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Alcances y límites de la protesta social según la legislación colombiana

Mayra Alejandra Martínez Arévalo1

Resumen

El tema que se aborda se enfoca en el análisis de la controversia que se deriva de las

manifestaciones que se han presentado en diferentes regiones del territorio colombiano, en donde

muchas personas se han convocado para salir y elevar su voz de inconformismo en contra de

actuaciones tomadas por el actual gobierno del presidente Iván Duque. Es decir, que éstas

amparadas en el derecho a la protesta que se encuentra estipulado en la Carta Constitucional en

el artículo 37 y en otras normatividades a nivel internacional, han buscado llamar la atención

acerca de las falencias existentes respecto al orden político y social, que se reflejan de manera

diaria en la insatisfacción de las necesidades básicas de los integrantes de la comunidad. De igual

manera, en este se hace referencia que, a pesar de la reglamentación de este derecho, los

ciudadanos deben tener en cuenta la manera como lo aborda, ya que el mismo no se puede

convertir en detonante de vulneración de otros derechos fundamentales como lo son el de la vida,

la libertad, libre expresión, entre otros que juegan un papel relevante en el respeto por la

dignidad humana, tal como ha tenido lugar en manifestaciones realizadas en el mes de octubre

del año 2019 en Chile y Ecuador y para el mes de noviembre del mismo año Bolivia.

Palabras Clave: Derechos humanos, dignidad, contención, represión, fuerza pública,

protesta social, manifestaciones.

Introducción
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Abogada de la Universidad Industrial de Santander, estudiante de especialización en Derecho

Constitucional en la Unidad Central del Valle


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El derecho a la protesta ha sido el pilar de diversos cambios a nivel mundial, pues se ha

convertido en la herramienta para expresarse como ciudadano inconforme. Situación que ha

llevado al Estado a asimilar este mecanismo como acto violento, puesto que al desvalorizarla y

descalificarla permite el uso de la represión a través de la fuerza pública, buscando hacer ver a

ésta última como la única solución para controlar y disminuir los conflictos.

Conviene señalar que, este enfoque que se le da a la protesta produce nuevos conflictos,

pues por lo general las partes involucradas tienden a dejar de lado el diálogo y se adentren en un

proceso donde el común denominador es el abuso de poder y, con esto, la vulneración de

derechos fundamentales que son esenciales para que prevalezca la dignidad que es la base de un

Estado Social de Derecho, el cual es el modelo adoptado desde el año de 1991 en el país y, de

igual forma, en el Pacto Internacional de Derechos sociales, económicos y culturales en donde

se reconocen entre otros, derechos que se derivan de la dignidad del inherente de la persona y

concretamente frente al derecho a la huelga se establece “Articulo 8: 1. Los Estados Partes en el

presente Pacto se comprometen a garantizar: d) El derecho de huelga, siempre que se ejerza de

conformidad con las leyes del país de que se trate” ((XXI), United Human Rigths, 1966)

El hecho de que se dé lugar a estos sucesos en donde se evidencia un actuar de la fuerza

policial de manera excesiva o desproporcionada, que incluso puede terminar en malos tratos y

agresiones no solo verbales sino físicas, a pesar de que existe una legislación que ampara la

protesta como un derecho a ser escuchado ante la inconformidad de las políticas estatales,

conlleva a que se plantee el siguiente interrogante de investigación:

¿Cuáles son los alcances y límites de la protesta social según la legislación


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colombiana?

Dando respuesta a este interrogante, es que en el desarrollo del escrito en un primer

momento se va a ahondar acerca de los antecedentes de la protesta social a nivel

latinoamericano, que es un enfoque de relevancia, puesto que se identifica que esta es un

mecanismo que en los pueblos se ha venido promulgando con el fin de que las personas no se

sientan vulneradas en sus derechos y, además de que puedan acceder a mejoras que les permita

vivir dignamente.

En segundo lugar, se hace una contextualización del “ejercicio del derecho de

reunión y manifestación pública y pacífica en el espacio público” (Congreso de la República de

Colombia, 2016, pág. 25) y los argumentos se enfocan en mostrar que si este ejercicio no se

aplica bajo los lineamientos correctos termina por ser detonante de nuevos conflictos a nivel

ideológico y social.

En síntesis, el ensayo se estructura de manera que se constituye en un documento

que da claridad sobre la protesta y la manera como este proceso debe aplicarse para que

contribuya a consolidar una convivencia delimitada en un orden social y jurídico equitativo y

justo.

La protesta en el ámbito latinoamericano

Adentrándose, en esta temática es relevante mencionar que a nivel latinoamericano la

protesta social se ha convertido en un vehículo para que las personas de las llamadas clases

oprimidas expongan su inconformidad por la manera de actuar de los gobernantes de turno

respecto a sus necesidades.

