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Centro de Estudios Teológicos Interdisciplinarios

Diplomatura en Estudios Teológicos Interdisciplinarios


Modalidad Presencial

ÁREA TRABAJO
Lectura: “El trabajo y la vida humana”, “La fatiga”, “la motivación”, “La alienación”
Autor: Ruben Ardila
Detalles bibliográficos: Psicología del trabajo, Editorial Universitaria, Santiago de Chie, 1973

Prefacio
Partiendo de una determinación del trabajo como subcultura, el autor de Psicología del Trabajo describe
los aspectos fundamentales que éste presenta desde la perspectiva del psicólogo, y elabora un cuadro unificado
de sus diferentes formas en los distintos tipos de organización social, de los factores psicosociales, fisiológicos y
motivacionales que comprende y de sus relaciones con el juego, el ocio y la alienación.
El Dr. Rubén Ardila es director del Departamento de Psicología de la Universidad Nacional de Colombia,
fundador y director de la Revista Latinoamericana de Psicología y autor de importantes trabajos de su
especialidad, como Psicología del aprendizaje, Los pioneros de la psicología y otros de igual interés. Nacido en
San Vicente, Colombia, en 1942, obtuvo el título de psicólogo en la Universidad Nacional de ese país y se
doctoró luego en la Universidad de Nebraska, Lincoln, Estados Unidos.

Introducción
El presente libro es un enfoque del trabajo desde el punto de vista psicológico. Pone énfasis en aspectos
sociales, en el trabajo como una subcultura, en la forma como un niño que juega se transforma en un adulto que
trabaja, en las motivaciones para trabajar, y en la manera de entender el trabajo según el marco de referencia de
la psicología científica.
Es una obra de integración de conocimientos, y puede servir como texto en cursos de psicología del
trabajo, o como fundamento a un curso de psicología industrial o de sociología del trabajo.
El trabajo se enfoca en un contexto social, concretamente dentro de la sociedad en la cual vivimos, la
llamada cultura occidental, con características especiales en América y más concretamente en Latinoamérica. El
hombre occidental está decidido a llenarse de trabajo, glorifica la actividad y se angustia y se aburre en los ratos
de ocio. Esta actitud no existió durante toda la historia, ni es común a todas las culturas. Pero existe en la
nuestra, en el momento actual de nuestra evolución histórica. El trabajo es una actividad social, aunque se
realice individualmente; no puede estudiarse sino dentro de una perspectiva social.
En muchas culturas, trabajo se identifica con molestia, me costó mucho trabajo hacer eso decimos en
castellano. En latín labor y en Francés travail connotan esfuerzo y fatiga. Trabajo en todos los idiomas tiene que
ver con el desgaste de energía que se aplica a crear algo útil. Para Carlos Marx, el trabajo es un proceso que se
lleva a cabo entre el hombre y la naturaleza; en este proceso el hombre por su propia actividad inicia, regula y
controla las relaciones materiales entre él y el mundo a su alrededor.
El estudio del trabajo es una disciplina sumamente nueva. La mayoría de las investigaciones se han
llevado a cabo durante las últimas décadas, a pesar de los trabajos pioneros de Mosso sobre la fatiga y de Taylor
sobre la eficiencia. Diferentes disciplinas contribuyen a dar forma a una ciencia del trabajo, entre las cuales
ocupan lugar primordial la psicología, la biología, la pedagogía y la higiene. Hoy existe una ciencia del trabajo,
sólidamente fundamentada en los hallazgos de estas disciplinas. Sobra decir que tiene un carácter
eminentemente práctico y enormes aplicaciones a diferentes niveles; las investigaciones experimentales que la
sustentan se basan casi siempre en exigencias prácticas. En muchos casos se trata de aplicar los principios
científicos a las situaciones prácticas, y se observan sus alcances y sus limitaciones.
El trabajo se relaciona con el juego y con el ocio. En realidad la forma como uno maneje un auto o lea un
libro puede ser trabajo o puede ser juego dependiendo de la actitud que se tenga en esta actividad. La cultura
humana se basa en el trabajo, el hombre llegó a ser lo que es porque trabajó, transformó la naturaleza de
acuerdo a ciertos fines, y en este proceso se transformó el mismo. De ahí la importancia del estudio científico del
trabajo, y de ahí la importante contribución que tiene en este campo la psicología, como ciencia del
comportamiento humano.

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El trabajo y la vida humana
La importancia del trabajo en la vida del hombre no puede subestimarse. La mayor parte de los seres
humanos pasan una tercera parte del día trabajando, y lo hacen durante la mitad de su vida. Se exceptúan los
individuos demasiado jóvenes o demasiado viejos, los incapaces de encontrar trabajo por razones
socioeconómicas o de ejecutarlo adecuadamente por razones psicológicas, y la clase ociosa. El trabajo es la
manera de ganar dinero para satisfacer las necesidades básicas, y también es una manera de obtener status, de
imponerse a los demás, de sobresalir, de solucionar necesidades psicológicas como la de ser aceptado, querido
y apreciado.
El trabajo es un problema de enorme complejidad, que ha sido descuidado por los especialistas en
ciencias del comportamiento. A pesar de su ubicuidad en la vida del hombre, sólo recientemente se ha
comenzado a estudiarlo desde el punto de vista científico. Antes se realizaron investigaciones sobre la fatiga,
sobre selección de personal, sobre tiempos y movimientos y otros tópicos específicos. Sin embargo, el trabajo
como comportamiento humano comienza recién a ser estudiado.
Es un hecho que nadie nace con la capacidad de trabajar. Freud creía que el trabajo y el amor eran los
padres de la civilización humana; y aunque escribió mucho sobre el amor, no escribió casi nada sobre el trabajo.
Para él el trabajo no era una actividad placentera sino una carga que era preciso tolerar. El niño se interesaba
sólo en jugar, y la infancia se regía por el principio del placer; más adelante se convertía en un adulto que
trabajaba, y el principio de realidad regía su vida. El trabajo para Freud era la consecuencia del descubrimiento
que el hombre hacía de sus propias manos, que le llevaba a tratar de mejorar la tierra por medio de la actividad.

Definición
Antes de ir más adelante es preciso definir que se entiende por trabajo. En Física se usa el término para
indicar la transferencia de fuerza o de energía de un cuerpo o sistema a otro. En ciencias humanas se utiliza
para implicar una transformación del ambiente llevada a cabo por el hombre, con ciertos propósitos. Esto nos
lleva a definir dos puntos importantes: el trabajo implica propósito; los animales no trabajan. Es un hecho que
muchas especies de animales subhumanos transforman el mundo, usan instrumentos y tienen un
comportamiento con propósito, como lo han demostrado los especialistas en psicología animal. No podemos
llamar a esto trabajo, y preferimos utilizar el término para referirnos exclusivamente a la actividad humana de
transformar el ambiente para lograr sus propios fines. Sólo el hombre trabaja y, como lo ha indicado la filosofía
marxista, el trabajo contribuye en forma muy importante a la transformación del animal en hombre. Las manos
dotadas de pulgares que se pueden oponer a los otros dedos, la capacidad de converger la mirada hacia el
objeto sostenido en las manos, y especialmente el enorme desarrollo del cerebro, son factores que se han unido
para hacer que el animal se convierta en hombre y para que pueda trabajar.
La mayor parte de las definiciones de trabajo en todos los idiomas implican ciertas características:
actividad con propósito, actividad instrumental, alteración planeada del ambiente, actividad para lograr los
medios de subsistencia. Para nuestros propósitos la siguiente definición parece ser la más adecuada: Trabajo es
la actividad humana que reside en transformar el ambiente con el fin de lograr ciertos objetivos, especialmente la
subsistencia y conservación de la vida.
Los animales transforman el ambiente, tienen metas en su comportamiento, actúan en cierta forma para
mantener la vida, y por eso en forma amplia podría decirse que todos los animales trabajan; el león cuando sale
de cacería, la abeja cuando va a buscar miel y regresa e indica a sus compañeras la fuente de alimento por
medio de danzas sumamente refinadas y complejas, los chimpancés que unen dos varas con el fin de lograr
alcanzar una fruta que cuelga del techo, todo esto es trabajo en un sentido muy amplio. Sin embargo es tan
amplio que no parece ser útil. En la misma forma como el físico no puede preocuparse del universo entero al
estudiar un problema especifico en el laboratorio y fija ciertas condiciones límites, así también en nuestro análisis
psicológico del trabajo preferimos considerar que solo el hombre trabaja. Este libro se referirá al trabajo del
hombre, definido en la forma antes indicada.

