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penal económico
Colección
8
1 Aspectos del encubrimiento y del lavado de dinero / Cristóbal Laje Ros
2 Delitos con armas y abigeato / Justo Laje Anaya
3 Atentados contra la libertad, robo con armas y otros delitos / Justo Laje Anaya
4 Usurpación de inmuebles. Usurpación de aguas / Justo Laje Anaya
5 Tentativa. Falso testimonio. Apoderamiento clandestino de señal
televisiva codificada o satelital / Justo Laje Anaya - Cristóbal Laje Ros
6 Imputabilidad. Culpabilidad. Participación.
Concurso de delitos / Justo Laje Anaya
7 Observaciones y críticas al proyecto de
Código Penal de 2006 / Justo Laje Anaya
JOSÉ DANIEL CESANO
ESTUDIOS DE
DERECHO PENAL
ECONÓMICO
Con la colaboración en la
búsqueda y sistematización jurisprudencial de la
DRA. MIRTA BIBIANA OJEDA
Asesores editoriales
ISBN 978-987-643-013-5
ISBN: 978-987-643-013-5
COPYRIGHT © 2008, ALVERONI EDICIONES
Duarte Quirós 631 - P. B., L. 1 - Tel. (0351) 4217842 (5000) Córdoba
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República Argentina
J.D.C.
PRÓLOGO
1. Actualmente, las cuestiones referidas al derecho penal económico son las que
más ocupan la atención de los penalistas; acaso, hoy en día, junto con las del
derecho penal internacional.
En realidad, la preocupación por el derecho penal económico ha ido in crescendo
desde que en 1949 se publicara la obra, ya clásica, White collar crime, en la que su
autor, el sociólogo norteamericano Edwin SUTHERLAND, se refería a crímenes no
violentos que tenían como finalidad obtener beneficios económicos mediante engaño
por personas, pertenecientes a las clases sociales económicamente altas y con un
status profesional elevado (manipulaciones de informes financieros, sobornos
comerciales, corrupción de funcionarios, defraudaciones al fisco, etc.).
Posteriormente, la modernización de las estructuras económicas ha facilitado
extraordinariamente las oportunidades para la comisión de determinados delitos,
como el uso indebido de cheques o tarjetas de crédito y los que se realizan mediante
computadoras.
Pero el derecho penal económico ha evolucionado mucho desde entonces,
especialmente desde que destacados especialistas, como los profesores Klaus
TIEDEMANN, en Alemania, Miguel BAJO, en España, o Esteban RIGHI, en
Argentina, hace unas décadas, hicieran las aportaciones más importantes en esta
materia, destacando cómo en el derecho penal económico, integrado muchas veces
por delitos invisibles, han tenido que reelaborarse muchos de los viejos paradigmas
del derecho penal: desde la misma estructura de la ley penal, con una tendencia
cada vez mayor hacia la técnica de la ley penal en blanco, con un indudable peligro
de menoscabo del principio de legalidad, o la cada vez mayor utilización de tipos
penales de peligro, hasta el mismo principio tradicional societas delinquere non
potest, hoy en crisis.
La preocupación por esta materia está plenamente justificada, al menos por dos
razones. La primera, porque el derecho penal económico se refiere frecuentemente
a conductas que, a diferencia de la delincuencia clásica, recaen sobre objetos que no
son perceptibles sensorialmente, planteando problemas que, por lo general no
encuentran respuesta en la dogmática que se ha venido elaborando durante hace
ya más de dos siglos. Problemas que están referidos a las formas de administración,
a los perjuicios que los administradores pueden causar al patrimonio de la
empresa, a los nuevos medios de pago, a valoraciones sobre la contabilidad, a los
documentos utilizados y su posible falsedad, e incluso al sujeto mismo del derecho
penal, pues hoy hay una tendencia cada vez mayor a admitir la responsabilidad
penal de las personas jurídicas, como en una brillante obra sobre la materia lo ha
sostenido Silvina BACIGALUPO. Y la segunda, porque el derecho penal económico ya
no se limita a unos pocos delitos, como ocurría en sus inicios, sino que cada vez
comprende un mayor número de delitos, abarcando, pues, buena parte del derecho
penal.
Las anteriores razones explican perfectamente que JOSÉ DANIEL CESANO haya
decidido sumar sus esfuerzos a esta materia. Además, la seriedad, rigor y buen
hacer de su autor, con el que desde hace tiempo tengo la oportunidad de mantener
un diálogo permanente, y al que sigo en sus publicaciones como director, junto con
Marcelo J. LÓPEZ MESA, de la revista Ley, Razón y Justicia, hacen especialmente
recomendable la lectura del libro que tengo la satisfacción de prologar.
2. Un aspecto sobre el que José Daniel CESANO hace un llamado de atención en
la introducción preliminar de su obra es el de “la aplicación de los principios
garantistas”.
En efecto, los principios que rigen en el derecho penal económico son los mismos
que los que rigen en el derecho penal en general, aunque es cierto que hay dos
aspectos preocupantes. Uno de ellos es que, en esta materia, los legisladores suelen
utilizar en la descripción de los hechos prohibidos formulaciones muy amplias, con
lo cual se presenta el problema de imprecisión del hecho prohibido y,
paralelamente, una transferencia de la responsabilidad de concreción de dicho
hecho desde el legislador a los tribunales. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando en
el delito de administración desleal se castigan actos que impliquen deslealtad,
planteándose la cuestión de cuáles son los deberes del administrador cuya
infracción en caso de producirse un perjuicio patrimonial a la sociedad puede dar
lugar a responsabilidad penal. Y otro aspecto preocupante tiene que ver con el
modelo sancionatorio para las actividades económicas ilícitas, cuestión que no está
fuera de toda duda, siendo posible en muchos casos tanto el modelo de sanción
penal como el modelo de sanción administrativa; y, precisamente por esta cercanía
entre uno y otro ámbito sancionador, sería bueno que en la regulación jurídica de la
actividad económica tuviera lugar una unificación en el tratamiento sancionatorio
del Estado, es decir, que rigieran en uno y otro ámbito unas mismas reglas y
principios garantistas, que aseguren la adecuada tutela del ciudadano.
3. Hoy el derecho penal económico ha experimentado una extraordinaria
extensión, pues se han sumado a esta especialidad muchos comportamientos, que o
bien han abandonado el ámbito del derecho administrativo y privado, o bien han
surgido como consecuencia de la necesidad de brindar una adecuada protección por
tratarse de infracciones que pueden afectar a las personas y que normalmente
tienen lugar en el marco de las empresas, como es el caso de las infracciones
relativas al derecho alimentario o de medicamentos, relativas al medio ambiente, o
a los riesgos de los trabajadores, etc. También se han sumado numerosos delitos
que tienen mucho que ver con el derecho de los negocios, como es el caso de las
estafas, la administración desleal, las falsedades documentales, las insolvencias
punibles, sin olvidarnos de los que se presentan con ocasión de las relaciones
ilícitas entre empresarios y funcionarios, como es el caso de la prevaricación, tráfico
de influencias, financiación ilegal de partidos políticos, etcétera.
José Daniel CESANO incluye en su trabajo sugerentes referencias a dos de los
delitos de mayor trascendencia: el blanqueo de capitales y el delito fiscal. El
primero lo podemos incluir dentro del llamado “Derecho penal de los negocios”, y el
segundo en el “Derecho penal fiscal”.
4. En el marco de expansión que experimenta el derecho penal económico, no
cabe duda que tienen una gran importancia las empresas, cuya complejidad es cada
vez mayor, los empresarios, como responsables de las mismas, y las actividades
económicas que llevan a cabo. Por eso, se puede afirmar que el derecho penal
económico, en su concepción tradicional, es un marco demasiado estrecho que no
permite abarcar todos los delitos que estas dos realidades comprenden, y que es
hora ya de hablar más bien de un “derecho penal de los negocios y de la empresa”.
Sólo me resta felicitar muy sinceramente al autor por esta nueva obra y
recomendar su lectura a cuantos estén interesados en el “Derecho penal de los
negocios y de la empresa”, en la seguridad de que será de su agrado. Y no quiero
dejar de desear a José Daniel CESANO los mayores éxitos profesionales, y animarlo
a que siga tomando parte en el debate científico a través de sus numerosas
publicaciones, pues sus aportaciones siempre son bien recibidas.
PRELIMINAR
Capítulo Primero
ERROR DE TIPO, CRIMINALIDAD ECONÓMICA Y DELITO DE
LAVADO DE ACTIVOS
DE ORIGEN DELICTIVO
a) El tipo objetivo
El artículo 278, inciso 1, letra “a”, del Código Penal, hace referencia a distintas
acciones típicas; a saber: convertir, transferir, administrar, vender, gravar y aplicar
“de cualquier otro modo dinero u otra clase de bienes provenientes de un delito”.
De esta manera, pareciera que el legislador apeló a una técnica de tipificación
caracterizada por una enumeración de verbos típicos meramente ejemplificativa.
Ello así por cuanto, las cinco primeras acciones que se enuncian, son especies del
género “aplicar”21. Por eso, se ha dicho —a nuestro juicio correctamente— que la
figura analizada constituye “un tipo penal abierto mediante el cual se busca abarcar
todas las modalidades de comisión posibles”22.
En cuanto al significado de las expresiones verbales concretas, hay consenso
respecto que:
a) Convierte quien transforma, cambia, muda una cosa. La acción “supone el
cambio de un bien obtenido de la comisión de un delito por otro de naturaleza
distinta”23;
b) Transfiere quien cede un bien a un tercero a cualquier título. La transferencia
de la cosa “comprende tanto su transmisión a terceras personas como su traslado
de un lugar a otro”24;
c) Administra quien tiene el gobierno y la dirección del dinero o de los bienes
obtenidos ilícitamente. El giro lingüístico, en este caso, “abarca tanto el cuidado
como el manejo de estos objetos”25;
d) Vende quien transmite a otro un bien a título oneroso26;
e) Grava el bien quien constituye sobre él un derecho real de garantía (por
ejemplo, prenda o hipoteca)27;
f) Por fin, la expresión “aplicar de cualquier modo” las cosas o bienes
provenientes del delito, está orientada a cualquier acto de disposición (no captado
por los verbos anteriores) sobre los bienes provenientes del delito28.
Coincidimos con BARRAL en cuanto a que, el tipo objetivo, se integra, además,
con un determinado efecto: la consecuencia posible de que los bienes originarios o
subrogantes adquieran la apariencia de un origen lícito.
¿Qué significa esta expresión?
Significa que, para que las acciones constitutivas puedan considerarse típicas,
deberá demostrarse, por un lado, la idoneidad de ellas para producir la posibilidad
de que los bienes adquieran una nueva apariencia y, por otro, que dicha apariencia
tenga aptitud bastante para disimular la procedencia ilícita de los bienes que se
reciclan; con la consiguiente creación de una situación de peligro concreto respecto
del bien jurídico que se tutela29.
V. CONCLUSIONES
I. INTRODUCCIÓN
1. El caso
3. El cambio de criterio
1. Preliminar
En primer término conviene recordar que, según el artículo 20, inciso a, de la ley
19.359, no resultan aplicables al régimen penal cambiario, entre otras previsiones,
el artículo 2° del Código Penal, “cuando se trate de la imposición de la pena de
multa en todos los supuestos del artículo 2° de la presente ley”.
Obviamente, tal disposición, colisiona abiertamente con los artículos 9°, in fine,
y 15, apartado 1°, in fine, de la Convención Americana de Derechos Humanos y del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, respectivamente; documentos
internacionales que consagran, con jerarquía de garantía constitucional (artículo
75, inciso 22, 2ª cláusula, CN) el principio de retroactividad y ultra-actividad de la
ley penal más benigna. Por tal razón, el legislador infraconstitucional, como
premisa general, no puede excepcionar, a través de una norma de menor jerarquía,
un precepto de aquel valor (artículo 31, CN).
Si bien es cierto que, para algún sector de la jurisprudencia —con la cual,
personalmente, no comulgamos161— el principio anterior se excepcionaría en casos
de leyes transitorias (sea ya temporales o excepcionales), la norma que aquí se
analiza, no reviste ese carácter. En palabras del ministro Petracchi: “resulta ajena
al referido ámbito de los regímenes temporales” (fundamento jurídico N° 9 del
precedente “Ayerza”).
Las leyes penales en blanco poseen una fisonomía particular: una parte del
supuesto de hecho no se encuentra descripto en la ley; siendo necesario, para su
determinación, acudir a otra instancia normativa que la complete162.
No hay dudas que, cuando se produce una sucesión temporal de la ley (y no de
su complemento), en la medida en que tal modificación resulte más beneficiosa para
los intereses del imputado, la misma se aplicará retroactivamente163.
El tema que se discute, sin embargo —y sobre el cual este fallo toma postura—,
es el del régimen de sucesión cuando se trata de normas de complemento y, más
concretamente, “si a las mismas le sería de aplicación, y en caso afirmativo, en qué
medida, la mencionada excepción de la retroactividad de las normas penales más
favorables”164.
Diferentes construcciones se han elaborado al respecto; sistematizando la
doctrina posturas contrarias a dar efecto retroactivo a la normativa de
complemento y tesis favorables a ese efecto165.
No corresponde —por elementales razones de prudencia vinculadas con la
extensión de esta nota— desarrollar cada una de estas posiciones.
Simplemente queremos explicitar porqué la nueva tesis de la Corte nos parece
correcta.
Con tal finalidad, comencemos por señalar que, la actual tesis de la Corte,
recepta una firme tendencia evidenciada en la jurisprudencia europea. En tal
sentido —refiere BACIGALUPO— que las sentencias del Tribunal Supremo Español
N° 8 (de noviembre de 1963), 25 (de septiembre de 1985) y 13 (de junio de 1990)
“extendieron la aplicación de dicha disposición [se refiere al artículo 2° del Código
Penal español que regula el efecto retroactivo de las disposiciones más benignas] a
los preceptos administrativos y a la norma extrapenal complementadores de una
ley penal en blanco. La jurisprudencia española ha seguido, por lo tanto, una
evolución similar a la alemana, en la que hasta la sentencia contenida en BGHSt
20, se sostuvo que en las leyes penales en blanco no cabía admitir una modificación
de la ley penal cuando sólo se habían reformado normas extrapenales”166.
La senda indicada por tan importantes elaboraciones judiciales —y, ahora,
seguida también por nuestra Corte— resulta inobjetable. En efecto, la ley penal, a
los efectos de la aplicación del principio de retroactividad de las disposiciones
penales más favorables, debe ser entendida como referida a toda aquella previsión
normativa que tenga consecuencias penales. Esto supone incluir, bajo tal
denominación, no sólo a las normas que definen delitos y determinan la impsoción
de penas, sino también a aquellas otras que, pertenecientes a otras ramas del
ordenamiento jurídico, se incorporan al tipo penal para completar su sentido,
actuando como presupuestos de la imposición de una pena. De esta manera, “la
modificación de la normativa de complemento, en cuanto puede ampliar, restringir
o suprimir el ámbito de lo punible queda sometida a la excepción de la
retroactividad”167.
V. A MODO DE CONCLUSIÓN
1. Cuestiones preliminares
a) Principios generales
El voto de la mayoría negó que el incremento de pena que traduce el artículo 15,
inciso b, resulte irrazonable.
Pocos conceptos se muestran más ambiguos al momento de tratar de
caracterizarlos188 de allí que, como punto de partida se impone precisar el alcance
que le daremos.
Desde nuestra perspectiva, el concepto de racionalidad debe interpretarse como
sinónimo de proporcionalidad.
¿Y cómo funciona la garantía de proporcionalidad?
