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Ética del psicoanálisis


Introducción

Con Lacan concebimos el psicoanálisis como un discurso. De esta forma, se separa el


psicoanálisis de la psicología y de la ciencia, lo que implica quedar separado del discurso
del amo.

El psicoanálisis tiene su campo específico; su objeto de estudio es el inconsciente y su


orientación es lo real, y la praxis implica una dimensión ética propia al discurso. 

A grandes rasgos, diremos que la ética del psicoanálisis que encontramos en Seminario
de 1960 es la ética del deseo.

Lacan tempranamente separa la ética del psicoanálisis de la moral kantiana, es decir, la


del bien y el mal, la del deber.

En la primera clase de Seminario 7, Lacan advierte sobre ciertos idealismos en los que ha
incurrido el psicoanálisis, que lo alejan de toda ética: la genitalización del deseo, la
autenticidad y el ideal de la dependencia.

Críticamente, advertirá que cierta corriente de psicoanálisis había estado domesticando el


goce vía el alivio de la culpa, ubicando en oposición una ética basada en “Wo Es war, soll
Ich werden” (Lacan, 1960, p.16). Asimismo, retoma esta idea de la falta vinculada al
castigo para darle un estatuto diferente por su función en el deseo. Esclarece, también,
que en un análisis se trata es de ir en contra del empuje imperativo del superyó. 

Las buenas intenciones y los ideales están del lado de la moral, la orientación del
psicoanálisis es la ética. 

1. Ética del psicoanálisis 

El libro Seminario de 1960 comienza ubicando lo social en primer lugar, luego lo clínico, a
partir de la demanda: “la demanda del enfermo a la cual nuestra respuesta da su exacta
significación – una respuesta cuya disciplina debemos conservar severamente para
impedir que se adultere el sentido, en suma, profundamente inconsciente, de esa
demanda” (Lacan, 1960, p. 10). La posición del analista frente a la demanda no consiste
en responderla imaginariamente, es decir, sino se ubica como quien puede darle al sujeto
lo que le falta (ya que si hay demanda, algo falta) a través de la identificación o creyendo
saber cuál es el “buen camino” para el sujeto o las recetas para la felicidad. Por el
contrario, introduce la pregunta por el deseo y permite así el despliegue del inconsciente.
Esta posición en sí misma se articula a la ética y se separa de toda moral. 

La ética del psicoanálisis no opera a través del ideal, no está conformada por normas, ni
reglas, ni conductas esperables ni recetas para el bienestar. Cuando decimos que es una
ética orientada por lo real, no tiene que ver con idealismo, sino con la íntima relación de un
sujeto con la pulsión.

Por eso se trata de una ética de lo singular, que va en contra de la pretendida


universalización de la moral. El ideal de que existiría un bien único para todos, desde el
psicoanálisis, bajo la lógica del no-todo, se trata de que cada sujeto haga surgir su propia
verdad en relación con el deseo. La moral prescribe un para todos igual, promueve un
idealismo donde dictamina cómo se debe actuar; en ese punto, el superyó sirve a la moral
y en la clínica asistimos a la tiranía que produce en los sujetos ese empuje y la culpa
como consecuencia. En un psicoanálisis se busca la máxima diferencia, es decir, la
separación del Otro, para darle lugar a lo más propio del sujeto.

Sabemos que no hay reciprocidad ni linealidad entre deseo y objeto, es decir, hay una
inadecuación entre deseo y satisfacción, que se puede leer claramente en la articulación
de necesidad, demanda y deseo; de allí que nos encontramos con la repetición y
ubicamos aquí la base de nuestra ética.

Lacan (1960) toma la frase de Freud “Wo Es war, soll Ich werden” y propone una
traducción: “donde Ello era, allí Yo (Je) debe advenir”. Esta traducción es opuesta a la
promovida por la psicología del yo que defiende la tesis “donde el Yo debe desalojar al
Ello”. Una de las consecuencias para Lacan fue la expulsión de la IPA y su “retorno a
Freud”, podríamos decir en defensa de la causa Freudiana, que es la causa del
inconsciente. 

Devolverle su lugar al Ello como lo que encarna lo más verdadero de un sujeto introduce
la responsabilidad subjetiva, la implicancia del sujeto en aquello que le pasa. 

La dirección de la cura implica la decisión de conducir al sujeto al encuentro con el deseo


inconsciente para ir a buscar un saber sobre si lo que quiere es verdaderamente lo que
desea.

De nuestra posición de sujetos somos siempre responsables, y la ética del psicoanálisis,


que es una ética subjetiva, interroga la posición del sujeto en relación con lo real. Para
intentar definir lo real de modo sencillo, tomaremos una definición de Miquel Bassols
(2012): 

Lo real es siempre idéntico a sí mismo, vuelve siempre al mismo lugar hasta el punto de
confundirse con él, de llevar ese lugar pegado a la suela sin poder dejarlo nunca. De ahí
su valor traumático, fuera del tiempo, tal como Freud lo descubrió bajo el velo del
fantasma, como algo irreversible en la experiencia subjetiva y sin posibilidad de una
realización simbólica, sin una imagen posible que llegue a reproducirlo también de manera
fija. No hay fotografía ni escáner posible de lo real. La sexualidad y la muerte siguen
siendo los dos ejes de coordenadas mayores con los que el sujeto intenta localizar en el
discurso ese agujero negro de su universo particular, aquello que no cesa de no escribirse,
de no representarse en él y que llamamos lo real. De ahí que Lacan lo igualara a lo
imposible lógico. Lo real es lo imposible en la medida que no puede llegar a simbolizarse
ni a imaginarizarse, que no cesa de no escribirse en los otros dos registros.
(https://bit.ly/3gaBEli)
Lo real como imposible está ligado a la pulsión y comanda la vida del sujeto. El síntoma
es, entonces, una solución, un arreglo con ese real. 

