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El culto a Ismael

Ismael, el primer delincuente venezolano que pasó el juicio de San


Pedro, se hizo famoso en su barrio natal por saquear un camión repleto de harina
de maíz y repartirla entre sus vecinos más pobres. En algunas de las tiendas de
esoterismo de Caracas, dicen que Ismael Urdaneta falleció el 2 de junio de 1963,
“quebrado” de un tiro en la espalda por la policía.

“Era la época del disparen primero, y pregunten después”, resume un


comerciante de estatuas de la Avenida Baralt, rodeado de pócimas milagrosas,
estatuas y velas. Otro de los espacios emblemáticos de la corte malandra es el
callejón Eduvigis de la zona 7 de Petare, una enorme barriada situada al este de la
ciudad.

Este sitio, también conocido como “la calle de los brujos”, es un lugar de


encuentro para devotos de la corte. Cuentas los santeros que en la calle La
Paz, dentro del maltratado casco colonial de Petare, se puede ver el fantasma de
Ismael por la noche, caminando con un puro en la boca y un revólver 38 milímetros
en la mano.

Daisy Barreto, antropóloga de la Universidad Central con más de 23 años de


investigación en el tema, precisa que las primeras estatuas de los ‘santos
malandros’ aparecen en la década de los 90, cuando estos nuevos espíritus
se asocian al culto venezolano de la reina María Lionza.

Los viejos:

Ismael: Es el primer delincuente canonizado en santo malandro.


Originario del barrio Guarato de Caracas murió apuñalado en una pelea en la
parroquia del 23 de enero. Los violentos barrios Lídice y Pinto Salinas también
eran parte de su territorio. Se dice que era un ladrón inofensivo, noble que
robaba bancos para repartir el botín entre los vecinos más necesitados. En varias
ocasiones, amenazaba a los dueños de abastos y supermercados mientras los
pobres saqueaban el local y huían cargados de alimentos. Sus devotos le piden
protección.

El Ratón: Se dice que tiene poderes mágicos, inclusive hasta hacerse invisible,


bordeando siempre un territorio entre la vida y la muerte en donde algunos
espíritus parecen existir todavía. El Ratón aconseja a sus fieles en las riñas o ajustes
de cuentas.

Los nuevos: Isabelita: “Porque la venganza no es dulce sino exquisita”,


es la frase que repetía mientras mataba a su mejor amiga por acostarse
con su novio. No se tiene seguridad sobre su verdadera procedencia, pero
cuentan que era una “niña rica de papá y mamá”, que fue violada a los 12 años de
edad y la perdieron la droga y las malas compañías. Se casó con un hombre negro,
de Barlovento, estado Miranda, que le fue infiel. Por esa razón juró vengarse de
todos los hombres. Es la mujer delincuente más conocida y venerada.

Tomasito: Al igual que San Esteban aparece en todas las iconografías cristianas
con las piedras con las que fue dilapidado, Tomasito es representado con pistolas y
marcas de balas. Murió de 132 tiros durante un intento frustrado de robo
a un banco. Sus cómplices, que creía sus amigos, lo dejaron solo al llegar la
policía. Sus seguidores le invocan antes de cometer alguna fechoría.

Jhonny: Muchacho de buena familia. Vivía en un apartamento que sus padres le


compraron en el centro de la capital. Se dice que es el más pacífico de la corte. Sus
restos están, supuestamente, en el Cementerio General del Sur, según reza la
estampita con su nombre. Fue experto con los cuchillos. Famoso en la década
de los sesenta, aparece representado con un atuendo al estilo hippie, cabello largo y
lentes. Se encomienda a él para no caer en vicios ni en las drogas.

Elizabeth: Su estampilla reza: “De recia personalidad y esbelta figura, Elizabeth


irradia dominio y poder. Invóquela en momentos difíciles y logrará un
gran apoyo. Téngala con usted en algún lugar visible de su hogar. Ofréndele velas
rojas”.
La fachada de una casa grande, con los vidrios de sus ventanas rotos, la pintura
desteñida y pérdida entre el salitre y otras marcas de abandono dan señales
inmediatas de que detrás de ella hay algo más. Algo que parece esconderse, pero no
por ser delito, sino por discriminado.

Quienes rodean la vivienda, en la calle 56 del barrio Suramérica, en el municipio


San Francisco, pasan por el frente y la miran de reojo. De igual manera observan a
quienes entran a ella y algunos hasta murmuran. Es que ahí funciona el “portal”
Negra Matea, donde se venera y se le rinde culto a la Corte Malandra.