Para responder este interrogante, es necesario partir de la siguiente premisa: la
libertad general de acción y los demás derechos fundamentales prohíbe que las
medidas que adopte el legislador penal —la tipificación de los delitos y la fijación
de las penas— sean excesivas189. Claro que, el concepto de exceso no es algo que
pueda determinarse en abstracto, sino en el caso concreto, “habida cuenta de la
protección que exijan para sí los bienes jurídicos que las leyes penales
garantizan”190. Esta determinación puede realizarse, precisamente, a través del
principio de proporcionalidad. En lo que aquí interesa, adquiere relevancia
particular uno de los tres subprincipios que lo integran: el de proporcionalidad en
sentido estricto191. En virtud del mismo, “para que una intervención penal en la
libertad o en los demás derechos fundamentales sea legítima, el grado de
realización del objetivo de la intervención (es decir, de protección del bien jurídico)
debe ser por lo menos equivalente al grado de afectación de la libertad o del derecho
fundamental”192. No obstante este postulado, resulta evidente que, su utilización
continúa dejando —para el juzgador— un margen significativo de subjetividad.
Para reducir, en alguna medida, este marco, resulta valiosa la experiencia
acumulada por la jurisprudencia constitucional. Y uno de los estándares que ésta
utiliza, se vincula con la gravedad del delito: “[c]uanto más grave es un delito, más
afecta al bien protegido, y por lo tanto mayor debe ser la protección legislativa y
mayor la pena a imponer. En otros términos, esto quiere decir que cuanto más
grave sea un delito, más justificado estará que el legislador tienda a favorecer el
bien jurídico mediante una protección media o incluso intensa, y consiguientemente
estará más justificado que la libertad sea restringida con una intensidad mayor. En
sentido contrario, cuanto menos grave sea un delito, tanto menos justificada estará
la restricción intensa de la libertad y la imposición de una pena severa. En virtud
de este criterio, y en conexión con el principio de igualdad, es inconstitucional que la
ley atribuya a un hecho punible menos grave una pena superior que a uno más
grave”193.
i) Introducción
ii) El bien jurídico protegido en los delitos tributarios y su comparación con otros
bienes contenidos en el Código Penal
III. CONCLUSIONES
1°) El bien jurídico protegido a través del régimen penal tributario está
constituido exclusivamente por la hacienda pública, en un sentido dinámico.
2°) Sin desconocer la trascendencia que representa cualquier afectación a dicho
bien, no es correcto fundar una supuesta mayor gravedad de tal criminalidad —
legitimante, a su vez, de una escala penal más intensa— sobre la base de indebidas
extensiones del sustrato material de tutela. Tales extensiones (en palabras del fallo
analizado: tranquilidad pública, posible afección a la constitución del propio
Estado) importan una confusión entre bien jurídico y función.
3°) Cuando se examina la proporcionalidad de una escala penal establecida en
una ley especial, el proceso comparativo debe realizarse en conexión con la
protección que el legislador ha dispensado a los bienes jurídicos incluidos en el
Código Penal. Excluir de esta ponderación a los objetos de tutela previstos en este
último cuerpo resulta inconveniente por dos razones:a) en primer lugar, por cuanto
se debe reconocer en el Código el rol de ley fundamental en materia penal; de modo
tal que allí queden plasmados —en lo posible, en forma exhaustiva— los marcos
valorativos que se vinculan con todos los bienes jurídicos que —por su
significación— sean merecedores de la protección penal del Estado y b) en segundo
término, por cuanto legislar en forma autónoma ciertas figuras delictivas (como
sucede con el régimen penal tributario), produce la desconexión con aquellos
marcos de referencia del Código; situación que provoca un riesgo concreto de
apartamiento respecto del principio de proporcionalidad (por ejemplo: al tolerar
protecciones más intensas de un bien jurídico en comparación con la conferida al
valor central de tutela; cual es: la vida e integridad corporal de la persona
humana).
4°) De lege ferenda debe considerarse correcta la tendencia plasmada en el
Proyecto redactado por la Comisión de Reforma Integral al Código Penal y sus
Leyes Complementarias en el sentido de codificar la legislación penal especial que,
en forma fragmentaria, nutre de contenido, en la actualidad, al Derecho penal
económico.
5°) Sin perjuicio de las conclusiones anteriores, es innegable que, cuando el
congreso estableció un mínimo de cuatro años de prisión (como escala en abstracto)
para cualquiera de los delitos contenidos en la ley penal tributaria que se
cometiesen con la circunstancia agravante prevista por el inciso b del artículo 15,
parificó, en sus mínimos, figuras delictivas de gravedad diversa (por ejemplo:
delitos de lesión con figuras de mero peligro). Tal proceder —y ahora desde una
valoración intrasistemática— importa también una afectación al principio de
proporcionalidad; ya que éste exige al legislador, asimismo, la configuración de la
pena de forma tal que permita ser ajustada a las variaciones que la afectación al
objeto de protección pueda experimentar en el caso concreto.
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VIRGOLINI, Julio E.S., Estudio preliminar a Filippo Sgubbi, El delito como riesgo
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ÍNDICE
PRÓLOGO ................................................................................... 9
PRELIMINAR ............................................................................ 13
C a p í t u l o P r i m e r o
E R R O R D E T I P O ,
C R I M I N A L I D A D E C O N Ó M I C A
Y D E L I T O D E L A V A D O D E
A C T I V O S
D E O R I G E N D E L I C T I V O
Capítulo Segundo
CRIMINALIDAD ECONÓMICA E
INTERNACIONALIZACIÓN DEL DERECHO
PENAL: EXPERIENCIAS EN LA UNIÓN EUROPEA Y EN EL
MERCOSUR
Capítulo Tercero
CRIMINALIDAD ECONÓMICA, NORMA
PENAL EN BLANCO Y RETROACTIVIDAD
DE LA LEY MÁS BENIGNA A PROPÓSITO
DE UN RELEVANTE CAMBIO DE CRITERIO
POR PARTE DE LA CORTE SUPREMA
DE JUSTICIA DE LA NACIÓN
I. Introducción ........................................................................ 75
II. El criterio de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación en el precedente “Cristalux”.................................. 76
1. El caso .............................................................................. 76
2. La doctrina de la Corte anterior al precedente
“Cristalux” ........................................................................ 77
3. El cambio de criterio ........................................................ 78
III. El marco conceptual: Derecho penal cambiario
y técnica de la ley penal en blanco .................................. 82
IV. La ley penal en blanco y el ámbito temporal
de la normativa de complemento ...................................... 87
1. Preliminar ........................................................................ 87
2. El ámbito temporal de la normativa de
complemento: el problema y su solución ......................... 88
V. A modo de conclusión......................................................... 90
Capítulo Cuarto
DELITOS TRIBUTARIOS, BIEN JURÍDICO PROTEGIDO
Y PRINCIPIO DE PROPORCIONALIDAD
BIBLIOGRAFÍA........................................................................ 119
NOTAS AL PIE
PRELIMINAR
CAPÍTULO PRIMERO
1 Cfr. ROMERA, Oscar E., “Los cometidos del Derecho penal económico y sus núcleos
problemáticos”, Revista de Derecho penal y procesal penal, Nº 1, 2004, LexisNexis, Bs. As., p.
197.
2 Refiere Fabián I. BALCARCE que, por Derecho penal nuclear (convencional o central) se
entiende a “un conjunto mínimo de reglas jurídicas represivas, provenientes del Estado liberal
[...], sancionatorias de conductas insoportables por atacar aquellos bienes jurídicos vinculados
directamente con la persona física, esto es la vida, la integridad física y mental, el honor, la
libertad, la integridad sexual, la propiedad, etc.” (Cfr. Introducción a la parte especial del
Derecho penal nuclear. Su vinculación con la parte general, Mediterránea, Córdoba, 2004, p.
14).
3 Cfr. VIRGOLINI, Julio E. S., “Estudio preliminar” al libro de SGUBBI, Filippo, El delito como
riesgo social, Ábaco, Bs. As., 1998, p.41.
4 Mariano H. SILVESTRONI refiere que esta falta de precisión es susceptible de “grados”.
Precisamente, manifiesta el autor, “es tarea de la dogmática establecer el grado de apertura
típica constitucionalmente admisible, (la) que debe limitarse a la estricta necesidad derivada de
la naturaleza de la descripción y de la materia sobre la que versa” (cfr. Teoría constitucional del
delito, Ediciones del Puerto, Bs. As., 2004, pp. 142/143).
5 Insita en la garantía de legalidad. Al respecto, cfr. TOZZINI, Carlos A., “El principio de
legalidad”, en RIVACOBA Y RIVACOBA, Manuel de, El penalista liberal. Controversias
nacionales e internacionales en Derecho penal, procesal penal y Criminología. Libro homenaje
a Manuel de Rivacoba y Rivacoba, Hammurabi, Bs. As., 2004, pp. 260/266.
6 De esta opinión, PREZA RESTUCCIA, Dardo - ADRIASOLA, Gabriel - GALAIN, Pablo, Delitos
económicos, BdeF, Montevideo - Bs. As., 2004, p. 123.
7 De hecho, esta delegación resulta una práctica bastante frecuente en la experiencia legislativa
comparada. Así, con relación a Italia, ha expresado Francesco PALAZZO: “La experiencia [...] de
las últimas décadas confirma de manera evidente el fenómeno del desplazamiento de la facultad
de normar las cuestiones penales hacia el Poder Ejecutivo. En primer lugar, siempre son más
numerosas las llamadas normas en blanco, en las cuales el precepto penal es integrado,
completado o incluso determinado por actos normativos del Poder Ejecutivo de rango
subordinado a la ley parlamentaria (llamadas fuentes secundarias)” (Cfr. “Estado Constitucional
de Derecho y Derecho penal”, en AA.VV., Teorías actuales en el Derecho penal, Ad-Hoc, Bs.
As., 1998, p. 156). Para un análisis crítico de estos desbordes, Cfr. MUSCO, Enzo, “El nuevo
Derecho penal económico. Entre Poder Legislativo y Poder Ejecutivo”, en TERRADILLOS
BASOCO, Juan M. - ACALE SÁNCHEZ, María (Coordinadores), Temas de Derecho penal
económico. III Encuentro Hispano - Italiano de Derecho penal económico, Trotta, Madrid,
2004, pp. 169/182. Asimismo, y en igual sintonía, en la doctrina francesa, cfr. GIUDICELLI -
DELAGE, Geneviève, Droit pénal des affaires, Dalloz, Paris, 1994, p. 25; quien pone a cargo del
Poder Judicial, el control de la prudencia del Poder Ejecutivo en cuanto concierne a la forma en
que desarrolla las técnicas de reenvío.
8 Cfr. SILVESTRONI, Mariano H., Teoría constitucional del delito, p. 212. De igual opinión,
ADRIASOLA, Gabriel, “Juez, legislador y principio de taxatividad en la construcción del tipo
penal”, en El penalista liberal (...), p. 1067: “La extendida creencia de que en esta materia
(penal económica) es absolutamente necesario recurrir a tipos excesivamente abiertos y a
normas penales en blanco ensancha aún más la discrecionalidad judicial [...]”.
9 Tal es, en la doctrina germana, el parecer de Naucke; según lo refiere Enrique BACIGALUPO
en su obra Principios constitucionales de Derecho penal, Hammurabi, Bs. As., 1999, p. 66.
10 Así, BACIGALUPO, Enrique, Principios constitucionales de Derecho penal, p. 66.
11 Tal cual lo postulara Naucke.
12 Insinúa la discusión, SILVESTRONI, Mariano H., Teoría constitucional del delito, p. 226.
13 La ley 26.087 no introdujo ninguna modificación en la estructura básica del inciso 1, letra
“a”, del artículo 278.
14 Ricardo C. NÚÑEZ explicaba que las figuras delictivas pueden clasificarse en tipos de ofensa
simple y de ofensa compleja. “Al tipo de ofensa compleja le corresponde como objeto de la
ofensa, más de un bien jurídico. Pero, el título del delito es determinado por el bien jurídico que
el legislador considera prevaleciente” (Cfr. Manual de Derecho penal. Parte general, 4ª ed.
actualizada por Roberto E. Spinka y Félix González, Marcos Lerner Editora Córdoba, 1999, p.
145).
15 Sobre el problema del bien jurídico puede consultarse la sistematización que se realiza en
D’ALESSIO, Andrés J. (Director) - DIVITO, Mauro A. (Coordinador), Código penal. Comentado
y anotado. Parte especial, La Ley, Bs. As., 2004, p. 926. Califican a este delito como un tipo
pluriofensivo, MORALES DEGANUT, Carolina - FISZER, Fernando I., “Lavado de activos. Ley N°
25.246. La problemática en el Derecho penal argentino y en el Derecho comparado”, en
FELLINI, Zulita (Directora), Temas de Derecho penal económico y responsabilidad de las
personas jurídicas, t. II, Grün, Bs. As., 2004, pp. 23/25. En la doctrina europea actual, la
delimitación del bien jurídico respecto de este delito, es una temática muy discutida. Para un
panorama de la cuestión en Alemania y España, crf. ABEL SOUTO, Miguel Ángel, “Normativa
internacional sobre el blanqueo de dinero y su recepción en el ordenamiento penal español”, pp.
283 y ss., disponible desde
http://www.descargas.cervantesvirtual.com/servlet/siverobras/35759953214026162922202/005
351.bdf.
16 Tal el concepto vertido por GÓMEZ INIESTA, que reproduce CERVINI, Raúl A., “Lavado de
activos e individualización de operaciones sospechosas”, en International Center of Economic
Penal Studies (Serie Documentos I.C.E.P.S América Latina), Lavado de activos y secreto
profesional, Carlos Álvarez Editor, Montevideo, 2002, p. 17.
17 Cfr. CERVINI, Raúl A., Lavado de activos e individualización de operaciones sospechosas, p.
11.
18 Ibídem, pp. 12/13.
19 Así, BUSTOS RAMÍREZ, Juan - HORMAZÁBAL MALARÉE, Hernán, Lecciones de Derecho
penal, t. II, Trotta, Madrid, 1999, p. 46.
20 Así, en la doctrina colombiana, cfr. MONTEALEGRE LYNETT, Eduardo, “El riesgo permitido
en la actividad bancaria. El caso especial del lavado de activos en Colombia”, estudio
introductorio al libro de CALLEGARI, André Luis, El delito de blanqueo de capitales en España
y Brasil, Universidad de Externado de Colombia, Bogotá, 2003, pp. 15/54. Asimismo, y aunque
con una perspectiva más general, resulta, también, de gran provecho, el trabajo de GARCÍA
CAVERO, Percy, La imputación objetiva en el Derecho penal económico, Derecho penal
contemporáneo, Nº 6, Legis, Bogotá, 2004, pp. 153/176.
21 Comulgan con esta opinión RODRÍGUEZ VILLAR, Pacífico - BERMEJO, Mateo G., Prevención
del lavado de dinero en el sector financiero, Ad-Hoc, Bs. As., 2001, p. 91. Del mismo criterio,
D’ALBORA, Francisco J. (h), Lavado de dinero, Ad-Hoc, Bs. As., 2006, p. 25. Tal hermenéutica
se ve ratificada a partir del canon interpretativo genético. En efecto, en el dictamen de mayoría
elaborado en la Cámara de Diputados de la Nación, se expresa que: “[...] para la descripción de
la conducta prohibida por la norma, se ha apelado a un criterio que combina el empleo de
algunos verbos característicos, con una fórmula residual, que intenta dar un concepto general de
en qué consiste el hecho del ‘lavado de dinero o bienes’. Se trata, pues, de un procedimiento
similar al de la descripción legal del delito de estafa, ya que el artículo 172 , Código Penal,
contiene también una serie de modalidades de la acción de defraudar (‘con nombre supuesto’,
‘calidad simulada’, ‘falsos títulos’, etcétera), para cerrar la descripción con una definición
genérica: ‘[...] o valiéndose de cualquier otro ardid o engaño’ ”. (Cfr. “Antecedentes
parlamentarios”, LL, 2000-B-1677).
22 Así, D’ALESSIO, Andrés J. (Director) - DIVITO, Mauro A. (Coordinador), Código penal.
Comentado y anotado. Parte especial, p. 927.
23 Cfr. BUOMPADRE, Jorge E., “Lavado de dinero”, en CARRERA, Daniel P. - VÁZQUEZ,
Humberto (Directores), Derecho penal de los negocios, Astrea, Bs. As., 2004, p. 277.
