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EL SOL Y LA TIERRA

INTRODUCCION

Unos potentísimos focos emisores de energía radiante son las estrellas. Sin embargo,
dada la enorme distancia a que se encuentran y, puesto que la radiación que desprenden se
va atenuando al repartirse progresivamente en una superficie esférica más y más grande a
medida que se propaga por el espacio, los efectos que producen en la Tierra son muy
pequeños.

No obstante, una de ellas, el Sol, por su proximidad, es capaz de hacer llegar hasta
nosotros tal cantidad de energía radiante que ha establecido las condiciones físicas que
reinan en el planeta desde su formación, incluidas las que definen lo que conocemos como
vida.

A nosotros nos interesan los aspectos cuantitativos de la energía del Sol, sin entrar en
una descripción profunda de las transformaciones físico-químicas que ésta sufre una vez
incide sobre la superficie terrestre.

¿Qué es el Sistema Solar?

Vivimos en un  sistema planetario formado por el Sol y los cuerpos celestes que
orbitan a su alrededor, entre ellos, nuestra Tierra. Hay muchos sistemas solares en el
Universo, pero a este le llamamos, sencillamente, el  Sistema Solar, ¡que para eso es el
nuestro!

Pues bien: en "nuestro" Sistema Solar hay una estrella, el Sol, que mantiene a muchos
astros y materiales diversos girando a su alrededor por influencia de la gravedad: ocho
grandes planetas, junto con sus satélites, planetas menores, asteroides, cometas, polvo y
gas interestelar. Y estamos nosotros.
Pertenece a la galaxia llamada Vía Láctea, formada por miles de millones de estrellas, situadas a
lo largo de un disco plano de 100.000 años luz.

El Sistema Solar está situado en uno de los tres brazos en espiral de esta galaxia, llamado Orión, a
unos 25.800 años luz del núcleo, alrededor del cual gira a la velocidad de 250 km por segundo,
empleando 225 millones de años en dar una vuelta completa. A este tiempo le llamamos año
galáctico.

¿Qué es el Sistema Solar? ¿Cómo está formado?

Además del Sol, que es una estrella, los astrónomos clasifican los planetas y demás cuerpos de
nuestro Sistema Solar en tres categorías:

• Primera categoría: Un planeta solar es un cuerpo celeste que está en órbita alrededor del Sol,
con masa suficiente para tener gravedad y mantener el equilibrio hidrostático. Los planetas tienen
forma redonda y han despejado las inmediaciones de su órbita. Nuestro Sistema Solar tiene
cuatro planetas terrestres o interiores (Mercurio, Venus, la Tierra y Marte) y cuatro gigantes
gaseosos exteriores (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno). Desde la Tierra en adelante, todos los
planetas tienen satélites que orbitan a su alrededor.
• Segunda categoría: Un planeta enano es un cuerpo celeste en órbita alrededor del Sol, con
suficiente masa para tener forma esférica, pero no la necesaria para haber despejado las
inmediaciones de su órbita. Son: Plutón (hasta hace poco catalogado como planeta), Ceres (antes
considerado el mayor de los asteroides), Makemake, Eris y Haumea. De momento.

• Tercera categoría: Todos los demás objetos que orbitan alrededor del Sol son considerados
colectivamente como "cuerpos pequeños del Sistema Solar". En esta categoría se incluyen
los asteroides (con formas irregulares, la mayoría en el cinturón de asteroides, entre Marte y
Júpiter), los objetos del cinturón de Kuiper (Sedna, Quaoar), los cometas helados de la nube de
Oort y los meteoroides, que tienen menos de 50 metros de diámetro.

Además, el Sistema Solar contiene pequeñas partículas sólidas que forman el denominado polvo
cósmico y gases.

¿Dónde acaba el Sistema Solar?

No se sabe con exactitud hasta dónde llega el Sistema Solar. Se dice que "hasta la heliopausa",
situada a unos 16.000 millones de kilómetros del Sol, que es la distancia a la que llega la influencia
del viento solar. Como queda algo lejos, de momento, dejamos para otro día lo de ir a
comprobarlo.

En AstroMía también puedes realizar un recorrido visual por la colección de imágenes del
Sistema Solar, cada una convenientemente explicada.
1.- Datos numéricos

El Sol es una estrella bastante corriente, con la única particularidad de que solamente
se encuentra a una distancia de unos 150 millones de kilómetros de la Tierra. La radiación
que emite tarda algo más de 8 minutos en alcanzar nuestro planeta, a razón de unos
300.000 km/s. Su diámetro es de cerca de 1.400.000 km y su masa equivale a la de unos
300.000 planetas iguales a la Tierra.

Como todas las estrellas, el Sol es un gigantesco horno nuclear en el que la masa se
convierte en energía radiante continuamente, calculándose en más de 5.000 millones de
años el tiempo que pasará hasta que quede completamente extinguido.

