Está en la página 1de 12

LEER EL EVANGELIO CON OJOS NUEVOS

Introducción:
La historia empezó con la subida a una montaña. Siempre que uno se embarca
en una aventura que merece la pena tiene que escalar y ascender. Desde lo alto
la realidad se ve mejor. La aventura de la vida es apasionante y no puedes
renunciar a vivirla desde el arriba.
En este libro se trata de una ascensión.
En él hay jóvenes. Pasa algo semejante a la montaña. No se puede vivir una
vida plena e ilusionada sin tener juventud. No me refiero a la cantidad de años
sino a la juventud del espíritu ésa que te da el don de la eterna niñez porque,
cuanto más se envejece el cuerpo, más rejuvenece el hombre nuevo del espíritu.
Es un libro para jóvenes que sueñan con proyectos, que se ilusionan con el
amanecer de cada día y que saben que si están vivos es porque todavía le
quedan muchas cosas por aprender y hacer.
En él hay maestros. El que pretenda llegar a sabio por su cuenta puede que
consiga trepar algún peldaño, pero no las altas cumbres.
El soberbio que se cree autosuficiente e independiente no avanza en estos
caminos de juventud y de montañas escarpadas. Todos necesitamos aprender y
que nos enseñen. Hasta tenemos que aprender y que nos enseñen lo más
elemental que es hablar y caminar.
Por eso los orientales siempre dicen que cuando el alumno está preparado,
aparece el maestro. Según sea el maestro, será el alumno.
En este libro te propongo el hablar directamente con el Maestro de la
humanidad más influyente de la historia. Un tal Jesús de Nazaret.
Libro de aventuras en la montaña, de jóvenes y con el Maestro más sabio. Es lo
que encontrarás.
Te dejó con vivencias y enseñanzas que son para rumiar, meditar y pasar por
ellas sin prisa y con pausa.

Capítulo 1: Un libro de vivencias


El Señor Yahvé me ha dado lengua de discípulo,
para que haga saber al cansado una palabra alentadora
Isaías 50, 4

La historia
Amigo: lo que tienes en la mano no es un libro de teorías o ideologías. No son
pensamientos de un sabio, ni elucubraciones de un astuto estudioso. Son
vivencias que quedaron grabadas en mi corazón. Un día decidí ordenar esas
experiencias y ponerlas por escrito. Ahora tú las vas a recibir como lo que son:

1
palabras escritas con tinta embadurnada en el barro de la vida y amasadas con
la Palabra del Evangelio.
Tendría 15 o 16 años. Era un estudiante vago y soñador. A pesar de ello,

nunca me había dejado ninguna materia. Mis resultados no eran brillantes, pero

sí notables. Al llegar a esta edad, todavía no entiendo por qué, un bajón me hizo

poner los pies en el suelo. En un mes pasé de ser un estudiante vago y soñador

con resultados notables a ser un estudiante vago y soñador con resultados

pésimos. Ni yo mismo lo podía creer. Nunca me había llevado una materia y un

buen día tomé mi cartilla de notas y vi que en aquel semestre las había dejado

todas. Bueno, todas, menos las denominadas “marías”: Religión, Gimnasia,

Dibujo. Y, además, “zafé” en Francés. Los profesores me miraban y me

preguntaban: « ¿Qué te ha pasado?».

En estas dudas andaba con la adolescencia a cuestas, cuando el profesor de

gimnasia me invitó a ir a la montaña, a una linda sierra del centro de España:

Gredos.

En la montaña

Fue una experiencia única. En el navío de mi joven existencia se había abierto

un boquete. Seguía siendo vago, soñador y un intrépido deportista que ansiaba

conquistar y cambiar el mundo. Pero ahora parecía que todos se habían dado

cuenta de que aquel alumno de resultados notables se había convertido en un

vago estudiante, imaginativo y osado a la hora de bucear en lo desconocido.

Los tres días de montaña reflotaron mi barco. Las horas pasados con Luis

fueron aire fresco que entró por la rendija de mi corazón y lo ventiló. Apenas

unos días en medio de la nieve me oxigenaron.

