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La democracia cultural se refiere a la idea de que los hombres y mujeres son entes
culturales que se deben formar de manera libre y autónoma, motivados por sus intereses
particulares respecto a los temas culturales que hay en su interior.
La democracia cultural busca dejar que sea el propio individuo quien participe de la
vida cultural sin limitaciones impuestas.
La tarea del Estado municipal para con la democracia cultural de las y los vecinos de
la Ciudad es atender a las distintas necesidades culturales de las y los vecinos. El Estado
municipal debe apoyar las más finas bellas artes de galería, como también debe
apoyar y promover las murgas barriales.
En este sentido, los incentivos para hacer que la población participe en actividades
culturales pueden ser vistos como una forma de sesgo que discrimina ciertas expresiones
culturales para dar voz a otras…
Por lo que el Estado debe apostar a la cultura en todas sus expresiones, siempre y
cuando ésta no signifique un atentado contra los derechos de ningún grupo social, sino
más bien promoviendo un ambiente cultural basado en la paz, la solidaridad, la
fraternidad, pero fundamentalmente en la difusión de la cultura como un instrumento
de libertad.
La ecuación es simple –con determinados matices, claro–: cuanto mayor sea la difusión
cultural desde el punto de vista del apoyo institucional, mayor será también la incursión
de la población en las actividades culturales nacidas de la sensibilidad intelectual.
En este sentido, las personas pasan de ser parte activa y participativa de la cultura por
medios propios, a ser una especie de espectadores, los cuales únicamente participaran
de las actividades culturales “elitistas” que el sistema les ofrece mediante la publicidad
que implementa para algunos de estos movimientos.
Aquí es donde el Estado municipal tiene que mediar entre las distintas expresiones
culturales, propias de una Ciudad cada vez más grande, cada vez más cosmopolita y
cada vez más diversa.
Desde el Municipio consideramos que la cultura toma de las distintas comunidades sus
características particulares y en ello radica su universalidad; una universalidad que cree
en la enseñanza y en la cultura como fuerzas motrices de la permeabilidad social que
se manifiesta en la política como resultado de la “democracia educativa y cultural que
permita un orden social dinámico”