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La evaluación en

psicología de la
salud
PID_00256395

Rubén Nieto Luna


Beatriz Gil
Cristina Giménez García
Pedro Salmerón Sánchez

Tiempo mínimo de dedicación recomendado: 6 horas


© FUOC • PID_00256395 La evaluación en psicología de la salud

Rubén Nieto Luna Beatriz Gil Cristina Giménez García Pedro Salmerón Sánchez

Doctor en Psicología Clínica y de Doctora en Psicología por la Uni- Doctora en Psicología por la Uni- Doctor en Psicología por la Uni-
la Salud por la Universidad de Bar- versidad Jaume I y profesora del versidad Jaume I y especialista en versidad Jaume I y miembro del
celona. Profesor responsable a la Departamento de Personalidad, Psicología Clínica de la Salud, pro- equipo de investigación Psicolo-
Universitat Oberta de Catalunya, Evaluación y Tratamientos Psicoló- fesora del Departamento de Psico- gía de la Salud: Prevención y Tra-
donde coordina asignaturas del gicos de la Universidad de Valen- logía Básica, Clínica y Psicobiolo- tamiento de la misma universidad.
Área de Personalidad, Evaluación y cia. Compagina su actividad do- gía, y miembro del equipo de in- Actualmente, compagina su ac-
Tratamientos Psicológicos. cente con la práctica clínica y la vestigación Psicología de la Salud: tividad docente universitaria con
investigación dentro del equipo Prevención y Tratamiento. la práctica clínica en Lambda Va-
Sus principales intereses en cuanto de investigación Psicología de la lencia, en los ámbitos de la pro-
a la investigación son la psicología Salud: Prevención y Tratamiento, moción de la salud sexual y la pre-
de la salud, y más concretamente de la Universidad Jaume I. vención primaria y secundaria de
el dolor crónico, y la aplicación de la infección por VIH, hepatitis C y
las nuevas tecnologías en psicolo- otras ETS, y de la intervención psi-
gía clínica y de la salud. cológica con personas que viven
con VIH.

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Índice

Introducción............................................................................................... 5

Objetivos....................................................................................................... 6

1. Consideraciones generales para la evaluación en


psicología de la salud....................................................................... 7
1.1. Objetivos de la evaluación en los problemas de salud ............... 8
1.2. Ámbitos e instrumentos de evaluación ...................................... 10
1.2.1. Calidad de vida relacionada con la salud ...................... 11
1.2.2. Conducta de enfermedad .............................................. 13
1.2.3. Adherencia ..................................................................... 15
1.2.4. Patrones de afrontamiento ............................................ 17
1.2.5. Estado emocional ........................................................... 18
1.2.6. Estilos de vida ................................................................ 19
1.3. Claves de evaluación en psicología de la salud .......................... 21

2. Evaluación psicológica en oncología............................................ 23


2.1. Introducción ................................................................................ 23
2.2. Caso clínico ................................................................................. 24
2.3. Factores relacionados con la vivencia del cáncer ....................... 25
2.3.1. Tabaco ............................................................................ 26
2.3.2. Alcohol ........................................................................... 26
2.3.3. Dieta ............................................................................... 27
2.3.4. Sobrepeso ....................................................................... 27
2.3.5. Actividad física ............................................................... 28
2.3.6. Factores genéticos y biológicos ..................................... 28
2.4. Evaluación ................................................................................... 29
2.4.1. Variables médicas ........................................................... 29
2.4.2. Información médica de la que dispone la persona ........ 30
2.4.3. Afectación emocional: ansiedad y depresión ................ 30
2.4.4. Estrategias de afrontamiento ante el cáncer .................. 31
2.4.5. Eficacia percibida ........................................................... 31
2.4.6. Calidad de vida .............................................................. 32
2.5. Intervención ................................................................................ 34

3. Evaluación psicológica en los problemas de dolor.................... 37


3.1. Introducción ................................................................................ 37
3.2. Caso clínico ................................................................................. 38
3.3. Factores relacionados con la vivencia del dolor ......................... 39
3.3.1. Pensamientos ................................................................. 40
3.3.2. Miedo-evitación ............................................................. 40
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3.3.3. Estrategias de afrontamiento ......................................... 41


3.3.4. Autoeficacia .................................................................... 41
3.3.5. Aceptación del dolor ..................................................... 42
3.3.6. Emociones y dolor ......................................................... 42
3.4. Evaluación ................................................................................... 42
3.4.1. Variables relacionadas con el problema de dolor .......... 43
3.4.2. Variables relacionadas con la persona ........................... 46
3.4.3. Variables relacionadas con el contexto ......................... 48
3.5. Intervención ................................................................................ 49
3.5.1. Identificar valores y objetivos ....................................... 49
3.5.2. La relajación .................................................................. 50
3.5.3. Cambiar los pensamientos negativos ............................ 50
3.5.4. Distribuir adecuadamente las actividades ..................... 50
3.5.5. La distracción ................................................................. 51
3.5.6. La comunicación ........................................................... 51

4. La evaluación en la infección por el virus de


inmunodeficiencia humana............................................................ 52
4.1. Introducción ................................................................................ 52
4.2. Caso clínico ................................................................................. 54
4.3. Factores relacionados con la vivencia de la infección ................ 55
4.3.1. Salud mental: estado de ánimo y problemas de
ansiedad y estrés ............................................................ 55
4.3.2. Adherencia al tratamiento ............................................. 56
4.3.3. Autoestima ..................................................................... 57
4.3.4. Aislamiento social: estigma y autoestigma .................... 58
4.3.5. Calidad de vida .............................................................. 59
4.4. Evaluación ................................................................................... 59
4.4.1. Primera sesión: información sobre la infección y
psicoeducación ............................................................... 60
4.4.2. Segunda sesión: ansiedad, estado de ánimo y
autoestima ...................................................................... 60
4.4.3. Tercera sesión: estilos de afrontamiento y adherencia .. 61
4.4.4. Cuarta sesión: devolución de resultados ....................... 63
4.5. Tratamiento ................................................................................. 63

Bibliografía................................................................................................. 65
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Introducción

En este módulo, queremos presentar la evaluación en psicología de la salud.


Por eso, hablaremos en un primer momento de los aspectos generales que ha-
cen referencia a la evaluación en este ámbito; después, presentaremos la eva-
luación en tres problemáticas de salud que son muy frecuentes en nuestra so-
ciedad y tienen un elevado impacto en la persona y en su entorno. Desgra-
ciadamente, las limitaciones de espacio de esta asignatura no nos permiten
abordar otras problemáticas que también son importantes.

Veréis que hemos intentado elaborar unos materiales tan breves como nos ha
sido posible, y con una clara orientación práctica.

Además de establecer algunos principios generales en la evaluación de la psi-


cología clínica de la salud (una buena parte de los cuales se han tratado en los
módulos “La evaluación en psicología clínica y de la salud: aspectos prácticos”
y “La entrevista, los sistemas de clasificación y los instrumentos diagnósticos
generales”), también hemos creído interesante mostrar el estudio diferencial
de los factores que podrían modular el malestar y de las repercusiones asocia-
das a la experiencia de enfermedades concretas. Por ejemplo, el apoyo que re-
ciben las personas afectadas por el cáncer y las personas infectadas por VIH es
un elemento diferencial en la experiencia de estas enfermedades. Las personas
diagnosticadas con cáncer tienen el apoyo incondicional de su entorno, lo que
no siempre pasa en el caso de la infección por VIH, enfermedad en la cual la
carga moral y el estigma social pueden provocar aislamiento de la persona que
la sufre. También sería diferente la legitimidad social de las personas que ex-
perimentan un malestar emocional asociado a una enfermedad diagnosticada
con causas físicas localizadas, como sería el cáncer, frente a aquellas que lo ex-
perimentan por un dolor crónico sin origen físico localizado. Así pues, es ne-
cesario que exista una atención diferencial en la evaluación de cada casuística.
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Objetivos

Los objetivos de este módulo son los siguientes:

1. Aprender la importancia de la evaluación psicosocial en el ámbito de la


psicología de la salud.

2. Conocer los principales parámetros que hay que tener en consideración


en cualquier proceso de evaluación en psicología de la salud.

3. Conocer los factores implicados en los procesos de salud-enfermedad y las


variables que hay que evaluar desde una perspectiva general.

4. Aprender a hacer la evaluación desde un enfoque de evaluación psicosocial


para tres problemas de salud muy frecuentes: cáncer, dolor crónico y VIH.
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1. Consideraciones generales para la evaluación en


psicología de la salud

El cambio de paradigma que, hace algunas décadas, amplió la concepción del


proceso de salud y enfermedad, ha permitido que más allá de los aspectos bio-
lógicos, se tengan en cuenta los aspectos psicológicos y sociales (Rodríguez,
2012), aspectos que comprenderían desde las estrategias de afrontamiento que
las personas emprenden para gestionar la vivencia de la enfermedad, hasta
ciertos estilos de vida que podrían complicar el transcurso de la misma, pasan-
do por variables psicológicas que predisponen al afrontamiento desadaptativo.

La enfermedad es una experiencia que, tal y como muestra la literatura, reúne


muchas características que la identifican como un fenómeno altamente estre-
sante (Terol, Pastor y López-Roig, 2012). En concreto, en la medida en que re-
sulta un proceso poco controlable, de carácter ambiguo, difícilmente predeci-
ble, posiblemente duradero y que corresponde a una esfera relevante de la vida,
como es nuestra propia existencia o la de algún ser querido, resulta estresante.
De esta forma, en línea con el modelo de Lazarus y Folkman (1986), las perso-
nas valorarán la experiencia de la enfermedad en función de la estimación de
la gravedad y la complejidad de la dolencia, pero también de la valoración de
sus propios recursos (psicológicos, materiales y sociales) para afrontarla.

Esta visión más holística ha permitido que se destinen esfuerzos al abordaje


de aquellos factores psicosociales que podrían modular la experiencia de en-
fermedad, así como a evaluar e intervenir en el impacto psicosocial que las
enfermedades producen. Al mismo tiempo, ha posibilitado la comprensión de
la enfermedad como un proceso (y no un estado inamovible) que integraría
fases tan diversas como la percepción del dolor, el propio diagnóstico, el im-
pacto de los tratamientos, las recuperaciones, las recaídas y las fases finales,
con carácter diferenciado para cada una de las personas y de los contextos
(Rodríguez, 2012).
© FUOC • PID_00256395 8 La evaluación en psicología de la salud

Con el fin de poder llevar a cabo una intervención pertinente y efi-


caz que permita mejorar el bienestar de las personas afectadas, resulta
imprescindible delimitar un marco de evaluación adecuado en el cual
se exploren aquellas variables que puedan predisponer, precipitar y/o
mantener el malestar biopsicosocial de las personas. De esta forma, más
allá de explorar la sintomatología que desde una dimensión fisiológica,
cognitiva, emocional y motora pueda dar información sobre posibles
diagnósticos, será necesario delimitar las áreas afectadas sobre las cuales
hay que intervenir, así como las variables que de manera correlacional
o causal puedan estar interfiriendo en cada una de las fases del proceso
(Gil, 2004).

Una evaluación que, además de adaptarse a las características de la persona,


tendrá que considerar el contexto del que dispone, que no siempre garantizará
premisas de la evaluación, como por ejemplo la calidez o la intimidad (Rodrí-
guez, 2012). De esta forma, en línea con lo que se ha planteado en los primeros
módulos, será necesario optimizar las habilidades de comunicación –verbal y
no verbal– para poder compensar los problemas que se pudieran producir en
contextos de intervención tales como las salas de espera, las unidades de cui-
dados intensivos o las consultas ambulatorias.

De este modo, se podrá hacer una mejor aproximación a la situación que vive
la persona, además de un abordaje más eficaz y que posibilite una mejora de
su calidad de vida.

1.1. Objetivos de la evaluación en los problemas de salud

Antes de iniciar una evaluación psicológica en el ámbito clínico y de


la salud, resulta imprescindible considerar el objeto inicial del mismo
proceso, para así poder optimizar los esfuerzos y analizar con la mayor
eficiencia y eficacia posibles la situación que queremos abordar (Bayés,
1994).

Dada la complejidad de la vivencia de la enfermedad, además, parece necesa-


rio el desglose de objetivos concretos que, desde diferentes dimensiones, pue-
dan ofrecer un amplio marco de la experiencia de la misma persona y de su
entorno. Así pues, más allá de establecer un propósito general de evaluación
mediante el que identificamos un determinado cuadro clínico –como podrían
ser los trastornos adaptativos o los problemas de estrés agudo– y de intentar
construir un cuadro explicativo que permita comprender la génesis del pro-
blema, será necesario matizar de manera más específica otros objetivos pro-
© FUOC • PID_00256395 9 La evaluación en psicología de la salud

pios de la psicología de la salud que, al mismo tiempo, facilitarán el análisis


diferencial del proceso de malestar (Belar y Deardoff, 1995). Los objetivos de
evaluación importantes en los problemas de salud serían los siguientes:

• Valorar�la�interferencia�causada�por�los�síntomas�propios�de�la�enfer-
medad. Se deberán tener en cuenta marcadores como la frecuencia o la
localización de estos síntomas, así como de las consecuencias ocasionadas
por el tratamiento médico, por ejemplo, en cuanto a una posible pérdida
de autonomía o una posible interferencia laboral.

• Valorar�las�expectativas�de�supervivencia�y�recuperación�de�la�persona
para poder ajustar la valoración psicológica al contexto real de enferme-
dad. Al mismo tiempo, habrá que tener en cuenta la situación real de la
enfermedad para valorar el nivel de adaptación de la persona a la fase en la
cual se encuentra. En este sentido, hay que valorar de manera diferencial
el temor a la muerte de un enfermo terminal del de una persona a la cual
acaban de dar el alta después de un proceso largo de enfermedad.

• Valorar�la�afectación�emocional�que�el�proceso�de�la�enfermedad�pue-
de�tener�en�la�persona. Por ejemplo, en cuanto al significado que le otor-
ga a la dolencia que sufre, las respuestas emocionales ante la experiencia
de los tratamientos, la afectación emocional vinculada a las reacciones del
entorno o la valoración de su concepto de sí mismo que, en algunos ca-
sos, se podría ver deteriorado. A través de la evaluación, será necesario es-
timar hasta qué punto la persona identifica, comprende, asimila y regula
de manera adaptativa sus emociones más allá de que pudieran resultarle
o no desagradables. En esta valoración, se deberá tener en cuenta el mar-
co temporal de enfermedad; por ejemplo, una expresión de tristeza o ra-
bia elevada en una persona diagnosticada recientemente de cáncer podría
valorarse como una reacción adaptativa, mientras que si esta reacción se
cronifica en etapas posteriores, interfiriendo en su ajuste, podría valorarse
como un elemento de intervención.

• Valorar�la�dimensión�cognitiva�de�la�experiencia�de�enfermedad. Da-
da la relevancia que tiene un procesamiento adecuado de la información
para la adaptación psicológica, habrá que valorar tanto las funciones bá-
sicas relacionadas con la atención, la percepción o la memoria, como las
funciones metacognitivas vinculadas con la valoración del control, la au-
toeficacia o el autoconcepto.

• Valorar�la�dimensión�comportamental. Es necesario obtener un mapa de


la experiencia de la enfermedad que permita conseguir una radiografía de
la dimensión comportamental. En este caso, se valorarían posibles com-
portamientos de riesgo o, al contrario, ciertos hábitos saludables que pue-
dan facilitar el bienestar en el marco de la enfermedad. Se deberían tener
en cuenta dimensiones básicas como la alimentación, el consumo de sus-
© FUOC • PID_00256395 10 La evaluación en psicología de la salud

tancias o la actividad física, pero también la conducta de enfermedad, más


relacionada con la adherencia a los tratamientos y el seguimiento médico.

• Valorar�la�repercusión�social�de�la�enfermedad. Desde una perspectiva


sistémica, un objetivo sería valorar la interacción de la persona con el en-
torno y la posible repercusión en sus diferentes roles. La experiencia de la
enfermedad, como muchas otras, es un fenómeno social que también se
ve influenciado por los posicionamientos del entorno más o menos direc-
to. En consecuencia, parece fundamental evaluar la existencia del apoyo
social u otros tipos concretos de apoyo, el acceso a los recursos o el entorno
socioeconómico, aspectos que no siempre son tenidos en cuenta pero que
pueden contribuir a comprender el marco situacional de la persona.

A través de la evaluación en salud, se pretende conocer el impacto de


la enfermedad y del tratamiento en las personas, la evolución de su
adaptación ante la experiencia y los recursos y estrategias que poseen,
además de aquellos factores biopsicosociales que pueden dificultar su
afrontamiento, con el fin de disponer de información suficiente para
valorar la situación y planificar un protocolo de intervención más cer-
cano a la terapia clínica o al counselling.

A partir de estos objetivos, habrá que valorar qué dimensiones específicas se


abordan en cada caso y qué herramientas de evaluación resultan más apro-
piadas en cada circunstancia; estas herramientas pueden ser desde registros
ya existentes, como los historiales médicos, hasta protocolos de observación
que, en el proceso de la entrevista, permitan extraer información, pasando por
cuestionarios validados u otros tipos de autoinformes que, de manera más o
menos específica, permiten evaluar algún elemento determinante para el pro-
ceso (Sánchez y González-Celis, 2006). El número y el tipo de herramientas
deberán tener en cuenta el contexto en el cual las aplicamos, las características
de la persona evaluada y de la enfermedad, el tiempo disponible y el entrena-
miento del terapeuta (Rodríguez, 2012). Asimismo, habrá que plantear cómo
se irán considerando cada uno de esos objetivos a lo largo del proceso de eva-
luación e intervención, con el fin de poder ir valorando sus avances.

1.2. Ámbitos e instrumentos de evaluación

A partir de lo que hemos comentado y de los objetivos de evaluación que he-


mos formulado, queda claro que el proceso de enfermedad es un fenómeno
multidimensional que, como mínimo, incluye aspectos físicos, psicológicos y
sociales. Desde la psicología de la salud, se promueve la importancia de evaluar
aquellos factores que podrían modular la experiencia, así como aquellas valo-
raciones subjetivas de las propias personas que determinan su bienestar. En
este sentido, existen muchos constructos que han mostrado la relación entre
el proceso de salud y la enfermedad (Gil, 2004). A continuación, y teniendo en
© FUOC • PID_00256395 11 La evaluación en psicología de la salud

consideración los objetivos de evaluación, expondremos algunos de los cons-


tructos y de los instrumentos específicos más relevantes para llevar a cabo la
evaluación. Estos instrumentos son válidos para la mayoría de los problemas
de salud, y por este motivo los presentamos en este apartado. Más adelante,
propondremos algunos instrumentos específicos para problemas concretos.

Insistimos en que se trata de un resumen y que habrá que adaptarlo a cada


persona. Se debe tener siempre en cuenta que para llevar a cabo la evaluación
en psicología de la salud, hay que seguir los siguientes pasos:

• Valorar cuáles de los objetivos de evaluación de los que se formulen en


estos materiales son más relevantes en el caso concreto que nos ocupa
(en función de su problemática, de sus características personales y de sus
características sociales).

• Articular el proceso a partir de estos objetivos, tomando como base la en-


trevista clínica y reforzándola con los instrumentos que se presentan en
concreto para las áreas que sean necesarias.

• Tener en consideración las necesidades de la problemática concreta a la


hora de seleccionar los instrumentos (y por ello os presentaremos algunos
instrumentos para problemas específicos), así como el tiempo de evalua-
ción.

