfermedades
espirituales: conviene tengan esperitia de las medicinas y de las enfermedades
espirituales. El predicador de los vicios de la república para enderezar contra ellos su
doctrina y el confesor para saber preguntar lo que conviene y entender lo que dijeren
tocante a su oficio: conviene mucho que sepan lo necesario para ejercitar sus oficios.
Ni conviene se descuiden los ministros de la conversión con decir que entre esta gente
no hay más pecados, de borrachera, hurto y carnalidad: Por que otros muchos pecados
hay entre ellos muy más graves y que tienen gran necesidad de remisión. Los pecados
de la idolatría, y ritos idolátricos y supersticiones idolátricas y agueros, y abusiones, y
ceremonias idolátricas: no son aun perdidas del todo. Para predicar contra estas cosas
y aún para saber si la hay: menester es, de saber como las usaban en tiempo de su
idolatría: que por falta de no saber esto, en nuestra presencia hacen muchas cosas
idolátricas, sin que lo entendamos67.
Sin embargo, para quienes se empeñaban en esta labor, todos los esfuerzos
parecieron inútiles. Las enfermedades de la vieja Europa, las del alma y las del cuerpo, no
lograron curarse. El Nuevo Mundo terminó siendo el mismo viejo Mundo, el de siempre,
idéntico a sí mismo, pero tal vez un poco más consiente de su existencia trágica, y la
Europa que llegó a América, al final, tuvo que asumir que aún faltaba para el apocalipsis,
teniendo la tranquilidad de conciencia que otorga el dejar de preguntar por el sentido de su
estar ahí, empeñándose, de nuevo, en los trabajos y los días, con sus afanes y sus males.

66 No es casualidad que uno de los temas de cualquier programa que intente enseñar los antecedentes de la
etnología, antropología social o disciplinas afines a nivel universitario, sea el de la labor de misioneros y
funcionarios del periodo colonial latinoamericano. Por ejemplo, muchas veces se le llama “padre de la
etnografía” a Sahagún y es que, sin traer a cuento el problema de la colonialidad del pensamiento
antropológico, es evidente que en este personaje había una clara intención de conocer sistemáticamente
las costumbres, modo de vida y pensamiento de una sociedad distinta de la propia, aunque, por supuesto,
para implementar un cambio dirigido en ella. Se trata pues, de dar valor al otro justo en el momento en
que su mundo se derrumba. Es casi una labor de anticuario. Tal vez sea por eso que muchos etnógrafos
tienen esta época y a estos personajes tan en alta estima.
67 Sahagún, “Prólogo”, en Códice florentino, primer tomo, versión digitalizada en
https://www.wdl.org/es/item/10096/view/1/13/ . Consultada en julio de 2017.

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