24 Cfr. BUOMPADRE, Jorge E., “Lavado de dinero”, ob. cit., p. 278.
25 Ídem.
26 Cfr. D’ALESSIO, Andrés J. (Director) - DIVITO, Mauro A. (Coordinador), Código penal.
Comentado y anotado. Parte especial, p. 927.
27 Cfr. D’ALESSIO, Andrés J. (Director) - DIVITO, Mauro A. (Coordinador), Código penal.
Comentado y anotado. Parte especial, p. 927. De la misma opinión, BUOMPADRE, Jorge E.,
“Lavado de dinero”, ob. cit., p. 278.
28 Cfr. BARRAL, Jorge E., Legitimación de bienes provenientes de la comisión de delitos, Ad-
Hoc, Bs. As., 2003, p. 194.
29 Así, BARRAL, Jorge E., Legitimación de bienes provenientes de la comisión de delitos, pp.
196 y 198.
30 Ídem.
31 En el ámbito de la criminalidad económica, estas limitaciones cuantitativas (y la discusión
sobre su naturaleza) son bastante frecuentes. En tal sentido, y a sólo título ilustrativo, repárese
en los artículos 1º y 2º de la ley 24.769 (ley penal tributaria). Sobre este tema, cfr. el exhaustivo
trabajo de GARCÍA BERRO, Diego, “La naturaleza jurídica de los montos de la ley 24.769”, en
AA.VV., Derecho penal tributario. Cuestiones críticas, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2005, pp.
159/225.
32 Al respecto, resulta ilustrativa la opinión de Delitala, que reproducen M. COBO DEL ROSAL y
T. S. VIVES ANTÓN: “[...] ‘en ningún tema de nuestra disciplina reina, probablemente, tanta
confusión’. En realidad, todo es discutido acerca de ellas: desde su misma existencia, hasta su
función, situación sistemática y posible distinción con otros conceptos penales y procesales”
(cfr. Derecho penal. Parte general, 3ª ed. corregida y actualizada, Tirant lo Blanch, Valencia,
1991, p. 330).
33 Cfr. COBO DEL ROSAL, M. - VIVES ANTÓN, T. S., Derecho penal. Parte general, ob. cit., pp.
330/331. En la literatura jurídica alemana, es prevaleciente la opinión de que, las condiciones
objetivas de punibilidad, no integran el tipo. Así, MAURACH, Reinhart - ZIPF, Heinz, Derecho
penal. Parte general, t. I, Astrea, Bs. As., 1994, p. 372: “Las condiciones objetivas de
punibilidad son aquellos elementos del delito situados fuera del tipo, cuya presencia constituye
un presupuesto para que el actuar típico - antijurídico conlleve consecuencias penales”. Del
mismo criterio, Claus ROXIN, quien, luego de reconocer la polémica respecto de este concepto,
expresa que “sólo existe acuerdo sobre el punto de partida, a saber, que en todo caso tales
elementos no pueden pertenecer al injusto o a la culpabilidad” (cfr. Derecho penal. Parte
general. Fundamentos. La estructura de la teoría del delito, t. I, Civitas, Madrid, 1997, p. 970).
En la doctrina española, se muestran a favor de esta tesis, BUSTOS RAMÍREZ, Juan -
HORMAZÁBAL MALARÉE, Hernán, Lecciones de Derecho penal, t. II, ob. cit., p. 241 (quienes
reconocen el mismo efecto entre las excusas absolutorias —que tienen un carácter negativo— y
las condiciones objetivas de punibilidad —de carácter positivo— al resultar ambas un obstáculo
para la imposición de la pena), y BACIGALUPO, Enrique, Delito y punibilidad, 2ª ed. ampl.,
Hammurabi, Bs. As., 1999, p. 229.
34 Muy calificada doctrina —aun cuando en relación con los límites cuantitativos de la ley
24.769— ha sostenido, partiendo de los principios de intervención mínima y fragmentariedad,
una tesis adversa a la aquí sustentada. Así, refiere GARCÍA BERRO, Diego (“La naturaleza (...)”,
ob. cit., p. 190), que: “Los montos de la ley 24.769 también tienen directa relación con la
operatividad de estos principios. En efecto, por tales montos se revela que la reacción penal fue
considerada proporcional precisamente como consecuencia de la especial gravedad del ataque a
la hacienda pública que ponía de manifiesto la producción de aquellos perjuicios
específicamente descriptos (principios de proporcionalidad y de lesividad u ofensividad); que el
legislador consideró necesaria y justificada la utilización del Derecho penal, como último
recurso, sólo en el supuesto de perjuicios de las magnitudes establecidas, para cuyo caso no
consideró suficiente o eficaz las demás ramas del ordenamiento jurídico positivo (principios de
subsidiariedad y ultima ratio), lo cual ameritaba que estas hipótesis integrasen la limitada gama
de casos que interesan o tienen relevancia para el Derecho penal (principios de intervención
mínima y fragmentariedad)”. De una tesis similar, BALCARCE, Fabián I., Derecho penal
económico. Parte general, t. I, Mediterránea, Córdoba, 2003, pp. 139/140. Pese a la seriedad del
argumento, en nuestro concepto, este razonamiento no enerva la conclusión a la que llegamos en
el texto (en el sentido que el límite cuantitativo constituye una condición objetiva de
punibilidad). La razón de esto la podemos sintetizar de la siguiente manera: si, como se
pretende, en virtud de los principios de mínima intervención y fragmentariedad, toda conducta
que no supere los límites establecidos por el artículo analizado (cincuenta mil pesos), debe
quedar al margen de los casos que interesan al Derecho penal, ¿cómo se justifica la punición
autónoma, a título de delito, de aquellas acciones referidas a bienes inferiores a ese quantum?
No debe olvidarse, en efecto, que el artículo 278, inciso 1, letra “c”, castiga, como una forma de
encubrimiento (artículo 277, C.P.), todas aquellas hipótesis en las que, el valor de los bienes, no
superase el monto indicado en la letra “a”, del mismo inciso y artículo.
35 Cfr. BARRAL, Jorge E., Legitimación de bienes provenientes de la comisión de delitos, p.
179.
36 Comulga con esta opinión, BARRAL, Jorge E., Legitimación de bienes provenientes de la
comisión de delitos, p. 222. En la doctrina extranjera, Isidoro BLANCO CORDERO (cfr. El delito
de blanqueo de capitales, Aranzadi Editorial, Pamplona, 1997, p. 222), luego de referir la
escasez de opiniones doctrinales al respecto, señala que un sector mayoritario de la literatura
jurídica “imputa el carácter de elemento normativo del tipo al requisito del hecho previo”.
37 Cfr. BUSTOS RAMÍREZ, Juan - HORMAZÁBAL MALARÉE, Hernán, Lecciones de Derecho
penal, t. II, pp. 46/47.
38 Cfr. BLANCO CORDERO, Isidoro, El delito de blanqueo de capitales, p. 225.
39 En efecto, si bien, originariamente, en dicha legislación, se tenía por delito antecedente a los
provenientes del tráfico de estupefacientes y otras formas de criminalidad conexa, la ley 17.343
—a través de la inserción del artículo 81 a la ley 17.016— aplica el tipo del blanqueo de
capitales al que convierta o transfiera dinero u otros valores patrimoniales que provengan de las
siguientes actividades: “terrorismo; contrabando superior a veinte mil dólares; tráfico ilícito de
armas, explosivos, municiones o material destinado a su producción; tráfico ilícito de órganos,
tejidos o medicamentos; tráfico ilícito de hombres, mujeres o niños; extorsión; secuestro;
proxenetismo; tráfico ilícito de sustancias nucleares; tráfico ilícito de obras de arte, animales o
materiales tóxicos”. Empero, debe advertirse que, en virtud de los artículos 197 y 350 bis del
Código Penal, la legitimación de bienes provenientes de cualquier otro delito se castiga a título
de encubrimiento o receptación. Al respecto, cfr. ADRIASOLA, Gabriel, “Estudio comparado de
la legislación uruguaya y argentina sobre lavado de activos”, en YACOBUCCI, Guillermo J., El
crimen organizado. Desafíos y perspectivas en el marco de la globalización, Ábaco, Bs. As.,
2005, pp. 307/308.
40 Así lo expresa CALLEGARI, con relación a la ley 9613 (de 1998): “el legislador brasileño ha
hecho una numeración cerrada de los crímenes que puedan dar origen a un delito de blanqueo a
través de la mención específica de cada uno de ellos” (cfr. El delito de blanqueo de capitales, p.
241).
41 En efecto, luego de enumerar los dos sistemas, BLANCO CORDERO (cfr. El delito de
blanqueo de capitales, pp. 227/228) adscribe a la legislación española (Código Penal de 1995,
artículo 301) a este modelo.
42 Piensa que, la limitación cuantitativa, “singulariza” a nuestro sistema legal, BARRAL, Jorge
E., Legitimación (...), p. 180. No creemos que esto sea así. Repárese que, en la doctrina
española, por ejemplo, en donde de acuerdo al Código vigente se exige que el delito antecedente
sea “grave”, los autores siguen ubicando, a dicho texto, entre los que se corresponde con el
segundo modelo.
43 Cfr. BARRAL, Jorge E. Legitimación (...), p. 183.
44 Así lo reconoce ADRIASOLA, Gabriel, “Estudio comparado (...)”, p. 321; quien refiere que el
tipo del artículo 278 mantiene fidelidad a la figura madre (encubrimiento), “de la cual se
desgajan todos estos tipos penales”.
45 Cfr. RODRÍGUEZ VILLAR, Pacífico - BERMEJO, Mateo G., Prevención (...), p. 97.
46 Así, BARRAL, Jorge E., Legitimación (...), pp. 184/187.
47 Cfr. Decreto Nº 370/2000, en Antecedentes parlamentarios, ob. cit., p. 1653. En nuestra
doctrina, Edgardo A. DONNA, ha calificado como correcto este veto parcial. Al respecto, cfr. su
Derecho penal. Parte especial, t. III, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2000, p. 541. Por el contrario,
DÍEZ RIPOLLÉS, Luis, Estudios penales y de política criminal, IDEMSA, Lima, 2007, pp.
832/833, ha expresado que debe considerarse “seriamente la posibilidad de atender a la culpa
consciente. En cualquier caso la imprudencia debe confirmar su ámbito de aplicación a la
procedencia delictiva del bien, sin extenderse al propio comportamiento de blanqueo”.
48 Cfr. BARRAL, Jorge E., Legitimación de bienes provenientes de la comisión de delitos, p.
215.
49 Así BARRAL, Jorge E., Legitimación de bienes provenientes de la comisión de delitos, p.
217: “el agente debe conocer —en el sentido de la comprensión ordinaria de una persona
media— que el dinero u otra clase de bienes que convierte, transfiere, administra, vende, grava
o aplica de cualquier modo, resultan provenientes de un delito (elemento normativo del tipo)”.
50 Así BARRAL, Jorge E., Legitimación de bienes provenientes de la comisión de delitos, p.
217, y RODRÍGUEZ VILLAR, Pacífico - BERMEJO, Mateo G., Prevención del lavado de dinero en
el sector financiero, op. cit., p. 110.
51 Tal es el criterio, por ejemplo, de DONNA, Edgardo A., Derecho penal (...), ob. cit., p. 541 y
BUOMPADRE, Jorge F., “Lavado de dinero”, ob. cit., p. 287.
52 Cfr. BUOMPADRE, Jorge E., “Lavado de dinero”, p. 287. De la misma opinión, D’ALESSIO,
Andrés J. - DIVITO, Mauro A., Código Penal. Comentado y anotado, ob. cit., p. 929: “Es claro
que nos encontramos frente a lo que parte de la doctrina denomina ‘delito de intención’, en el
cual una ultraintención guía la conducta del autor hacia un fin concreto. La presencia de este
elemento subjetivo distinto del dolo es la que determina una distinción subjetiva entre el lavado
de dinero y el encubrimiento”.
53 Así, NÚÑEZ, Ricardo C., Manual de derecho penal. Parte general, ob. cit., p. 189.
54 Cfr. Antecedentes parlamentarios, ob. cit., p. 1678.
55 Así, BARRAL, Jorge E., Legitimación (...), p. 218.
56 Así, RENART GARCÍA, Felipe, “El blanqueo de capitales en el derecho suizo”, en el sitio web
Derecho penal, disponible desde http://www.unifr.ch/derechopenal/articulos/html/artrenart.htm:
“Si bien el legislador no se refiere al momento del conocimiento del hecho previo, la doctrina es
unánime en la necesaria concurrencia del dolo en el momento de la realización del
comportamiento, siendo pues irrelevante desde el punto de vista jurídico-penal la presencia del
dolo en un momento posterior a la realización de la conducta blanqueadora (dolus superveniens
non nocet). Igual consideración merece la presencia del dolus antecedens, siendo por ello
criticable la postura que, en nuestra doctrina, mantienen Moreno Canoves y Ruiz Marco al
señalar que el conocimiento ha de ser ‘previo o simultáneo’, introduciendo una nota de
alternatividad donde debe presidir la exclusividad en la actualidad del elemento intelectual del
dolo”.
57 Plantean este problema RODRÍGUEZ VILLAR, Pacífico - BERMEJO, Mateo G., Prevención del
lavado de dinero en el sector financiero, p. 284; y BARRAL, Jorge E., Legitimación de bienes
provenientes de la comisión de delitos, p. 220.
58 Así, en la doctrina nacional, BARRAL, Jorge E., Legitimación de bienes provenientes de la
comisión de delitos, p. 220. Es también una preocupación recurrente en la literatura jurídica
española. Cfr., al respecto, ÁLVAREZ PASTOR, Daniel - EGUIDAZU PALACIOS, Fernando, La
prevención del blanqueo de capitales, Aranzadi Editorial, Pamplona, 1998, p. 248, y FRIGOLA,
J. - ESCUDERO, J. F. - GANZENMÜLLER, C., “De la receptación y otras conductas afines”, en
ESCUDERO, J. F. - GARCÍA, M. C. - FRIGOLA, J. - JUAN, J. - MARTELL, C. - GANZENMÜLLER,
C. - JUFRESA, F. P., Delitos societarios, de la receptación y contra la hacienda pública, Bosch,
Barcelona, 1998, p. 245.
59 Ciertamente, la circunstancia de admitir la compatibilidad de la figura con el dolo eventual,
morigera esta dificultad probatoria en la medida en que su demostración exigirá menos
esfuerzos que la relativa al conocimiento preciso y acabado de la existencia del delito previo. De
cualquier manera, y desde una perspectiva procesal, existe consenso en apelar a la prueba
indiciaria como método de comprobación de los hechos internos. Como lo ha sostenido, con
todo corrección, Manuel JAÉN VALLEJO: “[...] el dolo requiere, al menos, un conocimiento por
parte del acusado de lo que hizo, es decir, recae sobre un objeto que, en palabras de Hassemer,
se esconde detrás de un muro, detrás de la frente de una persona, luego, para su averiguación, es
necesaria una inferencia a partir de circunstancias externas, como en la prueba indiciaria. Así, el
Tribunal Supremo (de España), en su sentencia del 23/4/1992 [...] dice que ‘cuando no existe
prueba directa, de un concreto estado de la conciencia o de la voluntad, ha de acudirse a la
denominada prueba de indicios o presunciones, para a través de unos datos o circunstancias
exteriores completamente acreditados inferir la realidad de este estado de espíritu del autor del
hecho, necesario para la incriminación del comportamiento de que se trate’[...]” (cfr. La prueba
en el proceso penal, Ad-Hoc, Bs. As., 2000, pp. 108/109).
60 Cfr. BARRAL, Jorge E., Legitimación de bienes provenientes de la comisión de delitos, p.
222.
61 Con respecto al error de prohibición, Cfr. BARRAL, Jorge E., Legitimación de bienes
provenientes de la comisión de delitos, pp. 224/225. En la doctrina española, con amplitud, cfr.
BLANCO CORDERO, Isidoro, El delito de blanqueo de capitales, ob. cit., pp. 405/418.
