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Encuentro con Jesucristo en la Resurrección.

1. Bienvenida y animació n.
2. Direccionamientos propios para la vivencia del encuentro.
3. Exposició n del Santísimo.

Canto.
Jesús está vivo
Tanto amo Dios al mundo,
Que a su ú nico hijo, el entrego
Para que todo aquel, que crea en el
No muera, má s tenga vida eterna.

Jesú s está vivo, Jesú s está vivo,


Es el pan de vida, bajado del cielo,
Jesú s está vivo, Jesú s esta vivió ,
Su sangre me sana y sacia mi alma,
É l está vivo, está presente, mi Dios es real
Y yo le adoro reverente.

Primer momento
Las lágrimas que no me dejan ver la luz de una nueva vida.
«Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?»

1. Empezamos a encontrarnos con Jesú s a través de su palabra.

Del santo Evangelio según San Juan 20, 11 – 18.

María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó
al sepulcro y vio a dos á ngeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a
los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesú s.

Ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?”. María respondió : “Porque se han llevado a
mi Señ or y no sé dó nde lo han puesto”.

Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesú s, que estaba allí, pero no lo reconoció .

Jesú s le preguntó : “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”. Ella, pensando que era el
cuidador de la huerta, le respondió : “Señ or, si tú lo has llevado, dime dó nde lo has
puesto y yo iré a buscarlo”.
Jesú s le dijo: “¡María!”. Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: “¡Raboní!”, es decir
“¡Maestro!”.

Jesú s le dijo: “No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis
hermanos: ‘Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'”.

María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señ or y que él le
había dicho esas palabras.

Palabra del Señ or.

2. En una actitud de oració n vamos a pensar por un momento cuá les son esas
lagrimas que nos impiden ver el rostro de Jesú s resucitado, desde tu realidad
personal tomate un momento para reflexionar en cuales han sido esas lá grimas
que incluso no te ha permito ver lo bueno de ti y de los demá s.

(Considerar situaciones propias de la persona que sea motivo de lágrimas y


desesperanza)
3. Luego de tener certeza de esas situaciones que no me dejan ver al Señ or
resucitado, que impiden que pueda ver los propó sitos de Dios para mi vida y en
la de los demá s, abro mi corazó n para que el Señ or seque mis lá grimas, pues es
allí donde podré encontrarme con É l cara a cara.

4. Canció n

Jesús secó mis lágrimas.

Ayer le dije adió s a mi vida pasada


Ayer le dije adió s al pecado que mi vida agobiaba
Y es que hoy encontré un Salvador
Jesú s llegó a mí y me llenó de su amor.

Ayer le dije adió s al amor pasajero


Y di la bienvenida al amor verdadero
Y es que hoy encontré un amigo fiel
Jesú s llegó a mí y me llenó de su poder.

Jesú s secó mis lá grimas me dio lo que anhelaba


Quitó la soledad y ahora es él quien me acompañ a
Hizo brillar su luz y huyó de mí la oscuridad
Y ahora soy feliz cantando de su amor y de su paz.
Segundo momento
La alegría como regalo de Dios.
“Recibe la alegría de Dios en tu corazón”

1. Encontrémonos con el Señ or a través de su palabra, pues por medio de ella


haremos un recorrido en el que podremos verdaderamente sentir el deseo de
Dios de que permanezcamos alegres.

Del primer libro de Pedro 1, 8 – 9

"Porque ustedes lo aman sin haberlo visto, y creyendo en él sin verlo todavía, se
alegran con un gozo indecible y lleno de gloria, seguros de alcanzar el término de esa
fe, que es la salvació n."

Palabra de Dios
Del primer libro de Tesalonicenses 5, 16 – 18.
"Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda ocasió n: esto es lo
que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesú s."
Palabra de Dios

