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Los Tartessos son la primera civilización avanzada autóctona de la Península Ibérica que se
conoce. Existieron hacia el siglo V a.C. en el suroeste peninsular (Huelva y Cádiz) y vivieron
en ciudades amuralladas con agricultura, minería y comercio bastante desarrollados,
además de una poderosa aristocracia. Esta civilización desaparece misteriosamente (mito
de la Atlántida), si bien se cree también que pudo ser a causa de la presión de los
cartagineses y la crisis económica y política. Muchos de los rasgos de esta civilización
aparecen también en el pueblo prerromano de los turdetanos. Con el nombre de pueblos
prerromanos se conoce a la gran cantidad de pueblos que existieron en la Península Ibérica
antes de la llegada de los romanos y que acabaron siendo integrados por estos en el
Imperio Romano. Estos pueblos prerromanos experimentaron un fenómeno de aculturación,
por medio del cual recibieron y se adaptaron a la cultura de los colonizadores,
especialmente en el litoral levantino y el valle del Guadalquivir. Hacia el siglo IV y III a.C. se
distinguen dos grandes pueblos prerromanos: los pueblos celtas e iberos. Los pueblos
iberos se localizan en el este y el sur peninsulares y se caracterizan por una economía
agrícola, minera y textil. Se tratan de pueblos en contacto con los colonizadores con núcleos
urbanos y fuerte jerarquización social. Entre los iberos se encuentran los turdetanos,
edetanos e ilicitanos que poseen un arte y cultura común. Los pueblos celtas se ubican en
el centro y el norte peninsulares y poseen una economía ganadera en zonas montañosas.
Son pueblos más atrasados culturalmente y con escaso contacto con los colonizadores.
Viven en poblados fuertemente fortificados (castros) y se caracterizan por ser una sociedad
de guerreros con un arte y cultura poco desarrollados.