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Suelos
El estudio de los suelos puede ser considerado desde el punto de vista de la Pedología y de la
Edafología.
La Edafología es el estudio del suelo desde el punto de vista de las plantas superiores. Considera
las diferentes propiedades de los suelos con referencia a la producción de plantas (considera que
la producción de plantas es la mayor función de los suelos, el suelo es el hábitat para el
desarrollo de las plantas). Al edafólogo le concierne incluso la producción de alimentos y fibras,
como también saber determinar las causas de variación de la productividad de los suelos y hallar
los medios de conservar y aumentar esta productividad. Una definición edafológica del suelo
sería:
“El suelo puede ser definido como un cuerpo natural, sintetizado en su perfil a partir de
una mezcla variable de minerales desmenuzados y modificados atmosféricamente, junto
con materia orgánica en desintegración, que cubre la tierra en una capa delgada y que
proporciona, cuando contiene cantidades adecuadas de aire y agua, el soporte mecánico y,
en parte, el sustento de las plantas”.
Cuando se hace el estudio de un suelo debe siempre considerarse el propio perfil del suelo. Si se
observa un perfil típico de un suelo, es decir, si se realiza un corte en sección del suelo se puede
apreciar verticalmente de arriba hacia abajo los siguientes estratos que difieren en su
composición:
1) Suelo superficial: corresponde a las capas superiores que son ricas en materia orgánica. Por
estar en contacto con la atmósfera, esta zona está más influenciada por la acción del viento, del
agua y de los cambios de temperatura. Es la zona de desarrollo de las raíces, conteniendo muchos
de los nutrientes necesarios para las plantas y abasteciendo de agua la mayor parte de la utilizada
en los cultivos. Además, por ser la capa arada y cultivada, es el lugar donde se realizan todos los
trabajos y operaciones de la agricultura. Aquí se acumulan los residuos vegetales y orgánicos en
general. Puede ser fertilizada, *encalada y drenada. Su fertilidad y, en menor grado, su
productividad (rendimiento) pueden ser aumentadas o disminuídas, o simplemente estabilizadas
satisfactoriamente por medio de un adecuado cultivo. Esta capa presenta una *meteorización
intensa.
2) Subsuelo: También está fuertemente meteorizado, pero contiene menos materia orgánica y en
algunos suelos más evolucionados (como son los de regiones húmedas) se pueden encontrar
óxidos de hierro y de aluminio, arcillas y, a veces CaCO 3. Aún cuando las raíces no penetren
profundamente en el subsuelo su permeabilidad y naturaleza química pueden influenciar,
favorablemente o desfavorablemente, la superficie del suelo, considerado como medio en el cual
viven las plantas.
3) Substrato: Son las capas más profundas, corresponden al material originario y está más o
menos meteorizado en general. Todos los niveles superiores al sustrato se llaman colectivamente
el solum.
Los suelos se clasifican en suelos minerales (inorgánicos) y suelos orgánicos. Los suelos
minerales son aquellos en los que predominan los constituyentes inorgánicos y su contenido en
materia orgánica en general está entre el 1 al 5 ó 6 %. Los suelos orgánicos son aquellos con un
contenido alto de materia orgánica, como en los pantanos y terrenos húmedos donde se forman
depósitos de turba y mantillo hasta con un 95 % de materia orgánica.
Los suelos minerales constan de cuatro grandes componentes: 1) materias minerales, 2) materia
orgánica, 3) agua y 4) aire. Por lo general estos componentes yacen en un fino estado de
subdivisión e íntimamente mezclado. La composición en volumen es variable, pero
aproximadamente la de un tipo suelo normal con las mejores condiciones para el cultivo es 50 %
de espacios porosos (aire y agua), mientras que el espacio sólido está constituido por un 45 % de
materia mineral y un 5 % de materia orgánica. La proporción de aire y agua está sujeta a grandes
fluctuaciones en las condiciones naturales dependiendo de las condiciones atmosféricas y de
otros factores. Es importante observar que los cuatro grandes componentes del suelo normal
están, en su mayor parte, íntimamente mezclados, lo cual favorece las reacciones, unas sencillas y
otras complejas entre sí, y permite un medio ideal para el crecimiento de las plantas.
ido formando el manto rocoso y se modificaba el suelo. Estos minerales son llamados
secundarios.
