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Esto mesmo les acomete a los mancebos livianos que no miran más que la luz y el resplandor
de la mujer para aficionarse a ella; y cuando se han acercado demasiado se queman las alas y
pierden la vida1.
1 El Tesoro de Covarrubias añadía, además, que la mariposa «es un animalito que se cuenta entre los
gusanos alados, el más imbécil de todos los que puede haber. Éste tiene inclinación a entrarse por la luz de la
candela, porfiando una vez y otra, hasta que finalmente se quema...», (s.v. mariposa).
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No pudo Stefano Arata, en el espacio escaso que su edición reservaba para las notas,
profundizar más en la génesis ni en la evolución del motivo poético de la mariposa
abrasada por el fuego del amor. Las páginas que yo ahora dedico al amigo desaparecido
aspiran a completar noticias, trazar la evolución y ayudar a interpretar el sentido de
este viejo y arraigadísimo topos poético.
Sus antecedentes más conocidos se han situado muchas veces en dos célebres sonetos
de Francesco Petrarca, el XIX («Son animali al mondo de sí altera...») y el CXLI
(«Come talora al caldo tempo sole...») del Canzoniere2. Ma del Pilar Mañero Sorolla,
autora de un tratado monumental sobre las imágenes de inspiración petrarquista en la
poesía renacentista española3, ha prestado detenida atención a estos dos sonetos de
Petrarca como fuente no sólo de poemas españoles de Gutierre de Cetina, Francisco de
Figueroa y Fernando de Herrera, sino también como modelo y paralelo de diversos
poetas sicilianos y stilnuovistas, así como de Folquet de Marseille, Giacomo da Lentini,
Bembo, Tansillo, Tasso, etc. «En los strambotti de Serafino dall'Aquila, por ejemplo,
donde la imagen adquirirá un notable índice de frecuencia, la mariposa representará
siempre al poeta enamorado»4. Al fundamental estudio de Mañero Sorolla remito a
quienes deseen obtener más detalles sobre todos estos autores y poemas.
A Gregorio Cabello se debe otro detallado estudio que extiende hasta Garcés,
Villamediana, Góngora, Soto de Rojas o Diego Hurtado de Mendoza, entre otros, la
nómina de los autores que recrearon el mismo motivo de la mariposa abrasada en el
fuego del amor5. Isabel Pulido es, igualmente, la autora de otro estudio que rastrea el
mismo tópico desde el Universal Vocabulario de Alfonso de Palencia, Las moradas de
Santa Teresa, o las Rimas de Tomé de Burguillos de Lope, pasando por la poesía de
Quevedo, Góngora o Meléndez Valdés, hasta el Juan Ramón Jiménez de los Sonetos
espirituales, el Machado de Campos de Castilla y de las Nuevas canciones y Primer
cancionero apócrifo, el Unamuno del Cancionero, o el Gerardo Diego del Manual de
espumas, e incluso hasta un poema de Adriano del Valle6.
Mi pretensión, como ya he anunciado, es sólo la de aportar algunos paralelos
adicionales, menos conocidos y menos tenidos en cuenta que los que estos críticos han
señalado, sobre el viejo tópico poético que inspiró a Lope el episodio de El acero de
Madrid que hemos tomado como punto de partida. La labor no es sencilla. No es
exagerado afirmar, para empezar, que decenas, o quizás centenares de poemas
españoles de los siglos xvi y xvn desarrollaron el motivo de la mariposa abrasada en las
llamas del amor?. Uno de los poemas del Romancero general de comienzos del xvn
decía:
2
Pueden verse el texto italiano y la traducción española en Francesco Petrarca, Cancionero, núms. XIX y
CXLI. Su celebridad y la obligada economía de espacio hacen preferible no reproducirlos aquí.
3
Mañero Sorolla, 1990, pp. 313-317.
4
Mañero Sorolla, 1990, p. 314.
5
Véase Cabello, 1990 y 1991.
6
Pulido, 1999.
7
Como botón de muestra, puede verse Codina i Giol, 1996, que, al catalogar un manuscrito musical de
la biblioteca del Centre Borja de los jesuítas de Sant Cugat del Vallès (1670-1733), permite la identificación
de primeros versos bien significativos para nosotros: núm. 54, f. 311v-314r («Mariposa que vuelas...»); núm.
59, f. 322v-323r («Volar para llegar a quemar...»); núm. 62, f. 324v-326r («La mariposa que busca
amorosa...»); y núm. 73, f. 334v-337r («Vuele feliz mariposa...»).
