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Eyqouio Lofaroni. COPIAS ELITE Sake 47 No, EDL. A777? carpeta ie: AO wo cost — 5 | Fecha | Le quediidn Sau wot - gE realidad los positivistas Ha- ‘maron. criminalidad alc junto de presos, que era lo tinico 4 lo que tenfan acceso, porque los muchos mas que cometian delitos Y quedaban impunes les eran des- 93 Comienza el apartheid criminolégico conocidos, o sea, que su laborato- rio =por asi Ilamarlo- se limitaba al estudio de quienes se encontraban enjaulados. Como se sabe, en todos Jos tiempos, se enjaula a los més torpes y con menos poder. Para vincular la criminalidad (los presos) con los salvajes coloni- zados elaboraron un discurso en cuyo anilisis entramos, advirtien- do que estamos abriendo las puer- tas de una historia macabra, que termind muy mal en todos los sen- tidos. Si bien los disparates que se hhan dicho en su curso cqusan gra- cia, no la producen para nada sus fanestas y letales consecuencias. Esta historia se suaviza en la manualistica criminoligica rela téndola como un simple momento del pasado fedrico, centrado en un médico de Torino -Cesare Lom- broso-, al que se describe como un exageradoy nada mas. Si todo se re- sumiera a eso, no pasarfa de ser casi una anécdota curiosa. ‘A decir verdad, el pobre Lom- broso era un investigador serio que, en definitiva, tuvo muy poco que ver con el origen y las conse- cuencias de este capitulo tragico. De familia judia e hijo de un rabi- ‘no, Lombroso nunca imaginé las consecuencias de la corriente en la que se movia, aunque en realidad no inventé el reduccionismo bio- logista sino que se limit6 a encua- drar sus observaciones en el marco spenceriano, 0 sea, en el paradigma desu tiempo. Bl llamado positivismo crimi- nolégico (que como hemos dicho rno es més que el resultado de la alianza del discurso biologista mé- dico con el poder policial urbano oe ‘europeo) se fue armando en todo el hemisferio norte y se extendi6 al sur del planeta, como parte de una ideologfa racista generalizada en la segunda imitad del siglo XIX y que concluyé catastréficamente en la Segurida Guerra Mundial No tiene ‘un autor: tiene muchos y de todas las nacionalidades y, por cierto, los crimin6logos positivistas no fueron ‘mis que una de las miitiples mani- festaciones de todos los pensamien- tos encuadrados en ese paradigma. Dicho més descarnadamente y en méxima sintesis, podemos afirmar que empez6 décadas an- tes de Lombroso, con los médicos que lanzaron las primeras teo- fas que pretendian exponer una etiologia organica del delito -y al mismo tiempo la inferioridad de los colonizados- y terminé en los campos de exterminio nazis. Benedict Augustin Morel expu- so en 1857 su teoria de la degenera- cién, segiin la cual, en razén de que Ja mezcla de razas humanas com- binaba filos genéticos muy lejanos, aba por resultado seres inteligen- tes pero moralmente degenerados, desequilibrados, molestos. Algo de razén tenia Hiegel, pues estos degenerados eran nuestros gauchos, mestizos y mulatos. Sin ellos no habria habido ejércitos li bertadores en nuestra Américe, los colonizadores podrian haber ani- quilado a todos nuestros pueblos originarios y América habria podi- do ser totalmente repuvtada por la raza superior colonizadota. Quiza este genocidio completo haya sido el suefio irrealizado de muchos ra- cistas de la época (y de algunos ac- tuales que no se animan a decirlo). Los mestizos siempre fueron més molestos para el poder que los in- dios 0 afticanos puros, pues eran mucho més dificiles de domesticar. La degeneracién de Morel fue un mito que siguié vigente incluso en la escuela psiquidtrica francesa de Argelia hasta la guerra de libe~ racién, Antes de Morel, el inglés James Pritchard habia expuesto su teoria de la locura moral en la linea que seftalaba la inferioridad de los criminales y de los colonizados, afirmando que Adén habia sido