Está en la página 1de 98

MILAGROS

INTRODUCCIÓN1

El hombre moderno marcado profundamente por el cientificismo rechaza los milagros


porque se salen de las leyes naturales. Muchas veces con escepticismo los considera como
fábulas. Los milagros son para el hombre moderno un escándalo.
Los milagros se pueden interpretar simbólicamente, como lo hacen muchos
racionalistas. Sin embargo ellos yerran en negar su historicidad. Dicen: los evangelistas los
escribieron para simbolizar una enseñanza de Cristo pero no son hechos históricos. Es cierto
que los milagros contienen un simbolismo profundo que trasciende el hecho pero eso no
excluye su realización histórica. Algunos les dan explicaciones racionales y por tanto niegan
lo sobrenatural, lo que excede lo empírico. Otros los convierten en el reflejo irreal de una
imaginación popular singularmente crédula, una trasposición más o menos poética de hechos
muy diferentes en su realidad de los que nos cuentan.
No se debe dar tanta importancia a los milagros de Cristo como si fueran lo esencial en
su vida. Ellos están subordinados a una significación más alta. Son el sello del Rey que marca
con el signo de la omnipotencia el mensaje soberano.
Los milagros revelan su persona, su doctrina, su misión y también tienen, en muchos
casos, un sentido profético.
Los milagros son un signo del poder de Jesucristo. Poder que se ordena a la salvación
integral del hombre. Cristo había venido a salvar a los hombres y sus milagros buscan a través
de la curación corporal la curación del alma.
Pero además de ser hechos históricos obrados por Cristo encierran, la mayoría de ellos,
un significado más profundo. Una gran parte de los milagros son parábolas en acción.

Lo que es impresionante, es la manera que tiene Jesús de actuar como señor de la


naturaleza, del mundo visible y del mundo invisible, y su soberanía es aún más
inteligente que libre. Utiliza a su gusto la naturaleza: sus gestos o sus actos, milagrosos
o no, son metáforas que sugieren un desarrollo ulterior. En Jesús, el taumaturgo es
idéntico al poeta.

Tanto y más que cualquier poeta, rompe las costumbres, los conformismos, lo hace
aún más en actos que en palabras. Desplaza los horizontes o los confunde a su gusto.
Superpone los órdenes, no se deja encerrar por ninguno. Es libre, y esa libertad
soberana es el milagro de los milagros2.

Decíamos al principio que los milagros escandalizan al hombre moderno. Lo


escandalizan no sólo por el hecho de parecer algo irreal y fabuloso sino por romper el orden
de la naturaleza.

Un milagro depende de la voluntad del taumaturgo y de la fe del que lo recibe; y


aparentemente está sometido a ciertas leyes que desconocemos. Naturalmente, Dios no
tiene leyes; pero evidentemente también si quiere hacer un hecho propio suyo, que lo
señale a Él, no necesita descompaginar la creación con una especie de tiranía o acto de
violencia, sino manejar las naturas de las cosas que Él ha hecho, y que Él únicamente

1
Cf. BRUCKBERGER, La Historia de Jesucristo, Omega Barcelona 1966, 23-33; 167-68; SANTO TOMÁS DE
AQUINO, Suma Teológica, IIIª p., q. 43 (en adelante III, 43); BEATO JUAN PABLO II, Audiencia general del 16 de
diciembre de 1987
2
BRUCKBERGER, La Historia de Jesucristo…, 33
1
conoce hasta el fino fondo. Dios está dentro de las cosas y de sus leyes y no fuera de
ellas3.

El mundo moderno ama el orden, lo idolatra y le molesta que alguien pueda


trastocarlo. El milagro y el taumaturgo que lo realiza alteran el orden del universo que
custodia diligentemente la ciencia moderna. En un universo en que todo sigue las leyes
exactas de la física el milagro es una ofensa. Esta concepción de un orden meticuloso y
totalitario del universo está profundamente enraizado en el espíritu moderno. Lo que escapa a
ese orden es una anarquía y el que altera ese orden es un anarquista.
¿No es curiosa la actitud de la ciencia moderna de rechazar a rajatabla todo lo que
salga del orden establecido por ella? Todo lo que escapa a las leyes naturales de la física, es
decir, todo lo sobrenatural y milagroso hay que rechazarlo porque pone en aprieto la autoridad
absoluta adquirida por la ciencia moderna.
Sin embargo, volvamos a decir que Jesús pone sus milagros en un segundo plano.
Ellos son el sello del Rey que viene a salvar. Jesús quiere con ellos que se adhieran a su
persona porque sólo en ella está la salvación del hombre4.
El milagro puede volverse en las turbas lo principal y, en consecuencia, puede llevar a
desconocer el mensaje que él contiene. Las turbas buscaron ávidamente a Jesús para que le
realizara milagros. Es cierto que cuando se siente necesidad apremiante se busca la solución
desesperadamente y si aparece un taumaturgo ¡cómo no correr a él! Pero muchos de los que
buscaban los milagros los buscaban por pura curiosidad, sólo para presenciar lo
extraordinario.
El diablo usando esta ansiedad de la gente por lo extraordinario tentó a Cristo con un
mesianismo de popularidad y Cristo lo rechazó. Su vocación era ser un Mesías escondido y
humillado.
En este sentido algunos hombres critican a Cristo porque no curó a todos los enfermos
y porque no suprimió la enfermedad y las miserias de una vez por todas.

Cristo acepta la realidad humana tal como existe, y sobre ello promete la “Salvación”,
el reino de los Cielos. Los milagros son como vislumbres o relámpagos de ese Reino;
pero no profesan ser la abolición del Destino; y la inmediata recuperación del Jardín
del Edén al golpe de una varita mágica […] Si tengo una enfermedad que contraje o
heredé, ella forma parte de mi Destino, y con ella y por ella debo conseguir mi
salvación. Si viene un taumaturgo y me la sana, buena suerte; si no, tengo que tirar
adelante con ella. Ya sanará […] si yo me salvo.

Si Jesús aceptó el Destino de la Humanidad con sus males y miserias, es


evidentemente porque no podía hacer otra cosa, aun siendo Dios; exactamente por ser
Dios. Hay allí una realidad inquebrantable, una realidad que tiene sus propias leyes,
que para los judíos y cristianos se llama Pecado Original5.

* * *

Dice Santo Tomás que Dios otorga al hombre el poder de realizar milagros por dos
razones:
Primera y principal, para confirmar la verdad que enseña, pues las cosas que exceden
la capacidad humana no pueden ser probadas con razones humanas y necesitan serlo con
argumentos del poder divino, a fin de que, viendo que uno hace obras que sólo Dios puede
hacer, crean que viene de Dios lo que enseña.
3
CASTELLANI, El Evangelio de Jesucristo, Dictio Buenos Aires 1957, 376-77
4
Fuera de Jesús no hay salvación (Cf. Hch 4, 12)
5
Cf. CASTELLANI, El Evangelio de Jesucristo…, 464-65
2
Segunda, para mostrar la presencia de Dios en el hombre por la gracia del Espíritu
Santo, para que, viendo que el hombre hace obras de Dios, se crea que Dios habita en él por la
gracia. Y así dice el Apóstol: “El que os otorga, pues, el Espíritu y obra milagros entre
vosotros”6.
En Jesús se debían manifestar estas dos cosas: que Dios estaba en Él por la gracia de
unión y que su doctrina provenía de Dios. Lo cual probó con los milagros7.
Los verdaderos milagros no pueden ser realizados sino mediante el poder divino,
porque sólo Dios puede mudar el orden natural, en que consiste el milagro. Y Jesús hizo los
milagros con el poder divino8.
En Jesús hay dos naturalezas y cada una de ellas obra en comunicación con la otra, la
naturaleza humana es instrumento de la acción divina y la acción humana recibe la virtud de
la naturaleza divina. Por eso Jesús ejecuta los milagros ya sea con su poder, ya haciendo
oración al Padre. En los menores, por ejemplo, en la multiplicación de los panes 9, mira al
cielo; pero en los mayores, que son sólo de Dios, obra con su poder; por ejemplo, cuando
perdona los pecados o resucita los muertos. A veces se dirige al Padre o levanta los ojos hacia
Él para nuestro ejemplo, como en la resurrección de Lázaro10.
El primer milagro que realizó Jesús fue el de la conversión del agua en vino 11. Y este
milagro lo realizó al comienzo de su vida pública. Este fue el tiempo más conveniente por
disposición divina. Comenzó a predicar a la edad perfecta y, para probar su doctrina, recién
allí comenzó a hacer milagros.
Además, para dejar patente la realidad de su humanidad. “Con razón no empezó a
hacer milagros desde la primera edad, pues hubieran creído que la encarnación era pura
fantasía y antes del tiempo debido le hubieran puesto en la cruz” (San Juan Crisóstomo).
Finalmente, los milagros sirvieron para acrecentar la fe de sus discípulos. “Y creyeron
en Él sus discípulos”12. No que entonces comenzasen a creer, sino que creyeron con más
firmeza y perfección.
Los milagros que hizo Jesús prueban su divinidad.
Primero, por la especie de las obras, que superan todo el poder de la criatura y, por
consiguiente, no pueden ser ejecutadas sino por el poder divino13.
Segundo, por el modo de hacer los milagros, porque los ejecutaba con su propia
virtud, sin recurrir a la oración, como los otros14.
Tercero, por la misma doctrina en que se declaraba Dios, la cual, si no fuere verdadera,
no podría ser confirmada con milagros hechos con poder divino: “¿Qué es esto? ¡Una doctrina
nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen”15.

* * *
Los milagros que realizó nuestro Señor Jesucristo son, en verdad, obras
divinas, que convidan a la mente humana a elevarse a la inteligencia de Dios
por el espectáculo de las cosas visibles. Dios no es una sustancia tal, que con
los ojos se pueda ver; y los milagros con los que rige el mundo y gobierna
toda criatura han perdido su valor por su asiduidad, hasta el punto que casi nadie
mira con atención las maravillosas y estupendas obras de Dios en un gra no de
una semilla cualquiera; y por eso se reservó en su misericordia algunas para
6
Ga 3, 5
7
Cf. Jn 5, 36; 10, 38.
8
Jn 14, 10
9
Mt 14, 19
10
Jn 11, 42
11
Jn 2, 11
12
Jn 2, 11
13
Jn 9, 32-33
14
Lc 6, 19; Mt 8, 16; Jn 5, 19. 21
15
Mc 1, 27
3
realizarlas en tiempo oportuno, fuera del curso habitual y leyes de la
naturaleza, con el fin de que viendo, no obras mayores, sino nuevas,
asombrasen a quienes no impresionan ya las obras de todos los días. Porque
mayor milagro es el gobierno del mundo que la ac ción de saciar a cinco mil
hombres con cinco panes. Sin embargo, en aquél nadie se fija ni nadie lo
admira; en ésta, en cambio, se fijan todos con admiración, no porque sea
mayor, sino porque es rara, porque es nueva 1 6 .

Desde el comienzo de su vida pública, Jesús hizo milagros en cantidad, que eran el
signo mesiánico del advenimiento del Reino de Dios, pero al final de su vida pública los
milagros se vuelven abrumadores, ricos de significaciones escatológicas, jugosos de poesía,
signos sensibles de la omnipotencia del Padre en su Hijo Amado.
Los milagros de Cristo están en relación con la revelación trinitaria. Y la acción del
Espíritu Santo vendrá a continuar y completar en nosotros la enseñanza de los milagros de
Jesús, cumplidos de una vez por todas en aquel tiempo. “Si yo no hubiera venido y no les
hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado. El que me
odia, odia también a mi Padre. Si no hubiera hecho entre ellos obras que no ha hecho ningún
otro, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y nos odian a mí y a mi Padre” 17. “Cuando
venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede
del Padre, él dará testimonio de mí”18.
Al final de esta vida fulgurante, en mitad de esta batalla que iba a costarle la vida,
Jesús, pues, acumulaba los milagros, que explotaban como la bomba de Hiroshima, con
lluvias radiactivas que cubrirán hasta el fin del mundo todas las playas del tiempo. Milagros
únicos de potencia y de significación, milagros eternamente justificativos de nuestra
obediencia racional y de nuestra fe, “esas obras que no ha hecho ningún otro”. La crítica
racionalista, toda ella basada en el dogma rígido de que el milagro es imposible, y en la
negación de Dios, no vio en la curación del ciego de nacimiento y en la resurrección de
Lázaro más que símbolos de Jesús poniéndose como luz del mundo y señor de la muerte y de
la vida. Pero si Jesús era verdaderamente el señor de la muerte y de la vida, y la luz del
mundo, ¿qué extraño es que hiciera milagros a su imagen? Actuó como todo artista que se
proyecta en su obra. En todo caso, nunca se explicará el odio, el miedo, el entusiasmo de que
Jesús fue entonces objeto, si esos milagros no tuvieron lugar. Por ellos le admiraba el pueblo,
a causa de ellos le temían los fariseos. ¿Cómo acabar con tal hombre? Esa es la pregunta que
se hacían todos los enemigos de Cristo. La razón de Estado fue lo que puso el calderón al
conflicto. Juan cuenta: “los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían:
¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales”19.
Los “milagros y los signos” que Jesús realizaba para confirmar su misión mesiánica y
la venida del reino de Dios están ordenados y estrechamente ligados a la llamada a la fe. Esta
llamada con relación al milagro tiene dos formas: la fe precede al milagro, más aún, es
condición para que se realice; la fe constituye un efecto del milagro, bien porque el milagro
mismo la provoca en el alma de quienes lo han recibido, bien porque han sido testigos de él.
Es sabido que la fe es una respuesta del hombre a la palabra de la revelación divina. El
milagro acontece en unión orgánica con esta Palabra de Dios que se revela. Es una “señal” de
su presencia y de su obra, un signo, se puede decir, particularmente intenso. Todo esto explica
de modo suficiente el vínculo particular que existe entre los “milagros-signos” de Cristo y la
fe: vínculo claramente delineado en los Evangelios.
Jesús subraya más de una vez que los milagros que Él realiza están vinculados a la fe.

16
SAN AGUSTÍN, Tratados sobre el Evangelio de San Juan (t. XIII), Tratado 24, 1, BAC Madrid 19682, 541
17
Jn 15, 22- 24
18
Jn 15, 26
19
Jn 11, 47
4
Nótese cómo en la narración evangélica se pone continuamente de relieve el hecho de
que Jesús, cuando “ve la fe”, realiza el milagro.
El milagro es un “signo” del poder y del amor de Dios que salvan al hombre en Cristo.
Pero, precisamente por esto es al mismo tiempo una llamada del hombre a la fe. Debe llevar a
creer sea al destinatario del milagro sea a los testigos del mismo.
Así, pues, el principio de la fe es fundamental en la relación con Cristo, ya como
condición para obtener el milagro, ya como fin por el que el milagro se ha realizado. Esto
queda bien claro al final del Evangelio de Juan donde leemos: “Muchas otras señales hizo
Jesús en presencia de los discípulos que no están escritas en este libro; y éstas fueron escritas
para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su
nombre”20.
Jesús manifiesta con sus milagros su poder sobre la naturaleza 21, especialmente sobre
la enfermedad22, sobre la muerte23, y sobre los demonios24. Los milagros de Jesús, diferentes
por su simplicidad de los maravillosos prodigios del helenismo y del judaísmo rabínico, se
distinguen sobre todo por su significación espiritual y simbólica: anuncian los castigos 25 y los
dones de la era mesiánica26 e inauguran el triunfo del Espíritu sobre el imperio de Satán 27 y las
fuerzas del Mal, pecados28 y enfermedades29. Realizados a veces por compasión 30 se destinan
sobre todo a confirmar la fe31. Por eso Jesús los realiza en casos especiales, exigiendo el
secreto de los favorecidos32 y reservándose el ofrecer más tarde el decisivo milagro de su
propia resurrección (Mt 12, 39-40)33.

20
Jn 20, 30-31
21
Mt 8, 23-27; 14, 22-23 p
22
Mt 8, 1-4.5-13.14-15; 9, 1-8.20-22.27-31, etc.
23
Mt 9, 23-26 p; Lc 7, 11-17; Jn 11, 1-44
24
Mt 8, 29 ss.
25
Mt 21, 18-22 p
26
11, 5 ss.; 14, 13-21; 15, 32-39 p; Lc 5, 4-11; Jn 2, 1-11; 21, 4-14
27
Mt 8, 29 ss.
28
Mt 9, 2 ss.
29
Mt 8, 17 ss.
30
Mt 20, 34; Mc 1, 41; Lc 7, 13
31
Mt 8, 10 ss.; Jn 2, 11 ss.
32
Mc 1, 34 ss.
33
Nota a la Biblia de Jerusalén, Descleé De Brouwer Bilbao 1998 3, comentario a Mt 8, 3. En adelante JSALÉN. a
Mt 8, 3
5
6
CAPÍTULO 1
LOS SIGNOS

Señal () aparece muy pocas veces en los sinópticos y muchas


veces en Juan. Dieciséis veces en los c.1-12 y una en 20, 30. La Biblia de Jerusalén
la traduce como señal/es aunque tiene un sentido más profundo y se acerca más a la
de milagro. Etimológicamente, sin embargo, es señal. Es indiferente que sea uno en
singular (seis veces) o en plural. Aparece relacionado con los verbos hacer, ver y creer.
En 4, 48 se le asocia el substantivo prodigio, térata .
Lo primero que podemos decir de semeion  es que refiere algo
extraordinario que Jesús hace y lleva a la fe 34. Siempre se relaciona con la fe y
frecuentemente con la fe de muchos, de un grupo numeroso. Las señales abren el
camino para la fe. Lo extraño es que no crean aquellos que las han visto35.
Para creer no basta ver la materialidad de la señal. Hay que ver su alcance
interior. Así en Jn 6, 26 se queja Jesús de que la turba le sigue porque ha comido del
pan, no porque haya visto “signos”. Vieron la corteza exterior del milagro, pero no
vieron que el milagro significaba la misión divina de Jesús. Los judíos se cegaron y no
vieron el significado trascendente de los milagros 36 . Semeion es un testimonio en favor
de la misión de Jesús, como podía ser la voz de las Escrituras o la de Juan.
Los milagros muestran “la gloria” de Jesús. Los testigos del milagro, los que
creen, han visto “la gloria”. Por eso creen. El contenido trascendente de la señal
 es, pues, la gloria  de Jesús. La señal habla de la gloria. Quien
oye esta voz, cree; los que no la oyen, no creen. Los discípulos vie ron el milagro de
Caná, “la gloria” 37. La resurrección de Lázaro se hace para mostrar la gloria 38 . Existe
una relación estrecha entre la gloria dóxa y la señal semeion. Los creyentes por la fe
penetran en la gloria de los milagros de la persona que los hace; los incrédulos ven la
materialidad del milagro pero no ven su gloria. El semeion es una manifestación velada de
la gloria del Unigénito.
El gran semeion de la gloria de Jesús es su muerte y su resurrección 39. Nada tan
relacionado con su gloria como la muerte y la resurrección. Es la hora de su
glorificación. Jesús crucificado se compara con la serpiente de bronce, que daba la
vida 40 , y más adelante afirma que en la cruz es cuando se ha de revelar el “Yo soy” 41. Juan
vuelve a aludir al tema de la exaltación de Jesús 42 , que reviste un doble sentido:
exaltación material en la cruz y exaltación moral o gloriosa, revelación de su
gloria. Es que en Nm 21, 8 los LXX traducen: pon sobre un semeion la serpiente. El
palo que alzaba la serpiente era un semeion, el vexillum de nuestra cruz. Así se explica
cómo miraba Juan la cruz, como la señal de la gloria de Jesús. Verán o descubrirán la
gloria del que han crucificado 43. Los milagros para Juan son señales en cuanto que no sólo
revelan el poder de Cristo, sino su gloria de Hijo de Dios. Así son el punto firme donde se
34
Jn 2, 11.23; 4, 54; 7, 31; 10, 41; 11,47; 12,18-19
35
Jn 12, 37
36
Jn 12, 40
37
2, 11
38
11, 4
39
Jn 2, 13-20
40
Jn 3, 14
41
Jn 8, 28
42
Jn 12, 32-34
43
Cf. Jn 19, 37
7
apoya la fe, en cuanto son algo sensible, y la luz reveladora de la trascendencia que se esconde
del Logos, que se esconde en la carne44.

* * *

Cuando se acercaba la primera pascua Jesús entró en el Templo y llevado de un celo


santo expulsó a los mercaderes del templo45.
Los judíos, hablamos aquí de las autoridades eclesiásticas, le dijeron:
“¿Qué signo nos muestras para obrar así?”46
Muchas veces en la vida de Jesús se habla del “signo”. Los hombres quieren un signo
para creer en Jesús.
¿Es lícito pedir un signo a Dios? Sí. El mismo Dios quiere en ciertas ocasiones
confirmar su palabra con un signo. Lo que no quiere es que se le pida un signo para tentarlo
sino que se lo pida para abandonarse en Él.
La petición de los fariseos es escuchada. Jesús les da el signo por antonomasia, su
Pascua: “cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo soy” 47. Este es
el signo definitivo y confirmatorio de lo que es Jesús. Los fariseos no se dan cuenta del signo
que Jesús les da, ni tampoco los apóstoles. Estos últimos se darán cuenta después de la
Pascua: “cuando fue levantado, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que
había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús”48. Los
fariseos jamás conocerán el signo porque de antemano lo rechazaban, pues, querían un signo a
su gusto y esto es tentar a Dios. Es la segunda tentación que hace el diablo a Jesús en el
desierto49 que el Papa Benedicto la denomina la tentación del circo. La primera es el pan; la
segunda, el circo. El diablo en el desierto y los fariseos en el templo quieren que Jesús haga
un signo espectacular. Signo espectacular que lo aparta de su misión: la redención de la
humillación.
No es lo mismo pedir un signo para aceptar la voluntad de Dios teniendo absoluta
disposición como enseña San Ignacio en sus Ejercicios 50 a preconcebir un signo según el
propio gusto que si no se da no se acepta la voluntad de Dios.
El mundo moderno pide a Dios un signo más palpable, más tangible para creer en Él y
esto es tentar a Dios porque de esta manera el mundo se coloca sobre Dios pidiéndole que le
dé un signo apetecido por él y no se somete al querer de Dios que es el Señor. El mundo
moderno condiciona el signo a Dios y rechaza por tanto a Dios como su Señor.
Nosotros también podemos hacer lo mismo. Pedir a Dios signos a nuestro gusto, según
nuestro querer y capricho, para aceptar su voluntad y esto es tentar a Dios. Si, por el contrario,
aceptamos la voluntad de Dios Él nos dará signos acreditativos de su voluntad pero los signos
que Él quiera. Nosotros debemos estar atentos a sus signos.
Si no estamos dispuestos a aceptar la voluntad de Dios por más signo que nos den no
la aceptaremos.
Y este pasaje tiene mucha miga. Los judíos piden signos dice San Pablo. Piden signos
palpables porque son carnales como la ciencia moderna que pide signos tangibles y quiere
hacer de la fe una evidencia. No es extraño descubrir una relación íntima entre el pensamiento
del mundo moderno y su dios tecnocrático y cientificista y los signos que pedían los judíos. El
44
Cf. LEAL J., Sentido de “semeion” en el cuarto evangelio, La Sagrada Escritura (1ª), BAC Madrid1964, 840-
41
45
Cf. Jn 2, 13-22
46
v. 18
47
Jn 8, 28
48
v. 22
49
Mt 4, 5-7
50
Cf. SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales nº 183

8
mundo sigue esperando, y es la gran tentación que propone a Dios a lo largo de la historia, un
signo espectacular... y le será dado…pero no lo dará Dios ni Jesús sino el anticristo.
El signo de Jesús lo acredita como el Hijo de Dios igual al Padre y por tanto evidencia
su autoridad para limpiar su propia casa y para llamar a la fe a los predestinados al Reino,
todos aquellos que aceptaron a Jesús como Mesías. El signo de la Pascua en el pasaje se
concreta en: “destruid este santuario y en tres días lo levantaré”. Jesús por este signo muestra
su autoridad religiosa que está por encima de las autoridades constituidas de Israel. Ellos
representan a Dios, Él es el Hijo de Dios, y ellos estaban profanando la casa de su Padre.
Podemos pedir signos a Jesús. Signos que nos hagan conocer su voluntad. Pero de
antemano debemos estar dispuestos a aceptar su voluntad y aceptar sobretodo que Él es
nuestro Señor y que su voluntad, sea cual fuere es adorable, aunque no la veamos, aunque se
rebele nuestro hombre viejo contra ella. Además, es necesario estar atentos a los signos que Él
nos da sin condicionarlos según nuestros caprichos. ¡Cuántas veces hemos tentado a Dios
pidiéndole signos preconcebidos por nuestro propio querer y que eran condición para hacer su
voluntad!
El Señor podría haber dicho a los fariseos cuando le pidieron signos “no tentarás al
Señor tu Dios”51. Jesús no va a realizar ningún signo de los que ellos querían. Si los hubiera
hecho tampoco los abrían aceptado. Jesús hizo signos extraordinarios: las curaciones, las
resurrecciones, etc. y ellos se negaron a reconocerlo como el Mesías porque se estrellaban en
su doctrina y su vida pobre y humilde y sobre todo en el escándalo de la cruz. La última
tentación que le hicieron a Jesús fue en la cruz: “¡el Cristo, el rey de Israel!, que baje ahora de
la cruz, para que lo veamos y creamos” 52. Pedían un signo espectacular y si Jesús lo hubiese
hecho no lo confesarían como el Mesías. Jesús quería hacer la voluntad del Padre y la
voluntad del Padre era la redención por la cruz.
Los judíos se obstinaron en rechazar a Jesús y sus ojos se obscurecieron para ver el
signo de la Pascua.

* * *

Un tiempo más adelante53 Jesús volverá a tocar el tema de los signos. Sucedió en Caná
de Galilea ante un funcionario real54. El funcionario le pide una curación y Jesús le dice:

“Si no veis signos ni prodigios no creéis”55.

También San Pablo dirá de los judíos: “los judíos buscan signos”56.
Buscan signos pero no los ven por más que se les dé y menos aún los entienden. Piden
signos y han visto signos de Jesús que lo acreditan como Mesías y Él les ha revelado que es el
Mesías y no le han creído. Jesús les dice que les dará un signo por antonomasia, el signo de
Jonás. Signo que rechazaron y que les fue motivo de escándalo, como también, dice San
Pablo57.
Piden signos y no los ven porque están carnalizados. La carne ciega para ver los signos
y los símbolos, por eso tampoco entendían las parábolas que son poesía simbólica.

51
Mt 4, 7
52
Mc 15, 32
53
Para la cronología de los pasajes evangélicos hemos seguido a LEAL, Sinopsis de los cuatro evangelios, BAC
Madrid 1961
54
Cf. Jn 4, 46-54
55
v. 48
56
1 Co 1, 22
57
1 Co 1, 23
9
La carne rechaza la humillación y por eso los judíos rechazaron a un Mesías
crucificado.
Hoy, también la gente está carnalizada y no ve los signos ni los símbolos, no ve los
signos del tiempo presente y ha perdido la capacidad de ver los símbolos dispersos en la
creación que nos hablan de Dios.
Hoy, la gente está como ovejas sin pastor. No sabe dónde está parada, no sabe qué
hacer. Ve todo un caos a su alrededor pero no sabe cómo enfrentarlo. Ve la inmoralidad en los
dirigentes, especialmente políticos, y no sabe qué hacer. Se queja pero no encuentra esperanza
humana, carnal.
Los judíos, al menos, pedían signos pero no los podían ver porque su mente estaba
oscurecida por las obras de la carne. Hoy la gente ni siquiera pide signos, esta indiferente, está
resignada, se mueve de un lado a otro como embotada. También a causa de la carnalización.
Dos veces dice el Evangelio que el funcionario real tuvo fe en Jesús: una, antes de ver
el milagro y otra, después de comprobarlo.
El hombre se adhirió a Jesús sin ver el milagro y este fue el acto de fe que se requería
para el milagro. Para que Jesús pueda hacer un milagro lo primero es creer en que Él puede
hacerlo porque tiene poder para ello. El hombre creyó en Jesús y se regresó a Cafarnaúm
confiado en que su hijo estaba curado. Al regresar se encontró por el camino con sus siervos
que le dijeron que estaba curado. Preguntó a qué hora había sucedido la curación y comprobó
que fue la hora en que Jesús le dijo que ya estaba curado. ¿Tuvo fe de nuevo? Creció su fe por
el signo de credibilidad y en consecuencia también su familia, seguramente por su testimonio,
también creyó. No se opone que la segunda vez creyera con más fe y que lo hiciera con todos
los suyos.
Dichosos lo que sin ver han creído. Es más perfecto creer sin ver los signos de
credibilidad, en un abandono total en Jesús.
El funcionario real va a ver al carpintero.
Sube para pedirle un milagro. Sabía que había hecho milagros en Judea y uno en Caná.
Sus paisanos decían que el carpintero del pueblo hacía milagros. El funcionario sube,
olvidándose de su jerarquía. Sube de Cafarnaúm a Caná, unos ochocientos metros en una
distancia de treinta y tres a treinta y cinco kilómetros, unas seis a siete horas de recorrido.
Sube para pedirle la curación.
El funcionario real no se amilana a pesar de las pruebas. Jesús prueba su intención y le
reprocha, y a todos los presentes en él, porque busca los signos y no a Él, les falta fe en Él. El
reproche está planteado más bien para el auditorio. El funcionario no se vuelve sino que
persevera pidiendo la curación de su hijo.
El funcionario real cree en el taumaturgo. Pide al Señor que baje a curar a su hijo y
Jesús le dice que se regrese que ya está curado. El hombre regresa. Cree pero además de creer
acepta una revelación de Jesús desconocida para él hasta entonces: la curación a distancia. Él
le pide que baje desconociendo su poder para curar a distancia. Recibe la gracia de conocer
algo más profundo del poder del taumaturgo. Regresa a su casa porque cree, porque tiene fe.
Vuelve a hacer los treinta y tres kilómetros bajando a Cafarnaúm. Cree y se entrega con toda
su familia. Cree en el Mesías y se adhiere a Él con todos los suyos.

* * *

Algunas veces el evangelista junta en un manojo sustancioso muchos milagros que


hace Jesús como en aquella narración de Marcos junto al Mar de Galilea58.

58
Mc 3, 7-12 p
10
Estas curaciones y expulsiones de demonios acontecen en el segundo año de la vida
pública. Los beneficiados eran gente de Galilea, Judea, Jerusalén, Idumea, de la Transjordania
y de los confines de Tiro y Sidón.
Mateo ilustra esta serie de milagros con una profecía de Isaías:

He aquí mi Siervo, a quien elegí, mi Amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi


Espíritu sobre él, y anunciará el juicio a las naciones. No disputará ni gritará, ni oirá
nadie en las plazas su voz. La caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha
humeante, hasta que lleve a la victoria el juicio: en su nombre pondrán las naciones su
esperanza59.

Dice el evangelista que las muchedumbres vienen a Él de muchas partes, que curaba
enfermedades y que prohibía a los demonios que dijesen quién era.
La gente tiene fe y anda necesitada espiritual y materialmente.
Surge Cristo que llena el espíritu, habla como quien tiene autoridad y cura los males
físicos, las enfermedades. La gente lo busca y no mira la distancia por recorrer. Ha brotado la
solución que tanto esperaban. A esto se suman las voces de los que proclaman que el Mesías
esta entre ellos.
Acuden a Cristo...
En la muchedumbre podemos ver reminiscencias de las profecías. Vienen de distintas
partes y hasta de Siria, lo cual, es un preludio de la predicación universal y de la salvación
universal.
Cristo sube a la barca...
Puede ser porque lo apretujaban ya que todos querían tocarlo. También para retirarse
mar adentro.
Quizá se retirase por la gran excitación mesiánica que se estaba produciendo por sus
signos. Excitación que interrumpía la condescendencia divina y su plan que era revelarse
paulatinamente. Se retira quizá para enseñar a sus discípulos a buscar el retiro, la soledad,
para estar en intimidad con Él o para motivarlos a navegar “mar adentro”: a lo más difícil, a la
generosidad, a lo desconocido.
Las curaciones son manifestación de los tiempos mesiánicos.
Cuando los discípulos de Juan Bautista mandados por Juan preguntan a Cristo si es Él
el que ha de venir o han de esperar a otro Cristo responde con las curaciones.
También las curaciones sirven para confirmar sus palabras, su mesianidad y su
divinidad. El milagro es un signo de credibilidad de los más grandes junto con la profecía.
Motivo de credibilidad externo extrínseco.
La expulsión de los demonios es un preludio del triunfo de Cristo sobre el demonio
que se dará definitivamente con su muerte y resurrección. Además, es signo de la divinidad
respecto de la cual, los demonios manifiestan plena sumisión.
Cristo les prohíbe proclamarlo Hijo de Dios, pues, querían hacerlo adelantar su hora y
así excitar falsos mesianismos y también poner en peligro a Cristo ante Roma. El demonio
quería poner trabas a los planes divinos.

* * *

Todos los signos de Jesús son participación del signo por excelencia que es el signo de
Jonás60.
Jesús va a hablar del signo de Jonás en el segundo año de su vida pública, en Galilea.
59
Mt 12, 18-21
60
Cf. Mt 12, 40
11
Los ninivitas se convirtieron por la predicación de Jonás. ¿Conocían el signo que Dios
había hecho en Jonás? No, y por eso la conversión de los ninivitas es ejemplar. Jonás predicó
la conversión a los ninivitas, ellos creyeron a su palabra sin signos y se convirtieron.
Jesús les dice que el único signo que les dará es el de Jonás. En Lucas simplemente
dice esto. En Mateo recuerda el signo, que era conocido por los israelitas, y hace la
comparación con su muerte y resurrección.
El signo de Jonás es figura de la muerte y resurrección de Jesús.
Jonás predicó a los ninivitas y ellos se convirtieron. La generación de Jesús contempló
su muerte y resurrección y no creyó. Tampoco hicieron caso de su predicación y siguieron en
sus pecados.
Los ninivitas se convirtieron por la predicación de Jonás que era un profeta. Los
israelitas no se convirtieron por la predicación de Jesús que era el Mesías.
La reina del Sur fue a escuchar la sabiduría de Salomón. Hizo un largo viaje para
conocerlo y escucharlo y bendijo a su Dios. Los israelitas no se convirtieron ante la sabiduría
de Jesús de la que muchas veces se admiraron, aunque, su admiración no terminó en confesión
sino en obstinación. En vez de convertirse lo persiguieron hasta matarlo.
Los ninivitas y la reina del Mediodía condenarán a los israelitas obstinados en el juicio
final porque no se convirtieron.
Del signo de Jonás podemos decir que es el signo acreditativo máximo de que Jesús es
el Mesías. El Mesías verdadero, no el mesías que esperaba Israel. “Cuando hayáis levantado al
Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy”61. Toda la predicación, todos los signos que
Jesús hizo en su vida convergen en el signo de Jonás, convergen en la Pascua del Señor.

Si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados62.

Jesús al nombrarse como “Yo soy” está haciendo referencia al nombre divino revelado
por Dios a Moisés63.
Dos veces les dice Jesús en éste pasaje64 a los judíos que morirán en sus pecados65. Y
¿por qué? Porque no reconocen su divinidad.
¿Deberían reconocer su divinidad? Sí. Jesús la había revelado por sus palabras
haciéndose igual al Padre y la había confirmado por los milagros.
Jesús les vuelve a decir hoy: si queréis salvaros de vuestros pecados tenéis que creer
que Yo soy.
La última prueba de su divinidad será su elevación en la cruz y su elevación de la
tumba en la resurrección y posteriormente su subida al cielo y su sede a la diestra del Padre.
Pero será tarde... ya el Mesías no estará con ellos, aunque no será definitivamente tarde para
creer. De hecho muchos de ellos se endurecieron en su infidelidad pero una minoría creyó por
la muerte y resurrección predicadas por los apóstoles. “Moriréis en vuestros pecados”, muerte
de los que se cierran al Espíritu Santo, pecado imperdonable 66. El pueblo judío todavía no
reconoce al Mesías aunque lo reconocerá antes de su segunda venida al menos una parte de
ellos.
Jesús desde la cruz vence al demonio y a la muerte la deja sólo arrebatar nuestra vida
temporal y no definitivamente.
El demonio creyendo dar muerte sólo a un hombre justo mató al Verbo Encarnado y
en su muerte fue vencido.
El último enemigo vencido será la muerte pero en la resurrección final.

61
Jn 8, 28
62
Jn 8, 24
63
Ex 3, 14
64
Jn 8, 13-30
65
v. 21 y 24
66
Mc 3, 29
12
Como al final cuando los judíos se hayan convertido dirán del que fue levantado en
alto: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” 67, confesemos nosotros a Jesús, como
verdadero hombre pero también como verdadero Dios, para alcanzar la salvación.
“Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has
enviado, Jesucristo”68.
¿En qué se apoya nuestra vida cristiana? En la resurrección de Cristo. Si Cristo no ha
resucitado vana es nuestra fe, vana nuestra predicación, vana la predicación de Cristo, vanos
sus signos.
La resurrección de Cristo es el último eslabón que cierra la cadena de la religión. En
ella debemos apoyar toda nuestra vida cristiana. Si Cristo ha resucitado también nosotros
resucitaremos y si resucitaremos la perspectiva de esta vida es la fugacidad. Hay que vivir
bien esta vida para alcanzar la vida verdadera.
No busquemos signos para convertirnos. El signo para convertirnos ya ha sido dado y
nosotros lo hemos aceptado. Hacia él nos dirigimos en el tiempo presente y por tanto debemos
convertirnos como los ninivitas.
Todos los días Jesús nos da signos que son participación del signo de Jonás y todos los
días nos hace conocer su voluntad significada, participación de su voluntad pascual. Porque
todos los mandamientos y preceptos de Dios y la Iglesia, se basan en el signo de Jonás que es
el Misterio Pascual de Jesús.
Si tenemos el Signo, el signo por antonomasia, ¿para qué buscar más signos?