Aspectos sociales e individuales


El individuo no nace con la capacidad de trabajar. Nace con ciertas energías y ciertas necesidades que
puede encauzar hacia el trabajo. Pero en esencia el trabajo es una actividad aprendida, en la misma manera
como lo es el amor, o el lenguaje. Se nace con ciertas habilidades pero no se desarrollarán a menos que se
aprenda como hacerlo, y el ambiente proporcione las oportunidades adecuadas. Las exigencias sociales, las
costumbres, la cultura como un marco de referencia, condicionan la actividad de trabajo del individuo. El trabajo
es un problema tanto social como individual, y un aspecto no puede estudiarse sin el otro. Se espera, por
ejemplo, que hombres y mujeres trabajen en distintos tipos de actividades; que el hombre desarrolle sus
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músculos, asuma responsabilidades y realice labores difíciles; que la mujer sea sensible, débil, haga cosas
delicadas y realice trabajos de gran cuidado. Es claro que una mujer puede llegar a ser tan buen piloto o tan
buen medico como un hombre, y que un varón puede llegar a ser tan buen diseñador de modas o tan buen
mecanógrafo como una mujer. Las exigencias sociales llevan a esperar actividades diferentes en cada caso, y
convencen al individuo para que se comporte en una forma determinada y no en otra.
La capacidad para trabajar implica un largo proceso evolutivo de aprendizaje, de ensayos y errores, de
exigencias sociales y de necesidades psicológicas. El ajuste del individuo se refleja en esta capacidad la que se
altera cuando hay serios problemas psicológicos. No puede afirmarse que, solucionando los problemas
psicológicos, el individuo pueda volver a trabajar normalmente, pues la capacidad para trabajar parece ser un
área autónoma de la personalidad (Neff, 1968). Pero la inversa parece funcionar: los problemas psicológicos
impiden el trabajo eficiente. Muchas personas no pueden trabajar adecuadamente por motivos físicos, por mala
visión, por falta de una mano o de una pierna, por mal oído, por dificultades cardiacas. En estos casos se han
desarrollado amplios programas de rehabilitación en todos los países civilizados y una enorme cantidad de
personas se han podido integrar a la sociedad, han dejado de ser una carga y han recuperado el sentimiento de
independencia y de dignidad humana que habían perdido por su incapacidad para trabajar. En muchos de ellos
bastó con adaptarles un aparato para mejorar el oído; en otros con construir una máquina que pudiera ser
operada con los pies en vez de las manos. Estos son casos sencillos, y relativamente fáciles de solucionar.
Sin embargo, hay varios miles de individuos con buena visión y audición, brazos y piernas normales, que
son completamente incapaces de trabajar. Encuentran empleo y a los pocos días o semanas lo pierden, o lo
abandonan voluntariamente; para ellos el trabajo es una lucha, es una carga, es una fuente de dolores y de
malestar. Esta gente llega al consultorio del psicólogo clínico o del psiquiatra por problemas de carácter clínico
(pocas veces por la incapacidad para trabajar), y esta anormalidad aparece en el curso del tratamiento o del
diagnóstico. El individuo es incapaz de someterse a un horario, a un régimen, a recibir órdenes, a ejecutar una
labor con el cuidado necesario; no puede llegar a tiempo a la oficina, ni adaptarse a los compañeros o al jefe. Va
de puesto en puesto sintiéndose cada vez más desgraciado y odiando el trabajo. ¿Qué hacer con estos
individuos? Este es uno de los problemas básicos de la psicopatología del trabajo, que estudiaremos más
adelante.

Factores económicos
Es preciso no confundir estos individuos con otros que tampoco encuentran trabajo, pero no por razones
psicológicas sino por razones de tipo socioeconómico. Estos últimos son las víctimas de los ciclos de empleo y
desempleo; pierden su trabajo cuando el gobierno decide frenar la inflación, lo recuperan cuando crecen las
industrias, lo vuelven a perder cuando se implantan nuevas maquinarias, y van de un lado para otro sin trabajo
fijo. La solución a este grave problema social está en manos de los economistas, no de los psicólogos; hay una
serie de soluciones, ninguna de las cuales ha sido completamente efectiva. Inclusive en los países más
desarrollados de Europa occidental y en los Estados Unidos, aproximadamente un 5% de la población en edad
de trabajar no lo hace por razones de tipo socioeconómico. Los negros, que están siempre en las colas de las
oficinas de empleo y que nunca logran conseguir trabajo, son el ejemplo más patético, en los Estados Unidos.
Sin embargo, este problema no nos compete directamente y solo lo estudiaremos en relación con otros, de
carácter psicológico.

Desarrollo
¿Cómo se transforma el niño que juega despreocupadamente en el adulto que trabaja con gran seriedad
y responsabilidad? Este largo proceso de desarrollo y de aprendizaje tiene sus altibajos, y todos los individuos los
han experimentado alguna vez. Cada uno de nosotros ha considerado alguna vez que el trabajo es una carga
pesada, que no tiene nada de creador, que se esta perdiendo el tiempo y que es hora de acabar con esa farsa.
Es preciso recordar que en todo libro, en todo concierto, en toda vida (y podríamos añadir, en todo trabajo) hay
períodos de aburrimiento, de monotonía, en los cuales se sigue adelante simplemente por hábito. En el mundo
moderno estos períodos forman la mayor parte del tiempo, no la menor. El individuo disfruta de su trabajo en
ciertos momentos, pero en la mayor parte de los casos sigue simplemente por hábito; se citan como
excepciones el trabajo del científico, del artista y del escritor, aunque ellos también confesarían con toda
sinceridad que en su labor hay una gran cantidad de monotonía, de esfuerzo continuado, de sacrificio con miras
a una meta lejana. Y para la mayor parte de la gente más del 60% del tiempo dedicado a trabajar implica
esfuerzo sin recompensa aparente.
El trabajo exige madurez, sobre todo si la recompensa no es adecuada o inmediata. El niño se
impacienta, si el premio no llega pronto, mientras que el adulto que trabaja debe aprender a esperar si quiere

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tener éxito. En diversas culturas se espera que el niño empiece a trabajar en épocas diferentes de la vida. Los
dos ejemplos más dramáticos y más cerca de nosotros son Angloamérica y Latinoamérica: en Angloamérica el
niño comienza a trabajar desde muy temprana edad, vende periódicos, hace mandados, corta el césped y así
gana algunos centavos, se independiza de sus padres y aprende a ser responsable, aunque sea en tareas
sencillas; repartir periódicos no es un trabajo difícil pero hay que hacerlo con cuidado, fijarse en el número de las
casas, llegar a tiempo a la oficina a recoger los periódicos, ser cuidadoso con el dinero, y otros detalles
semejantes; para un niño de siete u ocho años esta puede ser una labor sumamente seria y difícil.
Latinoamérica, por otra parte, constituye el extremo opuesto; se espera que los niños no trabajen, y solo lo hacen
los hijos de las clases menos favorecidas (en Angloamérica los niños ricos trabajan tanto como los niños pobres,
y ganan sus centavos desde muy temprano); los padres latinoamericanos sostienen a sus hijos cuando van a la
Universidad, y prolongan en esta Forma la dependencia y la infancia todo el tiempo posible. En Angloamérica se
espera que el niño sea independiente lo más pronto posible, en Latinoamérica se espera que lo sea lo más tarde
posible. Aunque éstas son generalizaciones, que varían según la región, el estatus socioeconómico y otros
motivos, no podemos ignorar que funcionan en términos generales.

¿Por qué trabajamos?


¿Por qué trabaja la gente? Si le preguntamos a la mayor parte de los individuos nos dirán que lo hacen
por dinero. Inclusive un libro (Fourastié, 1960) traducido al español con el sugestivo título de ¿Por qué
trabajamos? Es en realidad una introducción a la economía, y da por entendido que la gente trabaja por dinero.
Sin embargo, esto no es verdad. Un individuo no trabaja por dinero. Otros factores que se han descubierto en las
últimas décadas son el prestigio y el poder que el trabajo conlleva, y la necesidad de realizar una actividad
creadora. La gente trabajaría, por lo tanto, por tres grupos de razones: ganar dinero para satisfacer las
necesidades primarias (lo cual implicaría que los ricos no trabajan, y que en una sociedad en la cual todos
tuvieran sus necesidades básicas satisfechas, nadie trabajaría); por el prestigio que el trabajo implica (por
ejemplo ser presidente de una compañía, ser médico, ser profesor); y, finalmente, por la necesidad de crear. En
los últimos años se ha descubierto otro grupo de motivaciones que parecen ser tan importantes como las
anteriores y quizás más: el individuo trabaja para ser aceptado por su grupo, porque se siente bien con sus
compañeros de oficina o de fábrica, por presión social y cultural. Estos factores de carácter social han llevado a
los psicólogos a cambiar básicamente los conceptos previamente adquiridos sobre las motivaciones de los
trabajadores. Parece que el individuo no trabaja por ganar dinero (aunque lo diga explícitamente) sino para
satisfacer a su patrón, para ser aceptado por sus compañeros y para que la sociedad no lo acuse de haragán.
En un capítulo posterior se presentará un estudio mucho más detallado de las motivaciones para el trabajo. Lo
importante en este momento es insistir en que se trata de motivaciones complejas y con muchas fases.

