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Scripta Nova

REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y


CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. 
ISSN: 1138-9788. 
Depósito Legal: B. 21.741-98 
Vol. X, núm. 218 (43), 1 de agosto de 2006 

LAS FUNDACIONES DE CIUDADES Y EL PENSAMIENTO


URBANÍSTICO HISPANO EN LA ERA DEL DESCUBRIMIENTO

María Isabel Navarro Segura


Departamento de Historia del Arte.
Universidad de La Laguna

 
Las fundaciones de ciudades y el pensamiento urbanístico hispano en la
era del Descubrimiento (Resumen)
La historia urbana referida al periodo histórico en torno a la fecha de 1492, con sus
precedentes, desde la caída de Constantinopla (1452) y su evolución hasta la
entronización y asentamiento de la monarquía del Emperador Carlos (~1530), es un
periodo excepcional que requiere una reinterpretación a la luz de nuevos enfoques
interdisciplinarios y de nuevos descubrimientos científicos. El periodo se ha
interpretado habitualmente como una evolución de fórmulas, técnicas y ejemplos
medievales, aunque también está definido por varios fenómenos, algunos plenamente
renacentistas: 1. el espíritu del relato del Apocalipsis y sus descripciones de la Jerusalén
Celestial; 2. la nueva definición de la historia del mundo que tras las campañas contra el
Islam en España y los descubrimientos geográficos del Nuevo Mundo se basaron, tanto
en la profecía franciscana, como en la corriente eclesiástica milenarista; 3. el valor que
adquirió la ciudad a la luz de las publicaciones de las obras de los filósofos clásicos,
recuperados gracias a la huida a Italia de los monjes y sabios griegos residentes en la
región del Bósforo y en el Mediterráneo Oriental.
 
La experiencia desarrollada en la Península Ibérica cobra un nuevo significado en un
periodo breve, marcado por una sucesión de acontecimientos de gran trascendencia: en
primer lugar, las campañas de la Baja Andalucía, de las Islas Canarias de Gran Canaria,
La Palma y Tenerife, y de la costa africana (14871498); en segundo lugar, la
consolidación de un proyecto de ciudad conforme a la utopía cristiana (14991504), de la
que sería emblema principal la ciudad de Granada transformada por la cristiandad a
semejanza de la Valencia de Eiximenis; y en tercer lugar, las sucesivas fundaciones que
se proyectan en las geografías de los descubrimientos y las conquistas (15051530),
jalonadas en esta etapa por varios experimentos, entre los que destacan por su
significado de final de una era y principio de la última edad del mundo,
respectivamente: Santa Fe de Granada, ciudad símbolo de conquista espiritual y San
Cristóbal de La Laguna en Tenerife como ciudad de paz y modelo de colonización
cristiana bajo presupuestos utópicos inspirados en la filosofía griega, experimento del
año 1500.
La publicación de obras como el Liber Chronicarum Mundi (1493), de Hartmann
Schedel, pone de manifiesto esta concepción inspirada en el Apocalipsis, describiendo
las siete edades del mundo con el nacimiento y desaparición de ciudades, y escogiendo
siempre como eje del discurso una imagen y una descripción de una ciudad.
 
Palabras clave: ciudades de fundación hispanas, cultura humanística, milenarismo

 
The founding of cities and Spanish urban development thought in the Age
of Discovery (Abstract)
 
Urban history referring to the historical period around 1492 and its parallels, from the
fall of Constantinople (1452) and its development until the enthronement and settlement
of the monarchy of Emperor Charles (~1530), is an exceptional period that requires
interpretation in the light of new interdisciplinary approaches and new scientific
discoveries. This period has generally been interpreted as the development of formulas,
techniques and medieval examples, although it is also defined by several phenomena,
some of which are fully Renaissant: 1) the spirit of the account of the Apocalypse and
its descriptions of Heavenly Jerusalem; 2) the new definition of world history which,
after the campaigns against Islam in Spain and the geographical discoveries of the New
World, was based on both the Franciscan prophecy and on the millenarianist
ecclesiastical school of thought; 3) the value acquired by the city in the light of the
published works of classical philosophers, recovered thanks to Greek monks and
learned men who fled to Italy from the Bosphorous and eastern Mediterranean.

The experience that unfolded in the Iberian Peninsula took on a new meaning in a brief
period, marked by a series of highly significant events: first, the campaigns in Baja
Andalusia, the Canary Islands of Gran Canaria, La Palma and Tenerife, and on the
African coast (14871498); second, the consolidation of the project for a city that
complied with the Christian utopia (14991504), whose main representation was the city
of Granada transformed by Christianity as Valencia was by Eiximenis; and third, the
successive foundations designed for the areas of discovery and conquest (15051530),
marked during this period by several experiments. The most noteworthy, for their
significance as end of an era and beginning of the last world era, respectively: Santa Fe
(province of Granada), a city that symbolises spiritual conquest, and San Cristóbal de
La Laguna (Tenerife), a city of peace and a model for Christian colonisation based on
utopian assumptions inspired by Greek philosophy—an experiment in 1500.

The publication of books such as the Liber Chronicarum Etates Mundi by Hartman


Schedel reveals this concept inspired by the Apocalypse, which describes the seven ages
of the world through the birth and disappearance of cities, and always chooses an image
and a description of a city as the central theme of the discourse.

 
Key words: cities founded by the Spanish, humanistic culture, millenarianism
 
 

El escenario histórico: una cronología intensa

El principal escenario de experimentación de la historia urbana que condujo a la noción


de ciudad en la Edad Moderna comenzó en el periodo que transcurrió entre 1452 y
1482. En esta etapa parecía confirmarse el final de las seis Edades del Mundo descritas
en las crónicas medievales en virtud de la caída de Constantinopla y tras la pérdida de
los santos lugares, que habían promovido las cruzadas, las campañas militares y los
viajes. Su núcleo central (14871504) se sitúa en el periodo más intenso de la monarquía
de los Reyes Católicos hasta la muerte de la Reina (1504), y su evolución posterior
hasta la entronización y asentamiento de la monarquía del Emperador Carlos (~1530).
Es de destacar la importancia que en este periodo tuvo el Cardenal Cisneros, que
afianzó en España la corriente milenarista de raíz franciscana y el reconocimiento del
papel de la ciudad como instrumento de la evangelización, como muestra la fundación
de la Ciudad de Alcalá de Henares (1499) como primer ensanche especializado para una
ciudad del saber. Además, la coincidencia en el papado de la figura de Alejandro VI
permitió consolidar una interpretación trascendente a las conquistas y descubrimientos
de la corona española. Así nacen los mitos, iconografías y referentes del imaginario
cultural de una cronología intensa, entre los que destacan la creación de San Cristóbal,
el hércules cristiano que simboliza la gesta de las travesías y la victoria de la fe. Y
también las referencias geográficas simbólicas de la época expresadas en la pintura y en
los grabados del momento, que acostumbran a ambientar la escena de la creación y del
paraíso con especies vegetales atlánticas y preferentemente el drago. A las fundaciones
estratégicas de finalidades defensivas y repobladoras sucedió una experimentación de
fundaciones de ciudades y reproyectación de otras existentes, en las que están presentes
diversas fuentes del más apasionado debate renacentista acerca de la ciudad. Este
debate, alcanzó en un brevísimo espacio de tiempo un significado estratégico de primer
orden.
 

La cultura urbanística bajomedieval

Tradicionalmente se había supuesto que las fórmulas regularizadoras y la existencia de


una idea previa a las actividades urbanísticas corresponderían al período renacentista, y
obviamente se difundirían desde Italia. Sin embargo, durante la Plena y Baja Edad
Media, la aportación española al proceso de colonización del territorio a través del
mecanismo de la repoblación fue fundamental, si tenemos en cuenta la dilatada
cronología y el número de núcleos resultantes de esa actividad, a la que hay que sumar
las iniciativas desarrolladas en torno al Camino de Santiago.
 
En cuanto a la aportación de procedimientos de trazado procedentes de tradición
medieval, Torres Balbás distingue, durante el proceso repoblador peninsular, diversas
modalidades de núcleos o ciudades de trazado regular. Esta tradición clásica procedería
de Hipodamo de Mileto, que como geómetra propuso una fórmula gráfica y elemental
de distribución del territorio según una idea regular, y con capacidad de serialidad
ilimitada. Tal procedimiento tuvo múltiples aplicaciones en núcleos trazados con
finalidad militar, y constituyó una estrategia conocida desde época romana, que en
España se consolidó a partir de Alfonso X, como expresión de una práctica militar de la
que deriva el juego del ajedrez (Torres Balbás, 1968). Durante el episodio de la
Reconquista, junto a las fronteras en las que se luchaba, de manera similar a
las bastides francesas, los cristianos construían sus campamentos, siguiendo
probablemente noticias romanas, y con una forma regular característica, que Alfonso X
el Sabio especifica al precisar los procedimientos y formas de asentamiento. Se refiere a
ellos comparándolos con la Puebla de la Villa, y como éstas, deben adaptarse a la
configuración del terreno, de lo que se derivan tres formas de trazado: rectangular,
cuadrada o circular,
 
(...) si fuere luenga deben dexar una calle en medio toda derecha; et si fuere quadrada deben dexar dos o
fasta quatro, las unas en luengo et las otras en travieso [1] .
Las referencias a Polibio, y posteriormente a Higinio en el tratado De munitionibus
castrorum, y la descripción de Vegecio en su obra De re militari, más próxima al
medievo, podrían haber sido en opinión de Caro Baroja las fuentes que alentaron
sistemas de trazado de forma rectangular, derivados del procedimiento de la
castramentación, tan frecuentes en la Península Ibérica en diferentes zonas. En el
recorrido del Camino de Santiago (Sangüesa, Puente de la Reina, Salvatierra...), en la
provincia de Castellón (Nules, Castellón de la Plana...), en Castilla (Briviesca, en
Burgos), en el País Vasco (Durango, Bermeo, Tolosa...). El parentesco con las basti-
des francesas no aclara el origen cronológico de estas villas regulares, ya que no se han
efectuado hasta la fecha comparaciones pormenorizadas.

Según esta dilatada experiencia, existen procedimientos regulares en España, que


obedecen a algunas tradiciones derivadas de necesidades militares. Sin embargo, ésto
solo explica una tradición práctica de trazar y distribuir, pero no la concepción de la
ciudad globalmente, como idea del orden social, reflejo de la perfección del orden
divino. En la cultura urbanística medieval destaca a partir de finales del siglo XIII, y
especialmente durante el siglo XIV la generalización de un ideario político, fundamento
de la práctica política civil municipal, secularización de los esquemas teológicos,
religiosos y morales. La división de la sociedad en tres fuerzas Iglesia (oradores),
señoríos  (defensores) y ciudades (labradores), que son la base de la monarquía
poderosa, deberá formalizarse en una distribución de las actividades y del territorio en la
ciudad.

Durante el siglo XIII, la Península Ibérica vivió un proceso de enfrentamientos entre las
tradiciones del derecho común, y las intenciones legislativas de la Corona, en un
proceso que culminó con la promulgación del Código de las Siete Partidas de Alfonso
X el Sabio. Sin embargo, este importante compendio fue recibido como imposición real,
especialmente en Castilla, donde imperaba el Derecho Viejo. De las posteriores
redacciones, interesa especialmente la tercera, realizada entre 1295 y 1312 en la corte de
Fernando IV. A partir de este momento, en la redacción se elimina el carácter
obligatorio (Ley del Rey) de las redacciones anteriores, y pretende ajustarse con un
estilo llano, a la comprensión común, considerándose exclusivamente como texto
doctrinal. Precisamente por esta razón, sus autores recurren a textos filosóficos de
Platón, Aristóteles, Séneca, Boecio, Santo Tomás de Aquino,... Algo después, en 1348,
Alfonso XI de Castilla, en el conocido como Ordenamiento de Alcalá encargó la sexta
redacción, presidida por la idea del hombre en sociedad, y la ley como expresión del
derecho. A partir de este momento se confía la custodia de las Partidas en el arca del
Concejo de cualquier villa fundada, como fuente de consulta obligada para los actos de
regimiento y justicia, que son las acciones de representación del poder de la monarquía
en el orden temporal.
Sin embargo, la repercusión más importante que habría de tener esta experiencia es la
idea de ciudad como un proyecto previo, la ciudad ideal, expresión del orden temporal
regido por el orden espiritual. Esta idea aparece expresada por Caro Baroja, en un
artículo sugerente acerca del urbanismo medieval. En él destaca la relación inseparable
entre Razón y Fe, y el funcionamiento de las fundaciones urbanas como organismos
paralelos al cuerpo humano, de los que son una metáfora algunas partes de la ciudad,
según el principio enunciado por Jean de Salisbury en el siglo XII. A través de esta
imagen simbólica, las partes de la ciudad serían expresión de la idea jerárquica central
en todo el medievo: La superioridad de la autoridad espiritual sobre cualquier autoridad
temporal formulada en la Bula Unam sanctam de Bonifacio VIII, de 14 de noviembre
de 1302 (Caro Baroja, 1982). La ciudad medieval consagra la cabeza al príncipe, o lo
que es lo mismo, al gobierno temporal que cumple las misiones de ser ojos, oídos y
lengua en las actividades del regimiento y justicia de la ciudad. El corazón lo ocupa la
iglesia. Los intestinos, el comercio y la administración. Los agricultores, constituyen los
pies, así como los oficios son las manos, sin distinción entre gremiales y menestrales.
Este símil antropomorfo, enunciado por primera vez por Vitrubio desde una perspectiva
funcional, tuvo una aplicación simbólica en muchas ciudades medievales europeas, y es
observable en algunos núcleos españoles. En todo este proceso destaca una modalidad
fundacional común a algunos núcleos del País Vasco, de la primitiva Corona de Aragón,
y repartidos por el Camino de Santiago, junto a otros posteriores situados en territorios
de Castilla. Serían ejemplares previos a la actividad repobladora de la Baja Andalucía,
como experiencia más próxima a la Conquista de Canarias y al Descubrimiento de
América, y cuna geográfica de algunas figuras urbanas destacadas en ambos procesos
históricos. De entre todos ellos sobresale como más llamativo el ejemplo de Briviesca
(1314). Sería representativo de una modalidad de distribución espacial heredera de la
tradición romana. Castramentación rectangular cuyo centro lo ocupa la iglesia
parroquial y la plaza principal, y cuya distribución se rige por tres calles (medio, arriba
y abajo) según una práctica ancestral del medievo español de concentrar a la nobleza y
dignidades en el centro, en la superior los oficios y en la inferior los labradores y
menestrales.

Más tarde, el Descubrimiento, como hito histórico, y como experiencia económica y


cultural suscitará una actividad imparable con objetivos complejos, entre los que cabe
destacar los estratégicos y económicopolíticos, con la creación de núcleos fortificados
en los puntos geográficos más vulnerables, y la fundación de ciudades y reducciones de
indios. El proceso americano está claramente emparentado con la conquista y proceso
repoblador y fundacional del Archipiélago Canario. En ambos casos, en ocasiones se ha
confundido la primera experiencia colonizadora y fundacional, con una posterior
formalización, cristalizada en la Instrucción de Felipe II, firmada el 13 de julio de 1573
en Segovia. Se habla de urbanismo colonial, sin precisar los aspectos correspondientes
al proceso medieval, y el ideario religioso que lo sustentó, y la posterior actividad
urbanística, pragmática, en la que se integra la voluntad de contar con los núcleos
habitados de indios, para ofrecer una respuesta de orden territorial expresiva del nuevo
orden social y religioso.

