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Nota
Érase una vez había un joven que vivía solo en una casita al lado del
bosque.
El joven volvió a casa. Su vida era muy pobre. Nadie lo visitaba, pero
esa noche en la puerta sonó un “toc-toc”. “¿Quién será, a esta hora y
con tanta nieve?” pensó él. ¡Qué sorpresa al abrir la puerta y ver a una
mujer joven y bonita! Ella le dijo que no podía encontrar su camino por
la nieve, y le pidió que la dejara descansar en su casa. El joven le dijo
que sí, así que se quedó hasta el amanecer, y también durante el día
siguiente.
Tan dulce y humilde era la mujer que el joven se enamoró y le pidió que
fuera su esposa. Se casaron y se sentían alegres a pesar de su pobreza.
Hasta los vecinos se alegraban de verlos tan contentos.
Pero el tiempo vuela y pronto llegó otro invierno. Se quedaron sin dinero
y comida, tan pobres como siempre.
Tres días ella trabajó sin parar y sin salir del cuarto. Cuando
finalmente salió, parecía casi muerta. Pese a eso la joven le entregó un
tejido hermoso a su esposo para que lo vendiera. Él fue al pueblo y
logró que le pagaran un muy buen precio por el trabajo de su mujer.
El dinero les duró bastante tiempo, pero cuando se acabó todavía seguía
el invierno. Nuevamente la mujer se puso a tejer y le pidió a su esposo
que no entrara al cuarto mientras ella trabajaba. Ya no fueron tres días
de trabajo ¡sino que cuatro! Ella, viéndose peor que la vez anterior, salió
del cuarto y le dio a su marido un tejido muy bonito. Cuando lo fue a
vender al pueblo, consiguió dinero para pasar dos inviernos.
Al oír esto, él aseguró que la quería más que todo el dinero del mundo,
pero ya no había solución. Al terminar de contar su historia, la mujer
volvió a su forma original de grulla y voló hacia el cielo. El joven se
sintió arrepentido por no haberse dado cuenta a tiempo del error que
había cometido.