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Los principados hereditarios son los que han reinado por un largo tiempo, siendo
la misma familia, los nuevos pueden ser miembros que el príncipe agrega al
Estado hereditario o pueden ser todos nuevos.
Una vez que se adquieren Estados en una provincia con lenguaje, prácticas y
organización diferentes, emergen problemas y uno de los remedios que el
individuo que los adquiera es que fuera a vivir en ellos, de esta forma se ven nacer
los desórdenes y tienen la posibilidad de reprimir con prontitud, de esta manera
además adquieren más respeto y con mucha complejidad acostumbran perderlo.
A los hombres hay que conquistarlos o eliminarlos, la ofensa que se le haga
al hombre debe ser tal, que le resulte imposible vengarse.
El príncipe que anexe una provincia con organización y prácticas diferentes a la
suya debería transformarse en protector de los vecinos menos poderosos para
debilitar a los de más grande imperio y cuidarse de que entre a su estado un
extranjero tan poderoso como él debido a que se le adhieren todos los que sienten
envidia del que es más profundo debido a que enseguida y de buena gana
conforman un bloque con el Estado invasor.
“Una guerra no se previene sino se difiere para beneficio ajeno”
El quiero de conquista es un sentimiento bastante natural y común, y
continuamente que lo hagan los que tienen la posibilidad de, anteriormente van a
ser alabados que censurados; sin embargo, una vez que tratan de realizarlo a toda
cota los que no tienen la posibilidad de, la censura es admitida. Es natural que se
ha vuelto poderoso recelo de la misma astucia o de la misma fuerza debido a las
cuales se ha obtenido el apoyo.
Destruirlo
Radicarse en él
Dejarlo regir por sus leyes, obligándolo a pagar tributo y establecer un
gobierno compuesto por un reducido número de personas que se encarguen
de velar por la conquista.
Es mejor mantener una ciudad que este acostumbrada a vivir libre que hacerla
gobernarse por los mismos habitantes. El sistema seguro de dominar una
localidad acostumbrada a vivir libre es destruirla. Quien se haga de una ciudad de
esta forma y no la aplaste, debería esperara ser aplastado por ella. La memoria de
su vieja liberad no les concede ni un rato de reposo si los pobladores no se parten
ni se dispersan, rápidamente recurren a cualquier contingencia.
Una vez que las localidades o provincias permanecen acostumbradas a vivir bajo
un príncipe, y por la extinción de este y su linaje queda vacante el régimen, por un
lado, los pobladores permanecen acostumbrados a obedecer y por otro no tienen
a quién mandar, y no se ponen de acuerdo para escoger a uno entre ellos, ni
saben vivir en independencia, y finalmente tampoco se deciden a tomar armas
contra el invasor.
CAPÍTULO 6 SOBRE LOS PRINCIPADOS NUEVOS QUE SE ADQUIEREN CON
ARMAS PROPIAS Y CON VIRTUD
Los príncipes deben esforzarse por imitar los ejemplos establecidos por los
grandes gobernantes del pasado, incluso si eso significa fijarse grandes metas. Si
no logra cumplir esas metas, las acciones que hará para cumplirla lo hará ver
como un poderoso gobernante y mejorará su reputación.
Una forma en que los gobernantes adquieren estados es a través de sus propias
sus propias habilidades, en lugar de la buena suerte de noble nacimiento, herencia
o circunstancias afortunadas. Confiar en la destreza personal de uno es un
método muy difícil de adquirir un estado. Sin embargo, un estado adquirido por la
habilidad natural de un gobernante será más fácil controlarlas.
Por otro lado, los Estados que nacen de pronto con príncipes improvisados no
pueden crecer y mucho menos consolidarse porque, como las leyes naturales
manda, no puede crecer algo que está plantado y no tienes raíces. Caerán con el
primer golpe que reciban porque no tienen la energía para soportarlo, al menos
que hayan tenido las mismas bases que los príncipes de verdad.