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LA MARIPOSA, EL AMOR Y EL FUEGO 651
Otro poema anónimo, titulado A una mariposa en una luz., perdido esta vez en un
manuscrito inédito del xvn, rezaba lo siguiente:
¿Dónde, mariposa triste, Los errores de tu engaño
tu impulso errado camina, venga atenta en tu porfía
que aun muriendo en el dolor y buscando la lisonja
no es lástima tu desdicha cuando la encuentras es ira.
en esa luz que pretendes, En tu muerte y en su muerte,
pues aunque el riesgo te [?] a no acabar tan aprisa,
le buscas porq[ue] le sabes, conocieras dónde paras
te abrasas porque te olvidas? sin saber dónde caminas9.
Si estabas pensando en un paso, ansí se pierde de la memoria como si nunca la hubiere habido
del; si lee, en lo que leía no hay acuerdo ni parar; si reza, tampoco. Ansí que a esta
mariposilla importuna de la memoria aquí se le queman las alas: ya no puede más bullir10.
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Contó asimismo cómo se murmuraba que por la ausencia de Arnaldo, príncipe heredero de
Dinamarca, estaba su padre tan a pique de perderse, de¡ cuaí príncipe decían que cual
mariposa se iba tras la luz de unos bellos ojos de una su prisionera, tan no conocida por
linaje, que no se sabía quién fuesen sus padres11.
El retorcido ingenio de Quevedo —quien dejó que varios de sus poemas, bien
señalados ya por algunos críticos, se impregnasen del viejo motivo petrarquista—
aludió, en La Hora de Todos y la Fortuna con seso, a unas ciertas «mariposas de
sepancuantos» que rodeaban a un azotado, y que, según diversos editores modernos,
representaba «a los curiales que gravitan alrededor del proceso como mariposas
alrededor de la luz»12. También el anónimo autor del Estebanillo González utilizó en
alguna ocasión la metáfora de la mariposa suicida:
Consideré cuan breve flor es la hermosura y con cuánta velocidad se pasa la juventud y cuan
a la sorda se acerca la muerte, y qué de mudanzas hay en un día para otro; por lo cual no me
espanté de hallar, en el tiempo de doce años que había que faltaba de aquella ciudad, tanta
variedad de mudanzas y tanta diversidad de acaecimientos, y más en gente que vive muy de
priesa y ellos mismos, como la mariposa, solicitan su
El temerario en los peligros, y q[ue] por un breve deleite abrazó la muerte, notamos con la
comparación deste simple animalejo, rondante de las candelas y galanteador de las antorchas
nocturnas, hasta perecer en su llama. Y de aquí también decimos: La muerte de la mariposa,
la q[ue] alguna se solicita con propias diligencias, como se cuenta de Plinio secundo por
averiguar el incendio del Vesubio. Celebra D. L. de Góngora el natural de la mariposa y
coteja la ambición y dice en un soneto: «Mariposa no sólo no cobarde / mas temeraria,
fatalmente ciega...»14.
También el cancionero tradicional ha sido, desde el siglo xvi hasta hoy mismo,
receptáculo privilegiado de versos continuadores del motivo de la mariposa abrasada en
el fuego del amor. Dos rimas, a medio camino entre lo oral y lo artificioso, tomadas,
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LA M A R I P O S A , EL A M O R Y EL FUEGO 6 5 3
Yo soy maripos[a]
que busco mi fuego,
y allí es el sosiego
do ell alma repo[sa].
Yo soi la mariposa
que nunca paro
hasta dar en la llama
donde me abraso1-5.
Hasta hoy han seguido estando vivas, en la tradición oral de todo el mundo
hispánico, otras canciones que desarrollan el mismo motivo. Véanse los siguientes
ejemplos:
Como la mariposa
soy en quererte,
que en la luz de tus ojos
busco mi muerte16.
Como la mariposa
tengo mi suerte,
aquella que más quiero
me da la muerte17.
Como la mariposa
soy en quererte,
que en la luz de tus ojos
busco mi muerte:
y es cosa dura,
que prevengo en mis gustos
la sepultura18.
15 Sigo la edición de ambas canciones que da Margit Frenk, 1987, núms. 833 y 834.
16 Estepa, 1998, p. 604.
17
Carrizo, 1926, p. 153.
!8 Alonso, p. 52.
19 Fernández Cano, 1998, núm. 95.
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yo moriré si no llego20.
Hasta puede traerse a colación un juego tradicional en el que pueden advertirse ecos
del mismo motivo:
—Mariposa, mariposa,
vestida de oro y rosa,
a la luz del candil,
¿estás, mariposita, aquí?
—Sí.