* * *

Jesús dos veces visitó en su vida pública Nazaret. Una viniendo de Judea en el primer
año69 y la otra yendo hacia Jerusalén en el segundo año para la fiesta de los Tabernáculos por
octubre del año 28. Esta segunda venida, en la que trataremos de los signos, se califica por los
celos y la hostilidad que muestran con él sus paisanos (Mt 13, 54-58 p)70.
Los de Nazaret se escandalizan por causa de Jesús. ¿Por qué? Porque veían sus signos,
escuchaban su sublime enseñanza por un lado y por otro sabían de dónde era, conocían a su
familia, sabían su oficio. Un nazareno no podía saber letras, no podía ser doctor. Y ¿los
signos? ¿De dónde venían? ¿Estaba loco? ¿Era un brujo? ¿Era un discípulo de Belcebú?
Al menos, como lo narran Mt y Mc, no hay alusión ni remota a que se les haya
ocurrido pensar que Jesús pudiese ser el Mesías. Aunque esta ignorancia es voluntaria.
¿Existía la posibilidad que lo consideraran el Mesías? Sí. Ya había hecho muchos
signos. Lucas en su Evangelio dice claramente que Jesús se presenta como el Mesías y ellos lo
rechazan.
Mateo al decir que no pudo hacer milagros allí por su incredulidad está enseñando que
les faltaba fe en Jesús como Mesías. Se escandalizan que el hijo del carpintero sea el Mesías y
lo rechazan.
La mala voluntad hace como dice el refrán “buscar el pelo al huevo”, el huevo no tiene
pelo.
Así es más difícil escandalizarse que aceptar lo que salta a la vista. Se escandalizan los
de Nazaret de su paisano porque tiene una elocuencia extraordinaria y hace milagros, en vez
de creerlo el Mesías esperado.
La incredulidad dificulta la manifestación de la mesianidad de Jesús. Por eso no puede
hacer en su pueblo ningún milagro.
67
Mt 23, 39
68
Jn 17, 3
69
Lc 4, 16-22
70
LEAL, Sinopsis de los cuatro evangelios…, 190-91.
13
En realidad el escándalo es la simplicidad de Dios en la cual se estrellan los de corazón
doble o a veces a los que les falta simplicidad. Los de Nazaret, ante el Mesías que se presenta
como un nazareno más. ¡Cuántas veces nos escandalizamos de las obras de los santos
pequeños! ¡Cuántas veces nos escandaliza que Dios obre por las pequeñas cosas!
Nuestros pensamientos, por lo general, vuelan a realizaciones magníficas en nuestra
vida y en la vida de otros. Aplaudimos hasta con cierta envidia las grandes obras de otros
pensando que esas son las obras que Dios quiere. Puede ser que sean…, pero, Dios también
obra grandes cosas en instrumentos pequeños como en el hijo de un carpintero de una
pequeña aldea de un pequeño país desconocido para el mundo.

Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí71.

Esta palabra fue pronunciada por Jesús en el tercer año de su vida pública en Jerusalén
durante la fiesta de la Dedicación.
En este pasaje las obras dan testimonio de la divinidad de Jesús. Y esto en respuesta a
la pregunta de los judíos: “¿hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo
abiertamente”72. Respecto de las obras, es decir, los milagros, son prueba de nuestra santa
religión y de la divinidad de Jesús. Ellas dan solidez a nuestra espiritualidad.
Analicemos los motivos de credibilidad:

Individuales

Internos

Generales

Intrínsecos

Externos

Extrínsecos

Los internos individuales sirven en casos particulares. Pueden dar solidez y


permanencia, en algunos casos, pero la mayoría de las veces no dan la solidez para perseverar
en la doctrina abrazada. Lo vemos mucho en algunas espiritualidades, en algunos retiros de
conversión, en experiencias de cambios de vida, etc., que por lo general no duran mucho.
Los internos generales por ejemplo la paz, la alegría, la felicidad, etc., todo lo que los
hombres buscan, tampoco fundan una vera doctrina porque muchas de las aspiraciones de los
hombres de paz, felicidad, etc., son de orden humano y se dan en muchas doctrinas y en
muchos hombres religiosos que las pueden trasmitir a otros.
Los externos intrínsecos que son aquellos que hacen a una religión santa como la
santidad de doctrina, mandamientos santos, fundador de buenas costumbres, aceptación
universal, pronta propagación, etc., si se dan todos juntos podrían ser motivo fuerte para
fundar una doctrina. Es un largo camino que no todos podrían recorrer.
Los motivos más fundantes son los motivos externos extrínsecos, externos al hombre y
extrínsecos a la religión, el milagro y la profecía.
71
Jn 10, 25
72
v. 24
14
Jesús enseña que es Dios y lo prueba con un milagro. Lenguaje accesible a todos y
rápido para fundamentar una doctrina y probar su divinidad. Enseña “Yo soy la vida” y
resucita a Lázaro, “Yo soy la luz del mundo” y devuelve la vista a un ciego de nacimiento,
“Yo soy el pan de vida” y se nos da como comida, “Yo soy” y derriba a sus enemigos, “Yo
soy la resurrección” y se levanta de entre los muertos.
Es importante saber que nuestra fe está fundada en motivos que nos llevan a creer, en
el particular sobre las obras o milagros que Jesús hace. Por ellas nosotros creemos en la
divinidad de Jesús pues por ellas quiere llevarnos Jesús a creer en Él. Una vez hecho el acto
de fe es necesario saber dar razón de nuestra fe a quien la pida porque así llevaremos a los que
no creen a abrazar la fe.

15
16
CAPÍTULO 2
EXPULSIÓN DE DEMONIOS

JESÚS Y SATANÁS

La existencia y la naturaleza del Diablo están vinculadas a la existencia del mal en el


mundo, menos, por lo demás, del mal físico, que se explica suficientemente por la
corruptibilidad del ser material, que del mal moral, la corrupción, el extravío y la perversión
de la voluntad que, en lugar de querer lo que sabe que está bien, elige deliberadamente su
contrario, el mal.
La unidad absoluta de Dios, su cualidad de Creador y de Señor absoluto del universo y
de la historia, estaban demasiado en el centro de la religión de Israel para que los judíos
reconocieran un principio del mal independiente que disfrutara de una casi-igualdad con Dios
como sucedía en otras naciones como los persas. Nadie puede ser el rival de Dios. Pero
reconocen, sin embargo, no un principio del mal, sino una jerarquía en el mal, y un jefe de
esta jerarquía. Un solo Dios creador, un solo universo dominio suyo, pero en el seno de ese
universo, una rebelión de la criatura libre que lleva su sublevación hasta negar el dominio y el
imperio de Dios. Y esa rebelión lo aprovecha todo.
El universo es un campo de batalla; cada uno de nosotros es un campo de batalla en
que se afrontan el bien y el mal, todo, el espíritu, el corazón, el cuerpo, todo es campo de
batalla, todo en mí y todo alrededor de mí; los demás hombres y los bienes de este mundo.
Todo puede servir de arma en uno u otro campo, todo puede traicionar. Es una batalla tan
entremezclada que resulta volátil ningún terreno de este mundo ni está definitivamente
conquistado para un bando o para el otro; no importa qué y no importa quién, pueden cambiar
de bando en cualquier momento. Los campos sólo quedarán separados y zanjados en el más
allá, y del más allá no tenemos experiencia. Por malo que sea un hombre, nadie tiene el
derecho de decir que esté perdido para el bien sin remedio. En el Evangelio Jesús ha hablado
de esta mezcolanza de buenos y malos en este mundo73.
El gran privilegio de los judíos es la gran claridad de su juicio moral. Sabían muy bien
lo que estaba mal. Estaba mal todo lo que se oponía a la voluntad de Dios; el mal era una
rebelión de la criatura contra su Señor, rebelión que no podía comprometer las bases del
imperio de Dios sobre el universo ni su triunfo final, pero rebelión de todos modos, y que
hacía a Dios una lucha universal, áspera, inteligente, obstinada, a veces, con las apariencias de
autoridad legítima y de victoria. En esa rebelión, los hombres servían más bien de peonaje y
de infantería; los grandes señores estaban en otra parte, eran criaturas espirituales, negras,
soberbias, perdidas. El jefe de ese orgulloso ejército tenía varios nombres: Satanás, Belcebú,
Belial, a veces Lucifer, el portador de luz.
La manifestación más espectacular y más perniciosa de ese dominio de Satanás sobre
el mundo, los judíos la vieron en la idolatría. San Pablo pensaba que fueron “inexcusables”
los hombres que idolatraron. En la idolatría, el hombre se rebaja al nivel de lo que adora. En
ese sentido, se tiene la sensación de que, detrás de toda idolatría, actúa y maniobra un espíritu
superior y maligno que ha consagrado a Dios un odio pensativo, que ha consagrado al hombre
el más duro desprecio, y que se alegra de todo lo que puede deshonrar a Dios en el hombre. El
demonio organiza el mal en el mundo y le da una cierta entidad que lleva a los hombres al
escándalo y a la negación o al menos al cuestionamiento serio de la omnipotencia de Dios.
Un rey está deshonrado cuando deja deshonrar sus estandartes. Ahora bien, la más alta
dignidad del hombre es haber sido creado a imagen de Dios, ser el espejo y el estandarte de
73
Mt 13, 24-30
17
Dios en la naturaleza material. En algún sitio hay un espectador que se ríe y aplaude cada vez
que la imagen de Dios es deshonrada y se inclina libremente y se prosterna ante una imagen
de piedra o de madera, o ante un poste clavado en tierra, dando a ese objeto el homenaje que
sólo se debe a Dios.
Si se cree en Dios, la idolatría es demasiado absurda, demasiado irracional, para que
no se tenga la idea de que, en tal empresa, el hombre es un juguete en manos más expertas. Es
la marioneta grotesca de una payasada sacrílega, cuyo director de escena está detrás del telón.
Pero ese director de escena existe: sin él, no habría espectáculo. Tras la idolatría que llenaba
el mundo de entonces, es ese director de escena, ese animador de las marionetas humanas, el
que los profetas de Israel denunciaron y desenmascararon con peligro propio.
Hoy día nos creemos demasiado evolucionados, demasiado racionales, demasiado
ilustrados, demasiado instruidos y conscientes de la jerarquía de los valores, demasiado
astutos, para ser idólatras. Afirmamos no adorar a nadie ni a nada. Sin embargo, lo que sucede
es que la puesta en escena ha cambiado de decoración, pero que continúa la payasada
sacrílega. La empresa de deshonrar a la humanidad, y en especial la imagen de Dios en el
hombre, nunca se ha impulsado con tanta insolencia. No somos nosotros quienes tenemos
derecho a reprochar a la Antigüedad las hecatombes inútiles y monstruosas: ¿A qué Moloc, a
qué Astarté, a qué Baal se han inmolado los hombres de la edad moderna? ¿Quizá a nada?
Sólo una utopía. En ese caso somos aún más estúpidos, y sin duda aún mejor manejados que
los que doblaban la rodilla ante un Baal de madera, que al menos tenía el mérito de existir. Y
el diablo además tiene un señorío en el mundo moderno a través del ansía insaciable de bienes
materiales y de vanidad por las que se afanan los hombres. Esto también es idolatría. La
idolatría del dinero y la idolatría de la fama.
Juan Bautista decía “está a punto de llegar el que es más fuerte que yo, a quien ni
siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias” 74. Y Juan señaló a Jesús porque
supo por inspiración divina que Aquel sobre el cual se posase el Espíritu era el Elegido de
Dios. Lo vio y lo señaló75. Sin embargo, Jesús no sólo era más fuerte que Juan sino que era
más fuerte que el fuerte, que Satanás76. Comentando la parábola “del fuerte y el más fuerte”77
dice San Beda: “llama atrio de él al mundo que está puesto en el maligno 78 y en el cual éste
tenía todo poder hasta la venida del Salvador, como que descansaba en los corazones de los
infieles sin contradicción ninguna; pero vencedor de él Jesucristo, más fuerte y poderoso lo
arrojó, librando a todos los hombres”79.
La teofanía del Jordán era como la señal, el primer cohete en el cielo, que marca la
hora que desencadena la guerra abierta entre Jesús y Satanás.
Cierto que Jesús era un hombre excepcional; todavía hacía falta intentar examinar más
de cerca la cualidad de ese recién llegado, ante quien se había inclinado Juan y sobre el cual se
había desgarrado el cielo. La larga historia de Israel había visto otras muchas teofanías otros
muchos “hijos de Dios”: toda elección divina para la profecía o la realeza confería el título de
“hijo de Dios”, que no tenía, pues, nada de único en el lenguaje de Israel. Esta vez, sin
embargo, Dios había hablado del “Hijo amado” en quien se había complacido enteramente.
Convenía rondar a ese personaje, y, a ser posible, hacerle caer en una trampa en que quedaría
preso y vencido. Debía ocurrir algunas veces, entonces como hoy, que un elegido de Dios
traicionara a su vocación y cayera bajo el imperio del Diablo80.
Pero el profeta había dicho sobre el futuro Mesías que quitaría el espíritu impuro de la
tierra81.
74
Lc 3, 16
75
Cf. Jn 1, 31-36
76
Lc 11, 22
77
Lc 11, 21-22
78
1 Jn 5, 19
79
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea, comentario a Lc 11, 22
80
Cf. BRUCKBERGER, La Historia de Jesucristo…, 81-85
81
Cf. Za 13, 2
18
Los milagros realizados por Cristo fueron argumento de la fe que enseñaba. Ahora
bien, Cristo debía con la potencia de su divinidad librar del poder de los demonios a los
hombres que creyesen en Él82 buscando con ello el bien de su cuerpo y sobre todo el bien de
su alma, por eso realizó en su vida muchas expulsiones de demonios.
Jesús expulsó a los demonios para el bien de los hombres, como hemos dicho, no sólo
como argumento de fe sino principalmente para que glorificaran a Dios.
Jesús mandó a los demonios guardar silencio sobre lo que conocían de Él justamente
para que los hombres dieran gloria a Dios al ser liberados o al presenciar la expulsión de los
demonios. Y los hizo callar por tres razones:
Los reprimía impidiéndoles hablar, aun cuando decían verdad, para enseñarnos a no
cuidar de ellos aun cuando parezcan hablar verdad. No está permitido dejarnos instruir del
diablo, teniendo a la mano las divinas Escrituras. Es esto peligroso, pues los demonios
siempre mezclan con la verdad las mentiras.
No convenía que se arrogasen la gloria del ministerio apostólico. No era decente que el
misterio de Cristo fuera pregonado por lengua fétida; que “no cabe la alabanza en boca del
pecador”83.
No quería encender con las declaraciones del diablo la envidia de los judíos. Por lo
que los mismos apóstoles reciben la orden de callar, no fuera que, pregonada la majestad
divina, se difiriera el misterio de la pasión84.
¿Qué sabían los demonios sobre Jesús?
Dice San Agustín que Cristo se dio a conocer a los demonios en la medida que quiso,
es decir, lo conveniente. Se les dio a conocer por ciertos efectos temporales de su poder.
Cuando vieron que en el desierto padecía hambre85 juzgaron que no era Hijo de Dios. Sabían
que había de venir el Mesías pero desconocían que vendría en la debilidad de la carne. Luego,
cuando lo vieron hacer milagros, por conjetura, pensaron que era Hijo de Dios, pero no tenían
certeza sino que más bien sospechaban de ello. Y llevado por esta sospecha persuadió a los
judíos que le crucificasen aunque no fue porque dejase de pensar que fuese el Mesías o el Hijo
de Dios, sino porque no previó que con la muerte sería él condenado. Pues de este misterio,
“escondido desde la eternidad”, dice el Apóstol “desconocida de todos los príncipes de este
mundo - pues de haberla conocido no hubieran crucificado al Señor de la Gloria” (1 Co 2,
8)86.
La caída de Satanás contrasta con la elevación de Cristo. El reinado de Satán en el
mundo va a llegar a su fin para ceder el sitio al reinado de Cristo 88. El diablo es mentiroso
87

por naturaleza. Desde los orígenes ha engañado a la humanidad acerca de los mandamientos
divinos, lo cual, les ha costado la muerte; es, pues, homicida 89. Las autoridades judías que
quieren matar a Jesús lo hacen por instigación del diablo90, como lo hizo Caín91. Es el Príncipe
de este mundo quien, por sus mentiras, es la causa de todos los desórdenes morales 92. Su
reinado es el del Mal y engendra la muerte. Por el contrario, Cristo fue enviado por Dios para
decirnos la verdad93, esa verdad que debe liberarnos de la esclavitud del diablo 94 porque nos
hace saber claramente cuál es la voluntad de Dios sobre nosotros95. Ahora bien, será la
82
Jn 12, 31
83
Si 15, 9
84
Cf. III, 44, 1 ad 3
85
Lc 4, 2
86
Cf. III, 44, 1 ad 2
87
Jn 14, 30; 16, 11; 1 Jn 5, 19
88
Ap 12, 9-10
89
Jn 8, 44b; Gn 3; Sb 2, 24
90
Jn 8, 44a
91
1 Jn 3, 12
92
Ef 2, 1-3; 6, 10-17; 2 Co 4, 4
93
Jn 8, 45
94
Jn 8, 34 ss.
95
Jn 8, 32 ss.
19
elevación de Cristo la que nos proporcione “el signo” por excelencia que nos probará que Él
ha sido en efecto enviado por Dios96 y que Él nos trasmite sus palabras97.
En la vida de Jesús el enemigo tuvo unos aliados peculiares que fueron los fariseos.
Ellos eran hombres demoníacos. En el Evangelio aparece muchas veces su actuación contra
Dios, contra Jesús, contra la verdad y eso hasta el extremo de dar muerte al Mesías que era lo
que buscaba Satanás. Jesucristo trató de demoníacos a los fariseos; los cuales lo trataron de
demoníaco a él desde luego, en virtud del principio de la proyección malvada de sí mismos 98.
Vosotros os llamáis hijos de Abrahán, y sois hijos del demonio; el cual es homicida desde el
principio y por eso queréis matarme 99. De hecho en varios pasajes del Evangelio acusan a
Jesús de obrar por virtud del príncipe de los demonios100.

EL ENDEMONIADO DE LA SINAGOGA DE CAFARNAÚM


Mc 1, 21-28 p

Este milagro ocurre en el primer año de la vida pública de nuestro Señor en la


sinagoga de Cafarnaúm y es la primera expulsión de demonios que nos relata el Evangelio.

Jesús, por el Espíritu que ha recibido en su bautismo, inaugura su misión tal como le
ha prescrito la voz del cielo (Mc 1, 9s). Él enseña, como el Siervo de Isaías (42, 1-4);
al expulsar los espíritus inmundos, agentes de Satán, pone de manifiesto que despoja a
éste de su poder regio (Lc 10, 18-19; Jn 12, 32ss; Ap 12 9-11)101.

El endemoniado da a Jesús dos nombres. Lo llama “Jesús de Nazaret” y “Santo de


Dios”. Es la única vez que el demonio llama al Señor con estos nombres.
Respecto del primero, dice San Agustín: “Cuanta virtud tiene verdaderamente contra la
soberbia de los demonios la humildad de Dios, que ha aparecido en forma de siervo, lo saben
también los demonios, que se lo han expresado al mismo Señor revestido de la debilidad de la
carne”102.
¿Qué significa Santo de Dios?
Siendo Dios el “Santo” por excelencia, todo lo que con Él se relaciona es santo 103 y
ante todo Jesús que, perteneciéndole por su filiación divina y su elección mesiánica 104 está
constituido cabeza del “pueblo de los santos”105, es decir, de la comunidad de los elegidos, los
cristianos (Hch 9, 13ss)106.
“Santo” significa “consagrado, separado”. El espíritu inmundo reconoce en Jesús al
profeta consagrado por Dios para su misión 107 gracias al Espíritu que ha recibido (Is 61, 1 ss.
Ver Lc 1, 35; Hch 2, 27; 3, 14; 4, 27-30; Ap 3, 7)108.

96
Jn 2, 11ss; 3, 14 ss.
97
Cf. JSALÉN. a Jn 12, 31
98
El demoníaco acusa a los demás de sus propios pecados, se descarga de ellos en el prójimo, a veces en medio
de las calumnias más inverosímiles. Sus pecados gravísimos que él no puede ver, los ve en el vecino; y cuanto
más santo sea el vecino, con más facilidad Cf. CASTELLANI, Psicología Humana, Jauja Mendoza 19972, 92
99
CASTELLANI, Psicología Humana…, 95-6
100
Mt 12, 22-32; Lc 11, 14-15
101
JSALÉN. a Mc 1, 21
102
Catena Áurea, comentario a Mc 1, 24
103
Lv 17, 1
104
Mc 1, 10 ss.
105
Dn 7, 18 ss.
106
JSALÉN. a Mc 1, 21 (ed. 1975)
107
Jn 10, 36
108
JSALÉN. a Mc 1, 21
20
Dios es el Santo, el Puro; sus ángeles participan de su santidad y pureza; al contrario,
los demonios son impuros. Este espíritu presiente en Jesús un poder divino, que viene a
destruir el suyo. Es el testimonio que continuamente dan de Jesús los espíritus por boca de los
posesos109.
El demonio le llama santo pero no como se puede llamar a otros, por ejemplo los
profetas, sino como un santo por excelencia. Los Santos Padres dicen que los demonios
reconocen a Jesús Señor de todo y santo por esencia porque de Él participan los otros la
santidad110.
Sin embargo, no proclaman la divinidad de Jesús como lo hace Pedro después del
discurso del Pan de Vida111.
La gente se maravilla de la autoridad que tiene Jesús en su enseñanza y al final del
relato se maravilla de su autoridad sobre los demonios.
El endemoniado reconoce que Jesús viene a perderlos. Él lo hace callar y lo expulsa.
Este silencio que Jesús impera al demonio se lo llama “secreto mesiánico”.
Jesús prohíbe al demonio que lo dé a conocer112. En otras ocasiones impera el
“secreto” a los que ha curado113 y también, en algunas ocasiones, se los prohíbe a sus
apóstoles114. Impone, respecto de su identidad mesiánica, una consigna de silencio que no se
levantará hasta después de la muerte115. Esto lo hace para evitar el error del mesianismo
carnal116.
Con la venida de Jesús se cumplieron los vaticinios del Antiguo Testamento, de los
cuales, resaltaron dos en su persona, que son los que menos tradición tienen por causa de los
dirigentes religiosos de Israel: Jesús como Hijo de Dios y como siervo sufriente. Sin embargo,
Cristo no dejó de enseñar su divinidad no sólo con palabras, sino, especialmente con los
milagros y las profecías. Por otra parte, también enseñó a sus discípulos la necesidad de cargar
con la cruz como Él mismo lo haría. Varias veces en su vida profetizó delante de ellos su
pasión y resurrección.
Para que el mesianismo terreno no fagocitara al mesianismo de cruz es que Jesús
manda guardar el secreto mesiánico117.
Jesús había sufrido la tentación por parte del demonio de un mesianismo carnal y la
rechazó desde el comienzo de su vida pública 118. Y durante el tiempo de su ministerio rechazó
lo espectacular119 y hasta ser proclamado como rey temporal120 porque sabía bien cuál era el
camino que le había trazado el Padre para redimir a los hombres.

Jesús no sólo expulsa los demonios de las personas, liberándolas de la peor esclavitud,
sino que también impide a los demonios mismos que revelen su identidad. E insiste en
este “secreto”, porque está en juego el éxito de su misma misión, de la que depende
nuestra salvación. En efecto, sabe que para liberar a la humanidad del dominio del
pecado deberá ser sacrificado en la cruz como verdadero Cordero Pascual. El diablo,
por su parte, trata de distraerlo para desviarlo, en cambio, hacia la lógica humana de un
109
NACAR-COLUNGA a Mc 1, 21
110
Cf. CRISÓSTOMO Y ATANASIO, Catena Áurea, comentario a Mc 1, 24
111
Jn 6, 69
112
v. 25
113
Cf. Mc 1, 44; 5, 43; 7, 36; 8, 26
114
Mc 8,30; 9, 9; Mt 16, 12
115
Cf. Mt 10, 27ss
116
Cf. JSALÉN. a Mc 1, 34
117
Los judíos siguen esperando la manifestación del Mesías y siempre según el sentido carnal.
118
Cf. Mt 4, 5-7
119
Huye del asalto de las multitudes refugiándose en lugares solitarios (Mc 1, 45). Prohíbe severamente a un
leproso que hable de ello a nadie (Mc 1, 44). Más tarde escapa con sus discípulos al lago; pero cuando las turbas
le rodean vuelve a curar a muchos, aunque prohibiendo a los demonios que le den a conocer (Mc 3,10ss). Se
retira con los discípulos (6, 10ss) después de haberlos elegido, etc.
120
Cf. Jn 6, 15
21
Mesías poderoso y lleno de éxito. La cruz de Cristo será la ruina del demonio; y por
eso Jesús no deja de enseñar a sus discípulos que, para entrar en su gloria, debe
padecer mucho, ser rechazado, condenado y crucificado (cf. Lc 24, 26), pues el
sufrimiento forma parte integrante de su misión121.

Jesús apareció contradictorio a los hombres de su época. Se muestra como un gran


predicador y un taumaturgo extraordinario, pero al mismo tiempo, se muestra como un
hombre que no quiere manifestar su grandeza y además enseña un oscuro futuro de su vida.
Sus hechos extraordinarios provenían de su filiación divina que sólo se develarían después de
su resurrección122. Y en la tierra se mostraba como el siervo obediente de Dios. Mateo aplica a
Jesús la profecía de Isaías en su primer poema 123, acentuando que no tendrá altercados con sus
enemigos y que evitará la aclamación del pueblo y la admiración sensacionalista 124. También
la resurrección esclarecerá su mesianismo sufriente.
En consecuencia, el “secreto mesiánico”, además, de evitar el incremento de una
concepción errónea del Mesías tiene como efecto secundario enseñar de una manera
pedagógica el camino que el Mesías esperado debía seguir según los planes de su Padre
celestial.

¡Qué palabra ésta!125

Se queda la gente asombrada por la doctrina de Jesús y por la expulsión del demonio y
ambas cosas las atribuyen a su palabra.
La palabra de Jesús es espada del Espíritu 126, más cortante que espada alguna de dos
filos, discierne sentimientos y pensamientos del corazón 127, es palabra que rengendra de un
germen no corruptible sino incorruptible128, es palabra “viva y permanente”129, “es útil para
enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia” 130, “es fuerza de Dios para
salvación de todo el que cree”131.
Jesús enseña con autoridad y expulsa a los demonios con autoridad. ¿De dónde le
viene esa autoridad? Le viene porque es la Palabra pronunciada por el Padre y por la cual se
hicieron todas las criaturas132. ¿Cómo no va a hablar con autoridad la Palabra encarnada?
¿Cómo no va a expulsar los demonios la Palabra que hizo todas las cosas?
Los hombres expresamos con palabras la Palabra revelada. Jesús expresa con palabras
humanas su misma Persona. Es la misma Palabra que se expresa por palabras humanas.
“Cristo no solo anunciaba el Evangelio sino que Él mismo se hacía Evangelio. No es sólo una
palabra pronunciada la que escuchaban sus seguidores sino una Palabra Encarnada”133.
La autoridad viene por la vivencia de lo que se dice. Se cree más al testigo que al
orador. Jesús es la Palabra viviente entre los hombres “Y la Palabra se hizo carne, y puso su
Morada entre nosotros”134 y se expresa por palabras que dan vida “Señor, ¿Dónde quién

121
BENEDICTO XVI, Ángelus Domingo 1 de Febrero de 2009.
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/angelus/2009/documents/hf_ben-xvi_ang_20090201_sp.html
122
Jn 8, 28
123
42, 1-4 a
124
Cf. Enciclopedia GER, XV, Rialp Madrid 1993, 600-1
125
Lc 4, 36
126
Ef 6, 17
127
Hb 4, 12-13
128
1 P 1, 23
129
Ibíd.
130
2 Tm 3, 16
131
Rm 1, 16
132
Cf. Jn 1, 1-3
133
FUENTES, INRI, Ed. Del Verbo Encarnado San Rafael 1999, 88
134
Jn 1, 14
22
vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna”135.
Además, la autoridad de Jesús al expresarse va acompañada de signos, en este caso, la
expulsión de los demonios que señalan a Jesús como un hombre en relación íntima con Dios.
El pasmo y la admiración nacen de todos los elementos conjugados, la autoridad de la
doctrina de Jesús, su poder de expulsar los demonios, otros milagros que realiza.

EL CIEGO MUDO
Mt 12, 22-23 p

Este milagro ocurre en Cafarnaúm en el segundo año de la vida pública de Jesús.


Mateo habla de un ciego mudo pero Lucas sólo de un mudo, por lo cual, su relato se acerca
mucho al de Mt 9, 32-34. Sin embargo, son dos curaciones diferentes aunque hechas en el
mismo lugar.
La posesión diabólica no permitía al hombre ver ni hablar. Jesús al expulsar al
demonio hace que vea y hable.
La reacción de los espectadores es diversa. Algunos se preguntan si no será el hijo de
David, es decir, el Mesías (Mt). Otros se admiran de lo sucedido. Otros, probablemente
fariseos y escribas, explican el poder de Jesús por la ayuda del príncipe de los demonios.
Hace notar el evangelista la maldad de los fariseos que tratan a Jesús de demoníaco, es
decir, un hombre que tiene pacto con el demonio y con la ayuda del demonio expulsa al
demonio. A esta blasfemia y otras semejantes, a lo largo de su ministerio, Jesús se las refutará
con la parábola del fuerte armado y con la del reino en guerra civil.
El Evangelio136 nos muestra al “más fuerte” encadenando al “fuerte”. Sólo Lucas habla
del “más fuerte” que es Jesús pero los tres sinópticos se refieren al “fuerte” que es satanás.
La expulsión que hace Jesús de los demonios es una manifestación anticipada de su
victoria sobre satanás en la cruz.
Era necesario atar al “fuerte” para liberar a los hombres. Jesús derrotó al demonio en la
cruz pero satanás está libre en el mundo para obrar hasta que sea atado definitivamente al fin
de los tiempos. Y el demonio sigue siendo “el fuerte” en el mundo.
Ahora no necesita posesionarse de los cuerpos de los hombres porque tiene
predominio en sus almas a través de los sentidos.
El mundo se ríe del demonio y se lo toma a broma y esa es la gran broma del demonio:
hacer creer que no existe.
Jesús lo llamó “el fuerte”. Sabía de su astucia y poder.
Los fariseos y los escribas habían caído en las garras de satanás. Jesús les dijo que eran
sus hijos137. Por esta razón acusan a Jesús de tener pacto con el demonio, pero Jesús desarma
su calumnia con un argumento de sentido común: “todo reino dividido va a la ruina”.
Los fariseos llevados por la envidia acusaban a Jesús de demoníaco porque no querían
reconocer en Él la mano de Dios y se cierran a la luz, pecando contra el Espíritu Santo. Este
pecado no tiene perdón porque no da paso a la luz de la gracia debido a que los ojos están
cerrados voluntariamente.
Un día que Jesús curó a un ciego de nacimiento los fariseos querían negar el milagro.
Al final del Evangelio se establece el siguiente diálogo: “Algunos fariseos que estaban con él
oyeron esto y le dijeron: “¿Es que también nosotros somos ciegos? Jesús les respondió: Si
fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: Vemos vuestro pecado permanece”138.
“Tienen ojos y no ven” ¿Por qué? Porque no quieren.

135
Jn 6, 68
136
Lc 11, 15-26 p
137
Jn 8, 44
138
Jn 9, 40-41
23
Y la ceguera de la mente, cuando es voluntaria, como en este caso, engendra no sólo
envidia y calumnia sino que lleva hasta el homicidio. Así ocurrió con la muerte de Jesús.
¿Qué busca Jesús al decirles la parábola y al hablarles del pecado contra el Espíritu
Santo? Busca hacerles ver que la calumnia es infundada pero en definitiva quiere su
conversión. De igual manera al advertirles del gran pecado que cometen quiere que se
retraigan de su pecado.
Jesús defiende su razón de obrar. El obra por el poder de Dios y ha venido a expulsar
al demonio de su trono. Recibe humildemente la humillación de ser llamado demoníaco pero
les demuestra que no lo es, sino por el contrario, que es un hombre de Dios.
Nos puede pasar a nosotros como a los fariseos. Arrastrados por la envidia no ver las
buenas obras de otras personas y calumniarlas contaminando sus buenas obras para
perjudicarlos. Probablemente obremos sin obstinación, por ligereza, pero de todas maneras
perjudicaremos a la persona que calumniamos. Nos cuesta ver la rectitud de lo bueno que
hacen los demás y nos cuesta más aún alegrarnos de ello.
Aprendamos también de Jesús a saber recibir las humillaciones de los que hablan mal
de nosotros calumniándonos o difamándonos. Llevémoslas con paciencia pero sepamos
defendernos, en especial, cuando con esa mentira serán escandalizados otros que se edifican
con nuestras buenas obras.
Cuidémonos del “fuerte” que quiere cerrar nuestras inteligencias a la luz y quiere que
caigamos como él en el gran pecado, el pecado contra el Espíritu Santo. La envidia es una
mala hembra que tenemos que erradicar para no caminar hacia el abismo.
La mejor manera de combatir la envidia es la congratulación, es decir, sabiéndonos
alegrar del bien del prójimo, sea el bien recibido, sea el bien obrado.
Si bien no pecamos contra el Espíritu Santo en forma obstinada como los fariseos
sucede que muchas veces resistimos sus inspiraciones y esto produce en nosotros una gran
lentitud en el progreso espiritual y además nos arrastra a muchas imperfecciones y pecados.

LOS ENDEMONIADOS GADARENOS


Mt 8, 28-34 p

Esta expulsión la realiza Jesús en su segundo año de vida pública. El lugar donde
ocurrió fue la ciudad de Gadara, al sureste del mar de Galilea en la desembocadura de Wadi es
Samak, frente a Magdala. Los flancos de esta costa oriental son muy escarpados y contrastan
con la caída suave de las colinas occidentales139.
En esta ocasión, una vez más Jesús, está haciendo una apología de su condición de
Mesías.
Jesús partió de Cafarnaúm después de realizar numerosas curaciones, también
manifestación clara de su mesianidad. En la travesía por el Tiberíades calmó con su poder la
tempestad desatada ante el asombro de sus apóstoles que creían próxima su muerte a causa de
la furia de las olas y el viento.
Ahora en Gadara se las tiene que ver con dos posesos 140, es decir, se enfrenta a los
demonios, en número tal que se llaman “legión” (Mc, Lc). El demonio se queja de que Jesús
haya venido a molestarlos antes de tiempo, con lo que da a conocer que su fin se aproxima. Le
queda poco tiempo. Su fin será en la Pascua de Jesús. El demonio muestra su impotencia ante
Jesús. Jesús maneja la situación con el demonio. Ellos se irritan ante su presencia, los expulsa,
permite que vayan a la piara de cerdos.
A nosotros no nos sucede así. Frente al demonio notamos que el que maneja la
situación es él. Hay que evitar la lucha con el demonio y el diálogo con él. Es mejor huir.

139
Cf. LEAL, Sinopsis de los cuatro evangelios, 185
140
Mc y Lc hablan de un solo poseso
24
Con la ayuda de Jesús podemos vencer. Él no permite que seamos tentados más allá de
nuestras fuerzas y nos da las gracias suficientes para vencer. Recurriendo sinceramente a
Jesús en las tentaciones siempre venceremos. ¿Por qué no vencemos a veces? Porque no
recurrimos a Él, lo hacemos sin fe, recitamos una oración pidiendo ayuda por automatismo,
nos falta recta intención, no insistimos en pedirle, no salimos de la ocasión de pecado, etc.
Los demonios piden a Jesús que no los arroje de aquel lugar sino que les permita ir a
los cerdos ¿Qué no los arroje dónde? Al abismo (Lc), al lugar donde ya no puedan tentar y
donde sólo reciben castigo. Jesús les concede ir a los cerdos y los demonios hacen una
diablura más. Arrojan la inmensa piara, dos mil cerdos, al mar de Galilea y allí se ahogan los
cerdos. Es que el demonio de una u otra manera busca hacer el mal. Gran pérdida material
para los porqueros. Y así lo sienten los porqueros que no miran el bien de los hombres
liberados del demonio, ni la paz que reina nuevamente en aquellos parajes, sino la pérdida
material que Jesús les ocasiona.

Cristo permitió a los demonios entrar en los puercos, no a persuasión de los demonios
mismos, sino, primero, para instruir a los hombres sobre la magnitud del daño que les
infieren los demonios; segundo, para que aprendiesen que ni contra los puercos se
atreven a hacer cosa alguna si no les es concedido; y tercero, para mostrar cuánto más
graves cosas obraran en los hombres que en los puercos si no fueran los hombres
protegidos por la divina Providencia141.