62 Similar concepto elaboran MUÑOZ CONDE, Francisco - GARCÍA ARÁN, Mercedes, Derecho
penal. Parte general, Tirant lo Blanch, Valencia, 1993, p. 252.
63 Así, BUSTOS RAMÍREZ, Juan - HORMAZÁBAL MALARÉE, Hernán, Lecciones de Derecho
penal, t. II, p. 246.
64 Así, SANCINETTI, Marcelo, Sistema de la teoría del error en el Código Penal argentino,
Hammurabi, Bs. As., 1990, p. 3.
65 Así lo admite DONNA, Edgardo A., Derecho penal. Parte especial, ob. cit., p. 541.
66 Tomamos la caracterización realizada por MIR PUIG, Santiago, Derecho penal. Parte
general, 5ª ed., Tecfoto S.L., Barcelona, 1998, p. 254.
67 Tal es lo que sucede, igualmente, en la legislación brasileña en donde, el blanqueo es sólo
doloso. Refiere, en tal sentido, CALLEGARI, André L. (“El delito [...]”, ob. cit., p. 290): “Las
consecuencias jurídicas del error de tipo se encuentran en el artículo 20 CP; si el autor
desconoce uno de los elementos constitutivos del tipo habrá siempre la exclusión del dolo,
quedando la posibilidad de la comisión imprudente si el error fuera vencible y cuando haya
previsión de ésta. Ocurre que en la ley de blanqueo no hay previsión imprudente; luego, si hay
un error vencible, el autor quedará impune. Esto porque [...] el legislador en Brasil no ha
previsto la hipótesis de impudencia, lo que significa que en los supuestos de error vencible de
tipo el sujeto deberá quedar impune”. No sucede lo mismo en la legislación española que, de
manera específica, ha legislado la criminalidad imprudente de esta forma delictiva. Por eso,
expresa BLANCO CORDERO que: “Respecto del blanqueo de capitales del artículo 301, el error
que recaiga sobre los hechos constituirá el error regulado en el artículo 14 número 1, cuyo
tratamiento equivale al error de tipo: si es invencible excluye la responsabilidad penal, y si es
vencible, atendidas las circunstancias del hecho y a las personales del autor, la infracción será
castigada, en su caso, como imprudente [...]” (cfr. “El delito [...]”, ob. cit., p. 390).
68 De acuerdo con esa tesis BARRAL, Jorge E., Legitimación de bienes provenientes de la
comisión de delitos, p. 223.
69 Cfr. BUSTOS RAMÍREZ, Juan - HORMAZÁBAL MALARÉE, Hernán, Lecciones de Derecho
penal, t. II, p. 254.
70 Así, BARRAL, Jorge E., Legitimación de bienes provenientes de la comisión de delitos, p.
223.
71 Como correctamente sostiene CAFFERATA NORES, José Ignacio (cfr. Proceso penal y
Derechos humanos, Editores del Puerto, Bs. As., 2000, pp. 71/72): “Este principio significa que
no se podrá penar como culpable (ni mucho menos se podrá tratar como tal durante el proceso
penal) a quien no se le haya probado previamente su culpabilidad en una sentencia firme dictada
luego de un proceso regular y legal; que si la acción es pública, esa prueba deben procurarla con
esfuerzo y seriedad, no los jueces, sino los órganos estatales encargados de la preparación,
formulación y sostenimiento de la acusación [...]; que el imputado no tiene —ni, por lo tanto, se
le puede imponer— la carga de probar su inocencia (ni de las circunstancias eximentes o
atenuantes de su responsabilidad penal que pueda invocar); y que si la acusación no se prueba
fehacientemente por obra del Estado, el acusado debe ser absuelto” (el énfasis nos pertenece).
72 Cfr. BARRAL, Jorge E., Legitimación (...), pp. 223/224.
73 Cierta doctrina extiende el ámbito de esta discusión a los casos de error sobre una norma
penal en blanco. En tal sentido coincidimos con la apreciación de Klaus TIEDEMANN cuando
afirma que: “Queda por aclarar si existe diferencia de las leyes penales en blanco en relación a
los elementos normativos del tipo penal que remiten a leyes extrapenales, por ejemplo, al
Código Civil cuando el art. 514 del Código Penal habla de ‘cosas ajenas’ al definir el hurto. Al
respecto, la doctrina y la jurisprudencia alemanas suelen reconocer que el autor actúa con dolo
únicamente cuando conoce la valoración extrapenal; es decir que forma parte del tipo penal no
solamente el contenido sino también la existencia de la norma extrapenal. No es muy claro por
qué debe tratarse de manera diferente el caso de los elementos normativos y el de la norma
penal en blanco (más ‘abierta’ que un tipo penal con elementos normativos). Sobre todo, si el
contenido penal de la ley en blanco, sin considerar la regulación extrapenal, se presenta como
bastante neutral [...] para dar al tipo un carácter de injusto típico conviene introducir y mantener
en él la existencia de la valoración extrapenal. Sólo conociendo esta valoración, el autor de la
acción neutral o socialmente útil ‘per se’ puede recibir el ‘impulso’ moral para reconocer el
carácter injusto de su actuar. Así y contra la opinión dominante en Alemania, se debe admitir
que las cuestiones relativas al dolo y al error deben ser tratadas de igual manera tanto respecto a
las leyes penales en blanco como a los tipos penales con elementos normativos” (Cfr. Parte
general del Derecho penal económico, en el sitio web Derecho Penal, disponible desde
http://www.unifr.ch/derechopenal/anuario/93/tie93.htm-).
74 En literatura jurídica alemana, para una exposición sobre el estado de la cuestión (aún
cuando con una postura discrepante a la sostenida en el texto) puede consultarse, con gran
provecho, a MAIWALD, Manfred, Conocimiento del ilícito y dolo en el Derecho penal tributario,
Ad-Hoc, Bs. As. 1997, pp. 19/24.
75 Así lo describe —aun cuando críticamente— SILVESTRONI, Mariano H., Teoría
constitucional del delito, ob. cit., p. 226: “El error de derecho sobre un elemento normativo del
tipo es denominado por la doctrina error de subsunción y se lo trata con las reglas del error de
prohibición”.
76 Cfr. PREZA RESTUCCIA, Darío - ADRIASOLA, Gabriel - GALAIN, Pablo, Delitos económicos,
ob. cit., p. 123.
77 Cfr. MUÑOZ CONDE, Francisco, El error en Derecho penal, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe,
2003, p. 125. De la misma opinión, BLANCO CORDERO, Isidoro, El delito de blanqueo de
capitales, pp. 400/401: “[...] en el caso de los elementos normativos, el error de subsunción
recae sobre un elemento del tipo, por eso los problemas que se plantean en relación con alguno
de tales elementos han de solucionarse primeramente en el ámbito del tipo”.
78 Cfr. MUÑOZ CONDE, Francisco, El error en derecho panal, ob. cit., p. 126. Y enseguida, el
autor agrega: “Hoy por hoy, parece inevitable, ante la complejidad de la normativa extrapenal
que disciplina estos sectores, a la que necesariamente se tienen que remitir los tipos penales para
caracterizar los comportamientos prohibidos, considerar como error excluyente del dolo y, con
ello, de responsabilidad penal, si no existe la correspondiente previsión del delito imprudente,
todo error sobre elementos normativos [...] contenidos en los tipos legales de los respectivos
delitos”. Como se podrá apreciar, hay aquí cierto retorno a la vieja categoría del error de
derecho extrapenal, que era caracterizado por la doctrina como una forma de error de hecho
(cfr., en nuestra doctrina, DE LA RÚA, Jorge, Código Penal Argentino. Parte general, 2ª ed.,
Depalma, Bs. As., 1997, p. 491).
79 Cfr. CALLEGARI, André L., El delito en derecho penal, ob. cit., p.291.
CAPÍTULO SEGUNDO
80 Cfr. MÉNDEZ RODRÍGUEZ, Cristina, “Hacia la internacionalización del Derecho penal”, en
VERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE, Ignacio - SANZ MULAS, Nieves (Coordinadores), Derecho
penal de la democracia vs. Seguridad pública, Comares, Granada, 2005, p. 33.
81 Por lo tanto, no analizaremos ni la tipificación de crímenes internacionales realizada por el
Estatuto de Roma ni lo relativo a la instrumentación de la Corte Penal Internacional. Sobre estos
aspectos, el lector puede consultar AMBOS, Kai, La parte general del Derecho penal
internacional. Bases para una elaboración dogmática, Coedición Duncker & Humblot (Berlín)
- Temis (Bogotá) y Konrad Adenauer Stiftung (Oficina Uruguay), Montevideo, 2005; del
mismo autor, “Implementación del Estatuto de Roma en la legislación nacional”, en AMBOS /
MALARINO, Persecución penal nacional de crímenes internacionales en América Latina y
España, coedición Instituto Max Planck de Derecho Penal extranjero e internacional (Friburgo)
y Konrad Adenauer Stiftung (Oficina Uruguay), Montevideo, 2003, pp. 25/31.
82 Tomamos la distinción que realiza SIEBER, Ulrich, “Estado de la evolución y perspectivas
del Derecho penal europeo”, en AA.VV., Hacia un Derecho penal económico europeo.
Jornadas en honor del Profesor Klaus Tiedemann, Boletín Oficial del Estado, Madrid, 1995, p.
602. Por su parte, informa ORMAZABAL SÁNCHEZ, Guillermo, Espacio penal europeo y mutuo
reconocimiento. Perspectivas Alemana y Española, Marcial Pons, Madrid, 2006, p. 24, nota Nº
11 que, en la misma doctrina alemana, Schünemann unifica ambas categorías de criminalidad
bajo la rúbrica genérica de “delitos europeos” (Europa-Delikte), es decir: “tipos delictivos
creados por la Unión Europea relativos a bienes jurídicos propios (por ejemplo los delitos
contra sus intereses financieros, es decir, su propio presupuesto, los realizados por sus
funcionarios en el ejercicio de sus cargos, etc.), o ser relativos a conductas que tienen lugar en
varios Estados (Grenzüberschreitende Tathandlungen)”.
83 La descripción de estos dos ámbitos, en modo alguno —y tal cual lo señalaremos en el
texto— presupone, de nuestra parte, afirmar la similitud entre ambos modelos comunitarios. Se
trata, por el contrario, de una selección que tiene como propósito —además de lo meramente
informativo— justamente poner en contraste las innegables distancias entre la Comunidad
Europea y el Mercosur.
84 Antes del inicio de este proceso no debe pensarse que, el Derecho comunitario, no tuvo
incidencia sobre el Derecho penal nacional. Por el contrario —y aun cuando no significara una
transferencia de competencia legislativa a favor de la comunidad— la bibliografía venía
señalando esta influencia, en particular con respecto a la integración de los tipos penales
nacionales que contienen elementos normativos o se configuran como tipos penales en blanco.
Al respecto, GIUDICELLI - DELAGE, Geneviève, Droit pénal des affaires, deuxième édition,
Dalloz, Paris, 1994, p. 25, luego de distinguir conceptualmente el reenvío interno del externo,
caracterizaba a este último de la siguiente manera: “La sanction est determinée dans un texte et
il est renvoyé à un autre texte pour la définition de l’incrimination. Ce texte peut étre une loi, un
décret, une convention internationale, ou un règlement communautaire”. En general, sobre esta
técnica de reenvío a normas comunitarias, cfr. REYNA ALFARO, Luis Miguel, Fundamentos de
Derecho penal económico, Ángel Editor, México, 2004, pp. 95/103.
85 Cfr. HIRSCH, Hans Joachim, “Cuestiones acerca de la armonización del derecho penal y
procesal penal en la Unión Europea”, en AA.VV., Estudios sobre justicia penal. Homenaje al
Profesor Julio B. J. Maier, Ediciones del Puerto, Bs. As., 2005, p. 657.
86 En la doctrina alemana hay consenso respecto al carácter contravencional de estas multas.
Así, DANNECKER, Gerhard, “Sanciones y principios de la parte general del Derecho de la
competencia en las comunidades europeas”, en AA.VV., Hacia un derecho penal económico
europeo. Jornadas en honor del Profesor Klaus Tiedemann, Boletín Oficial del Estado, Madrid,
1995, p. 546. Desde nuestra perspectiva, tal circunstancia no empaña la naturaleza penal de
esta protección en atención a la inexistencia de diferencias ontológicas o cualitativas entre
infracción contravencional y delictual. En todo caso, se trata de una mayor o menor intensidad
en la tutela —derivada, a su vez, de la mayor o menor gravedad de la sanción— que no alcanza
para borrar su claro contenido punitivo. Al respecto, cfr. CESANO, José D., La responsabilidad
penal de la persona jurídica y el Derecho Comunitario: un caso de tensión constitucional (a
propósito de los artículos 2° y 4° del Protocolo de Defensa de la Competencia del Mercosur),
Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, t. LVII, Madrid, 2004, p. 398.
87 Refiere JAÉN VALLEJO, Manuel (cfr. “El espacio judicial común europeo y la unificación del
derecho penal y procesal penal en Europa: El Corpus Juris Europeo”, en Crimen y castigo,
Cuaderno del Departamento de Derecho Penal y Criminología de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Buenos Aires, Año I, Nº 1, agosto de 2001, Depalma, Bs. As., p. 75) que, desde
hace tiempo y a partir de las investigaciones de Klaus TIEDEMANN, se viene advirtiendo que “la
posibilidad de obtener una prestación sin contrapartida, y con un control muchas veces
insuficiente, convierte a la subvención en un factor criminógeno por sí mismo. Y es que las
dificultades en el control de las subvenciones y ayudas públicas no es fácil, pues hay numerosas
entidades y personas beneficiarias, tanto en el ámbito industrial como en el agrario, donde las
ayudas de algunos de los fondos comunitarios pueden llegar al millón de agricultores. Hay un
caso que tuvo en su momento una gran importancia en la comunidad, el ‘caso del maíz griego’.
En 1986 fueron exportadas desde Grecia hasta Bélgica 20.000 toneladas de maíz, declarando los
responsables que se trataba de maíz de origen griego, cuando, en realidad, se trataba de maíz
procedente de Yugoslavia, por lo cual la exportación no quedó sujeta al correspondiente arancel
aduanero. A pesar de los apremios realizados desde la comisión al gobierno de Grecia para que
fueran iniciados los correspondientes procedimientos sancionadores ante este caso claro de
fraude al arancel agrícola comunitario, éstos no se produjeron, por lo cual finalmente la
comisión acudió al Tribunal de Justicia de la Comunidad, que en su sentencia de 21 de
setiembre de 1989, ante la inactividad del gobierno de Grecia, y sobre la base de lo dispuesto
por el artículo 5º del Tratado de la Comunidad Europea, relativo a la asimilación de la
protección de los intereses de la Comunidad a la que corresponde a los intereses nacionales,
afirmó que la protección de esos intereses comunitarios debía ser disuasiva, proporcionada y
eficaz”.
88 En virtud de esto, el legislador alemán, en 1998, modificó el parágrafo 264 del StGB,
referido a ese delito. Lo propio sucedió en España con los tipos delictivos previstos por el
artículo 308 del Código Penal. Sobre esta última previsión, cfr. JAÉN VALLEJO, Manuel, “La
protección penal en el ámbito de las subvenciones”, en BACIGALUPO, Enrique (Director),
Derecho penal económico, Hammurabi, Bs. As., 2000, pp. 348 y ss.
89 Cfr. PERRON, Walter, “Perspectivas de la unificación del derecho penal y del derecho
procesal penal en el marco de la Unión Europea”, en AA.VV., Estudios sobre justicia penal.
Homenaje al Profesor Julio B. J. Maier, Ediciones del Puerto, Bs. As., 2005, p. 733.