ne- ‘gro y luego sus descendientes se ha- bian ido blanqueando. Suponemos que el pecado original debia impu- tarse a una raza inferior. Contemporéneo de Hegel habia sido el aleman Franz Joseph Gall, ~ que consideraba que su crdneo era ‘normal y todos los otros anorma- les. Por ende, crefa diagnosticar la criminalidad y la genialidad pal- pando la cabeza, con su famosa fre- nologia. Lo persiguieron por impto, ese a que sélo palpaba la cabeza de las personas. Otros contempordneos de Lom- broso rechazaron sus teorias, pero « sin dejar de sostener despropésitos, Como el francés Feré, que en 1888 afirmaba que la sociedad era bio- logicamente justa, pues provocab; tuna sedimentacin social de los ‘generados, que cafan naturalmente hasta las clases mds subalternas, | y que la falta de proteccién a los no degenerados representaba una comisin de defensa social, es decir, que la defensa social debia ser con- tra los pobres. Elmayor critico dela teorfa lom- brosiana en los congresos de antro- pologia criminal de su tiempo fue el francés Alexandre Lacassagne, que atribuia el dlito a modificacio- nes cerebrales del occipital, del pa- rietal o del frontal: las del occipital eran las responsables de los crime- nes primitivos de las clases bajas, las del parietal de los ocasionales ¢ impulsivos de las clases medias y Jas del frontal de los delincuentes. alienados de las clases altas. Pare- ce que los pobres solian caer de es- paldas y golpearse la parte trasera de la cabeza. Como puede verse, la Hamada escuela francesa tampoco se ahorraba disparates, A estos les agregaba el trabajo de un médico colonialista -el doctor Corre-, que ejemplificaba las consecuencias de independizar a los salvajes con el caso de Haiti. ‘Como el racismo era un para- ddigma, poco importaba la ideologia politica de los protagonistas, porque todos se movian dentro de ese mar- co. José Ingenieros -que era socialis- ta y es considerado el fundador de la criminologia argentina~ no com- 95 part's la teorfa lombrosiana, pero profesaba una cerrada conviccién racista, que puso de manifiesto en un horripilante articulo publicado en 1906 con el titulo Las razas in- {eriores, donde habla de harapos de carne humana, justifica la esclavi- ‘ud, ete. Realmente, parece escrito en pleno brote psicético de racis- mo agudo. Raimundo Nina Rodrigues, fun- dador de la criminologia brasilena, era tributario de a escuela francesa ysen la linea de Morel, combatia el ‘mestizaje (a misigenagao) en base a latesis de la degeneracién, conside- zaba a los mulatos semi-imputables y dedicaba su libro al mencionado doctor Corre y a Lacassagne. Nina Rodrignes fue caricaturizado por Jorge Amado -con la licencia lite- raria que lo hace vivir algunas dé- cadas més-, en el personaje de Nilo Argolo de Araijo de su famosa no- vela Tenda dos milagres, también llevada al cine, Lombroso s6lo se limits a for- | mular observaciones més meticu- fosas ya articularlas en el marco del mismo paradigma dominante. Si bien la sintesis que formulé provo- cb su celebridad mundial, dindole ‘mayor difusion y éxito académico (on las consiguientes envidias), lo cierto es que su teorfa del criminal nnato no invents ni agoté el reduc ionismo ni el positivismo racista. Iricluso la misma expresién crimi- nal nato le fue sugerida por su se- guidor Enrico Ferri, quien la plagié de'Cubf y Soler, que habia sido un discipulo espaiiol de Gall, obvia- mente sin citarlo, = La sintesis lombrosiana: un bicho diferente a tendencia a deducir carac- teres psicol6gicos a partir de datos fisicos u orgénicos se remonta a un viejo tratado de fisiognomta atribui- do falsamente a Aristételes y que recobré fuerza en el Renacimiento. Bl origen de este supuesto saber se halla en un prejuicio bastante absurdo, que comienza con la cla- sificacién y jerarquizacién de los animales. El ser humano le atribr- ‘y6.a los animales virtudes y defec- tos humanos