188 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
1. Entrada de perfiles
En este primer paso se debe recoger toda la
información disponible sobre el crimen. Análisis in
situ de los hechos, fotografías de la escena del cri-
men, informes y fotos sobre la autopsia, relatos de
los testigos, y un extensivo fondo de información
sobre la víctima y los expedientes e informes poli-
ciales que haya sobre el caso.
2. Modelo de toma de decisiones
Se organiza la información compilada en patro-
nes y cuestiones significativas con relación a las
dimensiones de la actividad criminal:
Qué tipo de homicidio se ha cometido.
Cuál ha sido el posible motivo primario.
Qué nivel de riesgo tenía la víctima.
- Riesgo para el agresor.
- La secuencia de actos. Esta violencia per-
mite al agresor expresarse, representa su
personalidad e incluye su estilo personal de
la ejecución del delito (Garrido, 2000).
3. Evaluación del crimen
Aquí se reconstruye la secuencia de sucesos y
el comportamiento del autor y de la víctima; ade-
más, se indica cómo pasaron las cosas, cómo se
comportaron las personas y cómo se planificó y
organizó el encuentro. Esta reconstrucción se basa
en las decisiones tomadas en la etapa anterior.
4. Perfil criminal (jeed-back n.o 1: validación
del perfil)
En este momento los profesionales elaboran
una descripción inicial de los sospechosos más
probables. El perfil típico incluye: raza, sexo, edad
aproximada, estado civil, ocupación, respuesta
ante el interrogatorio policial, grado de madurez
sexual, si el individuo fuese capaz de cometer otro
crimen, la posibilidad de que haya cometido un
delito similar en el pasado, posibles antecedentes
policiales.
5. Investigación (jeed-back n.O 2: nuevas
pruebas)
Una vez que el perfil criminal tiene congruen-
cia, se remite un informe por escrito a la agencia
que lo solicitó y este informe es incorporado a la
investigación. Habiendo obtenido la información
de la víctima y de los testigos se reúne a los sospe-
chosos que encajan en el perfil y son evaluados. Si
este proceso termina con la identificación, deten-
ción y confesión del asesino, el perfil ha cumplido
su objetivo. Si salen nuevas pruebas o no se identi-
fica a ningún sospechoso, entonces tiene lugar una
reevaluación; toda la información es examinada
otra vez y se vuelve a validar el perfil.
6. Detención
El arresto del sospechoso correcto es el destino
final de todos los procedimientos. Entonces se po-
nen en marcha las técnicas relacionadas con la
entrevista. Lo ideal es que el sospechoso confiese
o que al menos se disponga a hablar extendidamen-
te sobre algunos de sus crímenes. Cuando se logra
una detención o una sentencia condenatoria, se
comparan los datos reales con el perfil elaborado;
si el sospechoso confiesa, es importante hacerle una
entrevista detallada para controlar que todo el pro-
ceso del perfil haya sido válido. A través de la en-
trevista podemos ayudar a evaluar las influencias
de todo el conjunto de características y variables
psicológicas que han ayudado en la construcción
del perfil.
Hay que señalar que toda la estrategia seguida
e información recogida se contrasta usando bases
de datos y programas informáticos que se encargan
de catalogar y procesar datos sobre la información
que procede de la escena del crimen. El entrena-
miento y experiencia del experto deben ser muy
elevados, ya que debe aglutinar, comparar y com-
pletar un perfil tomando en cuenta toda la infor-
mación conseguida. Como señala Soria, para la
elaboración de perfiles el uso de la inteligencia
artificial es fundamental, ya que sin ella los datos
obtenidos se tornan descriptivos y carentes de
utilidad en el proceso de investigación criminal
(Soria, 2002).
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Psicología de investigación criminal
1. CONCEPTO DE PERFIL
PSICOLÓGICO CRIMINAL
La expresión perfil criminal se conoce con
diferentes términos y acepciones en la literatura:
perfil psicológico (psychological profiling) (Hol-
mes, 1989), perfil de la personalidad del criminal
(criminal personality profiling) (McCann, 1992,
citado en Tapias y cols., 2002), perfil del agresor
(offender profiling) (Canter, 2000a; Ainsworth,
2001), perfil criminal (criminal profiling) (Stanton,
1997, citado en Tapias y cols., 2004), investigación
analítica criminal (criminal investigative analysis)
(Warren, 1999), etc.
Distintos autores, recogidos por Alison y Can-
ter (1999), definen la técnica de forma relativa-
mente similar. Para Ressler (1985), se trata de un
<<proceso de identificación de las características
psicológicas de una persona basándose en el aná~
lisis de los crímenes que ha cometido y proporcio-
nando una descripción general de esa persona».
Para Geberth (1996), «el perfil de personalidad de
un criminal es un intento de proporcionar informa-
ción concreta acerca del tipo de persona que ha
cometido un crimen determinado (. .. ) basándose en
información tomada de la escena del crimen y vic-
timología, que se integra con teorías psicológicas
conocidas». Finalmente, según Jackson, Herbrink
y Van Koppen (1997), es «una técnica de investi-
gación con la finalidad de identificar objetivamen-
te las características de personalidad y conductua-
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MIGUEL ÁNGEL SORIA VERDE
10
les de los agresores en base al análisis de los
crímenes que han cometido».
Para nosotros, el perfil criminal es «una técnica
psicológica que basada en los aspectos psicosocia-
les del comportamiento humano establece, a partir
de la escena del crimen, las características sociales
y psicológicas de la víctima y los hallazgos foren-
ses, la motivación del autor, a partir de la cual se
elaboran los fundamentos estadísticos que permi-
ten estructurar grupos relativamente ~omogéneos
de sujetos que cometen actividades criminales, con
la finalidad última de ayudar a la investigación o
bien facilitar pruebas inculpatorias en un proceso
judicial».
De esta forma un perfil psicológico criminal se
fundamenta en los siguientes principios (Soria,
2002):
- Identifica grupos pobla.cionales con característi-
cas motivacionales comunes.
- Se basa en la experiencia profesional.
- Es necesario para su elaboración una participa-
ción directa o indirecta en el caso concreto.
- Se parte del análisis de la conducta al margen de
la existencia o no de patología en el autor.
- Relevancia de los procesos estadísticos, matemá-
ticos y de ordenador para su generación.
- Exhaustividad en la recogida de información, en
su análisis y en el contraste continuado posterior
con nuevos casos.
190 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
- Necesidad de disponer de amplios conocimientos
en otras ciencias más allá de la psicología (crimi-
nología, psiquiatría, medicina forense, etc.).
- La personalidad del autor no define el acto crimi-
nal, sino que éste debe entenderse como un pro-
ceso interactivo.
- Un acto criminal debe entenderse como un pro-
ceso y en consecuencia analizarse en forma se-
cuencial en el tiempo y el espacio.
Los principales objetivos de la técnica son
(Holmes, 1989):
- Ofrecer al sistema de justicia información
sobre las características psicosociales más
probables del agresor: estas características
comprenden la edad, la raza, el empleo, la
religión, la educación, el estado civil, etc.
La finalidad es reducir el rango de posibles
sospechosos y concentrar los recursos de la
policía de forma efectiva. . El 21 de enero de 1957 la policía detuvo a
Ofrecer al sistema de justicia una evalua-
ción psicológica de las pertenencias en-
contradas en posesión del agresor: a veces,
el agresor posee objetos robados a la vícti-
ma como recordatorios del crimen (<< souve-
nirs»). El perfil debe alertar a la policía de
la posibilidad de encontrarlos en posesión
del sospechoso.
- Ofrecer a las fuerzas de seguridad estrate-
gias efectivas en la entrevista de sospecho-
sos: no todo el mundo reacciona de la
misma forma a las mism€ls preguntas. Una
estrategia puede ser efectiva para provocar
la confesión de un sospechoso, e ineficaz
para otro tipo de agresor.
2. APROXIMACiÓN HISTÓRICA
A LA TÉCNICA
En 1880, los asesinatos de «Jack el destripa-
dor» llevaron al doctor George Philips al intento de
recolección de pistas acerca de la conducta y per-
sonalidad del asesino mediante el análisis de las
escenas de los crímenes y el examen de las heridas
de las víctimas.
En 1943, durante la Segunda Guerra Mundial,
la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) de Es-
tados Unidos pidió ayuda al psiquiatra Walter C.
Langer, que utilizó las teorías psicoanalíticas para
realizar un perfil de Hitler, que pudiera servir para
tomar decisiones futuras correctas.
No fue hasta 1956 cuando se realizó el primer
intento serio de generación de un perfil criminal,
por parte del psiquiatra James A. Brussel, en lo que
supuso una excepción a la regla. Después de años
de atentados con bomba (algunos fallidos y otros
provocando heridos leves), y el envío de notas anó-
nimas por parte del perpetrador de los atentados,
una bomba explotó en un teatro de Brooklyn (Nue-
va York) hiriendo gravemente a seis personas,
provocando el pánico entre la población y movili-
zando a toda la policía de Nueva York en la captu-
ra del que se conocía como «el loco de las bombas»
(<<Mad Bomber»).
George Metesky, un hombre bien proporcionado,
de 54 años, de origen polaco, soltero, que vivía en
una casa con dos hermanas mayores y llevaba una
chaqueta cruzada, abotonada. Éste admitió tranqui-
lamente ser «el loco de las bombas» y fue interna-
do en un hospital psiquiátrico. Metesky tenía un
taller donde preparaba las bombas y estaba resen-
tido con la compañía eléctrica que le despidió (ésta
fue uno de los primeros objetivos de los atentados).
Brussel dijo haber empleado en la realización del
perfil el razonamiento deductivo, su experiencia
clínica y el cálculo de probabilidades después del
análisis de las notas enviadas por Metesky y las
circunstancias de los atentados.
Fue precisamente en la década de 1960 cuando
el incremento de crímenes en serie planteó la nece-
sidad de crear nuevos proyectos e iniciativas en la
solución de este tipo de crímenes, ayudando a las
fuerzas de seguridad en la reducción del número de
sospechosos y en la apertura de nuevas líneas de
investigación.
El uso de la técnica fue esporádico, a pesar de
éxitos ampliamente conocidos como el «estrangu-
lador de Boston», hasta 1978 cuando la unidad de
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ciencias del comportamiento (BSU) del FBI estable-
ció el Psychological Profiling Program (programa
de perfiles psicológicos). Este programa consistía
en la realización de entrevistas a tipos de criminales
específicos de Estados Unidos, recogiendo infor-
mación acerca de sus características, motivaciones,
actitudes y comportamientos, y analizando y siste-
matizando posteriormente la información recogida
(Ressler y Schactman, 1992). En 1981, Pierce
Brooks, un policía retirado de Los Ángeles, diseñó
un sistema de identificación de asesinos en serie.
El programa fue llamado VICAP (Violent Criminal
Apprehension Program). Éste recoge y analiza to-
dos los aspectos de una investigación mediante las
tecnologías informáticas más innovadoras. En
1984, se estableció el Centro Nacional para el Aná-
lisis de Crímenes Violentos (NCAVC), producto
del éxito del VICAP y el Psychological Profiling
Program, una subdivisión de la Unidad de Ciencias
del Comportamiento del FBI.
En el Reino Unido, el primer uso de la técnica
se aplicó en la búsqueda y captura del «violador del
ferrocarril», John Duffy, que cometió una serie
de violaciones y tres asesinatos entre 1983 y 1986.
David Can ter, uno de los principales teóricos, rea-
lizó un perfil del criminal extremadamente preciso,
en parte basándose en detalles fácilmente deduci-
bles. Sin embargo, otras suposiciones fueron el
resultado del análisis de los patrones conductuales
del criminal, junto con la aplicación de las teorías
psicológicas de la conducta (Ainsworth, 2001).
3. MODELOS TEÓRICOS
a) El modelo americano del FBI
Los agentes del FBI constataron en su práctica
habitual las limitaciones de utilizar sólo las eviden-
cias físicas (pelos, huellas, etc.) en una investiga-
ción criminal compleja; por ello consideraron ne-
cesario prestar atención a las evidencias no-físicas
o psicológicas, como elementos básicos en el acto
violento.
El enfoque del FBI se basa en dos componen-
tes: la experiencia de sus agentes en la investiga-
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Psicología de investigación criminal / 191
ción de crímenes, y las entrevistas en profundidad
con criminales.
Las entrevistas realizadas a 36 asesinos en serie
convictos, casi todos con una motivación sexual,
llevaron al FBI a la creación de la dicotomía críme-
nes organizados/crímenes desorganizados, dicoto-
mía propuesta por Hazelwood y Douglas en 1980
(citada en Woodworth y Porter, 2001). Dicha distin-
ción pasó a ser la división fundamental que permi-
tía separar los crímenes en dos tipos de motivacio-
nes psicológicas (Ressler y Schactman, 1992).
b) El modelo inglés de David Canter
(<<Investigative Psychology»)
El psicólogo británico David Can ter fue el crea-
dor de la psicología de investigación criminal ( «In-
vestigative Psychology»), consistiendo en la inte-
gración de técnicas de investigación con conceptos
psicológicos (Woodworth y Porter, 2001).
Su abordaje también ha sido llamado «statisti-
cal profiling», debido a su atención hacia los prin-
cipios metodológicos y científicos en sus trabajos.
A diferencia de los expertos del FBI, sus puntos de
vista no proceden de años de experiencia en casos
criminales, sino del análisis de los resultados obte-
nidos en estudios controlados. Aunque tanto el FBI
como Canter creen que es posible predecir ciertas
características del criminal en base a su conduc-
ta durante el crimen, este último no intenta intro-
ducir a los criminales dentro de rígidas tipologías
(Ainsworth,2001).
El enfoque de Canter reconoce que la motiva-
ción es una de las posibles explicaciones de la
conducta criminal, pero es crítico a que sea la ex-
plicación más útil para entender las acciones de una
persona. Su perspectiva es que es mucho más im-
portante prestar atención a la conducta observable
del criminal que a las causas generadoras (Alison
y Canter, 1999).
El modelo de Canter utiliza las mismas fuentes
de información que el del FBI (examen y fotogra-
fías de la escena del crimen, información sobre la
víctima, etc.) y tiene algunos puntos en común,
pero contextualiza la información recogida dentro
de las teorías y principios psicológicos y el cono-
192 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
cimiento empírico; una propuesta teórica siempre
debe ir seguida de una comprobación empírica
(Woodworth y Porter, 2001).
Según Alison y Canter (1999), tres son los
principios psicológicos fundamentales en la inves-
tigación criminal:
1. Selección de conductas (recolección de
información).
2. Inferencia de características (conclusiones
a partir de los datos).
3. Vínculo o enlace de crímenes (identifica-
ción de consistencias).
Al mismo tiempo plantean la utilización de una
jerarquía para establecer diferencias entre agre-
sores:
1. Nivel general: diferencia entre aquellos
individuos que cometen crímenes de aque-
llos que no.
2. Nivel particular: diferencia entre indivi-
duos que cometen diferentes clases de
crímenes.
3. Nivel interindividual: diferencia entre los
sujetos que cometen un hecho delictivo
perteneciente a una misma clase delictiva.
4. Nivel de patrón comportamental: diferen-
cia entre los distintos patrones de conducta
criminal realizada.
5. Nivel de «modus operandi»: conducta efec-
tiva realizada durante el acto criminal.
6. Nivel de «firma»: aspectos del crimen que
son únicos e individuales para un criminal
en concreto.
Los trabajos más recientes de Canter se basan
en el uso de la técnica conocida como Smallest
Space Análysis (SSA), consistente en calcular las
correlaciones entre un conjunto de variables, repre-
sentando sus correlaciones en un gráfico espacial,
lo que permite examinar cada variable en relación
a cualquier otra. Así, las variables que aparecen
juntas en el espacio son aquellas que aparecen jun-
tas con frecuencia en un hecho criminal concreto,
y al contrario. Asimismo, aquellas variables que se
encuentran en el centro del gráfico son de tipo ge-
neral (aparecen frecuentemente en el tipo de crimen
que estemos investigando), mientras que, cuanto
más alejada del centro se encuentre una variable,
más infrecuente y específica será.
Canter y sus colegas han identificado cinco
características predecibles del criminal en relación
a su conducta (Ainsworth, 2001):
1. Localización de la residencia: el conoci-
miento acerca de los lugares donde se co-
metieron una serie de crímenes puede
darnos información acerca de la zona de
residencia más probable del agresor.
2. Biografía criminal: un estudio cuidadoso
sobre el modo en que una persona ha co-
metido un crimen ofrece indicios valiosos
acerca de su historia criminal.
3. Características sociales: un mismo crimen
realizado de forma diferente puede darnos
información acerca de características so-
ciales del delincuente.
4. Características de personalidad: éstas re-
flejan el tipo de crimen y el estilo de la
agresión. Canter sugiere que las mismas
características mostradas por el agresor
durante el crimen serán visibles en su vida
cotidiana.
5. Historia educacional/profesional: un exa-
men de la conducta durante la agresión nos
ofrece pistas concretas sobre el agresor.
4. LOS PERFILES PSICOLÓGICOS
EN LA PRÁCTICA JURíDICA
4.1. Asesinos en serie
4.1 .1 . Concepto y características
genéricas
El término asesino en serie fue utilizado por .
primera vez en la prensa americana en 1986 por
el agente del FBI Robert Ressler, quien denominó
así a este tipo de criminales debido a que le recor-
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daban a las series televisivas por entregas de su
infancia.
El FBI atribuye la clasificación de asesino en
serie sólo a aquellas personas que han producido
tres muertes en intervalos separados de tiempo
(Cyriax, 1996). Este concepto no parece apropiado
para otros autores, puesto que los asesinos en serie
que ejecutan mal sus acciones y son detenidos des-
pués de su primer crimen, o que fracasan en su
primer intento de asesinato, están fuera de esta
clasificación; sin embargo, podrían cometer asesi-
natos reiterados si se les dejase en libertad, por lo
que deberían incluirse dentro de la definición de
asesino en serie (Borrás, 2002).
El asesino en serie desea vivir, siendo muy
improbable su suicidio o su entrega a la policía. Sin
embargo, puede provocar una matanza en poco
tiempo si se encuentra acorralado y sin posibilidad
de huida (Cyriax, 1996).
En la gran mayoría de casos de homicidio y
asesinato, la policía puede identificar al autor sin
grandes problemas, debido a la frecuente cercanía
emocional o relacional entre víctima y agresor,
pero en los asesinatos en serie, el agresor suele
matar a un desconocido dificultando su identifica-
ción por la policía y llevándole a creer que puede
actuar impunemente, repitiendo sus crímenes en el
futuro (Garrido, Stangeland y Redondo, 2001).
Holmes y Deburguer (1988) atribuyen al asesi-
no en serie las siguientes características:
- El elemento central es el homicidio reiterado. El
asesiJ).o en serie mata y continuará matando si no
se le detiene.
- En el asesinato en serie suele haber un solo ase-
sino que mata a una sola persona cada vez.
- No suele haber relación entre asesino y víctima.
Rara vez ocurre entre· personas que se conocen
personalmente.
- El asesino en serie está abocado al asesinato; no
son típicos crímenes de pasión en el sentido con-
vencional del término, ni la víctima es el desen-
cadenante.
- La mayoría de los asesinatos en serie suelen ca-
recer de móviles claros.
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Psicología de investigación criminal / 193
Según las entrevistas realizadas a 36 asesinos en
serie convictos (Ressler y Schatman, 1995) se llega
a la conclusión de que éstos solían proceder de
hogares disfuncionales (con enfermedad mental
parental grave, padres criminales, historia familiar
de abuso de alcoholo drogas, abuso sexual y/o fí-
sico, etc.), aunque con una apariencia exterior de
normalidad, y todos sin excepción habían sufrido
malos tratos emocionales en su infancia (carencia
de afecto, atención, amor y cuidado), siendo des-
atendidos por sus padres o tutores, sin poner límites
a su comportamiento (escasa socialización). Nume-
rosos estudios posteriores confirman que la negli-
gencia de los padres en el cuidado de sus hijos es
un factor de riesgo para que éstos desarrollen una
personalidad psicopática y violenta; así, según al-
gunos autores, se encuentra una mayor predisposi-
ción a la conducta violenta cuantos más factores
negativos estuvieran presentes en la familia.
En la adolescencia, según Ressler y Schatman
(1995), los asesinos en serie estudiados no desarro-
llaron las habilidades sociales necesarias para esta-
blecer relaciones con los otros, lo que les llevó al
aislamiento social. Esto no implica que todos fue-
sen introvertidos y tímidos, algunos se mostraban
sociables y conversadores, aunque esta conducta
encubría su aislamiento interior y su incapacidad
de conectar emocionalmente con la gente.
El aislamiento social frecuentemente lleva a la
generación de unas fantasías excesivas, así como a
un comportamiento antisocial y a la creencia de que
el mundo es un lugar hostil. Todos los criminales
entrevistados tenían fantasías irresistibles y se ha-
bían vuelto más dependientes de ellas a medida que
se volvían más solitarios. En la adolescencia, las
fantasías se expresaban en la vida real mediante
actos de «tanteo» o ensayo y error. Los efectos de
estos actos se incorporan a las fantasías y éstas se
vuelven progresivamente más violentas. Las tem-
pranas fantasías de los asesinos en serie se expresan
en sus crímenes mediante una conducta ritual. Los
asesinos en serie fantasean a niveles muy superio-
res a la ensoñación normal, con fantasías excesiva-
mente elaboradas, sin ser normales los temas esco-
gidos (Cyriax, 1996). Según Prentky et al. (1989),
el 86 por 100 de los asesinos en serie estudiados
194 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
presentaban fantasías de violación y asesinato pre-
cedentes a la comisión de sus crímenes, comparado
con el 23 por 100 de los asesinos no seriales (cita-
do en Blackbum, 1993).
Sin embargo, para Ressler y Schactman (1992),
muchos criminales en potencia no cruzan jamás la
línea que les lleva a asesinar a alguien. El primer
asesinato de un asesino en serie se ve precedido por
factores situacionales estresantes que desbordan su
personalidad al carecer de los recursos de afronta-
miento necesarios y al centrarse en la fantasía como
medio de solución de sus problemas.
Después del primer asesinato, el asesino se
encuentra excitado y emocionado, y al mismo tiem-
po asustado por la posible detención. Incluso puede
sentir cierto arrepentimiento por el acto realizado y
tratar de controlar sus impulsos precedidos por
fantasías violentas en la próxima ocasión. Sin em-
bargo, después del primer asesinato realizado con
éxito, el asesino se sentirá más seguro y tenderá a
pensar que podrá volver a hacerlo con mayor per-
fección. Incorporará detalles del primer asesinato a
sus fantasías, y empezará a planear e imaginar fu-
turos crímenes. En los asesinatos posteriores, ya no
será necesaria la presencia de las tensiones vitales
previas al primer crimen.
Holmes (1989) describe cinco fases en la reali-
zación de crímenes en serie:
- Fantasía: etapa donde el criminal se plantea
seriamente volver a asesinar o cometer su
primer asesinato, planeando y fantaseando
acerca del modo de ejecución del crimen, el
tipo de víctima, etc.
- Acecho: búsqueda activa de víctimas. Según
Cyriax (1996), cada asesino acecha un local
o lugar favorito, y una vez identificada una
víctima propicia, el asesino la observa a
distancia.
- Asalto o secuestro: abordaje a la víctima. Es
muy variado, fluctuando esencialmente en-
tre el uso de un truco o engaño para lograr
conducir a la "víctima a un sitio seguro para
él o la utilización de un ataque por sorpresa
en un momento de vulnerabilidad en la
víctima.
- Acción criminal: violación, asesinato, etc.
- Disposición de la víctima: abandono del
cadáver o de la víctima en un sitio poco
accesible, apartado, etc.
4.1.2. Perfiles psicológicos
Holmes y DeBurger (1988), fruto de resultados
de entrevistas a asesinos en serie de Estados Unidos,
establecieron la siguiente nosología de homicidas
atendiendo a la movilidad y las motivaciones:
Por la movilidad espacial
Distinguiendo dos tipos:
- Los asesinos sedentarios (<<geographically
stable»), que son los que actúan en lugares
específicos estables. Viven en la misma área
por algún tiempo, matan en la misma área
o cercana a ésta, y disponen los cuerpos de
sus víctimas por las mismas zonas o colin-
dantes a éstas.
Los asesinos trashumantes (<<geographi-
cally transient»), que se mueven y viajan
constantemente. Van de un sitio a otro bus-
cando víctimas, y aprovechando a su vez
para intentar confundir a los cuerpos poli-
ciales. Se deshacen de sus víctimas en zo-
nas o áreas muy alejadas entre sí.
Por las motivaciones
- El asesino visionario (<<visionary»). Está
motivado a matar por un desorden o trastor-
no mental claro. La mayoría de los asesinos
en serie no son psicóticos, cosa que no su-
cede con el «visionario». Éste actúa en
función de su sintomatología, que le produ-
ce un rompimiento clave con el contacto de
la realidad. Los delirios y alucinaciones
(normalmente de tipo auditivo) le ordenan
o demandan que debe matar a un tipo o
grupo de gente. Normalmente dichas reve-
laciones son fruto de órdenes de seres con-
siderados superiores o de otro mundo, como
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el demonio, Dios, el ángel San Gabriel, etc.
Él actúa intercediendo por otro ser o perso-
naje.
El asesino misionario (<<mission»). Movido
por la sensación a nivel consciente que ne-
cesita erradicar, eliminar a cierto grupo de
gente. No hay ningún tipo de psicoticismo
en este tipo de agresor. No oye voces ni ve
visiones. Él se autoimpone la tarea de aca-
bar con cierto tipo de gente que forma
parte de la sociedad, como, por ejemplo:
prostitutas, católicos, judíos, mujeres de
otra raza, etc. Usualmente, cuando es arres-
tado, su captura produce gran confusión y
sorpresa en el vecindario, ya que acostum-
bra a considerarse por sus vecinos como
«un buen hombre».
- El asesino hedonista. Busca la satisfacción
personal (sexual, emocional, física) a toda
costa. Puede dividirse en tres subtipos:
• Asesino lujurioso (<<tust»). Es un duro
buscador de emociones, y en particular
de aquellas conectadas con actividades
sexuales. Para estos asesinos con móvil
sexual se reserva habitualmente el nom-
bre de «asesinos lujuriosos». La interac-
ción entre dolor, sufrimiento de la víctima
y actividad sexual se combinan en un
«cóctel explosivo» (ritualización de ac-
tos) donde puede existir todo tipo de
conductas elaboradas y aberrantes. Este
tipo de criminal, si es además trashuman-
te y de inteligencia elevada, dificulta es-
pecialmente su captura por parte de los
cuerpos policiales.
• Asesino buscador de emociones (<<thrill»).
También dentro del hedonista se hace
mención del asesino buscador de emo-
ciones, el cual establece una conexión
mental entre satisfacción física y violen-
cia. Necesita las sensaciones que propor-
ciona la caza humana para seguir vi-
viendo. Depredador incansable, también
se involucrará enormemente en todo el
proceso.
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Psicología de investigación criminal / 195
• Asesino orientado al confort (<<comfort»).
Aunque de algún modo es de tipo hedonis-
ta, el sexo no es su motivación primaria.
Se le denomina el asesino de confort por-
que mata de modo serial para obtener una
ganancia específica, como por ejemplo di-
nero y propiedades. Normalmente cuan-
do una mujer mata en serie suele coincidir
con este subtipo. El envenenamiento es
uno de los métodos más empleados en la
elaboración de estos crímenes.
- El asesino poder-control (<<power/control»).
Busca la satisfacción que le da dominar a
una víctima inerme. Su gran gratificación
procede de la creencia de poder hacer todo
aquello que quiere y desea sobre sus vícti-
mas. Su manera de matar está enfocada al
proceso. Suele matar con sus propias manos
(estrangulación) o armas que le den un con-
tacto personal directo con sus víctimas;
también, aunque raramente, puede usar ar-
mas de fuego.
Posteriormente, Holmes (1989) plantea una ti-
pología de asesinos en serie, basada en la motiva-
ción subyacente a sus crímenes:
- Asesino en serie visionario: se trata de un
sujeto psicótico, con alucinaciones y/o delirios que
le impulsan a matar. La escena del crimen es caó-
tica con abundante evidencia forense, el cadáver y
el arma abandonados en la escena del crimen, etc.