De esa enorme cantidad de energía radiante, solamente una pequeñísima fracción


alcanza nuestro planeta, aunque representa una cantidad muy grande en comparación con
la energía que necesitamos para mantener nuestra civilización tecnológica. El problema no
es la cantidad total de energía disponible, sino las dificultades para su aprovechamiento,
dado que ésta se dispersa, repartiéndose por toda la superficie de la tierra y los océanos. En
promedio, la cantidad de energía que llega a nuestra atmósfera exterior equivale a una
potencia de 1,4 kW por cada m², cantidad que se reduce a alrededor de 1 kW cuando
atraviesa la atmósfera y llega al suelo.

La temperatura efectiva de la superficie del Sol es de unos 5.600 ºC. Este dato es
importante porque las características de la radiación que emite un cuerpo son función de la
temperatura de la superficie del mismo. La temperatura de 5.600 ºC es superior a la
temperatura normalmente alcanzable en los procesos industriales habituales que el hombre
puede producir artificialmente. De ahí que las características de la radiación solar sean
sensiblemente diferentes de las de otras fuentes de radiación artificiales.

La radiación solar está formada por una mezcla de ondas electromagnéticas de


diferentes frecuencias, algunas de ellas (aquéllas cuya «longitud de onda» está
comprendida entre 0,4 y 0,7 µm) pueden ser detectadas por el ojo humano, constituyendo lo
que conocemos como luz visible. Otras, aunque no son visibles, hacen notar igualmente sus
efectos, al ceder a los cuerpos la energía que transportan.

2.- Posición de la Tierra con respecto al Sol

Todos estos movimientos provocan las estaciones, la sucesión de días y noches y las
diferencias de temperatura consiguientes entre los distintos puntos de nuestro planeta,
dando lugar a todos los fenómenos meteorológicos que conocemos.
Incluso más importante que la cantidad absoluta de energia recibida es la inclinación
con que las ondas de radiación (es decir, los rayos del Sol) inciden sobre una superficie, ya
que esto hará que la energía se reparta en un área más o menos extensa, disminuyendo o
aumentando su intensidad.

Debido a la inclinación del eje de rotación de la Tierra con respecto al plano de su


órbita alrededor del Sol y a su forma esférica, un mismo punto de la superficie terrestre
recibe los rayos con una inclinación diferente, según la época del año, y por tanto, la energía
efectiva que incide en un metro cuadrado de superficie horizontal varía considerablemente.

En invierno los rayos de Sol caen con un ángulo pequeño respecto a la horizontal, lo
contrario que en verano, en que el ángulo es mucho mayor, llegando a alcanzar la
perpendicular en las zonas cercanas al Ecuador y en los momentos centrales del día. Por
esa razón, la energía total incidente es mucho mayor en verano que en invierno y, si
consideramos la energía incidente en un determinado período de tiempo -por ejemplo, una
hora- también es mucho mayor en las horas centrales del día (alrededor del mediodía) que
en las horas cercanas al amanecer o a la puesta del Sol.

Aunque todos sabemos que es la Tierra la que gira alrededor del Sol, y no al revés, a
efectos prácticos todavía resulta útil, y conduce a los mismos resultados, suponer que es el
Sol el que gira alrededor de nuestro planeta, describiendo una órbita aproximadamente
circular (en realidad describe una elipse muy poco pronunciada).

Con este modelo ficticio, el Sol se comporta como una luminaria que se eleva todos los
días desde el Este y hacia el Oeste, describiendo en el cielo un arco más o menos amplio,
según la época del año.

En primavera y verano el arco de la trayectoria solar es más grande, el Sol se eleva


más sobre el horizonte y permanece más tiempo brillando en el cielo. Por el contrario, en
invierno los puntos del horizonte por donde sale y se oculta están más próximos entre sí, la
trayectoria es más corta y menos elevada, y el tiempo (duración del día solar) que transcurre
entre el amanecer y la puesta de Sol es mucho menor.

Lógicamente, cuanto mayor es la duración del día solar, más cantidad de energía se
podrá recoger a lo largo del día. Además, otro factor incluso más importante que el de la
duración del día, es el hecho de que cuanto menos elevada sea la trayectoria solar, con
menor ángulo incidirán los rayos con respecto al suelo horizontal y, según se ha dicho, la
intensidad será menor, al tener que repartirse la energía en un área mayor.
La causa principal del rompecabezas meteorológico es el Sol y el movimiento de la
Tierra posición respecto de él. Recordamos que nuestro planeta está dotado de dos
movimientos astronómicos principales:

 Movimiento de rotación, en 24 horas, efectuándose de Oeste a Este;


provocando un movimiento aparente del Sol y los demás cuerpos celestes en
sentido inverso.
 Movimiento de traslación, alrededor del Sol, en algo más de 365 días. En este
movimiento nuestro planeta describe una órbita elíptica, casi circular, estando
el Sol en uno de los focos. Cuando nos encontramos más cerca de él -mes de
enero- estamos a 147.7 millones de kilómetros, es el perihelio; y en el
momento más alejado -mes de julio- la distancia es de 152.2 millones de
kilómetros, es el afelio.

