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FACULTAD DE JURISPRUDENCIA

CARRERA DE DERECHO

Dr. MARIO AGUILAR


NOMBRE:
 Diego Reinoso

SEMESTRE:
 Noveno “A”

FECHA:
 22 de febrero. de 2021
COMO AFECTO EL CORONA VIRUS AL ECUADOR EN LA PARTE
ECONOMICA Y POLITICA

INTRODUCION

Al 8 de abril, los casos de Covid-19 confirmados en Ecuador ascendían a 4.450 y las


muertes, a 242. La primera persona detectada positiva fue una mujer de 70 años, el 29 de
febrero pasado. El 26 de marzo, un bebé de siete meses falleció en la provincia de
Sucumbíos y se transformó en la víctima mas joven registrada.

Guayaquil es la región más afectada, con 1.520 casos positivos detectados (al 4 de abril),
y se transformó en el caso más mediático. Centenas de pacientes están hospitalizados con
cuadros graves y el personal médico ya está muy afectado por contaminaciones durante
su trabajo por la falta de insumos de protección. El gobierno aseguró haber realizado unos
9.000 test entre el 29 de marzo y el 1º de abril. Aunque en el plano estadístico la tasa de
mortalidad del virus es menor para mujeres que para hombres, ellas padecen en mayor
medida el bloqueo económico y el encierro, a lo que se suma la violencia doméstica.

Panamá y Chile presentan más casos que Ecuador en proporción a su población. Pero la
tasa de mortalidad y las deficiencias sanitarias y estadísticas dejan ver un escenario más
problemático en Ecuador que en Chile, donde la mortalidad es más baja y el número de
recuperados aumenta más rápido que la curva de los nuevos infectados. En países que no
fabrican sus propios test y donde las cifras serán potencialmente más manipuladas, solo
el número de muertes proporciona información seria sobre la evolución de la epidemia.
DESARROLLO
En el caso ecuatoriano, como en otros de la región, el confinamiento sumergió en la crisis
a muchos hogares que no pueden a la vez respetar las medidas de seguridad y comer cada
día. Esto provocó escenas de violencia social, como las registradas en el mercado San
Roque, ubicado en una zona popular de Quito, donde los productos y el material de
pequeños comerciantes informales fueron destruidos con maquinarias pesadas por parte
de la Alcaldía de Quito. En internet se difundieron varias grabaciones de abusos militares
y policiales durante operativos para hacer respetar las restricciones del estado de
emergencia. En la noche del 4 abril, un joven de 19 años se ahogó en un río de la provincia
de Los Ríos mientras intentaba huir de un control de la policía por haberse pasado la hora
del toque de queda.

En algunas partes del oriente amazónico, pueblos lejanos reportan ya dificultades de


abastecimiento de ciertos productos, mientras comunidades indígenas sufren varios
cataclismos simultáneos debido a las fuertes lluvias que han destruido casas, puentes y
vías de acceso a sus territorios. Muchas se han autoaislado frente al temor de ser
contaminadas y potencialmente muy afectadas por las distancias a los servicios de salud
en caso de contaminación. La temporada húmeda está sumando dificultades adicionales
a los problemas sanitarios y socioeconómicos.

La economía ecuatoriana recibió una serie de fuertes golpes externos desde 2015 y estaba
todavía padeciendo las consecuencias del paro nacional y del movimiento de protesta de
octubre pasado que permitió evitar el alza súbita de más de 100% en los precios de los
hidrocarburos. Con la crisis global del coronavirus, cayeron los precios del petróleo
ecuatoriano a 15 dólares, un comodity del cual el país depende, y a lo que deben sumarse
los problema de una economía dolarizada (es decir, que no puede devaluar y que está
obligado a obtener la moneda estadounidense mediante exportaciones). Pero ahora los
ecuatorianos ven erosionado, además, el sistema de protección social paralelo que
representan las remesas de los emigrados. Los migrantes ecuatorianos en el mundo,
principalmente en Estados Unidos, España y Italia, deben hacer frente a sus propias
emergencias.

También el panorama interno se viene deteriorando. Las industrias florícolas y


camaroneras, caracterizadas por su nivel de explotación de la mano de obra y de
contaminación del ambiente, y al mismo tiempo por ser importantes fuentes de empleo
del país, han despedido a centenas de personas, a veces de un día al otro. Hasta la minería
a cielo abierto ha suspendido sus operaciones, mientras el Banco Central está cambiando
oro por facilidades de liquidez. Entretanto, renunciaron el ministro del Trabajo Andrés
Madero, tras su test positivo de coronavirus, y la ministra de la Salud, Catalina
Andramuño, por sus desacuerdos sobre el presupuesto con el gobierno.