En Gredos nos encontramos con un amigo de Luis que era cura. Don

Alejandro -así se llamaba- celebró misa en medio de aquel océano de nieve y

sol, encima de una roca. Éramos cuatro: Luis y tres jovencitos (Emilio, Fran y

éste que ahora escribe). Nunca se me olvidará la oración de aquel día. No sé si

2
por la fuerza de Dios manifestada en los rezos de cuatro jóvenes reunidos

alrededor de una roca con un cura celebrando la Santa Cena o si por la

magnitud de lo que nos rodeaba (la Madre Naturaleza en todo su vigor, virgen

e indomable). Fue una experiencia que se grabó en el hondón de mi alma.

Don Alejandro cantaba muy lindo. En aquel paraíso natural, nos deleitó con

su voz clara y pura de tenor. Lejos del ruido de cualquier ciudad, entonó unas

canciones religiosas que retumbaban con el eco de las montañas. Aire fresco

para el espíritu. Con Alejandro miramos las águilas imperiales que viven en las

cumbres. El cura nos enseñó los lugares dónde hacen los nidos, cómo es su

vuelo, cómo cazan. La oración al lado de la Laguna a los pies del Almanzor, el

pico más alto de la Sierra, fue una brisa para los sentidos y para el alma.

Recuerdo con claridad el tema que el nos propuso aquel día. “Que tu vida no

sea una vida estéril. —Sé útil. —Deja poso. —Ilumina, con la luminaria de tu fe

y de tu amor”

Después de todas las broncas recibidas por mi fracaso escolar, Dios parecía,

en lugar de retarme, dispuesto a regalarme unos días preciosos.

Don Alejandro nos contó que no le importaba ir al encuentro del Padre en la

montaña. Que morir no era más que, como decía Walt Disney, «tomar la tercer

estrella a la derecha y luego todo recto hasta el amanecer». Años más tarde,

Alejandro, siendo joven, tomó la tercera estrella a la derecha rumbo al amanecer

en el Mont Blanc. Su regalo de despedida fue verse rodeado de lo que tanto

amó en la vida: montañas, nieve, aventura, amor a la vida y las águilas

observando desde lo alto.

Regreso a la realidad: tres días que cambiaron la óptica de mi vida

En el viaje de regreso a la realidad, Luis me invitó a unas charlas que daba su

amigo Pedro.

Ésta fue otra bocanada de aire fresco. La casa de Pedro era sorprendente,

sencilla, cómoda, discreta, ordenada. Por todas partes había plantas verdes,

3
rosas, mariposas… Y libros. La primera impresión era la hallarse en una

biblioteca. Él era pequeño, discreto, sencillo, como su casa. Se movía de forma

moderada, reía de igual forma; transmitía paz y un gozo sereno. Caminaba

recto, señorial, con pasos lentos pero seguros. Y, siempre dispuesto a una

broma chispeante y genial.

Luis le pidió que nos enseñara a leer la Biblia.

A Pedro se le movió su pequeña perilla blanca, al igual que toda su cara blanca,

junto con una sonrisa franca y dulce. Aunque el rostro pudiese parecer un poco

adusto, su mirada lo delataba: era una mirada de cariño varonil, fuerte.

— Está bien, nos dijo. Mi tiempo es limitado, por eso les voy a enseñar algo

sobre la Palabra de Dios, que está en la Biblia y en otros lugares, pero con una

condición.

Aquel día estábamos en casa de Pedro siete chicos: Luis, Guillermo, María,

Fran, Gladis, Nélida y yo.

— ¿Qué condición? —Le preguntamos.

Sin perder ese tono de dulzura y, al mismo tiempo, de firmeza, sonrió y dijo:

— Que sean perseverantes en venir a las charlas. No se puede conocer algo

tan profundo picoteando como gallinas, es necesario aprender a volar como las

águilas. Ese aprendizaje lleva tiempo. Si están dispuestos, empezamos ahora.

En este mismo momento me vienen a la mente los ojos de Pedro y su voz

profunda. Es imposible olvidar la voz cálida y firme de un maestro como Pedro.

Su andar, sus expresiones, sus libros, sus sonrisas…

Un anam cara

En realidad, el autor de este libro es un anam cara, llamado Pedro. La cultura

celta denomina así a unas personas especiales. “Anam” significa, en gaélico,

‘alma’; “Cara” significa ‘amistad’.

Los anam cara, en el mundo celta, eran los amigos espirituales; las personas en

las que uno confiaba, a las que se les podía revelar absolutamente todo lo que

4
uno llevaba en su interior, lo que pasaba por el cuerpo, la mente y el alma. Para

los celtas la persona estaba unida de manera eterna a su anam cara. Esta unión

de amistad era tan grande que nadie ni nada podía romperla, ni siquiera la

muerte. «Porque el amor es más fuerte que la muerte»1.

