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Fue durante la batalla de Sekigahara que una aldea se encendió en llamas, una disputa entre

dos bandos cerca del lugar había echo que se viera afectada. Era tarde y casi caía el día, los
bramidos de los perros echaban a andar a la gente que espantada tomaban a sus hijos y huían.

Una familia que gritaba frente a su choza por sus hijos se lamentaba por no poder sacarlos, era
Jin Itadori, un hombre padre de familia quien impotente contenía a su mujer en brazos, su
fuerza y valor no podían llevarlo a atravesar las paredes ardientes de la casa ya que acabaría
con quemarlo. Pero otro hombre un poco más musculoso se acercó también entre la
revolución de gritos y llantos del pueblo, llevaba también a un niño en sus brazos y a su esposa
a su lado.

—Yo iré por ellos.

Hablo el hombre de cicatriz en su labio dejándole su niño a su esposa, avanzó intentando


entrar por la puerta, con unos cuantos arrapos cubriéndolo le era casi imposible avanzar con
rapidez pero sin duda cuando su figura se perdió entre las llamas y no escucharon quejidos
pudieron esperar afuera.

En no más que minutos salió el mismo hombre con dos niños en brazos, ya no tenía su kosode
pues con este había envuelto a los niños.

Llegó con Jin y le entre a la esposa de este el par de niños, eran gemelos, de cabellos rosados y
revueltos. Ninguno espero por dirigirse la palabra puesto que pronto los soldados llegarían a
hacer otra cruzada. Así que salieron disparados a puro pie descalzo, de fondo los relinchidos de
unos caballos se escucharon justo cuando intentaban cruzar las últimas casas del pueblo.

Cuando a unos centímetros de sus cuerpos volaron flechas llenas de fuego, Jin protegió a su
esposa y doblo asustado por los arbustos, se dio sólo un segundo para localizar a su vecino que
le había ayudado, ahora era este quien permanecía estático ante la figura de la mujer
ensangrentada.

—Fushiguro!!

Grito Jin, intento devolverse para ayudarlo pero una vez más una ráfaga de flechas le corto la
distancia, Fushiguro permanecía agitado sosteniendo la cabeza de su esposa en el suelo, si
permanece más, era obvio que moriría.

Jin no tuvo otra forma de actuar más que intentar devolverle la ayuda que le había dado así
que dejó que su esposa siguiera corriendo con los gemelos y el regreso. Se cruzó frente a dos
soldados en caballo para que no se le fuera encima a Fushiguro.

Por lo que su cuerpo terminó siendo víctima de la fiereza de los sujetos, su cabeza salió
disparada escurriendo sangre a chorros, solo fue ahí cuando a las espaldas de Fushiguro sintió
el líquido chispearle por todo su dorso, al darse la vuelta sus pies reaccionaron sujetando a su
niño para correr lejos de ahí.

Jin había muerto, tan rápido que no le dio tiempo de presenciar siquiera el momento, también
su esposa se había ido, esta en un momento confuso que no sabía hacía donde correr sin
armas sin nada con lo que pudiera defenderse.

Cuando ya no escucho los trotes de los caballos espero recargado aun lado de un árbol, su
respiración era agitada y brutal, que en un abrir y cerrar de ojos solo escucho el grito de una
mujer más atrás.
Le dolía pensar que hiban a terminar todos así pero cuando se dio cuenta que había olvidado a
los gemelos y su madre regresó, se detuvo entre dos arbustos mirado la escena, estaba la
mujer de cabellos azabaches tirada sobre el suelo y los dos gemelos que traía con ella hechos
bolita más lejos.

Fushiguro guardo silencio mirando a los hombres enmascarados guardar sus catanas, ahora
bien, solo debía darse la vuelta y huir. Pero no pudo cuando recordó sacar a ese par de
gemelos de las llamas.

—Maldición!

Se quejo entre dientes Fushiguro colocando a su niño de seis años en el hueco del árbol, se
lanzó al frente chocando su puño contra la nuca del otro hombre empezando una pelea de
vida o muerte.

No resistió mucho cuando callo rendido inconsciente, los sujetos le miraron el interés que
podría servirles como un soldado para la guerra a sí que se lo llevaron.

Pasaron minutos y luego horas hasta que llegó el amanecer, el primero en abrir los ojos fue el
gemelo menor, rasco sus párpados los cuales tenían marcas de quemadura, después solo se
sentó sobre sus pequeñas rodillas. Estuvo tratando de despertar hasta que captó el bulto a
unos metros de el. Entonces se levantó cojeando de un pie hasta llegar con el bulto. Se
arrodilló como pudo tocando con la puntita de su dedo a la persona que para el parecía
dormida.

Lo hizo por unos momentos hasta que la rodeo caminando, cuando le miró el rostro chillo
tirándose al cuerpo.

—Mami! Mami!

Abrazo el cuerpo con su par de brazos hasta notar que simplemente no respondía lloro. Lloro
cómo nunca lo había echo, lloro desde su alma al darse cuenta que su mamá no volvería a
despertar.

—Yuuji?

Preguntó una personita desde la distancia, también corrió hasta Yuuji encontrando a la misma
muerte saludándole. Era horrible y olía mal. Daba asco, se decía siempre Sukuna cuando
recordaba ese día. Daba asco como ese olor se le metía hasta por los oídos y llegaba a dolerle
el corazón, Sukuna le tiro a que ese olor de putrefacción se hizo llorar pero en realidad lo que
un niño no entendería es que lo que dolía era la ausencia de una madre.

El par de cachorros se tomaron de las manos y caminaron perdidos rumbo al bosque,


caminaron y caminaron por cuatro días hasta que se dieron cuenta que estaban perdidos, por
las noches que pasaron Yuuji solo se hacía bolita aún lado de Sukuna para llorar y Sukuna se
quedaba con la mirada perdida a la nada, desorientado y perdido, no sabiendo que hacer solo
se ponía a buscarle piojos a Yuuji, apenas y habían aprendido a escribir y todo lo básico para
vivir. Como ir al baño, bañarse solos, cortar leña, limpiar los platos, lavar el arroz e tender la
ropa.
Pero solos ahí en medio del bosque donde apenas y les caían las gotas del Rocío, no podían
hacer mucho. Carecían del razonamiento y sólo se movían de acuerdo a sus necesidades.
Intentaron regresar pero sólo resultó peor.

—Sukuna tengo hambre.

Había dicho Yuuji aplastando unas chinches, Sukuna también lo tenía y solo era mayor por
minutos, así que se levantó y miró sus costillas que sobresalían. Después se quedó en silencio
hasta comenzar a caminar hacia un árbol, Yuuji no se le despegó ni por segundos.

—Toma es lo único que hay.

Sukuna le dio un fruto rojizo como la granada y pequeño como un limón, de echo habían más
pero estos estaban en la punta de un árbol alto y resbaladizo, ese fruto se encontraba tirado
entre las rocas con musgo. Así que Yuuji se lo comió de un bocado.

Sukuna solo se limitaba a ver a Yuuji saborear la frutilla, hasta que se la terminó volvió a buscar
entre las ramitas del suelo tratando de encontrar una que otra ya comida por lo pájaros.

—Toma Yuuji! Aquí está otra!

Se dijo Sukuna, la llevo hasta Yuuji y se la entrego pronto que se terminaron las demás que
encontraron, descansaron a pies de un árbol. Entre pequeños matorrales miraban a unas
ramas cruzar, habría ranas de no haber un estanque?

Se preguntó Sukuna recordando cuando salía a cazar ranas, se levantó siguiéndole hasta
llevarlo a dos troncos entrelazados que formaban una pequeña cueva. Adentro de esta se
escuchaba el eco que hacía una gota caer al vacío.

Sukuna tomó una ramita larga y la adentro al lugar, cuando tocó la punta y vio que se
encontraba húmeda brinco feliz.

—Que es Sukuna?

Preguntó Yuuji rascando sus brazos.

—Es agua Yuuji! Vamos consigamos algo para tomar.

—De verdad? Vamos vamos!

Los gemelos recogieron algunos cascarones duros y secos en forma de esfera, usaron algunos
para almacenar agua y por la noche durmieron sobre un árbol curvado. Sus ramas rozaban el
suelo así que solo lo treparon.

Así fue hasta la mañana siguiente que volvieron a buscar insectos para comer y algunas frutilla
verdes tiradas, pronto se acabarían pero sólo eran niños, no podrían saber cómo sobrevivir,
sólo hacían lo que por necesidad sentían.

Usaban palabras cortas para comunicarse, más directos. Al cabo de una semana lograron vivir
con solo la cáscara de un árbol que era dulce, frutas amargas, y agua. Seguían estando tan
delgados pero era algo que pudieran levantarse.

Yuuji pasaba su mayor tiempo siguiendo a su gemelo, o solo en veces que este le decía que se
quedara en el árbol era cuando en verdad se quedaba ahí.
Sukuna pronto se convirtió en un niño más maduro que cualquier niño promedio, en lugar de
jugar buscaba que comer y sólo pensaba comer.

Pronto solo se le vio sentado afilando el hueso de un mamífero. Yuuji lo noto y brinco hacia el
diciendo.

—Sukuna Sukuna! Vamos a Jugar?!

—No, estoy ocupado juega solo.

Sukuna fue tan claro que pronto los ojitos de Yuuji se humedecieron, era esa parte que Sukuna
no entendía de su gemelo, lloraba por casi todo y cuando menos se dio cuenta sólo quería que
ya se convirtiera en un adulto.

Yuuji se retiró a algún otro lugar no muy lejos, hasta que miro como una ave revoloteo en el
árbol vecino, dejó de hacer su berrinche y se puso contento haciendo los sonidos del ave.

Pronto volvió a oscurecer, así que Sukuna subió junto a Yuuji al arbolito en donde espero a
que Yuuji se acomodar en su forma de bolita para acurrucarse sobre el. Tomaron al calor
corporal y fue Yuuji quien se volvió a quedar dormido. Era siempre Sukuna quien recibía los
picones de los mosquitos en su pequeña espalda y brazos.

Por la mañana siguiente los gemelos se despertaron para caminar más allá de lo que conocían,
las buenas fue que encontraron un pequeño arroyo pero muy pequeño. Solo eran peces del
tamaño de sus palmas los que cruzaban velozmente por el agua.

—Agua!

Gritaba Yuuji con brillitos en los ojos sentándose a la orilla para sumergir sus pies, Sukuna igual
de alegre se arrodilló para beberla con un aura triunfante. Cuando se doblo hacia Yuuji pronto
hizo una mueca de asco escupiendo el agua.

—Buagh

Se quejo Sukuna, cambió su lugar del otro lado y volvió a beber esta vez tranquilo.

—Uuuh! Sukuna quiero jugar!!!

—No puedo neshecito hacesh eshto —Dijo Sukuna con un pedacito de hueso afilando sus
dientes.

—Ugh tu ya no quieres jugar.

Sukuna escupió y se enseño ahora los filosos colmillos a Yuuji.

—Esta bien juguemos a que soy un jaguar!!

—Sii!!

Era tan solo la idea de Sukuna ser un jaguar, con todo y colmillos, después de jugar se dieron
un baño y descansaron sobre unas hojas secas. Yuuji aún estaba despierto entre los bracitos de
Sukuna, Yuuji le pellizcaba la boca a Sukuna con la intención de ver los dientes que antes había
visto. Le fascinaba que su hermano pareciera tenerlos como un jabalí.
Estaban acostumbrándose a la idea de ir y venir, jugar y solo jugar, hasta las puntas de las
montañas se podía escuchar los gritos del par de gemelos jugueteando por ahí, risas y el piar
de las aves, el crujir de las ramitas bajo sus pies descalzos le daba al sitio el más animoso lugar
para vivir.

