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Las fundaciones de ciudades y el pensamiento urbanístico hispano en la
era del Descubrimiento (Resumen)
La historia urbana referida al periodo histórico en torno a la fecha de 1492, con sus
precedentes, desde la caída de Constantinopla (1452) y su evolución hasta la
entronización y asentamiento de la monarquía del Emperador Carlos (~1530), es un
periodo excepcional que requiere una reinterpretación a la luz de nuevos enfoques
interdisciplinarios y de nuevos descubrimientos científicos. El periodo se ha
interpretado habitualmente como una evolución de fórmulas, técnicas y ejemplos
medievales, aunque también está definido por varios fenómenos, algunos plenamente
renacentistas: 1. el espíritu del relato del Apocalipsis y sus descripciones de la Jerusalén
Celestial; 2. la nueva definición de la historia del mundo que tras las campañas contra el
Islam en España y los descubrimientos geográficos del Nuevo Mundo se basaron, tanto
en la profecía franciscana, como en la corriente eclesiástica milenarista; 3. el valor que
adquirió la ciudad a la luz de las publicaciones de las obras de los filósofos clásicos,
recuperados gracias a la huida a Italia de los monjes y sabios griegos residentes en la
región del Bósforo y en el Mediterráneo Oriental.
La experiencia desarrollada en la Península Ibérica cobra un nuevo significado en un
periodo breve, marcado por una sucesión de acontecimientos de gran trascendencia: en
primer lugar, las campañas de la Baja Andalucía, de las Islas Canarias de Gran Canaria,
La Palma y Tenerife, y de la costa africana (14871498); en segundo lugar, la
consolidación de un proyecto de ciudad conforme a la utopía cristiana (14991504), de la
que sería emblema principal la ciudad de Granada transformada por la cristiandad a
semejanza de la Valencia de Eiximenis; y en tercer lugar, las sucesivas fundaciones que
se proyectan en las geografías de los descubrimientos y las conquistas (15051530),
jalonadas en esta etapa por varios experimentos, entre los que destacan por su
significado de final de una era y principio de la última edad del mundo,
respectivamente: Santa Fe de Granada, ciudad símbolo de conquista espiritual y San
Cristóbal de La Laguna en Tenerife como ciudad de paz y modelo de colonización
cristiana bajo presupuestos utópicos inspirados en la filosofía griega, experimento del
año 1500.
La publicación de obras como el Liber Chronicarum Mundi (1493), de Hartmann
Schedel, pone de manifiesto esta concepción inspirada en el Apocalipsis, describiendo
las siete edades del mundo con el nacimiento y desaparición de ciudades, y escogiendo
siempre como eje del discurso una imagen y una descripción de una ciudad.
Palabras clave: ciudades de fundación hispanas, cultura humanística, milenarismo
The founding of cities and Spanish urban development thought in the Age
of Discovery (Abstract)
Urban history referring to the historical period around 1492 and its parallels, from the
fall of Constantinople (1452) and its development until the enthronement and settlement
of the monarchy of Emperor Charles (~1530), is an exceptional period that requires
interpretation in the light of new interdisciplinary approaches and new scientific
discoveries. This period has generally been interpreted as the development of formulas,
techniques and medieval examples, although it is also defined by several phenomena,
some of which are fully Renaissant: 1) the spirit of the account of the Apocalypse and
its descriptions of Heavenly Jerusalem; 2) the new definition of world history which,
after the campaigns against Islam in Spain and the geographical discoveries of the New
World, was based on both the Franciscan prophecy and on the millenarianist
ecclesiastical school of thought; 3) the value acquired by the city in the light of the
published works of classical philosophers, recovered thanks to Greek monks and
learned men who fled to Italy from the Bosphorous and eastern Mediterranean.
The experience that unfolded in the Iberian Peninsula took on a new meaning in a brief
period, marked by a series of highly significant events: first, the campaigns in Baja
Andalusia, the Canary Islands of Gran Canaria, La Palma and Tenerife, and on the
African coast (14871498); second, the consolidation of the project for a city that
complied with the Christian utopia (14991504), whose main representation was the city
of Granada transformed by Christianity as Valencia was by Eiximenis; and third, the
successive foundations designed for the areas of discovery and conquest (15051530),
marked during this period by several experiments. The most noteworthy, for their
significance as end of an era and beginning of the last world era, respectively: Santa Fe
(province of Granada), a city that symbolises spiritual conquest, and San Cristóbal de
La Laguna (Tenerife), a city of peace and a model for Christian colonisation based on
utopian assumptions inspired by Greek philosophy—an experiment in 1500.
Key words: cities founded by the Spanish, humanistic culture, millenarianism
Durante el siglo XIII, la Península Ibérica vivió un proceso de enfrentamientos entre las
tradiciones del derecho común, y las intenciones legislativas de la Corona, en un
proceso que culminó con la promulgación del Código de las Siete Partidas de Alfonso
X el Sabio. Sin embargo, este importante compendio fue recibido como imposición real,
especialmente en Castilla, donde imperaba el Derecho Viejo. De las posteriores
redacciones, interesa especialmente la tercera, realizada entre 1295 y 1312 en la corte de
Fernando IV. A partir de este momento, en la redacción se elimina el carácter
obligatorio (Ley del Rey) de las redacciones anteriores, y pretende ajustarse con un
estilo llano, a la comprensión común, considerándose exclusivamente como texto
doctrinal. Precisamente por esta razón, sus autores recurren a textos filosóficos de
Platón, Aristóteles, Séneca, Boecio, Santo Tomás de Aquino,... Algo después, en 1348,
Alfonso XI de Castilla, en el conocido como Ordenamiento de Alcalá encargó la sexta
redacción, presidida por la idea del hombre en sociedad, y la ley como expresión del
derecho. A partir de este momento se confía la custodia de las Partidas en el arca del
Concejo de cualquier villa fundada, como fuente de consulta obligada para los actos de
regimiento y justicia, que son las acciones de representación del poder de la monarquía
en el orden temporal.
Sin embargo, la repercusión más importante que habría de tener esta experiencia es la
idea de ciudad como un proyecto previo, la ciudad ideal, expresión del orden temporal
regido por el orden espiritual. Esta idea aparece expresada por Caro Baroja, en un
artículo sugerente acerca del urbanismo medieval. En él destaca la relación inseparable
entre Razón y Fe, y el funcionamiento de las fundaciones urbanas como organismos
paralelos al cuerpo humano, de los que son una metáfora algunas partes de la ciudad,
según el principio enunciado por Jean de Salisbury en el siglo XII. A través de esta
imagen simbólica, las partes de la ciudad serían expresión de la idea jerárquica central
en todo el medievo: La superioridad de la autoridad espiritual sobre cualquier autoridad
temporal formulada en la Bula Unam sanctam de Bonifacio VIII, de 14 de noviembre
de 1302 (Caro Baroja, 1982). La ciudad medieval consagra la cabeza al príncipe, o lo
que es lo mismo, al gobierno temporal que cumple las misiones de ser ojos, oídos y
lengua en las actividades del regimiento y justicia de la ciudad. El corazón lo ocupa la
iglesia. Los intestinos, el comercio y la administración. Los agricultores, constituyen los
pies, así como los oficios son las manos, sin distinción entre gremiales y menestrales.