En definitiva, siempre hay que tener en consideración a la persona, su situa-


ción y los constreñimientos temporales a la hora de planificar la evaluación.

1.2.1. Calidad de vida relacionada con la salud

La calidad de vida relacionada con la salud, entendida como una valoración


subjetiva que la persona lleva a cabo sobre su experiencia de enfermedad en
interacción con ámbitos tan diversos como el bienestar emocional, el funcio-
namiento físico o la integración en el entorno social, es crucial para compren-
der su vivencia en primera persona (Urzúa, 2010).

Resulta necesario incluir la evaluación de la calidad de vida en el abor-


daje de la psicología de la salud, estimando, además de los aspectos físi-
cos de la enfermedad y de los tratamientos, aquellos aspectos funciona-
les, psicológicos y sociales que también determinan su bienestar (Juan,
2003).
© FUOC • PID_00256395 12 La evaluación en psicología de la salud

Con el objetivo de analizar este constructo multidimensional, se han desarro-


llado entrevistas, cuestionarios, índices y escalas en los cuales, en líneas gene-
rales, las personas valoran una serie de indicadores en relación con diferentes
aspectos de su vida.

Uno de los instrumentos más reconocidos es la escala�de�salud�SF-36 (Ware


y Sherbourne, 1992), adaptada al español por Alonso, Prieto y Antón (1995),
que permite obtener un perfil de salud tanto de las personas afectadas por
una enfermedad como de la población general. Este instrumento plantea 36
preguntas que exploran ocho dimensiones:

• Función física.
• Rol físico.
• Dolor corporal.
• Salud general.
• Vitalidad.
• Función social.
• Rol emocional
• Salud mental.

Además, se incluye un ítem sobre la transición de la salud en el cual la persona


valora su salud actual respecto a la del año anterior. Las puntuaciones oscilan
entre el 0 y el 100, obteniéndose mejor perfil de salud a más puntuación. Las
características psicométricas han sido ampliamente reconocidas (Arostegui y
Núñez, 2008).

Por su parte, el EUROQoL-5 (EuroQol Group, 1990) es uno de los instrumen-


tos más sencillos de administrar y permite, en un breve periodo de tiempo,
valorar la percepción que las personas tienen sobre las dimensiones física, psi-
cológica y social. Adaptado por Badia, Roset, Herdman y Kind (2001), gradúa
en función del nivel de interferencia en cinco dimensiones:

• Movilidad.
• Cuidado personal
• Actividades cotidianas
• Dolor.
• Estado de ánimo.

Las preguntas se valoran con una escala que va del 1 (ningún problema) al 3 Enlace recomendado
(muchos problemas), presentando mayor puntuación aquellas personas que
Podéis encontrar más infor-
tienen más deterioro. Además, presenta una escala visual analógica de evalua- mación sobre EUROQoL-5
ción general y relativa a la situación actual de la persona en la que valora del 0 en: https://euroqol.org/.

al 100 qué nivel de estado de salud tiene. Diferentes estudios han comprobado
su validez y fiabilidad en la medida de la calidad de vida (Herdmand, Badia
y Serra, 2001).
© FUOC • PID_00256395 13 La evaluación en psicología de la salud

Finalmente, hay que destacar el inventario�de�calidad�de�vida�y�salud/In-


CaViSa (Riveros, Sánchez y Del Águila, 2009), elaborado para valorar la expe-
riencia subjetiva de enfermedad en pacientes crónicos. A través de 58 ítems,
con un formato de respuesta Likert entre nunca y siempre, se exploran los
aspectos siguientes:

• Vida cotidiana.
• Familia.
• Funciones cognitivas.
• Tiempo libre.
• Percepción corporal.
• Preocupaciones.
• Bienestar físico.
• Vida social.
• Dependencia médica.
• Aislamiento.
• Relación con el médico.
• Actitud hacia el tratamiento.

Además, contiene una escala visual que evalúa el bienestar y la salud en gene-
ral. El instrumento posee características psicométricas adecuadas que garanti-
zan su sensibilidad y rigurosidad (Sánchez y González-Celis, 2006).

1.2.2. Conducta de enfermedad

La manera en que las personas perciben, evalúan e interpretan sus síntomas,


es decir, la conducta de enfermedad, se ha visto relacionada con la respuesta
de la persona ante la propia enfermedad y con el curso evolutivo de la misma
(Nieto et al., 2004).

Parece imprescindible evaluar los procesos cognitivos mediante los cua-


les las personas interpretan los síntomas de su enfermedad y la expe-
riencia emocional relacionada, así como aquellos factores que pudieran
modular estas interpretaciones y las estrategias de actuación que pudie-
ran poner en marcha. De este modo, se podrían incluir en la evaluación
algunas de las variables relacionadas con la baja adherencia a los trata-
mientos, la evitación de pruebas diagnósticas o la sobreutilización de
los servicios sanitarios (Brannon y Feist, 2001).

Uno de los instrumentos más reconocidos en este ámbito es el cuestionario


de�conducta�de�enfermedad (Pilowsky y Spence, 1983), que valora las acti-
tudes e interpretaciones de las personas respecto a su propio estado de salud,
siguiendo el constructo de conducta anormal de enfermedad de uno de los
autores (Pilowsky, 1971), definido como un patrón desadaptativo mediante el
cual la persona evalúa e interpreta una experiencia de enfermedad indepen-
© FUOC • PID_00256395 14 La evaluación en psicología de la salud

diente del diagnóstico médico. En concreto, el cuestionario analiza siete di-


mensiones de la experiencia de enfermedad a través de 62 preguntas con for-
mato dicotómico:

• Hipocondría general (más puntuación indica mayor temor y preocupación


hacia la enfermedad).

• Convicción de enfermedad (más puntuación indica mayor percepción de


gravedad de su situación de salud y preocupación por síntomas diferen-
ciados).

• Percepción psicológica frente a percepción somática de la enfermedad


(más puntuación indica una mayor percepción de la enfermedad como
castigo frente a la explicación causal psicológica).

• Inhibición afectiva (más puntuación indica más dificultades para expresar


las emociones ante las otras personas).

• Perturbación afectiva (más puntuación se relaciona con mayor malestar


emocional).

• Negación (más puntuación indica más probabilidad de no visibilizar pro-


blemas cotidianos).

• Irritabilidad (mayor puntuación indica más sentimientos de irritabilidad


y enfado).

El cuestionario incluye además el índice Whiteley de hipocondría (una elevada


puntuación indica más preocupación somática, afirmación de enfermedad y
fobia). Este instrumento ha mostrado características psicométricas adecuadas
para población española (Ibáñez, Lorente, Grau, Franch y Ballester, 1995).

Otro de los instrumentos utilizados es el cuestionario�de�percepción�de�la


enfermedad�revisado (IPQ-R) (Moss-Morris, Weinman, Petrie, Horne, Came-
ron y Buick, 2002), adaptado para el contexto hispanohablante por Beléndez,
Bermejo y García (2005). Incluye varias secciones que evalúan la experiencia
subjetiva de la enfermedad a través de tres dimensiones:

• La identidad de enfermedad, que explora con formato dicotómico si las


personas han experimentado o no una serie de síntomas y, si la respuesta
es afirmativa, si consideran que el síntoma está relacionado con la enfer-
medad.

• Las creencias de la enfermedad (evaluadas a través de una escala Likert de


cinco puntos que va de totalmente en desacuerdo a totalmente de acuer-
do), que aglutinan aspectos relacionados con el control personal y del
tratamiento, la duración del proceso (aguda/crónica y carácter cíclico), la
© FUOC • PID_00256395 15 La evaluación en psicología de la salud

coherencia de la enfermedad, la gravedad de las consecuencias generadas


por la enfermedad y la respuesta emocional.

• Las causas de la enfermedad, que también se valoran con una escala Likert
de cinco puntos.

La puntuación se obtiene a través de las puntuaciones medias de cada dimen-


sión, y una mayor puntuación representa una mayor intensidad de la creencia
expresada.

1.2.3. Adherencia

El seguimiento de los tratamientos y otras prescripciones médicas, incluyendo


las visitas de reconocimiento, los estilos de vida saludables y la evaluación mé-
dica, es decir, lo que denominamos adherencia terapéutica, resulta fundamen-
tal para la eficacia de los tratamientos propuestos (Alvarado, 2016). Sin embar-
go, en la práctica clínica se observa cómo una buena parte de las personas no
siguen estas recomendaciones, a pesar de los problemas que este hecho puede
ocasionarles (Rodríguez, García-Jiménez, Amariles, Rodríguez y Faus, 2008).

Este fenómeno responde a una realidad multicausal en la que influyen tanto


los factores asociados al tipo de tratamiento y enfermedad de que se trata,
como las características de la persona afectada, la relación que establece con
el personal sanitario y el ámbito social (Hernández, Acosta y Pereira, 2009).
En concreto, tal y como muestra la literatura (Alvarado-Aguilar et al., 2011;
Ogueda y Barra, 2017), la adherencia estaría modulada por variables como el
miedo a los resultados de las pruebas diagnósticas o a los efectos secundarios
de determinados tratamientos, la dificultad para aceptar el diagnóstico de una
enfermedad, la baja autoeficacia o percepción de control, los déficits en la co-
municación profesional sanitario-paciente o la existencia de algún problema
emocional que dificulte el ajuste al tratamiento. Los problemas de adherencia
se producen aún más cuando las personas se enfrentan a enfermedades cró-
nicas o de larga duración, que facilitan la pérdida de autonomía y suponen
un tratamiento más complejo y con mayores efectos secundarios (Brannon y
Feist, 2001).

Teniendo en cuenta este contexto, parece necesario que la psicología de la


salud juegue un papel fundamental en la evaluación y mejora de la adherencia
terapéutica de los pacientes, con independencia de las dolencias que tengan.
© FUOC • PID_00256395 16 La evaluación en psicología de la salud

En el ámbito de la evaluación de la adherencia cabría, al menos, esta-


blecer dos marcos de atención: por un lado, la estimación del grado de
cumplimiento de las recomendaciones y, por otro, los factores que en
cada caso están favoreciendo o no la adherencia terapéutica. Conocer
los dos aspectos será fundamental para diseñar el protocolo de inter-
vención.

En cuanto al primer foco de atención, la valoración del cumplimiento, podrían


emplearse métodos indirectos como el recuento de los comprimidos en los en-
vases o pastilleros, la contabilización de la asistencia a citas, los autorregistros
que incluyen la topografía de las tomas de medicación, o métodos directos
como los cuestionarios sobre la ejecución de la conducta. Uno de estos cues-
tionarios es el test�de�Morisky-Green-Levine (Morisky, Green y Levine, 1986),
empleado en diferentes enfermedades crónicas para valorar el nivel de cum-
plimiento terapéutico a través de cuatro preguntas dicotómicas. Si la persona
contesta de manera adecuada a las cuatro (no olvida tomar los fármacos, los
toma a la hora indicada, no deja de tomar la medicación cuando se encuentra
mal o si alguna vez le sienta mal), se considera adherente. Otro ejemplo sería
el test�de�cumplimiento�autocomunicado�de�Haynes-Sackett (Rodríguez et
al., 2008), en el cual se evalúa primero, a través de una pregunta dicotómica,
si la persona sigue las prescripciones del tratamiento y, en caso de que se de-
tecten problemas, se pregunta por la frecuencia, manera de uso y experiencia
a través de dos preguntas abiertas.

Existen otros sistemas de evaluación directa como los análisis de sangre, con
los cuales, en coordinación con otros profesionales de la salud, se tiene acceso
a información relativa a los parámetros bioquímicos. Se entiende que, si la
persona sigue las recomendaciones de manera adecuada, se observarán cam-
bios en las diferentes analíticas. Se ha demostrado, sin embargo, que los trata-
mientos no generan el mismo efecto en todas las personas, motivo por el cual
la variabilidad que se puede detectar con este sistema no siempre se debe a la
conducta de la persona. Por este motivo, y con el fin de obtener información
rigurosa para la toma de decisiones, se suele recomendar una combinación de
los dos sistemas (Acosta, Hernández y Pereira, 2009).

En cuanto al segundo foco, relativo a los factores que podrían modular la ad-
herencia del tratamiento, habría que priorizar aquellos que pudieron ser rele-
vantes en cada caso. Por ejemplo, con un paciente con VIH en el que se de-
tectan elevados niveles de ansiedad y rumiaciones obsesivas y con otro con
dolor crónico que muestra sintomatología cercana a la depresión, habrá que
profundizar de manera diferencial en la evaluación de estas áreas con los ins-
trumentos que hemos comentado en el módulo “La evaluación en psicología
clínica”. Además, con las preguntas planteadas en la entrevista clínica, se po-
drá valorar con más detalle la existencia de otros factores, como por ejemplo
© FUOC • PID_00256395 17 La evaluación en psicología de la salud

las creencias sobre la enfermedad, las actitudes hacia el tratamiento o la baja


autoeficacia que, en línea con los modelos sociocognitivos (Brannon y Feist,
2001), han mostrado relación con la adherencia terapéutica.

En cualquier caso, existen algunos instrumentos que permiten llevar a cabo


una evaluación sencilla y general sobre aquellas variables que podrían modu-
larla. Destacamos la escala�informativa�de�cumplimiento�de�la�medicación
(Thompson, Kulkarni y Sergejew, 2000) que, a través de 30 preguntas, explora
las creencias, las valoraciones y los comportamientos relacionados con el se-
guimiento de las recomendaciones médicas. La escala ofrece una puntuación
global con un punto de corte de 25. De esta forma, puntuaciones iguales o
superiores a 25 mostrarían una buena adherencia, mientras que puntuaciones
de 24 o menos supondrían una baja adherencia.

1.2.4. Patrones de afrontamiento

Ante la experiencia de enfermedad, en la mayoría de los casos, las personas


ponen a funcionar todos aquellos recursos de los que disponen con el fin de
recuperar el equilibrio y adaptarse a la nueva situación. Estas respuestas de
afrontamiento, es decir, los esfuerzos que las personas llevan a cabo en un
ámbito cognitivo, emocional y conductual para gestionar la enfermedad, son
importantes en la medida en que pueden dificultar o facilitar el proceso de en-
fermedad que experimentan e, incluso, la evolución del mismo. Si bien exis-
ten muchas tipologías de estrategias de afrontamiento, sería necesario, en lí-
nea con Quiles y Terol (2008), valorar al menos qué tipo de mecanismos de
respuesta conductual, cognitiva y emocional pone en marcha la persona, si su
foco atencional está en el ámbito emocional o en el problema y si el carácter
de su afrontamiento es pasivo, activo o evitativo. Asimismo, habría que exa-
minar hasta qué punto la persona percibe el control sobre la situación o si, por
el contrario, no concibe ninguna relación entre el resultado final y las posibles
acciones que pueda llevar a cabo (Martín, Quiles y Bernabé, 2012).

Con el fin de valorar qué tipo de afrontamiento está llevando a cabo


la persona y, por extensión, de encontrar un posible factor que module
el ajuste psicológico en la experiencia de enfermedad, sería necesario
evaluar el uso que la persona hace de los recursos psicológicos y sociales
de los que dispone (Terol, Pastor y López-Roig, 2012).

El cuestionario�breve�de�estrategias�de�afrontamiento (Carver, 1997) es uno


de los instrumentos más utilizados para valorar las estrategias de afrontamien-
to en situaciones de enfermedad. A través de 28 preguntas con formato Likert
de 0 (“no lo hago nunca”) a 3 (“lo hago siempre”), explora patrones de res-
puesta que las personas llevan a cabo ante la experiencia de enfermedad. En
concreto, valora patrones de respuesta activa (búsqueda de apoyo emocional,
búsqueda de apoyo instrumental, afrontamiento activo, la planificación, ali-
© FUOC • PID_00256395 18 La evaluación en psicología de la salud

vio, reinterpretación positiva, humor, aceptación, religión y autoculpabiliza-


ción) y evitativa (negación, consumo de sustancias, autodistracción y desco-
nexión conductual). La puntuación se calcula obteniendo la media para cada
escala, mostrando un valor más elevado un mayor uso de las estrategias de
afrontamiento que evalúa la escala. El instrumento ha demostrado tener bue-
nas propiedades psicométricas (Valls y Rueda, 2013).

Otra de las herramientas para evaluar el afrontamiento de la enfermedad, ba-


sada en la propuesta de Lazarus y Folkman (1986), es el cuestionario�de�estra-
tegias�de�afrontamiento, validado por Rodríguez-Marín, Terol, López-Roig y
Pastor (1992). A través de 36 ítems con formato Likert entre 1 (nunca) y 5 (casi
siempre), explora diferentes conductas de afrontamiento ante un fenómeno
estresante como podría ser la enfermedad: pensamientos positivos, responsa-
bilización a otros del problema, pensamientos desiderativos, búsqueda de so-
luciones, búsqueda de apoyo social, represión emocional, contabilización de
ventajas, religiosidad, autoculpación, resignación y escape. Una mayor pun-
tuación en cada una de las conductas significa un mayor uso de la misma. De
esta forma, permite tener una radiografía de las estrategias de afrontamiento
más comúnmente usadas por las personas.

1.2.5. Estado emocional

La repercusión emocional de los procesos de enfermedad es un aspecto fun-


damental en la evaluación e intervención de la psicología de la salud, dada
la relevancia que tiene para la experiencia subjetiva del bienestar y de la ca-
lidad de vida de la persona (Neipp, Lledó y Pons, 2012). Al mismo tiempo,
esta dimensión emocional ha mostrado tener relación con aspectos tan rele-
vantes para el proceso de enfermedad como la adherencia a los tratamientos,
el cuidado de la salud o el propio ajuste. En este sentido, parece necesario ha-
cer un esfuerzo en la identificación, análisis y comprensión de la dimensión
emocional que aporte información para valorar si existe un posible criterio
diagnóstico que apunte a posibles trastornos como la depresión, el trastorno
adaptativo o algún proceso de ansiedad, tal y como ha sido demostrado en
algunas poblaciones con cáncer, dolor crónico o VIH (Hao, Li, Yang, Yang y
Petridis, 2016; Pousa, Miguélez, Hernández, González y Gaviria, 2015; Teva,
Bermúdez, Quero y Buela-Casal, 2005).

En cualquier caso, basado o no el diagnóstico en alguna clasificación, habría


que valorar si existe algún malestar emocional sobre el cual se pueda interve-
nir. Tal y como se ha comentado, habrá que tener en cuenta la fase en la cual
se encuentra la persona y las expresiones no verbales que se observan. Estas
no siempre tienen que cumplir patrones estándares, como podría ocurrir en la
expresión de la tristeza, a veces manifestada con el llanto y a veces con tonos
airados y voz elevada, manifestaciones que se podrían confundir con las del
enfado. Además, habría que valorar hasta qué punto la persona se encuentra
en una fase de choque o negación, como ocurre cuando alguien recibe un
nuevo diagnóstico o entra en una fase de enfermedad que comporta más de-
© FUOC • PID_00256395 19 La evaluación en psicología de la salud

terioro y sufre un bloqueo que dificulta percibir la sintomatología emocional


(Soriano, 2002). También dentro de esta valoración, habrá que tener presente
el concepto de ajuste emocional que, según la situación, comportará emocio-
nes adaptativas de tristeza, enfado o frustración.