La víctima suele ser una víctima de oportunidad y
pueden aparecer indicios de mutilaciones del cadá-
ver, actos de necrofilia, etc.
- Asesino en serie misionario: elimina a un
grupo de víctimas específico (por ejemplo, prosti-
tutas, judíos, negros, etc.) debido a sus creencias
personales fanáticas. Su mente está en contacto con
la realidad, no alucina ni delira. Puede ser tanto
organizado como desorganizado, aunque lo habi-
tual es la organización en la perpetración de sus
crímenes. La escena del crimen suele ser controla-
da, aunque el cadáver no suele ser desplazado y
escondido.
196 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal Psicología de investigación criminal / 197

- Asesino en serie hedonístico: ha establecido
una conexión importante entre la violencia y la
gratificación sexual y/o emocional, y por ello dis-
fruta asesinando. La escena del crimen es controla-
da, con pocas o ninguna pista. La víctima suele ser
torturada y violada antes de la muerte, es frecuente
el asesinato por estrangulamiento, aunque también
con armas cortantes. Dentro de los asesinos hedo-
nísticos, Holmes (1989) diferencia el asesino sádico
(lust murderer) del asesino emocional (thrill mur-
derer), el primero suele mutilar el cadáver y reali-
zar actos necrofílicos con él, algo no habitual en el
segundo.
- Asesino en serie de poder/control: disfruta
mediante la completa dominación de sus víctimas
y el poder de decidir sobre su vida o muerte. La .
escena del crimen es controlada, con pocas eviden-
cias forenses, y el cadáver se oculta en otro lugar.
Aunque los rasgos presentes en la escena del cri-
men coinciden en gran medida con los asesinos
hedonísticos.
4.2. Delitos sexuales
4.2.1. Agresores sexuales infantiles
4.2.1.1. Características generales
Según la información de diversos estudios an-
gloamericanos recogida por Hollin (1989), citado
en Garrido et al. (1995), la gran mayoría de agre-
sores sexuales a menores son hombres, las conduc-
tas más frecuentes consisten en caricias y toca-
mientos genitales, masturbación, etc., siendo muy
poco frecuente la violación con penetración.
El abusador infantil, en general, es conocido de
la víctima; según Koss (1983), citado en Soria y
Hernández (1994), sólo el 15 por 100 de los abusa-
dores infantiles eran desconocidos para el niño. En
general, cuanta más familiaridad existe entre el
agresor y la ·víctima, más grave a nivel sexual será
el delito (Holmes, 1991).
Mair (1993) informa de una edad media de 35
años en el caso de los pederastas extrafamiliares.
Otros estudios consideran que la edad ronda los 40
años. Los abusadores de mayor edad (en torno a los
50 años) prefieren los niños menores de 10 años y
los más jóvenes prefieren adolescentes de 12 a 15
años (Revitch y Weis, 1962, citados en Soria y
Hernández, 1994) ..
Los agresores infantiles son de todas las clases
sociales, aunque los que tienen más recursos eco-
nómicos con más frecuencia acceden a los menores
en redes de prostitución infantil o mediante viajes
a países donde se practica el turismo sexual (Soria
y Hernández, 1994).
El agresor infantil suele estar adaptado social-
mente y es infrecuente encontrar otras psicopato-
logías diferentes a su desviación sexual. Cuando
existen, las más usuales son los deterioros cerebra-
les, las deficiencias intelectuales y el alcoholismo
(Soria y Hernández, 1994). Muchos tienen otras
conductas sexuales; así, están casados o tienen al-
gún tipo de pareja sexual, no siendo infrecuente que
se casen con una mujer con el objetivo de acceder a
los hijos menores de edad. Raramente hieren o da-
ñan físicamente al niño y utilizan en la mayoría de
los casos una aproximación seductora (Holmes,
1991). A pesar de esta aparente vida social ajustada,
Abel et al. (1986), citados en Soria y Hernández
(1994), encontraron un déficit de asertividad y de la
capacidad para expresar a otros las propias emocio-
nes y deseos en un 45 por 100 de abusadores infan-
tiles. Otros autores han encontrado evidencias de
ansiedad heterosexual, miedo a la evaluación nega-
tiva e ineptitud en sus interacciones con mujeres
(Finkelhor, 1986; Segal y Marshall, 1985; Overhol-
ser y Beck, 1986; citados en Blackburn, 1993).
Wilson y Cox (1983), citados en Blackburn
(1993), concluyeron que los pedófilos presentaban
las siguientes características de personalidad: intro-
versión, timidez y sensibilidad, tratándose de per-
sonas solitarias, depresivas y con poco sentido del
humor.
Abel y Rouleau (1990), citados en Garrido et
al. (1995), destacan que un 40 por 100 de los pedó-
filos heterosexuales reconocen el inicio de sus im-
pulsos sexuales pedófilos a una edad temprana,
alrededor de los 21 años. En el caso de los pedófi-
los homosexuales, el porcentaje alcanza el 50 por
100 pero alrededor de los 16 años.
Sólo un 8 por 100 de los agresores infantiles
son delincuentes primarios (sin antecedentes delic-
tivos) (Mair, 1993), lo que significa que es altamen-
te probable que el agresor sexual infantil extrafa-
miliar en cuestión haya sido detenido o procesado
con anterioridad por algún delito. Sin embargo,
según otros autores (Holmes, 1991), en general, los
pedófilos no tienen antecedentes delictivos de otro
tipo (de naturaleza no sexual).
Un 57 por 100 de los abusadores infantiles ad-
miten haber sufrido abuso sexual en su infancia, se-
gún Carter et al. (1987), citados en Blackburn (1993),
y frecuentemente relatan episodios de experiencias
sexuales infantiles con compañeros de su misma
edad, vivenciadas con una fuerte activación sexual y
temor a ser descubiertos y castigados por su compor-
tamiento. Estas tempranas experiencias sexuales fre-
cuentemente derivan en fantasías que son reforzadas
mediante masturbación y que se incrementan cuando
se añaden primeras experiencias traumáticas con
mujeres adultas. Finalmente destacar que los agre-
sores sexuales parafílicos suelen haber recibido una
educación rígida, donde la sexualidad era vivenciada
de forma represiva (Soria y Hernández, 1994).
Los agresores incestuosos generalmente son pa-
dres, en segundo lugar tíos, y más excepcionalmen-
te, madres, sin estar demostrada la relación con una
psicopatología, aunque puede haber casos de alco-
holismo, pedofilia, etc. (Soria y Hernández, 1994).
Existen una serie de características familiares
(relación marital deteriorada, familia numerosa,
aislamiento social, excesiva cohesión familiar, co-
municación familiar disfuncional, etc.) y persona-
les (conducta violenta, autoconcepto disminuido,
autoritarismo, déficit asertivo, etc.) que aumentan
la probabilidad de ocurrencia de agresión sexual
intrafamiliar (Stiht, William y Rosen, 1990, citados
en Soria y Hernández, 1994).
Holmes (1991) clasifica los pedófilos en fun-
ción de su selección de la víctima:
Edad: tienden a escoger a sus víctimas en
un rango de edad de tres o cuatro años.
Sexo: preferencia hacia uno de los dos
sexos, sin que ello determine necesariamen-
te su orientación real.
Generalmente, los agresores sexuales intrafa-
miliares no son pedófilos, es decir, no tienen una
preferencia sexual por los niños (Blackburn, 1993).
El padre incestuoso generalmente pasa más
tiempo con la víctima que con los otros hijos, y le
da más afecto, pudiendo prohibir a la víctima tener
amigos y/o novios.
Finkelhor (1986), citado en Garrido et al.
(1995), ha establecido un modelo explicativo del
abuso sexual infantil basado en cuatro procesos
complementarios:
Congruencia emocional: los niños resultan
atractivos por su poca capacidad de domi-
nación, siendo atractivos para sujetos varo-
nes, que han sido socializados para domi-
nar. Las relaciones sexuales con niños son
menos amenazantes que con adultos, lo que
les da mayor sensación de poder y control.
Excitación sexual: los niños resultan atrac-
tivos sexualmente debido a las experiencias
personales de los agresores, a los modelos
elaborados y a la pornografía visualizada.
Bloqueo: presencia de problemas para esta~
blecer relaciones adultas con mujeres, bus-
cando a los niños como alternativa sexual.
Desinhibición: las drogas, el alcohol y al-
gunas distorsiones cognitivas podrían actuar
como desinhibidores favoreciendo la con-
ducta de abuso.
4.2.1.2. La motivación en agresores
sexuales infantiles
Según diversos autores (Soria y Hernádez,
1994), existen distintas motivaciones psicológicas
en abusadores infantiles:
Inmaduros o fijados en la pedofilia
(jixated child offenders)
Se encuentran en un estado temprano de su de-
sarrollo psicosexual. Empiezan a interesarse sexual-
mente por los niños en su adolescencia, prefiriendo
varones. Socialmente son inmaduros, pasivos y de-
pendientes. Generalmente son solteros y con poca
actividad social con personas de su edad, al sentir-

© Ediciones Pirámide © Ediciones Pirámide

198 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
se incómodos entre ellos. No existen factores pre-
cipitantes precedentes al abuso sexual. La preferen-
cia sexual hacia los niños viene provocada por el
hecho de que éstos son menos exigentes y críticos
que las personas adultas frente a las exigencias
sexuales, así como más fáciles de dominar. Aman
a los niños y no es su intención causarles daño, el
abuso se produce sin violencia ni resistencia del
menor, que habitualmente es conocido anterior-
mente al abuso. Su estrategia es seductora y gra-
dual; por ello el abuso se produce después de un
largo período de tiempo.
Regresivos (regressed child offenders)
. Son sujetos con problemas en su autoconcepto
y con sentimientos de masculinidad inadecuada.
Factores precipitantes como son un despido laboral,
el divorcio, el alcoholismo, etc., les llevan a desa-
rrollar sentimientos de inadecuación y al abuso,
generalmente niñas desconocidas. Suele tratarse de
sujetos casados o con pareja estable con una histo-
ria biográfica normal. No es un pedófilo, sino que
el abuso viene determinado por factores situaciona-
les. Puede no reincidir, especialmente si se resuel-
ven los factores psicosociales que le han llevado a
la conducta abusiva.
Agresivos (mysoped)
Desea herir físicamente a una víctima vulnera-
ble, de la que se siente superior, incluso causándo-
le la muerte. La motivación es sexual y agresiva al
mismo tiempo, conexionando el impulso sexual y
la violencia. Generalmente, las víctimas son meno-
res varones desconocidos. Su estrategia no es seduc-
tora, suele secuestrar al niño por la fuerza e incluso
utilizar algún tipo de arma. El crimen es premedi-
tado y ritual, cumpliendo el objetivo de satisfacer
sus fantasías sexuales de tipo sádico, y por ello es
habitual el asesinato posterior del niño. Tienen
rasgos intensos de personalidad psicopática.
Pseudopedófilos (naive pedophile)
Sujeto con problemas psicopatológicos y que
no entiende la naturaleza del acto delictivo; por ello
el abuso consiste en caricias y tocamientos, sin
llegar a más.
En una tipología de abusadores infantiles reali-
zada por Knight y Prentky (1990) a partir de la
anterior, con la finalidad de elevar los indicadores
de fiabilidad y validez, se estructuran dos grandes
ejes:
Eje 1
- Grado de fijación o intensidad de la pedo-
filia: grado en.que los niños envuelven las
fantasías y pensamientos del sujeto.
Competencia social o éxito en el ámbito
laboral, social, etc.
En base al eje 1, cada pedófilo podría categori-
zarse en cuatro tipos: tipo O (alta fijación, baja
competencia social), tipo 1 (alta fijación, alta com-
petencia social), tipo 2 (baja fijación, baja compe-
tencia social), tipo 3 (baja fijación, alta competen-
cia social).
Eje II
Cantidad de contacto con el niño o tiempo que
pasa con niños. Puede ser codificado como una
cantidad de contacto alto cuando pasa mucho tiem-
po con niños en diferentes contextos. Un contacto
alto suele asociarse con una alta fijación, mientras
que un contacto bajo puede asociarse a una alta o
baja fijación.
4.4.2. Agresores sexuales de mujeres
adultas
4.2.2.1. Características genéricas
Según diversos estudios recogidos por Garrido
et al. (1995), los violadores de mujeres adultas
acostumbran a ser hombres jóvenes de 16 a 30
años, de clase socioeconómica baja, aproximada-
mente la mitad están casados y un 60 por 100 tie-
nen algún hijo. Un 25 por 100 habían cometido
© Ediciones Pirámide
algún delito de violaCión con anterioridad, y una
tercera parte habían cometido delitos violentos pre-
vios, la mitad de los violadores tenían antecedentes
penales, un 68 par" 100 tienen solamente estudios
primarios. El agresor y la víctima se conocen en un
50-80 por 100 de las ocasiones, el deseo de violar
ya está presente en el 50 por 100 de violadores en
la edad de 21 años, y en un 30 por 100 antes de los
18 años.
Aunque no es habitual la presencia de trastor-
nos psicopatológicos, con frecuencia presentan
otras conductas sexuales desviadas, sólo un 27 por
100 de los violadores presentaban una sola parafi-
lia, un 17,5 por 100 tenían dos, y un 19 por 100
tenían tres. Según Groth y Burgess (1977), citados
en Blackburn (1993), un 75 por 100 de los violado-
res de su muestra sufrieron algún grado de disfun-
ción sexual durante la violación.
La violación seguida de asesinato es relativa-
mente poco frecuente, siendo más probable que se
trate de un intento de silenciar a la víctima y escon-
der el crimen más que de una motivación sádica del
agresor (Blackburn, 1993).
El proceso de socialización sexual de los viola-
dores es fundamental para interpretar el acto, pues
la violación es una conducta aprendida a conse-
cuencia de una concepción errónea de la relación
sexual y de la división de roles; por ello la mayoría
tienen una visión negativa de las mujeres y atribu-
yen al rol masculino las características de dominio
y agresividad (Soria y Hernández, 1994).
Según Canter et al. (1987), citados en Black-
burn (1993), el 23 por 100 de los violadores de su
muestra informaron haber sufrido abuso sexual en
su infancia. La relación entre el violador y su madre
ha supuesto el mayor interés en los estudios reali-
zados, mientras que la relación con el padre parece
menos significativa. Muchos violadores relatan
historias de castigos físicos severos por parte de sus
madres, mientras que el padre, debido a su perso-
nalidad pasiva, no les apoyó cuando lo necesitaron.
La seducción por parte de la madre puede ir de la
seducción sutil y encubierta hasta el intercambio
sexual; en algunos casos, en su infancia, el futuro
violador compartió la cama con la madre, a veces
hasta la pubertad (Holmes, 1989).
© Ediciones Pirámide
Psicología de investigación criminal / 199
En los violadores frecuentemente se observa la
utilización de mecanismos cognitivos dirigidos a
autojustificar su conducta delictiva, negando el
delito o culpabilizando a la víctima de su acción;
tienen una capacidad de empatía muy limitada
(Soria y Hernández, 1994).
Es importante distinguir entre aquellos violado-
res que tienen una conducta delictiva amplia, donde
la violación es un delito más en su estilo de vida
antisocial (este tipo de violadores frecuentemente
forman parte de una sub cultura violenta), de aque-
llos que sólo presentan este tipo de conducta des-
viada; igualmente en el caso de los violadores en
serie, la gratificación y el refuerzo obtenido me-
diante la violación es muy poderosa, creando casi
una adicción (Garrido et al., 1994).
Algunos estudios sugieren la idea de que los
violadores en serie presentan algunas característi-
cas diferenciales de aquellos violadores no seriales.
Los violadores en serie frecuentemente presentan
un buen ajuste social, tienen buenos amigos y pro-
vienen de un entorno familiar y educativo adecua-
do. Tienen una buena imagen, son inteligentes, con
un trabajo estable y viven en un ambiente familiar
normal. Es bastante probable que tengan antece-
dentes delictivos por robo, aunque no por delitos
sexuales poco importantes. A pesar de este aparen-
te «buen entorno familiar», el 76 por 100 explica-
ron haber sufrido abusos sexuales en su infancia o
adolescencia, algo que también es habitual en vio-
ladores no seriales.
Se han planteado diferentes hipótesis explicati-
vas de la violación (Garrido y cols., 1995):
- Hipótesis de preferencia: los violadores se
excitan más y prefieren el sexo agresivo y
forzado a las relaciones sexuales consen-
tidas.
- Hipótesis de la carencia de inhibición: vio-
ladores y no violadores se excitan igual con
escenas de sexo consentido; sin embargo,
las escenas de violencia sexual inhiben la
activación del no violador, sucediendo lo
contrario con los violadores.
- Hipótesis actitudinal: los violadores pre-
sentan una actitud más negativa hacia las

200 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
mujeres que los no violadores. Como he-
mos visto anteriormente, los resultados de
los estudios son ambivalentes.
- Hipótesis de la incompetencia social: la
violación representa una alternativa a la
incompetencia social de algunos sujetos
para conseguir relaciones sexuales consen-
tidas. Los resultados obtenidos también son
contradictorios.
Según Hazelwood (1987), citado en Ainsworth
(2001), existen dos percepciones de la víctima en
los violadores. El violador «pseudo altruista» inten-
ta conseguir intimidad con la víctima, pudiendo
besarla, acariciarla o pedirle que le acaricie antes
del acto sexual. Cuando utiliza la fuerza, suele ser
mínima y su función es intimidar y conseguir el
consentimiento de la víctima, pero sin el objetivo
de hacerle daño físico. Si la víctima se resiste acti-
vamente, el agresor puede echarse atrás en sus in-
tenciones. Este tipo de violador mantiene la falsa
ilusión de que la víctima desea la relación sexual.
Puede mostrar preocupación por la víctima, hacer-
le cumplidos, hacerle preguntas con el objetivo de
aumentar la propia autoestima, pedirle perdón, etc.
Es un violador con falta de confianza en sí mismo,
lo que se puede deducir de su conducta durante la
violación.
El violador egoísta no tiene ningún tipo de
consideración hacia los derechos, sentimientos o
estado físico de la víctima..La motivación principal
es la dominación de ésta, su resistencia física ten-
drá poco efecto, utilizará grandes niveles de fuerza
física si es necesario. Los actos realizados suelen
ser más variados (sexo anal, sexo oral, etc.) que en
el «pseudoaltruista». El lenguaje utilizado es ofen-
sivo, insultante, amenazante, impersonal y deman-
dante. Se trata de un sujeto con confianza en sí
mismo y con la necesidad de dominar a otros.
4.2.2.2. Motivación del agresor sexual
adulto
Siguiendo diversas clasificaciones (Groth,
1977; Holmes, 1991) los violadores pueden clasi-
ficarse, según su motivación, en:
Viola.dor de poder reasegurado
Posee una autoestima extremadamente dismi-
nuida y fuertes sentimientos de inadecuación. Poco
competente socialmente, probablemente soltero,
sin pareja sexual y con pocos amigos. Vive con uno
o con los dos padres (frecuentemente con una ma-
dre dominante, aunque seductora). Es una persona
pasiva y poco atlética. Frecuenta sex-shops y luga-
res donde se vende material pornográfico. Tiene un
nivel educativo medio, y es probable que tenga un
trabajo manual, donde se le ve como un empleado
digno de confianza. Puede presentar un rango bas-
tante amplio de desviaciones sexuales, siendo el
voyeurismo la más habitual. Puede tener algún tipo
de disfunción sexual. Selecciona a sus víctimas en
su propio vecindario, cerca de su casa o trabajo,
desplazándose a pie. Suele pedir a su víctima que
se quite la ropa y, con frecuencia, sólo las prendas
de ropa necesarias para llevar a cabo la violación.
Puede cubrir la cara de la víctima, en un intento de
despersonalizarla. Suele seleccionar mujeres de su
misma edad y raza. Viola con una frecuencia de una
o dos semanas. Aunque la violencia utilizada es
mínima, puede incrementarla progresivamente.
Violador explosivo
Su agresión es un acto de depredación o de
caza. Aparte de lo dicho anteriormente, presenta las
siguientes características. Un 69 por 100 vienen de
un hogar con un solo padre, un 74 por 100 fueron
objeto de abusos físicos en su infancia, y un 31 por
100 fueron adoptados. Su vida doméstica actual es
problemática y probablemente ha tenido más de un
matrimonio fracasado. Suele estar casado o tiene
algún tipo de pareja sexual. Es muy consciente de
su imagen, intentando presentar una imagen mas-
culina; su automóvil confirma su deseo de llamar
la atención. Asiste frecuentemente a bares de sol-
teros y allí suele conocer a sus víctimas. Posible-
mente tiene una ocupación masculina. Las viola-
ciones tienden a ser consecutivas, no limitándose a
la violación vaginal. Puede sufrir de eyaculación
retardada, necesitando la estimulación oral para
eyacular. Viola en un ciclo de 20-25 días. La vio-
© Ediciones Pirámide
lencia utilizada tiene la función de conseguir la
sumisión de la víctima, y aumentará si ésta se re-
siste. En violaciones posteriores puede aumentar la
violencia progresivamente e incluso llevar un arma,
con lo que la agresión se vuelve más planificada.
No esconde su identidad, ni contacta con la víctima
posteriormente, ni colecciona souvenirs. Es proba-
ble que sea un psicópata, con un pobre control de
sus impulsos.
Violador de odio-venganza
Se venga de todas las injusticias, reales o ima-
ginarias, que ha sufrido por parte de las mujeres.
Muy competente socialmente, aunque descrito por
sus amigos como impulsivo y violento. Infancia
difícil: el 56 por 100 fueron maltratados físicamen-
te por sus padres, el 80 por 100 con padres divor-
ciados, un 20 por 100 fueron hijos adoptados, un
53 por 100 pasaron una temporada en un centro de
adopción, y un 80 por 100 fueron criados en un
hogar donde sólo había una mujer en la familia. Se
ve a sí mismo como una persona atlética y mascu-
lina, le gustan los deportes de contacto y puede
tener un trabajo orientado a la acción. Probable-
mente está casado, aunque no agrede sexualmente
a su mujer y puede tener relaciones extramatrimo-
niales. La violación es consecuencia de una discu-
sión anterior con una mujer significativa de su vida
(madre, esposa, etc.). Los ataques se producen
cerca de su casa. La agresión se expresa verbalmen-
te y físicamente, de forma extrema, hasta poder
llegar al asesinato. Romperá la ropa de la víctima
y utilizará armas de oportunidad, aparte de sus
manos y pies. La víctima puede ser de su misma
edad o mayor, y de su misma raza. Este tipo de
violador ha realizado una conexión vital entre la
gratificación sexual y la expresión de su odio y
rabia. Expresará su odio de muchas formas, física-
mente, verbalmente y sexualmente. Las violaciones
pueden sucederse cada 6-12 meses.
Violador sádico
Es el más peligroso. La violación es la expre-
sión de sus fantasías sexuales y agresivas. Un 60
© Ediciones Pirámide
Psicología de investigación criminal / 201
por 100 vienen de hogares con padres divorciados
o con un solo padre, un 63 por 100 han sido mal-
tratados y muchos vienen de hogares con eviden-
cias de desviación sexual. Tuvo problemas sexuales
en su niñez, como voyeurismo, masturbación exce-
siva, etc. En la vida adulta acostumbran a estar
casados y son personas bien consideradas en el
vecindario. Frecuentemente, sujetos de clase me-
dia, con una buena educación, y una profesión de
«cuello blanco», es decir, de nivel superior y cua-
lificada. Su personalidad compulsiva se manifesta
en su apariencia y en el automóvil, pulcro, limpio
y en buenas condiciones. Es inteligente y probable-
mente no tiene antecedentes policiales, aunque
tiene conocimientos acerca de los métodos de in-
vestigación criminal de la policía .
Son narcisistas y egocéntricos, con deseo de
poder, introspectivos, solitarios, tímidos, frecuente-
mente religiosos, y prudentes en la comisión de sus
crímenes, con sentimientos de inferioridad, espe-
cialmente de tipo sexual, y dificultades para rela-
cionarse con las mujeres. Fantasean a un nivel su-
perior a la gente normal (con fantasías relacionadas
con atrocidades y situaciones crueles), siendo la
agresión sexual la culminación de estas fantasías
violentas. Sus intereses están relacionados con la
literatura sádica, la pornografía violenta, etc., pu-
diendo tener una colección de armas. Frecuente-
mente, intentan conseguir trabajos donde su nece-
sidad de poder pueda verse satisfecha. El sadismo
se acompaña de parafilias de otro tipo (voyeurismo,
travestismo, etc.). No suelen tener antecedentes
delictivos. Es probable que el crimen sea precedido
por situaciones provocadoras de una pérdida de su
autoestima o de su sentimiento de masculinidad,
siendo el acto delictivo una forma de recuperar el
. equilibrio emocional.
Acechará a su víctima, la secuestrará en algún
sitio donde se sienta seguro y controle sus acciones,
y la trasladará en su coche (donde guarda un «kit
de violador») a un lugar privado y seguro. Muy
ritualista, todo debe salir como lo ha planeado
(puede obligar a la víctima a pronunciar determina-
das palabras o a realizar ciertos actos). El acto
sexual no es una condición necesaria en este tipo
de violador, puede masturbarse encima del cuerpo
202 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
de la víctima, o utilizar un falo sustitutorio. La
violencia utilizada irá en aumento en posteriores
asaltos hasta convertirse en un asesino en serie. No
ataca periódicamente, sólo cuando lo tiene todo
planeado metódicamente.
Violador de grupo
Sus motivaciones son parecidas a las del viola-
dor de poder, buscando confirmación de su propia
masculinidad y expresando poder y control sobre
otra persona, aunque es posible que cada miembro
de la banda tenga diferentes motivaciones. Gene-
ralmente, la primera persona en cometer la viola-
ción es el líder de la banda. La edad de la víctima
se aproxima a la edad de los miembros del grupo.
Insatisfechos por los problemas de fiabilidad y
validez que presentaba, la tipología de 1987 fue
depurada por Knight y Prentky (1990), citados en
Garrido et al. (1995). Llamada Massachussetts
Training Center R3 (MTC: R3), parece la más ade-
cuada hasta el momento. Nuevamente, la clasifica-
ción se basa en la motivación subyacente al acto de
la violación.
1. Violador de oportunidad: asaltos típica-
mente sin premeditación, resultado de factores si-
tuacionales más que de fantasías previas. Conducta
antisocial habitual, pobre control de los impulsos,
persiguiendo la gratificación sexual inmediata.
Utilizan la fuerza necesaria, aumentándola si la
víctima se resiste. Pueden subdividirse en dos tipos:
tipo 1 (alta competencia social) o tipo 2 (baja com-
petencia social). Es más usual que conozcan a la
víctima los de alta competencia social, aprovechán-
dose de esta relación previa y sin considerar en qué
medida la violación afectará negativamente a su
relación.
2. Violador de cólera generalizada: la moti-
vación básica de la violación es una rabia e irrita-
ción extensiva e indiscriminada. Su agresión es
gratuita y la fuerza utilizada es excesiva, incluso sin
resistencia de la víctima. Provocan lesiones impor-
tantes, pudiendo llegar hasta el asesinato. Su rabia
no se dirige sólo a mujeres, sino también a hom-
bres,. como consecuencia de su extraordinaria im-
pulsividad. Esta impulsividad le ha ocasionado di-
ficultades desde la infancia, con secuelas en su
adaptación interpersonal. A pesar de la violencia
del asalto, su rabia no parece estar sexualizada ni
está precedido por fantasías sexuales previas
(tipo 3).
3. Violador de gratificación sexual: la moti-
vación es sexual, aunque existen diferencias entre
los cuatro tipos:
3.1. Sádico: pobre discriminación entre los
impulsos sexual y agresivo:
3.1.1. Manifiesto: agresión física muy seria
sobre la víctima, debido a sus fantasías sexuales
sádicas. Con baja competencia social, planifica sus
asaltos y presenta una conducta antisocial adoles-
cente o adulta (tipo 4).
3.1.2. Encubierto: el sadismo se expresa me-
diante una conducta simbólica o mediante la fanta-
sía, sin tener correspondencia en la conducta, pro-
vocando miedo a hi víctima. Alta competencia
social (tipo 5).