y conforme a estos los clasificé y jerarquiz6: el perro fel, el gato diabélico, el burro torpe, e cerdo asqueroso, etc. Realmente, Jos animales son como son y nunca se enteraron de estas valoraciones: al parecer se limitan a tener un con- cepto un tanto pobre de los huma- ‘nos, pero eso es otro problema. ‘Asi fue como los humanos co- ronaron rey al oso, que aparece en numerosos escudos (incluso en él de Madrid), hasta que fue destrona- do por obra de los.eclesiésticos que descubrieron (quién sabe cémo) st inconducta sexual, que no sé en qué consiste porque por prudencia nunca se lo pregunté a ningin 080, 96 Cease Ub Uy ewe uray puesto que no parece gustarles que ‘uno se meta en su vida privada (en especial después de visitar Canad, donde por todos lados hay carte- litos que dicen Take care with the bears) Lo cierto es que lo reempla- 26 elle6n, a quien presumo con sa- nas costumbres sexuales, pero que tampoco me atrevi a indagar. ‘Una vez establecidas estas clasi ficaciones humanas de los anima- les, hubo quienes pensaron que, por la semejanza de algunos humanos con ciertos animales, se los podia caracterizar psicolégicamente. El juego no podia ser més infantil primero clasificaron a los anima- les con rasgos humanos y Iuego atribuyeron a los humanos los ras- gos qe antes habfan puesto en los animales. Eso mismo se hace en la esquina, donde los muchachos, sin pretender fundar ninguna ciencia, dlasifican a los que tienen pinta de caballo, de burro, de zorr0, etc. No obstante la simpleza, Giam- - battista Della Porta en el siglo XVII Y Johann Caspar Lavater en el XVII escribieron hermosos trata- dos llenos de bonitos grabados con los que sostuvieron esta nueva cien- cia de la fsiognémica, provocando ‘una largo debate en el que incluso Participé nada menos que Goethe. En el siglo siguiente ~en 1876— Lombroso dio a luz In primera edicién de L'uomo delincuente, en la que afirmaba que por los carac- teres fisicos se podia reconocer al criminal nato como una especie particular del género humano (spe- Cie generis human), La criminolo- ga que en su tiempo se llamaba antropologta criminal- se ocupaba, por ende, de un objeto biolégico diferenciado, lo que llevé a algiin extremista a sostener que era una rama della zoologia. 3Cémo explicaba al criminal nato? Por su semejanza con el sal- vale colonizado, aduciendo que las razas salvajes eran menos evolucio- nadas que la raza blanca europea. En su tiempo se afirmaba que en el seno materno se sintetiza toda la evolucién, desde el ente unicelular hasta el ser humano completo (se decia que la ontogenia resume la ‘filogenia). El criminal nato era pro- ducto accidental de una interrup- cidn de este proceso, que hacfa que en medio de la raza superior euro- pea naciese un sujeto diferente y semejante al colonizado. Era, pues, un blanco que nacia mal termina- do, sin el titimo golpe de horno y, por tanto, era un colonizado. Los caracteres atévicos que lo asemejaban al colonizado le daban rasgos africanoides 0 mongoloides (parecidos a los afticanos 0 a los indios) Al igual que los salvaes, no tenjan moral, ni pudor y, ademis, eran. hiposensibles al dolor (para que lo sintieran habia que darles més fuerte), lo que se verificaba porque se tatuaban, Me imagino el terror de Lombroso en una playa or actual, rodeado de criminales natos, Es bastante claro que Lombro- s0 estaba infitrado de claros ele- mentos estetizantes. En su tiempo, los colonizados eran feos y malos, porque habfamos hecho algunas diabluras, como fusilar a Maximi- liano en México, parar la flota en el Parané, echar a los franceses en Haiti, etc. Nuestros tipos humanos contrastaban con la blanca belleza europea protegida del sol mediante sombrillas y encorsetada, La fealdad y la maldad siempre vvan asociadas; en los raros casos en que lo bello es malo, por lo general se trata de una belleza diabélica, del tipo de la de Dorian