Entre los instrumentos más conocidos para valorar el estado emocional, en-
contramos la escala�para�la�evaluación�de�la�depresión�de�Hamilton/HA-
DS (Zigmond y Snaith, 1983). Este instrumento, ampliamente empleado en
el contexto hospitalario, está descrito en el módulo “La evaluación en psico-
logía clínica”, concretamente, en el apartado que trata sobre las herramien-
tas de evaluación para la depresión. Otra de las herramientas para evaluar la
depresión, también descrita en el módulo mencionado, es el inventario�de
depresión�de�Beck-II de Beck, Steer y Brown, adaptado por Sanz, Perdigón y
Vázquez (2011).

Otro de los instrumentos empleados, este con el fin de estimar las posibles
respuestas de ira, es el inventario�de�expresión�de�ira�estado-rasgo�STAXI-2
que, en su versión española, ha mostrado buenas propiedades psicométricas
(Miguel-Tobal, Casado, Cano-Vindel y Spielberger, 2001). En concreto, a través
de los 49 ítems que lo conforman, incluye tres escalas: ira estado, ira rasgo y
expresión y control de la ira. Las opciones de respuesta se presentan en una
escala Likert entre casi nunca y casi siempre, que permite obtener un índice
de cada escala, así como un índice general del test.

Además de los anteriores, existen algunos instrumentos que evalúan la ex-


periencia emocional en general, como sería el Positive�and�Negative�Affect
Schedule (PANAS; Watson, Clark y Tellehen, 1988). Este instrumento tiene
en cuenta 20 ítems y la persona evaluada debe indicar en qué medida expe-
rimenta cada una de las emociones que se le proponen. Como resultado, el
instrumento ofrece una puntuación en afectividad positiva y otra en afectivi-
dad negativa.

1.2.6. Estilos de vida

En la actualidad, parece demostrada la importancia que tienen los hábitos y


las conductas diarias en el estado de salud de las personas y en su bienestar
(Salmerón, Giménez y Nieto, 2016). De manera global, parecen existir algunos
riesgos comunes en la aparición de diferentes enfermedades o en el empeora-
miento de los procesos de enfermedad ya establecidos, como son el consumo
de alcohol y tabaco, el sedentarismo o una alimentación inadecuada (García
del Castillo, López-Sánchez, Segura y García del Castillo-López, 2012). Al mis-
mo tiempo, estos hábitos también han mostrado su importancia en el mante-
nimiento del ajuste psicológico y el bienestar emocional, componentes que,
en muchas ocasiones, se ven perjudicados como consecuencia de la aparición
de una enfermedad.
© FUOC • PID_00256395 20 La evaluación en psicología de la salud

En el análisis de los estilos de vida, más allá de las conductas que evi-
dencian la propia ejecución de un hábito, habría que explorar todas
aquellas variables que han mostrado su relación con la realización de
las propias conductas de salud según diferentes modelos teóricos (Sal-
merón et al., 2016).

En el ámbito de la evaluación, sería interesante tener en cuenta al menos dos


propuestas: el modelo�de�creencias�de�salud formulado por Rosenstock y Bec-
ker (1974) (Moreno y Gil, 2003) y el modelo�transteórico�del�cambio (Pro-
chaska y DiClemente, 1983). Con el primero se puede visibilizar la importancia
de evaluar las creencias y expectativas sobre la conducta en sí misma y sobre la
propia enfermedad. De esta forma, se propone la valoración de los beneficios e
inconvenientes que comportaría llevar a cabo la conducta saludable, así como
la percepción de riesgo y gravedad que supondría la enfermedad. El segundo
muestra que la adquisición y el mantenimiento de los estilos de vida suponen
un proceso y que resulta necesario conocer en qué fase está la persona para
poder trabajar en ella, con una variabilidad que va de personas que ni siquiera
perciben la existencia de un riesgo a las que, siendo conscientes del mismo, no
son constantes en el cambio de hábitos. De esta forma, en línea con Gutiérrez
y Villafaña (2003), sería necesario abordar tanto la topografía de los estilos
de vida como las creencias y actitudes que la persona tiene hacia los mismos,
incluyendo la motivación para el cambio y los facilitadores y obstáculos que,
en un ámbito interno y externo, podrían modular el proceso.

Entre los instrumentos de evaluación, uno de los más empleados es el Health


Promoting�Lifestyle�Profile�II (Walker y Hill-Polerecky, 1996), adaptado al es-
pañol por Hulme et al. (2003). El instrumento evalúa seis áreas de los estilos
de vida a través de 52 preguntas con escala Likert, en las cuales las personas
contestan con qué frecuencia llevan a cabo determinadas conductas, entre 1
(nunca) y 4 (habitualmente). En concreto, las dimensiones que explora son:

• Nutrición.
• Ejercicio.
• Responsabilidad de salud.
• Manejo del estrés.
• Relaciones interpersonales.
• Autorrealización.

La puntuación total es de entre 52 y 208, calculando la media de respuestas


para todos los ítems y cada una de las escalas (entre 8 y 9 preguntas). A más
puntuación, mayor cuidado de salud se reporta.
© FUOC • PID_00256395 21 La evaluación en psicología de la salud

Otro de los instrumentos creados para valorar los estilos de vida en las perso-
nas es el FANTASTIC (Wilson y Cliliska, 1984), también validado para pobla-
ción castellanohablante (Ramírez-Vélez y Agredo, 2012). En concreto, el ins-
trumento tiene 25 ítems, con una escala de respuesta entre 0 y 2, mediante los
cuales se evalúan nueve categorías relacionadas con el estilo de vida:

• Actividad física.
• Nutrición.
• Consumo de tabaco.
• Consumo de alcohol.
• Consumo de otras sustancias.
• Hábitos de sueño y conducción.
• Introspección.
• Variables psicológicas.
• Valoración del ámbito familiar y laboral.

Las puntuaciones oscilan entre 0 y 50, estableciéndose puntos de corte que


distribuirían la población entre una situación de peligro (puntuación menor
de 19), una puntuación regular (entre 20-29), una media (entre 30-34 puntos),
una buena (entre 35-41 puntos) y una excelente (entre 42-50 puntos).

1.3. Claves de evaluación en psicología de la salud

Más allá de las premisas básicas de cualquier evaluación psicológica, ya expli-


cadas en los primeros módulos de la asignatura, la evaluación en psicología de
la salud presenta algunos factores añadidos que habría que valorar.

Por ejemplo, a menudo encontramos a personas que han pasado por un pro-
ceso de evaluación largo en contacto con diferentes profesionales y que se han
podido sentir invisibilizadas o culpabilizadas (Rodríguez y Zurriaga, 1997). En
este sentido, el profesional de la psicología tendría que hacer un mayor esfuer-
zo para crear un marco de relación cálido y que facilite que la persona se sienta
escuchada y con la suficiente confianza como para expresar lo que siente, sin
miedo a ser rechazada. Además, hay que motivar a la persona para que haga
un análisis personal y subjetivo de su propia experiencia de enfermedad, más
allá de los informes médicos o de las recomendaciones de su entorno. Este as-
pecto, que puede parecer obvio, se complica si consideramos en qué medida el
proceso de enfermedad puede facilitar la merma de autonomía y la introspec-
ción de las personas, dada la sobreprotección de algunos entornos, así como la
relegación a un segundo plano de la experiencia subjetiva del paciente como
sistema válido de información. Hay que recordar que, en el proceso de evalua-
ción biomédico, el objetivo principal de atención pasa por aquellos cambios
bioquímicos o estructurales que pudieran dar respuesta a la dolencia orgáni-
ca, y no tanto por la percepción de dolor o malestar de la propia persona. De
© FUOC • PID_00256395 22 La evaluación en psicología de la salud

hecho, los parámetros bioquímicos desautorizan, en más de una ocasión, la


queja de la propia persona, como si no se tratase, en ningún caso, de una do-
lencia real (Orellana, 2007).

Otro elemento que habría que tener en cuenta sería el de la deseabilidad y la


norma social. La experiencia de enfermedad se socializa en un entorno que
marca la diferencia entre lo considerado “normal” y lo patológico y, más aún,
legitima el derecho de las personas a sentir o no malestar (Calvo, 1992). Este
fenómeno, en algunos casos, puede favorecer que las personas nieguen las
propias repercusiones que puedan sentir, por no percibir su derecho o por
necesitar asimilarse a su grupo. Y aún más en aquellas dolencias que podrían
vincularse al estigma y el rechazo social, como sería la infección por VIH-sida
(Rivera-Díaz, Varas-Díaz, Reyes-Estrada, Suro y Coriano, 2012).

Al mismo tiempo, dentro del contexto de intervención en psicología de la sa-


lud, habría que tener en cuenta las características de las enfermedades y de los
tratamientos que, en algunos casos, causarán deterioro cognitivo o sintoma-
tología propia de algún cuadro clínico (Salamero, Peri y Gutiérrez, 2003), co-
mo ocurre, por ejemplo, con aquellos fármacos que pueden producir somno-
lencia, cansancio o falta del apetito y que se podrían confundir con la sinto-
matología propia de un cuadro depresivo. En este sentido, habría que prestar
especial atención al nivel de complejidad de las escalas que queremos admi-
nistrar para ver si realmente la persona está en condiciones de cumplimentar-
las. Lógicamente, estos efectos secundarios también tendrían que considerarse
para adecuar los tiempos y los espacios, dado que la pérdida de autonomía o la
propia fatiga dificultan la atención sostenida. Esta fatiga podría incrementarse
en procesos de deterioro crónico o en fases finales en las cuales habría que
matizar la relevancia de habilidades como la escucha activa y la empatía, pres-
tando especial atención a la latencia de respuesta o al manejo de los silencios
(Arranz y Cancio, 2003). Así pues, en las fases finales se vuelve más evidente
la importancia de tener en cuenta el ritmo de la propia persona a la hora de
valorar tanto la sintomatología como las variables concomitantes.

El proceso de evaluación en psicología de la salud pasa por considerar las prio-


ridades de las personas con las que trabajamos y, en este sentido, por el esfuer-
zo del profesional de verificar si realmente la persona siente que sus pregun-
tas son pertinentes e importantes para mejorar la situación. En este marco,
será necesario optimizar el criterio de utilidad que justifique cada uno de los
instrumentos administrados, sin saturar a las personas por errores en la pla-
nificación o por una mala selección de herramientas de evaluación. De igual
manera, será imprescindible hacer un esfuerzo para optimizar la atención y la
comprensión de la persona, así como para crear un clima de confianza apro-
piado que permita normalizar la experiencia de enfermedad.
© FUOC • PID_00256395 23 La evaluación en psicología de la salud

2. Evaluación psicológica en oncología

2.1. Introducción

El término cáncer engloba un amplio grupo de enfermedades que pueden afec-


tar a cualquier parte del organismo. En líneas generales, esta enfermedad se
produce por el crecimiento anormal y desordenado de las células del cuerpo,
las cuales reciben mensajes erróneos al verse alterada la clave cromosómica
genética. De esta manera, la célula cancerosa pierde el control de su propio
desarrollo, dividiéndose en más células a mayor velocidad que el resto de los
tejidos, y sin cumplir las funciones para las que ha sido creada. En este sentido,
una característica del cáncer sería la multiplicación rápida de células anorma-
les que se extienden más allá de sus límites habituales, y pueden invadir partes
adyacentes del cuerpo o propagarse a otros órganos, proceso conocido como
metástasis (OMS, 2008).

Una posible clasificación, en un intento de ser sintéticos, podría ser aquella


que agrupa distintos tipos de cáncer en función del tejido que les dio origen
(CIE-O, 2003). En este sentido, haremos referencia a:

• Carcinomas. Se trata de cánceres que se originan a partir de células epite- Enlace recomendado
liales, que son las células que tapizan la superficie de órganos, glándulas
Os recomendamos visitar
o estructuras corporales. Representan más del 80 % de la totalidad de los la web de la SEOM, en la
cánceres, incluyendo las variedades más comunes de cáncer de pulmón, que encontraréis informa-
ción más detallada: https://
mama, colon, próstata, páncreas y estómago, entre otros. www.seom.org/es/infor-
macion-sobre-el-cancer/
que-es-el-cancer-y-como-se-
• Sarcomas. Son cánceres que se forman a partir del llamado tejido conec- desarrolla#MySRraiKGJzwbYlT
.99.
tivo o conjuntivo, del que derivan los músculos, los huesos, los cartílagos
o el tejido graso. Los más frecuentes son los sarcomas óseos.

• Leucemias. Son cánceres que se originan en la médula ósea, que es el te-


jido encargado de mantener la producción de glóbulos rojos y blancos y
de plaquetas. Las alteraciones en estas células pueden producir, respecti-
vamente, anemia, infecciones y alteraciones de la coagulación (sangrados
o trombosis).

• Linfomas. Se desarrollan a partir del tejido linfático, como el existente en


ganglios y órganos linfáticos.

A pesar de los grandes avances científicos, el cáncer sigue siendo motivo de


preocupación. Los últimos datos proporcionados por el Instituto Nacional
de Estadística (INE, 2016) mantienen los tumores como la segunda causa de
muerte en España, situados por detrás de las enfermedades del sistema circu-
© FUOC • PID_00256395 24 La evaluación en psicología de la salud

latorio. Concretamente, en el año 2016 fallecieron 112.939 pacientes, un 27,5


% del total. Sin embargo, los fallecimientos debidos a las enfermedades del
sistema circulatorio descendieron un 3,6 %, mientras que los producidos por
tumores aumentaron un 1,4 %. Atendiendo a las diferentes localizaciones tu-
morales, el cáncer de pulmón es el más común, tanto en número de casos co-
mo en fallecimientos. El segundo lugar lo ocupa el cáncer de mama, aunque
ocuparía el cuarto lugar si hacemos referencia a la causa de muerte. Todo ello,
junto con la estimación del aumento de nuevos casos en un 70 % en las pró-
ximas décadas –alcanzando los 24 millones de casos aproximadamente en el
año 2035 (SEOM, 2018)–, refleja la magnitud de este problema de salud, que
tendrá costes no solo en un ámbito físico, sino también psicológico.

Un dato más que hay que tener en consideración, y que influye en el impacto
que tienen los nuevos diagnósticos, es el estadio en el que se encuentra la
enfermedad cuando es detectada, así como el significado que tiene este tipo
de cáncer concreto para la persona, siendo necesario adaptar la evaluación a
estas características.

Afrontar una enfermedad como el cáncer exige necesariamente un pro-


ceso de adaptación, a lo largo del cual pueden aparecer síntomas psi-
cológicos que irán variando en función de la etapa de la enfermedad.
Entre los síntomas más frecuentes encontraríamos miedo, incredulidad,
incertidumbre, ansiedad, depresión, disminución o ausencia de percep-
ción de control, amenaza del autoconcepto de feminidad (en el caso de
cáncer de mama), etc. No obstante, esta sintomatología psicológica no
implica necesariamente psicopatología, sino que pueden ser síntomas
totalmente lógicos y adaptativos, dadas las peculiaridades de la enfer-
medad.

El diagnóstico del cáncer y su tratamiento tendrán, sin duda alguna, repercu-


siones importantes que será necesario atender si pretendemos mejorar la cali-
dad de vida de los pacientes.

2.2. Caso clínico

Claudia es una paciente de 52 años, está casada y tiene dos hijas (de 20 y
17 años). Trabaja como auxiliar administrativa en los juzgados de la misma
ciudad donde reside. La paciente se considera una persona activa. Colabora en
una asociación como voluntaria ayudando a personas en riesgo de exclusión
social, a la que asiste con otra amiga. No obstante, al preguntarle por posibles
actividades físicas que lleva a cabo, refiere no practicar deporte alguno, ya que
ve el exceso de peso que presenta como una barrera importante para hacerlo.
Asimismo, y continuando con la exploración de hábitos saludables, la paciente
refiere ser fumadora desde los 20 años aproximadamente. Presenta una red de
© FUOC • PID_00256395 25 La evaluación en psicología de la salud

apoyo familiar y social importante, si bien perdió hace doce años a su madre
(dos años después de que se le hubiese diagnosticado un cáncer de mama), a
quien consideraba un pilar importante en su vida.

Actualmente, está de baja laboral por el reciente diagnóstico de cáncer de ma-


ma.

Tras el diagnóstico, el oncólogo le ha recomendado que acuda al servicio de


asistencia psicológica, dada la agresividad de la lesión que presenta, siendo
necesaria una cirugía radical y tratamiento adyuvante de quimioterapia y ra-
dioterapia. De entrada, la paciente se ha mostrado reacia a asistir al psicólogo,
argumentando que a ella no le hace falta.

Unas semanas más tarde, después de haber sido intervenida quirúrgicamente


(sin reconstrucción mamaria) y estando en tratamiento activo de quimiotera-
pia, la paciente empieza a experimentar un gran malestar emocional, sobre
todo en forma de ansiedad y nerviosismo, que interfiere de manera notable
en su bienestar, motivo por el que decide solicitar ayuda psicológica.

La paciente refiere sentirse tensa, nerviosa e irritable prácticamente todo el día.


Describe una fuerte sensación de miedo en torno al curso de la enfermedad,
pero también miedo al rechazo sexual por parte de su pareja. Se siente mucho
menos mujer y presenta pensamientos recurrentes de inutilidad y poca valía.
Claudia, desde la intervención quirúrgica, no ha podido mirarse en el espejo
desnuda ni tampoco ha dejado que nadie más la vea. Asimismo, refiere no
tener ganas de salir con nadie, ni tan siquiera con su mejor amiga. El malestar
que experimenta se traduce también en episodios de llanto incontrolado, in-
somnio y dificultades de comunicación con su pareja e hijas, así como fuertes
dolores de cabeza.

Claudia dice sentirse desbordada por la situación y necesita poder recuperar


“el control” y las “ganas de vivir”.

2.3. Factores relacionados con la vivencia del cáncer

En la alarmante cifra de incidencia de nuevos casos de cáncer está influyendo,


sin duda, la mayor esperanza de vida y los programas de detección precoz
que llevan a más diagnósticos. Esta detección precoz favorece el diagnóstico
en estadios tempranos de la enfermedad, lo que, junto con las mejoras en
los tratamientos actuales, ha contribuido a una mayor supervivencia de los
pacientes, que se sitúa en un 53 % de los casos a los cinco años (SEOM, 2018).
Además, se sabe que muchos de los diagnósticos (entre un 30 y un 40 %) se
podrían evitar con hábitos de vida saludables (Ferlay et al., 2010; Jemal et al.,
2011; SEOM, 2018), como el abandono del tabaco y el alcohol y la prevención
de la obesidad.
© FUOC • PID_00256395 26 La evaluación en psicología de la salud

En este punto, como profesionales de la salud podríamos preguntarnos: ¿qué


factores pueden favorecer la aparición del cáncer y, en particular, el cáncer de
la paciente que presentamos? ¿Podríamos considerar algunos factores como
protectores? A continuación, nos centraremos en aquellos factores que se han
visto más relacionados con el cáncer, explicando cada uno de ellos por sepa-
rado, aunque el resultado final sería el producto de la interacción entre ellos.

Es importante recordar que los factores de riesgo no causan necesaria-


mente una enfermedad, sino que se relacionan con la probabilidad de
que una persona la desarrolle.

Teniendo en cuenta la naturaleza de la asignatura, los factores relativos a esti-


los de vida y conducta serán centrales, no solo por el gran papel que pueden
tener en la etiología y desarrollo del cáncer, sino también en su pronóstico y en
el curso de los diferentes tratamientos. Además de estos factores, los genéticos
y biológicos son considerados de especial relevancia en el cáncer de mama.