Este símil antropomorfo, enunciado por primera vez por Vitrubio desde una perspectiva
funcional, tuvo una aplicación simbólica en muchas ciudades medievales europeas, y es
observable en algunos núcleos españoles. En todo este proceso destaca una modalidad
fundacional común a algunos núcleos del País Vasco, de la primitiva Corona de Aragón,
y repartidos por el Camino de Santiago, junto a otros posteriores situados en territorios
de Castilla. Serían ejemplares previos a la actividad repobladora de la Baja Andalucía,
como experiencia más próxima a la Conquista de Canarias y al Descubrimiento de
América, y cuna geográfica de algunas figuras urbanas destacadas en ambos procesos
históricos. De entre todos ellos sobresale como más llamativo el ejemplo de Briviesca
(1314). Sería representativo de una modalidad de distribución espacial heredera de la
tradición romana. Castramentación rectangular cuyo centro lo ocupa la iglesia
parroquial y la plaza principal, y cuya distribución se rige por tres calles (medio, arriba
y abajo) según una práctica ancestral del medievo español de concentrar a la nobleza y
dignidades en el centro, en la superior los oficios y en la inferior los labradores y
menestrales.
«Su planta ha de ser cuadrada, de mil pasos de lado; en el centro de cada uno de éstos se abrirá una puerta
principal, flanqueada por dos más pequeñas, fortalecidas como las de los castillos; las esquinas estarán
igualmente fortificadas. De puerta a puerta, dos anchas calles la dividirán en cuatro cuarteles, cada uno de
los cuales tendrá una hermosa y vasta plaza... En las cercanías del cruce de las dos calles mayores se
emplazará la catedral; inmediata, una gran plaza con gradas en torno y el palacio episcopal; no se
permitirán solaces deshonestos en ella, ni la instalación del mercado ni de la horca para el castigo de los
delincuentes. Cada barrio tendrá conventos de frailes mendicantes y parroquias, carnicerías, pescaderías,
almudís y varias tiendas. Los hospitales, leproserías, garitos, burdeles y desagües de las cloacas deberán
emplazarse al lado opuesto a aquel de donde procedan los vientos reinantes. Las gentes de idéntica
profesión vivirán agrupadas en el mismo barrio; si se trata de una ciudad marítima, las viviendas de los
mercaderes, cambistas, etc., ocuparán la parte más cercana al mar; las de los labradores deben de estar
junto a la puerta que abra al campo; por todas partes se instalarán los comercios necesarios para la vida
cotidiana. El interior de la ciudad será «bello y deleitoso». Habrá leyes que ordenen las edificaciones y
derribos y gentes encargadas de su cumplimiento» (Torres Balbás, 1968, pp. 152153).
La descripción permite calcular una ciudad de unos 800 metros de lado, que ocuparía
una superficie de 65 Ha. Planificada para albergar 1600 viviendas, incluía además los
equipamientos religiosos y las instituciones civiles y su servicio, por lo que cabría
pensar en una ciudad para 10.000 habitantes. Galantay destacó la importancia de la
fecha de su primera edición en 1499, porque permitiría considerar la obra de Eiximenis
como una de las piezas claves del ideario de la Monarquía con relación a la fundación
de ciudades [4] . Y tampoco conviene olvidar que esa fue la fecha en la que Cisneros
programó el trazado de la ciudad de Alcalá de Henares.
«...la mayoría de las condiciones de asentamiento de la ciudad tienen su exacta correlación en la Política
de Aristóteles: su situación en llanura para poder dilatarse; su amplitud bastante para su autodefensa, sin
campos en el interior de sus muros; cerca de agua, pero mejor sin que la ciudad quede cruzada por un río;
sistemas de desagüe («clavergues»); abierta al mar para asegurar el comercio y la comunicación humana;
o su orientación preferente hacia levante o mediodía, para protegerse del viento tramontano. Su
orientación «astrológica» en función de los signos del zodíaco parte de Ptolomeo y, en cambio, la
localización de su entrada principal hacia levante, donde se había situado el Paraíso y de donde procedería
la segunda parousía de Cristo (cap. 106), está condicionada por una concepción estrictamente religiosa e
incluso visionaria del ideal urbano» (Marías, 1989, p. 68).
Sin embargo, algunos aspectos de su obra, introdujeron nuevos enfoques acerca del
concepto de lo público, como esencia de la convivencia urbana. Siendo un texto de
reflexión ejemplarizante sobre aspectos morales y religiosos, el principio más
revolucionario introducido por la obra de Eiximenis es la concepción funcionalista de la
ciudad como un organismo dotado de todas las infraestructuras necesarias para la vida
cotidiana. Pero la ciudad material es solamente el escenario donde habita la ciudad
transcendente, la comunidad social. La polis, ciudad definida en lo social, es un espacio
de convivencia llano, horizontal, que supera las prácticas segregacionistas del
urbanismo hispano plenomedieval con sus ghetos, y sus calles especializadas
socialmente. Este presupuesto sintetiza la verdadera aportación franciscana, revisionista
y utópica en lo social, que prefigura la construcción de un modelo de convivencia
preparatorio del cumplimiento de la profecía del advenimiento de la Jerusalén Celestial,
en la tercera edad, y en el ámbito de una ciudad que haya alcanzado finalmente la
perfección moral. Una ciudad fundada y edificada en honor y gloria de Dios,
rigurosamente planificada desde el punto de vista funcional, y equilibrada en los social.
Esta ciudad adopta la forma de un cuerpo. Los distintos miembros que configuran un
cuerpo humano, desempeñan diversos cometidos, y de la misma manera, diversas
personas y oficios, ajustados unos a otros, forman también un cuerpo y una comunidad,
que recibe el nombre de república cristiana. Esta república tiene cabeza, que desempeña
el gobierno y el juicio (senyoria, término del que procede el seny catalán); los ojos y
oídos, los jueces y oficiales; los brazos, los hombres de armas que defienden la
república; el corazón, los consejeros; las partes reproductoras los predicadores y
enseñantes; las piernas, los menestrales; los pies que cultivan la tierra, los campesinos,
que desempeñan su oficio en todas las épocas.
