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Ambientación: disponer un lugar con signos, frases y otros instrumentos que faciliten a los
hermanos y hermanas de la familia franciscana a entrar en el clima penitencial/festivo de
dicha celebración. Es preferible sea fuera del Templo donde se llevará a cabo la celebración
litúrgica propia de esta fiesta franciscana.
Para San Francisco de Asís, como para todos los cristianos que asumen en
profundidad la invitación de amorosa de Dios, la reconciliación con Dios y con los
hermanos es más que un mandato una necesidad profunda, en respuesta al amor
hasta el extremo recibido de Dios.
El seguimiento a Cristo, que iniciamos con la recepción del sacramento del
Bautismo, ese seguimiento puede debilitarse o incluso extinguirse a causa del estado
de pecado. Contra esta enfermedad del alma que causa la muerte espiritual; el Señor
nos ha dejado los sacramentos del camino o llamados de sanación, uno de ellos es el
sacramento de la penitencia / reconciliación.
El pecado es una realidad que niega el plan salvífico de Dios, puesto que frustra el
plan de Dios en cada uno de sus hijos. Es entonces, el libre rechazo de Dios, por
autosuficiencia (Ex 10,16; Jos 7,20: Os 7,15). En las sagradas escrituras, el
veterotestamento presenta el pecado como una trasgresión al pacto con Dios, una
idolatría, un adulterio en contra de la fidelidad de Dios. Todos los profetas y la
literatura sapiencial repiten con insistencia que “se debe volver a Dios”, es un
continuo llamado a convertir el corazón hacia Dios.
En 1216, luego que Francisco tuviera el “perdón de todos sus pecados y la completa
remisión de las penas debidas a sus culpas “. Se dirigió a una pequeña Iglesia, La
Porciúncula en donde entró como siempre y dijo esta oración: Te alabamos, Señor
Jesucristo, en todas las iglesias del mundo entero. Y te bendecimos porque por tu
santa cruz redimiste al mundo."
Alzó su mirada y observó una luz brillante arriba del pequeño altar, era el Señor con
su Santísima Madre y con muchos ángeles. Con pleno gozo, Francisco se postró
ante aquella imagen y Jesús le dijo: "Francisco pide lo que quieras para la
salvación de los hombres". Francisco pidió a Jesús una gracia: “Señor, pido que
todos aquellos que, arrepentidos y confesados, entrando en esta iglesita, tengan el
perdón de todos sus pecados y la completa remisión de las penas debidas a sus
culpas“.
Viendo que Jesús se mantenía en silencio, se dirigió a María y le suplicó: "Te ruego,
a Ti, Santísima Madre, la abogada de la raza humana, que intercedas conmigo, por
esta petición". María, llena de bondad sonrió a su Divino Hijo e inmediatamente
Nuestro Señor le dijo: "Te concedo lo que pides, pero debes de ir a mi Vicario, el
Papa, y pídele que apruebe esta indulgencia". La visión, entonces, se desvaneció
dejando a Francisco en el piso de la capilla, llorando de alegría, con profundo amor
y agradecimiento.
Francisco fue y relató la visión al Romano Pontífice, quien acepto y confirmo dicha
indulgencia. el Santo Padre dijo: "nosotros te concedemos esta indulgencia y debe
ser válida perpetuamente, pero solo en un día cada año, desde las vísperas, a
través de la noche, hasta las vísperas del siguiente día." Desde entonces cada año
desde la tarde de 1 de agosto hasta la tarde del 2 de agosto se celebra la fiesta
franciscana del “Perdón de Asís” que coincide con la dedicación de aquella capillita,
de Santa María de los ángeles de la porciúncula, que es cuna de la Orden
franciscana.
Los papas han confirmado esta celebración y Juan Pablo II la extendió a cada
Iglesia, capilla u oratorio que sea regentado pastoralmente por su Franciscano, de
allí que como familia religiosa nos disponemos a celebrar este día de gracia
particular.
Para poder acceder a esta Indulgencia se debe tener estas tres condiciones:
1. Visitar el santuario de La Porciúncula en Asís o cualquier iglesia franciscana.
2. Acercarse al sacramento de la reconciliación, comulgar y orar el Credo, un Padre
Nuestro y un Ave María por las intenciones del Santo Padre.
3. Rechazar el pecado (propósito de enmienda).
Esta indulgencia está llena de historia y es un regalo que San Francisco realiza para
todos nosotros. Es hermoso pensar cómo él encontrando la plenitud en la confesión
y más importante saber que existe y se siente la reconciliación con Dios, pide a
Jesús que todos podamos tener esa paz al menos una vez al año. Es un acto de amor
que todos debemos sentir en nuestras vidas de cristianos.
"El mundo necesita perdón; demasiadas personas viven encerradas en rencor y
engendran odio, porque son incapaces de perdonar, arruinando sus propias vidas y
las de los demás en lugar de encontrar la alegría de la serenidad y la paz. El perdón
por el que San Francisco se convirtió en 'canal' de la Porciúncula continúa
'generando Paraíso' aún después de ocho siglos. ofrecer el testimonio de
misericordia en el mundo de hoy es una tarea de la que ninguno de nosotros puede
escapar". (palabras del papa Francisco en su visita a la Porciúncula en 2016).
Pues bien, esta celebración que entre poco realizaremos inicia con la entrada en el
templo franciscano y la celebración de un acto penitencial acompañado del
sacramento de la reconciliación. Este sacramento que ha sido conferido por Cristo a
la Iglesia para perdonar todos los pecados (Mt 18,18) es una gracia que nos
devuelve el estado de gracia y nos reconcilia con el cuerpo místico de Cristo. El
gran anhelo de san Francisco con esta celebración era “mandar a todos al cielo” sin
excepciones.
El corazón necesita convertirse, la profundidad del pecado puede medir nuestra falta
de radicalidad en el seguimiento a Jesucristo. La fidelidad y la santidad se
demuestran en la acción; esto era claro para san Francisco que detestaba la
ociosidad, pues la tenia como cuna del pecado. Antes de pasar a la celebración
veamos los pasos que la Iglesia nos presenta para la buena recepción del sacramento
de la penitencia: en primer lugar, la contrición; que se refiere al dolor profundo de
haber pecado, conciencia de que he rechazado el plan de Dios en mi vida y eso me
duele. Segundo examinar mi conciencia, de forma profunda y sincera, ver todas las
consecuencias que han desencadenado mis acciones, en tercer lugar, confesar ante el
ministro ordenado (Sacerdote) mis pecados con sinceridad, recordando que el
ministro en nombre de Dios recibe mi arrepentimiento. Seguidamente el propósito
de enmienda que queda expresado en la respuesta a ¿te arrepientes de todos estos
pecados? Más que una respuesta es la intención recta de luchar contra el pecado, y
finalmente la satisfacción o penitencia que es impuesta por el ministro, y esta
ordenada pedagógicamente a invitar a penitente a caminar por la senda de la
conversión.