El enfoque psicológico
La psicología del trabajo es una rama de la psicología que se ha desarrollado en los últimos años,
basándose en investigaciones realizadas en industrias y en laboratorios, y también en una teoría muy amplia del
comportamiento humano. Hoy sabemos mucho sobre la conducta del hombre y por eso podemos investigar
sobre la conducta de trabajar. Los enormes adelantos realizados en psicología científica en las últimas décadas
se han reflejado en las nuevas áreas de esta disciplina. Existe también una biología del trabajo, que estudia
factores tales como consumo de energía, temperatura, alimentos, y su influencia en la productividad; y existe una
sociología del trabajo, interesada en problemas de grupos, estructuras sociales e instituciones. La psicología del
trabajo se encuentra en el medio entre la biología y la sociología, y se beneficia de las investigaciones realizadas
en estas áreas vecinas, dando a su vez aportes que pueden ser utilizados por biólogos y sociólogos. La
psicología del trabajo estudia problemas como los siguientes: ¿Es capaz todo individuo de trabajar? ¿Por qué
trabaja la gente? ¿Qué clases de trabajos son capaces de hacer diferentes tipos de personas? ¿Cómo influye la
variación de las condiciones de trabajo en la productividad? ¿Cómo influyen el ruido, la temperatura, la nutrición,
la fatiga, la iluminación y la ventilación en la productividad? ¿Cómo influyen el supervisor, los compañeros, el
ambiente familiar del trabajador?
El trabajo no es una actividad natural del hombre, como comer, dormir, o respirar. Existe en todas las
culturas en mayor o menor grado; incluso en las culturas más primitivas puede decirse que todo es trabajo, no
existiendo diferenciación entre juego y trabajo, pues hombres, mujeres, niños y viejos trabajan todo el día
durante toda la vida. Pero el trabajo no es una actividad natural sino aprendida, e incluso en esas sociedades los
individuos aprenden a trabajar, sea por instrucciones directas de padres y tutores, o por el ejemplo de las otras
personas. La persona trabaja siempre con un objetivo. El trabajo es una actividad social, como lo prueba la
especialización en el trabajo que se observa en la sociedad moderna: un fabricante de zapatos o un albañil se

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morirían de hambre, si la sociedad no consumiera zapatos o construyera casas; el trabajo solo tiene sentido
dentro de un contexto social y, específicamente, dentro de una cultura dada.
La gente trabaja a ciertas horas, en cierto lugar, con cierta ropa, en cierta forma determinada de
antemano. El trabajo es un ritual, es una subcultura, como lo han indicado previamente otros autores, tiene
normas e intenciones que pasan de una generación a otra. El individuo aprende su papel, aprende a hacer lo que
se espera de el en ese trabajo determinado y se adapta a la subcultura; si no lo hace, si va de un trabajo a otro
sin lograr adaptarse a ninguno, se le considera aparentemente incapaz de trabajar y se le da tratamiento
psiquiátrico.
Sin embargo, la sociedad occidental considera el trabajo como una desgracia, y el ideal es un mundo en
el cual no haya que trabajar. Las explicaciones religiosas del mundo con base en la Biblia consideran al trabajo
como un castigo, como consecuencia de la desobediencia del primer hombre: Ganarás el pan con el sudor de tu
frente. Aunque nadie toma esto muy en serio, la atmósfera general de los países cristianos, musulmanes y
judíos, que consideran la Biblia como revelación divina o como historia, lleva a creer que el trabajo es un castigo.
El cielo de los musulmanes, por ejemplo, es un sitio en el cual el hombre no hace otra cosa que comer, vegetar,
hacer el amor con huríes y efebos, y pasar el tiempo en completa inactividad. Es claro, por todo lo que sabemos
de psicología humana, que este cielo se convertiría rápidamente en un infierno.
El hombre ha querido librarse del trabajo, ha esclavizado a otros hombres para que trabajen por él, ha
domesticado animales para que hagan su trabajo, ha inventado maquinarias de diverso grado de complejidad
para no tener que trabajar, ha inventado sistemas sociales en los cuales existen privilegios de clases y
especialmente una clase ociosa que no hace nada productivo. La consecuencia es que tiene mucho tiempo libre
y no sabe que hacer con él; inventa diversiones y termina aburriéndose completamente.
Sin embargo, en ciertos países, especialmente protestantes (aunque Weber esté equivocado, cosa que
en realidad nadie puede decir con certeza), el trabajo se ha glorificado y la actividad se ha convertido en el centro
de la atención. Hay países del mundo occidental, sobre todo los más desarrollados, en los cuales el trabajo se
considera intrínsecamente bueno y la inactividad intrínsecamente mala. Se trabaja muy duro, y el trabajo, que
era un medio para lograr un fin, se convierte en un fin en sí mismo. Probablemente hay razones históricas,
sociales y económicas que expliquen esta situación. Hay países orientados hacia el trabajo, en los cuales el
trabajo es una virtud, mientras que en otros se desprecia la actividad manual, se da gran énfasis a las labores
intelectuales (entendiéndose por tales las actividades de tipo verbal, por ejemplo el estudio de las leyes y la
poesía). En los países orientados hacia el trabajo, se considera incluso que las mujeres, los niños, los inválidos y
los multimillonarios deben realizar algún tipo de trabajo; el multimillonario puede ser presidente de una
compañía, aunque podría perfectamente delegar esta función en un administrador; su esposa es enfermera
voluntaria en un hospital un día a la semana, aunque podría pagar a una muchacha con entrenamiento en
enfermería para que cumpliera sus funciones en forma más adecuada; el inválido puede hacer algo, construir
canastas o estatuitas de madera, a pesar de no poder sostenerse con esta actividad. Lo importante aquí es
indicar que el trabajo se ha convertido en un fin en si mismo, mientras que comenzó siendo un medio para lograr
otros fines.
La sociedad occidental moderna es cristiana y considera el trabajo como una maldición; y al mismo
tiempo se ha orientado profundamente hacia la actividad y para ella el trabajo es un fin, no un medio. Esta es una
de las muchas contradicciones de la sociedad actual, de las cuales no todo el mundo tiene conciencia, pero que
repercuten en la vida de todos. El próximo capitulo presentara el trabajo dentro de un contexto social y mostrara
como evoluciono desde las sociedades primitivas hasta la moderna sociedad industrial. Los factores individuales
están siempre mezclados con los sociales, y la división entre unos y otros es más heurística que real.

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La fatiga
Uno de los problemas más estudiados de la psicología del trabajo es este de la fatiga, probablemente
debido a su gran importancia práctica. Psicólogos y fisiólogos están interesados en encontrar las causas de la
fatiga, la manera de programar el trabajo en forma tal que minimice la fatiga, y de lograr el máximo resultado con
el mínimo de desgaste.
Sin embargo, parece que el término fatiga se usa para cubrir muchos estados, condiciones y cambios
que en realidad son muy diferentes unos de otros. No hay un tipo de fatiga sino muchos y quizás sería preferible
denominarlos con palabras diferentes. El término se usa para referirnos a cualquier modificación del organismo
inducida por la actividad continuada y que perjudique los objetivos de la práctica. Es un área muy amplia y
vagamente definida. Sabemos que la fatiga se produce por el ejercicio continuado, el ruido, la vibración, los
sacudimientos, el exceso de calor, de frío o de humedad, y por muchas otras causas. Chaplin (1968) define
fatiga en tres formas diferentes:
1. Conductualmente es una disminución en la habilidad para trabajar.
2. Subjetivamente es un estado de cansancio que se presenta después del trabajo prolongado o de la tensión
nerviosa.
3. Sensorialmente es una alteración que sigue a la estimulación prolongada, como sucede en el caso de la fatiga
retinal o auditiva.
Estos tres tipos de definiciones son suficientemente amplios como para abarcar las otras definiciones
que se han propuesto. El criterio objetivo de definir la fatiga como capacidad reducida para trabajar que resulta
del ejercicio previo, que deja fuera lodos los estados subjetivos de fatiga, tiene una ventaja importante: ese
estado subjetivo de cansancio y malestar solo resulta en un período avanzado de fatiga y no podría estudiarse en
los estados preliminares, en los cuales se presenta la capacidad reducida para trabajar.
A pesar de esta ventaja, Ryan (1944) criticó la definición objetiva de la fatiga basándose en conceptos
motivacionales. La reducción en la capacidad para trabajar puede no observarse debido al esfuerzo que hace el
individuo para continuar con un nivel de trabajo muy alto; en muchos casos esto se hace con el fin de satisfacer
al experimentador, en otros con el fin de satisfacer criterios personales de excelencia. Ryan hace notar que es
muy difícil lograr que el sujeto trabaje al máximo desde el principio, en forma tal, que el esfuerzo adicional no
tenga ningún efecto para compensar la capacidad reducida; siempre es posible trabajar más y este esfuerzo
compensa por la disminución causada por la fatiga. Por otra parte, existen normalmente cambios en la ejecución
y las alteraciones debidas a la falta de atención, a distracciones y a otros factores similares, pueden llevar al
investigador a interpretarlos como fatiga. A pesar de estos problemas, que son muy reales, el criterio objetivo
parece ser preferible al introspectivo, en la definición de fatiga.

El estudio experimental
Antes de 1884, la fatiga se entendía desde el punto de vista del sentido común, y se daba gran
importancia al aspecto subjetivo. Fatiga se consideraba sinónimo de cansancio, y no se consideraba que valiera
la pena estudiarla desde el punto de vista experimental. Fue Mosso quien llevó la fatiga al laboratorio y comenzó
su estudio científico. Es posible dividir el desarrollo histórico del estudio de la fatiga en cinco partes (siguiendo
parcialmente a Browne, 1953):

1. Los finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, hasta la primera guerra mundial. Durante este período la
figura central fue Angelo Mosso (1846-1910), quien en 1884 demostró que la capacidad de contraerse de un
músculo o de un grupo de músculos disminuía al presentar un estímulo repetido (Mosso, 1915). Para estudiar los
parámetros que entraban en juego construyó un aparato especial, el ergógrafo, que gozó de mucha popularidad
en los laboratorios dedicados al estudio del trabajo. Mosso distinguió fatiga muscular y fatiga mental, lo que era
obvio, pero insistió en que la actividad mental va a menudo acompañada de tensión muscular. Mosso noto que
existían cambios rítmicos en la atención y en la irritabilidad de las personas cansadas y enfatizó las diferencias
individuales en la demostración experimental de la fatiga. Rivers, en 1896, diseñó curvas de actividad que
constaban de tres partes: un ascenso, una meseta y luego una caída. Insistió en que existe una oposición entre
costumbre y fatiga, y entre descanso y fatiga; cuanto más estemos acostumbrados a realizar una tarea, menos
nos fatigaremos; cuanto más hayamos descansado menos nos fatigaremos.

