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Leopardi
Dulce
i y clara
es la noche
Traducción y selección
de Antonio Colinas
Edición al cuidado de Jordi Doce
Publicado por:
Galaxia Gutenberg, S.L.
Av. Diagonal, 361, 2.º 1.ª
08037-Barcelona
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El pensamiento aquel que, lisonjero,
se te ofrecía en la noche, cuando
apacible se hallaba el hemisferio.
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Me sentía quemado, muy despacio,
por la llama de amor, cuando la brisa
que la encendía pronto se esfumó.
17
Luego, arrastrando las rodillas trémulas,
tontamente, en la estancia silenciosa,
60 decía: «¿Qué otro amor podrá ya herirme?».
Yo no te conocía, oh garzón
de nueve y nueve Soles, que ha nacido
al llanto, cuando en mí, amor, probaste,
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Nunca creí cambiar de tal manera
80 y que a un amor lo arrebatase otro.
En verdad, ay de mí, qué vanos somos.
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100 Vive aquel fuego aún, vive el afecto,
alienta en mi pensar la bella imagen
de quien, si no celeste, otra dicha
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A la primavera
o de las fábulas antiguas
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20 ¿Vives tú? ¿Vives, santa
naturaleza, y al dormido oído
llega el sonido de la voz materna?
Plácido albergue fueron de las ninfas
los ríos, y un espejo cristalino
25 fueron las fuentes. Danzas misteriosas
de plantas inmortales sacudieron
ruinosas cimas, fatigosas selvas
(hoy retirado nido de los vientos),
y el pastor que lleva hacia las sombras
30 inciertas, meridianas, al florido
arroyo las ovejas tan sedientas,
un sutil canto de los Panes rústicos
oyó por las riberas y temblar
vio, asombrado, la ola, y que oculta
35 la Diosa cazadora descendía
a las cálidas aguas y limpiaba el inmundo
polvo que manchó en sangrienta caza
el blanco pecho y sus brazos de virgen.
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cómplice del mortal y compañera
de su camino. Y si los impuros
consorcios ciudadanos, las fatales
iras y la vergüenza rehuyendo,
50 a algunos híspidos troncos acogieron
en las remotas selvas, viva llama
sentía agitar las muertas venas,
desfallecer las hojas, palpitar
tan oculta en doloroso abrazo
55 a Dafne, o triste Filis, o llorar
la prole de Clímene desolada
a aquel que el sol hundió en el Erídano.
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llegas cantando al renaciente año,
y en la profunda calma
de los campos, al aire mudo y fosco,
75 lloras daños antiguos, y el oprobio,
y la ira, y la piedad del día pálido.
24
El gorrión solitario
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no sé por qué no me preocupo. Es más, de ellos
me alejo cuanto puedo.
Casi como eremita y extraño
25 a mi lugar nativo,
paso la primavera de mi vida.
Este día que ya cede a la noche
se suele festejar en nuestro pueblo.
En lo sereno se oye un son de esquilas
30 y un resonar de broncas escopetas
lejos se oye de aldea en aldea.
Vestida de fiesta,
la juventud del lugar
deja las casas y va por los caminos.
35 Y mira, y es mirada, y el corazón se alegra.
Yo, solitario, en esta
parte remota salgo a la campiña,
dejando para luego
toda dicha y solaz. Y en tanto la mirada
40 derramo por el aire, me hiere
el Sol, que entre lejanos montes,
después del día sereno,
cayendo va, como si nos dijese
que la dichosa juventud se apaga.
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de tu existencia; pues de natura es fruto
cada deseo vuestro.
50 Pero si de la vejez
el odiado umbral
no puedo evitar,
cuando mis ojos sean mudos al corazón ajeno
y halle vacío el mundo, y el futuro
55 más aburrido y triste que el presente,
¿qué será del deseo?,
¿qué será de estos años, de mí mismo?
Ay, me arrepentiré, y frecuentemente,
pero desconsolado, hacia atrás volveré mis ojos.
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