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Dos pepitas de oro
SOBRE MINAS, MUQUIS Y HOMBRES
CUENTO DE LUIS PAJUELO FRÍAS
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Resumen
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Summary
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Resumo
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I. La literatura minera
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Baldomero Lillo (Chile, 1867-1923) y Víctor Montoya
(Bolivia, 1958); faltando difundir muchos nombres más.
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II. Cerro de Pasco y la literatura minera
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trabajo: las vetas de cobre, plata, zinc…, en la fragilidad
temeraria de las galerías. Pues es justamente en ese lugar,
en las galerías subterráneas, donde se desarrolla en un
replique melódico de incontables palas, perforadoras,
barrenos…, el quehacer legendario y ancestral del minero
cerreño; un trabajo recio en dura competencia con la
muerte, en una noche infinita y tórrida. Y en el sitio, sino
son los accidentes, por la fina capa de óxidos o sulfuros
que caen a sus rostros, los semblantes obreros, con sus
tonos grises y plomizos, ocultan un silencio de
emanaciones letales que día a día, de a poquito a poquito,
les arrancan la vida. Manuel Scorza con encantadora
ironía y gracia nos recrea sobre los semblantes
multicolores de los obreros en su novela/cuentos Redoble
por Rancas, en la pieza titulada: “De los diversos colores
de las caras y cuerpos de los cerreños”, visión fantástica
que idealiza este mundo polimetálico y la peligrosidad de
su atmósfera (que en otros asientos mineros es más
funesta debido al plomo que respiran sus mujeres y niños
[La Oroya] o el mercurio que contamina sus suelos y
aguas [Cajamarca]); esta pieza la complementa “Sobre
los hombres-topos y los niños que estuvieron a punto de
llamarse Harry”, dándonos un espectáculo irreal de esta
ciudad y minas.
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atrás, ya construían sobre las minas, con fantasía y magia,
una ficción en la cual los mitos se eslabonan a la historia,
descifrándose supersticiosa toda circunstancia vivencial.
Así, en cuentos fabulosos transmitían a toda la
colectividad de sus alegrías, meditaciones,
mezquindades, esperanzas, temores... Con ellos nació la
literatura genuina del Cerro de Pasco.
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La ciudad minera fue otro fanal de inspiración para
los escritores que la habitan.
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Pasco colonial, pero que en estricto no es un relato
minero, pero es cautivante), y que se prolongó hasta el
cuento Dos pepitas de oro (que narró el fatal encuentro
del pequeño Julián con un Muqui, feérico morador de las
minas que sujeta el argumento). Dos pepitas de oro,
muestra del fino poder creativo de Pajuelo Frías, y que es
fusión del imaginario popular y lo estético.
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II. Luis Pajuelo Frías y Cerro de Pasco
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señalaron que estudió en la ‘época de oro’ de La Cantuta,
allá por los sesentas; tiempo en que esta institución
pedagógica ostentó la más exquisita plana docente de su
historia. Y para nuestros días, es de los pocos en el país
que ha frecuentado el imaginario cosmogónico minero,
auscultando con religiosidad y pasión sus creaciones.
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su antología del cuento infantil destinado a niños entre
los 8 y 12 años. Su otra antología en los 90 es Antología
inevitable —cuento latinoamericano— (ediciones
UNDAC, Lima, 1994, 92 pp.), con una selección de seis
relatos y notas biográficas exquisitas sobre Borges,
Rulfo, Cortázar, Roa Bastos, Ribeyro y Arreola. En sus
prólogos persevera aún inquebrantable su fe en la lectura
de cuentos (de los que proporcionen felicidad, como
vindicara J.L. Borges).
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a raíz del estudio y por su intermedio, la obra se volvió a
hoy, desde setiembre de 1997, de lectura imprescindible
en la ciudad minera. Del mismo modo, en Estribo de
Plata Nº 4 salió su análisis genético, comparativo y
morfológico: El muqui y su mundo. Aproximación al
maravilloso duende de las minas (Cerro de Pasco, junio,
1998, 8 pp.), magistral y definitivo estudio sobre este
mágico ser; estudio que emocionó a don Jorge Morales
Galarza, cerreño hasta los húmeros, que alborozado
comentó el texto liándola a su propia vida y memoria.
Rematando este último trabajo sobre los muquis,
ubicamos su único cuento (el único que conocemos de
Luís Pajuelo Frías): “Dos pepitas de oro”; cuento que de
aquí en adelante escudriñaremos.
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IV. “Dos pepitas de oro”, cuento maravilloso
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indómito universo del obrero minero, a la vez que
cotidianamente más próximo a nosotros y
conmovedoramente más fantástica (siendo incluso para
muchos poderosamente metafísica).
A. Resumen
Un obrero lleva a Julián, su hijo, a la mina un día
que aparentemente era igual a los demás. Antes
de ingresar en ella lo confía a ‘Don Shepo’, el
bodeguero, a quién encuentra fumando. El
bodeguero, por pedido del padre, manda al niño a
ordenar las lámparas dejando como dadiva «…en
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el tablero del mostrador dos billas radiantes,
impecables».