Yuuji y Sukuna acogidos por el mundo salvaje pronto llegaron a cumplir siete años, ahora era
Sukuna quien tallaba siete palitos en un árbol largo, tantas caídas le hizo lograr escalar por fin
los árboles altos.

—Sukuna, baja o lloro.

Eran tantas la veces que se habían llamado por sus nombres que ya los niños habían olvidado
que eran hermanos, un año es muy poco, pero tras tantas cosas que pasaron puede que si
pueda ocurrir.

Sukuna usaba una roca y cuando escucho a Yuuji se doblo hacia abajo para verle mejor —No
quiero tu, si eres fuerte tendrás que subir.

Aunque no lo pareciera, pero Sukuna muy pocas veces incitaba a Yuuji a logar cosas tan
inimaginables, si no era así, Yuuji se volvería dependiente de Sukuna.

—No puedo! Baja quiero jugar!

Grito Yuuji dándole golpecitos al árbol cuando una basurita le callo al ojo, se echo hacia atrás
tallando su ojito e hizo un puchero. Sukuna bajó de un salto y le sujeto la cara entre sus dos
manos.

—Haber.

Dijo Sukuna medio cerrando un ojo para afinar su mirada en busca de la basurilla. Yuuji sonrió
triunfante y le tomó de la panza a su hermano.

—Lo hice te baje!!

—Baj siempre haces lo mismo. Vamos, juguemos entonces.

El menor siguió al mayor por un camino que a través del tiempo se trazo, sus ropas se miraban
rotas e sucias, pero aún así les cubría de la cintura hasta las rodillas. Yuuji se rascaba una
pierna sobre la tela de su camisón mientras que con la otra tomaba la mano de Sukuna.

Llegaron a lo que era un cobertizo de enredaderas, solo cinco dedos más alto que ellos, Yuuji
se soltó de Sukuna para brincar debajo de la sombra y comenzar a jugar con unos barquitos de
ramas.

—Jajaja!! Mira Sukuna, me muevo por el agua! Agua agua!

—Mira esto mocoso, mi barco puede ir hasta la isla muerte.

—Isla muerte?

—Papa dijo que había una isla muere.

Yuuji pareció pensarlo por un momento, chinquechado sobre si, movió sus labios hasta hacer
una burbuja de baba, volvió a mirar el barco de Sukuna con mera intensidad que Sukuna alzó
su mirada para ver.
—No te prestare mi barco.

Yuuji había cruzado miradas con Sukuna, Yuuji solo era un niño curioso, pronto sus mejillas se
tornaron rojas por el comezón así que solo sus pupilas se dilatador milímetros más grandes.

—No quiero tu barco Sukuna.

—Entonces que miraaas?

—Comida, quiero comida.

El gruñido de ambos los saco del juego por lo que se miraron sus estómagos, Sukuna se
levantó y fue a por las reservas, Yuuji solo lo siguió de cerca estrujando entre sus dedos la tela.

Estuvieron caminado por medio minuto hasta que llegaron a un hoyo escavado entre rocas y
ramas, la superficie mantenía conservando unas frutas, apenas dos meses atrás que lograron
encontrar un árbol de frutas.

Pronto miraba Yuuji esos aperitivos su boca se llenaba de agua, hasta escurrir una gotita de
saliva por su labio. Sukuna se detuvo antes de bajar y se volteo para ver a su gemelo, lo tomó
del rostro y acercando sus labios sacó su pequeña lengua. La pasó por la delgada abertura de la
boca de Yuuji, este no hizo nada más que tragar.

—Tenemos que contener, Yuuji, estas deben rendir.

Sukuna fue claro con lo que dijo, después se agachó para tomar dos y pasar una a Yuuji, se
sentaron debajo de un árbol y jugando la punta de sus pies saborearon de la fruta. Verde y
redonda, era dulce y húmeda. Pará los pequeños niños sabía a la gloria.

Fueron otras noches las que pasaron, era temporada de lluvia así que para guardarse del frío,
Sukuna se sacaba su pequeña camiseta, o lo que quedaba de ella para arropar a Yuuji.

En esa misma noche, Sukuna estaba despierto mirando las cejas de Yuuji, eran tan precisas que
le hacía recordar a su padre, era su mismo reflejo, estaba gustando de su mismo hermano y no
había nadie ni nada que le pudiera enseñar que estaba bien o que mal.

Con una mano acarició la oreja de Yuuji, este se movió pero se contuvo, Sukuna uso sus labios
para oprimirlos con los de Yuuji.

Estando de esa manera Yuuji también despertó.

—Suk… sukuna?

—Quieres Jugar Yuuji?

—Pero es noche y tengo sueño.

Sukuna no insistió por lo que se quedó callado, la punta de sus pies le temblaban, haciendo lo
que su cuerpo le pedía los metió entre los pies de Yuuji buscando ese calor que en un tiempo
muy lejano estuvo acostumbrado.

Ahí era donde Sukuna extrañaba algo llamado hogar. Con todas las letras de la palabra. Pero
era Yuuji ahora ese querido espacio al que debía pertenecer.
Pronto Sukuna comenzó a desarrollar algo, ser posesivo sin darse cuenta. A tan sólo casi de
cumplir ocho aprendió a construir una repisa para protegerse de la lluvia y recolectar esa
misma.

—Suuuukunnnaaaa!

—Que?!?

—Hayy uuuuna seeeerrpp..!

—Solo espántala!!!!!

Sukuna se encontraba haciendo un nudo a unos troncos, cuando su hermano Yuuji le llamó
preocupado, Yuuji mostró sus dientes preocupado mirando de ves en cuando al lugar donde la
serpiente estaba. Sukuna regresó a hacer lo suyo y Yuuji tuvo que armarse de valor para
regresar.

Una vez terminó Sukuna, se le hizo raro no volver a escuchar los gritos de su hermano, por lo
que bajó del árbol y camino en su búsqueda. Ahí estaba Yuuji hablando feliz….. Con una
serpiente que parecía estar sentada (¿)

—Yuuji…?

—Sukuna Mira, se hizo mi amiga!! Le puse un moño!

—….

Lo que más se le hizo extraño a Sukuna fue que la serpiente fuera educada y que no se reusara
a ser el juguete de su hermano.

—Bueno.

Sukuna no se extraño mas y regreso a continuar de su casita. Creaba o intentaba crear lo que
recordaba, una flauta para su hermano y un abanico. Una red para pescar peses hasta una
flecha.

Yuuji solo podía ver a través de las llamas los ojos iluminados de Sukuna eran rojos y estaban
tan sumergidos en lo que hacía que no podía encontrar a esa figura protectora e infantil que
solía conocer. Yuuji se removió en su lugar y bajó la cabeza, miró a otro lugar hasta toparse
con unas luciérnagas. Sonrió y tomó una con su dedo.

—Suk….

—No me distraigas.

Esa noche fue la conversación más amena que tuvo con Sukuna, y la última en la que pudo
sentirse tan en confianza. Cuando creció el doble Sukuna se había levantado para cazar y Yuuji
solo se limitaba a crear comida, crear en el sentido que supiera más deliciosa.

Con sus manos que habían alcanzado la pubertad delgadas y cuidadas, las movía de manera
detallada, colocando sobre unas hojas de plátano el puré de verduras.

Ese día parecía ser especial, pues Sukuna se levantó tan temprano que ni se despidió de Yuuji.

—Hey! Tomala.

—Qué es Sukuna?
—Pará qué te protejas.

Yuuji hizo una mueca y le miró seriamente a Sukuna, a él no le parecía las armas que hacía
Sukuna, por lo que si se lo estaba regalando la rechazaría.

—Esas cosas hacen daño.

—Otra vez?

—Llévatela

Terminó diciendo Yuuji, el menor podía ser muy delicado y cuidadoso con las cosas que hacía
pero si tenía esa voz fuerte y dura para doblegar las intenciones de Sukuna. Fue duro con lo
que dijo por lo que Sukuna fingió no escuchar y se sentó a comer.

—Esta rica.

—De verdad?

—mjuu

—Sukuna, me llevas a…

—No

—Por qué no?

—Peligro.

—Siempre dices lo mismo!!

—…. Nio

Sukuna sabía que Yuuji haría un berrinche y que si fuera poco le daría la espalda para
comenzar a llorar en silencio diciendo —Siempre eres duro conmigo.

Debió ser tonto si Sukuna pensaría que Yuuji iba a cambiar cuando creciera. Se tenían uno al
otro no había de otra. Yuuji solo tenía de la fiereza que solía sacar Sukuna al momento de
localizar a su presa.

—Que tienes en la oreja!!

Grito Sukuna escupiendo su comida de la impresión.

—Qué? Esto?

Dijo Yuuji moviendo si cuello para dejar a la luz del día, en su oreja tenía una flor una muy
hermosa color de la granada. Y con una sonrisa dibujada en su rostro dijo — Quiero ser como
mamá.

A Sukuna le pareció dar un cosquilleo al escuchar el timbre de voz de Sukuna. Sukuna solo
quería ser fuerte como su padre.

—Y el color me recuerda a tus ojos.

Continuó Yuuji mirando con cariño a su gemelo quien se sonrojo por razones desconocidas.

—Bueno..
—N0 me dirás nada?!?

Sukuna solo estaba concentrado en morder la pata de ave rostizado. Que si quiera no había
escuchado a su gemelo.

—Come mocoso.

—Comeré sólo por que…. Espera no te acabes todo!!!

Yuuji se lanzó manos a la obra y comenzó a ingerir todo lo que estaba frente a él. Comían en el
suelo y con las manos, por lo que tenían una buena vista de sus alimentos.

Cuando terminaron de comer Sukuna se estiró tiraron a un lado su arco y sus flechas, luego
solo se giro mientras que Yuuji recogía las sobras para alimentar a su mascota. Sukuna
comenzó a tirar todas las armas, desde una cuchilla de un fierro oxidado que había encontrado
en el arroyo hasta picos de hueso.

—Sabes Sukuna, si mañana me llevas para recoger esas plantas que se miran muy bonitas
podría verse muy bien donde dormimos.

Como siempre Sukuna solo continuo dándole la espalda hasta que esté mismo se deshizo de su
camisa de solo un tirante. Dejándole ver a Yuuji la esculpida espalda sudorosa y marcada,
musculo y solo musculo a pesar de ser un jovencito de catorce años ya era como un hombre.

—Waow Sukuna!!

Se asombro feliz Yuuji mirando de pies a cabeza a Sukuna.

—Quieres que te lleve hasta el ojo de agua?

—No! Yo puedo caminar!!

Sukuna volvió a fingir que no escucho y cargo a Yuuji como un saco de papas, corrió atravesó
los árboles los muros de arbustos, Yuuji no miraba por donde hiban pero podía sentir esa brisa
de aire y hojas revolotearle por la cabeza.

Hasta que se detuvieron frente a una laguna de aguas cristalina, Sukuna bajo a Yuuji, y este
solo agradeció con una sonrisa tocando su oreja en busca de esa peculiar flor que. Ya no
estaba.

—SUKUNA!!

Sukuna se había ido ya al agua, se sumergió sin mirar atrás. Yuuji rechino sus dientes molesto
pero no tuvo otra cosa más que seguirlo. Bajo su pantalón de tela con agujeros.

—Vaya mira esto Sukuna!

Decía Yuuji mirando el trapo entre sus tobillos y Sukuna quien recién salía a la superficie le
miró.