Las cuatro clases más importantes de partículas inorgánicas y sus propiedades generales.
El contenido de materia orgánica del suelo es pequeño, sólo alrededor del 3 a 5 % en peso en el
caso de un suelo típico, en su capa superficial. Su influencia sobre las propiedades del suelo y,
por tanto, en el crecimiento de las plantas es, no obstante, mucho mayor que lo que pudiera hacer
creer este pequeño contenido. En primer lugar, la materia orgánica funciona como un
“granulador” de las partículas minerales, siendo responsable en gran parte del desmenuzamiento
de los suelos productivos. Así mismo, la materia orgánica es la mayor fuente del suelo en dos
importantes elementos minerales: el fósforo y el azufre y, esencialmente, la única fuente de
nitrógeno. Por su efecto sobre la condición física de los suelos, la materia orgánica también
tiende a aumentar la cantidad de agua que el suelo pueda contener y la proporción de esta agua
utilizable por las plantas. Por último, la materia orgánica es la principal fuente de energía para los
microorganismos del suelo. Sin ella, la actividad bioquímica sería prácticamente nula.
1) los tejidos originales y sus equivalentes parcialmente descompuestos: incluye los aportes, más
o menos descompuestos, que producen las raíces y partes aéreas de las plantas superiores. Estos
materiales están sujetos a un fuerte ataque por parte de los organismos vegetales y animales del
suelo, que son utilizados como fuente de energía y material de recuperación frente a su propio
desgaste.
2) el humus: está constituido por sustancias coloidales que son los productos más resistentes de la
descomposición, ya sea sintetizados por microorganismos como los resultantes de la
modificación de los tejidos ordinarios de las plantas. Este material, normalmente de color negro o
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pardo, tiene una capacidad para almacenar agua e iones nutrientes mucho mayor que la de la
arcilla, que es su producto inorgánico similar. De esta forma, pequeñas cantidades de humus
hacen aumentar enormemente la capacidad del suelo en promover la producción de las plantas.
En general, en base a su contenido en materia orgánica los suelos se pueden clasificar como
minerales cuando el contenido de materia orgánica va desde trazas hasta un 15-20 %; y orgánicos
cuando la materia orgánica va desde un 20-25 % hacia arriba.
La importancia del agua en el suelo se basa en los siguientes conceptos: a) el agua es retenida
dentro de los poros con grados variables de intensidad, según la cantidad de agua presente y b)
junto con sus sales disueltas, el agua del suelo forma la llamada solución del suelo, tan
importante como medio para abastecer de nutrientes a las plantas que en él se desarrollan. La
significación de estos dos hechos es grande en relación con el crecimiento de los vegetales.
La tenacidad con que el agua es retenida por los sólidos del suelo, determina en grado elevado el
movimiento del agua en los suelos y su utilización por las plantas. Cuando la humedad contenida
en los suelos es óptima (app 25 %) para el crecimiento vegetal, las plantas pueden asimilar
fácilmente el agua, cuya mayor cantidad está presente en los poros de tamaño intermedio. A
medida que las plantas extraen agua del suelo, debido a su crecimiento, la que queda en él
permanece en los poros minúsculos, como delgadas películas alrededor de las partículas del
suelo. La atracción de los sólidos para el agua es grande, rivalizando con la que presentan los
vegetales superiores. Por lo tanto, no toda el agua que los suelos pueden contener es asimilable
por las plantas. Gran parte de ella permanece en el suelo, aún después que las plantas han
consumido la que necesitaban y luego se han marchitado e incluso muerto a consecuencia de la
escasez de agua. La significación práctica de esta limitación en la toma del agua será determinada
efectivamente por la clase de suelo y por la provisión de lluvia o agua de riego.