Isamel, Gabriel, El Pavo Freddy, Elizabeth, Carlos, Isabel La Malandra, Freddy,


Darwin, Romancito, Miguel, El Machera, El Chamo Ratón, Sandra, Luis Sánchez,
El Juaco, Francisquito, Rafael, Pedrito y la Chama Yajaira son los miembros que
conforman esta corte.

Tal como si fuese un grupo de santos ángeles, arcángeles, querubines o cualquier


otra figura celestial, las ánimas de estos delincuentes asesinados hace entre 20 y 40
años en Venezuela forman parte de esta particular divinidad, una de las que
compone los eslabones más bajos de los espíritus que le rinden tributo a María
Lionza, la muestra más popular del sincretismo religioso en Venezuela.

El viejo portón de rejas negras deja mirar hacia el fondo de la casa. Solo se observa
una pared de tapón y a su lado se ve apenas un espacio que deja imaginar que hay
otro ambiente detrás. Caminar por el costado de la vivienda para llegar al fondo
representa una odisea para quien va por primera vez: una perra robusta sin raza
definida o popularmente llamada cacri lo sigue a uno con la mirada, con
inminentes ganas de persecución.

Pequeñas chimeneas de humo dan la bienvenida al otro ambiente, al llegar al final


de la larga pared del costado. Son devotos concentrados frente a dos capillitas de
medio metro de altura, en la que posan dos robustos gallos que casi no se mueven,
uno blanco y otro negro. La estructura da paso a un altar en el que reposan todas
las cortes, y en la que la figura de Ismaelito (como le dicen al jefe de la corte
malandra) enfrenta al visitante,
.
Una estatua de yeso, de casi un metro de altura, representa la estampa de Ismael.
Joven, de cabello medio largo y rubio, bigotes cortos, gorra de lado, franela, jeans,
gomas deportivas, lentes oscuros y la cacha de un revólver asomada en su cintura
caracterizan a quien asesinaran hace 20 años en La Guaira, estado Vargas,
“mientras salía de una farmacia de comprarle un medicamento a una señora”,
según cuenta Tomás, quien se define como “la materia” de la entidad (porque el
espíritu de Ismael se manifiesta a través de él).

Este hombre, de 39 años, dueño de la vivienda, anfitrión de los cultos y abogado en


ejercicio, asegura que a Ismael y su corte no se le venera solo en Suramérica,
también en La Polar, La Popular, El Gaitero y otros barrios zulianos. Lo describe
como “un muchacho que anduvo en malos pasos y que, como el resto de los
integrantes de la corte, robaba y, en algunos casos, mataba, para ayudar a los más
desvalidos”.

“Ismael en Maracaibo surge desde hace muchos años, de la tradición traída de la


montaña de Sorte, en Yaracuy. Ismael, así como otros de la Corte malandra ,
robaba para darle a los pobres, era estudiante de la UCV, saqueaba camiones de
alimentos, atracaba, etcétera, pero a través de la reina (María Lionza), Dios les da
permiso para obrar de forma buena para encontrar su perdón. Él ha concedido
favores a mucha gente”, justifica Tomás sobre la veneración de esta ánima.

Y así pareciera estar arraigado en las mentes de quienes lo visitan siempre, como
Ana Ramones, quien tiene siete años asistiendo al portal (espacio que sirve como
templo), desde otro barrio que prefirió no revelar.

Con la voz aún carrasposa por los efectos del tabaco que acaba de fumar, Ana, de
unos 65 años, no piensa dos veces en dar fe de la petición concedida por Ismael.
“Mantenía mi cartera llena de medicamentos, pastilleros, órdenes para exámenes
de laboratorio y desde que conocí a Ismael se han sanado todos mis males”.

Mientras Ana habla con fervientísima exaltación de aquella divinidad, en el


cuartico de tres por tres metros de longitud que funge como especie de templo
detrás de aquella humilde vivienda, el color amarillo de las paredes encandila la
vista y aumenta el sopor que se concentra con el fuego de las velas y velones
encendidos para los espíritus que conforman todas las cortes: la Malandra o
también llamada Calé, la médica (en la que se divisa una estatua de José Gregorio
Hernández y otros santos a los que se le adjudican peticiones sobre la salud) y la
corte bolivariana (encabezada por Simón Bolívar y todos los héroes de la patria).

La Bandera de Venezuela pintada sobre la pared frontal se muestra como símbolo


que acompaña las cortes y un busto de “la reina” María Lionza se posa con altivez el
santuario, por supuesto, detrás y a la vez sobre la estatua de Ismael.

