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Martes 6 de septiembre, cartel del Nuevo MAS en una Universidad del conurbano
bonaerense: “A los fachos se los combate en las calles. También al ajuste de Massa”. El
mensaje de fondo: hubo un atentado de tipo fascista (de “alcance histórico”) contra CFK. Es
urgente “responder al fascismo en la calle”. De ahí la participación del N. MAS en el acto
convocado por el Gobierno el 2 de septiembre.
Como ya señalé en la nota anterior (aquí), estamos ante un grosero error de análisis y
político, ya que ningún sector significativo de la clase dominante tiene como objetivo, en un
futuro más o menos inmediato, establecer un régimen fascista en Argentina. A fin de brindar
elementos para el análisis, repasemos un momento qué significó históricamente el fascismo.
Entre abril y mayo de 1922 el número de afiliados del Partido Nacional Fascista aumentó de
220.200 a 322.300 y sus seccionales de 1381 a 2124. También organizó sus sindicatos, que
contaban con 500.000 afiliados. Decenas de miles de trabajadores agrícolas fueron obligados
a adherir al partido “como único modo de conseguir trabajo en las zonas agrarias devastadas
por la violencia contrarrevolucionaria. El fascismo tenía el viento en popa y a partir de allí
comenzó a plantearse la conquista del poder” (p. 609).
En mayo de 1922 el fascismo lanzó una ofensiva en Ferrara y Boloña “para terminar con la
resistencia obrera en la región e imponer la contratación de rompehuelgas”. Incluso
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Rolando Astarita La tesis “fascismo en ascenso en Argentina”
incursionó en Roma en medio de una huelga general proclamada por la Alianza del Trabajo,
y se enfrentó con los Comités de defensa proletaria y las formaciones comunistas. Para ese
entonces el PNF había logrado imponerse en las zonas agrícolas, pero no todavía en las
grandes regiones industriales, Turín, Milán, Génova, ni en Roma. En esas ciudades la
resistencia obrera a las camisas negras todavía era fuerte.
La ofensiva fascista en los centros industriales fue a la par de la ofensiva patronal. Entre junio
y julio de 1922 hubo luchas obreras –con centro en los metalúrgicos- en resistencia al intento
patronal de bajar salarios y atacar el principio mismo del convenio colectivo. Esta resistencia
finalmente fue vencida, y la ofensiva fascista alcanzó nuevos picos en julio, cuando logró
cercar a las principales ciudades industriales. “Se trataba de operaciones militares en gran
estilo, con un vasto despliegue de hombres y escuadras, en un ambiente de guerra civil. En
todas partes las autoridades del Estado favorecían el éxito de estas operaciones…
proporcionando a los fascistas el material o cobertura necesarios, o incluso interviniendo en
apoyo de sus movilizaciones. Estas operaciones, a diferencia de los meses anteriores,
chocaron sin embargo (especialmente en el Norte) con una fuerte resistencia popular” (p.
610; énfasis nuestro). El reformismo sindical, sin embargo, prácticamente no ofreció
resistencia. En ese momento “las masas estaban claramente en retirada, tratando por todos los
medios de detener la ofensiva burguesa” (ibid.).
“… desde hacía 18 meses el proletariado había sufrido derrota tras derrota. No solo en el
terreno de las luchas sindicales, sino también en el terreno del enfrentamiento armado con el
fascismo, el que destruía sistemáticamente sus organizaciones de masas (sindicatos, ligas
agrarias, Camere del Lavoro), asesinaba o desterraba sus dirigentes, expulsaba de las
municipalidades a sus representantes políticos, destruía sus sedes partidarias y sus órganos de
prensa y gozaba de una impunidad casi total con la complicidad y el apoyo de los órganos
estatales” (pp. 614-5). También: “Se calcula que de 1917 a 1922 los fascistas, la Guardia
Reggia, los militares y carabineros mataron cerca de 6000 proletarios y los heridos fueron
decenas de miles. De los 6000 asesinatos la mitad fueron víctimas de los fascistas y la otra
mitad lo fueron por la represión estatal. En1920 la fuerza pública sola mató a 2500
antifascistas, mientras que en 1921 fueron atribuidos al fascismo 2000 muertes y 40.000
heridos” (p. 511).
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Rolando Astarita La tesis “fascismo en ascenso en Argentina”
independientes, destruir todas las bases de apoyo del proletariado y aniquilar los resultados de
tres cuartos de siglo de trabajo de la socialdemocracia y los sindicatos” (p. 89).
En Argentina
No hay forma de sostener que en Argentina estamos ante un ascenso del fascismo. Ni siquiera
se puede decir que los grupos fachos o nazis tengan la fuerza que tienen en EEUU o
Alemania (y los regímenes en estos países no son fascistas, o nazis). Los gobiernos que se
sucedieron en Argentina desde 1983 no fueron fascistas. El Pro o Cambiemos no son
fascistas. Más del 90% del electorado vota partidos enemigos del socialismo, pero que no son
fascistas. Tampoco es indicio de ascenso del fascismo el hecho de que el Gobierno recorte los
planes sociales, o que la oposición burguesa los cuestione. Este tipo de medidas son propias
en cualquier democracia capitalista (que no deja de ser una dictadura de clase). Menos
todavía se puede sostener que los juicios en los que CFK está acusada de corrupción sean
acciones fascistas. No estamos ante Georgi Dimitrov enfrentando al tribunal nazi por el
incendio del Reichstag. Es necesario parar con los disparates.
Por otra parte, los grupos nazis y fascistas son más bien limitados. Hace años hubo, en la
ciudad de Buenos Aires, varios enfrentamientos entre skinheads y anarco-punks, pero fueron
marginales. No puede hablarse de una exacerbación de la lucha de clases que dé lugar a una
respuesta fascista en ascenso. Los neonazis no están avanzando en el control de las calles en
Argentina. Tampoco están atacando militarmente a las organizaciones obreras, populares o de
izquierda. El régimen represivo imperante está dentro del promedio de una democracia
burguesa de un país subdesarrollado, bajo dominio normal de la burguesía. Entre esto que
tenemos y el fascismo (o el nazismo) hay una distancia que no se puede desconocer. En los
análisis hay que tener un cierto sentido de las proporciones (por eso de la ley dialéctica de la
cantidad y cualidad). Sostener que uno de los principales problemas que enfrentan hoy la
clase obrera y las organizaciones de izquierda es el fascismo en ascenso, es desorientador.
Por supuesto, sirve para justificar, con palabrerío izquierdista, la participación del Nuevo
MAS en el acto de apoyo al Gobierno (¿algo así como ‘con el acto le ganamos las calles a los
fascistas’?). Y también le sienta al K izquierdismo (Macri y compañía vestidos con trajes
nazis) para presentar al ajuste de Massa como “el mal menor” y digno de apoyo (crítico, pero
apoyo). Pero estos son relatos sin fundamento empírico, teórico o histórico.
Insistimos: una caracterización correcta del régimen político y de las fuerzas enfrentadas es lo
básico para la lucha por la independencia de clase. Y la tesis “en Argentina el fascismo se ha
convertido en una amenaza de primer nivel y urgente” no ayuda a eso.