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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria


Universidad Bolivariana de Venezuela
Caracas – Los Chaguaramos

PENSAMIENTO BOLIVARIANO

Alumno: Hilary Duclismar Almeida Donquis

Cedula: 30.954.093

Estudio: Derecho

Sección: 03N

Caracas, 20 de Octubre de 2022


Un jueves de vigilia, en la noche del 24 de julio de 1783, nació Simón Bolívar en la mansión
familiar de la plaza de San Jacinto, a cinco cuadras de la catedral, en la ciudad de Santiago de León
de Caracas, su padre, don Juan Vicente de Bolívar y Ponte (1726-1786) era Procurador General de
Caracas, Administrador de la Real Hacienda; Corregidor de La Victoria y San Mateo y, ese mismo
año, jefe con el grado de coronel del Batallón de los valles de Aragua de las milicias regladas y
comandante de la Compañía de volantes del río Yaracuy, lo que ejercía a través de un oficial
nombrado por él; era, además, regidor del Cabildo, cargo que los Bolívar desempeñaban a
perpetuidad. Su madre, doña María de la Concepción Palacios y Blanco (1758-1792), era
descendiente de Francisco Infante, uno de los que acompañaron a Diego Losada en la fundación de
Caracas, una "agraciada mujer, educada y muy sociable", a la vez que diligente y hábil en el manejo
de los bienes familiares.

A la copiosa fortuna familiar vino a añadirse la herencia que directamente y para su disfrute
personal vino a recibir Simón cuando sólo contaba con dieciocho meses de vida, de parte su tío el
presbitero Juan Félix Jerez de Aristeguieta y Bolívar: su casa de la capital, situada en la esquina de
las Gradillas, entre la catedral y el palacio del obispo, y las haciendas de San José en el valle del
Tuy, de La Concepción en el valle de Taguaza, y la de Santo Domingo de Guzmán en el valle de
Macayra, en total, 95 mil árboles de cacao y los respectivos y numerosos esclavos. Este vínculo
obligaba al heredero a bautizar a su primogénito con los nombres y apellidos de Juan Félix Bolívar
y Aristeguieta, sin contemplación del apellido materno, y a casarse "con persona noble e igual, a
gusto de mis parientes y especialemente de sus padres y mayores". Cuando el joven Bolívar regresó
a Caracas recién casado con María Teresa Rodríguez del Toro, sobrina del marqués del Toro, en
1802, la pareja se alojó precisamente en la "casa del vínculo", antes de seguir hacia la hacienda de
San Mateo.

Pertenecía el futuro Libertador a lo más granado de los mantuanos puros de Caracas, esto es, "a las
familias cuyas mujeres tenían derecho a ir a la iglesia con el manto característico del rango más alto
de la sociedad". Los Bolívar tenían capilla propia en la catedral, la de la Santísima Trinidad, que
vino a ser mausoleo de la familia. 

Con dispensa del obispo, el niño Bolívar fue bautizado en su casa natal por su tío el padre Jerez, con
los nombres de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad (a los nombres de antepasados se
sumó el de la Trinidad, la advocación de su capilla en la catedral). Fue su nodriza de leche doña
Inés Mancebo, esposa de Fernando de Miyares, más tarde gobernador de Maracaibo y gobernador
general de Venezuela, una dama cubana, vecina e íntima amiga de doña Concepción; en 1813
Bolívar recomendará al gobernador de Barinas: "Cuanto Ud. haga en favor de esta señora
corresponde a la gratitud que un corazón como el mío sabe guardar a la que me alimentó como
madre. Fue ella la que en mis primeros meses me arrullo en su seno. ¿Qué más recomendación que
esa para el que sabe amar y agradecer como yo?" No obstante, su ama de cría fue la esclava negra
Hipólita, de la hacienda de San Mateo; Bolívar, en carta a su hermana María Antonia, dice lo
siguiente en 1825 : "Te mando una carta de mi madre Hipólita para que le des todo lo que ella
quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre: su leche ha alimentado mi vida, y no he
conocido otro padre que ella". Al lado de Hipólita estaba también la negra Matea, aya o niñera del
Libertador, apenas diez años mayor que él, para atenderle y compartir sus juegos; vivió largos años
en San Mateo, donde presenció el ataque de José Tomás Boves a la hacienda y el sacrificio de
Antonio Ricaurte en 1814, y entró del brazo del presidente Antonio Guzmán Blanco cuando los
restos del Libertador fueron trasladados al Panteón Nacional de Caracas en 1876.
Pero todas las esperanzas que la buena fortuna le habían deparado a Bolívar se truncaron cuando la
muerte comenzó a ensañarse en los suyos, empezando por su padre. Don Juan Vicente, que se había
casado tardíamente a los 46 años con una joven de 14, falleció el 19 de enero de 1786, a los 60
años. La viuda tenía 27 años, Simón tres, su hermana María Antonia nueve, Juana siete y Juan
Vicente cinco. Los dos primeros tenían el pelo oscuro y la tez pálida, los otros dos eran rubios y
sonrosados.