En la vida todos tenemos necesidad de un anam cara, de un amigo espiritual.

De alguien que nos comprenda tal como somos, sin máscaras ni tatuajes. Una

amistad que brota del amor auténtico. El anam cara es un regalo de Dios. En

Pedro se daban estas cualidades y así lo sentimos los que asistimos a sus

charlas.

En Oriente también existen estos anam cara, se les denominan, gurú. El gurú

es para los orientales un maestro divinamente iluminado que ha superado la

limitación de lo humano y está singularmente capacitado para guiar a otros en

el viaje espiritual. Según su pensamiento, cuando un devoto está preparado

para buscar a Dios, Éste le envía un gurú. De tal forma que quien guía al devoto

es Dios que utiliza al gurú como instrumento para ir instruyendo al iniciado. El

gurú es un canal utilizado por Dios para encontrar el camino de la salvación. La

presencia del gurú no es sólo física, sino que entre maestro y alumno hay

sintonización y armonización de los corazones.

Para los cristianos, el gran anam cara es Jesús, nuestro amigo, nuestro

hermano. Nacimos a la fraternidad con Jesús a través de la amistad auténtica

del Anam Cara (con mayúscula): Dios. Nadie ama como lo hace Dios, porque Él

es Amor, es Amistad pura. Pero ésta se manifiesta en hombres que reflejan el

espíritu de Cristo. El gran anam cara es Jesús, el gran gurú, el gran maestro

espiritual del que aprendemos todos. El maestro nacido en Oriente y cuya

doctrina prendió de forma especial en Occidente.

Yo repasé los apuntes de aquellos encuentros con Pedro, en los que él nos fue

enseñando, les di un poco de forma y te las ofrezco para que te ayuden a abrir

los ojos y veas a Jesús a tu lado.

1
Cant 8, 6.

5
Conocer a Jesús en el Evangelio

No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo le he descartado. La mirada de Dios

no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Yahvé mira

el corazón

1 Samuel 16, 7

Aquel viaje a la montaña dejó huellas en mi alma. Desde aquellos días sentí la

necesidad de volar como el águila. Si a ésta le acortas las alas no puede volar

alto, se queda en los chiqueros para comer la basura. Pedro lo decía con mucha

fuerza en su voz: «Si fortaleces las alas para volar y miras cara a cara al sol,

subirás a las alturas, donde sólo viven y respiran el aire unas pocas aves

majestuosas. No todos los pájaros son capaces de aspirar a grandes alturas».

Cuantos conocimos y compartimos con Pedro nos dimos cuenta de que

estábamos aprendiendo de un águila y que nosotros no podíamos ser gallinas.

Dios nos dio alas para volar en las alturas, no para picar en la basura y

alimentarnos de los gusanos escondidos en la tierra.

Allí estaba Pedro, enseñándonos a volar por el cielo. Allí estaba el alumno

vago y cómodo, imaginativo e intrépido deportista, que soñaba con conquistar

el mundo….

El primer día hacía calor, pero las plantas de todos los colores que lucían en la

casa de Pedro parecían dar un aire fresco a la reunión. Nos miró despacio a

cada uno. Con mirada franca, penetrante. Se respiraba paz, alegría. Dentro de

su casa había grandes ventanales y mucha luz. Al fondo se veía el río, tranquilo

y apacible.

Siempre que nos hablaba, tenía la impresión de que me decía las cosas sólo a

mí, como si no hubiera nadie más. Luego, lo comenté con Gladis y ella me dijo

que le pasaba lo mismo. Cuando Pedro hablaba era como si estuviera hablando

6
con cada uno, personalmente. Espero que te pase lo mismo a ti. Te dejo con

Pedro. Esto fue lo que nos enseñó.

Primer día de enseñanza

Lo que pretendo enseñarte es algo sencillo: cómo se abre el Evangelio de una

forma distinta. Hay muchas personas que lo han abierto -y todavía lo leen- y no

sacan fruto para su vida. Piensa que es un libro que tiene vida, por ello, no lo

puedes tomar en tus manos como cualquier otro libro o con las mismas

actitudes de siempre.

¿Sabes por qué? Porque en los evangelios está la explicación que buscas, el

aliento que necesitas y la sabiduría que alumbra las nieblas espesas de la vida.