Otro punto importante es la inclinación de 23º 27' del eje imaginario de rotación
terrestre con respecto a la eclíptica, o plano que forma nuestra órbita alrededor del Sol.

LAS ESTACIONES

Desde niños sabemos que el año tiene cuatro estaciones primavera, verano, otoño e
invierno. Las dos primeras componen el medio año en que los días duran más que las
noches, mientras que en las otras dos las noches son más largas que los días.
A causa de la inclinación del eje de rotación, estas cuatro divisiones del año no se
producen al mismo tiempo en ambos hemisferios, sino que están invertidas la una con
relación a la otra; cuando aquí, por ejemplo, es verano, en el hemisferio austral es invierno.

Las estaciones están determinadas por cuatro posiciones principales, opuestas dos a
dos simétricamente, que ocupa la Tierra durante su recorrido entorno al astro rey y que
reciben el nombre de solsticios y equinoccios. El comienzo astronómico de las estaciones se
produce cuando nuestro planeta alcanza alguno de esos puntos, la primavera comienza en
el equinoccio de primavera, el 20 o 21 de marzo, durando hasta el solsticio de verano 21 o
22 de junio, momento de comienzo del verano -cuando el sol ilumina más nuestro hemisferio
y más horas de luz hay-, que durará hasta el equinoccio de otoño - lo mismo que en el de
primavera, la iluminación es igual en ambos hemisferios, doce horas de luz y doce de
oscuridad - el 23 o 24 de septiembre fecha de comienzo de esta estación, y, finalmente,
cuando alcancemos el día el 21 o 22 de diciembre, solsticio de invierno, entraremos en esta
estación -que es cuando menos horas de luz disfrutamos-. La causa de que las estaciones
no principien siempre en el mismo momento, es debida a las perturbaciones que sufre la
Tierra en su giro alrededor del Sol.

Estas tres imágenes nos muestran la posición de la Tierra respecto al sol en distintos
momentos del año. En el dibujo A nos encontramos en el "solsticio de verano"; la insolación
media en nuestra latitud es de 15 horas; a 53º norte, cerca de 17 horas y en el Polo Norte,
24 horas -6 meses de luz-; mientras que en el Hemisferio Sur empieza el invierno, 6 meses
de oscuridad en la Antártida. En el dibujo B nos encontramos en el “solsticio de invierno”; la
insolación media en nuestra latitud es de unas 9 horas; reduciéndose a medida que nos
acercamos al Polo Norte donde es de noche -6 meses de oscuridad-. En el Hemisferio Sur
se inicia el verano y en el Polo Sur comienzan los 6 meses de luz. En el último dibujo, el C,
tenemos la posición de la Tierra en los dos equinocios, primavera y otoño. La insolación
media es de 12 horas en todas las latitudes geográficas. Las flechas representan los rayos
solares.

Estas cuatro estaciones no tienen la misma duración, principalmente a causa de la


órbita terrestre, pues la Tierra recorre su trayectoria alrededor del astro rey con velocidad
variable, más aprisa cuanto más cerca está del Sol y más despacio cuanto más alejada se
encuentra. Esto también provoca que el rigor de cada estación no sea el mismo en ambos
hemisferios. Nuestro planeta está más cerca del astro rey a principios de enero que a
principios de junio, y en conjunto, a parte de otros factores, el invierno en nuestro hemisferio
es menos frío que en el Hemisferio Sur y el verano en éste es más caluroso que en el
nuestro.

3.- El clima

Otro factor que determina la menor o mayor cantidad de energía que llega a la
superficie es el grado de nubosidad de la zona. Las nubes absorben la mayoría de la
energía solar, reflejándola por su parte superior y devolviéndola al espacio. En un típico día
cubierto la energía que logra atravesar la capa de nubes es solamente una pequeña fracción
de la que llegaría a la superficie si el cielo estuviese despejado, siendo por lo general
insuficiente para que los sistemas de aprovechamiento de energía solar (con la posible
excepción de los que se basan en el efecto fotovoltaico) puedan ser operativos.

Las condiciones clirnáticas de una región determinada son pues el factor más
importante a la hora de evaluar las posibilidades prácticas de una instalación solar. Si el
clima es de nubosidad abundante, las posibilidades de conseguir rentabilizar el sistema
serán escasas.