2.3.1. Tabaco

La relación tabaco-cáncer ha sido ampliamente investigada. Se ha constatado


que el consumo de tabaco está estrechamente relacionado sobre todo con un
tipo de cáncer, el de pulmón; de hecho, se considera que es la causa más im-
portante de cáncer de pulmón (un 80-90 % en hombres y entre el 55 y el 80 %
en mujeres). Pero además, cada vez más estudios lo relacionan con otros tipos
de cáncer, entre ellos, el cáncer de mama (García-Segovia, Sánchez-Villegas,
Doreste y Serra-Majem, 2004; Gaudet et al., 2013) que presenta la paciente del
caso clínico. En este sentido, las personas que fuman y aquellas que conviven
con fumadores presentan riesgo elevado de padecer cáncer. Además, este ries-
go está relacionado con la dosis diaria, la edad a la que se empezó a fumar, el
número de años que la persona ha fumado y su exposición al humo del tabaco
en el ambiente (García-Segovia et al., 2004), información que sería necesario
acabar de confirmar con Claudia, la protagonista de nuestro caso clínico.

2.3.2. Alcohol

Distintas investigaciones han mostrado la relación entre el consumo de al-


cohol y el aumento en el riesgo de padecer cáncer. Inicialmente, los estudios
se centraban sobre todo en aquellos tipos de cáncer más vinculados con la
cavidad bucal y el aparato digestivo. No obstante, al igual que ha ocurrido
con el tabaco, cada vez hay mayor evidencia de la influencia del alcohol en la
aparición de otros tipos de cáncer y, de manera particular, numerosas investi-
gaciones han relacionado el consumo de bebidas alcohólicas con el cáncer de
mama (Castro, 2015; García-Segovia et al., 2004; Schütze et al., 2011).
© FUOC • PID_00256395 27 La evaluación en psicología de la salud

En nuestro caso clínico no tenemos datos sobre la ingesta de alcohol, y sería


necesario indagar al respecto. Hay que tener en cuenta que muchas veces los
pacientes no informan, dada la aceptación que en un ámbito social se le con-
fiere al hecho de tomar alguna copa.

2.3.3. Dieta

Otro aspecto vinculado al incremento del riesgo de padecer cáncer es la exis-


tencia de malos hábitos alimentarios. Una alimentación rica en grasas y pro-
teínas y escasa en fibra puede determinar, en cierta medida, la aparición de
determinados tipos de cáncer como, por ejemplo, el de colon, aparato diges-
tivo superior, pulmón y mama. En esta línea van los resultados de un estudio
llevado a cabo con casi cuarenta mil mujeres, que muestran la relación entre
una mala alimentación en la adolescencia y en la adultez temprana, sobre to-
do en cuanto a consumo de grasas se refiere, y un riesgo elevado de padecer
cáncer de mama (Linos, Willett, Cho y Frazier, 2010). Asimismo, al hablar de
dieta inadecuada, es necesario tener también en consideración el abuso en la
ingesta de sustancias químicas añadidas a los alimentos, como es el caso de
los conservantes.

De igual manera que se ha confirmado que ciertas prácticas alimentarias pue-


den estar relacionadas con la aparición del cáncer, cada vez hay más estudios
que intentan mostrar cómo determinados hábitos alimentarios saludables po-
drían considerarse factores protectores. Ningún alimento o dieta puede preve-
nir la aparición del cáncer, pero algunos alimentos pueden hacer que el cuerpo
esté lo más sano posible, fortalecer el sistema inmunitario y ayudar a mante-
ner el riesgo de tener cáncer lo más bajo posible. Es el caso de las frutas y las
verduras (Key, Allen, Spencer y Travis, 2002; Riboli y Norat, 2003).

2.3.4. Sobrepeso

El sobrepeso o la obesidad pueden considerarse como uno de los factores con


mayor evidencia de que aumenta el riesgo de cáncer (Pérez-Rodrigo, 2002).
Esta asociación se ha comprobado de manera particular con el cáncer de esófa-
go, colon, recto, mama en la mujer posmenopáusica, endometrio y riñón. Los
estudios muestran que el riesgo aumenta de manera lineal con la adiposidad.

Teniendo en cuenta que la obesidad es el resultado del desequilibrio entre una


ingesta energética excesiva y un bajo nivel de actividad física, estos dos factores
serán los principales elementos que hay que tener en cuenta en las estrategias
encaminadas a su prevención (International Agency for Research on Cancer,
2002; Thune y Furberg, 2001).
© FUOC • PID_00256395 28 La evaluación en psicología de la salud

2.3.5. Actividad física

En líneas generales, diferentes estudios han mostrado relación entre ausencia


de actividad física o sedentarismo y cáncer, como por ejemplo en los casos del
cáncer de colon o de mama (Biswas et al., 2015; Schmid y Leitzmann, 2014). En
el caso de Claudia, observamos que confluyen tanto la ausencia de actividad
física como el sobrepeso que hemos comentado en el apartado anterior.

Cuando se estudia la relación entre actividad física y cáncer, numerosos estu-


dios muestran el ejercicio físico como factor protector y, de manera particular,
en el caso del cáncer de mama (American Institute for Cancer Research, 2007;
Colditz et al., 2006; Dumitrescu y Cotarla, 2005). En este sentido, se sabe que
durante la adolescencia la actividad física contribuye a reducir el riesgo de este
tipo de cáncer retrasando la menarquía y modificando el nivel de hormonas
biodisponibles. Por otro lado, en mujeres adultas, la actividad física actuaría
disminuyendo el número de ciclos ovulatorios y los niveles de estrógenos y
previniendo la obesidad.

2.3.6. Factores genéticos y biológicos

De todos los factores de riesgo evaluados en los distintos estudios epidemioló-


gicos, la historia familiar de cáncer de mama es, sin lugar a dudas, uno de los
factores de riesgo más importantes. Resulta fundamental conocer el número
de familiares afectados, el nivel de consanguinidad, la bilateralidad o no de la
enfermedad, el estado hormonal y la edad de diagnóstico, ya que cuanto más
joven sea, más probabilidad hay de encontrar un componente genético. De
ahí la importancia de hacer una historia familiar correcta. El máximo riesgo
se presenta en mujeres con un familiar de primer grado afectado de cáncer de
mama, sobre todo si es premenopáusica y con enfermedad bilateral, caso en el
que el riesgo relativo es hasta nueve veces mayor (Gómez y Rodríguez, 2004).

Sin embargo, ocho de cada nueve mujeres diagnosticadas de cáncer de mama


no tienen antecedentes familiares, y los factores hereditarios son decisivos en
tan solo un 5-10 % del total de casos diagnosticados, pero alcanzando un 30 %
en aquellas mujeres diagnosticadas antes de los 30 años (Collaborative Group
on Hormonal Factors in Breast Cancer, 2001; McPherson, Steel y Dixon, 2000;
Newman et al., 1998).

En el caso de Claudia, podrían estar influyendo factores hereditarios sobre los


que sería necesario profundizar.

Otro grupo de factores dentro de los biológicos, y que serían especialmente


relevantes en el cáncer de mama, son los factores hormonales y reproductivos.
En este sentido, la relación entre los estrógenos y el cáncer de mama parece
evidente. Los estudios epidemiológicos sugieren que, a mayor tiempo de ex-
posición a los estrógenos, mayor riesgo de cáncer de mama (Bolton y That-
cher, 2008; Santen et al., 2009; Yager, 2000; Yue et al., 2003), lo cual estaría
© FUOC • PID_00256395 29 La evaluación en psicología de la salud

relacionado con edad de menarquía y menopausia, embarazo, lactancia, uso


de anticonceptivos hormonales, así como uso de terapia hormonal sustitutiva.
Sería interesante disponer de esta información para el caso de Claudia.

Es importante tener en cuenta que, del mismo modo que no hay un


único factor que directamente cause la enfermedad, el hecho de intentar
tener todos los factores de riesgo bajo control tampoco sería garantía
absoluta de no llegar a padecer cáncer.

2.4. Evaluación

Las premisas generales sobre el proceso de evaluación, mostradas al inicio del


módulo, servirían también para la evaluación de los pacientes oncológicos, si
bien no serían suficientes. En la evaluación del paciente oncológico, pueden
intervenir muchas otras variables que dificulten o hagan más complejo el pro-
ceso, dadas las particularidades de estos pacientes. Por ejemplo, ciertos tipos
de cáncer o la delicada situación del paciente en un momento dado podrían
dificultar la comunicación, por lo que habría que recurrir a instrumentos bre-
ves y sencillos que permitan obtener la máxima información con poco esfuer-
zo por parte de los pacientes.

En este sentido, además de los datos que se consideran relevantes para la his-
toria psicológica de todo paciente, como los datos sociodemográficos, los an-
tecedentes psicopatológicos, etc., en el caso de los pacientes oncológicos sería
especialmente relevante recoger información sobre las áreas que mostraremos
a continuación.

2.4.1. Variables médicas

En este apartado, incluiríamos información sobre la fase diagnóstica, la fase


del tratamiento (inicio de tratamiento, final de tratamiento, seguimiento, tra-
tamiento activo, recaída, fase terminal), tipo de tratamiento médico (quimio-
terapia, radioterapia, cirugía conservadora, cirugía radical, hormonoterapia,
sin tratamiento, etc.), así como sobre otras condiciones médicas que pudieran
ser importantes.

En el caso de Claudia, sabemos que la lesión es bastante agresiva, pero no se


ha facilitado información sobre el estadio de la enfermedad. Sabemos que,
en estos momentos, está en tratamiento activo de quimioterapia tras cirugía
radical.
© FUOC • PID_00256395 30 La evaluación en psicología de la salud

2.4.2. Información médica de la que dispone la persona

A la hora de intervenir con pacientes oncológicos, un dato relevante es saber


el nivel de información, comprensión y satisfacción que poseen sobre el diag-
nóstico, los tratamientos y el pronóstico.

En este contexto, es muy importante valorar la presencia de la denominada


“conspiración del silencio”, entendida como el acuerdo implícito o explícito
por parte de familiares, amistades y/o profesionales de alterar la información
que se da al paciente, con el objetivo de ocultarle el diagnóstico, el pronóstico
y/o la gravedad de la situación (Barbero, 2006).

Este bloque de información nos permitirá conocer en qué medida la informa-


ción médica que tiene el paciente se ajusta a la realidad, y valorar si es necesa-
rio adaptar en algún sentido la información que posee. Si bien los psicólogos
no somos los profesionales responsables de proporcionar la información mé-
dica, sí podemos estar atentos a los déficits o desviaciones que puedan apare-
cer en este sentido y trasladarlos al médico responsable del paciente, para que
pueda atenderlos.

La información se adaptará siempre a las necesidades del paciente. Des-


de el respeto total, se le facilitará aquella información que esté en dispo-
sición de comprender y asimilar (concepto de verdad soportable). Ade-
más, es importante tener en cuenta en qué fase del proceso adaptativo se
encuentra el paciente, entendiendo y respetando, por ejemplo, posibles
reacciones de negación en los momentos posteriores al diagnóstico.

2.4.3. Afectación emocional: ansiedad y depresión

Además de los datos que acabamos de comentar, y con la finalidad de ajustar


la intervención psicológica a las necesidades de la paciente, se llevará a cabo
una evaluación adecuada sobre la afectación emocional que presenta.

Entre los instrumentos más utilizados para evaluar la ansiedad y la depresión,


destaca la escala�hospitalaria�de�ansiedad�y�depresión (HADS) de Zigmond y
Snaith (1983) por su fácil aplicación, así como el inventario�de�depresión�de
Beck-II (BDI-II; Beck, Steer y Brown, adaptado por Sanz, Perdigón y Vázquez,
2011), ambos ya descritos en el apartado dedicado a la evaluación de aspectos
emocionales, en la primera parte del módulo.
© FUOC • PID_00256395 31 La evaluación en psicología de la salud

Además de estos dos instrumentos, también puede utilizarse la escala�de�des-


esperanza�de�Beck (Beck et al., 1974; versión española de Aguilar et al., 1995),
que evalúa actitudes sobre el futuro y pesimismo sobre el presente. Esta escala
es de fácil aplicación, y resulta muy indicada para evaluar el estado emocional
en enfermos de cáncer.

2.4.4. Estrategias de afrontamiento ante el cáncer

La escala�de�ajuste�mental�al�cáncer (Mini-MAC) de Watson et al. (1994) se ha


utilizado para medir el afrontamiento cognitivo de los pacientes que padecen
cáncer. Se trata de una versión reducida, que es la que con mayor frecuencia se
utiliza para valorar afrontamiento en este contexto. Esta escala está diseñada
para proporcionar una medida rápida de los estilos de afrontamiento:

• Desesperanza-indefensión: sentimientos de renuncia, actitud pesimista


y pensamientos centrados en el diagnóstico.
• Preocupación�ansiosa: caracterizada por un temor constante ante el cán-
cer y sentimientos de devastación, ansiedad, miedo y aprensión.
• Espíritu�de�lucha: se caracteriza por la determinación de luchar ante la
enfermedad y la adopción de una actitud optimista.
• Evitación� cognitiva: el paciente se distrae y niega o evita pensar en la
enfermedad.
• Fatalismo: el paciente se pone en manos de Dios o del destino, mientras
vive día a día.

Este cuestionario permite determinar de manera rápida posibles respuestas


desadaptativas ante el diagnóstico de cáncer. En el caso de Claudia, algunos
de los síntomas que presenta nos acercarían al estilo de preocupación ansiosa.
No obstante, sería importante indagar un poco más sobre el afrontamiento
de la enfermedad que presenta para poder, de esta manera, ofrecer el apoyo
psicológico pertinente.

El cuestionario�breve�de�estrategias�de�afrontamiento (Carver, 1997), que


ya hemos descrito en la parte inicial del módulo como uno de los instrumen-
tos más utilizados para valorar estrategias de afrontamiento en situaciones de
enfermedad, también podría utilizarse en este contexto, si bien, en general, es
menos utilizado que el Mini-MAC.

2.4.5. Eficacia percibida

Otra variable importante que hay que evaluar es la autoeficacia percibida por
parte del paciente ante el reto que supone esta enfermedad. Una de las escalas
más conocidas para ello es la escala�de�autoeficacia de Telch y Telch (1986).
Asimismo, en los pacientes con cáncer también resulta interesante evaluar la
competencia personal. Para ello, una escala útil sería la escala�de�competencia
personal creada por Wallston (1992) y adaptada por Fernández et al. (1998),
que mide el grado de competencia para resolver o superar determinadas cues-
© FUOC • PID_00256395 32 La evaluación en psicología de la salud

tiones del día a día. Todo ello estaría relacionado con el locus de control. Una
alta competencia o autoeficacia percibida o un alto juicio de control preceden
un afrontamiento adecuado o positivo, ya que uno de los aspectos que más
interfieren en la vida del paciente, una vez diagnosticado el cáncer, es la sen-
sación de incertidumbre y descontrol en sus vidas.

Valorar esta variable es especialmente relevante en el caso de Claudia, puesto


que la propia paciente verbaliza que tiene la necesidad de recuperar el control
sobre lo que está viviendo.

2.4.6. Calidad de vida

Los cuestionarios para evaluar la calidad de vida en pacientes oncológicos tie-


nen en cuenta las repercusiones de la enfermedad y del tratamiento. Reflejan
la valoración y la satisfacción de los pacientes con su nivel de funcionamiento
real en comparación con lo que perciben como posible o con cómo se encon-
trarían si estuvieran libres de enfermedad. La evaluación de la calidad de vida
es necesaria para valorar la eficacia de los tratamientos y para llevar a cabo la
toma de decisiones acerca de recomendaciones terapéuticas más idóneas para
cada paciente, y esto porque el criterio de valoración de una terapia oncológi-
ca no es solo el aumento de la longevidad, sino también el aseguramiento de
la calidad de vida (Cruzado, 2015).

Los instrumentos más utilizados para evaluar calidad de vida en este contexto
son el Functional�Assessment�of�Cancer�Therapy (FACT, Cella et al., 1993)
y el de la European�Organization�for�Research�and�Treatment�of�Cancer
(EORTC, 1988). El FACT consta de cinco áreas de evaluación:

• Estado físico general de salud.


• Ambiente familiar y social.
• Relación con el médico.
• Estado emocional.
• Capacidad de funcionamiento personal.

Sus autores añadieron después un módulo específico para diferentes localiza-


ciones, como la mama o el pulmón, con ítems relacionados con estos tipos de
cáncer y con las consecuencias concretas de su tratamiento. Así, por ejemplo,
en el caso del cáncer de mama se añaden ítems sobre la autoimagen, una va-
riable de gran relevancia en este tipo de cáncer que es necesario evaluar.

El cuestionario de la EORTC se compone de un cuestionario general para to-


dos los tipos de cáncer que es la escala�QLQ-C30 (1993), versión española de
Arraras et al. (1993), y que evalúa cinco áreas funcionales, con las subescalas
siguientes:

• Cinco subescalas funcionales:


– Funcionamiento físico.
© FUOC • PID_00256395 33 La evaluación en psicología de la salud

– Funcionamiento emocional.
– Funcionamiento social.
– Funcionamiento cognitivo
– Rol.

• Tres subescalas sintomáticas:


– Astenia.
– Dolor.
– Náuseas/vómitos.

• Una serie de ítems relacionados con los síntomas de la enfermedad y su


tratamiento:
– Disnea.
– Pérdida de apetito.
– Insomnio.
– Estreñimiento.
– Diarrea.
– Impacto económico.

• Una subescala de calidad de vida global.

Además, la EORTC también ha desarrollado módulos específicos para cada tipo


de cáncer. Por ejemplo, el módulo de cáncer de mama con el que podríamos
evaluar a Claudia tendría dos partes:

• Área de nivel de funcionamiento: escalas de imagen corporal y funciona-


miento sexual, e ítems individuales de disfrute del sexo –de especial im-
portancia en el caso de Claudia.

• Síntomas: escalas de síntomas del brazo, pecho, efectos de la quimioterapia


y hormonoterapia, y un ítem de preocupación por la pérdida del pelo.

Este instrumento nos proporcionaría información muy valiosa para el caso Enlace recomendado
de Claudia, dada la sintomatología que ella misma refiere relacionada con la
Los cuestionarios de la
imagen corporal (“no ha podido mirarse en el espejo desnuda ni tampoco ha EORTC se pueden obtener en
dejado que nadie más la vea”), y con el miedo al rechazo de su pareja. distintos idiomas en: http://
groups.eortc.be/qol/eortc-
qlq-c30.
Finalmente, en la evaluación psicológica de los pacientes oncológicos –y en
particular en el caso de Claudia–, además de identificar las reacciones emocio-
Enlace recomendado
nales, los estilos de afrontamiento, calidad de vida y locus de control, es im-
portante considerar también el estadio de la enfermedad, la fase del proceso Para más información so-
bre la evaluación de las
adaptativo, así como los recursos interpersonales o estructuras de apoyo social necesidades espirituales,
que puedan presentar (Romero, 2009), informaciones todas ellas que podría- podéis consultar: http://
www.cancer.gov/espa-
mos recoger en una hipotética entrevista que mantuviésemos con la paciente. nol/pdq/cuidados-medicos-
apoyo/espiritualidad/Health-
professional//page1/allpages.
© FUOC • PID_00256395 34 La evaluación en psicología de la salud

De igual forma, si estuviéramos tratando el caso de un paciente en un estadio


avanzado de enfermedad o de final de vida, sería relevante evaluar también
las necesidades espirituales.