Gray. Hoy sabemos que la policia se- lecciona par estereatipos y que es- tos se forman a través de la comu- nicacién en base a prejuicios en los que juegan un rol fundamental los valores estéticos, siguiendo la regla de asociar lo fe0-a lo malo. En de- finitiva se reproduce el mecanismo dela fisiogndmica: se define lo feo, se easocia lo malo y se acaba seleccio- nando lo malo mediante lo feo. La ingenuidad de los positivistas los llev6 a asombrarse com la intui- cidn delos artistas al describiro pin- tarelcrimen, cuando en realidad es- tos habian definido los estereotipos conforme @ los cuales se selecciona- ba a los criminalizados por feos, © sea, por parecidos a los colonizados. Abundan tediosos libros positivistas sobre criminales en el arte Enediciones posteriores, la obra de Lombroso se acompatia con un volumen o Atlas con fotografias y dibujos de delincuentes, todos pre- sos 0 muertos, por supuesto. Basta mirar esa enorme coleccién de ca- ras feas para convencerse de que ‘esos sujetos no podian andar mu- cho tiempo sueltos por una ciudad europea sin que la policia los pren- diese, pues parecian todos salidos de los dibujos de malvados de los folletines de costumbres. El error de Lombroso consistié en creer que esa fealdad era causa del delito, cuando en realidad lo era de la prisionizacién, pues de haber sido lindos no habrian estado en cl Atlas, como Jack de Londres, al que cabe presumir que por lindo no daba con el estereotipo y nunca lo pudieron meter preso. En definitiva, Lombroso -que era un observador meticuloso n0s Jeg6 la mejor descripcién de los ¢s- tereotipos criminales de su tiempo. Pero no s6lo se ocupé de los criminales, 0 sea, de los mal ter- minados, sino también de los que avanzaban més allé de lo esperado, 0 sea, de los genios, al punto que se empefié en conocer a algunos, como ‘Tolstoi. Tanto él como Max Nordeat escribieron libros sobre el hombre de genio; este siltimo advertia en dos gruesos volimenes acerca del peli gro del genio loco’ degenerado, cuya categoria incluia a Oscar Wik de, haciendo lefta del érbol caido. 98 No conforme con ess, Lombro- s0 se ocupé también de los disiden- tes y escribié sobre los delincuentes politicos y sobre los anarquistas. “a verdad es que la criminologia lombrosiana parecia un gran elogio de la mediocridad: no habia que parecerse a los colonizados, pero tampoco sobresalir mucho en in- teligencia y creatividad ni disentir demasiado, Para completar el cuadro, tam- poco dejé en paz a la mujer. Al igual que los inquisidores, la consideraba de menor inteligencia que el hom- bre, pese a que afirmaba que e50 se compensaba con su mayor sensibi- lidad. La menor representacién en el delito la atribuia a la existencia de un equivalente del delito en ta ‘mujer, ue era la prostitucién. Todo esto lo desarrollé en un libro escri- to junto a su yerno ~el historiador de Roma, Guglielmo Ferrero y que titularon La mujer delincuente, Prostituta y normal. Laestela del Positivismo biologista demos deducir las conse- cuencias de la criminologia - Positivista sintetizada por Lom- broso en relacién con nosotros: | prisién estaba destinada a los ~ *vicos blancos en los paises colo- ‘lalistas, porque estos se parecian alos salvaje, cabe pensar que los 99 territorios colonizados eran gran. des prisiones, 0 sea, campos ae concentracién inmensos. i Si lo pensamos tiene su légica: Arbeit macht frei (el trabajo libera), escrita sobre el portén de Aus- chwitz, es una consigna que podria provenir de todo el colonialismo en la forma de trabajen, que asi apren- derdn y legarn a ser libres como nosotros (suponemos que con la cabeza més grande, obviamente en perjuicio de otros atributos). Por otra parte, el positivis- ‘mo criminolégico con su atavio de ciencia chocaba frontalmente con el neotomismo fosilizado de los discursos confesionales y_ ast obtenia patente de pensamiento progresista, pero. sus. consecuen- cias