También la temperatura media del aire y la velocidad del viento influyen, aunque en
menor cuantía que la nubosidad, sobre todo en los colectores planos destinados a calentar
agua, pues si dicha temperatura es demasiado baja o el viento predominante es fuerte, el
colector tenderá a perder rápidamente el calor producido por la radiación solar,
dificultándose su transmisión al agua que deseamos calentar.

Las regiones con escasa nubosidad y no demasiado frías constituyen la zona ideal en
la que, con la tecnología actual, es posible sacar el máximo provecho de los sistemas
usuales de aprovechamiento térmico de la energía solar. No obstante, también es posible
aprovechar razonablemente la escasa energía que se puede recoger en regiones de altas
latitudes y muy bajas temperaturas.

El clima de nuestro planeta

El clima es el conjunto de fenómenos atmosféricos (temperatura, presión, lluvia y


viento) que caracterizan un lugar por largos periodos de tiempo. El clima determina el tipo de
vegetación y la fauna predominante.
El clima depende de diversos factores: muchas veces, debido a la estabilidad, el clima
de una región puede estudiarse a través de sus características permanentes, por lo que el
pronóstico del tiempo puede darse a conocer con una anticipación de dos a tres días.

¿Sabes quién se encarga de dar el pronóstico del clima? Esta tarea está a cargo del
centro de meteorología, que se ocupa de conocer los fenómenos climáticos de las ciudades,
los pueblos y del planeta en general. En Colombia está el IDEAM (Insituto de Hidrología,
Meteorología y Estudios Ambientales). Ellos miden la temperatura, los vientos, la cantidad
de lluvia y todos estos factores que caracterizan a las diferentes zonas del país. También
pueden pronosticar el clima.

Para definir las características del clima es necesario saber sus elementos: entre ellos
encontramos la temperatura, que está dada por el grado de frío o de calor que tiene una
región determinada. Es decir, de dónde proviene el aire, y la aparición o el ocultamiento del
sol que está determinado por la nubosidad. Si el aire proviene del trópico su temperatura es
caliente y entonces hará calor. En cambio, si procede del polo, el aire es frío y la
temperatura bajará y sentiremos mucho frío.

Está también la presión atmosférica, masa de aire o envoltura gaseosa en cuyo fondo
vivimos, tiene un peso que se puede medir con un barómetro (una especie de termómetro
pero que en vez de medir la temperatura mide la presión atmosférica del planeta tierra).

La atmósfera es la envoltura de aire que rodea a la Tierra. Contiene cantidades


variables de agua en forma de vapor. La mayor parte se encuentra en el aire, procedente de
diversas fuentes terrestres gracias al fenómeno de la evaporación, el cual es ayudado por el
calor solar y la temperatura propia del planeta.

La energía proviene del sol que calienta la atmósfera, produciendo un movimiento


natural y horizontal del aire llamado viento, soplan en la misma dirección y en forma
continua. El movimiento vertical del aire caracteriza los fenómenos atmosféricos locales, es
decir, de acuerdo al lugar donde sopla.

El agua que se deposita sobre la tierra, ya sea en forma líquida (lluvia) o sólida
(granizo, nieve) se denomina precipitación. Esta se origina en las nubes: las gotitas de agua
que las forman tienen un diámetro entre 0,5 y 1 milímetro. De acuerdo con las
precipitaciones de una zona, ésta se puede clasificar como seca, húmeda y árida.

Todos estos factores son importantes para saber cuál será el tiempo o el clima de
nuestra tierra o de nuestra ciudad y para ello se debe saber que existen varios tipos de
climas. Están los de la zona desértica que se caracteriza por su extrema sequía y se define
por la ausencia de lluvias, con altas temperaturas. La zona Polar se encuentra en las zonas
polares como Groenlandia y la Antártida, y se caracteriza por tener inviernos largos y
veranos cortos, ambas estaciones con temperaturas bajas.

Cuando se tiene durante una gran parte del año fuertes calores, y durante la otra mitad
del año mucho frío, se dice que estamos en clima templado. Las temperaturas elevadas
durante todo el año conforman el clima tropical, con una marca media anual de 26º C; posee
dos estaciones: una seca y otra húmeda, que se alternan de forma escalada.

4.- Los fotones

La Teoría Cuántica aplicada a la radiación electromagnética y en particular a la


radiación electromagnética solar, explica que dicha radiación se configura de una forma
peculiar, pudiéndose tratar en una primera visión muy simplificada, como un conjunto
formado por un elevadísimo número de «agrupamientos» energéticos discretos
denominados fotones, que constituyen las unidades naturales de transporte de energía.

Así, los rayos de luz serían una especie de «lluvia» de fotones, cada uno de ellos
transportando una cantidad minúscula de energía, pero dado el enorme número de fotones
que en cada segundo atraviesan una sección o área determinada, el resultado neto es un
transporte de energía considerable.

