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VJE

ORACIÓN DE LA SEMANA
CONTIGO EN EL DESIERTO

Rezar visita al Santísimo Sacramento (rodillas)


Todos: Te visito con todo el afecto de mi corazón amor mío sacramentado, con todo el te amo y
deseo darme a ti sólo y seré feliz; porque fuera de ti nada más quiero, nada más deseo donde está
mi Jesús Sacramentado ahí está mi corazón, siento mi Jesús querido haber pecado quien siempre
te hubiera amado y nunca te hubiera ofendido.
(Padre Nuestro, Ave María, Gloria)

Todos: Soberano Señor sacramentado segura prenda de la eterna gloria esta estación recibe con
agrado por ser de tu pasión tierna memoria haz que destruido el reino del pecado, tu Iglesia santa
cante la victoria asistiéndola siempre benigno con tus
gracias y dones en todas sus necesidades y aflicciones. Amén

Maestra: ayer miércoles de ceniza empezamos la cuaresma, tiempo en que nos preparamos para
la Pascua de Jesús, tiempo para buscar ser mejores personas. La Cuaresma es un tiempo que nos
prepara para celebrar la fiesta más grande del año: la Pascua, la Resurrección del Señor.
Vamos hacernos conscientes de la presencia de Jesús para poder escuchar su palabra, escuchar su
voz y sentirlo.

Mt 4, 1-11
Jesús se marchó un tiempo al desierto. Allí estaba lejos de la gente, porque necesitaba pensar
bien qué iba a hacer. Pasó cuarenta días rezando. Y entonces el diablo le puso tres pruebas.
Primero le colocó unas piedras delante. El diablo sabía que Jesús tenía hambre, porque
llevaba semanas ayunando. Y le dijo: «Anda, si eres tan poderoso, ¿por qué no haces que se
conviertan en pan? Y así puedes acabar con el hambre». Pero Jesús le contestó: «No solo de
pan vive el hombre, sino de las palabras que salen de la boca de Dios».
Después el diablo le llevó al edificio más alto de Jerusalén. Y le dijo: «Tírate desde aquí y haz
que te salven los ángeles». Pero Jesús le contestó: «Anda, no me intentes engañar». Porque
sabía que si empezaba a hacer ese tipo de cosas, la gente le seguiría por miedo o por poder,
pero no por fe en el Dios del amor.
Al final, el diablo le llevó al monte más alto de la región, le enseñó todo lo que se veía y le dijo:
«Te haré el dueño de todo, si te arrodillas y me adoras». Y Jesús le contestó: «Está escrito que
solo hay que adorar a Dios».
El diablo se marchó, fastidiado porque no había conseguido hacer que Jesús cayese en sus
tentaciones.

Maestra: A todos nos pasa como a Jesús cada día el mal nos llama para hacer cosas incorrectas. En
un momento de silencio vamos a pensar en todas esas veces que nos hemos deja do llevar por él.
Cuando hacemos lo que nos apetece: mentir, desobedecer, pelear, cuando no queremos trabajar
… (momento de silencio)
Maestra: Jesús no cae en las trampas del maligno, le respondió de con la Palabra de Dios. Vamos a
pensar cómo lo podemos vencer nosotros, por ejemplo, cada vez que sienta ganas de hacer algo
mal, vamos a hacer una oración en silencio pidiéndole a Jesús que nos ayude a no caer en
tentación.

https://www.youtube.com/watch?v=HF6N9DjQ6_g

Canción

Señor, aquí estoy


Señor, aquí estoy,
preparada para darme un nuevo corazón
con latidos de tu amor.

Dame agua verdadera que calme mi sed,


quiero escuchar tu voz y sentir que estás en mí.

Desprenderme de todo lo que no quiero ser,


sentirme a tu lado cuando ya no pueda más,
tender mi mano junto a la tuya
y formar un puente de amor que nada pueda romper.

Señor, aquí estoy,


preparada para hacer de mi sencillo
hogar tu nueva casa donde estar.

