Está en la página 1de 5

LA LUZ DE NUESTRO MUNDO

JUAN 8:12
“Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue,
no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Introducción
Imagine que se encuentra en un lugar totalmente oscuro, en total oscuridad. 
Usted no puede ver absolutamente nada, ni siquiera sus mano, quiere tocar
cosas para poder ver donde estad o tener una noción del lugar donde se
encuentra.  ¿Cómo podernos mover en esa situación?  ¿Cómo podemos
saber hacia dónde ir?  ¿Cómo poder evitar los peligros que existen en cada
paso que damos a ciegas? Queridos hermanos, Déjeme decirle que así es la
vida sin Cristo.  Pero cuando una pequeña luz logra penetrar la cueva donde
hemos imaginado estar, las cosas cambian.  Por pequeña que sea esa luz, es
capaz de mostrarnos el camino que se debemos seguir, y esa luz, nos ayuda a
ver los peligros y obstáculos que hay en el camino. 
Posiblemente nuestra vida sea el reflejo de esta ilustración. Muchas veces
caminamos en la oscuridad, en mundo peligroso. En una vida llena de cosas
que aparentemente vemos, pero que en realidad y de manera espiritual no,
porque realmente caminamos a ciegas. Realmente no vemos nuestro
camino, porque la oscuridad del pecado nos deja sin luz. Sin duda alguna,
esas cosas nos apartan y no nos dejan desarrollar nuestra comunión.
Hermanos, la luz que nos puede ayudar en la oscuridad es Cristo Jesús, él es
esa luz que nos guía, no solo en este camino oscuro, sino hacia la vida eterna.
Él dijo: “…Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida”.
Contexto Histórico
Hablando del verso que estamos estudiando, y analizando las palabras de
Jesús a la luz del contexto histórico, vemos que estas palabras adquieren un
significado aún más profundo.  Ahora bien, analizarlas en su contexto
histórico significa, ubicarlas en su espacio y tiempo original, para luego
determinar qué nuevos significados nos dan para nuestra comprensión, y es
lo que haremos en esta mañana.
De acuerdo al evangelio de Juan, los discursos de Jesús registrados en el
capítulo 7 y 8 fueron pronunciados durante la fiesta de los tabernáculos. 
DEFINICIÓN: Esta era una de las 3 celebraciones más importante de la
religión israelita o de los judíos. Los judíos realizaban esta fiesta a finales de
septiembre de nuestro calendario. Ellos debían abandonar sus casas y habitar
por una semana en tiendas hechas con ramas, por eso también es conocida
como las fiestas de las enramadas, (Levítico 39—44). 
PROPÓSITO: El propósito de esta celebración era recordar el tiempo en que
Israel había vagado por el desierto. El libro de Levítico claramente afirma en
el capítulo 23:42,43 que; “Los israelitas debían estar por siete días en los
tabernáculos; todo hombre natural de Israel tenía que habitar en los
tabernáculos. La finalidad era que todos los descendientes o las nuevas
generaciones recordaran que en tabernáculos Dios hizo habitar a los hijos de
Israel, cuando el Señor los sacó de la tierra de Egipto”.
Ahora bien, Juan 8:20 dice que estas palabras que pronunció Jesús, las dijo
específicamente en el lugar de las ofrendas.  Este lugar que nos menciona
Juan es muy importante, porque durante las noches de fiesta de los
tabernáculos, se hacían grandes fogatas en el templo y en el atrio de las
mujeres, donde también estaban las arcas de las ofrendas.  Allí los israelitas
danzaban alrededor de las fogatas en conmemoración de su peregrinaje por
el desierto, recordando que eran guiados por Dios mismo, el cual se
manifestó en forma de columna de fuego, como nos narra el libro del éxodo. 
En este contexto habló Jesús y dijo: “…yo soy la luz del mundo; el que me
sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).
Reflexión Teológica
Las palabras de Jesús cobran un significado muy especial cuando las dice en
ese lugar y momento exacto.  Al decir, “yo soy la luz del mundo”, él se estaba
identificando con aquella columna de fuego que guiaba al pueblo a través del
desierto, pero esta vez con dos pequeñas y marcadas diferencias. 
 Primero, Jesús no solo guía a Israel sino al mundo entero. 
Jesús murió por su nación, por su pueblo judío, y todo esto es una gran
verdad, pero también murió por aquellos que no pertenecíamos a su pueblo,
específicamente por los gentiles en ese tiempo, y por nosotros actualmente.
El sacrificio del Señor no solo representó el amor hacia su pueblo, sino que de