La solución del suelo contiene cantidades pequeñas, pero significativas, de sales disueltas,
muchas de las cuales son esenciales para el desarrollo de la planta. Hay un cambio de principios
nutritivos entre los sólidos y la solución del suelo, y, a su vez, entre ésta y las plantas. Estos
cambios están influenciados gradualmente por la concentración de sales en la disolución, la cual,
a su vez es, es determinada por las sales totales en suelo y por el contenido de agua. Así, se puede
apreciar la naturaleza dinámica del agua de esta disolución salina y su importancia en la vida
vegetal.
El aire del suelo difiere del de la atmósfera en varios aspectos. Primero, el aire del suelo no es
continuo, pues está localizado en el laberinto de los poros separados por los sólidos del suelo. Su
composición es variable de un sitio a otro del suelo. En segundo lugar, el aire del suelo tiene
generalmente una humedad más alta que la de la atmósfera, siendo su humedad relativa próxima
al 100 % cuando es óptima. En tercer lugar, el contenido de CO 2 es generalmente más alto (varios
centenares más concentrado que el de la atmósfera que tiene 0,03 % de CO 2 y 20 % de O2) y el de
oxígeno más bajo (app 10-12 %) que el hallado en la atmósfera.
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El contenido y la composición del aire del suelo están determinados en alto grado por las
relaciones suelo-agua. Siendo una mezcla de gases, el aire es capaz de moverse libremente dentro
de los poros del suelo no ocupados por el agua. Cuando ha cesado la lluvia, los poros que primero
vacían el agua del suelo son los grandes, y luego los medianos, a medida que el agua va
disminuyendo por evaporación y por el uso que de ella hacen las plantas. Así, el aire del suelo
ocupa normalmente los poros grandes, y al secarse el suelo ocupa también los poros medianos.
Esto explica la tendencia que tienen los suelos con alta proporción de poros finos a ser aireados
pobremente. En tales suelos, el agua tiende a dominar sobre el contenido de aire, y la
composición del suelo resulta inadecuada para el buen desarrollo de los vegetales.
El peso total de materia viviente, incluyendo las raíces vegetales en una hectárea de suelo
superficial en un suelo mineral tipo es por lo menos de 5600 Kg, mientras que en otros puede
llegar hasta 11200 a 22400 Kg. En cualquier caso, la cantidad de materia orgánica es suficiente
para influir profundamente en los cambios físicos y químicos del suelo. Así, puede decirse que
prácticamente todas las reacciones del suelo son de naturaleza bioquímica, directa o
indirectamente.
Las actividades de los organismos varían desde la compleja desintegración, principalmente física,
de los residuos vegetales (por los insectos y gusanos) hasta la descomposición completa de estos
mismos residuos por los microorganismos (tales como bacterias, hongos y actinomicetos).
Acompañando estos procesos de destrucción, aparece la liberación de varios principios
biogénicos de combinaciones orgánicas. El nitrógeno, fósforo y azufre son ejemplos de ellos. Por
contraste, las condiciones en la naturaleza son tales que los organismos necesitan estos elementos
para su desarrollo, con producción de combinaciones orgánicas no aprovechables para las plantas
superiores.
La formación del humus, fenómeno bioquímico, procede de la actividad de los organismos del
suelo. Efectivamente, este material es uno de los productos más útiles resultantes de la acción
microbiana
Arcilla y humus.
La arcilla es el complemento inorgánico del humus. Estos dos constituyentes existen en el
llamado estado coloidal, en el cual sus partículas individuales se caracterizan por su tamaño
extraordinariamente pequeño, gran área de dispersión por unidad de masa y la presencia, en su
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superficie, de cargas eléctricas a las cuales se sienten atraídas tanto las moléculas de agua como
los iones.