90 Al respecto, cfr. JAÉN VALLEJO, Manuel, “El espacio judicial (...)”, pp. 89 y ss.
91 Cfr. BACIGALUPO, Enrique, “El ‘Corpus Juris’ y la tradición de la cultura jurídico-penal de
los EE. MM. de la Unión Europea”, en Hacia el nuevo Derecho penal, Hammurabi, Bs. As.,
2006, p. 753. El principio de asimilación supone que los Estados miembros deben adoptar con
relación al fraude que afecta a los intereses financieros de la Comunidad, las mismas medidas
que adoptan para combatir el fraude que afecta a los intereses nacionales. Al respecto, cfr.
MÉNDEZ RODRÍGUEZ, Cristina, “Hacia la internacionalización (...)”, ob. cit., p. 55.
92 Los Estados que integran el Mercosur son: Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. En 1998,
a través del Protocolo de Ushuaia, Bolivia y Chile suscribieron un compromiso democrático con
los Estados originarios del Mercosur, por medio del cual los seis países reconocen que la
vigencia de las instituciones democráticas es condición indispensable para la existencia y
desarrollo de los procesos de integración y que toda alteración del orden democrático constituye
un obstáculo inaceptable para la continuidad del proceso de integración regional. En la
actualidad, junto a Bolivia y Chile, también revisten carácter de asociados: Colombia, Ecuador,
Perú y Venezuela.
93 Cfr. VENTURA, Deisy, Las asimetrías entre el Mercosur y la Unión Europea. Los desafíos de
una asociación interregional, Edición Konrad Adenauer Stiftung (Oficina Uruguay),
Montevideo, 2005, p. 54.
94 Cfr. Ibídem, p. 54.
95 Cfr. SPOLANSKY, Norberto E., “Integración regional y delitos económicos”, en AA.VV.,
Teorías actuales en el Derecho penal, Ad-Hoc, Bs. As., 1998, p. 462.
96 Previo a describir tales normas, analizaremos, brevemente, el proceso de formación de las
mismas. Veamos: a) según el artículo 1° del Protocolo de Ouro Preto, la estructura institucional
del Mercosur contará con los siguientes órganos: Consejo del Mercado Común, Grupo Mercado
Común, Comisión de Comercio del Mercosur, Comisión Parlamentaria Conjunta, Foro
Consultivo Económico-Social y Secretaría Administrativa del Mercosur; b) a su vez, en el seno
de la Comisión de Comercio del Mercosur, fueron creados cuatro comités técnicos encargados
de identificar los problemas y, a partir de ese diagnóstico, proyectar las alternativas que la
Comisión eleve mediante Propuestas al Grupo Mercado Común (órgano ejecutivo del
Mercosur) para que éste dicte las correspondientes Resoluciones, obligatorias para los Estados
Partes; c) con relación al marco regulatorio de la competencia funcionaron cuatro comités
técnicos; a saber: el N° 4, sobre “Políticas públicas que distorsionan la competitividad”; el N° 5,
de “Defensa de la competencia”; el N° 6, sobre “Prácticas desleales y salvaguardias” y el
Comité técnico N° 7 de “Defensa del Consumidor”, y d) precisamente, en el ámbito del Comité
Técnico N° 5, se analizaron las discordancias legislativas de los derechos nacionales en esta
materia, concordándose en que las pautas generales de armonización debían ser implementadas
como Protocolo; documento que se suscribe en Fortaleza el 16 de Diciembre de 1996. Al
respecto, cfr. SCHURMANN PACHECO, Rodolfo - PEREIRA SCHURMANN, Jorge, “La protección
jurídico-penal de la competencia en el Mercosur”, en BAIGÚN, David - DA ROCHA, Joaquín P.
(Coordinadores), Delitos económicos en la esfera del mercosur, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe,
1999, pp. 135 y ss.
97 Cfr. SPOLANSKY, Norberto E., “Integración regional y delitos económicos”, pp. 463/464.
98 Tempranamente, y a partir de la experiencia del Corpus Juris, BACIGALUPO, Enrique (cfr.
“El ‘Corpus Juris’ [...]”, ob. cit., p. 757), ha reparado en esta cuestión: “A partir de este
momento, es preciso abrir una nueva discusión sobre el modo legislativo de llevarlo a cabo. El
Derecho penal tiene exigencias derivadas del principio de legalidad, entendido como una
consecuencia del principio democrático, que es necesario estudiar con especial cuidado, dado
que las fuentes tradicionales del Derecho comunitario pueden ofrecer algunas reservas [...]”.
99 Cfr. DONINI, Massimo, “Escenarios del Derecho Penal en Europa a principios del siglo
XXI”, en MIR PUIG, Santiago - CORCOY BIDASOLO, Mirentxu (Directores) - GÓMEZ MARTÍN,
Víctor (Coordinador), La política criminal en Europa, Atelier, Barcelona, 2004, p. 44. El autor
equipara la situación actual del derecho europeo con los ordenamientos medioevales: “Este
movimiento centrífugo se inserta en el marco de una nueva trama de particularismo y
universalismo que recuerda en algunos aspectos a la Edad Media del Derecho. Resurge la
pluralidad de ordenamientos jurídicos vigentes junto a los estatales: los ordenamientos se
atraviesan entre sí continuadamente. El statutum (ley de la ciudad, derecho ‘especial’) es el
derecho nacional, la lex (universalis, del emperador) es la supranacionalidad (comunitaria o
internacional) y todo ello conforma conjuntamente un nuevo ius proprium” (cfr. “¿Una nueva
edad media penal? Lo viejo y lo nuevo en la expansión del Derecho penal económico”, en
TERRADILLOS BASOCO, Juan M. - ACALE SÁNCHEZ, María (Coordinadores), Temas de Derecho
Penal Económico. III Encuentro Hispano-Italiano de derecho Penal Económico, Trotta,
Madrid, 2004, p. 209). Para una descripción similar, cfr. PÉREZ LUÑO, Antonio E., La
universalidad de los derechos humanos y el Estado constitucional, Universidad Externado de
Colombia, Bogotá, 2002, p. 62.
100 Dispone el artículo 24 de la Constitución Alemana: “1. Podrá la Federación transferir por
ley derechos de soberanía a instituciones internacionales. 1. En la medida en la que los Estados
regionales sean competentes para el ejercicio de las competencias estatales y para llevar a cabo
las tareas del Estado, podrán, con la conformidad del Gobierno Federal, transferir derechos de
soberanía a instituciones transfronterizas. 2. La Federación podrá encuadrarse en un sistema de
seguridad colectiva y recíproca para la salvaguardia de la paz y consentirá con este motivo las
limitaciones a sus derechos de soberanía que sean susceptibles de conducir a un orden pacífico y
duradero en Europa y entre los pueblos del mundo y de garantizar dicho orden. 3. La Federación
se adherirá, para la solución de conflictos internacionales, a los convenios sobre una jurisdicción
de arbitraje internacional de ámbito general y de carácter obligatorio” (Para el texto de la
Constitución, cfr. Constituciones de los Estados de la Unión Europea, edición a cargo de
Francisco Rubio Llorente y Mariano Daranas Peláez, Ariel, Barcelona, 1997, pp. 3 y ss.).
101 Cfr. SIEBER, Ulrich, “Estado de la evolución (...)”, ob. cit., p. 612.
102 Mutatis mutandi, SIEBER, Ulrich, “Estado de la evolución (...)”, ob. cit., p. 613.
103 Cfr. SIEBER, Ulrich, “Estado de la evolución (...)”, ob. cit., p. 613. Sobre la aplicabilidad,
respecto del Derecho penal administrativo, de todo el sistema de garantías constitucionales
diseñadas para el Derecho penal delictual, cfr. CESANO, José D., Estudios sobre la
responsabilidad penal de la persona jurídica. Formulaciones teóricas, realizaciones normativas
y Derecho comunitario en el ámbito de la criminalidad económica, Ediar, Bs. As., 2006, pp.
54/60.
104 Cfr. CARRIZO ADRIS, Gustavo, “El desarrollo del derecho de la competencia en el
Mercosur”, en Revista Latinoamericana de Derecho, Año II, N° 3, enero - junio de 2005.
Hemos utilizado la versión electrónica de este trabajo disponible desde
http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/revlad/cont/3/cnt/cnt1.pdf .
105 Cfr. CESANO, José D., La responsabilidad penal (...), pp. 394/400. También, Estudios sobre
la reforma al régimen, pp. 133/143. Recientemente, cfr. LASCANO, Carlos J., “La cuestión de la
responsabilidad penal de las personas jurídicas en sí mismas”, en AA.VV., Reforma penal y
política criminal. La codificación en el estado de derecho, Ediar, Bs. As., 2007, pp. 357/360.
106 Al respecto, cfr. Portal oficial del Mercosur:
http://www.mercosur.int/msweb/principal/contenido.asp.
107 Una de las razones por las cuales, Argentina, todavía no decidió la incorporación parece
vincularse con lo relativo a la instancia de apelación frente a sanciones impuestas por infracción
a las disposiciones del Protocolo. La afirmación anterior la inferimos, entre otros documentos
comunitarios, del memorandum que sintetiza la posición de Paraguay frente a este tema (cfr.
Mercosur/LXXXII CCM/DI N° 02/06).
108 Como lo expresa VENTURA, Deisy, Las asimetrías (...), p. 198: “Según la Constitución, los
tratados internacionales siempre deben ser incorporados al ordenamiento interno. El proceso de
transposición es complejo y comprende tres fases: la firma y la conclusión del acuerdo, a cargo
del Poder Ejecutivo (artículo 99, inciso 11), la aprobación del tratado por el Poder Legislativo
(artículo 75, incisos 22 y 24), y finalmente la ratificación del tratado, mediante la cual el Poder
Ejecutivo confirma su intención de conferir fuerza obligatoria a ese instrumento. [...]. De
acuerdo con el inciso 24 del artículo 75 de la Constitución, los tratados de integración
concluidos con países de América Latina deben ser aprobados por mayoría absoluta de los
miembros de cada Cámara del Congreso”.
109 Cfr. PEROTTI, Alejandro Daniel, Habilitación constitucional para la integración
comunitaria. Estudio sobre los Estados del Mercosur, t. II: Uruguay y Argentina, Coedición
Universidad Austral y Konrad Adenauer Stiftung (Oficina Uruguay), Montevideo, 2004, p. 894.
En la opinión de Germán José BIDART CAMPOS, el control de compatibilidad constitucional
debería efectuarse con carácter previo a la incorporación. Ello así por cuanto, producida ésta
sería de aplicación el principio del venire contra factum proprium non valet: “Tampoco es
coherente que un Estado que se hace parte de un tratado, después que se ha hecho parte y que lo
ha incorporado a su Derecho interno porque ha querido, de acuerdo a los mecanismos que su
Derecho interno habilita, venga a encontrarle las incompatibilidades con el Derecho interno que
de acuerdo al Derecho internacional siguen dejando pendiente la responsabilidad del Estado en
el caso de que el tratado no se cumpla” (cfr. Los tratados de integración. Derecho comunitario
versus derecho interno. Primacía o no de la Constitución, Academia Nacional de Ciencias
Morales y Políticas, 1995, p. 9). La opinión de tan prestigioso autor pareciera limitar el control
de constitucionalidad de las normas de integración a la instancia legislativa (esto es, al momento
de la incorporación [o no] del tratado). Por nuestra parte consideramos que este control también
es posible a través de la instancia judicial y cuando ya se produjo aquélla. Coincidimos, pues,
con la apreciación realizada por DROMI SAN MARTINO, Laura, Derecho constitucional de la
integración, Coedición Marcial Pons —Ciudad Argentina— Servicio de publicaciones de la
Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, Madrid - Buenos Aires, 2002, p. 491, en
el sentido que: la cláusula de supremacía exige, para su eficacia, “la existencia de un sistema
que garantice la defensa de la Constitución y se oriente al control de la constitucionalidad. En
este sentido, el principio de primacía concluye que aquellas normas o actos violatorios de la
Constitución carecen de validez o, lo que es equivalente, que corresponde categorizarlos como
inconstitucionales o anticonstitucionales. No obstante, esta afirmación en abstracto se hace
patente a través del remedio exacto para defender y restablecer la primacía alterada. Ello así, el
concepto de primacía abre camino al del control de constitucionalidad” que encarna, en nuestro
modelo institucional, el Poder Judicial. Para nuestra posición al respecto, cfr. CESANO, José
Daniel, Estudios (...), pp. 139/140.
110 Nos referimos al artículo 5°, apartado 3°, de la Convención Americana de Derechos
Humanos que, en tanto recepta el principio de personalidad de la pena, termina por consagrar el
principio de culpabilidad. Repárese que, a partir de la reforma constitucional de 1994, el Pacto
de San José de Costa Rica tiene, en nuestro sistema positivo, jerarquía constitucional (artículo
75, inciso 22, 2ª cláusula, CN).
111 Sobre estos aspectos, cfr. CESANO, José Daniel, Estudios (...), ob. cit., pp. 136/139.
LASCANO, Carlos J., “La cuestión (...)”, ob. cit., p 359.
112 La bibliografía sobre este tema es muy abundante. Entre otros, pueden consultarse los
trabajos de ZAFFARONI, Eugenio Raúl, “En torno al concepto de ‘crimen organizado’ ”, y
LLERENA, Patricia Marcela, “Criminalidad organizada transnacional y finanzas”; publicados
ambos en VIRGOLINI, Julio E. S.- SLOKAR, Alejandro (coordinadores), Nada personal...
Ensayos sobre crimen organizado y sistema de justicia, Depalma, Bs. As., 2001, pp. 9/15 y
209/219, respectivamente.
113 Así, CASTALDO, Andrea, “Criminalidad organizada y mercado económico - financiero”, en
YACOBUCCI, Guillermo J. (Coordinador), El crimen organizado. Desafíos y perspectivas en el
marco de la globalización, Ábaco, Bs. As., 2005, p. 290.
114 Cfr. CASTALDO, Andrea, “Una introducción al problema”, en El crimen organizado (...), ob.
cit., p. 275. De igual opinión es TERRADILLOS BASOCO, Juan, “Sistema penal y criminalidad
internacional”, en NIETO MARTÍN, Adán (Coordinador), Homenaje al Dr. Marino Barbero
Santos. In memoriam, t. I, coedición Universidad Castilla - La Mancha y Universidad de
Salamanca, Cuenca, 2001, pp. 2/3 (apartado del autor), quien expresa: “Ante la necesidad de
definición de un contexto valorativo desde el que proyectar la construcción del sistema penal, se
puede partir del dato de que la delincuencia transnacional propia del proceso globalizador en
que nos encontramos inmersos es, básicamente, delincuencia económico-empresarial
organizada. En efecto, tanto el Derecho interno como los Convenios internacionales recogen
manifestaciones de criminalidad transnacional cuyo denominador común es la orientación,
objetiva y subjetiva, a la obtención del lucro. Quizá pueda apuntarse, como excepción, la
delincuencia terrorista, generalmente incluida bajo la misma rúbrica [criminalidad organizada],
pero lo cierto es que el terrorismo mercenario participa de los mismos caracteres, y el
estrictamente político, por sus fines, presenta elementos específicos que aconsejan su
tratamiento separado.”
115 Cfr. TERRADILLOS BASOCO, Juan M., Sistema penal (...), p. 3. BALCARCE, Fabián I., por su
parte, caracteriza a la delincuencia globalizada como criminalidad económica (en sentido
amplio) o, en todo caso, lucrativa (cfr. Derecho penal económico. Parte general, t. I,
Mediterránea, Córdoba, 2003, p. 94).
116 Cfr. TERRADILLOS BASOCO, Juan M., Sistema penal (...), p. 6.
117 Para una valoración general respecto a la Orden de Detención y Entrega Europea, cfr.
GÓMEZ CAMPELO, Esther, “Los derechos individuales en el procedimiento de extradición y en
la Orden Europea de Detención y Entrega”, en Anuario de Derecho Constitucional
Latinoamericano, año 12, t. II, Konrad Adenauer Stiftung (Oficina Uruguay), Montevideo,
2006, pp. 995/999.
118 Se trata de un catálogo amplísimo previsto por el artículo 2.2. de la Decisión Marco. En el
ámbito del Mercosur, en nuestra opinión, no se verifica esta problemática (prescindencia de la
doble tipicidad) en lo que concierne a la cooperación de tercer grado. Al respecto, vid infra, N°
III.