3.2. No sádico: sus fantasías sexuales aso-
ciadas con la violación no mezclan elementos
agresivos y sexuales. Los dos tipos pertenecientes
a esta categoría son los menos agresivos. Si la
víctima se resiste, es frecuente la huida. Sus fan-
tasías y conductas durante la violación reflejarán
una mezcla de cogniciones erróneas acerca de la
masculinidad, las mujeres y el sexo, y sentimien-
tos de incompetencia sobre la sexualidad y la
imagen masculina. Se subdividen en: alta compe-
tencia social (tipo 6) y baja competencia social
(tipo 7). Este último presenta aislamiento social,
escasa impulsividad y poco consumo de sustan-
cias. Tiene preocupaciones de tipo sexual, plan-
teándose si las violaciones reflejan su incapacidad
de obtener las relaciones sexuales que desea pero
no consigue.
4. Violador vengativo: también llamado rei-
vindicativo. Su odio y rabia se dirigen específica-
mente hacia las mujeres. Sus violaciones reflejan
este odio, su conducta puede ir desde el insulto
verbal y humillaciones hasta el asesinato. Su ira no
es indiscriminada como en el violador colérico, ni
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presenta conductas o fantasías sádicas (la agresión
no está sexualizada). Se subdividen en: baja com-
petencia social (tipo 8), que presenta similitudes
con el no sádico de baja competencia social (poco
consumo de sustancias, poca impulsividad, aisla-
miento e incompetencia social, preocupaciones
sexuales); y de moderada competencia social
(tipo 9).
Los autores enfatizan en la existencia de simi-
litudes entre los tipos 1 al 4, estilo de vida impul-
sivo y antisocial, y los tipos 6 a 9, estilo de vida
relativamente poco impulsivo. El tipo 5 se sitúa
entre el sádico manifiesto y el no sádico de alta
competencia social, compartiendo características
de los dos.
En relación a esta última tipología, Brown y
Forth (1997) han investigado la relación entre la
psicopatía y los diferentes subtipos del MTC: R3.
En la muestra de 60 violadores de estos autores,
era dos veces más probable que los violadores eva-
luados como psicópatas fueran del tipo oportunista
y de cólera generalizada que los otros tipos, clasi-
ficados más frecuentemente como no psicópatas.
Los violadores de gratificación sexual no sádicos
eran clasificados como no psicópatas tres veces
más que como psicópatas; de los siete violadores
sádicos de la muestra, sólo uno era psicópata; y de
los seis violadores vengativos, ninguno lo era.
En un estudio de Warren et al. (1999), los auto-
res realizan una división de los violadores en serie
(con una muestra de 108 sujetos) entre aquellos que
aumentan la violencia en posteriores asaltos
(<<increasers) y aquellos que no la aumentan (non-
increasers).
Según los autores, los increasers son menos
habituales que los non-increasers. Sólo un 25 por
100 de los violadores en serie de la muestra aumen-
taron la violencia utilizada en violaciones posterio-
res. Éstos son más frecuentemente de raza blanca
(un 79 por 100 frente a un 40 por 100 de los non-
increasers), victimizan a más mujeres (un 67 por
100 de los increasers violaron a más de cuatro
víctimas frente al 37 por 100 de los non-increasers)
y tienen un historial criminal menos extenso (los
increasers parecen estar especializados en delitos
© Ediciones Pirámide
Psicología de investigación criminal / 203
de naturaleza sexual y violenta, mientras que los
non-increasers cometen delitos sexuales dentro de
un contexto general de conducta delictiva). Los
increasers tienen más tendencia a escoger a vícti-
mas de mayor edad que los non-increasers (un 62
por 100 de los primeros violaron a mujeres mayo-
res de 40 años, frente a un 32 por 100 de los segun-
dos), a cometer la agresión en un lugar cerrado (un
78 por 100 de los increasers frente a un 56 por 100
de los non-increasers), a realizar una aproximación
a la víctima por sorpresa (el 85 por 100 frente al
68 por 100) y a llevarse objetos o posesiones per-
sonales (un 70 por 100 de los increasers robaron
objetos a la víctima frente al 51 por 100 de los
non-increasers).
Por otro lado, los autores identificaron qué as-
pectos de la escena del crimen relatados por la
primera víctima de la serie son útiles para predecir
qué violadores en serie aumentarán la violencia
utilizada. En la primera violación de la serie, los
increasers transmiten más información personal a
la víctima, expresando más hostilidad en general y
hacia las mujeres en particular que los non-increa-
sers. También es más frecuente que los increasers
obliguen a la víctima a ejecutar determinados guio-
nes verbales diseñados para aumentar la autoestima
del violador, así como a humillar a la víctima de
diferentes maneras (es habitual en los increasers la
penetración con un objeto). Las violaciones de los
increasers suelen durar más tiempo y están más
planificadas. Además, éstos son más específicos en
la selección de sus víctimas.
4.2.3. Parafilias y agresión sexual
Las parafilias consisten en la presencia de re-
petidas e intensas fantasías, impulsos o comporta-
mientos sexuales que, por lo general, engloban al-
guna o varias de las siguientes características:
objetos del deseo no humanos, el objeto del deseo
consiste en el sufrimiento o humillación de uno
mismo o de la pareja, o bien exige la participación
de niños, ancianos o personas que no consienten o
con los que no existe apenas comunicación.
Es importante aclarar que no todos los actos
parafílicos son ilegales, ni todos los delitos sexua-
204 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
les vienen provocados por el hecho de que el cri-
minal sufra una parafilia.
Sin embargo, la literatura al respecto sugiere
que muchos agresores sexuales, anteriormente a su
carrera delictiva, presentan un patrón de conducta
sexual desviado, en lo que puede definirse como
«parafilias leves», es decir, que no causan un daño
evidente (exhibicionismo, voyeurismo, etc.). En
estudios citados por Holmes (1991), el 62 por 100
de agresores sexuales en prisión revelaban actos
sexuales desviados diferentes a los relacionados
con el hecho delictivo (voyeurismo, llamadas tele-
fónicas obscenas, etc.). Con el paso del tiempo y la
existencia de condicionantes específicos, estas pa-
rafilias leves pueden degenerar hacia desviaciones
sexuales más graves conducentes a la perpetración
de crímenes de tipo sexual.
Las parafilias más presentes en agresores sexua-
les son las siguientes (Holmes, 1991):
- Voyeurismo: las características de los vo-
yeurs son las siguientes: inmadurez sexual
y frustración, relaciones pobres con el pa-
dre, madre sobreprotectora, problemas de
autoestima y fuerte autocrítica, habilidades
heterosociales y heterosexuales pobres.
Edad alrededor de los 20 años, siendo los
más jóvenes en sus familias, no intentan
entablar contacto con sus víctimas. Un 71
por 100 de los asesinos sexuales de su estu-
dio tuvieron tempranos intereses voyeurís-
ticos. Sólo el 2 por 100 de los voyeurs
presentan esta sola parafilia.
- Exhibicionismo: los exhibicionistas selec-
cionan a sus víctimas en función de la
edad, apariencia, etc., generalmente entre
. mujeres desconocidas, siendo poco habi-
tual que el exhibicionista vuelva a entrar
en contacto con ella. Algunos sólo se ex-
ponen delante de menores (Blackburn,
1993). En España, los delitos de exhibicio-
nismo suponen un 20 por 100 de los delitos
sexuales denunciados. Generalmente, se
trata de hombres entre 15 y 30 años, con
unas características de personalidad deter-
minadas: introversión, timidez, impulsivi-
dad y pasividad (Soria y Hernández, 1994).
La mayoría de exhibicionistas adultos es-
tán casados, aunque raramente están sa-
tisfechos sexualmente dentro de su ma-
trimonio (Blackburn, 1993). La excitación
sexual obtenida al exponer los genitales es
dependiente de la reacción de la víctima;
si ésta no reacciona como él espera (mie-
do, disgusto, etc.), el exhibicionista se des-
concierta y huye. La exposición suele ir
seguida de masturbación.
- Escatofilia: en la muestra de asesinos sexua-
les, un 22 por 100 de ellos expresaron su
interés en este tipo de prácticas. General-
mente, escogen números de teléfono al azar
y es muy raro que intenten contactar con la
víctima. Suelen ser hombres con problemas
para establecerrelaciones, con sentimientos
de inadecuación, la sensación de que sus
madres les rechazaban y la percepción del
padre como un «superhombre». Como en el
caso de los exhibicionistas, dependen de la
reacción de la víctima para obtener activa-
ción sexual.
Frotteurismo: es una conducta que aparece,
generalmente, en la adolescencia (entre los
15 y los 25 años) y casi exclusivamente en
hombres. Frecuentemente, se trata de per-
sonas inteligentes, la mayoría pertenecien-
tes a una clase social media-alta.
- Gerontofilia: parafilia difícil de detectar,
debido a factores culturales (no es raro ver
a mujeres con hombres mucho mayores que
ellas). Las violaciones de mujeres mayores
son raras; sólo en un 3 por 100 de las vio-
laciones, las víctimas son mujeres mayores
de 50 años. Cuando un hombre joven asalta
sexualmente a una mujer mayor, tiende a
presentar las siguientes características: per-
sonalidad obsesiva, enuresis hasta aproxi-
madamente los 25 años, poco interés en las
mujeres de su edad, incapacidad de contro-
lar sus impulsos y tendencia a ser violen-
to y agresivo sexualmente. Presenta fuertes
necesidades de poder y tendencias sádi-
cas de tipo físico. Frecuente presencia de
© Ediciones Pirámide
trastornos psicopatológicos. Cuando suce-
de, lo habitual es que la mujer resulte vio-
lada y asesinada. En el caso de mujeres
gerontofílicas, las motivaciones acostum-
bran a ser más de tipo material que psico-
lógico.
- Necrofilia: aunque algunos autores plan-
tean que el contacto sexual con cadáveres
es una conducta muy infrecuente (Soria y
Hernández, 1994), otros argumentan que la
mayoría de casos sencillamente no son
descubiertos e informados a las autorida-
des. Los necrófilos tienen un gran interés
hacia los funerales, cementerios, autopsias,
tanatorios y todo aquello relacionado con
la muerte en general. En una muestra de
122 necrófilos aparecen las siguientes ca-
racterísticas: el sexo del cadáver refleja la
orientación sexual del necrófilo, el 79 por
100 eran heterosexuales, el 64 por 100
habían realizado actos sexuales sádicos
previamente, el 86 por 100 habían tenido
anteriormente relaciones sexuales normales
(no necrofílicas), la mitad presentaban tras-
tornos de personalidad, un 17 por 100 eran
psicóticos, y la mayoría tenían una inteli-
gencia media o por encima de la media.
Sólo un sujeto de la muestra cometió un
homicidio para cometer actos necrofílicos
con el cadáver, la mayoría aprovecharon la
oportunidad que se les presentó durante su
trabajo (en la muestra había empleados de
cementerios, soldados, un conductor dé am-
bulancia, un estudiante de anatomía, etc.).
Los necrófilos pueden dividirse en pseudo-
necrófilos, aquellos que presentan una
atracción transitoria hacia cadáveres y que
teniendo fantasías acerca de realizar el acto
sexual con un cadáver, no las llevan a la
realidad, realizando el acto sexual con per-
sonas vivas, y por ello sugieren a sus par-
teners sexuales que lo «escenifiquen», y los
necrófilos genuinos, que se subdividen en
tres tipos: el necrófilo homicida (asesina
para tener relaciones sexuales con el cadá-
ver), el necrófilo regular (se relaciona con
© Ediciones Pirámide
Psicología de investigación criminal / 205
cadáveres a los que tiene acceso) y el ne-
crófilo fantasioso (simplemente fantasea
con tener sexo con un cadáver, sin llevarlo
a la práctica).
5. PROCESO DE GENERACiÓN
DE UN PERFIL PSICOLÓGICO
CRIMINAL
Según el FBI, el proceso de generación del
perfil de un criminal sigue las siguientes fases
(Woodworth y Porter, 2001; Ressler et al., 1992,
citados en Ainsworth, 2(01):
1. Fase de asimilación de datos: utilizando
todas las fuentes posibles se crea el perfil
inicial: fotografías, examen cuidadoso de
la escena del crimen, informe médico de la
víctima, informes de la policía, caracterís-
ticas de la víctima, información sobre la
zona donde se cometió el crimen, itinerario
de la víctima anterior al crimen, etc.
2. Fase de clasificación del crimen: a partir
de la información recogida, se realiza un
intento de clasificación, es decir, delante de
qué tipo de acto violento crimen estamos
(homicidio sexual, homicidio con motiva-
ción económica, etc.).
3. Fase de reconstrucción del crimen: se in-
tenta reconstruir el crimen tal y como suce-
dió a partir de la secuencia de la agresión,
modus operandi del agresor, conducta del
agresor, respuesta de la víctima, etc.
4. Fase de generación del perfil: un perfil de
criminal debe poseer información acerca
de los factores demográficos, nivel edu-
cacional y funcionamiento intelectual, an-
tecedentes penales e historia de arrestos,
historial militar, características familiares,
hábitos e intereses sociales, evidencias en
relación a la escena del crimen, vehículo
utilizado, características de personalidad y
posibles trastornos psicopatológicos, así
como técnicas de interrogatorio del acusa-
do tras su detención.
206 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
6. LA ESCENA DEL CRIMEN
Según el FBI (1985) existen dos tipos de esce-
nas del crimen, en función del grado de organiza-
ción de sus elementos.
6.1. Escena del crimen organizada
1. Agresión planificada: existen evidencias de
que la agresión se ha preparado y analizado antes
de llevarla a cabo.
2. Autoría desconocida: no existe ningún tipo
de relación previa entre agresor y víctima.
3. Personalización de la víctima: la víctima es
utilizada para satisfacer las necesidades del agresor,
pero no se la degrada ni se la humilla como perso-
na, no se la convierte en un «objeto».
4. Conversación controlada: existen elemen-
tos que muestran cómo el agresor y la víctima
sostienen durante un tiempo una conversación sin
mediar elementos de impulsividad.
5. Escena del crimen controlada: los objetos
están en el lugar que les corresponde y la escena
está ordenada. Es posible la modificación de ele-
mentos con el fin de confundir a los investigadores
(simular un suicidio, un robo, etc.), así como la
existencia de pistas falsas y demasiado evidentes
que apuntan hacia una dirección concreta.
6. Víctima sumisa: ésta no se resiste, como
mucho le implora clemencia.
7. Uso de la restricción: el agresor inmoviliza
a la víctima, mediante el atado, como una forma de
control y de inspiración de terror.
8. Actos agresivos: actos agresivos innecesa-
rios para la ejecución del crimen, pero con un im-
portante valor simbólico o de fantasía para el
agresor.
9. Movimiento del cuerpo: una vez cometido
el crimen, el agresor desplaza a la víctima o su
cadáver a otro lugar, con la finalidad de dificultar
su localización o de la escena del crimen.
10. Recogida del arma: con frecuencia, se
elige cuidadosamente para el crimen. Tiene un va-
lor simbólico; por ese motivo no la abandona en la
escena del crimen, haciéndolo también para no
dejar evidencias físicas.
11. Escasez de pruebas: el agresor se preocu-
pa por no dejar pistas, por lo que las evidencias
físicas son nulas o escasas.
6.2. Escena del crimen desorganizada
1. Agresión espontánea: existe un hecho ex-
plosivo que provoca la agresión, por lo que ésta es
impulsiva, no planificada.
2. Víctima conocida: según Soria (2002),
suele haber una relación más o menos prolongada
entre la víctima y agresor, con un vínculo emocio-
nal previo. Para Holmes (1989), el agresor puede
tener conocimiento de la existencia de la víctima
(pueden ser vecinos, compañeros de escuela, etc.)
pero sin relación personal.
3. Despersonalización de la víctima: se degra-
da y humilla a la víctima, como forma de expresar
odio, venganza, etc., hacia ella, convirtiéndola en
un «objeto».
4. Conversación mínima: es una agresión
impulsiva, por lo que no hay intercambio de pala-
bras o muy pocas.
5. Escena del crimen caótica: existen eviden-
cias de lucha, e incluso, a posteriori, el agresor
puede intentar que la escena del crimen aparezca
como ordenada.
6. Violencia repentina: de forma previa a la
agresión, puede darse una relación normal entre
agresor y víctima, hasta que un elemento rompe la
rutina y se produce la agresión repentina e impul-
siva.
7. Ausencia de restricción: no se inmoviliza a
la víctima, dado que la agresión es espontánea y
repentina.
8. Sexo después de la muerte: puede tener
diferentes motivos: degradar a la víctima incluso
después de muerta, fruto de su necesidad de odio,
de sus sentimientos de amor, etc.
9. No hay movimiento del cuerpo: después del
crimen, el agresor pierde todo interés en la víctima.
No se preocupa por si se encuentra el cadáver, in-
cluso puede entregarse él mismo a la policía.
10. Arma en la escena del crimen: igualmen-
te, el arma pierde interés para el agresor una vez que
© Ediciones Pirámide
ha cumplido su función. Frecuentemente, armas de
oportunidad. Según Jiménez (2004), la desapari-
ción del arma de oportunidad en una escena del
crimen desorganizada puede deberse a cierta expe-
riencia del agresor con el sistema judicial, con
presencia de antecedentes delictivos.
11. Evidencia física: el agresor no se preocu-
pa de no dejar pistas.
Mediante entrevistas con asesinos en serie,
Holmes (1989) descubrió la presencia de determi-
nados factores relevantes en la escena del crimen:
- Víctima ciega: en muchos asesinatos, un
elemento es la presencia de algún mecanismo para
evitar el contacto ocular entre el agresor y la vícti-
ma. Más que a un interés por esconder la identidad
del agresor, puesto que éste ya ha decidido matar
a la víctima, suele ser para confundir y atemorizar a
la víctima, despersonalizarla, etc.
- Armas: los asesinos en serie seleccionan sus
armas cuidadosamente, y generalmente son armas
manuales. Las armas de contacto permiten aterro-
rizar y degradar a la víctima, a diferencia de las
armas de fuego (sin embargo, el arma de fuego
suele ser el método escogido por asesinos organi-
zados cuya fantasía necesita un cadáver, siendo el
acto de matar secundario). Según Jiménez (2004),
el uso exclusivo o predominante de la estrangula-
ción manual es típico de asesinos organizados bien
integrados socialmente; mientras que el uso com-
binado de armas blancas y armas de fuego es típico
de asesinos desorganizados muy inestables, que
pueden cometer un asesinato en masa.
Existen estudios que sugieren que el arma no es
sólo una herramienta para cometer el delito, sino
que tiene un significado emocional para el agresor,
permitiendo la unión entre el significado del arma,
la conducta criminal y las características de perso-
nalidad del agresor. Utilizando la técnica del SSA,
Lobato (2000) encontró dos temas relacionados con
el significado del arma para el criminal (significado
criminal) donde el arma simplemente es una herra-
mienta para facilitar el delito (fundamentalmente
armas de fuego), con variables que correlacionan
© Ediciones Pirámide
Psicología de investigación criminal / 207
entre ellas como son: precio del arma, facilidad
para comprar un arma de fuego, cambiar el tipo de
arma en función del crimen o la víctima, etc. En el
significado emocional, el arma es un instrumento
para causar daño físico o psicológico, con variables
que correlacionan mostrando este significado:
siempre uso del mismo tipo de arma, el arma se
utiliza para expresar control, poder o atemorizar a
la víctima, arma con potencial letal, etc. General-
mente utiliza armas cortantes.
Los criminales violentos que otorgan un signi-
ficado criminal al arma utilizada es más probable
que cometan crímenes de tipo instrumental (robo,
tráfico de drogas, etc.), donde el objetivo es de tipo
material, así como que tengan una personalidad
más inclinada hacia la introversión, expresando una
necesidad de afecto y contacto con sus semejantes
en su vida cotidiana. En cambio, el hecho de dar un
significado emocional al arma se relaciona más con
la comisión de crímenes de tipo expresivo (asesina-
to,violación, lesiones, etc.), y tienden hacia la ex-
traversión, así como una necesidad de expresar su
poder y autoridad hacia otras personas. Estos resul-
tados proceden del estudio de delincuentes brasile-
ños, por lo que es posible que los resultados no
puedan generalizarse a otros países y culturas.
- Descuartizamiento: facilita el transporte de
la víctima, así como su desaparición e impide su
identificación, aunque sin descartarse la motivación
sexual en asesinos hedonistas, y de poder/control,
pues el descuartizamiento válida la sensación de
poder y control del asesino sobre su víctima. En el
caso de asesinos visionarios, el descuartizamiento
del cuerpo tendrá una motivación relacionada con
sus delirios patológicos. También se puede des-
membrar un cadáver como un acto de venganza,
cuando el mero asesinato ha sido un castigo insufi-
ciente (Cyriax, 1996), lo que puede suceder en
asesinatos de personas relacionadas con mafias o
narcotráfico.
- Humillación y degradación: en aquellos
asesinos hedonistas y de poder/control que han
establecido una conexión entre violencia y gra-
tificación sexual es frecuente la tortura y la de-
gradación y humillación de la víctima. No es ha-
208 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
bitual en asesinos seriales visionarios o con una
misión.
- Posición del cuerpo: algunas víctimas son
colocadas en una posición degradante. La posición
del cuerpo puede tener un significado simbólico,
siendo utilizada por asesinos con una misión y
hedonistas.
- «Souvenirs» o trofeos: el motivo de quedar-
se alguna posesión de la víctima que actúe como
recordatorio del crimen. El objetivo adicional es
dificultar su identificación, sobre todo si el cuerpo
también ha sido mutilado o descuartizado con este
mismo objetivo.
© Ediciones Pirámide
Psicología penitenciaria
1. CONCEPTO DE PSICOLOGíA
PENITENCIARIA
Según Clemente y Núñez (1997), la psicología
penitenciaria no se puede definir por sí misma, ya
que son muchos los campos que en ella se ocupan.
La teoría del delito, personalidades de los delincuen-
tes, psicopatología, así como intervención y trata-
miento son las áreas fundamentales en que se desen-
vuelve y desarrolla cualquier manual característico
de esta materia.
Todas ellas van unidas entre sí formando una
cadena a la hora de trabajar dentro de un marco
penitenciario, buscando como finalidad última una
psicología de la intervención y una modificación de
conducta por parte del interno.
Hemos de tener en cuenta que tanto el psicólo-
go como los reos o el resto de personal que trabaja
en centros penitenciarios viven en una realidad ar-
tificial, que no por ser artificial es menos realidad.
Se trata de una realidad que ha sido creada por la
organización jurídica. Las prisiones, los centros
penitenciarios o los juzgados son ambientes tan
reales para sus usuarios y trabajadores que de algu-
na manera modifican profundamente sus vidas.
La prisión es un espacio creado y diseñado para
privar de libertad y castigar a aquellos que no han
sabido «comportarse» y vivir en sociedad. Está
dotada de normas y leyes diferentes a las existentes
en otro tipo de organizaciones que no sean jurídi-
cas, y estas leyes se caracterizan también por ser
© Ediciones Pirámide
ANA BELÉN GONZÁLEZ MONAR
11
más rígidas e implicar un cumplimiento mayor por
parte de sus ciudadanos (Clemente,1995).
En este espacio artificial creado, el psicólogo
penitenciario trabaja interviniendo en la conducta,
emociones y pensamientos de otras personas (hasta
aquí como cualquier otro profesional de la psicolo- .
gía), pero con la particularidad de que este trabajo
se lleva a cabo con los internos de los centros pe-
nitenciarios, los cuales viven en un ambiente carac-
terístico anteriormente descrito.
Actualmente ya hay muchos profesionales de-
dicados a esta labor, pero aún son demasiadas las
personas que una vez quedan en libertad vuelven a
delinquir. Según datos estadísticos, en el año 2002
un total de 22.375 personas fueron nuevamente
condenadas por reincidencia en el delito, de un
total de 51.882, es decir, un 43,12 por 100 de los
condenados habidos en este año eran reincidentes
en delito e instrucción.
Esta cifra, a pesar de que ha ido disminuyendo,
aún es demasiado alta, son demasiados los reos que
están en nuestras prisiones de forma reincidente
(véase tabla 11.1); por ello se ve preciso el tratar de
realizar por parte de los profesionales de la conduc-
ta esta labor de la manera más rigurosa posible, así
como el reclamar a las administraciones una mayor
colaboración, pues aún son demasiado altas las ci-
fras de presos reincidentes que vuelven a nuestras
prisiones.
Así pues, en vista de lo anteriormente dicho ca-
ben las preguntas de si ¿estaremos haciendo las co-
210 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
sas bien?, ¿serán correctos los métodos empleados?, mente nos centraremos en la evaluación y trata-
¿es necesario cambiar la metodología empleada?, miento, fases primordiales y de mayor importancia
¿cómo podemos mejorar la situación actual?, etc. en el trabajo del psicólogo penitenciario.
Para responder a esto y otras muchas cuestiones Todo ello lo haremos tratando de no dejar de
más que pudieran ir surgiendo a lo largo del capí- lado en ningún momento cuál es el objetivo que
tulo, realizaremos en primer lugar un análisis de todo psicólogo ha de tener en el centro penitencia-
aquellas teorías que mejor explican la conducta rio: la resocialización y reinserción del preso de
delictiva, conducta objeto de estudio. Posterior- nuevo en la sociedad.
TABLA 11.1
Comparación de la población reclusa total habida en España
con los condenados reincidentes por naturaleza del delito e instrucción
Año 1998 Año 1999 Año 2000 Año 2001 Año 2002
Población reclusa 44.370 44.197 45.104 47.5711 51.882
Reincidentes en delito
27.941 24.167 23.531 22.081 22.375
e instrucción
Pero antes de llevar a cabo un análisis más mi- cos y por problemas orgánicos. A esta fase
nucioso del trabajo que los psicólogos realizan en pertenecen las explicaciones biológico-
centros penitenciarios, intentaremos entender y clínicas.
explicar el porqué del comportamiento delictivo. 2. Segunda mitad de los años cuarenta:
Basada en planteamientos micro grupales
y evolutivos, desechando a su vez el mé-
2. TEORíAS DEL DELITO
todo de análisis y de intervención clínico.
El tratar de exponer en este capítulo de forma La banda juvenil y los procesos de dete-
extensa las teorías del delito resulta de extrema rioro en edades evolutivamente importan-
dificultad debido al escaso espacio al que estamos tes son para estos autores las causas
limitados; por ello citaremos brevemente todas las fundamentales de la delincuencia. Esta ex-
teorías habidas al respecto, ofreciendo de cada una plicación corresponde a una teoría psi-
de ellas una breve introducción (para más infor- codinámica.
mación, véase Mata, Clemente, Tobal, 1987, en
Clemente, 1995).
b) Teorías biológico-factoriales
a) Psicoanálisis y delito
Basándose en la teoría que dice que toda con-
Respecto a esta corriente de pensamiento, la
ducta es producto de la interacción de variables
literatura psicoanalítica que sobre el tema versa
propias del sujeto con el medio en el que se desen-
estableció su estudio en dos fases claramente deli-
vuelve, aseguran que la delincuencia se trata de
mitadas:
otro tipo de conducta y por tanto también depende-
1. Sus orígenes: En los que se sugiere que el rá de la acción del entorno en interacción con las
delito está originado por conflictos psíqui- predisposiciones propias del organismo.
© Ediciones Pirámide
e) La aproximación conductual
Esta aproximación teórica centra el estudio de
la conducta delictiva dentro de las teorías del apren-
dizaje. Así, pasan a explicar el comportamiento de-
lictivo como un tipo de conducta aprendida, bien
dentro del condicionamiento clásico, bien en el
condicionamiento operante o finalmente mediante
el aprendizaje vicario, siendo este último el que
disiparía las dudas y problemas que los otros dos
planteaban.
1. El condicionamiento clásico (Eysenck)
En el que el castigo actúa como estímulo incon-
dicionado (El), el acto antisocial castigado actúa
como estímulo condicionado (EC) y finalmente el
miedo y culpa generados actúan como respuestas
incondicionadas (RI). Con los sucesivos aparea-
mientos EI-EC se va condicionando a la experi-
mentación de miedo y culpa ante los actos antiso-
ciales, formándose así las respuestas condicionadas
(RC) que serán quienes disuadan al individuo de
cometer el acto antisocial.