2. La primera guerra mundial. Se destaca en estos años la obra realizada en Inglaterra por M. Smith (1916) y por
H. M. Vernon (1921). Smith trabajó con la relación existente entre falta de sueño y descanso en la actividad;
mientras que Vernon, en su libro Industrial Fatigue and Efficiency, realizado en el ambiente industrial más que en
el laboratorio, insistió en un estudio total del trabajo, tomando en cuenta todos sus aspectos.

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3. Entre las dos guerras mundiales. Durante este período sobresalen los trabajos de Bills (1931) que ponen
énfasis en el concepto de bloqueo de la actividad. Según Bills, con la actividad continuada los bloqueos mentales
transitorios aumentan, se hacen más frecuentes y terminan por inhibir todo el trabajo. El concepto de ritmo
diurno de actividad también apareció durante este período (Kleitman, 1939): habría un ritmo que alcanzaría su
máximo hacia el mediodía y su mínimo poco antes de la medianoche. La versión moderna de este concepto de
ritmo diurno y su influencia sobre el trabajo mental puede hallarse en Bjerner, Holm y Swensson (1955).

4. La segunda guerra mundial. Los trabajos de investigación aplicada, que comenzaron con la primera guerra
mundial, se continuaron durante el período entre las dos guerras y se hicieron mucho más importantes durante la
segunda guerra mundial. Se dedicaron muchos esfuerzos al estudio de la fatiga de los pilotos en situaciones
militares (Browne, 1946; Davis, 1948). Se encontró que había una relación inversa entre el deterioro producido
por la fatiga y el esfuerzo que requería una tarea; cuanto más esfuerzo requería menos síntomas de fatiga
aparecían.

5. Después de la Segunda Guerra Mundial. Durante las tres últimas décadas la investigación experimental de la
fatiga se ha refinado mucho, y se han abierto nuevos frentes de trabajo. La fatiga se investiga en el laboratorio,
en la industria y en la escuela. En muchos casos los fisiólogos colaboran con los psicólogos para dar un cuadro
más completo de la fatiga y sus correlatos biológicos. Los especialistas en psicología de los deportes también
trabajan en esta área y los sociólogos utilizan los resultados de tales investigaciones en la planeación del trabajo
a nivel social e institucional. La obra más completa que se ha publicado hasta este momento sobre la fatiga, en
cualquier idioma, es Die Ermüdung (Sehmidtke, 1965); escrita en alemán, presenta las investigaciones
realizadas en todo el mundo (incluyendo Latinoamérica) sobre síntomas, teorías y ensayos de medición de la
fatiga. Puede considerarse a Die Ermüdung como una síntesis de los conocimientos que se poseen sobre la
fatiga, especialmente a partir de la Segunda Guerra Mundial.

¿Existe la fatiga?
Durante muchos años no se dudó que la fatiga existiera y se la consideró como una entidad, aunque sin
especificarse en detalle a que se refería. Este es uno de los muchos términos que la psicología tomo del
lenguaje común y que deben ser analizados críticamente antes de aceptarlos. La fatiga no es algo que este en la
sangre (no es simplemente la formación de ácido láctico) ni en el cerebro, si no que es algo mucho más amplio.
Es una palabra que se usa para denominar estados muy diferentes.
Un psicólogo británico, Bernard Muscio, se preguntó si era posible realizar una prueba de la fatiga, y
concluyó que no (Muscio, 1921). Era importante continuar trabajando en este tipo de problemas, pero el
concepto de fatiga como una entidad unitaria debería abandonarse. Page (1929), siguiendo la sugerencia de
Muscio, insistió en la importancia de estudiar los cambios en el costo metabólico del trabajo; se observo que
disminuía la eficiencia durante el desarrollo de un trabajo y a esto se denomino costo metabólico o fisiológico del
trabajo. Este costo se correlacionó en un famoso estudio llevado a cabo por Waller y DeDecker, con la
producción de CO2 en los empleados que trabajaban en diversas dependencias del Times de Londres. Sin
embargo, el índice metabólico no funcionaba para el trabajo cerebral, que presenta mínima actividad muscular,
mucha fatiga, y mínima actividad metabólica; los lectores de pruebas de imprenta, por ejemplo, presentaron un
índice metabólico muy bajo y una gran disminución en la eficiencia.
Más adelante Page (1932) analizó con gran detalle la relación entre eficiencia y fatiga, sin poder integrar
el material existente en ese momento. Había resultados contradictorios, no se estaba de acuerdo en los criterios
para definir la fatiga y no se sabía si existía una o varias clases de fatiga. Ryan presentó una forma de solucionar
el problema, que veremos a continuación.

Variedades de fatiga
En el lenguaje de la vida diaria existirían dos tipos de fatiga: física y mental. Las dos serían similares,
pero no idénticas. Esa dicotomía carece de base científica, a menos que aceptemos los índices presentados
antes basados en el costo fisiológico del trabajo. Ryan (1944) prefirió hablar de siete clases de fatiga, en vez de
dos; todas son físicas, pero la última incluye lo que denomina trabajo mental. Es preciso insistir en que durante la
actividad intelectual se consume muy poca energía y muchas veces la “fatiga mental” es simplemente fatiga
sensorial, causada por estar sentados en el mismo sitio, leyendo, escribiendo o solucionando problemas. La
dicotomía entre fatiga física y fatiga mental no tiene razón de ser y, en cambio, se exige una concepción
pluralista de la fatiga. Habría siete clases de fatiga, a saber:
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1. La producida al ejecutar tareas de velocidad (por ejemplo participar en una competencia atlética de velocidad).
2. La producida por tareas de resistencia contínua (como caminar todo el día llevando una pesada carga).
3. La producida por restricciones posturales (como escribir a máquina durante mucho tiempo).
4. La producida por una tarea local de repetición (por ejemplo, en el ergógrafo).
5. La producida por ajuste sensorial prolongado (como leer o explorar el ambiente en forma visual).
6. La producida por factores emotivos.
7. La producida al tratar de solucionar problemas (por ejemplo, al realizar cálculos matemáticos).
La ventaja de esta clasificación reside en que su autor la relacionó específicamente con un tipo de tarea,
en vez de hablar de fatiga en general, o de buscar causas ocultas. Cada una de estas siete variedades de fatiga
conduce a un informe verbal diferente, aunque parecido en unos pocos casos; a veces la persona habla de
dolores musculares en todo el cuerpo, en otras de somnolencia y en otras de dolores posturales. Esta
clasificación escapa de las críticas presentadas por Bentley (1944), y tiene un enfoque bastante moderno a pesar
de haberse propuesto hace treinta años.

Efectos de la fatiga
Las distintas variedades de fatiga producen efectos diferentes. Sin embargo, es posible encontrar
resultantes generales, especialmente en lo relacionado con la ejecución. Analizando en detalle una tarea
cualquiera, pueden observarse los efectos de la fatiga en su correcta ejecución.
Todas las tareas, hasta las más sencillas, requieren la recepción de información sensorial, de tipo visual,
auditivo, o táctil; requieren la percepción de tales señales, la toma de decisiones basadas en esta información, y
la ejecución de una serie de movimientos a partir de esas decisiones. En el trabajo que requiere movimientos
musculares ligeros, por ejemplo en las tareas repetitivas, el trabajo se vuelve más lento y desorganizado cuando
aparece la fatiga. No es que los movimientos se vuelvan más lentos sino que aumentan la demora existente
entre la recepción de la información y el comienzo del movimiento. Parece que se afecta el proceso central
(Edholm, 1967). Al examinar con más detalle estas irregularidades se encuentra que la demora no aparece en
todos los ciclos de actividad que se requieren para ejecutar la tarea si no en unos pocos. De vez en cuando se
presentan demoras demasiado grandes, bloqueos de la actividad; enseguida, la actividad se vuelve eficiente por
un corto tiempo, luego viene otro bloqueo largo y vuelta a la actividad. Los fisiólogos han especulado que tales
bloqueos representan pausas de descanso dentro del sistema nervioso central, producto probablemente de la
acumulación gradual de sustancias o estados inhibitorios que finalmente impiden la transmisión de impulsos
nerviosos. Aunque la fatiga no se debe simplemente a dicha acumulación, parece que existe cierto fundamento
para este aspecto fisiológico, que sería un factor entre otros muchos.
A nivel conductual, se ha observado que, cuando el organismo se va fatigando, la ejecución se vuelve
irregular; los eventos no siguen unos a otros en la forma adecuada; el tiempo requerido para cada uno de ellos
se altera también y lo mismo sucede con el orden de las acciones. La ejecución se vuelve errática, aparece
adecuadamente realizada en una ocasión y muy mal realizada en la siguiente. El individuo puede llevar a cabo la
acción correcta en el momento incorrecto.
La ejecución se deteriora a diversos niveles; su base fisiológica no se conoce todavía muy bien, pero
algunos especialistas hablan de demora o bloqueo en las sinapsis de las fibras y células nerviosas y, al mismo
tiempo, se refieren a alteraciones en la excitación de diversas partes del sistema nervioso. La irritabilidad, que
parece ser la propiedad fundamental de la materia viviente, se altera por la fatiga, disminuyendo hasta hacerse
mínima. Ciertas drogas, especialmente las anfetaminas y sus derivados, se han tratado de usar para
contrarrestar los efectos de la fatiga; existe un efecto positivo, pero solamente temporal y, poco después, la
ejecución se vuelve más desorganizada de lo que era antes de tomar la droga.
Es sorprendente que el conocimiento de los resultados influya en forma tan clara sobre la ejecución de la
persona fatigada. Cuando un individuo observa (o se le informa) que la ejecución se está volviendo deficiente
debido a la fatiga, es capaz de mejorar notoriamente su ejecución, en forma tal que los efectos de la fatiga
parezcan haber desaparecido. En realidad no han desaparecido, pero el esfuerzo realizado por el individuo es
capaz de superarlos, al menos temporalmente. La motivación es el factor determinante en este nuevo esfuerzo;
cuanto más interesante sea la tarea, o más importante sea para el sujeto (aunque no sea intrínsecamente
interesante) mayor será la probabilidad de que realice ese esfuerzo adicional que muchas veces requiere un
gasto considerable de energía.
Algunos autores han comparado los efectos de la fatiga con los de la embriaguez. Cuando el individuo
está ebrio su comportamiento se desorganiza, las acciones correctas se realizan en el momento incorrecto y
varios efectos más son similares en la fatiga y en la embriaguez. Es curioso comprobar que el esfuerzo