Los nobles cuando comprueban que no pueden resistir al pueblo, concentran toda
la autoridad en uno de ellos y lo hacen príncipe para poder, a su sombra, dar
rienda suelta a sus apetitos. El pueblo cuando no puede hacer fuerte a sus
grandes, cede su autoridad a uno y lo hace príncipe para que lo defienda. El que
llega al principado con ayuda de los nobles se mantiene con más dificultad que el
sí o hombre que ha legado con el apoyo del pueblo, porque los que o rodean se
sientes sus iguales.
Un príncipe jamás podrá dominar al pueblo cuando tenga por enemigo. Lo peor
que un príncipe puede esperar de un pueblo que no o ame es el ser abandonado
por él; de los nobles, si los tiene por enemigos, es que se rebelen contra él. Es
una necesidad del príncipe vivir siempre con el mismo pueblo, pero no con os
mismos nobles, puede crear nuevos o deshacerse de lo que tenía a su
conveniencia.
El que llegue a ser príncipe mediante el favor del pueblo debe esforzarse por
conservar su afecto, pues el pueblo sólo pide no ser oprimido. El que se convierta
en príncipe por ayuda de los nobles perecerá si se empeña en conquistarlo, lo que
sólo será fácil si lo toma bajo su protección.
Es la forma de tener Estado pero de no tener que defenderlo, pues los súbditos no
gobiernan ni se preocupan por hacerlo, le dan su lugar al príncipe en su
soberanía. Por eso se dice que son los únicos principados en ser seguros y
felices.
Debe entenderse a las leyes no solo a las reglas con sentido legal sino también a
las condiciones para la vida cotidiana. Y a lo que se refiere en cuanto a “dónde
hay un buen ejército, hay buenas leyes” significa que si hay alguien que puede
liderar un buen ejército puede hacerlo igual de bien sobre la población.
Por otro lado, Maquiavelo se refiere a «Buenas armas”, que solo pueden
ser las propias tropas del Estado; Es decir, sus propios ciudadanos, y no los
forasteros. Manteniendo con su punto de vista que la independencia y la
autosuficiencia son la única seguridad, él afirma que la dependencia de las tropas
extranjeras es la perdición de un príncipe. Y tenía buenas razones para pensarlo,
habiendo observado el uso generalizado de mercenarios extranjeros en Italia y lo
que él sentía eran sus consecuencias desastrosas. Culpaba a los mercenarios por
carecer del espíritu de los soldados que defendían sus propias tierras y casas.
Las armas para defender el estado son los príncipes propios, mercenarios,
auxiliares, o una mezcla de los tres. Mercenarios y auxiliares son peligrosos y
poco fiables. Si un mercenario es talentoso, siempre tratará de aumentar su poder
a expensas del príncipe. Si es incompetente, arruinará al príncipe. Sólo los
príncipes y las repúblicas que pueden lanzar sus propios ejércitos pueden tener
éxito, porque los mercenarios no hacen otra cosa que perder. Los que están bien
armados pueden vivir libres.
Es por eso que todo príncipe consiente prefiere refugiarse en las tropas propias y
prefiere triunfan con las tropas auxiliares y evitar las mixtas. Conocer esto es una
virtud que la tienen muy pocos y es símbolo de una gran sabiduría.
Todos los hombres, y en particular los príncipes, por ocupar posiciones más
elevadas, son juzgados por alguno de estas cualidades, tacaño, avaro.
Un príncipe posee las cualidades que son consideradas buenas pero como no es
posible consérvalas todas, es preciso ser tan cuerdo que pueda evitar la
vergüenza de aquellas que le significarán la pérdidas del Estado, si no puede, no
debe preocuparse y mucho menos incurrir en la infamia de vicios sin os cuales
difícilmente podrá salvar el Estado, porque a veces lo que parece virtud escasa de
ruina, y lo que parece vicio sólo acaba por trae el bienestar y la seguridad.
