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CONSECUENCIAS DEL FANATISMO RELIGIOSO Y LA ILEGALIDAD.

El cannabis y su uso recreativo ha sido un tema de amplia discusión, por sus


posibles contradicciones en materia social y jurídica, pero hay un factor vinculante
que se ignora en los diferentes espacios de discusión y es la mal información dada
por Estados Unidos y su orquestada guerra contra las drogas; hecho que ha
malversado la historia sobre el Cannabis y ocasionó el oscurantismo moderno
sobre los posibles beneficios de esta planta y otras cuantas que el hombre ha
utilizado medicinalmente, y por qué no, para un placer recreativo. La posible
legalización para uso recreativo del cannabis ha estado en mesas de diálogo de
juristas, sociólogos, académicos y demás gremios interesados en la repercusión
que trae consigo el consumo recreativo de esta planta. La historia ha permitido
comprobar que el uso libre de la marihuana no genera ningún daño diferente, al
que podría generar el alcohol o el tabaco, es más, existen estudios que han
logrado comprobar los beneficios de esta planta. En Colombia, se ha planteado la
posibilidad de legalizar el libre consumo y la despenalización por parte de este
alucinógeno, principalmente por contrariar el derecho fundamental consagrado en
el Artículo 28 de la Constitución Política de Colombia, en el que se garantiza “Toda
persona es libre. Nadie puede ser molestado en su persona o familia, ni reducido a
prisión o arresto, ni detenido, ni su domicilio registrado, sino en virtud de
mandamiento escrito de autoridad judicial competente, con las formalidades
legales y por motivo previamente definido en la ley”. Es relevante hacer mención
también a los acuerdos o tratados internacionales de los que el Estado
Colombiano hace parte, pues por medio de su bloque de constitucionalidad
buscan garantizar la dignidad humana a toda costa; entre lo más relevantes
tenemos al convenio de Ginebra de 1949, que determina y establece las reglas
que regularán los conflictos armados y el actuar de todo estado que se vea
inmerso en dicho conflicto; también resalta la declaración universal de derechos
humanos. El primer pronunciamiento jurisprudencial sobre este tema se da hace
más de 2 décadas, con la Sentencia C-221 de 1994, con Carlos Gaviria Díaz
como magistrado ponente; es por medio de esta sentencia que, por primera vez
en Colombia, se permitió el uso recreativo y el consumo de marihuana,
estableciendo los escenarios en los que fueran considerados lícitos o ilícitos.

Debido a la desinformación provocada por fanáticos políticos y religiosos, se ha


desvirtuado los beneficios que trae el consumo moderado de cannabis en los
ámbitos sociales más comunes. Siendo tan evidente la manipulación colectiva que
se ha logrado por parte de los gobernantes de turno o de aquellos que anhelan el
cargo, a lo largo de los años, haciendo uso de discursos rimbombantes para
garantizar este rechazo injustificado hacia la marihuana, simplemente como medio
alternativo para conseguir cierto favoritismo en sus contiendas políticas, apoyada
ignorantemente por aquellos que no analizan el trasfondo verdadero de la
ilegalidad en cuanto a consumo y comercio. El problema de no regular el cannabis
va más allá de los problemas sociales de la ciudad, pues como es el caso de
Colombia, la ilegalidad ha ocasionado muchas muertes y perpetuado el conflicto,
desestimando los principios del Derecho Internacional Humanitario, ya que como
consecuencia de la ilegalidad, la marihuana es uno de los “narcóticos” más
cultivados en el país, y el más antiguo con este fin, lo que ha generado una
interminable guerra donde los más y únicos afectados son los campesinos.

Basándose en criterios sin fundamento impuestos por el gobierno estadounidense,


luego de su nefasta decadencia en cuanto a la salud pública por malas políticas en
su territorio; esto en un escenario muy amplio y que comprende el problema real
de la ilegalidad y en consecuencia la drogadicción. Esta guerra absurda no sólo
afecta al Estado colombiano, si no por el contrario, afecta a todo estado legítimo
reconocido a nivel internacional, ya que al convertirse en una fuente “sencilla” y
rápida de ingresos, cualquier sujeto se ve tentado a actuar bajo la ilegalidad con el
fin de satisfacer sus necesidades básica, lo que demuestra una vez más que la
guerra contra las drogas es insostenible y la solución más humana es la
regulación de sustancias.