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consciente puede hacer que el individuo supere los efectos de la embriaguez y que se comporte en forma
correcta, lo mismo que sucede en la fatiga, como acabamos de ver.
En lo relacionado con los efectos de la fatiga es preciso recordar que son sumamente específicos. Por
esto cambiar de actividad ayuda a disiparlos, siempre que la nueva actividad no sea muy similar a la anterior. La
persona fatigada, enfrentada con una nueva tarea, puede desarrollar nuevos esfuerzos, y nuevo interés que
ayudan a contrarrestar, al menos aparentemente, los efectos de la fatiga. Esto nos lleva a estudiar el problema
del descanso, complementario del problema de la fatiga, y de enorme importancia práctica.

El descanso
¿Por qué necesitamos descansar? ¿Cuánto necesitamos descansar? ¿Es mejor trabajar por largos
periodos y descansar por un tiempo considerable o interrumpir frecuentemente el trabajo y descansar por corto
tiempo? Las respuestas a muchas preguntas relacionadas con el descanso no se conocen todavía con certeza.
El organismo necesita descanso, necesita sueño, necesita cambiar de actividad, con el fin de poder trabajar en
forma eficaz. Los trabajos sobre la psicofisiología del sueño han alcanzado un alto nivel de refinamiento, pero
solo se relacionan tangencialmente con los problemas de la psicología del trabajo.
La forma más eficaz de prevenir la fatiga es introducir períodos de descanso a intervalos regulares
durante el día de trabajo. En Alemania, Lehmann (1962) demostró que en un ambiente industrial, si la dirección
no dispone que se den períodos de descanso, los obreros los introducen en forma velada, con trucos,
cambiando el tiempo de trabajo en forma tal que se puedan tomar sus ratos de descanso.
Fue difícil para los directores de empresas entender que el descanso hace aumentar la producción y que
largos días de trabajo la disminuyen. En tiempos de crisis, cuando se aumenta considerablemente el tiempo que
debe trabajar cada obrero, se nota una caída en la producción que los expertos en tiempos y movimientos no
pueden explicar, a menos que acepten la necesidad de descansar. Las interrupciones para tomar café por la
mañana y por la tarde, hacen que el trabajo de las secretarias se vuelva más eficiente, que se cometan menos
errores y se realice mejor la tarea, lo cual a la larga es un ahorro de tiempo y de esfuerzo. Se trabaja menos y el
rendimiento es mayor, si los períodos de descanso son adecuados.
¿Cuánto tiempo necesitamos descansar? Realmente no se sabe. Parece ser preferible descansar 5
minutos cada hora y no treinta minutos seguidos y trabajar 6 horas sin parar. Es difícil interrumpir el trabajo cada
hora, y por esto en la práctica los empleados solo descansan una o dos veces en la mañana y otras tantas en la
tarde, aunque sería preferible hacerlo con mayor frecuencia.
La necesidad de descanso es un problema que tiene muchas variables que no se han podido estudiar
todas a cabalidad. Influyen el tipo de trabajo, las diferencias individuales, el aprendizaje previo, la edad e,
inclusive, factores culturales. Parece que el aprendizaje previo es más importante de lo que se supondría a
simple vista; nos acostumbramos a ciertos descansos, a ciertas interrupciones en el trabajo que se vuelven
imprescindibles. Para una persona habituada a un cierto programa de trabajo y descanso, el de otra persona
puede parecerle insoportable, o una pérdida de tiempo.
El hombre trabaja porque tiene motivos para hacerlo. El trabajo implica un esfuerzo, se gastan energías,
nos cansamos y es preciso recuperar las fuerzas por medio del relajamiento, del descanso, del sueño y del
cambio de ocupación. Las razones por las cuales trabajan los seres humanos permanecen todavía un poco
oscuras, y a ellas dedicaremos el próximo capítulo.

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La motivación
¿Por qué trabajamos? Si se le pregunta a la mayor parte de la gente dirá que por dinero. Si le
preguntamos a los expertos en problemas industriales, dirán que las personas trabajan por satisfacer sus
necesidades básicas, emplear las energías, establecer interacción social con otros trabajadores, alcanzar un
status y realizarse como seres humanos. Brown (1954) menciona el caso de tres obreros ingleses que ganaron
una fortuna en apuestas de fútbol e invirtieron el dinero en acciones que les produjeron suficiente para vivir
cómodamente el resto de la vida. Sin embargo, regresaron a sus trabajos anteriores, dos de ellos a actividades
rutinarias y tediosas, el tercero a su labor como mecánico. Este ejemplo ayuda a ilustrar un punto importante: la
gente no trabaja solamente por dinero, la motivación en el trabajo es un problema multifacético.
Un enfoque comprensivo de este problema debe estudiar la motivación en el trabajo dentro del marco de
referencia de la motivación en general. Los psicólogos estudian los factores motivacionales desde Thorndike
(1898), quien al investigar el aprendizaje en animales puso gran importancia en la motivación, especialmente en
el papel del premio y del castigo. En nuestros días los psicólogos consideran la motivación como un Factor
intermediario entre ciertas condiciones antecedentes y cierto comportamiento; en realidad la motivación es solo
una palabra, cuya función es explicar lo que sucede entre esas condiciones antecedentes y ese comportamiento.
Y tiene sentido dentro del contexto, lo mismo que “inteligencia” o “creatividad”. En el caso específico de la
motivación, la situación puede presentarse gráficamente en la forma siguiente (Ardila, 1970), que podría
considerarse como una interpretación operacional de la motivación.

Condiciones Antecedentes Comportamiento

MOTIVACIÓN

Empíricamente se observa que las condiciones antecedentes preceden al comportamiento; la privación,


el incentivo o la estimulación nociva tiene ciertos efectos sobre el comportamiento, llevan a aprender algo, a
hacer algo o a hacerlo en grado mayor o menor. En el medio, entre las condiciones antecedentes y el
comportamiento, se hace intervenir un factor hipotético, la Motivación. Este enfoque operacional se aplica
claramente en psicología científica. En el laboratorio, por ejemplo, se priva a un animal de alimento por 24 horas
y se observa que recorre el laberinto a cierta velocidad o cometiendo cierto número de errores; se le priva por 48
horas y se nota que lo recorre más rápidamente o comete menos errores.
La motivación se ha estudiado a diversos niveles, inclusive a los más complejos. Una enorme cantidad
de hechos y de hallazgos experimentales se ha reunido y numerosas teorías se han propuesto para explicarlos;
estudiando los volúmenes del Nebraska Symposium on Motivation, que es la fuente principal de información
sobre la motivación y que se viene publicando hace varios lustros, puede conocerse el estado actual de esta
área de la psicología. Una descripción de las teorías de la motivación puede encontrarse en Madsen (1968). Las
teorías más primitivas son simples especulaciones, como las de McDougall y Murray, quienes se limitaron a
hacer listas de necesidades y a afirmar que los hombres actúan porque buscan satisfacer la necesidad o el
instinto de actividad o de exploración. Existen también especulaciones filosóficas de sillón que pretenden pasar
por teorías de la motivación y afirman que la motivación humana básica es crear más vida en el universo, o algo
por el estilo.
Afortunadamente las teorías de la motivación han alcanzado un alto grado de refinamiento, y están
mucho más allá de las afirmaciones de McDougall, Murray y los filósofos que han tratado estos problemas. Las
teorías difieren en complejidad y en campo de aplicación. Probablemente la más completa de todas ellas, y la
que cuenta con una base científica más sólida, es la teoría motivacional de Abraham Maslow (1970). Como
marco de referencia puede ayudarnos a entender la motivación en el trabajo, y se aplica a todos los niveles.

Teoría motivacional de Maslow


Abraham Maslow (1970) presenta una clasificación de las necesidades básicas del hombre; según él los
motivos se agrupan en una jerarquía que va desde los más fuertes y dominantes hasta los más débiles. Estos
últimos solo entran en juego si se han satisfecho los anteriores. Para llegar al segundo escalón de la jerarquía
es preciso satisfacer antes las necesidades del primer escalón; para llegar al tercero las del primero y el
segundo, y así sucesivamente. La escala de necesidades sería la siguiente, en forma
simplificada:
1. Necesidades fisiológicas: hambre, sed, actividad física, sexo.
2. Necesidades de seguridad: tanto física como psicológica.

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3. Necesidad de pertenencia y de amor: dar afecto, hallar una respuesta afectiva en la otra gente, pertenecer.
4. Necesidad de estima: lograr una evaluación estable y alta de nosotros mismos, con base en el autorrespeto y
en la estimación de los demás.
5. Necesidad de actualización: poner en actividad las fuerzas que poseemos, integrar la conducta, realizarnos
como seres humanos.
Para Maslow las necesidades fisiológicas están en la base de la jerarquía. El pan es importante cuando
no hay pan. Cuando lo hay, es importante que nos sintamos seguros, y así sucesivamente, se va subiendo en la
escala jerárquica. Solo llega a la cumbre de la autorrealización quien haya satisfecho antes las otras
necesidades.