Lo que sí es evidente por informaciones del proceso final de la Reconquista, en la


campaña de Granada, es que se convirtió en una práctica necesaria para garantizar las
condiciones de vida durante los asedios largos. Las experiencias de Baza (1431 y 1489),
y sobre todo, Santa Fe (1491), informan de múltiples circunstancias que habrían de ser
útiles a las experiencias colonizadoras ultramarinas. En ambos casos, relatos coetáneos
nos hablan de un sistema de trazado del campamento, distribución de las calles y cons-
trucción de casas con cubiertas de madera y teja, con rapidez espectacular (se habla en
ambos casos de un promedio de mil casas en 40 días). En estos relatos, se especifica la
participación activa de (...) los grandes y caballeros, y capitanes que estaban en el real,
hicieron casas de tapias, e cubiertas de madera e teja. En el caso de Baza se especifica
que es de tanto compás como Sevilla, indicando el sistema de trazado previo del
perímetro a partir de la medición de los lados de un ángulo, que por la utilización del
reticulado debió ser de 90 grados (Torres Balbás, 1968, pp. 132135).

Eiximenis: milenarismo, franciscanismo y la ciudad - república de la


cristiandad

La consolidación de un proyecto de ciudad conforme a la utopía cristiana (14991504)


tuvo por emblema principal la ciudad de Granada reproyectada por la cristiandad a
semejanza de la Valencia de Eiximenis.

A pesar de la evidente contribución de la obra aristotélica al proceso de elaboración del


modelo urbano de ciudad jurisdiccional, la obra teórica más importante publicada en
época de los Reyes Católicos es el Regiment de la cosa publica, capítulo perteneciente a
la enciclopedia Dotzé del crestià o regiment dels homens e de les dones (13841385).
Este texto permitió restituir la importancia de las actividades comerciales como
verdadera expresión de la actividad pública, en un momento histórico condicionado por
la persecución a los judíos y en general a las herejías. El texto de Eiximenis
representaba la aplicación de las tesis franciscanas sobre la misión de los pobladores en
la ciudad de la cristiandad.

Obra del franciscano de origen gerundense Francesc Eiximenis (1340?1409), es una


pieza clave que culmina el proceso de elaboración teórica sobre la ciudad a finales del
siglo XIV. Eiximenis, es un personaje representativo de la crisis de poder que vivió la
Iglesia en el siglo XIV, y de la creación de las órdenes mendicantes, y especialmente del
papel asumido en la reforma de la ciudad bajomedieval por los franciscanos [2] . Su
actividad desarrollada en el reino de Valencia constituye una experiencia singular. Entre
1383 y 1408, llamado por los jurados valencianos, desarrolló una intensa actividad en
esta ciudad, incluyendo propuestas regularizadoras para su trama. Su obra de mayor
repercusión para la cultura urbanística española, el Dotzé del Cretià (13815), es una
enciclopedia cristiana para laicos, que debía contar con trece volúmenes, aunque quedó
inacabada. El decimosegundo, en su parte tercera titulada Regiment de la cosa
publica que cuenta con una edición de 1927, fue publicado por primera vez en 1484 en
Valencia, y poco después, en 1499, en un momento crucial de la discusión sobre la
ciudad en época de los Reyes Católicos. Recoge según la sistemática escolástica, y
enriquecida con frecuentes citas eruditas, una imagen de esa ciudad de perfección,
según la idea de La ciudad bella, noble y bien ordenada. Esa imagen es formalmente
regular. Un cuadrado expresa Quina forma deu haver ciutat bella e be edificada, y
recurre una vez más a principios regularizadores vitrubianos, como fórmula para
garantizar un reparto equilibrado de la sociedad y de las actividades económicas en la
ciudad. Este concepto del urbanismo regido por el  ornato y la belleza, es central en toda
la jurisprudencia occidental, hasta la aparición de las ordenanzas higienistas desde
finales del siglo XIX [3] . Las ciudades cristianas deben manifestar la justicia, la virtud
y el orden a través de formas representativas de estos valores. El texto adquirió el
carácter de doctrina en las acciones desarrolladas en Valencia, y seguramente inspiró
algunas iniciativas posteriores. La defensa de una forma como expresión de valores
morales entraña una concepción utópica en la que la cristiandad asume una superioridad
de tintes ejemplificadores. Torres Balbás recoge la descripción en versión castellana:

«Su planta ha de ser cuadrada, de mil pasos de lado; en el centro de cada uno de éstos se abrirá una puerta
principal, flanqueada por dos más pequeñas, fortalecidas como las de los castillos; las esquinas estarán
igualmente fortificadas. De puerta a puerta, dos anchas calles la dividirán en cuatro cuarteles, cada uno de
los cuales tendrá una hermosa y vasta plaza... En las cercanías del cruce de las dos calles mayores se
emplazará la catedral; inmediata, una gran plaza con gradas en torno y el palacio episcopal; no se
permitirán solaces deshonestos en  ella, ni la instalación del mercado ni de la horca para el  castigo de los
delincuentes. Cada barrio tendrá conventos de frailes mendicantes y parroquias, carnicerías, pescaderías,
almudís y varias tiendas. Los hospitales, leproserías, garitos, burdeles y desagües de las cloacas deberán
emplazarse al lado opuesto a aquel de donde procedan los vientos reinantes. Las gentes de idéntica
profesión vivirán agrupadas en el mismo barrio; si se trata de una ciudad marítima, las viviendas de los
mercaderes, cambistas, etc., ocuparán la parte más cercana al mar; las de los labradores deben de estar
junto a la puerta que abra al campo; por todas partes se instalarán los comercios necesarios para la vida
cotidiana. El interior de la ciudad será «bello y deleitoso». Habrá leyes que ordenen las edificaciones y
derribos y gentes encargadas de su cumplimiento» (Torres Balbás, 1968, pp. 152153).

La descripción permite calcular una ciudad de unos 800 metros de lado, que ocuparía
una superficie de 65 Ha. Planificada para albergar 1600 viviendas, incluía además los
equipamientos religiosos y las instituciones civiles y su servicio, por lo que cabría
pensar en una ciudad para 10.000 habitantes. Galantay destacó la importancia de la
fecha de su primera edición en 1499, porque permitiría considerar la obra de Eiximenis
como una de las piezas claves del ideario de la Monarquía con relación a la fundación
de ciudades [4] . Y tampoco conviene olvidar que esa fue la fecha en la que Cisneros
programó el trazado de la ciudad de Alcalá de Henares.

Pero, además de su componente funcionalista, la principal incidencia de la obra en la


etapa de los Reyes Católicos parece haber sido su abundante caudal de reflexión
moralizante sobre el reparto de poderes en la escena urbana. El riguroso estudio crítico
realizado por Marías, permite conocer en detalle la articulación teórica de la obra de
Eiximenis, y situarla en el contexto de una reflexión religiosa sobre la ciudad también
inspirada en la obra aristotélica [5] . El largo estudio dedicado al pensamiento de
Aristóteles, y al texto del franciscano Eiximenis aparecen justificados por la inexistencia
de una tratadística renacentista de origen italiano en bibliotecas españolas durante el
siglo. Así, el concepto de poblar y construir la ciudad, se habría cargado de una
significación simbólica y pragmática al mismo tiempo, que es posible verificar en las
expresiones habituales de las ordenanzas, normas y documentos referidos a la ciudad
durante la época, y habrían tomado como marco de referencia el concepto de ciudad
formulado en la obra aristotélica:

«...la mayoría de las condiciones de asentamiento de la ciudad tienen su exacta correlación en la Política
de Aristóteles: su situación en llanura para poder dilatarse; su amplitud bastante para su autodefensa, sin
campos en el interior de sus muros; cerca de agua, pero mejor sin que la ciudad quede cruzada por un río;
sistemas de desagüe («clavergues»); abierta al mar para asegurar el comercio y la comunicación humana;
o su orientación preferente hacia levante o mediodía, para protegerse del viento tramontano. Su
orientación «astrológica» en función de los signos del zodíaco parte de Ptolomeo y, en cambio, la
localización de su entrada principal hacia levante, donde se había situado el Paraíso y de donde procedería
la segunda parousía de Cristo (cap. 106), está condicionada por una concepción estrictamente religiosa e
incluso visionaria del ideal urbano» (Marías, 1989, p. 68).
Sin embargo, algunos aspectos de su obra, introdujeron nuevos enfoques acerca del
concepto de lo público, como esencia de la convivencia urbana. Siendo un texto de
reflexión ejemplarizante sobre aspectos morales y religiosos, el principio más
revolucionario introducido por la obra de Eiximenis es la concepción funcionalista de la
ciudad como un organismo dotado de todas las infraestructuras necesarias para la vida
cotidiana. Pero la ciudad material es solamente el escenario donde habita la ciudad
transcendente, la comunidad social. La polis, ciudad definida en lo social, es un espacio
de convivencia llano, horizontal, que supera las prácticas segregacionistas del
urbanismo hispano plenomedieval con sus ghetos, y sus calles especializadas
socialmente. Este presupuesto sintetiza la verdadera aportación franciscana, revisionista
y utópica en lo social, que prefigura la construcción de un modelo de convivencia
preparatorio del cumplimiento de la profecía del advenimiento de la Jerusalén Celestial,
en la tercera edad, y en el ámbito de una ciudad que haya alcanzado finalmente la
perfección moral. Una ciudad fundada y edificada en honor y gloria de Dios,
rigurosamente planificada desde el punto de vista funcional, y equilibrada en los social.
Esta ciudad adopta la forma  de un cuerpo. Los distintos miembros que configuran un
cuerpo humano, desempeñan diversos cometidos, y de la misma manera, diversas
personas y oficios, ajustados unos a otros, forman también un cuerpo y una comunidad,
que recibe el nombre de república cristiana. Esta república tiene cabeza, que desempeña
el gobierno y el juicio (senyoria,  término del que procede el seny catalán); los ojos y
oídos, los jueces y oficiales; los brazos, los hombres de armas que defienden la
república; el corazón, los consejeros; las partes reproductoras los predicadores y
enseñantes; las piernas, los menestrales; los pies que cultivan la tierra, los campesinos,
que desempeñan su oficio en todas las épocas.

E aquesta composicio aytal, es axi com hun cors humanal, compost de diuersos membres. E axiu diu sant
Pau (...) e vol dir que, axi com diuerses membres fan vn cors, qui han diuersos officis, son en lom, axi
diuerses persones e officis fan hun cors, ajustats, e vna comunitat, la qual es apellada la cosa publica
crestiana (...) que en la cosa publica hauia cap, e aquest es aquell qui ha lo regiment o senyoria; los vlls e
les orelles son los jutges els officials; los braços son aquells qui deffenen la cosa publica, ço es, los
cauallers e los homens darmes; lo cor son los consellants; les parts generatiues son los preycants e
informants; les cuxes e cames son los menestrals, los peus que calciguen la terra, son los pagesos qui la
colren e la exesciten per lur offici tostemps. [6]

Eiximenis cumplió un cometido transcendental en Valencia, participando activamente


en la defensa de las actividades económicas necesarias al bien común en la ciudad.
Como un organismo común, los ciudadanos expresan la superioridad de la vida en
comunidad mediante sus diversos cometidos y valores, que enriquecen la cosa pública,
y sobre todo mediante el trabajo. Todos los ciudadanos deben trabajar y contribuir a
la cosa pública. Pero no todos los oficios son igualmente necesarios. Los regidores,
abogados, notarios, deben ser pocos y buenos, porque su abundancia perjudica a la
ciudad. Los usureros, reguaters, son malos comerciantes, y deben ser expulsados de la
comunidad así como otras actividades peligrosas (quiromancia, brujería, ...), y el
vagabundeo, que también debe ser proscrito. Su contribución al debate acerca del
concepto de la ciudad permitió superar la condena de las actividades económicas en las
que las obligaciones en dinero quedaban sujetas a plazos temporales. Hasta entonces
eran consideradas contrarias a la fe, y calificadas de usura, debido a la intervención en
ellas del tiempo, categoría sobrenatural perteneciente a Dios. En el Crestià, el mercader
es el mejor ciudadano, el que asume el riesgo de las actividades económicas que
benefician al bien común, como oficio que garantiza a la república un estado
satisfactorio, porque la tierra donde abunda esta actividad, está siempre plena de vida,
fértil, y en buen estado. Por eso considera que los mercaderes deben ser favorecidos, y
ser considerados un tesoro de la república (Probst, 1917, p. 182). Según esta concepción
organicista de la ciudad, de la urbe como escena en la que participan los ciudadanos y
tienen lugar las actividades de la nueva república de Dios, cada uno aporta algo a la
comunidad, los viejos su consejo y su juicio, los jóvenes su fuerza y vigor, los pobres
sus facultades, los ricos sus riquezas,

(...) los vells ab lur consell e seny, los jouens ab lur força e vigor, los pobres segons sa facultat, los richs
de lurs riqueses, los homens tots de aço que saben e quels es manat, les fembres lexant folls ornaments,
perles e altres arreus per no carregar lurs marits de despeses, los clergues ab lurs oracions continues, los
seglars ab armes e ab diuersos altres treballs, fins que la comunitat sia en bon estament (...) Apoyándose
en Filogolus, destaca la contribución de los mercaderes, que (...) entre los altres officis que posen la cosa
publica en bon estament, son los mercaders, car terra hon mercaderia torna e abunda, tostemps es plena e
fertil e en bon estament. Per tal los mercaders diu que deuen esser fauorits sobre tota gent seglar del mon,
car diu que los mercaders son vida de la terra hon son, e son tresor de la cosa publica, e son menjar dels
pobres, son braç de tot bon negoci, de tots affers compliment. [7]

Eiximenis proporcionó una visión renovada sobre la ciudad y las actividades que le son
propias, a través de su obra escrita, superando las posiciones del cristianismo tradicional
ancladas en el agustinismo defensor de la sacralización de la ciudad. Introdujo las
nuevas ideas de Bacon sobre un ideal cristiano de carácter laico, expresadas en el
concepto de la república cristiana (Gilson. 1952, p. 78). Consideró que la forma de la
ciudad debía ser proyectada de manera teórica y planificadas sus funciones por
intelectuales, anticipando argumentos propiamente renacentistas que más tarde se
expresarían en la obra de Alberti. Este posicionamiento sirvió de base a las nuevas
estructuras desarrolladas en tiempos de los Reyes Católicos, como base institucional del
concepto del Estado, que descansó en la concepción corporativa de la sociedad. La
metáfora organicista elaboró un imaginario, en el que el cuerpo místico de la Iglesia
alcanzaba su realización a través de la sociedad cristiana habitando en comunidad. La
ciudad es finalmente el ámbito donde Dios se hace presente a través de los actos
colectivos en los que participan todas sus partes u órganos [8] . De este modo, la ciudad
concebida en el momento, desarrolló un sistema formal de carácter simbólico y
trascendente, expresado mediante una sucesión de escenas, relacionadas entre sí como
imágenes mentales, en las que los conceptos morales y religiosos venían expresados a
través de los espacios urbanos y las actividades desempeñadas en ellos.

