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En un futuro muy lejano vivía un niño llamado Mumablue. Era un niño muy
inquieto: le encantaba aprender cosas nuevas y, cuando no entendía algo,
siempre lo preguntaba. Pero, sin lugar a dudas, lo que más le entusiasmaba era el
espacio exterior.
Mumablue y Corcho continuaron espiándolos sin entender muy bien qué estaba
ocurriendo. ¿Qué querrían los extraterrestres? Tras una larga espera, Mumablue
vio cómo extraían del hoyo… ¡un imán gigante! Lo cargaron entre todos y lo
metieron en su nave espacial.
En cuanto despegaron de la Tierra con el imán, todo empezó a flotar. ¡No había
gravedad! ¡Ya no era posible mantener los pies en el suelo!
Mumablue tuvo la misma sensación que el día que fueron de excursión a la Luna
con el colegio y experimentaron la gravedad lunar. Era como nadar y volar a la
vez.
Tras tantos esfuerzos y emociones, Mumablue tenía un hambre voraz, así que
bajó a la cocina para comer algo. Pero en cuanto abrió un cartón de leche, ésta
empezó a flotar y no hubo manera de beberla. Mumablue buscaba una solución al
problema, ya que sin gravedad todo resultaba más complicado. Hasta que se le
ocurrió una gran idea.
Cuando se encontraba muy cerca del planeta Gelatina, una luz roja se encendió y
el coche espacial comenzó a pitar. ¡Batería agotada! Flotaba en mitad del espacio
sin poder avanzar. Muy asustado, Mumablue chillaba y agitaba los brazos con la
esperanza de cruzarse con otra nave que lo ayudase.
El señor Flot, habitante del planeta Gelatina, vio el coche de Mumablue flotando a
la deriva y decidió acudir en su ayuda. Mumablue respiró aliviado. Se sentía muy
agradecido con el señor Flot.
– ¡Te llevaré a mi planeta, allí podrás cargar tu vehículo! -le tranquilizó el extraño
ser espacial.
Una vez aterrizaron en el planeta Gelatina, Mumablue se encontró con una gran
fiesta. Los habitantes de Gelatina bailaban y cantaban todos juntos. ¡Se lo
pasaban muy bien!
– ¿Qué hace aquí este terrícola? -preguntó uno de los aliens con desconfianza.
– Pero los humanos no estamos hechos para flotar y si todas las cosas vuelan por
el aire será un desastre. ¡Ni siquiera he podido merendar! -protestó Mumablue.
Mumablue comprendió que debía encontrar una buena solución para todos, ya
que los habitantes del planeta Gelatina también necesitaban la gravedad. Propuso
compartir el imán.
Y así fue como partieron el gran imán en dos mitades: una para el planeta
Gelatina y otra para el planeta Tierra.
“Planeta Gelatina”
Es un cuento que se le puede leer a los niños desde los 2 o 3 años
de edad, que pone de relieve valores como la generosidad, la
tolerancia y la empatía.