Miguel José Sanz, relator de la Real Audiencia, fue nombrado curador ad litem (es decir, por un
proceso) del pequeño huérfano, tarea que cumplió por corto tiempo: aparentemente el díscolo
Simón no encontró sosiego a su lado y pronto regresó al lado de su mamá. Pero doña Concepción
murió también seis años más tarde, el 6 de julio de 1792, quedando sus hijos encomendados a la
tutela de su abuelo don Feliciano Palacios y Sojo, padrino de bautismo de Simón. Ese mismo año
don Feliciano se apresuró a casar a las dos hermanas Bolívar, a María Antonia de quince años con
Pablo Clemente Francia en octubre, y a Juana, que no había cumplido los catorce, con su tío
Dionisio Palacios y Blanco en diciembre. Apenas si tuvo tiempo de atender a sus dos nietos, pues
murió el 5 de diciembre del siguiente año. Sin embargo, había consultado a Simoncito a cuál de los
tíos elegía como tutor, y éste había preferido a Esteban, su padrino de confirmación. Pero Esteban
se encontraba en Madrid, así que la tutoría recayó en su tío Carlos, egoísta y severo, con quien las
relaciones no fueron nunca fáciles: atendía ante todo al manejo y provecho de la fortuna de los
menores, aunque no descuidaba su educación.

En la biblioteca paterna, Simón encontró las Comedias de Calderón de la Barca y las Vidas


paralelas de Plutarco, uno de los autores que llegaría a reconocer entre sus preferidos; en sus
páginas leería las biografías de los hombres ilustres y de los héroes militares de la antigüedad griega
y latina, comparados. También tuvo a mano los trece volúmenes de las Ordenanzas militares,
el Teatro critico universal del padre Feijoo, los sermones de Bossuet y los quince tomos
del Espectáculo de la Naturaleza del abate Pluche.

El tío Carlos atendió a que Simón aprendiese las nociones fundamentales de escritura, lectura,
aritmética e historia, proporcionándole preceptores excepcionales. Andrés Bello, apenas dos años
mayor que el Libertador, le enseñó primeras letras, aunque no logró adelantos en ortografía. Bolívar
escribiría más tarde: "Yo conozco la superioridad de ese caraqueño, contemporáneo mío; fue mi
maestro, cuando teníamos la misma edad, y yo le amaba con respeto". Con el capuchino Francisco
de Andújar cursó matemáticas, física y topografía. Guillermo Pelgrón, docente destacado de la
Escuela Pública de Caracas, le enseñó latimidad. Pero Simón Rodríguez, el revolucionario
preceptor que practicaba apasionadamente las ideas pedagógicas del Emilio de Rousseau, sería a la
postre el profesor que marcó la mayor influencia en el pequeño Simón, influencia que sería decisiva
durante el segundo viaje de Bolívar a Europa en 1804, y fue él ante quien pronunció su juramento
de libertad en el Monte Sacro de Roma, el 15 de agosto (ferragosto) del año siguiente. "Yo he
seguido el sendero que usted me señaló --le escribiría en 1824--. Usted formó mi corazón para la
libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso".

Fue en la casa de Simón Rodríguez donde el tío Carlos confió a su pupilo como pensionista cuando
éste se fugó de su lado por segunda vez y buscó refugio ante el obispo Viana. Las enseñanzas de
Rodríguez se dirigían más a la formación del carácter y a la fortaleza del cuerpo en medio de la
naturaleza, que a acumular conocimientos en el aula de clase. Pero es seguro que a través de su
maestro favorito Bolívar se impregnó de ideas revolucionarias y reformadoras. También encontró
en él a un amigo a quien confiarle su soledad y las dificultades de su vida familiar.

Por lo demás, el niño Simón siguió los pasos que la tradición hacía esperar para un infante la
aristocracia venezolana. A los trece años y medio de edad inicia su formación militar y el 14 de
enero de 1797 es nombrado cadete en el Batallón de voluntarios blancos de los valles de Aragua,
que había comandado su padre. En su hoja de servicios de fin de año se califica lo siguiente: "Valor,
se supone. Aplicación, la demuestra. Capacidad, buena. Conducta, idem. Estado, soltero". Bolívar
es ascendido al grado de subteniente y, como tal, tiene derecho a lucir su elegante uniforme azul
con sus leones y castillos (que en España costaba veinticuatro reales) y su espada. Este grado,
obtenido el 26 de noviembre de 1798, llega con la plena adolescencia de sus quince años como un
certificado de libertad. No han transcurrido seis semanas completas cuando el joven Simón se
embarca en el navío de guerra San Ildefonso, que zarpa hacia la metrópoli con escala en Veracruz,
haciendo realidad el mimado sueño de viajar a España.

A fines de junio, el tío Esteban escribe al tío Carlos: "Llegó Simoncito tan guapo después de haber
estado en México y La Habana que aunque no tiene instrucción alguna tiene disposición para
adquirirla; gastó en su viaje no poco, llegó derrotado y ha sido preciso equiparlo nuevamente". Un
año después informan al tutor: "Este niño lo tiene Esteban muy aplicado y él sigue con gusto y
exactitud el estudio de la lengua castellana, el escribir en que está muy ventajoso, el baile, la
historia en buenos libros, y se le tiene preparado el idioma francés y las matemáticas". En Madrid,
el Libertador de seis naciones se aficiona a la lectura y quema las mejores tardes de su adolescencia
en las hojas de los libros. Ser héroe es su futuro.

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