E aquesta composicio aytal, es axi com hun cors humanal, compost de diuersos membres. E axiu diu sant
Pau (...) e vol dir que, axi com diuerses membres fan vn cors, qui han diuersos officis, son en lom, axi
diuerses persones e officis fan hun cors, ajustats, e vna comunitat, la qual es apellada la cosa publica
crestiana (...) que en la cosa publica hauia cap, e aquest es aquell qui ha lo regiment o senyoria; los vlls e
les orelles son los jutges els officials; los braços son aquells qui deffenen la cosa publica, ço es, los
cauallers e los homens darmes; lo cor son los consellants; les parts generatiues son los preycants e
informants; les cuxes e cames son los menestrals, los peus que calciguen la terra, son los pagesos qui la
colren e la exesciten per lur offici tostemps. [6]
(...) los vells ab lur consell e seny, los jouens ab lur força e vigor, los pobres segons sa facultat, los richs
de lurs riqueses, los homens tots de aço que saben e quels es manat, les fembres lexant folls ornaments,
perles e altres arreus per no carregar lurs marits de despeses, los clergues ab lurs oracions continues, los
seglars ab armes e ab diuersos altres treballs, fins que la comunitat sia en bon estament (...) Apoyándose
en Filogolus, destaca la contribución de los mercaderes, que (...) entre los altres officis que posen la cosa
publica en bon estament, son los mercaders, car terra hon mercaderia torna e abunda, tostemps es plena e
fertil e en bon estament. Per tal los mercaders diu que deuen esser fauorits sobre tota gent seglar del mon,
car diu que los mercaders son vida de la terra hon son, e son tresor de la cosa publica, e son menjar dels
pobres, son braç de tot bon negoci, de tots affers compliment. [7]
Eiximenis proporcionó una visión renovada sobre la ciudad y las actividades que le son
propias, a través de su obra escrita, superando las posiciones del cristianismo tradicional
ancladas en el agustinismo defensor de la sacralización de la ciudad. Introdujo las
nuevas ideas de Bacon sobre un ideal cristiano de carácter laico, expresadas en el
concepto de la república cristiana (Gilson. 1952, p. 78). Consideró que la forma de la
ciudad debía ser proyectada de manera teórica y planificadas sus funciones por
intelectuales, anticipando argumentos propiamente renacentistas que más tarde se
expresarían en la obra de Alberti. Este posicionamiento sirvió de base a las nuevas
estructuras desarrolladas en tiempos de los Reyes Católicos, como base institucional del
concepto del Estado, que descansó en la concepción corporativa de la sociedad. La
metáfora organicista elaboró un imaginario, en el que el cuerpo místico de la Iglesia
alcanzaba su realización a través de la sociedad cristiana habitando en comunidad. La
ciudad es finalmente el ámbito donde Dios se hace presente a través de los actos
colectivos en los que participan todas sus partes u órganos [8] . De este modo, la ciudad
concebida en el momento, desarrolló un sistema formal de carácter simbólico y
trascendente, expresado mediante una sucesión de escenas, relacionadas entre sí como
imágenes mentales, en las que los conceptos morales y religiosos venían expresados a
través de los espacios urbanos y las actividades desempeñadas en ellos.
(...) pasado este fuego fizieron todas las casas de texas, que parecía una ciudad con sus calles ordenadas e
todas las cosas deseadas en tanta abundancia de sedas e paños e brocados e todo lo demás como si fuera
una buena feria. Después se fizo Santa Fee, la qual fizieron las ziudades e los Maestrasgos e cada uno
puso un letrero de lo que fizo, lo qual fue parte de dexar guarniciones de gentes sobre Granada, la qual
fizieron a la forma de Villa Real que una villa cabe Vallacio, que se fizo para lo mesmo... [10]
Recibida la noticia de diversos incendios importantes, entre los que destacó por sus
efectos el de Medina del Campo, que había destruido cuatrocientas casas, y ante el
desánimo de las huestes, los reyes decidieron permanecer en el Real hasta el fin de la
contienda. En ese momento se realizó la construcción de la futura ciudad, como
preparativo de la campaña que habría de librarse en 1492.
Sus Altezas se partieron e dexaron en la dicha villa por Alcayde e capitán al virtuoso e noble cavallero
Francisco de Bovadilla... para repartir las casas, tierras, heredamientos e otras posesiones a dozientos
vezinos. E sus altezas mandaron en la dicha villa diez criados de sus guardas e quarenta cavalleros
cibdadanos. En cumplimiento de los otros vezinos labradores e ofiziales, e sus altezas mandaron señalar
quatro mill fanegadas de tierra que fuesen repartidas a los dichos vezinos, tanto a un cavallero como a dos
de los otros vezinos. (Lapresa, 1979, pp. 7879).
El orden seguido en el proceso de reparto siguió un turno riguroso, comenzando por los
caballeros de la compañía del Rey, siguiendo con los restantes, y finalmente, los peones.
Se comenzó en este caso por la asignación de las casas y el proceso de registro.
Posteriormente, el amojonamiento del término, y finalmente los sorteos respectivos de
terrenos de huertas, por una parte, y los terrenos de viñas y olivares por otra (Lapresa,
1979, p. 85). En Santafé se distingue en los peones, entre los que asumirán actividades
artesanales, los labradores y los hortelanos. Los caballeros serán ciudadanos. El alarde y
asiento de pobladores se realizó posteriormente, por cuartos o barrios. En cada
asignación de casa quedaba incluida su parte proporcional de heredad de pan, huerta,
viña u olivar. El centro de la ciudad estaba ocupado por la iglesia y el hospital, y en sus
proximidades estuvo la Casa Real. En el eje central de la Villa, desplazada de la plaza se
situó una manzana completa para la alhóndiga. El número de casas por cada barrio
oscilaba entre 30 y 40. A continuación se realizó la delimitación y lotificación de tres
tipos de suelo: las huertas y alcaceles, la tierra de pan y tierras mayores (secano) y el
terreno para viñas y olivares. La medida utilizada para el reparto de las tierras fue una
soga de ocho estadales (26,672 m.) dado que el estadal es un múltiplo (4) de la vara
castellana que por lo tanto alcanza 3,334 m [12] . Repartieron quince mil marjales,
medida equivalente a 100 estadales granadinos o 5,25 áreas. En el reparto se tuvieron en
cuenta múltiples circunstancias, especialmente la calidad de las tierras a repartir. El
procedimiento de sorteo, mediante insaculación entre caballeros y peones,
respectivamente.
(...) E después de dados los veynte marjales de tierras para las huertas e alcáceres... mandó al dicho
Bartolomé Roys e Juan Royz su hijo, medidores que fuesen a medir e sortear e amojonar las suertes de las
tierras mayores... para lo cual mandó hazer ciento e veinticinco cavallerías de a noventa marjales las
cinquenta para dar a los cinquenta cavalleros que sus altezas mandan avezindar en esta villa, e las setenta
e cinco para los ciento e cinquenta peones, para cumplimiento a los dozientos vezinos que en esta dicha
villa han de ser avezindados (Lapresa, 1979, p. 94).
Más tarde se siguió con viñas y olivares, con dimensiones iguales, y el mismo
procedimiento de sorteo. Por último, se asignaron los bienes de la iglesia y los bienes
del Común, consistentes en terrenos comunales con destino a la reserva del ejido, prado
y dehesa común para los ganados del Concejo. Se ha supuesto la cantidad
correspondiente de estos terrenos, que resultaría de restar 14.940 marjales a los 15.500
que se amojonaron para repartir, reservando de los 560 restantes, doscientos para la
Iglesia, y reservando finalmente los 360 para los Propios.
