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Cuando abrió los ojos, fue una desgracia que Pomfrey se encontrara
ahí, pero fue una verdadera sorpresa que Sirius también estaba. La
maldita Pomfrey le había avisado sobre su segundo desmayo.
Después, Sirius le confeso su preocupació n sobre su salud. También,
muy extrañ amente, se disculpo por su comportamiento el tercer día
en que Regulus había despertado después de su primer desmayo.
Regulus sabia que el también estaba esperando una disculpa, pero su
orgullo eran tan grande, que no se digno a decirle nada. Envés de eso,
hablaron como si nada hubiera pasado. Cosa que lo despreocupo.
Regulus necesitaba volver a salí, aun que sea solo por unas cuantas
horas, pero desde que la perdida de sangre lo hacia perder el
conocimiento con má s frecuencia, la posibilidad de volver a ver el
exterior, se había escurrió de sus manos como agua. Añ oraba volver
a sentir el sol, volver a respirar aire fresco. Era una tontería, pero lo
necesitaba. Su piel se ha vuelto tan pá lida que pensó que si seguía
así, terminaría como servilleta.
Después, ese día, ya nadie lo fue a ver. Era mejor así, o eso se decía
para suprimir el hecho de que se había acostumbrado a las
presencias de sus amigos, e incluso de Sirius. Se había afligido un
poco ante eso.
Lo siguiente dos días la ú nica compañ ía que tenia, eran los libros que
le habían dado anteriormente y, por desgracia, a un estudiante de
primer añ o, que por suerte era de Slyherin. Pero el niñ o no se
callaba. Se la paso contá ndole a Regulus el por que de su estadía ahí.
Se debía a un hechizo mal hecho de otro amigo suyo. El hechizo
convirtió sus piernas en gelatina y no pudieron revertirlo. Su
parloteo había sacado de quicio a Regulus, pero se mordió la lengua
incontables veces, aguantando su ganas de decirle que se calle.
***
Después de esa mañ ana acogedora, en la cual, fue algo extrañ o, pero
a la vez asombros, comió má s que las horribles barritas secas. Había
comido fruta (la cual no era durazno), comió también una rica tarta
de melaza y bebió jugo de calabaza. Estaba má s que feliz, el haber
comido había sido un comienzo muy bueno de su recuperació n.
Incluso, al hacer su típica caminata, no había tenido que sujetarse, la
mayor parte del tiempo, de las paredes.
No sabia por que le pasaba eso, pues lo ú nico que había ingerido,
aparte de su desayuno, había sido… la poció n repone sangre, pero
nunca antes había experimentado ese tipo de…sensaciones.
—Si, Alti. ¿Te molesta que te diga así? —su voz sonó ronca y
atrayente.
Vio como Altair palidecía. Suponía que nunca lo había visto de esa
manera desde que se conocieron, hasta ahora claro.
No sabia por que sentía eso. Nunca antes le había pasado. Sentía
como su boca tenia control propio, se sentía extrañ o. Se estaba
empezando a excitar de la nada. Algo completamente fuera de lugar.
Su vista empezaba a ponerse borrosa y sabia que no tenia nada que
ver con su herida. Sentía como si hubiera consumido un afrodisiaco,
pero no uno normal, uno que hiciera que olvidara todo y solo se
centrara en la ú nica persona que estaba frente a el. Sentía una
especie de necesidad, pero no sabia por que.
—¿Te sientes bien, Regulus? — vio como Altair dejo su libro de lado,
se inclino un poco en su asiento y toco su frente. El tacto de Altair,
quien siempre estaba frio, hizo que soltara un suspiro cuando toco su
frente. Era agradable y se sentía demasiado delicioso.
Escucho como Altair soltó un jadeo ahogado y vio de reojo como este
volteaba a un lado y al otro nervioso. También el sentía esa
preocupació n, no quería que nadie lo mirara, pues malinterpretarían
la situació n. Pero esa excitació n de saber que alguien lo podía llegar
a ver era deliciosa.
Que delicia.
—¿Q-qué haces?
—N-no. Regulus.
Regulus quito la mano atrapada que tenia y sin que Altair se diera
cuenta, movió su mano, que estaba sobre la rodilla de Altair, hasta su
muslo. Este se sobresalto por el rose. No se lo esperaba, para nada y
cuando Regulus se dio cuenta de que no quitaría su mano, siguió
moviendo su mano, hasta quedar a centímetros de la erecció n del
rubio. Sonrió con orgullo ante eso. El había puesto a Altair Malfoy de
esa manera, todo necesitado. Cuando Altair se dio cuenta de eso, se
paro de su lugar bruscamente, haciendo que Regulus se lanzara hacia
atrá s para no ser golpeado. Apoyá ndose en la cama con sus codos,
recorriendo con la mirada la figura esbelta de su atractivo amigo.
Después, al llegar a su rostro, vio como Altair tenia un sonrojo
demasiado tierno en sus mejillas blanquecinas. Vio como sus ojos
reflejaban excitació n genuina, mientras miraban a Regulus desde los
pocos centímetros de altura y este no pudo devolverle la sonrisa,
relamiéndose los labios ligeramente. Haciendo que Altair entendiese
su doble sentido.