Los fotones únicamente se diferencian entre sí por el valor de su longitud de onda (o


de su frecuencia, definida como el cociente entre su velocidad -la velocidad de la luz-, y
dicha longitud de onda).
La mayor o menor intensidad del flujo de fotones, es decir, el número de fotones que
atraviesa la unidad de área perpendicular a la dirección de su desplazamiento en la unidad
de tiempo, definirá la intensidad de la radiación solar.

Si todos los fotones tuviesen una misma longitud de onda, la energía total podría ser
fácilmente calculada sin más que multiplicar la energía unitaria de cada fotón (la cual, según
la Teoría Cuántica, es simplemente el producto de una cantidad constante, llamada
Constante de Planck, por la frecuencia del fotón) por el número de ellos. La realidad es más
compleja, pues la luz que emite el Sol está formada por una mezcla muy desigual de fotones
de diferentes longitudes de onda.

En un mismo rayo de Sol hay fotones cuya longitud de onda -por citar algunas cifras-
de media micra, de una micra, de 1,2 micras, de 1,5 micras, etc.

Afortunadamente, la proporción relativa de los fotones según su longitud de onda es


siempre aproximadamente la misma, al menos antes de penetrar en la atmósfera terrestre,
en la cual una serie de fenómenos pueden alterar dicha proporción, aunque sigue
conservando un perfil más o menos definido.

La distribución relativa de las frecuencias (o de las longitudes de onda) del conjunto de


los fotones que integran la radiación solar es lo que se conoce como espectro solar.

Solamente algunos de los fotones -aquellos cuya longitud de onda está comprendida
entre 0,3 y 3 milésimas de milímetro- son susceptibles de ser detectados por el ojo humano,
formando lo que llamamos «luz visible».

Viaje del fotón o paseo aleatorio

La trayectoria caótica de la luz


El Sol produce continuamente 380 000 000 000 millones de megavatios (3.826 × 1026 W) y
que durante miles de millones de años.

Para que consume 4 millones de toneladas de hidrógeno por segundo. Esta pérdida de
masa se convierte en energía, 564 millones de toneladas de hidrógeno se convierten en unos
560 millones de toneladas de helio.

El Sol produce su energía a través de la fusión nuclear, debido a la presión y temperatura


que prevalecen en su gran corazón. Esta presión y esta temperatura los electrones obligando a
romper y viajar átomos liberados de los núcleos atómicos.

Por lo tanto el material ya no se comporta como un gas, sino como un plasma. Los núcleos
de hidrógeno alimentada uno contra el otro por la enorme presión, se transforma en núcleos de
helio. Este proceso de fusión genera una masa central un poco más pequeño y esta diferencia
es liberada como energía. La energía producida por fusión nuclear, se transmite desde el
corazón del Sol por partículas llamadas fotones de luz y calor. Cuando la fusión de dos protones
en un núcleo de deuterio para crear un núcleo de helio, los fotones son liberados. Esta partícula,
creado en el núcleo solar, transmite el haz de luz a la Tierra.

Las capas del Sol


La luz no viaja en línea recta, creada en las capas más cálidas y profundas del Sol, llega a
la Tierra después de un largo paseo aleatorio. Cada fotón es desviado por las colisiones
aleatorias en las diferentes capas del sol.

Núcleo : El núcleo es la zona donde se producen las reacciones nucleares (fusión de


átomos de hidrógeno).

La zona de radiación : La zona de radiación es una región densa de gas ionizado


bombardeados por rayos g de la fusión de protones en el núcleo. Estos rayos g rebotan en el
gas son absorbidas y luego re-emite en forma de rayos X y la radiación UV

La zona de convección : La zona de convección lleva la energía del corazón a la superficie


por convección. La energía de gas para que la superficie del Sol y vuelve a la final después de
perder su energía.

Para enviar este fotón debe atravesar las diferentes capas del Sol, el tiempo de tránsito de
un fotón en la superficie del corazón es entre 10 000 y 170 000 años, basándose en las
colisiones.

Al principio, el fotón comienza a penetrar en la zona de radiación de 300 000 km de


espesor, la densidad es tan alta que el fotón tiene problemas para moverse desde cada vez que
chocan con otras partículas como los átomos de hidrógeno ionizado y helio.

El aumento del fotón es caótico, es llamado por los científicos, el paseo de fotones al azar.
El fotón es absorbido por los átomos y las volvió a publicar inmediatamente, de ida y vuelta se
repite millones de veces. Al igual que en la medida en que sube a la superficie del Sol, la
densidad de la materia se reduce, hay menos colisiones e interacciones, su avance es mucho
menos complicado. Cuando hay más de 200 000 km de la superficie, el fotón entra en la zona de
convección y el ritmo se está acelerando, el fotón es empujado hacia el exterior, con la ayuda de
la propagación del material. Cautivado por enormes columnas de gas, entonces no debe sólo
diez días para llegar a la superficie del Sol. El fotón está saliendo por fin de gas de la atmósfera
solar. Luego se toma sólo 8 minutos para cruzar los 150 millones de kilómetros que separa
todavía a nuestro planeta.