El proceso terminó con la concesión por parte de los Reyes Católicos del Real Privilegio
de exención de tributos y de jurisdicción, en 18 de noviembre de 1499, y
posteriormente, con la promulgación del Privilegio de la ciudad de Granada para que se
dictaran las ordenanzas para su régimen y gobierno, otorgado el 20 de septiembre de
1500, coincidiendo con la estancia de la corte en Granada. En enero de ese año, Alonso
Fernández de Lugo partía hacia Tenerife, después de haber permanecido en ella
firmando capitulaciones con los reyes para el inicio de una nueva operación de
conquista en el territorio africano de Berbería [13] .
«Aunque por los Derechos Reales y comunes, está muy largamente proueido acerca de
todas las cosas, y casos contingibles..., porque lo que en vna parte era bueno, e
probechoso, en otra sería malo, y dañoso, acordamos de hazer y recopilar nuestras
ordenanças y estatutos...» (Peraza, 1935, p.1).
El derecho público muestra una relación directa con la tradición andaluza, ya que tanto
el Fuero y Privilegio Real de la Ysla de Canaria (1494), como las Ordenanzas de la
Isla de Tenerife, remiten a las ordenanzas de Sevilla, manifestando similitudes, aunque
se trata de modelos de funcionamiento independientes. El derecho común se aplicaba en
los actos administrativos ordinarios tramitados por los escribanos públicos.
El proceso del repartimiento entraña una actitud de garantías para la vida futura de la
población. Ciertos procesos, como en el caso de Santafé, prueban que el procedimiento
seguido constituía una inscripción provisional, aunque con todos los efectos legales de
un registro oficial, que se podía convertir en definitivo. Una vez completado el trámite,
la presentación de reclamaciones contra el proceso conducía al Juicio de Residencia,
realizado por un funcionario enviado por la Corona. Las desigualdades e injusticias
ponían en peligro la permanencia de los avecindados. En Canarias se conocieron dos
procesos paralelos de Juicio de Residencia y reformación de los Repartimientos de las
Islas de Gran Canaria y Tenerife, realizados en 1506 por el Licenciado Ortiz de Zárate.
En cuanto a los modelos urbanos que se pusieron a punto, los núcleos de Las Palmas de
Gran Canaria y Santa Cruz de La Palma coinciden continuaron la tradición de la ciudad
mediterránea a partir de escasos elementos. En realidad, en ambas ciudades, no existen
referencias a la existencia de unos límites urbanos correspondientes al episodio
fundacional, dado que el crecimiento se consideraba completamente provisional. Así,
las tres ciudades fundadas en las islas realengas canarias se acomodan a los dos tipos
desarrollados posteriormente en las ciudades americanas: Las Palmas de Gran Canaria y
Santa Cruz de la Palma, según el modelo de ciudadpuerto, con la plaza próxima al
desembarcadero del puerto; y San Cristóbal de La Laguna, según el concepto de
ciudadterritorio, que se habría de desarrollar dos décadas más tarde en América, con los
solares ocupando el centro geométrico del territorio, y éste definido por la presencia de
la plaza de la Iglesia principal.
San Cristóbal de La Laguna en Tenerife como ciudad de paz y modelo de
colonización cristiana
Durante muchos años se había sugerido que Canarias había sido un laboratorio de
experimentaciones para la monarquía española durante el reinado de los Reyes
Católicos. Sin embargo, no se había podido determinar su alcance ni su significado. Por
otra parte, la distancia cronológica entre las sucesivas fundaciones urbanas canarias
hasta la refundación definitiva de San Cristóbal de La Laguna en 1500 indicaba una
diferencia de objetivos entre las fundaciones de las denominadas Islas de Señorío y las
Islas Realengas de Gran Canaria, La Palma y Tenerife. Y, a su vez, el caso de La
Laguna, una ciudad completamente definida en sus límites como una ciudad completa,
proyectada y construida conforme a una idea teórica, resultaba de una enorme novedad.
Ahora sabemos que este cambio de estrategias coincidió con una planificación rigurosa
que obedecía a una conciencia nueva sobre el significado de la ciudad en la política de
colonización de territorios de ultramar para la Corona. Esta conciencia había despertado
por el impulso de las nuevas necesidades de control en territorios de ultramar a partir
del descubrimiento del Nuevo Mundo y del proyecto de conquista de nuevos territorios
en Africa. El Descubrimiento contribuia a dotar de un significado nuevo al
Archipiélago, que fue interpretado por Colón como una posición geográfica de
significación simbólica con relación a la hazaña americana. Desde esta perspectiva, se
produjo entonces una refundación mitológica del Archipiélago en la que las Islas
cobraban el valor de un lugar mágico en el que se había cumplido una profecía, asociada
desde la antigüedad al duodécimo trabajo de Hércules, teniendo como escenario el
Jardín de las Hespérides. Y al mismo tiempo, se afianzaba su valor estratégico como
puente de comunicación con el Nuevo Mundo y con el proyecto de conquista dirigido
entonces al continente africano. No es una casualidad que los Reyes Católicos llamaran
a Granada en 1499 al conquistador de las Islas de La Palma y Tenerife, Alonso
Fernández de Lugo, con la intención de capitular con él nuevas condiciones de
conquista, esta vez en territorio africano. Tampoco es una casualidad que al regreso de
este viaje comenzara el proceso de refundación definitiva de la ciudad y una intensa
confrontación social entre dos villas, dos conceptos de ciudad, dos grupos sociales que
debían poner en práctica tal proyecto.
Por otra parte, el texto de Platón marcará de manera definitiva el concepto hispano del
urbanismo de colonización, que evolucionó progresivamente a lo largo del siglo XVI
profundizando en esta concepción inicial ensayada en La Laguna, al asentar de manera
definitiva el modelo de colonización sobre bases jurídicas, que quedaron plasmadas en
1572 en el cuerpo legislativo de las conocidas como «Leyes de Indias». La verdadera
aportación de la noción urbana colonial hispana radica en la construcción de un modelo
fuertemente asentado en un concepto jurisdiccional, en el que se reconoce a la ciudad
como mecanismo de control en lo social y en lo económico.
El primer aspecto a considerar es el hecho de que esta ciudad tendrá nombre, como
corresponde a la sociedad avanzada que basa su progreso en la comunicación humana y
en las leyes, y su nombre vendrá determinado por un accidente natural y la divinidad
local que haya determinado su existencia. Sus características formales se ponen en
relación con el número. La forma de la ciudad viene determinada por su
correspondencia con la forma en la que se produce la vida en el universo. Pero esa
forma no es reconocible de manera inmediata, dado que la forma es una cualidad del
mundo físico que solo se hace inteligible para el alma. Su forma, es la forma misma del
alma. De ahí deriva la disposición circular de sus elementos configurando círculos
concéntricos. El procedimiento de su trazado sigue un método progresivo, como sucede
en las reglas del universo. Así se producirá una relación generativa entre el punto, la
línea (circunferencia), el círculo (superficie) y la esfera (volumen), que es lo único
perceptible a los sentidos.
Uno de los factores fundamentales que diferencian esta ciudad de Magnesia de las
ciudades correspondientes al estadio anterior, es que se proyecta sin murallas, ya que
Platón entiende que constituyen un elemento perjudicial desde el punto de vista moral.