119 Reproducido por ORMAZABAL SÁNCHEZ, Guillermo, Espacio penal europeo (...), p. 107.
120 Cfr. ORMAZABAL SÁNCHEZ, Guillermo, Espacio penal europeo (...), ob. cit., p. 138. Esta
opinión también ha sido sostenida por el Tribunal Constitucional Federal Alemán, en sentencia
de fecha 18 de julio de 2005, en vinculación con la ley alemana de transposición de la Orden
Europea de Detención: “el derecho primario de la Unión Europea se ocupa en el art. 6º de su
Tratado Constitutivo de la cuestión de la homogeneidad de estructuras entre los Estados
Miembros. La pura existencia de dicho precepto, de uno de los principios estructurales que
aseguran el mecanismo de sanciones (art. 7º del Tratado), y de un estándar sobre la protección
de los derechos humanos común a toda Europa, que toma como base la Convención Europea
para la protección de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, no justifica en
modo alguno admitir que entre las estructuras del Estado de Derecho de cada Estado miembro
exista una efectiva sincronización que haga superfluo un examen caso por caso (de las
peticiones de extradición). En este sentido, no cabe debilitar la garantía constitucional de los
derechos fundamentales a través de la introducción de un estricto principio de mutuo
reconocimiento ni de la amplia confianza recíproca entre Estados, derivada de aquel
principio” (citado por ORMAZABAL SÁNCHEZ, G., Espacio penal europeo, ob. cit., p. 135).
121 Comulga con esta apreciación,TIEDEMANN, Klaus, “La armonización del derecho penal en
los Estados miembros de la Unión Europea”, en Cuadernos de doctrina y jurisprudencia penal,
Año III, Nº 7, Ad-Hoc, Bs. As., 1997, p. 54: “Son susceptibles de armonización no tanto los
ordenamientos jurídico-penales y los códigos penales en su conjunto como algunos ámbitos o
sectores individuales, cuya equiparación jurídica supera la división tradicional en parte especial
y parte general y abarca también al Derecho penal en un sentido más amplio, incluyendo las
sanciones administrativas y el Derecho procesal”.
122 Así, DELMÁS MARTY, Mireille, “Del Derecho penal a la política criminal”, en ILANUD,
Revista del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del delito y el
tratamiento del delincuente, Año 11, Nº 26, Bs. As., 2002, p. 80, expresa: “La armonización es
un arte difícil que no sólo supone el acercamiento entre los sistemas sino también el hacerlos
compatibles unos con otros, hecho que da la idea de armonía [...]”. De la misma opinión,
PERRON, Perspectivas de la unificación (...), ob. cit., p. 741, quien refiere: “Tan necesaria es
una equiparación recíproca de las normas penales y procesal-penales de los Estados miembros
de la Unión Europea como difícil su realización práctica”.
123 Este problema no se verifica en los Estados miembros del Mercosur, en tanto todos se
corresponden con la tradición jurídica europeo continental.
124 Cfr. HIRSCH, Hans J., Cuestiones acerca (...), ob. cit., p. 668. Si estas dificultades ya se
aprecian respecto de una tentativa para la armonización sectorial del Derecho penal económico,
con más razón se advertirá con relación a otras formas de criminalidad común. En tal sentido, el
mismo HIRSCH, nos previene que: “[...] también al interior de los Estados europeo-continentales
existen diferencias notables [...] sobre todo por motivos culturales, entre, por ejemplo, el
derecho penal francés y el desarrollado en la mayoría de los demás Estados europeos (piénsese
en parte del derecho penal sexual, el derecho penal de interrupción del embarazo y en la
protección penal del matrimonio y la familia)” (ob. cit., p. 668).
125 Para un marco teórico respecto de ambos principios, cfr. CESANO, José Daniel, “La
incorporación del principio de oportunidad en la legislación penal Argentina: Sugerencias para
la construcción de un modelo”, en Evitando y humanizando el castigo, Ediciones Jurídicas
Cuyo, Mendoza, 2003, pp. 23/40.
126 Como principio general, el sistema penal argentino se basa en el principio de legalidad
procesal (artículo 71 del Código Penal). Por su parte, el Código Procesal Penal de Paraguay
(1998), en su artículo 19 establece criterios de oportunidad; lo que, de verificarse, tienen como
efecto la extinción de la acción penal en relación al partícipe a cuyo favor se dicte (artículo 20).
No obstante ello, y retomando la situación en Argentina, debe destacarse que existen
legislaciones de Estados provinciales (por ejemplo: Mendoza, Buenos Aires, etc.) cuyas leyes
de enjuiciamiento locales, directamente incorporaron estos criterios. La cuestión —en orden a
las competencias legislativas en esta materia (esto es: si corresponden al Estado federal o a las
provincias)— no es pacífica. Para nuestra opinión, cfr., CESANO, José D., “De nuevo sobre las
competencias constitucionales en torno a las facultades legislativas sobre la disponibilidad de la
acción procesal penal”, Revista de Derecho Penal y procesal Penal, LexisNexis, N° 5/2006, pp.
876/883.
127 Cfr. RIQUERT, Marcelo Alfredo, “Protección contra la delincuencia informática en el
Mercosur”, en BAIGÚN, David - GARCÍA RIVAS, Nicolás (Directores), Delincuencia económica
y corrupción, Ediar, Bs. As., 2006, p. 343.
127 bis Cfr. NAVARRO DOLMESTCH, Roberto, “ ‘Reconfiguración’ del sistema de fuentes del
Derecho penal y ‘amenaza de crisis’ del principio de legalidad: la incorporación del Derecho
internacional convencional y el fenómeno de la globalización”, en FARALDO CABANA, Patricia
(Director) - BRANDARIZ GARCÍA, José Ángel - PUENTE ABA, Luz María (Coordinadores),
Nuevos retos del Derecho penal en la era de la globalización, Tirant lo Blanch, Valencia, 2004,
p. 169.
128 Sobre este aspecto, cfr. CESANO, José Daniel, “Discursos de emergencia y política criminal:
tendencias de la política criminal Argentina en los albores del siglo XXI”, en Cuadernos de
Política criminal, 2ª época, Centro de Estudios de Especialidades Jurídicas, N° 86, Madrid,
2005, pp. 187/199.
129 Cfr. PERRON, Walter, Perspectivas de la unificación (...), ob. cit., p. 743.
130 Cfr. PERRON, Walter, “Perspectivas de la unificación (...)”, ob. cit., pp. 731 y 734.
131 Cfr. CERVINI, Raúl - DE ARAUJO JUNIOR, Joáo Marcello, “Cooperación penal internacional
en el Mercosur. Concepto y límites”, en BAIGÚN, David - ZAFFARONI , Eugenio R. - GARCÍA
PABLOS, Antonio - PIERANGELI, José H. (Coordinadores), De las penas. Homenaje al profesor
Isidoro De Benedetti, Depalma, Bs. As., 1997, p. 105.
132 Cfr. CERVINI, Raúl - DE ARAUJO JUNIOR, Joáo M., Cooperación penal (...), ob. cit., p. 120.
133 Cuyo artículo 2°, inciso 1, expresamente requiere la exigencia del principio de doble
tipicidad. Sin embargo, a la fecha de elaboración de este trabajo, la Argentina aún no incorporó
a su derecho interno dicho acuerdo; lo que sí realizaron Brasil, Uruguay y Paraguay (cfr. Portal
oficial del Mercosur). En lo que concierne a los tratados bilaterales que regulan esta materia
(esto es leyes 25.304 [Argentina - Uruguay]; 25.302 [Argentina - Paraguay] y 17.272
[Argentina - Brasil]), sólo el primero contiene una previsión específica (artículo 2°, inciso 1)
referida a tal principio (doble tipicidad). Por su parte, la ley 24.767 (de cooperación penal
internacional), atento al contenido de su artículo 2° y la existencia de normas bilaterales, no
resulta aplicable (en este tema) respecto de los países que integran el Mercosur (cfr.
ANTONIONI, Mónica A., Ley de cooperación en materia penal. La extradición y la opción, Ad-
Hoc, Bs. As., 1998, p. 28).
134 Críticamente, respecto de la eliminación de esta garantía con relación a las medidas de
segundo nivel, cfr. CERVINI, Raúl - TAVARES, Juárez E., “Princípios de cooperação Judicial
Penal Internacional no Protocolo do Mercosul”, Revista dos Tribunais, São Paulo, 2000, p. 73:
“Em nosso modo de ver [...] também corresponderia a mesma exigencia [dupla incriminação ]
no caso dos pedidos de asistencia de segundo nível (registros, embargos, bloqueios, confiscos,
etc.) suscetíveis de ocasionar gravames irreparáveis na esfera dos direitos”.
135 Así CERVINI, Raúl - DE ARAUJO JUNIOR, Joáo M., “Cooperación penal internacional en el
Mercosur. Concepto y límites”, ob. cit., p. 124: “[...] el principio de doble incriminación
funciona en todo caso como una garantía fundamental en el ámbito de la cooperación de tercer
nivel, o derecho extradicional [...] o sea si se trata de solicitudes que afectan la libertad
personal”. De cualquier manera, aun cuando se interpretase la eliminación de este principio
respecto de la extradición (lo que —insistimos— para nosotros no es así), resultarían aplicables
los mismos razonamientos que realizan Schünemann y Ormazabal Sánchez, y que reseñáramos
en el acápite anterior.
136 Sobre este aspecto, cfr. CONSTANTINESCO, Léontin - Jean, Tratado de Derecho comparado.
El método comparativo, t. II, Universidad Católica de Valparaíso, Ediciones Universitarias de
Valparaíso, 1987, pp. 5/37.
137 La referencia la realiza BACIGALUPO, Enrique, “El método comparativo en la elaboración
del Derecho penal europeo”, en Hacia el nuevo Derecho penal, ob. cit., pp. 584/585.
138 Cfr. DONINI, Massimo, “Escenarios del Derecho penal (...)”, ob. cit., p. 47: “La
comparación se ha convertido en la base epistemológica necesaria para la construcción de un
derecho europeo común, es decir, para la armonización jurídica.” De la misma opinión SIEBER,
“Estado de la evolución (...)”, ob. cit., p. 619.
139 Así lo entiende BACIGALUPO, Enrique, “El método comparativo (...)”, ob. cit. p. 583; quien
ejemplifica con las tareas desarrolladas con motivo de la redacción del Corpus Juris. Este autor
epiloga su pensamiento con la siguiente afirmación: “El método comparado, en el que se
integren también la comparación de los sistemas dogmáticos y los criterios de aplicación de la
ley penal, tendrá en el desarrollo de esta teoría europea del Derecho penal una función decisiva,
pues permitirá comprobar, mediante la confrontación de los distintos puntos de vista teóricos,
hasta qué punto existe una diferencia fundamental y, en todo caso, cuáles serían los caminos de
su superación. Es claro que las divergencias no desaparecerán nunca totalmente, pero ello es
consecuencia de la naturaleza de las cosas” (p. 602). De igual opinión, enfatizando el valor del
método en los trabajos previos a la armonización, cfr. GARRIDO GÓMEZ, María Isabel, “La
utilidad del iuscomparatismo en la armonización de los sistemas jurídicos”, en Boletín
Mexicano de Derecho Comparado, vol. 36, Nº 108, México, diciembre de 2003, p. 918:
“Congruentemente, la comparación no tiene una función meramente descriptiva, observa las
semejanzas y diferencias concurrentes, y es el paso previo y preparatorio de la armonización”.
140 Cfr. BACIGALUPO, Enrique, “El método comparativo (...)”, ob. cit., p. 595.
141 Cfr. GARRIDO GÓMEZ, María I., “La utilidad (...)”, ob. cit., p. 919.
142 Cfr. GARRIDO GÓMEZ, María I., “La utilidad (...)”, ob. cit., p. 920. De la misma opinión,
BACIGALUPO, Enrique, “El método comparativo (...)”, ob. cit., p. 595.
CAPÍTULO TERCERO
143 Cfr. CESANO, José Daniel, “Principios constitucionales y ley penal en la reforma de 1994:
de la formulación a la praxis”, en Ley, Razón y Justicia, Nº 10, Alveroni Ediciones, Córdoba,
2006, pp.139/164.
144 Para el texto de este fallo, Cfr. AMADEO, José Luis, La ley penal más benigna según la
jurisprudencia de la Corte, Ad-hoc, Bs. As., 1999, pp. 75/79. Para un estado general de la
cuestión en la doctrina judicial de la corte (anterior a “Cristalux”) y de los tribunales inferiores,
cfr. GERSCOVICH, Carlos G., Derecho económico, cambiario y penal, LexisNexis, Bs. As.,
2006, pp. 564/582.
145 En rigor, en este precedente, hubo una remisión expresa a lo resuelto, por el mismo
Tribunal, en Fallos, 311:2453 (in re “Cerámica San Lorenzo I.C.S.A.”). En dicho decisorio, la
Corte, haciendo suyo el dictamen del Procurador General, sostuvo que, en el caso de violación
de la ley 20.680 (de abastecimiento) “[...] las variantes ocasionales de los precios, así como su
ocasional renovación, sólo juegan como nuevas circunstancias de hecho, cuya desaparición
luego de cometido el delito, en nada influye sobre la punibilidad de éste. Si se aplicara
indiscriminadamente el principio de la retroactividad benigna del artículo 2° del Código Penal,
importaría respecto de estas leyes especiales, despojarlas a priori de toda eficacia, pues el ritmo
vertiginoso con que se desenvuelve el proceso económico desactualizaría rápidamente las
disposiciones anteriores que intentaban protegerlo”.
146 Para su texto, Cfr. AMADEO, José L., La ley penal (...), op. cit., pp. 79/92.
147 Las conclusiones a las que arriba el Tribunal son coincidentes (se deja sin efecto la
sentencia apelada). Empero, los ministros Fayt y Argibay Molina, efectúan un voto particular en
donde, a su vez, remiten a la tesis sostenida por el primero de los nombrados en el caso
“Ayerza”.
148 Sobre este aspecto, cfr. CESANO, José Daniel, Proyecciones de la reforma constitucional
(1994) sobre la retroactividad de la ley penal más benigna, Zeus, Rosario, 27 de noviembre de
2000, boletín Nº 6563, t. LXXXIV, pp. 2/6.
149 Para el juez Petracchi, una de las excepciones legítimas estaría representada por las leyes
temporarias o de emergencia. Para llegar a esta conclusión, realiza una argumentación
(compartida en la ponencia conjunta de los ministros Fayt, Boggiano y Bossert) de carácter
genético. Por nuestra parte, discrepamos con tal opinión. En efecto, hemos sostenido ya que esta
forma de argumentación (la genética o histórica) “no parece decisiva cuando, de lo que se trata,
es de interpretar un texto (artículos 15 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y
9º de la Convención Americana) inserto en un sistema normativo constitucional. En este sentido
coincidimos con la opinión de ALEXY, Robert (cfr. Teoría de los derechos fundamentales,
Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1997, pp. 227/230) respecto a que: ‘[...] la medida
y fuerza de sujeción de la argumentación iusfundamental a los argumentos [...] genéticos son
limitadas. La relativamente reducida medida de la sujeción resulta tanto de la apertura de las
disposiciones iusfundamentales como del hecho de que en muchos casos nada o nada unívoco,
puede obtenerse de la génesis. La fuerza de la sujeción es relativizada por el hecho de que los
argumentos [...] genéticos, cuando son relevantes, no siempre obligan el resultado por ellos
exigido. Pueden ser superados por otros argumentos’. Y es del caso que, en la hipótesis que aquí
se analiza, el argumento semántico parece ser concluyente. En efecto: tanto la estructura
lingüística del texto de la Convención Americana (art. 9º) como la del Pacto Internacional (art.
