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Hay un prólogo en Dulce jueves de John Steinbeck, pero está bien porque
es un personaje del libro que deja claras las reglas, que nos explica cómo le
gusta que le cuenten las cosas.
—Creo que soy un crítico muy mediano. Pero si me encuentro alguna vez
con el tipo que escribió ese libro, le diré unas cuantas cosas.
—Bien —dijo Mack—. Poco más o menos esto. Supongamos que hay el
capítulo primero, el capítulo segundo, el capítulo tercero. Hasta aquí todo
está bien, pero me gustaría que hubiese unas palabras al principio del
capítulo, para que supiese poco más o menos de qué trata. A veces deseo
volver atrás, pero eso del capítulo quinto a secas no me dice nada. Si
hubiese ahí unas palabrejas, yo sabría que ése era el capítulo al que deseaba
volver.
Esta regla no hay que tomarla de forma estricta, no pasa nada si de vez en
cuando decimos preguntó o respondió. Pero cuidado con los verbos del tipo
musitó, manifestó, sentenció, declaró… en líneas generales resultan poco
naturales, salvo que, por alguna razón, el tono y el registro del texto en un
determinado momento sea más elevado, como la reproducción de un informe o
algo similar.
Salvo contadas excepciones, mejor no usar este tipo de adverbios. Es mejor crear
sorpresa en el lector con otras fórmulas más trabajadas.
Salvo en algún tipo de novelas, que se han dado en llamar novelas de ambiente,
en las que el lugar en el que suceden los hechos es un personaje más en la historia
y ocupa un lugar tan importante como el argumento, en el resto de novelas, y
cómo no en los relatos, es mejor que la descripción del lugar y del ambiente se
vaya realizando de forma progresiva a lo largo del desarrollo de la acción.
Efectivamente, hay una excepción: que te llames Ernest Hemingway y domines
la teoría del iceberg.
A menos que seas Margaret Atwood y puedas pintar escenas por medio del
lenguaje o describas el paisaje al estilo de Jim Harrison. Incluso si eres
bueno con las descripciones, ten en cuenta que el meollo de la historia
debe ser la acción, no la descripción.
Y nalmente.
Esta regla se me ocurrió en 1983. Piensa en lo que te saltas cuando lees una
novela: largos párrafos de prosa con demasiadas palabras. ¿Qué está
haciendo el escritor? Hablar del tiempo, o ha entrado en la mente del
personaje y el lector o bien sabe qué es lo que piensa el personaje, o bien no
le importa. Me apuesto lo que sea a que no te saltas el diálogo.
Este es uno de los mejores consejos para escritores que se pueden dar, aunque,
con frecuencia, el que más difícil resulta de ejecutar. Se trata de eliminar
completamente, tirar a la basura a veces pasajes o incluso capítulos enteros, y eso
duelo, duele mucho. En ocasiones, la escritura del fragmento que debemos
eliminar puede incluso estar bien escrito, tener bonitas metáforas y un estilo que
nos gusta. Pero por razones de otra índole, quizá de la trama o cambios en el
argumento, nos damos cuenta de que lo mejor es deshacernos de él. Por eso no
es fácil llevar a cabo este sencillo consejo para escritores, pero hay que hacerlo.
Toma aire, respira hondo y a la papelera de reciclaje.
Nada que objetar. El escritor, al menos en las novelas, debe desaparecer, deja solo
que hable tu narrador.
Estos han sido los consejos para escritores de Elmore Leonard, como él mismo
dijo, aunque no los necesites, no viene mal que les eches un vistazo. Si te gustó,
sigue leyendo las entradas de la categoría Consejos para escritores de nuestro
blog.