Condicionan el carácter de sus pobladores, y debilitan su espíritu. La cualidad moral de
la ciudad se manifiesta en su forma circular, en la ausencia de murallas, y en la
aplicación de un método numerológico que expresa los conceptos de igualdad,
semejanza, identidad y concordia, como manifestación de los ritmos del universo. En
cuanto al cumplimiento de igualdad y proporcionalidad armónica de los repartos, éstas
se basan en la elección teórica de un número ideal, y cuya principal aplicación como
método es establecer el número de pobladores. Esta aplicación permitirá establecer los
cálculos en los distintos procesos de reparto, y estimar la superficie adecuada de la
ciudad y sus términos en número suficiente. Un número de cualidades excepcionales,
que expresará simultáneamente la combinación de los sistemas docenal y decenal, y que
en todas sus aplicaciones se hallará en proporción armónica. El número elegido como
cifra ideal para la ciudad de Magnesia es el de 5040 pobladores. El tipo de proporción
de este número es la resultante de la progresión armónica de los números 1, 2, 3, 4, 5, 6,
y 7 (1, 2, 6, 24, 120, 720, y 5040). Una de las expresiones geométricas de esta
progresión es una sucesión de siete círculos concéntricos con respecto a un centro fijo,
cuyo radio alcanza progresivamente estas cantidades en las sucesivas circunferencias. El
número debe definir una cantidad suficiente para garantizar el autoconsumo, la defensa,
y el número de oficios necesarios para la vida de la ciudad. La cifra se aplicará de
manera estricta, ya que el concepto de poblador es el de poseedor de la tierra. Los
ciudadanos serán los legisladores, regidores y gentes de armas. Todos ellos poseerán
una cantidad igual de propiedades establecida en el reparto. Por ello habrá que proceder
a una división del territorio en 5.040 lotes iguales de terrenos en la propia ciudad y en la
periferia. Cada lote comprenderá el solar urbano, un terreno próximo a la ciudad, y otro
en la frontera exterior, como una propiedad única, que en realidad pertenecerá de
manera comunal a la propia ciudad, aunque la explotarán los ciudadanos.
Las aplicaciones del sistema docenal tienen repercusiones significativas desde el punto
de vista simbólico y en cuanto a la distribución funcional del territorio. Cada una de las
divisiones territoriales debe quedar fundada a partir de su consagración a una divinidad,
y su número se acomodará al doce, expresión de la revolución del universo, que
determinará el carácter sagrado de las particiones, y que corresponde a los meses del
año, para poder repartir los cometidos de vigilancia. En la consagración del territorio a
las divinidades se habrá de respetar aquellas consideradas fundamentales y añadir las
que tengan relación con el lugar desde antiguo, respetando las devociones del lugar.
Cada etapa del reparto deberá iniciarse reservando el territorio correspondiente a los
dioses. Las fundaciones religiosas marcarán el terrritorio de manera simbólica,
ubicándose en el centro de la ciudad y en su perímetro circular, y a su vez, en el centro
de cada una de las aldeas que ocupan igualmente una posición central en sus respectivas
demarcaciones. El centro, que actúa como unidad, está destinado a los dioses, y será un
recinto sagrado rodeado de una cerca. Desde este centro se dividirá el territorio urbano
en doce sectores, repartidos en disposición de cuña hasta alcanzar el contorno circular
rodeado por accidentes naturales donde se ubicarán igualmente los templos dedicados a
los diversos sectores.
El modelo económico que sirvió de base para la explotación del territorio era un sistema
mixto, que distribuyó las actividades productivas en dos conceptos paralelos, la
autosubsistencia confiada a los colonos poseedores del estatuto de vecindad; y otras
actividades agrícolas y comerciales altamente lucrativas, orientadas al comercio
exterior, que quedaron reservadas a una oligarquía social residente, y algunos
mercaderes con residencia ocasional, poseedores del estatuto de estantes. Para
posibilitar la coincidencia de dos modelos de orientación económica opuesta, se utilizó
un sistema monetario doble, manteniendo la moneda oficial del país, basada en el
sistema decimal, con destino al comercio exterior; y acuñando una moneda local,
aplicada a las actividades productivas insulares de autosubsistencia, sin valor intrínseco,
y según un patrón de equivalencias basado en el sistema docenal. Para ello se instituyó
un sistema completo de monedas, pesos y medidas propio de la Isla, que se basaba en la
combinación de los sistemas decimal y docenal. El número doce se convirtió en patrón
de referencia de un buen número de elementos del trazado urbano, y de múltiples
órdenes referidas a aplicaciones constructivas, por lo que su utilización alcanzó un
doble significado simbólico y pragmático. El más evidente se puso de manifiesto en la
fórmula elegida para establecer el turno rotatorio de los oficios de regiduría en la Villa.
Se describió inicialmente una rueda correspondiente a los doce meses del año, en la que
figuran los nombres de los dos regidores del mes, turnándose en la primera ocasión cada
dos meses, y alcanzando finalmente la fórmula compleja de un triple círculo
concéntrico, con cuatro particiones radiales, donde se inscribían sucesivamente los doce
regidores por pares, sorteados en tres ocasiones, para ocupar sus cargos en los tres
cuatrimestres del año. Así se hizo intervenir el azar como factor determinante en el
desempeño de los oficios de la república.
Los significados
«Tiempos vendrán al paso de
los años
en que suelte el océano las
barreras del mundo
y se abra la tierra a toda su
extensión
y Tetis nos descubra nuevos
orbes
y el confín de la tierra ya no
sea Tule.»[21]
Varios testimonios culturales de la época confirman que Cristóbal Colón identificó a
Canarias como el lugar desde el que él mismo cumplió la profecía a través de un nuevo
mito, el del Descubrimiento, que coincidía con las aspiraciones de los Reyes Católicos
de liderar una reforma del orbe a partir del proyecto de creación de una nueva Iglesia
Universal. Su hipótesis de partida, en la preparación de los Viajes se fundaba en lecturas
clásicas, y en fabulaciones mitológicas. Por ello, el principal artífice de la leyenda no
podía ser otro que el propio Colón, cuando encargó en Roma, en 1493, la edición del
pequeño opúsculo compuesto por cuatro hojas que incluía una xilografía alusiva a la
comunicación de la Inventione de los nuevos territorios insulares a Fernando el
Católico. Su título permite ratificar esta relación entre las Canarias Fortunatae, y las
nuevas islas descubiertas, que denomina di Channaria indiane. El título completo del
texto, que incluye la firma de Colón fue, Lastoria della inventione delle nuove insule di
Channaria indiane tracte duna pistola de xpofano cholombo e per messer Giuliano dati
tradutta di latino in versi vulgari. El colofón situado en el reverso de la última página
incluye la dedicatoria, la fecha y ciudad de edición, a laude de la celestial chortee a
consolatione della xpiana religione e a preghiera del magnifico chavaliere messer
Giovan filippo de ligniamine domestico familiare dello illustrissimo Re di Spagna
xpianíssimo a XV de giunio Mcccxciii. Rome [22] . Esta profecía y su conexión con la
corriente milenarista del año 1500, dejó un testimonio insólito en la pintura realizada en
la época. El tríptico realizado por Hieronimus Bosch, titulado a partir del siglo XIX, El
jardín de las delicias (Museo del Prado), fechado en la actualidad entre 1500 y 1503,
representa la aportación del ideario fantástico que arranca de las descripciones clásicas y
bíblicas desde la antigüedad, a partir de un nuevo concepto, relacionado esta vez con el
cumplimiento del undécimo y duodécimo trabajo de Hércules.