2.5. Intervención

Aun siendo conscientes de que el eje central de la asignatura no es la inter-


vención psicológica, creemos conveniente mostrar de manera breve algunas
directrices sobre la misma que nos permitirán entender cuáles serían los prin-
cipales objetivos de la intervención psicooncológica, y cómo llegar a lograrlos.
En este sentido, destacaríamos como objetivos generales:

• Minimizar el malestar emocional de los pacientes, facilitando un afronta-


miento adaptativo a la enfermedad a lo largo de todo el proceso para, así,
optimizar su calidad de vida.

• Conseguir una buena adherencia al tratamiento oncológico prescrito, im-


plicando al paciente en la toma de decisiones sobre el tratamiento que hay
que seguir.

Para poder conseguir estos objetivos psicoterapéuticos, nos puede ser útil con-
siderar la terapia psicológica adyuvante (TPA) propuesta por Moorey y Greer
(1989), ya que se trata de una de las pocas terapias psicológicas para enfermos
de cáncer que tienen unas raíces sólidas en la psicología experimental, con-
cretamente en la teoría de Lazarus y Folkman sobre las estrategias de afronta-
miento y en la terapia cognitiva de Beck (Cruzado y Olivares, 2000; Romero,
Ibáñez y Monsalve, 2000).

Moorey y Greer proponen el denominado esquema de supervivencia, según el


cual la interpretación que la persona haga de su diagnóstico la llevará a reac-
cionar emocionalmente de una manera determinada; a su vez, esta reacción
emocional le activará una estrategia de afrontamiento (véase figura 1). Así,
en función de cómo perciba Claudia su enfermedad, nos encontraríamos con
distintos estilos de afrontamiento. Si lo considera un desafío, luchará para su-
perarla; la amenaza supone incertidumbre respecto a la capacidad de control
personal sobre la enfermedad y sobre las posibilidades de futuro, lo cual suele
llevar asociado preocupación ansiosa; la negación puede llevar a la evitación
activa frente a la enfermedad; y la sensación de pérdida del estado de bienestar
y/o de algo que nunca se va a recuperar, lleva al fatalismo o a la desesperan-
za. Sin duda alguna, el esquema de supervivencia deseable sería aquel en el
que se perciba la enfermedad como desafío que la llevaría a utilizar el espíritu
de lucha como estilo de afrontamiento y que le ayudaría a expresar de forma
adecuada sus emociones negativas.
© FUOC • PID_00256395 35 La evaluación en psicología de la salud

Figura 1. Esquema de supervivencia

Fuente: Romero et al. (2000).

Teniendo en cuenta que los objetivos variarán a lo largo del proceso, es acon-
sejable considerar la intervención psicoterapéutica en tres fases, tal y como
describen Romero et al. (2000). A continuación, presentamos de manera sin-
tética en qué consistiría la intervención psicológica con nuestra paciente.

• Fase�inicial (2-4 sesiones). La primera sesión suele ser la más importante, Ved también
ya que en ella se establecen las bases para el resto de la terapia. Es funda-
Revisad el apartado “Habilida-
mental establecer un buen rapport y definir el problema. A lo largo de estas des terapéuticas” del módulo
sesiones, Claudia también se familiarizará con la terapia, una vez que se “La evaluación en psicología
clínica y de la salud: aspectos
le hayan explicado la utilidad y los beneficios que puede tener en su caso prácticos”.

particular. Los principales objetivos de esta etapa serían:


– Alivio de los síntomas, sobre todo ansiedad y depresión, mediante téc-
nicas conductuales.

– Maximizar la calidad de vida mediante el registro de actividades dia-


rias, encontrando satisfacción en las actividades que lleva a cabo o bien
aprendiendo a hacer otras más satisfactorias.

– Enseñar el modelo cognitivo, explicando la relación existente entre


emoción, situación y pensamiento.

– Alentar la expresión abierta de sentimientos.

• Fase�intermedia. Los principales objetivos de esta fase suelen ser cogniti-


vos. Le enseñaremos el uso del registro de pensamientos y los principios
básicos para ponerlos a prueba. Se continuará con el proceso de resolución
de problemas. Así, de las urgencias planteadas por Claudia en la primera
fase, pasaremos poco a poco y de forma gradual a poner el foco de atención
en otros problemas, tal vez menos urgentes pero no menos importantes,
como la comunicación con la pareja y las hijas, el aislamiento social, etc.
Esta fase podría considerarse como la de socialización de la enfermedad,
en la cual la paciente aprende no solo a controlar sus pensamientos, sino
también a expresar sus apetencias, quejas y frustraciones. Esta sería la etapa
central, en la que se utilizarán la mayor parte de las técnicas terapéuticas.
© FUOC • PID_00256395 36 La evaluación en psicología de la salud

• Fase�final. Se centra en la prevención de la recaída y en la planificación


del futuro. Se tratará también de consolidar el aprendizaje de las técnicas
para que la paciente sea capaz de aplicarlas en otras situaciones difíciles
de la vida. Le ayudaremos a establecer metas futuras y a continuar con
su rutina de vida reforzando, además, el cambio hacia estilos de vida más
saludables, como sería, por ejemplo, incluir alguna actividad física, dejar
de fumar, etc. En esta etapa, suele observarse también un cambio de valores
y/o prioridades en los pacientes tras la experiencia de enfermedad.

No hay duda de que proporcionar un cuidado integral que atienda las distintas
necesidades, no solo las físicas, sino también las emocionales y sociales, puede
contribuir a facilitar la recuperación de la paciente. Asimismo, sería importan-
te atender las necesidades que pudieran presentar los familiares ya que, por
un lado, son parte implicada en este proceso y, por el otro, un afrontamiento
adaptativo de la familia repercutirá en beneficio de la propia paciente.
© FUOC • PID_00256395 37 La evaluación en psicología de la salud

3. Evaluación psicológica en los problemas de dolor

3.1. Introducción

No cabe duda de que el dolor crónico es un problema de salud muy frecuente


en nuestra sociedad. Algunos informes indican que una de cada cuatro perso-
nas podríamos padecer un problema de dolor crónico a lo largo de nuestra vida
(Leadley et al., 2012). Pero además de ser frecuente, el dolor tiene un impacto
elevado en las personas que lo padecen, y les dificulta su ajuste personal (por
ejemplo, se asocia muy frecuentemente con problemas del estado de ánimo)
y social (imposibilidad de trabajar, por ejemplo).

No obstante, ¿es el dolor siempre un problema? Podemos decir que originaria-


mente no lo sería en aquellos casos en los que es agudo y nos está indicando
que sucede algo que requiere nuestra atención. En estas situaciones, tiene un
valor adaptativo para la persona. Por ejemplo, cuando nos duele una muela,
este dolor nos indica que algo no va bien y debemos acudir al dentista. Igual-
mente, el dolor o las expectativas de padecerlo nos pueden enseñar a evitar
ciertas situaciones peligrosas o dañinas, como tocar un fogón caliente.

En este material, nos vamos a referir (principalmente y por cuestiones de es-


pacio) a la evaluación del dolor que no tiene ninguna función adaptativa, y
que perdura en el tiempo, que es el que más efectos perjudiciales tiene para las
personas y sus allegados. No obstante, muchas cosas de las que comentamos
que deberíamos evaluar son aplicables también para las situaciones de dolor
agudo. No debemos olvidar que, aunque el dolor agudo pueda ser en muchas
ocasiones adaptativo, en muchas otras no lo es. Pensemos, por ejemplo, en
los procedimientos médicos dolorosos (inyecciones, curas de lesiones, etc.) en
los que el dolor tiene una duración determinada pero ningún sentido adapta-
tivo y, por lo tanto, debemos trabajar para proporcionar estrategias dirigidas
a reducirlo.

Dolor agudo frente a dolor crónico

Para que entendamos mejor la diferencia entre el dolor agudo y el crónico, podemos esta-
blecer una metáfora con el sistema de diagnosis de un coche. La mayoría de los vehículos
actuales tienen una luz que se enciende cuando se detecta un fallo electrónico que afecta
al funcionamiento del motor o al sistema de cambio de marchas. Así, por ejemplo, cuan-
do las bujías (responsables de la combustión del combustible de nuestro coche) fallan, se
puede encender la luz en forma de motor, usualmente amarilla, que indica que “algo va
mal”. Hasta aquí, el sistema funcionaría como el dolor agudo, con una función adapta-
tiva e indicando que algo no va como debería. No obstante, imaginemos qué sucedería
si, puesto que somos muy manitas, decidimos cambiar las bujías y el vehículo funciona
perfectamente. Sin embargo, la luz sigue encendida simplemente porque no disponemos
de la máquina que se precisa para borrar los fallos y hacer que la luz se apague. En este
caso, la luz encendida no indicaría nada para el vehículo. Al contrario, interferiría con
el funcionamiento adecuado, pues estaría provocando que no pudiésemos estar seguros
de si sucede algo o simplemente está encendida porque no se apagó tras la última repa-
© FUOC • PID_00256395 38 La evaluación en psicología de la salud

ración. Por lo que sería, en cierta manera, molesta, e interferiría en el funcionamiento


óptimo, tal y como ocurre con el dolor crónico.

Es importante que destaquemos también la importancia del modelo biopsico-


social. No queda duda alguna en la literatura científica de que la experiencia
del dolor se debe a la confluencia de factores de diferentes orígenes (psicológi-
cos, sociales y biológicos). Por ello, los tratamientos de elección para los pro-
blemas de dolor siempre incluyen esta perspectiva.

Lectura recomendada
Si tal y como muestra inequívocamente la literatura, el dolor es una
experiencia multidimensional y ocasionada por factores de diferente Recomendamos la siguiente
lectura a los que estéis intere-
naturaleza, ¿por qué nos empeñamos en seguir utilizando conceptos sados en este tema:
como dolor psicógeno o somatización? ¿Qué problemas pueden generar I. Beneitez y R. Nieto (2017).
Do we understand pain from
estos conceptos? Recomendamos a los lectores pensar y compartir sus a biopsychosocial perspec-
reflexiones con sus compañeros, prestando especial atención a nuestra tive? A review and discus-
sion of the usefulness of so-
responsabilidad como profesionales. me pain terms. Pain manage-
ment, 7 (1).

Por último, haremos referencia a la definición de dolor de la Asociación Inter-


nacional para el Estudio del Dolor (IASP), que podéis encontrar en: https://
www.iasp-pain.org/.

3.2. Caso clínico

María, de 45 años, padece dolor de espalda en la zona lumbar muy frecuente-


mente. Este problema se inició hace diez años, pero de forma muy esporádica.
Comenta que cada cierto tiempo “me quedaba clavada”, pero que se le pasaba
y tardaba en volver a aparecer. No obstante, hace un año que el dolor aparece
de manera más frecuente.

María trabaja de directora general del Área de Recursos Humanos en una im-
portante empresa del sector automovilístico. Reconoce que el nivel de exigen-
cia tan alto (más en los últimos tiempos) de su puesto de trabajo le causa, en
ocasiones, niveles elevados de estrés que provocan que su dolor se incremente.
Dada su formación (es licenciada en Psicología), reconoce que su manera de
pensar y sentir puede afectar a su situación.

Acudió al especialista hace tiempo, y este le explicó que, aunque tenía des-
gaste, no era recomendable por el momento hacer ninguna intervención. Le
recomendó acudir a un centro de fisioterapia en el que la podrían ayudar a
ejercitar adecuadamente la zona y mantenerse activa. Ella nos comenta:

“He leído sobre el tema y en la escuela de la espalda me han ayudado mucho […] he
entendido que lo mejor es intentar seguir con mis actividades lo máximo posible [...].”
© FUOC • PID_00256395 39 La evaluación en psicología de la salud

La familia de María (Laura, su mujer, y sus hijos: Alex de 8 años y Paula de


10) también entiende la situación y la ayudan a mantenerse activa a pesar del
dolor. María se siente feliz, tranquila y vive el dolor como algo más de su vida
que, poco a poco, va aprendiendo a manejar.

En la escuela de la espalda, María comparte las sesiones con un grupo de ocho


compañeros. Casualmente, uno de los compañeros del grupo (Ramón) era un
viejo conocido de ella, ya que habían estudiado juntos un máster sobre lide-
razgo en el mundo de la empresa. Había perdido el contacto con Ramón hacía
tiempo, pues este había ejercido como director del Departamento de Econo-
mía de una gran empresa situada en otra ciudad. Sin embargo, hacía un par
de años que había cambiado de empresa y él y su familia (mujer e hijo de 10
años) habían vuelto a la ciudad. Los dos toman café habitualmente después de
cada sesión, ya que María intenta ayudarle. El dolor de Ramón se sitúa más en
la zona superior de la espalda y las cervicales, y, como en el caso de María, el
especialista le ha recomendado acudir al grupo, pero de momento desaconseja
otro tipo de intervenciones. Ramón ha aceptado acudir al grupo, pero no lo
hace convencido. Nos comenta que su dolor apareció hace un año aproxima-
damente, y que antes no había tenido problemas de este tipo; tan solo alguna
vez, de forma esporádica, le habían dolido las cervicales. En relación con su
dolor, Ramón nos explica:

“Es terrible cuando aparece […] no me deja hacer nada, y además nada me funciona [...]
lo único que un poco es estirarme y tomar algún analgésico, pero al poco rato vuelve.
[…] Cuando aparece me hierve la sangre. Soy una persona muy activa, deportista y esto
me está paralizando por completo.”

Cuando aparecen los episodios más intensos, está unos días sin ir a la oficina
y trabaja como puede desde casa. En su empresa entienden la situación, y su
mujer e hijo también han ido aprendiendo e intentan hacerle la vida lo más
fácil posible durante estos episodios. María intenta ayudarle, pues ve que quizá
no está afrontando la situación de la mejor manera. Lo ve muy triste, infeliz
a causa del problema de dolor, mientras que antes tenía una vida “plena”.

3.3. Factores relacionados con la vivencia del dolor

El objetivo de nuestro caso clínico, construido a partir de experiencias con


diferentes personas, es el de ilustrar dos situaciones aparentemente similares
pero que las personas afectadas viven de manera muy distinta. María se siente
feliz y sigue con sus actividades, mientras que Ramón se siente triste y tiene
dificultades para llevar a cabo su trabajo y actividades habituales. Esto es fre-
cuente: las personas vivimos de manera diferente los problemas de dolor; la
manera en que lo hacemos puede hacer variar nuestro nivel de ajuste. Por ello,
como profesionales de la salud, nos debemos preguntar: ¿qué factores pueden
hacer que nuestro ajuste sea mejor y podamos seguir con nuestra vida? ¿Qué
podemos hacer para potenciar estos factores?
© FUOC • PID_00256395 40 La evaluación en psicología de la salud

La respuesta a estas preguntas pasa, sin duda, por adoptar una perspectiva bio-
psicosocial, tener en cuenta los aspectos de diferente naturaleza que pueden
relacionarse con el ajuste al dolor y examinar qué podemos hacer para que es-
tos no jueguen en contra de la persona. Nos centraremos en los factores psico-
sociales (por la naturaleza de la asignatura), y abordaremos los factores más re-
levantes (que mayor evidencia han recibido en la literatura). Se explicará cada
uno de forma separada, aunque es obvio que interaccionan todos entre ellos.

3.3.1. Pensamientos

A lo largo de toda vuestra formación, y también en esta asignatura, habéis


trabajado ampliamente en qué medida los pensamientos pueden influir en
cómo pensamos, cómo nos sentimos y qué hacemos.

Es especialmente importante tener en cuenta un tipo de pensamientos, los de-


nominados “pensamientos catastróficos”, que se han relacionado con un peor
ajuste al dolor (mayor intensidad del dolor, mayores niveles de discapacidad y
peor estado de ánimo) en múltiples estudios. Este patrón de pensamientos se
puede definir como una orientación negativa exagerada con respecto al dolor.
Se ha propuesto que este constructo estaría compuesto por tres dimensiones
(Sullivan y Pivik, 1995):

• Rumiación, que consiste en pensar constantemente en el dolor.


• Magnificación, que supone exagerar el valor de la amenaza (el dolor, en
este caso).
• Indefensión, por la que se interpreta que no se dispone de recursos para
afrontar dicha amenaza.

Podemos ver que este tipo de pensamientos se manifiestan claramente en el


caso de Ramón cuando, por ejemplo, comenta: “Es terrible cuando aparece
[…] no me deja hacer nada, y además nada me funciona”.

3.3.2. Miedo-evitación

En el ámbito del dolor, podríamos definir el concepto de miedo-evitación como


un miedo excesivo e irracional respecto a la posibilidad de volverse a lesionar
y, por lo tanto, sentir dolor. Podría considerarse prácticamente como una fobia
al movimiento.

Además de su importancia para explicar el ajuste al dolor, a partir de este con-


cepto y el de catastrofismo, se ha formulado un modelo para explicar por qué
el dolor se cronifica y produce discapacidad. Es el denominado “modelo del
miedo-evitación” (Vlaeyen et al., 1995). Según este modelo, el miedo-evitación
sería un factor intermedio que modularía la relación entre el catastrofismo y
el resultado (como la discapacidad o la depresión). Esto queda reflejado en el
siguiente esquema:
© FUOC • PID_00256395 41 La evaluación en psicología de la salud

Figura 2. Esquema del miedo-evitación

Podemos aplicar el modelo al caso de Ramón cuando, por ejemplo, nos explica
que cuando le aparece el dolor, piensa que es terrible y que no podrá volver a
jugar a pádel (su deporte favorito). De hecho, cada vez que le aparece el dolor
llama a sus amigos para cancelar el partido. Con todo, cada vez le cuesta más
jugar, aunque no tenga dolor.

3.3.3. Estrategias de afrontamiento

Al igual que sucede con otros problemas de salud, las estrategias de afronta-
miento son muy importantes en el caso del dolor. En el ámbito del dolor cró-
nico, se han propuesto múltiples categorías de estrategias de afrontamiento.
En este material no presentaremos una discusión al respecto, puesto que no
es el objetivo que se persigue. No obstante, más adelante, en el apartado “Eva-
luación”, ofrecemos una clasificación de estrategias de afrontamiento del do-
lor que nos parece muy útil.

Comentaremos, a modo de ejemplo, que Ramón afirma que suele descansar


siempre que tiene dolor, lo que no es una estrategia de afrontamiento (en línea
con el modelo del miedo-evitación) adecuada, ya que puede conducir, si se
actúa siempre así, a perpetuar el círculo miedo-evitación.

3.3.4. Autoeficacia

La autoeficacia hace referencia a la confianza que tiene la propia persona en su


capacidad para conseguir un objetivo deseado, como por ejemplo controlar el
dolor o los efectos de este en el funcionamiento diario. En nuestra situación,
María confiaba en su capacidad para hacer algo en relación con el dolor y en
su capacidad de seguir con sus actividades pese al dolor. Todo esto revertía
positivamente en su ajuste al problema de dolor.
© FUOC • PID_00256395 42 La evaluación en psicología de la salud

3.3.5. Aceptación del dolor

Las denominadas “terapias de tercera generación” aportan una idea clave: la


aceptación�del�dolor. De forma muy resumida, se parte de que el dolor cró-
nico es un problema que será recurrente a largo plazo y que, desafortunada-
mente, poco se puede hacer para eliminarlo por completo. Por ello, se propo-
ne que es positivo aceptar la situación y proponerse unos objetivos vitales (de
acuerdo con los valores de cada uno) que nos permitan seguir nuestra vida, y
no focalizarnos exclusivamente en el dolor.

En esta línea, María había aprendido, gracias a las sesiones de una psicóloga
que colaboraba en la escuela de la espalda, que el dolor era “algo más” de
su vida, pero no el centro, y que probablemente estaría allí para siempre. No
obstante, tenía claros cuáles eran sus valores nucleares y no estaba dispuesta
a renunciar a sus objetivos, por lo que diseñó un plan de acción para seguir
con ellos pese a tener dolor.

