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I. Introducción
Otro concepto muy importante que deben tener en cuenta las delegaciones o
comisiones así como también las instancias territoriales (parroquias,
arciprestazgos, zonas, diócesis) en su actuación es el de pastoral por objetivos. Una
pastoral por objetivos es un proceso educativo que lleva una comunidad (grupo,
parroquia, arciprestazgo, institución eclesial, etc.) para repensar su finalidad y
metas en una situación global que está viviendo el pueblo, y, a partir de ahí,
establecer una estrategia adecuada con unas determinadas acciones que la hagan
posible. Y este proceso exige:
1)No planificar en función de la «consueta» o del «siempre se ha hecho así y ni
siquiera en función de las estructuras o tareas pastorales existentes, sino en
función de la realidad circundante. 2) No planificar a partir de unos principios
abstractos, sino en función de la personalización y profundización de la fe de los
creyentes y de la transformación de los ambientes. El horizonte nos viene dado por
la revelación, ciertamente, pero estamos ante un camino por recorrer, personal y
comunitariamente, en el que entran las personas concretas situadas en una
historia y con una mentalidad colectiva de la que arrancan unas determinadas
pautas de pensar y actuar5.
Al hablar de pastoral por objetivos no tratamos de introducir técnicas de
marketing en nuestro trabajo eclesial, La Iglesia no es asimilable a una empresa
comercial. Hablando con propiedad, la Iglesia no tiene un «mercado» para lo
cristiano, un mercado que pueda someterse a una investigación empírica, como si
se tratase de vender un producto. La acción del Espíritu no la monopoliza nadie,
ni siquiera la Iglesia misma. La «sementera» de Dios es la humanidad entera, a lo
largo y ancho del mundo y de la historia6.
Ahora bien, la voluntad de transformar la realidad humana de la Iglesia en un
proyecto serio y convincente de evangelización ha de introducir elementos de
racionalidad en nuestra pastoral. Se trata de ofrecer un servicio humano cualificado
a la salvación. No olvidemos que la Iglesia es, en definitiva, la acción de Dios en el
mundo a través de la acción de los hombres.
Así pues, lo que llevamos entre manos es importante y no podemos tratarlo
superficialmente. Las mediaciones humanas son decisivas en el campo de la
pastoral.
Cuando emprendemos una seria pastoral por objetivos, lo que intentamos es
salir de la rutina, de la repetición mecánica y anodina, para alzar la mirada hacia
un proyecto válido de evangelización y ordenar en función de este proyecto las
actividades de los agentes de pastoral, contando con la situación de la realidad,
valorando debidamente los recursos humanos y materiales y teniendo en cuenta la
medida del tiempo para proponernos objetivos concretos a corto, medio y largo
plazo.
La pastoral por objetivos no es una técnica más, no es una simple
modernización de instituciones, estructuras y tareas pastorales. La pastoral por
objetivos es una manera de situarse ante el quehacer pastoral, y esto implica y
exige una nueva mentalidad y un nuevo talante en los agentes de pastoral.
Toda pastoral por objetivos debe comenzar por una apreciación realista y crítica
(con capacidad de discernimiento) de todo lo que se hace, de cómo se hace y de
para qué se hace.
No podemos ampararnos en el «misterio» para dejar de examinar lo que en la
pastoral depende de nosotros en cuanto instrumentos de la acción de Dios. La
acción pastoral consiste en un conjunto de actividades humanas, plenamente
observables, y que, por lo tanto, pueden ser evaluadas tanto en su cantidad como
en su calidad.
Finalmente, la pastoral por objetivos debe hacerse desde un modelo de Iglesia
inspirado en el Vaticano II: un modelo de Iglesia fraterna, orante, evangélica y
evangelizadora, a la vez que ha de tener muy presentes estos cuatro elementos: 1)
El punto de partida, la realidad que pisa la gente, los nuevos signos de los tiempos,
el contexto sociocultural en el que está inmerso el hombre de hoy, destinatario
concreto de nuestra tarea pastoral. Si no tomamos muy en serio este punto de
partida, nuestra pastoral corre el peligro de quedar reducida a unas cuantas
acciones dispersas sin eficacia alguna. 2) Los medios, las mediaciones humanas y
materiales: agentes y estructuras pastorales, cauces institucionales, recursos
instrumentales, etc., que son necesarios para llevar a cabo los objetivos pastorales
preferentes o prioritarios y así poder acercarse al ideal del fin último de la pastoral.
3) Los objetivos pastorales preferentes que periódicamente deben señalarse, según
las necesidades y circunstancias de cada tiempo y lugar, y que han de ser
concretos, realizables, flexibles y evaluables. 4) El fin básico y último que persigue
nuestra pastoral que es la edificación de una Iglesia que sea servidora del mundo
desde el evangelio, descubridora y dadora de sentido y, en definitiva, sacramento
de salvación para todos los hombres (cf LG 1).
Tener muy presentes, adecuada y ordenadamente, estos cuatro elementos
significa llevar a cabo una pastoral realista por objetivos que, en definitiva, es la
que introduce una cierta racionalidad y una cierta mediación humana cualificada
en un ámbito que es misterio, que es gracia, que es don gratuito de Dios.
La pastoral por objetivos se opone a la «pastoral de mantenimiento» y se
identifica con la «pastoral de crecimiento», que intenta que las personas y los
grupos, partiendo de su propia vida y experiencia, vayan creciendo en el
descubrimiento de Jesucristo, capaz de transformar el corazón del hombre y las
estructuras injustas de la sociedad.