Otro género de asociaciones introducido en la época se contiene en la cartografía de los
Descubrimientos. Cuando en el año de 1500, Juan de la Cosa realizó su planisferio, en
el que representaba por primera vez los territorios recién descubiertos del área del
Caribe, incluyó la imagen de San Cristóbal sobre los nuevos territorios, disponiendo la
figura con la cabeza hacia occidente.Su significación como santo que acompaña en los
viajes hacia mundos desconocidos, el paso de lagunas, de ríos, de los mares, y sobre
todo, el paso a la vida del más allá, lo convirtió en una devoción popular en las fechas
de las travesías americanas. Como tema iconográfico, el santo representaba la fuerza,
como un Hércules cristiano opuesto a la figura del Niño Jesús que lo acompaña en las
representaciones encarnando el peso del mundo sobre los hombros del santo, cuando lo
transportaba cruzando las aguas. Solamente la fe permitió al santo vencer las
dificultades. En este caso, San Cristóbal representa la victoria del Hércules
cristiano sobre la figura mitológica incapaz de traspasar el temido océano.
La herencia aristotélica en la ciudad fundacional americana hasta 1525
En su texto fundamental sobre las fuentes del urbanismo indiano, Gabriel Guarda insiste
en un concepto central para su valoración histórica, afirmando, La ciudad
hispanoamericana llegará con el tiempo a ser renacentista en lo externo habiendo sido
medieval en su concepción interna, considerando las aportaciones del pensamiento de
Santo Tomás de Aquino como verdadera fuente de la posterior instrucción felipina de
1573 (Guarda, 1965, p. 46). El argumento pone el acento en la concepción de la
actividad fundacional en el Nuevo Mundo basada en la tradición colonizadora hispana
de origen medieval, y especialmente, en el pensamiento teológico que inspiró la
mayoría de los textos publicados en España sobre la materia. Este punto de vista es
especialmente pertinente en el período de la implantación ibérica en el mundo
americano durante el reinado de los Reyes Católicos, momento en el que se configura el
sistema de explotación colonial del Nuevo Mundo a partir de la promulgación de las
Bulas Alejandrinas, cuyo fundamento era la conquista espiritual, y en el que la acción
de conquistadores, navegantes y misioneros fue decisiva. El debate se produjo en
España, en un momento en el que se descubrió la ciudad como ámbito de las relaciones
de poder, en el que se debían resolver los conflictos entre la Corona, los poderes
señoriales, y la Iglesia. De hecho, cabría considerar que en el momento se vive un
verdadero asalto a la ciudad por estos tres poderes, que aspiran a detentar el control y la
supremacía en un nuevo espacio de convivencia social. Por este motivo, dos argumentos
aparecen unidos en las decisiones tomadas en los primeros núcleos de fundación: las
cualidades estratégicas y naturales del lugar, y la configuración de un modelo de ciudad
que contenga los órganos imprescindibles para su mantenimiento adecuado, en el que
quedarán incluidos desde el primer momento los factores de significación de la
estructura social y sus instituciones, como imagen de una ciudad cristiana ordenada
conforme a un ideario religioso. En ambos casos, el principal objetivo de la fundación
era de carácter jurisdiccional, como mecanismo sancionador del hecho del
descubrimiento y conquista.
Dos fuentes teóricas sirvieron de base al planteamiento sobre la construcción de la
ciudad en el momento: la tradición pragmática, funcionalista y moralizante acerca de la
ciudad formulada en la Política de Aristóteles y las instrucciones para fundar ciudades
inspiradas en ella, contenidas en los diez libros de Vitrubio, reinterpretadas en divesas
fuentes, que Reps ha considerado los documentos más importantes de toda la historia
del urbanismo (Reps, 1992). Las relaciones entre las instrucciones americanas y los
conceptos desarrollados por Aristóteles en su Política, habían sido puestas de
manifiesto por Stanislawski desde 1947, después de estudiar la importancia de las
diversas fuentes teóricas en las que se había basado la ordenanza hispana en la ciudad
colonial [23] .
La tradición vitrubiana tuvo arraigo en España, probablemente, a través del libro de
Santo Tomás de Aquino Regimine Principum ad Regem Cypri, concluido por Tolomeo
de Luca (1267?1284). La presencia de Vitrubio, a través de Vegecio en la obra de Santo
Tomás de Aquino se relacionó con el repertorio legislativo indiano incluido en la
posterior Instrucción de Felipe II de 1573 en un hermoso trabajo de Gabriel Guarda. Lo
más revelador de este estudio es el desarrollo comparado de las fuentes comunes de
la Instrucción de Felipe II y el texto de Santo Tomás de Aquino con el tratado de
Vitrubio, a través del escritor latino Vegecio (Guarda, 1965). Esta tradición permaneció
durante siglos confluyendo en la importante actividad fundacional española desarrollada
durante la última fase de la Reconquista y en los territorios de ultramar en Canarias y
América. Uno de sus rasgos característicos es la importancia concedida a la designación
de los lugares de fundación. Se señala como condiciones indispensables garantes de la
sanidad de los lugares, su elevación, la pureza de sus aires, que en fechas avanzadas, se
aclara, deberá observarse en las características de los naturales del lugar. También se
considera fundamental la existencia de algún caudal de agua, un emplazamiento llano,
la proximidad de bosques para la tala destinada a la construcción, y los mantenimientos
fáciles. Todo ello se puede encontrar en ambas fuentes comunes (Vitrubio, Vegecio y
Santo Tomás de Aquino), que derivan de la Política de Aristóteles. La designación de
un lugar destacado para el templo y la justicia, y el carácter exento de estos edificios,
como garantía de belleza, también se encontraban en estas fuentes. Igualmente, la
separación de la plaza del templo y la plaza civil donde se desrrollan la justicia y el
castigo, se expresan reiteradamente, y cabe encontrarlos en múltiples ejemplos
españoles y americanos.
Los ciudadanos ejercen los oficios de guerreros, gobernantes y sacerdotes. Los esclavos
son los agricultores. Por último, los artesanos, obreros, jornaleros y mercaderes,
desempeñan cometidos contrarios a la virtud, y son el Pueblo. A grandes rasgos, esta
distinción se desarrollará posteriormente en las instituciones del derecho romano, y se
consolidará en la Península Ibérica constituyendo el elemento definitorio de su
concepción jurídica. Un especial significado cobran en su texto las que denomina partes
de la ciudad, que son en realidad los dos tipos de ciudadanos que configuran
el régimen de gobierno: la constituida por los ciudadanos de la defensa, los militares, y
la parte constituida por los ciudadanos que deliberan, los regidores, que piensan en lo
que es más conveniente para su gobierno. Aristóteles incluye entre los factores
fundamentales el cálculo de las dimensiones físicas y el número de habitantes
imprescindibles para garantizar un mínimo de ciudadanos, que él considera sus partes
propias frente a los trabajadores y los esclavos, que pueden poner en peligro su
existencia. Todos los elementos deberán guardar una proporción, para garantizar la
autonomía de la ciudad.