Quiero que cuando lo abras pienses en Jesús y en sus palabras; en las cosas que

te diría en ese momento que estás viviendo. Imagínate que lo tienes delante de

ti. Entiende: el que está contigo es Jesús hombre y le hablas como al amigo de

más confianza. A ese amigo al que le cuentas todo sin miedos ni prejuicios. A

ese amigo al que le abres el corazón de par en par. Si lees así este libro, tu vida

cambiará. Jesús es el mejor anam cara, el mejor gurú, el mejor maestro.

Para que esto suceda necesitas OJOS NUEVOS PARA LEER. Por la vista

entran tanto lo bueno como lo malo. Los ojos son grandes ventanas por las que

nos asomamos al mundo y por las que éste entra a nuestro interior. Por el gran

ojo espiritual situado en el entrecejo nos abrimos a las enseñanzas espirituales

del Maestro. Los orientales creen que en ese lugar está el ojo de la intuición, el

ojo interno. Pero no sólo los orientales, Moisés hablaba al pueblo de Israel

diciendo: “Poned estas palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, atadlas a

vuestra mano como una señal, y sean como una insignia entre vuestros ojos”2.

Ojos de águila

2
Deut 11, 18.

7
El águila posee una vista extremadamente aguda que le permite visualizar

desde grandes distancias a sus presas. Desde las cumbres observa lo que pasa a

ras de suelo. De su hábitat sólo baja para cazar. Luego, vuelve a subir. El águila

real posee dos puntos visuales: uno, para mirar de frente y otro, para focalizar

la mirada hacia los costados escudriñando a la distancia. Si quieres ser águila,

tienes que desarrollar la vista. Podrás volar en las cumbres y observar desde

lejos cómo cacarean las aves de corral y cómo se deslizan los reptiles, los

humanos que luchan por los bajos instintos.

De ahí que lo primero que nos interesa para entender el mensaje es limpiar la

lámpara del cuerpo -nuestros ojos- y tener la visibilidad del águila. Los que

miran como Jesús son capaces de ver más allá, tienen dos puntos focales, como

el águila real: ven lo externo y advierten lo más profundo del corazón de cada

persona.

Ésta es la visión que quiero para ti luego de que mires a Jesús en el Evangelio

y converses con Él. Con esos ojos nuevos tendrás una mirada limpia, una mente

despierta, un corazón receptivo y manos alzadas.

Sólo me queda recomendarte lo del libro del Apocalipsis “Te aconsejo que me

compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para

que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un

colirio para que te des en los ojos y recobres la vista”3.

Ya tienes el colirio por eso ves a Jesús a tu lado y háblale como a un amigo,

cara a cara, sin intermediarios, ni interferencias.

Capítulo 2: ¿Cómo acercarse al Evangelio?

Dulce es la luz y bueno para los ojos ver el sol

Eclesiastés 11,7

3
Ap 3, 18.

8
1. Con la mirada limpia

“El Señor se volvió y miró a Pedro,

y recordó Pedro las palabras del Señor” Lc 22, 61

Recuerdo haber llegado a vivir a una casa nueva, lejos de mi tierra. Me

recibieron con mucho cariño. Me mostraron la habitación y, luego, recorrí los

distintos lugares. Al lado de la casa había un patio. Di varios paseos

contemplando la rica vegetación. En unos de los rincones perdidos había nacido

una planta que ya estaba grande y tenía unas flores preciosas de color violeta

rosáceo.

En el almuerzo me preguntaron por mis primeras impresiones. Les comenté

lo linda que era tal plantita. Uno de los comensales me contestó que llevaba allí

treinta años y que no recordaba haber visto esa planta nunca. Intenté explicarle

dónde estaba situada, de qué color eran las flores… pero seguía sin percibir qué

flores podían haber llamado mi atención.

Al terminar el almuerzo fuimos a pasear por el patio y a ver la misteriosa

planta.

— ¡Ah! Sí, esa nació ahí, pero es muy común en estas tierras, ni me había

dado cuenta de que estaba— comentó el anfitrión. Había pasado al lado de ella

centenares de veces, pero nunca la había visto.

Así haces tú y así hago yo cuando tomamos el Evangelio con esa actitud,

cómoda y soberbia: «Bueno, ya sé lo que dice, ya conozco la vida de Jesús, no

voy a aprender nada nuevo, me voy a leer otro libro que me enseñe algo

distinto y novedoso».