Lacan, en Seminario 7, pronuncia la interpelación, la pregunta dirigida al sujeto y orientada


por la ética “¿Has actuado en conformidad con el deseo que te habita?” (Lacan, 1960, p.
370). Interroga la responsabilidad del sujeto, apunta a la desculpabilización del deseo. 

Una ética del bien decir significa una ética que eleva la dignidad de la enunciación del
sujeto, funda un decir verdadero que va más allá de lo correcto o de lo incorrecto, del bien
o del mal; no hay un bien decir de lo real (no hay un decir bien de la muerte y el sexo),
sino más bien la implicancia subjetiva, la posición ética del sujeto asumiendo los límites y
la imposibilidad incluso del decir. Un psicoanálisis funda la posibilidad de un bien decir
donde el sujeto se pregunte sobre su deseo, se responsabilice por ello, lo que permite una
invención única y singular, una manera más vivible de vivir la pulsión. 
“Lo único de lo cual se puede ser culpable, al menos desde el punto de vista de la
perspectiva analítica, es de haber cedido en su deseo… Es por el hecho de haber cedido
en su deseo que el sujeto se siente culpable” (Lacan, 1960, p. 368).

El analista no tiene un saber sobre el deseo del analizante, no sabe lo que es el bien para
cada quien; está advertido que nada se puede saber sobre el deseo, y la ética justamente
es no responder a la demanda. El psicoanálisis renuncia a la búsqueda del bien, ya que el
bien solo puede ser decidido de manera singular. El analista no se ubica como sujeto, sino
como objeto que hace emerger la palabra del sujeto, para que así se nombre. 

Tomaremos un ejemplo acotado y muy de época:


Recibo a C. muy atormentado por el imperativo que se le presentaba por definir un
género. Nacido con genitales femeninos, decía que se “sentía” varón, gustaba de chicas,
pero a veces también de chicos. Usaba el nombre asignado por sus padres, que era
femenino. Su tratamiento psiquiátrico la había “empujado” a la idea de operarse para
lograr la reasignación del sexo. Venía a buscar una respuesta de qué hacer. Definir la
estructura fue clave para el trabajo. Tratándose de una psicosis, se introdujo la pregunta
¿Qué quieres tú?, pregunta que se introducía cada vez. El imperativo superyoico del
padre autoritario era el mismo que el de su psiquiatra. A media que transcurría el análisis,
fue posible divisar que la estabilización de C. se daba en tanto fuera posible mantener la
duda siempre entre dos. “¿Soy mujer o soy varón? ¿Me gustan los chicos o las chicas?”.
Se inventó un nombre de varón que usaba en ocasiones. Vestirse a veces de varón y a
veces de mujer le permitía hacerse de un cuerpo cada vez. Entonces, no se trató de
encontrar una categoría que nombrara o del empuje a que se adecuara a una categoría,
sino de una solución singular donde pudiera hacerse de un nombre propio a modo de
invención. Fue C. quien fue armando quién es y cómo era posible vivir. 

Referencias

Bassols, M. (2012). Lo real del psicoanálisis. Recuperado de


  http://www.revistavirtualia.com/articulos/262/lo-real-en-la-ciencia-y-el-psicoanalisis/lo-real-
del-psicoanalisis 

Lacan, J. (1960). Seminario 7: La ética del psicoanálisis. Buenos Aires, Argentina:


Paidós. 

Revisión del módulo

☰ Clínica psicoanalítica freudiana


En la primera lectura, nos adentramos en la clínica freudiana y realizamos un recorrido por
el concepto de transferencia, el inicio de un tratamiento, las reglas fundamentales y la
técnica creada por Freud. 
☰ Clínica psicoanalítica lacaniana 
En la segunda lectura comprendimos cómo se trabaja en la clínica desde la orientación
lacaniana, pasando por la noción de sujeto supuesto saber como pivote de la
transferencia, la cual está regulada por el deseo del analista y su presencia.
☰ Clínica psicoanalítica kleiniana 
En la tercera lectura, comprendimos cómo se configura un dispositivo analítico, incluyendo
al analista en la modalidad vincular. Desde la perspectiva de Klein, el objetivo de la
terapéutica es restablecer un equilibrio perdido. 
☰ Ética del psicoanálisis
Finalmente, desarrollamos algunos puntos relacionados con la ética del psicoanálisis, la
que se separa de cualquier moral. La ética del psicoanálisis es parte de su técnica, ya
que, lejos de todo idealismo, está orientada por el deseo. Es una ética del bien decir. 

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