—Entonces no tendremos de otra que andar desnudos.

—verdad

Le respondió Yuuji para quedar desnudo e ir al agua, en donde brinco y se lanzó en formar de
bolita. Sukuna solo recibió un chorro de agua por lo que comenzó a nadar de espaldas.
Yuuji broto del agua como una flor, una muy pálida y blanca, tenía sus cabellos mojados y
adheridos a su frente, cortos pero rosados. Sedosos y brillantes a la luz de aquellos rayos que
se escapaban de entre las copas de los árboles.

Sukuna lo miró todo, miró como su miembro creció ante la piel expuesta de su gemelo, trago
duro y miró como sus latidos se aceleraron. Creció y dolió tanto que no supo que hacer. Era la
primera vez que ocurrió. Por lo que nado a la orilla en donde se sentó con su miembro
expuesto a la luz y las sombras.

—Que pasa Sukuna?

—No lo se, me duele..

—Te lastimaste??!

Yuuji nado hasta Sukuna preocupado en donde llego salió también hasta que el agua solo le
llegara a su ombligo. Miró con inocencia el bulto endurecido de su gemelo. Frunció su ceño
como si fuera otra serpiente a la había conocido. Con la punta de su dedo se doblo para
cercarse y la tocó.

Sukuna dio un quejido, y con miedo Yuuji se alejo —Perdón te lastime!?

—No, creo que…. Me gusta.

Respondió Sukuna recargado en ambos brazos, Yuuji sonrió pensando que entonces solo debía
acariciarlo como si fuera una mascota. Era lo mejor que se le daba por lo que se acercó de
nuevo y la tomó de una mano para acariñar con suaves toques.

Sukuna creyó que la mano de su hermano era una bendición, tan suave y fría, que le hacía
bajar el calor.

—Mgh

—Te gusta?

—Si. Hazlo más rápido.

Respondió Sukuna gimiendo entre dientes, sus orejas se volvieron rojas por lo que puso su
mano por encima de la de Yuuji para darle más rapidez.

Yuuji miró atentamente como ese pedazo de carne grande y gordo se estimulaba con cada
movimiento, llegó a jalarlo desde la base hasta la punta, Sukuna lo hizo darle golpecitos suaves
a la punta hasta apretarlo para jalar de nuevo. A Yuuji le pareció divertido por lo que se rio.

—Mgh no te rías esto agh!

—Perdón! Es que no lo se, no te había visto así.

Yuuji miró como la respiración de Sukuna se puso agitada y su pecho se alzaba y bajaba, quiso
salir más del agua por lo que se levantó y con su rodilla se recargo entre las piernas de Sukuna.
Se cómodo para tomar un pedacito de tierra también.

—Agh agh concéntrate mocoso.

Se quejo entre gemidos Sukuna.

—Eso hago.
Yuuji se acercó tanto hasta que sin darse cuenta movió sus caderas cerca del miembro de
Sukuna haciendo que ambos se rocen.

—Espera ahí mocoso.

—Que que?! Que hice?

—Eso hazlo de nuevo.

—Que cosa?

Sukuna uso la otra mano para tomar la cintura de Yuuji y bajarla asta que Yuuji quedó sentado
sobre el miembro de Sukuna, Yuuji dio un quejido y se removió incomodo. Pero después le
pareció divertido estar así por lo que tomó iniciativa y empezó a dar brincos sobre Sukuna.

—Agh así mocoso muévete mas..

—Asi? Jajaja…

Sukuna se enojo un poco por la burla de su gemelo por lo que con la mano que había estado
jalando su miembro cacheteo y pellizco los muslos suaves de Yuuji.

—Cuánto has crecido hermanito ~

Dijo Sukuna seductoramente en el oído de Yuuji, este sintió comí se le ponían los pelos de la
piel de punta, más sumando a esos gemidos que Sukuna soltaba comenzó a sentir un calor en
su parte baja.

—Su… ku… n… na

Dijo Yuuji dándole más velocidad a ese movimiento que tenía contra sus nalgas y el miembro
de Sukuna.

—Espera mocoso vas a matarlo.

Dijo Sukuna refiriéndose a su miembro por lo que con su brazo rodeo la cintura de Yuuji para
pasar a sujetar a su miembro el cual parecía divertirse entre las nalgas de Yuuji.

Ese momento en el que Yuuji miró como también su miembro se paraba lo tomó para hacerle
lo mismo. Ahora era Yuuji quien trabaja duro fregando su trasero en el miembro de Sukuna y
jalando del propio.

—Mgh Suk….una quiero más.

—Agh date la vuelta.

Yuuji aceptó la orden volteándose para darle la espalda y volvió a tirarse sobre Sukuna.

—ESPERA ASÍ NO!

Grito Sukuna asustado hasta que la espalda de Yuuji se arqueo y pego un gemido casi grito.

—AHGH SUKUNA DUELE!!

—LEVAN… AGH!!
Sukuna pareció disfrutarlo, ese pequeño accidente pareció abrirles las puertas al par de
gemelos, por lo que Sukuna solo gimió ruidosamente aferrándose a la cintura de Yuuji, este
soltaba lágrimas removiéndose entre los brazos de Sukuna.

—S… u. Kuna

—Espera mo..mocoso.

Sukuna utilizó ese agujero carnoso para atrapar a su miembro y masajearlo, era una rica
sensación escurridiza que a Sukuna le hacía querer mancillar el cuerpo de su gemelo. Entre
balbuceos por parte de ambos fue que lograron darle intensidad a sus movimientos, Sukuna
entraba y salía de Yuuji hasta que llegó a su clímax, Yuuji fue que sintió como de ese pedazo de
carne caliente y húmedo salió un líquido viscoso.

—AGH!!!

Grito Yuuji también mirando que su miembro soltaba un mismo líquido del color de las perlas.

Sudorosos y jadeantes gozaron de eso llamado placer, fue la primera experiencia que tenían, y
verse en una posición tan pegada pero que les hacía estremecer y descontrolar no pudieron
quejarse.

—Sukuna?

—Si?

—Qué fue eso?

—No se, pero lo haremos más seguido.

Yuuji permanecía cansado sobre el pecho de su gemelo, paseaba su mirada por las cicatrices,
era un camino color café, hizo su propio camino con su mano, acariciando con dos dedos los
músculos del abdomen hasta llegar al torso en donde acercó su nariz para oler un extraño olor.

—buagh, necesitas lavarte.

—Lo haré después.

A pesar del olor no se fue, solo se quedó descansando buscando en lugar más cómodo en el
cuerpo de Sukuna.

Almorzaron como costumbre, sin cruzar muchas palabras, sólo miradas que chocaban entre sí
al momento de mover los tazones de comida, eran libres y solos en ese lugar, donde al parecer
su opción no era regresar a la civilización.

Y pasaron dos lluvias intensas para que Yuuji quedara en cinta, se miraba mas humorado que
de costumbre, sus primeros síntomas fueron cambios drásticos de emociones.

—SUKUNA YA TE DIJE QUE COMAS CON LOS PALOS!!!

—Mm…

/
/

—Sukuna por que me dejas solo! Waaaa!!!

—Ya te dije que es peligroso mocoso.

—Hey! Su… ku… na! Frotémonos!

—Son las cuarta de la noche mocoso duérmete.

Y más situaciones similares, Sukuna sólo creyó que estaba pasando por una maduración, como
las frutas que raramente cambian sus tonos a unos más fuertes, y cuando Yuuji se puso mal de
salud. Aparentemente. Sukuna no supo otra cosa que hacer más que aliviarlo con plantas que
solía recordar como mágicas desde su niñez.

Ese día, Sukuna llevaba a un Yuuji con tres meses de gestación, se le miraba su bultito como un
burrito acostado. Ninguno de los dos sabían, sólo seguían andando como Adán y Eva en el
edén, pero con ropa.

—Sukuna, estoy cansado.

—llegaremos.

—Pero yo, me echas una mano? —Pronunció Yuuji recargándose en un árbol, acarició un rato
su barriga por mera casualidad e inhalo para volver a relajar sus músculos.

—Esta bien, ven.

Sukuna se detuvo para cambiar sus herramientas de un hombro al otro para tomar a Yuuji de
una mano. Lo subió como si pesará nada y se lo llevó. Yuuji fue contando los árboles pandos
hasta que sintió como se detuvieron.

—Aquí.

–Tan rápido?

—Si. Hay un animal tan grande que lo quiero para la cena.

—Esta bien, te espero acá arriba.

El menor rasco su pantorrilla con simpleza y pesco algunos zancudos antes de subir gracias a la
escalera de manos que le puso Sukuna. Lo que el mayor noto fue ese peso en incremento en
su gemelo. Dios pero si pesaba como dos jabalíes!!

Pero decirle eso a Yuuji significaba dormir entre las tarántulas y la humedad. Pronto Yuuji se
cómodo entre las ramas del árbol, Sukuna se dio la vuelta para tirar sus herramientas aún lado,
sacudió sus palmas de las manos y reviso con una mirada el utensilio que usaría en esta
ocasión.

Con una sonrisa en el rostro y ese par de ojos carmesí inyectados de superioridad, Sukuna
levantó con un brazo una barra de madera de sauce con un gigante hueso a la punta.
—En veces me das miedo — Hablo Yuuji masticando una nuez.

—Tu no deberías mocoso, los demás animales si. Los casaré por lo que son y….

Sukuna hablaba imponente con una sombra que oscurecía su mirada y sus dos brazos
mostrando sus venas remarcadas hasta que ese aire se esfumó al caerle una nuez en la cabeza.

—Di lo que digas pero no hables así….. Das miedo dije…. —Contestó el lanzador de la nuez
(Yuuji) con mirada de desprecio.

Sukuna bufo con su sonrisa mirando a Yuuji como lo más importante que tenía consigo, se
regresó hacia lo profundo de donde no entraba la luz y así se perdió entre las ramas.

Yuuji soltó un suspiro algo interesado, solo el ruido de las aves en el bosque le hacía querer ir
detrás de Sukuna pero no podía, le había prometido quedarse en un lugar seguro.

—Como si fuera tan débil.

Se quejo Yuuji dándole una mordida a su nuez con molestia. Se levantó su trapo que asimilaba
a una camisa para ver como su panza se elevaba y bajaba.

—Por qué es redondo y grande ahora. Como mucho?

La pregunta de Yuuji fue lanzada al aire pero nadie la respondió, estaba perdido en sus ideas
hasta que un sonido muy fuerte llegó de donde Sukuna estaba. Le aturdió hasta hacerlo mover
del árbol, nunca lo había escuchado estando seguro que no era normal se removió entre las
ramas intentando buscar si Sukuna regresaba.

Sus latidos se incrementaron al escucharlo otra vez, lo único que le hizo recordar fue esa noche
en donde ardía entre las llamas y encontraba a su madre…

—SUKUNA!!!!

Los animales se habían escondido desde el primer disparo, Yuuji se levantó y comenzó a agitar
el árbol pensando en su gemelo herido. Tenía esa sensación que le removía las entrañas
haciéndole pensar en Sukuna herido.

Pero por más que Yuuji le grito a Sukuna y se movía intentando bajar no regresó Sukuna. Los
mamíferos peludos que se encontraban en un árbol lejano ya habían alcanzado las copas de
los árboles. Yuuji se sintió asustado así que busco su refugio igual que los demás. Subió y subió
sudando en pequeñas gotas hasta terminar echo bolita aferrado a un tronco delgado.