Los aspectos físicos de la ciudad se expresan en su territorio, del que analiza la calidad,
tamaño y configuración. La calidad en relación con la obtención de productos de
subsistencia (alimentos y productos de comercio), el tamaño, que ofrece la posibilidad
de que todos los cometidos encuentren su lugar en ella, y finalmente, una configuración
equilibrada en disposición que garantice su abarcabilidad, y, por tanto, su defensa. Toda
la teoría posterior acerca del emplazamiento ideal de la ciudad y sus consecuencias
aparece formulada por primera vez en la Política, y reformulada posteriormente,
especialmente por Vitrubio. Sin embargo, la ciudad propuesta por Aristóteles, lejos de
ser una ciudad ideal, es una ciudad pretendidamente racional. Así, la idea de las
cualidades, está cifrada en la salubridad, la abundancia de aguas, la favorable posición
política, y finalmente, los factores estratégicos. Los procedimientos necesarios para la
creación de una ciudad, elección del lugar, y la distribución del territorio urbano en dos
partes, la correspondiente a la zona de aprovechamiento común, y la destinada a los
particulares, conducen a la precisión de las zonas urbanas, con distinción entre la tierra
situada cerca de la ciudad, y la situada cerca de la frontera:
«Por tanto, será necesario dividir el territorio en dos partes, una común y otra de los particulares, y dividir
de nuevo en otras dos partes cada una de ellas; y de las dos partes de la tierra común se destinará una al
servicio de los dioses y otra a sufragar comidas comunes, de la de los particulares una parte estará cerca
de la frontera y otra cerca de la ciudad, a fin de que, al repartirse dos lotes a cada uno, todos participen de
los dos lugares, en interés de la igualdad, la justicia y la unanimidad en las guerras con los vecinos.»[25]
Ovando es una figura clave en este período, ya que desde 1501 hasta 1509, empezando
por la nueva Isabela, realizó un total de 15 fundaciones de villas, conforme a un modelo
que se utilizó al mismo tiempo en San Cristóbal de La Laguna. Se trataba de arraigar a
las poblaciones indígenas mediante la obligación de poblar en cercado en las nuevas
villas fundadas. El modelo empleado en estos núcleos embrionarios guardaba relación
con Santafé de Granada, que Ovando había conocido personalmente, y que según Palm,
habría inspirado la ordenación de La Isabela. Otras fundaciones de la época, La
Concepción de La Vega (1495), Santiago, El Bonao (14961498), muestran una
distribución similar, en la que no existe una concepción formal de la imagen global de la
ciudad, y ésta se debe a los condicionamentos de la topografía y a la disposición de las
defensas.
«(...) de manera que el pueblo parezca ordenado, (...) porque en los lugares que se nuevo se fazen dando
la orden en el comienzo sin ningún trabajo ni costa quedan ordenados, e los otros jamás se
ordenan...» [28]
Diez años después, el 26 de mayo de 1523, Cortés recibió la Instrucción dada... para la
población de la Nueva Granada, conversión de los indios y organización del país, en la
que se precisó por primera vez el proceso a seguir para el trazado de una villa, que ya
incluía la existencia de un plano facilitado por el fundador:
«Después de haber derribado los árboles, tienen que comenzar a limpiar el terreno, y
luego, siguiendo el plano que hice, deben trazar los lugares públicos tal cual como están
indicados; la plaza, la iglesia, la municipalidad, la cárcel, el mercado, el matadero, el
hospital... Luego le asignarán a cada ciudadano un solar particular, como está indicado
en el plano, y harán lo mismo para los que llegarán posteriormente. Se asegurarán de
que las calles sean bien rectas, buscarán a los especialistas que sepan trazarlas...» [29]
La construcción del modelo requirió alguna tentativas sucesivas que según Gutiérrez y
Hardoy están jalonadas por los casos de Santo Domingo (1520) y Panamá la vieja
(1519), aún de traza semirregular, hasta la adopción de un sistema regular en América
Central y México, alcanzando la planta en damero en Puebla de los Angeles (1533) y
Lima (1535) (Gutiérrez y Hardoy, 1987, p. 104).
«Sáquese primero lo que fuera menester para los solares del Pueblo y exido competente, y dehesa en que
pueda pastar abundantemente el ganado, que han de tener los vecinos, y mas otro tanto para los propios
del lugar, el resto de el territorio se haga quatro partes: la una de ellas, que escogiera, sea para el que está
obligado a hacer el Pueblo, y las otras tres se repartan en suertes iguales para los pobladores.» (Ley viii.
Título 7 del Libro IV). [30]
Los solares del pueblo, que han de disponerse de manera reconocible, dan lugar a la
conocida disposición de la cuadra o lote superficial que configura la manzana urbana,
pudiendo constituir una propiedad individual, o ser compartida por dos, tres, o cuatro
avecindados. La ocupación de la manzana da lugar a la disposición de la fachada urbana
y el corral o claustro que ordena las dependencias. Con el tiempo, se consideró la
dimensión de 100 varas como medida para la manzana, 10 metros (unos 20 pasos de
agrimensor) para el ancho de las calles, que debían orientarse tomando como referencia
los ángulos de la plaza, por lo que serían trazadas a medios rumbos con respecto a los
ejes del cuaternario. Forma rectangular para la plaza principal de la población, y
posición desplazada de la iglesia con respecto al centro de la plaza, en la que se
distribuirán otros edificios significativos, tales como la sede del Cabildo, de la Aduana,
etc.
El ejido, generalmente bordeaba el camino de ronda de la población, que era utilizado
por los ganados que no entraban en la villa. Se utilizó tradicionalmente en la villa
hispana como reserva de suelo en la periferia urbana, para diversas actividades
comunales, instalación de las eras, y para permitir el paso de ganados sin perjuicio de
otras actividades. Por el contrario, las dehesas, terrenos vallados de uso comunal, eran
reservadas para el pasto de los ganados, entre los que se encontraban los pertenecientes
al común, con destino a las tierras de labor también comunales, los destinados a la
carnicería, y aquellos que debían poseer los avecindados. Finalmente, los terrenos de
Propios contaban con una reserva de suelo próxima a la villa para diversos usos
agrarios, que generalmente eran explotados a censo, y con diversas fórmulas de pago,
que incluian el pago en especies de la cosecha del año. Sin embargo, estos tres tipos de
suelo comunal, generalmente se situaban organizando un anillo concéntrico que
establecía garantías para la defensa y el futuro crecimiento de la villa. Desde su límite,
se configuraba el territorio agrario de dimensiones mayores, que se medía en suertes. De
ello derivó una zonificación gradualmente creciente y concéntrica, que ha configurado
la imagen característica de la ciudad americana, según la agregación progresiva de
superficies [31] .