El repartimiento y fundación definitiva de Santafé de Granada, ciudad


símbolo de conquista espiritual.
 
El proceso de construcción del campamento de Santafé, y el posterior reparto de tierras
una vez terminada la campaña de la Conquista resultan fundamentales para el análisis
del caso de San Cristóbal de La Laguna, por su carácter de precedente, al haber
intervenido directamente en ellos la Corona, por su proximidad cronológica, y también
por la cantidad de documentación que proporciona el proceso seguido. Resultaba una
experiencia singular dentro del contexto de las villas de colonización fundadas en el
proceso final de la Reconquista, debido a que el proceso de construcción de la ciudad y
el posterior reparto de tierras se sucedieron en un corto espacio de tiempo, siguiendo las
instrucciones contenidas en la Política de Aristóteles acerca de las calidades de tierras y
su distribución, considerando exclusivamente razones funcionales y sociales en cuanto a
estos repartos.
A partir de la Crónica de Fernando del Pulgar, Secretario de los Reyes Católicos, y de
la historia de la Campaña de Granada, realizada por el Cronista Alonso de Palencia, así
como de trabajos posteriores, es posible reconstruir el sistema de organización, asedio,
conquista, y posterior repartimiento de Santafé, y verificar la participación directa de
don Fernando el Católico en todo el proceso [9] . Después de los primeros asedios y
talas entre los años de 1488 y 1490, don Fernando comenzó a organizar la campaña
definitiva en este último año, trasladándose en 1491 para reunir a las huestes, una vez
que había solicitado el auxilio de los señores del Reino. Se supone que estableció el
campamento del Real de Granada en el Gozco (...) cabe los Ojos de Huécar cerca de
donde es oy día Santa Fé, en abril de 1491, según de descripciones de anónimos
musulmanes. La elección del lugar no era nueva, ya que está probada la implantación
del Real en el mismo lugar desde 1483, en el que valoró la posición de la llanura
protegida por cerros y con buenas salidas, e inmejorables comunicaciones con otras
plazas próximas, lo que garantizaba los aprovisionamientos y auxilios. Entonces se
dice (...) comenzó a construir cerca del campamento un esbozo de ciudad que habría de
perdurar bajo el nombre de Santa Fe. En cuanto al lugar original del campamento, se
ha supuesto que su centro estaba en el lugar que hoy ocupan las ruinas de la ermita de
Santa Catalina, a un kilómetro de la ciudad (Lapresa, 1979, p. 26).
La importancia de la campaña motivó el traslado de la Reina, el Príncipe y la Infanta
doña Juana a un campamento hecho de tiendas y cobertizos, repartido por cuartos, y con
distribución de mandos en cada uno de ellos. A partir de este momento, comenzaron los
asedios y escaramuzas hasta que sobrevino un incendio en agosto de 1491. Se ha
supuesto que este hecho motivó de la construcción de un campamento estable con
carácter de ciudad, para garantizar la forma de vida conveniente a un largo asedio. Sin
embargo, documentos de la época confirman la construcción de la ciudad paralelamente
a las acciones de guerra,

(...) pasado este fuego fizieron todas las casas de texas, que parecía una ciudad con sus calles ordenadas e
todas las cosas deseadas en tanta abundancia de sedas e paños e brocados e todo lo demás como si fuera
una buena feria. Después se fizo Santa Fee, la qual fizieron las ziudades e los Maestrasgos e cada uno
puso un letrero de lo que fizo, lo qual fue parte de dexar guarniciones de gentes sobre Granada, la qual
fizieron a la forma de Villa Real que una villa cabe Vallacio, que se fizo para lo mesmo... [10]

Recibida la noticia de diversos incendios importantes, entre los que destacó por sus
efectos el de Medina del Campo, que había destruido cuatrocientas casas, y ante el
desánimo de las huestes, los reyes decidieron permanecer en el Real hasta el fin de la
contienda. En ese momento se realizó la construcción de la futura ciudad, como
preparativo de la campaña que habría de librarse en 1492.

Existen dudas acerca de la participación directa de las huestes en el proceso de


construcción de la ciudad, aunque se habla de que tomaron a su cargo su realización
cuatro grandes de Castilla y gentes de Sevilla, Córdoba, Jaén, Ecija y Úbeda, Carmona,
Jerez y Andújar. Se describe un proceso de construcción acelerado que habría durado
dos meses, aunque cabe suponer que estas referencias conciernen a la decisión de
permanencia y consolidación de unas trazas ya comenzadas. Sin embargo, las cifras
oscilan entre dos y ocho meses, que fue el plazo que duró el asedio definitivo sobre
Granada. Los reyes habrían de permanecer hasta el mes de mayo de 1492 cuando
recibieron a Cristóbal Colón y realizaron la Capitulación de la Campaña del
Descubrimiento.
Acerca de la ciudad, los documentos más fiables son las actas del repartimiento, aunque
existe un plano cuya cronología podría corresponder al expediente instruido por el
ayuntamiento para la desecación de los fosos que rodearon la ciudad. La significación
que alcanzó esta ciudad queda de manifiesto en el hecho de que los reyes encargaron la
realización de una maqueta de plata, que entregaron como reliquia al convento de la
Santa Cruz de Segovia. No era de extrañar este aprecio, teniendo en cuenta que desde
ella se había concluido el proceso de reconquista del territorio peninsular, y en ella se
habían firmado las capitulaciones con Colón, una vez confirmado el descubrimiento de
nuevas tierras. Se sabe que para sus trazas habían tomado como modelo la ciudad de
Briviesca [11] . Tenía forma rectangular, y se organizaba a partir de una plaza central,
recorrida en su eje mayor por una vía principal, y por una menor perpendicular a ella,
que permitía divisar las cuatro puertas de la muralla desde la plaza. Se ordenaba en tres
cuarteles, debido a la posición del eje central desplazado hacia un lado, que disponía el
cuartel más estrecho recorriendo el lado mayor. Las casas, modestas, fueron construidas
en fábricas de tapial y pequeños cantos, con cubiertas de madera y teja.

Terminada la Conquista de Granada, los reyes abandonaron Santa Fe, dejando


instrucciones para el repartimiento de tierras entre los vecinos de la villa y designando
al repartidor, a los beneficiarios del proceso, y los conceptos del reparto. El territorio
recién conquistado se encontraba en explotación en el momento de finalizar la campaña,
a pesar de que algunas producciones habían sido arrasadas para debilitar al enemigo.
Por ello, en el proceso de amojonamiento participaron medidores árabes conocedores de
los términos del alfoz, y de las propiedades de pobladores musulmanes que habrían de
ejercer sus derechos sobre ellas. El derecho común aplicable en operaciones de
conquista contemplaba por tradición, el derecho de los pobladores a recuperar sus
tierras, o de ser indemnizados mediante el pago de su valor, cuando después de la
rendición se mantuvieran fieles al vencedor. El repartimiento se realizó en Santa Fe
dado que no existía botín de guerra, al entregarse el enemigo mediante capitulación con
el vencedor, y dado que la tierra no tenía moradores, para garantizar la permanencia del
territorio conquistado.

Con respecto a la designación de los cargos, la Gobernación y Justicia fueron confiadas


al licenciado Andrés Calderón, miembro del Consejo Real, Alcalde de la Corte y
Corregidor de Granada. La Alcaidía de la Villa, se encomendó a Francisco de Bovadilla,
maestresala de los Reyes, corregidor de Córdoba y alcaide de los castillos de Cambil,
Alhabar y Piñar. En este caso se designó a un solo repartidor, el caballero Diego de
Yranzo, comendador de Montizón, veinticuatro de Jaén, Alcaide de la villa de Yznalloz,
en lugar de una Junta de Partidores, como se había acostumbrado en otras campañas,
debido a que en este caso no habían participado señores, ni el territorio contaba con
costumbres o leyes a ser tenidas en cuenta, dado que se trataba de terrenos conquistados
a infieles. Este tipo de argumentos presenta grandes similitudes con respecto a las
condiciones del reparto de las tierras conquistadas en Canarias. En el Libro de
Repartimientos de Santa Fe, existe constancia de la designación de auxiliares del
reparto, con título de medidores, ya que se cuenta la designación de medidores de
huertas, y otros para tierras mayores y viñas. El inicio de estas labores se vio precedido
por la constitución de una junta de deslinde y amojonamiento del término. Las bases del
repartimiento fueron fijadas igualmente por los Reyes Católicos:

Sus Altezas se partieron e dexaron en la dicha villa por Alcayde e capitán al virtuoso e noble cavallero
Francisco de Bovadilla... para repartir las casas, tierras, heredamientos e otras posesiones a dozientos
vezinos. E sus altezas mandaron en la dicha villa diez criados de sus guardas e quarenta cavalleros
cibdadanos. En cumplimiento de los otros vezinos labradores e ofiziales, e sus altezas mandaron señalar
quatro mill fanegadas de tierra que fuesen repartidas a los dichos vezinos, tanto a un cavallero como a dos
de los otros vezinos. (Lapresa, 1979, pp. 7879).

Estas bases entrañan el cálculo del número de pobladores en doscientos, y la proporción


de la calidad de los moradores, 150 labradores y oficios, y 50 caballeros, de los cuales
10 debían pertenecer a la guardia de la Corona. En cuanto a la proporción del reparto, se
especifica que se asignará una medida de manera unitaria a los caballeros, y la misma
cada dos peones. Y en cuanto al orden de reparto, ya que no se aclara, se regiría por la
tradición de comenzar por los caballeros en orden de antigüedad y continuar con los
peones. El documento, cuestionario en el que se incluyen las condiciones puestas por la
Corona, describe las obligaciones a cumplir por los avecindados, que se aplicarán pocas
fechas más tarde en San Cristóbal de La Laguna: un plazo de residencia fija de cinco
años en la villa, plantar viñas, olivares y huerta en el terreno asignado y la condición de
casado con familia residiendo en el lugar.

Al existir ya construidas las casas del antiguo campamento, en Santafé no se incluyó la


obligación de construir la casa, que es la primera condición en todos los núcleos
urbanos de fundación. En cuanto a las construcciones situadas fuera de la muralla, las
instrucciones fueron terminantes al considerar que la mayor parte serán para todos (el
Común), y el resto, para los monasterios. La reserva para la iglesia y órdenes religiosas,
antecede a cualquier otra concesión, indicando con ello el grado de significación que
habrían de alcanzar una vez se consolidaran los repartos. El territorio para
mantenimientos futuros de la villa se fijó con gran exactitud, indicando que la cantidad
de terreno que habría de ser necesaria para una villa de esta población, y distinguiendo
una cantidad de terrenos de secano tres veces superior a la entregada para viñas, huertas
y olivares, (...) tres mill fanegas para pan e otras mill para viñas huertas y ollivares y
de estas mill faneas sean dozientas para la Yglesia (Lapresa, 1979, p. 81). La riqueza de
la futura villa quedó garantizada mediante la cantidad de 30.000 maravedís para
Propios, que se habrían de obtener de las tierras que los valieran. La distribución del
ejido, prado y dehesa común se deja al repartidor.

El orden seguido en el proceso de reparto siguió un turno riguroso, comenzando por los
caballeros de la compañía del Rey, siguiendo con los restantes, y finalmente, los peones.
Se comenzó en este caso por la asignación de las casas y el proceso de registro.
Posteriormente, el amojonamiento del término, y finalmente los sorteos respectivos de
terrenos de huertas, por una parte, y los terrenos de viñas y olivares por otra (Lapresa,
1979, p. 85). En Santafé se distingue en los peones, entre los que asumirán actividades
artesanales, los labradores y los hortelanos. Los caballeros serán ciudadanos. El alarde y
asiento de pobladores se realizó posteriormente, por cuartos o barrios. En cada
asignación de casa quedaba incluida su parte proporcional de heredad de pan, huerta,
viña u olivar. El centro de la ciudad estaba ocupado por la iglesia y el hospital, y en sus
proximidades estuvo la Casa Real. En el eje central de la Villa, desplazada de la plaza se
situó una manzana completa para la alhóndiga. El número de casas por cada barrio
oscilaba entre 30 y 40. A continuación se realizó la delimitación y lotificación de tres
tipos de suelo: las huertas y alcaceles, la tierra de pan y tierras mayores (secano) y el
terreno para viñas y olivares. La medida utilizada para el reparto de las tierras fue una
soga de ocho estadales (26,672 m.) dado que el estadal es un múltiplo (4) de la vara
castellana que por lo tanto alcanza 3,334 m [12] . Repartieron quince mil marjales,
medida equivalente a 100 estadales granadinos o 5,25 áreas. En el reparto se tuvieron en
cuenta múltiples circunstancias, especialmente la calidad de las tierras a repartir. El
procedimiento de sorteo, mediante insaculación entre caballeros y peones,
respectivamente.

En cuanto a las tierras mayores, las instrucciones reales fijaban la cantidad de 90


marjales para los caballeros y 45 para los peones:

(...) E después de dados los veynte marjales de tierras para las huertas e alcáceres... mandó al dicho
Bartolomé Roys e Juan Royz su hijo, medidores que fuesen a medir e sortear e amojonar las suertes de las
tierras mayores... para lo cual mandó hazer ciento e veinticinco cavallerías de a noventa marjales las
cinquenta para dar a los cinquenta cavalleros que sus altezas mandan avezindar en esta villa, e las setenta
e cinco para los ciento e cinquenta peones, para cumplimiento a los dozientos vezinos que en esta dicha
villa han de ser avezindados (Lapresa, 1979, p. 94).

Más tarde se siguió con viñas y olivares, con dimensiones iguales, y el mismo
procedimiento de sorteo. Por último, se asignaron los bienes de la iglesia y los bienes
del Común, consistentes en terrenos comunales con destino a la reserva del ejido, prado
y dehesa común para los ganados del Concejo. Se ha supuesto la cantidad
correspondiente de estos terrenos, que resultaría de restar 14.940 marjales a los 15.500
que se amojonaron para repartir, reservando de los 560 restantes, doscientos para la
Iglesia, y reservando finalmente los 360 para los Propios.

El proceso terminó con la concesión por parte de los Reyes Católicos del Real Privilegio
de exención de tributos y de jurisdicción, en 18 de noviembre de 1499, y
posteriormente, con la promulgación del Privilegio de la ciudad de Granada para que se
dictaran las ordenanzas para su régimen y gobierno, otorgado el 20 de septiembre de
1500, coincidiendo con la estancia de la corte en Granada. En enero de ese año, Alonso
Fernández de Lugo partía hacia Tenerife, después de haber permanecido en ella
firmando capitulaciones con los reyes para el inicio de una nueva operación de
conquista en el territorio africano de Berbería [13] .

Canarias: mitos y geografías. Los precedentes

En Canarias, el proceso de conquista del territorio culminó después de un largo período


de 94 años que transcurrió entre las tomas de las Islas de Señorío (Fuerteventura,
Lanzarote, Hierro y Gomera), dependientes de los Señores de Canarias, Diego García
Herrera e Inés Peraza; y las rápidas campañas de las Islas Realengas, cuya conquista
capitulada con la Corona sucesivamente por Pedro de Vera y Alonso Fernández de
Lugo, se completó rápidamente: Gran Canaria en 1483 por Vera; y La Palma (1493), y
Tenerife (1496) por Lugo.