3.3.6. Emociones y dolor

De nuevo, igual que en otros problemas de salud, se establecen relaciones bi-


direccionales entre cómo nos sentimos y el dolor. Si estamos tristes o tenemos
niveles elevados de ansiedad o estrés, podemos experimentar más dolor (tal y
como reconocía María), pero a la vez el dolor nos puede hacer sentir tristeza o
nerviosismo. No insistiremos mucho más en las emociones, pues son comu-
nes a los otros problemas.

3.4. Evaluación

En el caso del dolor, son válidas todas las premisas presentadas al inicio de
este módulo. No obstante, vamos a detallar aquí los instrumentos específicos
que pueden ser de utilidad en esta problemática. En concreto, el proceso de
evaluación nos debe permitir conocer las variables relacionadas con el dolor,
las variables personales y las variables del contexto que pueden estar relacio-
nadas con el problema. Organizaremos la exposición en relación con estas tres
dimensiones, remarcando, no obstante, que esta será muy breve, debido al
espacio del que disponemos. Obviamente, todas las variables están interrela-
cionadas, y aquí hacemos una clasificación un tanto artificial por motivos de
exposición.
© FUOC • PID_00256395 43 La evaluación en psicología de la salud

Según nuestro punto de vista, un esquema adecuado para la estructu-


ración de las sesiones de evaluación de los problemas de dolor puede
ser el siguiente:

• Evaluación de aspectos relacionados con el dolor.

• Evaluación de variables personales (las que sean más relevantes en


la persona concreta).

• Evaluación de variables relacionadas con el contexto (se pueden ha-


cer sesiones invitando a las personas más significativas del contex-
to, una vez efectuados los dos primeros pasos).

Obviamente, cuando estemos evaluando aspectos relacionados con la


evaluación de variables personales, saldrán aspectos relacionados con
variables del contexto. No obstante, si queremos introducir a personas
significativas del entorno en las sesiones de evaluación, consideramos
que es adecuado hacerlo en el momento final.

Para destacar los aspectos más importantes que debemos valorar, vamos a se- Enlace recomendado
guir las directrices de Initiative on Methods, Measurement and Pain Assessment in
Os recomendamos visi-
Clinical Trials (IMMPACT, Turk et al., 2003). Se trata de un grupo de expertos tar la web de IMMPACT,
que intentó consensuar las áreas más importantes. en la que encontraréis
mucha más información:
www.immpact.org/.
3.4.1. Variables relacionadas con el problema de dolor

Seguramente, lo más oportuno es iniciar la evaluación explorando aspectos


relacionados con el dolor; así, la persona sentirá que abordamos su motivo de
consulta y podremos empezar a establecer la relación terapéutica recopilando
información que será muy relevante para valorar la evolución del problema.

Evaluación del dolor

Es esencial hacer una evaluación exhaustiva propiamente del dolor de las per-
sonas para conocer su estado y determinar si las intervenciones que hacemos
son o no efectivas. Las dimensiones que como mínimo debemos evaluar en
relación con el dolor son: intensidad, localización y aspectos cualitativos.

Para valorar la intensidad del dolor, se pueden utilizar escalas de tres tipos:

• Escalas�numéricas (las más recomendadas en general). Son aquellas en las


que se pide a las personas que puntúen en una escala, generalmente del 0 al
10 o del 0 al 100, la intensidad del dolor que padecen. Estas escalas suelen
ir acompañadas de unos descriptores verbales en los extremos, como por
ejemplo, 0: “ningún dolor”, o 10: “el peor dolor posible”.
© FUOC • PID_00256395 44 La evaluación en psicología de la salud

• Escalas�visuales�analógicas. Se trata de que las personas marquen en una


línea que representa la intensidad del dolor el punto en el que se situarían.
Generalmente, es una línea de unos 10 cm.

• Escalas�categoriales. En este tipo de escalas, la persona debe evaluar su Enlace recomendado


dolor en función de ciertas categorías, ya sean adjetivos verbales o repre-
Un ejemplo de escala catego-
sentaciones gráficas, que se le facilitan. rial es la escala de caras que
podéis encontrar en: https://
www.iasp-pain.org/Educa-
Es muy importante también valorar la localización del dolor, ya que de esta tion/Content.aspx?Item-
Number=1519.
manera se dispone de datos para valorar los posibles cambios de localización
que se puedan producir. En los casos presentados, tanto el de María como
el de Ramón, la localización era muy concreta. Pero en muchos otros casos,
las personas suelen presentar dolores con localizaciones más difusas y/o en
diferentes zonas. Una manera sencilla para valorar la localización es utilizar
un dibujo de la figura humana en el que las personas deben marcar o colorear
las zonas donde tienen dolor:

Tal y como comentábamos, el dolor es una experiencia multidimensional y, Enlace recomendado


por lo tanto no es suficiente con valorar su intensidad, sino que también re-
Os recomendamos visitar
sulta oportuno evaluar los aspectos�cualitativos. En este sentido, podemos la página de Wikipedia so-
destacar un instrumento clásico en el ámbito del dolor que es el McGill�Pain bre la teoría de la compuer-
ta de Melzack y Wall, pa-
Questionnaire (Melzack, 1975), que fue elaborado con el sustento de la teoría ra que os hagáis una idea
de la misma y de su rele-
de la compuerta como fundamento teórico, de manera que permite evaluar
vancia en la evolución del
los tres componentes de la experiencia del dolor propuestos desde esta teo- concepto del dolor: https://
es.wikipedia.org/wiki/Teor
ría: la dimensión sensorial-discriminativa, la motivacional-afectiva y la cogni- %C3%ADa_de_la_compuerta.
© FUOC • PID_00256395 45 La evaluación en psicología de la salud

tiva-evaluativa. El cuestionario consta de 20 grupos de palabras que describen


diferentes características del dolor, y la persona debe elegir la palabra de cada
grupo que mejor representa su dolor.

Tratamientos previos y actuales

Aparte de la evaluación del dolor en sí mismo, y al igual que en cualquier tipo


de problema, es esencial identificar los tratamientos seguidos por la persona
para su problema de dolor y la efectividad que la persona percibe que estos han
tenido (por ejemplo, en una escala del 0 al 10). También debemos recoger los
tratamientos actuales, tanto farmacológicos como los de otro tipo. Respecto
a los tratamientos farmacológicos, es muy importante registrar al menos los
siguientes parámetros: tipo de medicamento, dosis, tiempo que lleva tomán-
dolo y efectividad percibida.

En relación con el tratamiento que apliquemos, es necesario evaluar la evo-


lución y los efectos del mismo. Para ello, podemos pedir a las personas que
lleven a cabo una valoración general de las mejoras percibidas. Se puede utili-
zar la escala de percepción global del cambio; con esta sencilla escala, se pre-
gunta las personas: “Desde que empezó el tratamiento, ¿ha notado mejoría?”.
Y las personas deben elegir una de las siguientes alternativas: “Ha mejorado
muchísimo”, “Ha mejorado mucho”, “Ha mejorado muy poco”, “No ha cam-
biado”, “Ha empeorado un poco”, “Ha empeorado mucho”, “Ha empeorado
muchísimo”.

Impacto del dolor

No solo es importante valorar el dolor y los tratamientos, sino también el im-


pacto que tiene en la persona. Es importante valorar el funcionamiento físico,
es decir, la medida en la que el dolor interfiere en las actividades de la vida
diaria. Para evaluar esta dimensión, disponemos de múltiples instrumentos.
El IMMPACT recomienda dos, y el más interesante es, desde nuestro punto de
vista, la escala de interferencia del Multidimensional�Pain�Inventory (MPI;
Kerns et al., 1985). Se trata de otro cuestionario clásico en el ámbito del dolor.
Está formado por un total de 61 ítems para evaluar un total de 12 escalas dis-
tintas que se presentan en tres partes:

• Parte�1:
– Severidad del dolor.
– Interferencia del dolor en la vida del paciente, incluyendo interferen-
cia con la familia y el funcionamiento marital, trabajo, actividades re-
lacionadas con el trabajo y actividades de ocio.
– Evaluación del apoyo recibido por parte de la pareja, familia y otras
personas significativas
– Control percibido de la vida: incorpora la habilidad percibida para re-
solver problemas y los sentimientos personales de competencia.
© FUOC • PID_00256395 46 La evaluación en psicología de la salud

– Malestar afectivo: incluye rangos de humor depresivo, irritabilidad y


tensión.

• Parte�2. En esta parte, se registra la frecuencia con la que otros responden


a las conductas de dolor del paciente a través de tres escalas:
– Frecuencia de respuestas de castigo.
– Frecuencia de respuestas de atención a las necesidades del paciente.
– Frecuencia de respuestas de distracción.

• Parte�3. Se utiliza para evaluar hasta qué punto los pacientes pueden llevar
a cabo diferentes actividades. En concreto, se evalúa la participación de los
pacientes en las siguientes actividades:
– Tareas domésticas.
– Actividades de carácter manual dentro del hogar.
– Actividades fuera del hogar.
– Actividades sociales.

Como se puede observar, el MPI es un instrumento muy completo que ofre-


ce mucha información de diferente naturaleza. En concreto, para evaluar el
funcionamiento físico se propone utilizar solo la escala de interferencia que se
ubica en la primera parte y consta de nueve ítems. Las personas deben indicar
cuánto les interfiere el dolor para llevar a cabo las actividades referenciadas en
cada uno de los ítems. Algunos ejemplos de ítems de esta escala son: “En ge-
neral, ¿interfiere el dolor en sus actividades diarias?”, “¿El dolor ha cambiado
la satisfacción que siente cuando participa en actividades sociales y de ocio?”.

Otra opción para evaluar el funcionamiento físico es utilizar instrumentos ge-


nerales (no específicos en el ámbito del dolor) que tengan como objetivo la
evaluación de la calidad de vida y que ya hemos visto al inicio de este módulo.

Aparte del funcionamiento físico, también debemos valorar el funcionamien-


to emocional (al principio del módulo, ya se han presentado instrumentos
específicos). La tristeza y la ansiedad son consecuencias muy frecuentes del
dolor, y pueden actuar como factores exacerbantes.

3.4.2. Variables relacionadas con la persona

Una vez que ya hemos recogido datos sobre el problema de dolor estrictamen-
te, desde nuestro punto de vista sería interesante evaluar los factores que an-
tes hemos presentado como relacionados con la experiencia del dolor. A con-
tinuación, ofrecemos un breve resumen de los instrumentos que se pueden
utilizar para evaluar estos factores. No hay que olvidar, sin embargo, que se
puede recoger información sobre la mayoría de estos factores a partir de la
entrevista (también puede ser muy útil utilizar autorregistros), así que la de-
cisión de emplear alguna de las escalas específicas que presentamos ahora de-
© FUOC • PID_00256395 47 La evaluación en psicología de la salud

penderá de cada caso en concreto (si el factor es relevante) y del contexto de


evaluación. Por ello, no debemos considerar que sea necesario aplicar todos
los instrumentos en cada caso.

Catastrofismo

El instrumento más frecuentemente utilizado es la Pain�Catastrophizing�Sca-


le (PCS; Sullivan y Pivik, 1995). Este instrumento fue diseñado específicamen-
te para evaluar el catastrofismo por medio de 13 ítems que permiten valorar
las tres dimensiones mencionadas anteriormente (rumiación, magnificación e
indefensión). La persona debe valorar en una escala de 5 puntos (nunca, muy
de vez en cuando, a veces, a menudo, siempre) la frecuencia en la que tiene ca-
da uno de los pensamientos referidos en las afirmaciones cuando tiene dolor.
Ejemplos de ítems de este cuestionario serían: “Es terrible y pienso que el dolor
nunca mejorará” o “Quiero desesperadamente que el dolor desaparezca”.

Miedo-evitación a volverse a lesionar

El instrumento que se ha utilizado con más frecuencia para evaluar el mie-


do-evitación es la Tampa�Scale�of�Kinesiophobia (TSK; Miller, Kori y Todd,
1991). Este cuestionario consta de 17 ítems en los cuales la persona debe in-
formar de hasta qué punto está de acuerdo, utilizando una escala de cuatro
puntos (con extremos: 1, totalmente en desacuerdo, y 2, totalmente de acuer-
do), con las creencias que se presentan en cada uno de ellos. Algunos ejemplos
de ítems de este cuestionario son las siguientes afirmaciones: “Tengo miedo a
hacerme daño si hago ejercicio”, “Mi cuerpo me está diciendo que tengo algo
grave” o “No puedo hacer las cosas que hace la gente normal porque es muy
fácil que me haga daño”.

Estrategias de afrontamiento del dolor

En el caso de las estrategias de afrontamiento, hay disponibles muchos más


instrumentos que aquí no describiremos. En este caso, solo exponemos breve-
mente uno de los instrumentos más utilizados y que nos ha sido muy útil para
nuestro trabajo. Este cuestionario es el Chronic�Pain�Coping�Inventory (CPCI;
Jensen et al., 1995). Consta de 65 ítems diseñados para evaluar ocho tipos de
estrategias de afrontamiento: restringir el uso y el movimiento de una parte
del cuerpo, reposar, pedir ayuda, relajarse, persistir en la tarea, hacer ejercicio,
utilizar autoverbalizaciones positivas y buscar apoyo social. La persona debe
indicar con qué frecuencia utiliza cada una de las estrategias de afrontamien-
to, respondiendo según una escala de cinco puntos.

Autoeficacia

Uno de los instrumentos más utilizados para evaluar la autoeficacia en rela-


ción con el dolor es la versión de 8 ítems de la Artritis� Self-Efficacy� Scale
(González et al., 1995). Esta escala fue originalmente creada para ser utilizada
en personas con artritis reumatoide, aunque posteriormente se ha utilizado
© FUOC • PID_00256395 48 La evaluación en psicología de la salud

en otro tipo de poblaciones de personas con dolor (Turner et al., 2005). Los
ocho ítems de la escala evalúan en qué medida las personas confían en que
serán capaces de disminuir su dolor, evitar que el dolor interfiera con el sueño,
regular la actividad para mantenerse activas, evitar que la fatiga interfiera en
sus actividades, hacer cosas para sentirse mejor, controlar su dolor durante las
actividades cotidianas y afrontar la frustración ocasionada por el dolor. Las
personas deben otorgar una puntuación comprendida entre 0 (muy inseguro)
y 10 (muy seguro) a cada uno de los ítems.

Aceptación

Hemos comentado que la aceptación es una variable importante, por lo que


también deberemos valorar en qué medida la persona acepta que tiene dolor
y piensa que va a poder seguir con sus objetivos vitales. Consideramos que lo
más adecuado es valorar mediante una entrevista las visiones y perspectivas de
la persona, así como cuáles son sus valores y objetivos más importantes. Pese a
ello, si nos interesa cuantificar el nivel de aceptación del dolor (por ejemplo, si
queremos valorar los efectos de una intervención dirigida a aumentar la acep-
tación específicamente), también disponemos de escalas para evaluarlo. Des-
tacamos el Chronic�Pain�Acceptance�Questionnaire (Mc Craken et al., 2004),
que tiene 20 ítems, distribuidos en dos dimensiones:

• Activity engagement. Valora en qué medida se sigue con las actividades vi-
tales pese a tener dolor.

• Pain willingness. Valora en qué medida la persona reconoce que el control y


evitar las actividades son vías no efectivas para adaptarse al dolor crónico.

La persona debe evaluar cada ítem en una escala del 0 (nunca cierto) al 6
(siempre cierto).

Motivación

La motivación de la persona puede ser un elemento crucial para determinar


la efectividad y el curso del tratamiento. Para evaluar la motivación, conside-
ramos que es suficiente con la entrevista, que nos permitirá ir planteando las
cuestiones necesarias para indagar sobre la motivación de la persona para se-
guir el tratamiento y recuperarse.

3.4.3. Variables relacionadas con el contexto

A través de la entrevista, debemos evaluar cómo las personas del contexto


actúan ante el dolor del paciente. Por ejemplo, veíamos en el caso de Ramón
que mujer e hijos intentaban facilitar al máximo sus tareas cuando él tenía
dolor. También los compañeros de trabajo asumían sus tareas durante varios
días cuando él llamaba diciendo que tenía dolor.
© FUOC • PID_00256395 49 La evaluación en psicología de la salud

Es necesario hacer entender a la persona que es importante que, pese al dolor,


pueda seguir con sus actividades, algo que también deben entender sus allega-
dos y personas próximas. Como es lógico, queriendo ayudar a Ramón, pueden
estar influenciando negativamente ya que, al asumir sus actividades, pueden
provocar que cada vez las lleve con menor frecuencia a cabo (y que cuando las
quiera volver a hacer, le cueste más). Para realizar la valoración, consideramos
que lo más adecuado es incluir preguntas en la entrevista. También podemos
invitar a la pareja o la persona más próxima a una sesión, y escuchar de pri-
mera mano cómo vive el problema.

3.5. Intervención

No es el objetivo de esta asignatura, pero no queríamos concluir sin añadir Lecturas recomendadas
unas líneas respecto a la intervención, que está estrechamente relacionada con
Algunos manuales en espa-
la evaluación. Vamos a presentar un resumen muy breve y esquemático, por ñol que pueden servir de re-
lo que animamos al alumnado a revisar manuales especializados. ferencia son:
F. Kovaks y J. Moix (2009).
Manual del dolor: Tratamiento
La pregunta sería: ¿cómo podemos ayudar a Ramón a que vea su problema cognitivo conductual del dolor
crónico. Barcelona: Paidós.
de dolor como lo hace María? Y la respuesta, según la literatura, sería a través
R. Nieto (2017). Tengo do-
de un programa multidisciplinar en el que se potenciaran la actividad y los lor: ¿Cómo puedo seguir con
mi vida? Barcelona: Editorial
estilos de vida saludables de Ramón, se le facilitara información en relación UOC.
con sus problemas y estrategias de afrontamiento adecuadas y, en definitiva,
se le ayudara a vivir su vida en consonancia con sus valores y objetivos. Des-
afortunadamente, aunque en la teoría no queda duda alguna, la realidad es
distinta y resulta complicado encontrar centros en los que se trabaje desde
esta perspectiva.

En algunos centros, mayoritariamente en países extranjeros, se llevan a ca-


bo intervenciones grupales intensivas para personas con problemas de lar-
ga duración y con niveles elevados de discapacidad. Las personas con do-
lor acuden a uno de estos centros a diario durante un periodo aproxi-
mado de un mes, lo que posibilita una intervención intensa. Un ejemplo
en esta línea, referente en un ámbito europeo, sería el siguiente: http://
www.bathcentreforpainservices.nhs.uk/.

A continuación, comentamos brevemente algunas técnicas psicológicas que


pueden ser útiles.

3.5.1. Identificar valores y objetivos

Por valores entendemos las maneras de vivir, las directrices que nos darán pis-
tas para identificar lo que es importante para nosotros a la hora de concretar
nuestros objetivos. Son muchas las técnicas que se pueden utilizar para refle-
xionar sobre los valores. Una, por ejemplo, es pedir a la persona que piense
sobre qué mensaje le gustaría encontrar en una descripción de él una vez que
ya no esté. Le podemos preguntar: “¿Te gustaría encontrar una descripción del
tipo: “Fue una buena persona y dedicó todas sus energías a luchar contra su
© FUOC • PID_00256395 50 La evaluación en psicología de la salud

dolor”? ¿O una descripción más del tipo: “Fue feliz, pasó mucho tiempo con
sus amigos y familiares y vivió como pensaba que era mejor para él, pese a que
padecía dolor frecuentemente”?”. De cualquier manera, debemos ayudar a la
persona a identificar valores en relación con la familia, las relaciones con los
amigos, la actividad, la salud y el crecimiento personal.