Estaría bien ser tenido por pródigo de manera que se sepa que uno es, perjudica;
y por otra parte, si se le practica como se le debe practicar no será conocida y se
le considerará como el vicio contrario. Un príncipe así acostumbrado a proceder
consumirá en tales obras todas sus riquezas y se verá obligado, si desea
conservar su reputación, a imponer excesivos tributos, a ser riguroso en el cobro y
hacer todas las cosas que hay que hacer para procurarse dinero. Lo cual
comenzará a tornarlo odioso.
Sólo hemos visto hacer grandes cosas a los hombres considerados tacaños; los
demás siempre han fracasado. Un príncipe debe reparar poco, con tal de que ello
le permita defenderse, no robar a los súbditos, no volverse pobre y despreciable,
no mostrarse ladrón , en incurrir en el vicio de tacaño; porque este es uno de los
vicios que le hacen posible reinar.
Todos los príncipes desean ser tenidos por clementes y no por crueles, deben
cuidarse de emplear mal esta clemencia. Un príncipe no debe preocuparse por
que o acusen de cruel, y siempre cuando su crueldad tenga por objeto l mantener
unidos y fieles a los súbditos; con pocos castigos ejemplares será más clemente
que aquellos que , por excesiva clemencia dejan manipular sus órdenes.
Debe ser cauto en el creer y el obrar, no tener miedo de si mismo y proceder con
moderación y humanidad. Surge una cuestión: si vale más ser amado que temido,
o temido que amado. Nada sería mejor que ser las dos a la vez, ya que es difícil
unirlas y siempre ha de faltar una.
Los hombres tienen más cuidado al ofender a uno que se haga amar que a uno
que se haga temer; el amor es un vínculo de gratitud que los hombres, perversos
rompen cada vez que pueden beneficiarse, el temor es el miedo al castigo que no
se pierde nunca.
El control del príncipe sobre su imagen pública recibe una atención
especial en este capítulo. Un príncipe debe siempre parecer sincero,
misericordioso y religioso, aunque a veces actúe en sentido opuesto.
Es decir, es útil parecer virtuoso, pero usted debe estar listo para actuar de
manera opuesta si la situación lo requiere. Un príncipe debe hacer el bien si
puede, pero esté listo para hacer el mal si es necesario. Sin embargo, un príncipe
debe tener cuidado de actuar siempre de una manera que parece virtuosa, porque
muchos pueden verlo, pero pocos saben lo que realmente son. Si un gobernante
conquista y mantiene su estado, todos lo alabarán, juzgando sus acciones por su
resultado.
El príncipe tiene dos cosas que tener: al interior de su Estado, alguna rebelión de
sus súbditos y afuera del Estado, un ataque de una potencia vecina. Acabará con
cualquier ataque de afuera si tiene buenas armas y consigue tener aliados, y
tendrá aliados si tiene buenas armas, al mantener las cosas exteriores aseguradas
las interiores también lo estarán, aunque puedan surgir conspiraciones que se
forman muy ocultamente, si el pueblo está descontento esto motivará al accionar
del conspirador para hacer perecer al príncipe porque busca contentar al pueblo
pero las posibilidades de conspirar son mínimas si el conspirador actúa a pesar
del sentir del pueblo porque puede lograr su objetivo pero la benevolencia
generada en el pueblo por el príncipe terminara con las conspiraciones, el príncipe
no tiene que preocuparse por las conspiraciones cuando hay voluntad del pueblo.
El príncipe debe preocuparse por no descontentar a los grandes y contentar al
pueblo, también saber dejar a otros la disposición de las cosas odiosas,
reservándose a si mismo las de gracia.
El príncipe debe hacer de león y zorra, debe camuflar sus intenciones y atacar
ferozmente cuando se presente la oportunidad, de esta forma también se puede
mantener contento a todos, una vez contentos el príncipe no debe ofender a
ninguno de los que emplea, los emperadores romanos favorecían más a los
soldados puesto que con ellos ganaban territorio por ello buscaban que estén
contentos olvidándose de lo demás, lo que generaba desprecio y aborrecimiento,
en la actualidad (en el tiempo que se escribió el libro) es necesario contentar al
pueblo que a los soldados.