Adicionalmente, la deuda externa, heredada de la década correísta e incrementada por el


gobierno de Moreno, se ha vuelto particularmente «odiosa». Esto puede resultar aún más
morboso que los cuerpos expuestos en las aceras de Guayaquil y sus
instrumentalizaciones políticas en las redes. Hace unos días, Ecuador pagó 324 millones
de dólares de su deuda externa. Esto corresponde aproximadamente a la cantidad de oro
vendida al mismo tiempo por el Banco Central para hacerse de liquidez. En parte, con
esta decisión de pagar, el gobierno estaría buscando evitar el default, renegociar pasivos
pendientes y asegurarse más financiamiento o ayuda en el futuro. Es lo que hizo Rafael
Correa en julio de 2016, cuando acordó firmar un cheque de 112 millones de dólares a la
compañía petrolera estadounidense Chevron, en medio de la recesión económica causada
por el terremoto de abril de ese año, para poder obtener recursos del Fondo Monetario
Internacional (FMI). De lo contrario, pagar una deuda de este tipo, cuando el país solo
está al comienzo de la crisis sanitaria y económica, sería económicamente criminal. Por
una vez, la casi totalidad del espectro político parece estar de acuerdo en la necesidad de
renegociar los pagos de la deuda externa y sus intereses.

La fuerza de la epidemia en Guayaquil, la ciudad más grande del Ecuador (2,3 millones
de habitantes) y la más afectada por el virus (70% de los decesos), es real en comparación
con el resto del país. Muchas imágenes que circularon en las redes sociales y medios de
comunicación demuestran el impacto trágico del colapso del sistema funerario. No
obstante, son necesarias algunas explicaciones para no añadir pánico al horror. Hay
mucha información de tipo sensacionalista sobre los «cuerpos abandonados en las calles».

Algunos medios de comunicación, así como cuentas en redes sociales de grupos políticos
bastante identificados, dejan entender que está muriendo tanta gente que el sistema
médico y funerario estaría colapsado, a punto tal que se «abandonan» cadáveres en las
aceras de esa ciudad húmeda y calurosa. Eso es falso: según la revista Plan V, entre otras
fuentes, las funerarias de Guayaquil han dejado de funcionar en el momento en que
empezó a aumentar la cantidad de fallecimientos, lo que hizo colapsar el sistema. El
portavoz oficial Jorge Wated explica que la alerta de pandemia «complicó el
funcionamiento del sistema mortuorio de la ciudad», lo cual «es entendible cuando existe
un incremento de fallecidos, una limitación de personas para poder trabajar en todos los
sectores».
En realidad, no se trató tanto del aumento del número de muertes por coronavirus,
superior solo en 10 o 15 decesos diarios por encima del promedio habitual, lo que provocó
que empezaran a aparecer cuerpos en la calle. Por el hecho de no tener el material
adecuado para protegerse, muchos trabajadores decidieron limitar sus actividades o
suspenderlas en algunos servicios indispensables, como las funerarias comerciales. Por
ese motivo, los familiares debieron esperar unos tres días en promedio para que los
servicios se llevaran a los difuntos de sus casas; no obstante, la distancia en fallecimientos
con países como España, Italia y Estados Unidos es aún enorme. Y ante la demora de los
servicios funerarios o por miedo a ser contaminados, algunos habitantes de Guayaquil
están dejando los cuerpos en la calle, lo que aleja un poco el riesgo de contagio y atrae,
con éxito, la atención de las autoridades por la vía de los medios de comunicación, tanto
nacionales como internacionales.

La ministra del Interior María Paola Romo afirmó el 30 de marzo que Guayaquil y otras
regiones habían manejado picos de mortalidad todavía comparables a otros momentos
(dengue, terremoto, etc.), pero que para evitar el contagio de los trabajadores funerarios
y manejar el alza de la mortalidad por venir, los trabajos funerarios serían asumidos por
el Estado. El gobierno lanzó entonces un programa de emergencia para el entierro de los
fallecidos. Luego de haber pedido un terreno a la ciudad de Guayaquil para una eventual
«fosa común», el gobierno aseguró más tarde que todos tendrán un entierro digno en un
«campo santo».