Una vez identificados los valores, debemos ayudar a la persona a que, a par-
tir de los mismos, defina sus objetivos. Existen también numerosas técnicas
para trabajar en este sentido. De lo que se trata, en definitiva, es que la perso-
na sepa fijarse objetivos de manera adecuada, unos objetivos que deben ser
SMART (eSpecíficos, Medibles, Alcanzables, Realistas y en un plazo de Tiempo
determinado).

3.5.2. La relajación

Es probablemente la técnica más utilizada para el manejo del dolor, ya que el


estrés y la tensión son dos importantes desencadenantes del dolor. No entra-
remos en detalles, dado que ya trabajaréis esta técnica en otras asignaturas.

3.5.3. Cambiar los pensamientos negativos

Tampoco entraremos en detalles en este sentido, pues ya conocéis técnicas


adecuadas para ello. De forma muy resumida, cabe decir que se trata de enseñar
a las personas a identificar sus pensamientos negativos, desafiarlos y reformu-
larlos de una manera más positiva. Debemos trabajar también la identificación
y gestión de las emociones. La persona tiene que entender cómo se originan
las emociones y cuál es su relación con los pensamientos y las situaciones.

3.5.4. Distribuir adecuadamente las actividades

Los patrones de actividad que llevan a cabo las personas se pueden ver alte-
rados cuando estas tienen dolor. Puesto que el dolor suele dar treguas algu-
nos días, en ocasiones las personas que lo sufren aprovechan esos días “sin
dolor” para hacer todo lo que tienen pendiente o lo que tienen ganas desde
hace tiempo. Podría parecer que este patrón de actividad es adecuado, pero
en realidad no lo es, y esto es así porque al día siguiente del día sin dolor,
probablemente la persona se sentirá mucho peor por el sobreesfuerzo. Lo más
adecuado es establecer una línea de actividad e intentar mantenerla, distribu-
yendo de manera adecuada las actividades a lo largo de la semana.
© FUOC • PID_00256395 51 La evaluación en psicología de la salud

3.5.5. La distracción

El dolor es, en realidad, como cualquier otro estímulo: si no le hacemos caso


(no le prestamos atención), lo percibiremos (notaremos) con menor intensi-
dad. Por este motivo, las técnicas para distraer la atención pueden ayudar a
las personas con dolor. Este tipo de técnicas son muy numerosas, y aquí las
podemos dividir esquemáticamente en tres tipos:

• Hacer cosas que requieran atención y resulten agradables para la persona


(ver una película, jugar a un videojuego, etc.).

• Imaginación planificada: se trata, en un estado de relajación, de imaginar


intensamente una escena que nos resulte agradable, hasta el punto de que
nos sintamos como si estuviéramos en ella.

• Juegos mentales (contar de 100 a 0, buscar nombres que empiecen con


una letra determinada, etc.).

3.5.6. La comunicación

Cualquier problema de salud puede provocar dificultades en la comunicación


entre la persona que lo padece y sus allegados o las personas que lo rodean.
En el caso del dolor, es quizá más frecuente que se den estos problemas de
comunicación, y esto es debido a que se trata de una experiencia interna y
subjetiva que puede suponer múltiples y diversas dificultades.

Es muy recomendable entrenar la asertividad, con el fin de que la persona


pueda expresar sus necesidades de manera adecuada. Además, puede ser in-
teresante incluir a la pareja o allegados más cercanos en algunas de las sesio-
nes, para que entiendan la relevancia de cómo ellos actúan cuando la persona
muestra dolor.
© FUOC • PID_00256395 52 La evaluación en psicología de la salud

4. La evaluación en la infección por el virus de


inmunodeficiencia humana

4.1. Introducción

El virus de inmunodeficiencia humana (VIH) es un retrovirus que, en una fase


avanzada de la infección, provoca el síndrome de inmunodeficiencia adquiri-
da (sida), fase que una persona infectada no llega a desarrollar cuando es ad-
herente al tratamiento antirretroviral de gran actividad (TARGA), que impide
la replicación del virus. El VIH muestra una especial predilección por los lin-
focitos TCD4, células que necesita para reproducirse.

Los tratamientos actuales no curan la infección por VIH, pero han mejorado TARGA
su eficacia y efectividad, hasta el punto de que los pacientes llegan a la in-
El descubrimiento de una nue-
detectabilidad; hablamos de indetectabilidad cuando la carga viral (cantidad va familia de fármacos en el
año 1995 permitió la aparición
de virus en sangre) es inferior a entre 50 y 200 copias/mm3, según la prueba del TARGA, que ha supuesto
de laboratorio que se aplique, aunque en algunos contextos clínicos esta cifra un cambio en la calidad de vi-
da de las personas con VIH.
puede bajar hasta las 20 copias (Rodger et al., 2016; Riera et al., 2016; Cescon
et al., 2011). De este modo, una persona adherente al tratamiento mantiene la
infección de manera asintomática y evita llegar a la fase de sida y desarrollar
enfermedades oportunistas.

Una persona que mantiene la indetectabilidad de manera estable es im-


posible que pueda infectar a otra persona. Las probabilidades de infec-
ción son mayores según cuál sea la carga viral de la persona con VIH.
En este sentido, esto se puede producir de manera más fácil durante las
primeras semanas (entre dos y doce semanas) después de la entrada del
virus en el organismo, que es el momento en el que este se reproduce
de manera más rápida y aumenta considerablemente la carga viral. Con
la aparición de los anticuerpos específicos para el VIH que el organismo
genera, la cantidad de virus disminuye, pero a partir de este momento
continúa la replicación de manera lenta y progresiva durante los años
siguientes. Este proceso continuará de forma constante si no se inicia
el TARGA.

Con la aparición de los tratamientos antivirales, la infección por VIH ha pa-


sado de ser una enfermedad mortal a considerarse una infección crónica. De
hecho, hoy día la supervivencia de una persona con el VIH es muy similar
a la de una persona de la población general (Poorojal, Hooshmand, Mahjub,
Esmailnasab y Jenabi, 2016; Remor, Fuster, Ballester-Arnal, Gómez-Martínez,
Fumaz et al., 2012). Esto ha supuesto cambios en la percepción y vivencia psi-
© FUOC • PID_00256395 53 La evaluación en psicología de la salud

coemocional de la persona diagnosticada de VIH, si bien la desinformación


hace que algunas personas todavía piensen en la muerte al recibir el diagnós-
tico. Por otro lado, los prejuicios sociales y el estigma asociado (serofobia) pro-
vocan en la persona sentimientos de ansiedad, tristeza y decaimiento. Y todo
esto, combinado con el temor al rechazo social y sexual.

Otro aspecto que puede preocupar a las personas cuando son diagnosticadas
con VIH es la posibilidad de tener hijos. Actualmente, cualquier persona con
VIH puede tenerlos si está en tratamiento antiviral. Como se ha comentado
antes, uno de los beneficios de la indetectabilidad es la imposibilidad de trans-
mitir el virus, y esto incluye también el embarazo.

Según los datos del último informe epidemiológico del Ministerio de Sanidad,
Servicios Sociales e Igualdad (2017), se estima que, del total de nuevas infec-
ciones por VIH, más de la mitad (53,1 %) se produjeron en población de hom-
bres gays, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres (HSH),
frente al 26 % de las infecciones en población que mantiene prácticas hetero-
sexuales y el 3,6 % de personas consumidoras de sustancias inyectadas. Con
todos estos datos, se estima una incidencia de 7,22/100.000 habitantes. Por
sexos, el 83,9 % fueron hombres. Por otro lado, el 33 % de los nuevos diag-
nósticos se hizo en personas migrantes.

El término grupos de riesgo no es correcto, además de ser estigmatizador.


La recomendación es expresarse en términos de prácticas de riesgo, pues-
to que todas las personas, con independencia de su orientación o de
otras realidades, son susceptibles de sufrir la infección por VIH si llevan
a cabo prácticas que comportan riesgo.

Uno de los datos epidemiológicos más relevantes nos muestra que el 46 % de


los diagnósticos fue tardío. Es fundamental resaltar que aproximadamente un
18 % de las personas que viven con el VIH no conocen su estado serológico
puesto que, al tratarse de una infección asintomática, muchas personas no se
hacen las pruebas de detección.

Lecturas recomendadas

Documento informativo sobre la infección por VIH: http://www.seisida.es/wp-con-


tent/uploads/2017/05/documento_informativo_sobre_infeccion_vih_profesionales.pdf.

Documento de consenso de GESIDA / Plan Nacional sobre el Sida respecto al tratamiento


antirretroviral en adultos infectados por el virus de inmunodeficiencia humana: http://
gesida-seimc.org/wp-content/uploads/2018/01/gesida_tar_adultos_v3-1.pdf.

Integración laboral de las personas con VIH. Estudio sobre la identificación de las ne-
cesidades laborales y la actitud empresarial: http://www.cesida.org/wp-content/uploads/
documentos/documentacion/elinformefipse.pdf.

Guía para el fomento de la autorrealización en personas con VIH: http://www.cesida.org/


wp-content/uploads/2013/09/guia_autorrealizate.pdf.
© FUOC • PID_00256395 54 La evaluación en psicología de la salud

4.2. Caso clínico

Katia llegó procedente de Venezuela hace tres meses. En el verano anterior,


cuando trabajaba en Costa Rica en un hotel, conoció a Enrique, que había
ido allí de vacaciones con un grupo de amigos. Estuvieron juntos un mes, y
durante el año posterior mantuvieron el contacto en la distancia. Pasado este
tiempo, decidieron empezar una vida juntos. Enrique trabaja como jefe de
personal en una fábrica de coches. Para poder ahorrar para ayudar a Katia con
los gastos del viaje, dejó su piso de alquiler y volvió a casa de su madre (su
padre murió hace tres años). Ahora viven los tres juntos.

Durante una exploración médica en un centro especializado en infecciones


de transmisión sexual (ITS), la médica recomendó a Katia que se hiciera una
serología completa de ITS y, al recibir los resultados, le diagnosticaron infec-
ción por VIH. Nunca se había hecho analíticas de este tipo, y reconoció que
en su país había llevado a cabo varias prácticas sexuales desprotegidas. Katia
se quedó en shock y Enrique, muy preocupado. La médica le recomendó que
acelerase el proceso para conseguir la tarjeta sanitaria y empezar a recibir el
tratamiento antiviral. Las analíticas mostraron que la carga viral era de 53.000
copias/mm3 y el nivel de linfocitos TCD4, de 532 copias/mm3. Aunque la mé-
dica les dijo que el sistema inmunitario de Katia estaba en buenas condiciones,
los dos salieron de la consulta con mucho miedo por su salud y su futuro.

Katia empieza a sentirse muy nerviosa y ansiosa por su salud. Siempre ha pen-
sado que el VIH es sinónimo de muerte, de hecho, un amigo suyo murió ha-
ce cinco años por las complicaciones relacionadas con el sida. En cuanto a
Enrique, nunca ha conocido a nadie que viva con el VIH y tiene un descono-
cimiento absoluto sobre la infección y su progreso. Los dos han decidido no
tener relaciones sexuales de ningún tipo, por miedo a infectarse.

Sin embargo, los temores tanto de Katia como de Enrique van más allá de los
problemas de salud que piensan que ella presentará en un futuro. Creen que
la infección por VIH supondrá un hándicap más para la integración social y
laboral de Katia, que se sumará al hecho de que es inmigrante. Por otro lado,
los dos habían pensado que, si la relación entre ellos funcionaba bien, en un
tiempo tendrían hijos, pero ahora han descartado esta idea porque creen que
si Katia se queda embarazada, “le pasará el virus al feto”.

Ante esta situación, la médica les ha recomendado consultar a un profesional


que les acompañe en el proceso de aceptación e integración de la infección en
la realidad de vida tanto de Katia como de Enrique, y posiblemente también
de la madre de este, puesto que, desde que le han explicado la situación, se
muestra más distante con Katia.

Los dos acuden al centro de información del VIH y otras ITS donde trabajáis.
Katia os explica que no tiene ganas de nada, ni de buscar trabajo ni de con-
tinuar los trámites para regularizar su situación. Piensa que cuando diga que
© FUOC • PID_00256395 55 La evaluación en psicología de la salud

tiene VIH, “nadie me querrá contratar ni podré tener amigos de verdad en


este país”. También está preocupada por su relación con Enrique: “no tengo
a nadie más aquí, y su madre me mira asustada y lo limpia todo a diario”.
Igualmente, esta “agobiada” por su familia, no sabe cómo hacer frente al he-
cho de que sus padres están en otro país, y “lo pasarán muy mal cuando les
diga que tengo VIH”.

Por su parte, Enrique manifiesta un miedo excesivo a infectarse durante las


relaciones sexuales, pero al mismo tiempo os dice que es Katia la que no quiere
tener relaciones sexuales, “ni siquiera sexo oral”. Katia, en cambio, os asegura
que aunque tiene miedo de infectar a Enrique, es él quien se muestra reticente
al sexo y que ella lo busca.

Cuando le preguntáis por el tratamiento antiviral, Katia comenta que ya lo Reflexión


tiene pero que no se siente preparada para tomar “la pastilla cada día”, que
¿Qué aspectos consideráis
algunos días no la toma porque le cuesta mucho, que le recuerda que tiene prioritarios explorar en Katia?
una enfermedad “que me generará mucho sufrimiento”. ¿Cómo abordaríais la situación
con Enrique? ¿Qué habilidades
consideráis importante tener
y mostrar como profesionales
4.3. Factores relacionados con la vivencia de la infección con Katia y Enrique?

Como ya se ha comentado, la aparición del TARGA ha aumentado la supervi-


vencia de la persona con VIH, hecho que ha implicado un cambio en la ma-
nera en que la persona hace frente a la vivencia de la infección y, en conse-
cuencia, en la forma de trabajar en un ámbito psicoemocional con las perso-
nas que la sufren.

Comentaremos a continuación algunos factores que pueden modular la vi-


vencia de la infección.

4.3.1. Salud mental: estado de ánimo y problemas de ansiedad y


estrés

La prevalencia de los problemas relacionados con el estado de ánimo en per-


sonas diagnosticadas con el VIH se sitúa en torno al 33 % (van Luenen et al.,
2018). También es frecuente encontrar problemas de ansiedad, con una pre-
valencia del 20 %.

Son varios los factores psicosociales que han sido identificados como facilita-
dores de la ansiedad y de problemas del estado de ánimo, como por ejemplo
el aislamiento, el estigma, la falta de apoyo social, la discriminación o el con-
sumo de sustancias. Estos problemas de salud mental pueden afectar a la ad-
herencia al tratamiento y la calidad de vida de la persona con VIH. Todo esto
puede hacer que aumente la carga viral y, en consecuencia, disminuya el nivel
de linfocitos TDC4.
© FUOC • PID_00256395 56 La evaluación en psicología de la salud

En nuestro caso, Katia presenta un estado de ánimo decaído. La desmotiva- Ved también
ción que presenta en relación consigo misma, el mundo y su futuro (tríada
Para ampliar información sobre
cognitiva de Beck) se hace evidente en aspectos como el miedo a la muerte, la la tríada cognitiva de Beck, po-
dificultad para encontrar trabajo e integrarse en su nuevo entorno al cambiar déis revisar el apartado “Tras-
tornos depresivos” del módu-
el país de residencia, el funcionamiento de la relación de pareja con Enrique y lo “La evaluación en psicología
clínica” de esta asignatura.
el sentimiento de soledad por el temor al rechazo social debido a su infección.
Estos pensamientos le generan estrés y ansiedad, especialmente en cuanto al
hecho de comunicar su estado serológico.

4.3.2. Adherencia al tratamiento

Si los tratamientos farmacológicos han supuesto un cambio en la superviven-


cia y en la calidad de vida de la persona con VIH, la falta de adherencia al tra-
tamiento es uno de los principales factores del fracaso terapéutico, que puede
suponer que se generen mutaciones de resistencias, es decir, que las replica-
ciones de los virus muten a un subtipo de virus ante el cual el tratamiento que
toma la persona no tenga efecto (Vanegas, Acevedo, Díaz y Velilla, 2014).

Entre los factores que influyen en este cumplimiento, podemos encontrar las
pautas de tratamiento, la relación con el profesional sanitario, los posibles
efectos secundarios y los problemas de salud mental como ansiedad y estrés
(Ventura, Martín, Morillo, Yébenes y Casado, 2014). Otros factores podrían
ser la falta de apoyo sociofamiliar y la eficacia percibida por la misma persona
(Hudelson y Cluver, 2015). Por otro lado, a algunas de las personas con VIH
el tratamiento diario les recuerda la infección y, en ocasiones, no lo siguen de
manera consistente, porque hacerlo es la manera de aceptar que viven con el
virus. Esto es lo que le pasa a Katia.

Respecto a personas con VIH, la adherencia se puede definir como la capacidad


de la persona de implicarse correctamente en todo el proceso relacionado con
la elección, el inicio y el control del tratamiento TARGA, con el fin de producir
el resultado preventivo o terapéutico deseado que, en este caso, es el de conse-
guir una eficaz supresión de la replicación viral (Panel de Expertos de Secreta-
ría del Plan Nacional sobre el Sida, SPNS, Sociedad Española de Farmacia Hos-
pitalaria y Grupo de Estudio del Sida-GESIDA, 2008). Sin embargo, para estas
personas la adherencia va más allá del tratamiento antiviral. Los estilos de vida
saludables son importantes por la influencia que tienen en el sistema inmu-
nitario, de modo que también es necesario contribuir al fomento y el mante-
nimiento de hábitos como el ejercicio físico y una alimentación equilibrada.
Mención especial requiere el consumo de sustancias, principalmente alcohol,
tabaco y drogas psicoactivas (como la cocaína), por la dificultad que puede
comportar en la adherencia al tratamiento antiviral (González, Madoz, Parro,
Hernández y Ochoa, 2017). Además, no podemos olvidar las consecuencias
directas que el tabaco o la cocaína tienen en la salud de las personas, aún más
si estas deben tener un cuidado especial respecto a su sistema inmune.
© FUOC • PID_00256395 57 La evaluación en psicología de la salud

Los estilos de vida o las conductas de salud pueden estar relacionados directa-
mente con la evolución de la infección y la afectación del sistema inmunita-
rio, pero también son importantes en la persona con VIH como factores pro-
tectores de la salud mental. Diferentes estudios han puesto de manifiesto que
una disminución del nivel de linfocitos TDC4 está relacionada con un mayor
estrés percibido, problemas del estado de ánimo, de ansiedad o de neuroticis-
mo (Ballester-Arnal, Gómez-Martínez, Fumaz, González-García, Remor y Fus-
ter, 2016).

En el caso de Katia, iniciar el tratamiento no es una cuestión urgente pero sí


importante y necesaria para poder controlar la reproducción del virus y que
su sistema inmunitario se mantenga en niveles saludables (600-1.500 copias
de linfocitos TCD4). Los trámites para conseguir la tarjeta sanitaria son un
estresor muy importante en personas migrantes que viven con el VIH, puesto
que las posibles barreras que pueden encontrar a veces alargan los tiempos de
tramitación. Este atraso en el inicio del tratamiento también es un factor que
influye en el estrés y la ansiedad, porque las personas con VIH sienten que
hasta que no inician el tratamiento farmacológico el virus es “incontrolable”
y tienen pánico a la enfermedad. A pesar de esta necesidad, la sintomatología
depresiva que presenta Katia le dificultará la adherencia una vez que empiece
a tomar la medicación.