Así que, la protesta desde épocas pasadas se ha consolidado en una manera de que los

“oprimidos” sean escuchados, aunque en muchos de los casos aplicar este mecanismo los ha
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adentrado a vivenciar momentos de violencia por parte de las autoridades públicas, quienes

encuentran en la misma una amenaza para sus ideas.

De igual manera en el sector obrero, el movimiento campesino ha sido uno de los que se

ha apoyado en este derecho para encontrar la garantía del cumplimiento de otros derechos que

consideran se les vulnera, ejemplo de ello, son las poblaciones mineras de finales del siglo XIX,

que a través de sus manifestaciones han impulsado el ejercicio de la protesta como fin de

protección social en el continente latinoamericano.

Por tanto, con la llegada de esta población se impregnan entonces los sectores

campesinos y obreros de los ideales y la experiencia de lucha social que precedían a estos recién

llegados, lo cual se presenta en Latinoamérica a través de las inconformidades de miembros de

estos sectores que empezaron a expresarse como lo indica el Dos Santos “a través de la huelga

general revolucionaria a la cual se aproximaron hacia finales de 1910, después de la expansión

industrial durante la I Guerra Mundial y la contracción económica que le sucedió” (Santos, 2004,

pág. 2)

De igual forma, como sostiene Nieto Arteta “hacia 1850 eran ya tan vigorosos los grupos

sociales deseosos de extinguir y destruir la economía colonial, que esa prepotencia obligó al

Gobierno a inclinarse ante sus exigencias” (Arteta, 1942, págs. 53-77) en el caso colombiano

desde principios del siglo XIX y hasta estos días, han sido las clases menos favorecidas y

principalmente las obreras, los encargados de promover la protesta social pues de esta forma

buscan resistirse a todo lo que atente contra sus derechos e intereses y a través de ésta es como

han aprendido a expresar sus inconformidades.

Ahora bien, la protesta a nivel Latinoamérica, si bien ha dado lugar a episodios violentos,

debe considerarse como un referente de cambios a nivel social, económico, políticos culturales y
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otros más, pues a pesar de los puntos negativos, ha sido la voz de los oprimidos la que ha llevado

que se alcancen ciertos cambios que de alguna manera favorecen a la comunidad.

Colombia y la repercusión de la protesta

Respecto al entorno nacional, la historia está marcada por grandes manifestaciones no del

todo pacifistas pero si importantes en el ámbito social y político, esto, en referencia a la época de

los años 50, en el territorio colombiano se evidencio una pérdida de libertades democráticas

importantes, que se acentuaron con el temor que se vivió en las élites el 09 de abril de 1948 no

sólo por la muerte del líder del partido liberal sino por la cantidad de disturbios sociales que se

presentaron principalmente en la capital del país y que se extendieron a lo largo de diez años en

todo el territorio, esto en consecuencia del descontento de los seguidores del liberalismo contra

el cierre político que se venía encima y a la imposición cargada de violencia del candidato

conservador.

De esta forma, es importante indicar que de las protestas más representativas que se han

realizado en el territorio colombiano fue la llamada Marcha del hambre, “protesta social que

partió con 800 docentes que iniciaron desde Santa Marta a Bogotá y culminó en una audiencia

con el entonces presidente Carlos Lleras Restrepo” (Gonzalez, 2020, pág. 1), ya han transcurrido

más de cincuenta años desde la hazaña lograda por estos docentes, que tuvo inicio en la ciudad

de Santa Marta y finalizó en la capital y que tenía como principal objetivo evidenciar la situación

vulnerable e injusta que atravesaban los profesores en todo el país a causa del no pago de sus

salarios, la importancia de este hecho radica en que no solo se logró el pago de los sueldos

adeudados sino el reconocimiento nacional a las luchas del Magisterio.

En el desarrollo de las protestas sociales y sus grandes cambios en el territorio

colombiano no puede omitirse el evento sucedido en marzo de 1990, en donde se presenta una
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protesta liderada en su mayoría por jóvenes estudiantes de derecho llamada “La séptima

papeleta” cuya relevancia está en que se dio lugar a la promulgación de la Constitución que está

vigente en la actualidad.