Jesús, muchas veces, permite pérdidas materiales o que padezcamos males físicos para
obtener bienes espirituales. El caso de Job es uno de ellos. Sufre en sus bienes materiales, en
su familia y en su salud y gana en paciencia y en fe. Dios permite esa pérdida de lo material y
físico en bien de lo espiritual. Aquí podría haber ocurrido lo mismo. Jesús permitió la muerte
de los dos mil cerdos para que los gadarenos pudieran recobrar dos de sus ciudadanos con
salud o pudieran conocer al Mesías que hacía tales milagros y tenía tal poder. Pero, muchas
veces, sucede lo que sucedió con los gadarenos, se prefiere la prosperidad económica, el
bienestar físico, a la presencia de Jesús.
No sólo a la gente le pasa que ven las pérdidas materiales sin darse cuenta de las
ganancias espirituales. No nos damos cuenta que Jesús permite que perdamos cosas para
darnos otras. A veces permite que nos cambien de lugar o de oficio en el cual estábamos bien
para darnos otra cosa y así Dios va obrando nuestra santificación por caminos insospechados.
Nos lamentamos por tal perdida o tal situación y no vemos lo bueno que se nos manifiesta o la
presencia más cercana de Jesús.
Por otro lado, Jesús permite al demonio que siga tentando en la tierra pero hasta la
medida que Él quiere. Le permitió ir a la piara. Si no lo hubiera querido hubieran vuelto al
abismo.
Jesús permite al demonio tentar pero no más allá de las fuerzas que el hombre puede
resistir. Da la gracia suficiente para vencer al demonio y todas sus tentaciones. Unidos a Jesús
somos poderosos y vencemos como Él y con Él al demonio.
Es patente la impotencia de los demonios ante el poder de Jesús. Los impera a que
digan su nombre, se molestan de su presencia y se quejan por haber venido antes de lo que
ellos pensaban. No pueden resistirse a ser expulsados. Ruegan no volver al abismo. Jesús
regula según su voluntad la situación y permite hasta donde quiere o esconde según quiere el
“secreto mesiánico”.
Hay tres símbolos que se relacionan con los espíritus impuros referentes al lugar donde
moran. Primero, el lugar donde estaban los endemoniados era un lugar desierto, también en el
desierto fue tentado el Señor. Los endemoniados se encontraban en un lugar solitario junto a
los sepulcros, lugar de los muertos; segundo, el lugar donde piden ir los demonios que son los
cerdos, animales impuros para los judíos. Los gadarenos pertenecían a la Decápolis y eran
141
SAN JUAN CRISÓSTOMO. Cf. III, 44, 1 ad 4
25
paganos en su mayoría; y tercero, el lugar donde se precipitan los cerdos que es el mar, lugar
simbólico por excelencia de las fuerzas del mal, lugar donde habita el Leviatán, lugar donde la
tempestad se levanta para hace naufragar la nave de Pedro, lugar, en el caso presente, donde
van a parar los demonios, lugar de inseguridad y vaivenes como el mundo.
De que le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma o digamos al revés
para aplicarlo al pasaje evangélico: vale perder las cosas materiales por más valor que tengan
con tal de permanecer con Cristo. Así hizo el hombre que vendió todo lo que tenía para
compra la perla y el tesoro142.
No nos olvidemos de esta verdad, Cristo es Dios y el demonio es una criatura caída.
Cristo tiene poder supremo sobre el diablo y permite hacer al diablo sólo lo que Él quiere que
haga. No seremos tentados más allá de nuestras fuerzas. Por el contrario, la tentación es para
nuestro crecimiento espiritual.
Jesús tiene poder sobre el demonio. Lo expulsa, lo hace descubrir su nombre, deja que
lo proclame “Hijo de Dios” (Mt), “hijo de Dios altísimo” (Mc, Lc).
Siempre el demonio hace diabluras, las que le permite Dios, para arruinar la obra de
Dios. Hace perecer la piara de cerdos.
El diablo no puede hacer más mal que el que le permite Dios. Si Dios no permite que
haga daño alguno no puede hacer daño alguno. A veces, Dios permite al diablo que haga
algún mal, para sacar un mayor bien de ese mal y para respetar la libertad del hombre cuando
el hombre busca libremente lo malo.
Dios permite el mal, permite que el diablo haga el mal a alguno de sus hijos para
ejercitarlo en la paciencia y en otras virtudes y en definitiva porque si resiste a la tentación
crecerá en santidad.
Dios le permitió al demonio, quedarse en la zona, aunque fue derrotado por Jesús que
lo hizo salir del hombre pero no pudo soportar la derrota y como no podía perjudicar a Dios
quiso perjudicar a los hombres. ¿De qué manera? Tocándolos en sus bienes materiales. Bien
sabía él que los gadarenos estaban apegados a sus piaras de cerdos. Ante la pérdida de bienes
materiales ni se cuestionaron lo que habían contado los porqueros del milagro. Pidieron a
Jesús que se fuera de su región. Perdieron los cerdos y perdieron la compañía del Mesías.
Hay que estar atento. El diablo es muy astuto. Siempre trata de sacar tajada. Trata de
perjudicar la obra de Dios. ¿La perjudicó en esta ocasión? Sí, de alguna manera, porque los
gadarenos no aprovecharon la visita de Jesús.
Jesús hizo su obra. Expulsó al demonio y curó al hombre. Permitió al demonio
quedarse allí. El demonio hizo su diablura y Jesús respetó la libertad de los gadarenos que
engañados por el demonio rechazaron a Dios porque había sido causa según ellos (no sabían
el obrar demoníaco) de la pérdida material y no querían que se quedase allí aunque hiciera
milagros.
El demonio sacó su tajada y en definitiva los hombres de Gadara fueron los
perjudicados.
Jesús permite también esta derrota de los hombres ante el demonio y en cierta manera
de su obra salvífica porque eran batallas parciales. Sabía que derrotaría definitivamente al
demonio en la cruz, de la cual, las expulsiones eran participación de la expulsión definitiva de
su Reino. ¿Jesús expulsó definitivamente al diablo de su reino? Sí, en Él que es la cabeza de la
Iglesia, y lo hará definitivamente cuando el último de los predestinados entre al Reino de
Cristo.
San Ignacio en sus Ejercicios Espirituales143 nos hace tomar experiencia de las
tentaciones del demonio, de su manera de obrar, que suele ser repetitiva, al menos hasta ser
descubierta, para que no seamos nuevamente engañados. ¡Cuántas veces sucede que el

142
Cf. Mt 13, 44-46
143
Cf. SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales nº 334
26
demonio nos permite ganar una batalla para que ensoberbecidos caigamos en una derrota
posterior muchísimo más humillante y de mayor monto!144
Hay demonios de distintas categorías. Estos parece que eran de las más bajas. De
hecho había muchos en un hombre y fueron expulsados y volvieron al abismo. Habrán
recibido una gran reprimenda pero también hicieron algo de su parte, una diablura, para que
les siguieran encomendando alguna misión.

CURACIÓN DE UN MUDO ENDEMONIADO


Mt 9, 32-34

Este milagro ocurre el segundo año de la vida pública del Señor. Siguiendo el lugar
que ocupa en el Evangelio de Mateo, que es el único que lo narra, parece que ocurrió en
Cafarnaúm.
El evangelista indica la relación entre la mudez del hombre y la posesión diabólica. El
demonio le tenía trabada la lengua porque en cuanto el demonio fue expulsado el hombre
comenzó a hablar.
No dice la narración evangélica como curó al hombre. Simplemente hace constar la
expulsión del demonio y la liberación del hombre manifestada en su lengua expedita.
Una de las características de las posesiones diabólicas que narra el Evangelio es privar
a los hombres del habla. Esta característica también se repite en el orden espiritual. Los
hombres que tienen un espíritu diabólico, los demoníacos espirituales, son mudos. En la
caracterología de los hombres llamados demoníacos sobresale el mutismo, la reserva absoluta,
el encierro del alma. El demoníaco no puede abrir su interior a los demás, y lo que es más
curioso, ni siquiera a si mismo: no puede examinarse, no puede juzgarse, no puede mirarse
siquiera, corre una cortina de humo entre su mente y su corazón. Y lo más notable es que a
veces habla muchísimo, esa cortina de humo es una cortina de charla intranscendente y falsa,
pero revelarse a sí mismo no puede, su interior es tiniebla 145. Asimismo una de las maneras de
engañar el demonio es lograr que el alma se quede callada cuando es tentada y no revele las
tentaciones a quien pudiera aconsejarla146.
Llama la atención, en la narración, la admiración de la gente: “jamás hemos visto cosa
semejante en Israel” y es que en el mismo Cafarnaúm había curado a una mujer con flujos de
sangre, le había devuelto la vista a dos ciegos y había resucitado a la hija de Jairo. Podría ser
que la admiración a la que alude el evangelista fuese la resultante de presenciar todos estos
sucesos o la manera tan simple de expulsar al demonio, simpleza que denota el poder de Jesús
sobre el diablo.
¿El demonio tiene poder sobre la naturaleza? Sí. Puede evadir las leyes naturales
concernientes al cuerpo principalmente y puede simular milagros.
Hay una lucha entre el diablo y Jesús en los signos. El Mesías debía realizar signos y
ellos manifestarían su presencia. El demonio ¿podría hacer signos? Sí. ¿Podría haber hecho
surgir un falso mesías? Sí. El argumento sobre el reino dividido no parece concluyente si
existiera esta posibilidad aunque es cierto que el diablo nunca haría signos en bien de los
hombres sino para desviar la misión del Mesías. ¿No podría haber hecho surgir el diablo un
falso mesías como lo hará al fin de los tiempos? Sí, pero tendría que haber competido con
Jesús y Jesús lo hubiera aplastado por su humillación voluntaria en la cruz.
De hecho el demonio intentó hacer de Cristo un falso mesías cuando lo tentó en el
desierto. Quiso que hiciera signos sometiéndose a Él, siguiendo su voluntad, adorándolo y en
esta línea se encuadra la blasfemia farisaica. Pero Jesús lo derrotó por la fidelidad a su
vocación, es decir, siendo un Mesías sufriente.
144
Cf. Lc 11, 24-26
145
CASTELLANI, Psicología Humana, Jauja Mendoza 19972, 92
146
Cf. SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales nº 326
27
LA HIJA DE LA CANANEA
Mt 15, 22-28 p

Este milagro ocurre en la región de Tiro y Sidón, en Fenicia, durante el tercer año de la
vida pública de Jesús.

Este episodio es paralelo al de la curación del hijo del centurión. Jesús realiza una
curación en favor de un gentil o de una gentil; pero cura a distancia, por el poder de su
palabra, porque no estaba permitido a un judío entrar en casa de un gentil147.

La mujer era griega (Mt), no de raza, ya que era sirofenicia, pero si de cultura, es decir,
gentil148. Cree en Jesús. Cree que puede expulsar el demonio que atormenta a su hija.
Su fe la va a demostrar en la perseverancia que manifiesta siguiéndolo, a pesar, de que
Jesús le niega el milagro en un principio.
No se calla sino que insiste a gritos detrás de Jesús y sus discípulos. Grita pidiendo el
milagro y Jesús la ignora. Los discípulos cansados del seguimiento de la mujer y de sus gritos
le piden al Señor que le haga caso y Él se niega argumentando que es una extranjera.
Finalmente, la mujer no le permite avanzar porque se arrodilla delante de Él pidiéndole
socorro. Jesús la humilla tratándola de perra. Jesús debe dedicarse a la salvación de los judíos,
“hijos” de Dios y de las promesas, antes de ocuparse de los paganos, que a los ojos de los
judíos no eran más que “perros”149.
Marcos dice “espera que primero se sacien los hijos”, es decir, está insinuando que una
vez saciados los hijos habría gracias para los paganos. Mateo es más excluyente: “no he sido
enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel”.
Jesús a través de sus palabras la invita a convertirse, le hace ver que la salvación viene
por los judíos y que debe creer, para obtener el milagro, en el Mesías de los judíos. La mujer
debe abandonar sus falsas creencias que son comida de perros y creer en Jesús para participar
en la mesa de los hijos. La mueve a deponer su orgullo y obsequiar con sus palabras a la
multitud, expresando el acto de humildad que había hecho al arrodillarse y que es
maravilloso: “también los perrillos comen las migajas de los hijos” y tenía razón porque si
bien Jesús había venido en primer lugar a Israel era un Salvador universal. Cristo concluye
resaltando la fe de la cananea y haciendo el milagro. Ella en su humillación se humilla más
todavía pidiendo el milagro con palabras llenas de sabiduría. Jesús se admira de su fe y por su
fe le concede la curación.
Este milagro es un preludio de la salvación que Cristo viene a traer también a los
gentiles y manifiesta la importancia que tiene la fe para alcanzar la salvación y para ser hijo de
Dios.
Jesús resalta delante de los israelitas la fe de aquella mujer, como delante de ellos la
había postergado por su raza. Esto tiene mucha importancia porque va enseñando la
precedencia de la fe sobre la descendencia racial. Los israelitas son el pueblo predilecto de
Dios y Jesús lo reconoce en este caso: “no he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la
casa de Israel”, “no está bien tomar el pan de los hijos” pero también reconoce la fe
extraordinaria de la mujer: “mujer, grande es tu fe”, una fe semejante a la del centurión 150,

147
JSALÉN. a Mc 7, 24
148
JSALÉN. a Mc 7, 26
149
JSALÉN. a Mt 15, 26
150
Mt 8, 10
28
quizá como no había en Israel. Delante de los israelitas humilla a la mujer para luego exaltarla
y ellos exaltados como pueblo elegido quedan humillados ante una fe que los supera.
La humildad de la mujer la lleva a reconocer su condición de pagana y el privilegio de
la raza elegida. Esa era su verdad. Humildad es andar en verdad, dice Santa Teresa. La
cananea es humilde porque reconoce su verdad pero también es humilde porque sabe sufrir las
humillaciones sin desanimarse, sin dejar de confiar en Aquel que puede subsanar su miseria.
La humildad es condición necesaria para la fe. Sólo cree el que es humilde, el que sabe que
necesita de Jesús para salvarse y que no puede salvarse por sí mismo como lo creería el
orgulloso. Dios da su gracia a los humildes que acuden a Él y resiste a los soberbios que no lo
confiesan.
La fe hace que la mujer que no era considerada del pueblo de los hijos se haga hija y
reciba la salvación de Jesús. La exclamación de Jesús denota esta importancia de la fe:
“Mujer, grande es tu fe” (Mt).
Ésta mujer no sólo tuvo una fe humilde sino también recta. Una fe como dice Santiago
sin ninguna vacilación, no como la fe que es semejante a las olas marinas 151. Una fe, además,
fervorosa.
Hay otro aspecto que podemos aprender de la mujer cananea y que es condición de la
verdadera oración, la perseverancia. Ella a pesar de las negativas de Jesús no se echó atrás
sino que siguió pidiendo con insistencia según aquello de: “pedid y se os dará; buscad y
hallaréis; llamad y se os abrirá”152. A veces, el Señor quiere ser importunado para concedernos
lo que le pedimos, de esa forma se agiganta el deseo y se purifica la fe 153. No nos
desalentemos cuando pedimos algo al Señor y no lo concede porque, muchas veces, tiene
determinado en su divina providencia concedernos cosas después de insistentes ruegos.
La mujer nunca dudó que Jesús pudiera curar a su hija y esto manifiesta el aspecto de
confianza que tiene que tener nuestra oración. No hay que dudar que Jesús pueda salvarnos y
liberarnos de todas nuestras miserias. Con toda confianza abandonémonos en Él para que Él
nos santifique.
Y nuestro Señor la escuchó porque “cumple los deseos de sus leales, escucha su clamor y
los libera”154.
La mujer lo confiesa como “hijo de David” (Mt), es decir, como el Mesías.
La hija de la cananea estaba enferma a causa del demonio. Así lo expone ella, según
Mateo. Marcos directamente consigna el hecho “una mujer, cuya hija estaba poseída de un
demonio inmundo”.
La gran fe de la mujer llevó a Cristo a hacer el milagro: “Que te suceda como deseas”,
es decir, según tu fe. “Y desde aquél momento quedó curada su hija”.

EL NIÑO EPILÉPTICO
Mt 17, 14-21 p

Este milagro ocurre en el tercer año de la vida pública de Jesús al pie del monte Tabor
en una pequeña aldea llamada Daburiyeh.
Mateo habla de un muchacho lunático. La Biblia de Jerusalén titula a este milagro del
niño epiléptico. Sin embargo, la causa de los síntomas que sufría el joven era el demonio. El
joven esta posesionado del demonio y cuando el demonio quiere lo echa por tierra o lo arroja
al agua o al fuego y lo hace echar espuma por la boca. El resto del tiempo lleva una vida
normal.
Ante la presencia de Jesús el demonio hace que el joven entre en crisis.
151
St 1, 6
152
Mt 7, 7
153
Lc 11, 5-10; Lc 18, 1-7
154
Sal 144, 19
29
El padre está agotado de esta situación y parece que no ha tenido éxito con los
exorcistas, incluso al presente con los judíos y los mismos apóstoles, que no lo han podido
expulsar.
Al llegar Jesús surge una nueva esperanza y la fe le hace exponer la situación al Señor.
Su fe es débil pero con esa poca fe le pide que se compadezca de ellos y tenga misericordia de
su hijo.
Con sinceridad expone la situación y manifiesta su poca fe “si puedes”. Jesús con sus
palabras lo llama a tener confianza y a creer en Él. “Todo es posible al que tiene fe” y el padre
del niño gritando pide al Señor le acreciente la fe y se abandona en sus manos junto con su
hijo.
Jesús le hace misericordia y expulsa al demonio y luego entrega al niño sano a su
padre.
Jesús ha venido a liberar al hombre de la esclavitud del demonio no sólo física sino
también espiritual. Jesús tomando nuestra carne, por el misterio pascual, ha derrotado y
expulsado definitivamente al demonio para que todo el que se acerque a Jesús con confianza
absoluta venza en sí el poder del enemigo.
“Pero si algo puedes, compadécete de nosotros”. Jesús podría haberse enojado mucho
ante esta falta de confianza pero simplemente hace un pequeño reproche “que es eso de si
puedes” y enfatiza la importancia de la fe para el milagro. “¡Todo es posible para quién cree!”
el hombre se ve en falta respecto a su fe pero no se amilana sino que le pide a Jesús que
acreciente su fe “creo, ayuda a mi poca fe” porque la fe es un don y el crecimiento en la fe
también es don y sólo Dios nos lo puede dar si se lo pedimos. La oración de este hombre es
una buena jaculatoria para pedir el aumento de la fe, tan necesaria para nuestra vida espiritual.
Si nada es imposible para el que tiene fe, la fe nos hace, en cierta manera,
omnipotentes.
Jesús ha dicho en otras ocasiones las grandes cosas que podemos hacer con una fe
pequeña, tan pequeña como la de un grano de mostaza. Trasladar montes, arrancar árboles,
etc. y sobre todo curar o curarnos.
La fe es adhesión del hombre a Dios. Pero en la medida que va desapareciendo lo
humano, que impide una adhesión completa, la fe crece. Cuando lo humano nuestro
desaparece por estar divinizado, cuando nuestro obrar se funde en el querer de Dios, la fe
llega a la plenitud y el hombre es omnipotente. Hace todo lo que quiere porque hace siempre
la voluntad de Dios que infaliblemente se cumple.
El Señor reprocha también a los presentes su incredulidad y en un tono más grave:
“¡oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de
soportaros?”. Es que el Señor manifiesta su poder, su amor y su bondad con multitud de
signos y los hombres no confían en Él. ¿Por qué nosotros tampoco confiamos en Él? ¿Por qué
nuestra poca fe? ¡Señor yo creo pero acrecienta mi fe!
Si la fe es adhesión del hombre a Dios es conveniente ver la necesidad de esa adhesión
y para ello hay que contemplar la grandeza de Dios, su omnipotencia y nuestra indigencia.
Los dos términos que une la fe son reales y esas realidades las debemos asimilar. Dios el ser
por esencia, el Creador, y nosotros, seres por participación, criaturas.
La fe crece en la medida que conocemos nuestra realidad, es decir, en la medida en
que crece nuestra humildad. La humildad es reconocer lo que somos y este conocimiento nos
hace adherirnos a Dios.
Apoyarnos en nuestros dones naturales hace que nuestra fe sea flaca. Nuestros dones
naturales no pueden darnos las cosas que sólo Dios puede darnos pero confiamos tanto en
ellos que nos obstaculizan la confianza en Dios, la fe.
El reconocimiento sincero de nuestra indigencia, que incluye nuestra impotencia
natural para alcanzar las cosas sobrenaturales debe llevarnos a una mayor adhesión a Dios, a
una mayor fe. El crecimiento espiritual consiste en ir abandonando todo nuestro ser en Dios
totalmente confiados en Él y Él hará en nosotros su plan eterno.
30
Jesús increpó al espíritu inmundo ordenándole que saliese del niño y el espíritu salió
dando gritos y agitándolo con violencia dejándolo como muerto. Pareciese que fue en
detrimento del niño este milagro de Cristo. Sin embargo, aunque en este caso no hubo
detrimento permanente permitió este estado transitorio por el bien de su alma. Permitió que
fuese afligido más gravemente aquel que fue librado de los demonios, aunque al instante lo
sacó también de aquella aflicción. Por aquí se pone de manifiesto también, al decir de San
Beda, que “muchas veces, cuando nos esforzamos por convertirnos a Dios después de una
vida pecadora, somos acometidos por mayores y nuevas asechanzas del enemigo. Esto hace
para inspirar odio a la virtud y vengar la injuria de su expulsión”. El hombre curado se quedó
como muerto –dice San Jerónimo– porque es “a los sanos a quien se dice: Estáis muertos, y
vuestra vida se halla escondida con Cristo en Dios” (Col 3, 3)155.

155
Cf. III, 44, 1 ad 4
31
32
CAPÍTULO 3
CURACIÓN DE PARALÍTICOS

EL PARALÍTICO DE BETZATÁ
Jn 5, 1-18

La narración de éste milagro es exclusiva de Juan.


Jesús realiza este milagro en Jerusalén antes de la segunda Pascua de su vida pública.
El milagro del paralítico está incluido en el c. 5 de San Juan. La narración va desde el
v. 1 al 9. Luego sigue la reprensión que hacen los judíos al hombre curado a causa de que
lleva su camilla en sábado, reprensión, que termina en la manifestación de Jesús como autor
del milagro. Todo el resto del capítulo es un discurso de Jesús sobre su obra.
Jesús conoce la hipocresía de los fariseos y su ira por las curaciones que realiza en
sábado. Jesús hace curaciones todos los días. Esta ocurrió el sábado.
Al pasar por la piscina de Betzatá en donde había multitud de enfermos de todo tipo
encuentra a uno que estaba paralítico hacía treinta y ocho años. Lo traían a la piscina para que
se curara. Cuando Jesús le dice si quiere recobrar la salud, él le expone el impedimento que
tiene y ese impedimento explica el mucho tiempo que lleva sin curarse en aquellas aguas
curativas.
Jesús compadecido le dice: “toma tu camilla y anda”. Él recobró la salud y se puso a
caminar mientras Jesús se perdía entre la gente156.
Jesús no pidió al paralítico algún acto de fe explícito incluso al preguntarle si quería
curarse. Él manifestó con simplicidad la dificultad, la cual, hace notar que creía en la
posibilidad del milagro por las curaciones de que había sido testigo en tanto tiempo que
acudía allí. Por otra parte, es consciente de la necesidad terrena: alguien que lo meta en la
piscina. El hombre manifiesta una gran esperanza en curarse, de no ser así no perseveraría
tanto tiempo junto en la piscina, máxime que la intervención del ángel se realizaba en el
momento menos esperado157.
Tampoco busca Jesús en este caso manifestar el milagro para que crea la multitud sino
que desaparece de tal manera que el hombre después del entusiasmo de la curación, cuando
vuelve en sí de la emoción, no sabe dónde está Jesús. No sabe siquiera que es Jesús.
El milagro parece orientado, en este caso, a demostrar que Él hace los milagros con el
poder del Padre y que Él es uno con el Padre.
El paralítico se va a casa con la camilla a cuestas y los judíos lo reprenden porque está
violando el descanso sabático. Él da la razón de portar la camilla, razón del todo peculiar. Ha
sido curado de la parálisis que tenía hacía treinta y ocho años. Está estrenando su caminar
después de un período interminable. El paralítico dice que el que lo ha curado lo mandó llevar
su camilla y él obedeció.
En este mandato de Jesús al paralítico ya se manifiesta su soberanía divina. ¿Quién
osaría violar la ley sabática y menos mandar violar el sábado a alguien sino alguien que
estuviera por encima de la legislación mosaica?
Preguntaron al paralítico: ¿quién te curó? Pero él no sabía.
Luego lo sabrá, como dice el Evangelio, al encontrarse en el templo con el hombre que
lo había curado. Conoce que es Jesús y va a decirles a los judíos quién es.

156
v. 13
157
v. 4
33
Como en otras ocasiones los judíos critican a Jesús o lo persiguen por violar el sábado.
En esta ocasión Jesús les responde diciendo que Él trabaja como el Padre también en sábado158
con lo cual se atribuye la potestad de Juez universal, según la concepción judía, que se daba
exclusivamente a Dios.
Se ofuscan grandemente y buscan matarlo porque violaba el sábado y se hacía igual a
Dios .
159

El discurso que completa el c. 5 es una demostración de la igualdad entre Jesús y el


Padre. Jesús es Hijo de Dios y Dios es su propio Padre (). Entre los distintos
testimonios que manifiestan esta verdad están los milagros160.

Cuando alude a sus milagros, Jesús no habla de “signos” (Jn 2, 11 ss.), sino de
“obras”, en referencia a Nm 16, 28. Al igual que Moisés, él no los realiza “por su
cuenta”; no hace sino imitar al Padre, Jn 5, 19, incluso hasta volver a dar vida a los
muertos, Jn 5, 20-21. Estas obras atestiguan, pues, que es Dios quien actúa en Cristo y
por Cristo, Jn 10, 25.37-38; ver Jn 9, 3-4. No creer a pesar de las “obras” o a pesar de
las palabras de Cristo constituye el pecado por excelencia, Jn 15, 22.24161.

PARALÍTICO EN CAFARNAÚM
Mt 9, 2-8 p

Este milagro lo realiza Jesús en Cafarnaúm en el segundo año de su vida pública.


Jesús se acerca a los hombres. No sólo haciéndose hombre por los hombres sino
también acercándose a los más necesitados. A los pobres, los apóstoles; a los marginados,
publicanos y prostitutas; a los pecadores “el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo
que estaba perdido”162.
Jesús se acerca para facilitarnos nuestra apertura a su Persona, se acerca para
transformarnos.
Hay dos actitudes delante del Señor y estas son la raíz de la realidad. Son la humildad
y la soberbia. La primera fundada en el amor a Dios hasta el desprecio de sí mismo y la
segunda fundada en el amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios, según el decir de San
Agustín.
Estas dos actitudes aparecen en el pasaje evangélico.
Para recibir a Jesús es necesario creer, por tanto, la fe que implica humildad.
La soberbia de los fariseos les dificulta ver a Jesús, el Mesías.
El pueblo es humilde y por tanto tiene fe, sin embargo, su humildad surge de la
sensibilidad. Cree en aquel que puede subsanar sus necesidades, sus enfermedades, sus
problemas, pero, muchas veces, el pueblo no cambia su vida después de la curación y Jesús
critica esta actitud. “Me buscáis no por haber visto signos, sino porque habéis comido de los
panes y os habéis saciado”163. Es una fe endeble que no ha arraigado en la inteligencia y por
tanto no ha cambiado la mente (metanoia).
Jesús hace el milagro en atención a la fe del paralítico y de los que venían con él,
porque como relata el Evangelio, abrieron un boquete en el techo de la casa donde se hallaba
Jesús y descolgaron por él al paralítico que quedó delante de Jesús para que lo curara.

158
Cf. JSALÉN. a Jn 5, 17
159
v. 18
160
5, 36
161
JSALÉN. a Jn 5, 36
162
Lc 19, 10
163
Jn 6, 26
34
El milagro de Jesús consiste en devolverle la capacidad de caminar. El paralítico toma
la camilla en que venía postrado y se va con ella ante la admiración de los presentes.
Presenciaron el milagro muchos escribas y fariseos y el pueblo que había venido a
escuchar las enseñanzas de Jesús.
La fe del paralítico le trajo la salud física y espiritual porque Jesús busca la salud
espiritual a través de sus milagros y ella se alcanza por la fe. En este caso es la fe la que
mueve a Jesús a realizar el milagro y el milagro ciertamente causa la fe en muchos de los
presentes.
Jesús comienza el proceso de conversión al revés, primero perdona los pecados y
luego le da la salud física. En ningún lugar, a excepción de este pasaje, Jesús perdona los
pecados sino que lo insinúa al decir por ejemplo: tu fe te ha salvado 164. También causó esto
sorpresa en los fariseos y escribas que seguramente habían visto milagros pero nunca
pensaron escuchar que Jesús perdonara pecados.
El paralítico se debe haber sorprendido también porque él buscaba la curación física
aunque en la tradición palestinense del tiempo de Jesús había una relación entre pecado y
enfermedad165.
Los dirigentes religiosos acusan a Jesús de blasfemo. Es que sólo Dios puede perdonar
los pecados y en Jesús sólo veían al hombre.
¿Cómo probar la verdad del perdón de los pecados? Decir: te perdono los pecados es
más fácil que hacer un milagro aunque en el caso de perdonar los pecados hay un mayor poder
que al realizar un milagro. Jesús hace caminar al paralítico y con esto prueba la verdad de sus
palabras, o sea, el perdón de los pecados.
La gente se admira de ambas cosas: del perdón de los pecados y del milagro, aunque
me parece que principalmente de ver andar al paralítico. En ellos nacería o crecería la fe en
Jesús, el taumaturgo de Cafarnaúm.
Los fariseos seguirán con la acusación de blasfemia, de manera obstinada, hasta la
pasión, pero no podrían negar, sino voluntariamente, prueba tan contundente de la divinidad
de Jesús.
Jesús muestra su divinidad al decir al paralítico “tus pecados te quedan perdonados”,
también al conocer los pensamientos de los fariseos y finalmente por el milagro.
Los fariseos no se equivocan al decir que el perdón de los pecados es propio de Dios.
En lo que yerran es en no querer ver en Jesús al Hijo de Dios.
Jesús conoce los pensamientos de los corazones y los da a conocer.
Los fariseos en vez de reconocer en Jesús a alguien trascendente se enojan porque les
ha descubierto en público y se enfurecen.
El milagro confirma el perdón de los pecados y la malicia y prejuicio de los judíos.
El pueblo queda admirado por lo que hace el Señor.
La admiración es propia del corazón sencillo que reconoce algo extraordinario en lo
que mira.
Hay una diferencia entre la humildad del pueblo y la del paralítico.
La humildad del pueblo sólo genera admiración momentánea porque surge del hecho
sensible y sólo genera una fe débil e inactiva. Vemos que el mismo pueblo crucificará a Jesús
y eso que ha sido testigo de multitud de milagros.
La humildad del paralítico genera en él la verdadera fe. Cree en quien lo puede salvar
y cambia de vida. Se le perdonan los pecados y se va glorificando a Dios.
Su fe es actuosa. Se ve principalmente en todas las peripecias que tiene que pasar para
alcanzar la curación.
¿Qué reacciones suscita el milagro?
En los fariseos: los reafirma en el escándalo por su mala disposición. No quieren creer,
por lo cual, no creen que Cristo perdone los pecados porque no es Dios.
164
Mt 9, 22; Mc 10, 52; Lc 17, 19
165
Jn 9, 2; Jn 5, 14; Lc 13, 2
35
La gente del pueblo: “se pasmaron todos”166. Pero su fe es endeble. Buscan a Cristo
por los milagros y porque los puede curar pero no buscan que les perdone los pecados.
El paralítico: alcanza una fe grande y gracias a ella queda curado en cuerpo y alma.
Sólo Dios puede perdonar los pecados.
Y ¿Jesús? Jesús puede perdonar los pecados porque es el Hijo de Dios hecho hombre.
Jesús es Dios. Lo demuestra con los milagros y profecías, lo demuestra con su doctrina, lo
demuestra con su vida.
Y si es Dios puede comunicar el poder de perdonar los pecados.
Dice Mateo: “la turba presente temió y glorificó a Dios, que da tal poder a los
hombres”. La novedad era un buen augurio porque Dios puede perdonar los pecados por
medio de representantes y en consecuencia se preludia el sacramento de la penitencia.
“Como mi Padre me envió, así os envío yo a vosotros […] Recibid el Espíritu Santo:
quedan perdonados los pecados a aquellos a quienes los perdonéis y quedan retenidos a
quienes se los retuviereis”167.
“En verdad os digo, cuanto atareis en la tierra será atado en el cielo, y cuanto
desatareis en la tierra será desatado en el cielo”168.
“Cristo nos ha reconciliado consigo y nos ha confiado el ministerio de la
reconciliación”169.
La confesión o penitencia es un sacramento de la Nueva Ley instituido por el mismo
Jesucristo170.
Luego, Jesús como Dios puede perdonar los pecados y ha conferido este poder a los
apóstoles y sus sucesores los sacerdotes.

CURACIÓN DEL HOMBRE DE LA MANO SECA


Mt 12, 9-14 p

Este milagro lo realiza Jesús en Cafarnaúm en el segundo año de su vida pública.


Está en relación más que con la fe del curado, de la cual no dicen nada los
evangelistas, con la falta de fe, o mejor dicho, con la obstinada incredulidad de los fariseos.
De hecho, quieren acusarlo por quebrantar el sábado y teniendo allí al hombre enfermo
le preguntan si es lícito curar en sábado (Mt). Mc y Lc dicen que lo observaban para ver si
curaba en sábado.
Jesús les pone un ejemplo de la vida diaria. Si se quebranta el sábado por salvar un
animal, cuánto más será posible quebrantar el sábado por un hombre que vale mucho más
(Mt). Mc dice que Él les preguntó si era lícito hacer el bien y salvar una vida en sábado y ellos
callaron. Jesús los mira con ira por su dureza de corazón.
Finalmente, los tres evangelistas narran la curación.
Los fariseos se ofuscan más todavía, no sólo por el milagro sino porque ha
evidenciado su malicia, según su mala conciencia, y se confabulan para matarlo (Mt-Mc) o al
menos para dar una solución al problema Jesús (Lc).
La fe es una gracia que se recibe libremente.
La gente al ver los milagros y sentir el impulso de la gracia, libremente, cree en Jesús.
Los fariseos rechazan, libremente, la gracia y permanecen en su incredulidad. La obstinación
en rechazar la luz los fija en el pecado y cada vez sus fuerzas son más débiles para salir del
pecado porque rechazan una y otra vez la gracia. Las personas obstinadas llegan a tal punto en
su posición que son casi incorregibles.

166
Mc 2, 12
167
Jn 20, 21-23
168
Mt 18, 18
169
2 Co 5, 18
170
Cf. C. Trento, Dz 912
36
Esta obstinación se debe, en los fariseos, a la búsqueda de la propia gloria que Jesús
obnubilaba.
El precepto del descanso sabático es de institución divina:

Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus
trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para Yahvé, tu Dios. No harás ningún
trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero
que habita en tu ciudad. Pues en seis días hizo Yahvé el cielo y la tierra, el mar y todo
cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo Yahvé el día del sábado y lo
hizo sagrado171.

El nombre sábado es relacionado con una raíz que significa cesar, descansar. La razón
de ser del sábado es consagrarlo a Dios que descansó el día séptimo de la creación y a este
motivo se añade un motivo de preocupación humanitaria172. “Será descanso consagrado a
Yahvé”173.
Hay que decir que aunque el sábado sea de institución divina no tiene un valor
absoluto sino que se puede exceptuar por necesidad 174o por caridad, como en el pasaje que
estamos comentando.
Además, Jesús puede interpretar la ley mosaica por ser el Mesías.
Los rabinos eran muy exigentes en el cumplimiento del descanso sabático y critican a
Jesús por curar en sábado, o sea, por quebrantar el descanso sabático. En el fondo es una
censura con la buscan justificar su envidia a Jesús.
Jesús es Señor del sábado175 y es Señor del lunes y del martes y es Señor del tiempo,
que es criatura.
El sábado es para consagrarlo a Dios y el descanso del sábado es un medio para
acercarse a Dios.
“El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado” 176. Con
esto establece que el sábado no debe servir de obstáculo a los hombres, que era lo que sufrían
los israelitas por la casuística escrupulosa de los fariseos, sino que debe ser medio para que el
hombre con total libertad se entregue al servicio de Dios.
El sábado sirve al hombre para que el hombre se acerque a Dios.
Las prescripciones son criaturas, medios instituidos por Dios, por la Iglesia o por los
hombres para alcanzar a Dios. Si se mal interpretan y se los absolutiza dejan de ser medios y
en cierta manera criaturas para convertirse en un dios falso que se llama Ley, sábado, templo,
etc.; son medios, son criaturas, para el hombre, para que por medio de ellos alcance su fin
último177.
Las prescripciones son letra muerta si no se pone el que las va a cumplir en contacto
con el legislador que las dictaminó por el bien de los que caen bajo la ley.
En el caso de las prescripciones farisaicas que reglamentaban pormenores de distinta
clase y con un sinnúmero de casos, podían obviarse si se daba la necesidad o el que aplicaba
la ley tenía autoridad para aplicarla o exceptuarla.
Los fariseos engreídos por el minucioso cumplimiento de sus leyes condenaban a los
que violaban las pequeñas leyes que ellos habían inventado y estaban tan enceguecidos y tan
ofuscado tenían su corazón, que condenaban al mismo autor de la Ley que ellos interpretaban,
y además se encerraban tanto en sus propios juicios que faltaban al amor al prójimo por
apegarse a la letra.
171
Ex 20, 8-11
172
Cf. JSALÉN. a Ex 20, 8
173
Lv 23, 3
174
Cf. Mc 2, 25-26
175
Mt 12, 8 p
176
Mc 2, 27
177
Cf. E.E. nº 23
37
Jesús va a condenar su arrogancia muchas veces y también su dureza de corazón, va a
echarles en cara dar más importancia a los preceptos humanos que a la ley de Dios.
Si vamos a la razón que ellos dan para condenar a Jesús la violación de la ley del
sábado Jesús la deshace diciéndoles que “el sábado ha sido instituido para el hombre y no el
hombre para el sábado”.

Lo esencial era remontarse a la razón de ser de la Ley, cuando sólo es una ordenación
positiva sin implicar ningún principio eterno. Así era el sábado. Dios había mirado al
bien de los israelitas obligándolos a descansar ese día: no era su designio sujetarlos
con un precepto absoluto, sin consideración a las circunstancias o a la naturaleza de los
actos178.

La ley del sábado había sido instituida para que el hombre en ese día se dedicara
exclusivamente a la alabanza divina.
Jesús les enseña que el sábado es para el hombre, para que en ese día el hombre se
dedique a Dios, y no el hombre para el sábado para que se encadene a la letra de lo que puede
hacer o no lícitamente ese día. Los fariseos se quedan en la letra de la ley el descanso y Jesús
les habla del espíritu de la ley para que el hombre se entregue a la alabanza de Yahvé.
Los fariseos enseñan que el trabajo se opone al sábado y Jesús enseña que se opone al
sábado la falta de amor a Dios, el dejar de dedicarlo a las cosas divinas.
A aquellos que Jesús eligió y lo aceptaron, como es el caso de los doce, los capacitó
“para ser ministros de una nueva Alianza, no de la letra, sino del Espíritu. Pues la letra mata
más el Espíritu da vida”179. Él iba enseñando con su vida y, en especial, en su lucha contra los
fariseos que la plenitud de la Ley está en el amor al prójimo.