Ahora solo era su respiración y el silencio, incomodo, sus manos comenzaron a sudarle hasta
que escucho el crujir de las hojas secas. Tuvo la idea que podía ser Sukuna, quien más? Eran
pisadas fuertes.

La vista de Yuuji bajó hasta el suelo en donde su vista le mostró los cabellos de algo, era una
cabeza igual que la de Sukuna pero tenía cabellos negros. Negros como la tierra húmeda.

Camino alrededor del árbol en que Yuuji se aferraba, empezó a sentir las ganas de vomitar,
Yuuji vomitaría en cualquier momento pero se le cerró la garganta y también sus ojos.

Un poco más y se podría ir, ese humano se iría en cualquier momento y podría buscar a
Sukuna.
Pero ese hombre se quedó ahí, llevaba un arma, Yuuji nunca había visto algo así, también
llegaron otros dos con ese hombre, se rieron a carcajadas y escupieron por ahí, uno se desató
el cinto de su hakama para orinar.

Yuuji conocía los depredadores más comunes, pero no estos. Estos sujetos pronto se
marcharon, pero Yuuji no se desprendió del tronco mucho menos se movió.

Lo que aún no estaba seguro era de ese repentino clima que le sacudió, la temperatura bajó,
hasta que una neblina que el no conocía, opaco los pocos rayos que había, estaba nublado y
frío.

—Sukuna —Susurraba triste Yuuji mirando hacia abajo. Aún no regresaba.

Cuando sus fuerzas se acabaron y comenzó a llover, bajo un poco, sin moverse demasiado
llego a los últimos troncos. En donde intentó buscar a Sukuna con la mirada.

—Sukuna!!

Grito Yuuji aún dudoso en alzar su voz. Pero cuando pensó que tal vez Sukuna no regresaría
puso sus pies en la tierra. Camino por el camino que Sukuna se había ido pero cuando tropezó
con algo se dio cuenta que eran las herramientas que había dejado Sukuna. Se detuvo a
pensarlo por un momento. Esos hombres no se la habrían llevado?, o acaso si se dieron cuenta
que había alguien aquí?

—Tenías Razón X, aquí está un mendigo. —Yuuji abrió grande sus ojos al escuchar sus voces a
su espalda.

—Solo es un mendigo, que hay de uf.. Miralo

—Lo notas? Oye que haces en medio del bosque.

Le pregunto uno de los hombres a Yuuji, pero Yuuji no conocía ese lenguaje, había estado
viviendo durante nueve años aquí sin interacción con nadie más que Sukuna y sólo conocía
palabras claves. No todo el vocabulario de esos hombres.

—Parece que se rehúsa a contestar que debemos hacer?

—Es mejor sacarle información podría ser un espía.

Yuuji se giro para darles la cara y recogió con miedo las herramientas pesadas de Sukuna pero
uno de los hombres se la arrebato en un instante.

—Hey tu!! Habla!!

Un golpe llegó a acabar detrás de las rodillas de Yuuji haciéndole caer y soltar un quejido. Pero
si sabía negarse, siempre supo decir No . Yuuji alzó su mirada con molestia pues nadie ni un
solo animal le había tocado de esa manera.

—NO!!! SUKUNA!!!!

Fue el grito más fuerte que pudo sacar Yuuji hasta que su garganta le ardió y un hombre le
golpeó en la cara. Solo dio sabia donde Sukuna podría estar, pero el fondo del corazón de Yuuji
deseaba que lo fuera escuchado.

Yuuji los miró con un ojo, maldiciendo entre dientes a aquellos hombres que le estaban
arruinando el día. Sobre todo deseo verlos gritar de miedo cuando se encontraran con Sukuna.
—Solo sabes gritar?!? Quién es Sukuna?!??

—Yo soy.

Los hombres miraron en dirección a esa voz para dar con un hombre un poco más macizo que
ellos y alto, llevaba un su espalda un jabalí de la mitad de su tamaño y algunos rastros de
sangre en su pecho y ropa. Lo que los hizo retroceder hasta chocar con un árbol fue esa mirada
violenta y brava como una bestia bronca.

Sukuna soltó aún lado el jabalí de colmillos gigantes y camino con su presencia amenazante
casi como un cazador, en ese lugar podría ser que fueran devorados en ese mismo instante.

Yuuji intentó comunicarse pero sabía que no era necesario hablar de más pero aún molesto no
sintió pena por esos hombres a sí que aún tirado en el suelo y sangrando dijo mirando a los
hombres —Mátalos.

Mientras la lluvia caía, había un pequeño masacre en algún lugar del bosque, hasta las aves
escucharon los gritos de esos hombres, y los árboles testigos de la sangre que fue barrida por
el agua de la lluvia.

Sukuna iba detrás del último, sus ojos llenos de algo desconocido pero que le hacía notar entre
toda esa naturaleza que el era el único al que debían temer, corrió escabulléndose entre esos
lugares que sólo cabía un cuervo y pisando el lodo con sus pies llegó por la cabeza del último.
Solo con su herramienta ya manchada con la sangre del jabalí tiro de ella hasta entrencarla en
el cuello del hombre, la desprendió liberando un chorro de sangre que le chispeo a la cara, y
con su mano lo tomó de brazo para decapitarlo en ese momento.

La fuerza de Sukuna era desconocida, pero corría tan veloz y era capas de destrozar a tres
hombres con una mano.

Sukuna regresó con Yuuji, estaba en el mismo lugar pero está vez se sacudía la ropa la cual
estaba manchada de lodo.

—Sukuna!

—Estas bien?

—Yo si, pero ellos?

—Muertos. Se lo merecían.

—….

Yuuji no dijo nada solo le pasó las herramientas a Sukuna y fue cargado por este de Nueva
cuenta hasta su hogar, en donde al llegar se quitaron sus ropas para meterse a su cama de piel
de mamíferos seca. Yuuji se limpio sus rasguños con la misma lluvia y se acurrucó en esa piel.

Sukuna hizo lo mismo después que Yuuji se acostara, se puso sobre Yuuji sin aplastar lo y lo
abrazo de la espalda. Siendo como cobija de su gemelo. Sin antes besar la nuca de este y
entrelazar su mano con la de él.
Ninguno sentía nada en cuanto a esos hombres muertos, Yuuji volvió a sentirse protegido y
feliz por que estaba con Sukuna, tampoco llegó a pensar si habría más de esos o si regresarían
algún día. Pero teniendo a su hombre con el tal vez y solo tal vez pueda respirar tranquilo.

La mañana siguiente fue un día brillante para hacer la comida y cazar, Yuuji probaba sus
aperitivos entre las pieles, rozando las puntas de sus dedos entre sí y su sonrisa tan expandida
que hacía que sus ojos se hicieran más pequeños. Gozaba de salud y felicidad que pronto
comenzó a murmurar en forma de canto.

—La ranita, la ranita.

—Otra vez cantando?

—Estoy cantando Sukuna?

—Así es, eso es cantar.

Yuuji miro hacia abajo desde el árbol a Sukuna quien afilaba una vara, se divertía viendo como
Sukuna hacia su trabajo, podría ayudar pero ese día estaba destinado a descansar.

—Ya preparaste la comida?

Preguntó Sukuna aún mirando su vara de distintas posiciones, Yuuji solo continuó cantando
pero alzó más la voz para no escuchar.

—Deja de molestar, tu también puedes hacerla. —Contestó Yuuji al azar.

—Escuche bien?, tu eres el encargado.

—Este día no, quiero estar aquí.

—Baja y hazla solo tienes que azar la carne.

—No escucho.

Yuuji ponía los mejores pretextos para deshacerse de sus obligaciones como hermano, y
Sukuna, bueno el solo bufo para usar su vara y picar sin mucha fuerza una costilla de Yuuji.

—No, deja de molestarme no bajare. —Reclamo Yuuji dándole la espalda.

—Baja, Ya mocoso!

Sukuna pareció llegar a su límite ese día, por lo que no dudo en usar una voz más fuerte y
girarse dando a entender que sería lo último que diría.

—Tu no eres Papá!!

Grito Yuuji medio levantándose y Sukuna se detuvo, Yuuji supo que tal vez fue demasiado lejos
y comenzó a dudar de sí esconderse, nunca supo si Sukuna podría llegar a tocarlo también, ya
que nunca dio motivos.

—Y…y…ya… bajo.

Sukuna no tuvo que darse la vuelta para mostrar su descontento a sí que continuó caminado
para salir del cerco. Yuuji bajó y ordenó el tapete tejido en donde ponían los alimentos, bufo
pensando si Sukuna podría llegar a tratarlo como a un animal alguna día. Yuuji estaba en su
etapa de rebeldía, fuera de su concepto era sólo un adolescente. La duda pronto le hizo subir
la espuma así que pensó en probar a su gemelo. Haciéndolo enfadar.

—Sukuna!!

Sukuna regresó en cuando escucho a Yuuji encontrando la comida tirada en la tierra y a un


Yuuji con ambos brazos a sus caderas.

—Ya no quiero quedarme a hacer lo que hacía mamá, también quiero cazar!

—Que tramas, primero te doy miedo y ahora te rebelas.

—Nada! Simplemente que yo también soy como tu!

—Y que Mocoso acaso crees que eres fuerte?

Yuuji sintió un cosquilleo en su corazón haciendo ilusión a una herida emocional. Bajo sus
brazos para tomar una fruta madura para aventársela a Sukuna. Este la recibió en su pecho
como si solo fuera un insecto.

—Arrepiéntete!!

—Eres una mujer, y solo para eso sirves mocoso!!

Braveó Sukuna como un rugido dirigido a Yuuji quien abrió grande sus ojos para abrazarse a sí
mismo y mirar al suelo.

—No es malo si soy una mujer, pero que me consideres débil es suficiente.

Yuuji era el gemelo de Sukuna por lo que también debía tener un carácter similar. Así que Yuuji
se tenso con suma molestia alzando su mirada llena de coraje y se lanzó a golpes contra
Sukuna, sin importar si este llegaría a responderle.

Con una mano echa puño golpeó al azar en cada lugar que pudiera del cuerpo de Sukuna, este
solo trataba de cubrirse el rostro con su antebrazo, considerando en guardarse las palabras
para no herir a su gemelo.

—Ya Calma mocoso, pero debo hacerte entender que tienes que ser duro. Golpea más fuerte!

Con esas palabras de aliento Yuuji alzó su rostro el cual tenía rastros de lágrimas, Sukuna por
fin lo miró y guardo si respiro para decir lleno de consternación. —Estabas… llorando?

Ahora Yuuji se sonrojo con pena tras la declaración de su gemelo, el solo quería hacerlo fuerte
y este ya había comenzado a llorar.

—Llorar?!? Llorar te voy a hacer Sukuna!!

Con la guardia baja por fin Yuuji pudo meterle un golpe en el rostro logrando derivar a Sukuna
quien callo al suelo sangrando de la nariz impresionado con esa respuesta.

—Podrás traer la comida PERO AQUÍ MANDO YO!!

Y con esa advertencia Yuuji bufo por la nariz cuán toro y con su puño al aire se giro para patear
una fruta y volver a su lugar, Sukuna nunca lo golpeó y tal vez nunca lo haría pero el si y se
quedaba tranquilo sabiendo que podía dominar sobre Sukuna.
Al final Sukuna se levantó, limpiando el rastro de sangre que se deslizaba por su nariz, sonrió
por que sabía que su mocoso podría darle a quien sea que quisiera.

….