Este tipo de problemas vinculados a la calidad de la información, que todos los países
enfrentan a su manera, aparece agudizado en Ecuador por las disputas políticas, que
recientemente incluyeron una condena judicial a Correa por parte de la Corte Suprema.
La forma en que se aborda la cuestión de la aparición de cadáveres en la calle anuncia
tanto el ritmo como el tono político del colapso general hacia el que se dirige el país si
las medidas tomadas por el gobierno no se aceleran, y si no mejora sustancialmente la
situación para que los trabajadores esenciales puedan realizar sus tareas de manera
efectiva. De hecho, esto no es muy diferente de la situación en Italia, especialmente en la
rica provincia de Lombardía, donde a principios de marzo los difuntos quedaban durante
días en apartamentos urbanos antes de ser retirados.

En Italia, el gobierno tardó al menos dos semanas, desde las primeras alertas, en confiar
la gestión del sistema funerario nacional al Eejército cuando ya había más de 3.000
muertes oficiales. Desde Quito, el gobierno reaccionó tan pronto como llegaron las
alarmas, mientras que el país contaba entonces menos de cien muertes por el Covid-19.
Pero en Ecuador, este tipo de imágenes, que juega a favor de los opositores políticos del
gobierno y ha afectado la imagen del presidente Lenín Moreno, podría tener efectos
anímicos y políticos devastadores en el resto del país.
No obstante, afirmar que existen flujos intensos de falsas noticias irresponsables para
desestabilizar al gobierno no impide afirmar que son muchas las contradicciones entre las
fuentes disponibles de información. El registro de defunciones de la provincia de Guayas,
obtenido por Plan V por ejemplo, da una otra impresión del nivel de emergencia. Más allá
del «desfase» entre las funerarias privadas y el lanzamiento del programa del Comité de
Operación de Emergencia (COE), es posible que la situación sea muchísimo peor que lo
que reflejan las cifras oficiales. No lo descarta el propio gobierno, mientras desmiente la
cifra de 700 muertos que circula en las redes sociales.Y no es menos cierto que en muchos
países se están habilitando morgues improvisadas de emergencia. Ecuador está mal, pero
los ecuatorianos tienen a su vez mucho que enseñar a otros pueblos en términos de
catástrofes naturales.

El tema de la corrupción vuelve a aparecer en esta emergencia: ya salió a la luz un


supuesto delito de sobrefacturación en el Instituto Nacional de Seguridad Social, sobre
una compra de máscaras a 12 dólares la unidad. Al mismo tiempo, sigue el proceso
judicial en contra del ex-presidente Correa, el ex-vicepresidente Jorge Glas (preso por
otro caso) y sus principales colaboradores, cuyo gobierno entre 2007 y 2017 quedó
profundamente manchado por hechos de corrupción.
Correa, por ejemplo, propuso en Twitter que las instalaciones de la Refinería del Pacifico
fueran un posible lugar para montar un hospital de emergencia sobre el inmenso terreno
plano que costó más de 1.200 millones al Estado desde la inauguración de la obra, con
Hugo Chávez en 2007. Y en general parece no tener nada más útil que hacer para su país
que intentar liberar a Glas, retuitear los mensajes del papa y difundir desde las redes
sociales un flujo continuo de noticias de muy baja calidad con el objetivo de desestabilizar
el gobierno de Moreno, su vicepresidente entre 2007 y 2013. Hace por ejemplo circular,
con su ex-ministro Guillaume Long, un artículo en inglés que transcribe el discurso de la
muy derechista alcalde de Guayaquil, Cynthia Viteri, justamente acusada de ser la
principal responsable del mal manejo de la situación en Guayaquil, además de impedir de
forma irregular, el 18 de marzo pasado, el aterrizaje de dos aviones que intentaban recoger
extranjeros que deseaban regresar a su país de origen.

Addendum al 10 de mayo

Desde que se publicó la versión original de este artículo la información fue dando cuenta
de la gravedad de la situación y las cifras originales de muertos fueron incrementándose.
Por un lado, según los registros de decesos presentados por el presidente del Directorio
del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), Jorge Wated, habrían muerto 6.800
personas por encima del promedio normal entre mediados de marzo y mediados de abril
solo en la la provincia de Guayas. Por otro lado, el Ministerio de la Salud registraba al 16
de abril menos de 200 decesos por Covid-19 al escala nacional, comprobados según los
criterios de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Como esta obliga a publicar
únicamente cifras obtenidas con test válidos, los números oficiales de muertes por Covid-
19 evolucionan totalmente al margen de lo que revelan los registros de decesos,
igualmente «oficiales». «No es que los números no coincidan. Las cifras nos dan
información diferente», dijo la ministra del Interior, María Paola Romo.