LA CURACIÓN DEL SIERVO DEL CENTURIÓN


Mt 8, 5-13 p

En la cronología que seguimos, este milagro ocurre en Cafarnaúm en el segundo año


de la vida pública del Señor.
Algunas versiones de la Biblia ponen como paralelo a Juan180 pero parece ser otra
curación que ocurrió en Caná de Galilea en el primer año de la vida pública de Jesús.
Mateo es el único que habla sobre el tipo de enfermedad diciendo que el siervo tiene
parálisis y que la parálisis lo hace sufrir mucho. Lucas dice que está próximo a la muerte.
Mt dice que es el centurión el que sale al encuentro de Jesús. Lc dice que el centurión
permanece en casa y desde allí manda gente para que le pidan a Jesús el milagro confesando
su pequeñez ante el Señor, “no soy digno de que entres en mi casa”, y su poder sobre la
enfermedad.
Los evangelistas hacen notar la fe del centurión. No sólo cree que Jesús puede curar a
su siervo sino que lo puede curar a distancia. Este último aspecto habla de una consideración
del taumaturgo más poderosa. Que un taumaturgo pueda curar tocando a un enfermo implica
un gran poder pero mucho más que pueda curarlo a distancia.
Jesús se admira de la fe del centurión, fe que manifiesta una superioridad de los
gentiles sobre el pueblo elegido. La admiración de Jesús surge al comparar la fe del centurión
con la fe de los hijos de Israel. Era grande en comparación con la de ellos, dice Santo
Tomás181.
Jesús lo cura a distancia y el centurión comprueba la curación milagrosa (Lc).
178
LAGRANGE, Vida de Jesucristo según el Evangelio, Edibesa Madrid 20032, 124-5
179
2 Co 3, 6
180
4, 46-53
181
III, 15, 8 ad 2
38
Jesús se admira. ¿Se admira? ¿Puede admirarse? No puede admirarse en cuanto Dios
porque todo lo sabe. Y ¿en cuánto hombre? No puede admirarse según su ciencia beatífica,
porque todo lo ve en el Verbo, ni tampoco según su ciencia infusa donde se incluye el
conocimiento de todas las cosas sobrenaturales y entre ellas la fe. Jesús por su ciencia infusa
conocía la fe grande que podía tener un hombre, por ejemplo, la fe de Abraham pero no la fe
de “este hombre”, en este caso no sabía que el centurión pudiese hacer tal acto de fe pero no
se admira porque conoce casos de mayor fe como la de María, su madre. Si se admira como
hombre según su ciencia experimental porque experimenta un acto de fe extraordinario de
parte de un gentil. Un acto de fe más grande que el de los hombres de Israel182.
Jesús se admira de la fe que se esconde en la comparación que pone el centurión. Así
como él siendo jefe de soldados y señor de esclavos da una orden y se cumple, así, Jesús tiene
poder para curar, es decir, tiene poder sobre la enfermedad aún a distancia.
El centurión era simpatizante del judaísmo porque había ayudado a construir la
sinagoga de Cafarnaúm y probablemente conocería algo de la doctrina israelita y sobre su
Mesías.
¿El centurión, cree en la divinidad de Cristo? No. Sin embargo, probablemente
reconoce a Cristo Mesías.
El centurión reconoce el poder taumatúrgico de Cristo, poder sobre la enfermedad. Se
considera indigno de ser visitado por el Señor. Pero esto no basta. Lo que lleva a suponer la
confesión en Cristo Mesías es la alabanza que le hace el Señor por su fe, a la cual, se suman
las dos anteriores.
Tengo subordinados que me obedecen. Está confesando, en cierta manera, que Cristo
tiene todo bajo sus pies. En el caso presente la enfermedad.
Reconoce un poder extraordinario en Él que supera lo natural. Curar la enfermedad a
distancia y sólo de palabra no lo hace ningún médico y ningún hombre sin un don especial del
cielo o sin un poder sobrenatural.
El centurión reconoce este poder en Jesús, cree en Jesús, cree que Él puede curar a
distancia y Jesús viendo su fe extraordinaria le concede el milagro.
Jesús recrimina a Israel su dureza para creer y les dice que los gentiles entrarán en el
Reino y ellos quedaran fuera. Al hacer alusión a Abraham quizá también alude a la alianza en
la fe en la cual ha sobresalido este gentil y de la cual carecen los israelitas. Los judíos
deberían reconocer más fácilmente al Mesías porque tenían la Ley, porque habían escuchado
las enseñanzas de Cristo y habían visto sus milagros. Su infidelidad es culpable.
“Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi
criado quedará sano” (Mt y Lc). En Mt le dice el Señor la palabra: “Anda, que te suceda como
haz creído”.
“Señor, no soy digno de que entres en mi casa”. Estas palabras han quedado
inmortalizadas en la Santa Misa. En cada Misa que se celebra, antes de la comunión y en
preparación a ella, se dicen estas palabras que son un acto de humildad.
Las palabras reconocen la indignidad de la persona para recibir tal huésped. Allí el
centurión respecto a Jesús en persona; en la Misa cualquier cristiano respecto a Jesús
sacramentado. Por otra parte, del reconocimiento de la indignidad surge un acto de abandono.
Allí el centurión se abandona en la palabra de Jesús y reconoce que Él, a través de ella, puede
sanar a su siervo aún a distancia. Jesús confirma con el milagro lo que él cree que Jesús puede
hacer. En la Misa el cristiano se abandona en Dios sabiendo que puede disponer por su gracia
el corazón para recibir dignamente a Jesús. Se abandona el alma en el poder sanativo de la
gracia, en su poder predispositivo para recibir “el sacramento” y confiesa también el alma que
el Señor la sana con el sacramento, del pecado, de su enfermedad.
La Palabra de Dios sana.
En primer lugar, la Palabra de Dios encarnada, porque ella “tomó nuestras flaquezas y
cargó con nuestras enfermedades”. Jesús se compadeció de los hombres. Es el Buen
182
Cf. III, 15, 8c
39
Samaritano que viene a sanar a la humanidad caída y a sanarla principalmente del pecado pero
también de todas las consecuencias del pecado, de las tinieblas, de la mentira, del error, de la
enfermedad, del hambre, de la esclavitud, de la muerte.
Jesús curó con su Palabra. ¡Cuántos alcanzaron la salud por su palabra sanadora! A la
distancia como la curación del Evangelio que meditamos y en la cercanía como el ciego de
nacimiento183 o al leproso que simplemente le dijo “quiero queda limpio”184.
Y hoy la palabra sigue curando el alma y el cuerpo. El alma cuando la palabra se
pronuncia en los sacramentos de muertos (penitencia, bautismo y unción de los enfermos) o
cuando nos alimentamos de ella por la meditación de la Biblia, en la contemplación y en el
estudio. La Palabra de Dios purifica nuestra mente, ensancha nuestro corazón, ordena nuestros
afectos, acrecienta las virtudes, en especial, las teologales, nos llena de Dios.
Lo que es imposible para el hombre es posible para Dios 185. Esa indignidad del hombre
para recibir en su alma a Dios, el mismo Dios la suple con su gracia.
Siempre la Iglesia ha recomendado la lectura asidua de la palabra de Dios pero muchas
veces esta recomendación la tomamos peregrinamente. Hay que experimentar el contacto con
la palabra de Dios para ver los resultados. Ella poco a poco va transformando nuestra vida. En
la palabra de Dios se manifiesta la fuerza de Dios que trae nuestra salvación. Porque como
dice San Pablo, el Evangelio “es fuerza de Dios para salvación de todo el que cree”186.

LA MUJER ENCORVADA
Lc 13, 10-17

Este milagro ocurre en una sinagoga de Galilea, probablemente en Caná, en el segundo


año de la vida pública de Jesús.
El relato es exclusivo de Lucas.
La mujer venía cargando su enfermedad desde hacía dieciocho años. Su enfermedad la
hacía estar encorvada sin poder enderezarse.
Jesús la llama junto a sí y la cura. Al ser curada glorificaba a Dios.
Aquí Jesús no pidió fe alguna. Simplemente hizo el milagro. Él suscita la fe en la
mujer y en los circunstantes que se maravillaron de lo que había obrado.
Ante el milagro las multitudes se maravillan pero los fariseos se obstinan en su
incredulidad. La obstinación en la malicia produce incoherencias, acerca a la locura, lleva a
hablar y obrar sin seso, tontamente. Aunque es notable en los fariseos una astucia diabólica
que los hacía obrar fría e inteligentemente. Muchos relatos evangélicos hacen notar esta
inteligencia diabólica para hacer caer a Jesús en alguna trampa y tener motivo para acusarlo y
condenarlo.
En el pasaje sucede que el jefe de la sinagoga obra incoherentemente. Reprende a la
gente por traer enfermos el día sábado violando así, según ellos, la Ley.
Jesús se enoja por esta actitud y los llama en la persona del archisinagogo “hipócritas”.
Y da mediante un ejemplo el fundamento de su hipocresía, al menos, en su manifestación
externa. El ejemplo es tomado de la vida diaria: se atiende a los animales en día sábado para
que coman y no desfallezcan. ¡Cómo no hacer lo mismo y mucho más con una mujer israelita,
hija de Abrahán que tenía ligada Satanás por tanto tiempo!
Parece ser que tenía “espíritu de enfermedad” 187 y Jesús dice que el demonio la tenía
atada.

183
Jn 9
184
Mt 8, 3
185
Cf. Mt 19, 26
186
Rm 1, 16
187
Dice Leal traduciendo el griego
40
Las palabras de Jesús avergüenzan a sus adversarios, los confunden. El pueblo se
alegra por las cosas que obra y ciertamente por las respuestas contundentes a sus enemigos.
Esta escena parece haberla preparado el mismo Cristo para dejar en evidencia la
maldad de los jefes judíos y, por otra parte, manifestar, con el fin de producir fe, su poder
taumatúrgico, su sabiduría y su innovación de la religión, innovación consistente en una
interiorización de las enseñanzas de los maestros y un regreso a la pureza de la religión según
su origen.
La actitud del pueblo es la admiración que surge de contemplar la verdad y
desemboca en el gozo. Todo corazón simple al descubrir la verdad se regocija y exulta: “la
gente se alegraba con las maravillas que hacía”. Es la actitud de asombro ante la maravilla
obrada por Jesús.
La obra más elevada del hombre es la contemplación de la verdad y el gozo
consecuente. Esto es el cielo cuando se da en plenitud. El fin del hombre es este. Una
admiración eterna y un gozo sublime por la contemplación de la Suma Verdad.
El Evangelio que estamos comentando nos habla de una participación del cielo en la
contemplación de un milagro.

41
CAPÍTULO 4
CURACIONES DE CIEGOS

42
LOS DOS CIEGOS DE CAFARNAÚM
Mt 9, 27-31

El relato de los ciegos es exclusivo de Mateo. Ocurrió en el segundo año de la vida


pública de Jesús.
Jesús sale de la casa de Jairo y lo siguen dos ciegos. Lo llaman “hijo de David” y le
piden que tenga misericordia para con ellos.
El título “Hijo de David” es aplicado a Cristo en los Evangelios sinópticos: en su
genealogía188; le invocan con este nombre la mujer cananea189; las muchedumbres se
preguntan: “¿no será éste el Hijo de David?”190; título con el que le aclaman en la entrada
triunfal a Jerusalén191. En todo esto es título mesiánico. En Mt 22, 41-45 p se plantea cómo
Cristo puede ser hijo de David si éste le llama Señor. Quizá este texto sea la clave del por qué
Jesús no utiliza para sí mismo el título de “Hijo de David”: la razón sería estar cargado de
sentido político.
En los Evangelios de la infancia se proclama esta descendencia de David; Jesús es el
Mesías; se han cumplido las promesas de un descendiente: es Emmanuel 192, nacido en Belén,
caudillo que apacentará a Israel193, se sentará en el trono de David y su reino no tendrá fin 194,
nacido de la Virgen195, luz para la Galilea de los Gentiles196, sobre quien reposa el Espíritu del
Señor197, triunfante en la humildad de su entrada a Jerusalén (Mt 21, 5; Cf. Za 9, 9)198.
Quizá tampoco utiliza este nombre porque podía parecer afectación de linaje noble
solamente, aunque para sus paisanos equivalía simplemente a Mesías. Una sólo vez,
indirectamente, en uno de esos “contrapuntos” dialécticorreligiosos lo usó refiriéndose al
Mesías, como Hijo de Dios. ¿Por cuál de los beneficios que os he hecho me queréis apedrear?
Por ningún beneficio, sino porque tú, siendo hombre, te quieres dar por Dios. ¿De quién es
hijo el Mesías? De David. ¿Cómo pues dice David en el salmo 109 (110): “Dijo el Señor a mi
Señor, siéntate a mi diestra”? ¿No es David el padre del Mesías? ¿Cómo aquí le llama “mi
señor”?. ¿Cómo puede ser un hijo señor de su Padre? Solamente en el caso de ser Hijo de
Dios. E inmediatamente desvió el sentido contencioso de “hijo de Dios”, que era justamente el
motivo del escándalo fariseo, con otro argumento “ad hominem”: ¿No os llamáis vosotros
hijos de Dios? ¿Por qué pues no puedo llamarme yo hijo de Dios? (Reconstruyó el
contrapunto con lugares paralelos; puedo errar aquí, no mucho en todo caso).
Cristo no se denominó Hijo de David, pero aceptó que otros lo hiciesen. Si lo hubiese
repugnado hacía ofensa a la verdad, pues era descendiente directo del Rey David; y era el Rey
Mesías199.
Al llegar a la casa los ciegos se acercan a Jesús y Él les pide un acto de fe en su
persona. Ellos manifestaron su fe en Él y Él les tocó los ojos diciéndoles que se hiciera en
ellos según su fe. Y recobraron la vista. Los ciegos hacen un acto de fe plena en Jesús porque
al momento se curan.

188
Mt 1, 1
189
Mt 15, 22
190
Mt 12, 23
191
Mt 21, 9.15
192
Mt 1, 23-Is 7, 14
193
Mt 2, 6; Cf. Mi 5, 5
194
Lc 1, 32.33; Cf. 2 S 7
195
Lc 1, 31; Cf. Is 7, 14
196
Mt 4, 14-16; Cf. Is 8, 23-9, 6
197
Lc 4, 18; Cf. Is 11, 1; 61, 1
198
Cf. GER…, t. 15, 600.
199
Cf. CASTELLANI, Las parábolas de Cristo, Jauja Mendoza 1994, 200-203
43
Jesús, una vez más, pide que no lo digan a nadie lo sucedido pero ellos difunden el
milagro por aquella región.
El silencio que pide Cristo se dirige a la exterioridad en lo religioso. Cristo pedía el
silencio por pudor; porque la religiosidad profunda tiene una especie de rubor. Cuanto más
religioso es un hombre menos ganas tiene de ostentar su religiosidad. En Cristo se dio la
paradoja que por un lado quería esconderse y por otra debía manifestarse. Y así los fariseos se
creyeron que Cristo era un hipócrita; sólo los que tenían los ojos de la fe vieron claro en él200.
Jesús les pregunta explícitamente si creen que Él tiene poder para devolverles la vista.
Es necesaria la fe en Cristo, en su poder, para que Él pueda realizar el milagro. Ellos
respondieron afirmativamente y Jesús, tocando sus ojos, los curó.

EL CIEGO DE BETSAIDA
Mc 8, 22-26

Este milagro lo realizó Jesús en el tercer año de su vida pública en Betsaida. Se discute
cual fuese de las dos Betsaida que estaban a orillas del Lago, una en la costa oriental y otra en
la occidental. Pareciese que se tratase de la Betsaida Julias. Es cierto que el nombre de aldea
no cuadra con ella pero la dirección que traían Jesús y sus apóstoles era la de oriente y el sitio
al que se dirigían, Cesarea de Filipo, conviene mejor con Betsaida Julias201.
Le presentaron al ciego para que lo tocase y así volviera a ver. Jesús no realiza el
milagro como en otras ocasiones de una sola vez sino que el milagro es progresivo. ¿Por qué?
Por la imperfección de la fe.
Son los conocidos, los amigos del ciego, los que lo llevan a Jesús como en otras
ocasiones. Él no puede acercarse a Jesús por su enfermedad pero permite que lo conduzcan a
Jesús. Jesús no le pide un acto de fe explícito pero se supone la fe del ciego en Jesús por su
docilidad. Se deja conducir fuera de la ciudad, se deja ungir con saliva, deja que Jesús lo
toque y con esto manifiesta su fe.
¿Cuál es la fe de los que lo conducen?

Parece que una gran incredulidad había corrompido a Betsaida, puesto que le dice el
Señor: “Ay de ti, Betsaida, que si en Tiro y en Sidón se hubiesen hecho los milagros
que se han obrado en vosotros”, etc. (Mt 11, 21). Sacó, pues, fuera de la aldea al ciego,
porque no era verdadera la fe de los que se lo habían llevado202.

Primero, Jesús lo toma de la mano y lo conduce a las afueras de la ciudad. Luego, unge
con saliva sus ojos y le impone las manos. En este segundo momento le pregunta si ve algo y
él responde que ve dificultosamente, aunque ya hay algo de luz en sus ojos. “Veo a los
hombres, pues los veo como árboles, pero que andan”. La fe del ciego también es imperfecta
como la de los que lo conducen. Necesitaba más fe porque la fe lleva a la curación. Fortificó,
pues, su fe desde el momento en que empezó a ver, y en virtud de ella le hizo ver
perfectamente. Finalmente, pone nuevamente la mano sobre los ojos y le devuelve la vista
totalmente.
Jesús lo envía a su casa y le pide que no entre en la aldea porque como eran incrédulos
podían hacerle sufrir e incurrir a la vez ellos, no creyendo, en una culpa más grave203.
La incredulidad y la desviación en la fe son dos inversiones de la fe auténtica. Ambas
pueden menospreciar al taumaturgo y en definitiva el mensaje que Dios envía por medio de él.
Ambas carnalizan el mensaje y frustran su objetivo. A Jesús los incrédulos nazarenos lo
200
Cf. CASTELLANI, El Evangelio de Jesucristo…, 118-19
201
Cf. LEAL, Sinopsis de los cuatro evangelios…, 218
202
Catena Áurea…, TEOFILACTO a Mc 8, 22
203
Cf. Catena Áurea…, TEOFILACTO a Mc 8, 26
44
habían tratado, después de conocer los signos, de hijo del carpintero y la multitud, por otro
lado, quería aclamarlo ostentosamente perjudicando la misión que Dios le había confiado.
Esta curación lenta manifiesta en un sentido espiritual lo difícil que resultaba a la gente
“ver” quien es Jesús de Nazaret204.

EL CIEGO NATO
Jn 9, 1-41

Y le preguntaron sus discípulos: Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya
nacido ciego? Respondió Jesús: Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en
él las obras de Dios.

Los judíos creían que las enfermedades físicas eran consecuencia del pecado. Por eso,
o el ciego había pecado o sus padres. El ciego no había pecado porque había nacido ciego
como dice el Evangelio205. Sus padres tampoco por lo que dice Jesús: “es para que se
manifiesten las obras de Dios”, es decir para que Jesús pueda hacer un milagro en él.
La divina providencia había permitido que éste hombre naciese ciego y viviese ciego
durante años para que Jesús lo curase y así se siguiesen muchos bienes para el hombre en
cuestión: que recuperará la vista física y espiritual, para que el pueblo sencillo constatará el
milagro y creyera en Jesús y como prueba apologética de la presencia mesiánica para los
fariseos.
La constatación del mal en el mundo nos hace buscar soluciones a este temido
problema. Es importante encontrar la mejor solución a éste problema porque tarde o temprano
nos enfrentaremos con él ya sea al ver una catástrofe pública o la enfermedad o muerte de un
ser querido o en algún sufrimiento nuestro.
En primer lugar algunos de los males que nos vienen son consecuencia de nuestros
actos. No es extraño que si jugamos con fuego nos quememos. Sabemos que vamos a terminar
mal, nos lo dicen muchas personas y no hacemos caso, terminamos mal. Luego echamos la
culpa a quién está más a mano. Dios permite estos males, sobre todo si son morales, porque
también de aquí se sacan buenas lecciones para el futuro y si se saben usar son buena
experiencia.
Segundo. A veces Dios quiere una enfermedad sin que haya alguna culpa, como en el
ciego del Evangelio, para sacar un bien mayor, en este caso, la curación física y espiritual de
aquel hombre y otros bienes a su alrededor. Otras veces no hay curación física pero sí
espiritual y también hay bienes en los que lo rodean, una santa resignación, una unificación
familiar rota durante mucho tiempo, etc.
Las catástrofes grandes donde mueren muchas personas, inocentes y culpables, Dios
las quiere como castigo por los pecados. Por qué aquí o allí, Dios lo sabe. Dios es
misericordioso pero también tiene determinado que por un número de pecados venga un
castigo y colmado el número aplica el castigo y allí pagan todos. Ciertamente que a todos
Dios ha dado la posibilidad de salvarse, de alcanzar la vida eterna que es en definitiva la vida
verdadera. Algunos inocentes quizá sin disfrutar esta vida terrena a causa de una catástrofe
entran en la vida eterna.
Pero lo más difícil de entender es por qué sufren los inocentes. Por qué sufren los
niños que han nacido en un hogar destruido o en una nación pobre o en un país en guerra. Qué
culpa tiene un niño de andar en la calle si no tuvo un hogar ni padres que lo acogieran. Por
qué Job siendo inocente sufrió la muerte de todos sus hijos y la pérdida de todos sus bienes.
Por qué algunas mujeres santas sufrieron enfermedades muy largas siendo inocentes purgando
los pecados de otros hombres, por qué muchos cristianos a lo largo de la historia tuvieron que
204
JSALÉN. a Mc 8, 22
205
v. 20
45
padecer vejaciones de otros hombres y del mismo demonio por ser víctimas agradables a
Dios, por qué Jesús sufre tanto y muere en cruz por nuestros pecados siendo inocente.
Dios quiere el mal físico en algunos casos, en otros lo permite y permite el mal moral,
nunca lo quiere, para respetar nuestra libertad y para sacar un bien mayor de ese mal.
Nosotros no conocemos los designios providenciales de Dios. Sabemos que son
sabios, amorosos, perfectos y saludables para con todos y que buscan el bien de todos. No los
entendemos de momento pero debemos abandonarnos a ellos. Quizá algún día los
entenderemos si con la gracia de Dios llegamos al cielo.
Dios maneja la historia y cada uno de los acontecimientos en ella. Ninguna cosa
escapa a sus designios. El deja obrar a las causas segundas pero esas causas segundas obrando
libremente no escapan a sus designios providenciales que en definitiva son para el bien de los
elegidos, de aquellos que lo aman206.
Nos vemos tentados de negar la existencia de Dios cuando nos acosan los males o
cuando los medios de comunicación nos atosigan de informaciones negativas. Es la gran
tentación. Cómo puede existir tanto mal en el mundo si Dios es infinitamente bueno. Hay mal
en el mundo. Nos consta, lo vemos.
El diablo se encarga de dar magnitud a los males y de hacerlos inmensos. La verdad
que el mal no existe como realidad separada del bien sino como un parásito. Como un agujero
en la pared. No existiría el agujero si no existiera la pared. No existiría el mal si no existiera el
bien. El mal es la carencia de bien debido. Donde falta el bien debido aparece por contraste el
mal. Donde existe la injusticia aparece el mal. Si no hubieran personas que se enriquecieran a
consta de otras y sin importarles el sufrimiento de otras no existiría el hambre, si el diablo no
hubiese renegado de Dios no existiría el mal, si Adán y Eva no hubiesen desobedecido…, si
nosotros no hubiéramos pecado, si hubiéramos actuado bien no hubiéramos hecho daño a tal
persona.
Pero Dios vence el mal con facilidad. Bastaba un solo pensamiento de Dios para
vencer todo el mal del pecado de todos los hombres del mundo pero Dios quiso lucirse y
mostrarnos su amor sufriendo hasta el extremo para vencer al mal y mostrarnos su amor.
También para que sepamos que debemos evitar el mal y al malo, al diablo. Jesús se dejó matar
por el diablo en la cruz como un pecador pero allí venció porque no era un pecador sino un
inocente y así el aparente vencedor, el diablo, quedó vencido para siempre. Jesús venció
definitivamente en la cruz al mal moral, el pecado, al diablo que es el organizador y
magnificador del mal en el mundo y a la muerte que es la cumbre del mal físico.
Dios permitió el mal en el inocente Jesús, su muerte, para alcanzarnos el mayor de los
bienes: la victoria sobre el mal físico y moral, sobre el malo y, por otro lado, darnos el premio
de la victoria que es el cielo.
Cada uno de los males que Dios quiere y permite llevan como resultado un bien mayor
para todos los que participan de ese mal aunque de momento no lo entiendan. Por ahora nos
toca abandonarnos sinceramente y amorosamente en manos de Dios porque lo que nos ocurre
es como en el caso del ciego de nacimiento “para que se manifiesten las obras de Dios”.
El ciego de nacimiento tuvo la gracia de ver en aquel día que fue curado el desenlace
de tantos años de sufrimiento. ¿Cuál había sido la razón del fin de su sufrimiento? El
encuentro con el Hijo de Dios, con el Mesías, con la Luz esencial, con la “luz del mundo” y
recibir de Él la tan anhelada luz en sus ojos físicos y la luz de la vida en su alma. El ciego
recibió de Jesús la luz natural para sus ojos y la luz de la fe para su alma. Con la primera
disipó la ceguera y con la segunda el pecado. El hombre, sin embargo, hizo algo sumamente
importante para recibir la luz, abandonarse en Jesús, obedecer sus palabras y reconocer su
poder curativo.
Este abandono en las manos de Jesús, de Dios, es importantísimo al encontrarnos
frente a frente con el mal. Dios juega con el Malo, que es el que carga sobre nosotros una falsa
realidad del mal. Dios es tan poderoso que puede sacar del mal bien y de eso, somos tan
206
Cf. Rm 8, 28
46
ciegos, no nos damos cuenta. Él nunca va a permitir que carguemos un peso superior a
nuestras fuerzas y para llevar el sufrimiento nos da la fuerza suficiente.
¿Y las cosas malas que nosotros hemos cometido quién las estará pagando? Ya las
pagó Jesús pero también quizá algún inocente se unió a Jesús en ese sufrimiento para pagar
los males que yo he perpetrado. ¿No será el momento que no sólo me abandone en Dios por
los males que me vienen sino que los acepte en reparación de los males que he cometido? Y si
soy inocente ¿sería mucho sufrir por Jesús que también era inocente y tanto sufrió por los
pecadores? ¿Mi amor hacia Él no me llevaría a imitarlo, a sufrir con Él, a ayudarlo a cargar la
cruz?
Este milagro del ciego de nacimiento va a ser un argumento para probar la enseñanza
que les ha hecho Jesús: “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad,
sino que tendrá la luz de la vida”207, pues, con el milagro va a devolver la vista al ciego y le va
a dar la luz de la vida librándolo del pecado. Jesús se proclama como la luz del mundo “más
aún, obra como tal, y esta acción provoca en los testigos una variedad de actitudes tan rica
como, en una muchedumbre abigarrada, un repentino rayo de sol que se abrió paso al través
de la nube: desde la parcialidad apasionada, terca, indagadora, y, finalmente exasperada de los
dirigentes farisaicos, hasta la ingenuidad franca, pero llena de buen sentido, del curado,
pasando por la circunspección servil de sus padres”208. El relato del milagro está lleno de
detalles que destacan un corazón sencillo y dispuesto a la luz de Jesús en el ciego nato y, por
otra parte, los corazones obstinados y entenebrecidos de los fariseos cerrados a la luz. La
estupidez y necedad de la ceguera de la mente en las averiguaciones y la obstinación que hace
repetir el interrogatorio al que era ciego, la claridad de las respuestas de éste y, en cierta
manera, en sus padres, los argumentos forzados para desacreditar a Jesús, el tema reiterado de
la curación en sábado, la cerrazón ante la luz de las palabras y argumentos sencillos, pero
certeros, del neovidente.
Veamos los testimonios:
Primer testimonio: “Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me
dijo: Vete a Siloé y lávate. Yo fui, me lavé y vi” (v. 11).
Segundo testimonio: “Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo” (v. 15).
Tercer testimonio: “Nosotros sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego. Pero,
cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos.
Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo” (v. 21).
Cuarto testimonio: “Les respondió: Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que
era ciego y ahora veo” (v. 25).
El encuentro posterior con el que fuera ciego completa la curación. Había recibido la
curación corporal y ahora recibe la curación espiritual. “¿Tú crees en el Hijo del hombre? El
respondió: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo: Le has visto; el que está
hablando contigo, ése es. Creo, Señor. Y se postró ante él”.
Las palabras de Jesús al hombre curado dan la clave de su presencia en el mundo.
Jesús viene a salvar a los hombres pero para salvarse deben recibir su luz y esto a través de la
fe. El que cree en Jesús se salva, el que no cree permanece en la muerte. Los que creen en
Jesús comienzan a ver y los que no creen permanecen ciegos.
Jesús con la ironía final, “si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís:
Vemos vuestro pecado permanece”209, quiere enseñar a los fariseos que deben volverse ciegos
según su mirada humana y carnal para poder ver con la luz de Jesús. Si se mantienen en sus
criterios humanos rechazando la luz permanecerán en el pecado. Jesús se refiere a los
presuntuosos que se fían en sus propias luces. En el relato se ve esta soberbia de los fariseos

207
Jn 8, 12
208
GRANDMAISON, Jesucristo, Edibesa Madrid 2002, 482
209
v. 41
47
“nosotros sabemos que ese hombre es pecador”, “ese no sabemos de donde es”, “has nacido
todo entero en pecado ¿y nos das lecciones a nosotros?”210.
La ceguera que procede de malicia es la ceguera farisaica, ceguera que endurece el
corazón y hace rechazar la luz. Nunca una ceguera así puede ser curada por la luz de
Jesucristo. Los fariseos por ejemplo dicen al ver al ciego curado: “este hombre no viene de
Dios, porque no guarda el sábado” o “¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?”.
El rechazo de Jesús enceguece porque Jesús es la luz y ha venido como luz al mundo para que
el que crea en Él no siga en tinieblas211 y tenga la luz de la vida212.
Los fariseos, a pesar de ver tan grandes signos, se resisten a creer y en ellos se
cumplen las palabras de Isaías “¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahveh ¿a
quién se le reveló?”213, donde les recrimina que no oyeron sus palabras. Y también dice el
profeta “Ve y di a ese pueblo: Escuchad bien, pero no entendáis, ved bien, pero no
comprendáis. Engorda el corazón de ese pueblo hazle duro de oídos, y pégale los ojos, no sea
que vea con sus ojos y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se convierta y se le
cure”214, se endureció su corazón por resistir a la gracia215.
Por otra parte, los sencillos que han renunciado a sus propias luces por la fe han
alcanzado la luz de Jesús y su vida ha quedado iluminada y su alma limpia de pecado, como el
hombre del relato evangélico.

BARTIMEO, EL DE JERICÓ
Mt 20, 29-34 p

Este milagro lo realiza Jesús en Jericó en el tercer año de su vida pública. En la Jericó
herodiana que era la segunda ciudad de Palestina ante una muchedumbre, en su subida a
Jerusalén.
Aunque Lc pone la curación del ciego Bartimeo a la entrada de la ciudad y antes, por
tanto, del episodio de Zaqueo, Mt-Mc lo ponen a la salida, y así lo suponemos nosotros […]
Los ciegos estarían a la entrada de la ciudad, cuando pasa Jesús. Luego se van a la puerta de
salida y allí lo esperan. El milagro se opera allí. Lc lo pone a la entrada, porque allí estaban
los ciegos al principio, y así despacha este episodio de una vez, pero con fundamento real.
Esto pudo ser, pero no es necesario para legitimar la inversión literaria de Lucas. El hecho de
que Mateo hable de dos ciegos y Mc-Lc de uno ofrece menos dificultad. Había dos ciegos
juntos pero uno, cuyo nombre ha pasado a la tradición, Bartimeo, se distinguió más216.
El milagro consiste en la curación de los ciegos. Jesús les devuelve la visión.
Lo nombran con el título mesiánico de hijo de David y le llaman con insistencia, de tal
manera, que los quieren hacer callar. Aquí hay una manifestación de la fe. Los ciegos tienen
fe en Jesús.
Piden a Jesús que se compadezca (Mt-Mc). Compadecido
Jesús, dice el evangelio (Mt).
Jesús los interroga para saber que querían. Lo sabía el Señor como todos los que iban
con Él. Teniendo a un taumaturgo, a Jesús de Nazaret, ya famoso en todo Israel no podían
dejar de aprovechar la oportunidad de pedirle la visión y por eso también su insistencia ¿quién
sabe si volvería a pasar Jesús por allí?
Ellos le piden ver. Mt dice que tocó sus ojos. Los otros sinópticos dicen que es la fe lo
que los ha curado.
210
Cf. JSALÉN. a v. 39
211
Jn 12, 46
212
Jn 3, 36
213
53, 1
214
6, 9
215
Cf. Jn 12, 37-40
216
Cf. LEAL, Sinopsis de los cuatro evangelios…, 253-54
48
Una vez curados siguen a Jesús glorificando a Dios.
Ante el milagro crece la fe de los espectadores, lo cual, los lleva también a glorificar a
Dios.
Mc dice que Bartimeo lo llama Rabbuní, es decir, Maestro mío, semejante a como la
Magdalena lo llama a Jesús cuando lo reconoce como resucitado 217. Esta denominación es más
solemne que la de rabbí y es empleada a menudo dirigiéndose a Dios. Se acerca, pues, a la
profesión de fe de Tomás218.
Aquí la fe es obradora del milagro. Jesús no se la pide, aunque, la enciende dándose a
conocer por los ciegos, pasando a su lado, preguntándoles que querían, dejando que lo
llamaran a los gritos e insistentemente.
Luego de realizar el milagro manifiesta que la fe en Él es obradora de la curación “tu
fe te ha salvado”, ciertamente, como causa coadyuvante y no como causa principal ya que la
causa principal es el poder divino de Jesús.
Es una curación súbita “con solo tocarlo” los curó y lo proclaman “Hijo de David”, es
decir, Mesías219.

* * *

Hijo de David es un título mesiánico.


El segundo libro de Samuel narra como David pide al profeta Natán permiso para
edificar una casa a Yahvé, pero Yahvé le responde que un descendiente suyo la edificará220.
No será David quien edifique una casa (templo) a Yahvé sino que Yahvé edificará una
casa (dinastía) a David.
“Yahvé te anuncia que Yahvé te edificará una casa”221.
La promesa concierne esencialmente a la permanencia del linaje davídico sobre el
trono de Israel. Así lo entiende David222. “Aun esto es poco a tus ojos, Señor mío Yahvé que
hablas también a la casa de tu siervo para el futuro lejano”223.
El oráculo rebasa la persona de Salomón.
El claroscuro de la profecía deja ver un descendiente privilegiado en quien Dios se
complacerá. Es el primer eslabón de las profecías sobre el Mesías, hijo de David (Cf. 2 S 23,
5; Sal 89, 30-38; 132, 11-12)224.
En el Nuevo Testamento se cumplen los oráculos.
El ángel a María: “será grande… Dios le dará el trono de David, su padre”225
Lucas en los Hechos de los Apóstoles hablando de David profeta dice: “Sabía que
Dios le había asegurado con juramente que se sentaría en su trono un descendiente de su
sangre”226.
El título de Hijo de David era aceptado normalmente en el judaísmo227 y cuya
aplicación a Jesús subraya. Por ejemplo Mateo en la genealogía228 y en otros pasajes229.
Jesús acepta este título, a pesar de ser mesiánico, con reservas porque podía implicar
una concepción demasiado humana del Mesías230.
217
Jn 20, 16
218
JSALÉN. a Jn 20, 16
219
Cf. DE TUYA, PROFESORES DE SALAMANCA, Biblia Comentada (Va) Evangelios, BAC Madrid 1964, 887
220
2 S 7, 1 ss.
221
v. 11
222
v. 12-16
223
v. 19. Cf. 2 S 23, 5; Sal 89, 30-38; 132, 11-12
224
Cf. JSALÉN., (ed. 1975). Nota a 2 S 7, 1
225
Lc 1, 32
226
Hch 2, 30
227
Mc 12, 35; Jn 7, 42
228
Mt 1, 1
229
Mt 12, 23; 15, 22; 20, 30; 21, 9.15
230
Mt 22, 41-46; cf. Mc 1, 34
49
En una ocasión231 pregunta a los fariseos de quién es hijo el Mesías. Al responderle: de
David cita el Sal 110 “dijo el Señor a mi Señor…”. Si David lo llama Señor ¿cómo puede ser
hijo suyo? Es decir era una descendencia de David por su origen humano pero poseía un
carácter divino que lo hacía superior a David232.

* * *

“¿Qué quieres que te haga?”, le dice Jesús al ciego y el responde: “Señor, que vea”.
El ciego le pide la curación física y a su vez la vista espiritual.
Lo primero que pide, como Salomón al ser elegido rey, es ver. Ver físicamente pero
también espiritualmente, es decir, la sabiduría.
Luego se confirma este pedido porque Jesús le dice “tú fe te ha salvado” y el que
estaba ciego lo sigue.
Ver es conocer en el lenguaje bíblico. “Bienaventurados los limpios de corazón porque
ellos verán a Dios”.
La luz de Cristo disipa las tinieblas del pecado por la gracia.
Si crecemos cada día más en la gracia de Dios tendremos más luz. Si purificamos
nuestra fe nos preparamos para tener más luz. Si crecemos en la pureza de corazón por la recta
intención en el obrar233 y si dominamos nuestro cuerpo por la castidad tendremos más luz.
La sabiduría se opone a las tinieblas de la ignorancia.
Para ver, en primer lugar, hay que querer ver. Quiero ver a Dios que es mi último fin y
la verdadera sabiduría.
Para saber usar la inteligencia es necesario el estudio de la doctrina de Cristo, lo que
no implica ser un intelectual pero si implica un buen discernimiento, el discernimiento propio
por el que alcanzamos un buen criterio.
Necesitamos la sabiduría para ver la realidad y también para dar solución a las cosas
malas que se nos presentan. Para alcanzar la sabiduría y poder ver es necesario la oración y el
estudio.
Quiero ver… Señor que vea… Y el ciego se levantó y fue al encuentro de Cristo y le
rogó… Si permanecemos sentados en nuestra comodidad nunca vamos a ver.
Cuando pasa Jesús, cuando lo oímos, no debemos dejar pasar por alto la oportunidad.
Quizá sea la única o la última vez que pasa.
Debemos pedirle con humildad y confianza “compadécete, hijo de David”.
Tendremos obstáculos.
Querrán hacernos callar las pasiones para seguir tirados en el vicio y que sigamos
pobres. La gente nos querrá detener para que no cambiemos de vida. Nos dará vergüenza
buscar ayuda por el respeto humano.
Pero debemos insistir con más fuerza para quedar sanos. ¿O acaso no queremos la paz
en el corazón? El ciego dejó el manto, es decir, dejó los estorbos para seguir a Jesús.
Jesús nos preguntará qué queremos. No porque no lo sepa, sino, que quiere que se lo
pidamos.
Digamos como el ciego: “Señor, que vea”.
Necesitamos ver donde estamos. Ver qué debemos cambiar. Ver el camino. Ver
nuestras fuerzas. Ver a Jesús que es la luz.
El que cree ver está ciego, pero el que se reconoce ciego ante Jesús, ese verá234.
Y Cristo curó al ciego.
Y él lo siguió por el camino.