Es evidente que el interés de la Corona por el territorio insular comenzó a decidirse


después de la toma de Granada y de confirmarse el Descubrimiento, coincidiendo con la
conquista de la Isla de La Palma. Hasta entonces, la recién conquistada Isla de Gran
Canaria parecía encontrarse en situación de abandono, y con la posibilidad de ser pronto
convertida en Isla de Señorío, dadas las concesiones hechas por la Corona en el
territorio de Agüimes, la condición de las restantes islas ganadas, y la tradición de los
archipiélagos portugueses, entregados a los conquistadores con título de señores. De
hecho, la incorporación de la Isla a la Corona de Castilla se confirmó en 1487 mediante
la Real Provisión de 20 de enero a petición de los vecinos de la Isla, que no deseaban las
condiciones rigurosas que imperaban en las de señorío, esquilmadas por la dureza de los
impuestos [14] . Desde esta fecha, hasta la constitución de la Real Audiencia de
Canarias en 1525, transcurrió el primer período de la historia de las Islas de Realengo,
que coincide con la constitución de los concejos y la puesta en marcha de sus
mecanismos jurisdiccionales en el territorio.

En el análisis de este proceso, Roldán Verdejo considera tres cuestiones definitorias: la


impronta de lo geográfico, la lenta dominación del territorio, y la existencia de una base
jurídica y humana común [15] . En el aspecto geográfico, la identificación de los
términos del alfoz peninsular con el territorio insular, configura un modelo
jurisdiccional en el que el territorio, sus límites, el concejo y el municipio, se ordenan en
los límites insulares obedeciendo a la existencia de un territorio insular con total
autonomía jurisdiccional desde sus orígenes. Esta situación se mantuvo hasta la
definición del nuevo marco constitucional de las administraciones locales hispanas en
1833. En cuanto a la dominación del territorio, entre los factores que motivaron el
rápido proceso final de conquista del Archipiélago figuran, la debilidad del poder real y
el auge del sistema señorial en Andalucía. El incremento de títulos y la demanda de
nuevas fuentes de riqueza, provocaron una especialización comercial basada en la saca
de productos de alta rentabilidad en nuevos territorios, con especial proyección en el
mercado de esclavos, y estimuló el interés de los nuevos señores hacia territorios
próximos como el de Canarias. En ayuda de estas aspiraciones habría de producirse la
firma del Tratado de Alcaçovas (1479), que al tiempo que distinguía las pertenencias de
las dos monarquías ibéricas sobre el territorio insular del atlántico próximo
(el mediterráneo atlántico de Pierre Chaunu), posibilitaba el acuerdo con los Señores de
Canarias sobre su renuncia a los derechos de conquista de las islas de Gran Canaria, La
Palma y Tenerife.

En cuanto al sustrato jurídico y humano común, Roldán destaca el número mayoritario


de los conquistadores procedentes de la Baja Andalucía, así como de colonos que
contribuyeron a la repoblación de las islas. El marco jurídico aplicado fue la Legislación
Real y la fuente del Derecho Común, como recogen desde su preámbulo
las Ordenanzas de la Isla de Tenerife en el texto refundido recopilado por Núñez de la
Peña en 1670,

«Aunque por los Derechos Reales y comunes, está muy largamente proueido acerca de
todas las cosas, y casos contingibles..., porque lo que en vna parte era bueno, e
probechoso, en otra sería malo, y dañoso, acordamos de hazer y recopilar nuestras
ordenanças y estatutos...» (Peraza, 1935, p.1).

El derecho público muestra una relación directa con la tradición andaluza, ya que tanto
el Fuero y Privilegio Real de la Ysla de Canaria (1494), como las Ordenanzas de la
Isla de Tenerife, remiten a las ordenanzas de Sevilla, manifestando similitudes, aunque
se trata de modelos de funcionamiento independientes. El derecho común se aplicaba en
los actos administrativos ordinarios tramitados por los escribanos públicos.

Gobernación, Regimiento y Justicia son los cometidos jurisdiccionales fundamentales


en el nuevo Concejo Insular. En Canarias, territorio de excepción similar a los núcleos
americanos se instituyó  desde el primer momento el cargo de Gobernador o Corregidor,
de los que se emplazó uno en Gran Canaria y otro en Tenerife con ámbito común para
las islas de La Palma y Tenerife. La Real Cédula de Privilegios de la Isla de Gran
Canaria es el precedente inmediato de la constitución del concejo tinerfeño, con algu-
nas variantes en cuanto a la designación de los cargos: Un Obrero y dos Alarifes del
Concejo, Veedor de las obras públicas, Escribano y Mayordomo. Habrá un Portero de
Cabildo, Carcelero, Verdugo y dos Pregoneros puestos por el representante de la Corona
y los Regidores. Las sedes del Concejo, la Cárcel, los Escribanos y la Justicia habrán de
situarse en la plaza. Se instalará el reloj y se fundará un hospital público. Fuera de la
Villa, el matadero y la carnicería. La condición de Villa Real entrañaba la obligación de
poseer Pendón con el título de la villa, y las armas concedidas por la Corona, que
transportará el Alguacil Mayor. Los regidores, por pares, velarán cada mes por el
cumplimiento de las ordenanzas, supervisión de la aplicación de pesas y medidas,
limpieza de calles, carnicerías y pescaderías, multas, etc. [16]

Siendo designados por la Corona los Gobernadores de Gran Canaria, en Tenerife


asumió el cargo el Primer Adelantado hasta su muerte en 1525. Repartir tierras y
mantener el orden como gobernador, garantizar las defensas como Capitán General, e
impartir justicia, fueron los cometidos propios del Corregidor. En el caso de Tenerife,
Lugo impuso un modelo mixto de características señoriales gracias a las prerrogativas
concedidas por la Corona en pago de sus servicios militares. Se aprecia en su conducta
la intención de asimilarse a la tradición señorial de la que procede, diseñando una
política personal de matrimonios con damas pertenecientes a familias influyentes e
incluso con títulos, y planificando las uniones de sus descendientes. Sus incansables
proyectos de conquista lo definen como un personaje, prototipo de su tiempo, de
cualidades excepcionales.

Como territorios de conquista incorporados a la Corona mediante capitulaciones con el


Conquistador, en las últimas islas conquistadas del Archipiélago se puso a punto un
sistema de fundación que incorporó algunas novedades a la tradición de la repoblación
peninsular. Debido a la inexistencia de núcleos organizados previos u otros
aprovechamientos del territorio que hubieran de ser tenidos en cuenta en el momento
del repartimiento, las villas fundadas y trazadas en Canarias constituyen núcleos
fundacionales equiparables a los americanos, dado que la definición de la villa
comienza por el proceso de la elección del lugar. Sin embargo, existe una diferencia
llamativa en estas fundaciones reales del Archipiélago, entre la primera de ellas, Las
Palmas de Gran Canaria; y las dos últimas,  Santa Cruz de La Palma, y San Cristóbal de
La Laguna. En Gran Canaria, el lugar elegido, había sido aprovechado previamente en
sucesivas arribadas, y también había existido campamento de conquista previo al
trazado de la puebla de la villa. Por otra parte, como núcleos de colonización, la
demanda de pobladores es uno de los rasgos característicos, conforme a la máxima largo
tiempo esgrimida de que la principal misión del hecho de conquistar era poblar los
territorios. Los repartimientos de tierras en pago a los servicios prestados durante la
conquista del nuevo territorio no debieron ser incentivo suficiente, por lo que las levas
de pobladores, el trasvase de colonos, y la atracción de mercaderes fueron moneda
corriente durante todo el siglo XVI, debido a las incontables dificultades a que estaban
sometidos estos núcleos a causa de la debilidad de su estructura poblacional, los ataques
piráticos, epidemias, malas cosechas,...

Un elemento esencial propio del momento bajomedieval es el tipo de relaciones


jurídicas establecidas con la población conquistada. En la Isla de Gran Canaria se había
autorizado el exterminio, la esclavización, y la toma de los naturales para misiones
militares, o para poblar otras islas. Esto hizo que no se estableciera un ordenamiento
específico en la Isla para establecer el marco de relaciones con los conquistados. Sin
embargo, se advierte un cambio radical en las islas de La Palma y Tenerife,
especialmente en esta última, al establecerse una diferenciación entre los aborígenes
pertenecientes a los denominados bandos de paces del sur de la isla, y los de los
menceyatos del norte, que habrían resistido incluso después de terminada la conquista.
La Corona no autorizó operaciones similares a las desarrolladas en Gran Canaria, y aún
promulgó disposiciones para que fueran avecindados y se les obligara a vivir en
poblado, según el pensamiento aristotélico contrario a la forma de vida rural. Desde el
momento en que se inscribieron los aborígenes libres, fueron bautizados, recibieron
nombres castellanos, y en los documentos notariales de la época figuran recibiendo y
transmitiendo bienes. Esta manera de actuar coincide con la desarrollada en el mismo
período en los primeros núcleos fundados por Nicolás de Ovando en Santo Domingo.

El proceso del repartimiento entraña una actitud de garantías para la vida futura de la
población. Ciertos procesos, como en el caso de Santafé, prueban que el procedimiento
seguido constituía una inscripción provisional, aunque con todos los efectos legales de
un registro oficial, que se podía convertir en definitivo. Una vez completado el trámite,
la presentación de reclamaciones contra el proceso conducía al Juicio de Residencia,
realizado por un funcionario enviado por la Corona. Las desigualdades e injusticias
ponían en peligro la permanencia de los avecindados. En Canarias se conocieron dos
procesos paralelos de Juicio de Residencia y reformación de los Repartimientos de las
Islas de Gran Canaria y Tenerife, realizados en 1506 por el Licenciado Ortiz de Zárate.

En cuanto a los modelos urbanos que se pusieron a punto, los núcleos de Las Palmas de
Gran Canaria y Santa Cruz de La Palma coinciden continuaron la tradición de la ciudad
mediterránea a partir de escasos elementos. En realidad, en ambas ciudades, no existen
referencias a la existencia de unos límites urbanos correspondientes al episodio
fundacional, dado que el crecimiento se consideraba completamente provisional. Así,
las tres ciudades fundadas en las islas realengas canarias se acomodan a los dos tipos
desarrollados posteriormente en las ciudades americanas: Las Palmas de Gran Canaria y
Santa Cruz de la Palma, según el modelo de ciudadpuerto, con la plaza próxima al
desembarcadero del puerto; y San Cristóbal de La Laguna, según el concepto de
ciudadterritorio, que se habría de desarrollar dos décadas más tarde en América, con los
solares ocupando el centro geométrico del territorio, y éste definido por la presencia de
la plaza de la Iglesia principal.

 
San Cristóbal de La Laguna en Tenerife como ciudad de paz y modelo de
colonización cristiana

San Cristóbal de La Laguna posee una imagen compleja y rica de formalización


urbanística que condensa la idea cristiana de la regularidad, la concepción del núcleo
urbano ideal como expresión de las propiedades de significación del número, el
contraste entre la forma urbana abstracta y los datos físicos del territorio. Siendo
fundada como villa de carácter jurisdiccional para garantizar el regimiento del territorio
conquistado para la Corona con la finalidad de ganar para la fe habitantes y tierras, La
Laguna es la única fundación del quinientos que refleja una superación de los trazados
de fortificación y defensa aplicados en los restantes núcleos fundacionales de su tiempo.
Se asienta en un ámbito alejado de la costa, abierta al territorio circundante,
estableciendo como único límite la regularidad de sus formas construidas. Esta
singularidad de su emplazamiento en un territorio elevado, una llanura circundada por
montañas, bosques y rutas de pastoreo y dominada por una laguna alimentada por
manantiales, la caracteriza como un emplazamiento de paz, el ámbito de
una República que surgida del fin de la Baja Edad Media, expresa simultáneamente una
concepción nueva de la ciudad, de carácter renacentista, en la fecha emblemática de
1500. La ciudad conserva la significación de los lugares que, en contadas ocasiones de
la historia del urbanismo, fueron creados coincidiendo con un acontecimiento singular,
sin preexistencias de uso, vinculados a una idea de conjunto teórica e ideal, y se han
hecho realidad en un corto espacio de tiempo. Todas las intenciones y las decisiones
tomadas como producto de este proceso han quedado marcadas en la trama y en la
imagen global que la ciudad devuelve hoy con el paso del tiempo.

Esa imagen, un artilugio mecánico perfectamente acompasado, una maquinaria creada


para establecer un control riguroso sobre una sociedad colonial, es la que nos permite
desvelar el misterio de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna. Hasta ahora, se había
considerado acertadamente que existía una relación histórica entre la fundación de la
ciudad de La Laguna y las ciudades americanas, y por este motivo, se había dado por
hecho que su trazado obedecía a principios regulares similares a los americanos. Sin
embargo, al partir de este supuesto, se invertía el sentido histórico de una relación que
por meras razones cronológicas e históricas e incluso geográficas, se había iniciado en
Canarias, y de Canarias había viajado a América, desarrollándose en su sentido
definitivo un siglo después de que comenzara la conquista y colonización del
Archipiélago.

Durante muchos años se había sugerido que Canarias había sido un laboratorio de
experimentaciones para la monarquía española durante el reinado de los Reyes
Católicos. Sin embargo, no se había podido determinar su alcance ni su significado. Por
otra parte, la distancia cronológica entre las sucesivas fundaciones urbanas canarias
hasta la refundación definitiva de San Cristóbal de La Laguna en 1500 indicaba una
diferencia de objetivos entre las fundaciones de las denominadas Islas de Señorío y las
Islas Realengas de Gran Canaria, La Palma y Tenerife. Y, a su vez, el caso de La
Laguna, una ciudad completamente definida en sus límites como una ciudad completa,
proyectada y construida conforme a una idea teórica, resultaba de una enorme novedad.

Ahora sabemos que este cambio de estrategias coincidió con una planificación rigurosa
que obedecía a una conciencia nueva sobre el significado de la ciudad en la política de
colonización de territorios de ultramar para la Corona. Esta conciencia había despertado
por el impulso de las nuevas necesidades de control en territorios de ultramar a partir
del descubrimiento del Nuevo Mundo y del proyecto de conquista de nuevos territorios
en Africa. El Descubrimiento contribuia a dotar de un significado nuevo al
Archipiélago, que fue interpretado por Colón como una posición geográfica de
significación simbólica con relación a la hazaña americana. Desde esta perspectiva, se
produjo entonces una refundación mitológica del Archipiélago en la que las Islas
cobraban el valor de un lugar mágico en el que se había cumplido una profecía, asociada
desde la antigüedad al duodécimo trabajo de Hércules, teniendo como escenario el
Jardín de las Hespérides. Y al mismo tiempo, se afianzaba su valor estratégico como
puente de comunicación con el Nuevo Mundo y con el proyecto de conquista dirigido
entonces al continente africano. No es una casualidad que los Reyes Católicos llamaran
a Granada en 1499 al conquistador de las Islas de La Palma y Tenerife, Alonso
Fernández de Lugo, con la intención de capitular con él nuevas condiciones de
conquista, esta vez en territorio africano. Tampoco es una casualidad que al regreso de
este viaje comenzara el proceso de refundación definitiva de la ciudad y una intensa
confrontación social entre dos villas, dos conceptos de ciudad, dos grupos sociales que
debían poner en práctica tal proyecto.