En el trabajo
En la situación de trabajo el hombre está buscando satisfacer los anteriores tipos de necesidades que se
organizan en forma jerárquica. Está buscando alimentos, abrigo, prestigio, autoestimación y autorrealización.
Unas necesidades superiores implican que las anteriores se han satisfecho previamente.
Vroom (1964) en un libro dedicado específicamente a estudiar la motivación en el trabajo, enumera cinco
puntos o circunstancias que merecen estudiarse con cierto detalle. Según él, el trabajo asalariado estaría
determinado por las siguientes circunstancias:
1. Provee al trabajador con un salario por sus servicios.
2. Permite el empleo de la energía física o mental del trabajador.
3. Da al trabajador ocasión de entrar en contacto social con otras personas.
4. Define, al menos parcialmente, el status social del trabajador.
5. Le da oportunidad de contribuir a la producción de bienes y servicios.
Estudiaremos cada uno de estos puntos, presentando lo que se conoce actualmente al respecto.

Dinero
La gente trabaja y recibe un salario por sus servicios, con el cual compra bienes de consumo que le
permiten satisfacer sus necesidades básicas. Cuando el dinero se acumula le permite a su poseedor la
satisfacción de deseos no inmediatamente relacionados con la continuación de la vida y le da status y prestigio
en la comunidad, sobre todo en los países capitalistas. El dinero es un reforzador universal, probablemente uno
de los pocos que tienen este carácter de universalidad; con él se pueden adquirir diversos tipos de refuerzos, se
puede acumular previendo necesidades futuras o usarse para producir más dinero. La gente no trabaja por el
dinero en si mismo, que es un papel sin ningún valor intrínseco; trabaja porque el dinero es un medio para
obtener otras cosas.
Sin embargo, el dinero no es la única fuente de motivación en el trabajo, como se ha comprobado por
medio de diversos estudios. Morse y Weiss (1955) llevaron a cabo en los Estados Unidos un muestreo a escala
nacional y encontraron que el 80% de los trabajadores afirmaron que seguirían trabajando aunque sus
necesidades económicas estuvieran completamente satisfechas. Como dato importante, los autores encontraron
una corre1ación positiva entre la cantidad de adiestramiento que se requiere en una ocupación dada y el deseo
de seguir trabajando sin incentivo monetario; en todo caso, entre los trabajadores no calificados el 58%
continuaría trabajando, aunque sus necesidades económicas fueran solucionadas de antemano; en profesiones
calificadas el porcentaje era mucho más alto.
El estudio citado tiene un serio defecto metodológico: se basa en una situación hipotética en la cual se
coloca al individuo, y no sabemos si en realidad se comportaría en la forma indicada, o sea si vaya a seguir
trabajando cuando se le solucionen sus necesidades económicas. Muchas investigaciones de psicología social
nos han enseñado que hay una gran diferencia entre las actitudes expresadas verbalmente y las actitudes
expresadas conductualmente; una persona puede decir con toda sinceridad que no tiene nada en contra de los
japoneses, que podría hacerse amiga de ellos, casarse con uno de ellos, etc. y en el momento de encontrarse en
la situación real comportarse en forma muy distinta. Hay que dar más peso a las actitudes que se conocen
observando el comportamiento que a las actitudes verbales, porque el hombre posee una asombrosa capacidad
para engañarse a sí mismo.
Sin embargo, teniendo en cuenta esta limitación, es importante comprobar que entre los trabajadores no
calificados el porcentaje que seguiría trabajando es menor (58%) que el porcentaje total (80%). Tal vez a nivel de
obrero no calificado el dinero juega un papel más importante como factor motivacional, que a nivel profesional.
En esto Maslow tendría razón, como es fácil de comprobar.
¿Existe en nuestro mundo alguna organización social en la cual la gente trabaje sin recibir ningún
incentivo monetario? La respuesta es afirmativa. Hay granjas colectivas en varios lugares de Europa y de los

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Estados Unidos, en las cuales se esta tratando de cambiar el sentido del trabajo librándolo de sus implicaciones
financieras. Y el ejemplo más claro y más importante que existe en el mundo actual son los kibutz de Israel, que
el autor tuvo ocasión de visitar hace algunos años.
En un kibutz la gente no trabaja por dinero, no se le paga nada por su trabajo. Se trata de un movimiento
que fue agrario en su origen, pero que en la actualidad se ha extendido al campo industrial. En estas granjas
colectivas el trabajo tiene un significado sumamente diferente del significado que posee en otras situaciones. Un
kibutz consta de 400 ó 500 personas que viven en comunidad, trabajan juntas, comen juntas y poseen todos los
bienes en común. El kibutz les proporciona todo lo que necesitan, habitación, alimentos, ropas, cigarrillos,
medicinas, libros, conciertos, representaciones teatrales, películas, escuelas para sus hijos e instrumentos de
trabajo (Ardila, 1965). La gente trabaja sin tregua, desde el alba hasta después del mediodía; no existe el
incentivo de la propiedad privada ni del dinero para trabajar, pero todos lo hacen en la medida de sus fuerzas.
Spiro (1963) enumera los postulados morales en los cuales se basan los kibutz:
1. El valor moral del trabajo, que parte de la religión del trabajo, según la cual es a través de su labor como el
hombre llega a ser uno consigo mismo, con la sociedad y con la naturaleza.
2. La propiedad que la comunidad produce y usa pertenece por derecho a toda la comunidad.
3. El principio de la igualdad social y económica de todos los miembros de la comunidad.
4. La libertad individual. El kibutz se enorgullece de ser la sociedad más libre del mundo.
5. El valor moral del grupo. El interés del individuo se subordina al interés del grupo y se considera que ambos
son complementarios.
Lo importante de esta experiencia (Serna, 1969), es que la civilización de los kibutz no es un sueño de
ilusos sino una realidad muy concreta y tangible, que ha pasado ya la prueba de dos generaciones. Parece ser
que la motivación del hombre para trabajar, incluso en condiciones difíciles, en trabajos de tipo agrícola y en
medio de condiciones hostiles, no es la simple adquisición de bienes personales. Los habitantes de los kibutz
conocen que hay otro mundo, en el cual se gana dinero con menos esfuerzo del que ellos requieren para lograr
su mantención y su provisión de ropas y cigarrillos; sin embargo, muy pocos de ellos abandonan la vida en
comunidad y se van al mundo real. Aunque la situación de los kibutz puede considerarse en cierta forma como si
fuera específica de las condiciones sociales e históricas del Medio Oriente, no deja de ser un tema de reflexión
para quienes estudian las motivaciones de los trabajadores.

Actividad
Además de las motivaciones de tipo económico se sabe que la gente trabaja por ejercitar sus músculos,
su capacidad verbal o sus habilidades intelectuales. Parece que el esfuerzo físico y mental que se requiere para
ejercer una tarea no tiene las implicaciones negativas que le da el hombre de la calle, sino que se considera
positivo y deseable. La inactividad continuada parece ser más negativa y desagradable que el trabajo intenso.
Friedman y Havighurst (1954) encontraron que gran cantidad de trabajadores gustan de su trabajo porque los
mantiene ocupados y activos; les disgustaría no trabajar porque no sabrían que hacer con su tiempo libre.
Probablemente existen muchas diferencias individuales y culturales en lo relacionado con el empleo de las
energías; para unos es probable que las energías se canalicen en actividades diferentes del trabajo, como son
pasatiempos, aficiones y deportes; para otros es preciso que tales fuerzas se utilicen en algo con sentido como
es el trabajo. El hombre busca sentido en todo lo que hace, y esto se relaciona en forma compleja con la manera
de utilizar las energías vitales.

Autoestimación
El hecho de trabajar se asocia en nuestra cultura con una valoración positiva y el no trabajar con una
valoración negativa. Se reprueba a las personas que no trabajan, a menos que tengan fuertes razones para no
hacerlo, tales como edad o enfermedad. La opinión que el individuo tiene de si mismo es en muchos casos
función de su trabajo, de la excelencia de su ejecución y de la forma como reconozca la sociedad la importancia
de esa labor que está desempeñando.
Wilensky (1961), en una investigación que analizaremos más adelante, al referirnos a la alienación,
encontró tres grupos de variables que se relacionan con la autoestimación:
1. Libertad relativa para actuar en el trabajo.
2. Relativa autoridad y responsabilidad.
3. Oportunidad de interacción social.
Para mucha gente el trabajo es la única manera de autovalorarse, la única actividad con sentido que
realizan y por ello sus sentimientos de autoestimación están en función directa de su trabajo. Aunque este

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extremo puede ser la excepción y no la regla, en todos los individuos la autoestimación y el trabajo están
íntimamente relacionados.