231
Mt 22, 41-46
232
JSALÉN. a Mt 9, 27
233
Mt 6, 22
234
Cf. Jn 9, 41
50
Cuatro cosas podemos sacar de este evangelio: tres personales y una en relación al
prójimo.

+ Insistencia en la oración y la fe
El ciego insistía, gritaba… Lo querían callar y sin embargo él no dejaba de insistir.
Cuantas veces aparecen en nuestro interior frases como ya no te escucha, se olvidó de ti, Dios
no te concede lo que pides. El ciego, dice el Evangelio, gritaba más fuerte.
Y acompaña la oración con una gran fe.
Si tuvieseis fe como un grano de mostaza…

+ Alentar al prójimo para que cambie


“Ánimo, levántate, Él te llama”
Saber alentar al prójimo. Enseñarle que Cristo nos llama a todos. Mostrarle el cielo
futuro para que recobre el ánimo, para que sepa que lo terreno es pasajero, es basura.
Cristo nos llama a todos a la santidad.
Levántate, sal de la vida mediocre, de la miseria, del pecado.
Vive con alegría, que Cristo murió por nosotros, pero, también resucitó y subió al cielo
a prepararnos un lugar. Hazte merecedor de ese lugar.
Jesús nos llama para aliviarnos “venid a mí los que estáis fatigados y sobrecargados, y
yo os daré descanso”235.

+ La petición
Jesús ¿qué quieres?
Le dice: “Señor que vea”.
Le pide la sabiduría por sobre todo como Salomón al subir al reino.
Si bien el ciego le pidió su curación física, el Evangelio nos enseña que también
recibió la espiritual. Se entiende en la actitud del ciego después del milagro, sigue a Jesús.
También en la alabanza que le hace el Señor “tu fe te ha salvado”.
Que la luz de Cristo nos ilumine y disipe las tinieblas del pecado y de la ignorancia. La
del pecado se disipa con la confesión y la de la ignorancia con el estudio de la doctrina.
“Ver”. Que vea pero… el ciego se levantó, fue al encuentro de Cristo, le rogó…
Sentados en nuestras miserias nunca vamos a ver.

+ El milagro
“Vio y lo siguió por el camino”.
Cuando vio, comenzó una nueva vida.
Salió de la postración y siguió a Cristo.
Comenzó a caminar el camino del Señor.
Nosotros también disipemos las tinieblas del pecado y de la ignorancia para ver. Y una
vez que veamos sigamos a Cristo.
Cuando se ve la luz del sol, las otras luces parecen oscuridad.

235
Mt 11, 28
51
CAPÍTULO 5
OTRAS CURACIONES

EL LEPROSO DE GALILEA
Mt 8, 1-4 p

52
El Señor iba de camino hacia Jerusalén para la segunda Pascua de su vida pública 236
cuando se encontró con un leproso fuera de una ciudad. Los leprosos solían andar fuera de la
ciudad. La ley les mandaba vivir fuera de la ciudad para que no contagiasen a nadie 237. Este
encuentro se produjo en la región de Galilea cerca de alguna de sus ciudades aunque no se
puede determinar el lugar exacto de este encuentro 238. Lucas, sin embargo, hace referencia a
que se encontraba en una ciudad.
Es el leproso el que se acerca a Jesús y se postra delante de él, le pide que lo cure con
una oración peculiar: “Señor, si quieres puedes limpiarme”. Jesús se compadece de él (Mc), lo
toca y la lepra desaparece.
Le pide silencio sobre la curación y que vaya a presentar ante los sacerdotes la ofrenda
que mandaba la Ley239 para que ellos certificaran la curación y pudiera reintegrarse a la
comunidad de Israel. El leproso, sin embargo, divulgó el milagro (Mc), de tal manera, que la
fama de Jesús se extendió por toda la región y, en consecuencia, se acercaban muchos para
que los curase pero Él prefería quedarse fuera de las ciudades, en lugares solitarios, y allí
aprovechaba para hacer oración (Lc).
Jesús le dijo que no dijera a nadie lo del milagro. Sin embargo, el gozo que tiene el
leproso es inmenso ¿cómo acallarlo? Quiere contar la maravilla que hizo en él Dios por medio
de Jesús.
Salir de la lepra era como salir de un infierno. Los leprosos eran sumamente
marginados. Poder, milagrosamente, volver a reintegrarse a la sociedad era volver a la vida.
Poder nuevamente volver a la familia, a la vecindad, a los actos sociales. ¿Cómo callar tanta
alegría?
Seguramente habrá ido el leproso a presentar su ofrenda y a hacer constar su curación
porque de otra manera le era imposible reintegrarse a la sociedad. Sin un certificado extendido
por el sacerdote no se podía restablecer. Pero esta manifestación de la curación sería un
testimonio a favor de Jesús, a favor o en contra, tanta era la obstinación de sus adversarios.
Dice la carta a los Hebreos que “tuvo que asemejarse en todo a sus hermanos, para ser
un sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que toca a Dios, y expiar los pecados del
pueblo. Pues, habiendo pasado él la prueba del sufrimiento, puede ayudar a los que la están
pasando”240. Jesús no sufrió la lepra, pues, tuvo un cuerpo perfecto, no estuvo sujeto a la
enfermedad pero sí sufrió la marginación como el leproso. En su pasión todos lo abandonaron.
Ya lo había dicho Jesús: “todos vosotros vais a escandalizaros de mí esta noche porque está
escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño”241. Sufrió el desprecio de los
hombres cuando prefirieron a Barrabás y para Él pidieron la crucifixión242.
El leproso vino a Jesús con humildad porque estaba lleno de humillaciones y las
humillaciones aceptadas nos hacen humildes. Jesús se compadeció también porque vio en el
leproso un corazón humilde como el suyo. No sólo sufriente, humillado y marginado sino
también humilde y lleno de confianza, de fe, en su Persona. “Si quieres puedes limpiarme”.
“Un corazón contrito y humillado tu no lo desprecias, Señor”, dice el Salmo243.
Y si el alma goza y se llena de alegría al considerar las maravillas de Dios en general y
en otros… ¡Cuánto más se goza, nos gozamos cuando vemos las maravillas que Cristo hace
en nosotros!
Una enfermedad como la lepra es algo externo y visible, es manifiesta e incómoda de
soportar, quizá mucho más que la enfermedad interior. Aunque de verdad, es peor la
236
Cf. Jn 5, 1
237
Cf. Lv 13, 45-46
238
Cf. LEAL, Sinopsis de los cuatro evangelios…, 135
239
Lv 14, 1-32
240
3, 17-18
241
Mt 26, 31
242
Cf. Jn 18, 38-19, 6.
243
Sal 51, 19
53
enfermedad interior, el pecado, aunque no sea visible al exterior. Y para el hombre religioso
es más insoportable aunque no la vean los demás que cualquier enfermedad externa, aunque
sea repugnante, como la lepra. Pero si de pronto es curada ¡qué alegría y que gozo! ¡Cómo es
posible contener gozo tan grande en el alma sin que desborde en alabanzas, en acción de
gracias, en invitación a la alabanza!
Por otra parte, hay que señalar la fidelidad de Jesús a la Ley, pues, no había venido a
abolir la Ley sino a plenificarla 244. Manda al leproso certificar su curación. Los tres sinópticos
dicen que Jesús manda al leproso a presentar la ofrenda como testimonio. ¿Testimonio de
qué? Testimonio de la curación. El leproso, ¿dijo a los sacerdotes que lo había curado Jesús?
Probablemente sí, según lo narra Marcos.
La oración del leproso es una oración de fe. El leproso confía en Jesús. Sabe que tiene
poder para limpiarlo “puedes limpiarme” pero deja humildemente su curación a la voluntad de
Jesús “si quieres”. Jesús quiere curarlo y lo cura.
¿Qué movió a Jesús para curarlo? Ciertamente la humildad del leproso que se postra
ante Él y que confiesa su poder y libertad infinita, pero también, ese afecto que manifiesta su
perfecta humanidad que es la compasión. Jesús ve su miseria y se conmueve interiormente,
hace propia la miseria del leproso y misericordiosamente lo limpia. Jesús había venido a
cargar con nuestras enfermedades245 y también, como en este caso, con la lepra.
La oración del leproso del Evangelio es ejemplar: humildad, se puso de rodillas;
incondicional, en cuanto que está dispuesto a aceptar la voluntad de Jesús “si quieres”;
confianza en el poder de Jesús “puedes limpiarme”.
Humildad es andar en verdad, dice Santa Teresa. La verdad de nuestra existencia es
que somos seres necesitados. Necesitamos de otros para vivir. Necesitamos de Dios para
muchas cosas que los hombres no pueden subsanar. La oración humilde alcanza de Dios las
gracias. Dios quiere que le recemos, que nos dirijamos a Él en nuestras necesidades, quiere
que le pidamos, pues, es un Padre bueno dispuesto a darnos. Para recurrir a Dios por la
oración es necesaria la humildad, el reconocimiento de que somos impotentes ante situaciones
o sucesos, y que también los demás hombres son impotentes a particulares necesidades. La
oración no es una última opción de uno que esta por perecer, sino el reconocimiento de la
verdad de la propia indigencia y la confesión de la existencia de un Padre que nos ama y que
quiere ayudarnos, que quiere ser misericordioso y curar nuestras miserias.
La humildad también nos lleva a aceptar la voluntad de Dios. Muchas veces Dios
quiere que sigamos adelante con nuestra necesidad, con tal enfermedad o en tal angustia,
porque nos conviene aunque nuestra mirada miope no lo vea. Dios si lo ve y sabe lo que nos
hace falta y lo que nos conviene. A veces no nos da lo que le pedimos porque sería perjudicial
para nosotros. ¡Qué padre cuando su hijo le pide una piedra para comer se la da o si le pide
una serpiente se la concede, o si le pide un escorpión…! 246, mucho menos nuestro Padre del
cielo.
Nuestras oraciones deben ser desapegadas de nuestros juicios propios, de nuestros
caprichos, y abandonadas al querer divino. Como el leproso “si quieres” curarme esta lepra.
Dios sabrá si conviene la salud o no para nuestro bien.
No es que nos abstengamos de pedir. Pidamos lo que queramos, lo que veamos que
nos es necesario o conveniente pero dejando a Dios que nos lo de o no según su voluntad
fundada en su amor y en su sabiduría infinitas.
Nuestra oración debe ser confiada. Dios es omnipotente, nada es imposible para Él.
Pidamos lo que queramos por muy difícil que parezca a nuestra condición humana. La
confianza en Dios es clave para obtener lo que le pedimos: “si tenéis fe como un grano de
mostaza, diréis a este monte: Desplázate de aquí allá, y se desplazará, y nada os será

244
Mt 5, 17
245
Mt 8, 17
246
Cf. Mt 7, 9 y p.
54
imposible”247. Dudamos, muchas veces, del poder de Dios. Cuando nos parezca que lo que
pedimos es algo muy grande a nuestros ojos y comience a flaquear la confianza, digamos al
Señor: “¡Creo, ayuda a mi poca fe!”248.
Dios puede darnos todo lo que le pedimos. A veces, no lo concederá porque no nos
conviene; otras, querrá que pidamos con más confianza; otras, que pidamos con
perseverancia, pero tenemos que tener la convicción que Dios puede darnos todo lo que le
pedimos.
El reconocimiento de la omnipotencia divina es un acto de humildad. Él es nuestro
creador, es el ser infinitamente perfecto que nos ha comunicado el ser y tiene poder para
darnos todo lo que nos es necesario a la conservación del ser y a nuestro destino eterno.

NUMEROSAS CURACIONES
Lc 6, 17-19 p

Estas curaciones las realiza Jesús en el segundo año de su vida pública en una llanura
cercana a Cafarnaúm. Iba acompañado de un grupo numeroso de discípulos y una
muchedumbre grande de pueblo. Lo seguían para que los curara y los librara del poder del
demonio.

Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos249.

Esta fuerza es concebida como un efluvio físico que obra las curaciones por medio del
contacto250, es patente en el pasaje de la hemorroisa 251, pues, Jesús siente que alguien lo toca y
le arrebata el milagro por sorpresa252.
Los enfermos buscan tocarle para recibir la curación, “se le echaban encima para
tocarle”253. “Colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de
su manto; y cuantos lo tocaron quedaban salvados”254. “Llegan a Betsaida. Le presentan un
ciego y le suplican que le toque” 255. El sordomudo recibe la curación por el contacto con
Cristo. Le mete los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua256.
Efrén de Nebisi dice comentando el pasaje del sordomudo que el contacto con la
humanidad lo ponía en contacto con su divinidad257. Es que la humanidad de Cristo es
instrumento unido a la divinidad, “la fuerza de Dios le hacía obrar milagros”258.
Jesús tiene poder para obrar milagros porque es Dios y esos milagros muchas veces se
realizan por el contacto con el cuerpo de Jesús o con alguna de sus pertenencias, su manto por
ejemplo.
¿Sólo bastaba tocarlo? Siempre que lo tocan, los que lo hacen creen que van a alcanzar
la salud. La hemorroisa, “decía: si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré y Jesús
le dijo: Hija tu fe te ha salvado”259.
¿Fe en la divinidad de Cristo? Fe en alguien que puede sanar. Alguien que saben ha
247
Mt 17, 20; Cf. Lc 17, 6
248
Mc 9, 24
249
Lc 6, 19
250
JSALÉN. a Mc 5, 30
251
Mc 5, 30; Lc 8, 46
252
Nota de N-C a Mc 5, 30
253
Mc 3, 10
254
Mc 6, 56
255
Mc 8, 22
256
Cf. Mc 7, 33
257
Cf. Sermón de Nuestro Señor 10. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia, Nuevo Testamento (2),
Ciudad Nueva Madrid 2000, 160.
258
Lc 5, 17
259
Mc 5, 28.34
55
hecho milagros. Fe en la persona de Jesús de Nazaret.
En cierta manera los que creen en Jesús con absoluta confianza se apropian de esa
fuerza () que Jesús posee, es decir de la omnipotencia divina. Por eso el mismo
Cristo ha dicho: “todo es posible para quien cree”260.
La fe y el contacto con Jesús nos hacen alcanzar la salvación.
El conocimiento de Jesús suscita la fe. La fe nos hace tocar a Jesús. Cuando estos dos
elementos se conjugan perfectamente alcanzamos la salud.
Muchas veces, tenemos fe pero no la suficiente como para tocar a Jesús. ¡Cuántas
oraciones, cuantas comuniones, cuántas confesiones y todavía no tenemos un contacto íntimo
con Jesús! Nos falta fe para tocar a Jesús. Otras veces, tocamos a Jesús sensiblemente pero no
tenemos una fe verdadera para atravesar el velo del sacramento y llegar a su divinidad, sólo es
una fe sensible.
La fe verdadera nos lleva a tocar al Jesús verdadero y de esta manera somos salvos y
se producen en nosotros cosas grandes, maravillas.
A veces, hay algo de fe pero no hay contacto con Jesús, porque no hay buena oración,
porque no hay verdadera búsqueda de Jesús. La fe se va debilitando y muere. Otras veces, hay
búsqueda de Jesús, hay oración, hay sacramentos, pero sin fe. El conocimiento se vuelve
descarnado, erudición sin mística, la oración se hace rutinaria, la caridad para con nuestro
prójimo conveniencia.
En uno y otro caso tampoco se alcanza la salud.
Con razón dicen los santos que una sola comunión bien hecha bastaría para salvarnos.
Una comunión con fe nos alcanza la omnipotencia de Dios para la cual nada hay imposible 261
ni siquiera nuestra salvación.

LA HEMORROÍSA
Mt 20, 20 p

Este milagro lo realiza Jesús en el segundo año de su vida pública camino a la casa de
Jairo. Dice el Evangelio que lo seguía una gran multitud que le apretujaba.
Cuando caminaba se acercó a Él una mujer que desde hacía doce años sufría flujos de
sangre y aunque había recurrido a muchos médicos no había podido curarse. Las medicinas de
ese entonces eran duras de realizar y mezcladas de superstición.

La medicina era ejercida por los Escribas, y consistía en un poco de empirismo y


mucha superstición. En la Mishna (Talmud) existe esta sentencia: “El mejor de los
médicos merece el infierno”262.

La mujer se acercó ocultamente porque era impura y no podía acercarse a la gente


debido a su enfermedad263 y contaminaba a todo el que tocara. Por eso las leyes sobre la
pureza le prohibían mezclarse con el gentío. Pero su fe la lleva a violar algo más sagrado tocar
los flecos del manto del rabbí, los cuales, eran un recuerdo de Dios y de su ley, y tocados
estando impura era un sacrilegio.
Muchas personas que se creen instruidas y formadas miran con desprecio actitudes
similares a esta que son otras tantas expresiones de la religiosidad popular. Pero Jesús no
juzga por las apariencias; vio el gesto de la mujer y la fe que la animaba: “Yo te bendigo,
Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y

260
Mc 9, 23
261
Cf. Mc 10, 27
262
CASTELLANI, El Evangelio de Jesucristo…, 380
263
Lv 15, 19
56
se las has revelado a pequeños”264.
La mujer tocó a Jesús y sintió que quedaba curada. Jesús sintió que salía un poder de
Él, se dio cuenta que alguien había arrebatado de Él una fuerza curativa y preguntó quién lo
había tocado, ante la sorpresa de sus discípulos que se extrañaron que dijera esto porque
caminaba entre una multitud que lo rodeaba.
La mujer al quedar descubierta reconoció que lo había tocado. Jesús la despidió
diciéndole que su fe la había curada.

Y él le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado” La que así había creído digna es de ser


llamada hija. La multitud, que lo apretuja, no puede ser llamada hija, más esta mujer, que cae
a sus pies y confiesa, merece recibir el nombre de hija. “Tu fe te ha salvado”. Observad la
humildad: es él mismo el que sana y lo refiere a la fe de ella. “Tu fe te ha salvado”265.

Y nosotros podemos hoy preguntamos: ¿A qué se debe el milagro? ¿Lo produce la fe


del que pide o es Cristo quien lo realiza?
La mayoría de las curaciones que cuenta el Evangelio no se parecen a las que hace un
curandero. Está claro que los que venían a Jesús tenían la convicción íntima de que Dios les
reservaba algo bueno por medio de Él, y esta fe los disponía para recibir la gracia de Dios en
su cuerpo y en su alma. Pero en la presente página se destaca el poder de Cristo: Jesús se dio
cuenta de que un poder había salido de Él y el papel de la fe: “tu fe te ha salvado”.
Jesús dice “te ha salvado”, y no “te ha sanado”, pues esta fe y el consiguiente milagro
habían revelado a la mujer el amor con que Dios la amaba.
Nos cuesta a veces creer, con nuestra inteligencia moderna e ilustrada, que el milagro
es posible. Olvidamos que Dios está presente en el corazón mismo de la existencia humana y
que nada le es ajeno en nuestra vida. Alguien dirá: si Dios hace milagros, ¿por qué no sanó a
tal o cual persona, o por qué no respondió a mi plegaria? Pero, ¿quiénes somos nosotros, para
pedir cuentas a Dios? Dios actúa cuando quiere y como quiere, pero siempre con una
sabiduría y un amor que nos supera infinitamente. ¡Los padres tampoco dan a sus hijos todo lo
que les piden! Jamás el Señor nos negará nada que le pidamos y que sea bueno para nuestra
salvación.
Es cierto que fue el poder de Jesús el que curó a la hemorroísa pero ella puso una fe
muy grande. Se decía: “con sólo tocar su manto, me salvaré”. Se arriesgó a la condena por
violar la ley, pues, no podía acercarse a Jesús y el Señor la premió con la curación.
Dice Castellani que un milagro depende de la voluntad del taumaturgo y de la fe del
que lo recibe; y aparentemente está sometido a ciertas leyes que desconocemos. Naturalmente,
Dios no tiene leyes; pero evidentemente también si quiere hacer un hecho propio suyo, que lo
señale a Él, no necesita descompaginar la creación con un acto de violencia, sino manejar las
naturas de las cosas que Él ha hecho, y que Él únicamente conoce hasta el fondo. Dios está
dentro de las cosas y de sus leyes y no fuera de ellas. Aquí está el error de los que niegan el
milagro alegando que Dios no puede destruir las leyes naturales: puesto que no necesita
destruirlas. Aquí también está el error de los que, viendo una cierta uniformidad en el modo
en que ocurren los milagros, sostienen que no son milagros, sino efectos de leyes naturales
que todavía desconocemos como los modernistas en general266.
La hemorroísa según la tradición fue la que enjugo el rostro de Cristo en su Pasión. De
su rostro también fluía sangre a causa de las heridas. La mujer es llamada Verónica.

CURACIÓN DE UN HIDRÓPICO
Lc 14, 1-6
264
Mt 11, 25
265
SAN JERÓNIMO, Comentario al evangelio de San Marcos, Ciudad Nueva Madrid 1988, 50
266
Cf. El Evangelio de Jesucristo…, 376-77
57
Este milagro ocurre en Jerusalén en el segundo año de la vida pública de Jesús.
Jesús realiza este milagro con un fin principalmente apologético. Para mostrar su
divinidad ante los fariseos que se negaban a reconocerla. Lo hace no sólo por el milagro que
es la curación de un hidrópico sino también porque se coloca sobre la legislación mosaica del
sábado.
Los fariseos invitaban a Jesús a sus casas con la intención de sorprenderlo en alguna
falta. El Señor conocía sus intenciones y a pesar de ello asistía, porque no quería
desaprovechar ninguna ocasión para redimir a las almas y estas reuniones eran una buena
oportunidad para hablar del Reino de Dios.
Jesús va a comer a casa de uno de los fariseos. El evangelista hace notar que el día de
esta reunión fue un sábado. Estaba delante de Él un hombre hidrópico. El enfermo no dijo
nada, no pidió nada, simplemente estaba delante del Medico Divino. Ellos han preparado la
trampa. No lo dice el evangelista explícitamente pero si lo da a entender al constatar que lo
observaban. ¿Qué observaban? Observaban si curaba en sábado. Allí estaba el hombre
necesitado de salud y allí estaba Jesús que ya tenía fama de taumaturgo. Observan a ver si
viola el sábado para poder reprocharle su falta de santidad.
Él les pregunta si es lícito curar en sábado o no. Ellos callan. Jesús cura al enfermo y
lo despide. Luego les dice a los fariseos “¿A quién de vosotros se le cae un hijo o un buey a
un pozo en día de sábado y no lo saca al momento?” Y no pudieron replicar nada.
Jesús cura al enfermo a pesar de los fariseos que observaban maliciosamente a ver si
curaba en sábado. Jesús actuó con claridad y no se dejó llevar de respetos humanos. Les hace
ver que la misericordia no quebranta el sábado y para ello les pone un ejemplo de sentido
común.
Nuestra actitud al vivir la fe cristiana en un ambiente en el que existan recelos, falsos
escándalos o simples incomprensiones por ignorancia, ha de ser la misma que Jesús. Nuestra
actitud debe ser clara, consecuente con la fe que profesamos. Muchas veces, esa actuación
decidida, sin miedos, será de una gran eficacia apostólica. Por el contrario, el dejarnos
arrastrar por el qué dirán puede ser perjudicial para los que nos rodean. No dejemos de
manifestarnos cristianos, con sencillez y naturalidad, cuando la situación lo requiera. Nunca
nos arrepentiremos de ese comportamiento consecuente con nuestro ser más íntimo. Y el
Señor se llenará de gozo al mirarnos.
Toda la vida de Jesús está llena de unidad y de firmeza. Jamás se le ve vacilar.
Jesús quiere que sus seguidores tengan una voluntad firme en cualquier situación. El
dejarse llevar por el respeto humano es propio de personas con una formación superficial, sin
criterios claros, sin convicciones profundas, o débiles de carácter. Los respetos humanos son
consecuencia de valorar más la opinión de los demás que el juicio de Dios. Los respetos
humanos pueden venir respaldados por la comodidad de no querer llevarse un mal rato, pues
es más fácil seguir la corriente. Quien sigue a Jesús no debe olvidar que está íntimamente
comprometido con Él y con su doctrina. Una vida coherente con las propias convicciones
atrae profundamente a muchos y merece el respeto de todos. Muchas veces, es el camino del
que Dios se vale para atraer a otros a la fe.
El amor a Cristo, ¡a quién tanto debemos!, nos ayuda a superar los respetos humanos y
recuperar la “libertad de los hijos de Dios” que nos lleva a movernos con soltura y sencillez,
como buenos cristianos, en los ambientes más adversos.
“La doctrina de la Cruz de Cristo es necedad para los que se pierden, pero para los que
se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios” 267. No olvidemos que para muchos será una
necesidad el mantener firmes los vínculos de la fidelidad matrimonial, el no participar en
negocios rentables poco honestos, la generosidad en el número de hijos, etc. San Pablo afirma
que nunca se avergonzó del Evangelio 268 y así se lo aconseja vivamente a Timoteo: “porque
267
1 Co 1, 18-19
268
Cf. Rm 1, 16
58
Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. Así, pues,
no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; al contrario,
comparte conmigo los sufrimientos por el evangelio con fortaleza de Dios”269.
El Señor cura al enfermo en medio de aquel ambiente hostil. Lo cómodo hubiera sido
esperar otra situación, otro día de la semana. Nos enseña hoy a nosotros a llevar a cabo lo que
debamos hacer con independencia del “qué dirán”, de los comentarios adversos que quizá
provoquen nuestras palabras o nuestra actuación. Una cosa importante ante todo: el juicio de
Dios en aquella situación. La opinión de los demás en segundo lugar. No tengamos miedo a
sufrir una contrariedad, marginación o burlas ¿qué menos podemos padecer por Quien sufrió
por nosotros la muerte y muerte de Cruz?

CURACIÓN DE UN SORDO MUDO


Mc 7, 31-37

La narración de este milagro sólo aparece en Marcos. Lo realizó Jesús en su tercer año
de vida pública.
Comienza el relato con el itinerario de Jesús hasta realizar el milagro. Algunos dicen
que el milagro sucedió en Galilea270, otros en algún pueblo de la Decápolis271. La nota
redaccional no persigue ningún objetivo histórico ni geográfico; lo que pretende es llamar la
atención de los lectores sobre la importancia del episodio para ellos mismos: la acción
salvífica de Jesús mira al mundo pagano 272. Así que lo más probable es que fuese en una
ciudad de la Decápolis.
La gente presenta a Jesús un sordo que, por la misma dureza de oído, sólo puede
hablar con mucha dificultad, y tal vez sólo balbuceaba o tartamudeaba: toda una imagen de la
impotencia humana.
Puede ser que fuera un sordo mudo que había aprendido a leer los labios y simulaba
las palabras y por eso salían con dificultad273, pero, principalmente se comunicaría por señas.
Y le rogaban que, para curarle, “le impusiera las manos”. Era gesto familiar a Cristo 274.
Igualmente era usado como gesto de transmisión de poderes y autoridad con el que los rabinos
comunicaban el “magisterio” oficial a sus alumnos, lo mismo que signo de transmisión de
bendiciones275. Posiblemente estos que traían al enfermo creían que fuese condición esencial
para la curación este gesto, pues era de uso tradicional 276. Otro sentido se expone en Lucas 277 y
que lleva a pensar en que era necesaria para la curación.
Las múltiples curaciones de Jesús tienen características distintas, cada una tiene un
matiz particular. A veces son concisas y simplemente una palabra potestativa hace
desaparecer la enfermedad, otras veces, hay un progreso en la curación como en el caso del
ciego del Evangelio278, otras, se dirige al Padre como pidiendo su poder para hacer el milagro,
otras, sorprenden a la gente porque las realiza con autoridad.
En la presente curación se dan gestos particulares: meter los dedos en los oídos del
sordo, tocar con saliva su lengua, gemir mirando al cielo.
Respecto de los procedimientos curativos de Jesús no sabemos en definitiva su razón
porque se encierran definitivamente en su Sabiduría divina. Jesús tenía poder absoluto sobre
269
2 Tm 1, 7-8
270
Cf. Ibíd., 547
271
LEAL, Sinopsis de los cuatro evangelios, BAC Madrid 1961, 215
272
SCHACKENBURG, El Nuevo Testamento y su Mensaje…, comentario al pasaje
273
Hoy en día hay escuelas que enseñan a hablar a los sordos mudos.
274
Mc 6, 5; 8, 23.25
275
Gn 48, 14 s
276
2 R 5, 11
277
13, 13
278
Mc 8, 22s
59
todas las enfermedades y sólo una palabra o un gesto suyos producían la curación, pero,
prefería ocultar las manifestaciones externas de poder para no producir una desviación en la
concepción mesiánica y además la simplicidad en las curaciones manifestaba más su
divinidad. Los milagros de Dios son simples, no aparatosos y espectaculares, por lo cual, hay
que tener cuidado, ya lo enseñan los santos, de ir tras la última manifestación extraordinaria
de la cual tengamos noticia, sino más bien, desconfiemos de lo espectacular de las
manifestaciones divinas, en esto hay muchos engaños de parte de los hombres, de nosotros
mismos y del diablo. Los milagros de Dios, aunque extraordinarios por exceder las leyes
naturales, son simples, escondidos, en su manifestación externa.
Jesús toma la miseria humana muy a pecho: introduce sus dedos en los oídos del sordo
y le toca la lengua con su saliva. Se acomoda así al pensamiento del pueblo y no deja duda
alguna de que quiere sanarle de su mal.
Jesús quiere privacidad y se retira a un lugar aparte y allí frente a algunos discípulos y
ante el interesado realiza el milagro.
Los gestos de la curación, según mi parecer, se deben a la condición del enfermo.
Antes de realizar los milagros Jesús exige la fe. ¿Cómo suscitar la fe en un sordo? Las
palabras no sirven, en este caso no resulta lo de “la fe entra por el oído”. Sí resultan adecuados
los gestos, que son el estadio primitivo del lenguaje. Jesús con sus gestos busca trasmitir un
mensaje al sordo. Es una parábola en acción. Los gestos buscan suscitar la fe y dar a conocer
que Jesús es el Enviado de Dios.
¿Qué le enseña Jesús? ¿Qué quiere enseñar su parábola? Que se pueden abrir los oídos
y soltar la lengua y curar cualquier enfermedad si lo pedimos con confianza. El gemido de
Jesús le hace entender al enfermo que es necesario manifestar una gran necesidad de
misericordia y a su vez una gran confianza en Dios. El gemido que sale de un corazón
desgarrado por el sufrimiento y que confiado busca la misericordia de Dios no puede ser
desoído.
Sin embargo, todo eso no es más que la preparación. La curación propiamente dicha se
realiza por su palabra soberana. Jesús pronuncia la palabra aramea “Effetá” para expresar con
palabras el poder de curar ante los testigos oculares. Para el sordo fueron los gestos. Para los
discípulos una palabra de autoridad “ábrete”. Jesús la pronuncia por propia iniciativa, pero
después de haber elevado los ojos al cielo y en comunión con su Padre celestial. Él mismo
está íntimamente conmovido, como lo revela su gemido. La palabra aramea que se nos ha
conservado, y que el evangelista traduce para los lectores, no se dirige a los órganos enfermos
sino al mismo paciente: “¡Ábrete!” En la concepción judía, todo el hombre está enfermo y
cuando se cura, la salud opera también sobre los órganos dañados. El resultado llega
inmediatamente: los oídos se abren y el impedimento de la lengua se suelta.
Esta palabra “¡ábrete!” se usa en el bautismo cristiano y es un rito ilustrativo de lo que
ha sucedido en el alma del niño. El bautismo confiere al recién bautizado la capacidad de
escuchar la palabra de Dios y de trasmitirla279. En el milagro los gestos de meter los dedos en
los oídos y tocar la lengua con saliva son gestos preparatorios al milagro propiamente dicho
que se realiza al pronunciar Cristo la palabra “¡ábrete!”.
La parábola en acción quiere revelar la presencia del Mesías entre los hombres. El
final del Evangelio narra el efecto del milagro en muchos. La emoción mesiánica de la turba
se desbordó: “todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos” haciéndose
eco de las palabras de Isaías280 que se referían al futuro Mesías.
Jesús condesciende con el sordomudo. El Verbo Encarnado, la Palabra Subsistente se
ha hecho hombre. La Sabiduría humanada ha asumido una cultura histórica determinada, la
cultura palestina. Nacido en Belén, criado en Nazaret, conoce la cultura de los galileos, de los

279
Dice el Ritual Romano de los Sacramentos: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te
permita muy pronto, escuchar su Palabra y profesar la fe para gloria y alabanza de Dios Padre”. Amén.
280
Is 35, 5-6
60
samaritanos y también la de los judíos. Domina la lengua aramea y el lenguaje propio de su
época, lenguaje de trasmisión oral.
Jesús baja un peldaño en los estadios de la lengua, del lenguaje oral al lenguaje de los
gestos para comunicarse con el sordomudo. El lenguaje de los gestos es el más primitivo de
los lenguajes. Es la manera más primitiva de comunicarse y la más universal, de ahí que el
lenguaje de los sordomudos sea el más universal. Jesús suscita a través de los gestos en el
sordomudo la fe necesaria para realizar el milagro de su curación. Esta condescendencia no es
sino un pálido reflejo de la Encarnación del Verbo que ha querido descender hasta los
hombres para salvarlos a través de la fe en Él y devolver al hombre la voz para alabar a Dios y
el oído para escuchar su voz, pues ambas, le habían sido arrebatadas por el demonio desde la
caída de nuestros primeros padres.
Marcos subraya ante todo la orden de silencio de Jesús (v. 36), aunque aquella gente
no le obedece, y difunden cada vez más lo que habían visto como proclamó antes su curación,
por la Decápolis, el poseso de Gerasa281.
Cristo insiste en que no lo “dijesen” a nadie; no en vano le había apartado de la turba.
Buscaba con ello evitar prematuros y desorbitados movimientos mesiánicos. Pero no hicieron
caso. Cristo, sabiendo que no se había de guardar secreto, ¿por qué prohíbe divulgarlo? Para
que viesen que El cumplía el plan del Padre y que no buscaba ni precipitaba estos
acontecimientos. Tenía que esperar a su “hora.”
En el Mesías que presenta Marcos en las grandes curaciones busca el silencio y el
alejamiento de los hombres. Esto no excluye que tales hechos deban testificar también el
inminente tiempo de salvación; deben hacer reflexionar a los hombres y conducirlos a la fe.
Por ello rehúye Jesús a la multitud curiosa y ávida de novedades, aunque sin retirarse de su
actividad pública. No obstante, ese Jesús sólo puede y debe ser comprendido en la fe, por lo
que permanece en una cierta penumbra. A los hombres les invade el pasmo, salen por
completo fuera de sí; pero no llegan realmente a la fe. Esto entra, sin embargo, en los planes
salvíficos de Dios, porque Jesús tiene que seguir el camino que lleva a la Cruz 282 para dar su
vida en rescate de muchos283.
“Todo lo ha hecho bien”. Es un signo de la creación nueva que Dios realizará algún
día. En la mañana de la creación Dios todo lo hizo bien284, en el día de la consumación “todo
lo hará nuevo”285.
LOS DIEZ LEPROSOS
Lc 17, 11-19

Este milagro lo realiza Jesús en el tercer año de su vida pública al acercarse a una
aldea por los confines de Samaria y Galilea. Probablemente en Djenin, la antigua En-Gannin,
que, según Josefo se hallaba entre los límites de Samaria y la gran llanura de Esdrelón.
Probablemente el Señor se dirige al Jordán para subir por Jericó a Jerusalén286.
La región explica que entre los leprosos hubiera un samaritano. Los demás serían
galileos, de religión judía287.
Los leprosos se acompañaban mutuamente en su común desgracia y se ayudaban para
paliar sus necesidades, por lo cual, no es extraño encontrarlos en grupos como en éste caso
que eran diez los que andaban juntos. El leproso sufría en sí mismo una enfermedad incurable
y que lo hacía un muerto en vida. Sufría una marginación social ya que no podía vivir en la
ciudad sino que vivía fuera como mandaba la Ley y se reunía con otros leprosos en
comunidades para poder sobrevivir. Sólo se les permitía entrar al campamento o a la ciudad
281
Mc 5, 20
282
Mc 8, 31
283
Mc 10, 45
284
Gn 1
285
Ap 21, 5
286
Lc 18, 35
287
Cf. LEAL, Sinopsis de los cuatro evangelios…, 231
61
para pedir limosna y no debían acercarse demasiado. La ley mandaba que anduviesen
andrajosos y despeinados y anunciándose “impuro, impuro” 288. En cuanto a la religión no se
los excomulgaba pero debían ponerse aparte en las sinagogas. Se consideraba que su
enfermedad era efecto de sus pecados.
El leproso era un marginado social y, en cierta manera, eclesial. Además, su vida
personal era de mucho sufrimiento no sólo en el cuerpo sino también en el alma debido a su
condición de marginado.
No se acercan a Jesús, sino que desde lejos le piden que tenga misericordia
() de ellos. Lo llaman “Maestro”.
Jesús los manda, como en el caso del leproso de Galilea, a que se presenten a los
sacerdotes. Jesús les está pidiendo implícitamente un acto de fe. ¿Cómo se iban a presentar
ante los sacerdotes sin estar curados? Ellos al marchar a presentarse a los sacerdotes deben
haber creído, tal como iba a suceder, que se curarían. De hecho, dice el Evangelio, en el
camino quedaron curados.
Pero de los diez uno sólo se volvió, al verse curado, a agradecer a Jesús glorificando a
Dios por su salud.
El leproso, llegando a la presencia de Jesús se postró y le agradeció. Resalta el
evangelista que era un samaritano. Jesús le preguntó por qué no habían vuelto a glorificar a
Dios los otros nueve y hace notar ante los presentes que sólo el samaritano ha vuelto a
agradecer su curación (v. 18).
Jesús lo hizo levantarse y lo dejo marchar diciéndole: “tu fe te ha salvado”.
¿Los otros nueve alcanzaron la salud? Sí, lo dice el Evangelio, pero sólo la salud
corporal. De hecho quedaron curados y se presentaron a los sacerdotes para que certificaran su
curación. Hecho esto volvieron a integrarse a la sociedad. El leproso samaritano
probablemente hizo esto aunque el Evangelio parece decir que al instante de su curación se
volvió para agradecer a Jesús. Ya habría tiempo de certificar la curación, ahora, lo importante
era agradecer al taumaturgo la salud. El samaritano al volver y agradecer a Jesús consigue por
la gracia de Dios una salud más profunda, la salud del alma, porque reconoce a Jesús como el
Mesías, “postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús” y Jesús certifica esta curación al
decirle que por su fe en Él ha alcanzado la salvación, esta es la salvación más interior, la de su
alma, que los otros nueve no consiguieron.
Jesús deja bien claro que fue el samaritano, “este extranjero”, el que volvió a
agradecer. No es la primera vez que el evangelista hace notar la verdadera religiosidad que
existía también fuera de la religión judía y mucho más auténtica que ésta289.