El significado de esta pugna se desvela cuando comprobamos que la idea en la que se


basaba la novedosa planificación de la ciudad proyectada era el texto de «Las Leyes» de
Platón, su última obra, inacabada, en la que había perfilado todos los ingredientes de
una ciudad utópica, como mecanismo de control de una sociedad ideal en un territorio
insular, la isla de Creta [17] . Platón consideraba que la sociedad ideal debía carecer de
ánimo de lucro, debía orientarse a una forma de vida de autosubsistencia y garantizar su
progreso mediante una orientación comercial a gran escala confiada a comerciantes
profesionales que no tendrían la condición de vecinos de la ciudad. De este modo, el
texto del filósofo permitía a Alonso Fernández de Lugo y a los influyentes comerciantes
genoveses y florentinos que operaban entonces en España, programar una estrategia
socioeconómica en la que los vecinos de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna
quedaban sometidos a obligaciones económicas de carácter agrícola y ganadero,
utilizando una moneda local sin valor intrínseco, y reservar las actividades altamente
lucrativas y el intercambio en moneda nacional y metales preciosos a sus parientes,
amigos y los comerciantes extranjeros con los que había mantenido estrechas relaciones
desde la cuna, y que habían financiado sus conquistas. Así se comprenden las constantes
referencias de los documentos de la época a sucesivos procesos contra el Adelantado, a
la existencia de dos villas enfrentadas en una misma ciudad, y a un clima de tensión
social que no tiene paralelo en otras ciudades hispanas de la época, expresado en
múltiples documentos en los que los vecinos aluden de manera continuada a los
derechos de los vecinos de la República de La Laguna.

Por otra parte, el texto de Platón marcará de manera definitiva el concepto hispano del
urbanismo de colonización, que evolucionó progresivamente a lo largo del siglo XVI
profundizando en esta concepción inicial ensayada en La Laguna, al asentar de manera
definitiva el modelo de colonización sobre bases jurídicas, que quedaron plasmadas en
1572 en el cuerpo legislativo de las conocidas como «Leyes de Indias». La verdadera
aportación de la noción urbana colonial hispana radica en la construcción de un modelo
fuertemente asentado en un concepto jurisdiccional, en el que se reconoce a la ciudad
como mecanismo de control en lo social y en lo económico.

La ciudad de «Las Leyes»

La ciudad ideal descrita, de nombre Magnesia, condensaba todas las conclusiones de


Platón sobre el significado de la ciudad como obra humana que posibilita la
construcción de un modelo social de perfección en territorios insulares. El principal
objetivo de esta obra y de otros textos suyos relacionados con la descripción de una
sociedad ideal, como «La República» o la «Historia de la Atlántida», era encontrar un
modelo que permitiera garantizar la lealtad de los territorios alejados de la metrópoli y
evitar las guerras. Esta ciudad ideal se diferencia de los modelos históricos precedentes,
expresados en tres estadios sucesivos, en el hecho de que parte de un proyecto, no se
produce espontáneamente por imperativo de las necesidades que se van suscitando. Por
ello, todas sus características vienen determinadas por un objetivo considerado desde el
momento de su fundación como la misión fundamental de la ciudad, y por ello, todas
sus cualidades vienen definidas en el proceso de planificación previo. Se ubicará a una
distancia de 800 estadios (14 kilómetros y 208 metros) con respecto al mar, y en una
posición central con respecto al resto del territorio, para garantizar sus comunicaciones.
Se encuentra rodeada de montañas y bosques. Posee puertos, y está equipada con todo
tipo de infraestructuras. Las características de su paisaje coinciden exactamente con las
de la isla de Creta, y por ello, su relieve es predominantemente escarpado. Estas
condiciones la predisponen a la virtud, ya que las ciudades costeras inducen a los
hábitos cambiantes, y por su dedicación a actividades de comercio al por menor sus
habitantes se transforman en seres desconfiados e insolidarios. Por el contrario, la forma
de vida de una ciudad ubicada en un medio natural escarpado introduce limitaciones en
su economía que garantizan el mantenimiento de una economía estable, dedicada a
producir los bienes necesarios de los que no habrá excedentes. Estos factores, ponen de
relieve la posición central del discurso de Platón acerca de la ciudad. Como el resto de
los teorizadores de la ciudad que han propuesto modelos de ciudades utópicas, Platón se
mostraba como un reformador social. En su discurso, la vida en sociedad encuentra en
la ciudad su verdadera esencia, y la historia misma es la historia de la ciudad.

El primer aspecto a considerar es el hecho de que esta ciudad tendrá nombre, como
corresponde a la sociedad avanzada que basa su progreso en la comunicación humana y
en las leyes, y su nombre vendrá determinado por un accidente natural y la divinidad
local que haya determinado su existencia. Sus características formales se ponen en
relación con el número. La forma de la ciudad viene determinada por su
correspondencia con la forma en la que se produce la vida en el universo. Pero esa
forma no es reconocible de manera inmediata, dado que la forma es una cualidad del
mundo físico que solo se hace inteligible para el alma. Su forma, es la forma misma del
alma. De ahí deriva la disposición circular de sus elementos configurando círculos
concéntricos. El procedimiento de su trazado sigue un método progresivo, como sucede
en las reglas del universo. Así se producirá una relación generativa entre el punto, la
línea (circunferencia), el círculo (superficie) y la esfera (volumen), que es lo único
perceptible a los sentidos.

Uno de los factores fundamentales que diferencian esta ciudad de Magnesia de las
ciudades correspondientes al estadio anterior, es que se proyecta sin murallas, ya que
Platón entiende que constituyen un elemento perjudicial desde el punto de vista moral.
Condicionan el carácter de sus pobladores, y debilitan su espíritu. La cualidad moral de
la ciudad se manifiesta en su forma circular, en la ausencia de murallas, y en la
aplicación de un método numerológico que expresa los conceptos de igualdad,
semejanza, identidad y concordia, como manifestación de los ritmos del universo. En
cuanto al cumplimiento de igualdad y proporcionalidad armónica de los repartos, éstas
se basan en la elección teórica de un número ideal, y cuya principal aplicación como
método es establecer el número de pobladores. Esta aplicación permitirá establecer los
cálculos en los distintos procesos de reparto, y estimar la superficie adecuada de la
ciudad y sus términos en número suficiente. Un número de cualidades excepcionales,
que expresará simultáneamente la combinación de los sistemas docenal y decenal, y que
en todas sus aplicaciones se hallará en proporción armónica. El número elegido como
cifra ideal para la ciudad de Magnesia es el de 5040 pobladores. El tipo de proporción
de este número es la resultante de la progresión armónica de los números 1, 2, 3, 4, 5, 6,
y 7 (1, 2, 6, 24, 120, 720, y 5040). Una de las expresiones geométricas de esta
progresión es una sucesión de siete círculos concéntricos con respecto a un centro fijo,
cuyo radio alcanza progresivamente estas cantidades en las sucesivas circunferencias. El
número debe definir una cantidad suficiente para garantizar el autoconsumo, la defensa,
y el número de oficios necesarios para la vida de la ciudad. La cifra se aplicará de
manera estricta, ya que el concepto de poblador es el de poseedor de la tierra. Los
ciudadanos serán los legisladores, regidores y gentes de armas. Todos ellos poseerán
una cantidad igual de propiedades establecida en el reparto. Por ello habrá que proceder
a una división del territorio en 5.040 lotes iguales de terrenos en la propia ciudad y en la
periferia. Cada lote comprenderá el solar urbano, un terreno próximo a la ciudad, y otro
en la frontera exterior, como una propiedad única, que en realidad pertenecerá de
manera comunal a la propia ciudad, aunque la explotarán los ciudadanos.

Las aplicaciones del sistema docenal tienen repercusiones significativas desde el punto
de vista simbólico y en cuanto a la distribución funcional del territorio. Cada una de las
divisiones territoriales debe quedar fundada a partir de su consagración a una divinidad,
y su número se acomodará al doce, expresión de la revolución del universo, que
determinará el carácter sagrado de las particiones, y que corresponde a los meses del
año, para poder repartir los cometidos de vigilancia. En la consagración del territorio a
las divinidades se habrá de respetar aquellas consideradas fundamentales y añadir las
que tengan relación con el lugar desde antiguo, respetando las devociones del lugar.
Cada etapa del reparto deberá iniciarse reservando el territorio correspondiente a los
dioses. Las fundaciones religiosas marcarán el terrritorio de manera simbólica,
ubicándose en el centro de la ciudad y en su perímetro circular, y a su vez, en el centro
de cada una de las aldeas que ocupan igualmente una posición central en sus respectivas
demarcaciones. El centro, que actúa como unidad, está destinado a los dioses, y será un
recinto sagrado rodeado de una cerca. Desde este centro se dividirá el territorio urbano
en doce sectores, repartidos en disposición de cuña hasta alcanzar el contorno circular
rodeado por accidentes naturales donde se ubicarán igualmente los templos dedicados a
los diversos sectores.

Se constituye un sistema unitario que establece correspondencias entre las divisiones


funcionales, la capacidad productiva de las actividades económicas, y los patrones de
medidas y sus correspondencias con la moneda. Este sistema unitario, que deriva de la
combinación entre el sistema decimal y docenal será aplicado a todas las actividades. Se
definen los conceptos esenciales de una práctica de policía urbana que afecta a todos los
elementos urbanos, y que alcanza a las actividades militares, agrícolas, artesanales,
mercantiles, e incluso a la producción de los objetos de uso cotidiano.

En cuanto al modelo económico propuesto, Platón tomó como referencia el sistema


cretense, que resultaba de la combinación de una autarquía orientada a las actividades
productivas de autoconsumo y un comercio a gran escala desempeñado por mercaderes
extranjeros, residentes ocasionales (metecos), orientado a la introducción de artículos
industriales y artesanales y materias primas inexistentes en el país. Los enemigos de la
ciudad de Magnesia son la riqueza y la pobreza. Su objetivo, el equilibrio económico
capaz de producir lo necesario sin excedentes. Debido a esta orientación, se acuñará una
moneda local que permitirá desarrollar las actividades económicas en la ciudad y ésta
mantendrá su equivalencia con respecto a la moneda del país para las relaciones con los
mercaderes. El pago en moneda quedaba reservado a las clases inferiores, como los
artesanos, trabajadores asalariados, esclavos y los mercaderes.

Un tratado tan completo acerca de la ciudad como elemento organizador de una


sociedad colonial tenía múltiples ventajas en el caso de ser aplicado a un territorio de
características similares a las descritas en las Leyes. La elección del texto para su
aplicación en la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, parece corresponder a la
intención de poner en marcha un nuevo método de colonización que ofreciera como
principal garantía, un grado de autonomía suficiente en el terreno económico, pero, al
mismo tiempo, una total dependencia de la metrópoli en aspectos de índole política y
cultural.

Las aplicaciones en San Cristóbal de La Laguna

La elección del lugar de fundación de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna fue


totalmente novedosa, al escoger un emplazamiento elevado, a una distancia aproximada
de catorce kilómetros con respecto al puerto más cercano, según las medidas itinerantes
de la época. Su posición no correspondía al centro geográfico de la Isla, ya que éste
estaba ocupado por un volcán de gran altura, rodeado por un circo completo de cañadas
que determinaban una disposición piramidal del relieve insular con dos vertientes
pronunciadas al norte y sur de la Isla. El territorio elegido constituía la única llanura de
la Isla, en forma de caldera, bordeada por un circo de montañas cubiertas de bosque, y
con una laguna en la que confluían manantiales. Su posición quedaba desplazada hacia
el nordeste de la Isla, pero era el único punto que permitía comunicar ambas vertientes y
el centro del territorio insular. Tenía ciertas cualidades excepcionales reconocidas por la
población aborigen, que, perteneciente a un estadio cultural previo a la cultura urbana,
había reservado la zona como espacio comunal para las nueve agrupaciones tribales que
se habían repartido el espacio insular. Al designar la ciudad con el nombre de San
Cristóbal de La Laguna, se aplicaba el criterio de significar su designación mediante un
elemento simbólico de rasgos históricos, y un factor natural relacionado con su elección.
 
El territorio se dividió en doce zonas productivas, con doce aldeas, dos en la zona
nordeste (Santa Cruz de Tenerife y Taganana), cinco en la vertiente norte (Tacoronte,
La Orotava, El Realejo, Garachico y Buenavista), y cinco en la vertiente sur
(Candelaria, Güímar, Granadilla, Vilaflor y Adeje). La única ciudad del territorio
insular era la villa colonial, que contaba con un territorio y términos de proporciones
generosas.

En cuanto a las características de la ciudad, su emplazamiento permitió aplicar un nuevo


concepto de ciudad sin murallas, proyectada para ser construida rápidamente en una
gran extensión, prevista para una cifra de 6.000 habitantes o colonos. De ello derivaba
la necesidad de aplicar un procedimiento de trazado basado en un sistema geométrico
que posibilitara calcular previamente todas las calidades de suelo a repartir, su
distribución espacial, y la relación funcional de los elementos. Los elementos
geométricos del trazado fueron un octógono inscrito en un círculo, un rectángulo, un
doble círculo, repartido en doce sectores, y doce radios proyectados hasta el exterior del
segundo círculo. Este proyecto de trazado según figuras geométricas se basó en la
aplicación de una trama de puntos que fijaba las posiciones de los elementos
fundamentales del diseño, estableciendo las distancias en trayectorias lineales. Las
posiciones determinadas por el cálculo de estas distancias quedaron consagradas
mediante una constelación de fundaciones religiosas dispuestas en un eje lineal, un
triángulo, y el círculo exterior de la ciudad.
Un primer contorno circular permitió inscribir una superficie destinada a los espacios
públicos, el callejero y los solares urbanos, calculando sus posiciones con respecto a los
vientos dominantes. Se aproximaba a la figura de un rectángulo, distribuido en cuatro
sectores, definidos por plazas. Un doble círculo concéntrico permitió distinguir el
primer perímetro urbano correspondiente a los solares, callejero y plazas, y un segundo
círculo definía el primer cinturón de la periferia cuyos bordes quedaban ceñidos por los
cursos de agua, y las actividades artesanales e industriales. Esta periferia fue asignada a
los terrenos agrícolas de menor extensión, y de mayor capacidad productiva. Este
segundo círculo quedó dividido en doce fracciones para establecer la relación entre las
vías principales del callejero y las salidas de la ciudad en su relación con los caminos de
la Isla, que seguían una disposición radial con respecto al centro de la ciudad. A
continuación de este segundo perímetro circular, la estructura radial de los caminos
permitió distribuir un segundo tipo de terrenos destinados a cultivos de secano en
extensiones mayores, hasta alcanzar el límite de territorio perteneciente a los términos
de la ciudad.