Las diferencias en condicionabilidad entre di-
ferentes personas vienen dadas por rasgos de per-
sonalidad con un marcado contenido biológico, y
esto será lo que explique las diferencias indivudua-
les a la hora de llevar a cabo actos delictivos o no.
2. Condicionamiento operante
Parten de la base de que el comportamiento
delictivo es reforzado mediante reforzadores posi-
tivos y negativos, y así mediante el refuerzo dife-
rencial explican el moldeamiento y mantenimiento
de la conducta delictiva.
a) Reforzadores positivos: Ganancias mate-
riales, aceptación y prestigio en un grupo
de referencia y aumento del autoconcepto
que el acto delictivo genera.
b) Reforzadores negativos: Una conducta es
reforzada por su capacidad para eliminar o
reducir una estimulación aversiva o dolo-
rosa (reducción de estados de ansiedad o
frustración).
© Ediciones Pirámide
Psicología penitenciaria / 211
La actuación conjunta del reforzamiento posi-
tivo y negativo en comportamientos delictivos hace
que este tipo de conductas sean muy resistentes a
la extinción.
3. El reforzamiento vicario
Basado en el modelado y en las consecuencias
que para el modelo tiene su conducta.
a) Modelo es recompensado: el observador
busca obtener expectativas semejantes lle-
vando a cabo esta conducta.
b} Modelo es castigado: el espectador deva-
luará al modelo y el comportamiento lleva-
do a cabo.
c) Si el modelo es altamente valorado por
su grupo de referencia, la conducta llevada
a cabo le hará ganar estatus en vez de per-
derlo.
d) Teorías del desarrollo cognitivo-moral.
Existen modelos teóricos explicativos de la de-
lincuencia que relacionan el comportamiento delic-
tivo con la socialización del individuo y a ésta con
procesos de condicionamiento. Otros autores en
cambio mantienen un punto de vista más cognitivis-
ta para explicar los procesos de socialización huma-
na. Sin embargo, no cabe la menor duda de que la
percepción individual del mundo, el contexto subje-
tivo y el desarrollo de las variables cognoscitivas de
la personalidad constituyen una fuente previa a la
hora de llevar a cabo dichas conductas delictivas.
Una alternativa a las teorías tradicionales que
sobre delincuencia existían la ofreció la Universi~
dad de Harvard, que buscó aplicar las teorías de la
psicología del desarrollo, la sociología y la ética al
problema de la delincuencia.
Esta teoría trata del enfoque cognitivo-social, o
del desarrollo moral o estructural y asume que «las
orientaciones sociológicas, psicoterapéuticas y con-
ductuales de la delincuencia ignoraron dos dimen-
siones críticas. Primero los programas de interven-
ción y tratamiento rara vez se han centrado en el
razonamiento moral y legal del delincuente. Segun-
do, ha habido pocos esfuerzos efectivos por crear
212 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
ambientes que ofrezcan al delincuente potencial una
comunidad alternativa que le resulte significativa»
(Mata, Clemente y Tobal, 1987, en Clemente, 1995).
Los pioneros o fundadores de esta teoría son
Piaget y fundamentalmente Kohlberg. Piaget inició
el estudio de este desarrollo moral, aduciendo que
toda moralidad consiste en un sistema de reglas, y
la esencia de toda moralidad es ser buscada en el
respeto que el individuo adquiere por esas reglas.
Este trabajo no está directamente relacionado con
la delincuencia, pero está claro que un desarrollo
moral impropio de un niño puede conducir a un
comportamiento transgresor en el adulto.
Kohlberg distingue seis estadios de desarrollo
moral, comprendidos a su vez en tres períodos:
1. Período premoral: El comportamiento está
en función de la evitación del castigo y la
obtención de satisfacciones inmediatas.
2. Período de conformidad convencional a las
reglas y de respeto a la autoridad por ser
tal.
3. Período de moralidad autónoma, caracteri-
zado por el respeto a los derechos de los
iguales, a sus opiniones y a los principios
morales universales.
Estos períodos no siguen un proceso evolutivo
estricto, sino que según la situación que se dé en
un mismo individuo pueden darse juicios morales
y de conducta, de uno u otro período (García y
Mata, 1986, en Clemente, 1995).
3. EL PSICÓLOGO EN INSTITUCIONES
PENITENCIARIAS
Desde que en 1919 se creó el primer servicio
psicológico en una prisión de los Estados Unidos,
se ha producido un crecimiento de la intervención
psicológica en las instituciones penales en la ma-
yoría de los países desarrollados.
El avance que se ha desatado en España en
materia de dotación de equipos de tratamiento, y
funcionarios dedicados a esto en los últimos años
ha sido espectacular.
Será el decreto 162/1968, sobre modificación
de determinados artículos del reglamento de prisio-
nes, el que señale la necesidad de contar con una
serie de especialistas para la clasificación y el tra-
tamiento penitenciario.
Fue a partir de la Ley 38170, sobre Reestruc-
turación de los Cuerpos Penitenciarios, cuando se
creó el Cuerpo Técnico de Instituciones Peniten-
ciarias, cuerpo multiprofesional de funcionarios
(psicólogos, psiquiatras, juristas-criminólogos,
pedagogos, sociólogos y otras especialidades ya
extinguidas), la que consolidará de manera defini-
tiva la incorporación de especialistas en ciencias
humanas y sociales a esta parte de las institucio-
nes sociales.
En el artículo 2.1 de la citada ley se determina
literalmente que «realizarán las funciones propias
de su especialidad en materia de observación, clasi-
ficación y tratamiento de los internos, así como
las de dirección e inspección de las instituciones y
servicios».
Actualmente, un gran número de psicólogos
trabajan en Instituciones Penitenciarias, como es-
pecialistas, subdirectores y directores de los servi-
cios periféricos, o como personal adscrito a la Di-
rección General de Instituciones Penitenciarias en
sus Servicios Centrales.
3.1. Áreas de actuación y funciones
reglamentarias
Como señalan Sancha y García (1985, en Cle-
mente y Núñez, 1997), son muchos y muy extensos
los campos de actuación en los que un psicólogo de .
prisiones puede actuar. Abarca prácticamente todas
las áreas de la psicología aplicada. Dentro de su
campo de actuación encontramos actividades como
el diagnóstico y clasificación penitenciaria, infor-
mes a juzgados y audiencia, elaboración y ejecu-
ción de programas de tratamiento, intervención en
las áreas educativas y funciones de dirección e
inspección de los establecimientos penitenciarios.
Pero sin lugar a dudas son la evaluación y el trata-
miento las dos actividades más importantes que el
psicólogo de prisiones lleva a cabo. Para ello ha de
© Ediciones Pirámide
tener en cuenta cuatro directrices fundamentales en
la intervención psicológica en prisiones:
1. Respeto a los derechos constitucionales, legales
y reglamentarios del recluso.·
2. Individualización de la intervención, según las
características personales y situacionales de cada
interno.
3. La propia especialización profesional de cada psi-
cólogo.
4. Seguir las líneas generales de actuación señaladas
por la Dirección General de Instituciones Peni-
tenciarias.
A continuación pasaremos a explicar en qué
consisten estas funciones.
4. LA EVALUACiÓN PENITENCIARIA
Hemos de tener en cuenta a la hora de llevar a
cabo la evaluación en el medio penitenciario que
toda la metodología empleada, así como los pro-
cesos manejados durante la intervención, han de
estar integrados dentro de una concepción psico-
diagnóstica.
Dentro de las variables importantes a evaluar
deberemos mostrar especial atención al análisis de
la conducta delictiva de cada caso, así como a las
variables personales biográficas y sociales teórica-
mente relevantes en la vida delictiva del interno.
Como ya apuntábamos anteriormente, -el am-
biente en el que el psicólogo realiza la intervención
se ve sometido a las características especiales que
los centros penitenciarios poseen; por ello, dentro
de los métodos y técnicas empleados en estos ám-
bitos se cuenta con la ventaja de la observación
directa de la conducta de los internos. Pero además
se utilizan datos documentales, entrevistas con los
familiares y con el propio interno, reuniones de
grupo y tests y cuestionarios usados según el crite-
rio del psicólogo del establecimiento.
Como finalidad de todo proceso evaluativo te-
nemos:
1. La clasificación penitenciaria, con la co-
rrespondiente propuesta de grado de cum-
© Ediciones Pirámide
Psicología penitenciaria / 213
plimiento de la pena y de destino al esta-
blecimiento que corresponda.
La clasificación debe tomar en cuenta
no sólo la personalidad y el historial indi-
vidual, familiar, social y delictivo del inter-
no, sino también la duración de la pena y
medidas penales en su caso, el medio al
que probablemente retornará y los recur-
sos, facilidades y dificultades existentes en
cada caso y momento para el buen éxito del
tratamiento.
Según Clemente y Núñez (1997), la
función evaluativa fundamental del psicó-
logo penitenciario se centra en la aporta-
ción del informe al protocolo confeccionado
para cada interno en el momento de proce-
der a su clasificación penitenciaria, esto es,
en el momento de asignarle su grado o ré-
gimen establecido; éstos pueden ser:
Primer grado o régimen cerrado, es el
régimen más restrictivo y cerrado (ar-
tículo 89 al 95 del RP).
- Segundo grado o régimen ordinario
(artículos del 76 al 79 del vigente RP).
- Tercer grado o régimen de semilibertad
(régimen abierto, artículos del 80 al
88 RP).
Los siguientes artículos del Reglamen-
to Penitenciario (del artículo 102 al 108)
desgranan las variables y criterios a tener
en cuenta para efectuar dicha clasificación
inicial, así como sus revisiones, casos es-
peciales, procedimientos de progresión y
regresión, etc.
2. La programación del tratamiento más ade-
cuado para cada caso.
3. La evaluación periódica del tratamiento y
la revisión del grado penitenciario.
4. El informe pronóstico final para el otorga-
miento de la libertad condicional.
5. Otros fines como: informes de persona-
lidad y de conducta solicitados por los tri-
bunales, jueces, fiscales y juez de vigilan-
cia. Informes a la junta de régimen para la
214 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
aplicación del artículo 10 de la Ley Peni-
tenciaria, para la propuesta de permisos de
salida, para la posible suspensión o aplaza-
miento de una corrección disciplinaria.
Informes a los jefes de servicio, profesores
de EGB y maestros del taller del centro
penitenciario. Informes para propuestas de
traslado, para orientación y selección de
personal, etc.
5. TRATAMIENTO PENITENCIARIO
Como referencia, el artículo 59 de la LOGP:
«El tratamiento penitenciario consiste en el conjun-
to de actividades directamente dirigidas a la conse-
cución de la reeducación y reinserción social de los
penados».
Esta concepción se basa en la Constitución Es-
pañola de 1978, que proclama la reinserción social
y la reeducación de los penados como objetivo de
la pena privativa de libertad. Este último término
de reeducación ha sido sustituido actualmente por
el de resocialización.
Según el nuevo Reglamento Penitenciario en su
artículo 110 (RD 190/96, de 9 de febrero, en ade-
lante RP), que entró en vigor el 25 de mayo de
1996, los elementos básicos sobre los que la admi-
nistración penitenciaria ha de trabajar para la con-
secución de la finalidad resocializadora y tratamen-
tal son:
a) El diseño de programas formativos orienta-
dos a desarrollar las aptitudes de los inter-
nos, enriquecer sus conocimientos, mejorar
sus capacidades técnicas o profesionales y
compensar sus carencias.
b) La utilización de los programas y técnicas
de carácter psicosocial que vayan orienta-
das a mejorar las capacidades de los inter-
nos y a abordar aquellas problemáticas
específicas que puedan haber influido en su
comportamiento delictivo posterior.
e) La potenciación y facilitación de contactos
del interno con el exterior, contando, siem-
pre que sea posible, con los recursos de la
comunidad como instrumentos fundamen-
tales en las tareas de reinserción.
Este tipo de tratamiento ha recibido numerosas
críticas, basadas en 10 siguiente:
1. El tratamiento penitenciario supone una
ilegítima manipulación de la personalidad,
que vulnera la propia autodeterminación, la
intimidad personal y el derecho a ser dife-
rente. Aparte de la existencia de la volunta-
riedad del tratamiento (artículo 112.3 del
RP), esta afirmación se hace muy cuestio-
nable, pues la mayoría de los delincuentes,
excepto los de convicción y guante blanco,
no tienen una personalidad suficientemente
estructurada y formada como para poder
optar con libertad. Las deficiencias psico-
lógicas, educativas y sociales condiciona-
rán su pensamiento.
2. La segunda crítica hace referencia a la
imposibilidad de educar para la libertad en
un medio que priva de libertad. Se procla- .
ma la educación en busca del respeto y el
vivir en libertad desde la ausencia de la
misma. Esta crítica debiera hacemos re-
flexionar y replanteamos la necesidad de
poco a poco ir abriendo las prisiones hacia
centros más permeables como pudieran ser
los servicios sociales.
3. La tercera crítica es promulgada por parte
de la criminología, la cual sostiene que la
reinserción de los internos pretende encul-
turizar a los mismos para que acepten
acríticamente los esquemas de una socie-
dad injusta, precisamente la sociedad que
los ha convertido a ellos en delincuentes.
Debido a esto, el cambio debiera producir-
se en la sociedad y no en los internos.
4. La cuarta critica hace también referencia a
la legitimidad del tratamiento, acusando a
éste de falsear el sentido de la pena priva-
tiva de libertad y de falsear también el
momento de, la ,excarcelación. Se afirma
que el tratamiento «falsea» el sentido de la
pena privativa de libertad, y del derecho
© Ediciones Pirámide
penal, que castiga hechos y no personas,
habiendo de respetarse las excarcelaciones
según las tipificaciones correspondientes.
5. Una última crítica proviene de la escasa
viabilidad que el tratamiento penitenciario
posee con respecto a su eficacia resociali-
zadora.
Según refiere Núñez, en Clemente (1997), se ha
de apostar por un tratamiento que proporcione cam-
bios en el delincuente, al mismo tiempo que no
renunciemos en absoluto a procurar cambios en la
sociedad, y el tratar de buscar y ofertar en las pri-
siones servicios psicológicos y pedagógicos que
ayuden a dicho cambio, no sólo es lícito y ético,
sino que debiera ser una exigencia del sistema, pues
el querer abolir las prisiones parece de momento
algo aún muy lejano y complicado a su vez.
5.1. Principios científicos
del tratamiento
Según la LOGP, el fin primordial de la pena
privativa de libertad es la prevención especial en-
tendida como reeducación y reinserción social de
los penados. A partir de aquí se acude a las ciencias
de la conducta para perfilar el programa resociali-
zador más adecuado para cada penado. Resultado
de esto se derivan tres consecuencias:
1. Preparar la vuelta del penado a la vida en
libertad.
2. Participación de las ciencias de la con-
ducta.
3. Se fundamenta en el conocimiento y la
valoración de la personalidad, con el obje-
to de aplicar los medios más aptos para el
fin que se persigue.
El artículo 62 de la LOGP hace referencia a las
bases o sustentos sobre los que se apoyará el trata-
miento penitenciario:
a) Estará basado en el estudio científico de la
constitución, el temperamento, el carácter,
© Ediciones Pirámide
Psicología penitenciaria / 215
las aptitudes y las actitudes del sujeto a
tratar, así como de su sistema dinámico
motivacional y del aspecto evolutivo de la
personalidad, conducente a un enjuicia-
miento global de la misma. Lo cual queda-
rá especificado en el protocolo interno.
b) Guardará una relación directa con un
diagnóstico de la personalidad criminal y
con un juicio pronóstico inicial, que serán
emitidos tomando como base una consi-
deración ponderada del enjuiciamiento
global a que se refiere el apartado ante-
rior, así como el resumen de su actividad
delictiva y de todos los datos ambientales,
ya sean individuales, familiares o socia-
les, del sujeto.
e) Será individualizado, consistiendo en la
variable utilización de métodos médico-
biológicos, psiquiátricos, psicológicos y
sociales, en relación a la personalidad del
interno.
d) Será complejo, exigiendo la integración de
varios de los métodos citados en una direc-
ción de conjunto y en el marco del régimen
adecuado.
e) Será programado, fijándose el plan general
que deberá seguirse en su ejecución, la
intensidad mayor o menor en la aplicación
de cada método de tratamiento y la distri-
.bución de los quehaceres concretos inte-
grantes del mismo entre los diversos espe-
cialistas y educadores.
/) Será de carácter continuo y dinámico, de-
pendiente de las incidencias en la evolu-
ción de la personalidad del interno durante
el cumplimiento de la condena.
Así pues, tal y como está formulado el trata-
miento penitenciario, es necesaria la presencia de
expertos en ciencias de la conducta, y así llevar a
cabo la aplicación de técnicas y métodos necesarios
para poder cumplir con esta tarea de resociali-
zación.
El problema es que la mayor parte del tiempo
que se invierte por parte de los equipos técnicos de
las prisiones más bien, en vez de llevar a cabo esta
216 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
resocialización promulgada y exigida por ley, se
dedica la mayor parte del tiempo a la elaboración
de informes, de cualquier índole, labor burocrática
más cercana al peritaje que al tratamiento y reso-
cialización.
En estos momentos se realiza un sobreesfuerzo
en tratar de conocer al penado respecto a su perso-
nalidad, conducta, etc., y un mínimo esfuerzo en su
rehabilitación.
5.2. Elementos básicos
de la intervención penitenciaria
Individualización
El artículo 72 de la LOGP establece que las
penas se cumplirán según el sistema de individua-
lización científica, separándose en grados, el último
de los cuales será el de libertad condicional, con-
forme determina el Código Penal.
El sistema de individualización científica se
caracteriza por su flexibilidad y adaptación al pe-
nado. Así, éste puede ser ubicado inicialmente en
uno de los cuatro grados posibles:
- Primero o régimen cerrado.
- Segundo o régimen ordinario.
- Tercero o régimen abierto.
- Cuarto o libertad condicional.
Si bien no existen tiempos mínimos de perma-
nencia en cada grado, se puede observar cómo son
más benévolos en la medida en que se acercan a la
libertad condicional.
A pesar de ello, «en la práctica, la individuali-
zación científica se queda en un cierto sistema
progresivo y en un sobreesfuerzo diagnosticador.
Más que individualización parece que estamos en
realidad ante un sistema de fases cuando aproxima-
damente el 80 por 100 de las clasificaciones se
hacen en segundo grado (régimen ordinario) y el 20
por 100 restante se reparte entre los clasificados
inicialmente en primer grado (régimen cerrado) y
los que son clasificados en régimen abierto o tercer
grado.
Otro dato que avala la transformación del teó-
rico sistema de individualización científica en un
sistema progresivo o de fases en la práctica es la
progresión a tercer grado casi automática que se
detecta en aquellos internos próximos al cumpli-
miento de las tres cuartas partes de su condena, con
el fin de no entorpecer que el interno alcance la
libertad condicional, se lo permita o no su conduc-
ta o la evolución de su personalidad, ya que para
alcanzar la libertad condicional es necesario que el
penado esté en tercer grado penitenciario y haya
cumplido las tres cuartas partes de su condena»
(Clemente, 1995, p. 317).
Observación
La observación directa del comportamiento del
interno es una práctica básica en el sistema peni-
tenciario español. «A través de la observación de
conductas se pretende obtener datos que permitan
deducir rasgos de personalidad valorables desde el
punto de vista del comportamiento delictivo, o del
comportamiento a secas. La conservación escudri-
ña en todas las situaciones por las que transita el
interno: relaciones con familiares, amigos, e inter-
nos, relaciones con funcionarios, cuidado personal,
aseo, comportamiento durante la comida y en el
trabajo, en la escuela, en las reuniones de grupo, y
cómo no, durante el tiempo libre» (Clemente, 1995,
p.318).
En la ley se diferencia entre la observación de
los preventivos y los penados. Respecto a los pri-
meros (art. 242.1 del Reglamento Penitenciario)
establece: la observación. de los preventivos se
limitará a recoger la mayor información disponi-
ble sobre cada uno de ellos a través de datos do-
cumentales y de entrevistas, y mediante la obser-
vación directa del comportamiento, estableciendo
sobre estas bases la separación o clasificación
interior en grupos a la que obliga la LOGP, en su
art. 16.
Respecto a los segundos, el artículo 242.2 del
RP establece que una vez recaída sentencia conde-
natoria, se complementará la información anterior
con un estudio científico de la personalidad del
observado, formulando en base a dichos estudios e
© Ediciones Pirámide
informaciones una determinación del tipo crimino-
lógico, un diagnóstico de capacidad criminal y de
adaptabilidad social, y la propuesta razonada de
grado de tratamiento y de destino al tipo de esta-
blecimiento que corresponda.
El estudio científico de la personalidad del pe-
nado comienza por el examen del sujeto que cada
especialista realiza por separado. Los aspectos de
la personalidad en examinar son:
La constitución: conjunto de caracteres
hereditarios morfológicos, fisiológicos y
mentales de cada sujeto.
- Temperamento: conjunto de particularida-
des morfológicas y fisiológicas que diferen-
cian entre sí los individuos en función de
diversas reacciones emocionales.
Carácter: la personalidad evaluada desde un
punto de vista ético.
- Aptitud: es la capacidad de un individuo
para adquirir un entrenamiento adecuado,
conocimientos o habilidades concretas.
- Actitud es la disposición psíquica del sujeto
ante personas, objetos o situaciones.
- Sistema dinámico-motivacional es el estu-
dio de la motivación humana.
Aspecto evolutivo de la personalidad alude
a la consideración del individuo como el
resultado de la interacción entre las poten-
cialidades hereditarias y la experiencia vi-
vida cuando se madura.
Clasificación
La clasificación según la regla 67 de las reglas
mínimas para el tratamiento de los detenidos y la
regla 68 de la versión europea formulada por el
Consejo de Europa en 1991 establece los siguientes
fines:
Separar a los detenidos que en razón de sus
antecedentes o personalidad pueden ejercer
una influencia negativa en sus compañeros
de detención.
- Destinar a los detenidos de forma que faci-
lite su tratamiento, teniendo en cuenta las
© Ediciones Pirámide
Psicología penitenciaria / 217
exigencias de seguridad y las de su readap-
tación social.
El artículo 43 del RP establece los criterios
clasificatorios por grados:
- Con carácter general, y en segundo grado
de tratamiento, serán destinados a los esta-
blecimientos de régimen ordinario todos los
penados en quienes no concurran las cir-
cunstancias determinantes de la aplicación
de las normas 2 y 3 de este artículo.
Serán destinados a establecimientos de ré-
gimen abierto los penados clasificados en
tercer grado de tratamiento por estimar que,
bien inicialmente, bien por su evolución
favorable en segundo grado, pueden recibir
tratamiento en régimen de semilibertad.
Serán destinados a establecimientos de ré-
gimen cerrado o a departamentos especiales
los penados clasificados en primer grado de
tratamiento.
Voluntariedad
«El tratamiento queda legitimado por el con-
sentimiento del penado. Si el interesado rehusara
participar en las actividades del tratamiento, éste
no tendría lugar. Las razones son obvias: un tra-
tamiento impuesto, además de ilegal, es un trata-
miento ineficaz. No obstante, se argumenta que el
penado nunca va a rechazar el tratamiento previsto
para él por el temor a la pérdida de beneficios pe-
nitenciarios o de cualquier otra ventaja adquiribles
por su acatamiento. La participación en el trata-
miento no comporta siempre ventajas automáticas
para el interno. En el caso de que el penado acepte
participar de modo instrumental y adaptativo pre-
vio cálculo de ventajas, esto es, que simulando
aceptar un tratamiento lo que acepta son los bene-
ficios penitenciarios que le puede producir, siempre
alguna desventaja debe soportar. Piénsese en los
programas de drogas que imponen al sujeto la abs-
tención al consumo o la participación en terapias
cuanto menos incomodan tes» (Clemente, 1995,
p.322).
218 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
6. PROGRAMAS DE TRATAMIENTO
PENITENCIARIO
6.1. Principales técnicas
Las principales técnicas y de tratamiento utili-
zados en la actualidad con los delincuentes podría-
mos agruparlas dentro de la siguiente clasificación
(Redondo, 1995):
Intervenciones psicológicas/psiquiátricas
no conductuales
Basándose en la concepción tradicional de que
los delincuentes experimentan una serie de tras-
tornos emocionales profundos, de los que su con-
ducta delictiva tan sólo sería una manifestación
exterior, un síntoma. El tratamiento con este tipo
de delincuentes debiera dirigirse a tratar las pato-
logías psicológicas subyacentes. El éxito que se
obtuviera en la terapia erradicaría la conducta
delictiva.
Bajo esta concepción clínica operan una serie
de técnicas fundamentadas en el modelo psicodiná-
mico o psicoanalítico, en el modelo médico de la
delincuencia, o en el paradigma de la terapia no
directiva.
Como componentes comunes a todos ellos apa-
recen los siguientes:
a) Se efectuará un diagnóstico de la proble-
mática psicológica de los individuos.
b) La esencia de la intervención consiste en
sesiones individuales o de grupo, que se
realizan a lo largo de períodos prolonga-
dos, dirigidos a esclarecer las eventuales
problemáticas personales subyacentes en
los sujetos.
e) Se valorará la posible recuperación de los
«delincuentes-pacientes» .
En el empleo y uso de esta serie de técnicas
especializadas se requiere que los operadores sean
terapeutas expertos.
Terapia de conducta
Las terapias de conducta suelen basarse en el
modelo psicológico del condicionamiento operante
o instrumental. En este modelo se analiza el com-
portamiento de las personas, en relación con los
contextos físicos y sociales en los que se produce
el comportamiento. Estudia la influencia que estos
contextos tienen sobre la aparición, el manteni-
miento y el cambio de la conducta humana, inclui-
da la delictiva.
Dentro de este modelo la ley empírica del efec-
to establece que las consecuencias de una respues-
ta son un determinante de la probabilidad futura de
esa respuesta.
Una aplicación que de la terapia de conducta se
hace con encarcelados de manera frecuente consis-
te en el uso de la economía de fichas, cuyos ele-
mentos básicos son:
a) Se establecen una serie de objetos conduc-
tuales (higiene, cursos, programas labora-
les, reducción del consumo de drogas, de
las agresiones y violencia, etc.).
b) Se determinan una serie de reforzadores o
de situaciones gratificantes (visitas familia-
res, dinero, reducciones de condena, etc.).
e) Se pondera la relación de valor entre con-
ductas-refuerzos.
ti) Se estructura un sistema de fichas o puntos,
que son entregados a los sujetos por sus
logros conductuales, y que pueden inter-
cambiar por los refuerzos.
Estas técnicas fueron muy utilizadas en España
durante la década de los setenta y ochenta del siglo
pasado, tanto en programas comunitarios como en
instituciones juveniles y de adultos.
Terapia cognitivo-conductual
Basada en el modelo cognitivo-conductual o de
aprendizaje cognitivo. El programa más complejo
lo constituye el de competencia psicosocial, cuyos
elementos fundamentales serían los siguientes:
Se evalúan los déficits cognitivos y de ha-
a)
bilidades de interacción de los sujetos.
© Ediciones Pirámide
b) Se trabaja con grupos reducidos (8 a 12
sujetos), en sesiones de 1 a 2 horas, de 1 a
5 veces por semana.
e) Se aplican las siguientes técnicas estructu-
radas:
• Solución de problemas: Con el que se
enseña a los sujetos a reconocer situacio-
nes problemáticas y generar soluciones
a las mismas.
• Habilidades sociales: Empleadas para
la satisfactoria interacción del sujeto con
su entorno social (empleándose técnicas
de modelado, role-playing, feed-back y
práctica estructurada).
• Control emocional: Aprendizaje a la
hora de anticipar situaciones y obtener
ciertas habilidades cognitivas a la hora
de enfrentarse a situaciones coléricas.
• Razonamiento crítico: Se enseña a los
sujetos a pensar reflexiva y críticamen-
te sobre su propia conducta y la de los
demás.
• Desarrollo de valores: Trabajando con
«dilemas sociales» se enseña a los indi-
viduos a tomar una perspectiva social,
tomando y situándose en el papel de los
otros.
• Habilidades de negociación: Enseñán-
doseles estrategias de negociación como
alternativa a la confrontación.
