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La extracción ilegal e irracional de especies de los ecosistemas representa el segundo factor de más

impacto sobre la biodiversidad.


La mayor parte de la información disponible se refiere a estudios puntuales y locales, que dificultan
hacer una evaluación adecuada de este problema a escala nacional. Hay una carencia de datos
estadísticos acerca de la actividad fuera de la ley, como el tráfico ilegal de especies.
La extracción ilícita de plantas y animales sigue en tendencia creciente

que en su año pico se aproximó a los 330 000 especímenes, particularmente de plantas, las cuales
representaron entre 60 y 70 por ciento de ese comercio.

Muchas de las especies están en la nom-059-semarnat-2010 y en las listas de la cites que prohíben
su tráfico, nacional o internacional.

especies de cicadáceas, familia de plantas especialmente apreciada por su valor ornamental y de las
cuales un alto porcentaje son endémicas de México.

La recolecta y venta de orquídeas silvestres no está permitida, para venta local e internacional es
uno de los mayores problemas para la conservación de las especies.
La caza representa una actividad importante para los grupos rurales del país. Estudios reportan
intensidades de cacería que, en términos de biomasa de carne, representan insumos importantes de
proteína animal para los pobladores que se asemejan a las cantidades promedio diarias de carne de
bovino per cápita del país.
El tráfico internacional de especies silvestres es un negocio que representa varios miles de millones
de dólares al año, como proveedor y como demandante.
Aunque hay un número importante de aseguramientos por parte de la Profepa, se estima que estos
representan alrededor de 2% del tráfico ilegal de psitácidos (pericos), de los cuales 75% mueren
antes de llegar al comprador final.
A pesar de que existen regulaciones y estímulos para la extracción sustentable de especies (suma), al
menos 16 uniones de recolectores de aves canoras y de ornato no operan bajo este esquema, sino
en un estatus de “uso de subsistencia” a todas luces inaplicable a este tipo de aves y operan sin
planes de manejo ni evaluaciones del estado de las poblaciones de aves sujetas a extracción.

Los mecanismos de información sobre el tráfico ilegal son poco eficientes y los datos no son
confiables.

La Profepa reporta que en el periodo 2010-2015 se realizaron nueve operativos de carácter nacional,
con apoyo federal, estatal y municipal, que aseguraron 22 600 ejemplares de flora y fauna (entre
ellos, 6 264 orquídeas, 3 851 aves canoras, 2 295 reptiles, 763 psitácidos, 631 mamíferos y 474
cactáceas) y 9 117 productos provenientes de la vida silvestre.

Se sabe que, a escala mundial, muchas de las poblaciones de peces están sobreexplotadas y los
ecosistemas que las sostienen han sido degradados. Actualmente se ha incrementado el
reconocimiento de que las consecuencias de la pesca en gran escala incluyen diversos efectos
colaterales como la destrucción del hábitat, la muerte incidental de especies no objetivo, los
cambios en la demografía de poblaciones, y los cambios en la función y estructura de los
ecosistemas (Pikitch et al. 2004), además de la sobreinversión, el esfuerzo de pesca excesivo y la
contaminación multifocal (Arenas y Jiménez 2004). Según datos de Myers y Worm (2003) la
abundancia de las especies de peces de altos niveles tróficos, es decir, ubicados en la parte superior
de la cadena alimentaria, se encuentra disminuida en más de 90% y la explotación representa más
de 30% de la producción total marina.

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