alguna manera nosotros recibimos inmerecidamente su gracia. La palabra
dice que “a los suyos vino, y los suyos no le recibieron, más a todos los que le
recibieron, los que creen en su nombre les dio potestad, les dio el derecho de
ser llamados sus hijos”. Dios ahora, no solo guía a Israel, sino a todo el
mundo. 
 Segundo, en ese contexto, Jesús no nos guía hacia una tierra
prometida sino a la vida eterna. 
Él dijo, “el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la
vida”. En este sentido, hay dos aspectos muy importantes en esta afirmación,
primero es que el Señor es el único camino, es la única verdad y es en
realidad la vida. No hay otro camino, así como no hay otro evangelio, porque
él es el evangelio, no podemos ir a ningún lado sin su luz, sin su verdad y sin
reflejar la vida de él en la nuestra. Por otro lado, otro principio que
encontramos en esta afirmación, es el reconocimiento que Jesús no es una
lumbrera estática sino una luz en movimiento.  Hermanos, Jesús no dijo que
había que creer en él, o dejar que iluminara nuestra vida.  Él dijo: “…el que
me sigue no andará en tinieblas”. 
A Jesús no se le ve, a Jesús no se le aprecia como una imagen o una obra
pintoresca; a él se le sigue.  Pedro y Andrés estaban pescando cuando Jesús
les dijo: “…Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres”,
ellos dejaron sus redes y lo siguieron.  Mateo estaba sentado en el banco de
los tributos públicos cobrando impuestos cuando Jesús le dijo: “…
Sígueme…”. Mateo se levantó y dejando todo, lo siguió. Hermanos, muchas
veces creemos que estamos siguiendo al Señor, cuando en realidad estamos
siguiendo un camino hacia la muerte. En esta mañana, Dios nos vuelve a
decir “Sígueme”. La pregunta es ¿Lo seguiremos?
Pero, antes de tomar una decisión, es preciso que sepamos que no todos los
que son llamados a seguir a Jesús le siguen. La Biblia nos da el ejemplo de
muchas personas que conocieron al Señor, anduvieron con él, escucharon
sus palabras, recibieron el llamado, pero no lo siguieron, porque sus
intereses fueron otros. La escritura nos dice que hubo un joven muy rico a
quien el Señor pidió vender todas sus posesiones y dar el dinero a los
pobres. Pero este joven dice la palabra, se fue muy triste porque tenía
muchas posesiones. Hermanos, en la vida, siempre hay algo que nos detiene,
siempre hay algo que tenemos que dejar para poder seguir a Jesús.  Pedro
dejó sus redes, Mateo su mesa de los tributos, muchos de los discípulos
dejaron hasta a sus familias para seguir al Señor, pero el joven rico no pudo
dejar sus riquezas.
¿Qué nos impide seguir a Jesús verdaderamente? Solo tú puedes dar
respuesta a esa pregunta.  Tal vez nos cueste mucho tomar esa decisión, pero
la palabra nos asegura que valdrá la pena.  El gran apóstol Pablo dice en
Filipenses 3:7,8: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado
como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas
como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor,
por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a
Cristo”.
El apóstol Pablo dejó todo por seguir a Jesús, el precio fue alto para él, sufrió
tantas cosas; penalidades, cárceles, golpes, burlas, ofensas, pero al final valió
la pena. 

Conclusión
Es posible que no estemos dispuestos a pagar el precio, porque pensamos
que es muy alto. En realidad, podemos seguir donde estamos, quedarnos allí
realmente, estar tranquilos, sin complicaciones. Muchas veces la falta de
compromiso y de responsabilidad nos ha alejado del verdadero sacrificio, y
eso nos hace sentir bien muchas veces. Preferimos estar así todo este
tiempo,  sin arriesgar nada, recordemos el precio es alto, pero la recompensa
es infinita.
Recordemos que Jesús es una luz en movimiento. Si queremos dejar esta
oscuridad y vivir con él, debemos de seguirlo o pronto nos iremos quedando
en tinieblas otra vez. Tenemos el ejemplo de personas que no siguieron a
Jesús, pero también el de hombres que fueron capaces de dar hasta su vida
por seguirle. 
Debemos seguirlo y él nos llevará a la vida eterna.  Muchas veces debemos
pagar un precio muy alto para ganar algo mejor, pero recordemos que con
Cristo hasta la misma muerte es ganancia. Él es la única luz de este mundo. 
Quien lo siga jamás volverá a estar en tinieblas, sino que tendrá la luz de vida.

También podría gustarte