A escala nacional, el gobierno registró al 8 de mayo 2020, sobre un total de 82.312


pruebas, 28.818 casos y 1.704 decesos comprobados por Covid-19 desde el paciente 1,
detectado en marzo. Mientras trata de multiplicar los testeos, asegura que las urgencias
hospitalarias así como la actividad funeraria (coordinada por el Estado) habrían
disminuido, pero los problemas de contabilización siguen alimentando las críticas.
Ecuador, ya antes del coronavirus, enfrentaba una coyuntura económica llena de
urgencias fiscales y con un ambiente internacional muy difícil, que estrangulaba las
cuentas externas. El ambiente social, exacerbado por un manejo económico recesivo y
una gestión gubernamental caracterizada por la improvisación, también se estaba
cargando de frustraciones y protestas, como las vividas en octubre pasado

El estancamiento de la producción y la demanda interna data del año 2015. Sin embargo,
no todo tiene un origen coyuntural, ni internacional, por cierto. En el país tales urgencias
expresan una crisis económica estructural, profunda y de larga duración. Una crisis en
donde se combinan la creciente dependencia extractivista y el consiguiente peso de una
matriz productiva primario exportadora; los elevados niveles de concentración de
mercados, finanzas y riqueza; el aumento del desempleo y la pobreza (con mayor énfasis
en las zonas rurales y campesinas); el sostenimiento de la liquidez interna (en especial del
sector fiscal) vía endeudamiento externo agresivo; la carencia de una moneda propia que
impide disponer de una herramienta dinámica como la política monetaria y cambiaria; y,
por supuesto, la falta de una política económica coherente e integral.
Esa crisis en las actuales circunstancias se vuelve cada vez más grave.
Con la abrupta caída del precio del petróleo se han diluido prácticamente los ingresos
petroleros presupuestados para el año; un asunto aún más complejo si se toma en cuenta
que en varios campos los costos de extracción superan ampliamente el precio del crudo
en el mercado internacional; a lo que se suma la ruptura de los dos oleoductos por un
deslave en las estribaciones amazónicas de los
Andes. Esta economía dolarizada sufre, además, los efectos de la apreciación del dólar,
con el consiguiente encarecimiento de las exportaciones ecuatorianas.
Para colmo, la coyuntura internacional coincide con un momento en el que al país,
agobiado por los problemas mencionados, se le ha vuelto extremadamente costosa la
colocación de más deuda externa, con un índice de riesgo país que se ha disparado. Esto
cierra la llave del endeudamiento agresivo e irresponsable que empezó a sostener la
economía desde 2014.
El momento es en extremo complejo.
Las lógicas aperturistas se han profundizado aún más con la suscripción de un tratado de
libre comercio con la Unión Europea (UE) en 2016, que consolida la característica de
economía primario exportadora causante de muchas de las dificultades enunciadas. Las
medidas recesivas que el gobierno ecuatoriano impone, en especial desde 2019, por la
presión del acuerdo firmado con el Fondo

Monetario Internacional (FMI) la crisis. Una cuestión aún más perversa puesto que dicho
acuerdo también hace aguas porque el propio FMI retrasó —cuando la pandemia ya era
una realidad— desembolsos originalmente programados para marzo de 2020. Y de paso
es evidente que, si el grueso del financiamiento de las inversiones y programas de salud
dependen de ingresos extractivistas, como los petroleros, la caída de dichos ingresos
complica aún más la situación sanitaria.

Análisis económico
Diego García Vélez, integrante del Grupo de Investigación en Economía Urbana y
Regional y del Observatorio Regional de la UTPL, indica que ante la situación que
atraviesa el país, producto de la pandemia se ha emprendido el proyecto “Propuestas de
reactivación económica ante el COVID-19 en Ecuador” para aportar a la discusión
nacional sobre las perspectivas económicas y los impactos sociales y económicos de la
emergencia, así como a la toma de decisiones en política pública.

En este caso, se presenta un primer informe relacionado con los efectos que
potencialmente podría tener el COVID-19 en la pobreza. En la investigación se
construyeron escenarios de las cifras de pobreza a partir de los resultados de la Encuesta
Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (Enemdu) publicada en diciembre de 2019
con base en supuestos y estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y
el Caribe (Cepal). Este insumo considera que la línea de pobreza, valor monetario de una
canasta básica de bienes y servicios para una persona para un período determinado, se
mantiene en USD 84,82 para la pobreza y en USD 47,80 para la pobreza extrema.
La contracción de la economía y la suspensión de actividades afecta a una gran parte de
la población que verá disminuidos (o no recibirán) sus ingresos, lo que a su vez ocasionará
que estas personas (y sus hogares) se mantengan o formen parte de la población en
situación de pobreza, generando la expansión de las condiciones de desigualdad en el
país.
Actualmente el porcentaje de pobreza en el Ecuador es del 25% y según el estudio
realizado por los expertos de la UTPL determina podría incrementarse hasta el 27% o
29%; si los ingresos de los hogares disminuyen en un 5% o 10%, respectivamente, debido
a la crisis económica provocada por la pandemia. Aun así, se considera que realizar una
estimación precisa sobre el impacto social y económico de la pandemia es complejo,
debido a que se desconoce su tiempo de duración.