Las propiedades químicas y físicas de los suelos son controladas, en gran parte, por la arcilla y el
humus, actuando como centros de actividad a cuyo alrededor ocurren reacciones químicas y
cambios nutritivos. Además, por la atracción de los iones a sus superficies, protegen
temporalmente las partículas nutritivas esenciales contra la erosión y luego las abandonan poco a
poco para el uso de la planta. A causa de sus cargas superficiales, estas partículas coloidales son
también conocidas como “puentes de contacto” entre las grandes partículas, ayudando así a
mantener su estructura granular estable, tan deseable en un suelo poroso, fácilmente arable.
En general, los coloides húmicos tienen, a igualdad de peso, una mayor capacidad nutritiva y
acuosa que la arcilla. Sin embargo, ésta se halla casi siempre en mayores porcentajes, y así su
contribución total a las propiedades físicas y químicas del suelo iguala normalmente a la del
humus. Los mejores suelos en agricultura contienen una bien equilibrada proporción de estos dos
importantes constituyentes.
Resumiendo: 1) la mayor parte de la actividad química de los suelos está asociada a una
proporción relativamente pequeña de arcilla y humus. Puede considerarse al suelo como
poseyendo un esqueleto mineral básico constituido esencialmente de materiales inertes, en el que
las propiedades físicas y químicas son determinadas, en alto grado, por las fracciones coloidales,
extremadamente activas.
Estas dos ideas conducen lógicamente a la conclusión de que cualquier estudio de los suelos
desde el punto de vista vegetal puede emprenderse mejor desde el punto de vista coloide-
biológico.
Los elementos esenciales constituyen sólo uno de los factores externos que influyen en la vida de
las plantas. Se reconocen 6 factores externos de esta clase: 1) luz, 2) soporte mecánico, 3)
temperatura, 4) aire, 5) agua y 6) nutrientes. Con excepción de la luz, el suelo es un agente de
aprovisionamiento, en todo o parte, de todos estos factores.
sólo basta con aportar la cantidad suficiente de un elemento dado, sino también el aporte debe
estar en relación a todos los otros factores que puedan afectar el desarrollo de la planta.
Hay ciertos elementos que son necesarios para el normal desarrollo de las plantas y deben estar
presentes en formas utilizables y en concentraciones óptimas para su desarrollo, además, debe
existir un equilibrio idóneo entre las concentraciones de los varios elementos nutritivos solubles,
en el suelo. Por ejemplo: demasiado Ca puede interferirse con la asimilación del fósforo y la del
boro, o puede provocar clorosis debido a una reducción de la actividad del Fe, Zn ó Mn del suelo.
Son 16 los elementos esenciales para el desarrollo de las plantas:
Otros elementos escasos tales como el Na, F, I, Si, Co, Sr y Ba no parecen ser esenciales, aunque
los compuestos solubles de algunos de ellos pueden mejorar el desarrollo de un cultivo.
Las plantas superiores obtienen la mayor parte del C y O directamente del aire, por fotosíntesis.
El hidrógeno se deriva, directa e indirectamente, del agua del suelo. Todos los demás elementos
esenciales, excepto en algunos casos, como el nitrógeno del aire del suelo asimilado
indirectamente por las leguminosas, son obtenidos a partir de los sólidos del suelo. Son los
elementos nutritivos obtenidos del suelo los que comúnmente limitan el desarrollo de los
cultivos.
De los 13 elementos esenciales obtenidos del suelo por las plantas, a 6 de ellos se les llama
macronutrientes porque las plantas lo utilizan en grandes cantidades y son: N, P, K, Ca, Mg y
S. El crecimiento de las plantas puede ser retardado por varias causas: porque haya escasez de
ellos en el suelo, porque resulten asimilables demasiado lentamente, o porque no estén
adecuadamente equilibrados por los otros elementos nutritivos. A veces pueden existir las tres
limitaciones.
Los otros elementos nutrientes: Fe, Mn, Cu, Zn, B, Mo y Cl son utilizados por las plantas
superiores en muy pequeñas cantidades y, en consecuencia, son llamados micronutrientes.