En Colombia, la legislación sobre el consumo de Marihuana ha sido analizada


desde una perspectiva conservadora y carente de fundamentos legales
suficientes, pues se ha demostrado que la solución a las coyunturas sociales que
genera el comercio ilegal de esta planta no se ha conseguido por malas políticas
públicas o por la discriminación que esta negativa legislación ha generado en la
Sociedad Colombiana. Hacer uso de la Marihuana de forma recreativa no es un
tema de actualidad, bien explica Jorge Enrique Carvajal Martínez, en su trabajo de
grado “Uso lícito del cannabis en Colombia, en las comunidades indígenas y en la
legislación internacional” que la marihuana es de vital importancia en materia
cultural para distintas comunidades indígenas que habitan el territorio, que han
utilizado esta planta en sus rituales ancestrales para conectarse cada vez más con
su entorno y poder lidiar con el agobio constante de una vida de necesidad.
Describe también cómo, en un escenario internacional, se considera necesario el
respeto por sus actividades ancestrales por un asunto de identidad cultural y
garantía de la misma. No es un tema de qué debería hacerse, si no más bien por
qué es necesario hacerlo.

Fernando Álvarez Molina, hace un análisis a profundidad en cuanto a “la


jurisprudencia constitucional sobre la despenalización del consumo mínimo de
drogas y su relación con el derecho al libre desarrollo de la personalidad”
determinando una línea jurisprudencial que falla en derecho a favor del libre
consumo de sustancias que alteran los sentidos, no sólo la marihuana, pero entre
los argumentos más relevantes, resalta el hecho de ser una salida viable para los
problemas que ocasiona la penalización en cuanto al cannabis y su consumo.
Además, se sustenta sobre un derecho fundamental y de vital importancia para
este artículo que es el Derecho a la libertad; facultad otorgada por la constitución y
que ha sido pasada por alto en consecuencia de una desinformación colectiva.

La primera manifestación que hubo sobre la despenalización por el consumo de


Marihuana fue la sentencia C-221 de 1994, en la que el Magistrado Carlos Gaviria
Díaz, falla en derecho al ser consecuente con la norma vigente y amparando
principios constitucionales como la legalidad, la igualdad y la libertad, para ser
ecuánime en cuanto a la concepción de los consumidores, que mal o bien, deben
ser considerados enfermos, mas no delincuentes. Se surte de diferentes preceptos
constitucionales para darle peso a su argumento y expresa con total claridad las
razones por las que es inconstitucional penalizar a los consumidores por tratar un
problema de salud, haciendo uso de sus medios. Es enfático al referenciar al
estado como principal culpable de los daños colaterales que llevan consigo el uso
de drogas, pues al no garantizar los escenarios seguros para que el consumidor
pueda tratarse está condenando directamente a la sociedad a tener que lidiar con
el microtráfico, la ilegalidad, el trabajo forzado, el narcotráfico, la no garantía de la
libertad y la delincuencia.

El derecho a la libertad, que versa en el artículo 3 de la declaración universal de


derechos humanos y maneja el mismo rango, en cuanto a su importancia dentro
del ordenamiento internacional, que el derecho a la vida, es el principal eje de
análisis de esta investigación. La libertad es ambigua, no posee un único
significado ni tampoco cumple una única función; por lo menos, en el
ordenamiento jurídico colombiano hay dos manifestaciones de la libertad muy
importantes, que son el libre desarrollo de la personalidad y la libertad de culto,
además del concepto amplio sobre la libertad general de la que se habla en el
derecho internacional, que además está protegido por una acción legal de rápida
atención como lo es el Habeas Corpus; que un derecho tenga tal carácter
relevante dentro de un ordenamiento para que se le determine un medio de
protección tan inmediato, solo permite concebirlo como crucial o de mayor
jerarquía, ejemplo similar es el derecho a la vida y la acción de tutela.

La libertad es un derecho universal, es por esto que el secuestro y el trabajo


forzoso se penalizan en un ámbito internacional. Así las cosas, dentro de lo que
compete a esta investigación, el derecho a la libertad se ve vulnerado
indiscutiblemente por la ilegalidad de la marihuana. Epistemológicamente
hablando sobre el libre desarrollo de la personalidad, nos damos cuenta que su
esencia o fundamento es la libertad misma, así que si se afecta el desarrollo libre
de la personalidad, no se está garantizando ninguna libertad;esto en la ciudad, en
la zonas olvidadas por el estado, donde la ley la determina el grupo ilegal armado
que controla el narcotráfico, no hay ni se respeta la libertad. El campesinado está
condenado a cultivar la marihuana, si no, lo pueden asesinar por negarse. Los
jóvenes campesinos sólo tienen dos opciones, cultivar y ser agricultor, o unirse al
grupo ilegal para poder “sobrevivir”. El libre desarrollo de la personalidad es un
derecho fundamental, consagrado en el artículo 16 de la Constitución Política de
Colombia (1991). Posee esta denominación debido a que es necesario para
garantizar la dignidad de todo ser humano; siendo más preciso, este derecho debe
ser concebido como fundamental para evitar cualquier tipo de discriminación en el
territorio colombiano. La ley es clara, “Todas las personas tienen derecho al libre
desarrollo de su personalidad sin más limitaciones que las que imponen los
derechos de los demás y el orden jurídico” (Art. 16 C.P. Colombia) 1. Esto, en otras
palabras, quiere decir que todos los seres humanos, sin importar su edad, su raza,
sus creencias, ni cualquier otra práctica o actividad que le garantice una existencia
plena, puede ser juzgado, discriminado, rechazado o penalizado, por
desarrollarlas; siempre y cuando respete los derechos de los demás individuos. A
simple vista parece algo sencillo de entender, pero hay quienes buscan sacar
provecho de su autoridad o poder político, para malinterpretar y mal informar sobre
los preceptos establecidos en la constitución, es precisamente por esto que la
autoridad constitucional colombiana, la Corte Constitucional, debe dar
aclaraciones y dictar derecho sobre las situaciones en las que este derecho
fundamental se vea afectado.