La fotosfera: La fotosfera a 160 km de espesor sólo es responsable de la emisión de


energía que baña los planetas, es gránulos moteado.
La cromosfera: La cromosfera es una capa semi-transparente, visible durante los
eclipses. Aquí es donde se forman los salientes. Las espículas son los aviones de largo de la
materia proyectada.

La corona: La corona es la atmósfera externa del sol. Se ondula y cambia de forma


durante la emisión de chorros de gas. Es la parte visible del sol.

5.- El flujo energético

Cada fotón individual posee una cantidad de energía pequeñísima, pero al considerar
la suma de las energías de todos los fotones que pongamos por ejemplo, en un minuto
inciden sobre una cierta superficie (por ejemplo la del tejado de una casa), se obtiene una
cantidad de energía de cierta consideración, dado el elevadísimo número de fotones que,
como se ha dicho, hay en un haz de radiación solar.

A las capas más exteriores de la atmósfera llega energía solar de forma


aproximadamente constante, ya que a esa altura no existen nubes ni obstáculos que puedan
atenuarla. Con ligeras variaciones según la época del año, debido a que la distancia entre la
Tierra y el Sol no es siempre la misma, el valor de lo que se conoce con el nombre de
Constante Solar es de unos 1,35 kW de potencia por cada metro cuadrado de superficie
perpendicular a los rayos. Esto quiere decir que en un segundo llegan a la estratosfera unos
1350 julios/m² de energía.

Al suelo, la potencia radiante que llega, aun en días favorables (cielo totalmente libre
de nubes y con aire limpio), no suele superar los 1.000 W/m², siempre medida sobre una
superficie perpendicular a la trayectoria de los rayos. Esto quiere decir que el efecto
atenuante de la atmósfera, que absorbe y desvía muchos de los fotones incidentes, es
considerable.

La cantidad de energía que la radiación solar aporta no es realmente demasiado


impresionante en términos relativos, si se la compara con la generada con otros dispositivos
utilizados habitualmente. Por ejemplo, una pequeña placa o calentador eléctrico para
calefacción de 1 kW de potencia produce la misma energía, en igual período de tiempo, que
la máxima radiación solar que pudiera obtenerse en un día en que el Sol brille alto, sobre
una superficie de 1 m² más o menos perpendicular a estos rayos. Teniendo en cuenta que
los rayos de Sol inciden con un cierto ángulo, variable a lo largo del día desde que éste sale
hasta que se pone, se puede calcular que la energía total incidente en un día completo de
verano no suele superar, en latitudes medias, los 8 kilovatios-hora (en invierno es mucho
menor). La energía eléctrica equivalente representaría un valor de un par de dólares, a los
precios actuales.

No obstante, y a pesar de su moderado valor, la energía solar puede ser de gran


utilidad si se aprovecha debidamente, como se verá más adelante.

Adicionalniente, si los rayos tienen que atravesar la capa de aire atmosférico, cuanto
menos perpendicular lo hagan más largo será el camino y mayor será la masa de aire que
hayan de superar para llegar al suelo, atenuándose su intensidad por efecto de la absorción.

Todos estos factores son los principales responsables de que, por ejemplo, la energía
solar recogida a lo largo de un día de finales de otoño o principios de invierno sea mucho
menor que en un día de finales de primavera o principios de verano, aun cuando en ambos
casos no existiese nubosidad alguna.

Si, finalmente, a esto se añade que la nubosidad es mayor en invierno, fácilmente se


comprende la escasa cantidad de energía útil que, como media, podemos esperar
aprovechar en los meses más desfavorables del año (en el hemisferio Norte, noviembre,
diciembre y enero).

6.- Radiación directa y difusa

Una buena parte de los fotones que finalmente alcanzan el suelo han sufrido
desviaciones de su trayectoria original (una línea recta desde el Sol) al interaccionar con los
átomos presentes en el aire.

El efecto global de estas dispersiones que los rayos sufren es el de simular que las
radiaciones, además de provenir directamente del disco solar, lo hacen de forma más o
menos homogénea desde todos los puntos de la bóveda celeste.

La radiación que proviene directamente del Sol y que llega hasta nosotros sin sufrir
desviaciones se denomina directa, y toda la demás, dífusa, pues ésta última se difunde por
todo el hemisferio celeste, aparentando que es éste quien la irradia.