Interacción social
Los hombres trabajan porque se sienten bien con sus compañeros de trabajo, con los supervisores y los
jefes. El grupo de trabajo que comienza siendo un medio para un fin, se convierte con el paso del tiempo en un
fin en si mismo; la persona va a trabajar porque es importante estar en compañía de Fulano y de Zutano,
haciendo lo mismo que ellos hacen, disfrutando de su mismo status, teniendo sus mismos intereses, actitudes y
obligaciones.
Al analizar el trabajo como una subcultura vimos que tiene un carácter social; en la mayor parte de los
casos el trabajo se realiza en presencia de otras personas, sean compañeros o supervisores; inclusive en
trabajos profesionales se tiene en cuenta al cliente, la reacción de la sociedad como un todo, y la reacción del
grupo profesional con el cual uno se identifica. Inclusive un escritor, que sigue considerándose como el
profesional más libre de todos, tiene en cuenta al público, al editor, a los críticos, y a veces a las exigencias de la
gramática y a las opiniones de los colegas. Lo mismo hace el artista, el ama de casa, y hasta el Presidente de la
República. Para todos ellos el trabajo tiene un carácter social.
La amigabilidad de los compañeros es una importante fuente de satisfacción, y ya veíamos el papel que
desempeña en la subcultura del trabajo. Brown (1954), presenta un análisis detallado del papel que tiene el
grupo social en el trabajo industrial y muestra cuán ingenuas fueron las pretensiones de los primeros expertos en
eficiencia al concentrarse en el estudio de tiempos y movimientos ignorando el carácter social del trabajo.
Herzberg, Mausner, Peterson y Capwell (1957) recopilaron información por medio de 15 estudios, en los
cuales se trabajo con más de 28.000 empleados. Encontraron que el principal factor de satisfacción en el trabajo
era el aspecto social, término usado para referirse a los contactos realizados entre los trabajadores a causa de
sus actividades de trabajo. El segundo factor importante fue la relación del trabajador con su supervisor
inmediato. Es importante señalar que la satisfacción en el trabajo no proviene del contacto social en abstracto,
sino de aquellas clases de contacto social que están de acuerdo con los factores de personalidad de cada
trabajador; para unos será la oportunidad de tener relaciones afectivas de carácter íntimo; para otros será la
posibilidad de influir en las demás personas; para unos terceros, el gozar de la protección de los superiores.

Status social
El prestigio de un individuo es muchas veces consecuencia de su ocupación. Se dice soy un médico o
soy un economista y al hacerlo el individuo entra a gozar del prestigio que tienen éstas profesiones en la
comunidad. En casi todos los casos al identificarse el individuo por medio de su ocupación los demás se forman
una serie de expectativas y de estereotipos relacionados con la profesión en cuestión, sin tener en cuenta las
diferencias individuales dentro de la misma. No todos los médicos son iguales ni todos los economistas son
iguales, pero cada grupo comparte una serie de estereotipos, muchas veces injustificados.
Warner, Meeker y Elles (1949) encontraron una correlación altísima, de entre el prestigio de una persona
y el prestigio de la profesión a la cual pertenece. Este trabajo podría repetirse en diferentes culturas y
probablemente se obtendrían resultados similares.
El prestigio de una profesión es uno de los factores motivacionales que atraen al individuo a participar en
ella. Unas ocupaciones poseen mayor status que otras, y la persona en busca de posición se identifica más
fácilmente con las de mayor status. Dentro de una misma ocupación, la motivación para trabajar puede estar
determinada por el lugar que ocupa el individuo en la jerarquía; el prestigio de que goza el jefe puede hacer que
dedique mayor cantidad de tiempo y de energías al trabajo de los que dedica un empleado de menor categoría.
La noción de prestigio de una ocupación está claramente relacionada con la cultura a la cual pertenece el
individuo y con la subcultura del trabajo. Está relacionada igualmente con las diferentes subculturas que existen
dentro de una cultura. En un grupo determinado las profesiones técnicas tienen todo el prestigio, en otro, lo
tienen las artes, y en un tercero puede tenerlo la inactividad completa. Para los hippies, que se oponen al trabajo
en todas sus formas, una profesión u ocupación cualquiera no tiene ningún prestigio; lo tiene, en cambio, el ser
capaz de escapar de las presiones sociales y vivir al margen de ellas. Mientras que el banquero que está
siempre de prisa tiene un gran status en la sociedad burguesa, los hippies no le conceden la menor importancia
ni el menor prestigio dentro de su subcultura.

Eficacia
La producción puede entenderse en sentido económico o, desde un punto de vista más amplio,
relacionado con la actualización de las potencialidades del hombre. Los críticos de la sociedad moderna (ver por

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ejemplo Fromm, 1955) han mostrado cómo en el mundo anterior a la revolución industrial el individuo podía
enorgullecerse del producto de su trabajo, era capaz de elaborar un objeto completo, fuera artesanal, textil, o de
cualquier otra índole. El lo había hecho con sus manos, con su esfuerzo y con la ayuda de unos pocos
instrumentos. Ahora, en la época industrial, el individuo hace solamente una parte mínima del proceso de la
producción, siempre la misma parte, y no disfruta del producto de sus esfuerzos. Es trabajo alienado, como
señaló Marx. El obrero que opera una maquinaria, que se encuentra en relación compleja con otras maquinarias,
no puede enorgullecerse de estar produciendo lo que esas máquinas fabrican, sean automóviles o zapatos. El se
limita a controlar un aparato que es una mínima parte del proceso total de producción. La obra final no es
realmente suya.
El problema de la alienación en el mundo contemporáneo lo estudiaremos en otro capítulo, incluyendo
investigaciones experimentales llevadas a cabo con el fin de averiguar la extensión de éste fenómeno en la
situación moderna de trabajo. En este momento nos interesa el factor producción como motivación del hombre;
nos interesa el deseo de crear, de hacer cosas, como motor que mueve al trabajador.
White (1959), en un artículo muy importante, propone un nuevo enfoque de la motivación con base en el
concepto de eficacia, o sea, en la sensación que resulta del trabajo bien hecho. Este sería un mecanismo innato,
en el sentido de no adquirirse por reducción de impulsos primarios. En los trabajos que requieren un alto grado
de habilidad y de entrenamiento este factor de eficacia tendría importancia central.

¿Por qué trabajan los hombres?


Las complejas motivaciones que mueven a los hombres a trabajar no pueden explicarse en forma
simplista, diciendo que trabajan por dinero o por satisfacer la necesidad de crear. Trabajamos por dinero, por la
necesidad de actividad, por la necesidad de tener interacción social, por lograr status social, y por sentir que
somos eficientes y podemos enorgullecernos de nuestro trabajo. Si el hombre laborara simplemente por dinero,
sería muy fácil aumentar la motivación para trabajar aumentando los salarios, y se solucionaría fácilmente uno
de los problemas más complejos que enfrenta el psicólogo industrial (ver Smith, Kendall y Hulin, 1969).
Las satisfacciones proporcionadas por el trabajo, contribuyen al bienestar general del individuo y a su
sentimiento de valor personal (Siegel, 1969). Un trabajo no satisfactorio tiende a producir los efectos contrarios.
El hombre tiene muchas necesidades, unas que son consecuencia de su fisiología, otras que son consecuencia
de su psicología, unas que se aprenden en una cultura determinada, otras que son comunes a todas las
culturas. El trabajo proporciona una manera de satisfacer tales necesidades y de adquirir un sentido de
importancia ante sus propios ojos y ante los ojos de los demás (ver Buitrago y Pardo, 1970).

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La alienación
“El trabajo es la fuente de toda riqueza...” escribió Engels en 1876, y añadió: “El trabajo es muchísimo
más que eso. Es la condición básica y fundamental de toda la vida humana... hasta cierto punto podemos decir
que el trabajo ha creado al hombre”. (Engels, 1955, p. 77).
El trabajo transformó el prehombre en hombre, le dio control sobre la naturaleza, lo llevo a crear cultura y
en ese proceso tanto el hombre como la naturaleza se transformaron. El trabajo tuvo un papel decisivo en la
evolución humana. Sin embargo, a este cuadro tan positivo es posible oponer la otra cara de la moneda: el
trabajo separó al hombre de sus semejantes, aumento el aislamiento individual y lo llevo a no encontrar sentido
en su vida. Esto ocurrió especialmente dentro del contexto de la revolución industrial, y es un fenómeno de
nuestros días. Marx lo denominó alienación y le dedicó mucha atención, dada la importancia que éste problema
tenía en la sociedad moderna. Weber, De Tocqueville, Durkheim y Simmel, entre otros, también se ocuparon del
problema de la alienación, aunque desde puntos de vista diferentes y usando a veces términos distintos.
Alienación se define como un sentimiento de estar aparte, de ser diferente, de ser extraño; desde el
punto de vista existencialista, alienación es la separación del individuo de su yo real, debido a su preocupación
por las abstracciones o por adaptarse a los deseos ajenos y a las exigencias de las instituciones sociales; los
existencialistas contemplan el problema de la alienación del hombre en relación consigo mismo y con sus
semejantes, como veremos más adelante.
Marx habló de alienación y de trabajo alienado queriendo decir separación del trabajador de la posesión
de los medios de producción o de los productos de su trabajo. El hombre moderno no disfruta lo que produce; es
trabajo para otro, no para si mismo. La historia de la humanidad ha sido la historia del desarrollo creciente del
hombre y al mismo tiempo de su creciente enajenación.