• Pensamiento creativo: Se procura desa-
rrollar el pensamiento lateral o alternati-
. vo, frente a soluciones estereotipadas y
violentas frecuentemente con las que
muchos delincuentes suelen afrontar sus
problemas.
Los programas cognitivo-conductuales son los
más utilizados actualmente con todo tipo de delin-
cuentes.
Intervenciones ambientales
Con este tipo de intervenciones, lo que se ha
buscado es mejorar y humanizar el contexto de una
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Psicología penitenciaria / 219
prisión por un lado, y por el otro mediante los
cambios que se produjeran en esta prisión, tratar
de influir en ciertos valores psicológicos, o habili-
dades de comportamiento de los internos que ha-
bitan en la institución carcelaria. Aquí mencio-
naremos a continuación los tres programas más
utilizados.
Comunidad terapéutica
El régimen de comunidad terapéutica intenta
abarcar toda la vida diaria de los sujetos dentro de
las instituciones en las que se haya cumpliendo una
medida o pena de privación de libertad. Se busca
que las relaciones entre encarcelados y el personal
de la institución sean similares a las existentes
entre pacientes y enfermeros en un contexto tera-
péutico. El presupuesto teórico fundamental se
sustenta en la creencia de que ambientes institu-
cionales profilácticos y participativos propiciarán
un mayor equilibrio psicológico y la erradicación
de la violencia, tanto dentro de la propia institu-
ción de custodia como en la vida en libertad. Esta
modalidad de tratamiento ha sido muy utilizada
con toxicómanos y también en unidades de delin-
cuentes violentos condenados a penas de larga
duración.
Programa ambiental de contingencias
Al igual que las terapias de conducta, estos
programas se fundamentan en los modelos teóricos
de condicionamiento operante, al que ya nos hemos
referido, y de aprendizaje social. La teoría del apren-
dizaje social es una de las explicaciones de la con-
ducta delictiva mejor establecidas por la investi-
gación criminológica.
Como principal aportación ha puesto de relieve
el papel prioritario que la imitación de modelos
tiene en la aparición y mantenimiento del compor-
tamiento delictivo. Un ejemplo clásico de la apli-
cación de estos programas lo constituye el sistema
de fases progresivas, en el que se estructuran una
serie de unidades de vida o fases, que son distintas
entre sí en dos aspectos fundamentales: por un lado,
en el nivel de exigencia de conducta que se requie-
220 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal Psicología penitenciaria / 221

re a los sujetos, y por otro, en la mayor o menor
disponibilidad de consecuencias gratifican tes exis-
tentes en cada unidad o fase; los sujetos son perió-
dicamente asignados a unas fases u otras en función
de sus logros conductuales.
Endurecimiento regimental
Endurecer las condiciones de vida de los encar-
celados no puede considerarse, como es normal,
una técnica terapéutica. Sin embargo, durante los
últimos años se observa en algunos países una cier-
ta tendencia a diseñar centros con un régimen de
vida estricto y una disciplina férrea, de inspiración
militar. Se ofrece a los condenados -jóvenes y
adultos- la posibilidad de elegir entre el cumpli-
miento íntegro de sus condenas en una prisión
«normal» o el cumplimento de una condena redu-
cida en estos «centros especiales».
La reaparición de estos sistemas en la práctica
de algunos países nos obliga a referirnos a ellos
aquí, con las reservas a las que hemos aludido.
Esta perspectiva se basa en el modelo doctrinal
clásico de la disuasión penal, según el cual la san-
ción penal produciría por sí misma efectos reduc-
tores de la conducta delictiva futura. Su corolario
aplicado consistiría en presuponer que si la pena
previene el futuro comportamiento delictivo, cuan-
to más estricto y amargo sea su cumplimiento, más
lo prevendrá. Su propuesta básica es el cumpli-
miento de las penas en un sistema de estricta disci-
plina y supervisión de los sujetos.
6.2. Efectividad de las técnicas
En el apartado anterior se han descrito las prin-
cipales técnicas que suelen aplicarse en delincuen-
tes partiendo de la base de estudios realizados al
respecto.
Según apunta Redondo (2000), antes de referir-
nos a la efectividad de las técnicas, hemos de efec-
tuar dos precisiones al respecto: la primera es que,
aunque existe tecnología para ello, es mínima la
proporción de sujetos que, del total de los delin-
cuentes, reciben un programa de rehabilitación.
La aplicación de programas rehabilitadores
constituye hoy por hoy más la excepción que la
regla. De los miles de delincuentes que se encuen-
tran encarcelados, o cumpliendo otras medidas
penales, en los diversos países europeos, pocos
asisten regularmente a programas intensivos de
rehabilitación. Por ello, nuestros esfuerzos en esta
materia, en lo que concierne a su amplitud, son a
todas luces insuficientes para incidir de manera
extensa y decisiva sobre las tasas de delincuencia y
reincidencia, globalmente consideradas.
A su vez, es obvio que la reincidencia o no en
un determinado individuo en el delito es debido a
diversos factores que lo condicionan (personales,
familiares, sociales, laborales, etc.).
Para evaluar la efectividad de los programas de
rehabilitación, en los últimos años se ha generado
el uso de una nueva técnica de investigación deno-
minada meta-análisis. Éste es un procedimiento
nuevo que permite la integración de información
relativa a un cierto sector de la investigación, con
el afán de comparar y resumir los conocimientos
existentes en ese campo, y más en concreto en lo
relativo al tratamiento de los delincuentes, la técni-
ca meta-analítica ofrece herramientas para contes-
tar a preguntas tales como: ¿cuáles son las técnicas
y modelos teóricos más efectivos en el tratamiento
de los delincuentes?, ¿con qué sujetos logran una
mayor efectividad?, ¿en qué lugares o contextos
son más útiles las siguientes técnicas?, y sobre todo
¿es posible reducir la reincidencia futura mediante
el tratamiento?
Revisiones norteamericanas
Es en Norteamérica donde se han llevado a
cabo un mayor número de estudios y programas
correlacionales para tratar de comprobar la eficacia
e ineficacia de los programas aplicados.
Durante la década de 1970 se realizó la prime-
ra de estas revisiones, se basaban en intervencio-
nes realizadas en décadas anteriores (durante los
cincuenta y sesenta), y se obtuvieron los resulta-
dos de escasez en la evidencia de efectos positivos
en los programas de rehabilitación sobre la rein-
cidencia posterior de los sujetos.
© Ediciones Pirámide
Posteriores meta-evaluaciones (la primera de
las cuales fue la de Gendreau y Ross, a finales de
los setenta) han sugerido efectos algo más prome-
tedores de ciertos programas de tratamiento.
Revisiones europeas
El primer estudio realizado lo llevaron a cabo
un equipo de investigadores alemanes (Losel,
KOferll y Webber); éstos analizaron la efectividad
del tratamiento aplicado en 16 prisiones sociotera-
péuticas para delincuentes adultos, obteniendo una
efectividad del 11 por 100.
La investigación posterior a ésta y la más re-
ciente de todas es la llevada a cabo por un equipo
de investigadores españoles (encabezados por
Redondo) que ha integrado 57 programas de tra-
tamiento aplicados en instituciones y en la co-
munidad, tanto con delincuentes juveniles como
adultos, correspondientes a seis países europeos.
En esta revisión se obtuvo un tamaño de efecto
promedio de r = 15, lo que hace referencia a una
ganancia global, favorable a los grupos tratados
del 15 por 100 y una reducción promedio de la
reincidencia del 12 por 100.
De la revisión realizada sobre la evaluación y
tratamiento psicológicos en las prisiones, Redondo
extrae las siguientes conclusiones:
1. Los objetivos de trabajo de los psicólogos
en las prisiones han evolucionado paulati-
namente desde una orientación evaluativo-
diagnóstica pura hacia parámetros más in-
terventivos, con el propósito de mejorar las
posibilidades de los presos y/o de las pro-
pias organizaciones penitenciarias.
2. En esta evolución los principales modelos
psicológicos seguidos han sido el modelo
clínico/diagnóstico, en un primer momen-
to, y modelos de aprendizaje y cognitivos
más recientemente.
3. Paralelamente, se ha desplazado el objetivo
prioritario de la intervención psicológica
desde los sujetos, como meta directa, hacia
la mejora del ambiente carcelario, lo que
© Ediciones Pirámide
se considera imprescindible para influir
positivamente en el comportamiento y
otros factores psicológicos de los indivi-
duos.
4. Las evaluaciones realizadas de forma más
reciente nos informan de una moderada
efectividad de muchos de los programas
empleados, los cuales han conseguido
reducir tan sólo en un 10 por 100 la rein-
cidencia de los grupos que fueron tra-
tados.
Hemos de tener en cuenta por ello que un dise-
ño de programas rehabilitadores adecuados, así
como una aplicación correcta de los mismos puede
influir positivamente sobre la delincuencia.
Estos programas no sólo pueden ayudar a con-
vertir el contexto de la cárcel en un lugar más
apacible y humano, sino que también la efectividad
que pueden llegar a tener sobre quienes son aplica-
dos puede llegar a ser muy positiva en su futura
reeducación para la prevención de la conducta vio-
lenta.
Todo esto ha propiciado que en este momento
en España se esté llevando a cabo un contexto pe-
nitenciario abierto a la introducción de cambios y
nuevas soluciones para las prisiones y para el pro-
blema de la delincuencia, cuyo potencial interven-
tivo podrá dar sus frutos durante los. próximos
años.
Será necesario, asimismo, el tratar de avanzar
en dos caminos:
a) Que se produzca un mayor atrevimiento
por parte de las autoridades españolas para
introducir medidas alternativas a la pri-
vación de libertad, que puedan permitir
excarcelar a muchos de los delincuentes
menos violentos, terreno en el que los psi-
cólogos tendrán mucho que decir.
b) Un mayor acercamiento entre la praxis
penitenciaria y la psicología académica,
que permita una formación mejor de los
profesionales que trabajan en este campo,
así como un mayor desarrollo de las inves-
tigaciones.
222 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
Podremos llegar a obtener una mejora de los
programas penitenciarios establecidos, así como
una posible y futura reimplantación de programas
más actuales y atrevidos con la ayuda de los actua-
les conocimientos de la psicología y de las ciencias
del comportamiento que tenemos.
Se podrá a su vez mejorar y humanizar los sis-
temas actuales de funcionamiento de las prisiones
españolas, tratando de que resulten mayores en
eficacia y menores en aversividad.
7. CONSECUENCIAS
DEL INTERNAMIENTO EN PRISiÓN
Como venimos viendo a lo largo del capítulo,
la vida de los reos en prisión no es sencilla, pues
el hecho de vivir un período de tiempo encerrado
en estos centros penitenciarios supone para la per-
sona una infinidad de cambios y consecuencias en
su vida, no sólo difíciles de asumir a nivel personal
y emocional, sino que también de alguna manera
a nivel físico experimentan una serie de desmejo-
ras que en su conjunto hacen que la persona se
vuelva más hostil, y violenta en muchos de los
casos, de lo que era anteriormente a su ingreso en
prisión.
La cárcel es un centro que resulta profunda-
mente limitador, no sólo para la vida social y
mental del preso, sino también a su vez para su
propio cuerpo. El ser humano no está preparado
para vivir encerrado y en cautividad, y tanto a nivel
somático como a nivel mental son muchas las con-
secuencias derivadas de este internamiento; por
ello a continuación estudiaremos estas consecuen-
cias y más adelante las posibles alternativas a la
pena privativa de libertad, pues hemos de tratar de
abogar por un cambio en nuestro sistema penal y
carcelario, tratar de conseguir que poco a poco se
vayan eliminando las penas que eximen la libertad
de los individuos y el tratar de abogar por sustitu-
tivos menos nocivos y posiblemente más eficaces
para estos individuos.
Como anteriormente apuntábamos, son mu-
chas las consecuencias nocivas que para el preso
tiene su estancia en centros penitenciarios. A con-
tinuación pasaremos a estudiarlas según la cla-
sificación que Val verde (1997) realiza tras un
estudio exhaustivo de la vida de los internos en
prisión.
l. Consecuencias somáticas
Una primera consecuencia derivada del interna-
miento en prisión por los reclusos son las altera-
ciones sensoriales que en ellos tienen lugar. El
modo de vida que en la cárcel se lleva, el hacina-
miento, y las limitaciones en el espacio inciden de
forma profunda en los sentidos, tanto de manera
física como psicológica.
La visión
A los pocos meses del ingreso en prisión el re-
cluso sufre lo que se denomina «ceguera de prisión»;
ésta es provocada por la limitación del espacio y el
impedimento de la visión a distancia y por una per-
manente ruptura del espacio. Esta peculiar configu-
ración espacial produce a menudo fuertes dolores de
cabeza, así como una deformación visual que hace
que se pierdan formas e incluso colores.
Como características que el espacio peniten-
ciario posee respecto al campo visual podríamos
destacar dos, la primera viene dada por los gran-
des contrastes de iluminación, los espacios inte-
riores son muy oscuros, y por ello es necesario
una permanente y continuada iluminación artifi-
cial. Es por esto por lo que a menudo ya no los
reos sino los funcionarios que en prisiones traba-
jan han de hacer uso de gafas oscuras, pues se
hace sumamente compFcada la permanencia dia-
ria en centros con tanta cantidad de luz artificial
y tan poca natural. La ceguera en prisión rápidamen-
te se convierte en crónica, siendo necesario el uso
de gafas para corregir la pérdida de visión ocasio-
nada.
La segunda característica de la prisión es el
escaso e incluso casi nulo contraste de colores
existente. En las cárceles predominan colores como
el gris y el marrón oscuro, los cuales unidos a la
suciedad habitual dan ese aspecto desagradable
propio de paredes y suelos.
© Ediciones Pirámide
La audición
Cuando el encarcelamiento es prolongado es
característico que los presos presenten problemas
auditivos, esto es debido al escaso espacio y aglu-
tinamiento que en las prisiones se tiene, y el nivel
de ruido que hay en ellas es mucho y muy alto. La
arquitectura penitenciaria a su vez tiene un papel
importante en esa acumulación acústica, pues la
incesante cantidad de paredes y muros hace que
este ruido retumbe y penetre no sólo en el oído del
preso, sino también en el del funcionario, sobre
todo el de vigilancia, que aunque sale de la prisión
a diario pasa también muchas horas ahí dentro.
El gusto
Es por todos sabido y conocido que la alimen-
tación en prisión no es precisamente buena, la es-
casez en los presupuestos provoca que el tratar de
alimentar a tanta gente se vea como casi una misión
imposible; por ello, la calidad de los alimentos es
bastante baja, destaca sobre todo que la comida es
muy insípida, y que las posibilidades de variación
en los alimentos, así como la diversidad de sabores
es reducidísima.
El olfato
La cárcel huele, y este olor es característico
prácticamente de todos los centros penitenciarios.
Todas las personas que en ella viven o trabajan se
impregnan de este olor, que es una mezcla de des-
infectante de suelos y humanidad. La pobreza olfa-
tiva y la limitación de olores que percibe el indivi-
duo internado también es importante, pues hace que
muchas de las personas, tras una estancia prolon-
gada en uno de estos centros, tengan la necesidad
de sentir olores tan característicos y ajenos en estos
sitios como son el del mar, las flores, etc.
Una vez que el interno está fuera se suele
extrañar de la gran cantidad de olores que sien-
te, incluso cuando la estancia ha sido prolonga-
da hay muchos de estos olores que ni siquiera re-
conoce.
© Ediciones Pirámide
Psicología penitenciaria / 223
Una segunda consecuencia somática derivada
del internamiento en prisión son las alteraciones
que se producen de la imagen personal. Durante
su estancia en el centro penitenciario el preso ex-
perimenta dos tipos de fenómenos: en primer lugar
llega a perder la imagen de su propio cuerpo; de-
bido a la escasez de intimidad de estos centros el
preso termina por, inconscientemente, no querer ni
siquiera mirarse al espejo.
En segundo lugar se produce también un pro-
blema en las distancias: a menudo el preso no
mide de forma correcta las distancias. Esto tiene
especial relevancia en aquellos presos de régi-
men especial que pasan gran cantidad de tiempo
encerrados en estrechas celdas y celdas de aisla-
miento.
La alteración de la imagen más frecuente y más
visible normalmente es la resultante de una falta de
cuidado personal, tanto a nivel de higiene como a
nivel de pérdida de motivaciones. Esa mala imagen
que el preso tiene de sí mismo, esa falta de motiva-
ciones por la vida, de estar y sentirse bien, le llevan
a una dejadez incesante y un cuidado sanitario muy
deficitario, llegando a un punto en el que incluso su
cuerpo se le hace totalmente desconocido.
Esta dejadez sanitaria a su vez agrava ese olor
peculiar y característico que estos centros poseen y
al que anteriormente hacíamos referencia.
Finalmente, como última consecuencia somáti-
ca se observa en este tipo de individuos un agarro-
tamiento y una tensión muscular impropia de una
vida normal, pero muy característica de este tipo de
centros.
Esta tensión muscular procede de «la tensión»
de la vida diaria de la prisión, en la cual se ven
aglutinados problemas de ansiedad, sensaciones
permanentes de peligro y miedo al futuro, a lo que
hay que añadir lo que anteriormente citábamos, que
es la escasa movilidad debido al reducido espacio
arquitectónico existente. Los dolores más frecuen-
temente aquejados son de espalda y cuello.
11. Consecuencias psicosociales
En este punto comenzaremos hablando de los
problemas que se derivan del proceso adaptativo
224 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
que ha de tener lugar una vez se ingresa en la cár-
cel. Como ya sabemos, toda conducta tiene lugar
en un contexto, y de esa manera ha de tratar de
responder a las características de ese contexto en
cuestión; así pues, una conducta que resulte adap-
tativa para un determinado ambiente no tiene por
qué serlo en otro ambiente distinto.
Al entrar a formar parte de la vida de la cárcel
se han de adoptar una serie de pautas comporta-
mentales que sean adaptativas para dicho ambiente,
teniendo en cuenta que las pautas que en la socie-
dad pudieran ser consideradas como buenas e inte-
gradas no tienen por qué ser, y de hecho no lo son
en absoluto, adecuadas en el ámbito carcelario. En
la cárcel, por tanto, el proceso de adaptación tiene
unas consecuencias concretas, y de entre éstas po-
demos destacar las siguientes:
Exageración de las situaciones: Los pro-
blemas que en una situación distinta pare-
cen o resultan absurdos en el ámbito peni-
tenciario se magnifican, pudiendo derivar
en situaciones conflictivas e incluso de gran
violencia.
Autoafirmación agresiva o sumisión frente
a la institución: Dadas las características
institucionales, se desarrolla una fuerte
hostilidad hacia todo lo que tenga que ver
con cualquier tipo de vinculación institucio-
nal, se adopta a su vez una gran auto afirma-
ción agresiva. Dicha auto afirmación supone
en el inadaptado una de sus mayores con-
sistencias comportamentales, y en el preso
es un sano mecanismo de adaptación al
medio. Sólo si el preso se mantiene firme
ante cualquier tipo de intento de reforma,
logrará conservar su autoestima. Sin embar-
go, esta autoafirmación le llevará a un en-
durecimiento del régimen penitenciario y
paralelamente a nuevas auto afirmaciones
cada vez más negativas. Finalmente, hay
que destacar que no todos los individuos
emplean esta auto afirmación como forma
de adaptación al medio penitenciario.
Dominio o sumisión en las relaciones inter-
personales: En un entorno que es violento
como la cárcel, todo se vuelve violento, y
quienes por fortaleza o liderazgo se encuen-
tran en capacidad de dominio, lo ejercerán
de forma indiscriminada. Aquí la autoafirma-
ción agresiva no sólo se desarrollará frente
a la institución, sino también con los pro-
pios compañeros.
Alteración de la sexualidad: La sexualidad
merece una mención especial dentro de las
relaciones interpersonales y de poder que en
la cárcel se dan. Se carece de intimidad a la
hora de mantener relaciones sexuales, el
acto adopta un rol característico de estos
centros, sin tiempo, sin ternura, sin amor,
sin espacio adecuado, se frivoliza el hecho
de mantener relaciones, se embrutece y
prisioniza. La masturbación se dispara,
como resultado muchas de las veces de la
única válvula de escape existente, pero al
igual que se ha perdido el contacto con la
realidad también las fantasías que acompa-
ñan a esta masturbación se normalizan. Fi-
nalmente, los índices de homosexualidad se
disparan también, ya que es la única opción
sexual que existe en muchos de los casos;
por tanto, no es una opción sexual tomada
libremente sino la impuesta por la realidad
de la vida del recluso. Esta conducta no
tiene por qué llevarse a cabo de nuevo una
vez se esté en libertad.
Como segunda característica psicosocial está la
ausencia de control sobre la propia vida, la depen-
dencia de la institución es total y se llega a perder
el dominio y control sobre uno mismo. Otra conse-
cuencia es la ansiedad permanente a la que se está
sometido, el peligro permanente en el que se vive
hace que se desarrollen en los presos estados de
ansiedad continuados, que desembocan a su vez en
problemas digestivos y estrés.
Se carece también de expectativas de futuro, el
individuo no es capaz de diseñar su futuro, de tener
expectativas y de establecer planes de forma propia,
esto es debido, entre otras razones, a la acomoda-
ción que ha tenido en su estancia en prisión a no
tener que opinar ni decir nada, pues de todo se
© Ediciones Pirámide
encarga la institución. Por este motivo aparece
también otra característica como es la ausencia de
responsabilización, se acostumbra a lo preestable-
cido, a que todas las cosas le vengan dadas y ter-
mina aceptando de forma pasiva todo lo que se le
viene encima con enorme apatía.
La pérdida de vinculaciones propias de lo que
el ingreso en prisión supone y la alteración de la
afectividad son las dos últimas consecuencias psi-
cosociales que en este ámbito se estiman.
Por último, no podemos obviar los problemas
derivados de la droga y la importancia y prevalen-
cia del sida en la cárcel, ambos dos muy arraigados
en los centros penitenciarios y para nuestra desgra-
cia cada vez de mayor reincidencia.
8. MEDIDAS ALTERNATIVAS
AL INTERNAMIENTO EN PRISiÓN
El fin que se debe perseguir con la imposición
de la pena es que el delincuente no vuelva a realizar
un acto delictivo. Cuando la pena es privativa de
libertad, la orientación que debe darse a la misma,
tanto judicialmente (con la imposición de la pena
privativa de libertad o su sustituto penal) como
administrativamente (ejecución de la pena privativa
de libertad en sus distintas modalidades o alterna-
tivas), es la de reeducar y reinsertar socialmente al
delincuente, y ello por mandato constitucional con-
tenido en el artículo 25.2 de la CE.
La extraña contradicción existente entre privar
de libertad para aprender a vivir en ella, se inten-
ta resolver por la vía del tratamiento individuali-
zado de la condena privativa de libertad (artícu-
lo 72 LOGP).
Legislativamente se proporcionará una diver-
sidad de mecanismos, en unos casos en la vía ju-
dicial y en otros en la vía administrativa, para que
los responsables de estas instancias den contenido
a la pena adecuada al caso individual, llegando, si
es preciso, a sustituir el contenido de la pena pri-
vativa de libertad. Este cambio se producirá en
algunos casos en la fase judicial, sustituyéndose
por arrestos de fin de semana, de prisión continua
a discontinua, por pena pecuniaria, etc., y en otros
© Ediciones Pirámide
Psicología penitenciaria / 225
casos será en la fase administrativa, planteándo-
se alternativas al cumplimento de la pena priva-
tiva de libertad variando el modo de llevarla a
término.
Existe unanimidad en criticar la pena privativa
de libertad, tanto la que es de larga duración como
la de corta. Por ello la tendencia actual y doctrinal-
mente solicitada y legislativamente comenzada es
la de buscar sustitutivos y alternativas a la pena
privativa de libertad. No obstante, la sustitución de
esta pena privativa de libertad debe llevar en su
esencia la idea de resocialización y reeducación.
8.1. Medidas judiciales alternativas
al internamiento en prisión
En el Código Penal queda establecido qué es lo
que debemos llamar penas privativas de libertad,
estableciendo que son la prisión, el arresto de fin
de semana y la responsabilidad personal subsidiaria
por impago de multa (artículo 35 CP). Con la lle-
gada de la reforma en 1995 se amplían las formas
sustitutivas de la ejecución de las penas privativas
de libertad, manteniéndose la suspensión de la eje-
cución de la misma y la libertad condicional (ambas
con mejoras sustanciales) e introduciendo nuevas
fórmulas: la sustitución de la pena de prisión por el
arresto de fin de semana o multa, la sustitución
del arresto de fin de semana por multa o trabajos en
beneficio de la comunidad, la sustitución obligato-
ria del artículo 71.2 CP y la conmutación de penas
privativas de libertad por expulsión en el caso de
extranjeros no residentes en España.
8.1 .1. La suspensión de la ejecución
de las penas privativas
de libertad
Se encuentra regulada en los artículos 80 a 87
del CP. Consiste en la facultad del juez o tribunal
para dejar en suspenso la ejecución de las penas
privativas de libertad no superiores a dos años (ar-
tículo 80.1 CP), no superiores a tres años (artícu-
lo 87.1 CP), o sin límite de pena, en aquellos casos
en que el condenado, respectivamente, haya delin-
226 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
quidü pür primera vez, sea tüxicómanü o. enfermo.
mental.
En la ley queda fijado. el plazo. de suspensión de
la ejecución, siendo. el máximo. en tüdü caso. cinco.
añüs, prorrügable a düs añüs más en el caso. cüntem-
pIado. en el artículo. 87.5CP, en relación al tüxicó-
mano. que llegado. a término. el plazo de suspensión
se cünsidere necesaria la cüntinuación del trata-
miento..
La suspensión de la ejecución sólo. puede de-
cretarse una vez firme la sentencia, y se encuentra
cündiciünada a que el beneficiario. no. vuelva a de-
linquir en el plazo marcado. de suspensión (máximo.
cinco. añüs, excepciünalmente siete).
En dichüs artículüs anterio.rmente citadüs en-
cüntramüs las suspensiünes respecto a los delin-
cuentes primarios (artículo. 83), respecto al delin-
cuente toxicómano (artículo. 87.5) y finalmente los
penados aquejados de enfermedad muy grave, prü-
duciéndüse en éstüs una gran innüvación en la ac-
tual regulación del Código. Penal.
8.1 .2. La libertad condicional
Se encuentra regulada pür lüs artículüs del 90
al 93 del CP, se trata de un sustitutivo. de la ejecu-
ción de la última parte de las penas privativas de
libertad.
En la LOGP 1/79, de 26 de septiembre, se dis-
püne en el artículo. 72.1 que «las penas privativas de
libertad se ejecutarán según el sistema de individua-
lización científica, separado. en gradüs, el último. de
lüs cuales será el de libertad cündiciünal». En el
artículo. 76.2 se les atribuye la co.mpetencia para
resülver so.bre las propuestas de libertad cündicio.nal
de lüs penadüs y sübre su revo.cación, a lüs jueces
de vigilancia penitenciaria, y en lüs artículüs 192 a
201 se cümpleta la legislación sübre esta materia.
En el Código. Penal de 1995 se amplían lo.s su-
puestüs en lüs que se procede a la libertad cündiciü-
nal, se innüva el adelantamiento. de la libertad cün-
diciünal a las düs terceras partes del cumplimiento.,
en lüs supuesto.s de cumplimiento. útil del tiempo. de
estancia, entendiendo. po.r tal «haber desarrülladü
cüntinuamente actividades labürales, culturales u
ücupaciünales». Se reco.ge también la práctica peni-
tenciaria, surgida a raíz del artículo. 60 del RP, en su
versión üriginal del RD 1210/81, de 8 de mayo..
Éstas y ütras muchas sün las innüvaciünes habidas
al respecto. en el CP 1995. Para una mayo.r clarifi-
cación y extensión.
8.1.3. La sustitución de las penas
privativas de libertad
Sustitución de la pena de prisión
por arresto de fin de semana o multa
Se establece la püsibilidad de que jueces o. tri-
bunales sustituyan la ejecución de una pena de
prisión hasta un año. o. düs (ésta excepciünal) pür el
cumplimiento. de arrestüs de fin de semana o. multa,
marcándüse cün precisión la regla de co.nversión
(semana de prisión =düs arrestüs de fin de semana,
o. día de prisión = düs cUütas de multa).