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Para llegar a una conclusión lógica de las causas por las cuales existen deficiencias nutritivas en
los suelos, se deben examinar cuatro puntos de importancia: 1) las cantidades de los diferentes
macronutrientes presentes en los suelos minerales; 2) sus formas de combinación; 3) el proceso
por el cual estos elementos resultan asimilables para las plantas, y 4) la solución del suelo y su
pH.
El siguiente gráfico muestra los resultados de análisis químicos de suelos superficiales típicos de
una región húmeda y de una región árida, respectivamente. Se puede observar para cada caso las
grandes cantidades de materia orgánica y potasa (K 2O), respectivamente, los bajos porcentajes de
nitrógeno, ácido fosfórico y azufre, y la cantidad intermedia de cal (CaO) y magnesia (MgO). Los
suelos típicos de las regiones áridas parecen ser más ricos, por lo general, en todos los
constituyentes citados excepto en materia orgánica y nitrógeno.
El N y el P están presentes casi siempre en débiles cantidades en los suelos minerales. Sin
embargo, una proporción alta de estos elementos al mismo tiempo, se presenta en combinaciones
no asimilables para las plantas. Por ejemplo, aún los más simples compuestos de P son casi
insolubles en muchos suelos. Como resultado, este elemento es doblemente crítico (cantidades
totales bajas y asimilación muy baja para las plantas).
El calcio también se encuentra en el suelo como componente de ciertos minerales del suelo, como
la piedra caliza, pero en menor cantidad que el K. Cuando hay un déficit de Ca el suelo tiende a
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ser ácido, por esto se agregan sales de calcio (generalmente en forma de cal) para corregir la
acidez de algunos suelos.
Una pequeña porción de K y mucha de Ca, presentes en los suelos, es retenida en la superficie de
ciertos coloides como cationes adsorbidos. La adsorción se refiere a la adhesión de sustancias a
la superficie de los suelos y se verifica por la atracción de los iones y moléculas de agua a las
partículas coloidales. Los iones no están unidos con demasiada firmeza, siendo reemplazables o
intercambiables con otros iones de carga parecida. Por el contrario, la absorción se refiere a la
penetración superficial, tal como sucede cuando los nutrientes y el agua entran por las raíces
vegetales. Así los iones calcio, por ejemplo, son absorbidos cuando son tomados por las plantas,
pero son adsorbidos por los coloides del suelo.
Estos cationes son fácilmente liberados a la solución del suelo por intercambio con otros cationes.
La reacción general puede indicarse como sigue, reemplazando al Ca de los coloides del suelo:
Una gran cantidad de Ca se vuelve móvil por este tipo de reacciones. Este reemplazo o cambio
iónico, como se llama, se produce con sorprendente facilidad y rapidez y, sin duda, es uno de los
más importantes tipos de reacciones que ocurren en los suelos. A causa de este proceso, los
suelos a pesar de contener en general mucho más K total que Ca liberan este último elemento a la
solución del suelo, separándose mucho más pródigamente. Esto tiene una conexión directa con la
nutrición del Ca, con la acidez del suelo, con el encalado y otras consideraciones prácticas.
El magnesio: debido a que el Mg está contenido en el suelo en casi la misma condición que el Ca,
la reacción de sustitución citada para este último indica que el Mg también puede ser liberado a la
solución del suelo. Sin embargo, parte del Mg llega directamente de los minerales del suelo por
meteorización, en mucha mayor cantidad que el K. Para el caso del Mg además, hay que
considerar la formación y disolución del Mg(HCO 3)2 por transformación de minerales (dolomitas
que son carbonatos de Mg y Ca), en un caso, y por cambio iónico en el otro.
El azufre: Aunque el S no es más abundante que el P en el suelo, es mucho más asimilable por las
plantas. Esto se debe a que sus compuestos inorgánicos sencillos no se vuelven insolubles al
reaccionar con otros constituyentes del suelo, como es el caso del P. El S llega al suelo a través
de los abonos orgánicos, del agua de lluvia y de los fertilizantes que lo incluyen en su
composición como componente secundario.
