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Rolando Astarita Marxismo y anarquismo sobre el Estado y la explotación

Marxismo y anarquismo sobre el Estado y la explotación


Días atrás, en un debate sobre anarquismo y marxismo (aquí), hice referencia a un texto de
Engels que destaca los enfoques contrapuestos de estas dos corrientes sobre el rol del Estado
en la explotación de la clase obrera. Sostuve que, según Engels, el anarquismo (nos
referimos, por supuesto, al anarquismo de izquierda, o comunista) considera que el Estado es
el factor fundamental de la explotación, mientras que, según el marxismo, la relación capital-
trabajo es la fundamental, y sobre ella se levanta el Estado (véase entre minutos 55 y 58 del
debate citado). Asimismo hice mención a la distinta actitud política de anarquistas y
marxistas frente a las luchas por libertades democráticas, esto es, la lucha política.

A los efectos de brindar elementos para el análisis, en lo que sigue transcribo pasajes del
texto de Engels que cité. Se trata de una carta que dirigió a Theodor Cuno, con fecha 24 de
enero de 1872. Escribe:

“Bakunin tiene una teoría peculiar de su cosecha, una mezcolanza de proudhonismo y


comunismo, cuyo punto principal es que no es el capital, -y en consecuencia la contradicción
de clase entre capitalistas y asalariados surgida en el desarrollo social- sino el Estado el mal
principal que debe ser suprimido. En tanto que la gran masa de los obreros socialdemócratas
comparte nuestra opinión de que el poder del Estado no es más que la organización que se
han dado las clases dominantes –los terratenientes y los capitalistas- para proteger sus
prerrogativas sociales, Bakunin sostiene que es el Estado el que ha creado al capital, que el
capitalista tiene su capital únicamente por la benevolencia del Estado. En consecuencia,
puesto que el Estado es el mal principal, ante todo hay que terminar con él, y después el
capitalismo se irá solo al infierno. Nosotros decimos lo contrario: terminemos con el capital,
con la concentración de todos los medios de producción en manos de unos pocos, y el Estado
caerá solo. La diferencia es sustancial. Sin revolución social previa la abolición del Estado es
un disparate; la abolición del capital es en sí misma la revolución social e implica el cambio
de todo el método de producción”.

Conexión con la actitud hacia la política

Engels también muestra la conexión entre el enfoque anarquista sobre el rol del Estado y la
negativa a participar en política:

“Pero además, como para Bakunin el Estado es el mal principal, no debe hacerse nada que
pueda mantener la existencia del Estado en ninguna forma, ya sea república, monarquía u otra
cualquiera. De aquí proviene la completa abstención de toda política. Llevar a cabo una
acción política, y especialmente participar en elecciones sería una traición a los principios. Lo
que debe hacerse es propaganda, denigrar al Estado, organizar y una vez que todos los
obreros hayan sido ganados, es decir, una vez que se tenga la mayoría, destituir a las
autoridades, abolir el Estado y reemplazarlo por la organización de la Internacional. Este gran
acto con el que empieza el reino del milenio se llama liquidación social”. Luego de señalar
que esa receta sencilla se había difundido rápidamente en España e Italia, Engels plantea que,
sin embargo, “la gran mayoría de los obreros nunca se dejará persuadir de que los asuntos
públicos de su país no son también sus propios asuntos; son por naturaleza políticos...
Predicar que los obreros deben abstenerse de la política en todas las circunstancias es
arrojarlos en los brazos de los curas y los republicanos burgueses” (Marx y Engels,
Correspondencia, pp. 263-4, Buenos Aires, Cartago, 1973).

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Rolando Astarita Marxismo y anarquismo sobre el Estado y la explotación

Amin sobre Estado y explotación en el modo de producción tributario

En el citado debate también hice referencia a que en otros modos de producción la


explotación ocurría directamente por medio del Estado. Un ejemplo fue el llamado modo de
producción asiático: la propiedad de la tierra era común, pero la burocracia gobernante se
apropiaba del plusproducto generado por la masa de trabajadores. Otro caso de explotación
sobre la base de propiedad estatal fueron los regímenes burocráticos no capitalistas del tipo
soviético stalinista (para una discusión véase aquí).

En este respecto, hice mención de lo que Samir Amin llamó modo de producción tributario,
que comprendería al modo de producción asiático y otros con rasgos parecidos. Según Amin,
la raíz histórica del modo tributario se encuentra en comunidades primitivas caracterizadas
por la organización del trabajo en parte sobre una base individual (la pequeña familia), en
parte sobre bases colectivas (la gran familia, el clan, la aldea), y en las cuales el medio de
trabajo esencial, la tierra, era propiedad colectiva del clan. Por lo tanto la tierra era de uso
libre, pero a partir de reglas precisas (utilización de parcelas distribuidas a las familias,
ausencia de intercambios mercantiles). En cuanto a la distribución del producto dentro de la
colectividad, se realizaba según reglas relacionadas con la organización por parentesco (pp. 9
– 10 El desarrollo desigual, Barcelona, 1986). El modo de producción tributario habría
surgido de esos modos de producción más primitivos:

“El modo que sucede a la formación primitiva, por lo común, es el modo de producción
tributario. Se caracteriza contradictoriamente: permanencia de la comunidad / negación de la
comunidad por el Estado. Se caracteriza también, por esto mismo, por la confusión entre la
clase superior que se apropia el excedente y la clase dominante política. Esto impide reducir
las relaciones de producción a relaciones jurídicas de propiedad…” (p. 11). Señala que este
modo de producción tributario, “algunas veces llamado impropiamente asiático”, existió en
Asia (China, India, Indochina, Mesopotamia, Oriente clásico); África (Egipto y África
negra); Europa (sociedades preclásicas, Creta y Etruria); y en América (incas y aztecas).
También escribe: “El modo de producción tributario se caracteriza por la división de la
sociedad en dos clases esenciales: el campesinado, organizado en comunidades, y la clase
dirigente, que monopoliza las funciones de organización política de la sociedad y percibe un
tributo -no mercantil- de las comunidades rurales” (p. 10).

Puede entonces advertirse en estos casos un rol directo del Estado en la extracción del
excedente, a diferencia de lo que ocurre en el capitalismo.

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