Del libro de los Salmos 118, 22 – 24


La piedra que rechazaron los constructores se ha convertido ahora la piedra
fundamental, esto es obra del Señ or y es realmente admirable, este es el día en que
actuó el Señ or sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Gloria al padre…
2. Entremos en el contexto de la palabra y veamos que Dios nos da como regalo la
alegría y en ella debemos encontrarnos como cristianos para afirmar nuestra fe
en aquel que nos ha levantado de tinieblas a luz, que nos ha dado con su
resurrecció n la esperanza que se hace vida en el corazó n de quienes ahora
gozamos de su resurrecció n.
La alegría cristiana
(Tomado de la homilía de S.S Francisco del día 28 de mayo de 2018)
Lo que se ocupa de romper las risas forzadas de «una cultura no alegre que inventa de
todo para entretenerse», ofreciendo «por todas partes trocitos de dolce vita», es la
alegría del cristiano. Que «no se compra en el mercado» sino que es «un don del
Espíritu», custodiado por la fe y siempre «en tensió n entre memoria de la salvació n y
esperanza». Estuvo toda centrada en la alegría como auténtica «respiració n del
cristiano» la homilía pronunciada por el Papa Francisco durante la misa del lunes 28
de mayo en Santa Marta. Inspirá ndose en el pasaje evangélico de Marcos (10, 17-27),
el Pontífice hizo notar que «este joven que quería ir adelante en la vida del servicio de
Dios, que había vivido siempre segú n los mandamientos y también ha sido capaz de
atraer a sí mismo el amor de Jesú s, cuando sintió la condició n que Jesú s le da,
“oscureció el rostro y se marchó entristecido”». En la prá ctica «salió del corazó n la
actitud, la actitud, las raíces de su personalidad». Como diciendo: «Sí, yo quiero seguir
al Señ or, ir con el Señ or, pero las riquezas que no se toquen». Porque, insistió el Papa,
aquel joven «era prisionero de las riquezas, no era libre y por eso se fue triste». «En
cambio, en la primera lectura san Pedro nos habla de la alegría, no de la tristeza sino
de la alegría cristiana», continuó el Pontífice, recordando el pasaje extraído de la
primera carta del apó stol (1, 3-9). «Este joven se fue triste porque no era libre, era
esclavo», explicó . Y «san pedro nos dice: “sed colmados de alegría”, exultad de
alegría». Es «fuerte» la expresió n de Pedro: «colmados de alegría, exultar de alegría».

Pero, «¿qué es la alegría?» se preguntó Francisco, refiriéndose a esa alegría «que


Pedro nos pide tener y que el joven no pudo tener porque era prisionero de otros
intereses». El Papa definió «la alegría cristiana» como «la respiració n del cristiano».
Porque «un cristiano que no es alegre en el corazó n —afirmó — no es un buen
cristiano». La alegría, por lo tanto, afirmó el Pontífice, «es la respiració n, el modo de
expresarse del cristiano». Por el resto, hizo notar, la alegría «no es algo que se compra
o yo la hago con el esfuerzo: no, es un fruto del Espíritu Santo». Porque, recordó ,
Quien causa «la alegría en el corazó n es el Espíritu Santo». Hay «alegría cristiana si
estamos en tensió n entre la memoria, el recuerdo de la regeneració n, como dice san
Pedro, que nos ha salvado Jesú s, y la esperanza de lo que nos espera». Y «cuando una
persona está en esta tensió n, está feliz». Pero, advirtió el Papa «si nosotros olvidamos
lo que hizo el Señ or por nosotros, dar la vida, regenerarnos —es fuerte la palabra,
“regenerarnos”, una nueva creació n como dice la liturgia— y si nosotros no miramos a
lo que nos espera, el encuentro con Jesucristo, si no tenemos memoria, no tenemos
esperanza, no podemos tener alegría». Tal vez «sí tengamos sonrisas, sí, pero la
alegría no».