La alienación en el hombre contemporáneo


La revolución industrial tuvo como consecuencia que los hombres se agruparan en grandes unidades,
las fábricas, en vez de vivir en pequeñas unidades familiares como lo habían hecho hasta entonces. El
aislamiento del individuo fue aumentando más y más, superándolo de sus semejantes y de sí mismo. El producto
de su trabajo fue algo extraño, alienado, en la misma forma como lo fueron los demás hombres y su relación
consigo mismo.
Hoy las grandes ciudades son conglomerados de extraños que se reúnen sin conocerse, viven sin
amarse y mueren sin llorarse como dijo Voltaire en un contexto diferente. La sociedad feudal ya no existe y con
ella desapareció el sentimiento de seguridad y de pertenencia que tenía el individuo. El hombre actual es muy
libre, pero teme la libertad (Fromm, 1947), está separado, alienado, extraño. El trabajo en la sociedad industrial
carece de sentido para el trabajador. El obrero es una maquina más, programada por el experto en eficiencia;
depende del engranaje total y no tiene ninguna autonomía. No controla el producto de su trabajo ni puede
expresar su creatividad, su individualidad ni su orgullo en la obra terminada y bien hecha.
La anomia de que hablo Durkheim se encuentra en nuestras ciudades y en nuestras fábricas. Es un
sentimiento de falta de identidad, un sentirse perdido y sin posibilidad de hallar un camino; en casos extremos la
anomia puede llevar al homicidio y al suicidio.
Para Fromm (1962) el concepto de alineación es anterior a Marx y tiene su origen en el concepto de
idolatría del antiguo testamento. Para los profetas, idolatría no era adorar muchos dioses en vez de uno, sino
adorar ídolos, o sea, dioses hechos por las manos del hombre; eran cosas, y el hombre se inclina y adora cosas
que él mismo ha creado. El hombre transfiere a las cosas que son producto suyo, los atributos de su propia vida
y en vez de sentirse persona creadora solo se pone en contacto consigo mismo mediante la adoración de los
ídolos. El individuo se ha extrañado de sus propias fuerzas vitales, de la riqueza de sus potencialidades. Idolatría
es la adoración de algo en lo cual el hombre ha colocado sus propios poderes creadores y a lo cual se somete
en vez de sentirse él mismo en su acto creador.
Marx no fue el primero en luchar contra la alineación, aunque el problema ha sido estudiado más por
Marx y los marxistas que por cualquier otro grupo de estudiosos. La filosofía existencialista a partir de
Kierkegaard es ante todo una rebelión contra la alienación, contra la deshumanización del hombre en la
sociedad industrial. “El hombre debiera ser lo que puede ser”, dicen los existencialistas, “pero no es lo que
debiera ser”, esta alienado en el mundo actual.

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Trabajo alienado
El hombre contemporáneo concibe el mundo en forma pasiva y se concibe en igual forma a sí mismo,
como sujeto separado del objeto. El hombre alienado (extrañado) no se considera a sí mismo como agente
activo en su comprensión del mundo, sino que el mundo, incluyendo la naturaleza, los otros hombres y él mismo,
permanecen extraños frente a él (Serna, 1969).
Para Marx, el trabajo alienado tiene dos características distintivas:
1. El trabajador se relaciona con el producto de su labor como algo extraño a sí mismo. En igual forma se
relaciona con el mundo exterior como si se tratara de algo extraño y hostil.
2. El trabajador se relaciona con el acto de producción como con una actividad que se vuelve contra él mismo,
que es independiente de sí mismo y no le pertenece.
En otras palabras, el trabajo alienado es un acto de extrañamiento entre la naturaleza y el hombre, y
aliena al hombre de su función vital, de su actividad. La alienación priva al hombre de hacer vida productiva que,
según Marx, sería la actividad propia de la especie humana. La productividad económica se convierte entonces
en la meta suprema de la vida, el hombre se preocupa únicamente de la obtención de los símbolos de la
productividad económica, y en este proceso se va empobreciendo como ser humano. El dinero es la manera de
tomar posesión de este mundo hostil que el mismo ha creado y que no le pertenece y al cual él tampoco
pertenece.
En el lenguaje de todos los días la palabra empleado describe muy bien la situación. El trabajador no es
un agente activo, se le emplea simplemente, no tiene responsabilidad distinta de la de efectuar correctamente la
porción aislada del trabajo que le corresponde; su única motivación para trabajar sería la de lograr la
recompensa económica que le dan por su trabajo, con la cual compra los productos del trabajo realizado por él
mismo y por otros hombres tan alienados como él.
El empleado es parte del equipo adquirido por el capital, y su función como pieza de equipo, como una
rueda más en el engranaje total, determina si se le conserva o se le elimina del proceso de producción.

Investigaciones empíricas sobre la alienación


El estudio de la alienación ha permanecido tradicionalmente dentro del campo de la filosofía social,
disciplina que no utiliza métodos experimentales ni correlacionales. No podemos saber en esta forma la
extensión ni las causas del problema. Es posible que el obrero estuviera alienado en tiempos de Marx, pero no
en nuestros días, o que en la actualidad el grado de alienación sea mucho mayor de lo que era el siglo pasado.
Ante todo la pregunta básica es: ¿existe la alineación? Y en caso afirmativo, ¿cómo medirla?
Se han llevado a cabo dos estudios empíricos sobre la alienación, con el fin de encontrar el alcance real
de este problema en nuestro mundo. La alienación paso de las manos del filósofo a las manos del psicólogo
social que utiliza métodos experimentales, y en esta forma se pudieron encontrar respuestas válidas a los
problemas planteados.
El primer trabajo empírico lo llevó a cabo Wilensky (1964) hace algunos años y no fue realmente un
experimento, porque no se manipularon variables independientes. Wilensky inventó un índice de alienación en el
trabajo, basado en las relaciones entre trabajo y ocio. Con este índice trató de medir la cantidad de alienación
característica de los diferentes tipos de trabajo. Lo primero que hizo fue establecer qué cualidades se
consideraban deseables; y luego preguntó a cada uno si el trabajo que estaba realizando era congruente o
discordante con esta imagen que se valoraba positivamente. Wilensky determinó que el trabajo se valoraba
positiva o negativamente en seis dimensiones:
1. El grado en el cual permitía el contacto social con las demás personas.
2. El grado en el cual permitía que el trabajador utilizara su propio juicio y su propia inteligencia.
3. La posibilidad de que se le reconociera que había hecho su trabajo adecuadamente.
4. La posibilidad de usar sus propias habilidades.
5. La posibilidad de estar libre de la supervisión estrecha.
6. La posibilidad de ser promovido y de progresar.
Wilensky construyó escalas con base en estos criterios y las aplicó a diversos grupos de trabajadores.
Cada uno debía evaluarse a si mismo y evaluar su trabajo basado en estas escalas. Encontró algo que nadie
esperaba: la alienación severa es un fenómeno mucho menos extendido de lo que implica la teoría de la
alienación. Encontró también que hay relativamente más alienación entre los trabajadores de fábrica que entre
los trabajadores de oficina; sin embargo, la estratificación ocupacional y la clase social no fueron los
determinantes más importantes de la alienación en el trabajo. Fueron más importantes la movilidad, la libertad y
la falta de restricción. En muchos casos los ejecutivos y los ingenieros se sentían más alienados que los

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trabajadores manuales de las mismas empresas, porque esperaban tener mayor libertad y movilidad de lo que
les permitían realmente sus trabajos. Los obreros no la esperaban ni se sentían alienados al no encontrarlas.
El objetivo de la investigación de Wilensky fue estudiar los aspectos relativos de la alienación, comparar
diferentes ocupaciones y estudiar los estratos dentro de la misma ocupación. Wilensky reconoce que sus índices
de medición probablemente subestiman el grado real de alienación, porque se basan en información que cada
individuo da sobre sí mismo y, porque las preguntas son demasiado directas. Wilensky opina también que la
gran mayoría de los sujetos de su investigación eran indiferentes a su trabajo, éste no tenía relación positiva ni
negativa con la autoimagen valorada positivamente en la cual se fundamentaba toda la investigación.
El segundo estudio de carácter empírico se debe a Kornhauser (1965) y dio resultados un poco
diferentes de los encontrados por Wilensky. Kornhauser estaba interesado en la salud mental de los
trabajadores de una gran empresa productora de automóviles. Encontró que los obreros consideran su trabajo
monótono, sin sentido, y que lo hacen únicamente porque produce dinero. Los obreros quieren escapar de la
fábrica, consideran que es un trabajo sin futuro, una trampa para el individuo y que se exige hacer lo mismo una
y otra vez. Anhelan especialmente que sus hijos tengan una ocupación diferente, que no trabajen en una fábrica
de automóviles. Sueñan con ser dueños de una tienda pequeña, con tener autonomía en el trabajo, pero muy
pocos logran zafarse y establecerse por cuenta propia.
Las satisfacciones personales, en los empleados que estudió Kornhauser, provienen de experiencias no
relacionadas con el trabajo: experiencias familiares, de amistad, de paseos, de pequeños viajes y pequeñas
diversiones. El trabajo para ellos es una actividad negativa y sin sentido, que deben ejecutar para ganar dinero y
sobrevivir.
Probablemente las diferencias que encontraron Wilensky y Kornhauser se deben a que investigaron
aspectos y grupos diferentes de trabajadores. Basándonos en estos dos estudios es posible concluir varias
cosas:
1. Existe alienación en el mundo actual, en diversos grados.
2. La alienación, sin embargo, es un fenómeno menos extendido de lo que suponen los filósofos sociales.
3. El sentimiento de alienación en el trabajo se relaciona con el carácter repetitivo del mismo, con la supervisión
estricta, con hacer partes de un producto y no una obra completa, y con poca oportunidad para relacionarse con
los demás.
Es claro que estas investigaciones tienen únicamente un carácter exploratorio y se requieren muchos
estudios más antes de poder llegar a conclusiones definitivas. El trabajo en Latinoamérica tiene características
diferentes del trabajo en otras partes del mundo y por eso las investigaciones en nuestro medio pueden arrojar
conclusiones inesperadas. Probablemente el trabajo en Latinoamérica es más alienado, porque hay menos
movilidad, más desempleo y por lo tanto mayor temor a perder el puesto, los salarios son inadecuados y la
estructura autoritaria de la fábrica hace que el obrero se sienta vigilado, que no tenga suficiente autonomía y
considere su trabajo como carente de sentido y como una actividad alienada.

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