Una cara nueva en el portal genera suspicacia entre los devotos que están orándole,
ofrendando y agradeciendo a Ismael. Su sensación de defensiva se percibe en el
ambiente luego de miradas tipo escáner, pero de inmediato se incorporan de nuevo
a su concentración. Cierran los ojos, susurran oraciones o peticiones y fuman sin
cesar sus tabacos.

A los pies del “jefe de la corte” se observan cervezas, copas de ginebra, cigarros y
velones de varios colores, cada uno respectivo al significado de cada petición.

Tomás no niega que al portal asiste gente “que anda en malos pasos” a pedirle a
Ismael y su corte. “¿Para qué lo voy a negar? Sí vienen, pero Ismael los orienta,
aunque él anduvo en esas andanzas recomienda a quienes están pasando por lo
mismo que se alejen de esos caminos. Unos hacen caso, otros no. Pero tengo
testimonios de muchachos que eran malosos y que Ismael los rescató. Hoy son
policías y hasta funcionarios del Cicpc”, asegura “la materia” con sonrisa pícara.
“A quien se aleja de mal lo protege, a quien no hace el bien no lo ayuda. Por
ejemplo, si una mujer viene a pedir para salvar su matrimonio él hace una
evaluación y lo salva; pero si viene en busca de destruir otro matrimonio, depende
de lo que resulte de su evaluación, la puede apartar del camino. Ismael actúa ojo
por ojo y diente por diente. Un compadre vino porque tenía problemas con unos
sindicalistas que no lo dejaban trabajar y lo extorsionaban. Mi compadre oró a
Ismael y en una sesión él le dijo que lo ayudaría. El tipo del sindicato apareció
muerto a los tres días”, cuenta Tomás sin recelo.

El devoto Leonardo Cordero da fe de eso. “A quien hace el mal no lo ayuda. A mí


siempre me protege. Yo tengo mis negocitos en Integración Comunal y no me ha
quedado mal. Además, me ha salvado la vida de dos balaceras”, afirma el hombre,
de casi 70 años, sin especificar qué clase de negocios tiene.

El templo, al que también acuden maestras, policías, autoridades y funcionarios


públicos, en Suramérica, se diferencia de los portales de Caracas —donde también
se venera a Ismael y su Corte— porque aquellos cultos se celebran, en su mayoría,
en las platabandas de los ranchos de Petare y otros barrios caraqueños, o en la
tumba del propio Ismael, en el cementerio El Cuadrado en La Guaira, en la que
nunca faltan flores ni visitas.

Los caraqueños le ruegan a la corte que los proteja, específicamente, de la


delincuencia, a juicio de los devotos entrevistados por la agencia internacional de
noticias AFP, en el 2009.

“Él me cuida. Creo más en él que en los órganos de seguridad porque he visto
demasiados crímenes que pasan ante los ojos de la policía y ellos no hacen nada”,
afirmaba a la agencia Omar Alonso, uno de los visitantes habituales de la lápida de
Ismael, iniciando su particular ritual ante la lápida de “Ismaelito”.

A estos ladrones elevados a los altares también los siguen fieles que agradecen por
la salida de un familiar de la cárcel, por la prosperidad económica y hasta por lo
que se considera imposible. “Su nobleza lo concede todo, —afirma Marta, una
maestra de un colegio marabino, mientras se aferra a su tabaco —. La docente
asegura que ha visto el rostro de Ismael “cuando le baja a Tomás. Lo he visto bello,
sereno, bien vestido, elegante, caballero, molesto cuando no cumplen lo que
recomienda”.

La noche cae en el portal Negra Matea y no por eso se va quedando solo. La gente
sigue llegando. No hay consulta con el espíritu de Ismael porque “hay sesión
cuando él lo ordena”, según dice Tomás, pero igual sus fieles visitan su templo.

En espera de un culto de espiritismo, en el que “a veces debe cancelarse una


colaboración de 100 bolívares por consulta o se aporta para la compra de los
materiales necesarios —tal como explica “la materia”—, para hablar en persona con
aquella presencia divina, los fieles habitantes de Suramérica y de los barrios
aledaños aguardan por el anuncio de que habrá consulta tal día.

“Mientras tanto vengo toooodos los días, a fumarle su tabaco y agradecerle por su
protección en mi hogar y mi negocio”, dice Rosa, verdulera de Las Playitas.

A las 8:00 de la noche los robustos gallos siguen inmóviles en las capillas de la
entrada del portal, apenas abren los ojos con los roces o el movimiento de quienes
salen del templo. A la perra ya la ha vencido el cansancio de ver y entrar y salir a la
gente.

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