—¿Cuántas camisitas has hecho?
—Una.
—¿Para la luna?
—Dos.
—¿Para el sol?
—Tres.
—Pues que las mande recoger22.
Una adivinanza tradicional de Cataluña juega también con las mismas imágenes y
remite, como solución obvia, a la mariposa:
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LA MARIPOSA, EL AMOR Y EL FUEGO 655
más. Por ejemplo, el poema titulado «Un sueño», que publicó, en el año 1909, Ana Lon
de Blanco, una hoy muy oscurecida poetisa de ingenuo estilo modernista:
Muy hermosos son los versos de la poetisa Julia Uceda en un poema, Mariposa en
cenizas desatada, que dio título a su primer poemario, publicado en 1959:
Y yo he de bailar,
con mi vestido gris de polvo y niebla,
frente al cielo amarillo y el sol frío,
sobre tus rosas y arrayanes muertos,
arrastrando mis alas desgarradas
igual que un breve cisne de las flores.
25 Lon de Blanco, 1909, pp. 201-203. Los siguientes versos se han extractado del mismo poema: «Ya con
incierto delirio / en torbellino giraba, / ya en el cáliz se posaba / de nardo, violeta o lirio. / Y en polvo de oro
teñida / por la luz tornasolada, / cuanto contempla encantada / a ser feliz, la convida. / Del sol el limpio reflejo
/ en la fuente alabastrina, / donde el agua cristalina / le sirve de claro espejo. / Del jazminero la esencia / y del
rosal los capullos, / de las aves los arrullos, / de los lirios la inocencia. / De los azahares la plata, / la dorada
siempreviva, / de la flor de lis altiva / los penachos escarlata... / Y allí en el azul perdida / cerca de su rojo
broche, / miró allá abajo la noche / entre la sombra prendida. / Después con empeño ciego / los rayos de sol
buscando, / iba al quemarse besando / aquellas ondas de fuego / y loco anhelo sintiendo / que más y más la
empujaba, / vanamente batallaba / con sus ansias combatiendo. / Se agita, muévese, avanza, / tiende a la
lumbre los brazos, / sin fuerzas y hecha pedazos / su afán insensato alcanza. / Fuego de volcán rugiente, /
cráter de encendida brasa, / llama que impulsada pasa / por el incendio creciente. / Al fin, sin fuerzas,
rendida, / cegados en luz los ojos, / la fiebre de sus antojos / la entrega a morir vencida... / Una roja llamarada
/ prende en su manto de nieve, / ceniza fue solo en breve / tanta belleza pasada... / ¡Ay, sí, muy bello es el
fuego / su amor se paga con llanto, / más vale no subir tanto / para bajar tanto luego!».
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Y te pondré en la mano
dos lágrimas de luz y sal, como un pequeño
quejido por mis alas ardidas ya y cenizas
desde que me las diste un octubre lejano.
Tan interesantes como los versos modernos recreadores del viejo tópico literario de
la mariposa en llamas son las prosas que lo han mantenido con vida hasta hoy mismo.
Al gran novelista ruso Fiódor Dostoïevski se debe su utilización no una, sino dos veces,
en su colosal Crimen y castigo. La primera vez, con el tradicional sentido amoroso:
Ahora, ¿hago bien o hago mal en ir a verle? La mariposa que acude ella misma a la llama.
¡Cómo me palpita el corazón27!
¿Ha observado usted a una mariposa alrededor de una vela encendida? Pues así estará él
dando vueltas y más vueltas a mí alrededor como alrededor de una vela encendida. Dejará de
encontrarle encanto a la libertad. Empezará a cavilar, a sentirse apresado entre redes tejidas
por él mismo y le embargará un desasosiego de muerte...28
Narcís Oller, un escritor catalán que estuvo muy influido por el naturalismo y que
fue alabado por Émile Zola, es autor de La mariposa, una especie de folletín
sentimental protagonizado por un seductor apodado justamente La mariposa, que deja
embarazada a una joven con la que sólo se esposará —angustiado y arrepentido—
momentos antes de que h muerte ponga triste colofón a la historia:
26
Julia Uceda, Mariposa en cenizas desatada, pp. 33-34.
2
^ Fiódor Dostoïevski, Crimen y castigo, p. 349.
28
Dostoïevski, Crimen y castigo, p. 458.
29
Lewis Carroll, Alicia en el fais de las Maravillas. A través del espejo, p. 273.
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Se abrió una puerta y de aquella otra habitación salió un resplandor y olor a cera, olor a
iglesia, y La mariposa se espantó. Quería huir; pero el respeto que le imponía el
remordimiento le cerraba el paso. Allí veía luces; había llegado la hora de abrasarse las alas 30 .