Había empezado a llover, los relámpagos resonaban esa tarde, Sukuna ya había llegado y
ahora se acomodaba en su cama para desatar las correas de sus sandalias, Yuuji cocía con
esmero sobre una de las ropas de su gemelo, de ves en cuando se pinchaba pero nada como
arreglarlo con humedecerlo con su lengua.

—Te estuve esperando. —Hablo Yuuji con una sonrisa.

—Hace frio, no lo sientes?

—Si, pero mira esto Sukuna! Estoy más lleno.

—Lo estás mocoso, solo es tu panza llena.

—No Sukuna, está vez está más grande y sólo crece.

—Ya fuiste a desechar?

—Siempre eh ido.

—Bueno que mas da, tendrás que esperar a que suceda algo.

Yuuji se quedó con esas palabras de Sukuna mirando perplejo y curioso su barriga, suspiraba
sintiendo que podría haber algo más haya que una barriga llena de comida, su corazón se
sentía oprimido al ver como los demás animales después del cortejo salían con crías de sus
madrigueras, incluso llegó a sentir que algo faltaba entre los dos.

En el vientre de Yuuji se guardaba un bebé de seis meses, había pasado el tiempo suficiente
para que se volviera del tamaño de un melón, seis meses que la criatura había pasado sin
sentir las manos de su padre sobre el.

Pero Yuuji no se dejó llevar por lo que decía Sukuna, así que durante ese tiempo, llegaba hasta
la orilla del manantial para lavarse y sentir como algo dentro su barriga se movía.

—Quién eres? Y por qué te mueves así?

Preguntaba Yuuji a su barriga la cual respondía con movimientos, se sentía pesado cargar algo
tan grandecito, volvía a esparcir un poco de agua para relajarse y sonreía suspirando. Su tez se
volvía más brillante cuando el agua reflejaba sobre el toda la luz propia. Yuuji estiraba sentado
en la orilla sobre piedras mohecidas sus piernas hasta tensar un poco la punta de sus dedos.

Cada vez que se encontraba ahí podía recordar aquella vez que se subió encima de Sukuna,
también las otras veces que por las noches ayudaba a Sukuna solo a jalar su miembro ya que
no se sentía tan animoso de montarlo.

Desde aquella vez noto que algo crecía dentro de él, no sólo era un almacén de alimentos si no
algo que conservaba carne y hueso.

—Podría ser?
Susurro Yuuji alentándose a crear una ilusión tan clara y hermosa, sus mejillas enrojecieron
feliz de poder darle la noticia a Sukuna, podría criar como las mujeres y darle a Sukuna hijos.
Pará Yuuji era convertirse en el recipiente de una cría. Sabiendo que ellos también tenían
derecho a dejar descendencia.

Se levanto para cubrirse con sus ropas, tomó una varita que lo ayudaba a descansar un poco
de su peso sobre esta y así caminar más rápido, iría con Sukuna, se dispuso Yuuji, recién había
dejado de llover pero aún seguía habiendo unas cuantas nubes por ahí.

Iba perdido en sus ilusiones cuando un estallido lo alarmó, levantó su rostro asustado
buscando alguna amenaza, podría ser que hayan traído más hombres al lugar?

—Acaso aún hay más?

Soltó Yuuji enojado, sabía que no tendría que temer sólo ir con Sukuna para que se encargará,
pero eso no pudo completarse al momento de recibir un golpe a la cabeza, lo había aturdido
hasta dejarlo mirar solo reflejos borrosos. “ Estoy en el suelo “ “ Sukuna se Encargará “
pensaba Yuuji tratando de levantar la cabeza que se le volvió tan pesada como una piedra.
Solo antes de perder la razón divisó a dos hombres con máscara.

Cuando Yuuji volvió a abrir los ojos estaba en un campo, había luz sólo muy poca y tenía sus
manos atadas con nudos, de su frente resbalaba sangre y se removía intento liberarse.

—Muchacho, no deberías.

Ahí Yuuji recordó lo que había pasado, se levantó mareado para mirar alrededor, a lo lejos
había más hombres con trajes negros alrededor de una hoguera, y al frente una mujer.

—Qué?

—Te llevarán con los demás esclavos supongo. —Yuuji entendió un poco, menos lo que
significaba esclavo.

—Sukuna, donde está?

—Te refieres a ese de ahí?

Yuuji creyó estar confundió si seguía mirando a los demás vivos, todos, fueran muerto de
haberse encontrado con Sukuna, pero la mujer tuvo razón, al fondo cerca de una carreta de
madera sostenida por un burro estaba un cuerpo tirado cuán trapo viejo.

Llevaba algunas manchas de color rojas y su camisa que Yuuji solía bordar estaba rasgada,
trago saliva aturdido, Sukuna no era el único había más hombres tirados como el.

—Esta muerto —Declaró la mujer.

—No

—Te llevarán a trabajar a Sendai, los quieren para eso.

—Pero tenía que decirle algo. —Balbuceo Yuuji intentando moverse pero la mujer lo sostuvo
del hombro y lo regresó.

—Aún no captas, ahora eres un esclavo. Vive por ti muchacho.


Yuuji se paralizó y comenzó a llorar, ahora era a Sukuna a quien lo alejaban de él, echándole a
la carreta como un saco de maíz, Yuuji solo pudo llorar bajando la mirada, como todo fue tan
rápido que llegó a estar de esa manera?, si respiración se volvió entrecortada y ahora tenía
que ser golpeado de vez en cuando parar hacerlo caminar.

Pero Yuuji podría ser igual de salvaje que su gemelo, así que los soldados no la tuvieron fácil
para arrastrarlo, le dieron algunas corrección mientras que este continuaba jadeando y
llorando, pronto Yuuji fue subido a otra carreta, todo lo que tocaba era nuevo para el.

La mujer fue la última persona con la que cruzó palabras, no había hablado ni comido desde
que fue transportado como mercancía a un pueblo con calles más trazadas y hombres sobre
caballos, y otros a pies.

Era Sendai a principios de la era Edo. Había casas muy bien cimentadas, de las que salían
personas en trajes muy formales. Mujeres bamboleando sus wafukus de multicolores y
zapatos de tabla.

Al entrar a Sendai, Yuuji conoció muchas cosas pero no los alojaron en el centro del lugar si no
en la última calle que estaba dirigida a la torre del daimyo fundador del pueblo.

Pararon en una bodega que servía para guardar sacos de arroz así que solo los bajaron y
empujaron a la parte trasera en donde les ordenaron vestirse con nuevas ropas, eran mas
cómodas pero Yuuji comenzó a detestar todo lo que no fuera de él y Sukuna.

Aún callado terminó siendo el último en salir con sus manos desatadas para llevar una carga
pesada sobre sus hombros a quien sabe donde.

Solo sabía que debía seguir la fila y caminar entre charcos de lodo descalzo, era pesado pero
seguía preocupado por el bulto debajo de su camisón. Se notaba por distinción que era más
redonda y grande.

Sin embargo esto y las demás cosas no lo dejaban sin llorar en su corazón, maldijo a todos, y
también maldijo la hora que esos hombres llegaron a su hogar, como destruían todo para
hacerlo sudar sangre.

Maldijo desde el fondo de su corazón haber tenido que arrastrar a Sukuna a esto, se culpo tan
duro por no poder llevar la fuerza en sus brazos para proteger a su gemelo. Y por un pequeño
momento deseo acompañar a Sukuna desde el más haya.

—Oye!! Tu!! Muévete más rápido!

Yuuji había perdido el interés por las demás cosas, incluso ya no existía ese brillo en sus ojos,
deambulaba como un cuerpo sin alma, y arrastraba los pies entre el lodo. Un hombre que
llevaba una vara de bambú con el llegó a golpearle la espalda varias ocasiones y a maldecirlo
en palabras que Yuuji nunca entendió.

Los siguientes días en esa bodega encerrado por la noche y despertado a mitad de la noche
para trabajar al alba se habían convertido en puñaladas a los costados. Fríos y violentos. Yuuji
no sabía otra cosa más que obedecer. Se tiraba al suelo llegada la noche para probar la sopa de
verduras fría, daba asco pero debía hacerlo, aún se sentía aliviado de seguir preñado.

—Que haces mirando tu barriga? —Preguntó un hombre desde el otro lado de las rejas.

—Que?
—Tu barriga,… que tiene?

—Nada.

Yuuji sintió algunas miradas sobre si, se hizo bolita contra la pared para darles la espalda solo
para sentir que el frío le calaba los huesos.

—Si algún día tienes la manera de vengarte, mata a todos.

Sonó una voz a su derecha, Yuuji no había notado a esa persona, cuando levantó su rostro
noto a un chico de su misma edad, tenía el cabello negro y la piel como el huevo.

—Por qué? —Balbuceo Yuuji mirándolo.

—Por qué este lugar no vale la pena.

A pesar de apenas conocerlo, Yuuji sintió que le serviría recordar esa conversación pero
corrigió al chico.

—Tu puedes ser bueno.

—Yo saldré de aquí.

Estaba envuelto entre las sombras por lo que sólo miró la mitad de su rostro desvanecerse,
pensó que sólo se había movido y que mañana lo miraría otra vez. Por lo que movió su lengua
para hablar —Gracias, lo haré.

Ya no recibió respuesta, y tampoco volvió a ver a ese chico el día siguiente. Solo buscándolo
con la mirada pudo notar los mismo sujetos de siempre reírse de su barriga como melón y
otros cuantos susurrando.

—Chico, hablaste con Megumi?

—Yo?

—Si tu.

—Quien?

—El chico que te habló ayer por la noche.

Yuuji asintió al darse cuenta que el de ayer se llamaba Megumi y que no era su mente
haciéndolo ver cosas.

—Tuviste la suerte de despedirte de él?

—Cómo?

—Si, esta madrugada lo mataron.

—…

Esa fue la poca información que supo, entonces entendió un poco de la desdicha de aquel
chico, callado entre las sombras y sin nada más que decir que una maldición. No supo por qué
habían matado a Megumi pero pensó en lo que le había dicho y se prometió que sí habría de
salir de ahí lo haría acabando con todos.


El chico de cabellos rosados estaba recostado sobre su futon en donde contaba las estrellas
por el pequeño agujero de la pared, no tenía mucho sueño sólo estaba tranquilo siendo
molestado por sus compañeros de trabajo quienes murmuraban sobre su figura y como se
miraba. Parecía el lugar indicado para discriminar su estética.

Su plato aún tenía las comida entera, así que no se preocupo por devolverlo, tirado comenzó a
imaginar la liberal sensación de estar en aquel montaje verdoso y húmedo.

Yuuji se aferro a sus ropas con la esperanza de poder averiguar el día exacto en el que estaba,
busco en algún lugar del cuartucho el papel con las abreviaturas de tinta. Estaba ahí, dos
semanas después de la muerte de Megumi, a partir de ahí Yuuji contaba cuando llevaba
trabajando.

Quedó a merced de su cansancio para poder dormir, y después cuando faltaban dos horas para
que saliera el sol, Yuuji volvió a levantarse para que le abrieran la puerta, había silencio esto lo
aprovecha para caminar sin ningún problema hasta la salida.

Al llegar fue recibido con una ráfaga de aire fresco, un poco de aire para respirar, levanto su
mentón dispuesto a recibirlo y se entrego de nuevo en manos de la esclavitud.

Arrastrando sus pies camino por el sendero que le llevaba a los campos de lodo, cruzó con
lentitud para llegar a una torre de sacos en donde por turnos les hiban colocando su saco de
arroz.

Trastabillo de vuelta al almacén en donde lo esperaban unos soldados mejor equipados, le


llamó la atención ver que había más que ayer y que llevaban mujeres perfumadas con ellos.