Desde la entrada en vigencia de la Constitución Política de Colombia, se ha


discutido si el artículo 16 que versa sobre el libre desarrollo de la personalidad es
un derecho fundamental o es más bien un principio constitucional. Frente a tal
ambigüedad, la Corte Constitucional ha manifestado por medio de sentencias que
en principio debe interpretarse dicho artículo como un derecho fundamental, pues
el concepto amplio de “libertad” permite relacionarlo directamente con la dignidad
humana; es deber de cualquier estado moderno y firmante de la declaración
universal de los derechos humanos garantizar la dignidad humana a todas las
personas que residan en su territorio, así que es cuestionable decir ¿es
contradictoria la ilegalidad de sustancias, para un país como Colombia?.

1
Artículo 16. Constitución Política de Colombia; 1991.
Ahora bien, la Corte Constitucional por medio de la sentencia SU-642 de 1998, da
un concepto preciso sobre lo que quiere decir la constitución al determinar como
fundamental el derecho al libre desarrollo de la personalidad. “El derecho
fundamental al libre desarrollo de la personalidad protege la capacidad de las
personas para definir, en forma autónoma, las opciones vitales que habrán de
guiar el curso de su existencia. En esta medida, ha señalado que, en el artículo 16
de la Carta Política, se consagra la libertad in nuce, toda vez que cualquier tipo
de libertad se reduce finalmente a ella o, dicho de otro modo, la anotada norma
constitucional constituye una cláusula general de libertad. Así caracterizado,
el derecho al libre desarrollo de la personalidad presupone, en cuanto a su
efectividad, que el titular del mismo tenga la capacidad volitiva y autonomía
suficientes para llevar a cabo juicios de valor que le permitan establecer las
opciones vitales conforme a las cuales dirigirá su senda existencial.” (EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ M.P.).

De aquí en adelante se comprenderá el derecho al libre desarrollo de la


personalidad como un fragmento de la libertad que garantizará la dignidad
humana de aquellas personas que deseen hacer lo que les gusta. Dicho
anteriormente es necesario ser claro en cuanto el alcance del mencionado
derecho pues también se ha presentado ciertas discusiones al respecto, y en
cuanto a esto la corte ha dicho que: “El núcleo esencial de este derecho protege la
libertad general de acción, vinculada estrechamente con el principio de dignidad
humana, cuyos contornos se determinan de manera negativa, estableciendo
en cada caso la existencia o inexistencia de derechos de otros o
disposiciones jurídicas con virtualidad de limitar válidamente su contenido. 2 Lo que
en otras palabras quiere decir que el derecho al libre desarrollo de la libertad no
debe afectar ningún derecho ajeno y tampoco puede contrariar la normatividad
vigente, ni la constitución, por su puesto. Sin embargo, la ignorancia predomina
sobre cualquier precepto legal, debido al poco interés que tienen los ciudadanos
por conocer e interpretar la carta política, siendo la principal causa de satanización
a las diferentes prácticas que las personas realizan para “desarrollar su
2
Sentencia T-532/92. Corte Constitucional.
personalidad”, generando un pensamiento colectivo insano que se fundamenta en
discursos de discriminación. Se ve vulnerado el derecho internacional humanitario,
ya que en el territorio no hay garantías para las víctimas del conflicto. El estado es
el único responsable de tanta guerra injustificada, pues es él quien tiene la
potestad para decidir cómo actuar frente una problemática de tal magnitud. La
dignidad humana debe ser protegida por la disposiciones del ordenamiento, no
vituperada, entonces es cierto cuando decimos que la consecuencia directa de la
ilegalidad es la guerra. El derecho a la libertad, que está consagrado en la
declaración universal de derechos humano; y el derecho a la dignidad, establecido
o protegido por el Convenio de Ginebra de 1949, o el Derecho Internacional
Humanitario, son las disposiciones más claras en cuanto al tema en cuestión, esto
porque dichos principios, ya que son normas rectoras y limitantes, determinan qué
es lo que el derecho debe garantizar.

Este trabajo fue hecho con la intención de concientizar a la población sobre el


consumo y demostrar que la manipulación es visible tanto en el ordenamiento
como en un escenario religioso.

Santiago Andrés Correa Arenas


BIBLIOGRAFÍA
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