El fuego en la Fortaleza fue por fin controlado y se halló un
cadáver completamente calcinado dentro de la habitación
de la reina del norte. Pero esta sería solo la única buena noticia que recibiría Adonis durante el día, ya que todo lo demás, incluido su arribo, se había convirtiendo en una cadena de fallas y errores que no estaba dispuesto a tolerar. En medio de una intensa ira, le ordenó a Veneno reunir a todos sus hombres, incluidos Los de negro, en el patio trasero de la mansión para hablarles un poco. Veneno y Kellen se ubicaron a su lado y en silencio, antes de que comenzara a exponer su descontento. —Ustedes dos —les dijo Adonis sin mirarlos—. Ubíquense al frente con todos los demás. —¿Con qué fin, señor? —preguntó Veneno. —¡Solo háganlo! —ordenó con tono fuerte. Kellen y Veneno obedecieron a regañadientes y se ubicaron junto al resto de sus hombres. Adonis prosiguió, señalando a Espía y al Viejo, dos de los hombres de la decena de Veneno—. Tú y tambien tú —les dijo—. Tráiganme una motocicleta y un galón con gasolina. Me imagino que en esta maldita casa sobran esas cosas. —Entendido —respondió Espía, y salió con el viejo a cumplir la orden impartida. —Me tomaré un breve momento para darles una pequeña charla sobre historia —continuó Adonis luego de ver a los dos hombres partir—. Voy a hablarles exactamente sobre el decimatio romano. Imagino que algunos han oído algo sobre ello. —¿Decimatio romano? —preguntó Kellen. —En efecto, Kellen —asintió Adonis—. Es la historia de un hombre que tuvo una buena idea para aumentar la moral y valentía en sus tropas. Me extraña que mi hermana no te la haya contado, a ella le encantaba hablar sobre cosas referentes a las tácticas de guerra. —Conmigo jamás hablaba de esas cosas, jefe — refunfuñó Kellen—.Ella y yo no teníamos muy buena relación y siempre puso al inútil de Nusko por encima de mí. —Entonces no te preocupes —sonrió—. Yo te la contaré enseguida. —Señor Adonis —intervino Veneno. Conocía muy bien a lo que se refería su jefe cuando hablaba del decimatio—. No creo que haya necesidad de hacer esto. Un acto así puede traernos consecuencias más graves. —¿Acaso tienes miedo de salir elegido? —Le preguntó Adonis—. No te preocupes, hombre. Siempre has sido un hombre que se ha ufanado de su buena suerte —Veneno guardó silencio y giró su cabeza—. El decimatio… — continuó Adonis—. Fue una estrategia utilizada durante mucho tiempo por los romanos, y con ella, pretendían hacerle entender a sus tropas que no había espacio para los errores. Uno de los ejemplos más claros fue el impartido por el comandante Marco Licinio Craso, quien, cansado de las derrotas sufridas por sus soldados a manos de un rebelde llamado Espartaco, decidió retomar el decimatio como método de castigo y única arma contra la cobardía —Adonis comenzó a caminar rodeando a todos sus hombres—. En este caso, como los que hay aquí pertenecen a dos decenas, tendremos que hacer también dos elecciones. —¿Elecciones para que, jefe? —preguntó Kellen. No se caracterizaba por un gran nivel intelectual, por lo que seguía sin entender nada de lo que hablaba Adonis. —Elige a uno de tus hombres, Kellen —Ordenó Adonis —. Y tú, John, elige también a otro de los tuyos. —Por favor, señor —replicó Veneno—. Le pido de nuevo que no me obligue a hacer esto. —¡Eliges a uno o tendrás que afrontarlo tú! —lo amenazó. Kellen no tardó en escoger inocentemente a uno de sus hombres para lo que creía, era una tarea o misión por cumplir. Veneno, por su parte, tardó un poco más, pero al mirar a sus dirigidos que asentían negativamente solicitando no ser elegidos, optó por elegir a El viejo; uno de los dos hombres que habían salido a traer los elementos pedidos por Adonis. Solo faltaba esperar un poco a que El viejo llegara para comenzar con el juego. La motocicleta y galón con gasolina aparecieron, y con ellos, los dos hombres que habían ido a buscarlas. Cuando esto ocurrió, Adonis dio una señal y los dos escogidos fueron aprisionados por varios