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Conócete a ti mismo.

Al comenzar el fin de semana, estamos llenos de preguntas: ¿Por qué vine? ¿Qué va a suceder?
¿Quiénes son estas demás personas? ¿Qué se espera de mí?

Y hay la ansiedad – que tal si: ¿Qué tal si va algo mal en casa? ¿Qué tal si alguien dice algo con lo
que yo no esté de acuerdo? ¿Qué tal si no ocurre nada especial?

Necesitamos cierta paz y calma. Necesitamos liberar nuestras mentes de los temores que
representan estas preguntas. Necesitamos un punto central en algún sitio entre la confusión de
ésta y cien preocupaciones más. Es por ello que hemos venido acá este fin de semana – y es por
ello que comenzamos con la meditación.

También necesitamos claridad de perspectiva. Necesitamos ver quiénes somos; ver qué es
importante en nuestras vidas, ver hacia dónde vamos; ver a Dios – encontrarlo y la realidad de su
propósito para nuestras vidas -. Es eso lo que trata este fin de semana.

De la vida de Jesús hay una maravillosa historia que nos ayudará a entender cómo obtener la clara
perspectiva que necesitamos. Se refiere a la curación de un ciego, y la encontramos en el
Evangelio de Marcos: Leer Marcos 8,22-26.

El hombre era ciego. ¿Somos capaces de admitir que todos somos más o menos ciegos? Atrapados
en la actividad, tratando de permanecer y conservar a nuestras familias unidas y en progreso,
tendemos a perder la perspectiva de lo que realmente es importante, de lo que se requiere para
vivir íntegramente. Nos convertimos en ciegos a la presencia de Dios y ciegos a la alegría de vivir.

Aquí tendremos la oportunidad de obtener una clara visión, de que nuestra visión sea restaurada.
Pero no tendremos que trabajar frenéticamente para lograrlo; nos llegará como un don. Lo único
que debemos hacer es abandonar nuestras ansiosas preguntas y conservarnos quietos – permitir
que Dios sea Dios, y permitirle Revelársenos en este momento, lejos de la actividad cotidiana.

El hombre fue llevado por sus amigos. Cuántas veces durante el curso del ministerio de Jesús, los
amigos fueron la causa de la curación de otra persona. Hemos sido traídos aquí por nuestros
amigos, que nos quieren y que también han experimentado esta forma, la restauración de la visión
clara.

Así como el hombre ciego confió en sus amigos, debemos nosotros confiar en los nuestros.
También se nos pide confiar en los demás que participan en la realización de este fin de semana
con nosotros.

Jesús tomo al hombre ciego de la mano y lo llevó a un lado. La razón por la que hemos venido acá
este fin de semana es en verdad muy simple: para estar con Cristo lejos de la actividad de cada
uno de nuestros mundos. Y en realidad, es el Señor mismo quien nos ha traído de la mano aquí.

Podemos confiar en éste que nos ha conducido porque, así como a Él le preocupaba el individuo
ciego, le preocupa cada uno de nosotros ahora.
El hombre recuperó la vista gradualmente, no de golpe. Este fin de semana está diseñado para
desarrollarse paso a paso. Podrán existir momentos de clarividencia para nosotros. Pero podrán
existir momentos, incluso tramos en que no veamos nada novedoso - nada nuevo. En que no
estemos conmovidos, no nos sintamos tocados. Esto es CORRECTO. El fin de semana no
pretende infligirnos señal física de tipo alguno. Solo se nos pide que prosigamos a través del fin de
semana paso a paso, y reservemos nuestro juicio del fin de semana para el final.

También debemos percatarnos que no se espera respuesta específica de nosotros. En la historia


de la curación, el ciego podía al principio solo ver parcialmente. Cuando dijo, “Veo hombres como
árboles, pero los veo que andan”, Jesús no se rio, ni lo reprendió por no ver lo suficientemente
bien, ni le pidió cambiar sus términos. Esta experiencia era suya y el Señor lo aceptó así. De hecho,
dio al ciego libertad de ser el mismo, y nos da la misma libertad a través de este fin de semana.

Se nos estimula, sin embargo, a compartir con otros este fin de semana. Nuestra disposición para
compartirnos a nosotros mismos, nuestros dones y nuestra clarividencia ayudará a todos ayudará
a todos a recobrar nuestra visión.

Hubo un segundo toque – y una segunda mirada. Jesús permaneció con el ciego hasta que su vista
estuvo íntegramente restaurada. Permanecerá con cada uno de nosotros hasta que nuestra vista
sea completa, también. No busquemos un toque individual del Señor en este fin de semana, sino
busquemos su presencia continuamente. Utilicemos esta oportunidad para llegar a conocerlo y
permitirle a Él que nos conozca.

Finalmente, el trabajo de curación no fue unilateral, no solamente la obra de Jesús. También


requirió de los esfuerzos del hombre: “Miró intensamente y quedó recuperado”. Muchas veces
debemos mirar una segunda vez, mirar una más allá de las cosas que hemos dado sobre
entendidas, más allá de cosas que creemos ya conocer. No nos contentemos con una visión
parcial, trabajemos en cambio con el Señor para obtener una visión clara.

Iniciemos esta noche en silencio. Esta es nuestra oportunidad para dejar atrás la actividad
frenética y mirar – mirar por segunda vez. Mirar quien somos. Mirar nuestras prioridades en la
vida. Mirar la forma en que vivimos y ¿por qué vivimos? Mirar para que el Señor esté presente
con nosotros y nos acepte. Mirar en busca de modos en que pudiéramos aceptar su amante
presencia y comenzar a ver con mayor claridad aún antes de que podamos vivir en El – íntegra y
libremente.

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