288
Cf. Lv 13
289
Lc 10, 30 ss.; cf. Lc 4, 25-27
62
63
CAPÍTULO 6
MILAGROS SOBRE LA NATURALEZA

LAS BODAS DE CANÁ


Jn 2, 1-11

Este es el primer milagro que realizó Jesús. Lo realizó en Caná de Galilea aldea
situada a unos siete kilómetros al norte de Nazaret. Sucede en el primer año de su vida
pública, tres días después del encuentro con Felipe y Natanael. El milagro lo realiza en un
banquete de bodas. Fue invitado Jesús y sus discípulos. También fue invitada la Virgen María
que se encontraba allí al llegar Jesús. Ella presenciará y será parte activa en el primer milagro
de Jesús. El milagro es una conversión de agua en vino.
Parece ser que ya había comenzado la boda cuando llegó Jesús y que el vino se había
acabado. La primera en intervenir es María. Ella seguramente notaria la falta de vino o quizá
escucharía el comentario triste de alguno de los organizadores de la boda o de los mismos
esposos.
María le dice a Jesús: “no tienen vino”. Jesús le responde: “¿Qué a mí y a ti?”,
semitismo bastante frecuente en el Antiguo Testamento290 y en el Nuevo Testamento291. Se

290
Jc 11, 12; 2 S 16, 10; 19, 23; 1 R 17, 18 etc.
291
Mt 8, 29; Mc 1, 24; 5, 7; Lc 4, 34; 8, 28.
64
emplea para rechazar una intervención que se juzga inoportuna y hasta para indicar a alguien
que no se quiere mantener relación alguna con él. Sólo el contexto permite precisar el matiz
exacto en cada caso. Aquí, Jesús presenta a su madre la dificultad de que “todavía no ha
llegado su hora”292. La hora de Jesús es la hora de la Pascua.
María nunca intentó desviar a su Hijo de su misión aunque le hizo adelantar su hora
esta vez porque esto estaba en los planes divinos manifestando con ello que cuando hay amor
verdadero entre madre e hijo, nada inconveniente se pide y nada conveniente se niega.
¿Conveniente? Conveniente para que creciera la fe de los discípulos293.
María dice a los sirvientes que hagan lo que Jesús diga. La Virgen tiene la seguridad
de que su Hijo la escucha y que va a solucionar el problema del vino.
El evangelista señala que había allí seis tinajas de piedra de dos o tres medidas cada
una. La medida griega se llamaba metreta (); y era una medida de líquidos que
equivalía a cuarenta litros. Es decir, en total había recipientes con una capacidad de
cuatrocientos ochenta y setecientos veinte litros.
Les dijo Jesús que llenaran las tinajas de agua y que sacando el líquido lo llevaran al
maestresala. Así lo hicieron y el maestresala se sorprendió por aquel vino que era mejor que el
que habían tomado hasta el momento.
Dice el Evangelio que Jesús manifestó su gloria por medio de este signo y creyeron en
Él sus discípulos.
Jesús realiza el milagro y anticipa su hora. En realidad todos sus signos se orientan y
son como participación de su signo: la pascua. Y son participación de su hora en la que los
hombres sabrán que Él es, “cuando sea levantado en alto sabréis que Yo soy”294.
Aquí Jesús transforma el agua en vino, allí de su costado abierto, el agua y la sangre,
que en el banquete de la última cena fue antes vino, hacen de nosotros el hombre nuevo que
Dios ha reservado para la plenitud de los tiempos. Como en Caná fue el vino mejor el que
sirvieron al final. En ambos es Jesús el autor del milagro y María compañera inseparable de la
obra redentora.
Ambos milagros son motivos de credibilidad para los discípulos de todos los tiempos.
María por sus palabras enseña la verdadera vida religiosa “haced lo que Él os diga”, un total
abandono en Jesús, porque todo lo que pidamos confiadamente en su nombre el Padre nos lo
concederá295. Los discípulos al contemplar el milagro por la intercesión de la madre,
abandonan la mirada humana sobre el compañero de festejos y ven en Él al Mesías que había
de venir y lo siguen, con deseos de permanecer ligados a Él, como buenos religiosos.
“Después bajo a Cafarnaúm con su madre y sus hermanos y sus discípulos”296.
En Caná María contribuye a suscitar la fe de los discípulos y nos ofrece como una
predicción de su mediación orientada hacia Cristo y encaminada a la revelación de su poder
salvífico297. Jesucristo ha querido comenzar sus milagros por María. Los milagros de gracia:
santificando al Bautista en el seno de Isabel y los milagros de naturaleza en las bodas de Caná.
Jesús ante la humilde plegaria de María, convirtió el agua en vino, era su primer milagro en el
orden de la naturaleza. Comenzó y continuó sus milagros por medio de María y por medio de
ella los continuará hasta el fin de los siglos.

LA PESCA MILAGROSA
Lc 5, 1-11

292
JSALÉN. a Jn 2, 4
293
Cf. Jn 2, 11
294
Jn 8, 28
295
Jn 16, 23
296
v. 11
297
Cf. Redemptoris Mater., 21, 44.
65
El milagro de la pesca milagrosa acontece en el primer año de la vida pública del
Señor en el mar de Galilea.
Jesús entra en el mar en la barca de Pedro y le pide que eche la red para pescar. Pedro
le objeta que han estado intentando toda la noche y no han pescado nada, sin embargo,
confiado en su palabra hecha las redes y pescan abundantemente.
Es notable el acto de fe que hace Pedro en Jesús. Confía en su palabra, confía en su
persona a pesar de una realidad humana que se manifiesta contraria. No han pescado en toda
la noche, es la realidad. Seguramente han buscado los lugares donde ellos conocían que había
peces, los mejores lugares porque eran pescadores experimentados, y nada. Pedro deja de lado
toda su apreciación humana, su gran experiencia de pescador y se abandona en Jesús. Echa las
redes. La actitud de Pedro no es la de aquel que por evitar contradicciones hace lo que el otro
dice. Pedro es un hombre impetuoso. De hecho le dice al Señor su experiencia: no hemos
pescado nada en toda la noche. Y viene un segundo momento en el cual Pedro se olvida de sí
mismo para abandonarse en Jesús. Y por su fe se produce el milagro. Si Pedro no hubiese
echado las redes al agua no hubiera visto maravillas, no hubiera visto lo extraordinario, el
milagro.
Dice el Evangelio que pescó gran cantidad de peces, de tal manera, que llenaron su
barca y la de Santiago y Juan.
Pedro estaba tan asombrado de la pesca milagrosa que cayó a los pies de Jesús y
confesó su santidad. “Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador”. Esta confesión es
una confesión hecha por él, pecador, ante un hombre santo. La santidad de Jesús se ha
manifestado por el milagro. Pedro reconoce en Jesús un hombre muy cercano al Dios santo, el
cual, le da el poder de hacer milagros. Pedro experimenta un temor religioso porque está ante
la presencia de alguien muy cercano a Dios y al notar el gran abismo entre el hombre que está
frente a sí y su indignidad, la confiesa con reverencia 298. Este mismo temor reverencial o
religioso lo lleva al asombro y también a los allí presentes porque había experimentado algo
extraordinario, el poder de Jesús sobre la naturaleza. Este asombro religioso habla de la fe de
todos aquellos hombres. Pedro la manifestó antes del milagro y en todos surgió después de
haberlo presenciado.
La pesca milagrosa produce en los espectadores una reacción afectiva: asombro.
Y ¿qué es el asombro? Es un sentimiento intelectual que surge ante lo inesperado. El
asombro, la admiración, es la raíz afectiva de la religiosidad 299. Es una prueba más que los
discípulos se sienten ante la presencia de alguien muy cercano a Dios. En el caso presente ante
el poder de Jesús que hace que pesquen en un lugar donde no han pescado nada.
La admiración procede según Santo Tomás300 del desconocimiento de las causas del
fenómeno admirado y tanto más desconocidas nos parecen cuanto más llamativo es el efecto y
más lejano de nosotros el poder que lo pudiera producir.
Por eso aunque todos los milagros son igualmente portentosos unos suscitan mayor
estupor que los demás.
La admiración que experimentan los apóstoles surge al constatar el poder de Jesús
sobre la naturaleza y su reacción casi instintiva ha generado un acto de religión, el
reconocimiento de su indignidad ante Jesús, el reconocimiento de su impotencia ante las leyes
naturales, el reconocimiento, en fin, de su indigencia creatural.
El sentimiento de indigencia es el más profundo del hombre y es el punto de partida de
toda religión301.

298
Cf. JSALÉN. a Ex 33, 20
299
Cf. CASTELLANI, Psicología Humana, Jauja Mendoza 19972, 151
300
Cf. III, 15, 8
301
Cf. CASTELLANI, La Catarsis Católica en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, Epheta
Buenos Aires 1991, 87.
66
Este Evangelio también narra la llamada de Jesús a los primeros discípulos: Pedro,
Andrés, Santiago y Juan. Los llama en el ambiente donde se desarrollaba habitualmente su
oficio: en el Mar de Galilea. Jesús condesciende con los primeros discípulos.
Dios ha condescendido con la humanidad haciéndose hombre y también revelándose.
Ha trasmitido su revelación en un lenguaje humano, accesible para nosotros.
En el pasaje presente condesciende con los hombres que quería llamar para que fuesen
sus discípulos y que eran pescadores. Lo hace realizando un milagro, produciendo una pesca
abundante en un lugar donde era imposible humanamente pescar.
Jesús condesciende con los hombres para elevarlos. Condesciende con estos
pescadores para hacerlos pescadores de hombres. Los eleva de un oficio sencillo a una
dignidad incomparable.
Jesús tomó la iniciativa. “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he
elegido a vosotros”302. Buscó a sus elegidos, los llamó, les dio signos de su llamada.
La llamada de Cristo no es oscura. Cómo podríamos conocer que nos llama o conocer
su voluntad si la ocultara y nos la hiciera difícil de conocer. El Señor es claro al llamar e
incluso da signos que manifiestan con claridad que nos está llamando. Si nosotros no
escuchamos al Señor es porque no tenemos la disposición de voluntad necesaria para conocer
su voluntad.
En este caso, primero condesciende con ellos, les da un signo visible de su divinidad y
luego los llama. La condescendencia divina, en este caso, irrumpe en su oficio y con ello llega
mucho más al fondo del corazón. Dios condesciende con nuestro carácter, con nuestro
temperamento, con nuestra sensibilidad, condesciende a nuestro oficio, a nuestras diversiones
y pasatiempos, porque nos llama tal cual somos y tal cual vivimos. Nos ha elegido tal cual
somos.
La condescendencia divina es efecto de su amor. “A los que de antemano conoció […]
los predestinó; y a los que predestinó, a ésos también los llamó; y a los que llamó, a ésos
también los justificó; a los que justificó, a esos también los glorificó” 303. El amor de Dios,
totalmente gratuito, hace aptos para una misión determinada a los que ama. Su amor los eligió
y su amor los llamó y los llamó a cada uno en particular, condescendiendo con cada uno.
Porque si es cierto que condescendió con el grupo de pescadores produciendo una pesca
milagrosa, condescendió con cada uno tocando su corazón para que lo siguiera. Porque si no
tocara el corazón se hubiesen quedado sorprendidos y nada más, en cambio, ellos dejan todo
para seguirlo.
Si Dios no condescendiera con los hombres seríamos todos agnósticos o quizá
seríamos ateos porque también la creación ha sido hecha para el hombre, para que por ella se
remonte a su creador y esta obra de la creación nos manifiesta el amor que Dios nos tiene, su
amor infinito.
La condescendencia de Dios para con nosotros nos enseña a condescender con
nuestros hermanos.
San Pablo decía: me he hecho todo con todos para ganarlos a todos. Así nosotros
debemos aprender a condescender con nuestros hermanos, respecto de su forma de ser, con
sus gustos, con sus trabajos, con sus inquietudes, para ganarlos para Cristo.
La condescendencia divina es una pedagogía que debemos aprender si queremos
imitarlo y tener éxitos en nuestras empresas pastorales. La condescendencia para con nuestros
hermanos nos hace salir de nosotros mismos llevados por el amor al prójimo.
Pedro nota la condescendencia de Cristo para con ellos en cuanto que les concede una
pesca milagrosa pero en definitiva se da cuenta que este hombre viene a liberarlo del pecado.
Se da cuenta que está ante un hombre santo, quizá el Santo de Dios, y reconoce su pecado
ante él como confesando que lo puede liberar y Cristo condesciende con él no sólo para
perdonarle los pecados sino para hacerlo pescador de hombres y darle el poder de que él
302
Jn 15, 16
303
Rm 8, 29-30
67
mismo perdone los pecados. Cristo no lo rechaza por ser pecador porque sabe que lo va a
liberar de su pecado ya que es el Redentor.
Dios condesciende con nosotros cuando rezamos. Se acerca a escuchar nuestras
plegarias. Condesciende con nosotros viniendo a vivir a nuestro corazón por la gracia y por la
inhabitación trinitaria, “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada en él”304.
Por la condescendencia Dios se nos hace amable. ¡Cómo no amar a un Dios que ha
descendido tanto hacia nosotros para conquistarnos!
Dios ha condescendido tanto con nosotros que se ha hecho hombre y se ha quedado en
la Eucaristía, alimento para nuestra vida y presencia suya entre nosotros. La Eucaristía es el
sacramento del amor de Dios que ha bajado hasta nosotros para estar con nosotros y para ser
nuestro alimento y nuestra vida, para comunicarnos la vida eterna.

LA TEMPESTAD CALMADA
Mt 8, 23-27 p.

Este milagro se produce en el Mar de Galilea en el segundo año de la vida pública del
Señor después del discurso parabólico305 y cuando se dirigía con sus discípulos a la otra orilla
del Mar306.
Jesús va en la barca con sus discípulos y se duerme. De repente se levanta una gran
tempestad en el Mar y los discípulos temen por sus vidas. No pueden hacer nada porque las
olas son grandes y el viento fuerte. Entonces, despiertan al Señor diciéndole la situación real
en la que se encuentran, “¡Señor, sálvanos, que perecemos!”. Jesús se levanta y calma la
tempestad con su sola palabra. Y vuelve la tranquilidad. Ellos quedan admirados. Pero Jesús
les reprocha su falta de confianza.
¿Quién es este? Se preguntan los discípulos ante el milagro ocurrido. “¿Quién es éste,
que hasta los vientos y el mar le obedecen?” Y en la respuesta a esta pregunta esta contenido
el reproche de Jesús por su poca fe. Se hallan ante un hombre con poder extraordinario, al
cual, los elementos desatados de la naturaleza le obedecen, y no confían en Él. Jesús les
manifiesta su divinidad. Jesús es el hombre Dios.

¿A quién no aterrorizan y empequeñecen los elementos desatados de la naturaleza?


¿Hay algo que parezca más inasequible al poder humano que dominarlos? Así resulta
tan verosímil la estupefacción producida por este prodigio, incluso en el espíritu de
aquellos que acaban de presenciar en Naím la resurrección del hijo de la viuda ¿Quién
es éste? Nosotros lo sabemos: el Hombre Dios307

El viento y el mar no se calman repentinamente a la orden de un hombre sino es por


una intervención sobrenatural. El temor surge ante la presencia del poder, de lo que sobrepasa
las fuerzas humanas.

304
Jn 14, 23
305
Mt 13, 53 y Mt 8, 18
306
Mc 4, 35
307
MALDONADO, Cit. por HERRERA, La Palabra de Cristo, t.2. , BAC Madrid 19572, 465
68
Esta reacción de los discípulos se da porque advierten en Jesús más que un hombre
que necesita dormir y atravesar el mar en una barca. La bonanza repentina los hace reconocer
en Jesús a Dios308. Y ante la presencia de la divinidad cobran temor309.
Jesús les reprocha su poca fe. ¿Por qué? Porque han visto muchos de sus milagros y
todavía no terminan de reconocer su divinidad y la solicitud que tiene por ellos y por los que
esperan la venida de su Reino.
Jesús no ha obrado el milagro por algún intermediario 310 sino por su sola palabra.
Milagro que evoca el poder de Yahvé311.
La pregunta de los discípulos “¿quién es éste?” surge espontánea ante el poder de
Jesús. Jesús es omnipotente no solo por ser Hijo de Dios, poseyéndola eternamente como el
Padre y el Espíritu Santo312, sino también según su naturaleza humana, en cuanto hombre, en
el tiempo, por la Unión Hipostática 313. La omnipotencia es un atributo divino, incomunicable,
propio y exclusivo de Dios. El poder activo es consecuencia de la naturaleza misma del ser.
Como la naturaleza divina es el mismo ser de Dios incircunscrito, de ahí se sigue que posee
potencia activa respecto de todas las cosas que pueden tener razón de ser. Por tanto, la
omnipotencia es exclusiva de la divinidad314.
Si hablamos del alma de Jesucristo, en cuanto que es instrumento del Verbo, tuvo la
virtud instrumental para hacer toda clase de milagros. Es necesario para el fin de la
Encarnación, que es restaurar todas las cosas, ya en los cielos, ya en la tierra 315. Y en este
sentido, Jesucristo pudo todo cuanto quiso, bien por sí o bien por la virtud divina316.
Los discípulos ven al hombre y creen en Dios. Saben que lo sobrenatural es obra del
poder divino, único capaz de mudar el orden natural, en lo cual, consiste el milagro. La
naturaleza humana que ellos veían es el instrumento de la acción divina y la acción humana
manifestada por las palabras “¡calla, enmudece!”317, recibe la virtud de la naturaleza divina, es
decir, ambas naturalezas obran una obra común318. “El hombre recibió en el tiempo la
omnipotencia que el Hijo de Dios tuvo desde la eternidad”319.
Cristo realiza el milagro. El mar se calma. El milagro es para reafirmar a los discípulos
en la fe y especialmente para que se abandonen en Él que es el Hijo de Dios.
Jesús les reprocha su poca fe. Debemos preguntarnos como es nuestra fe en los
momentos difíciles de nuestra vida. Reconocemos a Jesús como el Hijo de Dios que puede
salvarnos. Su mismo nombre debería darnos una confianza ilimitada: Jesús, el Salvador, el
que da la salud, el que salva.

PRIMERA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES


Mt 14, 14-21 p.

308
Catena Áurea…, SAN JUAN CRISÓSTOMO a Mt 8, 27, TEOFILACTO a Mc 4, 41; SAN PEDRO CRISÓLOGO,
Sermones, 20, 1. Cit. en La Biblia Comentada por los Padres de la Iglesia y otros autores de la época patrística.
Nuevo Testamento, Mateo (1-13), 1a, Ciudad Nueva. Madrid 2004 comentario a Mt 8, 27, PRUDENCIO, La Biblia
Comentada por los Padres de la Iglesia y otros autores de la época patrística…, Nuevo Testamento, Marcos, 2,
Ciudad Nueva. Madrid 2000 comentario a Mc 4, 41.
309
Cf. Lc 1, 12 y JSALÉN. Cf. Lc 1, 29
310
Cf. Ex 14; 2 R 2; Jos 3.
311
Cf. Sal 28, 3-4; 32, 7; 45, 2-4; 65, 8; 68, 2-4.15-17; 88, 10.13; 106, 21-30; Jr 5, 22
312
Cf. I, 42, 6 c. Símbolo Atanasiano.
313
Cf. III, 13, 1 ad 1
314
Cf. III, 13, 1 c
315
Cf. III, 13, 2 c
316
Cf. III, 13, 4c
317
Mc 4, 39
318
Cf. III, 43, 2c
319
III, 13, 1 ad 1
69
El milagro se da con ocasión de un retiro de los apóstoles con Jesús. Se retira con ellos
para descansar (Mc) porque habían vuelto cansados de su misión320.
Ocurre en la primavera del año 29, cercana ya la penúltima pascua de Jesús. Entre el
episodio de las espigas321, año 28 y la última pascua y su pasión en el año 30. Ocurre en un
lugar solitario, al este del mar de Galilea.
Se encontró Jesús con sus discípulos en Cafarnaúm y atravesaron el lago para buscar
retiro. Lucas dice que se dirigieron a Betsaida; Juan hacía el otro lado del mar de Galilea o
Tiberíades. En el lugar había hierba verde y mucha. Mateo narra que Jesús ordenó que la
gente se echase sobre la hierba. Era primavera.
En esta ocasión Jesús multiplicó cinco panes y dos peces 322. Los panes eran de cebada
(Jn). Los hombres que comieron eran cinco mil (Mt, Mc, Lc, Jn). Sobraron de lo que
comieron, doce canastas llenas de trozos (Mt, Mc, Lc, Jn).
Algo a tener en cuenta antes de hablar del milagro. La compasión va a señalar la
dirección del obrar de Jesús durante toda su vida.
En el relato la manifiestan Mt y Lc en dos cosas que señalan. Ellos buscan el retiro
pero se encuentran con la gente que los busca. Buscan a Jesús. Mt dice que al ver la
muchedumbre se compadeció y curó a sus enfermos. Ellos buscaban del Señor la salud y Él
les da la salud porque su nombre se lo obliga Jeshoa: Yahvé salva, el Salvador, el salud-
dador. Además, se compadece (Mc) porque la gente andaba como ovejas sin pastor, es decir,
desorientadas, confundidas, erradas, angustiadas, temerosas y Él se puso a enseñarles.
“Sintió compasión”. Sintió compasión de la desorientación de las ovejas y su
misericordia les enseñó; sintió compasión porque tenían necesidad de salud y tuvo
misericordia curando a sus enfermos; tuvo compasión porque tenían hambre y tuvo
misericordia dándoles de comer.
Jesús siente compasión de los hombres porque los ama. Sólo se da compasión con
aquellos con los cuales hay una compenetración afectiva.
Contemplemos el corazón de Jesús ¡Qué corazón tan tierno! Un corazón olvidado de
sí. Buscaba el retiro, la soledad, el descanso y dejó todo para entregarse a los demás. ¡Y con
qué caridad!, ¡con qué mansedumbre!
En aquel momento Jesús tenía razones para estar triste y desanimado. Le acababan de
dar la noticia que su amigo Juan Bautista había sido asesinado cruelmente y él olvidándose de
sí mismo y de su estado de ánimo se entrega generosamente a los demás. Olvidándose de su
dolor se puso a aliviar el dolor de los demás.
Es que como dice Isaías fue ungido para anunciar la buena nueva a los pobres, vendar
los corazones rotos, pregonar a los cautivos la liberación, dar a los reclusos la libertad,
pregonar un año de gracia de Yahvé, consolar a los que lloran323.
Otro detalle importante por resaltar es el gesto de repartir los panes: levantó los ojos al
cielo, los bendijo y los partió (Mt, Mc, Lc). Juan varía un poco la narración, dice: “Tomó los
panes y después de haber dado gracias, los repartió”.
Este gesto lo hará Jesús en la última cena. Los sinópticos dicen que lo bendijo y lo
partió. La primera a los Corintios324 sigue la narración joanica “después de dar gracias, lo
partió”. En la narración de los discípulos de Emaús Jesús lo bendijo y lo partió325.
Este detalle de los gestos ha quedado marcado a fuego en los apóstoles y también en
la Iglesia apostólica, se ha trasmitido por la tradición y ha llegado hasta nosotros en las
plegarias eucarísticas de la Misa.

320
Mc 6, 30; Lc 9, 10a
321
Mt 12, 1 ss.
322
Todas las narraciones.
323
Cf. Is 61, 1-3
324
1 Co 11, 24
325
Lc 24, 30
70
La Iª dice “elevando los ojos al cielo […] dando gracias lo bendijo, lo partió y lo dio”.
La IIª dice “dando gracias lo partió y lo dio”.
La IIIª “lo partió y lo dio”.
La IVª “lo partió y lo dio”.

San Juan trae un detalle importante para comenzar nuestra explicación del milagro.
Ellos le plantean el problema del hambre de la gente y Él deja que den soluciones.
Juan comenta “Esto lo decía para probarle (a Felipe): pues sabía él lo que iba a hacer”.
Los discípulos proponen varias soluciones. Soluciones humanas: comprar panes,
repartirlos infinitesimalmente, parece decir Andrés, despedir a la gente y listo, quizá la
solución más fácil.
Los apóstoles le dicen lo que tienen: cinco panes y dos peces y el Señor les pide y
manda que acomoden a la gente sobre la hierba en grupos (Mc), grupos de cien y de cincuenta
(Mc), de cincuenta (Lc).
En este momento Jesús hace los gestos que hemos indicado y los panes comenzaron a
multiplicarse en sus manos y en las manos de los discípulos, dándoles de comer a todos y
sobrando trozos de pan y peces.
Jesús mandó recoger lo sobrante, como hacía el padre de familia, para darlo luego a
los pobres.
La gente ni Jesús parece fueron prudentes en esta ocasión. Es que la prudencia humana
deja lugar a la Providencia divina. La prudencia humana dejó lugar a la prudencia del milagro.
La multitud, por amor a Jesús había ido al desierto y Él por amor los alimentó con el
pan de la salud, con el pan de su palabra y con el pan material para que siguiesen estando con
Él.
El amor hace olvidar las necesidades elementales. Cuando uno anda enamorado se
olvida de todo por estar ensimismado en el objeto amado y el tiempo pasa volando. Así ocurre
cuando nos enamoramos de Jesús. Sólo queremos estar con Él y Él es todo para nosotros. Los
santos nos han dado ejemplo de esto.
Este milagro tiene un fin apologético que es mostrar la divinidad de Cristo. Jesús tiene
poder sobre la materia y puede hacer de un número reducido de panes, panes en abundancia.
Este milagro tiene referencia a la eucaristía no sólo por los gestos que hace sobre el
pan sino porque da de comer en el desierto a una multitud como lo hizo Dios en el éxodo por
medio de Moisés. En Juan este milagro antecede al discurso del pan de vida y de hecho Jesús
toma pie del suceso para introducir su discurso.
Jesús manifiesta también su humanidad al compadecerse de la gente y su divinidad
para subsanar su miseria.
Enseña a sus discípulos a imitarlo en la compasión, a confiar en Él, en su poder, y en
definitiva a confiarse en la Providencia de Dios. Ellos mismos ayudarán a repartir los panes
participando de la compasión y misericordia de Jesús. Luego repartirán también ellos la
Palabra de Dios, harán milagros en favor de los miserables y multiplicarán el pan eucarístico
para nutrir las almas de los cristianos.
Hay que saber y darse cuenta que es poco lo que podemos ofrecer a Jesús pero Él
quiere que lo demos. El mira no la cantidad que damos sino el espíritu con que lo damos. Y de
nuestra poquedad, como de los cinco panes, hará grandes cosas. Él que te creo sin ti no te
salvará sin ti, dice San Agustín. El Señor en su Providencia cuenta con ese poco que nosotros
podemos aportar. Los santos no aportaron mucho, así como los apóstoles, porque eran
hombres simples. Sin embargo, entregaron ese poco sin reserva y por eso hizo en ellos y por
ellos grandes cosas. De igual manera sucederá con nosotros si nos abandonamos en Jesús. No
sólo será misericordioso con nosotros para suplir nuestras miserias sino que con nuestras
miserias hará misericordia en nosotros y en nuestros hermanos por medio nuestro.
¡Qué consolador es el alimento que nos da Dios! En el pasaje el alimento de la Palabra
de Jesús. La gente en ese día se alimentó de su palabra y con tanto entusiasmo que se
71
olvidaron de comer el alimento corporal. Por otra parte, también, el alimento Eucarístico que
es el mismo Jesús, del cual, la multiplicación es un anticipo.
Este milagro es un canto a la confianza en la Providencia divina. La gente busca el
Reino y la Providencia le da lo demás.

JESÚS CAMINA SOBRE LAS AGUAS


Mt 14, 22-33 p.

La caminata de Jesús sobre las aguas ocurrió en el tercer año de su vida pública en el
Mar de Galilea después de la primera multiplicación de los panes.
El sentido de este relato, muy impregnado de la piedad del salmista 326, consiste
esencialmente en presentar a Jesús ejerciendo el control divino sobre las aguas del caos,
símbolos de las potencias del mal. Jesús tiene el poder de salvar a sus discípulos327.
Las actitudes de Jesús, muchas veces, desconciertan a los hombres, es que los
pensamientos de Dios son muy distintos a los pensamientos del hombre y lo mismo ambas
sabidurías328.
Jesús obliga a sus discípulos a ir a la otra orilla del Mar (Mt y Mc). Marcos dice que se
dirigieron a Betsaida y Juan a Cafarnaúm. Ellos obedecen a Jesús y se embarcan. Era
conveniente que los discípulos no se quedasen a despedir a la gente por el peligro de apegarse
a las almas y además por su concepción de un mesianismo triunfalista.
Jesús despide a la gente y cuando se queda solo se va a un monte a orar. Hace una
larga oración. Cuando la barca iba a mitad de la travesía (Mc) Jesús viene a su encuentro a la
cuarta vigilia, es decir entre las 3 y 6 de la mañana, caminando sobre las aguas. Viendo Jesús
que ellos se fatigaban (Mc) tratando de avanzar y no podían se compadece de ellos y va a su
encuentro. Los ve desde el monte donde ha subido a orar.
Jesús viene al encuentro de sus discípulos, viene a socorrerlos. Pero, viene de una
manera inverosímil: caminando sobre el mar.
Pensaron que era un fantasma. Los discípulos se sorprenden que camine sobre las
aguas. Se sorprenden que un hombre camine sobre el mar. Jesús les habla y se calman.
Reconocen el poder divino de Jesús. Jesús dijo “Soy yo, no temáis” (Jn), que literalmente es
“Yo soy” invocación para sí del nombre divino 329. Los tres evangelistas (Mt, Mc y Jn) en el
original griego evocan el nombre .
Mateo es el único que narra el suceso de Pedro. Pedro le pide a Jesús caminar por
encima del agua. Pide algo grande pero con fe, al menos en un primer momento con una fe
grande, y Jesús se lo concede. Pedro comienza a hacer maravillas, comienza a vencer la fuerza
de gravedad y camina sobre el agua hacia Jesús pero aparentemente es ganado por la
presunción y al comenzar a caminar se olvida de que es una gracia de Jesús. Se suma a esto el
movimiento tumultuoso de las aguas que hacen dudar a Pedro. Pedro comienza a mirar
humanamente las fuerzas del mal y el milagro y en consecuencia comienza a hundirse. Ante el
peligro recurre a Jesús y Jesús lo salva. Sin embargo, Jesús le reprocha su poca fe. Es
necesaria una fe grande en Jesús para los milagros. Si Pedro hubiera tenido una fe plena en
Jesús habría podido caminar junto a Jesús sobre las aguas del mar sin hundirse en ningún
momento.
Jesús sube a la barca y viene la calma. Juan relata en su Evangelio que no alcanzó a
subir Jesús y llegaron a destino.
Reconocen la divinidad de Jesús: “verdaderamente eres Hijo de Dios” (Mt). Este
milagro de Jesús manifiesta su poder sobre los elementos de la naturaleza.
326
Cf. Sal 107, 23-32
327
JSALÉN. a Mt 14, 22
328
Cf. 1 Co 1, 19-20.25
329
Ex 3, 14
72
Ante el milagro se quedan estupefactos (Mc) porque no habían entendido lo de la
multiplicación de los panes (Mc) porque su mente estaba embotada por la pasión de la gloria
humana.
Pero Mateo dice que cuando subió a la barca, se postraron ante Él reconociendo su
divinidad. Los discípulos dan un salto cualitativo en la confianza en Jesús.

SEGUNDA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES


Mt 15, 32-38 p.

Esta multiplicación se realiza el tercer año de la vida pública del Señor a orillas del
mar de Galilea un poco tiempo después de la primera multiplicación no lejos de la hoy
indeterminada región que Mateo llama Magadán y Marcos Dalmanutá, en la región de la
Decápolis330. Mientras que la primera multiplicación de los panes se hace en favor de los
judíos, la segunda beneficia a los gentiles.
El milagro segundo parece coincidir en todo con el primero, excepto en las cifras: la
misma muchedumbre heterogénea y ferviente, la curación de innumerables enfermos. Jesús
que realiza la multiplicación movido por la compasión, el hambre por oír la palabra, la
objeción de los Apóstoles, el mandato de que “les den ellos de comer”, la colecta de la comida
existente: siete panes y algunos peces, el ordenamiento del pueblo en grupos regulares de
cincuenta y cien, cuatro mil varones, la solemne bendición del pan, la recolección de los
fragmentos, siete canastas de sobras, la inmediata retirada de Cristo a bordo de la lancha de
Pedro a través del Lago331.
Es un milagro sobre la materia. Jesús multiplica un número determinado de panes. De
siete panes salen muchos más, lo suficiente para alimentar a cuatro mil hombres y lo mismo
de los pocos peces con los que contaban.
En esta multiplicación ante la dificultad de dar de comer a la gente Jesús sólo señala
que siente compasión por la multitud hambrienta y no quiere despedirlos en ayunas. Los
discípulos señalan la dificultad de dar de comer a tal multitud pero no dan soluciones como en
la primera multiplicación. Es curioso que objeten como dar de comer a tal multitud después de
haber presenciado multitud de milagros de Jesús e incluso una multiplicación de panes en
situación semejante y poco tiempo antes.
Hay en nuestras vidas situaciones como ésta en la que tenemos que buscar una
solución y humanamente es imposible. Los discípulos se encontraron, sin ellos buscarlo, en
situación de dar una respuesta a un hecho real que los superaba. La solución es la confianza
absoluta en Dios y la esperanza en el milagro. Esta situación la han vivido los santos en sus
vidas y su santidad está salpicada de estos abandonos absolutos en Dios y en su omnipotencia.
Jesús les solucionó el problema por un milagro. Ellos, no fueron muy buenos
colaboradores con la solución al problema pero si lo fueron en la docilidad a la obra de Jesús.
En esta situación deberían haber dicho: dinos que hacer, es decir, abandonarse en el poder y la
misericordia de Jesús.
Jesús podría haber hecho una multiplicación de panes de la nada, sin embargo, utiliza
una cantidad numérica de panes que aportan los discípulos que consiguieron de algunos
prudentes devotos. Siete panes y unos pocos peces no son mucho, es una miseria, pero Jesús
ensambla su omnipotencia a la miseria y resulta una maravilla. ¡Cuántas veces nos guardamos
nuestra poquedad pareciéndonos inútil! ¡Cuántas veces decimos: ¡qué es esto que puedo hacer
comparado con todo lo que hay que hacer! ¡Qué es mi gota de agua comparada al agua del
mar! Y dejamos de aportar lo poco que tenemos. Si los que dieron los panes y los peces se los
hubiesen guardado no habrían saciado a multitud tan inmensa. Claro que no fue solo la
poquedad que recogieron los apóstoles sino esa poquedad en manos de Jesús. Nuestro pobre y
330
Mc 7, 32
331
Cf. CASTELLANI, El Evangelio de Jesucristo…, 257
73
pequeño aporte se agiganta insospechadamente en manos de Jesús o ¿acaso creemos que los
santos fueron hombres de grandes aportaciones? No, ningún hombre puede aportar mucho
porque es indigente pero aportaron lo suyo dejándolo en manos de Dios y Dios hizo con ellos
obras magníficas.
Los apóstoles ayudaron a ordenar a la gente y los panes y los peces se multiplicaron en
manos de Jesús y en sus propias manos. Esta multiplicación y los gestos que Jesús hizo antes
de realizar el milagro “y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiéndolos,
dio los panes” recordarían a los discípulos en la última cena el haberlos visto antes y luego de
Pentecostés reconocerían la figura y la realidad y multiplicarían el Cuerpo de Jesús a los fieles
como alimento de vida eterna.
En los discípulos se manifestó una prudencia humana pero en la gente y en Jesús hay
imprudencia. La gente buscaba en Jesús la ayuda a su indigencia y escuchaba sus palabras con
gusto, con un gusto tan grande que se olvidaban de comer el pan material. Es que el pan de la
Palabra sacia mucho más que el pan material. Y buscando a un guía veraz, a un buen pastor y
recogiendo de su misericordia el remedio a sus enfermedades crecía el amor y el amor
atropella con la prudencia humana y es comprensible en los simples. Jesús “sintió compasión”
llevado también por el amor a los hombres y dejó de lado la prudencia humana para usar de la
prudencia del amor, manifestada en algo sobrehumano, el signo de la multiplicación de panes.
Ellos no sabían qué iba a suceder y se olvidaron de comer cautivados por aquel hombre
compasivo. Él sabía lo que iba a hacer y espero una situación angustiante para hacer más
ostensible su revelación como Mesías a través del signo.

LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR


Mt 17, 1-13 p.

