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CAP 11 Y 12: DESARROLLO SEMÁNTICO Y PRAGMÁTICO A PARTIR DE LA

EDAD PREESCOLAR Y EL DESARROOLLO DE LA FORMA DEL LENGUAJE A


PARTIR DE LA EDAD PREESCOLAR
A medida que los niños mejoran su aprendizaje de la forma y el contenido del lenguaje, van siendo
capaces de concentrarse cada vez más en la forma en que éste se utiliza para la narración y la
conversación. A medida que se desarrollan, los niños cada vez necesitan utilizar menos capacidad
de procesamiento para planificar y codificar los mensajes. Esto deja disponible una mayor
capacidad para adaptar los mensajes a la audiencia y a la situación. Esto significa que los niños
pueden destinar porciones cada vez mayores de estos recursos de procesamiento para el incremento
de la eficacia del propio sistema.
Al llegar a la edad adulta, cada individuo se ha convertido en un hablante auténticamente versátil,
capaz de diseñar sus mensajes para adaptarlos de la mejor manera posible al contexto y a los
interlocutores. Los adultos son capaces de pasar de una manera flexible de su trabajo al gimnasio, y
de ahí a una fiesta, modificando inconscientemente su lenguaje para adaptarlo a cada situación. En
cada uno de estos contextos, como en tantos otros, los buenos comunicadores son capaces de
cambiar rápidamente de tema o de estilo. A medida que se desarrollan, los niños depuran la
definición de sus palabras para conseguir una comunicación más adecuada. Paralelamente, también
aprenden a utilizar el lenguaje de manera figurada para crear relaciones no literales. Como
consecuencia de ambos procesos, la comunicación se hace más precisa, pero también más creativa.
Una vez más, el usuario de una lengua ha madurado al adquirir una mayor flexibilidad.
Durante los años escolares, los niños van añadiendo nuevas estructuras sintácticas y morfológicas, a
la vez que amplían y depuran las estructuras de que ya disponen. Esta evolución posibilita la
expresión de relaciones cada vez más complejas y la utilización de un lenguaje creativo. Con
frecuencia, el elemento básico de este aprendizaje radica en los conceptos semánticos subyacentes.
Una vez que los niños dominan su lenguaje oral, se adaptan al lenguaje escrito con cierta facilidad.
Desde luego, las primeras etapas son más lentas, debido a la dificultad inicial para la comprensión
de los símbolos utilizados en la escritura. Sin embargo, la relación entre el lenguaje oral y el escrito
facilita el dominio de este último, y contribuye a explicar el proceso de adquisición. Así pues, junto
al propio conocimiento lingüístico, van apareciendo capacidades metalingüísticas que permiten a
los niños descontextualizar su lenguaje, por lo que pueden utilizar este conocimiento para
comprender cómo funciona el lenguaje en otros formatos diferentes.
Durante la etapa de educación infantil, los niños adquieren la mayor parte de la estructura del
lenguaje maduro. No obstante, el desarrollo no se detiene, ya que los niños siguen adquiriendo
formas nuevas, y nuevas habilidades para transmitir sus mensajes. Este proceso continúa a lo largo
de toda la vida, sobre todo por lo que concierne a los aspectos semánticos.
Mediante la enseñanza formal, los niños aprenden una nueva forma de transmisión lingüística. La
lectura y la escritura abren nuevas avenidas de exploración y aprendizaje, y resultan habilidades
esenciales en una sociedad moderna y cultivada.
Los niños más mayores, igual que los adultos, disponen de habilidades lingüísticas que les permiten
seleccionar, de entre diferentes estrategias comunicativas, la que mejor se adapta a una situación
determinada. Por lo tanto, el lenguaje que utilizan es eficaz y apropiado. Eficaz porque las palabras
se definen de una manera muy específica, y porque la forma en que se utiliza no requiere de la
repetición para poder comprenderse. Y apropiado, porque se seleccionan las expresiones más
adecuadas a la dinámica psicosocial de la situación comunicativa.

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