15) se refieren a un caso de sucesión de leyes, sin distinguir el carácter excepcional o temporal
de la sustituida por la posterior más benigna. Sobre esta base no puede dejar de reconocerse el
valor de la siguiente pauta derivada de la teoría de la argumentación: ‘un texto legal [...] tiene
prioridad sobre otras fuentes del derecho, sin que importen que éstas estén dotadas de autoridad
o sean materiales’ (Cfr. AARNIO, Aulis, Lo racional como razonable, Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1991, p. 143); con lo que, toda otra forma argumental, cuando la ley
(por su estructura idiomática) no admite realizar distinciones, debe ser considerada como un
razonamiento de carácter más bien débil” (Cfr. CESANO, José D., Proyecciones (...), op. cit., p.
6). Quizá pueda pensarse que, a partir de nuestro razonamiento, las leyes penales transitorias
(temporales y excepcionales), se tornarían inocuas desde una perspectiva político-criminal. Y
efectivamente, así es. Una solución posible que conjugue ambos intereses (esto es: el de un
mayor resguardo punitivo frente a una situación de excepción y el de aplicación retroactiva de la
ley más benigna) podría ser el siguiente: que la norma transitoria, expresamente, prevea que su
vigencia subsistirá para los casos ocurridos durante su imperio. Una tal previsión implicaría la
no derogación de la norma. En otras palabras: no se trataría de un caso de sucesión de leyes en
el tiempo por cuanto, más allá de la finalización de la situación de excepción, el mismo precepto
ya perpetuaba (para los hechos acaecidos en ese período) su vocación aplicativa. Para este
argumento, cfr., mutatis mutandi, DE LUCA, Javier Augusto, Leyes penales más benignas, en
blanco y Constitución Nacional, Ad-Hoc, Bs. As., 1997, p. 90.
150 En efecto, expresa Jorge DE LA RÚA, que la reforma de 1994 reforzó, en algunos aspectos,
el principio de legalidad. Ello se advierte, básicamente, en los siguientes aspectos: a) al excluir
expresamente de los posibles contenidos de los decretos de necesidad y urgencia a la materia
penal; b) al vedar —a fortiori— que pueda ser objeto de legislación delegada disposiciones de
esta naturaleza (penal), y c) al excluir, también, lo atinente a la regulación del ius puniendi, del
derecho de iniciativa (cfr. La reforma de 1994 y su influencia en las ciencias penales, Academia
Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, Anales, 1997, pp. 184/185).
151 Así, PALAZZO, Francesco, “Estado constitucional de derecho y derecho penal”, en AA.VV.,
Teorías actuales en el Derecho penal, Ad-Hoc, Bs. As., 1998, p. 156.
152 Se trata de un fenómeno generalizado: respecto de la situación en Italia, cfr. MUSCO, Enzo,
“El nuevo derecho penal económico entre Poder Legislativo y Poder Ejecutivo”, en
TERRADILLOS BASOCO, Juan María - ACALE SÁNCHEZ, María (Coordinadores), Temas de
Derecho penal económico. III Encuentro Hispano - Italiano de Derecho penal económico,
Trotta, Madrid, 2004, pp. 174/175. Asimismo, y en igual sintonía, con respecto a la situación de
la cuestión en Francia, Cfr. GIUDICELLI - DELAGE, Geneviève, Droit pénal des affaires, Dalloz,
1994, p. 25. Respecto de España, cfr. JAÉN VALLEJO, Manuel, Cuestiones actuales de Derecho
penal económico, Ad-Hoc, Bs. As., 2004, pp. 34 y ss. En la literatura jurídica uruguaya, Gabriel
ADRIASOLA, por su parte, señala que la “extendida creencia de que en [...] (esta) materia (se
refiere a la legislación penal económica) es absolutamente necesario el recurrir a tipos
excesivamente abiertos y a normas penales en blanco”, “lo que ensancha aún más la
discrecionalidad judicial”, “comporta además una agravante. En efecto, la selectividad del
aparato penal y la habitual naturaleza simbólica de las legislaciones en materia penal societaria
o económica —continúa el autor— [...] sin duda constituyen una merma a la imagen de eficacia.
Es por esa razón que cada vez que algún caso de estas características ingresa al sistema penal, el
aparato judicial se encontrará generalmente más proclive a la incriminación para promover esa
imagen de eficacia, y parece indudable que la existencia de tipos penales de estas características
son un instrumento idóneo para reforzarlas” (Cfr. “Juez, legislador y principio de taxatividad en
la construcción del tipo penal”, en RIVACOBA Y RIVACOBA, Manuel de, El penalista liberal.
Controversias nacionales e internacionales en Derecho penal, procesal penal y Criminología.
Libro homenaje a Manuel de Rivacoba y Rivacoba, Hammurabi, Bs. As., 2004, p. 1067).
Ciertamente, el riesgo enunciado, no tendría porqué preocuparnos en la medida que, entre
nosotros, existiese una cultura de la judicatura conciente de que, por encima de la ley, están las
mandas de la Constitución.
153 Refiere Esperanza VAELLO ESQUERDO que, pese a que puedan resultar atendibles las
cuestiones prácticas que se invocan, para utilizar esta técnica, “se le oponen serios reparos —
especialmente en los casos en que la remisión se hace a normas de carácter reglamentario—,
considerando que resulta un peligro para el principio de legalidad y la reserva de ley, con el
consiguiente riesgo para la certeza y seguridad jurídicas. De ahí que no nos deba sorprender que
algunos autores hayan defendido su inconstitucionalidad por entender que supone una
vulneración del principio de legalidad” (Cfr. Introducción al Derecho penal, Universidad de
Alicante, 2002, p. 54). Entre nuestros autores, Carlos A. TOZZINI, partiendo de una distinción
que formulara en la doctrina italiana Vassalli, refiere que hay leyes “que dejan a instancias
administrativas intermedias caracterizar, especificar, alguna vez directamente integrar, y hasta
formular el precepto”. Con relación a esta posibilidad, el autor expresa que prevalece la tesis
“conforme a la cual el reglamento [...] administrativo podría solamente especificar o describir
analíticamente el precepto fijado en la norma legal, pero sin poder en modo alguno integrarlo”
(Cfr. Garantías constitucionales en el Derecho penal, Hammurabi, Bs. As., 2005, pp. 68/69).
Para nuestra opinión, sobre este aspecto, Cfr. CESANO, José D., “Principios constitucionales
(...)”, op. cit., pp. 144/147.
154 Esta situación, también se plantea en la doctrina española respecto de las atribuciones de las
Comunidades Autónomas. En tal sentido, afirma VAELLO ESQUERDO, Esperanza (Introducción
al Derecho penal, op. cit., p. 55) que: “Otro de los problemas graves que plantea la remisión
normativa [...] es el de aquellos supuestos en que la norma que complementa el CP emana de las
Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas, que tienen, por ejemplo, facultades
para establecer normas adicionales de protección medioambiental [...]. En tanto [...] las
legislaciones autonómicas sobre el particular no sean coincidentes, se ha esgrimido la posible
infracción al principio de igualdad, dado que el mismo hecho cometido por dos ciudadanos en
diferentes territorios autonómicos podría constituir delito en un sitio y en el otro no”.
155 Cfr. BORINSKY, Mariano Hernán - CATANIA, Alejandro, “Los mismos sospechosos de
siempre”, en FELLINI, Zulita (Directora), Temas de Derecho penal económico y responsabilidad
de las personas jurídicas, t. II, Grün, Bs. As., 2004, pp. 91/92.
156 Leyes 22.338 y 24.144.
157 A los acusados se les imputaron los artículos 1°, incisos e y f, y 2°, inciso f. Dispone el
inciso e: “Serán reprimidos con las sanciones que se establecen en la presente ley: [...] e) toda
operación de cambio que no se realice por la cantidad, moneda o al tipo de cotización, en los
plazos y demás condiciones establecidos por las normas en vigor”. Por su parte, el inciso f (del
mismo artículo 1°) reprime: “todo acto u omisión que infrinja las normas sobre el régimen de
cambios”. Finalmente, el artículo 2° en su inciso f, párrafo 1°, establece una cláusula de
responsabilidad directa de la persona jurídica (sobre ésta, cfr. CESANO, José Daniel -
BALCARCE, Fabián I., Reflexiones sobre la responsabilidad penal de las personas jurídicas en
la República Argentina. Anuario de Derecho penal y ciencias penales, t. LVI, Madrid, 2004, p.
419); en tanto que, en su párrafo 2° dispone la solidaridad de la sanción pecuniaria entre el ente
ideal y los directores. Para un excelente análisis dogmático de las diversas figuras delictivas
contenidas en la ley 19.359, cfr. GARAY, María T., “Régimen penal cambiario”, en BALCARCE,
Fabián I. (Director), Derecho penal económico. Parte especial, t. III, Mediterránea, Córdoba,
2006, pp. 45/100.
158 Así opina GONZÁLEZ, Ventura, Nociones generales sobre derecho penal económico,
Ediciones Jurídicas Cuyo, Mendoza, 1998, p. 176.
159 En esta ocasión, por tanto, no discutiremos la posible tensión entre la ley penal en blanco y
el principio de legalidad, dado el origen de la instancia normativa de complemento (Poder
Ejecutivo).
160 Así plantea la cuestión, DE LUCA, Javier A., Leyes penales más benignas, en blanco y
Constitución Nacional, ob. cit., p. 14.
161 Cfr. lo que decimos ut supra, nota N° 149.
162 Cfr. SANTANA VEGA, Dulce María, El concepto de ley penal en blanco, Ad-Hoc, Bs. As.,
2000, p. 27.
163 Como bien lo distingue SANTANA VEGA, Dulce María: “[...] la cuestión de la retroactividad
de la disposición penal más favorable [...] [hay que abordarla] en una doble faceta: la de la ley
penal en blanco y la de la normativa de complemento. En el primer caso, estaremos ante el
régimen general que sobre la materia rige para las otras disposiciones penales ‘completas’ [...]”
(Cfr. El concepto de ley penal en blanco, op. cit., p. 87).
164 Cfr. SANTANA VEGA, Dulce María, El concepto de ley penal en blanco, op. cit., p. 87.
165 Sobre este aspecto, ampliamente, SILVA SÁNCHEZ, Jesús María, “Legislación penal socio-
económica (retroactividad de disposiciones favorables: el caso de las leyes en blanco)”, LL,
1993-E-1208/1226.
166 Cfr. BACIGALUPO, Enrique, Principios constitucionales de derecho penal, Hammurabi, Bs.
As., 1999, p. 105.
167 Cfr. SANTANA VEGA, Dulce María, El concepto de ley penal en blanco, ob. cit., p. 89. De
idéntica opinión BACIGALUPO, Enrique, Principios constitucionales de derecho penal, ob. cit.,
pp. 106 y 107. Este autor, expresamente analiza la situación vinculada con la criminalidad
tributaria. En sus conclusiones, incluso, llega a plantear la hipótesis de hechos cometidos bajo la
vigencia del secreto bancario y descubiertos una vez dejado éste sin efecto. En tal sentido refiere
que “[e]l merecimiento de protección de estos intereses es, indudablemente, pequeño, pero ello
no excluye la posibilidad de considerar que el secreto bancario pueda haber tenido en su
momento una cierta influencia sobre la intensidad de la pretensión imperativa de la norma”.
168 Como lo recuerda SILVA SÁNCHEZ, Jesús María, “Legislación penal socio-económica
(retroactividad de disposiciones favorables: el caso de las leyes en blanco)”, loc. cit., p. 1215.
169 Así, FIERRO, Guillermo J., Legalidad y retroactividad de las normas penales, Hammurabi,
Bs. As., 2003, p. 272.
170 FIERRO, Guillermo J., Legalidad y retroactividad de las normas penales, ob. cit., p. 272. En
igual sintonía (aún cuando analizando la cuestión a partir del principio de proporcionalidad), ha
expresado LASCURAÍN SÁNCHEZ, Juan Antonio, Sobre la retroactividad penal favorable,
Civitas, Madrid, 2000, p. 129: “La clave de la legitimidad de la aplicación retroactiva radica,
pues, en si el cambio normativo, directo o de la normativa de remisión, muestra un cambio
valorativo relevante desde la perspectiva penal: desde la perspectiva del bien que se quiere
proteger y de los ataques que se consideran intolerablemente lesivos del mismo”.
CAPÍTULO CUARTO
171 Cfr. “Incidente de apelación del auto de procesamiento de fs. 8432/8487 bis interpuesto por
la defensa de Luis Antonio Di Biase, Pablo Armando Sbrollini, Adrián Félix López, Hermando
Fandiño, Miguel Ángel Hernández, Julián Martín Cardillo, Mariano Luis Doldán y Alejandro
Roberto Fernández, en causa N° 1705/05 (N° interno 461) caratulada ‘Di Biase Luis Antonio,
Belloni Adolfo, Bruno Alejandro; López Adrián; Pérkins Andrés; Hoyos Horacio, Freiberg
Efraín y Calot, Silvina (contribuyente Calibán s.a. - Infiniti Group s.a.) s/ asociacion ilícita”
J.P.T. N° 1, Sala ‘B’ N° 55.595 - f° 246 - orden N° 20.553’ ”. (Registro N° 944/2006). El fallo
ha sido publicado en Revista de Derecho Penal y Procesal Penal, Nova Tesis, Año I - Nº 1,
Rosario, 2007, pp. 117/157.
172 En disidencia voto el Juez Roberto Enrique Hornos.
173 Al respecto sostienen los Camaristas que: “[...] cabe observar, especialmente, que los
delitos económicos (según la conceptuación expresada por los considerandos 33° a 36°
anteriores) no han formado, ni forman parte, del cuerpo del Código Penal, sino que han venido
siendo establecidos por distintas leyes complementarias de aquél. En efecto, a modo de ejemplo,
pueden citarse las leyes de Agio, Especulación y Abastecimiento (N° 12.591), de Represión de
Monopolios y Trusts (N° 12.906), de Abastecimiento (N° 20.680), de Defensa de la
Competencia (Nos 22.262 y 25.156), de Aduanas (N° 810) y del Código Aduanero (ley N°
22.415 y modificatorias), del Régimen Penal Cambiario (ley N° 19.359, t.o. por dec. 480/95 y
complementarias), del Régimen Penal Tributario (Nos 23.771, 24.587 —en lo pertinente—,
24.769, 25.874, 26.063), del Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones (N° 24.241, Título
V - Penalidades - Capítulos I a VIII). [...] Que esto se debe a que los delitos económicos han
sido una consecuencia no deseada del avance vertiginoso de la tecnología y de los cambios
trascendentes que se han venido produciendo en materia social, económica y política a partir de
fines de la segunda década del siglo pasado y que, a su vez, se han incrementado fuertemente a
partir de la segunda mitad de aquel siglo (aproximadamente). [...] Que, con referencia particular
a la ausencia de inclusión de los delitos tributarios en el Código Penal, se ha sostenido: ‘[...] es
factible la posibilidad de aparición de otras modalidades delictivas en una cambiante realidad
económica, lo cual traería aparejado modificaciones o creaciones de tipos penales,
justificándose de ese modo la no incorporación al Código Penal común, reservado para punir
conductas con un sentido sistemático y de permanencia durante cierto lapso importante. En ese
aspecto la ley especial es más adecuada para aprehender ilicitudes específicas de una
cambiante realidad [...]’ (confr. CHIARA DÍAZ, Carlos A., Ley penal tributaria y previsional N°
24.769, Rubinzal-Culzoni, 1997, p. 112). [...] Que, en consecuencia, no es difícil concluir que
mediante el diseño del Código Penal (que ha permanecido antiguo, no obstante las numerosas
modificaciones de aquel cuerpo normativo), y de los bienes jurídicos tutelados por aquel
ordenamiento, no se ha podido tener debidamente en cuenta la producción de hechos ilícitos con
las características descriptas por los considerandos 33° a 46° anteriores ni, por ende, el impacto,
la gravedad y los alcances de aquéllos, como regla general, en las sociedades actuales y,
particularmente, en la sociedad argentina”. (Fundamentos N° 45 a 48).
174 Dispone la norma (artículo 15, inciso b) que motiva esta breve glosa: “El que a sabiendas:
[...] Concurriere con dos o más personas para la comisión de algunos de los delitos tipificados
en esta ley, será reprimido con un mínimo de cuatro (4) años de prisión”.