Yuuji pasó con la cabeza gacha y dejó su saco no muy lejos de la puerta, su ruta era regresar
pero una mano lo detuvo de su hombro.

—Oye, acaso tu…

Yuuji se estremeció por un momento tratando saliva, creyó que había echo algo malo por lo
que solo se quedó en silencio esperando a que terminará de hablar.

—Déjalo, debes estar alucinando.

—Pero estoy seguro que habíamos matado a uno igual.

—Te dije que lo dejaras.

—Esta bien señor Fushiguro.

El sujeto que estaba interesado en Yuuji se despidió del otro y se marchó a su lugar, mientras
que el mencionado Fushiguro se quedó serio al lado de Yuuji mirando a los demás esclavos que
caminando se dirigían con sus sacos al almacén.

—Continúa.

Le dijo Fushiguro a Yuuji, y así lo hizo, era mejor para Yuuji si solo hacía lo que debía. Cuando la
tanda de trabajo forzado terminó para los esclavos, Yuuji junto a los demás se tomaron un
descanso bajo un tejaban de palma, todos estaban sentados mordiendo cáscaras de fruta de la
que sacaban jugo.
Era lo único bueno de ahí, que les daban cáscaras con agua para beber y que tenían un
descanso de por medio. Yuuji lo aprovecho guardando un espacio para estirar sus pies. Estaba
agotado y lo único que necesitaba era ese descanso.

Volvió a mirar como dos soldados en trajes muy similares caminaban alrededor de ellos
revisándolos, noto al mismo hombre de antes, Fushiguro, quien con una mano sobre su katana
se acercó al entrelazar miradas con Yuuji. Yuuji solo fingió no verlo bajando su cabeza.

—Ven conmigo.

Le dijo Fushiguro cuando se acercó lo suficiente a Yuuji, y el pelo rosado se levantó con sus
manos hasta ser llevado por Fushiguro, lo siguió hasta un lugar aislado. Aún lado de un
pequeño cobertizo en donde había un pozo.

—Me dijeron que hablaste con un chico llamado Megumi.

—Eh? Si.

—Qué fue de lo que hablaron.

—Yo, el dijo, mata a todos. —Yuuji pudo decir solo lo que con sus propias palabras entendió.

Mientras escucho Fushiguro, pareció solo aceptar en silencio lo que supo. Quería haber
escuchado más pero sólo se quedó callado.

—El murió —Repitió Yuuji y Fushiguro se dio la vuelta para mirarse sus pies.

—Lo sé, el era mi único hijo y llegué tarde.

Yuuji supo muy poco lo que significaba tener un padre, pues había pasado un recuerdo muy
lejano que le mostraba su verdadero padre y una familia, ahora estaba solo y Sukuna
tampoco…

—Creo recordarte. Acaso eres.

—Yuuji.

Fushiguro se giro sorprendió mirando de arriba hacia abajo a Yuuji, tenía un rostro de mera
impresión tratando de procesar lo que había escuchado, su vista se detuvo en la barriga de
Yuuji y después en sus ojos.

—Y tu hermano?

—Hermano?

—Si, tu igual.

—Sukuna?

—Si, dicen que murió es verdad?

—….

No hubo respuesta por parte de Yuuji, así que Fushiguro decidió quedarse en silencio y decidir
por lo menos llevarse a Yuuji con el, había tenido la esperanza de encontrarse con su hijo pero
al parecer el destino le hizo esto. Rescataría algo más que solo recuerdos.

—Nos iremos Yuuji, ya no queda nada más que hacer aquí.


—Quién es?

—Yo?, Toji Fushiguro, un amigo de tus padres.

Yuuji se sintió asustado por un momento, pero al escuchar esa mención dejó que sus pies se
adelantarán y se aferro al cuerpo de Fushiguro mientras que unas lágrimas corrían por su
rostro, Yuuji pareció querer un abrazo todo ese tiempo, solo alguien que le dijera unas
palabras de alivio. Y ahí estaba su salvación alguien que realmente podría ser bueno.

—Debiste pasar por mucho.

Susurro Toji no siendo distante al reencuentro con Yuuji, por lo que sabiendo muy bien su
cargo, puso una de sus manos sobre el cuerpo de Yuuji para irse.

Nadie podría reclamarle si estaba dispuesto a llevarse a un esclavo por lo que sólo caminaron
por un camino de piedra hasta una carreta jalada por un caballo.

Toji coloco su capa de ropa sobre el cuerpo de Yuuji y lo ayudó a subir, Yuuji no dijo nada y
sólo se aferro a esa tela que le ayudaba a tomar calor, estaban por irse cuando dos hombres
caminaron hacia ellos.

—Señor Fushiguro es una emergencia!

—Que ocurre ahora?

—Hay rumores que hay un hombre poseído, dicen que esta atacando el castillo del señor
Leyasu es fuerte.

—Acaso puede atravesar los muros?

—Ya pudo señor Fushiguro y el líder ordena que se preparen para atacarlo.

Yuuji no puso su atención a lo que ahí abajo hablaban, pues seguía sin entender del todo, solo
trató de pasar por disimulo bajando su cabeza. Toji no contestó después de esa respuesta, giro
en busca de Yuuji y luego apretó su mandíbula en busca de una respuesta. Tenía el cargo de
comandar a los soldados en ese ataque pero pronto se daría a la fuga y no tendría que ver.

—Pronto Iré, ve juntando a los que están más cerca y llévatelos.

—Si señor.

El hombre se marchó corriendo y Toji se subió para tomar las riendas del caballo, Yuuji quería
preguntar que ocurría pero antes de hablar el caballo ya había comenzado a caminar, primero
Toji se estaba dirigiendo por la calle para las vías centrales de Sendai, cruzaría por algunos
lugares y dejaría a Yuuji lo más lejos posible. Podría comenzar una masacre en cualquier
momento y no sabía si ellos llegarían ser alcanzados.

—Fushiguro, esta bien?

—No te preocupes Yuuji, esta todo bien, nos iremos y todo quedará atrás.

—Esta bien.
Yuuji suspiro mirando por las casas que hiban quedando atrás, tenía un poco de confianza en
Toji por lo que se sacudió la poca preocupación y se fijo en sus propias manos, acarició un poco
su barriga mirando con nostalgia.

Cuando estaban por cubrir la mayor parte de su camino un estallido vino del castillo, polvo y
rocas que estaban del color rojizo como carbón encendido volaron desde la distancia haciendo
que las últimas cazas comenzaran a arder.

Después gritos de los habitantes se escucharon, algunos se escondieron en sus casas y otros
aún miraban en dirección al castillo.

—Parece ser que es grave. —Murmuró Toji cruzando un puente.

—Por qué corren, qué pasa. —Repentinamente el corazón de Yuuji comenzó a palpitar en
desesperación, tratando de calmarse se mordió su labio.

—Es un ataque Yuuji, eres joven para saber de estas guerras.

Yuuji no dijo nada y continuó mirando hacia atrás, cuando el caballo que los llevaba de detuvo
frente a unos hombres con armas fue que Toji se dio cuenta que antes de la salida estaban
guardias custodiando.

—Que ocurre?! Déjenme cruzar!!

—Señor Fushiguro? Acaso no fue llamado al castillo? —Preguntó un hombre acomodando su


sombrero de paja.

—Lo fui pero tengo la misión de llevar a este chico fuera de Sedai. —Toji había mentido.

—Así? Mejor regrese señor Fushiguro pues nadie tiene la autorización para salir. Son órdenes.

Toji se vio envuelto en una encrucijada, no podía regresar y tampoco salir, por lo que para no
ser más sospechoso se bajó de su carrera y ayudó a Yuuji a bajar, con una mano lo sostuvo
para que brincara, Yuuji siguió cubriéndose con la capa sobre su cabeza y voltio a ver a Toji.
Este lo jalo en dirección de unas carretas en desuso y lo cruzó por ahí. Debajo de un árbol
comenzó a dibujar unas figuras.

—Este es el camino por el que puedes cruzar para salir, yo tendré que quedarme Yuuji
recuerda bien este camino, tienes que bajar por entre los pastizales y llegar un río en donde
habrá una pared muy alta pero un orificio por debajo es un acueducto que lleva agua, podrás
respirar por lo que sólo sumérgete y camina por dentro, está te guiará a un pantano de
desechos.

—Esta bien está bien! Entenderé con esto —Dijo Yuuji refiriéndose al dibujo.

—Recuerda, no regreses.

—Pero Fushiguro!! Va a regresar conmigo verdad?

El corazón de Yuuji se volvió a oprimir lleno de preocupación y desespero, no quería saber que
ocurriría si el señor Fushiguro lo dejaba solo. No quería volver a pasar lo mismo. Yuuji comenzó
a llorar puesto no sabía que estaba bien y que mal.

—Lo haré cuando esto termine.


Toji se despidió palpando el hombro de Yuuji, no tuvieron mucha interacción y se conocieron
en medio de un ataque. Solo podían decirse hasta pronto.

Así que una vez Toji regresó hacia el pueblo, Yuuji suspiro tratando de memorizar el dibujo, lo
borro con la punta de su pie y se giro para saltar hacia las rocas de abajo. Cuando estuvo
apuntó de sumergirse por la bajada. Otro estallido volvió a resonar haciendo que se
tambaleara.

—HHAHAHAH!!!!

Una carcajada enloquecida por la rabia se escucho por todas las calles de Sendai, en la cima de
una de las paredes del castillo se miraba una figura, Yuuji se estremeció para girarse. Pero
cuando trató de obligar a su mente a recordar esa voz unos gritos lo cortaron.

Las carretas con los barriles de madera comenzaron a rodar en su dirección cuesta abajo, Yuuji
intentó correr pero estas lo alcanzaron haciéndolo caer y rodar hacia abajo.

Recibió la mayoría de los golpes en su espalda, brazos y cabeza pero ni por un momento dejó
que lastimaran a su barriga.

Terminando por caer sobre el agua, estaba mareado y agitado, el agua llevaba corriente por lo
que trató de buscar la dirección del túnel del acueducto.

Se sumergió sobre el agua para intentar ver un agujero negro, era ahí, Yuuji nado hacia la
entrada para ser arrastrado por la potencia del agua.

Se hizo bolita para evitar rasparse por las paredes del túnel de piedra. Llegó a su límite de
aguantar la respiración que abrió la boca para soltar burbujas de aire. Quiso gritar y pedir que
todo se detuviera, volver a ser ese niño feliz en aquel pueblo antes de ver a sus padres
muertos.

Yuuji no soporto más ser arrastrado por la corriente y golpeteado que terminó por tragar
cantidades grandes de agua hasta que perdió la razón.

///

Había despertado , tumbado en medio del lodo verdoso y algunas rocas, Yuuji podía con eso,
vómito todo el agua que había tragado y estornudo temblando. Casi moría, pero recordó su
barriga, así que con ojos grandes le dio una revisión.

La acarició por los lados y luego se detuvo entre sus piernas, había lodo que le impedía checar
si todo estaba bien, así que limpio un poco y noto una punzada de dolor. Había sangre, había
sangre brotando de sus dos piernas.

—No se que hacer. Duele.

Susurro Yuuji mirando hacia los lados, su labio menor temblaba y su rostro mostraba la
preocupación de un padre por su hijo.

—Alguien, ayuda. AYUDAAAA!!


A la distancia no había nadie que pudiera ayudarlo, Yuuji grito desesperado incluso comenzó a
levantarse pero era un dolor tan agudo que no podía hacerlo.

—Lo siento!! Lo siento!!!