El modelo económico que sirvió de base para la explotación del territorio era un sistema
mixto, que distribuyó las actividades productivas en dos conceptos paralelos, la
autosubsistencia confiada a los colonos poseedores del estatuto de vecindad; y otras
actividades agrícolas y comerciales altamente lucrativas, orientadas al comercio
exterior, que quedaron reservadas a una oligarquía social residente, y algunos
mercaderes con residencia ocasional, poseedores del estatuto de estantes. Para
posibilitar la coincidencia de dos modelos de orientación económica opuesta, se utilizó
un sistema monetario doble, manteniendo la moneda oficial del país, basada en el
sistema decimal, con destino al comercio exterior; y acuñando una moneda local,
aplicada a las actividades productivas insulares de autosubsistencia, sin valor intrínseco,
y según un patrón de equivalencias basado en el sistema docenal. Para ello se instituyó
un sistema completo de monedas, pesos y medidas propio de la Isla, que se basaba en la
combinación de los sistemas decimal y docenal. El número doce se convirtió en patrón
de referencia de un buen número de elementos del trazado urbano, y de múltiples
órdenes referidas a aplicaciones constructivas, por lo que su utilización alcanzó un
doble significado simbólico y pragmático. El más evidente se puso de manifiesto en la
fórmula elegida para establecer el turno rotatorio de los oficios de regiduría en la Villa.
Se describió inicialmente una rueda correspondiente a los doce meses del año, en la que
figuran los nombres de los dos regidores del mes, turnándose en la primera ocasión cada
dos meses, y alcanzando finalmente la fórmula compleja de un triple círculo
concéntrico, con cuatro particiones radiales, donde se inscribían sucesivamente los doce
regidores por pares, sorteados en tres ocasiones, para ocupar sus cargos en los tres
cuatrimestres del año. Así se hizo intervenir el azar como factor determinante en el
desempeño de los oficios de la república.

En el proceso vivido por los pobladores de la Villa de San Cristóbal de La Laguna, se


aprecian los rasgos que caracterizan los programas utópicos sobre ciudades, con la
salvedad de la aplicación de un sistema económico que, contrariamente al modelo
propuesto en las  Leyes, establecía unas diferencias sociales desconocidas en la tradición
concejil hispana. Estos modelos de utopía insular han sido calificados como utopías
filosóficas o islas políticas, por su condición de refundación teórica del mundo. Sus
características, permiten comprobar el grado de aplicación y las diferencias llamativas
que se dan en el caso de San Cristóbal de La Laguna: 1. Insularismo, geográfico y
alegórico, como garantía de preservación de las condiciones particulares del
microcosmos perfecto, frente a contaminaciones exteriores. 2. Condena de los sistemas
monetarios a los que se atribuye la creación de desigualdades e injusticias sociales. Los
metales preciosos se destinan a la fabricación de objetos suntuarios, y para el
intercambio de actividades y productos se acuña una moneda local sin valor intrínseco.
3. Economía autárquica, y fijación de condiciones precisas a las actividades del
comercio. 4. Economía basada fundamentalmente en la producción agrícola. 5.
Concepto de regulación de la sociedad local según un mecanismo parecido al de los
instrumentos de precisión, para lo cual se aplica un método geométrico que rige la
administración social. 6. Atención preferente y continuada a las leyes y a los actos de
justicia, dado que el fin de la utopía es el cumplimiento de la ley. 7. Uniformidad social,
que tiende a evitar los conflictos, y a obtener la unanimidad. 8. Concepto de igualdad de
los ciudadanos, y aspiración a la eliminación de las diferencias sociales. 9. La felicidad
colectiva es el objetivo prioritario. 10. Atención preferente a la educación y ocio de los
ciudadanos [18] .

Los significados

En el caso de la La Laguna, resulta llamativo el criterio utilizado, que representa una


aplicación programática del texto de Platón desde una perspectiva pragmática y
simbólica. Al tiempo que permitía poner en práctica un modelo de colonización basado
en una estrategia económica inexplorada, daba pie a una refundación histórica de todo el
territorio del Archipiélago, vinculada desde la antigüedad a descripciones mitológicas y
geográficas sobre el límite occidental del mundo conocido. Un topos de caracteres
geográficos excepcionales, al que se atribuyeron desde antiguo cualidades mágicas y
factores determinantes de un futuro conocimiento del mundo, cuando cayeran las
columnas de Hércules [19] . Con respecto a la amplia y compleja cuestión de la
tradición mitológica y el conocimiento geográfico del Archipiélago, es preciso
distinguir entre los factores que por herencia cultural han contribuido a asociar la
posición geográfica de las islas con ciertos relatos míticos sobre los confines del mundo,
y la reelaboración de esos conceptos en el momento histórico de la Conquista y las
campañas del Descubrimiento. Con respecto a esta relación entre la tradición cultural
que contribuyó históricamente a una proyección mitológica sobre el escenario
geográfico del occidente y las campañas del Descubrimiento, recientemente se ha
destacado su papel determinante en los proyectos de Colón, como resultado de la fusión
de los mitos de tradición clásica y los mitos bíblicos. En particular, destaca el grado de
interés que despierta la temática del Paraíso, como versión cristiana del mito de los
Campos Elíseos y el de las Islas de los Bienaventurados, cuya localización geográfica se
situaba en esas fechas en occidente, y que Colón se proponía confirmar [20] .

En el caso de Colón el motivo central de la refundación mitológica del Archipiélago en


las fechas del Descubrimiento fue el cumplimiento de una profecía, ya que coincidía
con el anuncio contenido en un pasaje de Séneca (Medea, 37479), por otra parte
dedicado a la mítica isla de Tule, que marcaba la posición del Norte, y al propio tiempo
el límite más occidental del mundo conocido.

 
«Tiempos vendrán al paso de
los años
en que suelte el océano las
barreras del mundo
y se abra la tierra a toda su
extensión
y Tetis nos descubra nuevos
orbes
y el confín de la tierra ya no
sea Tule.»[21]

 
Varios testimonios culturales de la época confirman que Cristóbal Colón identificó a
Canarias como el lugar desde el que él mismo cumplió la profecía a través de un nuevo
mito, el del Descubrimiento, que coincidía con las aspiraciones de los Reyes Católicos
de liderar una reforma del orbe a partir del proyecto de creación de una nueva Iglesia
Universal. Su hipótesis de partida, en la preparación de los Viajes se fundaba en lecturas
clásicas, y en fabulaciones mitológicas. Por ello, el principal artífice de la leyenda no
podía ser otro que el propio Colón, cuando encargó en Roma, en 1493, la edición del
pequeño opúsculo compuesto por cuatro hojas que incluía una xilografía alusiva a la
comunicación de la Inventione de los nuevos territorios insulares a Fernando el
Católico. Su título permite ratificar esta relación entre las Canarias Fortunatae, y las
nuevas islas descubiertas, que denomina di Channaria indiane. El título completo del
texto, que incluye la firma de Colón fue, Lastoria della inventione delle nuove insule di
Channaria indiane tracte duna pistola de xpofano cholombo e per messer Giuliano dati
tradutta di latino in versi vulgari. El colofón situado en el reverso de la última página
incluye la dedicatoria, la fecha y ciudad de edición, a laude de la celestial chortee a
consolatione della xpiana religione e a preghiera del magnifico chavaliere messer
Giovan filippo de ligniamine domestico familiare dello illustrissimo Re di Spagna
xpianíssimo a XV de giunio Mcccxciii. Rome [22] . Esta profecía y su conexión con la
corriente milenarista del año 1500, dejó un testimonio insólito en la pintura realizada en
la época. El tríptico realizado por Hieronimus Bosch, titulado a partir del siglo XIX, El
jardín de las delicias (Museo del Prado), fechado en la actualidad entre 1500 y 1503,
representa la aportación del ideario fantástico que arranca de las descripciones clásicas y
bíblicas desde la antigüedad, a partir de un nuevo concepto, relacionado esta vez con el
cumplimiento del undécimo y duodécimo trabajo de Hércules.
 
Otro género de asociaciones introducido en la época se contiene en la cartografía de los
Descubrimientos. Cuando en el año de 1500, Juan de la Cosa realizó su planisferio, en
el que representaba por primera vez los territorios recién descubiertos del área del
Caribe, incluyó la imagen de San Cristóbal sobre los nuevos territorios, disponiendo la
figura con la cabeza hacia occidente.Su significación como santo que acompaña en los
viajes hacia mundos desconocidos, el paso de lagunas, de ríos, de los mares, y sobre
todo, el paso a la vida del más allá, lo convirtió en una devoción popular en las fechas
de las travesías americanas. Como tema iconográfico, el santo representaba la fuerza,
como un Hércules cristiano opuesto a la figura del Niño Jesús que lo acompaña en las
representaciones encarnando el peso del mundo sobre los hombros del santo, cuando lo
transportaba cruzando las aguas. Solamente la fe permitió al santo vencer las
dificultades. En este caso, San Cristóbal representa la victoria del Hércules
cristiano sobre la figura mitológica incapaz de traspasar el temido océano.
 
La herencia aristotélica en la ciudad fundacional americana hasta 1525

En su texto fundamental sobre las fuentes del urbanismo indiano, Gabriel Guarda insiste
en un concepto central para su valoración histórica, afirmando, La ciudad
hispanoamericana llegará con el tiempo a ser renacentista en lo externo habiendo sido
medieval en su concepción interna, considerando las aportaciones del pensamiento de
Santo Tomás de Aquino como verdadera fuente de la posterior instrucción felipina de
1573 (Guarda, 1965,  p. 46). El argumento pone el acento en la concepción de la
actividad fundacional en el Nuevo Mundo basada en la tradición colonizadora hispana
de origen medieval, y especialmente, en el pensamiento teológico que inspiró la
mayoría de los textos publicados en España sobre la materia. Este punto de vista es
especialmente pertinente en el período de la implantación ibérica en el mundo
americano durante el reinado de los Reyes Católicos, momento en el que se configura el
sistema de explotación colonial del Nuevo Mundo a partir de la promulgación de las
Bulas Alejandrinas, cuyo fundamento era la conquista espiritual, y en el que la acción
de conquistadores, navegantes y misioneros fue decisiva. El debate se produjo en
España, en un momento en el que se descubrió la ciudad como ámbito de las relaciones
de poder, en el que se debían resolver los conflictos entre la Corona, los poderes
señoriales, y la Iglesia. De hecho, cabría considerar que en el momento se vive un
verdadero asalto a la ciudad por estos tres poderes, que aspiran a detentar el control y la
supremacía en un nuevo espacio de convivencia social. Por este motivo, dos argumentos
aparecen unidos en las decisiones tomadas en los primeros núcleos de fundación: las
cualidades estratégicas y naturales del lugar, y la configuración de un modelo de ciudad
que contenga los órganos imprescindibles para su mantenimiento adecuado, en el que
quedarán incluidos desde el primer momento los factores de significación de la
estructura social y sus instituciones, como imagen de una ciudad cristiana ordenada
conforme a un ideario religioso. En ambos casos, el principal objetivo de la fundación
era de carácter jurisdiccional, como mecanismo sancionador del hecho del
descubrimiento y conquista.
 
Dos fuentes teóricas sirvieron de base al planteamiento sobre la construcción de la
ciudad en el momento: la tradición pragmática, funcionalista y moralizante acerca de la
ciudad formulada en la Política de Aristóteles y las instrucciones para fundar ciudades
inspiradas en ella, contenidas en los diez libros de Vitrubio, reinterpretadas en divesas
fuentes, que Reps ha considerado los documentos más importantes de toda la historia
del urbanismo (Reps, 1992). Las relaciones entre las instrucciones americanas y los
conceptos desarrollados por Aristóteles en su Política, habían sido puestas de
manifiesto por Stanislawski desde 1947, después de estudiar la importancia de las
diversas fuentes teóricas en las que se había basado la ordenanza hispana en la ciudad
colonial [23] .
La tradición vitrubiana tuvo arraigo en España, probablemente, a través del libro de
Santo Tomás de Aquino Regimine Principum ad Regem Cypri, concluido por Tolomeo
de Luca (1267?1284). La presencia de Vitrubio, a través de Vegecio en la obra de Santo
Tomás de Aquino se relacionó con el repertorio legislativo indiano incluido en la
posterior Instrucción de Felipe II de 1573 en un hermoso trabajo de Gabriel Guarda. Lo
más revelador de este estudio es el desarrollo comparado de las fuentes comunes de
la Instrucción de Felipe II y el texto de Santo Tomás de Aquino con el tratado de
Vitrubio, a través del escritor latino Vegecio (Guarda, 1965). Esta tradición permaneció
durante siglos confluyendo en la importante actividad fundacional española desarrollada
durante la última fase de la Reconquista y en los territorios de ultramar en Canarias y
América. Uno de sus rasgos característicos es la importancia concedida a la designación
de los lugares de fundación. Se señala como condiciones indispensables garantes de la
sanidad de los lugares, su elevación, la pureza de sus aires, que en fechas avanzadas, se
aclara, deberá observarse en las características de los naturales del lugar. También se
considera fundamental la existencia de algún caudal de agua, un emplazamiento llano,
la proximidad de bosques para la tala destinada a la construcción, y los mantenimientos
fáciles. Todo ello se puede encontrar en ambas fuentes comunes (Vitrubio, Vegecio y
Santo Tomás de Aquino), que derivan de la Política de Aristóteles. La designación de
un lugar destacado para el templo y la justicia, y el carácter exento de estos edificios,
como garantía de belleza, también se encontraban en estas fuentes. Igualmente, la
separación de la plaza del templo y la plaza civil donde se desrrollan la justicia y el
castigo, se expresan reiteradamente, y cabe encontrarlos en múltiples ejemplos
españoles y americanos.

En relación con estos precedentes teóricos, se ha destacado generalmente la importancia


de la obra del humanista Rodrigo Sánchez de Arévalo (14041471) Suma de la política
que fabla como deven ser fundadas e edificadas las Cibdades e villas... (1454). Su obra
es producto de la reflexión realizada en la corte de Castilla sobre la idea de la ciudad
como expresión del orden, desde el punto de vista político. En este sentido, el texto
comienza a reflejar una preocupación por la necesidad de algunos equipamientos, que
son la expresión del orden y la belleza. La ciudad representa estas ideas, y es garantía de
poder y riqueza gracias a la organización económica del bien común. También es el
ámbito del ocio, y representación del poder y de la justicia. Sin embargo, la principal
aportación de este texto, es la teorización sobre la ciudad desde el punto de vista moral,
a partir de los principios aristotélicos, que serán aplicados de manera sistemática en las
fundaciones urbanas ultramarinas.

Un sentido similar encierra el planteamiento del capítulo fundamental consagrado por


Fernando Marías a la cuestión del urbanismo durante el siglo XVI, valorando
especialmente el carácter pragmático de la Política como verdadera base teórica del
concepto urbanístico hispano desarrollado en el seiscientos [24] . La definición de las
funciones necesarias a la ciudad, fue un marco de referencia fundamental en la
reformulación cristiana del tema, a partir del mito de la Jerusalén Celestial, y la ciudad
de la perfección. Estas funciones, descritas en la Política son: alimentos, armas,
recursos, religión y autoridad. Por tanto, para realizar estas funciones, deberán existir en
la ciudad: agricultores, artesanos, guerreros, ciudadanos, sacerdotes, y regidores. Sin
embargo, Aristóteles solo reconoce tres clases sociales o manos: ciudadanos, artesanos
y esclavos. Los primeros, están exentos de cometidos serviles, ya que son
imprescindibles para la vida de la comunidad.

