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1 La Educación en la Antigua India
El concepto de educación en la cultura hindú va en coherencia con su concepción
antropológica y cosmológica, la cual es entendida como un proceso de perfeccionamiento
de carácter liberador, en un doble sentido: “liberación” de la “ignorancia” que conduce
a la liberación de los condicionamientos existenciales a los que está sometido el
hombre como consecuencia de su forzosa solidaridad con el cosmos y su dependencia
de la ley del Karma.

De esta manera la educación provoca un segundo nacimiento en el discípulo, se trata


entonces de un nacimiento espiritual, guiado por el maestro, en este caso el “gurú” por medio
de su función educadora. Además de engendrar  por segunda vez, el gurú tiene funciones
como alimentar – nutrir, criar espiritualmente – enseñando las verdades contenidas en
libros sagrados; estimular – activar, potenciar- las capacidades y energías del
discípulo; guiar – conducir, orientar – dirigir y corregir el crecimiento en el proceso
educativo, el cual está integrado por tres aspectos fundamentales, 1) la comunicación de
las verdades, 2) encaminar hacia una correcta disciplina moral, 3) orientación y dar
potencia a las energías espirituales.

La figura del educador o maestro es entendida como la de un preceptor espiritual, un guía, un


consejero. En la tradición hinduista existían dos tipos de gurú: uno que instruye, es
decir, se dedica a instruir a los discípulos en las escrituras sagradas, les enseña “la
revelación”, mientras que el otro tenía la función de administrar la iniciación a los
discípulos ya preparados en una disciplina espiritual, acelerando su progreso espiritual
y su liberación final. Los maestros debían tener extraordinarias cualidades y preparación, e
insistían en que un auténtico gurú es siempre un discípulo, por que no habla en nombre propio
sobre la doctrina, sino que es un portavoz y representante de ésta, la cual respeta, venera y
transmite fielmente. Se valora también cualidades como la libertad interior, la sanidad moral,
pues pensaban que solo quien es perfecto puede conducir a los demás a la perfección.

La condición de discípulo solo podía ser alcanzada por unos candidatos, los requisitos
determinantes son de naturaleza, disposición, status social y preparación, por ejemplo, un
hombre no podía ser discípulo si no pertenecía a una de las tres castas superiores, o si era un
deficiente mental, por ser perezoso, somnoliento, indeciso, soberbio, etc..

Se consideraba que el alma de los discípulos contenía una larga experiencia, y el objetivo del
proceso educativo no era tanto transmitir conocimientos como si, guiar y orientar para facilitar
el progreso espiritual, y ascensión en el camino de la salvación, estimulando el despliegue de
sus energías interiores, por esta razón es vital combinar tres factores que hacen posible
alcanzar esta meta, que son las transmisión del mantra en la iniciación del discípulo, la gracia
del gurú y sobre todo el esfuerzo personal del propio discípulo.

Es así como el fin de la educación se materializa en conseguir la salvación, siguiendo ideales


o tipos de perfección que aparecen diseñados en la literatura hindú. El tipo de varón ideal se
representaba en Rig-Veda, que poseía cualidades como ser piadoso con los dioses, fiel
cumplidor de ceremonias de culto, honrado con los dioses y sus padres, lleno de sabiduría y
de mérito, enérgico, dócil, invencible en los combates, experto en los negocios, interesado en
continuar con la tradición familiar, etc. Mientras el tipo ideal de mujer, representada en Sita,
diseñado en las Leyes de Manu, se destaca con actitudes como el sometimiento; con virtudes
como: la obediencia, la fidelidad, la castidad, la alegría, la resignación. La mujer debía estar
siempre alegre, y debía ser hábil en el manejo de los asuntos domésticos, cuidadosa con sus
utensilios y económica en el gasto.

Como lo he dicho antes, toda la forma de pensar y de ver la vida viene regida por el “depósito
doctrinal” que distingue a esta cultura, un depósito de carácter religioso que es transmitido de
generación en generación, y actúa en el hombre como fuerza iluminadora de la realidad y
como rectora de su conducta.

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