Si no existiese aire, evidentemente toda la radiación sería directa y si mirásemos el


cielo, hacia un lugar diferente al ocupado por el Sol, nuestro ojo no recibiría radiación alguna
(el cielo se observaría de color negro). Tampoco podríamos, por ejemplo, leer un libro con
luz natural, a no ser que el propio libro estuviese expuesto directamente a la luz del Sol.
Las nubes difunden la radiación solar más fuertemente que el aire seco, por lo que en
un día nublado toda la radiación que podemos obtener será radiación difusa. En un típico
día despejado la radiación directa es varias veces superior a la difusa.

A continuación, se pueden observar los mapas de la energía solar media incidente en


varias zonas del mundo. Las líneas unen los puntos en los que dicha energía es igual. Los
valores numéricos expresan kW·h de energía al día por cada metro cuadrado de superficie
horizontal. Para ver cada mapa con detalle, haz click sobre él.

Europa América del Norte

América Latina
Por otro lado, a continuación, se pueden observar dos mapas de radiación de la
Península Ibérica. Estos mapas nos proporcionan la energía solar que se recibe, como
media, en un día del mes de Julio (mapa de la izquierda) y de Diciembre (mapa de la
derecha), expresada en calorías en un centímetro de suelo horizontal. Se puede observar la
gran diferencia entre los valores correspondientes a uno y otro mes.

7.- Energía incidente y energía aprovechable

Tanto la radiación directa como la difusa son útiles para producir energía.

Sin embargo, no toda la energía radiante que llega hasta nosotros es susceptible de
ser aprovechada ya que, como ocurre con muchos aparatos que necesitan para comenzar a
funcionar un estímulo superior a un determinado valor, los dispositivos de captación solares
funcionan únicamente a partir de un valor mínimo de radiación. Toda energía que incida bajo
un cierto valor mínimo será inútil a efectos de aprovechamiento práctico, ya que los
sensores encargados de poner en marcha el sistema solar no detectarán un valor suficiente
para lograr hacer trabajar al sistema con la mínima eficiencia requerida.

Por ejemplo, durante los primeros momentos de la mañana o los últimos de la tarde, la
energía incidente es muy baja, no alcanzándose el valor umbral mínimo para poder ser
aprovechada por un fluido térmico, a través de un absorbedor solar. Lo mismo ocurre en
momentos de elevada nubosidad: algo de energía siempre llega al suelo (por eso, aunque el
día esté muy nublado podemos ver en las calles sin recurrir al alumbrado artificial), pero con
una intensidad insuficiente para, con la actual tecnología, ser capaz de aportar energía útil.
Por ejemplo, aunque teóricamente una intensidad de radiación de 100 W/m² incidiendo
durante 6 horas aportaría la misma cantidad de energía que una intensidad de 600 W/m²
durante una hora, en realidad en el primer caso la energía neta aprovechable por un colector
térmico sería nula.

La radiación solar es el origen principal de todos los tipos de energías que se conocen
actualmente, tanto naturales como artificiales.

Centrándonos estrictamente en el aprovechamiento de la energía solar, hay que decir que no toda
energía que llega desde el Sol hacia la Tierra es aprovechable. Únicamente un 47% de la energía
solar logra alcanzar la superficie terrestre, siendo una proporción menor evidentemente que aquella
energía disponible en el exterior de la atmósfera. ¿Y por qué no llega el 100% de la energía? ¿En
qué trabas del camino perdemos esa energía tan valiosa? Hay que tener en cuenta en primer lugar
que es un proceso natural y en segundo lugar que dadas las cantidades que se producen, energía
“sobraría”, luego la cuestión no es centrarse en “esa pérdida”.

La energía solar es sometida a tres efectos y/o procesos antes, durante, y al atravesar la
atmósfera.

1. Difusión
2. Absorción
3. Reflexión

Prestando atención inicialmente a la energía que logra alcanzar suelo físico, ese 47%, hay que
decir que es absorbida por la superficie terrestre y entonces se produce el calentamiento de esta.
Este calentamiento es responsable por ejemplo de la evaporación del agua de océanos, lagos,
ríos, así como del resto del ciclo hidrológico. Hay un tanto por ciento ínfimo de esta energía, tan
solo el 0,2%, que provoca los movimientos atmosféricos y las corrientes marinas.

En comparación, la energía cinética del viento es convertida en electricidad en los parques eólicos.
Idéntica cifra, el 0,2%, se utiliza en la producción de la materia viva. Se trata del principal proceso
natural capaz de aprovechar la energía solar de forma directa. Tenemos entonces un reparto entre
la energía directa que incide en la superficie terrestre, un 31%, y una energía difusa que incide
igualmente en la superficie terrestre, el 16%.

Hasta aquí la energía solar aprovechable. El restante, un 53%, no llega hasta la superficie terrestre
debido a que un 30% es reflejado de nuevo hacia el espacio exterior, o un 23% que es absorbido
por la propia atmósfera produciendo su calentamiento. El cambio de dirección se produce al
reflejarse con las nubes, el suelo o por una transformación difusa que se dirige de nuevo la energía
al espacio exterior.