Esta medida no. cünlleva, en tüdü caso., la evi-
tación del internamiento. en prisión, ya que puede
cünvertirse en el cumplimiento. discüntinuü en lüs
arresto.s de fin de semana, o. si procede en cumpli-
miento. subsidiario. en prisión en caso. de impago. de
multa.
La determinación de que el arresto. de fin de
semana se cumpla en establecimientüs penitencia-
riüs o. en depósito.s municipales la realiza el CP en
el artículo. 37.2 y es desarrüllada en el RD 690/96,
de 26 de abril, co.n lo. que se ha evitado. la püsibili-
dad de cünvertirse en una verdadera alternativa al
internamiento. en prisión al ümitirse el arresto. dü-
miciliariü.
Sustitución del arresto de fin de semana
por multa o trabajos en beneficio
de la comunidad
Si la pena cürrespündiente al delito. e impuesta
al cündenadü fuese de arresto. de fin de semana,
puede ser sustituida pür multa o. trabajüs en benefi-
cio. de la co.munidad, sin que al penado. se le puedan
impüner cündiciünes, ni se requiera su falta de ha-
bitualidad (artículo. 88.2CP). La cünfürmidad previa
del cündenadü se establece cümü requisito. para
la realización de la permuta.
© Ediciones Pirámide
Este requisito. es lógico. si la sustitución es a
favür de trabajüs en beneficio. de la cümunidad, tal
y cümo. aparece regulado. en el artículo. 49 del CP,
pero también se amplía también si la sustituta es la
pena de multa.
La regla de cünversión en este supuesto. es de
cuatro. cUütas de multa o. düs jürnadas de trabajüpür
cada arresto. de fin de semana.
En el RD 690/96 encüntramüs que «se cünside-
ran trabajüs en beneficio. de la co.munidad la pres-
tación de la cüüperación persünal no. retributiva en
determinadas actividades de utilidad pública, cün
interés sücial y valür educativo., tendente a servir de
reparación para la cümunidad perjudicada pür el
ilícito. penal y no. supeditada al lo.grü de intereses
ecünómicüs» .
Sustitución obligatoria de pena de prisión
En el actual Código. Penal se establece que la
pena de prisión tendrá una duración de seis meses
(artículo. 36); en cünsünancia cün ello. se prescribe
la übligación para el juzgadür de aplicar la sustitu-
ción regulada en el artículo. 88, cuando. de la apli-
cación de las reglas de determinación de la pena de
prisión proceda impüner una pena de prisión infe-
riür a seis meses (artículo. 71.2 CP), y ello. sin
. prejuicio. de decretar la suspensión de la ejecución
de la pena en lüs casüs que proceda.
La conmutación de pena por expulsión
en caso de extranjeros no residentes
en España
Se encuentran recügidüs en el artículo. 21 de la
LO 7/85 düs procedimientüs de co.nmutación se-
gún si el extranjero. tiene pendiente un pro.cedi-
© Ediciones Pirámide
Psicología penitenciaria / 227
miento. penal cüntra él pür delito. que lleve apare-
jada pena inferiür a seis añüs o. que se encuentre
ya cündenadü en sentencia firme co.n dicha pena.
La cünmutación es a favo.r de la expulsión del te-
rritüriü naciünal.
La nüvedad del Código. Penal de 1995 es la
facultad del juzgadür de acürdar la expulsión del
territüriü naciünal cuando., a instancia del ministe-
rio. fiscal, se da cümü alternativa a cüntinuar cum-
pliendo. la pena de prisión igual o. superior a seis
añüs y se haya cumplido. las tres cuartas partes de
la cündena.
Medidas administrativas alternativas
al internamiento en prisión
En la fase ejecutiva de cumplimiento. de las
penas privativas de libertad, una vez que se ha pro-
ducido. el internamiento. en un centro. penitenciario.,
cüntinúa la actuación administrativa.
La actuación administrativa se inicia cün la
clasificación penitenciaria, tras la adecuada o.bser-
vación de cada penado. (artículo. 102.1 RP). La
clasificación penitenciaria en tercer grado. de trata-
miento. debe cünllevar el régimen abierto., regulán-
düse lüs distintüs tipüs de establecimientüs dünde
se lleva a la práctica .
Se determinan co.mü establecimientüs de régi-
men abierto. lo.s centrüs de inserción sücial, las
secciünes abiertas dentro. de un centro. penitenciario.
más amplio. y las unidades dependientes (artícu-
lüs 80 y ss. RP).
Estüs tres tipüs de centros tienen en cümún el
respünder de fo.rma más cürrecta o. adecuada a las
püsibilidades o. necesidades de reinserciónsücial
del penado. a tratar.
 La mediación en psicología jurídica
1. CONCEPTO DE CONFLICTO
Si queremos entender el proceso de mediación,
antes de empezar a hablar de ello debemos deter-
minar qué es un conflicto. Muchas son las defini-
ciones que podemos encontrar sobre este concepto.
De hecho, hasta la aparición del libro Barriers to
Conflict Resolution (Arrowet al., 1995, citado en
Alzate" 1998), que se elaboró con la colaboración
de autores de distintas disciplinas, no existía una
concepción generalizada sobre el conflicto ..Cada
. disciplina explicaba el conflicto en base a sus pro-
pias teorías: la matemática y la economía utiliza-
ban las teorías de los juegos y de la utilidad; desde
la política abogaban por la teoría del poder; en
sociología hablaban de la estructura organizacional
y las nociones de grupo; la psicología se centraba
en la cognición y la teoría de la toma de decisiones.
Barriers to Conflict Resolution resultó ser un buen
intento de unificación de criterios, pudiendo discu-
tir, con mejor entendimiento, aspectos del conflic-
to de forma interdisciplinar. Aunque una de las
críticas que recibió el libro reclamaba que con
la generalización se pierde lo específico de algunos
casos.
La concepción clásica de conflicto, que domina
en las sociedades occidentales, lo define como una
competición o lucha entre dos o más partes para
conseguir un resultado mutuamente excluyente o
incompatible. Esta definición ha recibido diferentes
críticas.
© Ediciones Pirámide
GEMMA FONS JIMÉNEZ
12
El primer sesgo se sitúa en lo específico de la
definición que se ajusta al concepto de «conflicto
interpersonal» o «intrapsíquico»: cuando debemos
tomar una decisión entre dos alternativas mutua-
mente incompatibles. En general, se nos supone
consistencia entre nuestras actitudes y comporta-
mientos; deben ser coherentes. Cuando debemos
tomar una decisión entre dos alternativas experi-
mentamos disonancia. Es decir, conflicto; mante-
nemos una lucha interna con nosotros mismos.
Damos diferente valor a cada una de las alternativas
porque internamente deseamos no equivocarnos y
percibir nuestra decisión como una «buena deci-
sión». Razón por la que realzamos los aspectos
positivos y minimizamos las características negati-
vas de la alternativa elegida.
Esta visión mayoritaria del conflicto como lu-
cha o competición implica destrucción. Una de las
partes es superada o vencida por la otra; cuando
tomamos una decisión estamos rechazando una de
las dos alternativas. Esta concepción muestra un
sesgo, puesto que sólo tiene en cuenta los «conflic-
tos de suma cero» o «conflictos cero» (Worchel y
Lundgren, 1996): lo que gana uno lo pierde el otro,
es el «todo o nada». También se desprende cierta
incapacidad de resolución de las personas implica-
das y la necesidad de intervención de terceras
personas para solucionar los conflictos. Puesto que
sí hay que ganar o perder, prevalece la motivación
de ganar antes que la de buscar una solución ade-
cuada.
230 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
Hasta la actualidad, se han acuñado otras de-
finiciones de conflicto y se han desarrollado más
teorías como la de John Burton y la de Johan Gal-
tung (Alzate, 1998). Aunque difieren en definicio-
nes conceptuales y en dar más importancia a unos
aspectos que a otros, coinciden en que la raíz de
los conflictos es la negación de las necesidades
humanas, que su resolución pasa por la satisfac-
ción de éstas y que en algunos casos son necesa-
rios cambios estructurales. Esta concepción alter-
nativa del conflicto, compartida por otros autores,
es uno de los pilares en los que se basa la media-
ción para solucionar problemas. Comporta una
visión más completa del conflicto, puesto que
apunta a su posible resolución, y aglutina todos
los tipos de conflictos que se desarrollan en la so-
ciedad.
Existen diferentes niveles y grados en los con-
flictos interpersonales; no siempre estamos tratan:..
do con «conflictos cero». En muchos «conflictos
interpersonales» existen más motivos que produ-
cen el enfrentamiento de los que se ven a simple
vista; por ejemplo, las necesidades básicas. En
estos casos tenemos a partes enfrentadas motiva-
das para elevar al máximo su propia ganancia
antes que favorecer la mejor solución para ambos,
se busca el bien individual a corto plazo. Se trata
de «conflictos de motivos varios» (Worchel y
Lundgren, 1996) que componen la mayoría de los
«conflictos interpersonales» y tienen varias alter-
nativas de resolución más allá de la de ganar o
perder.
Los párrafos anteriores pretendían mostrar unos
apuntes sobre la evolución conceptual del conflicto
y plasmar la enorme dificultad que ha existido y
existe para poder construir una definición única y
definitiva, debido a su gran variabilidad y diversi-
dad. Ahora bien, hay ciertos aspectos importantes
que debemos recordar acerca de los conflictos.
En primer lugar, concienciamos que los con-
flictos son procesos inherentes e ineludibles de las
relaciones sociales. Por tanto, se producen de mu-
chas formas y a todos los niveles del comporta-
miento humano. Hay conflictos intrapersonales
(ocurre dentro de los individuos), interpersonales e
intergrupales (ocurre entre las personas). En cual-
quier situación, el conflicto puede estar ocurriendo
a todos los niveles de forma simultánea.
Los conflictos no han de ser por sí mismos algo
negativo y destructivo para las personas. Preci-
samente, debemos atender a sus aspectos más be-
neficiosos para aprender a manejarlos. El conflicto
está en la raíz del cambio personal y social (Deutsch,
1973, citado en Grover, Grosch y Olczak, 1996).
Ayuda a conocer las diferencias entre las personas
que conviven con nosotros, a definir quién es ami-
go y quién no, aumenta la cohesión de los grupos,
hay casos en los que resulta una experiencia emo-
cionante y despierta la creatividad. Podríamos
encontrar tantos aspectos positivos como nega-
tivos.
Queda claro que para que exista un conflicto
debe haber por lo menos dos partes implicadas.
Ello es aplicable también a los «conflictos intraper-
sonales», puesto que si no existe más de una alter-
nativa, no se da la disonancia. El conflicto nace de
una percepción de desacuerdo, es decir, cada una
de las partes implicadas en el conflicto, entiende
que la otra no cumple los requisitos que ella desea.
En los objetivos están implicados intereses y nece-
sidades básicas, modulados por los valores y las
características culturales de cada uno.
y por último debemos saber que no existe una
resolución única y válida. La solución pasa por sa':
tisfacer las necesidades subyacentes al conflicto. Es
importante tener en cuenta todas las alternativas
posibles y elegir la: que mejor favorezca las necesi-
dades de todas las partes implicadas. Con la expe-
riencia acumulada después de años de conflictos, la
tendencia actual se encamina hacia el intento de
conseguir que en cada conflicto se tomen las medi-
das necesarias para que su resolución sea la más
enriquecedora posible para todas las partes implica-
das. Más que buscar soluciones únicas e inamovi-
bles, debemos aprender a manejar los conflictos; a
conocer el inicio, el proceso y las alternativas de
resolución para convivir con ellos de la mejor forma
posible.
© Ediciones Pirámide
1.1. Factores que promueven el conflicto
y factores que lo enardecen
El conflicto se produce cuando las partes perci-
ben que tienen razones suficientes para entrar en
disputa. Se pueden disputar recursos materiales
(dinero, control, recursos) y/o recursos simbólicos
(honor, prestigio, jerarquía). Los conflictos ocurren
cuando existen unos objetivos determinados, cuan-
do las partes tienen percepciones concretas de lo
que se está disputando y se mantienen en su posi-
ción.
Los objetivos determinados se traducen en in-
tereses entendiéndolos como la motivación objetiva
de la conducta. Los intereses mantienen una rela-
ción muy estrecha con las necesidades humanas
básicas y pueden reflejarse en valores y creencias.
Las percepciones subjetivas acerca del conflicto
están determinadas por el entorno y el contexto de
cada individuo. Por ejemplo, no es lo mismo divor-
ciarse para una persona que procede de una familia
católica, que para una que procede de una familia
laica. Los intereses que las partes creen tener en el
conflicto y la manera cómo lo perciben suelen estar
muy relacionados.
Grosso modo, éstos son los elementos que po-
nen en marcha los conflictos: intereses encontrados
y percepciones subjetivas. Algunos conflictos son
disputas en las que el nivel de entendimiento es lo
suficientemente favorecedor como para llegar a una
resolución en poco tiempo. Pero la mayoría de los
conflictos a los que nos enfrentamos contienen un
grado de crispación elevado entre las partes. ¿Cómo
es posible que pasemos de una mera discusión a
una enorme pelea en tan poco tiempo? Se debe
a que existen una serie de aspectos que influyen en
lo que se ha denominado «escalada de conflicto».
Entre estos elementos encontramos las emociones
irracionales y los errores perceptivos.
La amenaza y la contraamenaza son emociones
irracionales favorecidas por la «cultura del más
fuerte». El juego de «toma y daca» en que una
parte emite una amenaza y la otra responde con una
contraamenaza, se produce porque el que recibe la
amenaza percibe que ceder ante ella es un signo de
debilidad. Las amenazas son fáciles de usar y ofre-
© Ediciones Pirámide
. La mediación en psicología jurídica / 231
cen la posibilidad de lograr una solución rápida al
conflicto (porque el otro siempre tiene la opción de
ceder). Si la otra parte responde con una contra-
amenaza, la disputa se convierte rápidamente en
averiguar quién es el más fuerte.
Para contrarrestar la turbación y la angustia que
provoca pensar que los otros puedan creemos débi-
les, ninguna de las partes se atreverá a insinuar la
aceptación del compromiso o el abandono del con-
flicto. Se trata de una cuestión de autoestima entre
las dos partes enfrentadas, hay que guardar las
apariencias ante los demás. Cuando una persona
piensa que los otros se pueden aprovechar de ella
si muestra debilidad o se muestra demasiado dócil,
adopta una postura irracionalmente defensiva y
extrema.
Cuando entramos en conflicto percibimos
nuestro comportamiento como simples reacciones
a las conductas agresivas de nuestro malvado opo-
nente. En estas situaciones no conseguimos ver a
la otra parte como semejante a nosotros, con unos
intereses en juego e intentando satisfacerlos. En
añadido, caemos fácilmente en el «error básico de
atribución». Pensamos que las acciones de los
otros están motivadas por planes internos y esta-
bles y que nuestras propias acciones son causadas
únicamente por el entorno situacional. Es decir, los
otros son percibidos como perversos mientras que
la situación nos obliga, de alguna manera, a actuar
como actuamos. Se han encontrado explicaciones
para todas estas conductas; sin embargo, aunque
sepamos que existen y por qué se producen, resul-
ta difícil controlarlas cuando somos parte de un
conflicto.
La pertenencia a un grupo determinado influye
en nuestras percepciones. Intentamos ser miembros
de los grupos más atractivos. Cuando formamos
parte de un grupo determinado, tendemos a engran-
decer la imagen de nuestro grupo y a deteriorar la
imagen de los grupos a los que no pertenecemos;
pretendemos hacer que nuestros grupos sean mejo-
res. En la pertenencia a un grupo se producen varios
fenómenos. Creemos que todos los componentes de
un grupo son iguales, lo que conlleva reticencias a
crear relaciones con muchos de los miembros de
otro grupo. Se produce el fenómeno de «pensamien-
232 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
to de grupo», cuyas características describió Irving
Janis (Alzate, 1998), en los grupos altamente cohe-
sionados, como resultado de una presión interna
entre sus miembros para conseguir la uniformidad.
Este fenómeno empeora la toma de decisiones, el
análisis de la realidad y produce errores en los jui-
cios morales. Se compone básicamente de errores
preceptuales, pensamientos estereotipados y creen-
cias erróneas.
Toda esta amalgama de procesos y elementos
que conforman la «escalada del conflicto» se pro-
ducirán en mayor o menor medida dependiendo de
lo que se dispute y de quiénes lo disputen. No es lo
mismo disputarse el petróleo entre países occiden-
tales que orientales. Cambian las características de
la disputa por construir un centro comercial en un
pueblo u otro en Cataluña o en Extremadura. Dis-
tinto es un divorcio entre dos ricos que entre dos
pobres. Asimismo, no podemos olvidar los factores
psicológicos, hay personas más competitivas y
otras que son más cooperativas o condescendientes.
Estos elementos favorecerán o empeorarán la co-
municación y el entendimiento entre las partes y la
«escalada del conflicto».
1.2. Factores y elementos
que facilitan la resolución
de los conflictos
La mayoría, por no decir todos, de los aspectos
descritos en el anterior apartado influyen eh el
proceso de comunicación entre las partes en con-
flicto. Debido a las percepciones erróneas, las
presuposiciones y las emociones irracionales que
enervan el conflicto, comunicarse resulta muy com-
plicado e incluso a veces imposible. Para diluir un
conflicto debemos facilitar la comunicación con la
otra parte. Aumenta la dificultad si continuamos
pensando, erróneamente, que de esa forma mostra-
remos debilidad. No hay que confundir el hecho de
empezar a hablar, y permitir a la otra parte comu-
nicarse, con la rendición y sumisión a los deseos
del otro. Me explico: es necesario que expresemos
lo que pensamos y sentimos en el conflicto para
romper con las percepciones sesgadas que tiene la
otra parte hacia nosotros. En consecuencia, si per-
mitimos al otro expresar sus deseos y emociones en
el momento del conflicto, nuestras percepciones
dejarán de ser imaginarias y podremos contrastarlas
con la realidad. Se trata de poner las cartas sobre la
mesa. Expresar los intereses reales, nuestros mie-
dos e inquietudes nos alivia y permite al otro tener
una visión más completa del conflicto. Pensar sólo
en uno mismo conlleva toda una serie de percep-
ciones y suposiciones que aumentan el malestar y
los malentendidos. Si averiguamos cuáles son las
preocupaciones reales de la otra parte, podremos
compararlas con las nuestras y descubrir si real-
mente estamos disputando por intereses mutuamen-
te incompatibles o, por el contrario, cada uno tiene
sus propias motivaciones, pudiendo llegar a un
acuerdo beneficioso para ambos.
Esta forma de actuar puede parecer utópica e
inalcanzable. Es evidente que no todo el mundo es
capaz de dar el primer paso en esta dirección, de
hecho seguimos pensando que nos mostraríamos
débiles. Las personas no somos siempre tan demo-
cráticas y ecuánimes, ni mucho menos nos resulta
fácil controlar las emociones para entablar un diá-
logo con el enemigo. Para eso existe la mediación.
Muchas veces necesitamos a un tercero neutral que
nos facilite el expresamos y que nos muestre la
visión de conjunto, que nos permita ser menos
subjetivos y más objetivos. Ante él ambas partes
deben creerse semejantes, con igualdad de oportu-
nidades. Con estos elementos la mediación facilita
la comunicación entre las partes: obviando los as-
pectos subjetivos (emociones) del conflicto y cen-
trándose en los aspectos objetivos (necesidades)
para encontrar una solución óptima para todas las
partes implicadas.
Todos los humanos experimentamos los mis-
mos sentimientos. Esto hace que podamos com-
prendemos los unos a los otros; es la base del
concepto de empatía. En estrecha relación con la
comunicación entre las partes está la empatía. Úni-
camente conociendo qué le ocurre al otro, podre-
mos ponemos en su piel. Si no nos comunicamos,
no podemos saber qué siente o qué piensa la otra
parte y por tanto no podremos compararnos con
ella. Es altamente probable que lo que esté sintien-
© Ediciones Pirámide
do la otra parte en el momento del conflicto, noso-
tros lo hayamos experimentado en otro momento
de nuestras vidas. Conociendo qué pasa por la
mente del otro y utilizando la empatía mejoraremos
el entendimiento y, por consiguiente, tendremos
más opciones para llegar a un acuerdo.
Como pasaba con la comunicación, en el mo-
mento del conflicto pocas personas acuden a su
capacidad empática, porque están en juego los pro-
pios intereses y el instinto de supervivencia dirige
nuestro pensamiento hacia nosotros mismos. Es
más fácil empatizar con una causa altruista que con
la persona con la que estamos teniendo un conflic-
to. Además hay distintos niveles de empatía para
cada persona y hay personas que, en general, tienen
muy poca capacidad empática. A través de la me-
diación podemos ganar empatía y el propio proceso
hará que debamos ser más empáticos. El proceso
de mediación está encaminado a cambiar las per-
cepciones sobre el conflicto, a ver las cosas desde
diferentes puntos de vista. Uno de esos puntos de
vista por el que tenemos que mirar el conflicto es a
través de la percepción que la otra parte tiene del
mismo. Así es cómo la mediación nos permite en-
contrar soluciones alternativas a nuestros proble-
mas. Viendo las cosas desde todos los puntos de
vista posibles podemos tener en cuenta todas las
soluciones y elegir la que más nos convenga.
Tanto para facilitar la comunicación como para
recurrir a la empatía es necesario un contexto de-
terminado. En un conflicto priman los intereses
propios y uno lucha por ellos sin tener en cuenta lo
que opine el otro. Por esta razón, se crean sesgos
perceptivos en la corriente del pensamiento que
provocan emociones irracionales, conllevando a
una explosión de agresividad que entorpece la ca-
pacidad de poder llegar a un acuerdo. Para que
entre en juego la buena comunicación y la empatía
hay que «cambiar el chip». Dejar de pensar en uno
mismo y pensar en lo que estamos disputando,
obviar los propios impulsos y pensar en el objetivo
real del conflicto. Debemos concienciamos de que
si seguimos pretendiendo una victoria total sobre el
otro podemos perder lo que realmente nos interesa,
por lo que estamos luchando. Por ejemplo, en un
caso de custodia de un hijo, los padres se enzarzan
© Ediciones Pirámide
La mediación en psicología jurídica / 233
en una dura pelea por conseguir la custodia, com-
pitiendo para ver quién es mejor padre, y olvidando
el interés que mantienen ambos por el bienestar de
su hijo (que seguro se vería reforzado si ambos
padres se llevaran bien aunque estuvieran separa-
dos). Hay que olvidar los aspectos personales y
centrarse en lo tangible y objetivo del conflicto. Es
mejor buscar el bien común que la propia ganancia
a corto plazo. Es decir, tenemos que pretender lle-
gar a un acuerdo y no sólo querer «ganar» al otro.
Un acuerdo o una resolución que favorezca a las
dos partes también nos es favorable a nosotros
mismos en todo momento, mientras que una solu-
ción absolutista de «todo o nada», a la larga nos
puede pe9udicar, tanto si es favorable como desfa-
vorable. Este es el objetivo de la mediación: mediar
para encontrar una solución que satisfaga a ambas
partes. A su vez, mediante el proceso de mediación
se facilita este cambio de pensamiento en las par-
tes: dejar de lado los pensamientos individualistas
para concebir el conflicto como algo global que no
nos afecta a nosotros solamente y en el que nuestros
intereses no son los únicos que corren peligro.
En mediación se cambia el contexto del conflic-
to, se favorece la comunicación entre las partes y
se utiliza el. recurso de la empatía en beneficio
propio. Se promueve el pensamiento de que «si
ganas tú y gano yo, entonces ganamos todos».
2. LA MEDIACiÓN COMO ALTERNATIVA
DE RESOLUCiÓN DE CONFLICTOS
Los conflictos en nuestra era tienen varias for-
mas de resolverse. Las más comunes hasta la ac-
tualidad han sido el Defensor del Pueblo, la vía
judicial, la conciliación, ,el asesoramiento y la ne-
gociación. Desde antaño también existe la solución
de problemas en la que un individuo o grupo dele-
gado es elegido para resolver el conflicto existente
dentro del grupo mayor. De forma más novedosa se
ha creado el proceso de arbitraje para solventar el
aumento de causas presentadas por la vía judicial y
para acelerar la resolución de ciertos procesos.
¿Qué tienen en común todos estos procesos? En
este tipo de resolución de conflictos se recurre a un
234 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
tercero para que decida cuál es la solución al pro-
blema creado. El tercero en cuestión, incluso en el
caso del proceso de solución de problemas, está
revestido de autoridad. Es una figura con poder de
decisión que le ha sido otorgado por la adminis-
tración (caso del Defensor del Pueblo), por la le-
gislación (caso de los conciliadores, árbitros, jue-
ces) o por las propias partes implicadas en el
conflicto (caso de la solución de problemas, el ne-
gociador).
En el proceso de mediación, el mediador no
tiene ningún poder sobre las partes y son éstas
mismas las que deciden qué solución aportar a sus
problemas. Desaparece la figura con poder de de-
cisión y el protagonismo en la resolución lo obtie-
nen las partes implicadas en el conflicto. Se explo-
ran las causas subyacentes del conflicto y se
utilizan en el procedimiento. La mediación es una
alternativa a los procesos judiciales que ahorra
tiempo y dinero a las partes implicadas. En algunos
casos es privada pero cada comunidad tiene centros
de mediación públicos en los que el servicio es
totalmente gratuito. En esta línea, la mediación
familiar por ley debe ser pública. Se ha demostrado
que los acuerdos a los que se llega mediante la
mediación perduran más en el tiempo, en compara-
ción con otro tipo de procesos en los que quien
decide qué se debe hacer es una persona ajena al
conflicto. Las decisiones que se toman, a diferencia
del procedimiento judicial, no son todas de obliga-
toriedad jurídica. Por todo ello, la mediación se
encuadra como alternativa de resolución de conflic-
tos (ARC).
2.1. Concepto de mediación
Se define la mediación como el proceso por el
cual un tercero neutral e imparcial ayuda a las par-
tes implicadas en un conflicto a encontrar una so-
lución que satisfaga sus necesidades. Es un sistema
extrajudicial no adversarial, puesto que la solución
que se obtiene es independiente de un procedimien-
to determinado (legislativo, administrativo) y se
fundamenta en: los intereses o necesidades de las
partes. Centrarse en los intereses y necesidades
otorga autonomía a las partes en la adopción de una
solución a su problema. La figura del mediador no
tiene ningún poder sobre las partes, únicamente les
ayuda a descubrir los intereses reales y a negociar
con ellos en busca de una solución beneficiosa para
ambos. El mediador ayuda a cambiar el contexto
del conflicto y les invita a tomar una actitud más
cooperativa y dialogante para promover el acuerdo.
El objetivo deseado no es simplemente resolver el
conflicto, sino que se busca una solución equitativa
y satisfactoria para todas las partes implicadas, que
ninguna tenga la sensación de haber sido vencida.
Entre los objetivos de la mediación está el pro-
mover el entendimiento y la cooperación entre las
partes reduciendo la hostilidad y estableciendo una
comunicación eficaz. Poner de manifiesto los inte-
reses reales de cada parte ayudando a las personas
a comprender sus propios intereses y los del otro.
Ayudar a concebir y comunicar nuevas ideas, así
como a reformular propuestas en términos más
aceptables moderando las exigencias que no sean
realistas. Dar diferentes puntos de vista sobre el
mismo conflicto y comprobar la receptividad a las
nuevas propuestas. Cambiar las percepciones erró-
neas acerca del conflicto. Ayudar a formular acuer-
dos que resuelvan los problemas actuales, salva-
guardando las relaciones y previendo necesidades
futuras. Mediante la toma de decisión conjunta y
participativa se pretende afianzar el compromiso en
el futuro.
La mediación es un proceso que busca el cam-
bio de actitud en las partes enfrentadas encaminado
hacia el bien común por medio de la ayuda de un
tercero neutral. No existen unas reglas estrictas y
priman el interés y las necesidades de las partes. Se
trabaja con el discurso utilizando técnicas comuni-
cativas para promover el buen entendimiento y la
comunicación eficaz. Las partes son protagonistas
de sus propias decisiones y compromisos.