Por otra parte, relanzó Francisco, «no se puede vivir cristianamente sin alegría, al
menos en su primer grado que es la paz». De hecho, «el primer escaló n de la alegría es
la paz: sí, cuando vienen las pruebas, como dice san Pedro, uno sufre; pero baja y
encuentra la paz y esa paz no puede quitarla ninguno». He aquí por qué el cristiano es
un hombre, una mujer de alegría, un hombre, una mujer de consuelo: sabe vivir en
consuelo, el consuelo de la memoria de ser regenerado y el consuelo de la esperanza
que nos espera». Precisamente «estos dos hacen esa alegría cristiana y la actitud». «La
alegría, en cambio no es vivir de carcajada en carcajada, no, no es eso», puso en
guardia el Pontífice. Y la alegría —añ adió — no es ser divertido, no, no es eso, es otra
cosa». Porque «la alegría cristiana es la paz, la paz que hay en las raíces, la paz del
corazó n, la paz que solamente Dios nos puede dar: esto es la alegría cristiana». El Papa
hizo presente que «no es fá cil custodiar esta alegría». Y «el apó stol Pedro dice que es
la fe lo que la custodia: yo creo que Dios me ha regenerado, creo que me dará ese
premio». Precisamente «esta es la fe y con esta fe se custodia la alegría, se custodia la
consolació n». Por lo tanto, «la alegría, la consolació n, pero sobre todo la fe es lo que la
custodia». «Nosotros —reconoció el Papa— vivimos en una cultura no alegre, una
cultura donde se inventan tantas cosas para divertirse, para pasarlo bien; nos ofrecen
por todas partes pedacitos de dolce vita». Pero, «esto no es la alegría —explicó —
porque la alegría no es una cosa que se compra en el mercado: es un don del Espíritu».
En esta perspectiva, Francisco sugirió mirar dentro de sí mismos, preguntá ndose:
«¿Có mo es mi corazó n? ¿Es pacífico, es gozoso, está en consolació n?». Es má s, relanzó
el Pontífice, «incluso en el momento del turbamiento, en el momento de la prueba, mi
corazó n es un corazó n no bien inquieto, con esa inquietud que no es buena: hay una
inquietud buena, pero hay otra que no es buena, la de buscar las seguridades en todas
partes, la de intentar gustar por todas partes». Como «el joven del Evangelio: tenía
miedo de que si hubiera dejado las riquezas no habría sido feliz». Por eso, «la alegría,
la consolació n» son «nuestra respiració n de cristianos». Y así, sugirió Francisco,
«pidamos al Espíritu Santo que nos dé siempre esta paz interior, esa alegría que nace
del recuerdo de nuestra salvació n, de nuestra regeneració n y de la esperanza de
aquello que nos espera». Porque «solamente así se puede decir “soy cristiano”». De
hecho, no se puede ser «un cristiano oscuro, triste, como ese joven que “ante estas
palabras oscureció el rostro, se fue entristecido”». Ciertamente «no era cristiano:
quería estar cerca de Jesú s, pero eligió la seguridad propia y no aquella que da Jesú s».

Por eso, concluyó el Papa, «pidamos al Espíritu Santo que nos dé alegría, que nos dé
consolació n, al menos en el primer grado: la paz». Conscientes de que «ser hombre y
mujer de alegría significa ser hombre y mujer de paz, significa ser hombre y mujer de
consolació n: que el Espíritu Santo nos dé esto».

Canto.

Vida nueva

Jesú s en la cruz murió su vida dio como cordero,


y con su sangre me lavó , por eso ya no tengo miedo,
quiero de ahora en adelante, que lo sepa el mundo entero,
que si yo vivo es por mi Cristo porque É l me amo primero.

y Jesú s en la cruz su vida dio,


es por eso que hoy le alabo yo.

Y libre soy, del pecado y las cadenas me salvo


y me ha dado vida nueva,
libre soy, del pecado y las cadenas me salvo
y me ha dado vida nueva.
Tercer momento

La verdadera alegría del cristiano a imagen de la Santísima Virgen María.


“La alegría del cristiano no es la ausencia de problemas, la alegría del cristiano es vivir
con la certeza de que Dios está con él”

Del Santo Evangelio segú n San Lucas 1, 26 – 31 – 38


Al sexto mes el á ngel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada
Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre
llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el á ngel hasta
ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señ or está contigo. María quedó muy
conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el
á ngel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirá s en
tu seno y dará s a luz un hijo, al que pondrá s el nombre de Jesú s. "Dijo María: «Yo soy la
servidora del Señ or, há gase en mí segú n su palabra.» Después la dejó el á ngel."
Palabra del Señ or.
Veamos en María aquella mujer en la que Dios manifiesta la alegría de su mensaje,
pues él mismo por medio del á ngel le afirma su compañ ía cuando le dice “El Señ or está
contigo” y es que es preciso también en este tiempo de pascua meditar sobre una de
las ú ltimas frases de Jesú s en la cruz y esa fue: "Mujer, ahí tienes a tu hijo, hijo ahí
tienes a tu madre". Meditar en la Anunciació n nos hace entrar como verdaderos hijos
de Dios al corazó n de nuestra Madre, y esto produce en nosotros una verdadera
alegría y valor para ser portadores del mensaje de Dios como el á ngel: ¡Alégrate, no
temas! Ahora dispongamos nuestro corazó n en este momento para que la entrada de
la Santísima Virgen María a este lugar y delante de la presencia de su hijo amado
Jesucristo nos permita unir en un solo sentir el testimonio admirable de María como la
mujer que supo recibir en su vida la alegría de Dios, con el esplendor de la gloria de su
hijo que resucitó y nos ha dado la salvació n, recibamos de Dios la verdadera alegría,
no aquella que nos da el mundo, sino por el contrario aquella que procede de É l para
hacer nuevas todas las cosas. (Finalizado este momento se entona el AVE MARIA
mientras entra en procesión la imagen de la Santísima Virgen María).

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