Ahora bien, entre los años 2010 y 2016 se produjo un “auge inusitado de la protesta

social en Colombia, que puede apreciarse tanto en términos cuantitativos como cualitativos”,

(Rodriguez, 2016, pág. 33) esto es, debido a dos hipótesis, la primera de ellas es la posición de la

derecha política, en donde las manifestaciones de los movimientos sociales son una táctica más

de las fuerzas armadas guerrilleras tratando de tomar poder político, pues es sabido que la

derecha del país en su mayoría, ve a los movimientos sociales y sus manifestaciones como una

prolongación de esa rebelión e insurgencia al Estado, lo que desde el punto de vista ético es

erróneo ya que está criminalizando a quienes ejercen un derecho protegido constitucionalmente

pues la protesta social como lo indica la Sala Plena de la Corte Constitucional “tiene como

función democrática llamar la atención de las autoridades y de la opinión pública sobre una

problemática específica y sobre las necesidades que ciertos sectores, en general minoritarios,

para que sean tenidos en cuenta por las autoridades” (Corte Constitucional, Sentencia C-742,

2012).

La segunda hipótesis se basa en el entender las protestas como la explicación de los

diversos cambios sociopolíticos que enfrenta la población en el territorio nacional, pues es sabido

que los diversos problemas económicos, de desplazamiento, violencia, injusticia, desigualdad

social y en general los grandes problemas que han enfrentado no solo la población sino el

ecosistema en general en los últimos años, han llevado a la evolución e incremento de

organizaciones que buscan hacer oír su inconformismo ante estas situaciones, decisiones del

gobierno y en general contra toda situación que consideran pueden ampararse en lo establecido
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en el artículo 37 Constitucional “Toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y

pacíficamente. Sólo la ley podrá establecer de manera expresa los casos en los cuales se podrá

limitar el ejercicio de este derecho” (Constitucion Politica de Colombia, 1991)

Como es evidente, en Colombia existe una ferviente violencia, pues entre las luchas de

las fuerzas guerrilleras existentes en el territorio, el narcotráfico y la evidente delincuencia, la

fuerza opresiva de las clases dominantes sobre las obreras, campesinas y jóvenes, lo que en

consecuencia genera el ánimo de hacerse oír, de reunión y de protesta por parte de estudiantes,

trabajadores, mujeres, docentes e indígenas, sin dejar de lado por supuesto a las minorías que

también han tomado fuerza contra la desigualdad social y la realidad del país que en ocasiones

vulnera todo tipo de derechos, se ha llegado a establecer la protesta como el recurso de primera

mano para generar oposición y alzar la voz buscando ser escuchados por el gobierno nacional e

incluso el internacional no sólo en las grandes ciudades sino que el campo, el sector rural y hasta

en los resguardos indígenas.

Por esta razón, es necesario entender y establecer el concepto de protesta y no solo esto,

sino los límites de la misma, pues en la actualidad es la más común de todas las formas de

disenso.

La protesta un derecho que genera controversia

Cada planteamiento que se ha referido lleva a entender la protesta o manifestación social

como una herramienta con la que cuentan los ciudadanos para expresarse, a través de la cual se

busca lograr cambios de índole social, cultural y/o político, siendo así, importante mencionar el

significado que el teórico argentino Roberto Gargarella establece acerca de que este es el primer

derecho del ciudadano “sin un robusto derecho a la protesta, todos los demás derechos quedan

bajo amenaza, puestos en riesgo” (Gargarella, 2014, pág. 1), por su parte, en Colombia, el
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derecho a la protesta social se encuentra definido en el artículo 37 de la Carta Política y en

concordancia el artículo 56 de la misma, dice que “se garantiza el derecho de huelga”

(Constitución política, Colombia, 1991).

Por esto, no solo tiene en consideración los ya mencionados artículos de la carta política,

sino que también como indica el abogado e investigador Dejusticia Sebastián Lalinde “el

derecho a la protesta se desprende de los artículos 1 y 2 de la Constitución que promueven la

participación de todos en las decisiones que los afectan.” (Lalinde, 2019, págs. 24-25), pero

también hay que considerar que se encuentra conectado al derecho a la libertad de expresión

(artículo 20), al de petición (artículo 23), al derecho de asociación (artículo 38) e incluso al de

participar en el control del poder político (artículo 40), aunque esto no significa que sea absoluto

al estar conexo a los derechos mencionados, pues como lo ha indicado la Corte Constitucional “

En aplicación del principio de conservación del derecho, se declarará la constitucionalidad

condicionada, estableciendo requisitos precisos para la disolución de las manifestaciones” (Corte

Constitucional Sentencia C-281, 2017), de igual forma en la Sentencia C- 009 de 2018 en donde

impone el límite de ser pacifica la manifestación pues reza “el artículo 37 de la Constitución

somete la protección de estos derechos en la esfera pública a condiciones pacíficas, lo cual

excluye su ejercicio a través de medios violentos” (Corte Constitucional, Sentencia C-009,

2018).