Este milagro acontece en el tercer año de la vida pública del Señor seis días después
(Mt-Mc), ocho días después (Lc) de la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo en el monte
Tabor con una altura de quinientos sesenta y dos metros sobre el nivel del mar. El Tabor dista
de Cesarea de Filipo unos 70 kilómetros.
La Transfiguración la contemplan los apóstoles por medio de una visión imaginaria.
Vieron el cuerpo de Cristo traspasado de luz y rezumando gozo y belleza, “su rostro se puso
brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz” 332, tan blancos “que
ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo” 333. Vieron un anticipo
del cuerpo glorioso de Cristo semejante a como lo tendría después de su Pascua cuando el
Padre lo exaltara334 y lo colocara en la situación que tenía antes de la Encarnación 335 y de la
cual se despojó libremente. La gloria que de hecho le pertenecía y poseía en su prexistencia
terrena y que normalmente hubiera debido redundar en su humanidad336.
Jesús tiene delante una meta difícil, hacia la que lo impulsa la voluntad de Dios y lo
orienta su vocación de “Siervo”, y predice su conclusión, que será al mismo tiempo trágica y
gloriosa. Su humanidad, para superar la prueba, tiene que ser “confirmada” por el amor
poderoso del Padre y confortada por la solidaridad de los discípulos que caminan a su lado. Y,
así, los guía hacia la comprensión de lo que está a punto de cumplirse, de manera que se
conviertan en sus “compañeros” en el camino que deberá recorrer hasta sus últimas
consecuencias. Por las palabras de los discípulos, se tiene la impresión de que éstos están
dispuestos a seguirlo, pero los hechos concretos hacen ver que se echan atrás a causa del
miedo y del escándalo.

332
Mt 17, 2
333
Mc 9, 3
334
Flp 2, 9
335
Flp 2, 6
336
JSALÉN. a Flp 2, 7
74
En este camino hacia la cruz hay una pausa. Jesús sube al monte con sus discípulos
más fieles. Allí, durante breves instantes, les hace entrever su destino final: la gloriosa
resurrección. Pero les anticipa igualmente que antes es necesario seguirlo a lo largo del
camino de la pasión y de la cruz.
La Transfiguración del Señor es un gran milagro privado de Jesucristo, efectuado
delante de tres de sus Apóstoles, los predilectos, Pedro, Santiago y Juan.
Jesús conversa con Moisés y Elías

El Señor hace aparecer a Moisés y a Elías. Al primero, porque diciendo la gente que
Cristo era Elías, o uno de los profetas, manifestaba así a sus discípulos la diferencia
que había entre el Señor y sus siervos; y a los dos juntos porque, acusándole los judíos
de transgresor de la ley y juzgándole blasfemo porque se atribuía la gloria de su Padre,
convenía que se mostrasen unidos a Él, Moisés como legislador y Elías como celoso
defensor de la gloria de Dios, lo que no hubiera hecho si fuera Él contrario a Dios y a
la ley. Y para que viesen que tenía potestad sobre la vida y la muerte mostró a su lado
a Moisés, que había muerto, y a Elías que aún no había llegado a morir. Significó así
también que la doctrina de los profetas fue una iniciación a la doctrina de la ley de
Cristo. Igualmente significó la unión del Nuevo y Antiguo Testamento, porque los
apóstoles se unieron en la resurrección con los profetas y ambos saldrán al encuentro
al Rey de todos337.

¿De qué hablaban? De su Pasión y Muerte.


Dice San León Magno338 que la transfiguración del Señor tuvo como finalidad
fortalecer a los apóstoles para el escándalo de la cruz.
Ellos debían ser testigos de la redención a través de la cruz.
¿Por qué fortalecidos? Porque tuvieron una visión de la vida del cielo, un anticipo
tenue de cómo será el cielo y esto los consoló sobremanera.
Una visión clavada a fuego en sus corazones. ¿Clavada a fuego en sus corazones?
Dicen que este tipo de visiones imaginarias se pasan rápido, es decir, sus efectos no son muy
durables como el de las sensibles o intelectuales, y por eso en la pasión estos tres testigos
cayeron. Sin embargo, yo creo que el deseo de lo que vieron lo tendrían y ese deseo fue clave
en su perseverancia. Si pensamos mucho en el cielo, el cielo pasará a ser uno de nuestros
mayores deseos, y a pesar de las pruebas lo seguiremos buscando al menos en las tinieblas.
¿Pero nosotros no hemos tenido ninguna visión del cielo? Pero creemos a Dios sobre
la existencia del cielo porque existe Dios y Él es el cielo. Y para conocer que Dios existe no
hace falta la fe, basta contemplar la creación.
Pedro, Santiago y Juan, al presenciar la conversación de Cristo transfigurado con
Moisés y Elías, tienen una gran consolación.
Pedro dijo: “Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti,
otra para Moisés y otra para Elías; pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados”.
La consolación puede manifestarse en júbilo y en el júbilo es el hombre entero el que
manifiesta el gozo. Las palabras son pobres para manifestar lo que siente el alma.
Esto mismo ocurre, según mi opinión, cuando los carismáticos actuales dicen hablar en
lenguas. Tienen una gran consolación que no pueden expresar con palabras y balbucean
palabras inconexas. Una gran consolación que estalla en palabras sueltas e incoherentes. En
tiempo de San Pablo, el don de lenguas, era una gracia carismática quizá con el mismo origen:
un toque de Dios al alma. Por eso dice San Pablo que es inútil para la comunidad el don de
lenguas si no hay un intérprete339.

337
SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre el evangelio de Mateo, homilía 56, 1
338
Cf. Liturgia de las Horas, Lectura del Oficio, 2º Domingo de Cuaresma
339
Cf. 1 Co 15, 27-28
75
Los apóstoles tienen una consolación. ¿Hay que desear la consolación? Sí. Es el
momento en el que habla Dios. Es cuando debemos avanzar cuanto podamos en nuestra vida
interior.
No toda la vida es consolación. Hay también desolación y hay momentos en que el
alma no es agitada por ningún espíritu.
Dios nos consuela y el consuelo es el momento en que el alma se siente llena de Dios.
Las virtudes teologales crecen y esto es lo esencial de la consolación. La consolación es una
participación de la vida celestial como fue esta consolación peculiar que tuvieron los
Apóstoles. Vieron la gloria del cielo anticipada en Jesús. Vieron cómo serán los hombres en la
gloria del cielo y esto los llenó de gozo.
Discutían sobre lo que sería la resurrección pero habían presenciado anticipadamente
como sería un hombre resucitado aunque no se daban cuenta.
“Este es mi Hijo amado, escuchadle”.
El relato de la transfiguración tiene un paralelismo con la revelación que tuvo Moisés
en el Monte Horeb y muchos elementos son comunes. Dios por medio de Moisés dio su ley al
pueblo de Israel y lo primero que dice al pueblo es “escucha” 340. En el monte Hermón341 el
Padre señala al nuevo Moisés, Jesús, el nuevo legislador y dice escuchadle. San Ambrosio342
comentando el pasaje del Deuteronomio (6, 4) dice que lo primero que pide Dios es que se lo
escuche. También Moisés habla del profeta que surgirá del pueblo y hará su oficio de
legislador y al cual hay que escuchar (Dt 18, 15)343.
Como la revelación bíblica es esencialmente palabra de Dios al hombre, el hombre
debe escuchar a Dios. La respuesta del hombre a la revelación es la fe pero la fe requiere
escuchar la voz de Dios. La fe nace de la audición344.
Todos los profetas del Antiguo Testamento enseñan que el creyente debe escuchar a
Dios345 y también el sabio346. Los judíos tenían como norma la Semá para no olvidarse de la
enseñanza de Dios347. También Jesús quiere que escuchen348.
Según el sentido hebraico de la palabra Semá, escuchar es no sólo prestar atención
sino también abrir el corazón349 y poner en práctica lo escuchado350, es obedecer. Tal es la
obediencia de la fe que requiere la predicación oída (Rm 1, 5; 10, 14 s)351.
Vivimos es un mundo que poco escucha. Se oye mucho pero se escucha poco. Muchas
veces, la multitud de sonidos no nos permite escuchar.
Escuchar es un acto de humildad. El que escucha se pone en actitud de discípulo
respecto al que habla.
Escuchar es propiedad de la sabiduría352. Escuchar ayuda a crecer en la caridad.
Si estas características de escuchar son útiles al hombre respecto del hombre, ¡cuanto
más escuchar a Jesús!

340
Dt 6, 4
341
Otros dicen que es el monte Tabor.
342
Cf. SAN AMBROSIO, Sobre los misterios, 1, 2, 7. Cit. en La Biblia Comentada por los Padres de la Iglesia.
Antiguo Testamento (3), Ciudad Nueva Madrid 2003, 372.
343
Cf. JSALÉN. al pasaje de la Transfiguración.
344
Cf. Rm 10, 17
345
Am 3, 1; Jr 7, 2
346
Pr 1, 8
347
Dt 6, 4; Mc 12, 29
348
Mc 4, 3.9
349
Hch 16, 14
350
Mt 7, 24ss
351
Cf. Vocabulario de Teología Bíblica, Herder Barcelona 200219, 289-290.
352
Cf. Pr 10, 19; 15, 31.32; 18, 15; 22, 17; 23, 12, etc.
76
Muchas veces, no nos disponemos a escuchar a Jesús. Escuchar a Jesús requiere
silencio a los demás sonidos. Silencio interior. Escuchar y retener. No como oyente olvidadizo
que dice el apóstol Santiago353. Escuchar, retener y poner por obra354.
Jesús es la Sabiduría encarnada. Escucharlo nos lleva a adquirir la verdadera sabiduría.
Jesús es ejemplo de discípulo porque siempre escucha la voz del Padre 355 y nos ama
infinitamente revelándonos la verdad que ha conocido del Padre356.
Dios escucha a los sencillos, a los simples 357, a los que hacen su voluntad358 y piden
según su voluntad359. Escucha a los que piden por medio de su Hijo 360 porque siempre lo
escucha361.
Sólo Dios puede abrir el oído de su discípulo362, profundizárselo para que obedezca363.
Jesús curó al sordomudo para que oyese364 y al siervo del sumo sacerdote (Lc 22, 50
ss.) .
365

Es muy importante escuchar al Hijo amado del Padre. En los Evangelios se relata lo
que hizo y habló Jesús. Escuchemos lo que nos dice. Hagamos silencio a los demás sonidos,
tanto externos como internos. Meditemos lo que escuchamos y pongámoslo por obra 366.
Cuando no entendamos recurramos al mismo Jesús y Él a solas nos explicará todo.

LA MONEDA EN LA BOCA DEL PEZ


Mt 17, 24-27

Esta narración es exclusiva de Mateo.


El milagro ocurre en el tercer año de la vida pública de Jesús en Cafarnaúm.
El tributo al que se refiere Mateo es el que pagaban anualmente al Templo todos los
israelitas varones, desde los veinte años. Cada uno tenía que pagar medio siclo. El estáter
equivalía a cuatro dracmas y a un siclo sagrado. Con uno se podía pagar el tributo de dos
varones. Lo normal es que las colectas se hiciesen antes de las tres fiestas de peregrinación.
Por Pascua, Pentecostés y Tabernáculos. Probablemente el suceso ocurre cerca de la fiesta de
los Tabernáculos367.
Entran en Cafarnaúm y se acercan los cobradores de impuestos. Era un tributo
sagrado368 para las necesidades del Templo. Le preguntan a Pedro sobre el pago del impuesto
de Jesús y Pedro afirma que Jesús lo paga. ¿Sabía Pedro si Jesús lo pagaba? Probablemente lo
había visto pagarlo o al menos sabía que era un israelita cumplidor de la Ley. La cuestión es
que Pedro responde afirmativamente.
Parece ser que Pedro fue abordado por los cobradores cuando caminaba solo o al
menos aparte del grupo porque si no le hubieran preguntado directamente a Jesús. No se ve
que haya algún deseo de investigar a Jesús aunque no se descarta la posibilidad de que los
fariseos los hubieran mandado con el propósito de acusar a Jesús por desobedecer la Ley.
353
St 1, 25
354
St 1, 22-23
355
Jn 8, 28
356
Jn 15, 15
357
Mt 11, 25ss
358
1 P 3, 12
359
1 Jn 5, 14ss
360
Jn 15, 7.16
361
Jn 11, 41-42
362
Is 50, 5; Cf. 1 S 9, 15; Jb 36, 10
363
Cf. Sal 39, 7ss
364
Mc 7, 33ss
365
Cf. Diccionario de la Biblia, Herder Barcelona 200010, 1359.
366
Mt 7, 24-26
367
Cf. LEAL, Sinopsis de los cuatro evangelios…, 225
368
Cf. Ex 30, 13 ss.
77
Al llegar a casa Jesús se anticipa a preguntar a Pedro del asunto que le preocupaba, el
asunto del impuesto. Jesús aborda el tema diciendo a Pedro: “¿Qué te parece, Simón?; los
reyes de la tierra, ¿de quién cobran tasas o tributo, de sus hijos o de los extraños? Al contestar
él: De los extraños, Jesús le dijo: Por tanto, libres están los hijos”. En un primer momento
pareciese que el ejemplo de Cristo se refiere a los tributos romanos, pero no, porque el tributo
es un tributo de los israelitas para el Templo y como rescate por la vida de cada israelita. Este
impuesto en su génesis está referido al rescate de los primogénitos369.

La comparación — pequeña parábola — está tomada de la vida real y aplicada a


Jesús y los suyos, en contraposición a los demás. Pero sobre todo a Él. Jesús
abiertamente reconoce y proclama su absoluta independencia frente a las leyes
tributarias del templo, que era homenaje, en último término, a Dios. La parábola
iba a tener algo de alegoría. Los hijos estaban exentos. Pero Pedro había
proclamado hacía aún poco, por “revelación” del Padre, que Jesús era “el Hijo
del Dios viviente”. Jesús se situaba así en la esfera de su Padre. Por eso estaba
exento del tributo al templo. Pero con Él estaban asociados y exentos los
discípulos. Era ello una prueba del supremo dominio legislativo de Jesús. No en
vano Él era “mayor que el templo” (Mt 12, 6). Por eso, Él dispensaba las leyes,
pues era “señor del sábado” (Mt 12, 8). De esta conducta de Cristo concluyen
Strack-Billerbeck: “De la prueba alegada por Jesús para su exención de la
didracma, se sigue que reivindica para sí, ante Dios, un lugar que jamás ha
convenido a un israelita”370.

Jesús había sido rescatado por sus padres371 en cumplimiento de las prescripciones de
la Ley pero aquí aplica el caso del tributo a sí mismo llamándose hijo del Padre y llamando
hijos a sus discípulos. Jesús es el Hijo 372 y sus discípulos son sus hermanos373 e hijo del mismo
Padre (Mt 5, 45; 4, 3 ss.)374. Es decir, ellos que tienen una relación estrechísima con el Padre,
sobre todo Jesús, están exentos del impuesto.
Jesús manda pagar el tributo para no escandalizar y lo va a pagar de una manera
peculiar, haciendo un milagro para conseguir el estáter, que era lo que tenían que pagar Él y
Pedro.
Jesús manifiesta en el milagro su conocimiento de las cosas ocultas. No sólo conoció
la preocupación de Pedro por el impuesto y su conversación con los cobradores sino que
ahora conoce la existencia de un didracma en la boca de un pez. Manda al pez que trague el
anzuelo que Pedro ha echado al mar y Pedro recogiendo el pez halla la moneda en su boca
según lo había dicho Jesús. Jesús conoce estas cosas por su ciencia divina pero también por su
ciencia humana, por su ciencia beatífica.
Pedro paga el impuesto por Jesús y por él.
El rescate que se pagaba por cada uno de los primogénitos con dinero Jesús lo pagará
muriendo en la cruz por todos los hombres de todos los tiempos y derramando su propia
Sangre375.

PARÁBOLA DE LA HIGUERA ESTÉRIL


Mc 11,12-14.20-22 p
369
Cf. Ex 13, 2; 13, 11 ss. y JSALÉN.
370
DE TUYA, PROFESORES DE SALAMANCA, Biblia Comentada (Va) Evangelios, BAC Madrid 1964, comentario
a Mt 17, 24-27
371
Lc 2, 22
372
Mt 3, 17; 17, 5; 10, 32 ss.; 11, 25-27
373
Mt 12, 50
374
JSALÉN. a Mt 17, 25
375
Cf. 1 P 1, 18-19
78
Este milagro lo realizó Jesús ya cercano a su pasión, en la última semana de su vida,
en el camino que va desde Betania a Jerusalén.
El milagro muestra la importancia y el poder de la fe. Jesús afirma que con fe se puede
mover montañas.
¿Y cuánta fe nos pide Jesús? Una fe como el grano de mostaza. “Si tenéis fe como un
grano de mostaza, diréis a este monte: Desplázate de aquí allá, y se desplazará, y nada os será
imposible”376. “Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro:
Arráncate y plántate en el mar, y os habría obedecido” 377. Y el grano de mostaza es la más
pequeña de las semillas378. Es decir, que con una fe pequeña en Jesús haríamos grandes obras
pero ni siquiera llegamos a tener esa fe pequeña.
Si pedimos a Dios por medio de la oración conseguiremos lo que pedimos pero
tenemos que tener una confianza plena en Jesús, debemos pedir sin dudar.
Los discípulos se sorprenden porque la higuerita que estaba junto al camino se secó
pero Jesús enseña a sus discípulos que harán lo mismo y cosas mayores, como transportar un
monte por los aires, si tienen fe y piden con fe.
El milagro de secar la higuera es el único milagro en donde Cristo destruye algo.
Todos los milagros tienen por finalidad manifestar que Cristo era Dios y casi todos son
parábolas en acción, es decir, contienen una enseñanza simbólica 379. En el milagro de la
higuera estéril Cristo muestra su poder pero principalmente quiere enseñar que la Sinagoga380
se iba a secar, había llegado su fin.
La Sinagoga debía dejar lugar a la Iglesia, se debía adherir al nuevo Reino de Dios
traído por Cristo y esto por la aceptación del Mesías. Sin embargo, la Sinagoga termina de
forma abrupta por castigo de Dios, por su incredulidad, por haber rechazado al Cristo.
La maldición de la higuera sucede al final de la vida pública de Jesús, cercana su
pasión. La Sinagoga está abocada a darle muerte. Jesús morirá por causa de la Sinagoga y
también morirá ella con Él. La rasgadura del velo del Templo es el momento puntual del fin
de la Sinagoga381. Cristo después de maldecir a la higuera dice algunas parábolas sobre el
rechazo de Israel al Mesías. Proclama los anatemas contra los dirigentes de la Sinagoga y
profetiza la destrucción de la ciudad deicida382.
El versículo difícil de interpretar es el 13: “no era tiempo de higos”. ¿Qué culpa tenía
la higuera de no dar higos en Abril si los da en Junio? Ninguna. Cumplía con la ley natural.
¿Entonces? La Sinagoga no tenía frutos y por eso Jesús la maldijo, pero, llegará el tiempo en
que tenga frutos. ¿Cuándo? Cuando llegue la estación, en el tiempo previsto por Dios.
Llegará un tiempo en que la Sinagoga dé frutos y será en el tiempo cercano a la
Parusía, cuando los judíos se conviertan en masa, y esa será la señal de la eminente venida del
Señor, porque cuando la higuera comience a reverdecer es porque se acerca el verano383.
¿Qué hacen los judíos actualmente? Obstinados en su doctrina persiguen a la Iglesia, a
los cristianos. Buscan su corrupción y su muerte. Así como Caín mató a Abel, la Sinagoga
mató a Cristo y busca matar a la Iglesia.

376
Mt 17, 20
377
Lc 17, 6
378
Mt 13, 32
379
Del griego  y del verbo que significa reunir, juntar, asociar. La
idea de símbolo implica recomposición, reconocimiento, presencia de algo distinto a la simple apariencia. El
símbolo es posible supuesta la capacidad cognoscitiva del hombre junto con su poder inductivo, deductivo,
intuitivo e imaginativo.
380
Nos referimos a los dirigentes religiosos que ostentaban la autoridad sobre el pueblo de Israel. Los que
rechazaron e indujeron el rechazo del Mesías.
381
Cf. Mc 15, 38
382
Cf. Mt 21-23
383
Cf. Mc 14, 28-30
79
Custodia la revelación de Dios y las promesas mesiánicas, pero está ciega. Se la
representa como una mujer con un velo en los ojos y la Biblia en la mano.
Llegará el tiempo en que el velo caiga. La conversión de los judíos, el reverdecer de la
higuera será algo grandioso384. Si su rebeldía produjo nuestra integración a la Iglesia, su
conversión será un acontecimiento sin parangón como una resurrección gloriosa.
A esta conversión hace alusión Mt y Lc en distintos contextos: “ya no me volveréis a
ver hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”385.

CAPÍTULO 7
RESURRECCIONES

LA RESURRECCIÓN DEL HIJO DE LA VIUDA386


Lc 7, 11-17

384
Cf. Rm 11, 15
385
Mt 23, 39 p
386
Cf. SAN AGUSTÍN, Sermón 139 A, o.c., T. XXIII, BAC, Madrid 1983, 270-73. SAGRADA BIBLIA, Nuevo
Testamento, EUNSA, Pamplona 2004, comentario al pasaje.
80
Este milagro ocurre después de la curación del siervo del centurión y antes que los
discípulos de Juan vengan a preguntar a Jesús si es el Mesías para decírselo. ¿Cuál fue la
pregunta de Juan por medio de sus discípulos? ¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar
a otro? Jesús hace en aquella ocasión muchos milagros y ellos probablemente escuchan la
narración de la resurrección del hijo de la viuda de labios de testigos presenciales. La
respuesta de Cristo a la pregunta de Juan son sus signos, ellos acreditan la presencia del
Mesías.
La narración es exclusiva de Lucas.
El milagro ocurre en una pequeña aldea de la Galilea al pie del monte Tabor.
Jesús va acompañado por sus discípulos y una gran multitud.
Jesús a las puertas de la ciudad se encuentra con el acompañamiento. El muerto es el
único hijo de una viuda.
La narración es concisa. Nadie le pide nada, nadie le suplica. Jesús se compadece de la
viuda y resucita a su hijo que era su único sostén.
Es manifiesta la doble naturaleza de Jesús: el poder de su divinidad para hacer el
milagro y el corazón humano de Jesús manifestación sensible de la infinita misericordia de
Dios.
Jesús resucita al joven con estas palabras: “joven, a ti te digo, levántate”. El Evangelio
detalla que el joven se incorporó y se puso a hablar y Jesús se lo dio a su madre. Trocó el
llanto de la viuda, causado por la muerte, en alegría por la vida.
Los efectos del milagro son el temor, la gloria de Dios y la propagación del hecho por
toda la región.
El milagro es realizado ante sus discípulos y una gran multitud, por una parte la que
acompañaba a Jesús y por otra la que salía de Naím.
La narración evangélica pone en boca de la multitud dos expresiones de gran interés
“un profeta ha surgido entre nosotros” probablemente por la evocación de los milagros
realizados por Elías y Eliseo387. La otra exclamación “Dios ha visitado a su pueblo” expresión
de las intervenciones divinas a lo largo de la historia del pueblo de Israel. Esta expresión se
refiere más propiamente al Mesías. Intervención divina en el Mesías que se irá profundizando
más adelante en la respuesta de Jesús a Juan por medio de sus discípulos y llegará a su
plenitud en la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo388.
La fe que suscita el milagro en los testigos no llega a alcanzar el fin del milagro pero
si, al menos, temor ante la presencia de un hombre con poderes extraordinarios y, en
definitiva, sobre alguien que domina las fuerzas naturales, quizá secundariamente, de estar
ante la presencia de alguien íntimamente relacionado con Dios 389. Por otra parte, algunos
reconocen en Jesús la presencia de un profeta390.
Este es uno de los tres milagros de resurrección que hizo Jesús. Los otros dos: el de la
hija de Jairo y la de Lázaro.
En ésta resurrección más que en las otras se nota el poder de Jesús. “Como de paso”
hace el milagro, sin ostentación ni grandes alharacas. Toca el féretro, le dice al joven que se
levante, y este vuelve a tener vida. Probablemente los dos grupos que se encontraron en el
camino seguirían su marcha.
Dice San Agustín que muchos se asombran del milagro externo y no del poder de
Jesús de resucitar al pecador. Sólo se sorprende de la interior resurrección aquel que ha
resucitado en el corazón.

387
Cf. 1 R 17, 17-24; 2 R 4, 18-37
388
Cf. Lc 9, 18-21
389
v. 16
390
Ibíd.
81
De las tres resurrecciones que Jesús realizó en su vida la primera se refiere a la muerte
del hombre en el interior, la segunda cuando el pecado interior se exterioriza y la tercera al
pecado hecho vicio391.
Jesús se compadece de aquellos que lloran por los pecadores y concede gracias
abundantes a sus lágrimas.
Pongamos ante Jesús las almas de los pecadores. Confiemos en Aquel que tiene poder
de resucitar las almas como tantas veces lo hemos experimentado en nuestras propias vidas.

RESURRECCIÓN DE LA HIJA DE JAIRO


Mt 9, 18-20.23-26 p

Este milagro ocurrió en el segundo año de la vida pública de Jesús, después de la


resurrección del hijo de la viuda, probablemente en Cafarnaúm.
Mateo presenta a la niña como muerta al llegar el jefe de la sinagoga junto a Jesús. El
que le pide el milagro se llamaba Jairo. Los otros sinópticos presentan a la niña agonizando.
Jesús se dirige hacia la casa de Jairo y en el camino cura a una hemorroísa (Mt). Mc y
Lc narran, además, otro suceso: vienen los de la casa de Jairo a avisarle que su hija ha muerto
y que en consecuencia no tiene sentido molestar al Maestro. Jesús le dice a Jairo que tenga fe.
Los que vienen con el recado creen que Jesús puede curar enfermedades pero ante la muerte
es impotente. Jesús al decirle a Jairo que tenga fe se presenta como el que tiene poder también
ante la muerte. Sabe que va a resucitar a la niña y va al encuentro con la muerte para vencerla.
“No temas; solamente ten fe”. Jesús pide fe a Jairo.

Cristo exigía la fe a sus milagrados; y a veces el milagro dependía del grado o


existencia de esa fe; pero no exigía fe a los muertos que resucitó. La fe, pues, es causa
(concausa) del milagro; pero no es causa física de él sino causa moral: en el sentido
de que Cristo se interesaba en sus milagros sólo en cuanto eran medios de llevar a los
hombres a la conversión interior, y a creer en Él y en sus tremendas palabras392.

No temas, ten confianza en mí, parece decirle Jesús a Jairo, que puedo curar y también
resucitar. Tengo poder sobre la enfermedad, que es el anticipo de la muerte, pero también
tengo poder sobre la muerte. ¿O no te has enterado del milagro de Naím? Si crees, veraz
resucitar a tu hija y también conocerás mi resurrección de entre los muertos como sello
definitivo de toda mi enseñanza y mis signos.
El temor surge ante el peligro real que se nos presenta. Aquí el temor de Jairo tiene
como causa la muerte de su hija y la realidad de tener que enfrentarse a la separación de la que
amaba. Jesús le pide que crea en Él y así su miedo desaparecerá. Jesús ahuyentará también el
objeto real del miedo de Jairo, la muerte.
No todos van a ser testigos directos de aquella resurrección, sólo los padres de la niña
y los apóstoles predilectos del Señor. Sin embargo, todos los que están en el velatorio son
testigos de la resurrección, pues, los detalles que nos dan los sinópticos sobre los que lloraban
y lo que dicen a Jesús, las burlas al pobre iluso, demuestran claramente que la niña había
muerto.

¿Por qué hizo salir a todos antes de obrar el portento? Primero, porque se habían reído
de Él y no merecían verlo. Segundo y principal, porque Cristo no quería hacer
espectáculos sino crear fe. La fe es interior, la fe no ama los alborotos, la fe no hace
391
La del joven de Naím, la de la hija de Jairo y la de Lázaro respectivamente.
392
CASTELLANI, El Evangelio de Jesucristo…, 377-78
82
aspavientos, la fe se nutre en el silencio: ella es callada y operosa, es sosegada, es
modesta, es fecunda, es más amiga de las obras que de las palabras, es fuerte, es
aguantadora, es discreta. Es pudorosa. Los hombres profundamente religiosos no
ostentan su religiosidad, como los Don Juan Tenorio de la religión, porque todo amor
profundo es ruboroso; lo cual no impide que reconozcan a Cristo ante los hombres
cuando es necesario393.

Jesús entra en la habitación y tomándola de la mano la manda levantarse y ella se


levanta volviendo a la vida. Lucas dice que Jesús les mando darle de comer.
Los testigos estaban sobrecogidos de temor. Les pidió que no lo contaran pero el
milagro se difundió por la comarca ¿Cómo callar suceso tan extraordinario?
Los padres de la niña tendrán acceso al conocimiento de lo que experimentó la niña
después de la muerte. Ella les habrá contado su experiencia. Pero lo más importante es el don
de la fe que han recibido. La maravilla que presenciaron fortaleció enormemente la fe que
tenían en Jesús.
Los apóstoles presenciaron una vez más un milagro de resurrección. Ellos estaban
junto a un hombre que tenía poder sobre la vida y la muerte. También serán testigos de una
tercera resurrección: la de Lázaro. Y finalmente contemplarán a Jesús resucitado con sus dotes
gloriosas.
Entre estas resurrecciones y la de Jesús hay una diferencia esencial. Estas son
temporales, la de Cristo es definitiva.
Los apóstoles tendrán la gracia de convivir con el primer hombre que resucita
definitivamente de entre los muertos y estarán con él durante cuarenta días antes de su
ascensión a los cielos. Ellos conocerán de labios de la infinita Sabiduría lo que hay después de
la muerte y sabrán donde está el árbol de la vida que se negó a nuestros primeros padres.
Sabrán que Jesús es “la resurrección y la vida” y de todo esto serán testigos hasta el fin del
mundo.
Muchos de ellos presenciarían la muerte de los que resucitó el Señor y todos
testificarán con su vida la resurrección definitiva de Jesús sellándola con su sangre.

Jesús requiere para algunos milagros la fe.

Le pide a Jairo que no tema y que crea.


Nuestros miedos nos vienen por una falta de confianza en Jesús. Es cierto que hay
situaciones objetivamente peligrosas para nosotros cuando contamos con nuestras solas
fuerzas y el miedo que sentimos es algo natural. Jairo sintió miedo ante la muerte de su hija.
No era una posibilidad infundada como suele ocurrir en nosotros que tememos situaciones
que no existen o que inventamos, sobre todo, respecto de nuestro futuro.
Jesús le pidió que no temiese y que tuviese fe. ¿Fe en quién? Fe en Él. Jairo lo había
buscado porque tenía fe en que era capaz de sanar a su hija, pues, es el Salud Dador, Jesús.
Ahora Jesús le pide que tenga fe en Él como el Señor de la vida y de la muerte. ¿Y quién es
Señor de la vida y de la muerte sino Dios? Jesús le pide a Jairo que crea en Él. Y Jairo se va
con Él. Tiene esperanza en que Jesús va a hacer algo respecto a su hija muerta.
Si tuviéramos más fe en Jesús conseguiríamos cosas mayores. No las conseguimos
porque nos falta fe.
Cuando llega y le dice a la gente que la niña no está muerta sino que duerme abre la
esperanza de la resurrección. Para Dios la muerte es como un sueño. Ellos se reían porque les
faltaba fe. Jesús los hecha fuera y no los deja presenciar el milagro.
Sólo se queda con aquellos que tienen fe en Él y no dudan que pueda resucitar un
muerto. Los discípulos ya han presenciado la resurrección del hijo de la viuda. Los padres

393
CASTELLANI, El Evangelio de Jesucristo…, 381-82
83
tienen fe en Jesús y abrigan una esperanza contra toda esperanza, tan propia de los momentos
límites de nuestra vida.
Jesús resucita a la niña y se la devuelve a sus padres.
Ellos y sus discípulos quedan llenos de espanto. Un temor reverencial ante la presencia
de un hombre extraordinario o ante alguien muy cercano a Dios.

La fe es algo interior

Jesús no busca con sus milagros manifestaciones populares. “Les insistió en que nadie
lo supiera”. El diablo lo había tentado en el desierto para que hiciese obras espectaculares y
entonces los hombres creyesen en Él. Le había propuesto que se tirara del pináculo del templo
y bajase volando pero Él había rechazado esa tentación reafirmando su vocación de Mesías
humilde y humillado.
Los milagros de Jesús son para confirmar su doctrina. Tenemos que creer a Jesús.
Creer lo que nos dice. Si Jesús nos favorece con un milagro bienvenido pero si Él permite que
sigamos con nuestras necesidades no por eso debemos aflojar en la fe.
Jesús hace milagros a desgana, dice el padre Castellani 394. No quiere que lo sigan por
los signos. Una vez que lo quisieron hacer rey porque había hecho una multiplicación de
panes Él rechazó la reyesía y huyó. No quiere ser rey de los estómagos y de los enfermos sino
rey de todo el hombre, alma y cuerpo.
Mucha gente busca lo extraordinario de la fe y se equivoca. La fe no necesita milagros.
Si se dan, bien, sino, hay que seguir creyendo. “Dichosos los que no han visto y han
creído”395. Un día le dijeron a San Luis rey que se había aparecido Jesús en forma de niño en
la hostia consagrada y lo invitaban a ir a ver y no fue. Les contestó: creo que Jesús está en la
Eucaristía. Así es la fe de los hombres verdaderamente religiosos.

LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO
Jn 11, 1-45

Esta es la última resurrección que Jesús realiza en su vida pública. Sucede en el tercer
año ya cercano su pasión.
La finalidad del milagro la hace constar Juan en tres ocasiones: en el v. 4, en el 15 y en
el 42. La resurrección de Lázaro busca suscitar la fe en Jesús.
Este milagro trasmite también una enseñanza clara: Jesús es la resurrección y la vida.
Y la resurrección y la vida que posee Jesús se alcanza por la fe en Él: “el que cree en mí,
aunque muera, vivirá y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás”.
Jesús podría haber estado allí cuando Lázaro agonizaba y haberlo curado, salvándolo
de la muerte, pero no, quiere que muera para resucitarlo.
Su enseñanza: “Yo soy la resurrección y la vida” la prueba con la resurrección de
Lázaro.
Jesús habla con las dos hermanas de Lázaro al llegar a Betania. Primero con Marta.
La fe de Marta es imperfecta. Sus palabras son mezcla de confianza y a su vez de
reproche. Ella cree que Jesús va a resucitar a Lázaro el último día, según lo enseñaba la
doctrina de su tiempo, pero Jesús actualiza en sí mismo y en su poder la espera hasta el fin del
tiempo “Yo soy”, no sólo la vida por esencia sino la vida eterna y puedo resucitar en cualquier
tiempo que quiera396. Es decir, que en Jesús podemos resucitar ya uniéndonos a Él por la fe. El
que se une a Jesús por la fe tiene la vida eterna aunque necesariamente tendrá que gustar la
muerte corporal. Jesús aparece como el único capaz de librar de la desesperación de la muerte.
394
Cf. CASTELLANI, El Evangelio de Jesucristo…, 464
395
Jn 20, 29
396
Cf. JSALÉN. a v. 25b
84
Marta se aferra a Jesús. Jesús es vida sin límites, vida esencial, fuente de vida. Él es la vida
que vence a la muerte y al pecado.
Jesús resucita a Lázaro que estaba puesto en el sepulcro hacía cuatro días 397 y a este
hecho hace alusión Marta al decirle “Señor, ya huele”.
La resurrección de Lázaro es un preludio de su propia resurrección y en ambas vencerá
a la muerte. Será glorificado en ésta por el Padre concediéndole hacer el milagro y también en
aquella por su resurrección398.
El milagro no es una exhibición fabulosa de poder, quiero decir, que Cristo no aparece
como exigiéndose enormemente, sino que con naturalidad y manifestando su divinidad y el
poder de ella dijo: “¡Lázaro, sal fuera!” y el muerto salió resucitado.
La fe de Marta confesó a Cristo como Mesías, aunque, como dijimos era una fe
imperfecta. La fe de María era una fe superior. Ella creía que Jesús podía resucitar a su
hermano ya y esto habla de una concepción mesiánica más profunda. Tiene una fe contra toda
esperanza.
¿Qué habrá sido de la fe de estos tres hermanos, de los apóstoles y de los que
presenciaron el milagro? De hecho el efecto sobre los bien dispuestos habrá sido creer que
Cristo era el Enviado, el Mesías399.
Los discípulos y los tres hermanos creerían en la divinidad de Jesús porque apropiarse
el nombre divino y hablar de la posesión de la vida por esencia ¿a quién puede caberle sino
sólo a Dios?
En los incrédulos surtió su efecto porque querían hacer desaparecer la prueba más
contundente de que era el Mesías esperado. La prueba de su mesianidad, manifestada por el
milagro, los escandalizó400.

LA RESURRECCIÓN DE CRISTO
Jn 20, 1-10

La resurrección de Cristo es un misterio de fe.


La resurrección de Cristo estaba profetizada en algunos pasajes del Antiguo
Testamento aunque veladamente y el mismo Cristo la había preanunciado explícitamente. La
mayoría de los judíos, salvo la secta de los saduceos creían en la resurrección de los muertos
en general. Cristo va a revelar a sus discípulos su propia resurrección. Pero cuando habló de
su resurrección los apóstoles no entendieron. Es paradójico cómo ellos que vieron en la vida
del Maestro tres resurrecciones de otras personas dudaban de la de Él. Después de su muerte
estaban abatidos y tristes como si Cristo no fuera a resucitar y de hecho se resistirán a creer
los primeros testimonios de la resurrección. El testimonio de las Escrituras no les fue
suficiente para creer en la resurrección de Jesús.
Por otra parte, las pruebas de la resurrección de Cristo tampoco son suficientes para
llevar a la fe. El sepulcro vacío, el sudario plegado y los lienzos en el suelo donde estaba el
cuerpo del Señor prueban que no se habían robado el cuerpo del Señor pero son insuficientes
para la aceptación del hecho de la resurrección. Un sepulcro vacío, a un hombre que nada sabe
de la posibilidad de la resurrección, no le dice gran cosa.
Aquella mañana del día primero María que había ido con las otras mujeres a terminar
de amortajar a Jesús se encontró con el sepulcro abierto y fue a dar la noticia a Pedro y a Juan.
María no pensó en que Cristo podría haber resucitado sino que pensó que se habían llevado el
cuerpo de Jesús.