Los nuevos príncipes nunca deben desarmar a sus súbditos, porque si
un príncipe arma a su pueblo, sus brazos se convierten en suyos. Si un príncipe
los desarma, el pueblo lo odiará, y se verá obligado a emplear mercenarios.
Algunos nuevos príncipes encuentran que aquellos que fueron sospechosos por
primera vez resultan más útiles que otros en gobernar el estado. Están ansiosos
de probarse ante el príncipe. Aquellos que ayudaron al príncipe a ganar el poder
pueden haberlo hecho por insatisfacción con el estado anterior, y el nuevo estado
también puede dejar de complacerlos.
Con respecto a los asuntos internos, los príncipes deben encontrar siempre
maneras dignas de mención de recompensar o de castigar cualquier acción
extraordinaria. Maquiavelo menciona específicamente los espectáculos públicos al
final de este capítulo, y hay una sugerencia de que el espectáculo, ya sea en
forma de festivales de entretenimiento, ejecuciones dramáticas o esquemas
atrevidos, es uno de los instrumentos más importantes del príncipe para controlar
la opinión pública. De la misma manera, recompensar los logros de los ciudadanos
o castigar sus malas acciones debe tener un elemento de espectáculo. Debe
hacer hablar a la gente, y cuando hablan, debe ser acerca de lo notable que es el
príncipe.
El príncipe sólo debe escuchar consejos cuando él lo solicite, debe quitar las
ganas a los aduladores de aconsejarlo cuando no lo ha solicitado, algunos piensan
que la prudencia del príncipe se debe a los consejeros, si esto fuera así aquel
sujeto conductor le quitaría el estado en breve tiempo, por lo tanto, se entiende
que la prudencia proviene del príncipe y conviene que los buenos consejos nazcan
de la prudencia del príncipe y no de los buenos consejos que recibe.
Varios príncipes italianos han perdido estados a través de sus propias faltas
militares. Por ejemplo han huido cuando debieron haber luchado, esperando que
sus súbditos los llamaran y eso les llevó al fracaso debido a su propia
incompetencia. Otra causa fue que tomaron demasiada confianza en épocas
prósperas, sin pensar que podían entrar en batallas y que su estado iba a ser
robado y cuando fueron conquistados, esperaban que el pueblo se revelara y
quisieran que ellos vuelvan a gobernar; pero fue absurdo depender de otros para
volver al poder. La mejor defensa de un príncipe es su propio valor.
Como la fortuna varía, un hombre puede tener éxito y otro fracasar, aunque ambos
sigan el mismo camino. Los tiempos y las circunstancias cambian, así que un
príncipe debe ajustarse a ellos para seguir siendo acertado; sin embargo, los
hombres tienden para permanecer en el curso que les ha traído éxito en el
pasado.
La fortuna se deja dominar por los más impetuosos y menos prudentes, por ello es
amiga de los jóvenes.
Era necesario que Israel se encuentra sometida a Egipto para que Moisés resalte,
era necesario que los persas se encuentren sometidos a los medos para que Ciro
muestre su grandeza, era necesario que los atenienses se dispersen para conocer
la superioridad de Teseo, es necesario que Italia se encuentra más esclava que
los hebreos, más sujeta que los persas, más dispersa que los atenienses, que
esté vencida, despojada, conquistada, asolada, que ha de pensar de encontrar un
hombre para la redención pero este sólo vio intereses en fortuna, se aguardó a
una Italia sin vida, destrozos y saqueos de Lombardia, a los pillajes y matanzas
del reino de Nápoles para aprender el valor de un alma italiana que enarbole y
despliegue la bandera y que inicie la redención debe ser de ilustre casa, vuestra
familia, que su valor y fortuna elevarán a los favores de Dios y de la Iglesia a la
que ella dio su príncipe.
No es menester, pues dejar pasar la ocasión del tiempo presente en que la Italia
después de tantos años vea por último aparecer a su redentor, su príncipe.