Los ciudadanos ejercen los oficios de guerreros, gobernantes y sacerdotes. Los esclavos
son los agricultores. Por último, los artesanos, obreros, jornaleros y mercaderes,
desempeñan cometidos contrarios a la virtud, y son el Pueblo. A grandes rasgos, esta
distinción se desarrollará posteriormente en las instituciones del derecho romano, y se
consolidará en la Península Ibérica constituyendo el elemento definitorio de su
concepción jurídica. Un especial significado cobran en su texto las que denomina partes
de la ciudad, que son en realidad los dos tipos de ciudadanos que configuran
el régimen de gobierno: la constituida por los ciudadanos de la defensa, los militares, y
la parte constituida por los ciudadanos que deliberan, los regidores, que piensan en lo
que es más conveniente para su gobierno. Aristóteles incluye entre los factores
fundamentales el cálculo de las dimensiones físicas y el número de habitantes
imprescindibles para garantizar un mínimo de ciudadanos, que él considera sus partes
propias frente a los trabajadores y los esclavos, que pueden poner en peligro su
existencia. Todos los elementos deberán guardar una proporción, para garantizar la
autonomía de la ciudad.

Los aspectos físicos de la ciudad se expresan en su territorio, del que analiza la calidad,
tamaño y configuración. La calidad en relación con la obtención de productos de
subsistencia (alimentos y productos de comercio), el tamaño, que ofrece la posibilidad
de que todos los cometidos encuentren su lugar en ella, y finalmente, una configuración
equilibrada en disposición que garantice su abarcabilidad, y, por tanto, su defensa. Toda
la teoría posterior acerca del emplazamiento ideal de la ciudad y sus consecuencias
aparece formulada por primera vez en la Política, y reformulada posteriormente,
especialmente por Vitrubio. Sin embargo, la ciudad propuesta por Aristóteles, lejos de
ser una ciudad ideal, es una ciudad pretendidamente racional. Así, la idea de las
cualidades, está cifrada en la salubridad, la abundancia de aguas, la favorable posición
política, y finalmente, los factores estratégicos. Los procedimientos necesarios para la
creación de una ciudad, elección del lugar, y la distribución del territorio urbano en dos
partes, la correspondiente a la zona de aprovechamiento común, y la destinada a los
particulares, conducen a la precisión de las zonas urbanas, con distinción entre la tierra
situada cerca de la ciudad, y la situada cerca de la frontera:

«Por tanto, será necesario dividir el territorio en dos partes, una común y otra de los particulares, y dividir
de nuevo en otras dos partes cada una de ellas; y de las dos partes de la tierra común se destinará una al
servicio de los dioses y otra a sufragar comidas comunes, de la de los particulares una parte estará cerca
de la frontera y otra cerca de la ciudad, a fin de que, al repartirse dos lotes a cada uno, todos participen de
los dos lugares, en interés de la igualdad, la justicia y la unanimidad en las guerras con los vecinos.»[25]

En cuanto a la distribución de sus elementos, Aristóteles valora la cualidad formal de la


distribución regular según el método de Hipodamo de Mileto, pero, al mismo tiempo
considera el interés del trazado irregular con vistas a la defensa de la población. Por
ello, propone combinar los dos sistemas de distribución. Y, finalmente, señala la
necesidad de ubicar en el centro el templo y su plaza, de la que quedarán excluidas las
actividades del comercio y las diversiones, por ser incompatibles con el recogimiento
necesario al espacio religioso.
 

El concepto de ciudad territorio y la ciudad jurisdiccional americana

La denominada etapa clásica de la villa colonial americana comienza en realidad a


partir de la década de 1520, y la mayoría de sus ejemplares más significativos se fundan
con posterioridad a ella. La operación de implantación de fundaciones correspondiente
al período de los Descubrimientos estuvo jalonada por sonoros fracasos ante las
dificultades que ofreció la actividad simultánea del acopio de información sobre el
territorio, las tareas de la conquista y la difícil consolidación de núcleos habitados,
especialmente por la inexistencia de un modelo económico de subsistencia organizado
desde el mismo momento de ocupación del territorio. En esta toma de decisiones
encomendada en el período a descubridores y conquistadores, prevaleció, por tanto, una
idea de ciudad más universal y teórica que formal, basada en principios aristotélicos,
especialmente en territorios que no contaban con precedentes urbanos cuya impronta
pudiera servir de base a los nuevos trazados. A este respecto, Guillermo Lohmann
proporciona una cita reveladora, procedente del dominico Fray Vicente de Valverde,
que como primer obispo de Cuzco, cuestiona en 1539 el emplazamiento de algunas
villas fundadas en territorio americano, teniendo en cuenta razones militares, opinando
que aunque se oviera mirado mejor la Política de Aristóteles en la fundación de los
pueblos de christianos no se perdiera nada. (Lohmann, 1987, p. 12). Este es el punto de
vista defendido por Hardoy al considerar de manera global la actividad fundacional
opinando que no fue una idea integral trasplantada de España a América... sino el
resultado de una idea más general traída desde España, que experimentó en América
un progresivo y espontáneo proceso de perfeccionamiento en los principios físicos
urbanos. (Hardoy, 1968, cap. III)

Al evaluar las etapas anteriores, especialmente el período comprendido entre 1492 y


1519, Ramón Gutiérrez y Jorge E. Hardoy (Gutiérrez y Hardoy, 1987, pp. 93119),
atribuyen el fracaso generalizado de los casi 40 establecimientos realizados hasta esa
fecha, a la ausencia de una base agropecuaria capaz de garantizar la subsistencia de la
población europea en un momento en el que cada centro debía sobrevivir de manera
autónoma, sin ningún tipo de auxilio de la metrópoli, ni tampoco de otros centros
americanos. Así, las condiciones propias de estos primeros núcleos muestran
paralelismos evidentes con las que afectan al territorio insular. Hasta la década de 1520
no se produce un modelo de explotación colonial anclado en una estructura urbana
concebida como figura jurisdiccional y marco de relaciones sociales y de explotación
del territorio.

Las poblaciones fundadas en territorio americano en este primer período obedecen a un


proceso desigual, no sistemático, y está probado que la Corona actuó por impulsos,
conforme recibía información acerca de los nuevos territorios conquistados, confiando
la mayoría de las decisiones a quienes, en su nombre, actuaban en el lugar. Los procesos
de fundación, asignados al conquistador, se concentraron en territorios insulares, y en
algunos emplazamientos de costa. El modelo seguido en estas primeras iniciativas, el
sistema portugués de las feitorías, se había apoyado en la costa africana en una
estructurada red comercial interior de caravanas, que desde antiguo confluía en
determinados puntos costeros. El sistema de la feitoría, que consistía en una concesión
para la explotación de nuevos territorios descubiertos, y colonizados por conquistadores,
en la esfera portuguesa había sido corrientemente otorgada a viajeros y conquistadores
en pago de los servicios prestados a la Corona. No requería grandes inversiones por el
concesionario, debido a que normalmente se reducían a pequeñas construcciones
ubicadas en puntos estratégicos de la costa, y se aprovisionaban de los productos del
lugar, sirviendo de apoyo a la instalación de explotaciones de productos diversos, y a la
saca de materias primas y esclavos. Por ello resultaba familar a Colón y a los primeros
Descubridores enviados por los Reyes Católicos a América. La mayoría de ellos
aspiraron a recibir una concesión de estas características, y proyectaron los primeros
asentamientos del Caribe siguiendo este modelo, con la intención de solicitar
posteriormente la confirmación real de estas explotaciones. Por ello habían realizado
asentamientos provisionales, y no aspiraban a introducir modificaciones en las formas
de vida que encontraban, sino que orientaron sus actividades a la búsqueda del oro y de
algunas materias primas que consideraron altamente rentables. Sin embargo, la
aplicación de este método en los primeros asentamientos americanos habría de tener
consecuencias desastrosas inmediatamente. El primer fuerte de La Isabela (211494),
tuvo que ser abandonado pronto por su posición inadecuada con respecto a otros
territorios, y por el riesgo de colonización inversa, al situarse en lugares ya ocupados
por indios, y motivó el primer traslado de un núcleo fundado en la nueva tierra. Dos
años más tarde, los colonos se trasladaron al sur de la isla, y se inició el segundo
proceso de colonización, esta vez realizado por Fray Nicolás de Ovando en 1501, que
recibió instrucciones del Adelantado Bartolomé Colón. Este núcleo embrionario, ya fue
descrito por Fray Bartolomé de las Casas [26] , afirmando que el fundador había
actuado ordenando sus calles y plazas. Aún así, el orden propuesto consistía en una
distribución de las distancias, y en la regularidad del trazado de las calles, pero no de
sus manzanas, que continúan siendo irregulares.

Ovando es una figura clave en este período, ya que desde 1501 hasta 1509, empezando
por la nueva Isabela, realizó un total de 15 fundaciones de villas, conforme a un modelo
que se utilizó al mismo tiempo en San Cristóbal de La Laguna. Se trataba de arraigar a
las poblaciones indígenas mediante la obligación de poblar en cercado en las nuevas
villas fundadas. El modelo empleado en estos núcleos embrionarios guardaba relación
con Santafé de Granada, que Ovando había conocido personalmente, y que según Palm,
habría inspirado la ordenación de La Isabela. Otras fundaciones de la época, La
Concepción de La Vega (1495), Santiago, El Bonao (14961498), muestran una
distribución similar, en la que no existe una concepción formal de la imagen global de la
ciudad, y ésta se debe a los condicionamentos de la topografía y a la disposición de las
defensas.

Al finalizar en 1509 la etapa de conocimiento del territorio, coincidente con el proceso


confiado a Nicolás de Ovando, quince villas se habían fundado bajo la directriz de hacer
convivir en la nueva ciudad a los colonos y a la población aborigen, y con la intención
de eliminar las formas de vida impropias del ser humano según la Política de
Aristóteles [27] . Sin embargo, estos núcleos no habían desarrollado el modelo
jurisdiccional de reparto territorial característico del mundo peninsular, y puesto en
práctica en Canarias, por lo que la incapacidad de autosubsistencia agropecuaria de
estos núcleos provocó los primeros fracasos. Por ello, Fernando el Católico tomó la
determinación de controlar el proceso, y abandonó la política habitual hasta la fecha de
confiar las decisiones al conquistador o figura similar, como había sucedido con
Ovando. El 4 de agosto de 1513, en Valladolid, Fernando el Católico firmó una
Instrucción que habría de ser utilizada por Pedrarias Dávila. Esta instrucción es un
eslabón de la máxima significación, al ser dirigida a un capitán de conquista financiado
directamente por la Corona, y que transportaba entre sus huestes un contingente de
2.500 vecinos especializados que incluian oficios imprescindibles para organizar la
ciudad (artesanos, oficiales, agricultores,...). La primera instrucción obedece a la
necesidad de escoger el lugar adecuadamente, con las especificaciones habituales acerca
de las cualidades de salubridad de aguas y aires, que es posible observar a su vez en sus
pobladores. Pero, donde se hacen precisas las instrucciones es en la importancia que
conceden a la actividad jurisdiccional de reparto del territorio según la tradicional
distinción entre peonía y caballería, que incluía la obligación de trabajar la tierra y
construir la casa en la villa, introduciendo desde el primer momento el concepto del
orden, como garantía para el futuro de la nueva ciudad,

«(...) de manera que el pueblo parezca ordenado, (...) porque en los lugares que se nuevo se fazen dando
la orden en el comienzo sin ningún trabajo ni costa quedan ordenados, e los otros jamás se
ordenan...» [28]

Diez años después, el 26 de mayo de 1523, Cortés recibió la Instrucción dada... para la
población de la Nueva Granada, conversión de los indios y organización del país, en la
que se precisó por primera vez el proceso a seguir para el trazado de una villa, que ya
incluía la existencia de un plano facilitado por el fundador:

«Después de haber derribado los árboles, tienen que comenzar a limpiar el terreno, y
luego, siguiendo el plano que hice, deben trazar los lugares públicos tal cual como están
indicados; la plaza, la iglesia, la municipalidad, la cárcel, el mercado, el matadero, el
hospital... Luego le asignarán a cada ciudadano un solar particular, como está indicado
en el plano, y harán lo mismo para los que llegarán posteriormente. Se asegurarán de
que las calles sean bien rectas, buscarán a los especialistas que sepan trazarlas...» [29]

Así, el proceso desarrollado a partir de 1513 mediante la instrucción dada, primero a


Pedrarias Dávila, y, más tarde, a Cortés, entrañan el primer modelo sistemático de
actividad urbanística, cuyos principios se convertirían ampliados con el tiempo en el
Cedulario Indiano y en las Ordenanzas de Felipe II.

El período muestra inflexiones en cuanto a la fundación de territorios. En Las Antillas,


San Juan de Puerto Rico (1508), Santiago de Cuba (1514) y La Habana (1515). En el
continente, Veracruz (1519), Panamá (1519), Guatemala y, León de Nicaragua (1524),
San Salvador (1525), Santa Marta (1525). Así, después de una etapa de poblamiento
considerado provisional, con emplazamientos concebidos como fuertes, puntos de costa
fortificados, y algunas primeras poblaciones sin futuro, se produjo a partir de la primera
década una primera etapa de asentamientos con vocación de permanencia, conforme a
modelos de asentamiento formalmente definidos por las defensas y por trazados
regulares basados en procedimientos de medición lineales. En este momento se
comenzó a establecer una tipificación de los centros necesarios en el nuevo continente.

De los diferentes modelos jurídicoadministrativos de ciudad propuestos por Arteaga


Zumarán, para las villas creadas durante el período, destacan, las Capitales Virreinales,
las Ciudades Puertos, las Ciudades Cabezas de Audiencias, y las Ciudades sedes de
Capitanías Generales. Capitales Virrreinales no existieron hasta que en 1536 Carlos V
fundó el de Nueva España. Las primeras fundaciones fueron mayoritariamente Ciudades
Puerto, que actuaban bajo el privilegio de ser reconocidas como puertos únicos de su
área: Veracruz en Nueva España, y La Habana fueron las villas fundadas en este
período. De entre las sedes de Audiencias, Santo Domingo fue la primera en 1511
(Arteaga, 1987, pp. 243270). Sin embargo, desde el punto de vista de su misión en el
territorio desde una perspectiva global, José Luis Romero ha propuesto la distinción
entre: La ciudadfuerte, La ciudadenlace, La ciudadetapa, La ciudad sobre población
indígena, La ciudad minera, y la ciudad Institucional (Romero, 1967).Siguiendo este
esquema, la mayoría de los núcleos creados hasta 1525 corresponden al modelo de
ciudad enlace, basándose en su condición de puerto. Sin embargo, el concepto de ciudad
jurisdiccional es el que con carácter general cabe atribuir a la totalidad de las
fundaciones realizadas en nuevos territorios conquistados, de tal modo que las fórmulas
creadas desde antiguo en solar peninsular fueron el verdadero caudal de que se sirvió la
actividad fundacional americana, especialmente en el momento inicial. La apropiación
del territorio por el caudillo, el ceremonial, la designación del lugar, los nombramientos
y los procedimientos de señalamiento de terrenos y composición física de la villa
cuentan con una larguísima experiencia, que en el ámbito hispano arranca del período
plenomedieval, y se consolida en el reinado de los Reyes Católicos.
El modelo jurisdiccional de reparto y radicación funcional del suelo con disposición
reconocible, da lugar al reparto de solar urbano, heredad de tierra calma para cultivos de
huerta, viña y olivar, y tierras de labor, según la estimación de productividad de la
tierra. Al incluir este elemento como fundamento del orden de las futuras villas
fundadas, se hace referencia al orden formal, al orden físico y productivo, y al propio
tiempo, al orden social resultante del procedimiento. Esta instrucción fue el marco de
implantación del concepto de ciudadterritorio americana, en los ámbitos de explotación
propiamente colonial iniciados en este segundo momento de apropiación del territorio.
A partir de este momento, al fundar la ciudad americana, se sigue un procedimiento ya
conocido de concentrar los solares del pueblo en el centro de la traza, reservar tres
anillos consecutivos para usos comunales (ejido, dehesas y propios), y marcar los
límites del término de la ciudad con un anillo de heredamientos, y a continuación,
extender los terrenos cultivables de secano repartidos por suertes entre caminos en una
disposición concéntrica creciente. Dado que la capacidad productiva del suelo era el
criterio a considerar en los repartos, siguiendo la tradición del derecho hispano
medieval, el desarrollo del modelo jurisdiccional de ciudadterritorio, en la primera etapa
que transcurre hasta las directrices del Emperador Carlos, dejó abierta la especificación
de las dimensiones de las tierras a repartir, y solamente alcanzó una expresión
cuantificada en la refundición realizada en época de Felipe II. Así, generalmente, se
expresó la medida de capacidad habitual para tierras de sembradura, entendiendo que la
única medida discriminatoria era la diferenciación de las cantidades correspondientes a
los caballeros y peones, pero añadiendo siempre el rendimiento productivo de la tierra
entregada, a la medida utilizada para establecer la dimensión de su frente. Esta
concepción de reparto basada en criterios de productividad ha dado como resultado una
cierta variedad de dimensiones de las tierras agrarias.