Dame fe firme y entera para caminar


Que mueva las montañas que mi tierra tenga sal

Desprenderme de todo lo que no quiero ser,


sentirme a tu lado cuando ya no pueda más,
tender mi mano junto a la tuya
y formar un puente de amor que nada pueda romper.

Érase una vez que había un rey que vivía bien su fe cristiana y que no tenía hijos. Por ello, envió a
sus heraldos a colocar un anuncio en todos los pueblos diciendo que cualquier joven que reuniera
los requisitos para aspirar a ser el sucesor al trono, debería entrevistarse con el Rey. Pero debía
cumplir dos requisitos: Amar a Dios y a su prójimo.

En una aldea lejana, un joven huérfano leyó el anuncio real. Su abuelo, que lo conocía bien, no
dudó en animarlo a presentarse, pues sabía que cumplía los requisitos, pues amaba a Dios y a
todos en la aldea. Pero era tan pobre que no contaba ni con vestimentas dignas, ni con el dinero
para las provisiones de tan largo viaje.
Su abuelo lo animó a trabajar y el joven así lo hizo. Ahorró al máximo sus gastos y cuando tuvo una
cantidad suficiente, vendió todas sus escasas pertenencias, compró ropas finas, algunas joyas y
emprendió el viaje. Al final del viaje, casi sin dinero, se le acercó un pobre limosnero. Tiritando de
frío, vestido de harapos, imploraba: “Estoy hambriento y tengo frío, por favor ayúdeme...” El
joven, conmovido, de inmediato se deshizo de sus ropas nuevas y abrigadas y se puso los harapos
del limosnero. Sin pensarlo dos veces le dio también parte de las provisiones que llevaba.

Cruzando los umbrales de la ciudad, una mujer con dos niños tan sucios como ella, le suplicó:
“¡Mis niños tienen hambre y yo no tengo trabajo!” Sin pensarlo dos veces, le dio su anillo y su
cadena de oro, junto con el resto de las provisiones.

Entonces, en forma titubeante, llegó al castillo vestido con harapos y sin de provisiones para el
regreso. Un asistente del Rey lo llevó a un grande y lujoso salón donde estaba el rey. Cuál no sería
su sorpresa cuando alzó los ojos y se encontró con los del Rey. Atónito dijo: “¡Usted... usted!
¡Usted es el limosnero que estaba a la vera del camino!” En ese instante entró una criada y dos
niños trayéndole agua, para que se lavara y saciara su sed. Su sorpresa fue también mayúscula: -
“¡Ustedes también! ¡Ustedes estaban en la puerta de la ciudad!” El Soberano sonriendo dijo: “Sí,
yo era ese limosnero, y mi criada y sus niños también estuvieron allí”.

El joven tartamudeó: “Pero... pe... pero... ¡usted es el Rey! ¿Por qué me hizo eso?” El monarca
contestó: “Porque necesitaba descubrir si tus intenciones eran auténticas frente a tu amor a Dios y
a tu prójimo. Sabía que si me acercaba a ti como Rey, podrías fingir y no sabría realmente lo que
hay en tu corazón. Como limosnero, no sólo descubrí que de verdad amas a Dios y a tu prójimo,
sino que eres el único en haber pasado la prueba. ¡Tú serás mi heredero! --sentenció el Rey-- ¡Tú
heredaras mi reino!”.

El relato nos debe hacer pensar si sabemos dar también con generosidad. El Papa nos invita a
“descubrir de nuevo la misericordia de Dios para que también nosotros lleguemos a ser más
misericordiosos con nuestros hermanos”. Cristo ya se ha dado generosamente por nosotros y
espera que hagamos lo mismo con los demás.

Todos: Ayúdame, Jesús


Cuando sienta ganas de desobedecer…
Cuando la mentira me llame…
Cuando sea egoísta…
Cuando pase por alguna dificultad y sienta que no puedo más…
...¡Ayúdame, Jesús!

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