175 Así, sin ánimo de exhaustividad: RIQUERT, Marcelo A., Cuestiones de Derecho penal y
procesal penal tributario, 2ª ed., Ediar, Bs. As., 2004, p. 338: “En definitiva, la elevación a
cuatro años de prisión como mínimo puede llevar a una directa afectación del principio de
razonabilidad y proporcionalidad de las penas, que podría derivar en subsiguientes
declaraciones de inconstitucionalidad o, mínimo, a arbitrar resortes para restringir lo máximo
posible la aplicación de la circunstancia agravante en consideración.” De la misma opinión,
VEZZARO, Darío - RISSI, Valeria, “Algunos comentarios sobre la ley penal tributaria y
previsional 24.769 y sus modificatorias”, en BALCARCE, Fabián I. (Director), Derecho penal
económico. Parte Especial, t. III, Mediterránea, Córdoba, 2006, p. 313, y CESANO, José Daniel,
Estudios sobre la reforma al régimen penal tributario (Una contribución sobre los aspectos
dogmáticos y político-criminales de la ley 25.874), Mediterránea, Córdoba, 2006, pp. 87/96.
176 Hemos detectado una declaración de inconstitucionalidad dictada por el Juzgado Nacional
en lo Penal Tributario N° 1, con fecha 2 de septiembre de 2005. Para el texto del fallo, cfr.
CESANO, José D., Estudios sobre la reforma al régimen penal tributario (Una contribución
sobre los aspectos dogmáticos y político-criminales de la ley 25.874), pp. 91/93, nota Nº 129.
177 Aspecto que, con toda corrección, recuerdan tanto el voto de la mayoría (fundamento
jurídico Nº 28) como la disidencia del Juez Hornos (fundamento jurídico Nº 24).
178 Cfr. ALEXY, Robert, Teoría del discurso y derechos constitucionales, distribuciones
Fontamara, México D. F., 2005, p. 98.
179 Esto se verifica, en el caso de nuestro Derecho público provincial (y a título de ejemplo),
con el artículo 16 de la Constitución de la Provincia de Neuquén. En virtud de dicha
disposición, la inconstitucionalidad declarada por el Tribunal Superior de Justicia, en ejercicio
de su competencia originaria, produce la caducidad de la ley afectada por aquella declaración.
180 Cfr. ALEXY, Robert, Teoría del discurso (...), ob. cit., p. 98.
181 Cfr. BACIGALUPO, Enrique, “Sobre la vinculación del juez penal a la ley. La ‘rigurosa
aplicación de la ley’, según el art. 2° del CP”, en Cuadernos del Departamento de Derecho
Penal y Criminología, Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales, Nueva serie, N° 1, Marcos Lerner Editora Córdoba, Córdoba, 1995, p. 40.
182 Cfr. FERRAJOLI, Luigi, “La filosofía analítica”, en El garantismo y la filosofía del derecho,
Universidad Externado de Colombia, Serie de Teoría Jurídica y Filosofía del Derecho, Nº 15,
Bogotá, 2000, p. 23, nota Nº 3. En sentido coincidente se pronuncia Eugenio BULYGIN: el
abandono del esencialismo y la sustitución de la infructuosa búsqueda de las esencias por el
análisis lógico del lenguaje científico ha provocado “una profunda renovación en los estudios
metodológicos que ha comenzado [...] en las ciencias formales (lógica y matemática) para
extenderse paulatinamente a las ciencias naturales y sociales. La filosofía y la ciencia del
derecho no podían, a pesar del notorio conservadorismo de sus cultores, sustraerse por mucho
tiempo a este movimiento de renovación. La concepción de la filosofía del derecho como
especulación acerca de la esencia del derecho, de la naturaleza social del hombre y de la justicia
absoluta e inmutable ya no resulta satisfactoria sino para algunas mentes particularmente
impermeables a toda renovación. La tarea de la filosofía jurídica ya no consiste en develar la
oculta esencia del fenómeno jurídico, sino en esclarecer el aparato conceptual y los métodos de
la ciencia del derecho” (Cfr. “Kant y la filosofía del derecho contemporánea”, en
ALCHOURRÓN, Carlos E. - BULYGIN, Eugenio, Análisis lógico y Derecho, Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1991, p. 380).
183 En efecto, la pregunta sobre el sustrato material del bien jurídico “apunta a responder qué
es”; en otras palabras: a “desentrañar en qué consiste el bien jurídico, cuál es su auténtica
materialidad. Sobre ello existen notorias divergencias [...] y allí se entrecruzan concepciones
que lo ven como inmanente o trascendente al sistema de derecho penal, y también tesis que
procuran definirlo en base a criterios sociológicos, funcionalistas o constitucionales, etcétera
[...]” (cfr. FERNÁNDEZ, Gonzalo, Bien jurídico y sistema del delito, B de F, Montevideo -
Buenos Aires, 2004, pp. 6 y 7). En cuanto a las funciones señaladas —siguiendo a FERNÁNDEZ
(ob. cit., pp. 7/10)— podemos caracterizarlas de la siguiente manera: a) garantía: función
político-criminal tendente a limitar el ejercicio del ius puniendi estatal, indicando qué es lo que
se protege a través de la pena pública y porqué se lo protege penalmente; b) legitimación
material; la que se obtendría cuando el ejercicio crítico demuestra el fundamento real de la
punibilidad; c) dogmática, en tanto se utiliza este concepto como criterio de interpretación de
los tipos penales, y d) sistemática, al servir como elemento de aglutinación, clasificación y
jerarquización de las distintas figuras delictivas, diseñando la arquitectura y el ordenamiento
temático de la Parte Especial del Derecho penal.
184 Cfr. CHIARA DÍAZ, Carlos Alberto, Ley penal tributaria y previsional N° 24.769, Rubinzal-
Culzoni, Santa Fe, 1997, p. 114. De idéntica opinión, CESANO, José D., Estudios (...), ob. cit.,
pp. 19/20; también, aunque agregando “a las defraudaciones basadas en los sistemas de
reintegros, recuperos y devoluciones que tienen su génesis en el régimen de percepción
tributaria concreta”, cfr. CATANIA, Alejandro, Régimen penal tributario. Estudio sobre la ley
24.769, Editores del Puerto, Bs. As., 2005, p. 42.
185 Cfr. TAVARES, Juárez E. X., Bien jurídico y función en Derecho penal, Hammurabi, Bs.
As., 2004, p. 65.
186 Cfr. MOCCIA, Sergio, “De la tutela de bienes a la tutela de funciones: Entre ilusiones
postmodernas y reflujos iliberales”, en SILVA SÁNCHEZ, Jesús M. (ed.), Política criminal y
nuevo Derecho penal. Libro homenaje a Claus Roxin, J.M. Bosch Editor, Barcelona, 1997, p.
121.
187 Cfr. LO MONTE, Elio, Principios de Derecho penal tributario, BdeF, Montevideo - Bs. As.,
2006, p. 201. Los agregados, entre corchetes (conteniendo referencias al fallo analizado), nos
pertenecen.
188 Expresa SEGURA ORTEGA, Manuel, La racionalidad jurídica, Tecnos, Madrid, 1998, p. 15,
que “la noción de racionalidad no sólo es vaga e imprecisa sino que además no existe un
concepto único”.
189 Cfr. BERNAL PULIDO, Carlos, El Derecho de los derechos, Universidad Externado de
Colombia, Bogotá, 2005, p. 134. Por lo demás, se trata de un estándar de utilización general por
parte de los Tribunales Constitucionales. Para su empleo por parte del Tribunal Constitucional
Español, cfr. SILVA SÁNCHEZ, Jesús María, “Les principes du Droit pénal et la jurisprudence
constitutionnelle. Le point de vue Espagnol”, en PRADEL, Jean (Director), Droit
Constitutionnel et Droit Pénal, Travaux de l’ Institut de Sciencies Criminelles de Poitiers,
Cujas, Paris, 2000, pp. 80/83. Para una visión desde la perspectiva de la Corte Constitucional
Colombiana, cfr. LOPERA MESA, Gloria Patricia, “El principio de proporcionalidad en el control
de constitucionalidad de las leyes penales sustantivas (Una aproximación a su empleo en la
jurisprudencia constitucional Colombiana)”, en Nuevo Foro Penal, N° 67, Universidad EAFIT,
Medellín, enero - junio de 2005, pp. 13/63.
190 Cfr. BERNAL PULIDO, Carlos, El Derecho de los derechos, ob. cit., p. 134.
191 Los otros dos subprincipios que conforman el principio de proporcionalidad son: a) el de
idoneidad y b) el de necesidad. Al respecto, cfr. BERNAL PULIDO, Carlos, El Derecho de los
derechos, ob. cit., pp. 135/136
192 Cfr. BERNAL PULIDO, Carlos, El Derecho de los derechos, ob. cit., p. 136.
193 Ibídem, pp. 137/138.
194 El Código Penal Español, por ejemplo, dedica el Título XIV, de su Libro II, a los delitos
contra la Hacienda Pública y contra la seguridad social. Puntualmente, el artículo 305 tipifica el
delito fiscal. Al respecto, cfr. BACIGALUPO, Enrique, “El delito fiscal”, en BACIGALUPO,
Enrique (Director), Derecho penal económico, Hammurabi, Bs. As., 2000, pp. 299/334.
195 Cfr. LO MONTE, Elio, Principios de derecho penal tributario, ob. cit., pp. 222/223: “[...]
parece indiscutible que el ámbito más adecuado [para la regulación de la criminalidad tributaria]
es el Código Penal. [...]. En efecto, se trata de devolverle al Código Penal las características de
prontuario tendencialmente exhaustivo de los intereses y los valores merecedores de tutela; en
otras palabras, se le debe reconocer al código el rol de ley fundamental en materia criminal,
con notable consecuencia en términos de integración social, por cuanto todo ello serviría para
corregir la errónea opinión de que esos hechos [...] —a menudo gravísimos en el aspecto del
respeto del principio de solidaridad— en algunos casos son advertidos como ‘delitos de
caballeros’. Mediante la opción codicista se superaría esa carencia de legitimación y de
efectividad que acompaña a los preceptos normativos en el ámbito tributario y, más en general,
en materia económica”.
196 Cfr. CHIARA DÍAZ, Carlos A., “Prólogo” a nuestro libro Estudios sobre la reforma (...), ob.
cit., pp. 11/12. Coincide con la idea de funcionalidad coyuntural insita en la técnica legislativa
de aglutinar esta materia “extra muros” del Código Penal, MEDRANO, Pablo H., “Delitos
tributarios: Bien jurídico y tipos legales”, en MAIER, Julio B. J. (Compilador), Delitos no
convencionales, Ediciones del Puerto, Bs. As., 1994, p. 21: “[...] por cierto que aún queda
pendiente debatir, entre los especialistas en la materia para futuras reformas, el acierto de la
metodología utilizada para su instrumentación, cosa que fue imposible dada la urgencia que
tenía el poder político en obtener este instrumento legal de represión, que hubiese sido, quizás,
la ocasión para encarar una reforma más ambiciosa y necesitada del Código Penal, que
hubiese contemplado, tan sólo eso, la posibilidad de incluir un nuevo título al Libro Segundo
del Código Penal, referido, por ejemplo, al ‘orden socio-económico’ ”. Por su parte, Eugenio
Raúl ZAFFARONI, ha señalado como uno de los rasgos distintivos de la legislación de
emergencia su tendencia a descodificarse: “el ideal de organicidad legislativa, completividad del
texto, claridad prescriptiva, propio de la codificación como heredera del enciclopedismo e hija
de la Ilustración y del pensamiento liberal, es decir, el ideal moderno de código parece
ignorado por los legisladores posmodernos” (cfr. “La creciente legislación penal y los discursos
de emergencia”, en AA.VV., Teorías actuales en el Derecho penal, Ad-Hoc, Bs. As., 1998, p.
615). En general, sobre la importancia del principio de reserva de Código, cfr. PASTOR, Daniel
R., Recodificación penal y principio de reserva de Código, Ad-Hoc, Bs. As., 2005, pp. 167 y ss.
197 Al respecto, cfr. SILVA SÁNCHEZ, Jesús María, Aproximación al Derecho penal
contemporáneo, J. M. Bosch Editor, Barcelona, 1992, p. 272 y nota N° 391.
198 Cfr. CESANO, José D., Estudios sobre la reforma, ob. cit., pp. 88/90.
199 Coinciden con esta opinión, entre otros: PAMPLIEGA, Ignacio M., “Asociación ilícita para
delitos tributarios: un remedio legislativo”, ED, t. 205-815, y DE LLANO, Hernán G., “El delito
de asociación ilícita fiscal y la agravante por el concurso de personas”, en AA.VV., Derecho
penal tributario. Cuestiones críticas, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2005, p. 266: “[...] los
mínimos legales de las nuevas figuras introducidas por la ley 25.874 carecerían de racionalidad
en comparación con otros artículos protectores de bienes jurídicos preeminentes, como la vida,
la integridad corporal, la libertad sexual o el patrimonio, señalándose que tienen un mínimo
legal menor el homicidio imprudente, las lesiones en todas sus formas —incluso las
gravísimas—, la corrupción de menores o el robo en banda, o también figuras que aparejan una
alta gravedad institucional, como el cohecho pasivo, las exacciones ilegales o el
enriquecimiento ilícito”. De hecho, no es esta la primera vez que, en nuestra doctrina judicial se
discute la constitucionalidad de una escala penal. En efecto —y como lo recuerda el fallo que
analizamos (tanto en la tesis mayoritaria como a través del voto del Dr. Hornos)— la Corte
Suprema de Justicia de la Nación tuvo oportunidad de pronunciarse sobre cuestiones vinculadas
a la constitucionalidad del quantum punitivo respecto al artículo 38 del viejo decreto-ley
6582/58; en virtud del cual, le correspondía al autor de un robo de automotor calificado por el
uso de armas un mínimo superior que el que estableciera el legislador para el homicidio simple.
En un primer momento, la Corte, por mayoría de votos, declaró la inconstitucionalidad de esta
pena in re “Martínez” y “Gómez”; modificando, luego, ese rumbo, con otra integración parcial
y en votación igualmente dividida, in re “Pupelis”. El fallo que aquí comentamos hace mención
al último criterio de la Corte Federal. Sin embargo, es destacable señalar que, aquel
pronunciamiento fue dictado por una integración anterior de la Corte; no encontrándose ya, en
el alto Tribunal, ninguno de los ministros que se pronunciaron por la constitucionalidad. Por el
contrario, dos de los jueces que tacharon de desproporcionada aquella escala penal, todavía hoy
integran la máxima instancia jurisdiccional (ministros Petracchi y Fayt). Por esta razón,
pareciera que, al menos hoy, un acatamiento ciego y automático del precedente citado, no
aparece como un argumento muy consistente.
200 Cfr., en especial, las valiosas reflexiones que formula el Juez Hornos en el fundamento
jurídico N° 42 de su voto.
201 KUHLEN, Lothar, “¿Es posible limitar el Derecho penal por medio de un concepto material
del delito?”, en WOLTER, Jürgen - FREUND, Georg (eds.), El sistema integral del Derecho
penal. Delito, determinación de la pena y proceso penal, Marcial Pons, Barcelona, 2004, pp.
146/147, describe las razones de esta diversa intensidad punitiva de la siguiente manera: “El
punto de vista de un menoscabo especialmente importante del bien protegido se concreta por
medio de una graduación en delitos de peligro y de lesión. Dicho punto de vista encuentra de
este modo un fundamento en el Derecho vigente que, según la interpretación dominante,
considera impunes aquellas acciones carentes de todo peligro para el bien protegido y valora
además ceteris paribus el merecimiento de pena de las puestas en peligro concreto por debajo
de las que lo sean de lesión y por encima de las de peligro abstracto”.
202 Así, DÍEZ RIPOLLÉS, José Luis, La racionalidad de las leyes penales. Práctica y teoría,
Trotta, Madrid, 2003, p. 162.