précticas eran minimas: un_ historiador uruguayo —José Pedro Barrdn- afirma que no habia pro- blema en el matrimonio entre una nifia catélica de comunién diaria y ‘un médico agnéstico o ateo, porque Jo que para ella era pecado para él era antihigiénico, Por eso se ade- cuaba perfectamente alos intereses de nuestras oligarquias regionales, que no podian menos que dispen- sarle una calurosa acogida. En la Argentina fue Luis Maria Drago quien divulg6 temprana- ‘mente las tesis lombrosianas en una conferencia titulada Los hombres de presa, publicada luego en ver- sin italiana con pr6logo del propio Lombroso. Le viiesuon crmimat. xaut auraruu ‘yn impactante fue el positivis- mo en la Argentina que no s6lo lo acogieron las citedras de todo el pais ~incluyendo la de Cérdoba~ sino que ademés pidié a Lombroso {que nos visitara. No vino por tazo- nes de salud, pero en el centenario vino Enrico Ferri, que era su discf- plo jurista $ or ese entonces, Ferri era un ‘prominente socialista italiano y sus correligionarios argentinos fueron a recibirlo con entusiasmo, Apenas desembarcado, Ferri afirmé que no se justificaba el socialismo en un pais no industrializado, provocan- do una polémica con Juan B. Justo, mientras disfrutaba de la compaaifa de lo més granado de nuestra oli- garquia y pronunciaba sus confe- rencias con singular éxito. Ferri, como penalista, sostenia 4que la pena debia tener la medida de la peligrosidad que, logicamente, a falta de un peligrostmetro, se me- dia a ojfmetro, El juez se convertia en un policia mis. La dogmitica ju- "ridica era una absirucidad tudesca y las garantias procesales un pre- juicio metafisico. El determinismo ‘monista de Ferri era radical: todo ‘estaba mecdnicamente determina- do, no habia libertad alguna. Bl delincuente era para Ferri un agente infeccioso del cuerpo social al que era menester separar, con lo ‘que convertfa a los jueces en leuco- > Citos sociales. El filésofo Martin Bu- Ber ridiculiza esto imaginando un 100 didlogo en el que el procesado ale- gaante el juez que no tiene la culpa porque esti determinado al delito, a lo que el juez le responde que él esté determinado a condenarlo. ‘Aunque el propio Ferri preten- fa compatibilizar esto con Marx, munca lo logré y ~quizé cansado de intentarlo~ hacia el fin de su vida terminé aceptando una senaduria de Mussolini. La prédica positivista en nuestro pais hizo escuela y José Marfa Ra- ‘mos Mejia patologiz6 a buena parte de nuestros préceres en su famoso libro La neurosis de los hombres célebres, en el que incluia al doctor Francia, lo que motivé que Lom- broso, que no reparaba mucho en ‘esos detalles, considerase argentino al famoso paraguayo. Cabe acotar que Lombroso in- currié en otros errores respecto de nosotros, como afirmar que los incendios de la Boca amenazaban extenderse a Montevideo, o recoger de las memorias de Garibaldi que nuestros hébitos carnivoros eran causa de la frecuencia homicida. También dijo que en Mendoza la poblacién se baiiaba desnuda en el rio, lo que motiv6 la rectificacién de Drago en defensa del pudor de las damas mendocinas. La tesis de la degeneracién tuvo amplia repercusién entre nosotros. Carlos Octavio Bunge publico en 1903 Nuestra América, un libro que no tiene desperdicio por su racismo en la linea de Morel. Mucho mas tarde, en 1938, Francisco De Veyga publicé un libro titulado Degenera- cidn y degenerados. Miseria, vicio y delito, en el que parecia advertir que sino se hacia nada por contener la degeneracién, los degenerados nos iban a superar. A juzgar por el tono del libro, creo que siete aftos des- pués habria considerado verificada su teorfa en la Plaza de Mayo, como afos antes lo habfan manifestaéo quienes se escandalizaron porque el pueblo desaté los caballos del coche del presidente Yrigoyen para Ievarlo hasta la casa de gobierno. Un senador nacional en esos afios publicaba un