Callar y quemarse es el castigo más grande que nos podemos echar encima. ¿De qué me sirvió
a mí el orgullo y el no mirarte y dejarte despierta noches y noches? ¡De nada! ¡Sirvió para
echarme fuego encima! Porque tú crees que el tiempo cura y que las paredes tapan, y no es
verdad, no es verdad. ¡Cuando las cosas llegan a los centros no hay quien las arranque! 31
Una mariposita pequeña y amarilla ha venido a revolotear en torno de la luz. ¡Qué giros
locos, qué círculos precipitados y continuos!
—¿De dónde vienes, pequeñita? ¿Has estado acaso en aquel bosque rumoroso que yo recorría
encantada y sin miedo cuando era niña? ¿Bebiste tal vez una minúscula gota de agua en
aquella laguna toda bordeada de juncos y de nombres, que hay cerca del bosque de que te
hablo? ¿Has dormido alguna noche en una matita de verbena? ¿Conoces muchos caminos?
¿Has visto algún trigal? ¿Has curioseado en muchos ramajes? Ese polvo amarillo que te
cubre, ¿es polen de achiras, de achiras silvestres? ¡Oh, pequeñita, yo juraría que tienes olor a
campo en las alas! 32
Una hoguera: ¿hay algo digno de mención en eso? Si una hoguera se apaga, uno enciende una
cerilla y prende una nueva. Antes pensaba así. Sin embargo, en los viejos tiempos todo el
mundo adoraba el fuego. Se lo pensaban dos veces antes de permitir que una llama se
extinguiera, una llama que era la divinidad. Ésa fue la clase de llama que prendió en mí su
hija. Una llama que no fue suficiente para abrasarme, quemarme del todo, pero que era real:
un fuego real.
Abrasado... Quemado... Requemado 33 .
30
Narciso Oller, La mariposa, p. 223.
3
1 Federico García Lorca, Bodas de sangre, p. 354.
32
Juana de Ibarbourou, El cántaro fresco, pp. 13-14.
33
J. M. Coetzee, Desgracia, p. 208.
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El último texto que vamos a conocer, al final de nuestro recorrido tras los vuelos y
estelas de tantas mariposas abrasadas en el ardor fatal del amor, cambia el fuego por eJ
agua, y la pasión amorosa por una especie de sacrificio filosófico que podría entenderse,
también, como una manifestación alternativa del amor. Al ensayista español Rafael
Argullol se debe esta hermosísima y conmovedora reflexión —una de las más líricas y
profundas que se hayan escrito nunca— sobre el viejo topos poético de la muerte de la
mariposa enamorada:
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Resumen. La mariposa enamorada que se suicida en el fuego es un tópico poético de origen italiano medieval
que se documentó ampliamente en la literatura española de los Siglos de Oro. Pero, además, aparece en obras
de otros autores españoles (García Lorca, Narcís Oller, Julia Uceda, Rafael Argullol) y extranjeros
(Dostoïevski, Lewis Carroll).
Resume. Le papillon amoureux qui se suicide est un lieu commun poétique; né dans l'Italie du Moyen Âge,
on le retrouve très largement dans la littérature espagnole du Siècle d'or, mais aussi chez des auteurs
postérieurs à cette époque, espagnols (Garcia Lorca, Narcís Oller, Julia Uceda, Rafael Argullol) et étrangers
(Dostoïevski, Lewis Carroll).
Summary. The topos of the butterfly in love that commits suicide by fire has its origins in Italian Medieval
poetry and was widely used in Spanish poetry of the sixteenth and seventeenth centuries. The topic inspired
CRITICÓN. Núms. 87-88-89 (2003). José Manuel PEDROSA. La mariposa, el amor y el fuego ...
660 JOSÉ MANUEL PEDROSA Criticón, 87-88-89,2003
other author, both Spanish (Garcia Lorca, Narcís Oller, Julia Uceda, Rafael Argullol) and non Spanish
(Dostoievski, Lewis Carroll).
Palabras clave. ARGULLOL, Rafael. CARROLL, Lewis. COETZEE, J. M. DOSTOTEVSKI, Fiodor. GARCÍA LORCA,
Federico. GÓNGORA, Luis de. Mariposa. Muerte. OLLER, Narcís. PETRARCA, Francesco. QUEVEDO, Francisco
de. Suicidio. UCEDA, Julia.
CRITICÓN. Núms. 87-88-89 (2003). José Manuel PEDROSA. La mariposa, el amor y el fuego ...