De esta manera, el Estado colombiano al tener plasmado en su constitución la protesta

social como un derecho, al mismo tiempo, estar en concordancia a otro derechos fundamentales

y al mismo tiempo desarrollar como ya se indicó los principios establecidos en los dos primeros

artículos de la Constitución nacional, le corresponde entonces al Estado colombiano el deber de

proteger el ejercicio de este derecho, dicha protección exige que su actuación sea neutral y
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siempre en aras de fungir como garante de derechos tal como está plasmado en el Decreto 003 de

2021, “Por el cual se expide el Protocolo de acciones preventivas, concomitantes y posteriores,

denominado "Estatuto de Reacción, uso y verificación de la Fuerza Legítima del Estado y

Protección del Derecho a la protesta pacífica ciudadana” (Decreto 003 , 2021)

Como ya se mencionó, lo anterior no significa que el derecho a la protesta social sea

absoluto o no tenga limites frente a otros derechos, o que de alguna forma pueda incluso llegar a

coartar derechos ajenos, pues hay que recordar que en el territorio nacional las autoridades

pueden dar termino a una manifestación si consideran que se está generando afectaciones

desproporcionados a otros derechos, de ahí que, la disolución de la protesta se da sobre la base

de que ya se haya configurado una afectación a un derecho concreto, no a una afectación

hipotética, es aquí en donde se presenta el problema frente a la baja legitimidad social que tiene

la protesta en Colombia y esto mismo lleva a que los mismos ciudadanos y las autoridades

piensen o entiendan que frente a este derecho existen otros “más importantes” y esto no es más

que un reflejo de la desigualdad social del país, pues evidencia que aquellos quienes gozan de

sus derechos plenamente no entiendan porque hay quienes prefieren ir a las calles y generar

conflictos mientras exigen esos derechos de los cuales ellos no pueden disfrutar.

Conclusiones

El derecho a la protesta o manifestación social es la unión de los derechos fundamentales

a la libertad de expresión y a la reunión, los cuales son reconocidos y protegidos por el derecho

internacional e interamericano en tratados de derechos humanos. En Colombia, el derecho a la

protesta también está inmerso con el derecho de reunión, manifestación y libertad de expresión,

los cuales se consagran en los artículos 20 y 37 de la Constitución política.

Así mismo, las leyes colombianas e incluso la jurisprudencia protegen, regulan y sobre
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todo limitan el derecho a la protesta social pacifica como en la Ley 1453 del 24 de junio del

2011, también llamada de “Seguridad Ciudadana”, que, entre otros, reforma el Código Penal y el

Código de Procedimiento Penal, la cual posee una vista netamente represiva de la protesta social,

y de en igual medida el Decreto 003 de 2021, el cuál aunque busca garantizar la protección a este

derecho, también limita el ejercicio del mismo.

Es claro que no sólo en Colombia, sino en Latinoamérica los gobiernos nacionales

cuentan con políticas que criminalizan el derecho al ejercicio de la protesta, en donde se

evidencia una tendencia a agravar las imputaciones en contra de quienes participan en las

mismas, esto, a través del uso de figuras penales que se instrumentalizan como amenazas, lo que

deja de lado la protección que como representantes del Estado deben garantizar los mandatarios

locales sobre el derecho de las personas en sus territorios, pues con estas políticas se desconoce

el cumplimiento del derecho a la protesta, a la movilización popular, la libertad de reunión, y

principalmente a la libertad de expresión, lo que en el momento que son tipificadas las protestas

como delitos que aparentemente afectan al orden público, a la asociación ilícita, innegablemente

intimidan a la población a a hacer uso de los derechos humanos, a los que el Estado ha pactado

cumplir.

Aunque en Colombia el derecho a la protesta está íntimamente ligado al derecho a la

libertad de expresión, garantizado por el artículo 37 de la Constitución política, ha sido

concebida como “una libertad pública fundamental por constituir una manifestación colectiva de

la libertad de expresión y un medio para el ejercicio de sus derechos políticos” (Corte

Constitucional Sentencia C-179 , 1994)

En este sentido, en dicha jurisprudencia, se determina que ni en el caso de una

declaración de Estado de conmoción por parte del presidente de la república, el gobierno puede
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tipificar los actos de protesta social que sean legítimos.

Con relación a lo anterior, se debe precisar que cualquier tipo de limitación que se

imponga al ejercicio del derecho a la protesta resulta ser contrario al propósito de construcción

de paz que tenga un estado social y democrático, y que, por el contrario, es desafiar y retroceder

en dicho fin, pues no se puede avanzar en la construcción de paz y democratización cuando se

desconocen los derechos humanos que el Estado está obligado a cumplir y que además es el

quien en aras de esa obligación debe hacer uso de su fuerza pública para proteger el

cumplimiento de esos derechos.


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