Recuerdo que ese amigo fue viendo más cosas. Luego, se dio cuenta de que

en el patio había muchos pajaritos, muchas mariposas, muchos olores de las

flores… Siempre habían estado ahí, pero él no los había notado. Se había

acostumbrado, tenía los ojos empañados por el tapiz negro de la rutina.

Limpiar la mirada es una condición indispensable para poder entender la

Palabra de Dios. De otra manera, no podrás ver lo que Jesús tiene preparado

9
para ti. Purifica tus ojos con el colirio de la fe. Pídele con humildad a Jesús lo de

aquel ciego que se le acercó en el Evangelio: «Señor, que vea».

Vaciar el contenido

Josecito viene todos los días a verme, aunque sólo sea unos minutos para

saludarme. Ahora ha cumplido un añito y ya camina. Como todo niño, se cae

con frecuencia. Pero ver cómo se levanta es un espectáculo. Tarda varios

segundos. Le observamos porque parece que no es capaz, pero poco a poco, con

algo de suspenso, se pone de pie, después de una serie de posturas raras. Los

abuelos le aplauden dicen: « ¡Muy bien, muy bien!».

Así como los adultos miramos los progresos de los niños, sus caídas, sus

“tonterías”, así nos mira Papá Dios. Ve nuestras luchas por caminar erguidos y

nuestras caídas, nuestros primeros pasos.

Para entender el evangelio, es necesario volver a ser niños. El niño no tiene

nada, está vacío, nace “limpito”, todo lo recibe y lo aprende. Necesita que

alguien le enseñe hasta las cosas más básicas. Si no hubiera nadie que le

hablara, él nunca podría hacerlo; si no hubiera quién le enseñara a andar

erguido, nunca caminaría así.

¡Vuelve a ser niño! Vacía tus preconceptos y prejuicios. Olvídate de que

sabes leer y escribir, quédate vacío, “limpito” como los recién nacidos porque,

sólo los que son como niños pueden entrar en el Reino de los Cielos4.

Te invito a que tires a la basura todo lo que sepas del Evangelio, todos tus

conocimientos sobre la vida de Jesús. Olvida todo porque eres un niño recién

nacido que quiere aprender, eres un bebé que no sabes caminar ni hablar. Con

esta actitud ve y abre el Evangelio, como si fuera la primera vez.

Nada puede entrar en un recipiente que ya está lleno. Primero es necesario

vaciarlo para que, luego, se pueda poner algo dentro. Como decía Jesús «A vino

nuevo, odres nuevos»5.

4
Cf. Lc 18, 16.

10
Agustín de Hipona decía:

Un recipiente para ser llenado, tiene que estar vacío. Derrama,

pues, de ti el mal, ya que es has de ser llenado del bien.

Imagínate que Dios quiere llenarte de miel; si estás lleno de

vinagre, ¿dónde pondrás la miel? Hay que vaciar primero el

recipiente, hay que limpiarlo y lavarlo, aunque cueste fatiga,

aunque haya que frotarlo, para que sea capaz de recibir algo.»Y

así como decimos miel, podríamos decir oro o vino, lo que

pretendemos es dignificar algo inefable: Dios…ensanchemos

pues nuestro corazón, para que, cuando venga, nos llene6.

Ahora piensa de qué está lleno tu corazón, examina de qué está repleta tu

mente, reconoce las obras que llenan tus manos. Arroja todo para que puedas

llenarte de la Palabra de Jesús.

Leer el Evangelio con ojos nuevos significa, comprar el colirio que nos ayude

a ver. Con ese colirio, mira, observa, piensa, analiza, aprende.

Deja las costumbres, los prejuicios porque hoy tienes el Evangelio en tus

manos por primera vez y empiezas a abrir tus ojos a una nueva realidad: la vida

de Jesús.

Ejercicio

Reflexiona: ¿En qué piensas a lo largo del día? ¿Cuáles son las personas que

más tiempo tienes en tu mente?, ¿qué objetos son los más queridos para ti?, ¿a

qué dedicas más tiempo?…

Anótalo en tu cuaderno de ejercicios.

Lee con atención un capítulo del Evangelio cada día y anota los pensamientos

que te vienen a la cabeza después de la lectura.

5
Lc 5, 38.
6
AGUSTÍN, S., Tratado sobre la primera carta de san Juan, n. 4.

11
12

También podría gustarte