Al igual que el nitrógeno, casi la mayoría de las transferencias del S a las plantas son de tipo
biológicas, por ejemplo de la siguiente forma:
Además, ciertos organismos del suelo, especialmente bacterias y hongos, también utilizan el S
para su metabolismo.
Constituyentes críticos: De acuerdo a lo dicho hasta ahora, son tres los constituyentes que
aparecen como críticos en casi todos los suelos minerales. Dos (la materia orgánica y el
nitrógeno) merecen una atención particular por sus pequeñas cantidades presentes
originariamente y por su fácil pérdida a través de la oxidación, de la lixiviación o de la extracción
por las cosechas. El tercero, el fósforo, está frente a una doble pérdida ya explicada (una débil
cantidad presente y una débil asimilación por las plantas superiores).
Bajo condiciones de humedad, el calcio, por todos los conceptos, ha de ser incluido en la lista
anterior, dado que se tiene la seguridad de ser rápidamente agotado por el lavado. Por
consiguiente, se le necesita no sólo como nutriente, sino también para control de la acidez del
suelo. En regiones áridas, no obstante, la lixiviación normal del calcio es despreciable. Por otra
parte, este nutriente está presente, probablemente en abundancia, en el subsuelo, en particular.
De las generalizaciones anteriores se puede deducir que el K, Mg y S deben estar presentes en los
suelos y que el problema de su carencia resulta crítico en ocasiones. El evidente aumento en el
uso de los fertilizantes potásicos, la demanda de calizas dolomitas y la necesidad de agregar S al
suelo, lo demuestran.
Formas en que se hallan los macronutrientes en los suelos: En general los elementos nutritivos
existen en el suelo en dos condiciones: 1) como compuestos complejos casi siempre insolubles y
2) en formas sencillas casi siempre solubles en el agua del suelo y casi siempre asimilables
fácilmente por las plantas superiores:
- Formas simples asimilables. Los constituyentes más sencillos y solubles de los suelos,
especialmente los de las regiones húmedas tienden a desaparecer por la desecación o son
utilizados por los microorganismos y las plantas superiores. Por ésto, la mayor proporción de
macronutrientes existen en el suelo en condiciones complejas, A partir de éstas se transforman en
asimilables gradualmente a través de varios procesos de simplificación. Como resultado, la
capacidad productora de un suelo no depende tanto de las cantidades totales de los varios
nutrientes que contiene, como de la facilidad con que se transforman en formas simples y
asimilables. Tal situación indica por qué un análisis químico total puede fácilmente dar valores
inciertos para juzgar las necesidades fertilizantes de un suelo. Esto es desde luego desalentador,
dado que la cantidad total de un nutriente puede ser determinada con gran exactitud mientras que
su asimilación ordinariamente es susceptible de ser sólo una mera aproximación.
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- Combinaciones orgánicas. La descomposición de la materia orgánica del suelo permite que los
nutrientes contenidos en sus formas complejas, sean liberados y aparezcan como compuestos
sencillos, los cuales son más o menos asimilables por las plantas superiores. Prácticamente todo
el N y gran parte del S y P están contenidos en combinaciones orgánicas, aunque el P orgánico no
resulta asimilable tan fácil y rápidamente como el S y el N.
La cantidad de sales inorgánicas sencillas, tales como KCl, NaCl y Na2SO4 , en los suelos de las
regiones húmedas es siempre pequeña. A medida que los climas son más áridos estas sales
presentan una concentración cada vez más alta. En los sitios en que el drenaje y la lixiviación
están restringidos y la lluvia es débil, las sales pueden encontrarse en la tierra cultivada en
cantidades suficientemente grandes hasta para estorbar y aún impedir la producción de cosechas.
El pH del suelo.
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El pH del suelo puede influir en la absorción nutritiva y crecimiento de las plantas de dos
maneras: 1) a través del efecto directo del ión hidrógeno; 2) indirectamente por su influencia
sobre la asimilación de los nutrientes y la presencia de iones tóxicos.