2.2. Teorías de la mediación
Encontramos tres modelos teóricos básicos
que explican el proceso de mediación: el modelo
de Harvard, el modelo transformativo de Bush y
© Ediciones Pirámide
Folger y el modelo narrativo de Sara Cobb. Cada
uno complementa al otro pero la idea base es la
misma.
Según el modelo de Harvard (Diez y Tapia,
2000), la mediación es una negociación colaborati-
va asistida por un tercero. El enfoque teórico se
sitúa dentro de la orientación de la «resolución de
conflictos». Se basa en la concepción del conflicto
como el enfrentamiento entre las partes que deben
satisfacer simultáneamente intereses y necesidades
incompatibles. La mediación se centra en satisfacer
dichas necesidades mediante la interacción contro-
lada por el mediador. El proceso está estructurado
y el mediador es un experto en dirigir la discusión
y buen conocedor del derecho y del sistema judi-
cial. El modelo de Harvard se basa en la necesidad
de interacción entre las partes para conseguir des-
hacer el conflicto satisfaciendo las necesidades
implicadas en él. Supone la figura del mediador
como simple controlador y director del discurso
entre las partes.
Bush y Folger, en su modelo transformativo
(Díez y Tapia, 2000), se centran en la comunica-
ción y las relaciones interpersonales de las partes.
ELobjetivo es el desarrollo del potencial de cambio
de las personas al descubrir sus propias habilidades
y reconocerlas en la otra parte. Es decir, las partes
son protagonistas de sus acciones y deben hacerse
responsables de ellas. Pretenden promover la reva-
lorización y el reconocimiento de cada persona.
Entienden la mediación como un proceso de cam-
bio y evolución personal que permite redescubrir-
se y redescubrir al otro. Mediante la comunicación
y en base a las relaciones interpersonales existen-
tes se consigue la «transformación relacional».
Sara Cobb (Cobb, 1997; González-Capitel, 2001)
ha dado un giro importante a los modelos tradicio-
nales centrando su teoría en la narración de histo-
rias. Este modelo parte de un supuesto básico: la
realidad social se construye mediante el relato de
historias o narrativa. Los conflictos son el producto
de la coherencia entre las historias que los refieren.
Se centra, como el modelo anterior, en la comuni-
cación y las relaciones interpersonales entre las
partes. Particularmente, se basa en que para llegar
a un acuerdo las partes deben transformar las histo-
© Ediciones Pirámide
La mediación en psicología jurídica / 235
rias conflictivas que llevan consigo a la mediación,
con el fin de construir nuevas historias en las que
queden mejor posicionadas. Y así, poder despren-
derse de su posición actual. Las historias que con-
tamos llevan implícitas nuestras percepciones, sig-
nificados, valores, creencias, mitos, etc., que
resulta necesario conocer para poder trabajar con
ellas. El conflicto sólo se resuelve si se «co-cons-
truye» una nueva historia común, lo que implica
«co-construir» la realidad. En la mediación se acu-
de a un tercero que ayuda a «co-construir» la nueva
realidad interviniendo de manera activa y conscien-
te mediante un ejercicio conjunto de narrativa.
Antes de construir la nueva historia es necesario
«de-construir» la primera narración, mediante su
«desestabilización», operando básicamente en los
puntos clave que dan estabilidad a la primera histo-
ria. El mediador tiene el control sobre el proceso y
también sobre el contenido o sustancia del asunto.
Se sumerge en la materia discursiva del conflicto y,
por tanto, en la relación entre las partes.
El modelo narrativo de Sara Cobb pone en tela
de juicio la neutralidad del mediador, que conside-
ra imposible, por la elevada implicación en la rela-
ción interpersonal, y recomienda reconocerlo y
asumir este hecho con realismo y responsabilidad.
Propone además una serie de métodos para paliar
los posibles efectos de este sesgo consistentes en la
planificación de las sesiones, evitar el «efecto de
primacía» de la primera narración y utilizar técni-
cas específicas.
Francisco Díez y Tapia (2000) proponen un
nuevo enfoque para explicar la mediación. Aunque
siguen el modelo de Harvard en una de sus aplica-
ciones, consideran que dicho modelo no es suficien-
te para explicar todo lo que ocurre en un proceso de
mediación. Resulta interesante su aportación al
centrar el eje de la mediación en términos de comu-
nicación «circular» o interaccional; concepto que ya
utilizó Sara Cobb en su teoría, pero con una conno-
tación diferente. Según ellos, la mediación escomu-
nicación, puesto que todo en ella se consigue me-
diante el habla. No se trata de una comunicación
«lineal» como la conocemos tradicionalmente, sino
que es un proceso «circular»: si una persona produ-
ce una acción comunicativa, la otra persona corres-
236 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
ponderá con una retroacción. Dichas retroacciones
no tienen por qué consistir en mensajes verbales.
Así, se explican los cambios y reacciones que se
producen en las personas sometidas al proceso de
mediación, en cuanto a la modificación repentina de
la forma de dirigirse a la otra parte y al cambio en
la manera de abarcar el problema. La mediación
utiliza el componente analógico de la comunicación
(gestos, tonos, contexto) para producir respuestas en
las partes. Aunque parece sencillo, controlar el
componente extralingüístico de la comunicación
para obtener unos fines concretos no es tarea fácil.
Es de vital importancia que el mediador tenga con-
ciencia y control sobre estos aspectos para no sor-
prenderse con interpretaciones no deseadas o erró-
neas. También es importante conocer cómo nos
afectan ciertos mensajes y en qué grado, porque en
esta situación el mediador deberá controlar sus
reacciones automáticas, sobre todo en algunos mo-
mentos clave. Deberá aprender cómo se comunica
él mismo, para poder utilizar los canales no verbales
y extralingüísticos en beneficio de sus intereses y
los de las partes implicadas en el proceso para con-
seguir el objetivo común.
Las teorías de la mediación han ido evolucio-
nando para poder dar una explicación completa de
lo que es en realidad este proceso. Cada una ha
aportado una visión complementaria de la anterior.
Poco a poco se van delimitando los procesos por
los cuales funciona la mediación y los cambios que
produce en las personas. La mediación se encamina
hacia la satisfacción de las necesidades de las par-
tes implicadas en el conflicto. Como componentes
princípales, aparte del conflicto y las partes, está la
comunicación y las relaciones interpersonales. El
proceso de mediación se fragua mediante narracio-
nes y técnicas discursivas. Se trata de una comuni-
cación distinta a la tradicional, pues produce trans-
formaciones en las personas y en su manera de
entender la realidad.
2.3. Fundamentos de la mediación
La mediación se compone de unos principios
básicos e ineludibles que le dan el carácter especí-
fico que tiene. Sin ellos ·estaríamos hablando de
cualquier otro procedimiento de resolución de con-
flictos.
El proceso de mediación está basado en la vo-
luntariedad: las partes participan libremente en el
proceso. Deciden iniciarlo, participar en él y conti-
nuar o no en él. En cualquier momento las partes
pueden retirarse y no existe una obligatoriedad de
iniciarlo de nuevo. Asimismo, se llega al acuerdo
de forma voluntaria, sin que haya autoridad alguna
que imponga una decisión; el mediador es un ter-
cero neutral.
Es necesario el consentimiento informado para
iniciar la mediación. Las partes deben estar infor-
madas de todo el proceso y saber qué están consin-
tiendo. Por ejemplo, que se va a hablar de sus
pensamientos y sentimientos privados acerca del
conflicto que les incumbe.
Está presente en todo momento la autodetermi-
nación. Las partes tienen el poder y el derecho a
definir sus cuestiones, a decidir y elegir las posibles
soluciones del conflicto. Los acuerdos se estable-
cen a medida de las partes, según los intereses de
cada caso. Por tanto, las soluciones van a ser dife-
rentes y el acuerdo personalizado. No se puede
acordar algo ilegal o llegar a un acuerdo sin la par-
ticipación completa de los implicados. La eficacia
de la mediación se basa en que la solución es toma-
da, elaborada y propuesta por las partes. Existe un
mayor grado de cumplimiento de los acuerdos por-
que las personas se sienten directamente implicadas
y coautoras del acuerdo.
El mediador no toma partido ni se inclina hacia
ninguna de las partes; es neutral. Esta neutralidad se
describe en dos elementos fundamentales: la impar-
cialidad y la equidistancia. El papel del mediador
está limitado en la administración y control del pro-
cedimiento; dirigirlo, marcar pautas y facilitar las
alternativas.
Por imparcialidad entendemos que el mediador
debe estar libre de favoritismos y no puede estar
involucrado en el conflicto de forma directa o indi-
© Ediciones Pirámide
recta. No se pueden implicar los valores, creencias
e ideologías del mediador en el conflicto que trata.
La equidistancia conlleva la existencia de simetría
en el acercamiento que mantiene el mediador con
las partes. En algún momento, el mediador deberá
acercarse a alguna de las partes pero debe atender
a que ese mismo acercamiento se produzca con la
parte contraria para facilitarles la expresión de sus
puntos de vista. La neutralidad es una característica
fundamental del proceso y garantiza que sea justo.
Facilita la comunicación entre las partes para que,
a partir de sus posiciones, se pueda profundizar en
los intereses reales que subyacen en la disputa. La
mediación es un proceso colaborativo, gestionado
por un tercero neutral que facilita la negociación
entre las partes para obtener ventajas mutuas. Al ser
neutral evita el enfrentamiento, centrando el debate
en el conflicto y no sobre las personas. Dejando
atrás el pasado, desde el presente, invita a las partes
a mirar hacia el futuro para que colaboren juntos y
consigan un acuerdo beneficioso para los intereses
de ambos.
El proceso de mediación es confidencial. Tanto
las partes como el mediador suscriben un «contrato
de confidencialidad» que les obliga a no difundir
públicamente lo que se trate en las reuniones du-
rante el proceso. Asimismo, se destruyen las notas
que se puedan tomar. Sin la autorización expresa de
una parte, el mediador no puede revelar a la otra
ningún contenido expuesto durante una sesión pri-
vada. Las manifestaciones que se producen durante
la mediación son confidenciales; por tanto, en el
caso que con posterioridad se inicie un proceso
judicial, el mediador no podrá ser llamado como
testigo. Tampoco se podrán sacar a la luz en el
juicio temas tratados durante la mediación.
En este proceso las partes tienen todo el prota-
gonismo; el poder de decisión y la resolución está
en sus manos. El acuerdo lo redactan ellas mismas,
siendo ambas coautoras del mismo. El proceso
tiene carácter confidencial y democrático. Las so-
luciones que se acuerdan están en función de las
necesidades e intereses de las partes en conflicto.
En todo momento están siendo informadas de los
pasos que se están realizando y de los objetivos que
se pretenden alcanzar con ellos.
© Ediciones Pirámide
La mediación en psicología jurídica / 237
3. EL PROCESO DE MEDIACiÓN
La flexibilidad es la característica principal del
proceso de mediación y está ligada a la informalidad
del procedimiento. El formato de las sesiones es
diverso; se realizan sesiones conjuntas entre las par-
tes y el mediador y sesiones privadas con cada una
de las partes. Suelen durar unas dos horas aunque el
tiempo también puede ser flexible. El proceso se
divide en fases o etapas que varían en número según
los autores y que se reparten entre las sesiones. Es
importante que se haya concluido completamente
una etapa para poder continuar con la siguiente. Por
tanto, si ejecutando una fase nos percatamos de
errores en etapas anteriores, podemos volver a reto-
marlas en la misma sesión y ofrecer a las partes un
nuevo replanteamiento de lo tratado en la fase no
superada. Tampoco se restringe el tipo de reunión
para la misma sesión. Es decir, puede ocurrir que en
una sesión conjunta sea necesario, en un momento
dado, una reunión privada. Estos casos se dan, por
ejemplo, cuando observamos que una parte está a
punto de romper a llorar o cuando el nivel de agre-
sividad verbal aumenta entre las partes.
Antes de explicar cuáles son las etapas del pro-
ceso y en qué consisten es necesario apuntar que
existe una preparación previa de las partes para
que lleguen a la mediación con unas consignas que
permitan desarrollar el proceso. Es lo que se cono~
ce como la etapa de premediación. Las partes han
de conocer cómo deben comportarse para que la
mediación resulte fructífera; para que desde el
principio se empiece a construir una nueva realidad
del conflicto. No sería posible empezar con el pro-
ceso mediacional si las partes se estancan en los
comportamientos que han mantenido durante todo
el conflicto. Si no están abiertas al cambio, éste no
se producirá por muchas reuniones que se realicen
con el mediador. En este proceso anterior a la me-
diación propiamente dicha, se establece si será
posible o no realizarla. A su vez se empiezan a dar
directrices para facilitar el contexto mediacional y
se trazan las primeras líneas que establecerán el
mapa del conflicto.
En la premediación tenemos que hablar con las
partes por separado para conocer si aceptan resol-
238 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
ver su problema con la ayuda del mediador y si
están dispuestas a colaborar en el proceso. Pedir
una descripción general del conflicto para tener una
idea de lo que se está tratando. Hay que determinar
si son necesarias otras actuaciones anteriores a la
mediación como más entrevistas individuales, ha-
blar con otras personas implicadas en el conflicto
(no para esclarecer los hechos, ni buscar la verdad)
que sean determinantes para su resolución, consul-
tar normativas y reglamentos que pudieran afectar
a los acuerdos posteriores. Se trata de una presen-
tación de papeles y de comprobar el interés, la
implicación y las motivaciones que tienen las partes
para solucionar su conflicto mediante la mediación.
Así como asegurarse de que todo quede dentro de
la legalidad. También es importante que las partes
puedan descargar sus emociones asociadas al con-
flicto para que acudan a mediación con menor
tensión y que se genere confianza entre ellas. Las
partes han de entender que deberán respetar las
reglas para hacer uso de la palabra: escuchar, no
interrumpir, evitar insultos y agresiones y respetar
al otro. Se les dirá lo que se espera de ellas; buena
voluntad, compromiso y atención a las peticiones y
opiniones de la otra parte. Por último, hay que
acordar y consensuar con las partes cómo se lleva-
rá a cabo el proceso en términos de lugar de reali-
zación, horarios y duración de las sesiones, y con-
firmar qué mediador o mediadores van a dirigir el
proceso.
Se decidirá iniciar el proceso de mediación en
el caso de que las partes deban continuar con su
relación aunque quieran distanciarse, cuando las
partes se encuentran y se sientan incómodas, y
cuando el conflicto o la resolución afecta también
a otras personas. En especial, cuando hay voluntad
de resolver el conflicto, buena predisposición y
deseo de llevarse bien con la otra parte. Decidire-
mos evitar la mediación, o retrasarla, cuando los
hechos sean muy recientes, las partes tengan las
emociones «a flor de piel» y no puedan escuchar,
contenerse ni tomar decisiones. También, si una de
las partes no se fía de la otra o le tiene miedo. O por-
que la complejidad del problema exceda lo que se
puede resolver dentro del ámbito de la mediación,
o existan aspectos penales en el conflicto.
Como he dicho antes, el número de etapas que
conforman el proceso de mediación propiamente
dicho varía, dependiendo del autor al que consulte-
mos. También difieren en función del tipo de me-
diación al que nos refiramos. En cualquier caso,
podríamos dividir el proceso mediacional en cinco
grandes bloques, que son: presentación, conceptua-
lización del problema, creación de nuevas opciones
y alternativas, negociación, redacción y legitima-
ción del acuerdo.
La fase de presentación
Como su nombre indica, es la etapa en que se
hacen las presentaciones y se informa a las partes
en qué consiste el proceso de mediación y cuáles
son sus objetivos. Es necesario crear un clima de
confianza para que las partes se sientan cómodas y
con libertad para poder expresar lo que piensan y
sienten. Se explica detalladamente qué es el «con-
trato de confidencialidad» y cuál es su finalidad. Si
las partes están de acuerdo con las condiciones del
contrato, éste es firmado por ellas y por el propio
mediador. En esta fase se propone a las partes que
relaten de forma resumida sus puntos de vista sobre
el conflicto. Generalmente, empieza la parte que ha
solicitado la mediación aunque se puede preguntar
quién quiere empezar a relatar primero. Al resumir
la exposición de las partes, es importante utilizar
un lenguaje <;:laro y neutral, parafraseando los rela-
tos para que la persona sienta que ha sido escucha-
da y para que la parte contraria pueda escuchar el
mismo argumento desde otro ángulo y con otro
interlocutor. El parafraseo debe realizarse al finali-
zar todos los relatos. En este discurso no se debe
advertir ningún posicionamiento hacia ninguna
parte en concreto. Porque aunque el mediador debe
ser y sea neutral, lo importante es que las partes
perciban dicha neutralidad. A través de las narra-
ciones de esta fase podemos conocer el problema
(la inmediata fuente del conflicto), su interpreta-
ción (cómo cada parte interpreta el comportamien-
to del otro), las posiciones (amenazas, soluciones,
proposiciones, demandas y puntos de vista), el
asunto (el tópico que las partes necesitan para dis-
cutir o decidir) y probablemente los intereses (qué
© Ediciones Pirámide
es lo que realmente les preocupa). Si no, las dudas
que pudiera tener el mediador sobre estos puntos
deberían quedar resueltas en la siguiente fase.
Una vez averiguadas las posiciones, el media-
dor deberá resumir los intereses de cada parte:
primero de una y luego de la otra. Esta fase se rea-
lizaría en una sesión conjunta, aunque en algunos
casos puede ser necesario intervenir con una «re-
unión privada de emergencia». Dicha reunión pue-
de utilizarse para dar ánimo a la gente (por ejemplo,
separar y tranquilizar a las personas distraídas o en
discusión), para controlar el proceso (por ejemplo,
interrumpiendo los comportamientos que no favo-
recen la mediación), para resolver el problema
(ayudando a que la discusión no se quedeestanca~
da), o para consultar con un co-mediador (la estra-
tegia a seguir).
La fase de conceptualización del problema
Consiste en delimitar de forma minuciosa to-
dos los aspectos importantes del conflicto. Averi-
guar los intereses y necesidades reales, las posi-
ciones de las partes, su interpretación, de forma
detallada, y haciendo a las parte's conscientes de
estas cuestiones. Asimismo, se persigue encontrar
los puntos de consenso entre las partes: aquellos
aspectos en los que están conformes. Se consigue
separando las emociones y pensamientos subjeti-
vos del conflicto para volcarse en los aspectos
objetivos que permitan encontrar los puntos en
común. Se consigue intercambiando información,
puntos de vista y opiniones que generan el conflic-
to, mediante preguntas que realiza el mediador.
Identificar los motivos reales que generan el con-
flicto lleva tiempo y paciencia, pero hasta que no
se consiga esclarecer este punto no podremos
avanzar en la siguiente etapa.
La fase de creación de nuevas opciones
y alternativas
Está diseñada para favorecer el cambio en las
personas dirigiéndolas hacia la obtención de solu-
ciones distintas a las que se habían planteado. Se
intenta cambiar los puntos de vista de las personas
© Ediciones Pirámide
La mediación en psicología jurídica / 239
sin desfavorecer sus necesidades pero teniendo en
cuenta las necesidades del otro. Es una etapa crea-
tiva que propicia la colaboración entre las partes y
el reconocimiento mutuo. Si en la etapa anterior no
hemos encontrado puntos de posible acuerdo entre
las partes (que no es lo mismo que encontrar los
aspectos del conflicto en los que tengan consenso),
éste sería el momento. Mediante la creación de
nuevas alternativas las partes pueden ponerse en la
piel del otro y facilitar la conexión en algunos pun-
tos en los que había total disparidad de criterios.
En la fase de negociación
Se trata de ponerse de acuerdo en alguna de las
alternativas obtenidas en la fase anterior. Las par-
tes deben de poner en la balanza lo positivo y lo
negativo de las alternativas que han encontrado y
elegir la que mejor satisfaga sus necesidades. Nin-
guna de las dos querrá-hacer más concesiones que
la otra. El acuerdo no puede ser obligado ni toma-
do a la ligera. En esta etapa se produce un acerca-
miento entre las partes encaminado hacia un bien
común que sería encontrar una solución válida
para ambas.
En la fase de redacción y legitimación
del acuerdo
Las partes redactan su propio «contrato de mu-
tuo acuerdo» con la ayuda del mediador. Deben
especificar todos y cada uno de los aspectos que se
han decidido durante la fase de negociación. Una
vez redactado el acuerdo, ambas partes lo revisan
con el mediador para asegurarse de que no se deja
nada en el tintero y de que todos los puntos descri-
tos están dentro de la legalidad. Si todas las partes
están de acuerdo con lo que dice el contrato, lo
firman y cada parte se lleva una copia del mismo.
Con esto finalizaría el proceso de mediación.
Hay autores que añaden una quinta fase en el
proceso que sería la de seguimiento del cumpli-
miento del acuerdo. En mi opinión, comprobar que
se vaya cumpliendo lo acordado en las ,sesiones de
mediación no formaría parte de la mediación en sí,
sino que sería una medida paliativa de los proble-

240 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
mas que pudieran surgir en el futuro por estar
fuera del entorno mediacional. Porque el proceso
de mediación consiste en reunir a las partes, en un
primer momento, para explicarles las reglas del
juego y permitir que expresen sus puntos de vista
iniciales. En segundo lugar, se trata de profundizar
en las razones y los motivos reales que han llevado
a las partes a enfrentarse y buscar los puntos en
común .. Después se deben tener en cuenta los ele-
mentos en común para crear nuevas alternativas al
conflicto y nuevas soluciones en base a todos los
puntos de vista existentes. En cuarto lugar, enfati-
zar los puntos de acuerdo para perseguir una solu-
ción válida y beneficiosa para todos los implicados
en el conflicto a partir de las ideas obtenidas con
ant~rioridad. Por último, redactar un contrato en el
que se reflejen todos los puntos acordados, revisar-
lo en el aspecto legal, firmarlo si se está de acuerdo,
y quedarse una copia como compromiso de cum-
plimiento del mismo. Y en tal caso, si las partes
estuvieran de acuerdo, hacer un seguimiento.
4. TÉCNICAS DE MEDIACiÓN
Cuando uno lee sobre el proceso de mediación
parece un procedimiento sencillo y lógico en su
estructura y planteamiento. Inevitablemente apare-
ce la siguiente cuestión: ¿cómo se consigue que
dos partes implicadas en un conflicto, con posicio-
nes enfrentadas, lleguen a firmar acuerdos y cum-
plirlos? ¿Qué hacen los mediadores para conse-
guirlo? Pues bien; esta pregunta todavía no ha sido
respondida en su totalidad. En este apartado expli-
caré las técnicas que se usan en el campo de la
mediación intentando relacionarlas con las fases
globales del proceso que acabo de describir, aun-
que cada mediador utiliza su propio método en
función de sus habilidades e intuición. Aun así, el
porqué del cambio que se produce en las personas
y cómo se desarrolla dicho cambio todavía no ha
sido demostrado.
El marco contextual de las técnicas de media-
ción se sitúa en la negociación. El mediador ayuda
a las partes a negociar sobre sus intereses para
conseguir un beneficio mutuo. Una negociación es
La mediación en psicología jurídica / 241
pidiendo. Sería beneficioso intentar este análisis de dido, destacando el componente emocional que se
un proceso de comunicación bidireccional en el que
los intereses propios y los del otro en base a las cree subyacente a dicho mensaje. Existen. una serie
se establecen directrices y límites para llegar a
necesidades humanas básicas. Ya que éstas son de acciones para llevarla a cabo. .
acuerdos entre partes con intereses similares u
universales y comunes a todas las personas, lo que En primer lugar hay que mostrar interés para
opuestos. Cada parte discute desde su posición, en
permite una mayor empatía entre las partes. Tenien- que la persona se sienta escuchada y se exprese
su favor, y hace concesiones para conseguir un
do en cuenta los intereses propios y los del otro, se abierta y libremente. El interés se puede mostrar
compromiso. Según Fisher y Ury, para alcanzar el
comprende que todos ellos forman parte del con- verbalmente (<<¿puedes contarme más sobre esto?»)
acuerdo mediante la negociación en el proceso de
flicto. o a través de la conducta no verbal (asintiendo, con
mediación, es necesario perseguir y ejecutar cuatro
El siguiente punto es «inventar nuevas posibili- el torso inclinado hacia delante). Clarificar sirve
consignas globales: ayudar a separar a las personas
dades» persiguiendo el beneficio mutuo. La técnica para aclarar el mensaje, obtener más información
del problema, centrarse en los intereses y no en las
de brainstorming es la más indicada; así, crearemos para comprender mejor y ofrecer otros puntos de
posiciones, inventar nuevas posibilidades, y utilizar
opciones nuevas sin prejuzgarlas y seleccionaremos vista. Se consigue mediante la formulación de pre-
criterios objetivos para establecer el resultado. Es-
las más adecuadas. Aumentando el número de op- guntas abiertas tipo: «¿ Y tú, qué hiciste en ese mo-
tos cuatro elementos básicos de la negociación
ciones conseguiremos ver el problema desde varias mento? », para obtener una respuesta amplia que nos
coinciden en gran medida con las tres fases centra-
perspectivas. Las soluciones óptimas deberán tener aporte mucha información. Es necesario parafra-
les del proceso de mediación. .
en cuenta los intereses compartidos por ambas sear (repetir lo dicho con otras palabras, sin con-
Para «separar a las personas del problema» se
partes y estar enfocadas hacia el futuro. notaciones agresivas, neutralizando y positivizando
tienen que dar dos condiciones: que uno mismo
Es necesario «centrar la resolución en criterios el mensaje) para comprobar que se ha entendido lo
reconozca las emociones relacionadas con el con-
objetivos» porque ninguna decisión que se oponga expuesto por el interlocutor, y que coincide el sig-
flicto y que reconozca las emociones de la otra
a la voluntad de las personas tendrá buenos resul-· nificado del mensaje para el que lo emite y para el
parte. Lo podemos conseguir haciendo que las par-
tados. Aunque parece difícil separar los criterios que lo recibe. Otra acción es la de reflejar: consis-
tes expresen abiertamente sus emociones y animán-
objetivos de los subjetivos, se puede conseguir te en decir con palabras propias los sentimientos
dolas a escuchar y entender las de la parte contraria.
atendiendo al tipo de acuerdo que se establecería que subyacen al mensaje recibido. Por ejemplo, «Te
Asimismo, una parte tendrá que explicar las per-
en base a, por ejemplo, valores morales, preceden- duele que te acuse de quitarle a su hijo», y sirve
cepciones que tiene acerca de la otra de forma
tes, lo que decidiría un juez, tradición, tratamiento para ayudar al emisor a clarificar sus propios sen-
clara y directa. El mediador deberá controlar esta
de equidad, valores de mercado, etc., siempre que timientos. Y por último, hay que resumir la infor-
interacción para que ninguna parte sufra un descon-
dicho acuerdo sea legítimo y práctico para el asun- mación que vamos obteniendo, tanto la que se re-
trol emocional. Una vez descargada la parte emo-
to que se esté tratando. fiere a los hechos como la que se refiere a los
cional del problema y con el nuevo conocimiento
Estas cuatro formas generales de llegar a un sentimientos. Se trata de hacer un compendio de
adquirido de las percepciones propias y las del otro,
acuerdo se desarrollan mediante la comunicación; ideas y hechos importantes, revisar los progresos
será el momento de ponerse a trabajar sobre el
las técnicas comunicativas específicas que utiliza el que hemos ido realizando, y permitir al que habla
problema objetivo.
mediador ayudan a las partes a adecuarse a estas corregir o añadir datos.