Notas
[1] Las siete partidas.... Partida II, título XXIII, ley XX. (Citado en Torres Balbás. 1968., p. 115).
[2] Maravall. 1973. Cap. “Franciscanismo, burguesía y mentalidad precapitalista: la obra de Eixímenis”.
pp. 393-412. Le Goff. 1960, pp. 417 y ss.
[3] Puig I Cadafalch. 1936. Se interesó por la representación formal de la ciudad descrita en Lo Chrestià,
realizando una propuesta dibujada, que es solamente una de las posibles versiones del texto. Las
instrucciones de Eiximenis son más precisas en los aspectos funcionales y sociales que en sus
consecuencias formales.
[4] Galantay. 1974. También las líneas generales del texto publicado en España con el título, Nuevas
ciudades: de la Antigüedad a nuestros días. 1977.
[5] Nacido en Gerona entre 1330 y 1335, destacan en su formación sus estancias en las principales
universidades europeas de la época (Colonia, Oxford, Roma, París y Toulouse, donde fue maestro de
Teología) y terminó sus días como obispo de Perpiñán (1409), después de haber sido obispo de Elna y
patriarca de Jerusalén. Durante su estancia en Valencia (1383 1408), tuvo por mecenas a Pere d’Artes, a
quien dedicó su obra Libre dels àngels (1394), obra en cinco capítulos en los que clasifica los tipos de
ángeles en función de los oficios mundanos. Esta obra fue publicada por primera vez en Burgos en 1490.
En el estudio dedicado por Marías a su obra, destaca su importancia en la elaboración del concepto
teórico de ciudad ideal de la cristiandad, a partir de la profecía franciscana. (Marías. 1989, pp. 63-74)
[6] Eximenes, 1991. Cap. II, pp. 26-27.
[7] Eximenes, 1991. Caps. XXXIII y XXXIIIJ, pp. 124-127.
[8] Maravall, 1973. Cap. “La idea del cuerpo místico antes de Erasmo”, pp. 191-213.
[9] Fernando del Pulgar, Crónica de los Reyes Católicos..., 1943. También, Palencia. 1909. Y
posteriormente, Torre. 1946
[10] Fernando del Pulgar, 1943, p. 509. En términos similares se contienen descripciones de Pedro Mártir
de Anglería y Lucio Marineo Sículo, e historiadores posteriores, en Lapresa . 1979, p. 31.
[11] Valladar, 1924. Méndez Silva: Briviesca, villa y cabeza de la tierra llamada Bureba, ocho leguas de
Burgos, vistosa y de buena traza cuadrada, con cuatro puertas, por cuyo modelo mandaron los Reyes
Católicos fundar la ciudad de Santafé de Granada.
[12] En el caso de La Laguna, se cita igualmente el estadal para este tipo de medidas de tierra. En los
acuerdos del Concejo, para premiar la venida de un maestro cantero a la Villa, se propone hacerle entrega
de una suerte de terreno, indicando la superficie y la medida de longitud hasta veynte e çinco hanegadas,
medida por estadal, (...). En Acuerdos del Cabildo de Tenerife. V (1525-1533). Fontes Rerum
Canariarum, XXVI, 29 de julio de 1532.
[13] Es de notar la coincidencia de las fechas entre los repartos y fundación definitiva de las poblaciones
de Santafé de Granada y San Cristóbal de La Laguna. En relación con este proceso de expansión africana,
Ruméu. 1996.
[14] Libro rojo... 1947, pp. 23. Roldán Verdejo. 1990, pp. 294-295.
[15] Roldán Verdejo, 1990, p. 278. Mientras escribo estas líneas, se difunde la noticia del fallecimiento
del Profesor Rodán Verdejo, figura fundamental en la investigación de la historia de las instituciones en el
periodo de la Baja Edad Media y en la Edad Moderna.
[16] Fuero y Privilegio Rl. desta Ysla de Canª. Libro Rojo de Gran Canaria...
[17] Ramos Bolaños, José Manuel (Ed.). Platón: Las Leyes. Madrid: 1988.
[18] Trousson, 1975. 1995. Martínez. 1992, pp. 136-138.
[19] Hasta fechas recientes, la historiografía realizada en Canarias había desestimado la investigación de
las referencias contenidas en textos clásicos, por considerar que carecían de fundamento científico en
relación con el conocimiento de las islas en la Antigüedad. Sin embargo, los trabajos desarrollados por el
profesor Martínez, han permitido recientemente establecer un nuevo método de aproximación a los
orígenes históricos de Canarias en la cultura occidental. Martínez. 1992 y 1996.
[20] Gil, 1989. Gil y Varela (eds.). 1984.
[21] Luque Moreno, J. Séneca. Tragedias, vol. I. Madrid: 1979.
[22] Martínez Burgos, Palma, La storia delle inventione delle nuove insule. Cristóbal Colón. Roma 1493,
en AA. VV.: Reyes y Mecenas. Los Reyes CatólicosMaximiliano I y los inicios de la Casa de Austria en
España. (Catálogo). Madrid 1992. Ficha 109. pp. 371-372.
[23] Stanislawski, 1946, pp. 105120. Basándose en el estudio publicado por Choisy en 1909, comenzó
estudiando la importancia de las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, y los textos respectivos de
Vitrubio y Vegecio, a partir del número de ediciones conservado de ambas obras. Resultaba de este
estudio, que de los diez libros de Vitrubio solo se conocían doce ediciones entre los siglos IX y XII,
mientras que de las Rei Militari Instituta, se habían realizado 150. Este primer trabajo condujo al estudio
posterior sobre la importancia del texto de Aristóteles.
[24] Marías, 1989, pp. 4997. También resulta fundamental el análisis de la obra de Aristóteles contenido
en el artículo publicado por Cervera Vera. 1983, pp. 21-47, y en general, la colección de artículos y
trabajos que tiene publicados sobre fuentes clásicas relacionadas con la ciudad ideal.
[25] Cervera Vera, 1983, pp. 44.
[26] Fray Bartolome de Las Casas, Historia de las Indias. México 1951.
[27] Las someras instrucciones recibidas por el Comendador de Lares, Fray Nicolás Povarido, fueron
publicadas en la Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización
de las posesiones españolas de América y Oceanía. Vol. XXXI, Madrid. p. 13.
[28] Fue publicada igualmente en la Colección de documentos... Vol. XXXIX, p. 280. Esta expresión
aparece corrientemente en la Política de Aristóteles como idea central.
[29] Disposiciones complementarias de las leyes de Indias, 1930.
[30] En Arteaga, 1987, Apéndice pp. 254270. El extracto incluido en este apéndice documental es una
relación comparada de la Recopilación de Leyes de los Reinos de Indias (4 vols., Madrid 1681), a partir
de la edición facsimilar (Madrid 1953), que incluía las Ordenanzas hechas para los nuevos
descubrimientos, conquistas y pacificaciones de 13 de julio de 1573 de Felipe II.
[31] Este análisis, y una interpretación gráfica paralela se encuentran en Paula. 1987. Y también en
Álvarez Lenzi, Arana Y Bocchiardo. 1985, pp. 193-218 y 137-151, respectivamente.
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