En muchos suelos el último efecto es de gran importancia. Aunque en los valores extremos del
pH pueda demostrarse el efecto directo tóxico del ión H, muchas plantas pueden tolerar una
fuerte concentración de este ión, siempre que se mantenga un equilibrio con los otros elementos.
Por desgracia, la asimilación de varios de los elementos esenciales nutrientes está afectada
drásticamente por el pH del suelo, así como la solubilidad de algunos elementos que son tóxicos
para el crecimiento de las plantas.
El Ca y Mg se pierden por lavado y como resultado la acidez del suelo aumenta. Esto significa
que en las regiones húmedas por efecto de muchas lluvias se producen pérdidas de Ca y Mg, por
lo cual en estos suelos existe una correlación definida entre el pH y las cantidades de estos
elementos. En cambio en las regiones áridas y semiáridas donde las lluvias son escasas (menor de
500 mm/año) la falta de lavado eleva la basicidad del suelo y se produce una acumulación de
sales de Ca y Mg.
Si la reacción del suelo está limitada a un pH de 6 a 7, la toxicidad del Mn, Fe y Al pueden ser
suprimidas fácilmente por la formación de hidróxidos.
El Cu y Zn quedan también afectados igualmente por el pH, siendo su punto crítico el de 7, por
encima del cual su aprovechamiento disminuye definitivamente.
Con el boro, la situación es diferente, a pesar de que ni el suelo ni la cal actuando separadamente
precipitan cantidades apreciables de B, se ha estudiado que ambos lo fijan apreciablemente
cuando están en combinación. Posiblemente también el exceso de Ca impide de alguna forma el
movimiento del boro hacia dentro de la planta a pesar de su solubilidad, impidiendo el
metabolismo del B, aún a pesar de que este último esté en cantidades apreciables.
En cuanto al fósforo, la clase de ion fosfato presente en el suelo varía con el pH. Si el pH es
alcalino predomina el ion HPO4=. A pH débilmente ácido predominan el ion HPO4= y H2PO4-. A
pH fuertemente ácido predomina H2PO4-. Debido a la formación de compuestos insolubles se
prefiere normalmente una reacción del suelo que contenga una mezcla de iones HPO4= y H2PO4-.
La actividad del P en el suelo está relacionada con el pH directamente. Cuando la acidez aumenta
se produce un incremento en la actividad del Fe, Mn y Al. Bajo tales condiciones los fosfatos
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solubles son fijados como compuestos muy complejos e insolubles de estos elementos. Esta
fijación es más importante cuando el pH es inferior a 5.
Si el pH del suelo mineral es mucho mayor que 7, la nutrición de los fosfatos en las plantas
superiores queda perturbada. A estos valores altos de pH se forman fosfatos cálcicos complejos e
insolubles. Además, a pH>7, el exceso de Ca puede entorpecer la absorción del P o su utilización
por las plantas.
Cuando el pH es entre 6 y 7 la fijación del fósforo parece ser mínima y por el contrario el
aprovechamiento del P en la mayor parte de las plantas está en el máximo. En la regulación de la
nutrición del P en los cultivos es aún más importante, sin embargo, que el pH del suelo se
conserve entre 6 y 7 aproximadamente.
Como la mayor parte del N se halla en la materia orgánica, la descomposición de ésta debe tener
lugar si el N aparece en formas sencillas. Esta descomposición es un proceso bioquímico muy
complejo y va acompañada de la formación de gran cantidad de CO 2. Finalmente, el N aparece
como compuesto amónico, y si las condiciones son favorables se oxida pasando a la forma de
nitrito y luego a la de nitrato. Los dos últimos cambios son llamados de “nitrificación” y son
producidos por obra de dos grupos bacterianos específicos. Debido a que la mayor parte de N
utilizado por las plantas superiores es absorbido en formas amónicas y nitratos, la importancia de
estos procesos es obvia. Las transformaciones del N se representan en el siguiente esquema:
N orgánico
N orgánico Sales amónicas Nitritos Nitratos
(proteínas, NH4+ NO2- NO3-
aminoácidos, etc)
Todo lo dicho anteriormente con respecto al pH es válido dependiendo del tipo de plantas que se
cultiven.