de los presentes. El viejo no sabía lo que ocurría, y el elegido de la decena de Kellen comenzaba a asustarse y a gritar suplicando misericordia. —¡Amárrenlos en las columnas! —ordenó Adonis tomando el galón con gasolina—. Y tú —señaló a Jenner, uno de los dirigidos por Kellen—. Toma la motocicleta y enciéndela. Ya sabes lo que tienes que hacer. —Sí, señor —respondió Jenner dirigiéndose sin vacilar hasta el vehículo. Los dos hombres fueron amarrados en las columnas, mientras Veneno observaba confundido y con su cabeza medio agachada. Kellen alzó su voz para sentar su protesta. —¿Qué piensa hacer con ellos, jefe? —Preguntó confuso—. ¡Usted nunca me dijo que se trataba de matarlos! —Deberías estudiar un poco más —respondió Adonis con indiferencia—. Yo no puedo andar por la vida explicándote todo con plastilina. Mejor ponte cómodo, observa y aprende —miró de reojo a Veneno—. Porque esto lo haré con los líderes de decena la próxima vez que me decepcionen. Los hombres gritaron sin cesar al darse cuenta del destino que se había sentenciado para ellos, mientras sus compañeros observaban impotentes, y algunos de ellos, con sentimientos encontrados que afloraban desde su interior. —El decimatio se ejecutaba antes con palos y piedras — expuso Adonis mientras derramaba gasolina en el cuerpo del viejo—. Eso le ayudó a Marco Licinio Craso a ganar su guerra contra el rebelde Espartaco —terminó de bañar al viejo e hizo un sendero corto con gasolina, después arrojó el galón al suelo—. Yo lo haré con una motocicleta y con fuego, los instrumentos que permitieron el escape de la única persona que me importa tener aquí. —Por favor, señor —suplicó Veneno mientras observaba a su hombre—. Le pido que no haga esto. Perdone nuestra negligencia. —Las llamas son las que al final de todo consumen el pecado, las debilidades y la negligencia de la que hablas, John —sacó un encendedor y le abrió fuego—. Y el infierno es el más claro ejemplo de ello. Adonis acercó el encendedor al suelo y el sendero trazado en gasolina se encendió. El fuego se dirigió rápidamente hacia el cuerpo del viejo, quien no dejó de gritar un solo instante, mientras su piel ardía y era completamente consumido por las llamas; los chillidos se escucharon fuerte e inundaron la atmosfera de un ruido ensordecedor. Después de esto, Adonis le dio la orden a Jenner y este aceleró su motocicleta contra la humanidad del elegido por Kellen. Una y otra vez, estrelló el vehículo contra su cuerpo hasta que lo destrozó por dentro y el hombre dio su último suspiro. Las dos víctimas del decimatio murieron casi en el mismo instante, causando un profundo golpe de emociones en quienes presenciaron el horrible acto. —¡Es preciso que esto que acaban de presenciar sea una enseñanza para todos ustedes! —sentenció Adonis a todos—. Y ojalá no me obliguen a hacerlo de nuevo — luego se acercó a Veneno—. Los castigos son necesarios para corregirnos, John —puso una mano en su hombro—. Al final de todo, esto nos ayuda a perfeccionarnos. —¿Que sigue ahora, señor? —preguntó Veneno mirando con tristeza el cuerpo calcinado del viejo. —Llama a los forenses para que certifiquen la muerte de mi hermana con las cenizas que quedaron de ella. Luego comunícate con los fieles que haya en los suburbios del sur y ponle precio a la cabeza de todos los Santos, incluidos sus allegados. —Ponerle precio a la cabeza de los Santos y a sus familiares sería como iniciar una guerra desbocada en la ciudad —Veneno lo observó fijo—. Pienso que sería más grave la solución que el problema. —Al enemigo hay que cerrarle las salidas, John. No hay necesidad de ir tras la presa cuando puedes hacer que ella venga hasta ti —Adonis sonrió—. Ya mis hermanos no están, así que ignora las reglas que nos han regido siempre y dales libertad a tus hombres para actuar de la manera que deseen —sentenció—. Hay que hacerle conocer al tonto de Santo el riesgo que corren todos los suyos al estar a su lado. Y eso solo se logra trayendo muerte a su entorno.