La construcción del modelo requirió alguna tentativas sucesivas que según Gutiérrez y
Hardoy están jalonadas por los casos de Santo Domingo (1520) y Panamá la vieja
(1519), aún de traza semirregular, hasta la adopción de un sistema regular en América
Central y México, alcanzando la planta en damero en Puebla de los Angeles (1533) y
Lima (1535) (Gutiérrez y Hardoy, 1987, p. 104).

«Sáquese primero lo que fuera menester para los solares del Pueblo y exido competente, y dehesa en que
pueda pastar abundantemente el ganado, que han de tener los vecinos, y mas otro tanto para los propios
del lugar, el resto de el territorio se haga quatro partes: la una de ellas, que escogiera, sea para el que está
obligado a hacer el Pueblo, y las otras tres se repartan en suertes iguales para los pobladores.» (Ley viii.
Título 7 del Libro IV). [30]

Los solares del pueblo, que han de disponerse de manera reconocible, dan lugar a la
conocida disposición de la cuadra o lote superficial que configura la manzana urbana,
pudiendo constituir una propiedad individual, o ser compartida por dos, tres, o cuatro
avecindados. La ocupación de la manzana da lugar a la disposición de la fachada urbana
y el corral o claustro que ordena las dependencias. Con el tiempo, se consideró la
dimensión de 100 varas como medida para la manzana, 10 metros (unos 20 pasos de
agrimensor) para el ancho de las calles, que debían orientarse tomando como referencia
los ángulos de la plaza, por lo que serían trazadas a medios rumbos con respecto a los
ejes del cuaternario. Forma rectangular para la plaza principal de la población, y
posición desplazada de la iglesia con respecto al centro de la plaza, en la que se
distribuirán otros edificios significativos, tales como la sede del Cabildo, de la Aduana,
etc.
El ejido, generalmente bordeaba el camino de ronda de la población, que era utilizado
por los ganados que no entraban en la villa. Se utilizó tradicionalmente en la villa
hispana como reserva de suelo en la periferia urbana, para diversas actividades
comunales, instalación de las eras, y para permitir el paso de ganados sin perjuicio de
otras actividades. Por el contrario, las dehesas, terrenos vallados de uso comunal, eran
reservadas para el pasto de los ganados, entre los que se encontraban los pertenecientes
al común, con destino a las tierras de labor también comunales, los destinados a la
carnicería, y aquellos que debían poseer los avecindados. Finalmente, los terrenos de
Propios contaban con una reserva de suelo próxima a la villa para diversos usos
agrarios, que generalmente eran explotados a censo, y con diversas fórmulas de pago,
que incluian el pago en especies de la cosecha del año. Sin embargo, estos tres tipos de
suelo comunal, generalmente se situaban organizando un anillo concéntrico que
establecía garantías para la defensa y el futuro crecimiento de la villa. Desde su límite,
se configuraba el territorio agrario de dimensiones mayores, que se medía en suertes. De
ello derivó una zonificación gradualmente creciente y concéntrica, que ha configurado
la imagen característica de la ciudad americana, según la agregación progresiva de
superficies [31] .

El sistema formal resultante de este procedimiento es una sucesión concéntrica de


figuras cuadrangulares, que derivan de un sistema de reparto concebido a partir de
unidades de superficie de formas cuadradas. Este método permitía conocer de antemano
la distribución de toda la ciudad prevista y las proporciones del reparto, evitando los
engorrosos conflictos provocados con anterioridad por los sistemas de medidas lineales,
que daban lugar a diferencias apreciables en los repartos de tierras. Al mismo tiempo,
suministraba un procedimiento de representación elemental de la ciudad previamente a
los repartos, que servía de referencia en cualquier litigio, y proporcionaba una
información oficial suficiente a la Corona acerca de las ciudades, sus características y
sus pobladores. De este modo se procedía de manera inversa al período anterior, en el
que se proyectaban pequeños núcleos y se repartían tierras conforme a impulsos, sin una
estimación previa del número de habitantes de la ciudad, y sin una planificación de las
actividades a desarrollar. Por otra parte, los procedimientos de distribución de
superficies de tierras y solares, eran difíciles de ajustar a unas medidas coordinadas, que
constituyeran un sistema unitario. En la mayoría de las fundaciones se observa una
cierta diversidad de patrones de medida locales, y la adaptación de medidas conocidas
en Castilla. Sin embargo, corrientemente se emplearon patrones diversos para las
distintas clases de suelo a repartir, por lo que no constituían sistemas unitario, y
resultaba difícil verificar las proporciones del reparto. El procedimiento creado a partir
de 1530 representaba la posibilidad de cuantificar lotes de superficie oficiales antes del
reparto, y asignarlas de manera programada según los derechos de los diversos tipos de
pobladores. En realidad se trataba originalmente de un procedimiento de localización
topográfica de distintas superficies de terreno para realizar representaciones gráficas, y
para mediciones de los terrenos representados en la realidad.

Libros de viajes y crónicas: Las representaciones de ciudades

Merece un comentario final el apasionante capítulo relativo a las primeras ediciones, y a


la consolidación de compendios, relatos y crónicas que aspiran a conciliar la historia
sagrada, los acontecimientos del mundo y la situación en la que se encuentran los
territorios conocidos. La publicación de obras como el Liber Chronicarum
Mundi  (1493), de Hartmann Schedel, pone de manifiesto esta concepción inspirada en
el Apocalipsis, describiendo las seis edades del mundo que habían transcurrido, a través
del nacimiento y desaparición de ciudades, y escogiendo siempre como eje del discurso
una imagen y una descripción de una ciudad. Esta publicación merece ser puesta en
relación con los argumentos descritos, ya que su análisis prueba a cada paso los hechos
que aquí se analizan. Entre los ejemplos que se pueden citar por la inmediatez de la
información y por la relación con los mitos culturales  del momento se encuentra la
xilografía consagrada al comienzo de la Prima etas mundi con el motivo de la expulsión
del Paraíso (Lám. VII, rº), que expresado como un «hortus conclussus» contiene la
vegetación atlántica —dracaena drago— de manera semejante a como la representó El
Bosco en la tabla correspondiente del denominado Tríptico del Jardín de las
Delicias del Museo del Prado, de cronología próxima.

Notas
 
[1] Las siete partidas.... Partida II, título XXIII, ley XX. (Citado en Torres Balbás. 1968., p. 115).
 
[2] Maravall. 1973. Cap. “Franciscanismo, burguesía y mentalidad precapitalista: la obra de Eixímenis”.
pp. 393-412. Le Goff. 1960, pp. 417 y ss.
 
[3] Puig I Cadafalch. 1936. Se interesó por la representación formal de la ciudad descrita en Lo Chrestià,
realizando una propuesta dibujada, que es solamente una de las posibles versiones del texto. Las
instrucciones de Eiximenis son más precisas en los aspectos funcionales y sociales que en sus
consecuencias formales.
 
[4] Galantay. 1974. También las líneas generales del texto publicado en España con el título, Nuevas
ciudades: de la Antigüedad a nuestros días. 1977.
 
[5] Nacido en Gerona entre 1330 y 1335, destacan en su formación sus estancias en las principales
universidades europeas de la época (Colonia, Oxford, Roma, París y Toulouse, donde fue maestro de
Teología) y terminó sus días como obispo de Perpiñán (1409), después de haber sido obispo de Elna y
patriarca de Jerusalén. Durante su estancia en Valencia (1383 1408), tuvo por mecenas a Pere d’Artes, a
quien dedicó su obra Libre dels àngels (1394), obra en cinco capítulos en los que clasifica los tipos de
ángeles en función de los oficios mundanos. Esta obra fue publicada por primera vez en Burgos en 1490.
En el estudio dedicado por Marías a su obra, destaca su importancia en la elaboración del concepto
teórico de ciudad ideal de la cristiandad, a partir de la profecía franciscana. (Marías. 1989, pp. 63-74)
 
[6] Eximenes, 1991. Cap. II, pp. 26-27.
 
[7] Eximenes, 1991. Caps. XXXIII y XXXIIIJ, pp. 124-127.
 
[8] Maravall, 1973. Cap. “La idea del cuerpo místico antes de Erasmo”, pp. 191-213.
 
[9] Fernando del Pulgar, Crónica de los Reyes Católicos..., 1943. También, Palencia. 1909. Y
posteriormente, Torre. 1946

[10] Fernando del Pulgar, 1943, p. 509. En términos similares se contienen descripciones de Pedro Mártir
de Anglería y Lucio Marineo Sículo, e historiadores posteriores, en Lapresa . 1979, p. 31.
 
[11] Valladar, 1924. Méndez Silva: Briviesca, villa y cabeza de la tierra llamada Bureba, ocho leguas de
Burgos, vistosa y de buena traza cuadrada, con cuatro puertas, por cuyo modelo mandaron los Reyes
Católicos fundar la ciudad de Santafé de Granada.
 
[12] En el caso de La Laguna, se cita igualmente el estadal para este tipo de medidas de tierra. En los
acuerdos del Concejo, para premiar la venida de un maestro cantero a la Villa, se propone hacerle entrega
de una suerte de terreno, indicando la superficie y la medida de longitud hasta veynte e çinco hanegadas,
medida por estadal, (...). En Acuerdos del Cabildo de Tenerife. V (1525-1533). Fontes Rerum
Canariarum, XXVI, 29 de julio de 1532.
 
[13] Es de notar la coincidencia de las fechas entre los repartos y fundación definitiva de las poblaciones
de Santafé de Granada y San Cristóbal de La Laguna. En relación con este proceso de expansión africana,
Ruméu. 1996.
 
[14] Libro rojo... 1947, pp. 23. Roldán Verdejo. 1990, pp. 294-295.
 
[15] Roldán Verdejo, 1990, p. 278. Mientras escribo estas líneas, se difunde la noticia del fallecimiento
del Profesor Rodán Verdejo, figura fundamental en la investigación de la historia de las instituciones en el
periodo de la Baja Edad Media y en la Edad Moderna.
 
[16] Fuero y Privilegio Rl. desta Ysla de Canª. Libro Rojo de Gran Canaria...
 
[17] Ramos Bolaños, José Manuel (Ed.). Platón: Las Leyes. Madrid: 1988.
 
[18] Trousson, 1975. 1995. Martínez. 1992, pp. 136-138.
 
[19] Hasta fechas recientes, la historiografía realizada en Canarias había desestimado la investigación de
las referencias contenidas en textos clásicos, por considerar que carecían de fundamento científico en
relación con el conocimiento de las islas en la Antigüedad. Sin embargo, los trabajos desarrollados por el
profesor Martínez, han permitido recientemente establecer un nuevo método de aproximación a los
orígenes históricos de Canarias en la cultura occidental. Martínez. 1992 y 1996.
 
[20] Gil, 1989. Gil y Varela (eds.). 1984.
 
[21] Luque Moreno, J. Séneca. Tragedias, vol. I. Madrid: 1979.
 
[22] Martínez Burgos, Palma, La storia delle inventione delle nuove insule. Cristóbal Colón. Roma 1493,
en AA. VV.: Reyes y Mecenas. Los Reyes CatólicosMaximiliano I y los inicios de la Casa de Austria en
España. (Catálogo). Madrid 1992. Ficha 109. pp. 371-372.
 
[23] Stanislawski, 1946, pp. 105120. Basándose en el estudio publicado por Choisy en 1909, comenzó
estudiando la importancia de las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, y los textos respectivos de
Vitrubio y Vegecio, a partir del número de ediciones conservado de ambas obras. Resultaba de este
estudio, que de los diez libros de Vitrubio solo se conocían doce ediciones entre los siglos IX y XII,
mientras que de las Rei Militari Instituta, se habían realizado 150. Este primer trabajo condujo al estudio
posterior sobre la importancia del texto de Aristóteles.
 
[24] Marías, 1989, pp. 4997. También resulta fundamental el análisis de la obra de Aristóteles contenido
en el artículo publicado por Cervera Vera. 1983, pp. 21-47, y en general, la colección de artículos y
trabajos que tiene publicados sobre fuentes clásicas relacionadas con la ciudad ideal.
 
[25] Cervera Vera, 1983, pp. 44.
 
[26] Fray Bartolome de Las Casas,  Historia de las Indias. México 1951.
 
[27] Las someras instrucciones recibidas por el Comendador de Lares, Fray Nicolás Povarido, fueron
publicadas en la Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización
de las posesiones españolas de América y Oceanía. Vol. XXXI, Madrid. p. 13.
 
[28] Fue publicada igualmente en la Colección de documentos... Vol. XXXIX, p. 280. Esta expresión
aparece corrientemente en la Política de Aristóteles como idea central.
 
[29] Disposiciones complementarias de las leyes de Indias, 1930.
 
[30] En Arteaga, 1987, Apéndice pp. 254270. El extracto incluido en este apéndice documental es una
relación comparada de la Recopilación de Leyes de los Reinos de Indias (4 vols., Madrid 1681), a partir
de la edición facsimilar (Madrid 1953), que incluía las Ordenanzas hechas para los nuevos
descubrimientos, conquistas y pacificaciones de 13 de julio de 1573 de Felipe II.
 
[31] Este análisis, y una interpretación gráfica paralela se encuentran en Paula. 1987. Y también en
Álvarez Lenzi, Arana Y Bocchiardo. 1985, pp. 193-218 y 137-151, respectivamente.

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© Copyright María Isabel Navarro Segura, 2006

© Copyright Scripta Nova, 2006


 
 
Ficha bibliográfica:
 
NAVARRO SEGURA, Mª I. Las fundaciones de ciudades y el pensamiento urbanístico hispano en la era
del Descubrimiento. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales.  Barcelona:
Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2006, vol. X, núm. 218 (43). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-
218-43.htm> [ISSN: 1138-9788]
 

 
 
 

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