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B. Personajes
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muqui y sus quinchos, destejen la trama y el
título del cuento. Sólo la mina y la muerte tienen
la fuerza de interrumpir su tránsito entre la
bodega, la pensión y su cuarto. Sólo la muerte
libera al pobre del desamparo, la postración y la
marginalidad. Muerte cuya oscuridad insondable
es igual a la oscuridad de la mina, y en ambas
juega como intermediario el muqui. La felicidad
en una situación así es sólo ilusión momentánea,
que Julián ocultará en sus bolsillos. Pero para
alcanzarla debe asociarse con la mina, traspasar
su realidad.
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populi en otra época la deshonestidad marital o
adultera reinante en algunos campamentos.
Apiñados los cuartos unos a otros y por causa de
la deslealtad y los turnos de trabajo, se sucedían
situaciones familiares trágicas en su señorío. Por
los vínculos casi promiscuos que ahí se
desenvolvían se destruían los hogares, se
mancillaban los honores, los hijos quedaban
desprotegidos…, la irracionalidad campeaba y el
infortunio abrumaba a la gente. Así como el
padre de Julián, muchos se protegían en el trabajo
desatendiéndose el hogar, y otros muchos
aplacaban el dolor en licor. Negamos tajantes que
haya sido costumbre general, pero se dio… Eli,
en el cuento, simboliza esa situación.
C. Imágenes y objetos
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desolados, fríos y glaciales como el amanecer
escarchado («en la penumbra brillaron los
diamantes») o como las almas solitarias de sus
ocupantes. Los contactos que se establecen entre
el minero, Julián y don Shepo no quiebran esa
inundación de soledad, por el contrario la hacen
patente y notoria ante los demás. Cada quién
sigue su propia tarea, inconmovible, sin importar
los otros. Salvo cuando ocurre un quiebre en la
monotonía, cotidianeidad y costumbre de sus
ocupantes y el minero vaya en busca de Julián, lo
halle tirando ‘quinches’ o lo entrevea echado en
su tarima. En definitiva, esa soledad es cómplice
de las sombras, la oscuridad y el silencio.
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amistad y felicidad (quebrando el «halo de
tristeza» inicial que «bordeara su rostro frágil y
cobrizo»). Al final, tras el crepúsculo y de cara a
otra oscuridad, en su cuarto, el minero enciende
la luz de otra lámpara para descubrir la muerte.
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los recuerdos, de la memoria, pero que con su
poder los convoca cruel y dolorosamente («mina
tentadora»). Oscuridad que tiene su propio
devenir y su propio universo, que el minero sólo
puede alejar con la sencilla lámpara de carburo,
pues la conoce bien y le teme.
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avivar la imaginación». Y hay juego de niño con
todos sus alcances en el relato.
«—Julián— llamó.
¿Papá?... —contestó el niño.
—¿Con quién jugabas?...
—Solo»
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toda la trama. Y se le retrata como es, un hálito
inmaterial, imaginario, fantástico, que sólo
podemos presentirlo al leer sobre el juego de las
billas o al atender el fulgor serpentino de dos
luces intermitentes en la oscuridad. Sin duda, una
de las luces era la lámpara de Julián y la otra,
sólo podía ser del... Y el hecho de esfumarse,
revela que es él, el único que elige a quien
evidenciarse, por ello apaga su luz cuando siente
la proximidad del minero. En su misteriosa
desaparición o la aparición de las dos pepitas de
oro ¡Eh ahí lo fantástico!
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Y por sobre la soledad, las lámparas y la
oscuridad, las canicas y la insensibilidad del
hombre, es el muqui lo que explica este cuento.
Y sin necesidad de estudios analíticos, “Dos
pepitas de oro”, lo evidencia al leerse.
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Epílogo
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para espacios análogos Jacqueline Held Los niños y la
literatura fantástica. Función y poder de lo imaginario.
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Dos pepitas de oro
Cyrano de B.
—Julián— y llamó.
—¿Papá? …— contestó el niño.
—¿Con quién jugabas?...
—Solo. Estuve tirando quinches. Me traje una lámpara
para estar en la mina…
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habló, gritó su nombre, le cogió la frente, el pecho, buscó
en sus bolsillos, sacó unos objetos y en La Palma de su
mano, cuarteada y sufriente, brillaron dos extrañas
pepitas de oro.
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Referencias
Pajuelo, L. (2004). Oro y cenizas, tercera edición. Lima:
San Marcos.
Pajuelo, L. (1998). El muqui y su mundo, aproximación
al maravilloso duende de las minas. Estribo de plata.
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Delmiro, B. (2003). Literatura y minas en la España de
los siglos XIX y XX. Madrid: Trea.
Held, J. (1981). Los niños y la literatura fantástica.
Función y poder de lo imaginario. Barcelona: Paidós
Lillo, B. (2010). Subsuelo. Bolivia: Zigzag.
Montoya. V. (2003). El laberinto del pecado. Chile:
kipus.
Montoya. V. (2004). Cuentos de la mina. Chile: Editora
del norte.
Padilla, A. (2011). Las aventuras de Lamparita y sus
amigos. Lima: San Marcos .
Palma, R. (2010). Tradiciones Peruanas. Vol. IV. Perú:
Epensa.
Scorza, M. (1983). Redoble por Rancas. Barcelona: Plaza
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Travesaño, J. (2004). El password del Muqui y otros
cuentos mineros. Lima: San Marcos.
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Verne, J. (2016). Las Indias Negras. Madrid: Debolsillo.
Zola, E. (2012). Germinal. Madrid: Cátedra.
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