opisculo con el titu- Jo Chusmocracia, Cabe aclarar que afios antes De Veyga habia estado obsesionado con la homosexuali- dad masculina y escribié conside- rables disparates al respecto. Los crimindlogos positivistas se dedicaron a recorrer prostibu- los y otros antros de la época y concibieron el concepto de mala vida. Se escribieron libros sobre la ‘mala vida en Roma, en Madrid, en Barcelona y, como no podia faltar, también en Buenos Aires. Este lo publicé en 1908 Eusebio Gémez (destacado profesor de derecho penal de Ja UBA), con un prélo- 0 de José Ingenieros que no tiene desperdicio por su ampulosidad biologicista. Alli desfileban pros- titutas,fulleros, rateros, religiosos, curanderos, gays, etc. Respecto de los diltimos, Gémez afirmaba que cextraiiaba la edad media Como resultado de estas an- danzas nada santas, los positivistas proponian leyes de estado peligraso predelictual, 0 sea, que si se sabia que quien andaba en la mala vida habria de desembocar en el delito, Jo més natural era detectarlo antes y meterlo preso. ;Para qué esperar a que hiciera algo? Para obviar al- gunas formalidades, le cambiaban el nombre a la pena y la lamaban ‘medida, de modo que nadie pudiera objetar porque se imponian penas sin delito. Unos afios después Pepe Stalin dirfa que la pena de muerte no era pena, sino la maxima medida de defensa social. Famosos profeso- res extranjeros vinieron a apoyar esta Iuminosa idea que, por suerte, chocé contra el decidido rechazo de Yrigoyen; no asi de Alvear, quien remitié algunos proyectos que pot fortuna no tuvieron sancién, Si extremamos el planteo, el mismo delito no era mas que un sintoma de la peligrosidad y, por lo tanto, tampoco tendria mucho sen- tido tener una parte especial del - digo penal como catdlogo cerrado, porque siempre podfan aparecer nuevos sftomas, e incluso podta pensarse en suprimir la mentada parte especial. Si bien nadie sostuvo eso en la Argentina, no falt6 quien lo propu- siese en otro lado, lo que demuestra que no hay disparate que no pueda 102 prender en esta materia. En efecto: Nikolai Krylenko ~destacado juris- ta soviético, revolucionario y ma- gistrado- hizo un proyecto de cé- digo penal sin parte especial que no se sancioné, pero en las purgas de 1938 fue fusilado por traidor trots- kista después de un juicio expediti- vo de quince minutos. De cualquier manera, el positi- vismo criminol6gico se enfrentaba con un gravisimo problema, que era la naturalidad misma del delito. No podfa negar que se criminali- zaba por decisién politica y que lo prohibido cambiaba de tiempo en tiempo y de sociedad en sociedad. A salvar ese escollo se dedicé otro jurista italiano seguidor de Lom- broso y Ferri, que fue el haréin Ra- ffaele Garofalo, inventor del delito natural. A ese efecto publicé una Criminologia en 1885, que merece set lefda con atencién, porque es un manual que expone con increible ingenuidad las racionalizaciones a las peores violaciones de derechos ‘humanos imaginables Entre otras cosas, dice que el delincuente es el enemigo interno en la paz, como el soldado enemigo lo es en la guerra; prefiere la pena de muerte a la perpetua, porque es ‘is piadosa y elimina el riesgo de fuga; afirma que hay pueblos de- generados que cumplen en lo in- ternacional el mismo papel que los ctiminales natos en lo nacional; y ‘tras muchas que no tienen desper- dicio. Seria una lectura recomen- dable para solaz del Tea Party, los ‘europeos anti-extracomunitarios y los argentinos anti-bolivianos, en: ‘tre otros muchos. 