«Centrarse en los intereses y no en las posicio-
cuatro consignas. En mediación se utilizan la escu- Es importante mantener la actitud de escucha
nes» significa que las personas cuando negocian lo
cha activa, los reencuadres y los giros discursivos. activa en todo el proceso, pero sobre todo en la fase
hacen desde una posición determinada olvidando
Para un mediadores fundamental tener la habi- de conceptualización del problema, cuando quere-
los intereses y necesidades que tienen en el conflic-
lidad de escuchar activamente si pretende ayudar a mos separar las emociones de lo racional del pro-
to. Muchas veces los intereses hacen adoptar unas
las personas a resolver su conflicto. Le sirve para blema y cuando tenemos que centrarnos en los
posiciones u otras. Por tanto, hay que averiguar
comprender mejor a las partes y para fomentar la problemas y no en las posiciones. Resulta muy
cuáles son los intereses en particular de cada parte.
separación entre posiciones e intereses, centrándo- positivo para la comunicación entre las partes tener
Para ello, hay que pedir a las partes que se pongan
se en estos últimos. Para utilizar esta habilidad hay esta actitud de escucha activa y animar a las partes
en el lugar del otro y piensen qué le hace mantener
que tener una predisposición a ponerse en el lugar a escucharse entre ellas de la misma manera.
esa posición. Luego pedirles que le pregunten di-
de la otra persona para comprenderla, y controlar y Antes de explicar en qué consiste la técnica de
rectamente al otro. También que intenten adivinar
adecuar los comportamientos no verbales, para los reencuadres hay que describir el concepto de
qué pedirían y qué no, y por qué pedirían eso y no
demostrar comprensión y aceptación a las partes. encuadre en sí. «El "encuadramiento" se refiere y
aquello. Y en última instancia, hacerles reflexionar
La escucha activa consiste básicamente en atender designa la manera específica en que al hablar
sobre las consecuencias que la otra parte vería en
al mensaje y reportar al emisor lo que se ha enten- acerca de un tema o problema se identifica un
tomar una decisión acorde o no con lo que se le está
© Ediciones Pirámide
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242 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
dominio en particular dentro de él, ignorando
temporariamente otros ámbitos» (Drake y Dono-
hue, 2000). Dicho de otra forma, cuando hablamos
sobre un tema tendemos a tratarlo desde un punto
de vista en particular, olvidando la globalidad de
aspectos que se incluirían en dicho tema. Nuestro
discurso queda sesgado en una sola dirección.
Existen cuatro tipos de encuadres básicos. Aunque
puedan aparecer unidos siempre hay uno que pre-
valece, que tiene más peso. El «encuadre fáctico»
es el que se centra en los hechos, los aspectos ob-
jetivos del tema en cuestión, lo que es y lo que fue:
«para casos de urgencia le di el número del algua-
cil». El «encuadre de intereses» se centra en los
deseos y aspiraciones para el futuro sobre el tema:
«Quiero que mi hijo pase conmigo el Día del Padre
todos los años». El «encuadre de valores» está
basado en los fundamentos morales o racionales
del tema y produce discrepancias entre lo que es
correcto y lo que no lo es: «Yo y él continuamos
siendo los padres del niño y tenemos que vernos
para comentar este asunto, le guste o no a ella».
Por último, el «encuadre relacional» se centra en
el vínculo emocional existente entre los que man-
tienen la disputa. Se trata de un lenguaje que des-
taca el ámbito emocional, histórico o acusatorio de
un tema determinado: «el problema es que él vive
en la casa con ella y yo no puedo tener contacto
con mi hija».
En el discurso cada uno considera que el encua-
dre que utiliza es el correcto. La interpretación que
se hace del tema en cuestión queda reducida a una
sola y única posibilidad. Mediante el reencuadre se
pretende que las personas conozcan otros puntos de
vista y formas de ver el mismo asunto. Lo funda-
mental de los reencuadres es separar a las personas
de sus posiciones para focalizarlas en sus intereses.
Se utilizan preguntas abiertas del tipo: «¿por qué?»,
«¿para qué?», «¿cuándo?», «¿cómo?», etc., para
obtener las razones de la adopción de sus posicio-
nes. El reencuadre que permitirá a la persona aten-
der a un nuevo sentido de la situación será aquel que
tenga arraigo en sus creencias, valores y experien-
cias previas. Un reencuadre es una manera distinta
de mostrar la situación. Existen tres tipos de reen~
cuadres: «reencuadres de los hechos o contenidos
de la situación» (los nuevos significados deben te-
ner anclajes en la experiencia real subjetiva o colec-
tiva del interlocutor), «reencuadres del contexto de
la situación» (habría que poner la miSma situación
en otro escenario) y «reericuadres de las personas
involucradas en la situación o legitimación» (cam-
biar el significado de las intenciones que le atribuye
el contrario). Los reencuadres se transforman me-
diante la formulación de preguntas, que alienten
a reflexionar de una forma riueva, y la traducción o
reformulación de los enunciados, para abrir nuevas
posibilidades.
Otra de las técnicas que se utilizan en media-
ción, a fin de facilitar la comunicación entre las
partes, viene dada por los giros discursivos. El giro
discursivo es el análisis de cómo los mediadores
utilizan el lenguaje para modificar el curso de una
conversación permitiendo avanzar desde el discurso
sobre el conflicto hacia el discurso sobre la resolu-
ción (Chenail y Itkin, 2000). A partir de este análi-
sis se han descubierto cinco formas de realizar di-
cho cambio.
La triangulación permite dirigir el discurso
hacia aquello que tienen en común las partes y
dejar de lado la argumentación sobre sus discrepan-
cias. Se trata de introducir un tercer elemento sobre
el asunto tratado para proporcionar un cambio en
la percepción que se tiene del problema. La antici-
pación positiva consiste en poner al descubierto lo
encubierto, expresando lo que está ocurriendo du-
rante la interacción. Se trata de hacer previsiones
de lo que ocurrirá en el futuro de la interacción.
Formular preguntas «milagrosas» abre la conver-
sación hacia el futuro y las posibles soluciones, y
al mismo tiempo cierra la conversación anclada en
el problema y en el pasado. Son del tipo «¿Qué
ocurriría en su situación si de pronto sucediera un
milagro?» .. La escucha activa también está presen-
te en los giros discursivos, como la forma de estar
alerta a cualquier señal excepcional en la conversa-
ción que inicie posibles diferencias en la práctica.
Por ejemplo, hacer una primera concesión en un
punto determinado. Por último, en los giros discur-
sivos se utiliza el entretejido de enunciados com-
plejos. Un enunciado complejo, en literatura, es la
palabra o palabras centrales en tomo a las cuales el
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autor crea todo un relato. En mediación esta técni-
ca es similar; consiste en desplazar el tema de
conversación a través de un enunciado que aglutine
los aspectos que ambas partes consideran importan-
tes sobre el tema, sin dedicarse a uno u otro por
completo. Por ejemplo, en un divorcio, la mujer se
refiere a la custodia de su hijo y el padre al plan
regular de visitas. En este caso la mediadora opta
por dirigir la conversación hacia el reparto del
tiempo con su hijo (enunciado complejo).
De todo lo anterior, se desprende que el mediador
a través de las técnicas nombradas facilita la nego-
ciación, abre canales de comunicación, traduce y
transmite la información, distingue entre posiciones
e intereses, Crea opciones y es agente de la realidad.
Resulta más fácil conseguirlo si se evitan ciertas ac-
ciones como: hacer demasiadas preguntas, preguntar
demasiados «porqués», discutir con una de las partes,
emitir juicios, dar consejos, forzar la reconciliación
e imponer la mediación (siempre tendrán la puerta
abierta para reintentarlo).
5. VENTAJAS E INCONVENIENTES
DE LA MEDIACiÓN
Las ventajas de que presume la mediación son
muchas e intentaré resumirlas en este apartado. Sin
embargo, cabe señalar que su validez debe ser ana-
lizada para cada caso en particular y que no existe
todavía un método perfecto de resolución de con-
flictos válido para todos los casos que se presenten.
Asimismo, la mediación goza de desventajas que
también comentaré en este punto.
Destacar, como principal ventaja, la reducción
de la carga de asuntos en espera de resolución por
los tribunales de justicia. No vamos a desmentir que
dicha reducción es altamente necesaria en el ámbi-
to español. En esta misma línea, cabe apuntar al
ahorro de tiempo que supone la utilización de la
mediación como alternativa a los tribunales. Según
el caso, los meses y años en espera de una resolu-
ción judicial pueden convertirse en la realización
de seis sesiones de mediación. Si ahorramos tiem-
© Ediciones Pirámide
La mediación en psicología jurídica / 243
po, económicamente salimos beneficiados. Ade-
más, los honorarios del mediador, tratándose de una
mediación privada, son compartidos por las partes
en equidad. Por otro lado, las audiencias son ma-
yoritariamente públicas, y las causas y sentencias
son accesibles para muchas personas. A las perso-
nas en conflicto les resulta muy importante no
ventilar en público sus asuntos privados. La propie-
dad de confidencialidad de la mediación favorece
esta cuestión, en tanto que lo que se trata en las
sesiones se mantiene en secreto absoluto. En me-
diación son las propias partes las que debaten sus
asuntos; el conflicto no se despersonaliza por la
intrusión de terceras personas, ni de conceptos ju-
rídico-legales que desplazan el debate lejos de las
motivaciones reales de las partes. Puesto que la
mediación está basada en el diálogo y la comuni-
cación, favorece la continuación de las relaciones
interpersonales y aporta nuevas técnicas para la
resolución .de conflictos futuros. La flexibilidad de
la mediación implica que no haya soluciones prefi-
jadas de antemano como ocurre en los procedi-
mientos judiciales. Las partes acuden de forma
voluntaria y pueden exhibir sus propias exigencias
y condiciones, decidiendo qué es aceptable para
ellas y creando sus propias soluciones.
Por contrapartida, en el entorno de la media-
ción, las partes pueden dejar de centrarse en el
conflicto e intentar conseguir el apoyo del tercero
neutral para confmnar su posición frente a la otra
parte. Es difícil para el mediador separar sus pro-
pias convicciones del conflicto que está siendo
tratado y expandir el conflicto sin encontrarse atra-
pado en él. Es posible que al estar siendo observa-
das, las partes pretendan dar una apariencia deter-
minada en el sentido de no parecer débiles ante la
tercera persona que les está observando. Esto puede
llevar a un fracaso en el proceso de mediación si no
se tiene en cuenta. Si no se consigue que los parti-
cipantes en la mediación se sientan protagonistas
de las decisiones tomadas, el acuerdo no tendrá
ninguna validez ni se cumplirá en el futuro. Otra
crítica radica en que la mediación puede llevar a
acuerdos injustos para las partes más desfavoreci-
das si no se estima la diferencia de poder que pue-
de existir en un conflicto. En este sentido, sería un
244 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
error imponer la mediación como paso previo a los
tribunales, pues se cerraría el acceso a la justicia a
quienes no quisieran pasar por este proceso. La
mediación no dicta sentencias; por tanto, no sienta
precedentes jurídicos ni participa en la jurispruden-
cia, lo que impide crear una legislación que permi-
ta lograr un ordenamiento jurídico flexible. Aunque
las partes acudan a mediación es necesario que
consulten a un abogado para que les asesore sobre
el acuerdo que van a firmar o para que esté presen-
te durante el proceso, con lo que la reducción de
gastos económicos queda en entredicho.
5.1. Casos en los que se aplica
la mediación
Se recomienda utilizar la mediación antes de
presentar un caso al sistema judicial, para prevenir
el desarrollo de mayores conflictos ahorrando tiem-
po y dinero. Se evitan los gastos impredecibles y se
consigue acelerar ciertos procesos en los que la
solución está vinculada a la rapidez con que se
tome. Cuando sea necesario proteger las relaciones
personales de las partes enfrentadas, como en los
conflictos familiares, laborales, entre empresas, de
propiedades y en asuntos comunitarios, habría que
acudir a mediación. Cuando las causas del conflic-
to presentan un alto contenido emocional, las partes
se conocen bien, o el conflicto puede afectar nega-
tivamente a otras personas. También si se produce
un estancamiento en las negociaciones y es necesa-
rio reintentar la comunicación entre las partes. Con
la mediación se protege información, tanto de la
vida privada como de la vida profesional. Se puede
utilizar también en los casos en que exista un vacío
legal.
Por el contrario, no deberíamos acudir a media-
ción en los casos en que el hecho conflictivo acaba
de ocurrir y las partes están muy enojadas, o cuan-
do hay desconfianza de una parte hacia la otra y
piensa que ésta le está mintiendo, ni si una o ambas
partes no están en condiciones de escuchar o con-
centrarse, porque no estarán en buena disposición
para tomar decisiones. No se puede mediar si en el
conflicto existen implicaciones de tipo penal, si es
un conflicto muy serio o si hay más personas im-
plicadas con derecho a opinar sobre el mismo.
Siguiendo estas directrices, la mediación se está
utilizando en diferentes ámbitos con resultados
exitosos en muchos casos. Al final del capítulo se
trata la mediación familiar y su legislación, pero
antes daremos unos apuntes sobre el resto de me-
diaciones que existen y que igualmente están co-
brando importancia.
Mediación en las organizaciones
Tiene tres campos abiertos de actuación: me-
diar entre empleados de una misma organización
(conflictos internos), entre empresas (conflictos
externos) y entre el cliente y la organización. En
todos los casos el proceso de mediación es el mis-
mo. La particularidad en este ámbito es que se da
más importancia a unos aspectos que a otros. Es
fundamental crear un clima de confianza, en todas
las vertientes, para convencer a los participantes de
que se trata de un procedimiento seguro, en el que
no habrá favoritismos y las partes estarán en igual-
dad de condiciones en cuanto a la negociación y a
la obtención de asistencia y asesoramiento. Igual-
mente, preservar las relaciones es de gran impor-
tancia para la continuidad de la organización en el
futuro, tanto en lo referente a conflictos internos,
externos y con el consumidor. En la misma línea,
la reducción del tiempo improductivo y de los
costes beneficia a la empresa en la resolución de
cualquier conflicto que se le presente. La preven-
ción de la recurrencia del conflicto es esencial en
tanto que, a nivel interno, es muy probable que se
repitan las disputas, puesto que las exigencias em-
presariales y las adaptaciones a los cambios que se
vayan produciendo facilitan la aparición de roces
entre los empleados. Las relaciones son permanen-
tes, tanto dentro de la organización como con las
demás empresas y, por supuesto, con el cliente; por
ello hay que prevenir los conflictos repetitivos y
obtener la habilidad para solucionarlos con la ma-
yor prontitud. En este ámbito, la mediación se re-
laciona con la gestión de cambios, la búsqueda de
la calidad y la mejora de las relaciones internas y
externas.
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Mediación comunitaria
Debe ser entendida como un método de reso-
lución pacífica del conflicto, que vaya desacredi-
tando los beneficios que se le atribuyen a la rela-
tivamente nueva «cultura del pleito», al cada vez
más familiar: «nos veremos en los tribunales». La
mediación comunitaria debe promover el entendi-
miento solidario, pacífico y colaborativo entre las
personas que conviven en una misma comunidad:
vecinos, dueños y arrendatarios, personas de dife-
rentes culturas. Los mediadores comunitarios son
vecinos de la misma comunidad, profesionales o
no de la mediación, pero sí capacitados para ejer-
cerla, que se prestan de forma voluntaria para
ayudar a sus conciudadanos a que sean ellos mis-
mos los que encuentren las soluciones a sus con-
flictos.
Mediación ambiental
Trata sobre el uso de la tierra y el medio am-
biente. Por ejemplo, el Tribunal de Aguas de Va-
lencia media desde 1239 entre los campesinos para
regular los conflictos suscitados por el uso del agua
en la Comunidad Valenciana. El ámbito ambiental
de la mediación está pendiente de ser legislado y
reconocido. Teniendo en cuenta que la mediación
dirige su discurso hacia el futuro, centrándolo en
los intereses comerciales más que en los estricta-
mente legales y previniendo la continuidad de las
relaciones, debería tomarse como una alternativa de
gestión ambiental.
Mediación tributaria o fiscal
Que consiste en evitar la vía judicial en los
casos en que Administración y contribuyentes se
encuentren en conflicto. Quedan confrontados el
interés público de la Administración y el interés
privado del contribuyente. Este tipo de mediación
se basa en la necesidad y obligatoriedad de mante-
ner una relación continua en el tiempo entre los
dos, existiendo una serie de necesidades comunes.
Ambos están obligados a entenderse.
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La mediación en psicología jurídica / 245
Mediación reparadora o mediación penal
Es un proceso que permite relacionar los he-
chos con sus consecuencias, y a los autores de los
hechos con sus víctimas. En este caso, el proceso
de mediación es compatible con el procedimiento
judicial de la causa penal, pero añade una nueva
forma de encontrar soluciones para ambas partes.
Permite añadir a la compensación civil por daños y
perjuicios, un valor de participación, responsabili-
zación, diálogo y comprensión del conflicto. Entre
otros aspectos, la mediación penal, que sigue sien-
do voluntaria, pretende potenciar la reparación del
daño causado a la víctima, evitar o disminuir la
reacción penal y promover la participación de las
partes afectadas. En España rige el principio de
legalidad, excepto en la justicia de menores, como
veremos, lo que dificulta la posibilidad de desjudi-
cialización mediante este tipo de programas media-
cionales.
Mediación penal juvenil
Mucho más instaurada en el sistema español
que la dirigida a la población adulta, fue legislada
en Cataluña en el año 1992 con un programa diri-
gido a la población de entre 12 y 16 años imputados
por delitos o faltas. En el artículo segundo dos,
regla 6.", de la Ley 4/92, del TTMM, se concede al
ministerio fiscal la conveniencia de concluir el
expediente en el caso de que el infractor haya repa-
rado o se comprometa a reparar el daño causado a
la víctima (González-Capitel, 200la), con la con-
secuente posibilidad de evitar el proceso judicial.
En el artículo segundo tres, 3.°, de la misma ley se
propone la reparación extrajudicial, como alterna-
tiva a la ejecución de la medida propuesta, al fina-
lizar el procedimiento. Este procedimiento acerca
la justicia a los ciudadanos y permite a la víctima
sentirse atendida, escuchada, contempladas sus pe-
ticiones y responsabilizar a los jóvenes de sus actos
delictivos. Con la Ley Orgánica 5/2000, de 13 de
enero, reguladora de la responsabilidad penal del
menor, se establecen las pautas y limitaciones de la
mediación penal juvenil, entendiendo que, en cier-
tos casos, es posible consensuar una solución ex-
246 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal La mediación en psicología jurídica / 247

trajudicial entre infractor y víctima. La posibilidad
de impulsar programas de mediación está determi-
nada por los artículos 19 y 51.2 de la susodicha ley.
Ésta propone la posibilidad de desjudicialización
en los casos en que se trate del primer delito del
joven, o que sea un hecho menos grave, sin violen-
cia o intimidación en las personas o falta, según
dictamina el artículo 18.
Mediación educativa
Cada vez más utilizada, trata los conflictos que
surgen entre los alumnos de una escuela. Se ejecu-
ta desde tres niveles establecidos. «Mediación de
pares»: primera instancia conformada por alumnos
capacitados que intervienen en conflictos de modo
establecido, de acuerdo con las normas de la escue-
la. «Mediación de docentes o tutores»: en el caso
de no llegar a una solución en la instancia anterior,
o porque el conflicto no era pertinente para ser
tratado en la mediación de pares. «Mediación de
directivos o supervisores»: es la instancia superior
a la que se recurre de acuerdo con la problemática,
o porque las dos instancias anteriores no han llega-
do a una resolución del conflicto.
Mediación familiar
Encontrará el lector una descripción más deta-
llada en el siguiente apartado. Aunque se puede
utilizar la mediación en muchos de los ámbitos de
la vida social de las personas, todavía quedan mu-
chas incógnitas por resolver y muchos temas que
tratar y consensuar, para que la mediación sea una
de las alternativas elegidas para resolver conflictos
en cualquier campo. Como hemos visto, las carac-
terísticas más valoradas de este proceso para su
aplicación en distintos campos son: en primer lu-
gar, la protección de la continuidad de las relacio-
nes favoreciendo el diálogo y la igualdad; la parti- "
cipación activa de las partes en la adopción de .
soluciones en base a los intereses subyacentes al
conflicto; la flexibilidad que aporta en cuanto al
procedimiento y la adopción de medidas, y por
último, la reducción del número de casos que espe-
ran resolución judicial.
6. MARCO LEGISLATIVO
DE LA MEDIACiÓN FAMILIAR
La mediación familiar es un procedimiento ex-
trajudicial, no terapéutico, por el que un tercero
neutral e imparcial ayuda a los cónyuges a acordar
las medidas que se tomarán a partir del momento de
la separación o divorcio, en 10 referente a la protec-
ción de los hijos menores y la repartición de bienes
patrimoniales. Las ventajas de utilizar este procedi-
miento en lugar de someter estos asuntos a estamen-
tos judiciales son varias. Mejora la comunicación
entre las partes, da lugar a acuerdos amistosos y
asegura la continuidad de las relaciones interperso-
nales. Aparte, reduce el tiempo y los costes, tanto
para las partes en litigo como para el Estado, puesto
que resulta más económico invertir dinero en la
creación de centros especializados en mediación
familiar, que gastarlo en proveer de más juzgados a
las poblaciones del Estado y especializarlos en temas
de familia. Por otro lado, se ha comprobado que la
tasa de cumplimiento de los acuerdos que se obtie-
nen a través de la mediación familiar es mucho más
elevada que la tasa de cumplimiento de las decisio-
nes judiciales. Esto se debe a la responsabilidad
adquirida por las partes en los acuerdos mediaciona-
les, por ser partícipes de los mismos y estando ela-
borados en base a sus necesidades. La despersonali-
zación de las decisiones judiciales, causada por poco
o nulo conocimiento de las relaciones familiares en
cada caso, conlleva la desconfianza y consiguiente
incumplimiento de las mismas.
Estas ventajas pueden solventar aspectos relacio-
nados con las tres características específicas de los
conflictos familiares que apunta la Recomendación
número R (98) 1, sobre mediación Familiar, aproba-
da por el Comité de Ministros del Consejo de Euro-
pa el21 de enero de 1998, en la 616. a reunión de los
Delegados de los Ministros (Marín, 2003). A saber:
«los litigios implican a personas que, por definición,
están destinadas a tener relaciones interdependientes
y que van a continuar en el futuro»; «los litigios fa-
miliares surgen en un contexto emocional penoso
que los exacerba», «y la separación y el divorcio
repercuten en todos los miembros de la familia, es-
pecialmente en los niños».
En la misma recomendación de 1998 se esta-
blecen las características básicas de la mediación
familiar que paso a resumir de forma escueta. Las
parejas de hecho también pueden (y deberían) ac-
ceder a la mediación familiar, especialmente si
tienen hijos menores. Se puede utilizar la media-
ción antes de presentar la solicitud judicial de se-
paración y divorcio de mutuo acuerdo, a fin de
negociar y consensuar las medidas que se van a
incluir en dicha solicitud en espera de aprobación
por parte del juez. Es posible acudir a mediación
para modificar las medidas establecidas por el juez
con anterioridad, o las que se hubieran acordado
por otro proceso mediacional, y también para sol-
ventar las diferencias que se susciten en el trámite
.de ejecución de medidas. Los conflictos tratados en
mediación familiar no se restringen a los creados a
raíz de una separación o divorcio, también son
acogidos otros conflictos regulados por la legisla-
ción específica de cada autonomía. Por ejemplo, la
Ley 1/2001, de 15 de marzo, de Mediación Familiar
de Cataluña (Marín, 2003), artículo 5. 0 , tercero,
cita: «también puede solicitar la mediación regula-
da ( ... ) cualquier persona que tenga un conflicto
por razón de alimentos entre parientes o de insti-
tuciones tutelares».
La mediación familiar debe ser siempre volun-
taria, aunque el artículo 79.2 del Código de Familia
de Cataluña permite al juez remitir a las partes a
mediación. El mediador debe guardar la confiden-
cialidad, y mantenerse en una posición neutral e
imparcial. El deber de confidencialidad está sujeto
a ciertos límites, porque las partes pueden eximirle
de ese deber, de forma parcial o total, y porque en
las legislaciones autonómicas se exige al mediador
la revelación de hechos conocidos si se encontrara
con «datos que puedan revelar la existencia de una
amenaza para la vida o la integridad física o psí-
quica de una persona o de hechos delictivos per-
seguibles de oficio» (según el arto 13.4 de la Ley
1/2001 de Cataluña). Aun así, no se establece la
oblig"atoriedad de acudir como testigo o perito en
los procedimientos judiciales por causa alguna. Los
acuerdos a los que se llegue a través de la media-
ción familiar tendrán validez contractual desde el
momento de la firma de ambas partes, independien-
temente de la ratificación de los mismos por apro-
bación del juez.
En España no existe una legislación estatal
generalizada y agrupadora sobre mediación fami-
liar. Tan sólo tres comunidades, Cataluña, Valencia
y Galicia, disponen de una legislación autonómica
al respecto. Aunque ya se fraguan tentativas de
regulación en Navarra, Canarias y Castilla-La Man-
cha, el Gobierno es consciente de la existencia de
la mediación familiar y de su creciente auge. Como
en todo, la legislación va por detrás de la realidad
social; así ocurrió con la ley catalana de mediación
familiar que se consolidó después de las investiga-
ciones realizadas por los equipos psicosociales de
los juzgados de familia al entrar en vigor la Ley del
Divorcio de 1981. La mediación familiar en Cata-
luña es competencia de la Consejería de Justicia.
En las comunidades restantes está relacionada con
la Consejería de Bienestar Social, Servicios Socia-
les o estamentos similares.
La Ley 1/2001, de Mediación Familiar de Ca-
taluña, establece la creación del Centro de Media-
ción Familiar de Cataluña, que asume la responsa-
bilidad de fomentar y organizar el servicio público
de esta actividad. Dicha ley surgió como respuesta
al artículo 79.2 y a la disposición final tercera, de
la Ley 9/1998, de 15 de julio, del Código de Fami-
lia de Cataluña (Marín, 2003). A su vez, promueve
cinco principios básicos para la aplicación de la
mediación familiar.
Principio de «igualdad ante la ley»: somete a
valoración las circunstancias y condiciones persona-
les o sociales de los progenitores en el mejor interés
del menor. Dicha valoración se realizará desde una
posición absolutamente neutral, imparcial y objeti-
va por parte del mediador o mediadora. Habrá que
respetar los derechos y garantías de las personas, en
el sentido de que tienen derecho a conocer y aceptar
los motivos de la mediación. Se debe respetar el
derecho a la intimidad propia y de las informaciones
que se vayan obteniendo. Es fundamental velar por
los intereses del menor. Principio de «intervención
mínima»: dictamina la necesidad de evitar actuacio-
nes innecesarias, reiterativas o que puedan agravar
la conflictividad y que la intervención se ha de ex-
plicitar desde el principio. Las actuaciones no inter-

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248 / Manual de psicología jurídica e investigación criminal
vendrán en ninguna otra esfera de la vida privada de
las personas, que no tenga relación con el conflicto,
y quedarán restringidas al objeto de mediación. La
«individualización de las intervenciones» permite la
no estandarización del procedimiento ni de las reso-
luciones acordadas en él. Sólo se han de tener en
cuenta las características y los efectos de las diná-
micas de interrelaciones que ocurren entre las per-
sonas implicadas en el conflicto. Con el principio
de «corresponsabilización» se marca como objetivo
que los participantes del proceso se sientan activa-
mente implicados en él y en la construcción de la
resolución del conflicto. Se pretende que la pareja
llegue a acuerdos que respondan a las necesidades
de todos los miembros de la familia, en especial a
las de los hijos. Se «priorizan las intervenciones en
el entorno adecuado». La mediación familiar debe
realizarse únicamente en los lugares destinados a
ella. En caso de no existir ubicaciones destinadas a
tal efecto, habría que tener en cuenta la conveniencia
de buscar lugares adecuados.
La mediación familiar está orientada a facilitar
la toma de decisiones judiciales, mediante la apli-
cación de la resolución del conflicto familiar com-
partida por las partes. El mediador se convierte en
un tercero neutral que tiene la misión de ayudar a
los ex cónyuges a llegar a un acuerdo sobre las
formas más convenientes de atender a sus hijos,
satisfaciendo, a la vez y en la medida de 10 posible,
sus propios intereses. La participación activa de los
padres promueve resultados positivos y estables,
para ellos y para sus hijos. De esta forma, el con-
flicto es abordado teniendo en cuenta los aspectos
relacionales y emocionales.
Los objetivos fundamentales del programa de
mediación familiar son: prever nuevos litigios,
facilitar la función judicial, promover la acepta-
ción voluntaria del proceso, y disponer de un es-
pacio neutro en el que las partes puedan negociar
y resolver sus diferencias, llegando a soluciones
compartidas que cubran las necesidades de los
hijos.
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