4.3.3. Autoestima

Después del diagnóstico de la infección por VIH, los diferentes factores socia-
les y psicológicos asociados a esta vivencia generan una disminución de la au-
toestima. De nuevo, nos encontramos con variables como la falta de apoyo
social, el estigma y el autoestigma o la sintomatología depresiva, aspectos que
podríamos considerar como las principales variables que dificultan una auto-
estima saludable. Esta falta de autoestima puede conducir a que la persona
tenga una visión errónea de lo que puede suponer la infección por VIH en su
rutina diaria, y a que pierda la energía para plantearse objetivos futuros o para
conseguir los que ya tenía marcados.

Un aspecto común entre las personas con VIH que hace disminuir la autoes-
tima es el sentimiento de culpa por haberse infectado, que hace que se con-
sideren una mala persona que merece lo que le está pasando (Fuster-Ruíz de
Apodaca, Molero y Ubillos, 2016). Obviamente, esta falta de autoestima puede
aumentar los problemas del estado de ánimo, lo que redundará en una baja
calidad de vida y en problemas de adherencia al tratamiento antiviral.

La incertidumbre que Katia manifiesta respecto a su realidad, con los miedos


y la creencia de que no podrá mantener la vida que quería, le genera una baja
autoestima. Esto le quitará las energías para avanzar en la regularización de
© FUOC • PID_00256395 58 La evaluación en psicología de la salud

su situación como persona migrante y en la búsqueda de trabajo. También le


generará bloqueo a la hora de afrontar su integración social y en la relación
de pareja con Enrique.

4.3.4. Aislamiento social: estigma y autoestigma

La vivencia del estigma en las personas con VIH tiene efectos negativos en di-
ferentes ámbitos: aumenta los problemas del estado de ánimo, el aislamiento
y la falta de adherencia a los antivirales, y supone una disminución general
de la calidad de vida (Turan, Budhwani, Fazeli, Browning, Raper et al., 2017).
Además, la interiorización de este estigma social, laboral y sexual (autoestig-
ma) actúa de mediación con la percepción e interpretación que la persona con
VIH hace de la discriminación social, anticipando los comportamientos y ac-
titudes de las personas de su alrededor (Turan et al., 2017).

Enlace recomendado
Hablamos de autoestigma para hacer referencia a la interiorización que
la persona con VIH ha hecho de los mensajes serófobos que la sociedad Si queréis ampliar informa-
ción sobre la serofobia, po-
mantiene respecto a las personas infectadas con el VIH. Esta serofobia déis consultar el siguiente en-
lace en la web de CESIDA:
tiene como base la falta de información sobre las vías de transmisión
http://www.cesida.org/wp-
del virus y sobre la vivencia real de la infección. content/uploads/2015/12/
Guia_ESTIGMA_nov2015.pdf.

Entre los principales miedos que presentan las personas con VIH después del
diagnóstico, encontramos el cómo, cuándo y con quién compartir su estado
serológico, temor especialmente grave en el caso de las parejas sexuales y emo-
cionales. De hecho, el miedo al rechazo por parte de familiares, amistades y
parejas sexuales aumenta de manera considerable la ansiedad en las personas
con VIH, lo que puede tener dos efectos fundamentales. Por un lado, el ais-
lamiento de la persona, que puede provocar un estado depresivo. Por otro,
una pérdida de la adherencia al tratamiento y a los estilos de vida saludables
(Evangeli y Row, 2017).

Para entender la situación de Katia, tenemos que pensar que en su país de ori-
gen la realidad del VIH es muy diferente. Un aspecto fundamental es que un
amigo suyo murió a consecuencia de las enfermedades oportunistas relacio-
nadas con el sida, situación a la que una persona llega cuando no tiene acceso
al tratamiento farmacológico adecuado. Katia ha interiorizado esta visión de
la infección por VIH y es prioritario combatir estas creencias. Por otro lado, el
estigma y la discriminación a las personas con VIH son compartidos en todas
las sociedades, aunque en unas es más evidente que en otras. El temor al re-
chazo, en nuestro caso, es doble: por la infección y por ser persona migrante.
Esto puede hacer que Katia se aísle y evite situaciones sociales y laborales por
miedo a visibilizar la infección por el VIH. Un ejemplo de ello es la madre
de Enrique, que de manera sutil le muestra esta discriminación, por ejemplo,
limpiando la casa a diario y mostrándose más distante con ella.
© FUOC • PID_00256395 59 La evaluación en psicología de la salud

A nivel de vivencia de pareja, tanto Enrique como Katia han entrado en una
dinámica de evitación en la que los dos se hacen responsables de no mantener
relaciones sexuales de ningún tipo.

4.3.5. Calidad de vida

Mejorar la calidad de vida de las personas con VIH es un objetivo fundamen-


tal. Esto es porque la calidad de vida general, y la relacionada con la salud per-
cibida por las personas con VIH, es una variable mediadora básica en aspectos
como el estado de ánimo, el estrés, la autoestima y la adherencia al tratamien-
to (Bengstson, Pence, O’Donnell, Thielman, Heine et al., 2015).

Un aspecto que hay que considerar en la percepción de la calidad de vida de


las personas con VIH son los efectos adversos del TARGA. Antes de la aparición
de los tratamientos actuales, estos efectos suponían un malestar físico muy
elevado (que hacía que la adherencia fuera muy complicada), que afectaba a
la percepción de calidad de vida. En la actualidad, algunas de las personas que
empiezan el tratamiento antiviral presentan efectos adversos leves (dolor de
cabeza, insomnio, malestar intestinal, falta de energía), efectos que desapare-
cen en tres o cuatro semanas. Por lo tanto, la afectación en la percepción de
la calidad de vida es más leve.

A las dificultades propias que vive una persona migrante cuando llega a un
nuevo país, Katia añade el diagnóstico por VIH. Las dos son vivencias que
pueden afectar a la percepción de su calidad de vida. La falta de energía, con-
secuencia de su estado de ánimo, otros problemas de salud mental, los miedos
al estigma y al rechazo, y otros factores que ya hemos comentado, influyen
en su percepción; de modo que Katia puede entrar en una espiral de malestar
general y desaliento vinculada a la percepción de su calidad de vida, con las
consecuencias que todo esto tendrá en la adherencia al tratamiento antiviral,
sus estilos de vida, la replicación del virus y la debilitación del sistema inmune.

4.4. Evaluación

El objetivo principal del acompañamiento psicoemocional con una persona


diagnosticada con la infección por VIH es dotarla de estrategias de afronta-
miento y empoderarla para la integración saludable de la infección en su ru-
tina de vida y para hacer frente a las situaciones de estigma y discriminación.
Para conseguir estos objetivos, es fundamental la evaluación de la persona.
© FUOC • PID_00256395 60 La evaluación en psicología de la salud

Los principales aspectos que tenemos que incluir en la evaluación son:

• Creencias e información sobre la infección por VIH.


• Estado de ánimo y ansiedad.
• Autoestima.
• Vivencia de la sexualidad.
• Estrategias de afrontamiento.
• Calidad de vida.

4.4.1. Primera sesión: información sobre la infección y


psicoeducación

La evaluación, en un caso como el de Katia, debería empezar con la explora-


ción de la información que tiene sobre la infección por VIH, identificando fal-
sos mitos y creencias erróneas que influirán en la integración y la vivencia de
su realidad de vida. Antes de todo, tenemos que conocer como profesionales
toda la información relacionada con el VIH.

Para evaluar los conocimientos de Katia, podemos preparar un cuestionario


ad hoc con información sobre cómo actúa el virus en nuestro organismo, cuá-
les son los tratamientos antivirales, las vías de transmisión y las prácticas de
riesgo, etc. Este cuestionario puede incluir también aspectos relacionados con
el autoestigma como, por ejemplo, preguntas sobre percepción que la persona
tiene sobre en qué aspectos se puede sentir limitada una persona con VIH.
Aquí incluiríamos desarrollo laboral, vivencia de la sexualidad y de las relacio-
nes de pareja, participación en actividades deportivas, tener hijos, etc.

En una primera sesión, además de la evaluación sobre la información que aca-


bamos de comentar, sería muy recomendable facilitar a la persona, mediante
la psicoeducación, otro tipo de información que servirá para calmar mínima-
mente la ansiedad que le ha generado el diagnóstico de infección por VIH.
Se trataría de hacerle saber que el hecho de estar infectado no supone que la
persona tenga que llegar a la fase de sida ni morir por esta causa. Además de
nuestras explicaciones, podemos facilitarle material impreso y en línea sobre
la enfermedad.

4.4.2. Segunda sesión: ansiedad, estado de ánimo y autoestima

La segunda sesión con Katia la dedicaremos a aclarar las dudas que continúe
teniendo sobre la infección por VIH, y evaluaremos los aspectos relacionados
con la salud mental: estado de ánimo y depresión. Empezaríamos con una en-
trevista para explorar aspectos de la vida cotidiana de Katia (actividades y mo-
© FUOC • PID_00256395 61 La evaluación en psicología de la salud

tivaciones, intereses por las actividades de vida cotidiana, entorno social, fa-
miliar y de pareja, percepción de su estado de ánimo, irritabilidad, sentimien-
tos de culpa, pensamientos sobre su presente y su futuro e ideación suicida).

Entre los instrumentos estandarizados, podríamos administrar el inventario


de depresión de Beck-II (BDI-II) o la escala hospitalaria de ansiedad y depre-
sión de Hamilton (HAD). Es recomendable, en un primer momento, utilizar
instrumentos breves que nos den información general sobre la ansiedad y la
depresión; si identificamos sintomatología para considerar el diagnóstico de
trastorno, administraremos otros instrumentos más amplios que nos ayuda-
rán en este sentido.

El BDI-II ya ha sido comentado en el módulo “La evaluación en psicología


clínica” de esta asignatura. En cuanto a la HAD, hay que resaltar que con un
solo instrumento podemos identificar sintomatología depresiva y también de
ansiedad (Nogueda, Pérez, Barrientos, Robles y Sierra, 2013; Bjelland, Dahl,
Haug y Neckelmann, 2002; Zigmund y Snaith,1983). La HAD consta de dos
subescalas, una de ansiedad y otra de depresión, con siete ítems cada una. Las
principales ventajas de esta escala son que es un instrumento sencillo y breve
que incluye ítems relevantes en contextos de salud y que explora respuestas
cognitivas, emocionales y comportamentales de la ansiedad y de la depresión.
Además, presenta buenas propiedades piscométricas y ha sido validada para
diferentes problemas de salud, incluyendo la infección por VIH.

En cuanto a la evaluación de la ansiedad, si lo consideramos conveniente y


siempre que no saturemos con demasiados instrumentos a Katia, lo que podría
desmotivarla, podríamos administrar el cuestionario sobre la ansiedad esta-
do/rasgo (STAI) o el inventario de situaciones y respuestas de ansiedad (ISRA),
que también hemos visto en el módulo “La evaluación en psicología clínica”.

En esta segunda sesión, podríamos evaluar también la autoestima de Katia y


lo haríamos con un instrumento muy breve: la escala de autoestima de Rosen-
berg (1965). Este instrumento está formado por 10 ítems con respuestas Likert
(1-4) en función del grado de acuerdo con cada afirmación. Se obtiene una
puntuación global de la autoestima de la persona con un punto de corte de
29 puntos, considerado como elevada autoestima.

4.4.3. Tercera sesión: estilos de afrontamiento y adherencia

Una vez que hemos explorado los aspectos de autoestima, estado de ánimo y
ansiedad en Katia y hemos comprobado que ya está asimilando la información
sobre el proceso de la infección, pasaríamos, en una tercera sesión, a indagar
los estilos de afrontamiento que la persona tiene y si estos son adaptativos.
Los estilos de afrontamiento y el apoyo social son dos aspectos que hacen
resiliente a la persona con VIH.
© FUOC • PID_00256395 62 La evaluación en psicología de la salud

Ya hemos comentado al principio del módulo diferentes instrumentos para


evaluar el afrontamiento de los problemas de salud. Para evaluar los estilos de
afrontamiento del estigma y la discriminación en el caso concreto del VIH, po-
demos administrar el cuestionario�de�estrategias�de�afrontamiento de Fus-
ter-Ruíz de Apodaca, Molero, Holgado, Tello y Sansinenea (2014). Se trata de
un instrumento autoadministrado, aunque también se puede recoger la infor-
mación de manera heteroadministrada. Consta de 25 ítems de respuesta Li-
kert, distribuidos en cinco factores:

• Distrés emocional relacionado con la experiencia del VIH.


• Afrontamiento positivo y actitud de crecimiento personal.
• Cambio cognitivo relacionado con el VIH.
• Afrontamiento positivo focalizado en la acción colectiva y el apoyo social.
• Rechazo percibido relacionado con el VIH y evitación de situaciones y ex-
periencia personal de rechazo.

Este cuestionario nos muestra diferentes formas de hacer frente al estigma del
VIH. Podríamos ver qué estrategias de control primario y secundario dirigidas
a alterar las condiciones objetivas de la situación de rechazo, o enfocadas a
adaptarse a la situación controlando sus emociones, implementa Katia. Por
ejemplo, trabajar en un ámbito cognitivo el hecho de que las respuestas de la
madre de Enrique no le afecten y que tanto ella como Enrique se conviertan
en agentes de salud para modificar las creencias y mitos de la madre. También
identificaríamos estrategias de evitación si, por ejemplo, Katia se cerrara a la
posibilidad de buscar trabajo o a participar en actividades para conocer a gente
y crear su red social.

En esta misma sesión, evaluaríamos la calidad de vida relacionada con la salud


con el cuestionario MOS SF-36, para poder así explorar cómo le está afectando
la percepción de su diagnóstico (García-Ordóñez, Mansilla, Nieto, Cereto, Sa-
las et al., 2001; Alonso, Regidor, Barrio, Prieto, Rodríguez y De la Fuente, 1998;
Alonso, Prieto y Antón, 1995). Como hemos comentado en la primera parte
de este módulo, se trata de un instrumento genérico breve y autoadministrado
que explora diferentes dimensiones relacionadas con el estado de salud de la
persona.

En cuanto a la adherencia al tratamiento, dado que Katia todavía no lo habría


empezado, puesto que estaría haciendo las gestiones oportunas para conseguir
la tarjeta sanitaria, no podríamos hacer ninguna evaluación sobre este aspecto.
Una vez iniciado el tratamiento antiviral, y pasadas unas semanas, podríamos
hacer esta exploración. Uno de los instrumento más habituales y prácticos es el
Simplified Medication Adherence Questionnaire (SMAQ; Knobel, Alonso, Casado,
Collazos, González et al., 2002), un autoinforme sobre la toma de los medica-
mentos. Otros métodos para evaluar la adherencia serían los niveles plasmáti-
cos o el recuento de la medicación. El SMAQ es un instrumento muy breve, de
solo seis preguntas, que ha sido validado en personas con VIH. Las preguntas
evalúan diferentes facetas relacionadas con la adherencia farmacológica a los
© FUOC • PID_00256395 63 La evaluación en psicología de la salud

antivirales: olvidos, rutina, efectos adversos y cuantificación de omisiones. La


persona es no adherente si responde cualquier pregunta en sentido de no ad-
herencia. En cuanto a la pregunta de cuantificación, sería no adherente si ha
dejado dos dosis durante los últimos siete días.

4.4.4. Cuarta sesión: devolución de resultados

La cuarta sesión la dedicaríamos a la devolución de los resultados a Katia. Ade-


más, le explicaríamos qué tratamiento implementaríamos en su situación. Re-
cordemos que, a lo largo de todas las sesiones de evaluación que hacemos con
Katia, iremos trabajando desde el primer momento la información errónea
que tenga sobre la infección (psicoeducación).

4.5. Tratamiento

A partir de la evaluación que hemos hecho con Katia, plantearíamos el trata-


miento basándonos en los siguientes aspectos y objetivos:

• Facilitar información sobre la infección y la realidad de la vivencia del VIH.


• Dotar a Katia de estrategias de afrontamiento ante situaciones de rechazo
y discriminación.
• Adquirir herramientas para el control de la ansiedad y el estrés generado
tanto por la infección como por el estigma y el autoestigma.
• Facilitar la creación de una red de apoyo social y emocional.
• Fomentar la adherencia al tratamiento antiviral y a los estilos de vida sa-
ludables.

Para conseguir estos hitos, en las sesiones de tratamiento aplicaríamos dife-


rentes técnicas, entre las que podemos destacar:

• Psicoeducación sobre la infección y la rutina de vida de una persona con


VIH.
• Entrenamiento en habilidades sociales y de comunicación.
• Discusión cognitiva y diálogo socrático para controlar y modificar los pen-
samientos negativos que afectan a su estado de ánimo, pero también para
gestionar la sintomatología ansiosa y el estrés.
• Técnicas de relajación.
• Entrevista motivacional para modificar los estilos de vida poco saludables
o para mejorar las conductas de salud y la adherencia al tratamiento.

Finalmente, en el caso de Katia y por la información que tenemos, también Lectura recomendada
sería necesario plantear algún tipo de intervención con su pareja, Enrique,
M. J. Ruíz de Apodaca, J. La-
puesto que conocer el diagnóstico de Katia le ha generado malestar emocional guía, y F. Molero (coord.)
y le han aparecido miedos relacionados con la infección que, de hecho, están (2017). Formación de mediado-
res y mediadoras para el apoyo
suponiendo barreras para disfrutar de las relaciones sexuales y de la propia a personas con VIH. Madrid:
UNED.
relación de pareja. En estas situaciones, con la pareja de la persona diagnos-
ticada, nuestra intervención no tendría que ir más allá de explorar los mitos
© FUOC • PID_00256395 64 La evaluación en psicología de la salud

erróneos que puede presentar Enrique en relación con el VIH, explorar la in-
formación que tiene sobre prácticas sexuales de riesgo y vías de transmisión
y otros aspectos y dudas que él pueda plantear. Si lo consideramos necesario,
podríamos organizar una sesión adicional con los dos, para establecer un es-
pacio de comunicación entre ellos y aclarar sus temores.
© FUOC • PID_00256395 65 La evaluación en psicología de la salud

Bibliografía
Acosta, F. J., Hernández, J. L., y Pereira, J. (2009). Métodos de evaluación de adherencia.
Cuadernos de Psiquiatría Comunitaria, 9 (1), 13-28.

Aguilar, E. J., Hidalgo, M. D., Cano, R., López, J. C., Campillo, M., y Hernández, M. (1995).
Estudio prospectivo de la desesperanza en pacientes psicóticos: características psicométricas
de la Escala de Desesperanza de Beck. Anales de Psiquiatría, 11 (4), 121-125.

Alonso, J., Prieto, L., y Antón, J. M. (1995). La versión española del SF-36 Health Survey
(Cuestionario de Salud SF-36): un instrumento para la medida de los resultados clínicos.
Medicina Clínica, 104 (20), 771-776.

Alonso, J., Regidor, E., Barrio, G., Prieto, L., Rodríguez, C., y De la Fuente, L. (1998). Valores
poblacionales de referencia de la versión española del cuestionario de salud SF-36. Medicina
Clínica, 111 (11), 410-416.

Alvarado, L. (2016). Adherencia al tratamiento en las enfermedades crónicas y la vivencia


del paciente. Revista médica de Chile, 144 (2), 269-270.

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