La energía solar que llega a la superficie terrestre precisa ser transformada en otro tipo de energía
útil que, en la mayoría de los casos es energía eléctrica o térmica. De acuerdo con esto, los
procesos de aprovechamiento artificiales de la energía solar pueden ser procesos directos o
indirectos.

El primero realiza un único proceso de transformación de energía para que sea utilizable, caso de
la obtención de energía térmica, así como el efecto fotovoltaico y fotoeléctrico.
Sin embargo, en los procesos indirectos es cuando la energía solar es transformada
sucesivamente en varios tipos de energía hasta conseguirla en el modo necesario para poder ser
aplicada. El ejemplo más representativo de este proceso indirecto es la energía eólica. En primer
lugar, la energía solar produce las diferencias térmicas en la atmósfera que originan el viento, cuya
energía cinética mueve los generadores, donde la energía mecánica se transforma en eléctrica.

Por último, tenemos dos procesos de conversión: la energía térmica y eléctrica.

En el primer caso la energía solar es absorbida y convertida en calor, debido a la capacidad de


reflexión de la superficie del cuerpo, (cuando menos reflectante sea dicha superficie, mayor será la
energía absorbida y mayor será el calentamiento que producirá. En cuanto a la capacidad de
absorción, depende fundamentalmente del color de la superficie, (los cuerpos negros absorben
toda la radiación visible y por eso se calientan más rápido). Y por último está la radiación incidente,
puede ser incrementada, por ejemplo, utilizando sistemas de seguimiento solar o mediante
reflectores parabólicos.

La tecnología que actualmente se emplea requiere el uso de unos dispositivos artificiales llamados
colectores solares. Se trata de dispositivos diseñado para recoger la energía recibida del sol y
elevar la temperatura (el nivel térmico) de un fluido con vistas a su aprovechamiento.

Los colectores se dividen en dos grandes grupos: los captadores de baja temperatura, utilizados
fundamentalmente en sistemas domésticos de calefacción, agua caliente sanitaria, climatización de
piscinas, fundamentalmente, y los colectores de alta temperatura, conformados mediante espejos y
utilizados generalmente para producir vapor que mueve una turbina que generará energía eléctrica.
A colación de estos datos se puede ver el artículo: Estado actual de la energía Termosolar (CSP) a
nivel global 24 de julio de 2018

En cuanto a la conversión a energía eléctrica hay que decir que son dos los procesos tecnológicos
que permiten la obtención directa de energía eléctrica a partir de la energía electromagnética de los
fotones. Por un lado, está el efecto fotoeléctrico, que consiste en la generación de una corriente
eléctrica mediante la liberación de electrones de la superficie de los metales, al chocar con ella
fotones de suficiente energía, y por otro está el efecto fotovoltaico, el cual se basa en la propiedad
de determinados materiales que son capaces de generar una pequeña diferencia de potencial
(voltaje).

A modo de glosario dejamos algunos términos de relevancia: Pueden contrastar en este enlace.

RADIACIÓN SOLAR (Irradiancia solar) es la suma de dos irradiancias (radiación directa +


radiación difusa).

Radiación directa es la irradiancia que alcanza la superficie en un plano horizontal procedente


únicamente del disco solar, sin haber sufrido ningún proceso de dispersión atmosférica.
Radiación difusa es la que incide igualmente en un plano horizontal, pero procedente –en este
caso- del resto del cielo debido a los procesos de dispersión que se producen en la atmósfera. Se
refiere a la radiación que llega a la superficie tras ser dispersada en la atmósfera por las nubes,
partículas en suspensión y moléculas que constituyen los gases atmosféricos (y que a su vez)
constituye en promedio -en condiciones de cielo despejado, entre el 15 y el 20% de la radiación
total incidente en superficie o radiación global.

IRRADIANCIA: potencia de la radiación incidente sobre una superficie.

Se emplea para definir la cantidad de energía que cae sobre un área. Aplicada a la energía solar,
sería la cantidad de radiación solar (ondas electromagnéticas) que cae sobre la superficie terrestre.

Se expresa en unidad de energía/unidad de superficie. Por ejemplo, KW/m2

No confundir con la Radiancia que es una unidad de potencia (utilizada en Radiometría) y que se
define como el flujo radiante emitido por unidad de superficie y por ángulo sólido.

IRRADIACIÓN: energía por unidad de superficie a lo largo de un tiempo.

Se expresa en unidad de energía/unidad de tiempo/unidad de superficie. Por ejemplo: KW/h/m2. La


irradiación es una irradiancia en función de un tiempo.

Irradiación solar es la densidad de energía solar que cae sobre una unidad de superficie terrestre
durante un tiempo determinado. Se suele expresar en KW/m2/día.

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