Grito Yuuji acariciando su barriga entre lamentos y gritos, lloraba, tal vez lloraba de dolor o tal
vez por esa inquietud que sentía. Más sin embargo no sabía que hacer, era esa impotencia que
le carcomía.

Cuando Yuuji pensó estar perdido una mujer del otro lado corrió hacia el, alguien lo había
escuchado!, Yuuji grito con más fuerza alzando sus manos para que lo mirara.

—Chico! Pero como es que terminaste aquí!!

—Ayuda por favor, ayuda!!!

—Espera yo llamaré a alguien para que te ayude.

La mujer pareció levantar sus brazos en otra dirección y regresó su vista para mirar su barriga.

—Que te ocurre por qué gritas?! Donde duele?

—Mi bebé!!! Duele aquí!! —Yuuji señaló entre sus piernas, haciendo que la mujer pusiera una
cara pálida y llena de impresión, parecía nunca haber visto algo similar por que lo que cuando
los demás llegaron alrededor retrocedieron asustados.

—Señora Yao mejor vámonos esto, esto no es normal!!

—Calla!! Y ayudémoslo.

Dos de los hombres salieron huyendo y otras dos mujeres se quedaron ahí para levantar a
Yuuji, las tres personas como pudieron se lo llevaron hasta que Yuuji simplemente dejó de
llorar cayendo inconsciente.

Pará Yuuji no hubo tiempo que pasara, solo despertó entre murmurios, la cabeza le pesaba y
por más que quiso mirar su barriga ya no estaba.

—DÓNDE!! Dónde está mi bebé!?!

—Muchacho tranquilo, lo sentimos mucho. No pudimos hacer mucho.

Yuuji se aferro a la anciana con los ojos rojos de llorar y una boca que solo intentaba formular
palabras al azar, con lágrimas resbalándose por su rostro hasta mirar como dos mujeres se
movieron para poner una canasta con una manta sobresaliendo.

—No! NO PUEDE SER!

Yuuji se aventó sobre la canasta en donde sus ojos lograron ver una cabecita pálida y
sobresaliente, labios azules y ojitos cerrados, era un bebé, uno que ya no guardaba el calor de
los primeros meses. Entonces Yuuji se rompió, lloro a gritos y se aferro con fuerza al pequeño
cuerpo de carne y huesos. Las dos mujeres a su lado lo intentaron apartar para que no
aplastara el cuerpo del bebé. Un trágico dolor que le dolía no sólo ese órgano llamado corazón,
si no hasta todos sus tejidos, Yuuji quería arrancarse la carne con los dientes y maldecir hasta
no más poder.
A Yuuji se le había ido todo, esta vez no le quedó nada. Y las mujeres sintieron pena por el
llorando en silencio entre sus rebozos de seda, la anciana se compadeció del muchacho, por lo
que lo dejaron solo para que pudiera desahogarse.

Al final solo quedó Yuuji derrumbado aún lado de la canasta que olía a flores, de sus labios se
escapaban pequeños tonos de voz, esa era su pesadilla que ardía hasta la médula.

Suspiro para quedarse dormido. Una mujer deslizó la puerta, para abrir y camino hacia Yuuji en
donde tomó la canasta y se la llevó. Para la mañana siguiente solo hubo un día soleado a pesar
de lo frío que Yuuji sentía en su interior.

Lo sentaron a la orilla debajo de la repisa, le pusieron un kimono más liviano y le ofrecieron


comida la cual Yuuji no tocó. Con sus ojos dorados perdidos entre el pastizal verde pensaba en
el paraíso que iría.

Yuuji había tomado una decisión, ir con Sukuna y su hijo. Por la noche las mujeres lo
levantaron para llevarlo a su futon, en donde lo acostaron para preparar su baño de agua tibia.

—Muchacho por favor dinos tu nombre. —Dijo una mujer doblando las sabanas.

—….

—Bueno muchacho, sabes eres muy guapo y ahora que has tenido una perdida mis hermanas
y yo hemos pensando que podrías casarte con una mujer para no pasar por lo mismo.

—No

—No tienes que decidir, la anciana ya lo dijo, te casaran con una hermana nuestra. Serás feliz y
volverás a sonreír.

La mujer tampoco tomó en cuenta el duelo por el que pasaba Yuuji, solo sonreía tímidamente
mirando sus manos pálidas doblar las sábanas.

—Ya esta el baño.

—Ya vamos hermana. —La mujer levantó con ayuda a Yuuji para llevarlo al baño, en donde
sumergieron en una tina de madera.

Yuuji permaneció solo hasta que su pecho se movió hacia arriba buscando salir, se incorporó
derechamente y busco con la mirada algo que le sirviera. Pero antes de siquiera llevarse
consigo esa opción, una mujer de cabellos negros y atados con un moño entró.

—Me da tanta pena hacer esto, pero sabiendo que después nos comprometeremos.

Dijo la chica de senos blancos y redondos expuestos al aire libre, Yuuji ni siquiera la miro,
puesto si mirada estaba cabizbaja, la chica sonrió con sus mejillas rojas y camino de puntitas
hacia Yuuji.

Más cerca de él, le humedeció con agua la espalda y acarició con sus manos los hombros de
Yuuji, sin embargo los sentidos del chico lo alarmaron para apartarse repentinamente de ella.

—No.

—Shhh.
La chica lo aprisiono entre la tina y ella pero Yuuji se negó empujándola, era tanta la diferencia
que se podía ver que la chica era más fuerte y voluptuosa en cuanto Yuuji delgado por la
reciente desnutrición.

Yuuji llegó a ser el juguete de esa chica, abuso de el como pudo, hizo de Yuuji su propia pieza.

Cuando escogieron el día especial para la ceremonia, la chica de juventud increíble invitó a sus
padres a ir al templo budista para hacer de esto más serio. Ese día había sol, y las ovejas
rumian el campo de flores silvestres. A Yuuji lo vistieron de ese kimono negro y a la chica del
blanco, como dos esposos jóvenes que tenían derecho a esa vida matrimonial.

Por la mañana Yuuji comía en su mesita de la habitación, mientras fingía no escuchar la platica
de las sirvientas.

—Era como una maldición, ese loco hombre acabó con medio Sendai.

—De verdad que da miedo, dicen que tiene unos ojos de demonio.

—Parece ser que su advertencia fue sobre devolverle a su gemelo.

Yuuji se atraganto al escucharlas, parpadeo al recordar a su gemelo y se estiró para darle la


cara a esas mujeres.

—Quién es? —Preguntó Yuuji con sus palillos en la boca.

—Ryomen Sukuna.

Yuuji dejó caer sus palillos y dio un pequeño brinco en su lugar, “acaso será el “ o tal vez otro
hombre con el mismo nombre. Yuuji pensó en que si tal vez esas mujeres conocieran la
apariencia de ese Ryomen Sukuna podría ser llevado hacia el y dicho como su gemelo.

—Lo conocen? —Volvió a preguntar Yuuji con sus ojos abiertos pero ellas sólo negaron con la
cabeza.

—Bueno Yuuji, ya está por comenzar la ceremonia te daremos tu ( abanico que usa el esposo)

—Bueno.

Las mujeres le retiraron su plato y le acomodaron su traje como los últimos detalles, Yuuji no
sabía que clase de ceremonia era esa, además de desconocer la mayor parte de cosas que
decían, tampoco sabía que significa esposos, matrimonio y unión.

Pero sin duda estaba aún negándose a dejar que esa misma chica volviera a tocarlo como
aquella vez en el baño. Se acomodo su cinturón y camino siguiendo a las mujeres.

“Si voy al lugar llamado Sendai “ “Alguien podría decirme si soy su gemelo “ “Pero si me
equivoco, ellos podrían tomarme como un esclavo “

Yuuji lo pensó hasta darse cuenta que ya estaba por salir de la casa de la anciana. Voltio hacía
atrás al lugar donde había llegado y de donde saldría hoy.

Era como un desfile, uno muy sereno lleno de gente que lo seguía felicitando y sonriendo, no
sabía Yuuji que le esperaba por lo que seriamente solo asentía con la cabeza.

Paso por un camino de roca pulida hasta llegar una construcción como las demás casas solo
que en esta, era roja y más imponente.
—Yuuji! Felicidades, mira yo me llamo Nobara y fui la encargada de los trajes jeje

Una chica castaña con una sonrisa amigable se acercó a Yuuji felicitándole.

—Umh Gracias.

—Mi muchacho es tan pobre de palabras Nobara. —Hablo la anciana detrás de los dos.

—Oh!! No se preocupe señora Na. —Respondió Nobara alejándose.

Nobara se perdió entre la multitud y frente al templo Yuuji fue acomodado aún lado de la que
sería su esposa.

Ella no dijo mucho, tal vez por que estaba feliz y en tanto a Yuuji el solo se sintió triste por que
sabía que estaba siendo obligado. Caminaron hacía dentro en donde fueron sentados frente a
una estatua de oro. Era fea por lo que solo miró a otro lado.

Un sacerdote tocó una campana y empezó un discurso en otro lenguaje, Yuuji pasó todo ese
momento perdido entre sus suposiciones, hasta que la expresión del sacerdote fue de disgusto
fue que Yuuji miró a su esposa dándose cuenta que debía de hacer algo más.

Le dieron a beber de un tazón y a comer algo. Pegaron sus frentes al suelo y se levantaron. Por
último se marcharon a dirección de la salida.

Una multitud le aplaudieron y regaron arroz sobre ellos. Yuuji tomó la mano de su esposa por
obligación y la llevó hacia donde todos mencionaron.

Era una casa de arquitectura tradicional y tan grande para Yuuji que se perdió el primer día
que la pasó ahí. Esa noche de bodas celebrarían un banquete más sin embargo Yuuji nunca
permanecería en ese lugar.

Llegada la noche Yuuji se quito sus túnicas en un momento que quedó a solas, las doblo y dejó
en el centro de su habitación. Estuvo caminando hasta llegar a una ventana al exterior, la cruzó
y se fijo que hubieran personas, salió al exterior para encontrarse con una chica de espaldas.

Ella se giro y miró a Yuuji, era Nobara la anterior chica.

—Yuuji! Pero que haces aquí?

—Pero esta es nuestra casa, tu que haces aquí?

—Uhm bueno me mandaron a entregar esto. —Ella tomó una caja del suelo para dársela a
Yuuji, era de color roja y terciopelada con botones dorados.

—No se que es. —Respondió Yuuji tomándola.

—Yo tampoco pero al parecer es un regalo de un regidor amigo del padre de tu esposa.

—Uh! Debe de ser importante tal vez. —Yuuji no hablo en voz alta así que la bajó aún más
para abrirla con una mano.

—Me lo imagino. —La abrió para dejarla caer de la impresión, el rostro de Yuuji palideció por
el regalo en el interior.

De la caja salió un dedo humano. Nobara también salto del susto retrocediendo dos pasos.
Yuuji jalo sus cabellos mientras su labio menor temblaba ese dedo estaba hinchado y pálido.
—De… debió ser un error.. —Tartamudeo Yuuji desviando la mirada para recogerlo.

—No se quien diablos hace estas bromas pero lo reportare!!

Nobara terminó por recogerlo por Yuuji y lo regresó a su caja, no dijo nada y se fue molesta, ya
cruzaba el pabellón del lugar cuando Yuuji decidió seguirla a la salida. Fue rápido y sigiloso por
lo que no hubo obstáculos, y al llegar Nobara intercambio palabras con una ama para después
salir.

