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“…mas Yo os digo…”

La cristiandad profesante es, no aquella que juega, sino la que toma en serio el seguir a Cristo.
No se concibe un auténtico seguimiento al Señor sin fe, ni fe sin alineamiento y obediencia a la
Palabra de Dios. Aquí viene la pregunta que nos llama a ubicarnos: ¿Estamos siguiendo lo que
la gente está diciendo, o seguimos lo que Jesucristo dice?
En el conocido Sermón del Monte hallamos más de una vez esta expresión de Jesucristo:
“Oísteis que fue dicho…; mas Yo os digo…” (Mateo cap.5)
Nuestro Señor no estaba invalidando la Ley, como algunos se apresuran a afirmar, pero sí
llamaba a distinguir entre la Palabra de Dios misma y el apego a las tradiciones del judaísmo
(Marcos 7:9). El judaísmo, de paso, no equivale al a las Escrituras del Antiguo Pacto, sino a las
tradiciones de la religiosidad; hoy mismo, más que en la Torá (la Biblia), se basan en el Talmud
y la Mishná (cuerpos de interpretación y tradiciones rabínicas). De ello se desligó el apóstol
Pablo cuando se convirtió a Jesucristo (Lea Hch.26:5; Gál.1:13,14; 2:14). Los judaizantes
habían perturbado al cristianismo de Galacia instándoles a observar preceptos de la Ley, como
si los mismos fueran indispensables para la salvación; entre ellos, el circuncidarse. Ese es el
proceder del judaísmo. El apóstol es claro al decir a los cristianos: “Esto sólo quiero saber de
vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la Ley, o por el oír con fe?” (Gálatas 3:2).
Con mucha fuerza en estos días hay quienes, dando las espaldas a lo que la Biblia enseña,
hablan de volverse a lo que la Palabra de Dios ni dice que debe hacerse, y hay también quienes
prestan oídos a lo que hasta gente atea pretende determinar como cosa debida, desconsiderando
y hasta menospreciando lo que Dios ya ha establecido en Su Palabra. Así, una religiosidad
judaizante y una pretensión secularizante, han armado una confusión que atrapa a no pocos
incautos, incluso del mismo cristianismo evangélico.
Aquí hay lugar para recordar aquel memorable episodio de la vida de nuestro Señor Jesucristo,
cuando Se transfiguró en gran gloria delante de tres de Sus discípulos y se aparecieron junto a
Él Moisés y Elías, representando a la Ley y a los profetas, y se oyó la voz de Dios, quien declara
y dispone: “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia; a Él oíd.” (Mateo 17:5).
Déjeme que insista en lo que Dios dice: “a Él oíd.” “a Él oíd.”
Que los judaizantes se queden con su judaísmo; que el humanismo se quede con su secularismo;
pero el cristianismo evangélico sigue al Cristo del Evangelio, el que sigue diciendo: “mas yo
os digo”, y de quien el Padre celestial demanda: “A Él oíd.” Como lo dice en su libro el célebre
C.S. Lewis (el autor de “Las Crónicas de Narnia”), es cuestión de “Cristianismo, y nada más”.
Past. Neyo Pin Rodríguez

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