Un suelo muy ácido (pH bajo 4,5) presentará poco Ca y Mg intercambiables, una alta solubilidad
de Fe, Mn, Al y B y una baja solubilidad de Mo. Además, está la posibilidad de las toxinas
orgánicas y ciertamente habrá un escaso aprovechamiento de N y P.
Un suelo alcalino (pH aprox. 7,5) tendrá mucho Ca, Mg y Mo; poco o ningún Al tóxico,
moderada aunque activa cantidad de humus y un aprovechamiento real de N. Pero si el pH es
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demasiado alto se producirá una inadecuada asimilación del Fe, Mn, Cu, Zn y, sobre todo, de P y
B.
Si el pH es intermedio, da lugar a un suelo moderado o débilmente ácido. Esto parece ser lo más
satisfactorio para casi todas las plantas, ya que los agentes químicos y biológicos están en
equilibrio. La asimilación de nutrientes y la actividad de los microorganismos parece ser más
satisfactoria bajo estas condiciones.
En general, un suelo con pH entre 6 y 7 presenta mejor régimen biológico, ya que las condiciones
de nutrientes son favorables sin ser extremas y la asimilación del P está al máximo (excepción los
organismos que oxidan al S y lo transforman en H 2SO4). Un pH entre 6 y 7 parece promover la
más fácil asimilación de los nutrientes vegetales. Es evidente que el suelo debe ser algo
débilmente ácido (por ej. 6) para que los oligoelementos aún en el caso de que estén presentes en
cantidades adecuadas se muestren satisfactoriamente asimilables.
Resumiendo, si el pH del suelo está ajustado para el P (entre 6 y 7), el resto de los nutrientes
vegetales, si están presentes en cantidades adecuadas, serán satisfactoriamente asimilables en la
mayoría de los casos.
*Encalado: Técnica que consiste en disminuir la acidez de los suelos por adición de cal y por lo
tanto mitigar los factores de nutrición asociados a la acidez del suelo.
*Mantillo: Forma parte de la materia orgánica en el suelo (junto al estiércol, hojas, etc.), es
atacada por los microorganismos y una parte de su peso se transforma en humus. Se trata de una
materia orgánica muy beneficiosa para el suelo porque mejora su estructura, aporta nutrientes
para las plantas, favorece la vida microbiana y además resulta estético extendido sobre el suelo.
OBTENCIÓN DE LA MUESTRA
PARA EL ANÁLISIS DE SUELOS
1.-) Cada muestra debe corresponder a una superficie máxima de 5 hectáreas, de suelo
homogéneo y sometido a un manejo uniforme (especialmente, con el mismo cultivo anterior).
2.-) Estará compuesto por 10 submuestras que se tomarán a más de 30 metros de los cercos y en
lugares bien distribuidos, evitando los focos alterados como: entrada del portero, bordes de
caminos, junto a los árboles, acequias, etc.
3.-) Elimine la vegetación del lugar donde extraerá una submuestra, sin sacar la tierra superficial.
4.-) Tome la submuestra hasta 20 cm de profundidad, con un barreno o pala jardinera. Deposítela
en un balde de plástico, limpio. Para sacarla con pala: se hace un hoyo en forma de “V”; luego se
corta una tajada de unos 3 cm de espesor; se eliminan con un cuchillo los laterales de la tajada,
dejando la franja central de unos 3 cm de ancho, la que se echa en el balde.
5.-) Se mezclan bien las 10 submuestras dentro del balde, y se coloca aproximadamente medio
Kg de tierra en una bolsa plástica, sin incluir piedras, lombrices, raíces, ni otros materiales
extraños.
6.-) La bolsa conteniendo las muestras se rotula con la fecha de muestreo, lugar y toda la
información agronómica y de características del suelo. Luego se lleva cuanto antes al laboratorio
para su análisis, manteniéndola mientras tanto en un lugar fresco y seco.
MEPA /LAI.II/2s.2021