Escenarios de análisis

Para el estudio se definió seis escenarios de análisis:

Escenario 1:
Si la suspensión de actividades, como producto del confinamiento y otras medidas
tomadas para frenar el avance de la pandemia, ocasiona que los ingresos totales de los
hogares se vean disminuidos en un 5%, la tasa de pobreza pasaría de 25% a 27,2%;
mientras que la tasa de extrema pobreza aumentaría de 8,9% a 10,4%.

Escenario 2:
Considerando los factores del escenario 1, si los hogares dejaran de percibir un 10% de
sus ingresos totales, la tasa de pobreza en Ecuador se incrementaría en cuatro puntos
porcentuales (al pasar de 25% a 29,2%); mientras que la tasa de extrema pobreza
aumentaría en dos puntos porcentuales (de 8,9% a 11,1%).

Escenario 3:
Si se considera una disminución de los ingresos del hogar en un 5%, es probable que
323.962 personas (que conforman 87.557 hogares) que no eran pobres se sumen a
personas consideradas pobres por ingresos monetarios.

Escenario 4:
Si se supone una disminución de los ingresos laborales del hogar en un 10%, es probable
que el total de hogares pobres del país pase de 1 174 279 a 1 336 696, es decir, un
incremento de 162 416, equivalente al 13%.

Escenario 5:
En este punto se consideró a la población que se encuentre en la condición del “escenario
3”, es decir, que tengan una disminución de un 5% en sus ingresos laborales; pero que
sean o puedan ser beneficiarios del Bono de Protección Familiar (BPF) de USD 60,00
mensuales. Para este escenario se encuentra que la tasa de pobreza continúa igual que en
la situación inicial, esto es, se mantiene en un 25%.

Escenario 6:
Se considera a la población que se encuentre en la condición del “escenario 4”, es decir,
que tengan una disminución de un 10% en sus ingresos laborales, pero que sean o puedan
ser beneficiarios del BPF de USD 60,00 mensuales. Para este escenario se proyecta que
la tasa de pobreza se incrementaría respecto a la situación inicial, pasando de 25% a
27,3%.

Conclusiones del estudio


Diego García señala que ante una acelerada caída del consumo por parte de las familias,
habrá un impacto en sectores como transporte, preparación de alimentos y bebidas,
hospedaje y servicios de entretenimiento, entre otros. Sin embargo, una de las
repercusiones que a corto plazo se podrá apreciar es la pérdidas de empleos en el sector
formal y la disminución de los ingresos, sobre todo, en el sector informal.

En este contexto, considera que los objetivos de política fiscal establecidos a inicios de
año no deben ser prioridad ya que se requiere medidas focalizadas de aplicación inmediata
y que sean eficaces para fortalecer el sistema de salud. Una de las políticas sugeridas por
organismos internacionales para paliar los efectos de esta pandemia es la transferencia de
dinero en efectivo y subsidios al salario para grupos de población en pobreza y extrema
pobreza.

Aunque las transferencias monetarias (subsidios, bonos y otros) por lo regular se


enfrentan a un fuerte debate sobre su aplicación, en la actualidad son una de las mejores
opciones de política para contrarrestar los efectos de la pandemia sobre la pobreza. Está
claro que, por sí solas, no solucionan el problema completo y por eso es necesario
complementarlas con otras medidas que garanticen la satisfacción de las necesidades
básicas de las personas en situación de vulnerabilidad.

El experto afirma que se requiere tres tipos de medidas. Las primeras, las prioritarias, que
incluyen la atención urgente en salud, alimentación, vivienda, transferencias monetarias,
moratoria de deudas y pagos de servicios básicos, así como acuerdos entre privados.
Segundo, las de corto plazo, con la reactivación de la economía de forma planificada y
por sectores de actividad. Y, por último, las de mediano y largo plazo, para repensar la
economía hacia un nuevo modelo que dé mayor impulso a la economía social que puede
coexistir con la de mercado y que genere sistemas económicos resilientes ante crisis
futuras

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