397
v. 17
398
Cf. v. 4 y JSALÉN.
399
Cf. v. 42
400
Cf. Jn 12, 9-10
85
La noticia se la da a Pedro. Pedro sigue siendo el principal, a pesar de la defección en
la noche de la pasión. Todos se enteraron del hecho y también de su arrepentimiento. A pesar
de su caída sigue siendo el primero en el colegio apostólico. Primacía que le había concedido
Cristo en Cesarea de Filipo. También Juan conoce la noticia del sepulcro vacío.
Los dos corren al sepulcro y llega primero Juan. Ve el sepulcro vacío pero no entra.
No por miedo sino que este gesto de Juan tiene un significado más profundo. ¿Qué significa?
Nuevamente reconoce la primacía de Pedro y espera la declaración de su autoridad sobre lo
que hay allí en el sepulcro donde enterraron a Jesús. Pedro certificó la ausencia del cadáver,
los lienzos por el suelo y el sudario plegado en la cabecera de la tumba.
El discípulo amado “vio” ¿qué vio? Las pruebas de la resurrección “y creyó” porque a
lo que vio se sumó las palabras proféticas como dice a continuación el pasaje “pues hasta
entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los
muertos”. Pero dice vio. Vio con los ojos del cuerpo las pruebas: el sepulcro vacío, los
lienzos, el sudario, la piedra corrida… “el sepulcro vacío ha constituido para todos un signo
esencial. Su descubrimiento por los discípulos fue el primer paso para el reconocimiento del
hecho de la Resurrección”401. Ese ver fue como un haz de luz que penetró en la mente de Juan
y que encendió su fe.
Los argumentos que Cristo dio a sus discípulos tomados en conjunto prueban la
resurrección402 pero no aisladamente porque no son argumentos científicos que darían
evidencia y anularían la fe sino que como conocían que Cristo debía resucitar los argumentos
vienen en ayuda de las profecías y disponen mejor para el acto de fe403.
Juan recordó las profecías que habían predicho este acontecimiento y creyó, es decir,
hizo un acto de fe movido por Dios y por su voluntad, sin el cual, no se puede aceptar la
resurrección.
Tanto María como Juan son los primeros. ¿Primeros en qué? En tener contacto con la
resurrección del Señor. María va a ser la primera en ver a Jesús resucitado 404 y Juan es el
primero en creer en la resurrección de Jesús. Ambos se caracterizan por ser los discípulos del
amor. Ella amaba mucho porque se le había perdonado mucho y él era el discípulo amado y
amaba a Jesús de una manera singular, con la fuerza de la virginidad.

Aquí tenemos una de las grandes leyes de la vida. En cualquier clase de obra, es
verdad que no podemos realmente interpretar el pensamiento de otra persona a menos
que haya entre nosotros un nexo de simpatía. Resulta evidente cuando el director de
orquesta está en relación de simpatía con la música del compositor cuya pieza está
interpretando. El amor es el gran intérprete. El amor puede captar la verdad cuando el
intelecto se mueve todavía inseguro y a tientas. El amor puede darse cuenta del sentido
de una cosa cuando la investigación sigue a ciegas. Una vez, un artista joven le trajo a
Doré un cuadro de Jesús para que le diera su parecer. Doré se resistía a hacerlo; pero,
por último, dijo una sola frase: “Tú no le amas; porque, si le amaras, le habrías pintado
mejor”. No podemos entender a Jesús ni ayudar a otros a entenderle, si no le
entregamos nuestros corazones tanto como nuestras mentes405.

* * *

Pedro y Juan son testigos de la resurrección. Ellos vieron, escucharon y tocaron a Jesús
resucitado. Son testigos de Jesús resucitado. Testigos de la resurrección de Jesús. Y nosotros,
a través de ellos, vemos a Jesús resucitado, pero también, si queremos, podemos negarnos a
401
CATECISMO IGLESIA CATÓLICA Nº 640.
402
III, 55, 6 c
403
Cf. III, 55, 5 c y ad 2
404
Cf. Jn 20, 15-17
405
BARCLAY, Comentario al Nuevo Testamento, Clie España 2006, comentario a Jn 20, 1-10
86
ver a través de ellos como lo hizo Tomás apóstol406. Estos testigos fueron muy críticos no
como a veces los han tachado de muy crédulos. Se negaron a creer fácilmente a los
testimonios de las mujeres y al de algunos discípulos de entre ellos mismos y hasta ellos
mismos cuando vieron a Jesús resucitado creyeron que era un fantasma. Esta “incredulidad”
de los apóstoles, la cual, el mismo Señor les recriminó, nos habla de la veracidad del hecho
histórico de la resurrección y de la seriedad de su testimonio.
Podemos decir “ver para creer” y el Señor nos dirá como a Tomás “porque me has
visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído”407.
Juan “vio y creyó”. Vio signos de la resurrección y recordó los motivos para creer pero
no vio la resurrección ni a Cristo resucitado, en ese momento. Juan hizo un verdadero acto de
fe. Se abandonó en las palabras de la Escritura, en las palabras de Jesús y creyó en la
resurrección de Jesús porque se abandonó en Jesús.
Un día que fue San Pablo al Areópago donde se juntaban los griegos para hablar sobre
la sabiduría les habló de la resurrección de Cristo y se rieron de él tratándolo de charlatán
porque para ellos la resurrección era algo inaudito408.
Quizá si hoy decimos que tenemos esperanza en la resurrección se van a reír de
nosotros.
Nosotros creemos que vamos a resucitar porque creemos que Cristo resucitó.
Y ¿cómo sabemos que Cristo resucitó? Porque así lo enseñan las Escrituras, la
Tradición y la Iglesia. Es un dogma de fe.
Y hemos visto a Cristo resucitado. No directamente, pero sí a través de los testigos que
lo vieron, los apóstoles. Sin embargo, aunque no lo hemos visto directamente creemos en la
resurrección. La fe es de lo que no se ve. Si lo veo, ya no lo creo. La fe desaparece.
“La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de lo que no se ve”409.
Espero ver a Cristo resucitado con estos ojos pero por ahora lo veo con los ojos de la
fe. No puedo explicar el misterio de la resurrección pero mi prueba es que creo en él.
El misterio de la resurrección es importantísimo. Dice San Pablo: “si no resucitó
Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe […] estáis todavía en vuestros
pecados […] Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos
los más dignos de compasión de todos los hombres!”410.
La religión cristiana culmina con el triunfo de la resurrección. No termina con la cruz
como parecen achacarle los que no conocen su doctrina y también algunos de los mismos que
están dentro de la Iglesia, me refiero al progresismo cristiano. El progresismo anticipa la
resurrección y anula la cruz pero no puede haber resurrección sin muerte. Es necesario imitar
toda la vida de Jesús. Pero su vida termina en el gran triunfo de su resurrección gloriosa.
Creer en la resurrección de Cristo implica creer, en consecuencia, en nuestra
resurrección porque somos hombres como Él y si Él ha resucitado tiene poder, como lo hizo
en su vida mortal, de resucitarnos a nosotros.
Esta verdad quiere decir que podemos y debemos aspirar a una vida trascendente de
esta mortal. Una vida más importante. Una vida de hombres resucitados. Y de esta verdad se
deduce otra: que esta vida es una vida pasajera y que no es la más valiosa y que no es la única.
Cristo ha resucitado y nos dice como a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida. El que
cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees
esto?”411.

* * *

406
Cf. Jn 20, 25
407
Jn 20, 29
408
Cf. Hch 17, 31-32
409
Hb 11, 1
410
Cf. 1 Co 15, 14-19
411
Jn 11, 25-26
87
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro;
vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús
debía resucitar de entre los muertos412.

En los pasajes evangélicos de la resurrección hay al menos tres referencias a la poca


comprensión que los discípulos tienen de las Escrituras. Además de la ya citada:

El ángel a las mujeres en la madrugada del domingo:

No está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea,
diciendo: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los
pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite” Y ellas recordaron sus
palabras413.

Jesús a los discípulos de Emaús:

Él les dijo: “¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los
profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?” Y,
empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había
sobre él en todas las Escrituras414.

La Escritura es una de las fuentes de Revelación y la respuesta del hombre a ella es la


fe.
La fuerza de la fe está en aceptar lo que revela Dios. En el caso de la resurrección, lo
que habían revelado los profetas y el mismo Jesús. Jesús les había revelado el misterio de su
muerte y de su resurrección en distintos momentos415. A la muerte tenían más acceso como
cosa de cada día pero sobre la resurrección tenían poca experiencia, habían visto tres
resurrecciones que había hecho Jesús.
Los apóstoles han sido testigos de las resurrecciones realizadas por Jesús, le han
escuchado decir: “Yo soy la resurrección y la vida” y profetizar su muerte que ya se ha
cumplido y también su resurrección pero sobre ésta dudan… ¿Por qué? Porque no terminan de
aceptar el mesianismo de Jesús, mesianismo de cruz, y en consecuencia no aceptan a Jesús tal
cual se las ha revelado.
Por un lado, entonces, está su falta de fe, su incredulidad, su falta de persuasión, de
convencimiento. Por otro lado, falta comprensión de la fe, reflexión sobre el dato revelado. La
fe de los discípulos es una fe superficial.
En los pasajes que hemos mencionado, los de Emaús, no habían profundizado el dato
revelado sobre la pascua de Jesús que comenzaba con los profetas y tenía su culminación en la
resurrección del Señor. Seguramente, habían escuchado la lectura de los profetas y también de
boca del mismo Jesús las profecías sobre su pascua pero no se habían detenido a meditarlas, a
ver su ilación perfecta. Si lo hubieran hecho, su fe hubiese sido más sólida y no se hallarían
tan vacilantes ni apesadumbrados por la muerte del Maestro en el camino de Emaús. Las
mujeres hasta se habían olvidado de las palabras de Jesús sobre su Pascua. La fe entra por el
oído; pero si entra por un oído y sale por el otro, hecho no tan extraño, no sirve de nada. Las
mujeres creían que el cadáver había sido robado, al menos en el momento en que van al
sepulcro. Finalmente, Juan necesitó argumentos de credibilidad, el sudario, los lienzos, el
sepulcro vacío. Estos hechos, tal cual él los vio deshacían la suposición del robo del cadáver y

412
Jn 20, 8-9
413
Lc 24, 6-8
414
Lc 24, 25-27
415
Mt 16, 21; 17,9.22; 20, 19; Jn 2, 19.21-22; Cf. Mt 12, 40
88
lo llevaban a una comprensión de las Escritura porque se cumplía lo profetizado, que debía
resucitar, y esta reflexión concluyó en el acto de fe en la resurrección.
La fe ayuda a la inteligencia y la inteligencia ayuda a la fe. Cuando uno cree
comprende mejor la revelación, se le hace inteligible. Y cuando uno busca la verdad
sinceramente la inteligencia movida por la gracia da el salto y cree, hace el acto de fe. El
complemento de fe y razón conducen a la comprensión del dato revelado.
Los de Emaús necesitaron la visión de Jesús resucitado para creer y lo mismo las
mujeres. En cambio, Juan, no. Juan vio los signos de la resurrección, los confrontó con lo
revelado por Jesús y creyó. Luego, confirmaría su fe viendo a Jesús resucitado.
Por eso Juan escribe: “dichosos los que no han visto y han creído” 416 porque la fe
desaparece con la visión, porque la fe “es la prueba de lo que no se ve” 417. El dicho popular
“ver para creer” contiene una contrariedad.
Nosotros no hemos visto y creemos. Es más meritoria nuestra fe. Creemos a los que
vieron, a los discípulos del Señor. Gracias a lo que han visto son testigos cualificados para que
nosotros aceptando su testimonio creamos. Sin embargo, siempre nos queda ese gustito
amargo causado por la nostalgia de la visión, anhelo inmortal de nuestra alma que tiene que
conformarse por ahora con la visión oscura de la fe. Por ahora vemos a través de los ojos de
los testigos.
Creamos lo que los que vieron nos dicen pero reflexiones sobre lo que nos dicen,
profundicemos el dato revelado, desarmemos todas las incoherencias que encuentre nuestra
razón en lo trasmitido, porque la fe no es irracional, y así nuestra inteligencia se aquietará y la
fe será más firme. En la medida de lo posible tenemos que profundizar el dato revelado. Sin
embargo, tenemos que saber, y lo digo una vez más, que la fe encuentra su pureza en la
aceptación de quién revela que en definitiva es el mismo Dios.
¿Y si nos preguntan si estamos dispuestos a dar la vida por la fe en la resurrección, que
es lo mismo que decir, en la vida eterna? Fácil respuesta en los labios, difícil y hasta
temblorosa en el corazón. Los testigos que vieron dieron la vida por esa verdad. Si nosotros
vemos por esos testigos y son para nosotros la voz del mismo Cristo debemos estar dispuestos
sinceramente a hacer lo que ellos hicieron. De lo contrario o nos falta fe o nos falta
comprensión de la fe.

¿Qué nos trae la aceptación de la resurrección?

Nos trae tres gracias.

La renovación moral
¡Qué bien nos sentimos celebrando la resurrección de Cristo! Terminados todos los
años los días de cuaresma. Y es que aunque amemos la cruz, la cruz es simplemente un paso,
un paso duro y estrecho, pero un paso, al fin, hacia la resurrección.
Hemos dejado atrás nuestros pecados, los hemos clavado en la cruz, hemos muerto con
Cristo al hombre viejo, al menos, es lo que deberíamos hacer en cada cuaresma. Todavía no
hemos muerto físicamente pero hemos muerto místicamente al hombre de pecado. No hemos
resucitado físicamente pero si hemos resucitado místicamente a un hombre nuevo por la
pascua del Señor.
Todos los años podemos morir y resucitar en la liturgia de Semana Santa pero también
a cada minuto podemos morir y resucitar, pasando del hombre viejo al hombre cristificado,
cada minuto podemos y debemos vivir la pascua del Señor. Estamos llamados a vivir como
resucitados.

416
Jn 20, 29
417
Hb 11, 1
89
Vivir místicamente la claridad de los resucitados por la caridad, vivir la agilidad por la
docilidad al Espíritu Santo, vivir la sutileza por la fortaleza cristiana y la impasibilidad por el
amor al sacrificio.
Anhelamos vivir sin pecado, unidos con Dios para siempre, impecables. Porque no
hacerlo desde ahora. La contemplación de la resurrección es una invitación a vivir desde ya
como resucitados o al menos en un constante morir al hombre viejo y resucitar al hombre
nuevo, en una contante pascua.
Si la celebración de la resurrección nos trae alegría ¡qué será vivir como resucitados!
Ya desde ahora podemos hacerlo. Que la pascua que nos renueva espiritualmente se continúe
hasta la pascua eterna.
Congratulémonos con Cristo resucitado. ¿Qué es congratularse 418? “Alegrarse con”.
Alegrarse con la alegría de Cristo. Por su alegría. Por lo bueno que le ha ocurrido a Él. Por su
triunfo sobre la muerte, sobre el demonio y sobre el pecado.
Nos compadecemos con Él en su pasión, es decir, hemos sentido tristeza con su
tristeza. Sintamos también alegría con su alegría.
Es cierto que el objeto de la alegría de Cristo es causa de alegría también para nosotros
porque la resurrección es por nosotros. Nosotros hemos sido liberados en Cristo y por Cristo.
Nosotros hemos entrado al cielo con Cristo y por Cristo.
Alegrémonos por la alegría de Cristo, el primer resucitado, la primicia de los hombres
resucitados, de los hombres nuevos, de los hombres de la nueva creación.
Alegrémonos con la alegría de Cristo que tiene oficio de consolador para con su madre
y para con su Iglesia. Tanto lo deseaba y ahora lo hace, llegó la hora del consuelo.
Alegrémonos por la alegría de la Cabeza del Cuerpo Místico de la Iglesia que está en
la gloria. Cristo ha vencido.
Y en la congratulación con Cristo aprendamos a congratularnos con nuestros
hermanos. Congratulándonos con la Cabeza aprendamos a congratularnos con el Cuerpo de la
Iglesia.
La congratulación es el sentimiento más difícil de adquirir. Es la cumbre de los buenos
sentimientos del hombre. Es más fácil sentir tristeza con el que está triste que alegrarse con el
que está alegre, porque en este último caso, muchas veces, se desliza la envidia.
Es más fácil congratularse con los superiores y con los inferiores que con los iguales.
Es más fácil congratularse con Cristo que con nuestros hermanos. Nos cuesta mucho
congratularnos entre los miembros del Cuerpo Místico de la Iglesia y eso es en perjuicio de la
Iglesia y en beneficio de los enemigos de la Iglesia.
Aprendamos a congratularnos entre nosotros como nos han enseñado los santos. Lo
aprenderemos:
+ Congratulándonos con Cristo. Contemplando sus misterios, especialmente el de la
resurrección. Pero también sus enseñanzas, sus milagros, sus discursos, sus contiendas con los
fariseos, su trato con las almas…
+ Considerando la Iglesia como un cuerpo con muchos miembros en los que todos formamos
parte de un todo y todos nos necesitamos 419. Cada uno realiza su función. Unas más
importantes, otras menos importantes, todas importantes a los ojos de Dios y en relación a la
totalidad del Cuerpo.
+ Alegrarnos por todo lo bueno que ocurre en la Iglesia. Porque lo bueno que ocurre en ella es
motivo de alegría para todo el Cuerpo místico. Tenemos que alegrarnos sinceramente por la
alegría que tenga mi hermano al ser bendecido por una gracia de Dios independientemente de
que eso redunde en mi bien porque mi hermano es parte de mí en el Cuerpo Místico.

418
Del latín congratulari: Manifestar alegría y satisfacción a la persona a quien ha acaecido un suceso feliz. En el
Evangelio aparece ésta expresión por ejemplo en Lc 15, 6.9: “alegraos conmigo”, congratulamini,

419
Cf. 1 Co 12, 25-30
90
La esperanza.
Cristo es el primer resucitado. Y como Cristo ha resucitado también resucitaremos
nosotros. Cristo es verdadero hombre como nosotros, con un cuerpo y un alma humana. Su
cuerpo y su alma se han unido nuevamente por la resurrección venciendo definitivamente a la
muerte.
Cristo es prenda de nuestra resurrección.
La contemplación de la resurrección de Cristo enciende nuestra esperanza.
Nuestro anhelo es vivir para siempre. No sólo queremos ver a Dios con el alma sino
con todo nuestro ser, alma y cuerpo. En Jesús se ha cumplido ya nuestro anhelo. Es la
primicia de los resucitados. Es la primicia de nuestra vida del cielo.
La contemplación de Cristo resucitado acerca nuestra espera, hace casi tangible el
objeto de ella. La vida eterna que esperamos ya se ha realizado en el tiempo en un hombre. La
historia nos narra el hecho de que un hombre ha resucitado. La esperanza acrecienta la fe, y la
fe y la esperanza encienden el amor y el amor une. Por eso la contemplación de la
resurrección de Cristo nos hace vivir en Dios y nos trae el júbilo.
La contemplación de la resurrección de Cristo nos grita que la espera no es vana, que
la espera tiene su fin. Ya cada año vemos su fin cuando Cristo resucita. Y con el correr de los
años la esperanza natural disminuye y crece la esperanza sobrenatural porque se acerca la
posesión anhelada, ya poseída en la resurrección de Cristo.
Y la esperanza es el gran secreto de la felicidad cristiana. Si Cristo no ha resucitado
vana es nuestra fe, vana nuestra predicación, estamos en nuestros pecados todavía, nada tiene
sentido. Comamos y bebamos que mañana moriremos. Pero no, Cristo ha resucitado y
nosotros los cristianos esperamos vivir eternamente y esto es lo que nos ayuda a vivir
muriendo cada día, a renunciar al mundo y a sus pompas y a poner nuestra vista en las
realidades eternas.

El júbilo
El júbilo pleno. El júbilo mesiánico llevado hasta la cumbre. Si bien la Encarnación es
el comienzo de la Pascua de Cristo su culminación se da en la resurrección y ascensión.
El júbilo es la alegría en todo el ser, es la perfección de la alegría. El júbilo nos hace
vivir en Dios olvidados de nosotros mismos. Unidos a Dios en un acto permanente. El júbilo
de la resurrección es el júbilo de la eternidad. Por la resurrección de Cristo hemos sido
liberados para vivir en Dios.
El júbilo de la resurrección será proporcional al sufrimiento de nuestra pasión,
proporcional a nuestra muerte. Cuanto más muramos a nosotros mismos más estaremos
unidos a Dios.
Cuando San Pablo decía: cada día muero, quería decir, muero para estar más unido a
Dios, para resucitar cada día en Dios.
El júbilo se construye con obras de amor y no hay mayor amor que morir por el que se
ama. Cuando aceptamos la cruz cotidiana hemos dado un gran paso para vivir jubilosos, pero
la aceptación puede ser resignada o gozosa. La aceptación resignada debe dar lugar a la
aceptación gozosa, será otro paso en el camino hacia el júbilo. Luego, morir cada minuto para
que cada minuto se multipliquen las alegrías y los gozos. Finalmente, cuando nuestro hombre
viejo haya muerto totalmente y vivamos como hombres nuevos en Cristo, el júbilo habrá
nacido en nuestro corazón para ya no dejarnos jamás hasta el encuentro definitivo con Dios.
Este es el itinerario de la vida de todos los santos. Esta es el camino recorrido por todos los
místicos.
Cuando uno vive a fondo su vocación encuentra la seguridad, es como el pez en el
agua, se mueve con destreza porque está hecho para ella. Además está satisfecho, es feliz,
porque todo su ser ha sido dotado para cumplirla. Seguridad y satisfacción son los dos
elementos para vivir plenamente y manifestarse en júbilo.

91
En ésta vida hasta el júbilo más grande, el de la resurrección, es imperfecto pero es
participación del júbilo eterno y se continúa en él.

EXCURSUS 1
MILAGROS DE MAJESTAD

Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó420.

420
Lc 4, 30
92
Se pregunta Santo Tomás421 porque Cristo no pudo convertir milagrosamente algún
incrédulo a la fe, sino por las amonestaciones y a través de los milagros.
Simplemente porque no convenía justificar a los hombres sin su consentimiento. Cristo
justificó a los hombres interiormente pero no sin su consentimiento.
De todas maneras, cuando quiso, cambió las almas de los hombres, no sólo
infundiéndoles la justicia y la sabiduría, como ocurrió con los apóstoles, sino también
atrayéndolos exteriormente como hizo al llamar a Mateo o aterrándolos como cuando expulsó
a los mercaderes del templo o dejándolos atónitos como en Getsemaní, y estos son
verdaderamente milagros.
En la visita a Nazaret422 Cristo hizo que los enfurecidos nazarenos se sosegaran
mientras Él se iba tranquilamente de su lado. Sobre esto dice San Juan Crisóstomo: “estar en
medio de enemigos insidiosos y no ser aprendido demuestra la alteza de su divinidad”. Es
decir, que también este es un milagro que muestra la divinidad de Cristo.
Que lo llevaran al alto del monte y lo rodearan para despeñarlo muestra su humanidad
y el escabullirse de sus manos pasando por entre ellos muestra su divinidad y ambas cosas dan
a conocer el misterio de la Encarnación, dice el Crisóstomo. Este pasaje nos enseña además
que Jesús no sufrió la pasión en su cuerpo por necesidad sino voluntariamente porque cuando
quiere es apresado y cuando quiere se escapa. Es prendido por unos pocos y de muchos se
evade. Busca al escaparse darles una oportunidad más de salvarse, dice San Ambrosio.
Además, no había llegado aún la hora de su pasión ni tampoco se encontraba en el lugar
donde debía morir ni tampoco era la clase de muerte que debía padecer, agrega San Beda423.
Cristo realiza aquí un milagro de majestad. Por él quiere mostrar su divinidad. Y actúa
sobre el alma de los hombres.
También en otros pasajes realiza este tipo de milagros.
Infunde con su poder divino la sabiduría a los ignorantes discípulos, “porque yo os
daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros
adversarios”424. Esta iluminación interior no se cuenta entre los milagros visibles, sino sólo los
actos exteriores, por cuanto los hombres podían ver a hombres iletrados y simples hablar con
tanta sabiduría y libertad. Así leemos en los Hechos: “Viendo la valentía de Pedro y Juan, y
sabiendo que eran hombres sin instrucción ni cultura, estaban maravillados” 425. Sin embargo,
aunque estos efectos espirituales se distinguen de los milagros visibles, son, no obstante,
testimonios de la doctrina de Cristo y de su poder, según se lee en la Epístola a las Hebreos:
“testificando también Dios con señales y prodigios, con toda suerte de milagros y dones del
Espíritu Santo”426.
Hay otros milagros que hizo Jesús sobre las almas de los hombres, sobre todo en
cambiar las potencias inferiores. San Jerónimo, sobre aquellas palabras: “Él se levantó y le
siguió”427, dice: “El esplendor mismo y la majestad de su divinidad oculta, que en su rostro
humano se transparentaba, era suficiente para atraer a sí a los que por primera vez le veían”. Y
sobre aquellas otras: “echó fuera a todos los que vendían y compraban” 428, dice el mismo San
Jerónimo: “De todos los prodigios que hizo el Señor, éste me parece más admirable: que un
hombre, y en aquel tiempo sin prestigio, pudiera, a los golpes de un flagelo, arrojar tanta
muchedumbre. Era que de sus ojos irradiaba una fulgurante mirada de fuego, y la majestad de
la divinidad se traslucía en su rostro”. Y Orígenes dice de este mismo suceso: “Este es mayor
milagro que el de convertir el agua en vino, puesto que allí permanece la materia inanimada,
pero aquí quedan domados los espíritus de tantos millares de hombres”. Y sobre las otras
421
Cf. III, 44, 3 ad 1
422
Lc 4, 16-30
423
Cf. Catena Aurea, comentario a Lc 4, 30
424
Lc 21, 15
425
4, 13
426
2, 4
427
Mt 9, 9
428
Mt 21, 12
93
palabras: “retrocedieron y cayeron en tierra” 429, dice San Agustín: “Con sola la voz, sin dardo
alguno, hiere, rechaza y echa por tierra aquella turba, animada de odio feroz y terrible por las
armas. Es que Dios estaba escondido bajo la carne”. Al mismo propósito viene lo que cuenta
San Juan: “Jesús se ocultó y salió del Templo” 430 , a lo que comenta San Agustín: “No se
escondió en un rincón del templo, detrás de un muro o de una columna, como hombre
medroso, sino que con su poder celeste se hizo invisible a los enemigos que le acechaban y
salió por medio de ellos”.
“Querían de nuevo prenderle, pero se les escapó de las manos” 431. A lo que dice San
Agustín: “No era difícil al Verbo sacar su carne fuera de las manos de la carne” 432 y en otro
pasaje: “Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado
su hora”433. “Véase aquí refrenado de una manera invisible el furor de los judíos”434.

EXCURSUS 2
PARÁBOLAS EN ACCIÓN435

Parábola significa en griego “arrojar una cosa al lado de otra”. El griego no dice
“poner” una cosa al lado de otra, sino “arrojar” porque las dos cosas pertenecen a planos
distintos.
429
Jn 18, 6
430
Jn 8, 59
431
Jn 10, 39
432
Catena Aurea, comentario a Jn 10, 39
433
Jn 7, 30
434
Catena Aurea, SAN JUAN CRISÓSTOMO comentario a Jn 7, 30
435
He extractado algunas alusiones a las parábolas en acción de las obras de Castellani. Domingueras prédicas,
Jauja Mendoza 1997, 87; Las Parábolas de Cristo…, 259-260.
94
Las parábolas de Cristo son poesía simbólica.
Sólo diré lo necesario del símbolo porque así como las parábolas contienen un símbolo
así también algunos milagros, que son parábolas en acción, nos trasmiten a través del símbolo
una verdad que Cristo quiere manifestarnos.

El símbolo

El símbolo es una clase de signo que tiene un poder de expresión en parte contenido en
su misma naturaleza y en parte dependiente de la libre imaginación del hombre.
La palabra símbolo436 viene del griego  y del verbo
 que significa reunir, juntar, asociar. La idea de símbolo implica
recomposición, reconocimiento, presencia de algo distinto a la simple apariencia. El símbolo
es posible supuesta la capacidad cognoscitiva del hombre junto con su poder inductivo,
deductivo, intuitivo e imaginativo.
Toda la doctrina de Jesús no la han podido resumir en sus grandes obras los genios
más grandes de la teología. Las extensas y profundas obras de Santo Tomás y San Agustín no
han podido abarcarla pero la Iglesia, sabiamente inspirada por el Espíritu Santo, la ha podido
resumir y ocultar en un símbolo como lo hizo el mismo Jesús en sus parábolas. El Símbolo o
Credo que recitamos los domingos contiene toda la doctrina de Cristo.
El símbolo cristiano es una vida traducida en fórmulas que el cristiano recita como
profesión de fe sabiendo que esas fórmulas deben convertirse nuevamente en vida en él
mismo.

La religión es revelación. En otras palabras, es una visión, y una visión recibida por la
fe; pero es una visión de la realidad. La fe consiste en una convicción de su realidad.
Hay algo, en el uso razonable de la propia palabra visión, que implica dos cosas acerca
de ella; primero que acontece muy raramente, posiblemente, por una única vez; y en
segundo lugar, que probablemente acontece de una vez para siempre437.

Dios se manifiesta y el hombre lo descubre a través de todas las cosas, creadas por Él,
signos y símbolos, por tanto, de su inteligencia, bondad y poder. Sin embargo, Dios y su
Omnipotencia no necesitan siempre de signos y símbolos para manifestarse y comunicarse al
hombre, aunque los utilice muchas veces, condescendiendo con lo humano y queriendo
siempre, al comunicarse, respetar y guardar el ser y la libertad que Dios mismo ha dado al
hombre.
El hombre a través de los símbolos rompe su limitación fragmentaria para incorporarse
en el conjunto armónico que forma el universo. Mediante el símbolo el hombre comprende y
comunica verdades que están por encima de lo sensitivo e incluso del pensar discursivo. El
símbolo insinúa, por eso, querer explicarlo completamente es destruirlo. El símbolo, en
general, es ambiguo, vaporoso, difuso. Precisamente esa vaguedad le permite alcanzar y
expresar esferas inalcanzables para la idea filosófica pura, para la palabra concreta. El símbolo
despierta presentimientos, descubre la existencia de otros mundos. Otra nota del símbolo es su
436
La definición del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española: “Representación
sensorialmente perceptible de una realidad, en virtud de rasgos que se asocian con esta por una convención
socialmente aceptada”. R.A.E., Espasa-Calpe Madrid 199221.
437
CHESTERTON, El hombre eterno… Cit. por VELAZCO SUÁREZ, Algunas Consideraciones sobre Santo Tomás,
Chesterton y el Sentido Común, Diálogo 47, Del Verbo Encarnado Mendoza 03/05/2008, 84. La primera parte de
la cita es ilustrativa de lo que vamos diciendo: la religión es vida. Es una vida que se nos revela en un símbolo y
que debemos transformar en vida. La segunda parte de la cita que también he querido dejar a propósito se refiere
más particularmente al hecho concreto de la conversión de Chesterton pero tiene un gran valor apologético
respecto de lo que vamos diciendo porque cuando por la fe vemos la realidad de la religión, es decir, cuando por
la fe se nos manifiesta con plenitud, se da una verdadera conversión y las verdaderas conversiones son cosa
rara...
95
operabilidad y su poder de acción sobre los que lo reconocen. El símbolo pone en movimiento
la intuición, y además lleva consigo fuerzas determinadas. De ahí que la veneración por el
símbolo no se funda solamente en su relación con el mundo superior sino también con
frecuencia en la fuerza que se manifiesta y actualiza en el símbolo mismo.
No se puede prescindir de los símbolos, ni en la vida humana en general, ni en lo
religioso. En el momento que se desprecia o se destruye el símbolo, el hombre puede quedar
mudo y ciego ante los demás y ante lo divino. Es evidente que el lenguaje religioso y cultual,
lleno de símbolos, que facilitan la comunicación con Dios y su conocimiento, no son algo
meramente ficticio. De ninguna manera es así, ya que el símbolo es la expresión de una
realidad existente, aunque sea expresión parcial e imperfecta; realidad que no puede estar
plenamente contenida en el símbolo, porque lo supera y lo rebasa438.
Jesús ha resumido su Persona, su vida, su Reino en parábolas. Todas ellas son
símbolos de una realidad más profunda. Cuentan hechos reales al lado de los cuales se
vislumbra, y es el intento del nabí Jesús, otro hecho real, infinitamente mayor y trascendente
simbolizado en aquél.
Jesús tenía la capacidad de suscitar en sus oyentes imágenes que eran símbolos
cargados de afectos y regidos por la realidad, ya que sus ejemplos los sacaba de la vida
cotidiana, de lo que veía a su alrededor, de lo que contemplaba cada día entre sus paisanos.
Jesús suscitaba las imágenes pero sus oyentes tenían que captar y vivir el simbolismo. Él con
su predicación parabólica suscitaba la visión.
La gente se maravillaba al oírlo recitar pero además se llenaba de esperanza porque
renacía en sus corazones la emoción por las palabras de los profetas sobre la llegada del Reino
mesiánico tan anhelado desde tiempos remotos.
Jesús con sus parábolas enseñaba de una forma pedagógica, además de una verdad
concreta, un camino nuevo hacia la contemplación, un pensar simbólico, un pensar lo
concreto y lo abstracto a la vez, en una imagen, y este pensar es el que hace la felicidad del
hombre.

La parábola está dirigida a hombres que piensan valiéndose de imágenes. Moviliza su


imaginación y a través de ella les permite descubrir el sentido de lo que se está
tratando. Pero la parábola no expone el sentido de modo unívoco, como es el caso de
la enseñanza conceptual, sino entrelazado con la realidad, tal como ese mismo sentido
suele aparecer en la vida cotidiana439.

El simbolismo de los milagros

El género parabólico impregna ampliamente el estilo oral de Jesucristo e incluso,


excede el marco de las palabras, ya que, de acuerdo a lo que sostienen varios exegetas
modernos, casi todos, los milagros que se relatan en los Evangelios pueden ser considerados
parábolas en acción440.
La regla más importante de la pedagogía y la literatura es que hay que enseñar lo
desconocido por medio de lo conocido; la regla teológica más importante es que a Dios lo
conocemos “por medio de las cosas visibles, comprendiéndolas”, como dijo San Pablo. Estas
reglas confluyen en este género simple, primitivo, profundo y original que es la parábola. Las
costumbres y las circunstancias lo imponían y el genio lo transfiguró.

438
Cf. GER, Enciclopedia…, Voz: Simbolismo Religioso
439
GUARDINI R., El Señor, Lumen Buenos Aires 2000, 334
440
Cf. SÁENZ A., Las Parábolas del Evangelio según los padres de la Iglesia. La misericordia de Dios, Gladius
Buenos Aires 1994, 20

96
Algunos milagros, así como sucede en las parábolas, tienen un sentido simbólico,
sentido que es secundario. El principal sentido de los milagros, como hemos dicho, es la
manifestación de la divinidad de Cristo.
Los judíos ya consideraban algunas acciones sagradas como parábolas en acción. Así
para ellos el bautismo contenía un profundo simbolismo.

El bautismo era una pantomima sagrada, o si se quiere una parábola en acción, que
significaba la pertenencia del bautizado al destino histórico de su pueblo, su
conversión interior para hacerse digno de las teofanías, es decir, de las revelaciones de
Dios. Así es como el paso del mar Rojo precedió a la revelación en el Sinaí. La
historia de los profetas está llena de esos “mimos”, como la escena del emigrante en
Ezequiel: ante los ojos de todos, el profeta hace su hatillo, abre un agujero en la pared
de su casa y huye de noche al campo, para significar a todos que el mismo Israel sería
vencido, reducido a huir y deportado al destierro. Lo mismo, Yahvé había dado a Juan
la orden de bautizar; había de ser además para él el medio de reconocer al que, mayor
que él, bautizaría con el Espíritu Santo441.

Entre los milagros de Cristo hay algunos que tienen un significado más claro que
otros. Entre otros, la curación del ciego de nacimiento, por ejemplo, es una muda docencia del
carácter iluminante del cristianismo, y últimamente, de Cristo como luz; la resurrección de
Lázaro, una enseñanza sobre Cristo como resurrección y vida, la resurrección del hijo de la
viuda de Naím, el cual, nos enseña que hay remedio para todo incluso para la muerte. En esta
resurrección Cristo manifiesta su poder sobre la muerte y la prenda de nuestra resurrección
futura. Las multiplicaciones de los panes son símbolos de la Eucaristía. La higuera maldecida
quiere enseñar que la Sinagoga442 se iba a secar, había llegado su fin. El milagro del didracma
en la boca del pez significa que Cristo asumió nuestra mortalidad y con ello todas las
molestias de nuestra existencia cotidiana, es decir, alude en definitiva, a la Encarnación. El
lavatorio de los pies en la Última Cena significa que Cristo no ha venido a que le sirvieran,
sino a servir, a dar su vida, en rescate por los demás.

Jesús define ahí, con una pantomima comentada, la naturaleza y el sentido de la


realeza mesiánica que le ha sido reconocida por el pueblo de Israel. Igual que el baño
está hecho para lavar, el efecto de esta realeza es purificar las almas. Jesús lava los
pies a sus discípulos, y, en efecto, ese es un servicio bajo, reservado a los más bajos
esclavos, y también es un servicio maternal: las madres lavan a sus hijitos. La realeza
de Jesús es al mismo tiempo una realeza de servicio y una realeza maternal. Y ese
servicio maternal es muy exigente, porque llega a dar su vida en rescate para purificar
a la multitud. […] Pero está claro que, mientras que los sacerdotes paganos se han
expresado tantas veces mediante la crueldad, hasta los sacrificios humanos, en cambio,
el hombre revestido de una autoridad que viene de Cristo, si quiere seguir en el espíritu
de Jesús, debe hacerse servidor de todos, como Jesús mismo se hizo servidor: entró
voluntariamente en todas las servidumbres (del sufrimiento, de las lágrimas, de la
muerte, de la tumba, para liberarnos de la única esclavitud temible, pues nos separa del
Reino de Dios, el del pecado443.

Las parábolas en acción encierran un simbolismo muy manifiesto, a veces, con el fin
de realzar su importancia, como en las dos Pescas Milagrosas, las dos tempestades calmadas,
las dos multiplicaciones de panes, las dos purificaciones del Templo.
441
BRUCKBERGER, La Historia de Jesucristo…, 74-5
442
Nos referimos a los dirigentes religiosos que ostentaban la autoridad sobre el pueblo de Israel. Los que
rechazaron e indujeron el rechazo del Mesías.
443
BRUCKBERGER, La Historia de Jesucristo…, 203-204
97
La lectura y la meditación de los milagros de Cristo nos llevarán en primer lugar al
crecimiento en la fe, a la confesión de su divinidad, pero además, a través del símbolo que
contienen estas parábolas en acción a un conocimiento profundo de las cosas trascendentes.

98

También podría gustarte