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1. Bienvenida y animació n.
2. Direccionamientos propios para la vivencia del encuentro.
3. Exposició n del Santísimo.
Canto.
Jesús está vivo
Tanto amo Dios al mundo,
Que a su ú nico hijo, el entrego
Para que todo aquel, que crea en el
No muera, má s tenga vida eterna.
Primer momento
Las lágrimas que no me dejan ver la luz de una nueva vida.
«Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?»
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó
al sepulcro y vio a dos á ngeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a
los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesú s.
Ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?”. María respondió : “Porque se han llevado a
mi Señ or y no sé dó nde lo han puesto”.
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesú s, que estaba allí, pero no lo reconoció .
Jesú s le preguntó : “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”. Ella, pensando que era el
cuidador de la huerta, le respondió : “Señ or, si tú lo has llevado, dime dó nde lo has
puesto y yo iré a buscarlo”.
Jesú s le dijo: “¡María!”. Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: “¡Raboní!”, es decir
“¡Maestro!”.
Jesú s le dijo: “No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis
hermanos: ‘Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'”.
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señ or y que él le
había dicho esas palabras.
2. En una actitud de oració n vamos a pensar por un momento cuá les son esas
lagrimas que nos impiden ver el rostro de Jesú s resucitado, desde tu realidad
personal tomate un momento para reflexionar en cuales han sido esas lá grimas
que incluso no te ha permito ver lo bueno de ti y de los demá s.
4. Canció n
"Porque ustedes lo aman sin haberlo visto, y creyendo en él sin verlo todavía, se
alegran con un gozo indecible y lleno de gloria, seguros de alcanzar el término de esa
fe, que es la salvació n."
Palabra de Dios
Del primer libro de Tesalonicenses 5, 16 – 18.
"Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda ocasió n: esto es lo
que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesú s."
Palabra de Dios
Por otra parte, relanzó Francisco, «no se puede vivir cristianamente sin alegría, al
menos en su primer grado que es la paz». De hecho, «el primer escaló n de la alegría es
la paz: sí, cuando vienen las pruebas, como dice san Pedro, uno sufre; pero baja y
encuentra la paz y esa paz no puede quitarla ninguno». He aquí por qué el cristiano es
un hombre, una mujer de alegría, un hombre, una mujer de consuelo: sabe vivir en
consuelo, el consuelo de la memoria de ser regenerado y el consuelo de la esperanza
que nos espera». Precisamente «estos dos hacen esa alegría cristiana y la actitud». «La
alegría, en cambio no es vivir de carcajada en carcajada, no, no es eso», puso en
guardia el Pontífice. Y la alegría —añ adió — no es ser divertido, no, no es eso, es otra
cosa». Porque «la alegría cristiana es la paz, la paz que hay en las raíces, la paz del
corazó n, la paz que solamente Dios nos puede dar: esto es la alegría cristiana». El Papa
hizo presente que «no es fá cil custodiar esta alegría». Y «el apó stol Pedro dice que es
la fe lo que la custodia: yo creo que Dios me ha regenerado, creo que me dará ese
premio». Precisamente «esta es la fe y con esta fe se custodia la alegría, se custodia la
consolació n». Por lo tanto, «la alegría, la consolació n, pero sobre todo la fe es lo que la
custodia». «Nosotros —reconoció el Papa— vivimos en una cultura no alegre, una
cultura donde se inventan tantas cosas para divertirse, para pasarlo bien; nos ofrecen
por todas partes pedacitos de dolce vita». Pero, «esto no es la alegría —explicó —
porque la alegría no es una cosa que se compra en el mercado: es un don del Espíritu».
En esta perspectiva, Francisco sugirió mirar dentro de sí mismos, preguntá ndose:
«¿Có mo es mi corazó n? ¿Es pacífico, es gozoso, está en consolació n?». Es má s, relanzó
el Pontífice, «incluso en el momento del turbamiento, en el momento de la prueba, mi
corazó n es un corazó n no bien inquieto, con esa inquietud que no es buena: hay una
inquietud buena, pero hay otra que no es buena, la de buscar las seguridades en todas
partes, la de intentar gustar por todas partes». Como «el joven del Evangelio: tenía
miedo de que si hubiera dejado las riquezas no habría sido feliz». Por eso, «la alegría,
la consolació n» son «nuestra respiració n de cristianos». Y así, sugirió Francisco,
«pidamos al Espíritu Santo que nos dé siempre esta paz interior, esa alegría que nace
del recuerdo de nuestra salvació n, de nuestra regeneració n y de la esperanza de
aquello que nos espera». Porque «solamente así se puede decir “soy cristiano”». De
hecho, no se puede ser «un cristiano oscuro, triste, como ese joven que “ante estas
palabras oscureció el rostro, se fue entristecido”». Ciertamente «no era cristiano:
quería estar cerca de Jesú s, pero eligió la seguridad propia y no aquella que da Jesú s».
Por eso, concluyó el Papa, «pidamos al Espíritu Santo que nos dé alegría, que nos dé
consolació n, al menos en el primer grado: la paz». Conscientes de que «ser hombre y
mujer de alegría significa ser hombre y mujer de paz, significa ser hombre y mujer de
consolació n: que el Espíritu Santo nos dé esto».
Canto.
Vida nueva