Cerraron la puerta detrás de ella, a si que Yuuji pensó hacer lo mismo, “Solo diré que tengo
que buscar algo “ sonaba fácil en la mente de Yuuji pero..

—Necesito salir, perdí un regalo aquí afuera.

—De verdad Señor Yuuji? Pase.

Yuuji salió por la puerta sin demorar un momento más, una vez afuera solo se giro para
memorizar el lugar si era necesario regresar aunque el creía que nunca más tendría que volver.

Sin saber hacia dónde ir busco con la mirada a Nobara, no dio con ella pero camino entre dos
árboles de sauce, enredaderas de flores colgaban de estos y en un marco de madera colgaban
lámparas de papel.

Yuuji paso por donde no había luz, hasta que muy en el fondo aun lado de la calle de tierra
encontró a Nobara discutiendo con otra persona.

—Ahí esta.

Dijo Yuuji dirigiéndose hacia ella, tal vez podría haberle pedido ayuda desde un principio, por
alguna razón le inspiraba confianza si le decía que el nunca quiso esto y que buscaba a su
gemelo ella…

—Yuuji?

—Joven Nobara —Hablo lo mas cortes que pudo y se le enseño, Yuuji.

—Que pasó?

—Necesito pedir un favor es… urgente.

—Adelante en que puedo servirte?

—Uhm sabes lo que pasó en lugar donde, atacaron, —Yuuji pensó sus palabras y continuó —
En Sendai (¿)

—Ah! Si! Que hay con eso?

—Quisiera ir ahí, puedes llevarme?

—No preguntare por que así que súbete! —Respondió Nobara con un carisma muy peculiar,
sonrió y le abrió la cortina de su coche a Yuuji.

—Bueno, y tan noche necesitas ir? Ese lugar es peligroso. Sabes que un hombre atacó recint….

—Si, mi gemelo.

—Acaso tu!?
Yuuji bajo la cabeza para mirar sus dedos entrelazados, los botidos hicieron que Nobara
reaccionara así que ella pestañeo un par de veces para mirar de pies a cabeza a Yuuji.

—Tienes un similar con ese hombre. —Murmuró la castaña moviendo con suavidad la cuchara
de su te.

—De verdad!?

—hm si, recuerdas ese dedo? —Preguntó Nobara haciendo una pausa —Le cortaron algunos
de ellos, algunos aseguran que es un monstruo, pues le han visto cuatro brazos.

—Eso es mentira! —Grito Yuuji.

—No te puedo asegurar nada pero lo que si se es que ese dedo forma parte de sus veinte,
dicen que esta poseído, que tal vez vendió su alma a los demonios, o que es la reencarnación
de algún dios.

El peli rosa suspiro mirando a través de las cortinas violetas las cuales se mecían por las
oleadas del viento nocturno.

—Todo eso es mentira, Sukuna no haría eso el es como yo.

—Yuuji, ese hombre que dices llamar Sukuna ya no es un humano. —Dijo Nobara tomando a
Yuuji con sus dos manos de los hombros haciendo que se miraran el uno con el otro.

—Que el haga esas cosas no suena tan malo verdad.

Nobara con sus grandes ojos castaños negó con la cabeza haciendo que Yuuji terminará
cabizbajo intentó guardarse algunas palabras que le oprimían el pecho.

—No te pido que me escuches pero, lo que te aconsejo es que dejes todo en manos de Sukuna
y los hombres de el daimyo, ellos tendrán sus asuntos.

—No lo dejaré! Creí que estaba muerto! Voy a regresar con el.

La chica soltó a Yuuji, y cuando Nobara perdió contacto visual con Yuuji, abrió la cortina aún
lado suyo para mostrarle por donde bajar. Yuuji no la miró pero dijo en un susurro —Muchas
gracias Nobara.

Y se fue, ahora estaba entre las entrecruzadas calles en donde solo miraba hombres como los
que Sukuna había matado una vez, vestidos con trajes de tres piezas y de un color similar.

—Ponte esto, no te reconocerán. —Nobara desde su carro había aventado un manto de seda
sobre el.

Yuuji se despidió para perderse entre las calles, camino por donde hombres con mascaras se
les miraba curar sus heridas, había un olor horrible que le hacía arder los ojos a Yuuji, ese
metal oxidado en sangre fresca, más y más lodo estropeado las calles y por último el lugar
divisado al final de Sendai donde había visto aquella figura.

Debe ser ahí, supuso Yuuji, el camino entre callejones pequeños y enredosos, de ves en
cuando alzaba la mirada para ver quién cruzaba aún lado suyo.

Sus pies comenzaron a punzarle al doblar una esquina, se sostuvo en una pared vieja y repaso
su camino y lo que le quedaba.
Era lo último que tenía que hacer y lo haría bien, todas sus esperanzas estaban en esa
suposición suya, Yuuji tenía que encontrar a ese hombre pero a la vez, tenía miedo que se
convirtiera en todas esas voces de las personas. Lo describían con tanto miedo que incluso a él
mismo le hacía estremecer.

Camino hasta avanzada la noche, en la última casa del pueblo miró un retén de hombres con
mascaras y ensangrentados, otro hombre se acercó a Yuuji al notarlo.

—Nadie debe venir acá joven, regrese!

Yuuji se aferro a la tela que le cubría la cabeza y retrocedió dos pasos para tomar valor y
caminar más decidido.

—Le dije que retroceda o quiere morir?!?

—Moriré en manos de ese hombre!! No de ustedes!!!

Yuuji lo había gritado con tanto coraje que sus lágrimas se le salían, él soldado abrió su boca
impresionado para reírse de Yuuji, sacó su katana con la que le apuntó.

—Bien, solo ve a tu muerte.

El hombre volvió a guardar su katana para darle pase a Yuuji, y así fue como se introdujo al
bosque con una luz de la luna acompañándolo en su velada, tropezaba con cada paso que daba
incluso comenzó a correr cuando sintió que su corazón se abrió en desespero latiendo el
doble.

Yuuji dejó entrar todo el aire frío por su boca hasta que sus pulmones le comenzaron a doler,
eran esas ganas de encontrarse ya con la verdad que sólo no podía caminar.

Callo en varios hoyos de lodo y ramas pero la experiencia viviendo en un lugar así le dio
agilidad para cortar la distancia del llamado lugar radioactivo y el.

Yuuji se detuvo jadeando fuerte, miró en dirección a lo que parecía ser una pequeña caza igual
que las del pueblo, solo al acercarse más noto unas manchas negras en las paredes. Y el
interior solo estaba iluminado con una llama de fuego lenta, Yuuji no miró más que eso.
Camino a su suerte hasta solo escuchar el roce del pasto ya crecido y los árboles alrededor.

—Sukuna —Susurro Yuuji parándose en la entrada sobre la madera que crujió bajo sus pies.

Se sostuvo del marco de la puerta dejando ver en las manchas de sus manos que era ese
líquido color granada, sangre la pintura que pintaba todo el suelo hasta el ras de las paredes.

Yuuji se decidió una vez reguló su respiración —Sukuna!!! Estoy aquí!!! —El chico soltó su grito
el cual rebotó entre las paredes e hizo que la llamada de la lámpara tambaleara.

Más no recibió respuesta, entró y se topo con una figura vestida de kimono religioso y blanco,
esa persona tenía un cabello anormalmente blanco y corto. No le miró sus ojos pero sintió
como una capa de escarcha cubrió todo el suelo hasta congelarle la punta de sus dedos.

—Señor Ryomen Sukuna, lo buscan —Hablo esa persona haciendo una reverencia frente a
Yuuji, quien retrocedió un paso desconcertado. Se dirigía a Yuuji?

—Te encontré.

….
—Te encontré —Soltó una voz gruesa en el oído de Yuuji, esta voz lo hizo estremecer y darse la
vuelta de un salto.

Justo detrás de Yuuji estaba un hombre de tres metros de altura y cuatro brazos. Fue la mayor
impresión que recibió Yuuji que comenzó a negar asustado hasta resbalar con el piso y caer.

—No, N..no….tu no eres…. SUKUNA!

En un momento tan delicado y sereno, como el mismo sonido del deshielo, Ryomen Sukuna
dio un paso al frente, haciendo que todo a su alrededor luciera tan pequeño, ojos carmesí
como una maldición, llenos de todo un infierno que ardía, la pura figura musculosa más grande
que había visto. Llevaba unos pantalones que se aferraban a una cintura que dejaba mucho a
ver.

Pero más que dar un aire de miedo, Yuuji solo sintió ese espacio en su corazón llenarse. No
pudo resistir y comenzó a llorar, temblaba y lloraba a la vez casi al desmayo pensando que
había echo para tener esa vida, deseando sólo ser feliz y querer un encuentro mejor para su
gemelo y el.

Se tapó su rostro para solo dejar deslizar entre sus dedos la corriente de lágrimas que desde
un principio reclamaron con salir.

—YO NO QUIERO SUFRIR MÁS!! SOLO QUIERO A SUKUNA!

Grito Yuuji para después sentir unas manos que lo tomaban de sus muñecas y le descubrían el
rostro, Yuuji moqueo un poco y volvió a negar, hasta tener a unos centímetros de él, el rostro
de Sukuna.

Los mismo ojos, la misma nariz, la misma piel caliente por el sol y blanca como el huevo, Yuuji
sonrió entre llantos para abrazar ese cuerpo que aún ciego sabría que es de su gemelo, como
no reconocer en donde estaba sentado. Esa debió su casa desde un principio y ese el comienzo
de una era.

—Estamos aquí —Hablo la voz de Sukuna desde su garganta viva. Yuuji subió sus brazos a los
hombros de Sukuna para dejar que lo cargará con el.

—Tendremos una vida muy feliz Yuuji. —Volvió a repetir Sukuna abrazando a Yuuji. Sukuna
volvió a oler lo que tanto estuvo protegiendo por aquel tiempo.

—Nunca moriste verdad —Murmuró Yuuji, sintió como Sukuna trago saliva como una persona
normal y espero su respuesta.

—Siempre estuve vivo Yuuji.

—Por que me hablas como si solo me buscaste para despedirte?

—…

Sukuna nunca pudo responder esa pregunta. Se quedó en el aire con la pareja abrazada sin
saber en qué momento se encontraban. Ahí fue donde recordó aquellas palabras “ Si algún día
tienes la manera de vengarte, mata a todos “.
Yuuji se separó con sus labios temblando para mirar a los ojos a Sukuna, sabía ahora que
Sukuna podría ser esa persona y que si tendría que elegir entre dos cosas, su corazón sería lo
bastante repulsivo para escoger la primera? o tal vez “ quédate conmigo “ lo bastante
bondadoso para escoger lo segundo.

Las manos de Yuuji se congelaron pero sólo las aferro al pecho de Sukuna y restregó su rostro
en su pecho para escuchar los latidos de su corazón, “ quería decirle algo “ pensó Yuuji
recordando aquella vez que inocentemente busco a Sukuna para darle la noticia.

—Sukuna

Yuuji lo menciono y Sukuna le miró.

—Si te pido dos cosas lo harías?

—Haría todo lo que me pidas.

—Llévame contigo.

Sukuna retrocedió sabiendo la magnitud de lo que tendría que hacer, pero sabiendo en el
lugar que lo dejaría no podría simplemente marcharse y dejarlo solo. Pero tampoco
arrebatarle lo que su madre le había dado.

—Yuuji, pídeme todo menos eso.

—Lo único que quiero es que no me dejes solo!

—Mocoso, estoy seguro que me llevaras muy dentro de ti. Me recordarás.

Dijo Sukuna lo último acercándose a Yuuji hasta rozar sus labios.

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