2Cémo construia Garofalo su delito natural? Mezclando al ferro- viario Spencer nada menos que con Platén (aclaro que hubo mezclas peores). Afirmaba que con la civili- zacién avanzaban en refinamiento los sentimientos de piedad y justi- cia, alcanzando su més alto grado en Europa, por supuesto, que se expresaban en la proteccién a los animales. Escribia esto mientras los sicarios de Leopoldo II mutila- ‘ban negros porque no les traian su= ficiente caucho. Pues bien: para Garofalo el de- lito natural seria la lesin al senti- miento medio de piedad o de jus- ticia imperante en cada tiempo y sociedad. Asi construia un cuadro de valores y subvalores lesionados en el que colocaba los distintos de- litos. El resultado era algo asi como un Platén en bruto. No todos los positivistas acepta- ron de buen grado este platonismo a la spenceriana. Pedro Dorado Mon- tero, por ejemplo, fue un personaje singular, profesor de Salamanca, positivista pero al mismo tiempo tun anarquista moderado, que me- ditaba aislado en su refugio caste- llano, Rechazé la tesis de Garofalo, afirmando que no habla ningiin de- lito natural, sino que el estado defi- 103 |La cuestion eriminal, Kaui Zariarom nia »zhitrariamente los delitos, pero como habia hombres determinados a realizar esas conductas, lo que el estado debfa hacer era protegerlos en instituciones a las que estos pudie- ran acudir pidiendo ayuda, Por supuesto que nadie siguié a Dorado y ni por asomo see ocurrié a alguien materializar las curiosas instituciones que proponia y con las que pensaba cambiar el derecho penal por un derecho protector de los criminales. Es bastante obvio que el positi- vvismo criminolégico desembocaba en un autoritarismo policial que se correspondia con un elitismo biologicista. No sélo legitimaba el neocolonialismo, sino también la represién de las clases subordina- das en el interior de las metrépolis colonialistas. Las elites de esas so- iedades temian a su insubordina- cién y persegufan a los disidentes ‘agitadores. El propio Garofalo es- 16 un libro titulado La supersti- cién socialista, Mis temor ain inspiraban las reuniones piiblicas: las multitudes. El recuerdo de la Comuna de Paris era imborrable. Fue precisamente lun autor francés quien sobresali6 en el tema y cuyos escritos en ge- neral son también tn buen reservo- tio de disparates antidemocriticos: Gustave Le Bon, autor del famoso Psicologia de las multitudes. © Para Le Bon, en la multitud se heutralizaban las funciones su- periores del cerebro y dominaba la paleopsiquis. En otras palabras ~y aunque no lo expresaba de ese modo-, la multitud hacfa surgir en cada uno al criminal nato, ativico, regresivo, salvaje. Como era dema- siado increfble sostener que todo el pueblo sumergido estaba compues- to de criminales natos o salvajes, Le Bon encontré la forma de explicar que cuando actuaban en multitud, se convertian en eso por efecto de Ja misma masa humana. Hubo otros positivistas preocu- pados por las multitudes y entre ellos resalta Scipio Sighele, que pu- blicé un libro titulado Los delitos de a multitud, El resultado prictico fue que varios cédigos penales in- cluyeron disposiciones acerca de delitos cometidos por las multitu- des, responsabilizando alos lideres. El hecho de que Le Bon, Sighele, el propio Lombroso y otros, invaria- blemente ejemplificaban con los deres de la Comuna de Paris y que los cébdigos penales centrasen st atencién punitiva en los lideres de multitudes, muestra a las claras el miedo de las clases hegeménicas a Ja chusma reunida Como puede verse, el positivis: ‘mo restaurd claramente la estruc- tura del discurso inquisitorial: la criminologia reemplazé a la demo- nologia y explicaba la etiologia del ccrimen; el derecho penal mostraba sus sintomas 0 manifestaciones al igual que las antiguas brujerfas; et 108 derecho procesal explicaba la forma de perseguirlo sin muchas trabas @ Ja actuacién policial (incluso sin delito); Ia pena neutralizaba la peli- grosidad (Sin mencién de la culpa- bilidad) yla criminalistica permitia reconocer las marcas del mal (los caracteres del criminal nato). Todo esto volvia a ser un discurso con estructura compacta alimentado con los disparates del nuevo tiempo hist6rico. Se 105

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